La Langosta Literaria recomienda LAS PUERTAS DE LA PERCEPCIÓN de ALDOUS HUXLEY - Primer Capítulo

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Fue en 1886 cuando el farmacólogo alemánLudwig Lewin publicó el primer estudio sistemá-tico del cacto, al que se dio luego el nombre delpropio investigador, Anhalonium Lewini, nuevopara la ciencia. Para la religión primitiva y losindios de México y del Sudoeste de los EstadosUnidos, era un amigo de tiempo inmemorial. Era,en realidad, mucho más que un amigo. Segúnuno de los primeros visitantes españoles del Nue-vo Mundo, esos indios “comen una raíz que lla-man peyotl y a la que veneran como a una dei-dad”.

La razón de que la veneraran como a una dei-dad quedó de manifiesto cuando psicólogos taneminentes como Jaensch, Havelock Ellis y WeirMitchell iniciaron sus experimentos con lamescalina, el principio activo del peyotl. Ciertoes que se detuvieron mucho antes de llegar a laidolatría, pero todos ellos coincidieron en asig-nar a la mescalina un puesto entre las drogasmás distinguidas. Administrada en dosis adecua-das, cambiaba la cualidad de la conciencia más

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profundamente —siendo al mismo tiempo me-nos tóxica— que cualquier otra sustancia del re-pertorio de la farmacología.

La investigación sobre la mescalina ha conti-nuado de modo intermitente desde los días deLewin y Havelock Ellis. Los químicos no se hanlimitado a aislar el alcaloide; han aprendido tam-bién a sintetizarlo, de forma que las existenciasno dependan ya de las dispersas e intermiten-tes entregas de un cacto del desierto. Losalienistas se han dosificado a sí mismos conmescalina, movidos por la esperanza de llegarasí a una comprensión mejor, una comprensióndirecta, de los procesos mentales de sus pacien-tes. Aunque trabajando por desgracia con muypocos sujetos y en una muy limitada variedadde circunstancias, los psicólogos han observa-do y catalogado algunos de los más notablesefectos de la droga. Neurólogos y fisiólogos hanaveriguado algo acerca de cómo actúa sobre elsistema nervioso central. Y un filósofo profesio-nal por lo menos ha tomado mescalina para verqué luz arroja sobre ciertos viejos enigmas noresueltos, como el lugar de la inteligencia en lanaturaleza y la relación entre el cerebro y la con-ciencia. Las cosas quedaron así hasta que, hacedos o tres años, se observó un hecho nuevo y

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tal vez muy significativo.1 En realidad, era unhecho que había estado a la vista de todos des-de hacía varias décadas; sin embargo, fuera comofuere, nadie lo advirtió hasta que un joven psi-quiatra inglés, que actualmente trabaja en Ca-nadá, se fijó en la estrecha semejanza que existe,en composición química, entre la mescalina y laadrenalina. Ulteriores investigaciones revelaronque el ácido lisérgico, un alucinógeno muy po-deroso que se obtiene del cornezuelo del cente-no, tiene con ambas una relación bioquímica es-tructural. Luego vino el descubrimiento de queel adrenocromo, que es un producto de la des-composición de la adrenalina, puede producir

1 Véanse los siguientes trabajos:Schizophrenia: A New Approach. Por Humphrey Osmond

y John Smythies. Journal of Mental Science. Vol. XCVIII. Abril1952.

On Being Mad. Por Humphrey Osmond. SaskatchewanPsychiatric Services Journal. Vol. I, Nº 2. Setiembre 1952.

The Mescalin Phoenomena. Por John Smythies. The BritishJournal of the Philosophy of Science. Vol. III. Febrero 1953.

Schizophrenia: A New Approach. Por Abraham Hoffer,Humphrey Osmond y John Smythies. The Journal of MentalScience. Vol. C, Nº 418. Enero 1954.

Hay en preparación otros muchos trabajos sobre labioquímica, farmacología, psicología y neurofisiología de laesquizofrenia y los fenómenos de la mescalina.

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muchos de los síntomas observados en la intoxi-cación con mescalina. Pero el adrenocromo seproduce probablemente de modo espontáneo enel cuerpo humano. En otros términos, cada unode nosotros es capaz de producir una sustanciaquímica de la que se sabe que, aun administra-da en dosis diminutas, causa profundos cambiosen la conciencia. Algunos de estos cambios sonanálogos a los que se manifiestan en la plagamás característica del siglo XX, la esquizofrenia.¿Es que el desorden mental tiene por causa undesorden químico? ¿Y el desorden químico sedebe a su vez a angustias psicológicas que afec-tan a las suprarrenales? Sería imprudente y pre-maturo afirmarlo. Lo más que podemos decir esque se ha llegado a algo parecido a un caso pri-ma facie. El indicio está siendo tratado sistemáti-camente, y los sabuesos —bioquímicos, psiquia-tras, psicólogos— siguen la pista.

Por una serie de circunstancias para mí muyafortunadas, yo me vi de lleno en esta pista en laprimavera de 1953. Uno de los sabuesos habíavenido por asuntos suyos a California. A pesarde los setenta años de investigación sobre lamescalina, el material psicológico a su disposi-ción era todavía absurdamente insuficiente y elhombre deseaba mucho aumentarlo. Yo estaba

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allí y dispuesto —deseándolo muy de veras— aactuar de conejillo de Indias. Es así como en unaluminosa mañana de mayo ingerí cuatro déci-mas de gramo de mescalina disueltas en mediovaso de agua y me senté a esperar los resul-tados.

