La isla del tesoro 000-089 MaquetaciÛn 1 - reinodecordelia.es · o transformación de esta obra...
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Primera edición en REINO DE CORDELIA, abril de 2016Edición basada en Treasure Island, ed. de R. Katz (Edimburgo, 1898) y The Annotated Treasure Island, ed. de Simon Barker-Benfield (Nueva York, 2014)
Edita: Reino de Cordeliawww.reinodecordelia.es
Derechos exclusivos de esta edición en lengua española© Reino de Cordelia, S. L.Avda. Alberto Alcocer, 46 - 3º B28016 Madrid
© Ilustraciones: José María Gallego, 2016
© Traducción: Pollux Hernúñez, 2016
IBIC: FJISBN: 978-84-15973-81-2Depósito legal: M-6435-2016
Diseño y maquetación: Jesús EgidoCorrección de pruebas: Pepa Rebollo
Imprime: Sgraf Artes GráficasImpreso de la Unión EuropeaPrinted in E. U.Encuadernación: Felipe Méndez
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La Isladel TesoroRobert Louis Stevenson
Ilustraciones de José María GallegoTraducción de Pollux Hernúñez
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PrólogoDedicatoriaAl indeciso compradorMapa de la isla del TesoroGlosario náutico
PRIMERA PARTEEl viejo bucanero
El viejo lobo de mar en el Almirante BenbowAparece Perro Negro y desapareceLa marca negraEl cofreEl final del ciegoLos papeles del capitán
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Índice
Capítulo ICapítulo II
Capítulo IIICapítulo IVCapítulo V
Capítulo VI
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SEGUNDA PARTEEl cocinero de a bordo
Voy a BristolBajo el rótulo de El CatalejoPólvora y armasLa travesíaLo que oí en el tonel de las manzanasConsejo de guerra
TERCERA PARTEMi aventura en tierra
Cómo empezó mi aventura en tierraEl primer golpeEl hombre de la isla
CUARTA PARTELa empalizada
Prosigue la narración el doctor: cómo abandonaron el barcoProsigue la narración el doctor: el últimoviaje del chinchorroProsigue la narración el doctor: fin del primer día de luchaProsigue la narración Jim Hawkins: la guarnición de la empalizadaLa embajada de SilverEl ataque
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203
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Capítulo VIICapítulo VIII
Capítulo IXCapítulo X
Capítulo XICapítulo XII
Capítulo XIIICapítulo XIVCapítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XXCapítulo XXI
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QUINTA PARTEMi aventura en el mar
Cómo empezó mi aventura en el marBaja la mareaLa travesía en coracleArrío el Jolly RogerIsrael HandsReales de a ocho
SEXTA PARTEEl capitán Silver
En el campamento enemigoOtra vez la marca negraLibertad bajo palabraEn busca del tesoro: el indicador de FlintEn busca del tesoro: la voz entre los árbolesLa caída de un cabecillaY último
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Capítulo XXIICapítulo XXIIICapítulo XXIVCapítulo XXV
Capítulo XXVICapítulo XXVII
Capítulo XXVIIICapítulo XXIXCapítulo XXX
Capítulo XXXICapítulo XXXII
Capítulo XXXIIICapítulo XXXIV
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SE PREGUNTARÁ el acosado lector qué puede justificar una nue-va traducción de La isla del Tesoro, habida cuenta de las muchasque ya pueblan los anaqueles de las librerías españolas, algu-nas de ellas excelentes. La única respuesta a esta legítima cues-tión es que tanto el editor como el ilustrador como el traductor,cada uno por su lado, llevábamos años con ganas de verificarlaa nuestro gusto, y el destino ha querido que hayamos podido lle-varla a cabo uniendo nuestros esfuerzos y deseos.
Dicho esto, cabe añadir alguna puntualización que justifiqueesta nueva versión. El traslado de un libro en apariencia de fácillectura como este resulta más complicado de lo que parece, puesel traductor se enfrenta a dos dilemas de peso: ¿mantener siste-máticamente la terminología marinera, desconocida para lamayoría de los lectores, o diluirla para hacerla más digerible?¿Ignorar el habla vulgar de los piratas o reflejarla de algún modo?En ambos casos la respuesta de este traductor ha sido afirmati-va para tratar de mantener el atractivo del lenguaje profesional,vivo y pintoresco que usan narrador y personajes.
