La Inteligencia Emocional de Jesucristo - Enrique Arbelaez

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INTELIGENCIA EMOCIONAL DE JESUCRISTO Por Enrique León Arbeláez Castaño Apreciado estudiante Déjate iluminar por la inteligencia emocional de Jesucristo, para orientar tu vida de joven y el compromiso de ser profeta de humanismo cristiano en tu familia, entre tus amigos y la sociedad, que aguardan de ti un testimonio de alegría y esperanza. Resumen En éste artículo se hará un estudio, a la luz de los evangelios, de la inteligencia emocional de Jesucristo partiendo de las actuales investigaciones que determinan las características de éste nuevo concepto. Se analizarán cada uno de los aspectos que la componen y se mostrará una imagen humana de Jesucristo basada en los testimonios de sus más inmediatos seguidores. Se demostrará que Jesús siendo Dios, realizó su vida humana tan plenamente que podemos calificarlo como el prototipo de la inteligencia emocional. INTRODUCCIÓN El concepto de “inteligencia emocional” fue presentado por primera vez en 1.990 por los Psicólogos Péter Salovey de la Universidad de Yale y John Máyer de la Universidad de New Hampshire. Posteriormente Daniel Góleman (1.995), lo divulgó y lo empleó para describir las cualidades emocionales que tienen importancia para el éxito: empatía, independencia, capacidad de adaptación, simpatía, comprensión de los otros, cordialidad, amabilidad y respeto. Hoy se han estudiado las emociones y se han descubierto sus funciones; ellas nos informan, nos adaptan al mundo cambiante y complejo, influyen en el pensamiento y la memoria, nos organizan para la acción, nos motivan para actuar, nos permiten la comunicación con los demás y construyen nuestro yo, nuestra persona y nuestro sí mismo. De ahí que el concepto de inteligencia emocional se refiera a resaltar las habilidades no racionales, a hacer énfasis en la importancia del manejo, orientación y encauzamiento de las emociones. La inteligencia emocional comprende la autoconciencia, la asertividad, la empatía, la congruencia, la autonomía, la motivación, las habilidades sociales, la capacidad de solucionar problemas y las relaciones interpersonales profundas. En este trabajo se presentará un análisis detallado de la inteligencia emocional de Jesucristo, examinando a la luz del evangelio cada uno de estos componentes.

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INTELIGENCIA EMOCIONAL DE JESUCRISTO

Por Enrique León Arbeláez Castaño

Apreciado estudiante

Déjate iluminar por la inteligencia emocional de Jesucristo, para orientar tu vida de joven y el compromiso de ser profeta de humanismo cristiano en tu familia, entre tus amigos y la sociedad, que aguardan de ti un testimonio de alegría y esperanza.

Resumen

En éste artículo se hará un estudio, a la luz de los evangelios, de la inteligencia emocional de Jesucristo partiendo de las actuales investigaciones que determinan las características de éste nuevo concepto. Se analizarán cada uno de los aspectos que la componen y se mostrará una imagen humana de Jesucristo basada en los testimonios de sus más inmediatos seguidores. Se demostrará que Jesús siendo Dios, realizó su vida humana tan plenamente que podemos calificarlo como el prototipo de la inteligencia emocional.

INTRODUCCIÓN

El concepto de “inteligencia emocional” fue presentado por primera vez en 1.990 por los Psicólogos Péter Salovey de la Universidad de Yale y John Máyer de la Universidad de New Hampshire. Posteriormente Daniel Góleman (1.995), lo divulgó y lo empleó para describir las cualidades emocionales que tienen importancia para el éxito: empatía, independencia, capacidad de adaptación, simpatía, comprensión de los otros, cordialidad, amabilidad y respeto. Hoy se han estudiado las emociones y se han descubierto sus funciones; ellas nos informan, nos adaptan al mundo cambiante y complejo, influyen en el pensamiento y la memoria, nos organizan para la acción, nos motivan para actuar, nos permiten la comunicación con los demás y construyen nuestro yo, nuestra persona y nuestro sí mismo. De ahí que el concepto de inteligencia emocional se refiera a resaltar las habilidades no racionales, a hacer énfasis en la importancia del manejo, orientación y encauzamiento de las emociones.

La inteligencia emocional comprende la autoconciencia, la asertividad, la empatía, la congruencia, la autonomía, la motivación, las habilidades sociales, la capacidad de solucionar problemas y las relaciones interpersonales profundas.

En este trabajo se presentará un análisis detallado de la inteligencia emocional de Jesucristo, examinando a la luz del evangelio cada uno de estos componentes.

La persona de Jesús, el yo profundo de Cristo es de naturaleza divina y asume totalmente la naturaleza humana. Todo lo que ésta haga se atribuye a la persona divina; su naturaleza humana está a disposición de su persona, la cual está penetrada, conformada, poseída y existe por ella. Por ser hombre posee todo lo humano y lo realiza de una manera plena, de tal forma que Jesucristo es el prototipo de todo lo humano. Se podría decir que Dios ensayó vivir como hombre y existir en un proyecto humano, y bien que lo realizó en la humanidad de Jesucristo.

Por eso si algo llamó la atención en el modo de ser de Jesús, fue la lucidez extraordinaria de su juicio y firmeza de su voluntad. Analizar la inteligencia de Jesús nos conduce a pensar que es difícil encontrar a alguien capaz de sorprendernos con las características de su personalidad y de su inteligencia emocional y capaz de invitarnos a interiorizar y repensar nuestra historia; alguien que frente a los momentos de tensión, contrariedades y dolores emocionales tenga actitudes tan singulares y sea capaz de producir pensamientos y emociones que se salgan de los patrones

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comunes como en el caso de Jesús; alguien, en fin, tan interesante, que sea capaz de perturbar nuestros conceptos y paradigmas existenciales.

El ruso Dostoyevski en su ensayo “los demonios” hace decir a su héroe que la cuestión de la fe se reduce en definitiva a esta pregunta apremiante: “ ¿ Puede un hombre culto de nuestros días creer aún en la divinidad de Jesús hijo de Dios? ”. El entender la inteligencia emocional de Cristo puede abrir caminos para responder a esta pregunta.

La naturaleza humana unida al “logos” divino ya no tiene en sí consistencia, ni es penetrada, conformada o poseída por un yo humano, sino por el Verbo Divino; entonces todo lo que haga Jesús como hombre, se atribuye a la persona divina: lo humano está a disposición de esa persona: Dios, que vivía como Dios, ahora vive como hombre.

