La Idea de Principio en Leibniz-GB

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La idea de principio en Leibniz y la evolución de la teoría deductiva (José Ortega y Gasset, La idea de principio en Leibniz y la evolución de la teoría deductiva,  Biblioteca de la Revista de Occidente, Eecé Editores, Buenos !ires "#$%&' Este libro inédito de Ortega reúne, dentro de la bibliografía orteguiana, características singulares. Es, con mucho, el libro más extenso de Ortega (casi 450 áginas!, ese a estar incomleto "le faltan los caítulos ## $ ###, recisamente a%uellos destinados a exoner el tema titular de la obra". Es también un libro &técnico' tanto or su tema como or su eecuci)n. En él asoman abundantes citas de escolásticos (Escoto, *%uasarta, +uáre, *rriaga-! $ de matemáticos (Euclides, ilbert!. /ulián arías ha sentido la tentaci)n de decir %ue este libro es el más imortante de Ortega, de todo cuanto escribi) en su 1ida $, más aún, %ue es el libro más imortante ublicado en lo %ue 1a de siglo. 2a segunda tentaci)n es, sin duda, hierb)lica, ero la rimera está  lenamente ustificada. Estas áginas críticas exresan algo del esfuero %ue un hombre erteneciente a las generaciones de los %ue $a no recibieron directamente el magisterio de Ortega, hace or comrender el significado de este magisterio, a ro)sito de su obra más imortante. Este libro de Ortega, en efecto, redunda todas las eculiaridades de su estilo. 2a alabra de Ortega, ese al tecnicismo del libro, aarece, como siemre, reumando modos felices, brillantes $ eficaces de decir (&el existencialismo saca de sus aulas todas las  alabras de resa'3 &cien o ltaires comrimidos en una astilla no bastan ara ocasionar la menor dubitaci)n a un hombre de 1erdad cre$ente'3 c.!. 6omo siemre, también Ortega, en este libro, se nos aarece en rimer lano con su oderosa resencia. *caso a%uí las autorreferencias son más frecuentes e intensas $ alcanan un gran interés autobiográfico. 7ambién se echa de 1er en este libro un reiterati1o anhelo de se8alar nue1os temas 1írgenes, le1antar caa sin cesar, como si Ortega hubiese asumido $ acetado esta tarea de &oeador' %ue, desde el rinciio de su 1ida literaria, le se8al) la crítica. 9:04; 7ambién en este libro aarece, más abundante %ue ninguno, la 1olutuosidad %ue Ortega sentía como descubridor, el entusiasmo de creerse el rimero en 1er, con oos frescos, aisaes no 1istos $ acaso tan ob1ios %ue &es una 1erg<ena %ue otros no ha$an caído en la cuenta' (áginas :==, :=>, :?=, @:@, @@?, @AB, @44, @A?-!. 6laro está %ue nunca o casi nunca resulta Ortega haber sido el rimero en caer en la cuenta. C*caso escolástica no es un término reetidas 1eces utiliado como categoría suerior al concreto significado %ue, or antonomasia, recibe de la Edad edia occidentalD asta recordar los nombres de assonFOursel, +cheler. C*caso el otimismo de 2eibni no está desarrollado sobre un fondo esimista, si esimismo es la ciencia de %ue todas las cosas concretas son imerfectas $ no or accidente, sino or esenciaD G, sin embargo, oigamos a Ortega (ágina 4@4!H &2eibni no dice, como los demás, %ue el ser es bueno. Iarece no contentarse con ello. Jecesita decir %ue es el

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La idea de principio en Leibniz

y la evolución de la teoría deductiva

(José Ortega y Gasset, La idea de principio en Leibniz y

la evolución de la teoría deductiva, Biblioteca de la

Revista de Occidente, Eecé Editores, Buenos !ires

"#$%&'

Este libro inédito de Ortega reúne, dentro de la bibliografía orteguiana, características

singulares. Es, con mucho, el libro más extenso de Ortega (casi 450 áginas!, ese a

estar incomleto "le faltan los caítulos ## $ ###, recisamente a%uellos destinados a

exoner el tema titular de la obra". Es también un libro &técnico' tanto or su temacomo or su eecuci)n. En él asoman abundantes citas de escolásticos (Escoto,

*%uasarta, +uáre, *rriaga-! $ de matemáticos (Euclides, ilbert!. /ulián arías ha

sentido la tentaci)n de decir %ue este libro es el más imortante de Ortega, de todo

cuanto escribi) en su 1ida $, más aún, %ue es el libro más imortante ublicado en lo

%ue 1a de siglo. 2a segunda tentaci)n es, sin duda, hierb)lica, ero la rimera está

 lenamente ustificada.

Estas áginas críticas exresan algo del esfuero %ue un hombre erteneciente a las

generaciones de los %ue $a no recibieron directamente el magisterio de Ortega, hace or 

comrender el significado de este magisterio, a ro)sito de su obra más imortante.

Este libro de Ortega, en efecto, redunda todas las eculiaridades de su estilo. 2a alabra

de Ortega, ese al tecnicismo del libro, aarece, como siemre, reumando modos

felices, brillantes $ eficaces de decir (&el existencialismo saca de sus aulas todas las

 alabras de resa'3 &cien oltaires comrimidos en una astilla no bastan ara

ocasionar la menor dubitaci)n a un hombre de 1erdad cre$ente'3 c.!. 6omo siemre,

también Ortega, en este libro, se nos aarece en rimer lano con su oderosa resencia.

