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Introducción La inculturación y sus retos en la realidad guatemalteca P. Victoriano Castillo González, S.J. Me pidieron que hablara de la inculturaci ón y de los retos que ésta nos presenta hoy en el contexto de la realidad de Guatemala. Esta pequeña conversación con ustedes está enmarcada en la Semana Ignaciana con la que esta universidad quiere celebrar la memoria de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. Este año también conmemoramos el 10° aniversario de la muerte del Padre Pedro Arrupe , quien fuera Superior General de nuestra orden y quien la llevara también a las trin- cheras de un may or compromiso por la defensa de la fe y la promoción de la justicia. La Compañía ha querido dedicar este año a la memoria y la reflexión sobre el pensa- miento y el legado espiritual que este hombre de nuestro tiempo nos ha legado. Arrupe , vasco como Ignacio , tiene un gran parecido no sólo físico con nuestro fundador , sino que también tiene una enorme coincidencia en su modo de abordar los signos de los tiempos y los retos que el mundo le presenta a la Compañía de Jesús y a todo cristia- no . El Padre Arrupe supo discernir esos signos de los tiempos animando a la Compa- ñía a responder a Dios y al hombre desde su compromiso por la promoción de la fe en un mundo , que ya él preveía, con cambios galopantes en el desarrollo pero que a su paso también iría dejando millones de despojados y marginados. Él nos marcó pistas de may or inserción y encarnación de nuestra misión entre los pobres. Por eso , tam- bién quisiera que esta charla la ubiquemos en el espíritu y en el recuerdo de este hombre que tanto inspiró a la Iglesia en su camino hacia una mayor inserción de los v alores del Evangelio en las culturas de los pueblos . Hablar de inculturación desde el ámbito universitario me exige comenzar por definir los términos en los que expondré el tema. Tal vez también en esta sala se encuentren no sólo estudiantes de esta casa de estudios , sino religiosas y religiosos que han veni- 159

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Introducción

La inculturación y sus retos

en la realidad guatemalteca

P. Victoriano Castillo González, S.J.

Me pidieron que hablara de la inculturación y de los retos que ésta nos presenta hoy en el contexto de la realidad de Guatemala. Esta pequeña conversación con ustedes está enmarcada en la Semana Ignaciana con la que esta universidad quiere celebrar la memoria de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. Este año también conmemoramos el 10° aniversario de la muerte del Padre Pedro Arrupe, quien fuera Superior General de nuestra orden y quien la llevara también a las trin­cheras de un mayor compromiso por la defensa de la fe y la promoción de la justicia. La Compañía ha querido dedicar este año a la memoria y la reflexión sobre el pensa­miento y el legado espiritual que este hombre de nuestro tiempo nos ha legado. Arrupe, vasco como Ignacio, tiene un gran parecido no sólo físico con nuestro fundador, sino que también tiene una enorme coincidencia en su modo de abordar los signos de los tiempos y los retos que el mundo le presenta a la Compañía de Jesús y a todo cristia­no. El Padre Arrupe supo discernir esos signos de los tiempos animando a la Compa­ñía a responder a Dios y al hombre desde su compromiso por la promoción de la fe en un mundo, que ya él preveía, con cambios galopantes en el desarrollo pero que a su paso también iría dejando millones de despojados y marginados. Él nos marcó pistas de mayor inserción y encarnación de nuestra misión entre los pobres. Por eso, tam­bién quisiera que esta charla la ubiquemos en el espíritu y en el recuerdo de este hombre que tanto inspiró a la Iglesia en su camino hacia una mayor inserción de los valores del Evangelio en las culturas de los pueblos.

Hablar de inculturación desde el ámbito universitario me exige comenzar por definir los términos en los que expondré el tema. Tal vez también en esta sala se encuentren no sólo estudiantes de esta casa de estudios, sino religiosas y religiosos que han veni-

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do con la inquietud de compartir y debatir sobre sus propias experiencias en este campo. Por eso yo me limitaré a hacer una primera exposición dejando abierto un tiempo para las intervenciones de ustedes ya sea con preguntas, desacuerdos, debate o enriquecimiento desde sus experiencias particulares. A propósito de esto, aclaro que mi exposición no pretende ser un planteamiento acadÉmico-teórico del hecho de la inculturación, sino un espacio para compartir lo que mi contacto con el pueblo indí­gena de Guatemala ha supuesto de gracia y de regalo para mí. A este pueblo pues, agradezco y dedico esta reflexión. Sin ellos no podría estar yo aquí, porque más bien son ellos quienes deberían estar hablando con ustedes.

