La inflación, una anomalía en la economía

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una descripción ilustrativa de este fenómeno económico

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LA INFLACIÓN, ¿una anomalía en la economía?

Cuando se habla de inflación, se hace referencia a un alza parcial o generalizada de los precios de los bienes y servicios que se transan en una economía, pero ¿será sano mantener algún grado de inflación, aún cuando este fenómeno traiga desarreglos en los agregados macroeconómicos a largo plazo? Para esto, imaginemos por un momento que dentro de la economía doméstica los precios no aumenten, o sea, una economía donde la inflación es de 0%. A vista y paciencia de unos cuantos, aquéllos comunes y silvestres, esto sería excelente, un paradigma ideal, pero para otros como lo son aquellos estudiosos del caso, no lo es. Imagina un mundo donde el precio del pan o del pollo que compra diariamente, el precio del automóvil para el que tanto ha ahorrado o el precio de la casa de sus sueños siempre cueste lo mismo. Pues para los primeros que se mencionan líneas más arriba, esto sería vivir en un mundo ideal, donde sus ingresos y ahorros siempre alcanzarán para cubrir esos gastos planeados. De todas formas, la amenaza de un encarecimiento del pan, pollo, automóvil o casa jamás les podría obligar a cambiar su presupuesto semanal o más aún, cambiar sus expectativas de ahorro para el futuro. Si éstas son las ventajas de un mundo de inflación cero, imagine usted qué beneficios traería uno en el que los precios bajen siempre (deflación).

Entonces, los beneficios de no tener inflación parecen estar claros; ¿por qué nos buscamos que la economía de nuestra nación funcione a precios que nunca cambien o en el mejor de los casos, que caigan siempre?

Por el otro lado de la situación, es importante aclarar que la inflación no siempre se debe a un aumento de la cantidad de dinero (agregado monetario) según como lo estipulan los estudiosos de la teoría cuantitativa del dinero. La inflación no sólo se debe a una variación en la cantidad de masa monetaria de una economía. Es cierto que si fuera así, tendría repercusiones a largo plazo. Sin embargo existen otros factores que influyen en la variación inflacionaria pero a corto plazo, como lo son los choques o presiones de oferta, demanda, y el alza de los precios internacionales, que no es otra cosa sino la interacción de las fuerzas de mercado (oferta y demanda) en un contexto internacional.

Una de las razones que explica la inflación es lo que en economía se conoce como presiones de demanda. Suponga que las familias y empresas se disponen a endeudarse para consumir e invertir más de lo usual, respectivamente, aumentando así la demanda por varios productos que se transan en la economía. Imagínese a usted como dueño de un negocio de expendio de comida y observa que las personas hasta hacen cola para entrar a su restaurant, ¿no le resultaría exquisito aumentar los precios de sus platillos, ya que cada vez hay más gente que quiere comprarle? Así, cuando el gasto y la demanda crecen a tasas superiores a la producción, se genera presiones inflacionarias.

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Así como aquél ejemplo de presiones de demanda, también existen las denominadas presiones de oferta. Por ejemplo, variables extrañas que a pesar del conocimiento de su existencia y de su posible ocurrencia, escapan de las manos de uno y pueden tener efectos en la economía. Se refiere esto a los inesperados huaycos por ejemplo, que afectan el abastecimiento de productos agrícolas en los mercados, pues hay un bajo flujo en las carreteras como producto de estos fenómenos climáticos. De esta forma, también se genera coyunturas inflacionarias.

Otra de las razones que converge junto con las ya mencionadas a presiones inflacionarias, puede ser cuando se da un alza de los precios internacionales. Esto es un alza del precio del petróleo, del maíz o de la soya. Al ser estos bienes insumos utilizados en el proceso productivo de muchas industrias, su encarecimiento internacional, genera un aumento de los costos que tienen que afrontar empresas del sector real de la economía. Dado este contexto, el consumidor final, deberá pagar más por la gasolina para darle funcionamiento a su auto, o las amas de casa deberán pagar más por la cantidad de pan que siempre comprar o pagar lo mismo por menos cantidad de pan o incluso la botella de aceite puede costar más. Por ello, es de esperarse que una empresa que enfrenta fuertes aumentos de costos, reaccione aumentando los precios finales de los pasajes de transporte, la unidad de pan o de la botella de aceite.

En términos generales, podría decirse que en cortos períodos de tiempo todo factor que afecta la deseabilidad o escasez de un bien o servicio determinado puede afectar a los precios generándose así un alza de precios. Si este factor se da de forma generalizada, se tiene inflación.