Prólogo
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En primer lugar, a riesgo de exasperar a muchos lectores aquienes la terminología náutica les suene a chino, creo que debemantenerse tal cual, no solo por el sabor que da a la narración,sino porque no es de adorno. Como amante y practicante de lanavegación, Stevenson estaba familiarizado con los términostécnicos del mar, y los usó a sabiendas de que buena parte desus lectores los desconocía. Sería improcedente enmendarle laplana recurriendo a simplificaciones o aproximaciones cuandoen nuestra lengua disponemos de medios para traducir esa ter-minología adecuadamente1. Pero no se asuste el lector: cada tér-mino fuera del uso común se explica debidamente en nota a piede página (los envíos entre notas contienen dos cifras separa-das por un punto: el número de capítulo y el de la nota corres-pondiente). Y todos los términos técnicos se reúnen y explicanen un glosario (p. 22-23).
En cuanto al habla de los personajes, Stevenson los caracte-riza mediante diferentes registros: en general los buenos de suhistoria hablan correctamente, pero no así los malos. Una len-gua neutra para todos me parecía inapropiada y, a pesar de lodificultoso, pues la diferencia entre lo culto y lo vulgar en inglésno se corresponde con lo culto y lo vulgar en castellano, he pre-ferido aventurarme y reflejar de alguna manera las diferenciasdeseadas por el autor, soslayándolas en casos extremos y com-pensándolas en otros. Lo más difícil es distinguir entre dos regis-tros vulgares, sobre todo cuando uno de ellos es el del ambiguoy redicho John Silver. Pero espero que el conjunto refleje dealgún modo las diferencias manifiestas del original.
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1En mi caso
siguiendo sobre todo el
Diccionario marítimo español de
José Lorenzo,Gonzalo de Murgay Martín Ferreiro,de 1865, que sigue
muy de cerca aotro del mismo
título publicadopor orden real
en 1831. Contieneun amplio
vocabulario inglés,cuyos términos
he contrastado conel Oxford English
Dictionary.
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La isla del Tesoro se publicó por vez primera en Londres en1883 (tras haber aparecido por capítulos en una revista juvenilentre 1881 y 1882) y desde entonces se cuentan más de trescien-tas cincuenta ediciones solo en inglés y muchísimas otras enotras lenguas. Este éxito se debe a que la historia es emocionan-te, los capítulos se suceden de manera trepidante, los persona-jes corresponden a tipos de gran envergadura, sobre todo elemblemático pirata pata de palo John Silver, y el verbo de Ste-venson golpea siempre de manera precisa, concisa y sugerente.Esta es la novela de aventuras. La que apasiona de joven, dejaun regusto dulce en el recuerdo y vuelve a enganchar de viejo.Y no hay necesidad de preguntarse por qué los piratas no mere-cen recuperar el oro y los buenos del relato sí (cuando el propó-sito de unos y de otros es el mismo, enriquecerse), ya que lo quele importa al lector es el fascinante viaje entre el peligro y elvértigo en el que se embarca desde la primera página.
He seguido la edición de W. R. Katz (Edimburgo 1998), y lamás reciente The Annotated Treasure Island de Simon Barker-Benfield (Nueva York 2014).
P. H.
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AS. L. O.2
CABALLERO AMERICANO,CUYO GUSTO POR LO CLÁSICO
HA INSPIRADO LA CREACIÓN DEL SIGUIENTE RELATO,QUE AHORA, A CAMBIO DE MUCHAS
HORAS PLACENTERAS
Y CON LOS MÁS AMABLES DESEOS,LE DEDICA AFECTUOSAMENTE SU AMIGO
EL AUTOR
2Samuel LloydOsbourne, hijastrode Stevenson,nacido en SanFrancisco en 1868,contaba pues doceaños a la sazón.
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Al indeciso comprador
SI CUENTOS marineros en marineros cantosde aventuras, de fríos, calores y tormentas,y de goletas, islas y hombres abandonados,y bucaneros y oro bajo tierra escondido,y toda la emoción antigua recontadaexactamente igual que se hacía antiguamente,pueden causar placer, como yo lo sentí,a los muchachos más discretos de hoy en día:
¡Qué bien! ¡Que continúe! Pero si así no fueray el diligente joven emoción ya no siente,tras haber olvidado sus anhelos antiguos,por Kingston o el valiente entre bravos Ballantyneo Cooper3 de los bosques y del mar agitado,¡qué bien eso también! Mas pueda yo con todosmis piratas la tumba compartir donde yacentodas estas historias y las de sus hazañas.
