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L A H ISTORIA VIVA : P ÁGINA DE H ISTORIA Y A NTROPOLOGÍA . HTTP :// HISTORIACONMAYUSCULAS . WORDPRESS . COM / Luna González Alijarcio 1 En los albores de la femineidad: mujer y Prehistoria EN LOS ALBORES DE LA FEMINEIDAD: MUJER Y PREHISTORIA Luna González Alijarcio [email protected] 23 de enero de 2015, Madrid RESUMEN A través de las numerosas apariciones de la mujer en el arte prehistórico se atestigua la verdadera importancia que tenía en las primeras sociedades. La mujer se eleva en la Prehistoria a la categoría de diosa, siendo inexistentes las diferencias de género y la discriminación del llamado “sexo invisible”. La mujer dominaba las superestructuras religiosas en las tribus prehistóricas, por lo que se habla de la existencia de un matrilineado. Este artículo trata de mostrar, mediante las prolíficas figurillas femeninas, que la discriminación de género y la invisibilidad de las mujeres no han existido siempre. 1- NUEVAS INTERPRETACIONES SOBRE EL PAPEL DE LA MUJER La interpretación del pasado se ha caracterizado muchas veces por ser androcéntrica. Las mujeres han sido vistas como objetos pasivos y no como sujetos activos de la Historia, motivo por el cual la invisibilidad de las mujeres durante la Prehistoria ha sido común. El pasado pertenece a cazadores, guerreros, jefes… mientras que las mujeres aparecen limitadas al hogar y asociadas a actividades secundarias. A menudo olvidamos que en el pasado pueda haber habido comportamientos diferentes entre los sexos, atribuyendo a las sociedades antiguas nuestros rasgos o clichés. Se ha dado por supuesto el modelo del macho cazador/proveedor, pensando que sólo se dedicaban a la caza los hombres. Asimismo, se ha considerado que la caza y las tensiones que genera habrían sido el motor del proceso que nos convirtió en humanos (el andar bípedo, el desarrollo de un gran cerebro, la fabricación de herramientas o la capacidad de hablar). De una manera dogmática se ha asegurado así que fue el hombre el verdadero protagonista del proceso evolutivo. Según una concepción popular, parece ser que las mujeres se limitaban a esperar a que sus compañeros varones les trajeran la carne de sus presas para alimentarse a sí mismas y a sus hijos. Desde 1970 se propone el modelo de la mujer recolectora, que muestra la importancia de la recolección de productos de origen vegetal en la dieta de los homínidos. Nuevas teorías irrumpían en el panorama de los estudios de la Prehistoria, tornando dudoso el papel dominante de la caza. Se iba forjando una nueva tesis: durante el proceso

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L A H I S T O R I A V I V A : P Á G I N A D E H I S T O R I A Y A N T R O P O L O G Í A . H T T P : / / H I S T O R I A C O N M A Y U S C U L A S . W O R D P R E S S . C O M /

Luna González Alijarcio 1

En los albores de la femineidad: mujer y Prehistoria

EN LOS ALBORES DE LA FEMINEIDAD: MUJER Y PREHISTORIA

Luna González Alijarcio

[email protected]

23 de enero de 2015, Madrid

RESUMEN

A través de las numerosas apariciones de la mujer en el arte prehistórico se atestigua la

verdadera importancia que tenía en las primeras sociedades. La mujer se eleva en la

Prehistoria a la categoría de diosa, siendo inexistentes las diferencias de género y la

discriminación del llamado “sexo invisible”. La mujer dominaba las superestructuras

religiosas en las tribus prehistóricas, por lo que se habla de la existencia de un matrilineado.

Este artículo trata de mostrar, mediante las prolíficas figurillas femeninas, que la

discriminación de género y la invisibilidad de las mujeres no han existido siempre.

1- NUEVAS INTERPRETACIONES SOBRE EL PAPEL DE LA MUJER

La interpretación del pasado se ha caracterizado muchas veces por ser

androcéntrica. Las mujeres han sido vistas como objetos pasivos y no como sujetos activos

de la Historia, motivo por el cual la invisibilidad de las mujeres durante la Prehistoria ha

sido común. El pasado pertenece a cazadores, guerreros, jefes… mientras que las mujeres

aparecen limitadas al hogar y asociadas a actividades secundarias. A menudo olvidamos que

en el pasado pueda haber habido comportamientos diferentes entre los sexos, atribuyendo

a las sociedades antiguas nuestros rasgos o clichés. Se ha dado por supuesto el modelo del

macho cazador/proveedor, pensando que sólo se dedicaban a la caza los hombres.