¿Cuál fue la impresión de los que estaban cerca de Jesús, cuando lo conocieron? Tácito en el 116 lo mencionó; Suetonio se refiera a la controversia suscitada por Cristo entre los judíos; Plinio en el año 112 describe la rápida expansión del cristianismo. Dentro de los judíos el Talmud, el filósofo Justino y algunos rabinos del siglo II hablaron de Jesús, lo mismo que Flavio Josefo; todos ellos lo hicieron superficialmente, pero al menos mencionaron su impacto histórico.La fuente más importante para conocer a Jesús fue la comunidad de quienes estuvieron alrededor de Él, sus seguidores y apóstoles, sus discípulos, hombres y mujeres, quienes antes y después de la resurrección asimilaron su experiencia y la plasmaron en una tradición que luego fue escrita en los evangelios. Lo importante de los evangelios no es su exactitud histórica, sino la repercusión humana de la figura de Cristo procesada por la comunidad a la luz de la fe.

Pero la humanidad de Jesús, que impactó a sus seguidores y por medio de la cual se descubrió su intimidad divina, determinó las características de lo que hoy llamamos inteligencia emocional. Jesucristo fue un hombre que estuvo consciente de sus emociones y las expresó: ira, temor, tristeza, dolor, sorpresa, alegría. Éstas son las emociones primarias, pero las emociones secundarias de agresión, ansiedad, depresión y las llamadas instrumentales no aparecen en los relatos evangélicos. Jesús fue un especialista en el arte de manejar las emociones.

1. LA AUTOCONCIENCIA.

El primer componente de la inteligencia emocional consiste en el conocimiento de nuestras emociones, del proceso de nuestros pensamientos, de los esquemas cognitivo- afectivos y del sí mismo. En Jesucristo encontramos este aspecto muy evidente:

Conciencia de sus emociones.

Jesús tuvo conciencia de sus emociones primarias; sintió y aceptó la ira como cuando expulsó a los mercaderes del templo, o cuando se dirigió a la hipocresía de los fariseos; cuando anunció la quema de la cizaña; cuando rechazó las tentaciones del diablo y le dijo a Pedro que le servía de escándalo. Tuvo conciencia de la tristeza cuando lloró por la muerte de su amigo Lázaro y cuando derramó lágrimas viendo la ciudad de Jerusalén. Sintió ternura por los niños, por los excluidos por la sociedad ( leprosos), las mujeres prostitutas y hasta por el ladrón arrepentido en la cruz. Sintió pesar de su madre al dejar a Juan como su reemplazo y sintió profunda tristeza en Getsemaní hasta el punto de presentar síntomas orgánicos de tristeza.

Esquemas cognitivos.

Los esquemas o teorías sobre el mundo, sobre los demás y sobre sí mismo se fueron realizando poco a poco tal como lo describe San Lucas: “Jesús seguía creciendo en cuerpo y mente” ( Lc. 2,52). En la forma como percibe la realidad no se encuentran teorías o esquemas que sean irracionales o inadecuadas; en ninguna de sus opiniones se observan signos de mal-adaptatividad, pues de lo contrario Jesús se hubiera relacionado inadecuadamente con la naturaleza, con los seres humanos y consigo mismo. Por el contrario fue un hombre adaptado socialmente.

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Los auto-esquemas o sea las teorías que tenía Jesús sobre sí mismo, cuales se han clasificado en cuatro: autoestima, autoconcepto, autoimagen y autoeficacia, que responden respectivamente a las preguntas: ¿qué tanto me quiero a mí mismo? ¿qué concepto tengo de mí? ¿qué tanto me acepto? Y ¿siento que soy capaz de hacer las cosas?. Las respuestas a estas preguntas las encontramos en los evangelios y fueron verdaderamente positivas. Se quería a sí mismo hasta el punto de poder decir que debíamos “amar a los otros como a sí mismo”. La autoestima positiva debido al origen divino de su yo profundo, hizo creer a muchos que blasfemaba, y fue ésta una de las razones para matarlo. La opinión que tenía sobre sí mismo causó escándalo entre los fariseos y los saduceos, pero a la vez sirvió de atractivo para la gran muchedumbre y sobre todo para sus más inmediatos seguidores.

Nunca despreció su cuerpo: antes por el contrario, comía y dormía lo suficiente y cuidaba de él siguiendo las costumbres de su tiempo, como lavarse los pies al llegar a una casa, dejarse ungir por las mujeres que atraía debido a su arrolladora figura. Los evangelios en ningún momento nos presentan a un Jesús enfermo: por el contrario empezaba muy de mañana su trabajo, dormía al aire libre y se le veía radiante de alegría al encontrar en la naturaleza su aliada: ama los montes, los lagos, el mar y pasó la mayor parte de su vida al aire libre.

Su autoeficacia o sea su seguridad y su convicción de que era capaz de hacer las cosas, sobrepasó el nivel humano porque era consciente de su poder divino; en varias ocasiones lo manifestó como en el momento de las tentaciones y cuando fue puesto preso, al decir a uno de sus discípulos: ¿“No sabes que yo podría pedir a mi Padre y Él me mandaría ahora mismo más de doce ejércitos de ángeles” ( Mt. 26,53).?

El sí mismo.

La autoconciencia se hace más evidente en Jesús cuando se refiere a su yo, a su persona, a ese centro auto-organizador de la información que recibe de afuera, y de donde dimana toda la acción, el centro de su libertad y de su conciencia, su verdadera naturaleza, que en este caso es la divina; desde muy pequeño le informó a sus padres que estaba ocupado en las cosas de su padre, cuando enseñaba a los doctores de la ley a la edad de 12 años ( Lc.249).

En el capítulo diecisiete del evangelio de San Juan, Jesús menciona 39 veces el nombre de su padre Dios, mientras hacía su oración más larga relatada en los evangelios. Cristo no tenía alucinaciones ni delirios cuando dialogaba con su padre: por el contrario, además de su coherente y lúcido discurso, desarrolló su inteligencia serenamente. Por eso afirmó en muchas ocasiones que Él y su padre eran uno. Al oír esto alguna vez, los judíos rasgaron sus vestiduras. En cierta ocasión, Jesús agradeció calurosamente a su padre, diciendo que Él ocultó sus misterios a los sabios e instruidos y le agradó revelárselos a los pequeñitos.

