La guayaba tiene dueño (universalbooks) copia.pdf

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  • La guayaba tiene dueoCopyright 2012 Jorge Serrano Elas

    [email protected]@laguayabatienedueno.comwww.laguayabatienedueno.com

    Revisin: Ariel Barra A.Portada: Amelie Serrano

    Ilustracin: Miguel ValenciaDiseo y diagramacin: Rogelio Tern

    Se reservan todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de esta obra puede reproducirse por ningn procedimiento electrnico o mecnico, incluyendo fotocopia, grabacin magntica o cualquier almacenamiento de informacin y sistema de

    recuperacin, sin autorizacin expresa de su autor.

    Impreso en Panampor Universalbooks.

    Impreso en papel reciclable.

  • Jorge Serrano Elas

    Panam, Repblica de Panam2012

    El secuestro del Estadode Guatemala

    LAGUAYABATIENE DUE

  • 5A mi padre Jorge Adn Serrano Vsquez, para-digma de dignidad, civismo e integridad, quien me ense a amar la libertad y sobre todo con su ejemplo de lucha por lograrla.

    A mi madre Rosa Elas de Serrano quien con su sabidura me ense a apreciar las relaciones familia-res, a valorar la paz y el amor al prjimo.

    A mi esposa Magda Bianchi de Serrano, mi gran compaera, quien idneamente ha estado conmigo, apoyndome en todo momento de mi vida y siendo un bastin en la realizacin de mis ideales. Ha sufrido y gozado conmigo y ha sido el gran balance en la es-tabilidad de mi familia.

    A mis hijos, Jorge, Arturo, Juan Pablo, Magda y Amelie a quienes doy inmensa gratitud por el respeto, cario y grandes satisfacciones que cada uno de ellos me ha dado, sobreponindose con carcter a las adver-sidades que nos ha tocado vivir.

    A mis nueras, que vinieron a la familia a traernos grandes satisfacciones y nos han dado un gran apoyo solidario, en nuestros problemas.

    A mis nietos, quienes han trado nuevas esperan-zas y un reto a mi conciencia, para que entienda que

    Dedico este libro:

    A Dios Padre Todo Poderoso,a Jesucristo, su unignito hijo, nuestro

    Salvador, y al Espiritu Santo, nuestro gran consolador y consejero

  • 6todava tengo mucho por hacer y decir, como una in-eludible responsabilidad hacia ellos.

    A mis hermanas, cuados, sobrinos, y sus fami-lias, a mis sobrinos nietos, primos y dems familia, por su solidaridad y por el apoyo y cario que nos han brindado en todo momento.

    A mi suegro Arturo Bianchi, mi gran amigo, con-sejero, correligionario, por todo su apoyo irrestricto, a mi suegra Irma Lazari de Bianchi, por todo su cario y apoyo y a todos los familiares polticos que nos han favorecido con su aprecio y cario.

    A Paco Perdomo y Chita su esposa, a sus hijos, Paquito, Alejandra y Gabriel, que en forma solidaria y abnegada, han transitado juntamente con nosotros los caminos pedregosos del ostracismo.

    Al pueblo panameo en general, por el cario y generosidad con la que nos han recibido y cobijado y muy particularmente a amigos, colaboradores, com-paeros de trabajo y funcionarios, que sin prejuicios nos han tendido la mano y con apego a la justicia y el derecho, nos han apoyado y protegido en la persecu-cin.

    Al pueblo de Guatemala, al que tanto amo y en particular a aquellos guatemaltecos, que han dedicado sus vidas con devocin y empeo a la lucha por la libertad y la justicia.

    En forma muy especial quiero rendir un tributo de gratitud, a todos aquellos hermanos que han perdido sus vidas en la lucha, manifestndoles a sus seres queri-dos, que sus nombres estn inscritos en una lista indita de los hroes ignorados de nuestra querida patria.

  • A LOS SERRANISTASMuy especialmente, un reconocimiento a todos

    aquellos amigos, colaboradores y correligionarios, que valerosamente y contra toda corriente, han defendido nuestras causas y que por aos han sido atacados y se-alados como SERRANISTAS; a los GALLOSque han esperado con ansias que yo hablara, se que cuan-do lean este libro, sabrn que ahora es el tiempo, que nuestra lucha no ha sido en vano, ni tampoco ha ter-minado.

    A MIS HERMANOS PANAMEOSUn voto de gratitud para todos aquellos paname-

    os, de todos los estratos sociales, e ideologas que nos han brindado su amistad y su colaboracin en diferen-tes momentos.

    Con especial gratitud quiero mencionar al Presi-dente Guillermo Endara Garimany, quien con firmeza no solo nos dio un lugar para refugiarnos, sino que una patria para vivirla; a los presidentes Ernesto Prez Ba-lladares, Mireya Moscoso y Martn Torrijos, quienes en diferentes momentos de la persecucin contra m,

    Agradecimientos

  • 8reaccionaron digna, soberana y enrgicamente, en de-fensa de principios fundamentales como lo constituye para los latinoamericanos el del asilo poltico.

    Quiero tambin testimoniar mi agradecimiento a los ministros de Estado y funcionarios de estos go-biernos, que nos han provedo de seguridad fsica y jurdica a travs de estos aos. Agradezco tambin la cortesa y congruencia con esas polticas de Estado que el actual gobierno y principalmente que el Presidente Ricardo Martinelli, ha mantenido con nosotros.

    A todos los amigos que nos han brindado su amis-tad y cario, cuya lista sera muy larga y a quienes pre-sento disculpas por no mencionarlos personalmente.

    A mi gran amigo y hermano Lucas Zarak Lina-res, y a Maria Ruth su esposa, a Mayin Correa, amiga fiel e invaluable, y a Hugo Giraud, quien me ha dis-tinguido con su caballerosa amistad. A ellos y a sus familias por todo lo que hemos recibido de ellos, en cario, nimo y respaldo.

    Quiero agradecer especialmente a mi amigo y gran escritor panameo, Ernesto Endara, el Neco por el estmulo y sabios consejos, que como escritor viejo me dio, estimulndome a escribir este libro.

  • 9Ingeniero Jorge Antonio Serrano ElasPresidente de la Repblica de Guatemala 19911993

  • A manera de prlogoIntroduccin

    CAPTULO IDa D: golpe de EstadoEn la Casa PresidencialEn el Palacio de GobiernoDe vuelta a la Casa Presidencial

    CAPTULO IILa democracia propone, algunos disponen y otros descomponen Los planteamientos programticos y la guerrillaLos entendimientos de las cpulas

    CAPITULO IIIEl pas est cada da peorEl entorno mundial y las acciones de gobiernoLneas polticas: la patronal y la de la ranchera CAPITULO IVTrabajando para el desarrollo de Guatemala y la democraciaAspectos econmicosRecaudacin y finanzas pblicasSubsidios y presupuestoInflacin y recuperacin econmicaReservas y balanza de pagosLa estabilizacin econmica

    Contenido

    1527

    37

    65

    83

    88

  • 12

    Poltica salarialBono 14Reapertura de ventanilla, reduccin de los subsidios y apoyo a las municipalidadesTitulacin de tierrasPolticas socialesEducacinSaludLa Ley Serrano y las emergencias en los hospitales nacionalesEl cleraViviendaHogares comunitariosNios de la calle y juventudes con problemasLogros polticos

    CAPITULO VPrivatizacionesEl caso de la energaTelefona. GUATELNuestro programaLa telefona ruralEl problema

    CAPTULO VIEl retorno de los refugiados y la paz

    CAPTULO VIILa pazLa confrontacin sorda pero definitiva.Lo que nunca aceptaron.La cpula militar, A pesar de la conspiracinCosas curiosas

    CAPTULO VIIIY entonces, Por qu el Golpe?

    118

    133

    150

    163

  • 13

    CAPTULO IXDas antes del golpe

    CAPITULO XLa construccin de la fachadaFachada de legalidadFachada de legitimidadTteres y titiriterosLa filosofa de los titiriteros

    CAPTULO XILos problemas despus de la funcinLa fachada de la sucesin

    CAPTULO XIILa persecucinSe abre la persecucin y el acosoLa persecucin legal

    CAPTULO XIIIEsto Por qu?

    CAPTULO XIVEntonces, qu fue lo que pas?

    CAPTULO XVEl secuestro del Estado de GuatemalaA partir de ese momento, el secuestroEl caso de los GutirrezEl secuestro del Congreso de la RepblicaEl secuestro de los medios de comunicacin

    CAPITULO XVIEl grand finaleElites delincuencialesArz al poderPortillo al ruedo. Albacea del Gobierno de Efran

    175

    184

    198

    210

    229

    237

    242

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    Ros MonttBerger y Stein a la PresidenciaBerger, gobierno de privilegiosTemtica de seguridadNarcotrficoCrisis del sistema bancarioEl Banco de ComercioLas ganancias se privatizan y las prdidas se estatizanDiferencias con otros problemas bancariosMensaje final

    CAPTULO XVIIMea Culpa, pero hablemos claro

    ANEXOS

    Anexo unoLA PERSECUCIN JUDICIALAnexo dosDIEZ AOS ANTES DE SER PRESIDENTE DE LA REPBLICAAnexo tresCARTA DE DIONISIO GUTIERREZ ARAMIRO DE LEON CARPIO Anexo cuatroHISTORICA CARTA DEL CACIF, MAYO 1993Anexo cincoUNIVISIN PEDIR EXCUSAS ALPRESIDENTE SERRANOAnexo seisLO INCREBLE; ESTO YA ES EL COLMOAnexo sietePROCLAMA DEL 25 DE MAYO DE 1993 DEL PRESIDENTE JORGE ANTONIO SERRRANO ELAS CONOCIDA COMO EL SERRANAZO

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    320

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    351

  • Esta primera edicin de La guayaba tiene dueo nace sin prlogo de autor invitado. El lector se pre-guntar por qu. Pues simplemente porque deseo que sea usted el que lo vaya escribiendo a lo largo de la lec-tura de esta experiencia de vida que hoy le presento.

    Se supone que el prlogo debe dar un contexto general de la obra, incluir opiniones sobre la misma y sobre su autor. Normalmente es escrito por una perso-na a la que se invita, ya sea por amistad, identificacin, reconocimiento o admiracin que le tiene al autor. El prlogo ayuda para que alguien ajeno al escritor justi-fique la obra y contribuya a que el lector se oriente en la lectura del libro.

    Quien realiza el prlogo suele presentar la obra y a su autor, ante un pblico que desconoce la tem-tica. Cuando el autor es nuevo, como en mi caso, el prlogo suele escribirlo un personaje reconocido para presentarlo

    Yo he decidido renunciar a todo esto, pues cual-quier cosa que diga alguien en el prlogo, podra ser cuestionado por la inmensa campaa que mis detrac-tores han realizado, durante ms de 20 aos, contra

    A manera de prlogo

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    mi persona; perodo en el que sistemticamente me han bloqueado cualquier posibilidad de defensa o de simple aclaracin.