"Y llegando a un cerro, ahí se juntaron todos los quichés con los pueblos y ahí se juntaron a consejo todos ... Ahí se juntaron a aguardar que amane­ciese ... Y por eso estaban con gran pena, y padecían gran dolor, porque no tenían comida ni sustento ... Eran ayunadores en la obscuridad y la noche y tenían gran tristeza cuando estaban sobre el monte ... Yestaban en vela sin dormir y era grande su llanto porque amaneciese y aclarase... Y de­cían: ¡Ay de nosotros amargamente hemos venido! ¡Ay que habiendo veni­do a ver el amanecer, no amanece!. .. Hemos sido desamparados.. Y (en­tonces) fue el esclarecer y manifestarse el Sol, la luna y las estrellas ... cuan­do se vio el lucero, que salió primero ante el Sol. Y entonces desataron los tres dones que habían pensado en su corazón . .. Y de dulzura lloraban, y cuando bailaron quemaron su copal, el amado y precioso incienso... Yallí les amaneció a los pueblos ... Y cuando salió el Sol se alegraron (también) todos los animales chicos y grandes... Y luego todos cantaron y gritaron. .. Yestaban de rodillas los Señores y sus vasallos, los de Tamub e llocab, con los de Rabinal y Cacchiqueles, los de Tziquinahá y Tuhalhá, Uchabahá, Quibahá, Ahbatená y los de Yaqui Tepeu y cuantos pueblos había y hay ahora que no son contables. Y juntamente a todos les amaneció. " (Pop Wuh 642-671)

En espera del nuevo amanecer

Quiero comenzar citando al P. Eleazar López HErnández en un texto que me parece elocuente para iniciar esta primera parte: "Cuando En el pasado sobrevino vadas

veces la oscuridad y la noche, como resultado de crisis globales o parciales de la Civilización Maya, los pobres buscaban la seguridad de un pequeño cerro y ahí, en ayuno Y oración , esperaban apesadumbrados el advenimiento del Sol que calentará la vida del mundo nuevo, que debía nacer. Y la señal que les llenaba de gozo era la estrella de la mañana, que precede al amanecer.

Hoy, en circunstancias similares a las del pasado, los hijos de las mayas, se reúnen también en oración, al amparo de los cerros. Y ahí descubren cómo, a pesar de plagas y sequías incontables, en la milpa de los tiempos modernos está germinando la semi­lla indígena de la vida que sembraron sus antepasados. Los rostros milenarios de Dios, que celosamente guarda nuestro pueblo en la tradición maya, y que antes eran ignorados y hasta condenados, aparecen de pronto, ante la mirada de fieles y pastores de la Iglesia, como admirables retoños, que fueron cultivados en el invierno frío impuesto sobre nuestros pueblos. Y que ahora son entregadas como ofrenda de soli­daridad surgida desde abajo. En este hecho vemos cómo la moneda perdida del evangelio vuelve a encontrarse, al barrer cuidadosamente la casa, y puede ser acogi­da por los demás con la alegría de quien halla un tesoro muy valioso (Cfr. Lc. 15,8-10)." 1

Los indios no somos el problema

"En la crisis actual de la civilización occidental, en la que también los mayas se encuentran inmersos, las cosas han ido cambiando muy de prisa. Ella no es simple­mente una crisis de crecimiento del sistema social vigente, que buscara formas nue­vas de convivencia social dentro de la modernidad, sino expresión de la esclerosis de un sistema que ha agotado sus posibilidades de renovación. De modo que, por eso, se ha provocado también una crisis no sólo en la interpretación del hecho, sino en la búsqueda de alternativas de solución.

Es lo que ha hecho posible algo antes impensable: Las voces silenciadas de antaño empiezan a ocupar un nuevo espacio en la atención de quienes anhelamos otras formas de vida más humanas y más cristianas. Los pueblos indígenas, no sólo de América Latina sino de todo el mundo, que son la más antigua población excluida, y que secularmente han resistido a los dictámenes injustos de quienes dirigen los

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destinos de las naciones, ya no son considerados ahora como los causantes del retra­so en el advenimiento de la modernidad; sino como referencia importante para la construcción de propuestas alternativas que nos pongan a todos más allá de esta modernidad deshumanizante. Tienen razón los hern1anos de Paraguay, al plantear: ''Los indios no somos el problema; somos la solución. " 2 También tienen razón los hermanos indígenas de México al exigir: ''Nunca más un México sin nosotros. " Con este mismo grito, nuestros hermanos indígenas quisieron decirnos en el referén­dum para las reformas constitucionales: ''Nunca más una Guatemala sin noso­tros". Lastimosamente nosotros, con nuestro voto al No, dijimos: "queremos una Guatemala sin ustedes. "

Definición del término

El término inculturación no responde a un concepto emanado de la antropología ni de la sociología; no es, por lo tanto, un concepto ligado a las ciencias sociales. El término inculturación es un término acuñado al interior de la Iglesia y corresponde más bien a una definición de la acción pastoral de ésta en lo que se refiere a sus métodos de evangelización. Por lo tanto el término inculturaGÍón está más ligado a la teología, a la eclesiología ya la pastoral. Se refiere más que a una conceptualiza­ción teórica, a una actitud de la Iglesia frente a las diferentes culturas. La inculturación está pues, más en el ámbito de la praxis.

