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La «Hora» Jesús en las Obras de la Cruz María de la Concepción Cabrera (1862 - 1931) MARÍA LUISA SÁNCHEZ SIERRA Armida Por la maravillosa ley de la 'Encarnación, Dios continúa ha- blando en el tiempo, dentro de la historia y a través de una persona concreta a la cual hace palabra elocuente y oportuna, Esta palabra puede ser captada porque ,es fruto de su época, está imbuida de una atmósfera cultural determinada; pero que al ser tomada por Dios para una misión la llena de un contenido nuevo. Cada manifestación de la palabra de Dios da un giro a la his- toria que El mismo conduce, abriendo horizontes inusitados para los hombres. Por eso es conveniente señalar su marco histórico y la novedad que introduce su misión. La palabra a que nos referiremos es una mujer mexicana: María de la Conoepción Cabrera de Armida (8 de diciembre de 1862 a 3 de marzo de 1937). I. ¿ QUIÉN ES ELLA? Marco histórico Una pequeña panorámica de estos años en México: 1821: Es ya un país independiente que ha asimilado profun- damente la cultura !hispana .Y la religión católica. 1859: Las Leyes de Reforma son expedidas durante el gobierno de Juárez. Varias de ellas son contrarias a la doctrina y a la disciplina eclesiástica, que se consideran como un lastre de la época de la colonia. En virtud de estas leyes son expulsados los obispos, quedando únicamente

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La «Hora» Jesús en las Obras de la Cruz María de la Concepción Cabrera (1862 - 1931)

MARÍA LUISA SÁNCHEZ SIERRA

Armida

Por la maravillosa ley de la 'Encarnación, Dios continúa ha­blando en el tiempo, dentro de la historia y a través de una persona concreta a la cual hace palabra elocuente y oportuna, Esta palabra puede ser captada porque ,es fruto de su época, está imbuida de una atmósfera cultural determinada; pero que al ser tomada por Dios para una misión la llena de un contenido nuevo. Cada manifestación de la palabra de Dios da un giro a la his­toria que El mismo conduce, abriendo horizontes inusitados para los hombres. Por eso es conveniente señalar su marco histórico y la novedad que introduce su misión. La palabra a que nos referiremos es una mujer mexicana: María de la Conoepción Cabrera de Armida (8 de diciembre de 1862 a 3 de marzo de 1937).

I. ¿ QUIÉN ES ELLA?

Marco histórico

Una pequeña panorámica de estos años en México:

1821: Es ya un país independiente que ha asimilado profun­damente la cultura !hispana .Y la religión católica.

1859: Las Leyes de Reforma son expedidas durante el gobierno de Juárez. Varias de ellas son contrarias a la doctrina y a la disciplina eclesiástica, que se consideran como un lastre de la época de la colonia. En virtud de estas leyes son expulsados los obispos, quedando únicamente

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dos muy ancianos en el vasto territorio. Las órdenes re­ligiosas son perseguidas.

1863: La Junta de Notables, contrada a Juárez, decide adoptar la forma de gobierno monárquica con el archiduque Ma­ximiliano de Austria. Regresan los eclesiásticos expatria­dos, pero continúan las leyes desfavorables a la Iglesia.

1867: Juárez derroca a Maximiliano asumiendo nuevamente el poder. La persecución a la Iglesia se acentúa. Vuelve a expulsar a sacerdotes y religiosos.

1876: Porfirio Díaz sube al poder y la Iglesia y el país gozan de una relativa calma.

1910: La R(wolución Mexicana estalla para derrocar la dicta" dura porfidana.

1914: Carranza toma nuevas medidas contra la Iglesia. Desór­denese inseguridad en todo el país. Atropellos a perso­nas y cosas de la Iglesia.

1926: El presidente Calles agrava la situación de la Iglesia des­encadenando una sangrienta persecución. Queda suspen­dido el culto hasta 1929. Continúa solapadamente la per­secución hasta 1940.

Ambiente familiar

En medio de estas vicisitudes María de la Concepción se va forjando en el seno de un hogar profundamente cristiano en la ciudad de San Luis Potosí; grandes temporadas pasa en hacien­das y ranchos.

'\Mis padres se llamaron Octaviano de Cabrera y Clara Arias. Era mi padre muy caritativo con los pobres; no podía ver una necesidad sin aliviarla. Era de carácter alegre y franco. Mi madre era una santa: quedó huérfana de dos años y sufrió mucho. De diecisiete años se casó y fuimos doce hermanos, ocho varones y cuatro mujeres; yo fui el número siete, entre los hombres Juan y Primitivo el jesuita." (Autobiografía) 1.

1 Las citas irán junto al texto, por razones obvias. Citamos textos de la Autobio­grafía en nueve tomos y de Cuenta de conciencia en sesenta y seis tomos. No están aún publicados y, por lo tanto, no hay acceso particular a ellos. Para un mayor cono· cimiento de Conchita Cabrera de Armida, y como bibliografía de y sobre ella, sugerimos la lectura de:

MARÍA DE LA CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA, A mis sacerdotes. México, Editorial «La Cruz», 1929 (va por la tercera edición. La portada señala: «Edición privada. Estrictamente reservada a los sacerdotes»). M. M. PHILIPON, O.P., Conchita: Journal spirituel d'une mere de famille. Paris, Desclée de Brouwer, 1974 (traducida al cas-

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Su instrucción se ve afectada por la situación del país, pues a los oaho años ingresa en el colegio de las Hermanas de la Caridad, pero las expulsan dos meses después; su madre, enemi­ga de mandarlos a ninguna parte, reanuda su formación con maestras en la casa. Su mayor atractivo es la música, dedica lal1gas horas al piano y al canto.

"De cosas de casa sí nos enseñó mi madre desde fregar suelos hasta bordar. A los doce años llevaba yo el gasto de la casa. En la hacienda: desde ordeñar, hacer pan, cosas de cocina. Nunca nos dejaba mi madre en la ociosidad teniendo sobre esto especial cuidado." (Autobiografía.)

Sus padres no sólo se fijan en la formación exterior, sino que con especial delicadeza van moldeando el alma de sus hijos, infundiéndoles un especial amor a la Santísima Virgen y a la Eucaristía y enseñándolos a ejercitarse 'en la virtud.

