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Los cielos forman parte del paisaje de muchos cuadros, algo que no sorprende por lonatural. Lo verdaderamente interesante de este asunto, sin embargo, es entender laforma en que un determinado artista utilizó, en un momento dado, un tipo de cielo o de nube y cuál pudo ser la razón de que pintase la atmósfera con sus colores de unamanera y no de otra. Descubrir la meteorología de una época a través de la pintura es una tarea apasionante y los climatólogos tienen en las pinacotecas una ingenteinformación sobre su evolución a través del tiempo. r
Los paisajes y cielos retratados en miles de cuadros arrojan pistas sobre el clima del pasado y la magnitud del cambio actual
La huella climática en la pintura
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Texto r José Miguel Viñas
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El cambio climático se ha convertido enuno de los temas estrella de los mediosde comunicación. Desde que hace algu-
nas décadas se dieran las primeras voces dealarma, el número de estudios dedicados aesta cuestión global de interés general no haparado de crecer. Caracterizar bien el climadel pasado es una de las prioridades de los cli-matólogos, que se han lanzado a la búsque-da de datos en las fuentes más diversas. Unade esas fuentes la encontramos en los cua-dros de paisajes y escenas al aire libre, ya que,como algún estudio científico se ha encarga-do de demostrar, reflejan de forma fidedignalos caracteres climáticos que les tocó vivir alos distintos artistas. Analizados en conjun-to, gracias a ellos puede darse un mayor omenor peso a determinados datos extraídosde otras fuentes complementarias como lascrónicas históricas, los libros de actas muni-cipales o capitulares y los anillos de los árbo-les (dendroclimatología), entre otras. Las osci-laciones climáticas ocurridas a lo largo de lahistoria de la humanidad, así como las carac-terísticas que tuvieron algunos periodos sin-gulares desde el punto de vista climático, pue-den conocerse mejor con ayuda de la pintura.
r Las pinturas rupestres. Las primerasmanifestaciones del arte pictórico las encon-tramos en la prehistoria, en piedras, abrigosrocosos y cuevas. Las pinturas rupestres arro-jan numerosas pistas sobre el clima que lestocó vivir a nuestros ancestros y los cambiosclimáticos que tuvieron que ir sorteando. Alo largo de la historia, dichos cambios han sidolos principales impulsores de las grandesmigraciones, provocando tanto la expansióncomo la desaparición de muchas culturas.
En una de las pinturas rupestres más antiguasque se conocen, dibujada unos cien mil añosantes de nuestra era en las cuevas de KwaZulu-Natal, en Sudáfrica, aparece representadauna danza de la lluvia, dirigida por el chamáno maestro de ceremonias. Dicha escena ponede manifiesto la existencia, por aquel enton-ces, de sequías en aquella zona del planeta, algoque sigue ocurriendo en la actualidad, allí yen muchos otros lugares, como consecuenciade la variabilidad natural del clima. Las gran-
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u Sobre estas líneas, pintura rupestre de Tassili n’Ajjer (Argelia), donde aparece representado un grupo debóvidos y varias figuras humanas. La escena fue pintada en la época en que los habitantes de esa zona delactual desierto del Sáhara se dedicaban al pastoreo.
l A la izquierda, ‘Cazadores en la nieve’ (1565), de Pieter Brueghel, ‘El Viejo’. Este cuadro, conocido tambiéncomo ‘El retorno de los cazadores’, forma parte de una serie de seis obras que dedicó el autor a las diferentesépocas del año, como ‘Paisaje de invierno con trampa para pájaros’ (1565), a su derecha.
r ‘Vista de Zaragoza’ (1647), de Martínez del Mazo, con el puente derruido por una avenida del Ebro.
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des sequías ponen a prueba la supervivenciade las sociedades humanas.
Los cambios de clima llevan asociadoscambios —a veces drásticos— del entornonatural, por lo que los animales y las plan-tas dibujados en las pinturas rupestres sonbuenos indicadores climáticos. La presen-cia de bisontes en el norte de la penínsulaIbérica, hace unos 15.000 años, tal y comoreflejan las pinturas de Altamira, apuntadirectamente a la existencia, en aquellostiempos, de un clima mucho más frío que elactual, justo cuando la última glaciaciónocurrida hasta la fecha —la glaciaciónWürm— daba sus últimos coletazos.