    Me han tratado de poltico improvisado y desco-nocido; aseguran que gan la Presidencia de la Rep-blica de Guatemala, por casualidad y que cuando gan estaba endeudado. Me han acusado de corrupcin, de haber sido un aprendiz de dictador e incluso llega-ron prcticamente a copiar todos los delitos que figu-ran en el Cdigo Penal, para perseguirme.

    La verdad es que para que haya un asesino, debe haber una persona asesinada, un cadver que sirva de evidencia y sobre todo, pruebas. Para perseguir al supuesto asesino, debe haber indicios razonables de su crimen. Igualmente, si se acusa a una persona de ladrn, algo debe haber desaparecido y deben exis-tir evidencias irrefutables del delito. Slo entonces se debe perseguir al acusado.

    En mi caso, mis enemigos, me han llamado co-rrupto y ladrn. Sin embargo, a lo largo de 20 aos no han dicho que fue lo que se desapareci, y no lo han hecho, simplemente porque yo no tom ni un centavo del Estado guatemalteco. Tampoco particip en ningn negocio, lo que est bien demostrado en el informe de la Contralora General de Cuentas de la Nacin, como consta en los expedientes judiciales le-vantados en mi contra. La misma Cancillera de Gua-temala, en informes que se presentarn ms adelante, declara que no hay pruebas para sustentar los delitos de los que se me acus.

    Cuando vieron que no haba nada con lo que me pudieran incriminar, entonces qu hicieron? Simple-mente decir que haba comprado 100 fincas en un

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    da, noticia que se despleg en todos los peridicos del pas. Incluso dieron a conocer, tambin con gran despliegue, el nmero de las matrculas de las fincas.

    Pero obsrvese la saa: las 100 fincas eran locales de los centros comerciales denominados Novicen-tros, ubicados en la zona 5 y 11 de la capital guate-malteca; centros comerciales de mi propiedad que yo haba desarrollado en los aos 1978 y 1979, es decir ms de 10 aos antes de ser Presidente. Fue una ca-lumnia criminal y al da de hoy, mucha gente la cree, al extremo de que han pedido que esas fincas se repar-tan entre los necesitados.

    Lo que ms me doli en este caso, fue que uno de los peridicos que ms despliegue hizo de la noticia, fue el diario La Hora, en su edicin del lunes 14 de junio de 1993. Esto yo no lo poda entender en aquel momento, porque Toyita Godoy, la mam de Oscar Clemente Marroqun Godoy, director del medio, ha-ba sido una de las entusiastas promotoras y vendedo-ras de esos proyectos. Ella era una dama excepcional que trabaj conmigo durante muchos aos, a quien siempre estim y quise mucho. (Ver anexo, Dos)

    Otro ejemplo, de los cientos que podra citar, es haber repetido y repetido durante la campaa elec-toral, que yo era un hombre endeudado. Incluso, los partidarios de Jorge Carpio Nicolle pusieron mesas en todos los municipios de la Repblica, con copias de las escritura de los crditos que yo haba tenido para el desarrollo de ms de doce proyectos inmobiliarios en los que haba participado.

    No dijeron, sin embargo, que esos crditos haban sido pagados. Edmond Mulet, que en ese momento estaba con Carpio Nicolle lo saba perfectamente, pues l haba trabajado conmigo, su oficina estaba al lado

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    de la ma, era mi abogado de planta y era el notario ante el cual se haban hecho la mayor parte de esas escrituras. (Anexo, Dos)

    Cuando yo asum la Presidencia de la Repblica, el total de mis deudas era de Doscientos Cincuenta Mil Quetzales. Tampoco aclararon que en el Banco Industrial y en el Banco Agrcola Mercantil haban depsitos por ms de Quinientos Mil Quetzales, como consta en la declaracin jurada que present a los siete das de haber asumido el cargo y en los estados de cuenta de los respectivos bancos.

    En dicha declaracin tambin consta que mi pa-trimonio era superior a los Veinte Millones de Quet-zales. No obstante, con una propaganda insidiosa, han hecho creer a la gente que yo estaba quebrado y lo repiten cada vez que pueden.

    Cosa similar hicieron con mi honra personal y la de mi familia, cuando vieron que no haba nada ms de qu acusarme. Un da fui avisado de que pronto habra un nuevo ataque ordenado y orquestado por un jefe militar cercano a Ramiro De Len Carpio. A los pocos das sali, como chisme en las noticias, que me haba ido con una cubana; que me haba divorciado, que Magda, mi esposa, me haba dejado en la calle y que mis hijos e hijas estaban en situaciones que no me atrevo a repetir.

    Fue algo horrible. Mucha gente se comunicaba con mis familiares y con los de Magda; unos para ma-nifestar su preocupacin por lo que estaba sucediendo y otros, naturalmente, con el nimo de lograr infor-macin fidedigna. Casi tuvimos que mandar fotos de la familia con peridicos en los que se viera la fecha, para que nuestros pobres familiares pudieran aclarar.

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    Sin embargo, hoy veinte aos despus, todava hay gente que sigue creyendo tan infame mentira.

    Aprovecho para aclarar que tenemos una familia integrada: mis cinco hijos son una bendicin de Dios, todos nos han dado las ms grandes satisfacciones, por su comportamiento, su desempeo familiar, laboral y profesional. Unos tienen tres ttulos universitarios y otro tiene cinco; tenemos tres nueras que son unas hijas para nosotros y siete nietos, que son los que nos han hecho la vida feliz. A Dios gracias somos una familia, normal con nuestros defectos y problemas y tambin con algunas cosas buenas.

    Jorge y Magda Serrano

    Con Magda vamos a cumplir, primero Dios, 43 aos de casados. Lo nico que puedo decir es que quienes nos conocen, son los que mejor testimonio pueden dar de lo que es nuestra familia. Lo que s puedo afirmar, es que todo lo dicho contra ella ha sido una infame mentira, salida de mentes depravadas a las que me ha costado perdonar, pero lo he logrado,

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    dejando esto en manos de Dios y su justicia, confian-do en que, aunque tarde, la verdad siempre sale a luz.

    Permtame contar, para que usted juzgue si yo soy un improvisado, que nac en un hogar en el que la poltica era el gran tema. Mi padre, el licenciado Jorge Adn Serrano, conocido como el Canche Se-rrano, fue un verdadero patriota, amante de la liber-tad, un luchador contra las dictaduras, tanto contra la de Manuel Estrada Cabrera, conocida como la de los 20 aos, como contra la de Jorge Ubico Castaeda, conocida como la de los 14.

    Se destac por su valenta, cuando siendo muy joven cruz la lnea de fuego, en compaa de don Camilo Bianchi, para llegar al Fuerte de la Palma, lugar en el que se encontraba atrincherado el tirano, para entregar a Estrada Cabrera, la nota en la que se peda su rendicin. Ya adulto, le toc, con el licencia-do Federico Carbonel, ir al Palacio Nacional y entre-gar a Ubico, el famoso Memorial de los 311, en el que se le peda la renuncia.

    Cuando mi padre muri la prensa entera, y todas las instituciones cvicas y polticas, le rindieron todo tipo de reconocimientos. Los titulares sealaban que cincuenta aos de oposicin y lucha cvica ejemplar se cerraban con su muerte.

    Quiero decirle a mis detractores que yo no me improvis en la poltica. Me involucr en ella desde el da que tuve uso de razn y mi primer discurso pol-tico lo pronunci a los nueve aos en el parque central de Santa Cantarina Pinula; mi primera entrevista de prensa la di a los diez aos en el noticiero Radio Sucesos del periodista Oscar Conde.

    Fui Presidente de mi promocin en el Liceo Gua-temala, Presidente de la Asociacin de Estudiantes de

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    Ingeniera (AEI) de la Universidad de San Carlos, dos veces Miembro de la Directiva de la Asociacin de Es-tudiante Universitarios (AEU), Coordinador del Plan de los 100 das, para la recuperacin del pas despus del terremoto de 1976. Ocup cargos en organismos regionales e internacionales.

    Fui Presidente del Consejo de Estado, organis-mo encargado de plantear el camino para el retorno a la constitucionalidad despus del Golpe de Estado de 1982.

    Fui candidato a la Presidencia de la Repblica, postulado por la coalicin del Partido Democrtico de Cooperacin Nacional y el Partido Revolucionario, obteniendo un 14% de votos vlidos en las elecciones generales de 1984.

    Me desempe como miembro de la Comisin Nacional de Reconciliacin, electo en representacin de los partidos polticos de oposicin; candidato a la Presidencia de la Repblica, por el Partido Movimien-to de Accin Solidaria (MAS); y electo Presidente de la Repblica a los 45 aos de edad.

    Este es el resumen de mis posiciones pblicas, las que dieron motivos para que yo fuera conocido am-pliamente en el pas. Sin embargo, mis detractores, continan diciendo, veinte aos despus, que yo era un improvisado.

    Desde nio, mi padre me dijo que lo que me iba a dejar era una buena educacin y se lo agradezco, pues aprovech todas las oportunidades que me dio. As, obtuve dos ttulos en la Universidad de San Carlos de Guatemala; estudi economa y desarrollo en Suecia; obtuve una maestra en la Universidad de Standfor y termin en ACE, el doctorado en educacin. Tambin fui catedrtico en dos universidades de Guatemala.

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    Estoy seguro que usted ha odo mucho ms de parte de mis detractores; y quiz los prrafos anterio-res sean los nicos donde conoce ahora algo diferente sobre mi persona.

    Lo nico que quiero pedir al lector es que limpie su mente, que no me crea a m, pero que tampoco prejuzgue lo que va a leer. Que observe que he re-currido a documentos y hechos de dominio pblico; y mi inters no es otro que hacer que la verdad salga a f lote, pues soy fiel creyente en que solo el conoci-miento de la verdad nos har libres.

    Cuando el objetivo del prlogo de una obra es defenderla, se denomina galeato. Mi deseo es tomar los riesgos y que el prologuista, sea usted mi querido lector. Por supuesto, no le pido que haga un galeato, solo le pido su objetividad. Estoy seguro que si usted lee esta obra, es porque le interesa el tema y si eso es as, es porque conoce la inquietante situacin de Guatemala y le interesa. Tambin podra ser que us-ted es o vive en otro pas latinoamericano, en el que situaciones similares estn aconteciendo o por acon-tecer, dado que estas maas viajan ms rpido que las mismas ondas hertzianas.

    Qu ms le puedo decir yo a alguien que como usted vive y sufre lo que se pretende relatar en este libro?

    En pocas palabras: deseo con todo mi corazn que sea usted el que haga el Prlogo, ya sea que lo escriba y me lo mande o que lo guarde en su mente como fuente de una experiencia vivida por mi patria, mi familia y yo.

    Se que si usted tuvo la paciencia de leerme, mere-ce ser el prologuista de mi obra.