*caso a%uí las autorreferencias son más frecuentes e intensas $ alcanan un gran interés

autobiográfico. 7ambién se echa de 1er en este libro un reiterati1o anhelo de se8alar

nue1os temas 1írgenes, le1antar caa sin cesar, como si Ortega hubiese asumido $

acetado esta tarea de &oeador' %ue, desde el rinciio de su 1ida literaria, le se8al) lacrítica. 9:04; 7ambién en este libro aarece, más abundante %ue ninguno, la

1olutuosidad %ue Ortega sentía como descubridor, el entusiasmo de creerse el rimero

en 1er, con oos frescos, aisaes no 1istos $ acaso tan ob1ios %ue &es una 1erg<ena

%ue otros no ha$an caído en la cuenta' (áginas :==, :=>, :?=, @:@, @@?, @AB, @44,

@A?-!. 6laro está %ue nunca o casi nunca resulta Ortega haber sido el rimero en caer

en la cuenta. C*caso escolástica no es un término reetidas 1eces utiliado como

categoría suerior al concreto significado %ue, or antonomasia, recibe de la Edad

edia occidentalD asta recordar los nombres de assonFOursel, +cheler. C*caso el

otimismo de 2eibni no está desarrollado sobre un fondo esimista, si esimismo es la

ciencia de %ue todas las cosas concretas son imerfectas $ no or accidente, sino or

esenciaD G, sin embargo, oigamos a Ortega (ágina 4@4!H &2eibni no dice, como losdemás, %ue el ser es bueno. Iarece no contentarse con ello. Jecesita decir %ue es el

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meor $ %ue es el )timo. Esto nos hace caer en la cuenta de %ue habla en comarati1o,

$ ahora sí %ue nos sorrendemos. Ior%ue resulta %ue 2eibni, con todo su famoso

otimismo, no afirma %ue el mundo es bueno simpliciter, sino s)lo %ue es el meor de

los osibles, lo cual significa %ue los demás son menos buenos, or tanto, %ue inclu$en

ma$or mal, or tanto, %ue son eores. G he a%uí c)mo, al afirmar %ue nuestro mundo es

el meor osible, en rigor reconoce s)lo %ue es el meor de los no buenos, or tanto, delos malos. Esto nos hace colegir lo %ue menos odíamos sosecharH %ue el mundo no

s)lo no es bueno, sino %ue un mundo simpliciter  bueno, or tanto, sin maldad, es

imosible'. Esta consecuencia &insosechada' %ue saca Ortega, la había sacado $a el

 roio 2eibni. En su exlícita conceci)n, la fuente del mal es la imerfecci)n

inherente a todo mundo osible de seres finitos, limitadosH el mal metafísico consiste

 recisamente en la limitaci)n del ser finito3 or tanto, el mundo de 2eibni es

 simpliciter  malo, recisamente or ser finito. El esimismo es el bao continuo del

otimismo mel)dico leibniiano. El bien metafísico, %ue lo abraa todo, es causa del

mal, como ense8) $a 6risio, $ los dualistas &se enga8an al retender %ue el bien del

todo esté exento del mal de las artes' (Teodicea, :>> $ sigs.!. En estos términos se

 lante) la olémica con a$le. Es osible %ue, alguna 1e, la fuera de la melodíaotimista se ha$a sobreuesto un tanto al bao continuo esimista3 ero éste seguía

sonando $ muchas 1eces ha sido escuchado. Es, or eemlo, el caso de Ioe. e a%uí

como lo exlica Iaul aard, con giros idénticos a los %ue emleará OrtegaH &Ke

2eibni, Ioe no tomaba todo3 con 2eibni no coincidía enteramente'. &7odo está lo

menos mal osible' c. (traducci)n esa8ola de /ulián arías, de El Pensamiento

 Europeo en el siglo XVIII, :>4=, ág. A05!.

Ortega eercita deliberadamente en este libro &2a ra)n hist)rica'. +e roone llegar a

comrender hasta el fondo el significado del principialismo de 2eibniH es decir, de la

costumbre leibniiana de formular rinciios $ más rinciios generales. Ortega 1a

encendiendo las más 1ariadas luces de la istoriaH Ilat)n, *rist)teles, los estoicos,

Euclides- CLué eran los rinciios ara estos hombresD C*caso ha de ugarse %ue la

sabiduría antigua se deri1a de unos ocos rinciiosD C*caso, desde *rist)teles hasta

Escoto, no se admiten decenas $ decenas de rinciiosD Iues los géneros son

incomunicables3 los rinciios de la *ritmética son distintos 9:05; de los de la

Meometría. En rigor, cada definici)n %ue se introduce es un nue1o rinciio.

Esto hace %ue el libro de Ortega resulte ser, rincialmente, un conunto de análisis de

las más 1ariadas eistemologías, casi una miscelánea de meditaciones hist)ricas. Ortega

nos descubre una auténtica erudici)n, un conocimiento familiar de los textos, un

esforado afán or comrenderlos en su significaci)n hist)rica.

