La historia de lia y maría concepción divaldo franco

12
LA HISTORIA DE LIA Y MARÍA CONCEPCIÓN Chico Xavier — Encuentro con Divaldo Franco. Me acuerdo de un hecho en el cual participé, en compañía de Francisco Cándido Xavier, hace más de cincuenta años, y que tiene gran utilidad, para que nosotros, los espiritas, en este momento en el que se abren las puertas de la divulgación, no nos olvidamos de la fidelidad a la Codificación centrada en el Evangelio de Jesús. Hay una tendencia inevitable de apartar a las criaturas de la vivencia con los sencillos, los sufridores, las hijas y los hijos del calvario. El intelecto deslumbra, las posiciones relevantes fascinan y, naturalmente, en nuestra condición de Humanidad, somos atraídos por el brillo efímero de las luces de proyección. Cuando menos lo esperamos, nos distanciamos, sin darnos cuenta del camino recto, del deber, atraídos por los diversos desvíos, que se abren, fascinantes, a nuestro frente.

description

LA HISTORIA DE LIA Y MARÍA CONCEPCIÓN. DIVALDO FRANCO

Transcript of La historia de lia y maría concepción divaldo franco

Page 1: La historia de lia y maría concepción divaldo franco

LA HISTORIA DE LIA Y MARÍA

CONCEPCIÓN

Chico Xavier — Encuentro con Divaldo Franco.

Me acuerdo de un hecho en el cual participé, en compañía de

Francisco Cándido Xavier, hace más de cincuenta años, y que tiene

gran utilidad, para que nosotros, los espiritas, en este momento en

el que se abren las puertas de la divulgación, no nos olvidamos de

la fidelidad a la Codificación centrada en el Evangelio de Jesús.

Hay una tendencia inevitable de apartar a las criaturas de la

vivencia con los sencillos, los sufridores, las hijas y los hijos del

calvario. El intelecto deslumbra, las posiciones relevantes fascinan

y, naturalmente, en nuestra condición de Humanidad, somos

atraídos por el brillo efímero de las luces de proyección. Cuando

menos lo esperamos, nos distanciamos, sin darnos cuenta del

camino recto, del deber, atraídos por los diversos desvíos, que se

abren, fascinantes, a nuestro frente.

Page 2: La historia de lia y maría concepción divaldo franco

No fue diferente lo que aconteció con el Cristianismo. A partir de

Constantino, en 313, cuando se le abrieron las puertas del Imperio

Romano y el Cristianismo pasó a experimentar ciudadanía,

naturalmente comenzó también el ofuscar de sus luces

libertadoras de la ignorancia, de la impiedad, del crimen, de los

desvíos de conducta.

El mensaje cristiano puro resistió casi inalterado por

aproximadamente trescientos años. Soportó persecución por casi

tres siglos, ofreció más de un millón de mártires como testigos.

El Espiritismo, sin embargo, aún no completó ciento cincuenta años

y, en su estrada central, ya notamos muchas veredas invitando a

desvíos peligrosos, envolviendo y atrayendo a personas

bondadosas, sensatas, dedicadas que, por una u otra razón, se

dejan atraer por esos caminos más cortos de la fascinación y de la

proyección personal…

En el año 1954, en el mes de junio, yo me encontraba el Pedro

Leopoldo. Como en el momento yo hacía viajes dos veces al año

aquella ciudad, en aquella ocasión, el día 20 de junio, al terminar la

reunión en la que Chico Xavier psicografiaba, los sábados por la

noche, después del atendimiento a los sufridores, en los alrededores

de su ciudad, el me dijo, mientras caminábamos en dirección a la

residencia de su hermano André, que aquella noche experimento un

fenómeno muy especial.

Estando desdoblado parcialmente, mientras los benefactores

psicografiaba, había recibido la visita de dos damas españolas

(encarnadas) que estaban recibiendo su ayuda material durante la

expiación redentora en la actualidad, y venían a pedirle para que

no olvidase de llevarles comida, porque aún no había terminado su

rescate doloroso, más el hambre podría interrumpir ese proceso

libertador, y que, en domingo — ya era madrugada de domingo —

a la tarde, nosotros iríamos a visitarlas.