    Muchas gracias de todo corazn.

  • 23

    Mi padre, Jorge Adn Serrano Vsquez, el Canche Serrano. En su me-moria, los sobrevivientes del grupo de los 311 colocaron esta leyenda sobre su tumba:

    LA LEY FUE TU NORMA TU ESCUDO EL DERECHO

    LIBERTAD TU NORTE CULTO LA HONRADEZ

    DESAFIANDO STRAPAS EXPUSISTE EL PECHOEN SOBERBIO CULTO

    DE GRAN ALTIVEZ

    Soneto escrito por Guillermo Flores Avendao Expresidente de Guatemala

  • 24

    Mi padre firmando la Constitucin de 1945, dado que l fue miembro de la Asamblea Constituyente y miembro de la Comisin de los Quince encarga-da de redactar el proyecto de la Constitucin.

  • 25

    Reunin de algunos de los 311 firmantes del Memorial en que se le pidi la renuncia a Ubico. Foto tomada en 1947. Mi padre, Jorge Adan Serrano est sentado de quinto en la primera fila; a la izquierda en la foto est sentado el licenciado Luis Arturo Gonzlez, quien fue presidente de la Repblica, y a su derecha el doctor Julio Bianchi, to abuelo de Magda, mi esposa. Al extremo derecho de la foto, en la fila de los sentados, est el coronel Guiller-mo Flores Avendao, mi padrino de bautizo, quien tambin fue Presidente de Guatemala.

  • 26

    Da de mi graduacin como Ingeniero en la Facultad de Ingeniera de la Universidad de San Carlos, honrosamente apadrinado por el licenciado Federico Carbonel Rodas y mi padre, patriotas valientes que tomaron la responsabilidad de entregar el Memorial de los 311 al tirano de los 14 aos. Como acotacin histrica, todos los que haban intentado cosa seme-jante anteriormente, fueron encarcelados o liquidados. Firmar el Memorial constitua una hazaa temeraria, pero llevarlo al destinatario era un acto heroico, reconocido as por la historia.

  • Durante mucho tiempo he tratado de escribir so-bre mis experiencias; sin embargo, cada vez que lo intentaba, senta que hacer un anecdotario sobre mi vida, sera algo que solo disfrutara mi familia y que, por otro lado, podra verse como un documento apo-logtico.

    As han pasado casi veinte aos. Mltiples veces lo he intentado sin lograr concretar mi proyecto, pues a decir verdad, siempre me falt la motivacin sufi-ciente para realizar una aventura de este tipo.

    Un da recib la llamada de un viejo amigo, el periodista Salvador Bonini, quien me coment que vendra a verme, pues tena un regalo muy especial que hacerme. Lleg a Panam y el gran regalo eran cinco mil negativos de fotos con toda la historia de mi primera campaa a la Presidencia de la Repblica.

    Tambin me traa un folleto editado por la Presidencia de la Repblica sobre el Proceso de Paz en Guatemala. Obviamente, mi curiosidad me llev a revisar rpidamente el contenido y, al hacerlo, me di cuenta de que toda referencia a mi persona y, so-bre todo, a mi participacin en el proceso, haba sido

    Introduccin

  • 28

    borrada, no s si por casualidad o con toda la inten-cin del caso.

    Esto para m no era algo nuevo, pues lvaro Arz Irigoyen, siendo Presidente, sistemticamente lo hizo. Eso yo lo entenda, porque la paz para l fue como un elemento de marketing poltico, por lo que en su mentalidad, dar crdito a quien l perciba como competencia, no era lgico; y como digo, eso yo lo entenda.

    Sin embargo, se me haca sumamente difcil en-tenderlo si esto tambin vena de otro ex presidente, lvaro Colom Caballeros, quien inici su carrera po-ltica precisamente cuando lo nombr como director del Fondo Nacional de la Paz (FONAPAZ).

    No puedo explicar por qu este hecho s me in-dign. Pero al ref lexionar, me di cuenta de que no era culpa de ellos, que el nico culpable era yo, pues como bien dice el dicho: El que calla, otorga.

    Irresponsablemente, yo nunca escrib sobre lo que viv, y dej que otros, incluyendo mis enemigos, con-taran su verdad, muchas veces adulterando los hechos, ignorndolos o haciendo falsas y temerarias interpre-taciones de situaciones que, de sobra, tuvieron una justificacin histrica en cada una de las coyunturas. Y eso, quin ms que yo, podra saberlo?

    Todo eso me llev a una ref lexin profunda. Lo primero que vino a mi mente fueron mis nietos, que ya estn llegando a una edad en la que quieren saber ms y ms de cuando fui Presidente de Guatemala; y pens que si no escriba, ellos seran vctimas de los escritos de mis detractores. Mi esposa Magda, mis hijos, mis hermanas, sobrinos y, en general toda la familia, haba vivido la experiencia y ellos ya tienen su propia opinin; pero mis nietos no.

  • 29

    Esto realmente me aterr; de inmediato empec a escribir con el deseo de dar no solo a mis nietos, sino que tambin al pueblo de Guatemala, al que tan-to quiero, la oportunidad de conocer mi versin de los hechos, a la luz de mis experiencia de vida y ms de veinte aos de ref lexin; de una ref lexin madura, un tanto alejada de las pasiones de mi juventud; una ref lexin inspirada en un legado a las nuevas gene-raciones y con el profundo deseo de que Guatemala finalmente encuentre un camino de dignidad y desa-rrollo.

    Hoy soy hombre de dos patrias, una que me vi nacer, que me cri, me di todo su amor para desa-rrollarme, pero que el egosmo y la codicia desmedida de algunos de sus hijos la llevaron al borde del abismo, la humillaron, la han ensangrentado. Una patria cuyas calles han llenado de dolor, han enfermado la con-ciencia de mis hermanos, al extremo de que lo bueno es malo, y lo malo es perfectamente justificable.

    Cun doloroso resulta para uno, que ya no est inmerso en esa cultura de codicia y muerte, cuando habla con un paisano y le pregunta cmo estn las co-sas, y con la mayor inconsciencia le responden: Pues aqu todo igual, nada nuevo, los mismos muertos de siempre.

    Sin embargo, los grupos que la han exprimido, que le han chupado su dignidad, esos hoy son los res-petables, a los que les echan porras, los que gobiernan, a los que se les exalta.

    Esa patria sufrida es la que amo, en la que el co-razn de la gente sencilla y pobre est enfermo, pero no muerto. Lamentablemente, es hoy ejemplo de lo malo ante el mundo, y compite en las estadsticas del horror, del abandono y de la miseria.

  • 30

    No obstante, mi pueblo, el secuestrado, espera ansiosamente que llegue el momento en que su llanto Dios lo cambie en gozo; que para su enfermedad haya medicina; que en sus calles y montaas no se vea ms la sangre de sus mrtires; que en sus campos la voz de la marimba, el tun y la chirima abandonen su melan-cola y canten con alegra al festejar su liberacin.

    A nuestro Creador, Dios Todopoderoso, debemos rogarle que nos perdone por tanta maldad, y le pedi-mos de todo corazn, que haga explcitos los caminos de esa liberacin.

    Hoy tengo otra patria: la que por la misericordia de Dios me recogi del abandono, cur mis heridas, me dio nimo y me proporcion espacios de digni-dad para sobrevivir, para vivir y, que sobre todo, me proporcion la sombrilla que cubri y protegi a mi familia.

    Lo ms grande que mi amada Panam me ha dado es haberme permitido desarrollar y formar a mis hijos, ver crecer a mis nietos fuera de una cultura de muerte. Es un pas en que la vida vale y se respeta, en que la codicia existe, pero el propio Estado y su gente la regulan; en la que sus poderosos creen en ella, y sus fortunas estn all, con rostro humano, apuntalando el crecimiento y el desarrollo.

    Mi Panam no vive de los ahorros de los pobres que laboran en el extranjero. Ella, caritativamente, es refugio no solo para exilados como yo, sino para dece-nas de miles de desplazados que huyen de situaciones de inseguridad y amargura en otros pases. Panam no recibe, ella caritativamente enva las remesas.

    En pocas palabras, mi Panam ha sido mi cueva de Adulam, desde la cual espero, confiando en Dios, la liberacin de mi otra patria, mi amada Guatemala.

  • 31

    En Guatemala, la guayaba, adems de identificar la deliciosa fruta que todos conocemos, es un mo-dismo que usamos para identificar a la presidencia, teniendo una connotacin de poder y mando, sobre todo poltico.

    La guayaba tiene dueo relata cmo los grupos de elite, los grupos del poder en Guatemala, han mani-pulado y definido la historia a su sabor y antojo. En sus pginas presento casos que ayudarn a entender las estrategias de desprestigio, corrupcin y dominio que estos pequeos grupos han implementado con algunas de las instituciones que les pudieran hacer mella en sus intenciones de apoderarse del poder, se llamen estas Ejrcito, Organismo Judicial, Congreso de la Repblica, partidos polticos, lderes polticos, universitarios, sindicales, lderes gremiales, religiosos, miembros de la sociedad civil y hasta Instancias Na-cionales de Consenso, fachadas manipuladas, usadas y desechadas.

    Como posiblemente el lector podr observar, uno de mis grandes problemas o pecados, fue que yo me di cuenta de lo que digo hace ms de veinte aos, en el momento lgido en que los dueos de la guayaba tenan herida la soberbia y esto atentaba frontalmente contra sus ambiciones de controlar los codiciados monopo-lios estatales, y a travs de estos, SECUESTRAR EL ESTADO.

    Los seores dueos del pas, los que me dieron el golpe de Estado en mayo de 1993, los que con bom-bos y platillos proclamaron que ellos eran los adalides del constitucionalismo y la legalidad, impusieron en el pas una Dictadura del Empresariado, y hoy siguen manejando el pas a su sabor y antojo, porque sutil o abiertamente, han eliminado o comprado a todos los

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    grupos que les pudieran hacer sombra.A m me han desprestigiado. Decir Serrano Elas

    dentro de los grupos allegados a ellos es smbolo de todo lo malo. Sin embargo, como podrn ver, el pas que yo les dej y lo que hice en dos aos y medio, no tiene nada que ver con lo que ellos han hecho en vein-te. Mi lucha era legtima, aunque a ellos no les gustara o no les conviniera. La lucha de ellos es despiadada-mente egosta. Si no, veamos lo que se ha dicho de los resultados de los gobiernos de los dueos de la guayaba:

    La cadena britnica BBC retrata al pas como uno de los ms peligrosos del planeta, la ruta de mayor trnsito de drogas desde Colombia hacia Mxico y Estados Unidos, transacciones que involucran a peli-grosas pandillas guatemaltecas y de la regin.

    En su anlisis, la periodista Zeinab Badaw seala que aunque el crimen organizado y las pandillas no tengan poder poltico a travs de un partido, tienen al pas en sus manos, ya que controlan el territorio, los recursos, las instituciones estatales y la cultura.