Para definir lo que entendemos por inculturación creo necesario poner como contex­to el concepto de cultura. Ustedes como universitarios se habrán topado con un sinfín de definiciones de cultura. Como vamos a hablar en términos pastorales, entendere­mos la cultura en el sentido como lo expresa el Concilio Vaticano 11 a través de la Constitución Apostólica Gaudium et Spes: Cultura es "el cultivo de los valores y de los bienes naturales". Es "todo aquello con que el hombre afirma o desarrolla, en formas variadísimas, las facultades de su espíritu y de su cuerpo, con las que pretende someter a su dominio, con el conocimiento y el trabajo, incluso el orbe terrestre; logra hacer más humana, mediante el progreso de costumbres e instituciones, la vida social, tanto en lo familiar como en todo el mecanismo civil; y finalmente, con­sigue expresar, comunicar y conservar profundas experiencias y ambiciones espiri-

tuales en sus obras a lo largo de los tiempos, que puedan servir luego al beneficio de los demás, mejor dicho, de todo el género humano".

El padre Pedro Arrupe es, por así decirlo, el inventor de la inculturación; él comenzó a conceptuar (o conceptualizar) el término inculturación. Recogiendo su propia definición podemos decir que "inculturación es la encarnación de la vida y mensaje cristianos en un área cultural concreta, de tal manera que esa experiencia no sólo llegue a expresarse coI". los elementos propios de la cultura en cuestión (lo que no sería más que una superficial adaptación), sino que se convierta en el principio ins­pirador, normativo y unificador que transforme y recree esa cultura, originando así «una nueva creación». "3

"Inculturación significa una íntima transformación de los auténticos valores cultu­rales mediante su integración en el cristianismo y la radicación del cristianismo en las diversas culturas: Es, pues, un proceso profundo y global que abarca tanto el mensaje cristiano, como la reflexión y la praxis de la Iglesia. Pero es también un proceso difícil , porque no debe comprometer en ningún modo las características y la in tegridad de la fe cristiana." 4

En este sentido podemos distinguir algunas definiciones para entender el término inculturación:

Enculturación es el proceso por el cual los nuevos individuos (los individuos que nacen en un pueblo) reciben los valores culturales de su pueblo. No se pueden tener dos culturas al mismo tiempo. Uno se hace hombre o mujer en su cultura. Cuando uno conoce y ama su cultura está más dispuesto a convivir con las otras culturas. Es importante llevar adelante un proceso de comunicación, de compartir dentro de su propia cultura. No se trata sólo de salvar almas, se trata de salvar al hombre o a la mujer en su grupo cultural o pueblo.

Aculturación es el proceso por el cual una persona o grupo toma elementos cultura­les de otro grupo o cultura sin perder su propia cultura. Todas las culturas son resú­menes de otras culturas. Toda cultura presta elementos a las otras culturas (acultutación de la ciudad al campo).

Desculturación es el proceso por el cual un grupo va perdiendo los rasgos más vitales y característicos de su cultura (lengua, traje, calendario, manera de ver a Dios, etc.).

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Inculturación en términos de práctica es el proceso por el cual una persona se esfuer­za por adentrarse en una cultura extraña a la suya. El evangelio está escrito desde la visión de la cultura judía, una cultura extraña a la nuestra. Pero la Iglesia debe hacer el esfuerzo por inculturar el Evangelio en estas culturas, tiene que entrar en las for­mas y en el corazón de nuestra cultura maya. Jesús, siendo Dios, tomó nuestro mis­mo cuerpo humano para hacerse persona (se inculturó). Pero no sólo tomó la natu­raleza humana, sino que se hizo judío. Judío de aquel tiempo y con la historia que vivía el pueblo judío en aquel tiempo. El que lleva el Evangelio tiene que meterse en la cultura del pueblo a donde va a llevar el mensaje.

¿Quién es el que debe inculturarse? ¿El mensajero o el mensaje? El mensajero hace el esfuerzo por inculturarse, por meterse en la cultura. El mensaje lo único que puede hacer es adaptar el lenguaje al lenguaje del pueblo que recibe el mensaje. El Evange­lio no es una cultura, es un mensaje escrito con elementos de una cultura (la cultura judía) . Lo que tiene que inculturarse es la respuesta que nos lleva a dar, el mensaje del Evangelio. La respuesta tiene que ser desde nuestra cultura, con sus formas, mitos, ritos, manera de pensar, etc. Del anuncio tiene que nacer una comunidad inculturada. El que anuncia debe tener en cuenta que se trata no sólo de hacerse entender, sino de ser entendido.

Marco doctrinal de la inculturación s

«Lo que no se asume no se redime». Esta sería la primera «vara» para un marco doctrinal que pretenda una catequesis inculturada. Sólo encarnándose plenamente, se puede salvar a la naturaleza humana. Eso es lo que aparece en citas tan expresas como : «Heb 2: 17 -18; 4: 15; Filp 2:6-9». Desde fuera no se redime nada; desde fuera de la cultura indígena no se redime a la cultura indígena o autóctona.

El cristianismo que se hizo judío con los judíos y griego con los griegos para ganarlos a todos para el Evangelio (lCor 9:20-23) debe hacerse indígena con los indígenas para salvar a los indígenas.

La revelación no es, ni era, para los europeos, sino para el mundo entero y no tiene por qué exigir que sea recibida en moldes europeos, lo que obligaría a una doble

conversión: primero, a la mentalidad europea y, segundo, a la buena noticia del Rei­no de Dios.

