La importancia de los cuentos de hadas
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LA IMPORTANCIA DE LOS CUENTOS DE HADAS La tarea más importante y a la vez más difícil es la educación del niño,
es la de ayudarle a encontrar ese sentido a la vida, mientras se
desarrolla, debe aprender a comprenderse mejor; para poder ser
capaz de comprender a los otros y relacionarse con ellos de un modo
satisfactorio y lleno de significado. En cuanto a las experiencias mas
adecuadas, en el niño para restablecer el sentido a de sus vidas, en
primer lugar es importante el impacto que causan los padres, y en
segundo lugar la herencia cultural, si se trasmite al niño de manera
correcta.
Cuando los niños son pequeños, la literatura es la que mejor aporta esta
información ya que intenta entretener e informar, pero para que ésta
mantenga de verdad la atención del niño, ha de divertirle y excitar su
curiosidad. En la literatura infantil no hay nada que enriquezca y satisfaga
tanto como los cuentos populares de hadas; de ellos se puede aprender
mucho más sobre los problemas internos de los seres humanos, y sobre
las soluciones correctas a sus dificultades en cualquier sociedad. Este
tipo de cuento, le preverá al niño ideas cómo poner y establecer orden,
tanto como en su casa interior y en su vida en general; necesita una
educación moral que le transmita, sutilmente, las ventajas de una
conducta moral, no a través de conceptos éticos abstracto, sino mediante
lo que parece correcto y lleno de significado para el niño.
Estas historias tienen tanto éxito y enriquecen la vida interna del niño en
un sentido mucho más profundo que cualquier otro material de lectura,
porque hablan de los fuertes impulsos internos de un modo que el niño
puede comprender inconscientemente, y las mismas ofrecen soluciones,
temporales y permanentes, a las dificultades que le pueden surgir.
Los cuentos de hadas tienen un valor inestimable, puesto que ofrecen a la
imaginación del niño nuevas dimensiones que estos no pueden llegar por
si solo. La forma y la estructura de los cuentos sugieren al pequeño
imágenes que le servirán para estructurar sus propios ensueños y
canalizar mejor su vida. Este es precisamente el mensaje que los
cuentos de hadas transmiten a los niños: que la lucha contra las serias
dificultades de la vida es inevitable, en parte intrínseca de la existencia
humana; pero si uno no huye, sino que se enfrenta a las privaciones
inesperadas y a menudo injustas, llega a dominar todos los obstáculos
alzándose, al fin victorioso. Las historias modernas que se escriben para
niños evitan estos problemas existenciales, aunque sean existenciales
para nosotros. El niño necesita más que nadie que le den sugerencias de
cómo tratar dichas historias y avanzar sin peligro a la madurez.
Este tipo de cuento ayuda de forma simbólica al niño a encontrar sus
propias soluciones mediante la contemplación de lo que la historia parece
aludir sobre él mismo y sobre sus conflictos internos en aquel momento
de su vida, ya que confía en lo que esta le cuenta porque le presenta un
mundo que coincide con el suyo. Sus mensajes pueden contener
soluciones pero estas nunca son explicitas.
Los personajes de los cuentos de hadas no son ambivalentes, no son
buenos y malos al mismo tiempo, como son todos en la realidad; son
esencialmente de una sola dimensión, lo que permite que el pequeño
comprenda fácilmente sus acciones o reacciones. Por otro lado hay
cuentos amorales, que no presentan polarización entre personajes
buenos y malos porque su objetivo es otro. Ellos pretenden formar el
carácter, no al provocar una elección entre el bien y el mal, sino al
estimular en el niño la confianza de que incluso el más humilde pueda
triunfar en la vida.
En los cuentos de hadas, el héroe es mucho más atractivo para el niño,
que se identifica con él y todas sus batallas. Debido a esta identificación
el niño imagina que sufre junto al héroe, sus pruebas y tribulaciones,
triunfando con él, puesto que la virtud permanece victoriosa. El niño
realiza tales identificaciones por sí solo y las luchas internas y externas
del héroe imprimen en él la huella de la moralidad.