Las pinturas de los abrigos rocosos deTassili n’Ajjer, Argelia, arrojan pistas sobre elgran cambio climático y de paisaje que acon-teció en el Sáhara hace unos 6.000 años. Los
primeros pobladores de aquellos parajes,inhóspitos en la actualidad, se asentaron enese enclave del sur de la Argelia de hoy haciael 10000 a. C. Durante una etapa que pode-mos situar entre el 6500 a. C. y el 4000 a. C.se pintaron allí escenas de caza con presen-cia de numerosos animales terrestres y acuá-ticos, como jirafas, antílopes o rinocerontes,impropios de un clima desértico. Posterior-mente, entre el 4000 a. C. y el 1500 a. C., eltema que pasó a dominar en las pinturas deTassili fue el de los grandes rebaños de bóvi-dos conducidos por aquellos hombres pri-mitivos que cambiaron la caza por el pasto-reo. Todas estas pinturas rupestres son testigosdel cambio climático acontecido en el Sáha-ra, mostrando gráficamente la transición delPeriodo Húmedo Africano —iniciado alrede-dor del 10000 a. C.— al Gran Árido, que acon-
teció hacia el 4000 a. C. y que convirtió eninhabitable esa región del mundo.
r Los vaivenes del clima en los cuadros.
La historia climática de la Tierra se ha carac-terizado desde sus inicios por la alternanciade épocas frías y cálidas, en cada una de lascuales se han venido produciendo todo tipode episodios meteorológicos, como corres-ponde a un clima cuya principal seña deidentidad es la variabilidad. Al margen deltipo de tiempo que domina en una determi-nada época de la historia —lo que va a que-dar reflejado en los cuadros pintados pordiferentes artistas en dicho periodo—, lasgrandes catástrofes naturales asociadas alclima también han quedado plasmadas enlas obras de algunos pintores, impresionadospor la furia desatada de los elementos. Como
Los cambios climáticos a veces irrumpen de forma brusca e inesperada como
consecuencia de las grandes erupciones volcánicas. La influencia de los vol-
canes en el clima fue postulada por primera vez en 1784 por Benjamín Fran-
klin, no siendo hasta la segunda mitad del siglo XX cuando se compren-
dió el impacto climático a escala planetaria de las erupciones. La inyección
a la estratosfera de una gran cantidad de materiales forma un fino velo
de partículas que, aparte de provocar un enfriamiento global, hace que la
luz se disperse de distinta manera en el aire, adquiriendo los atardeceres
y amaneceres unas tonalidades rojizas y anaranjadas muy intensas y lla-
mativas. Cuando el paisajista inglés Joseph Mallord William Turner plas-
mó esos colores en algunos de sus cuadros no sospechaba que los cielos
encendidos que le inspiraron fueron provocados por la gigantesca erup-
ción del volcán indonesio Tambora, ocurrida en abril de 1815. Algo pare-
cido aconteció a finales del siglo XIX con la erupción del Krakatoa, tam-
bién en Indonesia, acaecida el 26 de agosto de 1883. El intenso color
naranja del cielo que aparece en El grito (1893), de Edvard Munch, y en
otros cuadros de pintores contemporáneos muestra el efecto que tuvo la
erupción de ese volcán en los cielos del norte de Europa. Más allá de la
curiosidad que esto supone, en el 2007 se publicó un trabajo en el que se
demostraba la buena correlación existente entre la proporción rojo-verde
en los cielos de una muestra de varios centenares de cuadros pintados en
el periodo 1500-1900, y un índice estandarizado que sirve para cuantificar
la cantidad de aerosoles de origen volcánico que hay en la atmósfera. rel
Atardeceres volcánicos
r ‘El grito’ (1893), de Edvard Munch. El intenso color naranjade la parte superior del cuadro delata las tonalidades que sevieron en los cielos del norte de Europa durante los años pos-teriores a la erupción del Krakatoa (Indonesia).
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botón de muestra, el cuadro Vista de Zara-goza, de Juan Bautista Martínez del Mazo,pintado en 1647, en el que se ve el famosopuente de Piedra de la capital aragonesaderruido en su parte central. Sabemos pordiferentes crónicas que el río Ebro sufrióvarias riadas en el invierno de 1645-1646.
En aquella época, Europa y otras zonasdel planeta se encontraban sumidas en unperiodo bastante frío de la historia que se habautizado como la Pequeña Edad de Hielo(PEH). Si bien ese periodo, caracterizadopor inviernos largos y muy rigurosos, abar-ca en el continente europeo desde mediadosdel siglo XIV hasta mediados del XIX, fue acaballo de los siglos XVI y XVII cuando la PEHalcanzó uno de sus momentos álgidos.