El molde que nosotros, todos los evangelizadores actuales, llevamos, aún sin darnos cuenta, y con toda naturalidad, es más «católico» que «cristiano». Ese molde es más lo que el Evangelio y el cristianismo ha llegado a ser, después de dos mil años de historia y apologético, que lo que aparece directamente como la Buena Nueva ("eu­angelion") en la Palabra de Dios y en la Iglesia primera. Nuestra pretensión debe ser, estratégicamente, más hacerlos cristianos que hacerlos «católicos». La idea es hacer­les posible y deseable el ser cristianos como nosotros, con nuestro testimonio personal de vida y palabras, pero no imponerles un molde que no corresponde casi para nada ni a su situación, ni a sus necesidades, ni a su búsqueda de la verdad que salva, redime y libera. Una verdad que no es una idea, sino una persona: la persona de Jesús. Recordemos sobre todo, que no hay vida de fe sin el testimonio, y que éste se da en las obras: muéstrame tu fe por tus obras (ver Sant 2:14-18).

La catequesis podrá ser inculturada sólo si la Evangelización-Kerygma lo ha sido también. Para eso, la catequesis tendrá que mantener el valor de los símbolos univer­sales, pero deberá encarnarlos en las formulaciones culturales autóctonas preexistentes yen el conocimiento de la propia cosmovisión indígena, sin tocar, como no sea para llenarlos de un nuevo sentido adquirido en Cristo, a los símbolos, los ritos y las expre­siones religiosas que no contradigan el espíritu del Evangelio (ver Lc 9:49-50). Se trata de un trasvasamiento del lenguaje evangélico al lenguaje antropológico y a los símbolos de la cultura en la que se inserta y encarna para salvar desde dentro.

Tener en cuenta lo que llamamos las «semillas del Verbo» presentes en las culturas de estos pueblos, a la hora de la catequesis coherentes con el Evangelio: a. Armonía en la concepción de la vida, gracias a su cosmovisión globalizadora.

No hay dualismos ni en su pensar, ni en su actuar. No hay prisas. b. Profunda religiosidad. Son seres humanos contemplativos, silenciosos, profun­

dos, con un gran respeto por la naturaleza y por los otros seres humanos como creación de Dios.

c. Amor a la tierra. Se sienten efectivamente vinculados a ella. La consideran su madre. Por eso la cuidan y la trabajan con verdadero amor y devoción.

d. Sentido comunitario de la vida. Saben compartir, son solidarios, su organiza­ción no excluye a nadie. Toda forma de división es una herida mortal. ,

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e. Sentido de acogida y hospitalidad. Se desprende de su sentido comunitario que no es cerrado sino abierto al que necesita. Dan de lo que tienen y lo dan gratui­tamente. Son generosos. La persona vale más que el dinero.

f. Estilo de vida sencillo. Sin complicaciones, son prácticos y concretos. g. Profundo humanismo. Hay respeto por el otro. Fidelidad a la palabra dada. Res­

peto a la vida. Honradez absoluta. h. Sentido de familia. Sobrepasa los límites del parentesco. Todos son hermanos.

Recogen a los huérfanos. 1. Sentido de la fiesta. Todo se celebra~ se baila, se comparte la alegría y la comida

comunitaria. j. Capacidad de lucha. Han desarrollado mecanismos de lucha para sobrevivir y

resistir. Tienen una capacidad increíble de soportar inclemencias de toda clase. Demuestran una fortaleza inesperada y sabiduría para «torear» al enemigo cuan­do no se ven capaces de enfrentarlo.

Algunos antecedentes de la inculturación

La fe cristiana de los primeros siglos fue tomando expresiones de las culturas en las que iba siendo recibida. Así como de los griegos recibió mucho de sus concepciones filosóficas y teológicas; de los romanos recibió su estructura de organización jerál~ quica, su liturgia y hasta algunas de sus instituciones "sacramentales" como la del matrimonio. Las Iglesias orientales son la muestra aún viva de cómo la fe tomó las formas culturales de los pueblos. Cuando la fe cristiana vino a estas tierras, no suce­dió así porque ya venía con moldes europeos anquilosados. Ayer vieron la películaLa Misión como parte de este mismo programa. Ahí se nos presenta una visión de lo que fueron las Reducciones del Paraguay, un intento de la Compañía de Jesús por presen­tar el Evangelio desde las culturas de aquellos pueblos originarios. Los pocos intentos de una evangelización desde las culturas que hubo en América fueron vistos como peligro a la estructura del poder imperial porque, como vimos en esa película, aten­taban contra los intereses económicos de la Corona: las reducciones de los jesuitas eran más prósperas que las encomiendas de los conquistadores. Atentaban también contra el poder del Papa porque estos intentos de evangelización eran muestra de la posibilidad real de instaurar el Reino de Dios en la Tierra. Y desde entonces se quiso

imponer a pueblos con cultura propia unas formas culturales ajenas como única posibilidad de expresión de la fe y del modo de vivirla y también desde entonces esto ha sido un fuerte obstáculo a la evangelización.