Asimismo, se ha considerado que la caza y las tensiones que genera habrían sido el motor

del proceso que nos convirtió en humanos (el andar bípedo, el desarrollo de un gran

cerebro, la fabricación de herramientas o la capacidad de hablar). De una manera dogmática

se ha asegurado así que fue el hombre el verdadero protagonista del proceso evolutivo.

Según una concepción popular, parece ser que las mujeres se limitaban a esperar a que sus

compañeros varones les trajeran la carne de sus presas para alimentarse a sí mismas y a sus

hijos.

Desde 1970 se propone el modelo de la mujer recolectora, que muestra la

importancia de la recolección de productos de origen vegetal en la dieta de los homínidos.

Nuevas teorías irrumpían en el panorama de los estudios de la Prehistoria, tornando

dudoso el papel dominante de la caza. Se iba forjando una nueva tesis: durante el proceso

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de evolución, las homínidas habían sido fundamentales para la dieta alimenticia, puesto que

la obtención de vegetales pudo haber constituido la esfera económica básica de las primeras

sociedades humanas.1 Además, la recolección requiere una serie de destrezas: conocimiento

de las plantas, frutos, raíces, insectos, que sirven para la alimentación, así como el uso de

herramientas y los tiempos de cosecha correctos. Tampoco se sabe con seguridad quién

construyó los utensilios, por lo que las hembras también podían haberlo hecho.

El tema de la caza ha sido siempre muy discutido. Se ha dicho que las mujeres no

podían participar en estos procesos a causa de los hijos, pero lo cierto es que en algunos

grupos sí practicaban la caza: las aborígenes australianas participaban en la caza del

canguro, las mujeres de Tierra del Fuego en la del guanaco y las del norte de Japón en la del

ciervo. Si son los impedimentos biológicos y la maternidad los que impiden cazar, ¿por qué

en algunos grupos sí la practican?

Está tan asentada la división sexual del trabajo (hembra recolectora y macho

cazador) que no siempre se ve más allá, pero es muy probable que la división sexual del

trabajo fuese tardía, ya que la caza organizada de grandes animales sólo empezó a tener un

papel destacado casi tres millones después de los orígenes humanos. Por tanto, la

recolección, el carroñeo y la captura de animales pequeños seguramente fuesen las

estrategias de alimentación principales, dedicándose a estas actividades ambos sexos. Lo

anterior lleva a descartar la teoría cinegética como factor crucial en el proceso de la

evolución humana. Es decir, no fue la gran caza lo que nos convirtió en humanos, y las

mujeres tuvieron un papel decisivo en la evolución.

También al comienzo del Neolítico las mujeres tendrán gran importancia, pues se

dedican a las actividades agrícolas. Muchas especies desaparecen, entre ellas el mamut, y la

caza organizada deja de ser tan necesaria.

La organización social del Paleolítico era la tribu o el clan: sociedades de sistema

igualitario, si tenemos en cuenta su base económica de subsistencia. Muchas de las

imágenes femeninas analizadas demuestran el alto grado de socialización y cooperación

entre las mismas mujeres, en especial cuando la actividad se desarrolla en colectividad,

tanto para los trabajos de mayor riesgo como en el mundo de las creencias míticas.2 Pero

esta cooperación y solidaridad también es extensible a todos los miembros varones.