"Ni a mi padre ni a mi madre les gustaban los melindres. Mi ma­dre, cuánto nos enseñó a contrariar la voluntad. Apenas había un enfermo grave en la familia, desde muy niña me llevaba a velar y a servirles en cuanto podía. Me hizo ver morir a hombres, mujeres y niños; ricos y pobres, enseñándome a no tener miedo, ayudar­les con oraciones, vestirlos y tenderlos." (Autobiografía.)

Es profundamente feliz en su hogar; a los doce años 10 re­fleja escribiendo: "La historia de una muy pacífica familia." Sus padres y hermanos tienen por ella una especial predilección y más tarde siempre la buscarán para pedirle apoyo y consejo.

Esposa y madre

Como era costumbre ,en esa época, desde los trece años asis­te a los bailes de familia.

"Me agradaba gustar y tener muchos señores que me iban a sacar a bailar... ya en relaciones con Pancho me hacían mucho caso, yo no me encontraba el chiste, y un día, por no dejar, conté vein­tidós pretendientes, muohos ricos, pero yo no quise más que a Pancho y nunca le hice caso a ningún otro." (Autobiografía.)

telJano con el título: Una vida, un mensaje. Concepción Cabrera de Armida. México, Concar A.C., 1976). I. NAVARRO, M. Sp. S., Itinerario espiritual de Concepción Cabrera de Armida. México, Concar A.C., 1977. M. L. SÁNCHEZ SIERRA, R.d.l. C., Dinámica interior de Maria de la Concepción Cabl'era de Armida. México, Concar A.C., 1977. VARIOS, Una mujer de nuestro tiempo: Concepción Cabrera de Armida. México, Edit. Frumentum, 1963 (la segunda edición ha sido publicada en 1972).

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Desde esa edad, trece años, empiezan sus relaciones con Fran-cisco Armida, que años más tarde será su esposo.

'IEl día 16 de enero de 1876 me llevaron a un baile de familia y ahí se me declaró Panchó en toda forma y acto continuo le correspondí... y con las relaciones más o menos cortadas en temporadas exteriormente, porque a mi familia le parecía yo muy joven y con razón, durante nneve años de novios hasta que nos casamos." (Autobiografía.)

María de la Concepción no ve otro camino para ella que el matrimonio y se orienta totalmente a él. En su interior van creciendo con una armonía muy profunda el amor a Dios y el amor a Pancho.

HA mí no me estorbaba el canno de Pancho para amar a Dios, yo lo quería con una senciUez muy grande y como revuelto con el amor de mi Dios." (Autobiografía.)

A través de esos largos años de noviazgo ihace una oración constante que nos indica ya su inmensa capacidad maternal y el deseo de ,formar corazones que amen al Señor.

'\Le decía cuando comulgaba a mi Jesús: Señor, que me case, y me des muchos hijos para que te amen y te sirvan. Tú ves que yo nada valgo y así ellos te amarán por mí." (Autobiografía.)

Con esa limpieza y sencillez llega al matrimonio. En su es­poso encontrará siempre apoyo y cariño, siente por él verdadera admiración.

'\Mi marido fue siempre un modelo ejemplar de respeto y cariño; me han dicho varios sacerdotes que Dios me lo escogió excepcio­nalmente pues fue un ejemplar de esposos y de virtudes. Cuando nos casamos mi marido tenía un carácter muy violento, pero como la pólvora, luego pasaba el fuego y se contentaba apenado; pero al cabo de algunos años cambió tanto que su mamá y hermanas se admiraban." (Autobiografía.)

Esta modirficación de carácter es el mejor testimonio de la felicidad que Francisco Armida ha encontrado al lado de María de la Concepción. Experimenta una plenitud en la presencia de ese "tú" que lo ayuda a integrar y armonizar su propia perso­nalidad, abriéndolo a una nueva capacidad de relación en todos los niveles humanos y especialmente con Dios.

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Fruto de este amor son sus nueve ¡hijos, a quienes dedican toda su atención y cariño.

María de la Concepción recordará siempre emocionada el día, la fecha, la hora, el lugar del nacimiento de cada uno de sus hijos y los sentimientos que brotaron de su corazón. Quisiera transcribir todos esos textos de su autobiografía para que ella misma transparentara su experiencia matemal; como esto no es posible, me limitaré a algunos de ellos, a su primer hijo y a su primera hija:

"El día 28 de septiembre de 1885, a las nueve de la noohe y lunes, nació mi primer hijo, ofreciéndolo al Señor con todo mi corazón antes y también In ego que vino al mundo. Su papá, luego que nació se puso de rodillas sollozando y dando gracias a Dios." "Quería yo que Dios me diera una niña y no tanto hombre, que ya iban tres seguidos... María de la Concepción se llamó esta niña que mucho me hizo padecer sin saberlo. La quisimos su padre y yo con una especial ternura."

En 1901, Dios le presenta una prueba: quiere la aceptación voluntaria de la muerte de su esposo:

'IEl Señor puso a mi corazón en un potro, dada mi miseria y el grande cariño que a mi esposo le tenía mi corazón, cariño muy puro, muy santo, porque lo merecía, porque el Señor lo había puesto en mi alma desde muy niña. Me dolía ver a mi marido de quien jamás. en diecisiete años tuve una queja sino atenciones, cariño y un gran respeto, sufrir y acercarse a la muerte... veía a mis hijos sin padre y tan pequeños." (Autobiografía.)

Pero abrazó con generosidad la Divina voluntad:

"Fue una explosión de amor, de inmenso amor que arrollándolo todo, triunfó desgarrándome sin embargo el alma. Y desde ese instante me consagré a Dios para ser siempre toda suya con la frente sobre la frente del que fue tan bueno conmigo."

En la última conversación con don Pancho le pregunta:

"¿Cuál es tu última voluntad para mí? -Que seas toda de Dios y toda de tus hijos."

María de la Concepción cumple fielmente esta voluntad de su esposo.