El Papa juan Pablo 11 en su mensaje a los pueblos indígenas del 13 de octubre de 1992:

. 'Hace ahora 500 años el Evangelio de Jesucristo llegó a vuestros pueblos. Pero ya antes) y sin que acaso lo sospecharan) el Dios vivo y verdadero estaba presen­te iluminando sus caminos. El apóstol San Juan nos dice que el Verbo: el Hij'o de Dios) «es la luz verdadera que ilumina a todo hombre que llega a este mundo» Un 1:9). En efecto) las «semillas del Verbo » estaban ya presentes y alumbra­ban el corazón de vuestros antepasados para que fueran descubriendo las hue­llas del Dios Creador de todas sus criaturas: el sol) la luna) la madre tierra) los uolcanes y las selvas) las lagunas y los ríos. }) 6

Dificultades

Al hablar de las dificultades que obstaculizan la inculturación quiero usar una po­nencia que dictara el P. Arrupe en la Pontificia Universidad Lateranense 7 . Según él las dificultades son, entre otras, las siguientes:

El miedo instintivo a encararnos con ideas nuevas, especialmente si nos obligan a repensar antiguos modos de hacer las cosas así como el recelo y desconfianza hacia la gente que propone esas ideas. Cuando se habla del rescate de los valores culturales de nuestros pueblos mayas calificamos como retraso todo el esfuerzo como de "volver a atrás". Vemos la defensa de los derechos de los pueblos indígenas como una lucha en contra del desarrollo y de la modernidad del país, pero no nos escandaliza que se recurra a recursos medievales de esclavitud y de opresión a los mismos indígenas. Usar el traje indígena, por ejemplo, es un atraso, pero el que en pleno siglo XXI en nuestras graduaciones sigamos usando la toga y el birrete de la época colonial ¿será expresión de nuestros anhelos de modernidad?

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La tendencia a dal'por seguro que nuestra proPia cultura es superiO" a otras)', por consiguiente, debe ser norma para los demás. Hace falta cierta dosis óe realismo, de humildad y de fe , para aceptar el que Dios pueda actuar también en otr 15 culturas, que hay otras maneras de pensar y vivir distintas a las nuestras, y que, En efecto, el plan de Dios es que ellas también crezcan en plenitud en beneficio de la entera fami­lia humana. Pareciera ya superada la época de la inquisición y nos admiramos cuando pensamos en que los llamados cristianos de la época colonial negaran que los indí­genas tuviesen alma. Pero nosotros, llamados también cristianos en pleno umbral del tercer milenio nos escandalizamos de que se reconozca a Dios en las culturas de nuestros pueblos indígenas.

El instinto de buscar seguridad en el pasado, y entender la tradición como una ga­rantía que impide al Espíritu Santo conducir a la Iglesia al peligroso mundo de lo desconocido, con formas nuevas de concebir y formular la fe y modos también nue­vos de vivirla.

Una instintiva desconfianza de lo nuevo y hacia los que lo promueven. Es el horror al cambio, que nos hace sentirnos incómodos y amenazados por creer qlLB las nuevas expresiones de la fe pueden contradecir a lo que hasta ahora hemos 2xpresado y practicado.

El inmouilismoJ es decir: que por temor a esos peligros -que son evitabl:s-permita­mos que la fe se convierta en algo separado de la vida.

La falta de objetividad y serena reflexión sobre la cultura moderna que aparece como globalizante, secularizada, irreligiosa, injusta y atea; siendo así que ello puede deberse a haber enseñado y practicado una fe conceptual, separada d~ la cultura, desencarnada.

Actitudes necesarias en todo proceso de inculturación 8

Los múltiples factores que condicionan una inculturación bien heclu, exigen en quien la promueve una fina sensibilidad y, en concreto, muy definidas actitudes, entre las que cabría citar las siguientes:

1. Docilidad al Espíritu. Esto supone continua y atenta escucha en la oración y mantener siempre activa su llamada.

Esta docilidad excluye cualquier conclusión preconcebida. Dicho ignacianamente, presupone una indiferencia, sumamente receptiva, hacia toda forma contingente del pasado o del futuro, «no queriendo» más una cosa que otra, sino «solamente deseando» lo que más conduce a que la Evangelización entre los hombres sea más plena y perfecta.

Ambos elementos, docilidad e indiferencia, nos permitirán hacer un válido dis­cernimiento para descubrir las «semillas del Verbo» plantadas por Dios en los valores o conjunto de valores que llamamos culturas. Iniciar y ayudar al creci­miento de la identidad cristiana de estos pueblos, razas y culturas (aunque difie­ran de nosotros, y quizás por eso mismo) es hacer Iglesia del mejor modo posi­ble, desde dentro, imitando el proceso biológico de la naturaleza que quiere que todo ser vivo crezca y alcance su madurez, no por una yuxtaposición de elemen­tos extrínsecos sino por "intususcepción". Ese discernimiento, en docilidad e indiferencia, animado por el Espíritu, aguzará la perspicacia, «la mirada inter­na del amor» que «descubre el don escondido, la vocación oculta» y despierta una pasión admirativa que lleva a favorecer todo lo que enriquece el Reino de Dios.

La conciencia de estar actuando así dará magnanimidad para aceptar los sufri­mientos que con frecuencia van anejos a todo nuevo comienzo y entereza para prescindir de elementos, seductores desde otro punto de vista, sin agresividad ni menosprecio.