    Guatemala ha perdido una generacin completa de sus jvenes por la violencia y el crimen, lo que se ha cobrado costos humanos y econmicos muy altos, y algunos creen que el pas ya es un estado fallido. (Fuente: reportaje en prensalibre.com 21/12/10: JUS-TICIA)

    En el diario El Pas, de Espaa, del 21 de enero de 2008, el seor M.. Bastenier, comenta:

    Es Guatemala la Somalia de Amrica Latina? O, ms prximamente, el Hait de Iberoamrica? El Estado guatemalteco cumple con impecable tenacidad todos los requisitos para convertirse en un Estado fa-llido, si es que an no lo es: zonas del pas corredores

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    estratgicos los llaman escapan al control de las fuer-zas de seguridad, y son santuarios del narcodelito; 60 muertes violentas por 100.000 habitantes al ao, cuando el ndice espaol no llega a tres; impunidad que sonre por igual al que le tira la basura al portal vecino, que al asesino industrial en serie; y una Admi-nistracin que regula indiferente la pasividad, en lugar de prestar servicio al ciudadano.

    No quiero entrar en la discusin de si Guatemala es un estado fallido o no, pues esto tambin es relati-vo, como dice el dicho cada quien habla de la fiesta, segn le fue en ella. Porque para los dueos, cmo va a ser fallido un Estado que los llena de contratos, al que le pueden vender bienes y servicios al precio que quieran, el que les protege sus privilegios y sus prebendas; el que les obedece en la aplicacin de la justicia, el que les tolera hacer todo lo que se les da la gana, incluso usar los medios de comunicacin a su disposicin para hacer juicios y emitir sentencias.

    Tampoco para los delincuentes bien organizados, lavadores de dinero y narcotraficantes, el Estado est fallido. Tal como lo predije el 25 de mayo de 1993, ellos estn en el mero paraso y ms aun, si les lle-gan a legalizar el narcotrfico, entonces s se sentirn como la Alicia en el Pas de las Maravillas, de Lewis Carroll.

    Sin embargo, el Estado s podra estar fallido para aquellos que ven que ese Estado es incapaz de pro-tegerlos frente a los intereses y abusos de una nfima minora, para los que mendigan justicia porque no la pueden o no la quieren comprar, para los que pasan trabajos para comer, los simples asalariaros, los profe-sionales, obreros o campesinos, para los que viajan en buses expuestos a que los maten. O sea, en general, s

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    es un Estado Fallido para la inmensa mayora de los guatemaltecos.

    Liberar al pueblo del Secuestro del Estado, es aca-bar con la alevosa y ventaja con la que se ha manipu-lado a los polticos, los diputados, los jueces y magis-trados, los medios de comunicacin y, en general, a muchos de los miembros de la sociedad civil.

    Yo quise evitar que llegramos a esto, en la pro-clama del 25 de mayo de 1993, lo que mis detractores llamaron el autogolpe. Manifest entre otras cosas: Durante dos aos y medio he estado sometido al chantaje poltico por parte de algunos miembros del Congreso de la Repblica: un chantaje que hace im-posible gobernar en beneficio del pueblo Tambin expres:La irresponsabilidad con la que el Congreso de la Repblica han resuelto los casos de antejuicio, es impresionante. Cuntos diputados que incluso han sido sorprendidos in fraganti en la comisin de de-litos y a quienes se les ha planteado antejuicios por mltiples causas, el Congreso se ha negado a darles trmites.

    En relacin a la justicia seal: tenemos que re-conocer que la presente Corte Suprema de Justicia, desde su eleccin estuvo viciada. Quisimos trabajar con ella, pero lamentablemente, su conducta de apli-car justicia en forma selectiva, es inaceptable.hemos hecho grande esfuerzos por llevar delincuentes a la Justicia , pero ms han tardado en entrar a las crceles, que en ser puestos en libertad por los jueces y por la misma Corte.

    Fui claro en esa proclama: lo nico que me mueve a tomar esta decisin trascendente, es garanti-zar que nuestra Guatemala no sea presa del narcotr-fico; que nuestro pas no sea un jardn para las mafias;

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    que nuestro pas tenga un destino sin corrupcin, sin venalidad, sin demagogia. Acot que las medidas to-madas para la depuracin del Estado, eran necesarias y urgentes, porque en nuestro pas el narcotrfico ha crecido de una manera impresionante. Las canti-dades de trfico decomisado durante el ao pasado y lo que va del presente, son cantidades sin precedentes que superan en mucho el mismo presupuesto de la nacin. En ese mismo momento, hace veinte aos dije: me siento sumamente frustrado de ver la visin de corto plazo, lo miope que son mchos guatemalte-cos que por ganar un poco de popularidad poltica, se aferran a cosas inmediatas y pierden de vista esa fun-cin trascendente, de largo plazo , que se debe tener para gobernar nuestro pas

    Por todo esto, consideraba y sigo considerando, que liberar al pueblo del Secuestro del Estado, es acabar con la alevosa y ventaja con las que se ha manipulado a los polticos, los diputados, los jueces y magistrados; los medios de comunicacin, y en general, a muchos de los miembros de la sociedad civil.

    S que este libro presenta una realidad cruda e in-dita, pues la informacin all ha estado. Sin embargo, ha llegado segmentada a los guatemaltecos y en algu-nos casos tergiversada u orientada con la interpreta-cin que los dueos le han querido dar al manipularla.

    Lo que relato en este libro tiene un respaldo do-cumental considerable, pues si algo he querido hacer es apegarme a la verdad. No me cabe la menor duda de que mis detractores usarn toda su inf luencia para volverme a insultar, acuando todos los apelativos que sus comunicadores expertos les vuelvan a recomen-dar.

    No me cabe duda de que tratarn tambin de

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    impedir que esta verdad se sepa. No obstante, les digo a todos y a cada uno de ellos, que si verdaderamente estn preocupados por la situacin del pas y su deseo es descalificarme, increparme por delitos o contrade-cirme, que esta vez lo hagan sin cobarda, sin men-tiras, sin verdades a medias. Si es cierto que tienen argumentos y buena voluntad, que los discutan frente a frente conmigo. Yo estoy dispuesto a hacerlo en el foro que escojan; dispuesto a reconocer mis propios errores y, por supuesto, a defender mis causas, sobre todo las que dieron resultados positivos para el bien de mi patria, Guatemala.

  • Lunes 31 de mayo de 1993.

    Desde el domingo 30 de mayo, los corredores y salones de la Casa Presidencial de Guatemala esta-ban ocupados por el Vicepresidente de la Repblica, Gustavo Espina; por diputados, ministros de Estado y correligionarios. Estaban tambin, mis familiares y amigos.

    Esto ocurra a escasos 21 das de haber ganado las elecciones para las alcaldas del pas con mi partido poltico, Movimiento de Accin Solidaria (MAS); y a escasos 6 das de la disolucin con el fin de depurar-los del Congreso Legislativo y de la Corte Suprema de Justicia.

    Siendo ya la madrugada del da 31, todava se-guamos a la expectativa de la llegada (o en su defecto, de una llamada telefnica) de los diputados con cuya presencia tendramos una mayora calificada para in-tegrar una nueva Asamblea Nacional.

    Ese interminable domingo, que estuvo muy lejos de ser un da de descanso, nos dej mltiples presiones y tensiones que no sabra cmo describir. Saba que as

    CAPTULO I

    Da D: Golpe de Estado

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    La guayaba tiene dueo

    como nosotros estbamos procurando una salida insti-tucional al conf licto, la cpula del sector empresarial (grupo Pirmide) y la cpula militar (grupo golpis-ta) estaban urgidos de encontrar una salida legal que permitiera sacarme de la Presidencia y entrar ellos al abordaje.

    En verdad, el agotamiento que experimentaba era el resultado de sentirme a la orilla de un mar de propuestas que no son las que uno quisiera para su pas. Todo eso llega cargado con un equipaje lleno de hasto; hasto que conduce a una especie de fatiga presidencial que incita a abandonarlo todo. Es la tentacin del desapego, de la indiferencia.

    Sin embargo, por otro lado estaba el compromiso conmigo mismo, con los ideales y con mi pas, de en-frentar lo que habamos comenzado: depurar un Con-greso corrupto y una Corte de Justicia espuria y venal, y as dar paso a un cambio en el Estado guatemalteco que permitiera el fortalecimiento de las instituciones democrticas, para que garantizaran los derechos de los ciudadanos y no solo los derechos y privilegios de los grupos dominantes.

    Los amigos insistan en que descansara un rato. Pero yo senta que acostarme era casi una rendicin. Sin embargo, el cansancio y la tensin fueron hacien-do mella y por fin acced a retirarme. Entr en un cuarto de visitas habilitado en la Casa Presidencial, me quit los zapatos y me tir en una cama con la ropa puesta. Era tan grande el cansancio que al principio no pude conciliar el sueo. Tena la cabeza repleta de pensamientos, se reproduca una y otra vez el alud de acontecimientos que, de hecho, habran de cambiar mi vida y la historia de Guatemala. Sbitamente, y acaso sin quererlo, qued profundamente dormido.

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    Da D: Golpe de Estado

    Mientras en la Casa Presidencial suceda esto, en el Palacio Nacional el coronel Otto Fernando Prez Molina, jefe de la Direccin de Inteligencia del Ejr-cito (G2) llamaba a los ocho jefes de las unidades de inteligencia bajo su cargo y les ordenaba que se pre-sentaran al Palacio Nacional en uniforme de combate y con todo su armamento. Tambin les ordenaba que cada uno de ellos trajera, igualmente preparados, a dos oficiales militares bajo su mando: un mayor y un capitn.

    Prez Molina se reuni entonces con los oficia-les convocados y les manifest que era necesario to-mar medidas rpidas, pues aparentemente yo estaba a punto de lograr una mayora de diputados, constituir qurum y as restablecer una Asamblea depurada, para lograr la salida institucional al conf licto surgido por la disolucin de los organismos antes citados.

    Les hizo notar tambin que, la tarde anterior, el Presidente haba sostenido reuniones sin los resulta-dos esperados con Jorge Carpio Nicolle, del Partido Unin del Centro Nacional (UCN) y con Alfonso Cabrera Hidalgo, de la Democracia Cristiana Guate-malteca (DCG).

    La salida institucional que yo buscaba, obviamen-te, iba en contra de los acuerdos que, en las reuniones en el Centro de Estudios Militares, sostuvieron los militares con elementos del sector privado, en las que se convino en tres puntos fundamentales:

    1o. La crisis haba que resolverla lo ms rpido posible.

    2o. El Vicepresidente Espina y yo tenamos que re-nunciar, y el Congreso deba nombrar a sus sucesores; y

    3o. Haba que depurar el Congreso.