Cada día más impregnada de Dios se dedica a la formación de sus hijos. 'Pasa dificultades económicas, está por estallar la

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Revolución Mexicana y en medio de esta situación tiene que velar para darles una muy buena educaci6n a sus hijos, por su cultura, sus relaciones sociales. Mantiene con cada uno de ellos una relación personal muy profunda, les ayuda a descubrir su vocación tanto al matrimonio como a la vida religiosa, los orien­ta y sostiene en esa decisión.

Sus numerosas cartas manifiestan la relación tan profunda con cada uno de sus hijos. Veamos algunos extractos de eUas.

A su 'hijo Francisco cuando se casa:

"Agosto 2 de 1910.

Hijito mío muy querido: No una bendición, sino miles te quisiera dar mi cariño en este día, envolviendo en ellas todas las gracias del cielo. Tengo por favor de Dios una dicha que pocas madres podrán contar: la de llevarte al altar, la de en­tregarte íntegramente a la excelente esposa que la Santísima Vir­gen te ha dado. Evita cualquier disgusto y por conservar la paz de tu casa y con su familia no se te haga pesado ningún sacri­ficio. Vale más doblarse que romperse, con prudencia, educa­ción y cierta condescendencia, evitarás muahos males ...

Conserva siempre tu fe, aún en las penas más grandes de la vida; que la religión que profesas, única verdadera, sea tu escudo y tu honra, y educa en ella a los hijos que Dios te dé, enseñándolos a amarla y r.espetarla como lo más grande de la tierra.

Domina a tu esposa con dulzura, prefiriendo el convenci­miento y la razón a la fuerza y la autoridad que resfrían y piensa que en el matrimonio es muy peligroso apagar la flama del amor, del respeto y de la estimación. No lleves con frecuencia amigos a tu casa, pero tampoco caigas en el odioso papel de celoso, porque los maridos desconfiados honran muy poco su dignidad. Cuando esté enferma, no la dejes por los amigos; estos compromisos le dolerán mucho, aunque tenga la prudencia de no decírtelo. Te diré que en el matrimonio, aunque es necesario tener sociedad, es más el amor al hogar, hacerlo amable, sem­brarlo de flores, estudiarse mutuamente el carácter y dedicarse a los hijos sacrificándose. Vuelvo a bendecirte con toda el alma a nombre de tu padre y mío. Yo tendría mucho gusto en que este día tan feliz en que Dios va a bendecir tu unión... que

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usaras este reloj, que trajo tu papá hasta el último día de su vida; redbelo como obsequio mío y de mucho valor por los recuerdos que encierra.

Sé, pues, dichoso en tu matrimonio, y lo serás siempre que cumplas la voluntad de Dios y la lleves en medio de tu corazón.

Tu pobre madre que te bendice. Concepción."

Una carta a su hija María de la Concepción, que es religiosa de la CnJz del Sagrado Corazón de Jesús, contemplativa. ,

"Tu vida debe ser oculta en Dios y por Dios, jamás deseando bri­llar en la tierra para que brilles en el cielo.

Aunque nos separe la obediencia de polo a polo, aunque mil mares se interpongan entre nosotros, siempre nuestras almas y co­razones tendrán un Centro, Jesús y su cruz, el sagrario y María, en donde siempre que busques a tu pobre madre la encontrarás. LO~ dolores y las lágrimas ]]Jada serán, meda son, clUl!ndo los lazos del cielo los unen acá en la tierra. Para el amor no hay distancias, cuando Dios es su centro.

Te bendigo con mil manos si las tuviera.--ConcepciÓn."

La madre nunca tennüia su labor, educa y forma, y más tarde su papel es el de alentar y sostener en su vocación, orientar y aconsejar. En esta carta a su hija Guadalupe cuando se va a casar, refleja toda su experiencia de esposa.

'lEn la mayor parte de los matrimonios desgraciados tiene la cul­pa la mujer. Al tocar la mujer el umbral del matrimonio debe de­jarse a sí misma con su amor propio, susceptibHidades y egoísmos: DEBE TRANSFORMARSE EN AGNEGACrÓN. La~ nubes de.] matrimonio bs disipa el tino, la prudencia y el amor, en una muerte propia precio~a.

\Siempre la mujer casada debe enaltecer el apoyo que Dios le dio aún a costa de pasar por tonta ...

Si es el esposo corto de entendimiento ella debe cubrirle po­niendo su talento por debajo de este defecto enalteciéndolo siem­pre. Todos tenemos defectos y cualidades.

El matrimonio es una cruz tan grande que sólo entre dos se puede cargar: el día que uno la suelta el otro necesita del poderoso auxilio divino para soportarla y no hay que buscarlo en otra parte."

Espero que a través de estos pequeños datos biográficos quede esbozada un poco la figura de María de la Concepción como esposa y madre, pues es de capital importancia en orden al plan que Dios quiere realizar en ella.

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H. INSPIRADORA DE CINCO OBRAS EN LA IGLESIA

Ya situada en su ambiente familiar recibe un fuerte impul­so de la gracia. Dios la quiere a1hí, esposa y madre, para mani­festar a la Iglesia que en el estado del matrimonio puede reali­zarse una muy alta santidad.

"Después de casada ... ¿quién lo creyera? Entonces, desde enton­ces con más claridad vino Jesús a mí... con gracias clarísimas del Espíritu Santo."

Hoy para nosotros no plantea ninguna dificultad, pues el Concilio Vaticano II, en el capítulo V de la Lumen Gentium, nos ha recordado la universal vocación a la santidad en la Igle­sia. Pero situemos a María de la Concepción en su época, en la que se considera la santidad monopolio de la vida religiosa. Los sacerdotes a quienes consulta le dicen que va bien, es feliz en su matrimonio, cumple con cariño y abnegación los deberes de su estado, ¿a qué más puede aspirar? Sin ,embargo, nota en su alma sentimientos desconocidos, virtudes como en capullo queriendo abrirse, hambre de lo divino, sed ardiente de Jesús, si~ que nadie le abra camino.

"He vivido corno con una muralla alrededor, en la cual me es­trellaba y me detenía siempre que quería correr. .. me desespera­ba de no saber hacer oración ni tener, ¡a,y!, quien me la enseñara ni siquiera quien de ella me habIrura."

