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LA GUERRA CIVIL

1936-1939: Quintana no podía ser menos y, al igual que la gran mayoría de

poblaciones de España, también tiene su trozo de historia en esta época de tan amargos y tristes recuerdos. El común de los habitantes supo guardar las rencillas y no hacerlas aflorar. Un tal Aparicio (familiarmente conocido por Panicio) supo mantener a raya a los cabecillas matones de Noceda, que hacían estragos por la zona, y apenas pudieron entrar en el pueblo. Sin embargo no todo fue tan sencillo.

En Quintana y los pueblos de alrededor se habían instalado gentes venidas de otras partes buscando trabajo en las minas. Había una población obrera numerosa. La CNT y principalmente los asturianos que acudieron a esta minas crearon las bases de los primeros sindicatos. La sede del sindicato estaba situada en la casa donde después vivían el “Tío Cascareiro” y Agustina. Uno de los mejores trabajadores y fundador de la CNT en El Bierzo, así es conceptuado en la organización, fue Mederico Serna, asesinado en el limite de León con Asturias, perteneciente a la partida liderada por el maestro de Folgoso. Aunque se le consideraba asturiano, algunos nos aclaran que era natural de Medina del Campo. Llegó a estas tierras y estaba casado con Esperanza, a la que Antolín “Piquetas” consideraba como hermana adoptiva y que como tal relación han mantenido los descendientes de ambos. Tuvo cinco hijos y uno de ellos, Vicente, muy joven falleció en la “jodida mina”. Los demás abandonaron el pueblo en la década de los 50 en busca de mejor trabajo y sustento.

Estos primeros sindicalistas consiguieron arrancar a los patronos mejoras salariales,

sociales, sanitarias, económicas y sobre todo, concienciar a la gente de clases, estatus, explotadores y explotados, capital y mano de obra. Pero fundamentalmente han sido los ejemplos y los precursores de los que posteriormente consiguieron EL CONVENIO ESPECIAL DE LA MINERIA DEL CARBÓN. Gracias al cual las pensiones, las viudas, las reconversiones, y las prejubilaciones … tanto dinero y bienestar social han aportado al pueblo. Se ha de reconocer y destacar el gran esfuerzo de aquellos trabajadores y no creer que todo cayó del cielo. Y los herederos y sucesores ahora no se acuerdan ni quieren reconocer, que gracias a aquel duro pasado de lucha y trabajo hoy se disfruta de un estatus que no es general, ni genérico en el resto de la piel de toro. Solamente compárese la pensión media de viudedad en el resto del país o la pensión media de cualquier otra actividad. La consecuencia es que la mayoría de estas generaciones se mueren pegados a la bombona del oxígeno y que las medias de supervivencia no son las mismas, pero las diferencias económicas son abismales.

Miguel del Romero uno de los mejores entibadores de la zona, pertenecía a este

sindicato (fue tesorero) y junto con el anteriormente aludido Mederico, se comieron las listas y archivos literalmente, para que no fueran a manos del enemigo y los usaran para represalias. Para no soportar la persecución permanente y convencido por su familia, se entregó y fue inmediatamente (sin ningún tipo de instrucción) enviado a primera línea de fuego en mitad de la contienda, a pesar de lo cual sobrevivió. Estuvo en el frente de Asturias donde coincidió con Alfonso (el de Emilia). Otro personaje de los pocos que estuvo en los dos bandos y contaba que hizo trincheras en el Naranco (al lado de Oviedo) en los dos bandos y por ambas laderas. Cuando vio la cosa difícil desertó de las milicias y se entregó al bando nacional donde de inmediato lo reclutaron y, sin despiojarlo siquiera, lo pusieron a disparar en primera línea, en lo más peligroso. También merece especial comentario el tío Tano que huyó (¿disfrazado de cura?) a la Argentina y volvió totalmente

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reconvertido hasta el punto que era suscriptor del Alcazar y de los más devotos feligreses de la parroquia.

El sindicato estaba dirigido por un comité cuya cabeza más importante era un tal “Maroto” que estaba casado y tenía una hija pequeña. El administrador y tesorero del sindicato era Marcelino, el “Tío Tano”, que se marchó a la Argentina por miedo a las represalias.

El día 18 de Julio de 1936 el sindicato reunió a todos los mineros que pudo en “La plazuela” y decidieron dar apoyo al gobierno de la república. Para ello, ese mismo día, ya marcharon todos los que se juntaron por Cabanillas, San Justo y por la “Quiruela” hasta Noceda. Anduvieron por Noceda y parece que entraron en algunas casas, quizás de gente bien, pero sin causar mayores daños. Desde allí junto con los que se les habían unido de esos pueblos bajaron a “tomar” Bembibre. En Bembibre se reunieron con los mineros de las zonas de Torre, Tremor etc. En Bembibre se decidió bajar a Ponferrada y muchos bajaron mientras que otros ya dieron la vuelta.