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    La guayaba tiene dueo

    Prez Molina agreg que esa decisin tomada por l con el sector privado ya haba sido comprada por otros sectores, y que si yo lograba darle una salida ins-titucional a la crisis, todo lo que intentaban se vendra a tierra.

    En esa reunin, los oficiales de inteligencia, con Prez Molina, decidieron actuar en dos direcciones:

    1o. Mi renuncia tena que obtenerse ese mismo da; y

    2o. La Corte de Constitucionalidad tena que de-finir la transicin del traspaso de mando a un Jefe de Estado interino.

    Decidieron entonces poner la estrategia en movi-miento. Pero como el Ministro de la Defensa, general Jos Domingo Garca Samayoa, el Jefe del Estado Ma-yor del Ejrcito, general Jorge Perussina, y el Jefe del Estado Mayor de la Presidencia, general Luis Francisco Ortega Menaldo, no haban establecido una posicin clara respecto de mi persona como Presidente, deter-minaron dirigirse primero al general Mario Ren En-rquez, Subjefe del Estado Mayor del Ejrcito.

    A esa reunin, Prez Molina se hizo acompaar del coronel Barrios Celada y otros oficiales ms. En-rquez escuch los argumentos respecto de una ac-cin inmediata y estuvo de acuerdo con la estrategia planteada. Coment a Prez Molina que, una vez esta estrategia fuera puesta en accin, ya no haba marcha atrs. No obstante lo delicado y trascendente de lo de-cidido, este acuerdo lo hicieron como cuando un par de nios encuentra una caja de chocolates escondida y deciden comrsela.

    De inmediato, Prez Molina mand a tomar control del Palacio Nacional y desarmar a la Guar-dia Presidencial que estaba encargada de cuidar el

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    Da D: Golpe de Estado

    edificio. Orden que buscaran a los miembros de la Corte de Constitucionalidad y que los trajeran al Palacio. Mientras tanto, Enrquez llamaba a algunos comandantes de la ciudad que simpatizaban con el movimiento militar, para asegurar la decisin tomada, lo que tambin hizo con los lderes del sector privado que estaban en la jugada.

    Despus de eso decidieron comunicarse con lde-res de los partidos polticos, sindicatos, Iglesia Catlica y con la Embajada de los Estados Unidos.

    Enrquez y Prez Molina, acompaados de una veintena de oficiales (todos vistiendo traje de fatiga y fuertemente armados) van y le presentan su posicin al Jefe del Estado Mayor del Ejrcito, general Perusi-na. Este, de inmediato, se comunic con el ministro Garca Samayoa, quien acept recibirlos. Prez Mo-lina explic al ministro su posicin, en el sentido de que Espina y yo tenamos que renunciar y, en con-secuencia, que la Corte de Constitucionalidad tena que encontrar una forma legal de designar un Jefe de Estado interino.

    Aqu se estableci una discusin, pues estaban de acuerdo con que yo renunciara, pero Garca Samayoa y Perusina consideraban e insistan en que era al vi-cepresidente Espina al que le corresponda tomar po-sesin de la Presidencia. Prez y Enrquez argumen-taban que Espina era cmplice, que haba salido con Serrano en las entrevistas de prensa y pblicamente lo respaldaba, diciendo que l sera leal a Serrano, que se mantendra como Vicepresidente mientras Serrano fuera Presidente y que saldra con l. Por otro lado argumentaban que dejar a Espina era dar la cara del continuismo y que, en ese momento no importaba lo que la ley estableciera.

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    La guayaba tiene dueo

    Finalmente, despus de una discusin desagra-dable, decidieron que tanto el Presidente como el Vicepresidente deban irse. Luego, por el desarrollo de los acontecimientos y por un conf licto que result entre ellos, se comprob que la insistencia de Garca Samayoa y Perusina en que se quedara Espina no era para cumplir la ley, sino para evitar que, una vez Prez Molina se consolidara en el poder, los sacara de sus puestos, lo que en efecto sucedi, cuando los hizo a un lado, despus de haberlos utilizado.

    Una vez de acuerdo y al trmino de la reunin, ms o menos a las ocho de la maana, Garca Samayoa llama a la Casa Presidencial y habla con el general Francisco Ortega Menaldo y le informa que se ha de-cidido pedirle la renuncia el Presidente, y lo instruye para que se lo comunique.

    Uno de los amigos presentes, quien haba dormido en un silln de una de las salas de la Casa Presidencial, entra a la habitacin en la que yo estaba descansando y me dice:

    Presidente, el Ejrcito te est pidiendo la re-nuncia.

    Qu ejrcito pide mi renuncia? Vos dirs que algunos comandantes del ejrcito

    As es me responde algunos comandantes del ejrcito.

    Bueno le dije. Gracias, en cinco minutos es-toy afuera.

    Apenas sali mi amigo, me fui al cuarto en el que estaba durmiendo mi esposa Magda.

    Levntate, Magda, y pnganse a orar, porque se est cumpliendo lo que el Seor nos haba anuncia-do: el ejrcito me est pidiendo la renuncia.

    Entr a la recmara de mis hijas y a la de mis

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    Da D: Golpe de Estado

    hijos; les cont lo que estaba pasando y tambin les ped que se juntaran a orar.

    Me arregl y, al salir, evit detenerme a conversar con los amigos presentes y me encamin directamente al despacho del Jefe del Estado Mayor de la Presiden-cia.

    Al entrar, el general Ortega Menaldo, que esta-ba en su escritorio, de inmediato se puso de pie y lo salud.

    Qu est pasando, General?Seor Presidente, un grupo de oficiales, reuni-

    dos en el despacho del Ministro de la Defensa, le est pidiendo la renuncia.

    Hay algo que podamos hacer?No, seor me contest Nos han cortado las

    comunicaciones, incluyendo los telfonos de dos cifras y nos tienen prcticamente aislados. He ordenado em-plazar artillera en las esquinas. La Guardia Presiden-cial nos es fiel y est lista para garantizar su seguridad y la de su familia. Les he advertido que ante cualquier movimiento contra nosotros, abriremos fuego.

    Muy bien, General le respond Ahora, por favor, llame usted al Ministro de la Defensa y dga-le que venga a mi despacho con los oficiales que lo acompaan para que dialoguemos.

    Sal de la sala. Mientras me diriga a las habita-ciones tranquilic con gestos y palabras a los que se acercan preocupados por las noticias que ya estaban en el aire.

    En la recmara encontr a mi familia orando y les dije:

    Creo que los deba haber sacado de aqu a to-dos y haber enfrentado esto yo solo.

    Magda, mi esposa, me interrumpi enfticamente:

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    La guayaba tiene dueo

    No, Jorge, estamos como debemos estar: todos juntos, porque Dios as lo ha querido.

    Mi hijo Arturo, como es habitual, salt y dijo: No pap, esto ya lo sabamos. Aqu estamos y

    Dios sabe por qu. Quiz sea para su propia protec-cin. Siempre hemos estado juntos, por qu ahora habramos de separarnos?

    Lo que hice fue extender los brazos para tomar la mano de mi esposa y la de mi hija Amelie, que estaba a su lado, y juntamos las manos con Arturo y Jorgito, Magdita y Juan Pablo. As, nos pusimos a orar, a dar gracias a Dios pues sentamos que su proteccin estaba presente. Una vez ms, l se manifestaba en forma sobrenatural en momentos cruciales dentro de nuestra unidad familiar. Sabamos se cumplira y pasara lo que estaba dentro de su soberana voluntad.

    Al terminar de orar, pens: Ahora, Jorge, te toca prepararte para enfrentar los negros fusiles de la trai-cin, pero ir adelante, con nimo.

    Cuando entr en el despacho privado, el general Ortega Menaldo me estaba esperando.

    Qu nuevas me tiene, General? Dice el seor Ministro que ellos no vienen

    aqu.Entonces respond preprese porque noso-

    tros s vamos all.Al salir del despacho, me reun con algunos de

    los diputados que estaban esperando que se lograra el qurum (muchos de ellos haban dormido en los sillones y sofs de la Casa Presidencial) y les dije:

    Les pido que guardemos la calma, pues no les puedo explicar nada, porque yo mismo no s exacta-mente lo que est pasando, por lo que todava no he tomado decisiones sobre las acciones a seguir.

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    Da D: Golpe de Estado

    Estaba terminando de hablar con los diputados, cuando lleg el general Ortega Menaldo, quien me inform que no se poda pasar por el tnel que comu-nica con el Palacio Nacional, porque lo tenan blo-queado del otro lado.

    Ni modo respond cruzaremos la calle.En efecto, con una comitiva formada por varios

    oficiales del Estado Mayor Presidencial, con el general Ortega Menaldo y elementos de seguridad a la cabeza, nos encaminamos por el llamado Callejn Manchn, para entrar al Palacio por las puertas traseras, que dan sobre la 5 Calle.

    Apenas salimos pudimos ver que la Casa Presi-dencial estaba fuertemente protegida, con dos tanque-tas emplazadas a la entrada y la Guardia Presidencial bien armada. Sin embargo, observ francotiradores en las azoteas de los edificios vecinos, y no saba a qui-nes eran leales esos hombres, cuyos fusiles asomaban amenazantes.

    En ese momento estaba consciente de que mi vida corra peligro, pero la adrenalina empujaba y estaba ms decidido que nunca a enfrentar a los oficiales que estaban ya reunidos en el despacho del Ministro de la Defensa.

    Al llegar a la altura de la iglesia Presbiteriana, en la esquina del Callejn Manchn y 5 Calle, fuimos divisados por un grupo de periodistas, quienes ense-guida corrieron y nos rodearon. Es lamentable, pero ese era un mal momento para acercarse con cierta im-pertinencia a un hombre que va camino a enfrentar el problema ms grande de su vida, lleno de incertidum-bres, tensiones y por qu no decirlo: tambin temores. La comitiva se abri paso a la fuerza entre el compacto grupo de tenaces periodistas armados de grabadoras y

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    La guayaba tiene dueo

    micrfonos. Gritaban, insultaban, acusaban e interro-gaban.

    Por supuesto, al no detenernos ni contestarles, los periodistas se irritaron sobremanera, lo que produjo un desagradable y lamentable incidente de altercados e insultos.

    En el Palacio de Gobierno

    Al acercarnos al despacho del Ministro de la De-fensa, pude escuchar un f luir de voces en sordina, que ms pareca una corriente de aguas oscuras filtrndose entre matorrales. Cuando entramos, encontramos a un grupo de oficiales del Ejrcito, unos sentados y otros de pie. De pronto se escucha una voz que exclama:

    Atencin! El Presidente de la Repblica!Se produjo un silencio, hasta que todos se pu-

    sieron de pie. Los salud y rpidamente recorr con la vista la cara de los presentes. El ministro, general Garca Samayoa, me seal la silla que me reservaban. Ocup el lugar y volv a observar al grupo de oficiales presentes, notando que algunos de aquellos rostros me decan claramente que no estaban de acuerdo con lo que all estaba aconteciendo.