Vivimos juntos y actuamos y reaccionamos losunos sobre los otros, pero siempre, en todas lascircunstancias, estamos solos. Los mártires en-traban en el circo tomados de la mano, pero erancrucificados aisladamente. Abrazados, los aman-tes tratan desesperadamente de fusionar sus ais-lados éxtasis en una sola autotrascendencia, peroes en vano. Por su misma naturaleza, cada espí-ritu con una encarnación está condenado a pa-decer y gozar en la soledad. Las sensaciones, lossentimientos, las intuiciones, imaginaciones y fan-tasías son siempre cosas privadas y, salvo pormedio de símbolos y de segunda mano, incomu-nicables. Podemos formar un fondo común deinformación sobre experiencias, pero no de lasexperiencias mismas. De la familia a la nación,cada grupo humano es una sociedad de univer-sos islas.

La mayoría de los universos islas tienen las su-ficientes semejanzas entre sí para permitir la com-prensión por inferencia y hasta la empatía o “den-

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tro del sentimiento”. Así, recordando nuestraspropias aflicciones y humillaciones, podemoscondolernos de otros en análogas circunstancias,podemos ponernos —siempre, desde luego, unpoco al estilo Pickwick— en su lugar. Pero, enciertos casos, la comunicación entre universoses incompleta o hasta inexistente. La inteligen-cia es su propio lugar y los lugares habitados porlos insanos y los excepcionalmente dotados sontan diferentes de aquellos en que viven los hom-bres y mujeres corrientes, que hay poco o nin-gún terreno común de memoria que pueda ser-vir de base para la comprensión o la comunidadde sentimientos. Se pronuncian palabras, peroson palabras que no ilustran. Las cosas y acon-tecimientos a que los símbolos hacen referenciapertenecen a campos de experiencia que se ex-cluyen mutuamente.

Vernos a nosotros mismos como los demás nosven es un don en extremo conveniente. Apenases menos importante la capacidad de ver a losdemás como ellos mismos se ven. Pero ¿qué pasasi los demás pertenecen a una especie distinta yhabitan en un universo radicalmente extraño? Porejemplo, ¿cómo puede el cuerdo llegar a saberlo que realmente se siente cuando se está loco?O, a menos que también se haya nacido visiona-

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rio, médium o genio musical, ¿cómo podemosvisitar los mundos en los que Blake, Swedenborgo Johann Sebastian Bach se sentían como en sucasa? Y ¿cómo puede un hombre que se hallaen los límites extremos de la ectomorfia y cere-brotonía ponerse en el lugar de otro situado enlos límites de la endomorfia o viscerotonía o, sal-vo en ciertas zonas muy circunscriptas, compar-tir los sentimientos de quien se encuentra en loslímites de la mesomorfia o somatotonía? Supon-go que estas preguntas carecen de sentido parael behaviourista sin paliativos, atento únicamen-te a los comportamientos. Pero para quienesteóricamente creen lo que en la práctica sa-ben que es verdad —concretamente, que hayun interior para la experiencia, lo mismo queun exterior—, los problemas planteados sonproblemas reales, tanto más graves cuanto quealgunos son completamente insolubles y otros,solubles tan sólo en circunstancias excepcio-nales y por métodos que no están al alcancede cualquiera. Así, parece virtualmente indu-dable que nunca sabré qué se siente cuandose es un Sir John Falstaff o un Joe Louis. Encambio, siempre me ha parecido que, por ejem-plo, mediante la hipnosis o la autohipnosis, pormedio de una meditación sistemática o tam-

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bién tomando la droga adecuada, es posiblecambiar mi modo ordinario de conciencia hastael punto de quedar en condiciones de saber,desde dentro, de qué hablan el visionario, elmédium y hasta el místico.

Por lo que había leído sobre las experienciascon la mescalina, estaba convencido por ade-lantado de que la droga me haría entrar, al me-nos por unas cuantas horas, en la clase de mun-do interior descrito por Blake y A. E. Pero nosucedió lo que yo había esperado. Yo había es-perado quedar tendido con los ojos cerrados, encontemplación de visiones de geometrías multi-colores, de animadas arquitecturas llenas de ge-mas y fabulosamente bellas, de paisajes con fi-guras heroicas, de dramas simbólicos, perpe-tuamente trémulos en los lindes de la revelaciónfinal. Pero no había tenido en cuenta, era mani-fiesto, las idiosincrasias de mi formación mental,los hechos de mi temperamento, mi preparacióny mis hábitos.

Soy y, en cuanto puedo recordar, he sido siem-pre poco imaginativo. Las palabras, aunque seanlas preñadas palabras de los poetas, no evocanimágenes en mí. No tengo visiones en los lindesdel sueño. Cuando recuerdo algo, la memoriano se me presenta como un objeto o un aconte-

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cimiento que estoy volviendo a ver. Por un es-fuerzo de la voluntad puedo evocar una imagenno muy clara de lo que sucedió ayer por la tar-de, del aspecto que tenía Lungarno antes de quefueran destruidos los puentes, de cómo eraBayswater Road cuando los únicos ómnibus eranverdes y pequeños y avanzaban, tirados por unosviejos caballos, a tres millas y media por hora.Pero estas imágenes tienen poca sustancia y ca-recen en absoluto de vida autónoma propia.Guardan con los objetos reales y percibidos lamisma relación que los espectros de Homeroguardaban con los hombres de carne y huesoque iban a visitarlo a las sombras. Sólo cuandotengo mucha fiebre adquieren mis imágenesmentales una vida independiente. A quienesposean una imaginación más viva mi mundointerior tiene que parecerles necesariamente gris,limitado y poco interesante. Éste era el mundo—poca cosa, pero cosa mía— que esperaba vertransformado en algo completamente diferentede sí mismo.

El cambio que efectivamente se produjo en élno fue en modo alguno revolucionario. Mediahora después de tomada la droga advertí unalenta danza de luces doradas. Poco después hubosuntuosas superficies rojas que se hinchaban y

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