Así transcurren los años de 1884 a 1893, en que conoce al R. P. Alberto Mir, S. J., sacerdote celoso y de experiencia que bajo la acción del Espíritu Santo, descubre la riqueza que el Señor ha puesto en ella .Y la impulsa a desarrollarla: quitando los pecados veniales, impel'fecciones; haciendo siempre lo más perfecto. Dócil a su director, responde totalmente a las exigen­cias de Dios. El amor de Jesús va en creciente.

14 de enero de 1894

Con permiso de su director marca en su pecho a sangre y fuego el nombre de Jesús. Este acto lo realiza con una extra­ordinaria sencillez, pues ha visto marcar a los animales de la

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hacienda con el nombre de su dueño y quiere expresarle a Jesús su pertenencia total, el deseo de que tome posesión de lo que es suyo. A -esta acción tan espontánea Dios responde con una intervención decisiva en su vida: invade su corazón de un AMOR

NUEVO:

"Luego que lo hice sentí como si una fuerza sobrenatural me arro­jara al suelo y con la frente en la tierra, en los ojos las lágrimas y el fuego en el corazón, le pedí al Señor con vehemencia, con 1I111 CELO DEVORADOR la salvación de las arlma's. Yo no me acordaba de más,; almas, aJ,¡nas pam Jesüs- -era lo que yo deseaba."

De aquí arranca el gdto que haciéndola olvidarse totalmente de sí misma polarizará lada su existenda llenando de nuevo contenidO' su vida senciqa de esposa y madre: Jesús, salvador de los hombres, sálvalos, sálvalos.

Ha tenido un encuentro en profundidad con JESÚS SAL­

V ADOR, quien le ha comunicado su mismo amor, su misma inquietud salvífica. Dios ha visitado a su Iglesia, como años más tarde le explicará, pues en ese momento nace un movimien­to espiritual que la revitalizará. La Providencia ha confiado a una mujer seglar un mensaje profético para el mundo de hoy, que se encuentra contenido en la cruz misteriosa que días des­pués ella contempla. Es una cruz grande, muy grande, con el Corazón de Jesús en su centro y en lo alto el Espíritu Santo, que la baña con su luz y con su fuego. Toda la vida de Cristo se orienta y se sintetiza en "su Hora", llevándolo el Amor hasta la suprema donación. "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos" (Jn. 15, 13). El momento de su muerte es también el momento de su triunfo. Por -eso esta cruz, expre-­sión simbólica de "la Hora" de Jesús, es una cruz gloriosa. Es una invitación a transformar por el amor el sufrimiento que neva consigo toda existencia humana para que en unión con Jesús sea salvífica. Es un llamamiento a vivir la cruz de Jesús, cruz transfigurada por el Espíritu Santo, cruz que es la gloria per­fecta del Padre en la salvación de los hombres.

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Apostolado de la cruz

A los cuatro meses de este acontecimiento, con asombrosa rapidez, surge en la Iglesia la primera de las Obras de la Cruz: el Apostolado de la Cruz, cuya finalidad es ofrecer en unión con Jesús todos los trabajos y alegrías, especialmente los sufri­mientos al impulso del Espíritu Santo para la salvación de los hombres. Recibe su primera aprobación canónica el 3 de mayo de 1895 y de Roma en 1896. Para entonces son ya ocho mil personas inscritas, quienes tienen en sus labios y en su corazón el grito de "Jesús, Salvador de los hombres, sálvalos, sálvalos" que los compromete al sacrificio amoroso. Nadie sabe que Ma­ría de la Concepción es la inspiradora de esta obra,el instru­mento realizador es el Siervo de Dios monseñor Ramón Ibarra y González, arzobispo de Puebla, cuya causa de canonización está ya muy avanzada, así como su director el R. P. Mil', S. J. Ella continúa su vida normal y oculta; está por dar a luz al sexto de sus hijos.

Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús

El 3 de mayo de 1897 cristaliza la segunda de las Obras de la Cruz. Dios, a través de ella, entrega a esta Congregación el espíritu que la ha de animar. Este movimiento espiritual que ha surgido en la Iglesia necesita un manantial oculto que lo ali­mente y lo sostenga. Esta misión es propia de las Religiosas de la Cruz, contemplati:vas, dedicadas a la adoración de día y de noche ante la Eucaristía, prolongación de "la Hora" de Jesús uniéndose a sus sentimientos de oblación para gloria del Padre y salvación de los hombres. María de la Concepción nunca vive como Religiosa de la Cruz, pero hace sus votos a la hora de su muerte.

Alianza de amor con el Corazón de Jesús

Esta obra surge para laicos muy comprometidos que desean vivir la espiritualidad de la Cruz con profundidad, entregando su vida por la salvación de los hombres. Fue aprobada en Roma el 11 de noviembre de 1909.

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Liga apostólica

Vemos que la espiritualidad de la Cruz se va extendiendo a todos los campos del pu~b10 de Dios en modalidades muy dis­tintas según la vocación. Ya en estos años !hay muchos obispos y sacerdotes que conocen la espiritualidad de la Cruz y viven de ella. Surge entonces para ellos la cuarta de las Obras de la Cruz: Liga Apostólica, que recibe su aprobación el 3 de di­ciembre de 191'3. Su misión es promover la santificación de los sacerdotes y difundir las Obras de la Cruz.

Misioneros del Espíritu Santo

Después de muchas vicisitudes y largas esperas smge en la Iglesia la quinta Obra de la Cruz: Misioneros del Espíritu Santo, fundados el 25 de diciembre de 1914.

En 1903 María de la Concepción tiene un encuentro pro­videncial con el Siervo de Dios Félix de Jesús Rougier, sacerdote marista, que desde el primer momento queda cautivado por la espiritualidad de la Cruz y se siente llamado a ella. El es el instrumento de Dios para llevar a cabo la fundación de esta congregación clerical. Sin embargo, espera en una obediencia heroica hasta que sus superiores dan su pleno consentimiento para ello. La finalidad de esta Obra está expresada en su propio nombre, pues a través de la dirección espiritual promueven en el pueblo de Dios la vivencia del misterio de la Encamación redentora por la Cruz para que reine en el mundo y en la Iglesia el Espíritu Santo.

Todas estas Obras tienen la unidad de un mismo espíritu y han florecido principalmente en México.