    No obstante, hay dos rostros que quedaron gra-bados en mi mente: el del coronel Luis Fernndez Li-gorra, Segundo Jefe de la Polica, quien estaba de pie, pero recostado en el dintel de la puerta del despacho. Me miraba claramente con cierto desafo, quizs no-tando que yo me preguntaba qu estaba haciendo l all, pues se trataba de una reunin de ejrcito y no de polica; pero rpidamente, record el compadrazgo de l con Prez Molina, quien siempre lo defenda a capa y espada y quien, parado en una tercera fila, mantena

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    Da D: Golpe de Estado

    en su rostro una mirada muy similar a la de Fernndez Ligorra. En ese momento entend que ya tenan ali-neada a la polica. Se produjo entonces un incmodo silencio, roto por m:

    Entiendo, seores, que han tomado ustedes una decisin que ahora deben explicarme.

    Repuesto de la sorpresa, el general Garca Sama-yoa pretendi hacer un prembulo, pero yo lo inte-rrump:

    General, ahrreme la frmula y vayamos al grano.

    Como usted guste, seor respondi, mirn-dome por primera vez El Ejrcito ha decidido pedir-le la renuncia.

    Estoy aqu para que dialoguemos respond.No hay nada que dialogar sentenci el general

    Mario Enrquez El Ejrcito ya tom una decisin.El Ejrcito, General, no me puede pedir la re-

    nuncia. Yo fui elegido por el pueblo. Este es un asunto civil en el que ustedes no tienen nada que ver. Les sugiero que no se metan.

    No, seor. El ejrcito ya tom una decisin y la va a mantener intervino otra vez el general Enr-quez.

    Y yo les digo a ustedes que se van a arrepentir de haberse metido en esto, porque no tienen derecho constitucional para hacerlo y les advierto que con esta actitud le estn causando un grave dao al propio ejr-cito. Yo soy un presidente democrticamente electo; no fui puesto por ustedes, y se los dejo perfectamente claro: no voy a renunciar, por lo que si quieren qui-tarme tendrn que deponerme, darme un golpe de Estado y cargar con las consecuencias de ello.

    La decisin del ejrcito est tomada repiti, a

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    La guayaba tiene dueo

    falta de argumentos el general Enrquez.Entonces, me puse de pie y les manifest:Parece que no tenemos nada ms de que ha-

    blar.Antes de salir, le extend la mano a cada uno de

    los presentes y en aquellos apretones percib que haba acertado al pensar que en muchos de aquellos oficia-les era todava indecisa su obediencia a tal accin. Es decir, no estaban completamente de acuerdo con la decisin a la que fueron empujados por Enrquez y Prez Molina.

    Al dirigirme hacia la puerta de salida, me llam nuevamente la atencin ver en esta reunin, y casi escondido entre dos oficiales, al coronel Fernndez Ligorra. Al pasar cerca de l, escuch que un oficial de la comitiva presidencial dijo, en un tono que Fer-nndez lo pudiera escuchar:

    Otra traicin ms, vos, hijo de puta. Entonces aceler el paso porque present que los

    nimos podran caldearse y llevbamos las de perder, pues estbamos desarmados. Regresamos a la Casa Presidencial por el tnel ya despejado, para no hacer el trayecto sobre la calle y as, evitar incidentes pbli-cos.

    Creo que yo an no llegaba a la Casa Presiden-cial, cuando el Ministro de la Defensa y sus princi-pales colaboradores, pasaron a un saln aledao, en el que continuaran la bsqueda iniciada desde muy temprano: una salida jurdica a mi deposicin como Presidente de la Repblica. Para ello, el ministro y los oficiales presentes, contaban ya con un grupo de asesores empeados en encontrar vas de legalidad al golpe de Estado.

    A esa hora, los licenciados Eduardo Palomo

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    Da D: Golpe de Estado

    Escobar, Fernando Quezada Toruo, Marco Au-gusto Garca Noriega y Carlos Enrique Reynoso Gil, ya esperaban el resultado de la reunin, para saber si yo renunciara o no. Supuse que ya tenan algunos puntos preparados para una eventual propuesta de re-solucin.

    Desde temprano de esa maana, el Ministro de la Defensa haba pedido por radio a los magistrados de la Corte de Constitucionalidad que se presentaran a su despacho en el Palacio Nacional. Solo se presen-taron los magistrados Jorge Mario Garca la Guardia y Gabriel Larios Ochaita. Los otros dos magistrados que estaban activos, incluido el Presidente de la Cor-te, doctor Epaminondas Gonzlez Dubn, se negaron a asistir al despacho del Ministerio de la Defensa. Por otra parte, la quinta magistrada, licenciada Josefina Chacn de Machado, ya haba renunciado.

    El Ministro de la Defensa, con evidente nervio-sismo, insista en que se tena que encontrar un pro-cedimiento para removerme legalmente. Todo se les complicaba, debido a que en la reunin conmigo me negu a renunciar, dejando muy claro que si me que-ran quitar tendran que darme un golpe de Estado. Al no encontrar la salida que el ministro deseaba, la tensin creca. Cmo hacer para que el golpe militar pareciera legal, de manera que quedara impoluta la cara del ejrcito? Lograr esto sera una labor para ver-daderos titanes del engao y la triquiuela.

    Otto Prez Molina y el grupo de oficiales a su servicio, presionaban ahora al general Enrquez y al Ministro Garca Samayoa para que no f laquearan en la decisin de sacarme de la Presidencia, pues ya todos estaban muy comprometidos.

    Por otra parte, y desde tempranas horas del 1 de

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    La guayaba tiene dueo

    junio, se haban dado a la tarea de llamar y traer al Palacio a los personajes y dirigentes que en una u otra forma deberan servir de fachada al golpe de Estado que se hallaba en proceso. Sin embargo, debido a mi negativa a renunciar, iba a ser difcil hacerlo en forma rpida y dar con la frmula jurdica que tuviera algn grado de credibilidad. Mientras ms discutan los dos magistrados presentes con los asesores del Ministro, ms difcil resultaba encontrar una salida civil y jur-dica al golpe militar.

    Por otra parte, la situacin se complicaba por la presin de los presidentes de Centroamrica que instaban al Ministro de la Defensa para que ayuda-ra a encontrar una frmula que restableciera el orden Constitucional, respetando la integridad y continua-cin del gobierno popularmente electo. A ello se su-maba la ausencia de dos magistrados de la Corte de Constitucionalidad, la falta del apoyo incondicional que ellos hubieran querido de parte de lvaro Arz Irigoyen y de Efran Ros Montt, a ms del incidente que provocaron Rigoberta Mench, Premio Nobel de la Paz y el Dr. Alfonso Fuentes Soria, Rector de la Universidad de San Carlos, en la plaza central. Todo aumentaba los temores del Ministro de que se pudiera hacer manifiesta la divisin que exista en el ejrcito, lo cual podra convertirse en un conf licto serio y sangriento.

    Por estas razones se urga a los abogados y magis-trados presentes a encontrar rpidamente una salida a la crisis. Otra dificultad que enfrentaban era que el Congreso no estaba en funciones y que el grupo de diputados fiel al gobierno, hara imposible armar algo con la celeridad que las circunstancias imponan.

    Por fin decidieron lanzar una serie de proclamas

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    Da D: Golpe de Estado

    por los medios de comunicacin, para darse ellos mis-mos alguna credibilidad, y plantearon una resolucin en la cual se afirmaba que yo haba abandonado el puesto (an cuando estaba en mi propio escritorio en la Casa Presidencial) y le daban al ejrcito el rol de salvaguarda del orden constitucional. Todo, con el fin de salvar la cara de la institucin armada.

    Se encarg al coronel Prez Molina que consi-guiera las firmas de los magistrados que no estaban presentes y que trajera al Magistrado Presidente para la conferencia de prensa, durante la cual podran dar a conocer la resolucin de la Corte de Constitucio-nalidad y la proclama del Ejrcito en la que avalaban mi destitucin. Esto resultaba grotesco, ya que tanto la resolucin de esta Corte, como las proclamas del ejrcito, eran preparadas en el propio despacho del ministro y por el mismo grupo de personas.

    Sin embargo, todava existan baches en el cami-no, pues para la resolucin de la Corte an faltaban las firmas de los magistrados que no respondieron al llamado del Ministro de la Defensa y que, por lo tanto, no estaban en ese despacho. A eso se sumaba que las mencionadas resoluciones o proclamas llammoslas as se basaban en dos hechos totalmen-te falsos: que yo haba abandonado el cargo y que el Vicepresidente Gustavo Espina Salguero tambin pre-sentaba su renuncia, argumentando que esta se encon-traba en el escritorio del Ministro de la Defensa.

    De vuelta a la Casa Presidencial

    Al regresar, me vi rodeado de familiares, compa-eros, amigos, secretarios, diputados, ministros, e in-cluso miembros del cuerpo diplomtico que deseaban

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    La guayaba tiene dueo

    saber el resultado de la reunin sostenida con los mi-litares.

    Nos acercamos al llamado Saln de los Espe-jos y les cont los pormenores: que los militares me haban pedido la renuncia y que enfticamente yo les contest que no renunciara y que el nico camino que tenan era darme un golpe de Estado.

    Mientras esto aconteca en la Casa Presidencial, llegaron al Palacio de Gobierno Rigoberta Mench y el Dr. Alfonso Fuentes Soria, con el propsito de presentar al Ministro de la Defensa su propuesta para la formacin de un triunvirato, iniciativa que fue re-chazada por el Ministro. All mismo se pudieron dar cuenta de lo que se estaba fraguando.

    Entonces salieron del despacho ministerial y se dirigieron al Parque Central, donde la Premio Nobel de la Paz comenz a protestar a voz en cuello:

    Esto es un golpe militar, es un golpe militar! Unas doscientas personas reunidas frente al Pala-

    cio Nacional, la rodearon y empezaron a corear: Gobierno civil, s; militares no! A rengln seguido empezaron a llamar traidores

    a todos los personajes y dirigentes civiles que estaban entrando al Palacio. Incluso quisieron agredir a Jorge Carpio Nicolle, quien para protegerse tuvo que correr hacia una residencia cercana. Lo mismo sucedi con Alfonso Cabrera, Secretario General de la DC, a quien tambin lo abuchearon, insultaron y hasta intentaron agredir, debiendo ser protegido por los mismos guar-dias del Palacio.

    Los noticieros televisados y radiales no cesaban de transmitir las novedades y los comunicados que se enviaban desde el despacho del Ministro de la De-fensa, todas destinados a disfrazar el golpe de Estado,

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    Da D: Golpe de Estado

    haciendo creer que yo haba renunciado y abandona-do el puesto, cuando la realidad era otra.