Se llamaban Lía y María de la Concepción, las dos señoras muy

pobres que residían cerca de allí, en un lugarcito conocido como la

Lampiña. Estaba presente, en esta ocasión, una figura eminente de

Page 3: La historia de lia y maría concepción divaldo franco

las finanzas paulistas, el Dr. Francisco Pereira de Andrade, en

aquella época, uno de los tres directores del Banco del Estado de

San Paulo, que, en aquella oportunidad, era una potencia

financiera.

En el mismo día, a las 15 horas, Chico contrató dos taxis, porque el

Dr. Francisco estaba con la esposa, Doña Lucy, y una cuñada – la

pareja residente en la ciudad de San Paulo y la cuñada en Santos -,

y también vendría con nosotros la hermana de él, D. Luisa. Nos

dirigimos a Lapinha, un lugar muy humilde. Hacía mucho frio,

porque, en aquella época, el invierno era riguroso en la región.

Al llegar allí, nos lanzamos, mientras que Chico nos estaba diciendo

que el drama de esas dos señoras era tan grande que su madre,

antes de desencarnar, en 1914, ya se refería a que, cada vez que

experimentaba grandes dolores, encontraba confort en el

testimonio de Doña Lía y en el coraje de María Concepción.

Eso había quedado en su memoria, como resultado de los relatos

maternos dentro de casa — él era un niño de tres para cuatro años.

Nunca más el oyó hablar sobre esas señoras hasta que, más o

menos por los años cuarenta, Luisa, su hermana mayor, narró la

historia de Doña Lía, elucidando que esa señora se había casado

con un hombre portador de trastornos psiquiátricos muy graves.

En aquella época, ella residía con la familia en una de las haciendas

en torno del Corral del Rey, cuando ese señor muy rico se apasiono

y la pidió en casamiento. El padre de ella aceptó, y ella vio al

futuro marido solo ese día y el día de la boda.

Él, la llevo para su propiedad, tras el consorcio matrimonial, es

cuando comenzó el calvario de la señora, porque, muy

atormentado, entre los variados desvíos de conducta, el era

portador de un celo mórbido, y después que nació la primera hija,

desvariando, el comenzó a atribuir que la niña no era suya, y si del

capataz.

Page 4: La historia de lia y maría concepción divaldo franco

Después de mandar azotar al empleado y expulsarlo de la

hacienda, quemó con tizón de fuego las partes calientes de la mujer,

para que ella quedase imposibilitada de traicionarlo otra vez con

quien quiera que fuese. Doña Lía crio a la hija con abnegación, con

mucho sufrimiento, sin nunca salir de aquella hacienda. La hija se

casó, más tarde, conforme los padrones de la época, y fue a morar

con su marido en otra propiedad.

Dos años después, estando grávida, mandó pedir a la madre que

fuese a acompañarla, en el momento del nacimiento, y llevase

también a una matrona, muy famosa que había en la región. Era la

primera vez que Doña Lía salía de casa, para ir ayudar a la hija en

una situación muy grave.

El parto fue muy difícil y, cuando nació la criatura, la matrona

tuvo un choque muy grande, porque la niña presentaba anomalías

teratológicas muy graves: la cabeza era normal, más el cuerpo se

presentaba retorcido, como si fuese moldeado por manos

impiedosas que le cambiaran la estructura. La matrona, asustada,

la mostró a la madre, aún en el lecho. La señora tuvo una crisis de

locura y tiró a la hija por la ventana.

Entonces Doña Lía salió corriendo — la abuela —, tomó a la

criatura ye desapareció. No se supo, durante muchos años, del

paradero de las dos, hasta que las noticias comenzaron a aparecer,

narrando la historia dolorosa de una señora que cargaba un

monstruo, pidiendo limosna por las ciudades interioranas

próximas a Belo Horizonte.

Doña Luisa recordó y llegó contándole todo eso al hermano

conmovido. Al comienzo de los años 50, es estaba en una de sus

reunión de actividades mediúmnicos doctrinarias, psicografiando,

cuando, fuera del cuerpo, el vio adentrarse dos damas muy bellas,

vestidas ricamente, ala española, y que se le acercaban.

Aquella que parecía ser la de más edad le preguntó en Espíritu: -

¿Usted es el hijo de Doña María Juan de Dios, el Chico Xavier? El

respondió: Si, soy – Si, su madre fue muy amiga nuestra. Nosotras

estamos reencarnadas, rescatando dolorosos crímenes

Page 5: La historia de lia y maría concepción divaldo franco

anteriormente cometidos. Nos encontramos en una situación muy

lamentable y Doña María Juan de Dios me sugirió que viniese a

pedirle socorro, porque usted está dotado de sentimientos

cristianos y de mucha misericordia. Nosotras estamos morando

aquí cerca, en Lampiña, y precisamos de alimentos para que

nuestros cuerpos resistan la expiación. ¿Usted podría visitarnos,

Chico? El confirmo: - Si con mucho placer.

