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Pablo Domínguez Benavente
4 de Mayo de 2016
Texto completo provisional*
Congreso Español de Sociología 2016
La identidad corporativa de
las nuevas élites políticas:
Ciudadanos y Podemos
Índice1
Resumen ........................................................................................................ 2
Introducción................................................................................................... 3
Objetivos ....................................................................................................... 5
Aproximación teórica al tema ....................................................................... 7
Metodología................................................................................................. 15
Bibliografía .................................................................................................. 17
1 Esta versión corresponde a un momento anterior al análisis. La finalización del trabajo de
campo (entrevistas a Diputados del Congreso) concluyó el 29 de abril de 2016. Si este texto
fuera aprobado para su presentación, previo a la fecha del Congreso de Sociología Español
2016, se modificará por el trabajo definitivo con el capítulo de análisis y conclusiones
completos.
Resumen
Desde la sociología de las élites se analizan los dos nuevos partidos que entran con
relevancia en la política institucional española en 2015. Interesa conocer cómo Podemos
y Ciudadanos se identifican colectivamente como clase política. ¿Qué es ser élite
política? ¿Cómo se conforma la identidad de un político institucional? Y tras la
aparición de nuevos actores en la escena partidista española ¿cambia cómo se entiende
la representación? ¿Se modifica la posición de la élite respecto a la sociedad y la
democracia? Estos son algunos de los interrogantes sobre los que gira esta
investigación que se cree pertinente por el contexto actual de crisis de legitimidad de las
instituciones y el nuevo perfil de los representantes elegidos en los últimos comicios.
Mediante una amplia reflexión teórica y entrevistas a diputados estatales de Ciudadanos
y Podemos, se explora cómo conciben como sujetos su condición de político, las
características de su grupo y la concepción de la representación y el papel de la clase
política en el sistema político. Para esto se analizará todas las dimensiones del proceso
de identificación y se establece un esquema conceptual que sitúa a ambos actores
respecto a su interpretación de lo que es ser élite política.
Como objetivos específicos se analiza cómo perciben los políticos de los nuevos
partidos a los políticos de los partidos con más trayectoria. Interpretar cómo interviene
la imagen del político “tradicional” en la construcción de las identidades corporativas de
Podemos y Ciudadanos. También es un objetivo periférico describir si las hubiera
posicionamientos diferenciados entre los dos grupos, Podemos y Ciudadanos, respecto a
su identificación corporativa.
Ambos partidos pronuncian públicamente una nueva concepción de la política, la
representación y el papel de la élite en el sistema. Interesa profundizar en cómo esta
identidad colectiva responde a lógicas de acción complejas, manejo de recursos
diferenciados, tradiciones políticas, condicionamientos sociales y culturales, y a una
posición históricamente situada que requiere de una mirada profunda para describirlas,
interpretarlas y explicarlas.
Introducción
En el contexto actual de crisis de legitimidad de las instituciones y desafección de la
ciudadanía hacia los políticos, el estudio de los mismos adquiere significativa pertinencia.
“¡No nos representan!” gritaban miles de ciudadanos en las plazas de las ciudades más
importantes de España en las movilizaciones del 15M. La percepción de distanciamiento
entre políticos y ciudadanos, pone en jaque a las instituciones representativas. Cuando la
ciudadanía percibe que la distancia entre políticos y la sociedad civil es grande, la
legitimidad de la primera se debilita. Como apunta Subirats (2015: 449) “la crisis de
funcionalidad de la política institucionalizada ha aumentado hasta tal punto que, hoy en
día, una gran mayoría de los ciudadanos del sur de Europa percibe a “los políticos” como
parte del problema y no como parte de la solución”. Los datos del barómetro del CIS de
diciembre de 2015, mes en el que se celebraron las elecciones de la XI legislatura de las
Cortes españolas, reflejan que el 90,6% de ciudadanos consideran regular, mala o muy
mala la situación política general del país. Además, un 38,8% entiende la corrupción y el
fraude como uno de los tres problemas principales en la actualidad, y otro 14,8% percibe
a los políticos y partidos de igual manera.