En muchas ocasiones utilizó la expresión: “Yo soy”: “Yo soy, no temáis”, “Soy yo el que habla contigo” (Jn. 4,26). “Yo soy el camino, la verdad y la vida”(Jn. 13,16). “Soy yo, no tengáis miedo” (Mt.14,27), “Yo soy la puerta” (Jn.10,7). “Yo soy la luz del mundo” (Jn. 8,12). “Yo soy el pan que da vida” (Jn.6,35). “Yo soy el buen pastor” (Jn. 10,7).

Lo que más enfatizan los evangelistas es la conciencia que tenía Jesús, de ser hijo de Dios. Se mantenía en diálogo continuo con su padre: “Yo te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra” (Mateo 11, 25)”. “Te alabo Padre, porque has escondido estas cosas...”. “Yo no estoy solo” (Jn. 8,16); “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. (Lc.23,44). Antes de ser entregado, oraba a su Padre para que lo glorificara.

En cuanto a su origen humano, Cristo decía ser hijo del hombre; en cuanto a su origen celestial decía ser hijo de Dios.

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Manifestó que su existencia iba más allá de su edad temporal y biológica: “glorifícame Padre, junto a Ti, con la gloria que tenía a tu lado antes de que el mundo fuese” (Jn. 17,5).

Jesús tuvo ideas impensables de grandeza; se ponía por encima de los límites del tiempo, afirmaba que era el hijo del autor de la existencia, relataba una indestructibilidad jamás manifestada por un ser humano. Sin embargo, al contrario de todos los seres que amaron el poder, Él prefería la simplicidad.

Todo lo anterior nos muestra la coherencia y la evidencia que Jesús tenía de su yo profundo. Esto no sólo nos pone en claro que no deliraba sino que poseía una visión clara y evidente de “sí mismo” y esto es propio de los que tienen inteligencia emocional.

Contador de historias.

La psicología hoy ha descubierto que el “sí mismo” de los seres humanos en su relación con el mundo se va construyendo y realizando en un proceso lingüístico que toma su forma a través de la narración. La narración permite tomar conciencia de la identidad y conduce a comprender la permanencia en un continuo cambio. Permanecer en un contexto de cambio es lo que da a la narración su función existencial; esto implica moverse en las tres dimensiones del pasado, presente y futuro.

Jesús fue un experto en contar historias, un conocedor profundo de la historia de su pueblo y un descubridor del presente. En muchas ocasiones habló de “mi hora”( Jn.17,2-14). Además se proyectaba al futuro. Cristo era agradable narrador de historias, expresaba enseñanzas complejas con historias simples, estaba siempre contando una historia que llamara la atención de las personas y estimulara a pensar. Por ser un eximio observador, el maestro de la sensibilidad se convirtió en contador de parábolas. Sus historias cortas y llenas de significado contenían todos los elementos que Él contempló, admiró y seleccionó a lo largo de la vida. Murió joven, pero acumuló en su humanidad una sabiduría que el mundo académico todavía no ha incorporado.

La parábola y la metáfora son dos instrumentos propios de la abstracción experiencial. La metáfora es una síntesis comprensiva de realidades no objetivas, que permiten el conocimiento de la relación del hombre con su medio. La narración no problemática sino proactiva y reveladora de la realidad de las personas, es el instrumento propio de una persona con inteligencia emocional. Sólo los emproblemados, los desajustados, los que deliran y alucinan, son incapaces de narrar su vida coherentemente, porque su identidad, su permanencia y su cambio están ausentes. La lógica de la metáfora sólo es posible en mentes muy sanas y Jesús fue el maestro de las metáforas.

El primer elemento de la inteligencia emocional es la capacidad de tener una autoconciencia sana. Jesús no sólo fue consciente de sus reacciones emocionales, sino que las aceptó y las integró a su sí mismo. Sus esquemas o teorías que tenía del mundo, de los otros y de sí mismo, correspondían a un hombre psíquicamente saludable. Conocía muy bien quién era, cuál era su centro auto-organizador y auto-poético del cual dimanaba la organización de la información recibida del medio y del cual procedía su acción coherente con su misión. Conocía su origen humano y divino y pudo entroncarse en la historia de la salvación enmarcándose en ese contexto misterioso del reino de Dios, para la cual supo utilizar metáforas en sus narraciones y parábolas. Jesús es pues inteligente emocional por su enorme capacidad de autoconciencia.

2. CAPACIDAD ASERTIVA.

El segundo de los componentes de la inteligencia emocional es la asertividad, la cual consiste en la expresión clara de sentimientos tanto positivos como negativos. Mediante la asertividad una persona defiende sus derechos sin agresividad y respeta los derechos de los demás. La asertividad se ha identificado con la libertad emocional. Veamos de qué manera Cristo fue asertivo:

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Salud y energía.

Jesús tuvo una gran capacidad emprendedora, resistente a la fatiga. Nunca se alude a que estuviera enfermo; empezaba muy de mañana: “Por la mañana muy de madrugada salió fuera a un lugar solitario a orar” ( Mc. 1,35). “Al alba llamó a sus discípulos y escogió doce entre ellos” ( Lc.6,13). Se mostraba radiante de alegría y se encontraba con la naturaleza, amaba los montes, los lagos (Genesaret), el mar. Caminaba continuamente en las llanuras de Galilea, Samaria, Judea, Tiro y Sidón, sin llevar equipaje “no lleves nada para el viaje, ni alfombras, ni pan, ni dinero” ( Lc.9,3). La última subida de Jericó a Jerusalén fue una proeza: sol ardiente, seis horas de camino, más de 1.000 metros de altura. Por la tarde tomó parte en un festín que le prepararon Lázaro y su hermana (Lc.12,2).

La mayor parte de su vida la pasó al aire libre; no tenía dónde reclinar su cabeza ( Mt.8,20), ni tiempo para comer ( Mc. 3,20), y hasta muy entrada la noche acudían a Él enfermos ( Mc. 3,8). Una mente enferma no resistiría semejante tren de vida.

Hombre de carácter.