Nn interés tan uni1ersal or las cuestiones hist)ricoFl)gicas $ filol)gicas está mu$

exuesto, or lo ronto, a 1aguedades. Fundamentalmente, a mi juicio, el libro de

Ortega es un libro de vulgarización El ner1io de la obra orteguiana es el conceto de

 rinciio, según 2eibni3 la exigencia de una rueba de los rinciios3 lo %ue

reresentan los rinciios en la teoría de la ciencia antigua $ moderna, c. Nn conunto,

en suma, de cuestiones cu$o tratamiento riguroso se encuentra en obras $ artículos de

sobra conocidos or los esecialistas. Ortega, or cierto, no llega a afrontar el tema

titular a fondo "or eemlo, no toca la cuesti)n decisi1a de la conexi)n entre los

 rinciios leibniianos, esecialmente el de ra)n suficiente, $ la mentalidad técnica del

&homo aber' (%ue fue el tema de la conferencia de @5 de ma$o de :>5= $ del semestrede in1ierno 55F5=, en riburgo, bao el título !er "atz vom #rund, de eidegger!,

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aun%ue es mu$ robable %ue reser1ara estas cuestiones a los árrafos de los caítulos ##

$ ### anunciados". Otro tanto uede decirse de la informaci)n concreta sobre la

 resencia de 2eibni en nuestros días. ubiéramos agradecido citas concretas %ue

testimoniasen la actualidad de 2eibni (or eemlo, las obras de *. arch, $atur und

 Er%enntnis3 Polff, T&eoret&isc&e '&emie!. 2a amlitud $ 1ariedad de los temas tocados

 or Ortega en este libro su$o es ocasi)n de incurrir en errores imortantes, en1aloraciones discutibles, mal entendidos o desenfo%ues. Este libro de Ortega se resiente

de gra1es omisiones, silencios %ue, si bien son lenamente legítimos en otras

circunstancias, no lo son en el ni1el en %ue nos hallamos situados, recisamente gracias

a Ortega mismo. Ior eemlo, en el árrafo :?, echo de menos una referencia a la teoría

de la di1isi)n de Ilotino, cuando en la nota de la ágina :55 se habla de Ilat)n, $ en

 árrafo A: (ág. A?0! se agradecería también una cita del neolatonismo, cu$a es, en

1erdad, &esa idea magnífica e insigne eemlo de c)mo es osible entre1erar la

dialéctica $ el mito'. En el árrafo :, ág. :4, arece obligada una referencia a la

famosa cuesti)n de los principia(media de acon $ ill. En el árrafo ?, ágina =B, se

abre1iaría mucho si Ortega utiliase la terminología habitual en l)gica de relaciones

(relaciones conexas, simétricas, orden, c.!. En el árrafo ::, hacia la ág. B4, gastaOrtega mucha tinta en exoner distinciones tan 1ulgares como la %ue media entre la

 ertenencia $ la inclusi)n. En el árrafo :4, ág. :@=, debiera haberse citado

exlícitamente a las teorías oeracionalistas (ad modum ridgman!. El &racticismo

te)rico' de los creadores de ciencia (nota de la ág. :@=! no es ningún descubrimientoH

es una obser1aci)n %ue se remonta $a al círculo socrático, hasta el unto de %ue el

&con)cete a ti mismo', según muchos historiadores, iría dirigido a esos rácticos

científicos3 $ se mantiene hasta el usserl de la &ilosofía como ciencia rigurosa'. En el

 árrafo :?, ágina :55, simlificaría mucho la distinci)n, $a usada or Qant, entre

&6anon' $ &Regla'. En 9:0=; el árrafo :B, ág. :??, se dice %ue en la exosici)n de

+anto 7omás el entendimiento 1endría a ser una misma cosa con la imaginaci)n. En el

 árrafo :@ ha$ una confusi)n gra1ísima entre las artes integrantes (los ángulos del

triángulo! $ las genéricas, con todas las consecuencias %ue esta confusi)n arrastra. 2a

exosici)n de la deducci)n, según *rist)teles, corresonde más bien a la exosici)n de

la construcci)n de concetos de Qant. En el árrafo :>, ágs. :>5 $ ss., ha$ un

tratamiento excesi1amente elemental $ tri1ial del tema de la inducci)n, $ en la ágina

:>5, al hablar, de la definici)n, resultado de una inducci)n, no se tiene en cuenta la

distinci)n fundamental entre las dos clases de la inducci)n en *rist)teles (la exone, or 

eemlo, runschSigH )as etapas de la *iloso*+a matemática!.

El anhelo irresistible en Ortega or ser el rimero en descubrir las cosas, esa conciencia,

%ue Ortega arecía tener de %ue &comrender algo es comrender el rimero' le lle1aconstantemente a desfigurar los hechos, a in1entar, a ser 1íctima de ilusiones o errores.

Iara %ue no %ueden estas afirmaciones en el aire, me atendré al análisis crítico de una

muestra concreta. Jo retendo, en modo alguno, se8alar errores concretos de Ortega,

cuanto llegar a comrender el mecanismo de su roducci)n. 2as obser1aciones %ue

acabo de hacer no tienen el sentido de un censo edantesco de errores, sino s)lo el

sentido de una &rueba de existencia' de %ue estos errores se encuentran efecti1amente

en el libro de Ortega.