El Congreso de los Diputados surgido de las elecciones del 20 de diciembre de 2015,
además de los dos partidos nuevos que centran la investigación, presenta algunas
características de perfil social diferenciadas respecto a las anteriores cámaras. Como
analiza Coller (2015) en “Un nuevo Congreso”, se ha producido una renovación intensa,
con un 62% de los diputados que entran por primera vez en la cámara baja. Podemos y
Ciudadanos presentan como nuevos integrantes de la clase política a todos menos uno de
sus representantes, mientras que otros partidos como PSOE y PP renuevan en un 50% y
39%, respectivamente, a sus parlamentarios respecto a la anterior legislatura. El Congreso
en 2016 tiene más presencia de mujeres, es dos años más joven de media y es la legislatura
que acoge más diputados con formación universitaria.
Más allá de la aparición de partidos como Podemos o Ciudadanos y su responsabilidad
en la introducción de un gran número de políticos institucionales nóveles y con perfil
social diferenciado, estos se presentan con un estilo comunicativo novedoso. Ambos
partidos reivindican para sí la categoría de “nueva política”2 en contraposición de lo que
llaman “la vieja política”. Estos partidos pronuncian públicamente una “nueva”
concepción de la política, la representación y el papel de la clase política en el sistema.
La composición y el funcionamiento de la élite política son determinantes para explicar
el tipo de régimen que existe en un país (Parry, 2005: 3). De ahí que la percepción de
cambios en la élite pueda implicar cambios en el sistema, como apuntan Alcántara y
Freidenberg (2009:424). Sin embargo, Beyme (1995: 115-129) y Subirats (2015: 462)
plantean la duda de si un “recambio de élites” puede reducir el cambio institucional solo
a un relevo básico de actores, sin producirse transformaciones sustanciales en los
sistemas. Los Verdes alemanes entraron en las cámaras de representación con un perfil
más joven, introduciendo muchos profesionales sociales y educacionales, pero de clase
media y sector servicios como los políticos con más trayectoria. Cabe preguntarse si en
el caso español, la entrada de nuevos actores significa solo una renovación de sus perfiles,
o va más allá con nuevas formas de concebir la representación, el sistema político y, el
objeto de esta investigación, la forma de entenderse a sí mismo como “clase política”.
El estudio y la investigación sobre las élites está recuperando una posición de relevancia
dentro de la producción académica. El enfoque desde donde existe más literatura es en la
descripción de las propiedades sociales las élites. Se echa en falta en los estudios
internacionales, pero sobre todo en los españoles, unos análisis con más carga de
subjetivismo y reflexión sobre ya no solo cómo son las élites respecto su posición social,
sino respecto a sus motivaciones, identidades, relaciones y prácticas. Es aquí donde la
sociología de las élites políticas debe reflejar que las clases políticas “importan”. Ser élite
o clase política, no es una categoría universal e intercambiable. La cuestión de las élites
políticas responde a lógicas de acción complejas, manejo de recursos diferenciados,
tradiciones políticas, condicionamientos sociales y culturales, y a una posición
2 Esta afirmación se puede corroborar con múltiples intervenciones de sus dirigentes, pero concretamos dos
manifestaciones que reflejan muy bien el sentido del uso de “nueva política”. Por un lado el artículo en El
País escrito por Iñigo Errejón, Secretario Político y del Área de Estrategia de Podemos, “Desprecio
patricio”, del 16 de enero de 2016, donde destaca “la batalla cultural por la significación del qué es ser
representante” librada por los diputados de Podemos en la sesión de investidura
(http://politica.elpais.com/politica/2016/01/16/actualidad/1452973177_513788.html); y las declaraciones
de Albert Rivera, Presidente de Ciudadanos, en la web del partido, definiendo su partido como “lo nuevo
ante la vieja política de PSOE y PP”, el 8 de diciembre de 2015 (https://www.ciudadanos-
cs.org/prensa/albert-rivera-ayer-gano-la-nueva-politica-y-aquellos-que-tienen-un-proyecto-comun-para-
espana-con-propuestas-sensatas/8532)
históricamente situada que requiere de una mirada profunda para describirlas,
interpretarlas y explicarlas.