2. Humildad, ya implícita, de alguna manera, en la indiferencia, pero de la que, por su importancia, conviene decir una palabra. La humildad nos inclina a discernir, no a imponer. No sobrevalora los elementos que la propia cultura pue­de aportar, ni minusvalora los que en la ajena pueden hallarse o descubrirse . La humildad nos hace reconocer que podemos aprender de los demás, nos hace modestos en la estima de lo propio e incluso pone en tela de juicio la validez de los criterios con que juzgamos los mismos valores. La humildad excluye el falso pudor de admitir que nuestra propia cultura puede ser enriquecida con elemen­tos de otras y nos hace animosos para ofrecer sin pretensiones cuanto creemos poder aportar a la obra común.

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3. Apertura intelectual y de corazón. Al pasado, al presente y al futuro, sin exclu­siones previas o conclusiones prefijadas. Es el consejo de San Pablo en la carta más antigua que conservamos de él, (1 Tes. 5, 19) «No bloqueen la acción del Espíritu Santo, no deprecien los mensajes de Dios: examinado todo y quédense con lo bueno».

4. Fraternidad auténtica, en igualdad y participación (<<Octogesima Adveniens»). Todos y cada uno de los pueblos debe ser aceptado y estimado, necesitado y ama­do, por sí mismo, por sus auténticos dones, por lo que pueden aportar a la mesa de la celebración pascual de toda la humanidad. Creemos que la Iglesia tiene que ser el sacramento y primer fruto de esta fiesta eucarística de la humanidad.

5. Gran visión. Porque esta tarea nos llama a adentrarnos más a fondo en el cora­zón del evangelio, en sus significados y valores que pretendemos que entren en el núcleo más profundo de todas las culturas. Y, por otra parte, nos pide también que lleguemos más a fondo en el corazón de los pueblos y de los dones que Dios les ha dado, para que puedan ser puestos a los pies de su Hijo. Nos pide que amemos con un amor mayor a la santa Iglesia de Dios, a la ciudad de muchas casas y a la túnica de muchos colores. Ante nosotros está el desafío de concebir la forma y los perfiles de esa auténtica fraternidad de la humanidad que es el sue­ño mayor de muchos corazones hoy.

6. Discreta caridad. Es una actitud -virtud podría llamarse también- indispensa­ble en asunto tan delicado como la inculturación. Ella armoniza la audacia profética y la intrepidez del celo apostólico con la prudencia del Espíritu. Se evitarán así las aventuras e imprudencias contraproducentes que impiden el verdadero proceso de la inculturación, como el :nmovilismo de una «pruden­cia» exagerada y «según la carne».

7. SenNdo eclesial. Es evidente que un proceso de tal responsabilidad y trascenden­cia no puede hacerse al margen de la Iglesia, entendida -así lo hace el Vaticano II- como Pueblo de Dios e institución jerárquica. Ninguno de estos dos elemen­tos puede ser dejado aparte. Es obvio el decisivo papel que en tema de tanta trascendencia pastoral corresponde a la Jerarquía, para promover, moderar y avalar el recto sentido de la inculturación. Es claro, también, que a ella le cabe la última responsabilidad, y que a nosotros, nuestro celo y trabajos por activar la inculturación, no nos eximen en ningún momento del gozoso deber de amar y obedecer a esa Iglesia que queremos servir.

Pero podríamos pecar también por omisión si , refugiados en una expectativa rayana con la pasividad, no adelantásemos, movidos por el Espíritu, nuestras iniciativas, nuestros estudios E investigaciones, nuestros experimentos, sobre todo cuando van avalados por esas condiciones de rigor científico y de contactos inmediatos con los pueblos indígenas.

También en terna de inculturación hemos de sentir «cum Ecclesia» e «in Ecclesia» por el amor que la tenernos como «Sponsa Christi». Sentir «con la Iglesia» implica más bien consociarse con sus tareas y ofrecer para ello nuestras personas al trabajo. Sentir «en la Iglesia» dice connotación vital, algo que se incorpora o se encarna en ella: proclama que somos miembros, hijos, de ella.

Por eso, en un tema en que fácilmente podrían impurificarse los afectos y velar la limpieza de la inteligencia y el corazón, es de decisiva importancia -y lo mismo en los casos límites en que es difícil un recto discernimiento, aún verificado con todos los requisitos necesarios- saber rendir, también, nuestro entendimiento.

Tensiones dialécticas de la inculturación 9

La inculturación es un proceso tan rico en aspectos, y afecta tan directamente y vitalmente a la evangelización y a la problemática del hombre que inevitablemente han de surgir tensiones dialécticas cuyos extremos pueden y deben conciliarse en un sereno equilibrio.

Podemos agrupar en tres bloques las tensiones dialécticas inherentes a la inculturación.

l. Teológicas:

Tensión entre los va/ores universales e inmutables del mensaje cristiano, que coin­ciden con los valores de toda cultura, y los elementos contingentes de las culturas particulares que también enriquecen con sus valores al cristianismo. Tensión entre el ansia de mantener la prOPia identida~ sin menoscabo de su

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integridad, y la necesidad de purificar aspectos de la proPia cultura que, o son antievangélicos, o impiden la integración de otros valores superiores.