No parece ser fruto de la casualidad queentre 1565 y 1665 los paisajes invernales seconvirtieran en un motivo recurrente entrelos pintores europeos. Dicha circunstanciapudo ser verificada a principios de los añosochenta del siglo pasado por el científicoinglés William James Burroughs, quien com-probó, además, cómo durante otro par de eta-pas especialmente frías de la PEH, la temá-tica del hielo y la nieve en los cuadros serepetía con insistencia, sobre todo en la pin-tura inglesa y holandesa.
El pintor flamenco Pieter Brueghel, ElViejo, pintó hacia 1565 —año en el que tuvolugar uno de los inviernos más fríos de todala PEH— cuatro de sus obras más conocidas(Cazadores en la nieve, Paisaje invernal contrampa de pájaros, El censo de Belén y Masa-cre de los inocentes), con presencia en todasellas de nieve cubriendo el suelo y de hieloen los lagos, ríos y charcos. En las primerasdécadas del siglo XVII, el también pintor fla-menco Hendrick Avercamp inmortalizó esce-nas parecidas en sus cuadros, en los que apa-recen los canales holandeses congelados.
Mientras tanto, por España, Velázquezera nombrado pintor de cámara de Felipe IVy comenzaba a dar muestras de su grantalento. En la espléndida serie de cuadros quepintó por encargo, entre 1632 y 1636, para
el Palacio del Buen Retiro y la Torre de laParada del Pardo, llaman mucho la atenciónlos cielos nubosos de gran complejidad yricos en matices que acompañan a las esce-
nas y personajes. Una posible causa de esos“cielos velazqueños”, que aparecen, porejemplo, en el conocido cuadro de Las lan-zas, es que en aquellos años pudo haber más
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r ‘La rendición de Breda’ o cuadro de ‘Las lanzas’ (1634-1635), de Velázquez.
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Óptimo medievalPequeña Edad de Hielo
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r Anomalía de la temperatura media global durante los últimos mil años. En el gráfico se aprecia la duración y magnitud que tuvo la Pequeña Edad de Hielo.
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nubes en los cielos de Madrid que en laactualidad. Esto no encaja del todo biencon lo que cabría esperar de la PEH, ya queen los años fríos predominan los vientos delnorte sobre la península Ibérica, lo que setraduce en inviernos con muchas heladas,pero en los que abundan los días despejadospor la capital de España. Las fuentes docu-
mentales arrojan algo de luz en el asunto,ya que según dejó escrito el meteorólogoInocencio Font Tullot: “Durante la cuartadécada [del siglo XVII] el frío mengua nota-blemente, sin que se tenga noticias de invier-nos muy fríos”. La mayor templanza deaquellos años pudo haber sido la causa deuna mayor nubosidad en los cielos de
Madrid, lo que habría quedado reflejado enlos cuadros de Velázquez.
Volviendo a la pintura inglesa de los siglosen que aconteció la PEH, existen centenaresde pinturas y grabados del Támesis congela-do a su paso por Londres, sobre cuya hela-da superficie tenían lugar todos los invier-nos sus famosas frost fairs (ferias del hielo),en las que legiones de vendedores ambulan-tes, feriantes y patinadores desarrollabantodo tipo de actividades. La última vez quelos londinenses pudieron cruzar a pie el ríofue durante el invierno de 1890-1891.
El último pico de frío de la PEH, ocurridohacia 1830, coincidió en el tiempo con unmáximo en la extensión de los glaciares delos Alpes, momento a partir del cual iniciaronsu retroceso. La superficie glaciar alpina hadescendido a la mitad en los últimos 150 años,retrocediendo en las últimas décadas a unavelocidad sin precedentes. Desde mediadosdel siglo XIX, los glaciares alpinos han per-dido un 40 % de su volumen. Comparar suaspecto actual con el que muestran algunosgrabados del final de la PEH, como los que dibu-jó el pintor suizo Samuel Birmann, ayudan acomprender la profunda transformación quehan sufrido esas grandes moles de hielo. l
José Miguel Viñas es meteorólogo, comunicador cientí-
fico y responsable de la web www.divulgameteo.es.
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r Grabado que muestra la Feria del hielo sobre el ríoTámesis del año 1683.
r Glaciar alpino Mer de Glace, en Chamonix, a los pies del Montblanc, en los Alpes franceses. Arriba, dibujadoen 1826 por Samuel Birmann, y abajo en una fotografía reciente, tomada en el verano del 2008.
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