Las instituciones de representación política son el punto medio entre la sociedad y el
gobierno que ejerce el poder institucional (Best y M. Cotta, 2000), y para el análisis de
los sistemas democráticos debe ser clave “la atención a valores y actitudes, incentivos y
dudas para dedicarse a la política, recompensas y costes de la actividad, vínculos con la
sociedad, formas de reclutamiento” como señala Linz (1992). En esta investigación se
afrontan además los análisis de los procesos de identificación de unas élites políticas que
según contexto, e incluso partido, conciben su condición de forma diferenciada, con
implicaciones de esto en la representación y la relación entre instituciones y sociedad.
Este acercamiento puede presentar limitaciones como: problemas prácticos de acceso a
las élites, encontrarnos con relatos llenos de discursos oficiales e institucionales e
influenciados por los acontecimientos históricos del momento. Conscientes de estas
dificultades, la investigación se considera justificada según la literatura ya producida, y
también relevante por la pertinente actualidad del tema y el valor añadido de la
innovación: explorar y analizar la identidad colectiva de dos nuevos partidos políticos del
sistema político español.
Objetivos
Un debate central en los estudios de las élites ha sido siempre su definición y el establecer
sus límites. ¿A quién se considera élite? Las posturas más amplias incluyen como élite a
todos aquellos que poseen “la autoridad de dirigir, manejar, guiar programas, políticas
y actividades de las más importantes instituciones constitutivas, gubernamentales,
legislativas, educacionales, civiles y culturales de una nación” (Dye, T.R. [1976] en
Uriarte, 1997: 255). Otras definiciones igual de abiertas es la de Burton, Gunther, y
Higley (1995: 8) que categorizan como élite a la persona que según su posición estratégica
puede dentro de una organización con poder afectar en política con regularidad y
sustancialidad.
Para acotar el estudio, sí es necesario que señalemos a una porción de esta clase o élites
políticas, y para esto se utiliza el enfoque posicional. Es el más utilizado, y parte del
supuesto de que las instituciones formales y de gobierno ofrecen un mapa útil de las
relaciones de poder y, por lo tanto, considera que los que están en las posiciones más altas
de estas instituciones son los políticamente poderosos (Putnam [1976] en Uriarte y Ruiz,
1999: 258). Así se entenderán los diputados del Congreso de España, como las unidades
de análisis contempladas aquí como “elites”. La utilización exclusiva de los
parlamentarios viene motivada por el papel central del Parlamento en las democracias
representativas, donde guarda relación con los otros poderes acogiendo casi todas las
cúpulas de los partidos y el ejecutivo. Además al ser elegidos por sufragio universal
reflejan a una amplia pluralidad política de la sociedad. Otros autores han argumentado
también a favor de seleccionar parlamentarios, señalando su estabilidad frente a la mayor
volatilidad del poder ejecutivo, y su carácter deliberativo y de construcción de políticas
en arenas plurales y más complejas. Hay que sumarle la ventaja metodológica de
acotación de las unidades, facilitando al investigador la recopilación y cotejo de datos
(Uriarte, 2000: 209).
Teniendo claras las unidades de análisis, se formulan los siguientes objetivos:
- El objetivo principal es explorar y analizar la identidad corporativa de los
diputados estatales de la undécima legislatura de Podemos y Ciudadanos.
Explorar cómo conciben como sujetos su condición de político, las características
de su grupo y la concepción de la representación y el papel de la clase política en
el sistema político. Analizar todas las dimensiones del proceso de identificación
y establecer un esquema conceptual que situé a ambos actores respecto a su
interpretación de lo que es ser élite política.
- Como objetivos específicos interesa analizar cómo perciben los políticos de los
nuevos partidos a los políticos de los partidos con más trayectoria. Interpretar
cómo interviene la construcción de la imagen del político “tradicional” en la
autoconcepción identitaria como sujetos del grupo de Podemos y Ciudadanos.