Si algo llamó la atención en el modo de ser de Jesús fue su lucidez extraordinaria de juicio y su firmeza de voluntad, apuntando inflexiblemente a su fin para realizar la voluntad de su padre hasta sus últimas consecuencias. Enfatizó “el sí y el no”: “Yo he venido...”, “Yo no he venido a traer la paz...”, “Yo no he venido a salvar los justos, sino a los pecadores”, “No vine a ser servido sino a servir”, “No he venido a destruír la ley...”, “Yo he venido a poner fuego en la tierra”. “Que vuestra palabra sea sí, sí, no, no, lo decía en Mateo 5,37.

Jesús sabe lo que quiere y esto aparece muy claro en las tres tentaciones narradas por Marcos (1,12), Lucas (4,1,13). No le teme a que lo dejen sus discípulos ( Jn. 6,66); jamás vacila ni fue indeciso, y no se vuelve atrás puesto que no quiere vacilaciones: “quien tiene la mano en el arado y mira atrás no sirve para el reino de Dios” ( Lc. 9,62).

No se precipita: “el que declara la guerra a un rey comienza por hacer el recuento de sus tropas” (Lc. 14,31). “El que va a construir una torre se sienta antes y saca cuentas de los gastos necesarios” ( Lc.14,28).

Pedía decisión y sinceridad: “dejad a los muertos enterrar a los muertos” ( Mt. 8,22). Hay que dejar a su padre, a su madre, a su mujer y a sus hijos para seguirle y hacerse digno de Él ( Lc.14,26).

Un líder asertivo.

Llama a Simón y a Andrés y al punto dejan sus redes ( Mc. 1,16). Santiago y Juan dejan a su padre en la barca con los jornaleros cuando Él los llama ( Mc. 1,20). Arroja a los vendedores del templo y nadie osa resistirle. Su presencia causaba un cierto respeto: “Jesús iba delante de ellos que le seguían con miedo y se espantaban” ( Mc. 10,32), “Estaban llenos de temor” ( Mc. 5,15).

Expresa sus sentimientos.

En muchas ocasiones Jesús habló fuertemente: a Pedro le dijo: “Retírate de mi Satanás, que me sirves de escándalo”. A los que no pertenecen a su reino les dirá: “Apártense de mí ustedes que están bajo maldición. Váyanse al fuego eterno” (Mt.25,4). Jesús no fue nada blando ni sentimentalista: “hay de vosotros escribas y fariseos, hipócritas”, “raza de víboras, sepulcros blanqueados” (Mc. 12,38-40). “Dejad que los niños se acerquen a mí” (Mc.10,13). Al derribar la mesa de las cambistas y expulsar a los mercaderes del templo dijo con voz potente: “no hagan de la casa de mi Padre casa de mercado” (Juan 2,16). “Destruyan este templo y yo lo edificaré en 3 días” (Jn. 2,19).

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También expresó sentimiento de angustia cuando confesó a sus tres amigos íntimos lo que había en su interior: “mi alma está triste hasta el punto de morir” ( Mt. 26,38). Getsemaní fue el escenario testigo de su tristeza, hasta el punto de manifestar que quería la compañía de sus mejores amigos, y no tuvo vergüenza de expresar sus sentimientos y manifestar la necesidad de apoyo: “ Y se llevó a Pedro y los dos hijos del Zebedeo y empezó a sentir gran tristeza y aflicción. Siento en mi alma una tristeza de muerte” ( Mt. 23,37) “.

Comunicación Asertiva.

Jesús enseñaba a los discípulos a trabajar en equipo, a no tener miedo y a tolerar las gentes. Su tono de voz no era tímido sino elocuente, pacificador, no agresivo: cuando vinieron a arrestarlo preguntó serenamente: ¿a quién buscáis? también respondió a la violencia, afirmando con firmeza: “Todo el que se encolerice con su hermano será reo ante el tribunal” ( Mt. 5,22). Igualmente, Jesús revela los sentimientos del corazón: después de banquetear salió del cenáculo y en campo abierto inició un largo y profundo discurso en el cual comunicó los sentimientos más profundos de su corazón.

Por todo lo anterior podemos concluir que Jesús fue abiertamente asertivo, expresó sus sentimientos tanto positivos como negativos, defendió sus derechos, no fue agresivo ni pasivo, y respetó los derechos de los demás, manifestando en todo una gran libertad emocional.

3. CAPACIDAD DE AUTOCONTROL.

El tercer componente de la inteligencia emocional es la capacidad de orientar, dirigir y controlar las emociones para ponerlas al servicio de nuestros más profundos intereses. En este sentido, Jesús también fue un maestro en la manera de controlar las emociones.

Reacción ante la traición.

Una de las manifestaciones del autocontrol, la vemos en el suceso de la traición de Judas, la cual aceptó con serenidad y en el momento del hecho, le llamó amigo; no descargó su angustia, ni fue irónico. Minutos antes había presentado los síntomas orgánicos de ansiedad y pudo haber descargado su tensión y manejar su angustia con agresión en este momento.

Aplazamiento de la recompensa.

Jesús no esperaba resultados inmediatos: ante la desbandada de sus discípulos en el momento en que más los necesitaba, fue tolerante ante la frustración, y tuvo en cuenta los límites del ser humano. Tampoco esperó resultados inmediatos de sus discípulos, de lo contrario se hubiera frustrado ante la traición de Judas, la negación de Pedro y la desbandada de sus amigos.

Reacción ante la agresión.

Al responder a Anás diciéndole que preguntara a la multitud de seguidores quién era Él, lo que decía y lo que hacía, un soldado se volvió y lanzo una violenta bofetada sin darle aviso. En otro momento del angustioso juicio, soldados fornidos y toscos, le escupieron y se burlaron de Él. Jesús pensó antes de reaccionar y nunca respondió con agresividad; no se dejaba perturbar ni siquiera cuando fue expulsado de las Sinagogas; mantenía su emoción intacta, decía lo que pensaba, pero no agredía; no se dejaba dominar por sus emociones. Cuando fue herido preguntó: “ ¿Si hice mal, dime en qué; y si no... por qué me hieres?” ( Jn. 18,23).

Jesús ante el reto y la manipulación de las masas no reaccionó. Después de vendarle los ojos, le dijeron: “Profetízanos quién fue el que te golpeó” (Jn. 22,63). En la cruz le gritaban: “Si eres el Cristo, bájate de la cruz”. (Lc. 23,36). Tenía poder para hacerlo pero se controlaba para no usarlo en su favor. No era controlador, ni manipulador, ni autoritario: sólo insinuaba que lo siguieran. Estamos en presencia de la máxima mansedumbre en la cima del dolor.