6omo specimen del modo de roceder de Ortega, nos 1aldrá el árrafo @5 sobre la

 *antas+a catalptica de los estoicos. *%uí 1emos a Ortega en su más íntimo taller, en la

 lenitud de su artesanía. En medio de una fresca erudici)n, se nos aarece su clara1isi)n iluminando, de un modo nue1o, tema tan antiguo. Ior%ue nadie "1iene a decir

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Ortega" ha comrendido lo %ue la fantasía catalética significa ara los estoicos. Jo es

una suerte de e1idencia, inducida or los sentidos, %ue des)ticamente dominasen el

alma entera del hombre. Es algo más rofundo3 algo %ue s)lo gracias al conceto de

creencia "en cuanto contrauesto a idea " uede sondearse adecuadamente. 2a e1idencia

catalética no mana de los sentidos, sino de la creencia en los sentidos. G esta creencia,

%ue es la fuente de la e1idencia, como lo es de los demás sentidos, incluso el decontradicci)n, o de los rinciios de la fe, deri1a de &la gente', del &se dice' "or tanto,

de su carácter t)ico, en el sentido aristotélico". Es la gente el manantial de la catalesia

estoica. Ior ello es la e1idencia estoica un efecto de naturalea sugesti1a, asunción

ciega por sugestión colectiva (ág. @>A!. En ella somos cauti1ados, como hinotiados,

casi a la manera como la ra$a de tia en la mesa del billar, hinotia al gallo. Es %ue

esos rinciios, %ue fraguan en nosotros de un modo mecánico $ físico, configurando

nuestra mente en lena asi1idad, nos sumen 1erdaderamente en un &estado

catalético', %ue es el estado de ensar ciego $ mecánico generado or sugesti)n e

hinotiaci)n colecti1a (ág. @>4!. G nada de esto "sobreentiende Ortega en este

caítulo" imorta al 1erdadero fil)sofo, $ %uien %uiere como 2eibni, incluso robar los

 rinciios e1itando lo %ue les ocurri) a los estoicos, ser hinotiado or ellos.

2a exosici)n de Ortega "resumida mu$ libremente en las líneas %ue anteceden" es

sumamente brillante, fascinante. Ortega era, sin duda, un 9:0?; gran sugestionador %ue

se dirigía &a la fantasía catalética' de sus discíulos. 6onoco algunos de estos %ue

 arecen, cuando hablan de Ortega, hinotiados, más %ue racionalmente, ersuadidos.

#ncluso los %ue no hemos tenido la ocasi)n de sentir la fascinaci)n directa del maestro $

s)lo lo conocemos rácticamente or sus escritos ($o s)lo una 1e he escuchado a

Ortega! tenemos %ue dear asar un rato eserando a %ue se encalme la 1ibraci)n de la

 alabra orteguiana, ara darnos cuenta de %ue, en rigor, sus nue1as 1isiones sobre el

estoicismo, no son 1isiones sino in1enciones, $ lo %ue es más curioso, no son ni si%uiera

nue1as. 2o único %ue ha ocurrido es %ue Ortega, arrastrado or la fuera de alabras

tales como &catalesia' o &creencia' ha desarrollado ante nosotros un brillante

-uaternio terminorum, usando catalepsia en el sentido de la Isi%uiatría actual, $

trasfiriendo esta aceci)n al ensamiento estoico3 o ha ensa$ado una terminología

nue1a ara concetos conocidísimos. Jos ha encantado, nos ha di1ertido. Iero si

tomamos al ie de la letra sus ense8anas (como arece tomarlas el mismo Ortega,

embriagado or sus roias artes! diríamos %ue nos había embaucado, %ue había

falsificado la significaci)n del estoicismo $ desfigurando el alcance de su roia labor.

Ortega, en ese caítulo, nos muestra como descubrimientos su$os articularmente

imortantes en el conocimiento del estoicismo, los siguientesH :T, la caracteriaci)n de

la fantasía catalética como un estado de acetaci)n acrítica de ciertos rinciios denaturalea sugesti1a $ cuasi hin)tica3 @T, el descubrimiento de %ue la energía

cataletiante no se circunscribe a los )rganos sensoriales, sino %ue alcana a la

inteligencia, $ se funda en la oini)n imersonal $ fascinante del común sentir. 2a

energía catalética es la energía de las creencias, %ue fundan sus raíces en la gente3 AT, el

haber uesto en relaci)n, gracias a este conceto de creencia, el tema de la fantasía

catalética, con la roblemática teol)gica acerca de la naturalea de la fe.