También es un objetivo periférico describir si las hubiera posicionamientos
diferenciados entre los dos grupos, Podemos y Ciudadanos, respecto a su
identificación corporativa.
Interesa profundizar en cómo esta identidad colectiva responde a lógicas de acción
complejas, manejo de recursos diferenciados, tradiciones políticas, condicionamientos
sociales y culturales, y a una posición históricamente situada que requiere de una mirada
profunda para describirlas, interpretarlas y explicarlas.
Aproximación teórica al tema
El interés principal de la investigación es explorar la identidad corporativa de la clase
política institucional española que con Podemos y Ciudadanos ha entrado por primera vez
en las instituciones en 2015. La identidad corporativa será entendida como un proceso.
Esto la hace dinámica y progresiva, fruto de cambios continuos influenciados por diversos
factores, tornando un carácter multidimensional. Por lo tanto, hay que aclarar desde el
principio que cuando se hable de “identidad”, en realidad se quiere expresar “proceso de
identificación”, que refleja la construcción de las identidades considerándose diferentes
dimensiones, estructuras, contextos y contenidos.
La concepción de lo que es ser “clase política” es cambiante. La disputa por su definición
es continua entre los diferentes actores que intervienen y que se consideran parte de ella
de forma diferenciada. Este proceso de redefinición constante pone el foco aparte de en
el ser, en el hacer identidad, en el obrar una forma de “clase política”. Además, hay que
contemplar que la identidad corporativa-profesional no aparece sola y sí relacionada y en
interacción con otras, y estrechamente relacionada con la identidad personal (Ruvalcaba,
Uribe, y Gutiérrez, 2011).
La identidad corporativa se construye como las demás identidades en procesos sociales
de interacción, mezclando factores de índole individual, de grupo y de contexto socio-
político o de extra-grupo. La diferenciación según Brown (2000), se produce en estos tres
niveles: a) Personas subjetivamente identificadas con el grupo, b) Un grupo en situación
que permita la comparación con otros, y c) un extra-grupo que debe de ser diferenciable
para ver como de distante se encuentra como modelo.
Estos tres niveles suponen un recurso analítico sin entenderse la realidad social dividida
en ellos. Los procesos de identificación se componen de interacciones necesarias entre
todos los elementos que pudieran diferenciarse en los tres niveles del esquema planteado.
Sin olvidar esto, y siguiendo los tres niveles de clasificación, se plantea el siguiente
esquema que organiza las dimensiones y conceptos de la investigación:3
a) Nivel individual: Perfil social, motivaciones, trayectorias socio-políticas del
representante, etc.
b) Nivel grupal: Estructuras organizativas del partido, nivel de cohesión, formas
de reclutar, símbolos compartidos (elementos estéticos, vestimenta, lemas…),
autoconcepción, construcción de las fronteras simbólicas del grupo, papel de
los lideres, etc.
c) Nivel social: Contexto sociopolítico concreto. Relación élites y democracia,
concepción de la Representación, Profesionalización, Distanciamiento social
de la élite, cambios socio-políticos, etc.
Nivel individual
Las posiciones individuales de los políticos condicionan sin duda la interacción y la
construcción de la identidad corporativa de la clase política. Las propiedades sociales de
la élite ha sido quizás el tema que más se ha estudiado empíricamente respecto a ella. El
sexo, la profesión, la edad, el nivel de estudio, la procedencia urbana o rural, etc. Max
Weber destaca entre los clásicos señalando las “afinidades electivas” que existían entre
algunas profesiones y el ejercicio de político, como abogados, funcionarios, periodistas,
clérigos, maestros, profesores, médicos, farmacéuticos, agricultores ricos, fabricantes…
(Weber, [1998], 1918).
3 Este listado no pretende ser exhaustivo. Refleja la organización teórica de conceptos con los que se
construye la identidad corporativa del político, ofreciéndose como un disparador de ideas para el diseño
metodológico del estudio.
Los estudios revelan que la clase política es más homogénea que lo que es la sociedad. A
esto se refiere Kornhauser (1961) cuando afirma que “los orígenes comunes de viejas
familias de la alta clase, afiliaciones religiosas, nivel educativo, y los mismos gustos”, en
definitiva parecidos estilos de vida, facilita entre la élite la comunicación e integración
del grupo.