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3William Henry GilesKingston (1814-1880),escritor londinense de libros de viajes y aventuras, recordado hoy por las traduccionesde Verne que llevan su nombre,aunque debidas a su esposa. Robert MichaelBallantyne (1825-1894),escritor escocés denovelas de aventuras,muchas de ellasambientadas en Canadá, donde residióvarios años. James Fenimore Cooper (1789-1851),autor estadounidense de novelas de aventuras, entre las que destaca El último mohicano.
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abarloar(se) Atracar dos embarcacionesponiéndose costado contra costado.abatimiento Caída a sotavento o desvíode rumbo.abordar Llegar a tocarse un navío con otro.abrirse Separarse una embarcación delmuelle o de otra.acollador Cabo corto de las vigotas.aguantar aguas Detener la marcha del botemanteniendo los remos quietos en el agua.aguja náutica Brújula.alcázar Parte de la nave entre el palo mayory popa.alisiosVientos constantes del este que con-vergen hacia el Ecuador entre los 30º delatitud norte y 30º sur.amura Parte convexa del casco de una navea un lado y otro de la proa.¡Aparejar a virar! Voz de mando para ini-ciar la maniobra de virar.arboladura Conjunto de palos, vergas,botavaras, de un navío.arriar Soltar un cabo, bajar las velas, etc.arriar en banda Soltar totalmente.avante Delante.babor Costado izquierdo del barco miran-do hacia proa.bajamar Fin del reflujo del mar.bajío Barra o banco de arena que impidela navegación.ballestrinque Nudo marinero en el que losextremos del cabo, tras dar dos vueltas, que-dan en dirección opuesta.banda Costado del barco.bandera parlamentaria Bandera blancaque se izaba en un buque para señalar quese deseaba parlamentar con el enemigo.barlovento Dirección de la que viene elviento.bauprés Palo inclinado que sale de la proay sirve para sujetar los foques.bizcocho Pan sin levadura y reseco paraque durara más (lo mismo que galleta).bocina de niebla La que se usa en los bar-cos para anunciar su presencia en días bru-mosos.
bogar Remar.bolina Cable que se hala desde proa paraorientar una vela hacia el viento.borda Parte superior del costado de unanave.bordada Trecho que recorre un navío entreuna virada y otra.bornear Girar un barco sobre su ancla.botalón Palo sobre el bauprés en el que selarga un foque.botavara Palo horizontal que, sostenien-do la cangreja por la parte inferior, pivotacon ella sobre un mástil.bote vivandero El que en el puerto iba debarco en barco vendiendo comestibles.bovedilla Parte arqueada de la fachada depopa de una nave sobre la línea de flotación.brandal Cabo que sujeta un palo a la mesade guarnición.braza Medida de longitud, equivalente ados yardas, usada para sondar el fondo delmar.braza Cabo que sirve para orientar unavela.cable Cabo del ancla.cabo Toda maroma, soga o cuerda usadaen una nave.cabrestante Torno vertical usado en losbarcos para levar el ancla y otros cuerpospesados.caer a sotavento Girar la proa hacia laparte opuesta a aquella de la que sopla elviento.caída de proa Borde vertical de la velacangreja más cercano al mástil sobre el quepivota.calabrote Cabo más delgado que el cable,usado con ancla pequeña cuando hay pocoviento.calafateo Operación consistente en rellenarlas juntas de una nave con estopa y cubrirlaluego de brea para evitar filtraciones. caldero Recipiente metálico de forma pira-midal en el que se preparaba el rancho dela marinería.
calma chicha La falta absoluta de vientoque causa la paralización de un velero.cámara Estancia a popa destinada a alber-gar a los mandos de la nave.canalete Remo de pala o palas anchas.cangreja Gran vela trapezoidal de los palosde la goleta.caña Palanca grande de madera con la quese hace girar el timón.capear Disponer el aparejo de manera quela nave se mantenga en el punto en que sehalla cuando se enfrenta a vientos contra-rios.caramanchel Caseta sobre una escotillapara protegerla, dotada a veces de tejadi-llo abatible y ventanillas alrededor.cargadera Cabo que sirve para tirar haciaabajo de la vela cangreja.castillo Parte del barco entre la proa y el trin-quete en el que se alojaba la marinería (porlo que en inglés designa los marineros rasos).cazar Tirar de un cabo para sujetarlo.chicote Extremo de un cabo.chinchorro El bote más pequeño que lle-vaba un barco.ciar Remar hacia atrás.cimarrón Marinero indolente y poco ami-go del trabajo.codaste Pie del poste central de la popade un barco donde se une con el extremode la quilla.cofa Pequeña plataforma más o menosredonda en el punto en el que un mástil seprolonga con un mastelero.colisa Plataforma giratoria para una piezade artillería en un navío.combés Parte de cubierta entre el palomayor y el trinquete.contramaestre Encargado de transmitirórdenes a la marinería mediante diferentespitidos de un silbato.coracle Antigua embarcación en forma degran cesto oblongo hecho con un armazónde mimbre o varas recubierto con una pielde vaca.