    Como antes dije, yo estaba en la Casa Presiden-cial, sentado en la silla presidencial, escuchando con indignacin las comunicaciones que se daban a los medios: El Presidente ha renunciado, decan; y yo, aislado, con una comunicacin muy restringida, con todos los telfonos internos cortados. Solo entraban las llamadas que ellos permitan. Estaba claro: tenan que seguir anunciando que el Presidente abandon el puesto para ganar tiempo y seguir dndole todas las vueltas posibles a la Constitucin Poltica que ellos proclamaban defender pero que estaban violando en la forma ms descarada, esperando sin xito, encon-trar un artculo en el cual respaldarse para lograr sus propsitos.

    Llegaban a la Casa Presidencial informes espo-rdicos e incompletos de los esfuerzos que hacan los golpistas por sumar dirigentes civiles al movimiento, tratando de mantener lo que bautizaron como Instan-cia Nacional de Consenso, formada apenas 48 horas antes, y en la que se sentan tranquilos los empresarios poderosos. No obstante, no podan llegar a acuerdos con los dirigentes de los partidos polticos, al extremo de que Alfonso Cabrera trat dos veces de salir, pero fue forzado a permanecer en el lugar por miembros de la inteligencia militar.

    Todo esto haca aumentar la tensin. El golpe fue planificado a lo largo de muchas reuniones por los empresarios Dionisio Gutirrez y Leonel Toriello, con Prez Molina. A pesar de tener el dominio total sobre varios de los integrantes de la Instancia Nacional de Consenso, se miraban debilitados por el desarrollo de los acontecimientos.

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    La guayaba tiene dueo

    Incluso, hubo decisiones tomadas en las reuniones llevadas a cabo en el Centro de Estudios Militares que se les haca imposible implementar. Por ejemplo, de-cidieron convocar a una manifestacin el lunes 31 de mayo, en la cual se demostrara un amplio rechazo a Serrano. Sin embargo, no necesitaron mucho para darse cuenta de que no tenan poder de convocatoria, pues toda la gente que ya tenan adentro, escasamente se convocaba a s misma. Por otro lado, la gente que estaba en la calle respaldaba las medidas de disolucin del Congreso y de la Corte Suprema de Justicia.

    En poco tiempo cambiaron de estrategia y es as como decidieron, de manera precipitada, fortalecer la organizacin de fachada que sirviera a sus fines, como era la Instancia Nacional de Consenso: enfocada fun-damentalmente en sacar al Presidente y al Vicepresi-dente de la Repblica y a depurar el Congreso. Esto lo concretaron con xito el mismo 30 de mayo, cuando tomaron conciencia de la debilidad popular de su pla-nificado movimiento.

    A pesar de la gravedad del caso y de la fragili-dad del movimiento que fraguaron, se precipitaron para organizar una conferencia de prensa, presidida por el Ministro de la Defensa, general Garca Sama-yoa, quien apareci completamente uniformado, con brillante botonadura, charreteras, bastn de mando y el pecho cubierto de innumerables condecoracio-nes, hablando en nombre de la Instancia Nacional de Consenso. Con el fin de mostrar que representaba a un movimiento civil, estuvo acompaado de funcio-narios y dirigentes de algunos sectores. La escena me provoc risa.

    Resultaba paradjico y tristemente ridculo que un militar, el propio ministro de la Defensa (que se

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    Da D: Golpe de Estado

    supone por ley y constitucionalmente un funcionario obediente y no deliberante) apareciera dando la cara civil del golpe de Estado y actuando como portavoz de la llamada Instancia Nacional de Consenso.

    Me asombr la habilidad de los magnates que burdamente utilizaron a los militares para dar un nue-vo golpe de Estado. Siendo honesto, sent pena al ver a otras buenas personas que estaban de pie, respaldando la conferencia, con una cara solemne de circunstancias y que no tenan la ms mnima sospecha de la forma en que los estaban utilizando. Algunos de ellos tam-poco tenan la ms remota idea de cmo les pagaran este favor. Ciertamente no visualizaron los alcances de la conspiracin, de la que muy pronto seran vctimas, tanto el Ministro como otros oficiales militares y mu-chos de los dirigentes civiles presentes. Fueron usados, desechados y hasta asesinados.

    Durante todo el da recib llamadas de los Pre-sidentes de Costa Rica, El Salvador y Honduras que estaban reunidos en San Salvador por los sucesos de Guatemala. Despus de haber realizado mltiples ges-tiones, me manifestaron que no haba nada que hacer, indicndome que todos haban suscrito una carta en la que exigan respeto a mi integridad fsica y la de mi familia.

    De manera personal, los mandatarios me sugi-rieron que abandonara el pas. Agradec las muestras de solidaridad de mis colegas centroamericanos, pero pensaba que tal cosa no entraba en mis planes, porque es muy duro tener que abandonar, empujado por las bayonetas, el puesto que se gan con tanto esfuerzo y con tantos votos.

    Ya por la tarde, poco a poco se fue desalojando la Casa Presidencial. Los comunicados y los movimientos

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    de tropas por todo el pas abrumaban e inf luan en el nimo de la gente. Sin embargo, muchos decidieron quedarse para acompaarnos. De pronto, don Artu-ro Bianchi, mi suegro, entr en el despacho privado, acompaado del Vicepresidente Gustavo Espina y me dijo:

    Mir, Jorge, tal como est la situacin, creo que lo ms sensato sera que Gustavo asumiera la Pre-sidencia, eso le dara continuidad a lo que iniciaste y sera un freno para tus enemigos.

    Yo entiendo sus razones le respond. Si Gus-tavo cree que puede lograr algo, yo no ser quien me oponga; pero les digo que yo, de ninguna manera voy a renunciar, pues no voy a dar legitimidad a este gol-pe. Pero tampoco me opondr a que Gustavo asuma la Presidencia, aunque, sinceramente les digo, esta es una opcin a la que no le veo la menor posibilidad, pues esta gente no ha llegado hasta aqu para devol-vernos despus el poder. Ya se la jugaron y se quedan con l; sin embargo, adelante Gustavo.

    Has pensado bien dijo mi suegro Te sugiero que habls con los diputados que an estn aqu y que les pids el apoyo para Gustavo. Solo dame tiempo para llamarlos.

    Entonces subimos al segundo piso de la Casa Presidencial, donde se ubicaba el nuevo Saln de Ga-binete y nos reunimos con los diputados presentes, comunicndoles la decisin. Se produjeron discur-sos de lealtades y ratificaciones de agradecimiento y amistad, al igual que algunas ref lexiones. Esta vez la despedida era definitiva y por eso se dio con grandes muestras de cario y respetos mutuos.

    Gustavo sali a reunirse con los militares. Cuan-do regres a la Casa Presidencial, nos encontramos en

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    Da D: Golpe de Estado

    uno de los pasillos y nos detuvimos a platicar. En eso, a un teniente que vena corriendo por el pasillo en el que conversbamos, se le cay una de las granadas que llevaba en el chaleco, y el artefacto rod, pasando al lado mo y de Gustavo. Cuando la granada se detuvo sin explotar, nos dijimos que no era nuestra hora, pero qu susto!

    Cmo te fue con los militares? pregunt a Gustavo.

    Sus condiciones eran inaceptables me respon-di Rechazaron mis propuestas y entre otras cosas, queran que firmara mi renuncia de antemano. Fue una entrevista de lo ms estril.

    En esas estbamos cuando el Presidente de Costa Rica, Rafael ngel Caldern Fournier me llam por telfono y despus de hacer algunas ref lexiones, insis-ti en que renunciara:

    Renunci, Jorge! Estoy seguro de que as se tranquilizan y paran la persecucin y el peligro que hay sobre vos y tu familia...

    Yo pens: seguro que Rafa Caldern tiene in-formacin que yo desconozco; seguro le han hablado los militares o quin sabe qu cosa est pasando. Sin embargo, repens mi posicin y le reafirm que mi respuesta segua siendo la misma: que no renunciara.

    Bueno me dijo entonces sal de all lo ms pronto posible.

    Luego se me avis que miembros del cuerpo di-plomtico se hallaban en la Casa Presidencial y que queran reunirse conmigo. Los recibimos, Gustavo y yo, en el Saln de Banquetes. El vocero era el Nuncio Apostlico. Nos manifestaron que estaban preocupa-dos por nuestra seguridad fsica y que as lo hicieron saber a las nuevas autoridades, a quienes les entregaron

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    una nota exigiendo nuestra proteccin y la de nuestras familias.

    Les agradecimos su invaluable gesto humanitario y su justificada y leal preocupacin. Sin mucho ms, se retiraron.

    Al quedar solos, yo trat de convencer a Gustavo de que tal vez era hora de abandonar el pas. Me dijo que ira a su casa para hablar con su familia y que cuando todos estuviramos listos, que nos llamsemos y nos pusiramos de acuerdo. Al despedirse, dijo:

    Me llams a la hora en que te decids.Al regresar al saln privado de la Presidencia, reci-

    bo otra llamada del Presidente de El Salvador, Alfredo Cristiani. Me percibe un tanto indeciso e insiste:

    Jorge, por favor sal. Te estoy enviando un avin y te vens para ac, aqu ests seguro.

    Gracias, Fredy, pero hay cosas que todava tengo que hacer...

    No hombre respondi ests jugando con tu vida y la de tu familia. No hay ms que hablar, te mando un avin de inmediato. Por favor, Jorge, sal, el avin va para all!

    Cuando el Presidente salvadoreo colg, se incre-ment an ms la duda en mi cabeza, porque el tono de la llamada de Cristiani no dejaba la ms mnima duda de que los golpistas se estaban desesperando y hasta quiz provocando situaciones molestas que an era posible evitar.

    Como la llamada telefnica se dio cuando estba-mos comiendo con mi familia, mir a mis seres que-ridos y les dije:

    Creo que es imprudente seguir aqu, no s qu piensan ustedes.

    Todos asintieron con la cabeza, y Jorgito dijo:

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    Da D: Golpe de Estado

    Es cierto, qu podemos hacer? Mejor v-monos.

    Llam al general Ortega, a quien le refer el con-tenido de la conversacin con el Presidente Cristiani. Le notifiqu que yo crea prudente salir y no provocar algn conf licto.

    Las cosas estn serias y percibo tanto en Cris-tiani como en Caldern mucho nerviosismo y no quiero complicar las cosas innecesariamente.

    El general Ortega escuchaba con atencin, pero cuando termin de hablar, l movi la cabeza hacia los lados y me dijo:

    Seor Presidente, usted no tiene por qu salir hoy. Descanse, y maana con calma, cuando lo tenga todo listo se va. La Guardia Presidencial y su Estado Mayor estamos aqu para protegerlo y garantizar su seguridad.

    Agradec sus palabras, pero le reafirm que crea que lo conveniente y prudente era salir tal como me lo pidiera el Presidente Cristiani.

    Acto seguido ped que me comunicaran con el Vicepresidente Espina, y le dije:

    Mir, Gustavo, me llam Cristiani e insiste en que salgamos hoy; incluso, me est enviando su pro-pio avin para que no haya problemas. Despus de orlo, creo que eso es lo prudente. Ya orden que lo preparen todo.