Otro aspecto estudiado y relacionado con el sujeto político institucional es la motivación
que lo llevan a situarse en la “oferta” en términos de Pippa Norris (Uriarte, 2000) en el
proceso de reclutamiento. Es decir, que lleva a las personas a estar disponible y desear
que los partidos las seleccionen para ocupar un cargo público. Weber ya reflexionó sobre
esto con su clásica distinción entre el político vocacional y profesional, el que vive para
la política o el que vive de la política. “Quien hace política aspira al poder; al poder como
medio de consecución de otro fines (idealista o egoístas) o al poder “por el poder”, para
gozar del sentimiento de prestigio que él confiere” (Weber, [1998] 1918). Las
motivaciones reflejadas por la clase política o recogidas por quienes las han investigado
reflejan como las más relevantes las relacionadas con la tradición familiar, la defensa de
los ideales de un partido o el servicio público. Esta última es la respuesta con mayor
“deseabilidad social” sin duda, pero no tiene por qué estar muy alejada de la realidad
necesariamente.
La tendencia al liderazgo o incluso a la tendencia a trabajar para un líder, motiva más a
veces que hacerlo para un programa o unos ideales. Estos casos se dan cuando existe un
liderazgo fuerte, o los partidos son nuevos y necesitan afianzar su cohesión interna
entorno a una persona que lidere. Es a lo que Weber llamó “liderazgo carismático”, y que
también recoge Uriarte (2000) cuando analiza las motivaciones de la élite española de
final del siglo pasado.
Hay aspectos individuales que tienen que ver con la trayectoria política y personal, y que
influyen en la construcción de la identidad corporativa como clase política. Se entiende
que el recorrido o dónde haya estado el político antes de ser representante condiciona su
percepción del grupo y de su papel. La existencia de sociabilidades familiares y los
determinantes históricos de los primeros contactos; los aprendizajes prácticos; las toma
de posición implicadas; los grupos de pertenencia y la importancia de las redes de
sociabilidad a la hora de construir su trayectoria (Gené, 2014:106). La concepción de la
élite, de la función de la clase política, de las implicaciones de la representación política
o la postura ante las instituciones, podrán depender de esta trayectoria personal, político-
profesional y de la socialización más general del individuo.
Nivel grupal
Las características del grupo y su conformación como tal, son quizás las más visualmente
reconocidas como conformadoras de la identidad corporativa. En este caso, el partido
político concreto influye en sí en la construcción de la identidad de la clase política que
alberga y en la que participa en esos procesos de interacción que hacen por la definición
de ambos.
Los teóricos clásicos de la élite ya definían como importante el partido y la forma en la
que se organizaban. Para Weber los partidos y la organización burocrática era primordial
para la concepción del nuevo, por entonces, político profesional. Más o menos de acuerdo
con las concepciones clásicas de los partidos, se entiende que el nivel de integración y
cohesión, de solidaridad interna, la jerarquía, la distribución de poder dentro de la
organización, nivel de deliberación de la estrategia, la disciplina de voto… influyen en la
interacción y autoconcepción como clase política por parte del sujeto, del grupo y de los
otros actores. Subirats (2015) reflexiona sobre los nuevos partidos poniendo el acento en
su organización más flexible. En ellos la militancia es laxa y la “pertenencia líquida”,
provocando que formar parte del grupo sea un criterio meramente subjetivo, donde el
querer pertenecer suele bastar para hacerlo.
El proceso de reclutamiento en un sistema representativo liberal hay que entenderlo como
un proceso social y también político (Best y M. Cotta, 2000). El parlamentario es producto
de un ciudadano predispuesto (motivado) y con recursos atractivos (financieros,
contactos, experiencia, formación, flexibilidad laboral, etc.), que es seleccionado por un
partido o un grupo organizado, y que por último es seleccionado por el electorado entre
muchas opciones dentro de un complejo sistema institucional que puede ser diferente en
cada país. Giddens (1972) apunta que existe una relación entre la forma de reclutamiento
y el funcionamiento posterior de esta élite, como también señalan otros autores. Un
reclutamiento cerrado será fruto y provocará más probablemente una élite uniforme y
estable, mientras que otro abierto, progresivamente más aplicados por los partidos, puede
favorecer una élite más heterogenea con una inestable integración. El grado en que el
partido tenga más o menos peso en el proceso de reclutamiento determinará cuanto es lo
que se debe a él el representante.