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Glosario náutico
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cote Cada una de las vueltas de un nudomarinero.coy Rectángulo de lona que, sujeto por losextremos, sirve de cama a bordo.crucetas Maderos fijos en lo alto de unpalo por encima de los cuales se amarranlos obenques y pueden servir para sosteneruna cofa.cuadrante Instrumento para medir la alti-tud del sol.cuarta Cada una de las 32 divisiones de larosa náutica.cuartel Entablado o enrejado para cerraruna escotilla.cuartillo Cada una de las dos guardias bre-ves (de dos horas) que se hacían cada díaen un navío.
cubierta Entablado horizontal que cubreun navío entre sus costados.driza Cabo para orientar las velas y paraizar o arriar banderas y señales.empuñidura Bucle de cuerda en los ángu-los superiores de una vela para sujetarla ala verga correspondiente.enceparse Enredarse un cabo o un cable(como el del ancla).engargolar Atar un cabo consigo mismoformando bucles.escota Cabo para tensar las velas.escotilla Abertura en cubierta para bajara bodegas y camarotes.espeque Palanca de madera de metro ymedio aproximadamente, de sección cua-drada en un tercio y corte oblicuo, usada enlos barcos para diversos usos.
estay Cabo que sujeta el tope del trinque-te al bauprés.estribor Costado derecho del barco miran-do hacia proa.filástica Cada uno de los hilos que formanlos cordones con que se trenzan todos loscabos y cables de un navío.flechastes Cabos horizontales que unenlos obenques entre sí y sirven de escalahacia la cofa.foque Vela triangular que se sujeta en elbauprés y el trinquete.foque volante Foque desprovisto de brazas.¡Forte! Voz con que se ordenaba cesar unafaena o maniobra a bordo.fugada Golpe repentino de viento.gavia Vela de mastelero y especialmentela del palo mayor.
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goleta Nave de dos o más palos sobre losque pivotan sus velas principales, cangrejas.grog Entre marineros, cualquier bebidaalcohólica y especialmente el ron con unaparte de agua.guardatimón Portezuela en la popa, cer-cana al timón, en la que se colocaba uncañón del mismo nombre para protegerlo. guiñar Girar la nave a un lado distinto delque debía seguir.imbornal Abertura en la borda por la quese evacúa el agua acumulada en cubierta.izar Elevar algo mediante cabos.jarcias Cabos y cables que forman el apa-rejo de un velero.jarcia trozada cabos viejos hechos troci-tos para reutilizarlos con diversos fines.lugre Nave pequeña de tres palos normal-mente destinada a la pesca o el cabotaje.mano sobre mano Modo de halar un caboen el que los marineros se mantienen a piefirme.marcación Cálculo para establecer la líneade dirección de un objeto o el ángulo queforma con otra.mayor Palo principal de un navío.mesa de guarnición Repisa en el costadodel barco en la que se amarran los obenquesy otros cabos que sujetan el mástil.mesana Palo más cercano a popa (el mis-mo que el mayor en el caso de la Hispanio-la, que solo tenía dos).motón Polea especial que sirve para ten-sar las velas.obenques Cabos gruesos dispuestos enabanico que sujetan un mástil a la mesa deguarnición.orden cerrada Mandato precintado queno debía abrirse hasta llegada una fechadeterminada.
orzar Mover el timón de manera que se virecontra el viento.pairo Estado de inmovilidad de una nave.paño Velamen.pasador de cabo Especie de punzón usa-do para separar cordones de un cabo.pedestal Palo en el fondo de un bote paraque el remero apoye los pies.penol Extremo de una verga.perilla Pieza redonda de madera que coro-naba los mástiles y por tanto parte más altade un navío.picar el cable Cortar el cable del ancla.pico Ángulo superior de la vela cangreja.pleamar Fin de la creciente del mar.poner en facha Detener una nave orien-tando las velas de modo que el viento lashiera por la cara de proa.porta Abertura cuadrangular en el cascode un navío por la que asomaba el cañónpara disparar.porta de correr Mampara para cerrar her-méticamente cada ventana de la cámara encaso de temporal.portar Hinchar el viento las velas.portilla Ventanuco en el costado del bar-co para iluminar el interior.proel remero de proa.pudin Especie de bizcocho con pasas, limóny especias que se daba a los marineros ingle-ses los días de fiesta.regala Borde superior de la borda de unaembarcación.rizo Cabo muy corto que mantiene recogi-da parte de la vela.roción Salpicadura copiosa y violenta pro-ducida por el choque de las olas.roda Pieza curva de la proa. (A fil de roda:en plena proa).rosa náutica Rosa de los vientos.