*cerca del rimer unto debo decir %ue es un error intolerable transferir la significaci)n

actual del 1ocablo &catalesia' al estoicismo, interretando la *antas+a catalptica como

una funci)n asi1a del sueto. Ior cierto, tamoco Ortega nos descubre a%uí nada

nue1o, algo &no entendido ni exlicado amás' (ág. @AA!3 hace muchos a8os %ue hasido sostenida la conceci)n de %ue, según los estoicos, somos nosotros los

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arehendidos or los obetos $ no los obetos or nosotros (1éase el libro de arth sobre

los Estoicos "cu$a traducci)n se ublic) recisamente en la .evista de Occidente "

+ecci)n AU, caítulo @T, nota A=@!. En su aceci)n actual, catalepsia designa ciertamente

 "e imroiamente, como indica leuler en su Tratado de psi-uiatr+a (traducci)n

esa8ola, ág. ::A!" a%uella atitud del sueto tan sumamente asi1a %ue llega a la

&flexibilidad cérea'. Esta aceci)n se funda en el 1alor %ue la reosici)n VWXW uedeasumir ara significar el &descenso esacial', la &interruci)n' o &cesaci)n de algo', el

&desandar lo andado'. Iero en el estoicismo el tecnicismo /atalepsis tenía otro mati

comletamente diferente, el %ue le confiere el 1alor de VWXW en cuanto re1erbio 1acío,

 re1erbio %ue redondea, intensifica $ ultima el sentido 1erbal, sin exresar algún mati

 eculiar lleno, material. +i creemos a 6icer)n, redundaba a YWZ[W\] en cuanto significa

&caturar', &coger' &agarrar or el cuello' &arehender'. G esto recisamente en 1irtud

del famoso símil de la mano, debido al roio ^en)n 9:0B; 2a mano abierta, simbolia a

la fantasía3 cuando ligeramente se cierran los dedos, teníamos el símbolo, del

asentimiento, o _\`VWXW_, %ue es como una disosici)n a la e1idencia, $ or cierto,

una disosici)n 1oluntaria $ libre, sin ser toda1ía la e1idencia misma. 6uando la mano

se cerraba 1oluntariamente a modo de u8o, agarrando la cosa firmemente, entoncessobre1enía la comrensi)n, la e1idenciaH &%uae ex similitudine etiam nomen et rei, %uod

ante non fuerat, VWXWY, imosuit' (6icer)n, 0cad r. ##, 4?, :44!. 2a fantasía

catalética es, en los estoicos, una oeraci)n acti1a, como mu$ bien 1io ^eller o

NberSeg. Ortega, en una nota (ágina @>=! no uede menos de conceder este sentido

acti1o, $uxtaoniéndolo al asi1o ($uxtaosici)n %ue fue eecutada $a or eine!3 ero

en el texto no hace uso de esta intenci)n acti1a, %ue %ueda atrofiada $ como aralítica,

no elaborada. 2a fantasía catalética de los estoicos, tal como nos la resenta Ortega, es

una ura desfiguraci)n, una falsificaci)n, obtenida or una gratuita aroximaci)n a

ciertos estados sí%uicos "el sue8o hin)tico" %ue nada tienen %ue 1er con ella. Iara

 ustificar esta aroximaci)n de la fantasía catalética al sue8o hin)tico en los estoicos,

Ortega debiera, al menos, haberse enfrentado con las conceciones %ue los estoicos

tenían, or cierto, sobre estos estados. 6onceciones %ue se fundan recisamente en

contraoner al estado de acti1idad del &egemoni%on otros estados más asi1os, estados

de relaaci)n, como el sue8o $, en último extremo, la muerte.

Ior lo %ue se refiere al segundo unto de los tres %ue he se8alado como censo de las

inno1aciones orteguianas en la interretaci)n de los estoicos, me ermito ad1ertir %ue es

comúnmente sabido %ue, ara los estoicos, la fantasía catalética no era s)lo una

imresi)n de los sentidos, sino también la comrensi)n de una 1erdad concluida de

 remisas ciertas, o simlemente una 1erdad inmediata. *l cogito cartesiano, los estoicos

le hubieran llamado una e1idencia catalética, es decir, una imresi)n íntegramente,redondamente catada. El estado catalético lo consignaban los estoicos, no a los

sentidos, sino a la fantasía, $ ara los estoicos la fantasía es un conceto %ue trasciende

la distinci)n entre sentidos e inteligencia. 2os estoicos no han distinguido el

conocimiento sensorial del racional, al modo de Ilat)n o del franciscanismo. Iero esto

no autoria a decir %ue, según los estoicos, no ha$ en el hombre inteligencia (ág. @>:!.

Esta interretaci)n es falsísimaH ara ellos la inteligencia es todo. asta el unto de %ue,

como es sabido, los estoicos tu1ieron la intuici)n "mu$ de actualidad entre sic)logos

contemoráneos (ni&il est in sensu -uod prius non *uerit in intellectu, de Iradines, o de

erleauFIont$!" de la naturalea racional de los sentidos, %ue no es lo mismo %ue la

naturalea sensorial del entendimiento, como ha sostenido el emirismo desde Estraton

a 6ondillac. Ior eso, más %ue decir %ue, según los estoicos, no ha$ en el hombreinteligencia, habría %ue decir %ue no ha$ en el hombre sentidos. Maleno ense8a

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claramente %ue es la misma arte rincial del alma, el &egemoni%on, la %ue o$e $ la

%ue 1e. 2os sentidos, dice *ecio, son como una emanaci)n del alma, como los

tentáculos del ulo. Ior cierto %ue esta conceci)n de los sentidos, es la %ue conduo a

M)me Iere$ra $ aun a Kescartes, a negar el alma a los brutos, or un modus tollens 

exlícitoH claramente dice Iere$ra %ue si se les concede sensaci)n a las bestias, habría