Podemos constatar que había gran división social, sin diferencias o contradicciones

derivadas de su sexo. No se han detectado indicios significativos en los cuales pueda

intuirse una discriminación sexual.3 Tal como expresa el egiptólogo Cristian Jacq, no

debemos proyectar en las sociedades antiguas nuestras bajezas.4

No existían aún las instituciones de tipo familiar, las relaciones sexuales se

mantenían comunalmente y es muy probable que los lazos de parentesco fueran

exclusivamente matrilineales, ya que sólo la mujer podía reconocer a sus hijos (mientras que

1 Sanahuja, María Encarna: Cuerpos sexuados, objetos y prehistoria. Cátedra, 2002 2 Olària, Carme: Del sexo invisible al sexo visible, Castañ, 2011, p. 20 3 Íbidem 4 Jacq, Christian: Las egipcias. Barcelona, Planeta, 1997, p. 75

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los hombres lo ignoraban). Por ello se cree en la existencia de un matrilineado sobre un

matriarcado. Éste último sugiere poder político y económico, y las organizaciones sociales

paleolíticas no poseen estas estructuras de poder. La mujer, indirectamente, tenía poder

económico y religioso, puesto que en torno a ella giraban los rituales mágicos de

fecundidad que aseguraban la pervivencia del grupo frente a una Naturaleza hostil.5

Cualquier fenómeno natural (como la reproducción) era extraño e inexplicable, y el único

medio de comprensión era traducirlo a un lenguaje sobrenatural, mágico o religioso. Por

ello la mujer poseía un don sobrenatural, y aparece representada en contextos mágico-

simbólicos, siendo elevada a la categoría de diosa.

2- EL PALEOLÍTICO

2.1- Las mujeres en el arte

El conocimiento que tenemos de la mujer en la Prehistoria se fundamenta en el

legado artístico, cuyo verdadero significado es difícil de esclarecer, pues sólo tenemos

pruebas arqueológicas. No obstante, hay muchas interpretaciones. Hace unos 35.000 años

los grupos humanos crearon las primeras obras artísticas en las cuales plasmaron el mundo

que conocían. Hay dos tipos de manifestaciones plásticas, el arte rupestre o parietal y el arte

mobiliar. El arte rupestre se realiza pintando y grabando sobre las paredes rocosas de las

cuevas. Cabe destacar en este imaginario femenino las imágenes de genitales, algunos

plasmados con gran realismo y otros de forma más esquemática. Un ejemplo es la cueva de

Tito Bustillo, en Asturias, donde se encuentra el Santuario de las Vulvas6 (realizadas entre el

15000 y el 10000 a. C). También hay representaciones de vulvas en las cuevas de El Castillo

(Puente Riesgo, Cantabria), así como muestras de mujeres embarazadas y escenificaciones

de parto. Este acto de dar a luz pertenece exclusivamente a la privacidad de las mujeres.

Según Carme Olària, estas imágenes podrían haber sido pintadas por las mismas

protagonistas, puesto que no se ha encontrado ninguna escena de alumbramiento con

participación o presencia de varón.7

El arte mobiliar, en el cual nos centraremos en este artículo, es aquel realizado

sobre marfil, hueso o arcilla mediante las técnicas de grabado, bajorrelieve y escultura.

En ambos la figura femenina fue representada con asiduidad, lo que nos lleva a

plantearnos la importancia real que la mujer tuvo en la prehistoria, especialmente en el

Paleolítico Superior (30.000-10.000 a. C). Destacan las Venus, unas figurillas de canon muy

preciso características del Paleolítico que representan el cuerpo femenino. Es importante

destacar que no se han encontrado figuras masculinas similares.

5 Olària, Carme: “El arte y la mujer en la Prehistoria”, p. 79. Asparkia: investigación feminista, nº 6, 1996 6 Imagen adjunta en el anexo 7 Olària, Carme: Del sexo invisible al sexo visible, p. 30

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2.2- Características de las Venus Paleolíticas

Comienzan en torno al 30.000 a. C, en el Paleolítico Superior (Magdaleniense) y

conocen una gran expansión en el Gravetiense. Los primeros hallazgos se producen en el

siglo XIX y se registran por toda Europa y hasta Siberia. Tienen un tamaño muy pequeño,

entre los 3 y los 22 cm (por eso podrían ser amuletos para ser sostenidos entre las manos o

colgantes). No tienen rostro, sólo trazos que sugieren tocados o peinados. No se trata, por

tanto, de retratos sino de símbolos. La única excepción es la dama de Brassempouy

(llamada también “dama de la capucha”). Suelen tener la cabeza atrofiada, al igual que sus

extremidades inferiores. No tienen pies; algunas se podrían hincar en la tierra al terminar en

punta, y los brazos son muy cortos, señalados sobre los prominentes senos. Lo más

destacado es su figura esteatopigia (término de Edouard Piette), pues las nalgas son el

elemento anatómico más destacado, quizá como consecuencia de alguna enfermedad o una

característica étnica, como algunas mujeres hotentotes y bosquimanas del África Austral y

del desierto del Kalahari, que suelen acumular grasa en y alrededor de las nalgas. Los

órganos más grandes (senos, caderas, vientre y pubis) se inscriben en un círculo, como si

estuviesen embarazadas.