Piaget afirma, el pensamiento del niño sigue siendo animista hasta la
pubertad. Los padres y profesores les afirman que las cosas no pueden
sentir ni actuar; o para no hace el ridículo, en el fondo el niño está seguro
de la validez de sus propias ideas. Al estar sujeto a las enseñanzas
racionales de los otros, el pequeño oculta su verdadero conocimiento en
el fondo de su alma, permaneciendo fuera del alcance de la racionalidad.
Para un niño de ocho años, el sol está vivo puesto que da luz. Para la
mente animista del niño, una piedra está viva porque puede moverse,
como ocurre cuando baja rodando por una colina. Incluso un niño de doce
años y medio está convencido de que el riachuelo está vivo y tiene
voluntad, porque sus aguas fluyen constantemente, así pues, el sol, la
piedra y el agua, para el niño, están poblados de seres parecidos a las
personas, por lo tanto, sienten y actúan como éstas.
Los cuentos de hadas, a diferencia de cualquier otra forma de literatura,
llevan al niño a descubrir su identidad y vocación, sugiriéndole que
experiencias necesita para desarrollar a carácter. A través de la historia,
nos damos cuenta de que la vida intelectual de un niño, siempre dependió
de historias míticas, como los cuentos de hadas.
Los mitos y las leyendas religiosas íntimamente relacionadas ofrecían un
material con el que los niños podían formar conceptos sobre origen y la
finalidad del mundo, y sobre los ideales sociales que imitaba para
formarse a sí mismo a imagen y semejanza de aquellos. Los mitos y
cuentos de hadas tienen muchas cosas en común, el héroe cultural se
presenta al oyente como figura que éste debería emular en su propia vida,
esto se ve mucho más en los cuentos y no en los mitos.
Es preciso decir que, el ser humano se ve arrojado del paraíso original de
la infancia donde todos sus deseos parecían realizarse sin ningún
esfuerzo por su parte. Esto implica ir aprendido y diferenciado el bien del
mal, disociando dos elementos de la personalidad: las emociones
desenfrenadas de ello y la pureza de la conciencia, al súper yo. A medida
que se crece, se oscila entre ser vencido por la confusión del primero o
por la rigidez del segundo y como ya se dijo anteriormente, los cuentos de
hadas ayudan a resolver estos tipos de conflictos. Solo se podrá llegar a
la edad adulta cuando todas estas contradicciones internas quedan
resueltas y se logre un nuevo despertar de un yo maduro en el que el ello
y súper yo puedan coexistir armónicamente. Así, muchos héroes de los
cuentos de hadas, en un determinado momento de su vida, caen en un
profundo sopor o son resucitados.
Además, a medida que el niño va creciendo, el pequeño debe aprender
gradualmente a superar a sentirse implicado en todas las cosas y los
cuentos también resultan beneficiosos para este propósito, como en el
caso de Cenicienta, es un relato sobre las esperanzas y las angustias
presentes en la rivalidad fraterna, y sobre el triunfo de la heroína rebajada
por las dos hermanastras que abusen de ella. Ningún otro cuento de hada
expresa tan bien, las experiencias internas del niño pequeño que sufre la
angustia de la rivalidad fraterna, cuando se siente desesperadamente
excluido por sus hermanos y hermanas. Cenicienta es menospreciada y
degrada por sus hermanastras; su madrastra la obliga a sacrificar sus
propios intereses en beneficios de los de aquéllas; tiene que realizar los
trabajos más sucios de la casa y, aunque los lleve a cabo con toda
minuciosidad, no recibe gratificación alguna, esta es la descripción exacta
de cómo se siente el niño cuando lo acosan los afectos de la rivalidad
fraterna. Por muy exageradas que puedan parecer las tribulaciones y
penalidades de Cenicienta a los ojos de un adulto, ésas corresponderán
exactamente a los sentimientos del niño que se halle inmerso en este
conflicto. Hay momentos en los que el niño, se siente igual que
Cenicienta, aun cuando se posición entre los hermanos no parezca dar
motivos para ellos.