Es importante también no dejar de lado lo siguiente. Los precios también pueden subir por mejoras en la calidad o características de los bienes. Tomando el ejemplo del restaurant, si se ha mejorado la calidad de sus productos y servicio brindados, es razonable incrementar sus precios.

Y la pregunta siguiente es: ¿una inflación alta es mala para una economía? Definitivamente sí. Una elevada inflación como la de los años 80’s acentuada más aún en el primer gobierno de Alan García, puede afectar el bolsillo de los consumidores y destruir la economía, generando un escenario desfavorable en el producto y el empleo y otros agregados macroeconómicos. Aquí nace otro tema afín como lo es la dolarización de una economía, donde los agentes toman al dólar como reserva de valor, y a esto comúnmente se le conoce como sustitución de activos. Los agentes, frente a los fuertes grados de devaluación de la moneda doméstica, solían refugiarse en el dólar, para así evitar un mayor impacto de la inflación sobre sus bolsillos.

Ahora, si es que mayores precios disminuyen el poder adquisitivo de la población como en aquellas épocas de hiperinflación, ¿se debería buscar que los

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precios bajen (inflación negativa)? Definitivamente no. Si los precios cayeran constantemente, pocas personas tendrían el incentivo de consumir hoy. Resulta obvio, pues usted muy probablemente decidirá esperar que los precios caigan aún más para recién animarse a efectuar una compra a precios más baratos. Este menor consumo, a pesar de la caída de los precios, implica una menor demanda para las empresas, las que se ven obligadas a recortar su producción y reducir personal. ¿Cuál sería el efecto traducido al sector real de la economía? Una elevación de la tasa de desempleo, por ende, los ex empleados sin aquellos ingresos de cuando trabajaban se ven en la necesidad de consumir menos, y el círculo destructivo comienza nuevamente.

Además, la cada vez menor producción y la constante reducción de precios como se viene suponiendo hasta esta parte del ensayo, implicaría menores utilidades. Esto reduce los recursos de las empresas para investir y dinamizar la economía. Es más, este efecto se agravaría si es que las familias y empresas están seriamente endeudadas. Si los precios de venta de una empresa caen, entonces ésta tendrá que vender cada vez más para poder pagar la misma cuota de crédito mensual y evadir los intereses por demora en los pagos de los créditos otorgados para su financiamiento. Si así no ocurriera, el “peso” de su deuda aumentaría. Si a eso se suma que sus ventas probablemente estén cayendo, prácticamente se hace imposible generar recursos para pagar las cuotas de los créditos, haciendo que las empresas eventualmente quiebren. Lo mismo ocurre en las familias.

Frente a esta suposición, ¿lo más adecuado sería que los precios no varíen (inflación cero)? Igualmente, la respuesta es no. Imagine que un país con inflación 0% cae en recesión. Frente a ellos, el Banco Central tendría un impacto igualmente limitado sobre la actividad económica, pues si bien podría bajar su tasa de referencia a 0% también, con expectativas de inflación nulas, la tasa de interés real no podría ser negativa. En un contexto de inflación observada y esperada positiva, el BCR podría incentivar el crecimiento del crédito reduciendo la tasa de referencia; en vez de salir de recesión, sufre una recaída.

Por esta razón, el BCR más bien apunta a que la inflación se ubique dentro de un rango entre 1% y 3%, lo que le da al ente emisor una mayor capacidad de reaccionar efectivamente frente a recesiones. A esto se le conoce como meta explícita de inflación (inflation targeting), que si bien es cierto, es un tema afín, pero no el propósito final del ensayo presente.

Frente a todo lo dicho, se puede decir que una inflación es buena para una economía cuando es positiva sí, pero más bien baja y estable. Esto incentiva a las familiar a consumir hoy y no posponer indefinidamente sus decisiones de compra, alentando o dinamizando la economía de alguna manera. De la misma forma, las empresas preferirán inversiones productivas que usualmente son más rentables antes que invertir en activos financieros cuyo rendimiento puede reducirse por la inflación.

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Adicionalmente y para terminar, una inflación moderada permite que el mercado laboral funcione adecuadamente. Usualmente es difícil para las empresas reducir sueldos en el corto plazo, y en situaciones como una recesión o cuando el salario mínimo está por encima del nivel de equilibrio, el único mecanismo de ajuste que tienen éstas, en ausencia de inflación, es el despido y, por ende, el aumento del desempleo. Pero una inflación moderada permite que, al mantenerse constante los salarios nominales, los salarios reales se puedan ajustar a la baja, permitiendo que el mercado laboral se “limpie” por precios y no por cantidad (despidos).

Williams Castillo TorresAutor