2.3- Ejemplos

-Venus de Laussell: (22.000-18.000 a. C) se localiza en la Dordoña, cerca de la

cueva de Lascaux. Es un bajorrelieve de 43 cm de altura, realizado en piedra caliza con

utensilios de sílex y se conserva en el Museo de Burdeos (Francia). Lleva en su mano

derecha un cuerno de bisonte que tiene forma de media luna, con trece muescas grabadas,

quizá una representación de los trece días de la fase creciente de la luna y los trece meses

del año lunar.8 Su cuerno se interpreta como el cuerno de la abundancia, que refuerza la

idea de fecundidad. Está embarazada.

-Venus de Lespugue: 20.000-18.000 a.C. Esculpida en marfil de mamut y hallada

en 1922. No tiene manos ni pies (acaban en punta). Mide 14,7 cm. En cierto modo es un

disparate anatómico: cabeza minúscula, brazos atrofiados, torso alargado, senos, caderas y

vientre enormes.

-Venus de Willendorf: 24.000-22.000 a.C. Se encuentra en Austria. Mide 11 cm,

en piedra caliza. También embarazada. No tiene rostro, pero tiene un peinado formado por

siete capas. Es la que presenta formas más rechonchas y esféricas. Está en el Museo de

Historia Natural de Viena.

-Venus de Grimaldi: Mide unos 6,5 cm, fue descubierta entre 1883-1885 en la

cueva del Príncipe (Grimaldi, Liguria, Italia). Presenta nalgas tan abultadas como su vientre,

y muestra el modelo de venus esteatopígicas

-Venus de Dolni Vestonice: hacia el 20.000 a.C, en la República Checa. Se

moldeó en barro y hueso pulverizado, que fue cocido a fuego. Mide 11,5 cm

8 Ferrándiz, Teresa: “La imagen de la mujer en la Prehistoria y en la Protohistoria” Revista de Claseshistoria, artículo nº 236, 2011., p. 6

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-Diosa de Brassempouy: hacia el 22.000 a.C. Ésta es muy importante porque es la

única de esta época que tiene rostro, de hecho, sólo es una pequeña cabeza de 3,6 cm de

facciones finas y delicadas, pero no tiene boca. Puede ser parte de una estatuilla que

representaría a una venus como las anteriores. Proviene de la región francesa de Las

Landas.

2.4- Significado

Desde que se descubrieron las primeras venus, se han ido dando una serie de

interpretaciones que, en este apartado, tratamos de recoger. Es necesario aclarar que

seguramente no tuvieron todas el mismo significado, puesto que se han hallado en muchos

lugares diferentes y esto implica una diversidad cultural. Asimismo, en el Paleolítico no

aparecen en enterramientos,9 sino en un contexto doméstico: dentro de cuevas o abrigos,

asociadas a labores de mantenimiento o rituales.

La primera posibilidad es que fuesen retratos de mujeres reales que vivieron en el

Paleolítico, lo cual no parece muy plausible debido a la ausencia de rasgos faciales, todas

son anónimas.

En segundo lugar, sugieren la posible existencia de dos etnias humanas diferentes,

una esbelta y otra corpulenta. Es cierto que algunas presentan proporciones normales y

otras no, pero esta dualidad no muestra una distribución geográfica definida, ya que hay de

ambos tipos en lugares muy cercanos. Parece responder a una evolución de los gustos

estéticos artísticos más que a diferencias étnicas.