saloma Especie de grito o canto acompa-sado que usan los marineros al trabajar enalguna faena o maniobra.sentina Parte inferior del barco donde serecoge y pudre el agua que entra en él porfiltraciones o fisuras en el casco.sobrecargo Responsable del cargamentoen un barco mercante.sobrequilla Madero grueso superpuestotodo a lo largo de la quilla para reforzarla.sonda Plomada atada a un cordel blancograduado. sotavento Dirección opuesta a la que traeel viento.tablón de la muerte Ejecución atribuidaa los piratas que consistía en hacer caminaral condenado con los ojos vendados por untablón que sobresalía de un costado del bar-co hasta precipitarse en el vacío.tajamar Parte de la proa que hiende elagua al avanzar un navío.taquilla Cajón en el que ciertos objetos,como la munición, se guardaban en el barco.toldilla Cámara sobre la cubierta, entre elpalo mayor y popa.tomador Cinta de tela alquitranada queservía para recoger una vela en la verga.tomar por avante Dar el viento por la carade proa de las velas.tope Extremo más alto de un palo.trinquete Palo de un barco más cercano aproa.verga Percha de la que se suspende unavela.vigota Pieza redonda de madera con agu-jeros por donde pasan los acolladores paratesar las jarcias.virada Giro de una bordada a otra.virar por avante Cambiar de rumbo cru-zando el viento por la proa.
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d
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COMOQUIERA que el squire2 Trelawney, el doctor Livesey yotros caballeros como ellos me han pedido que ponga por escritotodos los detalles referentes a la isla del Tesoro, de principio a fin,sin callar nada excepto sus coordenadas —y esto solo porque toda-vía queda allí tesoro que recobrar—, tomo la pluma en el año degracia de 17…3 y me remonto a la época en que mi padre regen-taba la posada Almirante Benbow, cuando el viejo marinero depiel curtida y con la cicatriz de un sablazo llegó a hospedarsebajo nuestro techo.
Lo recuerdo como si fuera ayer cuando llegó renqueando has-ta la puerta de la posada, con su cofre detrás de él en una carre-tilla: alto, robusto, sólido, tostado, coleta embreada4 sobre loshombros de su mugrienta casaca azul, manos deformes y llenasde cicatrices, uñas negras y rotas, y el costurón —de un blancosucio, lívido—, cruzándole un carrillo. Recuerdo cómo tendió lamirada sobre la ensenada mientras silbaba para sí y cómo rom-pió luego a cantar aquella vieja cantilena marinera que luegoentonaría tan a menudo:
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IEl viejo lobo de mar
en el Almirante Benbow1
1Posada en honordel almirante inglésde este nombre,muy famoso en su época (1653-1702).2Tratamiento inglésaplicado al terrateniente másimportante de unlugar, comparable a ‘señor’ (titularde un señorío).3Las referencias históricas permitensituar la travesíaque el narrador se dispone a contarhacia 1758.4Los marinerossolían untarse lacoleta con la mismabrea que usabanpara calafatearel barco (nota 28.12).
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—Quince en el Cofre del Muerto…¡Ea, y boteya de ron!5
con voz aflautada, vieja y vacilante, que parecía haberse afina-do y avezado junto a las barras del cabrestante6. Repiqueteóluego en la puerta con un trozo de bastón como un espeque7
que llevaba y, cuando mi padre llegó, pidió ásperamente unvaso de ron. Que, cuando se lo trajeron, se bebió lentamente,como un entendido, paladeándolo con gusto, mientras seguíamirando alrededor hacia los acantilados y luego hacia arriba anuestro rótulo.
—Mu práztica esta caleta —dijo al cabo—, y bien situao elbebedero este. ¿Mucha parroquia, compadre?
Mi padre le dijo que no, que muy poca, lo que era una ver-dadera lástima.
—Bueno —dijo—, pos entonces este es mi atracadero. ¡Eh,compi! —gritó al que empujaba la carretilla—, amarra aquí allao y ayuda a subir el cofre. Aquí me quedo un ratito —prosi-guió—. Soy mu senciyo yo; to lo que necesito es ron y torresnoscon güevos, y aquel promentorio ayí pa ver salir los barcos. ¿Quecómo pués yamarme? Pués yamarme capitán… Ah, ya veo quéquiés decir… Ahí tienes —y arrojó tres o cuatro monedas de oroen el umbral—. Ya me dirás tú cuando me haya pulío eso —dijocon el aspecto fiero de un capitán de fragata.