Aunque esta predominancia del partido, no impida que existan otros canales que
empiezan a ganar relevancia. Para Delgado (1997) en la “nueva cultura política” de
gestión profesional cualificada de lo público, la proveniencia del sector privado
profesional o intelectual es una buena carta de presentación. En los gobiernos de González
para ser ministro era más importante la notoriedad de tu carrera profesional y
generalmente administrativa que ser parlamentario o tener una carrera larga en el partido,
y esto podría reproducirse y ser así en los nuevos partidos que tienen una militancia y
unas estructuras más débiles (Baras, 2001).
Pese si se asume la hipótesis de la flexibilización de las estructuras de los partidos, que
sería siempre parcial y relativa, la organización sigue estableciendo sus fronteras propias
de grupo sin las que no sería. Esto es la autopercepción colectiva como partido de una
determinada manera. Esta identidad partidista juega un fuerte papel en la construcción de
la identidad de clase política, ya que se ejercen conjuntamente.
Los partidos como competidores en una disputa del poder encuentran fácilmente al
“diferente” para usarlo de espejo y concebirse según similitudes y principalmente
diferencias respecto a él. El “otro” partido es rival en una batalla cultural, simbólica y
discursiva que sirve entre otras cosas para conformar la identidad como grupo. Para
acercar lo concreto, los nuevos partidos imaginan y se contraponen al “político
tradicional”, siendo según a ellos como construyen su identidad, diferenciándola. Esta
disputa por el sentido de la categoría “clase política” permite rastrear valores y principios
compartidos por la élite global de un sistema y por subgrupos, generalmente partidos
políticos.
Los partidos políticos, como grupos, sustentan y se apoyan en símbolos compartidos para
reforzar su cohesión entorno a una idea de partido. Una ideología o un conjunto de valores
morales pueden ser el nacimiento de cualquier organización política, y casi siempre la
defensa de los mismos es lo que “justifica” la existencia del partido. Estos valores y
discursos serán más o menos relevantes como signos de identificación según el partido
y el contexto. Símbolos tangibles como banderas, himnos, gestos o vestimentas también
suponen elementos sobre los que sustentan las identidades partidarias, y con ellas la de
clase política. Por ejemplo, en momentos especiales los dirigentes utilizan vestimentas
como símbolos que los identifican al partido al que pertenecen (Delgado, 1997). De
hecho, el uso estratégico de la estética como diferenciador y potenciador de identidades
está muy vigente.
Para terminar con los elementos que conforman la identidad grupal se propone al
liderazgo como un factor más de interacción en su construcción. La imagen de este es
construida en la interacción con su grupo y el resto de actores, influyendo el contexto
general, los otros líderes y la significación política de sus propuestas. Es decir, se huye
de la personificación del líder político, para siguiendo a Rico (2009) percibir el contenido
político sustantivo, más allá de los caracteres personales de los candidatos, que encierran
las imágenes de los líderes.
Nivel de contexto socio-político
Como tercer grupo de elementos que interactúan en la construcción de la identidad
corporativa de la clase política con los restantes están las concepciones e implicaciones
del contexto sociopolítico concreto donde se desarrolla. Se tiene la tendencia a la
generalización cuando se habla de la clase política, pero al igual que no es la misma la
liberal que la autoritaria, también entre sistemas representativos democráticos los estudios
los estudios comparativos empíricos demuestran que el contexto importa mucho, y hay
que darle un gran peso en el acercamiento a las élites (Eldersveld, 1989). Según Putnam
el mejor predictor para saber cómo es la élite sigue siendo el país. Para Parry (2005) el
sistema debe ser estudiado todo el tiempo, es central y es un calculador de la acción de
los actores políticos. Hay que mirar el contexto temporal completo de lo que se estudia.