Podemos suponer lo que significa para María de la Con­cepción dar vida a estas Obrasen la I<glesia de una forma oculta, pero que le exi:ge una donación total de su vida, especialmente en el sacrificio y en la oración.

El Señor continúa su obra en ella. Esta es su mejor actua­lidad.

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nI. Su GRACIA CENTRAL

El designio salvífico de Dios es prolongar en la Iglesia el misterio de la Encamación. El Padre en su amor infinito con­tinúa entregando a su Hijo a la humanidad: "Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Unigénito" (Jn. 13, 16). Acoger este don del Padre supone por parte del hombre un "Sí" pleno y total como el de María.

Al encontrar esta respuesta, Jesús toma posesión de la per­sona y la transforma en Sí mismo bajo la acción del Espíritu Santo, actualizando en ella su momento supremo: "su Hora", para gloria del Padre en la salvación de los hombres. Esta Ha­mada es para todos, especialmente a los que forman su Cuerpo Místico, pero no todos respondemos por nuestra mediocridad. Quienes permiten por su respuesta total que Jesús reviva su misterio podría decirse que se realiza en ellos una "Encamación Mística o Espiritual". Es así como la Iglesia Madre sin cesar engendra a lo largo de la historia a Jesús, Iglesia Madre cuyo tipo y modelo es María.

Esta presencia de Jesús en el mundo es lo que verdadera­mente lo renueva y transforma. Jesús ha manifestado nuevas exi­gencias a María de la Concepción, a las cuales ella ha ido res­pondiendo con un "sí" incondicional. Cada día se despoja de su egoísmo practicando la virtud en grado poco común. Esta obra de Dios se va realizando bajo la prudente ayuda de su director, hasta llegar el día 25 de marzo de 1906, en el que recibe la gracia central de su vida:

"Aquí estoy, quiero encarnar en tu corazón místicamente. Yo cum­plo lo que ofrezco; he venido preparándote de mil modos y ha llegado el momento de cumplir mi promesa: Recíbeme, tomo po­sesión de tu corazón, no dándome tú la vida, sino yo a tu alma.

Al encarnar en tu corazón llevo mis fines: Transformarte en Mí doloroso." 25 de marzo de 1906.

Sacerdocio espiritual

Jesús, desde el primer momento de su Encamación, vive su Oblación sacerdotal que culmina en la cruz. Todo cristiano por el Bautismo está llamado a prolongar la oblación de Cristo me-

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diante la vivencia de su sacerdocio espiritual. La gracia que ha recibido María de la Concepción se ordena a vivir este sacer­docio, pero en un grado eminente por su identificación con Cristo Sacerdote y Víctima.

"Tienes contigo a la Sacrosanta Víctima del Calvario y de la Eu­caristía, en mi unión ofrécete y ofréceme a cada instante al Eterno Padre ccm el fin tan noble de salvar a las almas y darle gloria." Junio 21 de 1906.

El Señor quiere, a través de María de la Concepción, pro­mover esta vivencia del Sacerdocio Espiritual que le es esen­cial a la Iglesia, y que por entonces se encuentra oscurecido y un tanto olvIdado por temor a algunas desviaciones protes­tantes. Ahora el Concilio Vaticano II ha insistido en su impor­tancia, ya que aún la vida más sencilla en unión con Jesús y al impulso del Esphitu Santo adquiere una dimensión sa1vIDca y glorificadora:

"Todas sus obras, sus oraciones e iniciativas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el cotidiano trabajo y el descanso del alma y del cuerpo, si son hechos en el Espíritu, y con mayor razón las mismas pl1lebas de la vida si se sobrellevan pacientemente, se con­vierten en sacrificios espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo." L. G. 34.

Cadena de amor

Transformada en Jesús, María de la Concepción puede ejer­cer su sacerdocio espiritual plenamente; la nueva exigencia del Señor es que haga de su vida una "Cadena de Amor", es decir, un acto ininterrumpido de amor oblativo al impulso del espíritu. Le pide que repita sin cesar con una intención de inmolación voluntaria: "Este es mi Cuerpo, esta es mi Sangre."

y a que El, a su paso por la tierra, pronunció estas palabras en 10 íntimo de su corazón, ofreciéndose a Sí mismo al Padre, y para unir a su oblación a todo su Cuerpo Místico instituye la Eucaristía. Se abre para María de la Concepción un hori­zonte inmenso que abarca a todos los hombres en su ablación.

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"Ofrece con tu cuerpo y con tu sangre, tu alma, tu corazón, tus potencias y sentidos, tu vida y tu muerte, y las Obras de la Cl1lZ, las almas de tus hijos, ofrece la Iglesia, los Sacerdotes, a todos

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los justos y pecadores, y a Mí mismo con todo esto, a cada minu­to, a cada respiración, siempre, siempre, que ésta es tu misión espiriru¡¡,l en la tierm." Feb. 23 de 1909.

No es una oblación pasiva, sino que la compromete a una incesante entrega a los demás en el vasto campo de sus rela­ciones familiares, con las Obras de la Cruz, con Obispos y Sacer­dotes que buscan en ella apoyo, consuelo, estímulo espiritual, todo esto sin sacarla de su ambiente de sencillez y ocultamiento. "Tú naciste para darte, para servir a otros."

Con frecuencia se escucha ,esta frase en labios de quienes la conocieron: "Siempre se contaba con ella." Atendiendo a sus suegros y fomentando en ellos la unión con Dios, prestándoles los servicios más sencillos en sus enfermedades, hasta entregar­los al Señor en su última agonía; cuidados llenos de ternura y desvelo a sus hijos en sus cuerpos y en sus almas; tenía tiempo para entregarse a todos, visitas, cartas, a pobres y a licos. Y lo más prodigioso es que en su contexto inmediato de mil preocu­paciones de familia y sociedad no limitan sus horizontes vastÍ­simos de preocupación universal, sino que en él va entretegiendo su oblación en unión con Jesús, en favor de todos los hombres. Podríamos preguntamos, ¿qué es lo que alimenta este amor y esta entrega? La Eucaristía y el tiempo prolongado de oración cada día, para el cual no le resta dedicación al trabajo, sino al descanso: "Las noches son mías, para Jesús."