Tensión entre el significado circunstancial del encuentro de la propia cultura con el cristianismo encarnado en una cultura diferente y el significado trascmdental de ese mismo contacto en cuanto significa el comienzo de una nueva histc(ia del pue­blo que se cristianiza.

Tensión entre el racional convencimiento de que no se debe occident::zlizar a los pueblos, y la subconsciente persuasión de que el cristianismo} aun en ;u encarna­ción actual-que es occidental-, es instrumento válido para enriquecer y salvar todas las culturas y hacer presente en ellas el reino de Dios.

Tensión entre el concepto de unidad por el que se ba lucbado durartie los siglos (doctrinal, litúrgico, etc.), aplicándolo incluso a cosas no esenciales, y la persuasi6n de que son necesarios cambios culturales que permitan la inserción le la fe en la vida de los pueblos, y de que en muchos casos concretos es razonable cierto cuestionamiento a la unicidad de formas válidas unívocamente para tooo el mundo.

Tensión a la diversidad que ha de segui se de la inculturación y la unz'5n de cora­zones que ha de mantenerse como objetivo prioritario señalado por Cri ;to.

11. Antropológicas:

Tensión entre los valores bumanos yel carácter despersonalizador de algunas culturas, de distinto signo, que supedita a la persona a intereses de mercado o de clase.

Tensión entre el conservatismo tradicional e instinto de seguridad, con la necesidad de responder con creatividad e imaginación a 125 necesidades actuales :' futuras.

Tensión entre la línea centralizadora de autoridad para proteger la ;'nstitución y la línea centrífuga de un cierto profetismo unida con frecuencia a la creatividad y a la pujanza vital de quienes tienen tal vez demasiada confianza en si mismos.

Tensión entre el complejo paternalista y de superioridad del que los antiguos colo­nizadores difícilmente pueden desprenderse en sus relaciones con los pueblos jóve­nes, y la conciencia de igualdad de derechos especialmente el de la autodetermina­ción, en materia de su propia cultura y vida nacional.

Tensión por la necesidad de profundizar simultáneamente en dos líneas divergen­tes: la tradición occidental (historia, instituciones, formas culturales) para enten­der mejor el cristianismo en sus fonnas actualmente predominantes y la tradición proPia para descubrir en las "semillas del Verbo", los elementos válidos para una nueva encarnación y para una purificación que no destruya la propia cultura. Y todo ello en vistas a establecer un diálogo en paridad de voz y valoración, como correspon­de a la igualdad de la filiación divina de todos los creyentes.

Tensión entre lo antiguo y lo nuevo al interior de toda encarnación del mensaje cristiano y de cada cultura, que va mortificándose con gran rapidez, y creando subculturas y grupos comunitarios de características nuevas, lo que exige que la inculturación sea un proceso pem1anente que mantenga actualizado el mensaje evan­gélico en el sucederse de las generaciones.

III. Prácticas:

Tensión dialéctica entre dos necesarios factores guía de la inculturación: estudios interdisciplin a res, complicados y profundos, que desprecian lo popular y acientífico y la intuición que preferiría prescindir de tales estudios, procediendo de modo más rápido y, a su parecer, más profundo y humano.

Tensión entre la audacia, indispensable en las grandes empresas (a pesar de sus riesgos y dificultades) y laprudencia necesaria para evitar contraproducentes yerró­neos pasos en falso, pero que retarda el ritmo y, cuando es infundada, bloquea el propio proceso.

Tensión entre la necesidad que el Cristianismo tiene de ser encarnado para poder ser acogido y vivido por hombres concretos, y la certeza de que, no obstante, lasalva­ción viene sólo de Dios que acepta a los hombres.

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Tensión de generaciones. Los mayores son más cautelosos ante todo cambio que consideran desestabilizador, y los jóvenes propenden a ser muy animosos en el ritmo de las transformaciones de todo tipo y quemar etapas en la solución de los problemas.

Algunos retos frente a la realidad guatemalteca

Aquí entro en lo que me pidieron: que hablara de los retos que la inculturación nos presenta frente a la realidad guatemalteca. Presento algunos, ustedes podrán diferir con ellos o tener algunos que crean importante compartir.

Usted puede que sepa mucho de muchas cosas, antropología, sociología, lingüística o hasta teología, pero de «indígenas», no sabe nada. De indígenas, saben de verdad los indígenas. No pretenda que porque sabe mucho de muchas cosas, usted le va a enseñar a ellos qué es lo mejor para ellos en cada situación o lugar. Usted tiene que aprender de los indígenas lo que es ser indígena. Tiene que aprender no sólo el lenguaje concreto sino la manera de pensar, la estructura mental y la concepción que ellos tienen de la realidad, eso si usted quiere que el Evangelio que usted les trae les llegue.