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Modelo de autocontrol.

Jesús enseñó a controlar la emoción con su ejemplo; mostró cómo superar todos los dolores físicos y psíquicos y a permanecer serenos ante el peligro. Con relación a los reveses económicos dijo muy claro que no nos preocupáramos por la comida, que no desistiéramos ante la derrota. Nos enseñó a llorar cuando es necesario, como Él lloró ante la muerte de su amigo Lázaro y ante la ciudad de Jerusalén. Nos enseñó a ser auténticos en los sentimientos, a no ocultarlos, a respetar el derecho de la decisión de los otros. Nos enseñó el arte de la sensibilidad y a contemplar lo bello.

Manejo de la ansiedad.

Jesús dijo alguna vez: “No andéis ansiosos por vuestras vidas”, “Ni por el día de mañana”, “Ni os angustiéis con pensamientos anticipatorios, porque “ ¿Qué se gana con poseer el mundo entero, si al fin se pierde el alma?”. (Lc.12,29). “A cada día le basta su propio afán....... mirad los lirios del campo........” (Mt.6,25). En medio de la turbulencia del mar, cuando se desató una tormenta, Él dormía plácidamente. No se le conoció el miedo, y nada abatía su ánimo; cuando todo a su alrededor conspiraba contra Él, no se desintegró internamente: “Ánimo: Yo he vencido al mundo”. ( Jn- 16-33). Generó alegría en medio de la tristeza; por eso ruega a su Padre que todos sus seguidores “Tengan alegría colmada” ( Jn. 17,13).

Sin Prejuicios.

El control de sus emociones lo llevó a no dejarse influenciar por los prejuicios. Ante las personas socialmente despreciadas y moralmente censuradas mostró una actitud desprevenida, no manejó los esquemas culturales que ocasionan la dictadura de los prejuicios. Era abierto y no clasificaba a las personas; nadie era indigno de relacionarse con Él. Ningún temor tuvo para hablar con una samaritana y menos con prostitutas, recaudadores de impuestos, la mujer adultera y el usurero Zaqueo.

Es muy clara la capacidad de autocontrol de las emociones que tuvo Jesús, y esto nos demuestra una vez más su inteligencia emocional.

4. CAPACIDAD DE EMPATÍA.

El componente más importante de la inteligencia emocional es la capacidad empática, que consiste en ser capaz de entender el mundo desde el punto de vista del otro. Veamos cómo Jesús igualmente poseía esta capacidad.

Mirada empática.

En muchos lugares de las Sagradas Escrituras se mencionan las miradas de Jesús. Es muy común encontrar esta frase: “Y mirándoles, dijo”. Fue San Marcos quien más se percató de éste gesto de Jesús ( Mc. 5,34- 5,32- 8,33 – 10,21- 23,27). De acuerdo con esto, Jesús debió impresionar con su mirada empática capaz de inflamar a las almas y hacer sentir las reacciones más emocionales.

Comprensión empática.

Jesús comprendió las angustias más grandes de los seres humanos, y dijo: “Vengan a mi todos los que están cansados y sobrecargados, que Yo los aliviaré” ( Lc. 10-21,22). Dijo que no temiéramos a los que matan el cuerpo y que aprendieran de Él que era manso y humilde de corazón: “Hallarán descanso para sus almas” (Mt. 11,29). Comprendió al enemigo porque sabía perdonarlos y se mostró amable, incluso con el traidor. Entendió la necesidad que tenemos de felicidad, y por eso su hermoso sermón de la montaña, donde nos dice: Felices los pobres de espíritu, los humildes,

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los hambrientos, los sedientos de justicia, los limpios de corazón, los pacíficos y los perseguidos por la justicia, (Mt.5,3-10).

Por su comprensión curó al soldado que perdió la oreja a mano de uno de sus discípulos y entendió la debilidad de sus seguidores cuando fue capaz de anticipar el abandono que iban a tener, perdonando antes del fracaso.

Aceptación incondicional.

Nunca denunció los errores de los demás, ni llamó la atención de ellos públicamente ( Mt. 26,25). Publicanos y meretrices precederán a los fariseos en el Reino de los Cielos lo mismo que a los publicanos y los cobradores de impuestos que extorsionaban al pueblo. En San Mateo dice que su Padre tenía la capacidad de penetrar en lo más profundo del hombre. Se mostró en contra de la discriminación de la mujer y de los leprosos; cenaba en la casa de recolectores de impuestos, los más odiados por la cúpula Judía. Las mujeres ocuparon un lugar destacado en su vida: María, la hermana de Lázaro; igualmente la mujer que ungió con un perfume costoso sus pies, causando el escándalo de Judas por tan horrendo desperdicio; la mujer que lloró sobre sus pies y los secó con su cabellera (Lc. 7,38). A la mujer adúltera Cristo no la juzgó ni la indagó, ni le hizo preguntas: sólo la comprendió y la trató gentilmente.

Ponerse en el punto de vista del otro.

Como dijera un escritor, Jesús nos enseñó que el Cristianismo empieza allí donde hay que presentarle la mejilla izquierda a aquel que nos pegó en la derecha, allí donde hay que darle el manto al que nos pidió la túnica y allí donde hay que caminar dos millas con el que nos pidió caminar una. Es esto lo máximo de la empatía, lo cual no es señal de debilidad, sino de fuerza y seguridad; es la capacidad de entender que el otro puede enojarse; es comprender la agresividad del otro y sintonizar con su ira, para así desarmarlo, todo esto es ponerse en la perspectiva del otro, como lo hizo Jesús.

Todo el evangelio es una muestra de la empatía de Jesús, lo cual nos comprueba nuevamente que el Nazareno era inteligente emocionalmente.

5. CONGRUENCIA.

La inteligencia emocional se manifiesta también en la congruencia y la coherencia interna de la persona. Ésta consiste en la correspondencia entre pensamientos, sentimientos y acciones. Se origina en el proceso de identidad personal y de individuación, y está muy relacionada con el cumplimiento de la misión u objetivo fundamental de la vida. En este sentido también podemos afirmar que Jesucristo demostró a través de su vida una congruencia que fue sometida a prueba y que caracterizó de manera fundamental su personalidad.

Congruente en su discurso.