En unión con María

La gracia central de su vida es dinámica y en su desarrollo van predominando diversos matices. En 1917 Jesús la invita a vivir su sacerdocio espiritual en íntima unión con María, quien lo vivió plenamente por su idenüficación total con Jesús.

"María, la criatura más transformada en Mí, repetía en su in­terior:

~Este es mi Cuerpo, esta es mi Sangre, ¡pero a qué grados de perfección! Con qué dereoho de repetirlas. Con cuán grande y crecida unión y compenetración ... " Marzo 21 de 1917.

Es admirable la profundidad de relaciones de María con Jesús, pues al dar su "Sí" se une plena y profundamente a la intención por la cual el Verbo se hace carne. Desde entonces

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ya no tendrá otro objetivo que los intereses y la finalidad del Verbo Encarnado. Por consiguiente para Ella ser madre es hacer suya en espíritu y en verdad la OBRA DE VIDA que se realiza en Ella, es adherirse a la Encarnación que se lleva a cabo a través de los siglos, es comulgar literalmente en alma y cuerpo con los sentimientos que anidan en el corazón de su Hijo desde el momento de su concepción, Es, en una palabra, contraer con El una amistad absoluta, es llegar a ser su compañera en todo cuanto El es, en todo cmmto El tiene. Su vínculo maternal ad­quiere también un matiz esponsal, es la mujer que se compro" mete activamente en el destino y la misión del Hombre Dios. En frase de Scheeben es "una maternidad esponsal". La nueva Eva y el nuevo Adán.

"María tuvo la Encarnación real temporalmente y la mística siem" pre, porque fue la criatura más unida y compenetrada Conmigo." Marzo 21 de 1917.

Jesús y María llegan al momento supremo de su umon en la Cruz. Es la Madre del Sumo y Eterno Sacerdote que en el Calvario vive más intensamente que nunca su Sacerdocio real, que en Ella toma el aspecto de un alumbramiento doloroso del Cristo Total (In. 16,21; Ap. 12,1). "La Hora" de Jesús es tam­bién "La Hora" de María.

Es María quien prolonga "Esta Hora" de Jesús, en los años de su soledad, ofreciéndose en su unión para atraer al Espíritu Santo a la Iglesia naciente, y es esta oblación la que da fecun­didad al trabajo apostólico de la comunidad eclesial, como lo expresa el Cardenal Journet en esta admirable frase: "Desde entonces la Vir.gen estará colocada en el corazón de la Iglesia militante para sostenerla por el silencio de su contemplación y de su amor."

Jesús quiere que María de la Concepción participe de esos años de soledad fecunda, para ello le dará el marco existencial que le haga capaz de comprender los sentimientos de María. Jesús la despoja de su presencia sens~ble, no lo encuentra en su interior; muere su director monseñor Ibarra y González; en su familia también experimenta la soledad: su hijo Manuel in­gresa en la Compañía de Jesús, su hija María de la Concepción es ya Religiosa de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús, sus

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demás hijos empiezan a cO'ntraer matrimoniO'. Existencialmente puede vislumbrar el misterio de Soledad de María.

"Cad:a vez que Mmía, mi Sallltísima Madre, sentía el dolür de mi ausencia en cualquier fürma, luegO' lO' üfrecía al Padre pür la sal­vación del mundO' y de la naciente Iglesia. Este apüstüladO' de dü­lO'r en EHa, en el tiempO' de su soledad, fue el más fecundO' e hizO' al cielO' derramarse en gracias. Así tú: has cümenzadü en esta nueva etapa de tu vida, un reflejO' de la de María y te tüca imitar­la sin desperdiciar tus penas, que en su unión y la Mía tendrán valür. Así en estas fürmas sübrenaturaliza tus dülüres de süle­dad, para que fecunden en favür de tus ütrüs hijüs." MarzO' 21 de 1917.

En favor de los sacerdotes

AsociándO'la al misterio de la soledad de María el Señor con­tinúa en ella su obra y la hace participar de sus sentimientos íntimos sacerdotales.

"Quiero 'hacerte ecO' de tüdüs mis dülüres, ecO' de tüdüs mis amüres." Septiembre 10 de 1927.

¿A quiénes ama Jesús de modo especial? ¿A quiénes ha he­cho entrega de su Madre de modo particular al pie de la Cruz?, A sus sacerdotes.

"O:flrécete en O'blación pür mis sacerdotes; únete a mi sacri­ficiO' para alcanzarles gracias. Pür la unión especial que tienes cün mi Iglesia, tienes derechO' a participar de sus amarguras, y tienes deber sagradO' de cO'nsülarla, sacrificándüte pür sus sacerdütes." 24 de septiembre de 1927.

En el plan de Dios los sacerdotes desempeñan un papel de­finitivo en la renovación de la Iglesia. El Señor permite en Mé­xico una larga y sangrienta persecución para sacudir a los sacer­dotes de su mediocridad y desprenderlos de compromisos que no les corresponden. Es precisamente en esa situación vital cuan­do Dios les ,envía por medio de María de la Concepción una nueva luz, una apremiante llamada a la transformación en Cris­to, único Sacerdote. Es también una llamada apremiante a la unidad de los sacerdotes con Cristo y entre sí que sólo puede realizar el Espíritu Santo, indispensable para cumplir su misión de pastores del pueblo de Dios para que lleven a cabo su De­s~gnio: "una muchedumbre reunida por la unidad del Padre y

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del Hijo y del Espíritu Santo" (L. G. 4). Para hacerles llegar este mensaje, en los años de 1927 a 1929 escribe el libro A mis sacerdotes, que se d1funde rápidamente entre ellos. Por la pro~ fundidad teológica que contiene no se reduce a la situación his­tórica del momento, sino que es de vital importancia en la actualidad de la Iglesia, cuyo problema más profundo es la unidad.