No promueva la cultura del pueblo indígena, la danza, la música, la artesanía, la fiesta como espectáculo para nadie. La danza, la música, la fiesta es expresión sagrada del indígena y ni la cultura ni el indígena son meros objetos de curiosidad para nadie. La artesanía es la expresión del genio de una raza, no la promueva como objeto de comercio. El traje tiene para ellos un profundo sentido religioso, contiene en él toda su cosmovisión.

No combata la fiesta indígena sólo porque usted la vea mezclada con vicios (alco­hol, guaro o chicha fuerte) o sincretismos religiosos. Aunque usted no esté de acuer­do con la práctica concreta, debe estar de acuerdo con la persona que la practica; esa persona merece siempre su respeto. Sólo cuando usted haya penetrado el profundo sentido con el que ellos viven algo, podrá (y a lo mejor ya no querrá) separar lo que es trigo de lo que es cizaña.

Recuerde que el indígena argumenta por medio de imágenes, no por conceptos abstractos (por cierto, muy parecido a como lo hace la mentalidad bíblica). Si ellos

no entienden su mensaje, el de usted, no es que ellos sean tontos, sino que usted no ha hablado para ellos, no ha hablado su lenguaje. El defecto no está en la mente de ellos, sino en el método de usted, en su etnocentrismo extranjero. El mito y el rito indígena es una convicción expresada en formas narrativas y simbolismos, no una leyenda curiosa.

Si usted no llega a bablar el idioma indígena, por lo menos aprécielo, respételo e interésese en irlo conociendo. El idioma no debe desaparecer. Hacer desaparecer el idioma indígena es hacer desaparecer al indígena que lo habla. En este campo, esta universidad ha hecho un gran trabajo desde el Instituto de Lingüística. Usted debe ir incorporando en sus actividades ordinarias, el uso de las lenguas indígenas de la región. Hágalo gradual, pero firmemente. Hay pueblos, como Perú, en que una gran mayoría de los mestizos hablan las lenguas originarias (quichua o aymara). Hay pueblos, como Paraguay, en el que la minoría se declaran indígenas (apenas un 3%) y sin embargo la lengua oficial del país es la lengua guaraní. Una lengua que no se escribe tiende a desaparecer. Tenemos en Guatemala la mejor oportunidad de la His­toria para hacer de los pueblos mayas conocedores de sus lenguas a través de su lectura y escritura. Tenemos la mejor oportunidad de alfabetizar al pueblo indígena. Pero en nuestras manos está o el hacer que un pueblo deje de ser analfabeta de su propia lengua o el crear la escritura de unas lenguas para élites académicas y que el pueblo nunca podrá escribir.

El reto de lo académico. Este reto es el de una inserción profunda, la inculturación en ese otro mundo, no olvidando la inculturación en los mundos de miserables y culturalmente erosionados. El aprendizaje de lenguas y culturas en el pénsum de la formación de nuestros profesionales. La recuperación de la historia escribiéndola, documentándola, en las palabras de los que la cuentan, como material para las es­cuelas, colegios, universidades, iglesias.

La lucba por la tierra: Apoyo a los pueblos, no sólo por esa reivindicación, sino por el fortalecimiento de su cultura y de su organización propia. La recuperación de la biósfera, de los recursos naturales, de la ecología, de su espiritualidad enraizada en la Tierra. Reto de saber estar, sin estar. Apoyo al desarrollo humano, sin prepotencias. Revalorizar la cultura indígena. Estar presente en su mundo de organizaciones. Or­ganización de la mujer como soporte comunitario. También formación de líderes gestores, fOffiución integral, preparándolos a enfrentar los peligros de la globalización.

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Trabajar por la paz, hacer efectivos los acuerdos de los pueblos indígEnas, su con­creción, tener ejemplos, casos concretos que puedan facilitar la legisIa.:ión temida. Erradicar la discriminación tan arraigada en nosotros los guatemaltecC!), incluso en nuestro lenguaje.

Notas

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Eleazar López Hernández. Dios Cammina entre los mayas. Comisión Articuladora Internacional de la Teología India Mayense. Abril de 1997. Eleazar López, indígena zapoteco y sacerdote, es el "partero" y uno de los mejores expo­nentes de la Teología India y trabaja arduamente apoyando la pastoral indígena del continente desde el Centro Nacional de Ayuda a Misiones Indígenas (CENA1\1I) de México, desde donde también ha escrito numerosas reflexiones. Ibid. P Pedro Arrupe. Carta sobre la Incultucación del 14 de mayo de 1978. En La identidad del Jesuita en nuestros tiempos, Sal Terrae: Santander, 1981, Págs, 99-102. Juan Pablo II. Redemtoris Missio , 52,2. Cfr. Alejandro Von Rechnitz, Inculturación, mimeo, sf. Juan Pablo II. Mensaje a los Indígenas. En Santo Domingo. Conclusiones de la IV Conferencia General del EPiscopado Latinoamericano. Secretariado de la CEG, Publicaciones OM, Guatemala 1993. P Pedro Arrupe, S.]. Aspectos y tensiones de la inculturación. Pontificia Uni­versidad Lateranense, 15 de marzo de 1978. "La Iglesia de hoy y del futuro ", Mensajero. Sal Terrae, Bilbao, Santander, 1982. Páginas 247-258. Cfr. Ibid. Cfr. Ibid.

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