Y a decir verdad, a pesar de su mal atuendo y grosero hablar,su apariencia no revelaba nada de quien navega en el castillo8,sino que más bien parecía oficial o capitán, acostumbrado a ser
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5Este sería el
principio de unacanción pirata
sobre lo sucedido aprincipios del
siglo XVIII en elinhóspito islote
llamado Cofre delMuerto, en el
archipiélago de lasIslas Vírgenes: el
terrible pirataBarbanegra
abandonó allí aquince amotinadosdejándoles solo unsable y una botellade ron a cada uno,
esperando queacabaran
matándose unos aotros, pero cuando
volvió al cabo de unmes seguían vivos.Tras la publicación
de La isla delTesoro se
«descubrieron»otras estrofas que
ampliaban lahistoria, pero hoy se
sabe que todo esuna leyenda, pues
no hay datohistórico algunoque sustancie la
presencia deBarbanegra en lasIslas Vírgenes (síque abandonó en
una isla de lasBahamas a algunos
hombres, quefueron rescatados
poco después). Estay otra estrofa que se
mencionará másadelante pertenecen
en realidad a una
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obedecido o a golpear. El de la carretilla nos dijo que el correo lohabía desembarcado la mañana anterior frente al Royal George9,que había preguntado qué posadas había en la costa y, como lehablaran bien de la nuestra, supongo yo, y que estaba aparta-da, la había preferido a las demás como lugar para instalarse.Y esto es todo lo que pudimos saber de nuestro huésped.
De costumbre era poco hablador. Se pasaba el día merodean-do por la caleta o arriba de los acantilados, con un catalejo delatón, y la tarde entera sentado en un rincón de la sala junto a lachimenea bebiendo ron con agua en abundancia. Por lo generalno hablaba cuando se le dirigía la palabra, sino que se limitabaa mirar súbita y fieramente, resoplando por la nariz como bocinade niebla10, y nosotros y quienes venían por casa aprendimos pron-to a dejarle en paz. Cada día, cuando regresaba de su caminata,preguntaba si había pasado algún marinero por el camino. Alprincipio creímos que era la falta de compañía de sus iguales loque le llevaba a hacer tal pregunta, pero acabamos viendo que loque deseaba era evitarlos. Cuando algún marinero paraba en elAlmirante Benbow (como de vez en cuando hacían algunos cami-no de Bristol11 por la costa), lo observaba desde las cortinas de lapuerta antes de entrar en la sala y, cuando alguno de ellos sehallaba presente, siempre ponía cuidado en mantenerse en silen-cio cual ratón. Para mí al menos no era aquello cosa de misterio,ya que de alguna manera era partícipe de sus sobresaltos. Un díame llevó aparte y me prometió una moneda de plata de cuatropeniques12 el primer día de cada mes si mantenía «el ojo avizorsobre un marinero con una sola pierna» y le avisaba en cuanto
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saloma inventada porStevenson a partirdel nombre delislote. En la salomaun marinero canta elprimer verso y suscompañeros coreanel segundo al realizarun esfuerzo conjuntoy repetitivo, comoremar en un boteo accionar uncabrestante. Aquí el«Ea» (Yo-ho-ho en eloriginal) marca elarranque de eseesfuerzo.
6Torno vertical usadoen los barcos paralevar el ancla y otroscuerpos pesados.En su cabeza teníaunos huecos en losque encajaban unaspalancas sobre lasque los marinerosempujaban al ritmode una saloma.
7Palanca de maderade metro y medioaproximadamente,de sección cuadradaen un tercio y corteoblicuo, usada en losbarcos para diversosusos.8El alojamiento de losmarineros rasos sehallaba en el castillo,entre la proa y elpalo trinquete (el de los oficiales, el alcázar, estaba a popa).
9Numerosas fueron lasposadas y tabernasque en el siglo XVIII
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apareciera. Era frecuente que, cuando el primero de mes llega-ba y me acercaba a él por la paga, se limitara a resoplar por lanariz mientras me miraba fijamente, pero antes de que pasara lasemana daba muestras de haber recapacitado, me traía mi mone-da de cuatro peniques y repetía la orden de que me mantuvieraatento «al marinero con una sola pierna».