El debate más largo, y quizás aún vigente es el que han tenido elitistas, pluralistas y
demócratas, en la definición de las élites y su papel dentro del sistema político. Esta
reflexión teórica sirve para colocar a la clase política frente al sistema representativo y
frente a la democracia y cuestionarse su naturaleza así como su función, en el sistema
político actual.
“En cualquier ciudad no importa como esté ordenada, en los niveles de comando no hay
más de cuarenta o cincuenta personas”. Estas palabras de Maquiavelo (Mosca, 1939)
inauguran prácticamente el estudio de las élites y contienen todo lo esencial de la visión
elitista. Para esta corriente existe un grupo minoritario de personas, organizado,
consciente de su situación de privilegio y por lo tanto, conservador en sus acciones para
mantener esa posición de gobierno. Mosca es uno de los teóricos más importantes del
elitismo, y que también señala las diferencias sociales de origen que existen entre la élite
y la mayoría de la población. Las élites además son universales, es decir, existieron,
existen y existirán en todas las sociedades y en todas las épocas. Es inevitable para los
elitistas que existan élites y su contraposición, masa o dominados. Este esquema dualista
se aplica para todas las relaciones dadas en sociedad
Un paso más lejos del elitismo clásico y más cerca de la democracia radical, se encuentra
el elitismo democrático. En él se sigue concibiendo necesaria la existencia de una élite,
pero esta compite por el poder en las instituciones. La democracia procedimental: hay
democracia si hay competición libre por votos, no siendo esta un fin en sí misma sino un
medio. El precursor que teorizó sobre la democracia como método fue Schumpeter: “la
democracia no significa otra cosa que la oportunidad con que cuenta el pueblo para
aceptar o rechazar a los hombres que han de gobernarlos” (Schumpeter, citado en
(Bachrach, 1967)). Las élites son el centro de la democracia y, como apoya Sartori,
garantes de la misma: “la función principal de las élites es frenar a las masas, impedirles
caer en la tentación del perfeccionismo.” La visión pluralista cambia en cuanto que ahora
ya no se ve a la élite como un todo cohesionado sino como un terreno de disputa. Existen
grupos diferenciados que compiten y son rivales por el poder.
Por último, algunos teóricos demócratas radicales, como Bachrach (1967) o Kornhauser
(1961), creen en la posibilidad de la ruptura del binomio y relación desigual entre élites
y masas. La participación política se disputaría entre iguales en democracia, y las
posiciones adquiridas de élites por algunos pueden ser revertidas por una contra-élite que
no reproduciría los “vicios” de la anterior.
En todas las reflexiones sobre élites y democracia está presente y en debate el concepto
de representación. Quién es representante, cómo deben de ser o qué deben de hacer
fluctuará según se conciba el sistema como más o menos democrático. Desde la visión
más clásica, representar es ejercer el poder político de otros, que se lo ceden y le permiten
actuar con total libertad (Mill, JS, [2007] 1861). Es un acercamiento formal, casi
normativo, al concepto de representación que se ve reducido al plano institucional y
adquiere un sentido estático.
Aquí siguiendo a Saward (2010) se concibe la representación como un concepto
dinámico, en constante cambio y difícil de describir fija o establemente. Qué es
representación y cómo se ejerce, entra en un proceso de cambios donde los diferentes
actores, incluidos los no “representantes” hacen por definir representación. Ese carácter
multifacético y amplio es el que permite plantear a los actores desafíos a la forma concreta
de representar de otros actores e intentar llevar a los márgenes de la representación hacia
sus influencias. Es decir, el qué, el quién y el cómo de la representación está en juego
constante de redefinición, lo que permite observar diferencias entre contextos, partidos e
individuos.