%ue 9:0>; concederles también ra)n $, or tanto, alma esiritual. * esta lu resultatotalmente desenfocado lo %ue dice Ortega, ág. @>?, acerca de %ue la catalesia no es

funci)n o facultad inteligente. 2as críticas de *rcesilao son de ura escolástica

académica (la distinci)n de sentidos $ entendimiento! $ nada rueban en fa1or ni en

contra de la interretaci)n de Ortega. Iero, sobre todo, es totalmente gratuito decir %ue

los estoicos fundaron la fuera de la e1idencia catalética en el consensus omnium, en el

&sufragio uni1ersal'. Este era ara ellos signo de gran robabilidad de %ue lo

comúnmente admitido es natural3 or ser natural se manifiesta a cada uno de los

hombres $, or eso, lo natural es uni1ersal, como *rist)teles mismo había ense8ado, $

no recírocamente como Ortega retende, 1íctima de un sofisma de afirmaci)n del

consecuente. Jo es el %ue lo digan todos, la gente, la ra)n de acetar los rinciios

comunes. Es or%ue estos son e1identes or lo %ue son acetados or todos. G cuando,en concreto, un rinciio es acetado or todos, ha$ %ue resumir %ue deri1a de la

misma *isiolog+a humana3 %ue es or naturalea $ no or accidenteH (dirían los

aristotélicos!, or lo %ue es acetado. 2o aceta nuestra naturalea, %ue 1e con e1idencia

esta necesidad del 6osmos. Iero este fatalismo es una doctrina metafísica de los

estoicos %ue no debe confundirse con la doctrina eistemol)gica estoica como Ortega

sobreentiende (ág. @>=!. 2a naturalea es la ra)n de %ue el hombre, arte su$a, tenga

e1idenciasH 6onstri8e al hombre a la e1idencia, ero le constri8e or medio de la

e1idencia $ no or la acetaci)n ciega de algo %ue no comrende. En modo alguno

 uede asignarse a la gente la funci)n de naturalea %ue obliga al asenso ciego. 2a

naturalea obra, en este caso, según los estoicos, a tra1és del indi1iduo. Es un

mecanismo análogo al de la libertad, como obligaci)n %ue nos imone la naturalea,

según el famoso símil del cilindro %ue rueda, cuesta abao, de 6risio. Ortega ha

instituido, con todo, una suerte de sicoanálisis de los estoicos, acusándoles de %ue esta

su 1aloraci)n de la oini)n común es indicio de un reseto escla1iado del estoico a la

 gente Iero aun suuesto, $ es mucho suoner, %ue este diagn)stico fuese certero, no

habría %ue confundirlo con la doctrina estoica, con su doctrina consciente rofesada.

Esto sería tanto como si un freudiano informase %ue +an /uan de la 6ru ense8) la

necesidad del acto sexual. En una desfiguraci)n igualmente intolerable incurre Ortega,

 ues de su exosici)n sacará el lector no esecialista la imresi)n de %ue los estoicos

eran hombres acríticos, sobrecogidos or las oiniones del 1ulgo "de la gente"

conser1adores, gregarios- $ esta imagen es calumniosa $ totalmente e%ui1ocada "$o lahe sentido ersonalmente como una ofensa". *cuden a%uellas famosas alabras de

+énecaH &Nnus%uis%ue ma1ult credere %uam udicare' ( !e vita beata, #, 4!. G las %ue

siguenH &Iereceremos or el eemlo de los demás3 nos sal1aremos si nos aartamos del

1ulgo' (de la gente!. G a%uellas otras noticias %ue nos trae 6icer)n $ +exto Emírico $

%ue nos ofrecen una imagen del sabio estoico, mu$ r)xima, en su met)dica

circunsecci)n crítica, nada menos %ue a Kescartes. El sabio estoico no odría decir

nunca lo %ue una 1e dio 2$ellH &2o creo or%ue lo habéis 1isto3 ero si lo hubiese

1isto $o, no lo creería'. El consentimiento uni1ersal odrá ser un signo, un criterio de

1erdad. Iero a condici)n de %ue su e1idencia sea 1erificada en el fuero interno del %ue

medita. 7al $ como rescribía Kescartes, cu$a moral 9::0; sabemos %ue está

fuertemente imregnada de estoicismo. El sabio estoico no se reciitara nunca en darel asentimiento (_\`VWXW_! $ considerará las cuestiones minuciosamente, tanto %ue

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correrá el eligro de hacer bostear a su interlocutor. 7odo esto es mu$ cartesiano. Iero

toda1ía algo másH El sabio estoico s)lo dará su asentimiento a una imresi)n catalética,

a una fantasía catalética, %ue es a%uélla tan clara $ tan comleta %ue s)lo admite una

teoría l)gicamente osible en cuanto a su origen (1éase el fragmento 5> del 1ol. # de

1on *rnim!. CJo estamos en una osici)n mu$ r)xima al lan cartesiano de no acetar 

como e1identes más %ue a%uellas roosiciones cu$as contrarias resulten imosible, %ueno admitan otras ociones l)gicasD 2os estoicos también exigían este re%uisito $

 recisamente or%ue ha$ muchas imresiones %ue dean lugar a alternati1as, no le es

 ermitido al sabio concederles su asentimiento, sino seguir lo robable. En ésta

utiliaban la misma ] %ue los académicos. +e diferenciaban de éstos en %ue todas

las reresentaciones daban lugar a alternati1as. Recuérdese a%uel test  %ue Itolomeo de

*leandría hio a +fero, discíulo de ^en)n $ 6leantes. En un ban%uete le ofreci) una

granada de cera. El fil)sofo intent) comerla $ el re$ le regunt) con ironía c)mo había

dado su asentimiento a una imresi)n falsa. * lo %ue +fero resondi)H &+)lo he dado mi

asentimiento a la robabilidad de %ue el fruto ofrecido or el re$ Itolomeo fuese

auténtico' (2aercio ##, :??!.