No necesito deciros cómo este último personaje se me apare-cía en sueños. Las noches de borrasca, cuando el viento sacudíalas cuatro esquinas de la casa y el oleaje rugía por la caleta y subíapor los acantilados, yo lo veía de mil formas y con mil diabólicossemblantes. Ahora la pierna aparecía cortada a la altura de la rodi-lla, luego a la de la cadera; ahora era una especie de monstruosacriatura con solo una pierna en medio del cuerpo. La peor pesa-dilla era verle saltar y correr detrás de mí por setos y cunetas. Enconclusión, que me salía bastante cara la moneda mensual de cua-tro peniques en concepto de aquellas odiosas fantasías.
Pero, aunque la imagen de un marinero con una sola piernatanto me aterrorizaba, sentía muchísimo menos miedo del propiocapitán que cualquier otro de quienes lo conocían. Había nochesque tomaba bastante más ron con agua del que la cabeza le aguan-taba y entonces, unas veces se sentaba y cantaba sus viejos, mor-daces y salvajes cantares marineros sin importarle nadie, y otrasveces pedía una ronda y obligaba a todos los presentes a escu-char temblorosos sus historias o a encargarse del estribillo de loque cantara. A menudo fui testigo de cómo la casa se estremecíacon el «¡Ea, y boteya de ron!» mientras todos los vecinos parti-cipaban como si les fuera la vida en ello y temieran una muerte
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llevaron este nombreen honor de Jorge II,rey alemán de Gran
Bretaña e Irlandaentre 1727 y 1760.10
La que se usa en losbarcos para anunciarsu presencia en días
brumosos.11La ciudad más
populosa deInglaterra después de
Londres en la épocadel relato, gracias a
su florecientecomercio triangular
con África y América:sus naves llevaban
productos ingleses algolfo de Guinea,
donde los cambiabanpor esclavos que
luego vendían en elCaribe a cambio de
ron, tabaco y azúcar.Patria chica de
Barbanegra (nota 1.5).12
Un penique erala octogésima parte
de una libra (nota 3.2).
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inminente, cada cual cantando más alto que el otro para no hacer-se notar. Pues en tales arranques era de lo más imperioso quepueda imaginarse: golpeaba la mesa con la mano para imponersilencio a todos, se encendía en un arrebato de cólera por unapregunta o a veces porque no se hacía ninguna, de lo cual con-cluía que la concurrencia no estaba atenta a lo que iba contan-do. Ni consentía que nadie saliera de la posada hasta que le entra-ba sueño de tanto beber y se iba a la cama tambaleándose.
Lo que más asustaba a la gente eran sus historias. Terrorífi-cas sí que eran: de ahorcamientos, de caminar por el tablón13, deborrascas, de las Tortugas Secas14, y de hazañas y lugares salva-jes en las posesiones españolas del Caribe. De creerle, tenía quehaber pasado la vida entre algunos de los hombres más perver-sos que Dios haya consentido en el mar, y el lenguaje en el quecontaba tales historias chocaba tanto a la gente sencilla de nues-tra tierra como las tropelías que describía. Mi padre no parabade decir que la posada iba a la ruina, pues pronto los parroquia-nos dejarían de acudir a ella alegando que no iban a ir para quealguien los maltratara, los humillara y se fueran a la cama tem-blando, pero en realidad yo creo que su presencia nos venía bien.La gente se espantaba al principio, pero, bien considerado, másbien les gustaba, pues era una estupenda diversión en la tran-quila vida del campo; y había incluso una pandilla de mozos quehacían como que lo admiraban llamándole «auténtico lobo demar», «gloria de la mar salada» y otros apelativos semejantes, ydiciendo que aquel sí que era el tipo de hombre que a Inglate-rra la hacía terrible en el mar.
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13Ejecución atribuidaa los piratas queconsistía en hacercaminar alcondenado con losojos vendados por untablón que sobresalíade un costado delbarco hastaprecipitarseen el vacío.
14Islotes al suroestede Florida, así llamadas por Ponce de León, su descubridor, por la abundancia detortugas. Por carecerde agua se les añadió despuésel adjetivo «secas».
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Bien es verdad que, en cierto modo, casi nos arruina, puesempezó quedándose de una semana para otra, y al final de unmes para otro, de modo que todo el dinero inicial se agotó, y mipadre nunca tuvo agallas para exigir que le diera más. Si algu-na vez lo mencionaba, el capitán resoplaba por la nariz tan fuer-te que podía decirse que bramaba, y con la mirada echaba a mipobre padre del cuarto. Yo lo vi retorciéndose las manos trassemejante desplante y estoy seguro de que el disgusto y el terrorque sentía debió de apresurar no poco su temprana y desdicha-da muerte.