En Ponferrada ya la Guardia Civil dominó las calles con disparos que mataron a varios, entre ellos el padre de Baldomero Pol. Desde ese momento las cosas empezaron a cambiar. Lo peor de todo fue que la locura colectiva ya se había adueñado del país y de una forma u otra todos se vieron involucrados en aquella vorágine. Muchos perdieron la vida y a muchos otros la vida le quedó arcada para el resto de sus días al igual que a sus familias. Pasarán generaciones hasta que aquellos rescoldos se puedan considerar apagados del todo. Los falangistas de Noceda comenzaron a organizar batidas igual que los de Iqueña y Folgoso que también vinieron al pueblo a la “caza”. El más peligroso era sin duda “El embustero” de Noceda y su banda. Este individuo había estado viviendo en Quintana, trabajando en la mina, y conocía a todo el mundo. Sabía quienes eran de una idea y de otra y por eso les tenía tantas ganas a los que buscaba y sabía donde buscarlos. Era un tipo sin escrúpulos y lo único que tenía era envidia, capaz además de matar a cualquiera sin importarle nada. En cierta ocasión llegó con su banda de matones, escopeta al hombro, y encontró al “Tío Juanico”, padre de Agustín de Manuela, soltando las vacas del carro en la casa de Rosario, que era donde tenía la cuadra (todo el mundo volaba por donde podía cuando se sabía que llegaban los falangistas) y vio una magüeta en el llamazón. “El Embustero” la conoció y supo que era del tío Aurelio de Narcisa (otro al que le tenía ganas). Y cuenta Pepe que le dijo a su abuelo el “Tío Juanico”:Juan vete a por aquella jata y tráela. Su abuelo le dijo que no podía dejar las vacas solas. – “O vas ahora mismo o te pego dos tiros” le replico nuevamente “El Embustero”. Dice Pepe que su abuelo dejó el carro sin soltar y a por la vaca al “Llamazón”. Cuando llegó al medio de “Las Pozas” se paró y dio la vuelta pensando que ya se le habría pasado el cabreo. Cuando bajaba ya cerca de las huertas llegó el “Tío Cascallana” (abuelo de los Caspín), que a voces y con la manos en la cabeza le gritaba – “Juan vamos a por ella que si volvemos sin nada nos mata a los dos”. Subieron los dos juntos a por la vaca, la bajaron y para Noceda se la llevaron. Allí se la zamparon a cuenta del tío Aurelio y la tía Narcisa.

En 1936 asesinaron a Eulogio, hijo del “Tío Goxieiro”, hermano de Pepe (General del Ejército), Natalia, Amable (maestra nacional del pueblo durante bastantes años), Miguel y Rufino. Fue monje cisterciense en el Monasterio de Viaceli, situado en Cóbreces, Cantabria. Ha estado a punto de ser beatificado por la Iglesia Católica, pero no ha sido posible ya que, según sus familiares, la Iglesia dice que no cumple ciertas condiciones

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como: saber del cadáver o tener testigos de su ubicación. Parece que prendieron a varios monjes, les cosieron la boca, les ataron una piedra al cuello y los arrojaron al mar en la Bahía de Santander. De todas formas los monjes tienen una gran placa en su claustro con los nombres de los hermanos mártires (sin reconocimiento oficial) y para Gloria de Quintana ahí está el hermano Eulogio.

El día 3 de diciembre, de madrugada, hacia las dos, se llevaron a los Padres y

Hermanos Cistercienses de la checa. Unos llevaban amarradas sus muñecas con cuerdas, otros amarrados de dos en dos".

No se supo más de ellos ni se encontraron sus cadáveres, lo que hace suponer que o fueron despeñados por el acantilado del Faro de Cabo Mayor, o sumergidos a la entrada de la bahía de Santander, o fusilados en las tapias del Cementerio de Ciriego. Aunque ha habido indicios de las tres posibilidades, hasta ahora solamente se sabe con certeza que fueron a la muerte por ser religiosos. Que los mataron por odio a la fe, y que fueron fieles a Cristo en todo momento. Preparados con tanto fervor remota y próximamente, anhelando con tantas ganas morir por Cristo, y enardecidos por el ejemplo del P. Pío que con tanto ardor los preparó hasta el último instante, es justo suponer que la paz, serenidad y fortaleza, estimulados mutuamente, las vivieron hasta el fin. El hecho de que no hayan aparecido corrobora que murieron, y su muerte expresa su fidelidad hasta dar la vida por Cristo. Si hubiesen apostatado, no los hubiesen matado. (Fragmento del libro: COMO INCIENSO EN TU PRESENCIA. P.Pío Heredia y compañeros “Mártires de Vía Celi”). http://www.aviaceli.com/martires.htm