"Vine al mundo sólo con el fin de unir a todos en la Unidad de la Trinidad, por el Espíritu Santo, es decir por el Amor. Mi Padre, al fundar la Iglesia, sólo tuvo un fiu, fin de unidad, porque El, ni en sí mismo, ni en sus concepciones eternas, ni en su fecundidad asombrosa, ni en sus deseos, ni en sus obras puede tener pensamientos e intenciones Íuera de su unidad. Pues bien, al fundar su Iglesia, su ideal fue no hacer sacerdotes que se dis­gregaran saliéndose de su unidad, sino un solo Sacerdote en Mí, un solo Santo en Mí, por el divino Espíritu." 13 de febrero de 1928.

La unidad es el rasgo más divino de la Iglesia, no es, pues, de extrañar que el poder del mal dedique todo su esfuerzo a destruirla, ¿no es éste el panorama de nuestro mundo?

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"lEsa ~nidad falta en el mundo y por estO' tantos males awlan a la tierra. Se desvían las almas de su Centro y de ahí todas las desgracias que llora la humanidad caída:. Este es el :punto central y capital de su mina: el vivir apartados de la unidad, en doctrinas erróneas en el orgullo de las opiniones, en la multiplicidad de las sectas, en la bmma: de la oscuridad de los compuestos. El día que el mundo vuelva a su centro de la unidad de la Trinidad y en su Iglesia, será salvo." 28 de noviemhre de 1927.

Esta unidad no puede realizarse por sí misma, quien la rea­liza es el Espíritu Santo.

'\Mas para realizar este ideal de unidad de mi amado Padre, el que tiene de mis sacerdotes, se necesita como indispensable y po­derosO' motor para este fin al Espíritu Santo. Sólo El, únicamente El, puede renovar la faz de la tierra y unir los corazones con el Verbo, porque es el inefable lazo de amor entre el Padre y el Hijo: Es el que unifica a la Iglesia, porque unifica a la Trinidad en el amor: es el que simplifica, porque es la unidad por esencia y es unidad porque es amor." 23 de noviembre de 1927.

El Espíritu Santo realiza la unidad en la Cruz de Cristo: "Cuando Yo sea levantado en alto atraeré a todos hacia Mí" (In. 12,32). Para que el Espíritu Santo continúe construyendo

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la unidad en la Iglesia es ineludible participar de esa Cruz de Cristo. Este es el mensaje de María de la Concepción y de las Obras de la Cruz.

Amor maternal, amor fecundo

Los últimos doce años de su vida los recorre bajo la direc­ción atenta y experimentada de monseñor Luis María Martínez, entonces Obispo de Morelia y posteriormente Arzobispo Prima­do de México, quien le ayudará a desarrollar su gracia central hasta sus últimas consecuencias.

La lógica de la Encarnación es diáfana, Jesús es esencial­mente Hijo, es el Unigénito del Padre y al encarnarse, en su abajamiento inconcebible, ha querido continuar siendo Hijo y se ha hecho Hijo del hombre. Por eso Jesús desea encontrar en el hombre un destello del amor del Padre y sólo podrá en­contrarlo si es amado con el Amor Personal de Dios, es decir, con el Espíritu Santo. Este misterio se realiza plenamente en María, quien bajo la acción del Espíritu Santo queda constitui­da Madre del Verbo hecho Carne, haciéndole experimentar a través de su amor y su ternura maternales, el Amor y la Ter­nura del Padre. Misterio que quiere prolongar en su Iglesia, del cual es María modelo y tipo; es el amor que quiere encon­trar en ella: AMOR MATERNAL. Por eso la Iglesia es llamada Sancta Mater Ec1esia. (Cfr. Sancta Mater Eclesia, K. Delhaye. Ed. du Cerf, 1964.)

Como pequeña célula del Cuerpo Místico de Cristo, quiere Jesús encontrar este amor en María de la Concepción.

La prepara psicológicamente a través de su experiencia ,hu­mana de la maternidad que ha dilatado las fibras más hondas de su ser, y ahora al impulso del amor personal de Dios, quiere que vuelque esa capacidad amando a Jesús con ternura y abne­gación maternales.

"Amame con libertad, sin cortapisas, sin temores, con todas tus fuerzas y plenitud del amor, con toda la ternura de tu alma porque el amor maternal te dignifica, te purifica, te asciende hasta el Pa­dre, por el Espíritu Santo. Amame con el reflejo de María, con la luz y la pureza y la transparencia de María." 12 de agosto de 1927.

La vida de María de la Concepción adquiere una armonía maravillosa, toda su existencia !humana, sus relaciones con J e-

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sús y su misión espiritual se sintetizan en dos palabras: SER

MADRE.

"He simplificado mi vida en ser madre; mis afectos en El y muoho pido al Padre, una fibra de su ternura; a María un latido de su corazón, al Espíritu Santo de Fuego, sus ardores, su amor de luz, que no lastima para acariciar a Jesús."

María de la Concepción es un venero sencillo, oculto, fecun­do por su intimidad con el que es ]a vida. Signo de esta fecun­didad son las Cinco Obras de la Cruz y la irradiación en el campo de la relación interpersonal para la cual tenía cualida­des extraordinarias; siempre su contacto daba a Jesús hacién­dolo presente en su actitud compremiva, hmmma y cálida.

"Hacer a otros felices es ser feliz; esparcir en torno nuestro 1 a alegría es poseer la fuente de ella.

Yo debo tener, ¡Dios mío, y dámela!, un alma generosa, des­prendida de todo y de mí misma, y palabras que penetren los co­razones, que mitiguen, que embalsamen, que espiritualicen; pala­bras creadoras, fecundas de vida, de alegría y de sol, de calor, de fuego, palabras rayos, que sin lastimar sanen; pero estas palabras que inyectan vida sólo puedo encontrarlas en la oración, en los sufrimientos, en la cruz interna, palabras del alma que alienten, que curen, que sanen, que levanten las almas de la tierra." Di­ciembre de 1936.