Ella, entonces, le explicó que había ejercido, en la corte de Felipe II,

una posición muy relevante, habiendo sido madre de una

personalidad de alta significación en el clero, habiendo contribuido

con su ambición para atormentar a personas que eran acusadas

como dignas del proceso inquisitorial, por herejía.

Ella y su hija, hermana, por tanto, de alta personalidad clerical, se

beneficiaban de las denuncias que eran hechas contra personas

muy ricas, porque, la ley de la época, los bienes pasaban a

pertenecer al Estado, que se quedaba con el 59%, otra parte iba

para la Iglesia, y la otra para la denunciante. Ellas se complacían

en eso, nunca se dieron al trabajo de ver cómo eran extraídas las

confesiones de sus víctimas.

Sabían, no en tanto, que eran por procesos muy bárbaros, y que, al

desencarnar los tres — ella primero, el hijo después y la hija en

último lugar —, tuvieron el despertar de la conciencia y

encontraron a un gran número de sus víctimas, que los castigaron

de manera impiedosa, casi hedionda.

La Misericordia Divina, apiadada de sus sufrimientos, les trazó

expiaciones dolorosas y, durante varias veces, se reencarnaron

bajo los espículas de la lepra, mas esta, en la cual se encontraban,

seria la última fase de recuperación, y que ellas pretendían —

porque el hijo ya estaba redimido — coronar la jornada con mucho

éxito. Chico quedó muy sensibilizado y prometió visitarlas.

Al día siguiente, en compañía de Doña Luisa, procuraron reunir

algunos víveres de lo poco que tenían y fueron a visitar el cuchitril

de Doña Lía y Doña Concepción. Era una de esas construcciones de

Page 6: La historia de lia y maría concepción divaldo franco

madera muy modestas, encaramada en una pendiente, en un lugar

separado del aglomerado de casas.

A partir de entonces, una vez que otra, cuando el disponía de

cualquier recurso, compraba alimentos e iba a llevárselos a las dos

señoras. Doña María de la Concepción era sordo-muda, además

de la deformidad que presentaba en el cuerpo, y era casi ciega.

Ella lo oía, lo sentía y los dos conversaban mentalmente. Cuando él

se acercaba, ella se agitaba de felicidad, porque percibía su

presencia. Entonces, con un gesto muy peculiar, él me dijo: —Sí. Yo

soy su peluqueo. Yo soy su manicure.

Soy yo el que le corto los cabellos... ¡Lindos! — Divaldo — el me

afirmó —, ella es linda! Parece Rita Hayworth. Estaba en la época

de Gilda, la célebre Rita Hayworth. Y yo, con mi imaginación

juvenil, en aquella época, ya imagine aquella mujer de Hollywood,

fascinante, comenzando a concebirla deslumbrante. — Ahora, el

corpiño es deficiente — el acrecentó, con una risa maliciosa.

Subimos la pendiente y, cuando el llamo a la puerta, Doña María la

abrió. Se trataba de una mujer nonagenaria, y fue conmovedor el

encuentro, porque ella lo miró, tuve una exclamación, informando:

—Chico, está noche yo soñé con vos. Yo decía: — Venga a traer

comida para nosotras, Chico, que nos estamos muriendo!

El entonces me miró y sonrió, porque ahí estaba la confirmación de

lo que nos había contado. Entramos. Doña Luisa fue a la cocina,

que era un pequeño vano al lado, a llevar los alimentos y preparar

un lanche, mientras nosotros íbamos al otro cuartito.

La cama era polos, ensartadas en el suelo con otra transversal, un

poco de hierba cubierto con viejos, tejidos sucios, y un cuerpo, que

no debe ser más de seis palmos de una mano adulta.

La cabeza era perfectamente normal. El cabello, desgreñado, no

tenía nada que ver con aquel del que Chico había hablado. ¡Como

el poseía belleza en los ojos y en el alma! Yo la mire… la mire...

Era... Agraciada… Mas no parecida con Rita Hayworth, como el

había definido.