Sólo una persona fue víctima en los límites o alrededores de la localidad. Se trataba

de Domingo, hermano de Angel, hijos de Esteban (“Tío Estebanurro”). Este Domingo, aquel año de 1936, había quedado de guardia de viñas solo para la parte del “Rebollo”. Había dos guardas. Una de esas veces que vinieron los falangistas uno de ellos bajó hasta el puente de “La Pinilla” a mirar para “Reguera la Viña” y Domingo, que estaba guardado en el castro de La Pinilla, al verlo, bajó junto a él para decirles que le dieran una escopeta. Al cabo de un rato subieron para “La Plazuela” y Domingo fue a pedirle al “Embustero” que le dieran una escopeta porque él era el guarda de las viñas. En “La Plazuela”, uno de los que venía lo reconoció de cuando fueron a Noceda el día 18. Se lo dijo a los otros y esa fue su sentencia. Allí mismo le ataron las manos, se lo llevaron y lo mataron.

Fueron muchos los movilizados por la guerra desde gente que ya estaba cerca de los 30 años como Vicente “El Habanero” hasta gente más joven que no había cumplido los 20. No todos los movilizados fueron al frente. Según cuenta Agustín de Manuela, además de Vicente y el mismo, estuvieron Miguel de Romero, Benigno (“Tío Cabra”), Pedro “El Chusco”, Eduardo “El Sastre” y Olegario (seguro que se olvida alguno). Todos pudieron regresar a la tierra que les vió nacer excepto Olegario (21 años), hijo de la “Tía María” (“La Morica”, vecina de “La Italiana”), que tuvo la desgracia de dejarse la piel en aquella locura. Según Agustín, murió en el frente de Teruel sobre Diciembre de 1937. Estaba destinado en Infantería en la zona llamada del Cerro Gordo cercana a las minas de Utrillas. Agustín estaba en las sierras de Albarracín cercanas al lugar.

Puntualizar que uno de los que más tiempo estuvo, ya que lo reclutaron al principio y

estuvo hasta 6 meses después del fin de la guerra, fue Baldomero Molinero (el cartero) y además estuvo en Zapadores, un cuerpo de élite. Por ser un experto artificiero en voladuras de puentes polvorines y fuertes, estuvo en todos los frentes y los movilizaban

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cada poco a donde se les necesitaba. Dice Santiago el hijo de “Buergas” que le gustaba narrar que al finalizar la guerra recibieron un pequeño homenaje los seis supervivientes de su escuadra en Coruña donde se licenció (le regalaron seis latas de sardinas y un salvo conducto para viajar en tren sin límite de kilómetros, “hasta onde quisiera”).