Las palabras poco comunes, inéditas y capaces de sacudir tanto los cimientos de los científicos de la medicina como los de la religiosidad humana. Jesús poseía un estilo de vida que rondaba con lo paradójico; de un lado, se exponía públicamente y de otro buscaba siempre que podía el anonimato y su discurso tanto público como privado fue coherente. Sentía lo que pensaba y pensaba lo que sentía, actuaba conforme con sus sentimientos y pensamientos. Combinaba maravillosamente su flexibilidad con su determinación, y no dejaba margen de duda sobre su pensamiento. Era osado en lo que decía y no dejó de serlo ni siquiera cuando fue acusado, amenazado y vilipendiado por las autoridades y el pueblo.

Congruencia y atrevimiento.

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Nadie fue tan atrevido en sus pensamientos; de todos aquéllos que fundaron una religión, una corriente mística o una filosofía metafísica, nadie tuvo la intrepidez de pronunciar palabras semejantes como las que pronunció en primera persona. Todo por su coherencia interna. Llegó hasta expresar que Él era “El camino, la verdad y la vida” ( Jn. 14,6).

Por su coherencia quedaron perplejos frente a su discurso en primera persona; todo porque tenía conciencia de su propio yo, sabía quién era, conocía el principio auto-organizador, el cual lo conducía a pensar, sentir y actuar como tal.

Su congruencia lo conducía a ser intrépido hasta escandalizar con afirmaciones como aquella de que quien come su carne y bebe su sangre tendrá vida eterna. ( Jn. 6,53). Dijo con osadía que los cielos y la tierra pasarán más sus palabras no pasarán ( Lc. 21,33).

En lo que más evidente aparece la congruencia es en la claridad que tenía sobre su misión: “Yo he venido... No he venido”. “Ha llegado mi hora” ( Jn. 12,27). Con su congruencia perturbó el orden social; hizo estallar la manera de pensar y de vivir de los hombres que constituían la cúpula de Israel, la cual era rígida, radical, moralista, que odiaba los recaudadores de impuestos, apedreaba a las prostitutas, no se mezclaba con los sencillos y poco le importaban sus necesidades básicas.

En medio de este contexto se proclamó hijo de Dios, cuestionó el “status quo” y se le condenó por esto sin que cambiara su modo de pensar. Por eso la cúpula judía con su sanedrín lo odiaba, lo ponía a prueba en su inteligencia para tener de qué acusarlo, pero nunca lo confundieron por su lucidez y nunca se mostró incongruente. Los fariseos y herodianos le formularon preguntas cuya respuesta lo podrían destruir pues o estaba en contra de Roma o en contra de Israel. Para ello, empezaban elogiándolo: “Maestro, sabemos que eres veraz, que enseñas el camino de Dios con franqueza y que no te importa nada, porque no miras las condiciones de las personas” ( Mt. 22,16). ¿“Es lícito pagar tributo al césar o no”? ( Mt. 22,17). Su respuesta los confundía porque era el coherente, serio y misterioso.

Su originalidad e individualidad le condujeron a que propusiera un discurso diferente al que hasta entonces se había dicho: “Han oído decir... Más yo os digo”, frase muy repetida por Jesús. Fue un hombre en contravía de todos los paradigmas religiosos; cada vez que Jesús abría la boca, perturbaba el sueño de la cúpula Judía, y algunas veces quedaban confundidos con su sabiduría y otras lo consideraron como un hereje y blasfemo.

La reacción de sus opositores y la convicción de sus seguidores confirman la coherencia, congruencia, originalidad y unicidad de su discurso y esto es propio de quien posee inteligencia emocional.

6. MOTIVACIÓN.

La persona que es inteligente emocionalmente es aquélla que ha alcanzado grandes niveles de motivación. Mucho se ha escrito, estudiado e investigado sobre el concepto de motivación. Víctor E. Frankl ( 1.994), contrario a la propuesta de Freud y de Ádler, quienes enseñaron la búsqueda de placer y la búsqueda de poder como principal motivación del ser humano, presentó la voluntad de sentido como el más importante motivador de la existencia humana. Encontrarle un sentido a la vida y responder a las preguntas más profundas de la existencia como por ejemplo: ¿para qué vivimos?, ¿qué sentido tiene mi vida?, etc., fundamentan la acción humana. Analicemos el sentido de vida en Jesucristo.

Despertó el sentido de vida.

Jesús magnetizaba a las personas; su poder de comunicación era fascinante y causó una gran revolución en la vida de sus seguidores. El ser humano fue llevado por Él a los grados más nobles de su dignidad, porque despertó en el hombre el ánimo y el sentido de vida. Enseñó a amar la verdad y a ser fieles a la conciencia; esculpió las inteligencias y condujo a pensar antes de

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reaccionar y a exponer con sabiduría sus acciones. Llevó a pensar en la brevedad de la vida y a buscar metas que trascendieran el tiempo.

Autorrealización.

Jesús con su sentido de vida fue un hombre autorrealizado; nadie amaba la vida como Él; sentía placer en convivir con las personas; observaba lo bello en los pequeños eventos de la vida; le gustaban las relaciones con todas las personas, incluso con los niños; dialogaba con las personas y quería tener amigos. Nunca se le vieron ideas suicidas.

En su discurso de realización plena exclamó: “Si alguien tiene sed, venga a mí y beba, porque quien cree en mí, de su interior fluirán ríos de aguas vivas” ( Jn. 7,37).

Presentó un programa magnífico para hacer al hombre alegre, satisfecho, feliz: el sermón de la montaña. ( Mt. 5,3). Este poema a la autorrealización, a la felicidad, a la alegría, a la paz sólo podía brotar del profundo del corazón de un hombre realizado.

Una de las manifestaciones más evidentes de su autorrealización fue el que, conociendo lo que le esperaba, asistió a un banquete antes de morir. Jesús no sufrió anorexia; es difícil mantener el apetito intacto sabiendo que en pocas horas iría a sufrir intensamente y morir. Allí sólo habría espacio para llorar y desesperarse, pero Jesús comió y bebió con sus discípulos. Sólo el tener una conciencia del sentido de la vida puede explicar el que banqueteó y cantó antes de morir: “Y cantados los himnos, salieron para el monte de los olivos” ( Mt. 26,30).

Claridad de su misión.