El término de rivalidad fraterna hace referencia a una compleja
constelación de sentimientos y a sus causas inherentes. Este miserable
sentimiento hace referencia solo de modo accidental a los verdaderos
hermanos y hermanas de un niño, ya que tiene su origen en los
sentimientos del pequeño respecto a sus padres. El que un hermano o
una hermana mayor sea mas competente provoca, en el niño, un
sentimiento de celos que desaparece después de algún tiempo. Pero, el
hecho de que otro niño reciba especial atención por parte de los padres,
solo se convierte en un inculto si el pequeño teme sentirse despreciado o
rechazado por aquellos, lo que provoca la rivalidad fraterna es el temor de
que, al ser comparado con sus hermanos, el niño no logre ganar el amor y
la estima de sus padres.
Cenicienta es un cuento que atrae tanto a los niños como a las niñas, ya
que ambos sexos experimentan por igual la rivalidad fraterna y desean,
del mismo modo, ser arrancados de su humillante posición para, así,
sobrepasar a aquellos que parecen superiores.
Evidentemente, Cenicienta trata de la rivalidad fraterna en su forma más
exagerada: los celos y la hostilidad de las hermanastras y los sufrimientos
de la muchacha a causa de ellos. Otros aspectos psicológicos a los que
alude esta historia se mencionan de moda tan sutil que el niño no llega a
ser consciente de los mismos. Sin embargo, en su inconsciente, el niño
reacciona a estos importantes detalles que se relacionan con hechos y
experiencias de los que se ha apartado conscientemente, pero que
continúan ocasionándole serios problemas.
En las versiones actuales, la rivalidad fraterna suplanta al conflicto edípico
que ha sido reprimido y ocupa el punto central del argumento. En la vida
real, las relaciones edípicas, positivas y negativas, y la culpabilidad que
de ellas se desprende, permanecen a menudo ocultas a tras la rivalidad
fraterna.
A elaborar el trasfondo edípico de Cenicienta, se pretendía demostrar que
la historia ofrece una profunda comprensión de lo que se oculta tras los
sentimientos de rivalidad fraterna.
Uno de los mensajes más importantes que nos transmiten las distintas
versiones de Cenicienta es que estamos equivocados si pensamos que
debemos aferrarnos a algún objeto del mucho externo para tener éxito en
la vida. Todos los esfuerzos de las hermanastras por conseguir sus
objetivos mediante cosas puramente materiales resultan inútiles. Solo
aquel que es sincero consigo mismo, como lo es Cenicienta, alcanza la
victoria final. La misma idea se transmite por el hecho de que no se
necesita la presencia material de la madre o la del animal bondadoso.
Este mensaje es correcto desde el punto de vista psicológico, ya que,
para obtener la seguridad interna y la sensación de autoestima, no se
precisa ningún objeto externo una vez se ha desarrollado aquella
confianza básica. Los elementos del externo no pueden sustituir ni
compensar la falta de confianza básica que debía haberse adquirido en la
infancia. Aquellas personas desafortunadas que han perdido la confianza
básica al comienzo de su vida, solo podrán alcanzarla, mediante cambios
producidos en la estructura interna de su mente y personalidad, pero
nunca aferrándose a cosas de aspectos atractivo.
Cenicienta es un cuento en que se habla de rivalidad fraterna y de los
celos, y de cómo se puede conseguir una victoria total sobre ambos. Las
características sexuales que uno posee despiertan los celos y la envidia
más intensos en el que carece de ellas. Cuando termina la historia de
Cenicienta, no solo se integra y supera la rivalidad fraterna, sino también
la de tipo sexual. Lo que empieza por ser una privación completa, por
causa de los celos, termina felizmente gracias a un amor que comprende
el origen de dichos celos, los acepta y, así, consigue eliminarlos.