Manuel Olano Pastor en una artículo periodístico (Argutorio nº 12/11 de 1º Semestre de 2004) escribe: “Finalizado el conflicto, la resistencia mantuvo en vilo al ejército franquista, lo que se infiere de una circular emitida en Bembibre el 8 de noviembre de 1939... Desgraciadamente es cierto el peligro de los rojos; brotan por generación espontánea. Batidos en la Cabrera se corren hacia esta parte y aparecen en Molina, y, acorralados en Asturias, asoman por las cercanías del Bierzo. Hace ocho días bajaron seis, armados con fusiles, a Quintana de Fuseros, donde robaron lo que tuvieron a mano...” Pero mejor veamos como nos cuenta este episodio Pepe de Agustín: “Esta partida de maquis bajaron directamente a robar lo que pudieran en casa de “Panicio” (actual casa “El Vasco”), que se constituyó como el cabeza de la Falange en Quintana y que además tenía una cantina donde pensaban encontrar comida y quizás también bebida. Bajaron por el ñabal de “Pepito” donde “Felipín” metía las vacas. En el momento que saltaron a la calle desde el “ñabal”, estaba Agustín sacando la “mañiza” de hierba del pajar, al que saludaron con un “arriba España”. Iban vestidos de Guardia Civil. Entraron dos, y los otros quedaron por la parte de arriba de la calle donde entran Julián y “Vasco” para los corrales. Paraban a la gente que pasaba por la calle y les mandaban ponerse junto a la pared de la bodega de Otero, sin dejar de apuntarles con las armas. Al rato ya había un grupo de gente allí parada. Y si alguno decía que marchaba le apuntaban y amenazaban. En esto que va Amadeo y toca al ganado. En cuanto sonaron las campanas salieron de casa “Panicio” y se fueron corriendo por las “Estorcas”. Venían buscando comida y provisiones”. Cuando Manolo “Buergas” les cuenta a sus hijos este episodio, que a su vez se lo oyó a su padre Andrés “el Andarillo”, que lo vivió en primera persona por ser vecino del lugar de los hechos, le añade algún detalle más: Ocurrió que estos maquis bajaron por donde dice Pepe, entraron dos y se quedaron otros dos como escoltas fuera, a la gente que se acercaba de casualidad les mandaban parar sin más (entre ellos “el Andarillo”). No venían a robar lo que pudieran y al azar, traían la consigna de hablar directamente con “Panicio” (como jefe de Falange en Quintana). Se da la circunstancia que la citada casa tiene una puerta por la parte de abajo que da al reguero, por la que “Panicio” avisó para que tocaran a fuego y dijeran que el fuego era en su casa. La gente acudió, creyendo que había efectivamente fuego (en un momento y prácticamente todo el pueblo, como era habitual) lo que le salvó la bolsa y la vida. O eso, o una masacre, lógicamente aunque los huidos era gente sensata que, no mataban por matar, como otros, ni robaban porque si, como alguno. Se han hecho largos y detallados estudios sobre este tema de la Guerra Civil y es cierto que hubo abusos por ambos bandos. Pero la posguerra fue larguísima y terrible para los vencidos. Indudablemente en Quintana, aunque parece que fue menos cruenta no todo fue de color rosa gracias a Panicio. En este pueblo, como en tantos otros, hubo gente perseguida y acosada durante mucho tiempo después de la guerra.. Otro Domingo, el marido de la tía Antonia, padre de Teresa (Porfirio) y Tino (Aidita), aunque no murió directamente en la contienda, le propinaron tal paliza que no se recuperó y a los dos meses de agonía murió en su domicilio dejando viuda y huérfanos totalmente desamparados. No mataron al Angelón, Federico, Manuel España “Tascas” (aunque natural de Cabanillas por sus mujer y sus hijos se le considera de Quintana), etc. porque no pudieron, porque no los pillaron, pero no porque no lo intentaran, o porque Panicio lo impidiera.

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Como episodios a destacar entre muchos podríamos citar dos. “Tascas” se libró en Cabanillas del “Melucho” (uno de los de Noceda) cuando le apuntaba, gracias a la osadía que cualquier humano es capaz de esgrimir cuando la muerte la tienes tan cerca. Estuvo escondido durante mucho tiempo en el monte y esa partida de Noceda cuando localizaron su “chozo” le prendieron fuego mientras lo rodeaban, escopeta en mano, creyendo que estaba dentro pero no fue así. Luego se entregó y paso largo tiempo en la cárcel ubicada donde hoy está el Hostal de San Marcos de categoría especial en hoteles. Allí comió ratas para no morir de hambre. El otro episodio sería el de Marcelino (“Patarita”), huérfano que fue criado durante algún tiempo en Quintana y que al regresar de joven a pasar días en el pueblo se casó con Baltasara. Era el conserje de la Diputación de León (“Palacio de los Guzmanes”) donde nacieron dos de sus hijos. Al finalizar la guerra fue denunciado y acusado de ayudar a los vencidos. No sirvió de nada que tuviera una desmedida invalidez teniendo que abandonar la ciudad de León en el máximo período de tiempo de veinticuatro horas. Se fue a Quintana y aún así tuvo la suerte de ir de Bembibre al pueblo por un camino distinto al que algunos habían creído y donde le esperaban para matarle junto a su mujer y esos dos hijos de cuatro y dos años. Posteriormente fue reconocida la injusticia y reintegrado en su puesto, pero tuvieron que pasar quince años de destierro y penurias pues él no tenía capacidad para labrar el campo.

Evidentemente merecen mucho más homenaje, esta gente vencida, que los vencedores. No olvidemos que fueron represaliados por defender el orden, la Constitución y la República legalmente establecidos, en definitiva ellos no fueron los que se REBELARON. En fin no merece más dedicación este tema, aunque merecería la pena. Como anécdota contaremos que Pedro “el Chusco” fue voluntario a la guerra con diecisiete años, además requeté y camisa azul. Cuando volvió sus mejores amigos y compadres fueron “Tascas” y Federico destacados maquis y contrarios en la contienda. Por lo que hemos de concluir: no los movían las ideologías, eran sobre todo PAISANOS (en el más amplio sentido de la palabra) que estuvieron en uno u otro sitio por circunstancias. Es decir, en Quintana se dio una peculiaridad muy trascendental para los señalados como "republicanos" porque, a diferencia de otros pueblos y lugares del país, estos hombres pudieron seguir viviendo y conviviendo con sus vecinos como siempre debió ser.