Page 7: La historia de lia y maría concepción divaldo franco

En ese ínterin, ella se agitaba, se retorcía. Él se acercó, y le dijo: -

Pues esta es, María de la Concepción, yo estoy aquí – y le acarició los

cabellos. Ella precisaba de higiene, porque era una vez por semana

cuando él podía ir a ayudarla. De inmediato, se puso a conversar,

calmándola, sutemente

En esos cómenos, Doña Luisa vino de la cocina y, para que nosotros

viésemos las deformidades de la paciente, retiró el paño que la

cubría. Fue la escena más chocante que yo vi. Era como si el cuerpo

fuese retorcido, no exactamente como un tornillo, más si algo

parecido, pequeño, con muchas limitaciones.

Entonces ella gritó, y Chico elucido: — ¡Luisa, usted sabe que ella

tiene pudor, cúbrala! Ella la cubrió con cariño. Dona Lucy, que era

una señora muy generosa, elegante, estaba vestida con una

chaqueta de pieles de alto precio, mientras Doña Lía, la anciana,

temblaba de frio, con un tejido muy fino sobre el cuerpo purpura,

sin casi ropa íntima...

Muy agitado, sensibilizo a la dama paulista que se quitó la

chaqueta de pieles y la vistió, en aquel momento, con un gesto tan

natural, como si fuese la cosa más sencilla del mundo. Entonces, la

señora no entendió nada. Fue de inmediato a la cocina y, cuando

volvió, estaba sucia de las brasas. Chico exclamó con jovialidad: —

¡Más que belleza, Lía! Ya tiró el sello. Es así como la gente tiene

que hacer... Aquello me impresiono, porque la mente racional

pensaría de manera diferente. Diría: Bueno, cuando llegue a casa,

yo iré a comprar algunos suéteres, adquiriré un abrigo y los

mandaré después.

Instantáneamente me acorde que, muchos años antes, por tanto, al

final de los años 40, el propio Chico me había contado algo que le

fue narrado por el Dr. Becerra de Meneses, de cuya reflexión el

benefactor espiritual había cuñado el siguiente concepto: Cuando

la caridad es muy discutida, el socorro llega tarde.

Me contó, el bendecido médium, que dos damas estaban en el

teatro Bolshoi, en Moscú, al final del siglo XIX, asistiendo a la pieza

de Boris Godinho. Se sensibilizaron mucho. Nevaba en el exterior.

Page 8: La historia de lia y maría concepción divaldo franco

Cuando salieran del teatro, muy emocionadas, vino, a la puerta, un

hombre caído y mal abrigado. Una de ellas se quitó el abrigo para

cubrirlo. La otra, más práctica, sin embargo, la advirtió: — ¡No

haga eso! Él no va valorizar ese abrigo. ¡Es muy caro! Cuando

lleguemos a casa, elegiremos ropas calientes, mandaremos un

lacayo a traerlas, y todo quedará bien. ¡Su abrigo vale una fortuna!

La amiga detuvo el gesto. Fueron para casa. Mas al llegar fueron a

tomar leche caliente. Conversaron, se distrajeron y olvidaron al

necesitado.

Al día siguiente por la mañana, la que tuvo el gesto de caridad

recordó al sufridor y mandó al lacayo y, cuando llegó, el hombre

había muerto de frio durante la madrugada. De ahí el Dr. Becerra

advoca: - La caridad no puede ser muy discutida. Puede ser hasta

delineada, punteada, más no muy discutida mientras la miseria

llora, sufre y muere. Tiene que ser el gesto espontaneo, como ese

que Doña Lucy había practicado, sin haber oído la narración que

Chico me hiciera antes. Quedamos allí bajo fuerte emoción. El trató

de higienizar a las dos. La hermana nos trajo un caldo vigorizante

y caliente.

Entonces, el Dr. Francisco Pereira de Andrade propuso: — Chico, yo

puedo cambiar esa situación. Me gustaría de recordarle de que yo

tengo mucha influencia en la Sana Casa de Misericordia de San

Paulo. Yo podría mandar buscar a las dos pacientes para

internarlas, retirándolas de esa situación deplorable. Chico lo miró

cariñosamente. Se detuvo, silencioso, y, luego después, respondió:

— Andrade, su gesto es conmovedor, más las dos se nutren del

amor recíproco. Cuando una desencarne, la otra luego

desencarnará.