También podrían deberse a un ideal de belleza. No obstante, el cuerpo obeso y

adiposo, además de un ideal de belleza, podía responder a una realidad física, pues la

protección de grasa era necesaria para soportar el clima intensamente frío de la Europa

glaciar. Una posibilidad similar sugiere un ideal erótico: el hecho de que estén

prioritariamente señalados los órganos sexuales responde a un concepto social, el modelo

de mujer y madre. Un ideal erótico podría haber sido para estas tribus vincular la mujer a la

fecundidad.

Una quinta explicación asocia la Venus con la figura del bisonte, apreciada presa de

caza por su abundante biomasa, que suponía grandes reservas de carne. En varias ocasiones

vemos cómo la figura de la mujer muta a la del bisonte. Esta simbiosis se relaciona con la

fuerza, la opulencia y la fecundidad, con la idea protectora de la caza. Es frecuente el

carácter mágico, religioso y ritual entre mujer/animal, pues se representan vulvas junto a

équidos, cápridos, cérvidos… Por eso se ha planteado esta interpretación de culto

zoolátrico en el Paleolítico.

En este mismo sentido mágico se ha planteado que fuesen sacerdotisas o vestales

que ayudarían al cazador a obtener sus presas.

La última interpretación que recogemos es la que comparten la mayoría de los

prehistoriadores actuales: propiciaban la fecundidad. Con estas figuras se venera a la

9 Masvidal Fernández, Cristina: “Bases para una nueva interpretación de las mujeres en la Prehistoria”, p. 212

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mujer en su papel de generatriz, con la idea de hacerla fértil mediante estas figuras mágicas

o de hechizamiento. Esta exaltación de la fecundidad representada por la protuberancia de

los órganos sexuales femeninos podría ser una contradicción, pues los cazadores-

recolectores practicaban un estricto control de la natalidad. Una población demasiado

numerosa era peligrosa para la supervivencia de los grupos humanos.10 Según Leroi-

Gourhan, resulta “insatisfactorio y ridículo calificar al sistema de creencias del Paleolítico como un

periodo de culto primitivo a la fertilidad, como si fuera la escasez, la dominante de una cultura que centra

su actividad simbólica en la supervivencia y que para conjurarla mágicamente realiza rituales de

fertilidad”11. Sin embargo, esta posibilidad de la fecundidad es la más aceptada. Podría

explicarse si consideramos estas venus como una veneración u homenaje a la mujer y su

poder creador, más que desde el punto de vista del deseo de aumentar la tribu.

La mujer ocupaba un lugar central en la mitología religiosa paleolítica, como fuente

de vida y como lazo de unión humana entre los animales y la naturaleza. La mujer podía

crear, y este don, siempre relacionado con las divinidades, elevó a la mujer a la categoría de

diosa.

3- EL NEOLÍTICO (desde siglo VII a. C aprox.)

El final del Paleolítico coincide con el retroceso de los hielos de la última glaciación,

aproximadamente hacia el año 10.000. Muchas tierras quedaron al descubierto, y los

territorios se cubrieron por una fauna y flora diferente a la anterior. Se produce un aumento

del nivel del mar (el archipiélago que forma el país de Malta estaba unido a la costa de

Sicilia y hace unos 8000 años se separó de la isla italiana). Desaparece la gran caza, los

grandes mamíferos, como el mamut, y se hace necesario un cambio en la economía. Las

mujeres, que antes se dedicaban a la recolección de frutos, comienzan a distinguir los

distintos tipos de vegetales: comestibles, aptos para hacer tejidos, con propiedades

curativas, con poderes embriagadores o afrodisiacos… Ellas cultivan también la tierra y

elaboran la cerámica. Es por este motivo que se empieza a hablar de un matriarcado, pues

las mujeres eran muy importantes para la economía, pero no hay evidencias suficientes para

confirmar que la mujer tuviera poder político y económico en el grupo. Sí podemos

observar con claridad que la mujer ostentó un indudable poder religioso (por las numerosas

representaciones femeninas y por la simbología del dominio de las fuerzas naturales).

