La habitación negravictoriawav

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Esta historia me ocurrió cuando era más pequeña, más o menos como vosotros. Me encantaba ir a casa de mi abuela, era muy divertido estar con la abuela y sus extrañas historias, pero había dos cosas que me aterraban de ir a su casa.

Una era que no había baño, eso significaba tener que bajar a las cuadras entre el ganado, y aunque esto me asustaba mucho,

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Cuando pasaba el día con mi abuela y tenía que pasar por delante de la puerta verde que daba acceso a la habitación negra, me provocaba escalofríos. Afortunadamente, aunque hay que pasar por delante de la maldita puerta cada vez que entras en casa, solía estar cerrada, mi madre siempre me decía: “ habrá culebras, ratones y todo tipo de animalejos, no dejes la puerta abierta hija”.

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La habitación negra, era un desagradable enigma para mí, ¿Por qué tendría ese color?, que extraño maleficio la habría puesto así, el negro impregnaba las piedras, no era pintura, era algo pegajoso, sentía pánico solo de pensarlo. Lo cierto, es que conseguía olvidarme de la terrorífica habitación la mayor parte del tiempo, entre la abuela, los vecinos y sus raras costumbres. Algunas de estas costumbres eran para mí un enigma, había una de ellas que me tenía muy intrigada, a veces algún vecino decía “ voy a tirar el pantalón” y desaparecía durante un rato, para luego volver con el mismo pantalón.

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Cuando alguna noche dormía en casa de mi abuela, siempre miraba de reojo si la maldita puerta estaba cerrada, pero con mucho disimulo, por nada del mundo quería que mi hermano se enterase del miedo que me daba. Lo cierto es que al acostarme pasaba un ratito malo, pero al final siempre conseguía dormirme,

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-No ha sido nada –me dijo mi abuela-. No hay de qué asustarse. Algo se habrá caído. A veces pasa.

Me creí un poco la explicación de mi abuela…. Pero solo un poco, mire la terrorífica puerta de la habitación negra, estaba cerrada y eso me tranquilizo un poco más, pero de todas formas estaba muy asustada, tanto, que termine durmiendo en la habitación con mi abuela.

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Al día siguiente las risas de mi hermano eran infinitas y para colmo cuando me levante la maldita puerta estaba abierta, casi me muero del susto. La tentación me pudo y no pude evitar echar un vistazo dentro de la habitación, tal como la recordaba era escalofriante, toda negra, con las paredes de piedra negra, entre las piedras había agujeros negros y profundos, eran perfectas guaridas para todo tipo de extraños animales. Ya casi no recordaba las escaleras, pero allí seguían, como si fuese poco siniestra la habitación negra, encima había unas escaleras viejas e igual de negras que la habitación, que parecían conducir al mismísimo infierno, un lugar oscuro, frio, donde las arañas tenían auténticos palacios. Esas malditas escaleras, que parecían llevar al infierno estaban medio rotas y chirriaban cuando alguien las pisaba, daban a la habitación un aspecto todavía más sobrecogedor.

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Pero yo no me creía que fuesen ratones, menudos ratones tenían que ser para hacer tanto ruido. No señor, estaba segura de que era cosa de espíritus.

Desde ese día cada vez que pasaba por la terrorífica puerta que conducía a la habitación negra, miraba de reojo por una rendija para ver si salía alguna luz como en las películas.

Por más que miraba, no se veía ninguna luz extraña. No, lo único extraño es que al final de la negra escalera se oían ruidos extraños. Cuando esos sonidos pasaron a ser los de un bebe que lloraba ya no me cupo la menor duda de que se trataba de fantasmas.

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Y mientras, mi abuela me decía, vamos, vamos, seguro que son imaginaciones tuyas, y claro, mi hermano no aguantaba la risa.

Yo insistí en que me acompañase a mi habitación para que pudiese escuchar el llanto del bebe y, tras mucho rogarle, mi abuela accedió, con mi hermano de rabo tocando las narices. Mi abuela se sentó en mi cama y espero. Y siguió esperando….

Pero allí no se oía nada: ni cosas cayendo, ni bebes llorando, ni nada a parte de los grillos. Mi hermano se partía de risa y mientras me llamaba bebe profesional, cobardica y todo lo que la risa le permitía.

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Al poco rato el llanto volvió a aparecer, cuando mi abuela ya no estaba y todavía retumbaban en mis oídos las risas de mi hermano, entonces pensé que no permitiría que mi hermano me siguiese llamando bebe profesional y no dejaría que todos se riesen de mi, estaba segura de que había un fantasma y lo demostraría.

Me levante, cogí una linterna y me detuve ante la aterradora puerta, tomé aire y sin pensarlo la abrí. Enfoque con mi linterna la negra habitación, pero para mí horror el ruido venía de la parte superior.

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Estaba decida a demostrar que había fantasmas, volví a tomar aire, y puse un pie en el primer escalón, que como era de esperar crujió bajo mi peso. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

Luego, despacio, subí los demás peldaños, hasta llegar a la parte superior de la habitación negra. Allí, el llanto era más fuerte y yo estaba temblando de miedo. Encogida esperaba la aparición de un terrorífico espectro, pero tras un rato con los ojos cerrados de espanto comprobé que no pasaba nada y decidí abrirlos.

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¿Por qué decían que iban a tirar los pantalones y volvían con ellos puestos?

¿Por qué era negra esa habitación?

¿Qué eran esos ruidos?

¿Qué me ocurrio?

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