El fenómeno de la profesionalización no es nuevo, pero como apunta la literatura la
dedicación exclusiva a la política en España está creciendo (Coller, 2015). Pero el
concepto de profesionalización va más allá de significar que se toma la política como
fuente única de ingresos. Weber ([1998] 1918) fue de los primeros en analizar a esos
políticos, que más allá de la vocación trataban a la política como una actividad formal a
la que iba emparejada una acción racional, normal de las sociedades modernas. Para
identificar a los políticos que se perciben como profesionales o que conciben a su
actividad como una profesión se puede recurrir a aspectos subjetivos en el desarrollo de
sus funciones (como la tecnificación de los cargos públicos, como ejemplo), o de forma
más objetiva, fijándonos en los años que lleva el representante en su cargo o si carecería
de otra forma de remuneración si dejara el escaño. Poseer y perseguir adquirir los saberes
prácticos valorados y los códigos compartidos de la clase política, que son dinámicos y
cambiantes, ayudan a indentificarse como clase política de forma subjetiva. Pueden ser
según contexto y partidos valores, normas y censuras del aprendizaje del habitus político,
siguiendo a Bourdieu (En Gené, 2014:108). Beyme (1995) apunta que el tipo e ideología
concreta del partido político influirá en el grado y forma de profesionalización de su clase
política. Así el político será un tecnócrata, un gestor o un representante de la voluntad
popular, según las diferentes concepciones de la representación que se defina como un
componente más de su identidad corporativa.
Metodología
Los objetivos de la investigación exigen el uso de metodología cualitativa. La misma
permite ver lo subjetivo, multidimensional y procesual del fenómeno que centra la mirada
en este estudio. Para ello de forma inductiva, se parte de unos objetivos y no unas
hipótesis, para que el análisis de los materiales producidos mediante el proceso de
investigación, recursivo y abierto, oriente la elaboración de una representación
sociológica.
Como todo análisis sociológico este posee un componente comparativo. Indagando a los
actores desde sus subjetividades, se construye una representación del fenómeno,
prestando atención en superar los desafíos propios del individualismo metodológico:
saber gestionar las singularidades, controlar las generalizaciones absolutas o salvar las
ilusiones biográficas, huyendo siempre del estereotipo infundamentado.
De forma coherente se empleará una técnica cualitativa que produzca la información. Las
entrevistas semiestructuradas es un importante modo de acceso a las muy diversas
problemáticas del proceso de identificación. Permite el acercamiento al actor protagonista
de forma dirigida, pero construyendo un testimonio encarnado subjetivamente. Para Gené
(2014: 105):
“Es una vía privilegiada para indagar en el sentido de sus biografías, sus procesos
de socialización política y el establecimiento de solidaridades grupales. Además
permite acceder a la densidad de la perspectiva de los actores y su interpretación
sobre determinados procesos, pero también establecer su relativa regularidad y sus
efectos en el campo político.”
Las entrevistas semiestructurada responden a una cierta estandarización (no son
personales, tienen un guion), aunque son flexible a una expresión más libre de respuesta
que un cuestionario. El entrevistador tendrá un papel semi-directivo, conduciendo la
conversación según el patrón que define los objetivos de la investigación.
Correspondiéndose con los objetivos y los recursos disponibles se realizaron en total 12
entrevistas a diputados de la undécima legislatura (Madrid, abril de 2016). Cinco de ellas
a representantes de Podemos y siete a análogos de Ciudadanos. Para la selección de los
sujetos concretos se buscó una distribución equitativa en sexos, diferentes franjas de
edades, y diversas procedencias político-profesionales, incluyendo siempre algunos casos
de diputados a los que no se le conoce profesión previa a la de político institucional.
En cuanto al cargo o posición del diputado en la jerarquía u organigrama del partido o
grupo parlamentario, no se prevalecerá a las direcciones, ya que como argumenta (Gené,
2014: 112) seleccionar a actores en los “márgenes” ayuda a encontrar actores que poseen
una mirada menos habituada sobre su propia práctica, tienen menos interiorizados el
control de sí, y su discurso está menos oficializado.
Como resultado de análisis se presentará una reflexión acorde con los objetivos de la
investigación y el esquema conceptual elaborado en el marco teórico. Los enunciados
recogidos durante el trabajo de campo serán la base y sustento de los comentarios y el
análisis.
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