Como se ha dicho anteriormente, se trataría más bien de un matrilineado, pues la

descendencia, herencia de riquezas y parentesco, se establecía por la línea de la madre y no

del padre. Esto es más posible que la existencia de un matriarcado, ya que las sociedades

neolíticas europeas no fueron jerárquicas ni se organizaron estatalmente. Será a partir de la

10 González Morales, Manuel: “La imagen del sexo en el Paleolítico”, en La imagen del sexo en la Antigüedad (2007), citado por Teresa Mª Mayor Ferrándiz, “La imagen de la mujer en la Prehistoria y en la Protohistoria” Revista de Claseshistoria, artículo nº 236, 2011. 11 Leroi- Gourhan, citado por Henri Delporte: La imagen de la mujer en el arte prehistórico. Ediciones Itsmo, 1979. Madrid, España.

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Edad de los Metales cuando se organicen las jerarquías y el sistema patriarcal, con un

simbolismo masculino individualizado.

A finales del Neolítico se generalizan las necrópolis, separándose el ámbito

funerario del doméstico, a la vez que se diversifica el tratamiento de los cadáveres y los

ajuares adquieren un papel importante para la distinción social. Se refuerza la asociación

espacial y simbólica de las figuras femeninas con el ámbito doméstico y en concreto, con la

zona en torno al horno.12 A partir del IV milenio a.C, las figuritas dejan de estar presentes

en las casas y aparecen en los enterramientos, registrándose un cambio trascendental de

contexto.

3.1- La Diosa Tierra

En el Neolítico se consigue dominar la naturaleza, y la Tierra se asociará con la

Diosa. La tradición artística se hereda, pero adquiere una nueva dimensión en esta etapa

cultural, donde la antigua economía depredadora o de subsistencia ha sido sustituida por la

economía de producción, a través de la domesticación de plantas y animales. La diosa del

Neolítico, la Tierra (fértil, fuerte, poderosa, fecunda, cíclica e imprevisible) tenía la

capacidad de hacer surgir todo tipo de vida de su propio cuerpo. Es a partir del Neolítico

cuando a la mujer se le confiere un papel de deidad, y será identificada con la Diosa Tierra,

la Diosa Madre de la Naturaleza, concepto que pervivirá a lo largo de la historia. Es la

deidad principal del panteón de los dioses, donde vemos una sociedad dominada por la

figura de la madre como generatriz absoluta.

El mundo religioso o mítico de este periodo neolítico no estuvo polarizado entre lo

femenino y lo masculino, sino que se irá produciendo una simbiosis. Algunas de estas

representaciones de la Diosa Tierra ofrecen una imagen hermafrodita, pues de esta forma el

poder de la deidad se duplica y se fortalece.

3.2- Diosa de las Aguas

Diosa muy destacada del Neolítico, en forma de pájaro o serpiente. Son diosas del

agua y del aire, representadas frecuentemente sujetando a bebés. Esto perdura en las

culturas minoicas cretenses, micénicas, griegas y chipriotas. La Diosa pájaro simboliza el

sustento de la tierra a través de la lluvia, y del fruto de su fertilidad nace el huevo cósmico,

origen de la madre Tierra y del Cosmos. Esta misma simbología se refleja en la mitología

egipcia, babilónica, hindú y griega, las cuales explican cómo surgieron las deidades de un

huevo cósmico que fue creado por una serpiente o pájaro cósmico.13

La Diosa Serpiente aparece con su cuerpo rodeado de bandas y espirales que

representan las aguas, llevando un niño en sus brazos cuyo significado es la divinidad de las

aguas que fructifica la tierra. Esta deidad es muy común en el arte minoico-micénico en el

12 Masvidal Fernández, Cristina: “Bases para una nueva interpretación de las mujeres en la Prehistoria”, Complutum, 2007, p. 214. 13 El griego Atenágoras nos cuenta este mito en el siglo II d.C. Puede considerarse un mito universal.

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IV y III milenio, y perdurará hasta la Grecia clásica a través de las imágenes de la diosa

Atenea junto a un búho, pájaro o lechuza. Observamos de este modo las vinculaciones

existentes entre el mundo mágico del Paleolítico y el mundo mitológico clásico, una

mitología de profundas raíces que se irá adecuando a panteones de deidades masculinas.

Estas diosas constituirán la explicación de una realidad ininteligible: lo sobrenatural. Serán

la esencia primigenia de las religiones posteriores.