Sabía que sus palabras perturbarían a los poderosos de la época, y sin duda a las demás generaciones, pero a pesar de esto no se intimidaba, porque era fiel a su misión; sabía cuál era el sentido de su vida, conocía y respondía a las exigencias de cada momento y al sentido último y fundamental por el cual había venido al mundo. Por eso no le tenía miedo a la muerte. Como dijera un famoso psicólogo, que quien no le tiene miedo a la vida tampoco le tiene miedo a la muerte. Al sentirse realizado en la vida y menos conocedor de que su misión culminaría muriendo Jesús la enfrentó con realismo y con valentía. Él tenía el secreto de la eternidad.

El sentido de vida se encuentra en cada circunstancia y en cada momento. Jesús fue consciente de esto; en varias ocasiones dijo: “No ha llegado mi hora”, “Ésta es mi hora”. El aquí y el ahora expresado en el término “Kairos”, es el que en definitiva nos llama para responder de acuerdo con nuestra misión y esa respuesta es la que da sentido a nuestra acción ( Jn. 12,27).

Su proyecto de vida era claro y fabuloso; por eso prometía lo que nadie hasta ahora había prometido, porque era consciente de la naturaleza de su yo, de su “sí mismo”, de su persona, y sabía que había venido al mundo a proponer y a realizar un proyecto.

Actitud ante el sufrimiento.

Víctor Frankl propone que el sentido de vida se puede encontrar en la acción, en la experiencia y en la actitud frente al sufrimiento. Esto lo sabía muy bien Jesús, porque frente a su situación dolorosa y a los padecimientos a los cuales se vio enfrentado, los asumió tomando distancia, y con libertad emocional tomó una actitud valiente, y siendo muy consciente del sentido que tenía su pasión.

En muchas ocasiones Jesús manifestó que debía pasar por su martirio como un hombre y debió tomarlo como ningún ser humano lo había hecho; así ocurrió en la angustia de Getsemaní donde el estrés fue tal que la sudoración provocada por este estado presentó una ruptura o apertura de los capilares sanguíneos capaces de permitir que los glóbulos rojos fueran expelidos junto con el

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sudor: “Su sudor era como grandes gotas de sangre que caían a tierra” (Lc.22,43) Todo su cuerpo estresado le reclamaba fuga, evitación, escape, huida, pero no lo hizo; incluso le pidió a su Padre que le quitara ese dolor, pero Él era consciente de su misión.

7. HABILIDADES SOCIALES.

Las personas que poseen inteligencia emocional se destacan por presentar excelentes habilidades sociales. Jesús también mostró capacidades para relacionarse con los demás.

Adaptación social.

Jesucristo no fue un extraño, sino un hombre común y corriente; se vistió como todo el mundo de su época, no llamativamente como el Bautista, el cual estaba ceñido con pieles de camello. Jesús en cambio estaba vestido de lana, un cinturón que servía de bolsa, manto, túnica y sandalias, la túnica, sin costuras, tejida de arriba abajo ( Jn. 19,23). Elevaba además un sudario blanco para resguardarse de los rayos del sol. Pero su vestido no era una obsesión ( Mt. 6,28). Su cuerpo llevaba la barba usual, cabellos cuidados y cortos, pues se consideraba vergonzoso que un hombre llevase el pelo largo (Corintios 11,14). Se adaptó al medio y no era un extraño ni un extravagante.

Era cuidadoso de su cuerpo, aunque censuraba la exageración de los actos de ablución preescritos por el culto, como lo hacían los fariseos. Recomendó las unciones y abluciones: “Cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro” ( Mt. 6,17). Personalmente lava los pies a los discípulos y reprocha suavemente al fariseo Simón por no haber dado agua para los pies ni haber ungido su cabeza con aceite (Lc.7,44-46). Se declara a favor de la pecadora que derramó bálsamo en sus pies mientras estaba recostado a la mesa ( Mt.26,7). Todo lo anterior nos muestra que practicó las reglas que regían las relaciones sociales de entonces.

Detallista en sus relaciones.

Jesús fue conocedor de lo cotidiano: labradores, pescadores, viñadores, traficantes de perlas, mercaderes, jornaleros, constructores, los dueños de casa, la viuda pobre, el juez, el rey, el niño, el orgulloso fariseo, el alegre festín, el rigor de la etiqueta en la mesa, jornaleros sin trabajo, la contratación, el publicano orando en un rincón, la lámpara para buscar la dragma perdida, el rico que se duerme plácidamente pensando en sus graneros repletos, etc.; todo esto lo aplicaba como un experto en cada una de sus enseñanzas.

También vemos que empleó expresiones propias de cada oficio: del constructor, del carpintero; habló de la paja y la viga en el ojo, de la piedra angular de los arquitectos, de los fundamentos sólidos, de la vida social, económica y política: “Dad al César lo que es del César”, “Vuelve tu espada a la vaina”. No se cree juez o distribuidor de herencias (Lc.12,14), y paga tributo al templo; sabe que nadie pone remiendo nuevo en paños viejos , ni echa vino nuevo en odres viejos. Fue, en fin, un hombre adaptado a la realidad social.

Experto en relaciones humanas.

Amaba a los seres humanos con entusiasmo, pero con realismo, veía los defectos aun en sus discípulos, y en cierto momento llamó a Pedro diabólico; evitaba el juicio prematuro; amaba a los enemigos, pero no con amor sentimental sino comprometido. Lloraba, acariciaba a los niños, servía, hacía el bien, amaba a los pobres y a los ricos: Simón el fariseo, Nicodemo el doctor de la Ley, José de Arimatea, Juana, mujer de Cusa, Zaqueo el explotador. Participa de la vida ordinaria, hasta el punto de que sus enemigos dijeron de Él que era “comilón y bebedor”; participaba en fiestas de bodas; se hacía el invitado y se dejaba servir. Todo esto indica que Jesús era un hombre de excelentes relaciones humanas.

8. CAPACIDAD PARA SOLUCIONAR PROBLEMAS

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Siempre se ha considerado la capacidad de solucionar problemas como una de las características de la inteligencia. Recientemente se ha comprobado que las emociones son una fuente de información importante para dicha solución. En este aspecto Jesús fue brillante.

Mostró una inteligencia clara que no se dejó confundir cada que sus enemigos le ponían trampas. Silenció a los fariseos y herodianos y los confundió con sus argumentos. Los saduceos, que negaban la resurrección de los muertos, le hicieron preguntas capciosas, y los fariseos pensaron enredarlo preguntándole si era lícito pagar el tributo al César o no ( Mt. 22,17). Cualquier respuesta que diera lo comprometería: o traicionaría a Israel o se enfrentaría a Roma. Jesús les supo responder inteligentemente de volviéndoles la pregunta y diciéndoles: “¿ De quién es la imagen? A lo cual le respondieron: “del César” y Él les dijo: “Pues lo del César devuélvanselo al César, y lo de Dios, a Dios” ( Mt. 22,20).