Se conservan cuatrocientas cuarenta y siete cartas a sus pa­rientes; seis mil doscientas veintisiete a obispos, sacerdotes y se­glares, siempre en tono sencillo y lleno de Dios. Escribió, ade­más, cuarenta y seis libros editados, a través de los cuales su palabra llegó en forma anónima a miles de personas, siendo una ayuda poderosa para la oración. Otro acerbo de riqueza son las veintidós mil quinientas páginas de su Cuenta de Conciencia, escrita por obediencia. En ella co­munica a su director la forma de hacer oración, sus luchas y tentaciones, las inspiraciones del Señor sobre el espíritu de las Obras de la Cruz; hay también en ellas páginas admirables sobre el misterio de la Trinidad; la generación eterna del Verbo, la Encarnación redentora, el Sacerdocio de Cristo que se continúa en el sacerdocio ministerial y real; el misterio de María; el Es­píritu Santo, su acción en la Iglesia ,Y en el intelior del hombre. La transparencia con que escribe su Cuenta de Conciencia nos indica su total sumisión a la Iglesia, actitud que brota de su

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deseo de amar a Dios haciendo su Voluntad y de la convicción de su pequeñez y miseria, haciéndola abrirSe a sus directores espirituales en las diversas etapas de su vida, a los sacerdotes señalados por la Santa Sede para examinar su espíritu para que disciernan a la luz divina si la obra que en ella se realiza es de Dios. La respuesta es unánime: --Sí, es de Dios. Como ha sido confirmado también en el proceso de su canonización.

La Cruz que desde muchos años atrás vislumbrara, es vida en ella. Monseñor Martínez se 10 dice días antes de su muerte:

"Es usted cruz viviente, en su alma descansa el Espíritu Santo y en ella está enclavado Jesús."

La obra de Dios culmina el 3 de marzo de 1937. Muere, pero continúa viviendo en las Obras de la Cruz y comunicando su influjo en la Iglesia.

Podríamos preguntar ¿por qué tomó Dios como instrumento a una mujer? Escuchemos la palabra autorizada de Feuillet:

"Más receptivo que el mundo masculino, el mundo femenino es más dócilmente disponible a la acción del Espíritu Santo. No es sin duda por azar que en la Iglesia los carismáticos parecen haber sido más numerosos en el mundo femenino que en el mundo mas­culino.

Una vez reconocida la autenticidad de su experiencia, su voz debe ser escuchada, pues ellas tienen algo importante que decir­nos en nombre de Dios, en sumisión a la Iglesia y a su Jerarquía." (Jésus et sa Mere, Gabald·a 1973, p. 231.)

IV. Su MISIÓN EN LA IGLESIA

Su mensaje es universal, invita a hombres y mujeres en cual­quier estado de vida a la más alta santidad reviviendo el mis­terio de la Encamación redentora por la Cruz, actualizando la oblación de Jesús en su vida diaria para gloria del Padre y sal­vación de todos los nombres. La vivencia de María de la Con­cepción nos man~fiesta y recuerda el aspecto más Íntimo de la I,glesia, que es unidad en el Espíritu, unidad que debe vivirse en las diversas participaciones del único Sacerdocio de Cristo. Es una invitación al pueblo de Dios en mardha comprometido en la transformación del mundo, para que 10 vivifique asociando

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su vida a la Cruz de Cristo, iluminándola con el Amor del Es­píritu Santo para gloria del Padre.

Su palabra a la mujer

La palabra más elocuente de María de la Concepción a la mujer es su propia vida. Pues en el inte110r de cada mujer hay una potencialidad maternal que polariza todo su ser para co­municar vida a través de la donación total que de sí misma hace entregando un amor desinteresado y lleno de ternura. Esta potencialidad, si bien es física, es, ante todo y sobre todo, es­piritual, la cual debe realizar en cualquier estado de vida. Cuan­do el egoísmo paraliza esta capacidad maternal no hay realiza­ción posible para la mujer, lo más esencial en ella queda frus­trado. Este es el drama de hoy, el de una humanidad que en muchos casos nace huérfana por la falta de la presencia de la mujer; sin ella nace y vive carente de esa dedicación maternal que constituye la manifestación más inmediata del amor de Dios, El hombre no es esencialmente padre, está vuelto hacia el mundo para construirlo y transformarlo; la mujer está vuelta hacia el corazón de la humanidad porque ella sí es esencialmente madre, constituida fisiológica, psíquica y espiritualmente para dar vida y seguirla comurucando hasta dar a luz al hombre perfecto, en­tregándole la dimensión espiritual que le ha sido dada. Por eso P. Evdokimov llega al punto neurálgico de la situación contem­poránea cuando dice:

"Bl 'ateísmo contilene en germen la más profunda am¡rrgl1ra y re­vela ser esencialmente masculino, por la atrofia del sentimiento religios.o, de la dependencia del Padre, del sentido de la paternidad divina que es dado por gracia a la mujer. Ella es. quien apo.rta al humanismo la dulzura y la ternura del amor de Dios, pues la mujer en su fibra matemal, es la figura humana de la paternidad divina." (La mujer y la salvación del mundo. Ed. Ariel, 1970, Colección Libros del Nopal, p. 160.)

La misión espiritual de la mujer es sublime y de unos ho­rizontes vastísimos. "Como la de la Virgen, la misión de la mujer es altísima, pero escondida; como es escondida la formación del niño en el seno materno, más profundamente, como es escon­dida la acción del Espíritu Santo, quien lleva a cabo la obra del Hijo de Dios encarnado: inmersión de Dios en el corazón de la miseria humana.

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Ciertamente la solución de la crisis actual depende en gran parte de las mujeres cristianas, disponibles y transparentes como la Virgen María al soplo del Espíritu Santo. ¿No fue la ofrenda sacri,ficial de María, el "Sí" generoso que Ella pronunció, el punto de partida de nuestra salvación?" (Op. cit. Feuillet).

'Esto es 10 que María de la Concepción trató de vivir ejer­ciendo su sacerdocio espiritual, y aquí radica la plenitud y fe­cundidad de su vida. Ella nos recuerda este punto esencial que puede ser vivido en el marco existencial más diverso, es una invitación universal, pero especialmente a las mujeres cristianas, para que hagan de su vida una ofrenda sacrificial, y así vivan en el corazón mismo de la Iglesia el misterio del amor que da a luz a las almas a UNA VIDA NUEVA Y dispongan corazones lla­mados al sacerdocio consagrado, de quienes la Iglesia no puede prescindir.

Las mujeres cristianas ejercen una mediación paralela a la mediación sacerdotal, pero de otro orden, participan de la me­diación de María y son como Ella mediadoras del Amor Divino.