3.3- Diosa de los Animales

Las imágenes femeninas ya se asociaban a los animales en el periodo paleolítico,

pero con el descubrimiento de la domesticación, las especies serán distintas. Los animales,

siempre machos, simbolizan la simiente masculina necesaria para la fecundidad. En las

diosas neolíticas, de Anatolia y Mesopotamia, los animales que flanquean sus cuerpos son

salvajes. Estas imágenes se identificarán con posteriores cultos, como el de la Potnia

Theron de las culturas micénica y minoica, flanqueada por perros o leones, monos o grifos

alados, o el de Artemisa, rodeada de animales y pájaros. Lo mismo sucede con la Diosa

venado o con el oso. El culto celta a la Dea Artio es una pervivencia de la simbología del

oso dentro de la mitología materna de la diosa. La Artemisa griega se representará entre dos

ciervos y un oso.

Desde los inicios del Neolítico, el cerdo será uno de los animales domésticos

asimilados al culto de la Diosa Madre, por la gran fertilidad de este animal, la opulencia de

su cuerpo, los beneficios que reporta su completo aprovechamiento y por la rapidez de su

crianza, todo ello identificado con la fertilidad de la Tierra.

3.4- Diosa de la Vida, de la Muerte y de la Regeneración

La Diosa Luna era la fuente de vida y de todo lo que producía fertilidad y, al mismo

tiempo, era la poseedora de todos los poderes destructivos de la Naturaleza. La naturaleza

femenina, como la Luna, tiene su cara positiva y su cara negativa. Es creativa y cíclica. Se

encuentra en tumbas como ofrenda a los muertos y su simbología es la de muerte y

regeneración. Es el símbolo mítico-religioso de una comunidad preocupada por los

problemas de la vida y por los ciclos de la muerte y la regeneración.

3.5- Ejemplos

Una de las más representativas es la Estatuilla de Cibeles encontrada en el

yacimiento neolítico de Catal Huyuk, en Anatolia, de hacia el 5700 a.C, en el momento de

dar a luz. Es una de las primeras representaciones de la Potnia Theron, diosa que aparece

flanqueada por dos animales.

En el IV milenio a.C surge la “cultura de los templos”. Muchas figuras de mujeres

se encuentran en los templos e hipogeos, por lo que se han considerado diosas o figuras de

culto. La más famosa es la Dama dormida, que se cree que representaba el sueño eterno.

Según Marija Gimbutas, las semillas de los cereales se almacenarían en este hipogeo para

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hacerlas fértiles, lo cual correspondería con los antiguos cultos que los clásicos asociaban

con Deméter, su diosa del grano y la fertilidad.14

En Creta se desarrolla la brillante cultura minoica (en la Edad del Bronce), en el

2000 a.C aproximadamente. Se construyen los primeros palacios. La decadencia de la

cultura minoica está relacionada con la erupción del volcán de Thera, en el 1600 a.C. Las

ruinas de la ciudad minoica de Akrotiri, en Santorini, permanecieron sepultadas bajo

toneladas de ceniza hasta 1967 (arqueólogo griego Spyridon Marinatos), siendo conocida

desde entonces como La Pompeya del Egeo. Hay muchas imágenes de mujeres en los

palacios de Creta y en las ruinas de Akrotiri. Destacan las mujeres con serpientes, con

cintura estrecha, pechos grandes y anchas caderas. Miden 30 cm. Datan del 1600, también

llamado periodo neopalacial. Observamos ahora un canon bastante alejado del que

predominaba en el Neolítico.

Las construcciones megalíticas acreditan una organización social considerable. A

veces se ha entendido el menhir como un signo fálico, otros, que era un “soporte para las

almas”.15

La civilización de El Argar, ya en la Edad del Bronce, muestra una vida familiar

monogámica. Esto se sabe por las tumbas dobles, con restos de esposos, donde las mujeres

llevan joyas suntuosas.

4- CONCLUSIONES

En las etapas iniciales de la Prehistoria la mujer fue considerada un ser mítico-

mágico-religioso: una deidad. Su fuerza dominó la fertilidad de los seres vivos y de las

plantas, y se identificó con los ciclos de la Naturaleza. La Gran Diosa Madre lo fue de la

vida, la muerte, la regeneración, así como de la tierra, el aire y el agua, de la vegetación y de

los animales. Estos ciclos vitales se identificaron con la Luna y explicaron el origen del

Cosmos.