Durante toda su estancia con nosotros el capitán no cambióen absoluto de indumentaria, excepto por unas medias que com-pró a un buhonero. Aunque se le desprendió una de las alas delsombrero, la mantuvo colgando a partir de entonces, aunque eragran molestia cuando soplaba el viento. Recuerdo el aspecto dela casaca, que remendaba en su cuarto del piso alto y que, yaantes del final, no era más que remiendos. Nunca escribió o reci-bió carta alguna y nunca habló con nadie sino con los vecinos,y en su mayor parte solo cuando estaba borracho de ron. Nadiede nosotros vio jamás el gran cofre abierto.
Se enfadó solo una vez y fue hacia el final, cuando mi pobrepadre se hundía ya en el bajón que se lo llevó. Una tarde llegóel doctor Livesey a visitar al enfermo, comió algo que le prepa-ró mi madre y entró en la sala a fumar una pipa mientras le traíanel caballo de la aldea, pues en el viejo Benbow no teníamos caba-lleriza. Entré tras él y recuerdo haber observado el contraste quehabía entre el doctor, limpio y pulido, con su polvo blanco como
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la nieve15, sus ojos negros brillantes y sus agradables maneras,con los agrestes lugareños y sobre todo con aquel inmundo,molesto, amodorrado espantapájaros que era nuestro pirata, sen-tado con los brazos apoyados en la mesa y más que colocado deron. Súbitamente empezó —el capitán, entiéndase— a gorjearsu eterno cantar:
—Quince en el Cofre del Muerto…
¡Ea, y boteya de ron!
Ron y diablo el resto hiciereon…
¡Ea, y boteya de ron!
Al principio había creído yo que el «cofre del muerto» eraaquel mismísimo arcón que tenía arriba, en el cuarto principal,pensamiento que se mezclaba en mis pesadillas con el del mari-nero de una sola pierna. Pero para entonces ya hacía tiempo quetodos habíamos dejado de prestar la mínima atención a aquelcantar, que esa noche no resultó nuevo a nadie más que al doc-tor Livesey, en quien observé que no producía grato efecto, pueslevantó momentáneamente la mirada muy enfadado y luego con-tinuó hablando a Taylor, el viejo hortelano, sobre un nuevo reme-dio contra el reúma. Mientras tanto, el patrón fue creciéndosepoco a poco con su propia música y al final dio una palmada enla mesa que tenía delante, de tal modo que todos sabíamos quesignificaba silencio. Todas las voces callaron de inmediato excep-to la del doctor Livesey, quien continuó hablando clara y ama-blemente y dando enérgicas chupadas a la pipa cada dos o tres
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15Entiéndase la peluca, insólitaentre la clase baja,que solía empolvarse deblanco trasuntarla de grasa.
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palabras. El capitán lo fulminó con la vista un instante, volvió adar una palmada, le dirigió otra mirada aún más fulminante y alfinal estalló con una palabrota infame y rastrera:
—¡Silencio ahí, entre cubiertas!—¿Está usted dirigiéndose a mí? —dice el doctor.Y, cuando el rufián le hubo dicho con otra palabrota que así
era, va y replica el doctor:—Solo tengo una cosa que decirle, señor: que si sigue usted
bebiendo ron, ¡pronto se verá libre el mundo de un inmundocanalla!
La cólera del viejo fue terrible. Se puso en pie de un salto,sacó y abrió una navaja de marinero y, blandiéndola abierta enla palma de la mano, amenazó al doctor con clavarlo en la pared.
El doctor ni se inmutó. Le habló como antes, por encima delhombro, y con el mismo tono de voz, más bien alta, para que todala sala lo oyera, pero impecablemente tranquila y pausada:
—Si no se guarda la navaja en el bolsillo ahora mismo, lejuro por mi honor que en la próxima audiencia lo ahorcarán.
Siguió luego una batalla de miradas entre ambos, pero el capi-tán pronto se doblegó, guardó el arma y volvió a su asiento gru-ñendo como perro apaleado.
—Y ahora, señor —prosiguió el doctor—, como ahora sé queen mi distrito hay un tipo semejante, puede estar seguro de que nole quitaré ojo día y noche. No solo soy doctor. Soy juez y, si me lle-ga la más mínima queja de usted, aunque solo sea por un detallede descortesía como el de esta tarde, tomaré las medidas oportu-nas para que lo atrapen y lo arrojen fuera de aquí. Baste con esto.
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