Ior último, $ resecto al tercer unto de los se8alados "la conexi)n con la roblemática

de la e", me limitaré a ad1ertir %ue las ideas reconcebidas de Ortega desfiguran

también la doctrina estoica $ ecan de imrecisi)n. +e le odría obetar también a

Ortega, en este unto, falta de informaci)n3 arece "a%uí $ en otras ocasiones" como si

Ortega no conociese los textos en su totalidad, como si solamente hubiese leído los %ue

le interesaban. 2o cual es sumamente imrobable. 2o más 1erosímil es sosechar %ue

Ortega mismo %uedaba fascinado or sus roias hi)tesis, sufriendo, en su 1irtud, un

auténtico &roceso catalético', en el sentido %ue él atribu$e a los estoicos $ %ue le

imedía considerar otras ociones. Este mecanismo mental exlica también los lugares

en %ue Ortega se escandalia de %ue nadie ha$a 1isto, hasta él, determinada hi)tesis o

relaci)n. Ese nadie acaso fuera el último libro %ue Ortega había leído sobre el tema3 $ la

fuera 1erdaderamente eemlar, or otra arte, de su roia reacci)n, la 1i1ea de la

 roia idea %ue se le ocurría (estimulada, las más de las 1eces, or la resi)n

subterránea de alguna idea aena, rofundamente asimilada!, le fascinaba de tal suerte

%ue, estrechándole la frana de consciencia, le hacía ol1idar a los otros %ue

anteriormente habían tomado resencia en su esíritu. En nuestro casoH Cc)mo odía

Ortega no haber leído la multitud de asaes en %ue los estoicos, o sus exositores, sin

utiliar los tecnicismos orteguianos, onen en relaci)n íntima la roblemática de la e

con sus concetos eistemol)gicosD 7ertuliano, or eemlo, alica el conceto estoico

de sensaci)n al conocimiento de 6risto, %ue se nos re1ela recisamente or los sentidos

( !e 0nima, :?!. G no es reciso hablar de 6lemente de *leandría o de arsilio icinoen sus fundamentaciones de la e, ad modum estoico, or el consenso uni1ersal.

2as inexactitudes, errores, 1aguedades $ resunciones contenidas en el libro de Ortega

son tan abundantes, %ue aenas uede %uedar una de sus 9:::; áginas con el margen en

 blanco3 las de mi eemlar están comletamente emborronadas $ en esta rese8a he

escogido unas cuantas, casi al aar, $ frenado or el temor de hacer una nota

excesi1amente amlia.

G, sin embargo, el libro de Ortega es un libro magnífico, 1erdaderamente una obra

maestra. El libro de Ortega es un conunto de lecciones magistrales 6on esta frase

%uiero formular, con toda seriedad, una oini)n sincera.

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C6)mo es osible "me reguntarán" mantener esta oini)n tan ositi1a sobre el

magisterio de un hombre %ue $erra en cada frase %ue ronunciaD Es osible, $ no or

una ambi1alencia uramente sicol)gica $ no elaborada. e acogeré, ara exlicar

 bre1emente tal osibilidad, a la célebre aradoa de IoincaréH &2a Meometría es el arte

de raonar bien sobre figuras mal hechas'. Ortega, asimismo, en esta obra técnica $

magistral, dibua mal, esboa, desfigura- Iero, a esar de todo, &raona bien', hablacomo maestro. G esto, en dos sentidosH Irimero, or%ue en cada ágina, al lado de los

mil errores, encontramos mil ense8anas, mil sugestiones, frases felices e iluminadoras.

+egundo, or%ue escuchamos una continuada lecci)n acerca de la conducta %ue

con1iene adotar, ante la ciencia $ la exeriencia, al hombre %ue filosofa.