Además, no tenemos el derecho de alterar los designios divinos. La

Divinidad las colocó aquí y, si nosotros las retiramos,

probablemente estaremos interfiriendo en una planificación de

alta magnitud. Si usted las quiere ayudar, ayúdelas aquí. Usted

podría asumir la responsabilidad de un auxiliar para venir a darles

baños, para cuidar de ellas, prepararles la alimentación. En esto, si,

podemos contribuir en la condición de buenos samaritanos.

Page 9: La historia de lia y maría concepción divaldo franco

El Dr. Andrade asintió de buena mente, informando que, a partir

de aquel momento, el asumía ese encargo bendecido y procuraría

ayudarlas. Volvimos a Pedro Leopoldo, ya de noche. Yo viaje de

retorno a Salvador.

Al año siguiente, en el mes de marzo, cuando yo retorne a Pedro

Leopoldo, pregunte a Chico: — ¿Y Doña Lía, no a iremos visitarla? El

me respondió: — ¡Ah, Divaldo, usted no tiene idea de lo que

aconteció! Yo no le conté todo. En aquel período, yo estaba muy

triste. La prensa… Las acusaciones desproporcionadas, las

incomprensiones dentro y fuera de casa.

Mi propio padre no me entendía. Era muy severo con las personas

que venían a conversar conmigo. Algunas veces, se portaba mal,

diciendo que yo no era médium en ninguna cosa, aunque no lo

hiciese por mal.

Él era vendedor de billetes da Lotería Federal, y afirmaba que si yo

fuese médium y si existiese Espíritus, esos darían el número del

billete para él y acabaríamos con la problemática de nuestra

pobreza. El no entendía la mediumnidad.

¡Yo estaba, en una noche de navidad, muy amargado! Sin nadie,

físicamente. Luisa se encontraba con sus hijos y esposo, en el hogar,

y yo no quería perturbarlos. Mis hermanos se reunían con las dos

familias modestas, y ese era el momento de ellos. Entonces, cuando

tomado por la tristeza y soledad, recordé: ¿Cómo estarían Lía y

Concepción?

Y ya que nosotros éramos, posiblemente, las personas más

aisladas que yo podría identificar, más solitarias, resolví visitarlas.

Tome un taxi y fui corriendo hasta la Lapinha. Cuando yo salí del

vehículo y me aproxime a la colina, yo vi una especie de luz, que se

desprendía de un punto, que yo no podía identificar, del Infinito

salpicado de estrellas.

Estrellas matizadas cubrían aquella choza modesta. Cuando yo me

acerqué, en la puerta estaba Eurípedes Barsanulfo, aunque con la

indumentaria de Rufus — para quien no se acuerda o no leyó el

Page 10: La historia de lia y maría concepción divaldo franco

libro Ave Cristo dictado por Emmanuel, Rufus era un esclavo que, en

el siglo II, en la ciudad de Lyon dio su testimonio de fe cuando

Ticiano mandó matar a los cristianos que vivían en la entonces

llamada Galia Lugdunense. La muerte de Rufus fue muy dolorosa,

porque el fue amarrado a la cola de un potro salvaje, para salir

disparado y despedazarlo. Cuando Rufus estaba en esa situación

pungente, se acordó que la esposa y los hijitos habían sido vendidos

a un mercader de esclavos. El reflexionaba en agonía: — ¿Jesús, qué

hacer? Yo podría acabar con esta situación si abjurara a la fe por

amor a mis hijos y a mi Mujer. ¿Mas, qué hacer? Ser fiel a Jesús...

¿Mi vida yo la doy, más la de mis hijos y compañera?— siendo así

mismo el optó por permanecer fiel a Jesús. En ese trance, que son

algunos segundos que parecen horas, el hombre que comprara a su

familia como esclavos se acercó y le dio una bofetada. Al hacerlo, se

inclinó y susurró al oído: — Muere en paz. Yo también soy

cristiano. Cuidare de tu familia. El entonces se entregó a Dios. Y

Chico me narraría, después, que los pedazos de Rufus quedaron por

los caminos, y que el vio, psíquicamente, y esa parte no consta en el

libro, la sepultura de los despojos recogidos por sus hermanos de fe,

en aquella noche, conduciendo antorchas y cantando himnos de

exaltación al Bien. Estaba allí Rufus, el bienaventurado, porque, si

él ya era cristiano de ese jaez, aquella época, su ministerio de

apóstol sacramentado era natural (Una preparación para tareas

de Chico en el mundo social de la misma región triangulina. Y

entonces, era la Navidad más linda que se podía imaginar. Las

voces entonando himnos, y las dos, que una visión apresurada

podría confundir con obsesadas, como está muy de moda en

nuestro Movimiento. Cuando se ve a una persona marcada por

determinados sufrimientos, o con determinados disturbios, y luego

se rotula: Ese es un obsesado. Son obsesores. ¿Tiene una legión de

Obsesores! Algunas veces, no hay ninguno. Se trata de una

expiación libertadora – el Espíritu erro en la carne y en la carne se

redime. Entonces, el paso la Navidad más feliz de su actual

existencia.