La mujer dominaba las superestructuras religiosas. El poder más importante que

existía era la misma religión, pues no se habían consolidado las sociedades clasistas ni las

plutocracias, ni grupos sociales basados en la economía de guerra.

Cuando los grupos sociales se organicen en clases, nacerán las aristocracias

militares, los señores y los príncipes, se generarán diferencias según el trabajo y la riqueza,

un mundo de competencias y luchas. La mitología o la religión serán igualmente necesarias,

pero ahora ya no constituirán un instrumento para entender la Naturaleza, sino para

asegurar intereses económicos y de poder, acordes con las nuevas sociedades patriarcales.

Adecuarán las antiguas creencias a sus propios dioses masculinos, la mujer será su consorte.

Algunas de estas diosas (que hunden sus raíces en la mitología de la Diosa Madre, como la

Atenea griega, descendiente directa de la diosa palacial minoica y heredera de las diosas

neolíticas europeas) se transformarán.16 Atenea cambió el antiguo culto, dejó su papel de

14 Gimbutas, Marija; citada por Mayor Ferrándiz, Teresa, op.cit, p. 17 15 Íbidem, p. 24 16 Olària, Carme: “El arte y la mujer…” op. cit, pp. 16-17

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deidad protectora de la ciudad de Atenas y se convirtió en la nueva Diosa de la Guerra.

El mito de la creación de Eva, que guarda un gran parecido con el mito griego de

Pandora (que aparece en los libros de Hesíodo Los Trabajos y los Días y La Teogonía)

constituye un ejemplo más del Desplazamiento de la Diosa Madre por un Dios Padre

Eterno. Sin embargo, hay que recalcar que Yahveh y Eva provienen de la forma hebrea del

verbo “ser”. El significado de Eva, es, pues “vida”, la que da vida, la madre de toda vida…

de manera que viene a ser una especie de degradación de la antigua Diosa Madre, su

contrafigura, su desmitologización.17

Los primitivos conceptos mitológicos han variado y se han tergiversado

profundamente. En la actualidad prácticamente en ninguna religión la mujer es una diosa,

lo que se explica porque la mujer no participa, o apenas lo hace, en el dominio de la fuerza

social y económica de nuestro tiempo, no tiene poder. En algunos países la mujer no está

considerada una persona con derechos propios. En los países más civilizados ha

conseguido llegar a un lugar social relevante. Pero es importante recordar lo que en

nuestros orígenes fue, para que en el futuro la sociedad sea más igualitaria, solidaria y

pacifista, acorde con la armonía de la Naturaleza.

17 Mayor Ferrándiz, op.cit, p. 20.

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5- ANEXO

Santuario de las Vulvas (15.000-

10.0000 a.C) Asturias.

Venus de Lausell (22.000-18.000 a.C).

Venus de Lespugue (20.000-18.0000

a.C)

Venus de Willendorf

Venus de Grimaldi

Venus de Dolni Vestonice

Diosa de Brassempouy

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Diosa Serpiente minoica

Artémis, diosa de los animales

Estatuilla de Cibeles, Catal Huyuk.

La Dama Dormida, IV milenio a.C.

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BIBLIOGRAFÍA

-DELPORTE, Henri: La imagen de la mujer en el arte prehistórico. Ediciones Itsmo, 1979.

Madrid, España.

-JACQ, Christian: Las egipcias. Barcelona. Planeta. 1997.

-MASVIDAL FERNÁNDEZ, Cristina: “Bases para una nueva interpretación de las mujeres en la Prehistoria”, Complutum, 2007, pp. 209-215 -MAYOR FERRÁNDIZ, Teresa: “La imagen de la mujer en la Prehistoria y en la Protohistoria” Revista de Claseshistoria, artículo nº 236, 2011. -OLÀRIA, Carme: “El arte y la mujer en la Prehistoria”, Asparkia: estudios feministas, nº 6,

1996, pp. 77-94

-OLÀRIA, Carme: Del sexo invisible al sexo visible. Castañ, 2011.

-SANAHUJA, Mª Encarna: Cuerpos sexuados, objetos y prehistoria. Cátedra, 2002

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