Ior lo %ue hace a lo rimero, los aciertos de Ortega son tan numerosos como sus

errores, $ se8alarlos sería reroducir a%uí gran arte de su obra. Ior eemlo, la

exosici)n del sensualismo de *rist)teles (árrafo :?! es magnífica, así como el análisis

de esa &deducci)n trascendental' de los rinciios or *rist)teles (ágs. @:=F@:>!3 o la

conferencia sobre el otimismo leibniiano $ las consideraciones etimol)gicas acerca

del emirismo (ág. :>0 $ sigs!. Ortega es, en este rimer sentido, un auténtico&maestro'. Esta es la categoría %ue encuentro más austada a la real $ efecti1a

significaci)n de Ortega. Ortega es, or suuesto, un egregio rofesor de ilosofía %ue

sabe informar de las últimas no1edades con una claridad asombrosa $, aun%ue no las

domine a fondo (como según robabilidades mu$ fundadas, le ocurría con las ideas

relati1istas, o con las cuestiones centradas en torno al teorema de Mdel!, lo cual no ha$

 or %ué exigírselo a nadie, en nuestro siglo, tiene el ex%uisito tacto de asumirlas con

dignidad, barruntando su significaci)n filos)fica e hist)rica $ brindándolas a sus

discíulos. Es un magnífico rofesor de ilosofía %ue sabe buscar los eemlos más

atracti1os, los ao$os $ citas más brillantes, las asociaciones más ricas, roias de un

esíritu intensamente culti1ado. Ortega es, sobre todo, un gran edagogo de la ilosofía

actual. Go no 1eo, no uedo 1er en Ortega, a un creador  o a un sistematizador  de gran

estilo del ensamiento filos)fico. 2as ideas orteguianas se incororan fácilmente al

curso del ensamiento euroeo actual $, a escala euroea, no reresentan realmente

ninguna fase esecial (como la reresent) ergson, usserl o eidegger!. Iero 1eo a

Ortega como a un maestro, un gran edagogo cu$a significaci)n ha$ %ue analiarla más

%ue con concetos técnicoFfilos)ficos, con categorías sociol)gicas, olíticas e hist)ricas.

G acaso, hist)ricamente, la significaci)n de un maestro uede ser humanamente más

 rofunda, en un caso concreto, %ue la significaci)n de un creador  o de un

 sistematizador, en el sentido dicho. En la istoria de Esa8a, la significaci)n de Ortega

como maestro es incalculableH praeceptor 1ispaniae es un 9::@; sobrenombre %ue acaso

no le iría desaustado. 2a labor de Ortega es, ante todo, más %ue creadora, magistral,exositora, di1ulgadora, en el más noble sentido de esta exresi)n $ retirado todo uicio

de 1alor. Ortega ha sido durante treinta a8os el centinela del ensamiento euroeo $ la

 .evista de Occidente fue ara Esa8a una auténtica &Escuela de 7raductores de

7oledo'. En este libro de Ortega %ue a%uí se comenta, estas 1irtudes de &exositor', de

1ulgariador magistral, se redundan, or%ue Ortega reexone sus roias obras

anteriores. 6abría traar un aralelo entre )a idea de principio en )eibniz, resecto de la

restante roducci)n orteguiana, $ el /ant und das problem der 2etap&3si%  de

eidegger, resecto de la su$a. Ortega se acogi) a 2eibni acaso, sosecho, or%ue

2eibni fue ara Ortega el modelo hist)rico %ue le sir1i) ara comrenderse a sí mismo

en su significaci)n culturalH como un &ciudadano de la reública de las letras

euroeas-' Ior cierto, la 1aloraci)n de la imaginación, como fuente o tronco comúnde la sensibilidad $ el entendimiento (ág. A54 $ otras! así como la exosici)n %ue hace

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del ser $ del ente (ágs. :?:, @==, AA=-!, aroximan el libro de Ortega aún más al libro

de eidegger arriba mencionado.

En segundo lugar, Ortega es un gran maestro "en este libro más %ue en ningún otro" en

el sentido más rofundo de la alabraH no solamente or su eficacia &informati1a' como

 rofesor, sino or su eficacia estimuladora $ configuradora de la actitud filos)fica.Ortega es, en este sentido, una esecie de redicador. 2a arrogancia $ el énfasis de

Ortega resultan, en esta ersecti1a, agradables $ significati1os, ues dean traslucir

mucho de esa actitud olímica, magnífica, &o1ial' %ue Ortega ha redicado siemre

como roia del fil)sofo. Ior ello $ en lo %ue a este asecto se refiere, casi es lo de

menos %ue esta arrogancia se eercite sobre 1isiones err)neas o desenfocadasH lo

imortante es la actitud misma. Ortega, en cuanto redicador, nos infunde unos

desiderata más %ue realidades ositi1asH nos comunica en sus obras el es%uema de un

desideratum filos)fico, a saber, el del ensamiento auténtico $ original, a la ar %ue

flu$ente de la historia. Ortega nos transmite, más en concreto, el es%uema adecuado de

conducta del fil)sofo ante los demásH asumiendo textos, interretándolos desde el uicio

solitario $ roio $ no simlista, sino resultante de la lucha $ ulimentaci)n en la mentede las ideas eruditas entre sí. 2o %ue muchos clasifican en Ortega como mera literatura

debe consignarse, más adecuadamente, a esta actitud, no s)lo edag)gica, sino

 arenética del maestro. Nna &frase brillante', una &cita curiosa' (como la de la ágina

40?, or eemlo!, un &eemlo' no son solamente 1irtudes exositi1as. Nn eemlo es,

a 1eces, más imortante %ue la doctrina recibida. Iues significa %ue el hablante ha

recreado lo %ue exone, lo ha calentado con su sangre, lo ha matiado $ encarnado en

un mundo roio $, sobre todo, real, efecti1o, 1i1iente. * fin de cuenta, la +abiduría no

existe en los libros, sino en la mente de los fil)sofos %ue la culti1an.