A partir de aquella vez, toda época de Navidad, cuando terminaba

las tareas, él iba a la casa de Doña Lía y Doña Concepción. Dando

Page 11: La historia de lia y maría concepción divaldo franco

continuidad a la respuesta, el me informó: — Sí. Yo estaba, en el

mes de enero último, psicografiando, cuando el Dr. Becerra se me

acerco, solicitándome: — Chico, así que termine las actividades

programadas, no dialogue nuestros hermanos, porque María

Concepción está volviendo al Gran Hogar. Ya estamos operando el

proceso de liberación del Espíritu, desimantándolo de los hilos

materiales y, luego, dentro de dos horas, lo máximo, ella estará con

nosotros. Nos gustaría que usted fuese a participar de ese

momento. El terminó el trabajo, se disculpó, tomo un automóvil,

siguió a la Lapinha y, entonces, se conmovió con la misma

presencia vidente de entidades nobles que allí visitaban el cuchitril

modesto, y acompaño el momento en que el propio Dr. Becerra de

Meneses desenovelo a la moribunda, actuando en el centro

coronario, liberándola de los últimos vínculos con la materia.

Desprendiéndose, ella lo reconoció, sonrió, y fue conducida por el

benefactor para el mundo espiritual. Ante la nueva realidad, el

quedó en un panorama doloroso. ¿Qué hacer ahora con Doña Lía,

que ya estaba con más de noventa años? Sepulto a Doña María de

la Concepción y llevó a Doña Lía para Pedro Leopoldo. Alquilo un

cuartito, próximo a su casa, para darle asistencia, lo mandó

comunicar al Dr. Pereira de Andrade y, más o menos, quince días

después, también en un sábado por la madrugada del domingo, el

venerando guía lo invito, nuevamente, explicándole: — Estamos

retirando a Lía del involucro carnal. Concepción vino a buscarla, el

hijo y algunos beneficiarios hoy de sus sufrimientos, de sus

testimonios dolorosos, se encuentran presentes. Terminada la

reunión, nosotros lo aguardamos. Concluida la reunión, el corrió a

la nueva residencia de la anciana y de lejos vio, sobre aquella calle

sin salida, las luces y el movimiento de entidades nobles, oyendo a

una coral, que había oído acostado anteriormente, cuando la

hermanan desencarno, que entonaba un himno a la vida.

Cuando Doña Lía fue retirada del cuerpo, el anoto, como lo hubiera

hecho por ocasión de la desencarnación, el poema de exaltación de

la Vida, que dice, en parte: Se rasgaron los velos de la noche. Un

nuevo día resplandece/El viajero, descansa en oración/ Al lado de

la propia cruz/ En el horizonte vuelve a brillar la nueva aurora

Page 12: La historia de lia y maría concepción divaldo franco

matutina/ Pues la muerte descortina/ Día nuevo con Jesús. La

música continuaba, el aún pudo ver a Doña Lía sonreírle, sin la

posibilidad de agradecerle, ser retirada del cuerpo, llevada para el

mundo de origen.

Pocos días después de desencarnada, ella retornó, trayendo a la

nietecita, que falleciera con cincuenta y cinco años de edad, más o

menos, la cual entonces transmitió un mensaje de rara belleza, por

psicofonía, que se encuentra en el libro “Voces del Gran Más Allá,

publicado por la FEB, organizado por Arnaldo Rocha, resultado de

las sesiones mediúmnicos del Grupo Meimei, de Pedro Leopoldo,

entre 1952-1956. Este hecho me vino a la mente para presentarlo

aquí, coloquialmente, a fin de invitarlos a un relato del Evangelio

de Jesús, sin disfraces. Fuente: EL REFORMADOR, nº 5/2005

Traducido por: M. C. R