Jesús argumenta como un experto Rabino, sin serlo; desbarata los argumentos de sus enemigos y no se deja enredar; conocía perfectamente las afirmaciones en que ellos basaban sus argumentos y sabía y decía sin vacilar lo que Él pensaba. Esto implica claridad, libertad, independencia y sencillez; en una palabra, inteligencia emocional.

Usó el método Socrático: la pregunta, el arte de la pregunta y de la duda; éstas estimulan el pensamiento: ¿qué dicen los demás quién soy yo?, ¿dónde están tus acusadores? Todas sus parábolas terminaban con una pregunta.

Quisieron enredarlo y le preguntaron al presentarle un limitado físico: “¿Quién pecó: él o sus padres? Y Él respondió sabiamente: “Ni él pecó, ni sus padres: es para que se manifieste en él la obra de Dios” (Jn. 9,2-3).

Sólo con inteligencia emocional se es capaz de poseer lo que hoy llaman los psicólogos metacognición, la cual tiene como una de sus funciones entender la mente del otro. Jesús además de entender su propia mente, entiende la de los otros, incluso la de sus opositores, y sabía sus intenciones.

9. CAPACIDAD PARA RELACIONES INTERPERSONALES.

Finalmente el último componente de la inteligencia emocional es la capacidad de establecer relaciones interpersonales profundas. Éstas son las que permiten establecer comunicación entre el “yo profundo” y el otro en su intimidad; se diferencian de las relaciones superficiales en que no son funcionales, utilitarias y objetivas, sino que permiten el encuentro y la comunión existencial entre dos seres.

Jesús buscó la intimidad humana. Sus discípulos fueron personas de confianza y los llamó amigos, incluso al que lo traicionó. Tres de ellos fueron de más confianza: Pedro, Santiago y Juan, a quienes buscó no para revelar su poder sino su dolor y el lado más angustiante de su vida. Pedro atrevido pero con muchos errores; Juan, el más joven, el discípulo amado, el más afectuoso de ellos; Santiago, a quien llamó “hijo del trueno” por su impetuosidad. En ellos desahogó su tristeza en Getsemaní: “Mi alma está triste hasta morir”. ( Mt. 26,38). Confió en ellos porque estaba seguro de que lo comprenderían y no se decepcionarían; les abrió su “yo íntimo”, su “yo profundo”.

Aceptó lo más humano de sus amigos: sus errores, y previó que lo traicionarían, lo abandonarían y lo negarían. Esto lo aceptó y lo comprendió.

Era afectuoso, observador, creativo, detallista, perspicaz, ingenioso, sutil. Percibía los sentimientos más profundos de aquéllos que lo rodeaban.

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El momento más importante de la capacidad que Jesús tenía para relacionarse en forma profunda fue el encuentro con la Samaritana ( Jn. 4,1-40), el cual tuvo lugar en el pozo de Jacob, donde se reunían y se encontraban las gentes de entonces. Fue en un pozo donde Abraham, con la intervención de Dios, encontró la esposa para su hijo Isaac: “Voy a quedarme aquí, junto al pozo, mientras las muchachas de este lugar vienen a sacar el agua” ( Génesis 24,13).

Si se hace un análisis detallado de éste maravilloso encuentro, podemos observar que se dieron cuatro momentos críticos y necesarios para la comunicación de las existencias de Jesús con la Samaritana. Primero, la mujer ve en este hombre a un enemigo, un judío con quien los Samaritanos no se hablaban. Enseguida va más allá de la enemistad y descubre a un hombre interesante, y por eso le dice Señor. A través del diálogo la Samaritana descubre que no es un hombre como cualquiera, y considera que es un profeta. Finalmente la conversación conducen a la apertura de Jesús, cuando ésta se centra en el Mesías. Jesús dice: “Ese soy yo, el mismo que habla contigo” ( Jn. 4,26). Jesús no se dejó involucrar en discusiones políticas, ni en discusiones religiosas y mucho menos en palabras triviales. Ella se dejó encontrar por Jesús y descubrió el “yo profundo” de Cristo. Este pasaje es la muestra más evidente de la relación interpersonal profunda.

CONCLUSIÓN

La inteligencia emocional de Jesucristo es un hecho. La imagen que dio a sus más cercanos y a todos los que lo conocieron nos presentan a un Jesús con autoconciencia, con un equilibrado autocontrol, con capacidad asertiva que le permitía expresar sus sentimientos tanto positivos como negativos, que defendía sus derechos sin herir y sin agredir a nadie. Con una capacidad empática con la cual era capaz de ver el mundo desde el punto de vista del otro, con una coherencia y congruencia de tal magnitud, que lo caracterizó como un hombre único en la historia, original y creativo, de excelentes relaciones sociales, motivado por un sentido claro y definido de vida, con una brillante inteligencia que le permitía resolver los más difíciles problemas que los enemigos le ponían como trampa. Pero sobre todo con una capacidad de realizar relaciones interpersonales profundas aprendidas en el seno de la comunidad trinitaria.

Todo lo anterior nos permite concluir que la inteligencia emocional de Jesucristo lo hizo acreedor de una personalidad arrolladora que arrastraba a quienes llamaba. Pero la pregunta que todo mundo se hacía y aún se hace es por su verdadero yo, su verdadera identidad, su origen. ¿Quién es ese Jesús que ora tan santamente, que vive tan confiado y muere tan inocente? ¿Quién es ese hombre Jesús? Esta respuesta no la puede dar sino Él mismo; ninguna conciencia es más clara que la suya, ni un corazón más puro, ninguna boca más veraz. Jesús: ¿Qué nos dices de ti mismo?

En Jesús vemos realizado el proyecto humano de la realidad divina, porque fue Dios quien decidió asumir la humanidad para ser profundamente humano. Su intimidad es ser el Hijo de Dios, que al hacerse hombre, se hizo emocionalmente inteligente.

COMPROMISO

Presentarse a la evaluación preparado con la lectura comprensiva del documento “INTELIGENCIA EMOCIONAL DE JESUCRISTO” sobre el cual realizaremos el trabajo final.