    Mir, mi hermano me responde Espina yo estoy en la cama ya, lo habl con Thelma y los patojos y nosotros nos vamos a quedar; es ms, han venido varios hermanos, hemos orado, y nos sentimos tran-quilos con la decisin.

    Gustavo, a m me parece imprudente. Acorda-te que siempre, vos mismo decas: Juntos entramos,

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    juntos salimos, pero yo entiendo que esa es tu deci-sin y la respeto.

    As es, gracias me responde Gustavo Como te dije, ya estoy en la cama y nos quedamos.

    Bueno, mi hermano, yo cumpl con avisarte. Que el Seor te bendiga a vos y a todo tu familia y espero que te vaya bien

    Igualmente, Jorge, que el Seor los bendiga. Por favor despedime de los patojos y de Magda. Espe-ro que pronto volvamos a estar juntos.

    Al terminar de cenar, fuimos a arreglar el poco equipaje que llevaramos. Magda se recuerda del sal-mo 27:3 Aunque un ejrcito acampe contra m, no temer mi corazn; aunque contra m se levante guerra, yo estar confiado.

    Sin embargo le dije estoy confiando en el Seor, pero creo que ya no es prudente provocar an ms a estos, que ya estn lo suficientemente nervio-sos.

    Y de una vez me vino a la memoria lo que dice la Palabra: No se cae la hoja de un rbol fuera de la voluntad de Dios. Y nuevamente con Magda y mis hijos, di-mos gracias al Seor que nos sacaba con vida de esta conspiracin.

    Orando estbamos cuando recordaron un sueo que dos semana atrs nos contara el hermano Juanito, con el que muchas veces yo me juntaba a orar, quien al final del servicio dominical en la iglesia el Shadai, se acerc y me dijo:

    Hermano Jorge, tuve una visin en un mo-mento en que estaba cabeceando, hace como cinco das,

    Pues, cuntemela, hermanoVi una gran mano que pasaba sobre el mapa de

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    Da D: Golpe de Estado

    Guatemala y lo tomaba a usted y a su familia. Los vi, a los siete, en la palma de esa mano, a la hermana Mag-dita, a usted, a Arturito, Jorgito, el Pato ( Juan Pablo), Magdita y Amelie, y despus vi cmo un hacha caa sobre el mapa de Guatemala y al golpearlo lo haca aicos, volaban las astillas por todos lados.

    Impresionante, hermano le respond As es la misericordia de Dios cuando decide protegernos.

    Agradec aquellas palabras, y como tantas otras veces, registr lo que me haba dicho. En ese crucial momento que estaba viviendo con mi familia, aquello vino a mi mente y ratifiqu mi conviccin de qu grande es l, pues ciertamente todo, pero todo, l lo tiene bajo control. Eso quiere decir que lo que estba-mos viviendo, ya l nos lo haba dicho. Le record a mi familia que todo lo que suceda era obra del Seor, quien nos estaba protegiendo en ese momento.

    Cuando estuvimos listos, habl con el general Ortega Menaldo, con los oficiales del Estado Mayor y de la Guardia Presidencial. Una vez les agradecimos su cario y sobre todo su fidelidad, ellos se despidie-ron de toda la familia con abrazos efusivos e incluso con lgrimas. Magda les dijo:

    Hoy nos vamos tristes, pero el Seor permitir que un da regresemos alegres.

    Acto seguido salimos de la Casa Presidencial. Nuestra caravana iba acompaada de carros de fami-liares y amigos que quisieron llegar hasta el aeropuerto militar La Aurora. Solo permitieron pasar a los carros de la caravana presidencial y los carros de mis hijos. Al llegar a la base, el general Pozuelos, comandante de la Fuerza Area Guatemalteca, nos recibi y me dijo:

    Cmo est, seor ingeniero?Antes de que yo contestara, un mayor de la Fuerza

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    La guayaba tiene dueo

    Area que estaba en segunda fila se adelant y cua-drndose, dijo en voz muy alta:

    Parte sin novedad, seor Presidente!Entonces, el comandante reaccion, diciendo: Seor Presidente, aqu tenemos su avin listo,

    a sus rdenes.Gracias, general, pero me ir en el avin que

    me envi el presidente de El Salvador. All estaban el capitn y su copiloto salvadoreos. Los oficiales del Estado Mayor Presidencial y la Guardia Presidencial, con los oficiales de la base area presentes, formaron una lnea frente a la escalinata de entrada del DC3 de la Fuerza Area de El Salvador.

    Nos despedimos de cada uno de los oficiales con abrazos; recibimos palabras de aliento e innumerables muestras de cario.

    En solo treinta y cinco minutos el avin aterriz en San Salvador. Al bajar de la aeronave tom plena conciencia de mi calidad de ex Presidente de la Re-pblica de Guatemala. Que estaba all para iniciar un forzado exilio, pero siempre con esta conviccin: no hay despropsito en lo que Dios dispone y la bendi-cin est en aceptarlo y bendecirlo por eso.

    Hechos y cronologas tomadas del libro Dictating Demcracy, Guatemala and the end of Violent Revolution. De Rachel M. McCleary, University Press of Florida, 1999.

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    Da D: Golpe de Estado

    Seis meses antes del golpe militar, escoltado a la izquierda por el ministro de la Defensa, Jos Domingo Samayoa; atrs el jefe del Estado Mayor Presiden-cial, general Francisco Ortega Menaldo y a la derecha, atrs, parcialmente cubierto, el general Mario Ren Enrquez, subjefe del Estado Mayor del Ejrcito, El general Jorge Perusina, jefe del Estado Mayor del Ejrcito, y el general Pozuelos, Comandante de la Fuerza Area.

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    La guayaba tiene dueo

    Momento en que el general Garca Samayoa, ministro de la Defensa Nacio-nal, me impona la mxima Condecoracin al Mrito Militar, por las actitu-des y acciones que yo haba tenido como Comandante General del Ejrcito, en beneficio del pas y de la institucin. Seis meses antes del golpe.

  • Con el objeto de enmarcar los hechos y los ac-tores que mencionamos en el captulo anterior y que mencionaremos mas adelante en el contexto del li-bro, considero importante, referir algunos elementos de mi contexto personal, que como todo en la vida, constituyen realidades que inf luyen en el desenvolvi-miento social, muchas veces afectando la misma his-toria, como pas con el golpe de 1993.

    Por diferentes circunstancias, la gran mayora de los actores participantes en la cpula empresarial de aquel momento, eran mis amigos. Unos, desde la infancia, jugamos juntos o fuimos compaeros de colegio; otros de las pocas de mi juventud, pues pa-rrandeamos y formamos parte del mismo grupo de amistades. Otros, por razones familiares, relaciones comerciales o empresariales, incluso en actividades gremiales que compartimos. Lo cierto es que ni yo era desconocido para ellos, ni ellos eran desconocidos para m; mejor dicho: el problema era que nos cono-camos demasiado bien.

    Cuando el golpe de Estado de 1982, ese mis-mo grupo me haba propuesto como Ministro de

    CAPTULO II

    La democracia propone, algunos disponen y otros descomponen

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    Relaciones Exteriores y durante las elecciones del 84, muchos de ellos me apoyaron en la candidatura a la Presidencia, cuando fui lanzado por el Partido Democrtico de Cooperacin Nacional y el Partido Revolucionario; eleccin en la que qued en tercer lugar con el 14% de los votos.

    Pero todo en la vida es coyuntural. Para 1990, los amores o conveniencias del Grupo Pirmide se alinearon hacia Jorge Carpio Nicolle y lvaro Arz Irigoyen. Pensaron que si concentraban su apoyo en estos dos candidatos y se lo daban por igual, lo ms probable sera que llegaran ambos a la segunda vuelta electoral. Al final, tendran un presidente puesto por ellos. Rpidamente esta decisin del Grupo Pirmide se divulg dentro del sector privado y me imagino que, unos de acuerdo y otros no, todos lo respalda-ron.

    Cada vez que nos acercbamos a pedir ayuda para la campaa, se me argumentaba que no estaba con la lnea del sector y se me sugera que lo mejor sera que me uniera a alguno de los dos candidatos, porque esa era la realidad: que la suerte estaba echada.

    Muchas de las plumas pagadas por ellos o simple-mente simpatizantes del grupo, claramente manifesta-ban que yo no tena ningn chance y que lo mejor que podra hacer era ponerme el pijama e irme a dormir.

    Como yo siempre he sido necio y tenaz, al darme cuenta de esa situacin, entend que yo tendra que hacerle frente a la mayor parte de los gastos de mi campaa, para lo cual vend un par de propiedades y proced a prepararme para una campaa de bajo costo. De ella, mis propios asesores y amigos extranjeros me decan que era posible, siempre y cuando yo me invo-lucrara personalmente y lograse un contacto directo

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    con los electores, como lo haban hecho Kennedy en Estados Unidos y Carlos Andrs Prez en Venezuela en su primera campaa, con el lema Ese hombre s camina.

    Yo saba lo que estaba haciendo, no ms mtines con gente trada, o mejor dicho acarreada. Yo iba en bus y caminando a cada comunidad, daba la mano, abrazaba a la gente, dorma en la casa de mis dirigen-tes y correligionarios. La propaganda que pegbamos en la calle la imprimamos en la sede del Partido, en una mquina offset que habamos comprado. La pin-tura la fabricaba Gustavo Espina, quien diseara una frmula barata, que ya habamos probado en las elec-ciones municipales y nos funcion por el tiempo que la necesitamos.

    Con el programa Gente para Gobernar, implemen-tado durante los ltimos cuatro aos, pusimos a toda la dirigencia a motivar y organizar la campaa, la mo-vilizacin y control de las elecciones en el Da D.

    En lo que a medios se refera, tuvimos que hacer decisiones difciles, pues este s era un rengln costoso y en el que nuestros adversarios estaban muy fuer-tes, ya que todas las campaas, principalmente las de Carpio Nicolle, Arz Irigoyen y Alfonso Cabrera Hi-dalgo eran fundamentalmente mediticas e intensas, hasta abusivamente intensas.

    Previendo esto, yo saba que la intensidad no era posible por parte nuestra. Entonces, tenamos que compensarlo con calidad y rigor cientfico en el uso de los medios. Decidimos no ir a prensa escrita, pues ese sector lo tenan prcticamente tomado nuestros adversarios, sobre todo con la participacin de Jorge Carpio, dueo del segundo diario del pas.

    Seleccionamos cuidadosamente los programas

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    en que debamos estar y la intensidad mnima que se requera para hacernos notar. Sin embargo, aun as, pareca como si nosotros no existiramos, ante la ava-lancha publicitaria de los contrincantes.

    Nos quedaba la esperanza de la calidad de los anuncios y en esto nos estbamos concentrando. Cabe decir que, desde haca algn tiempo, yo haba com-prado la mayor parte de las acciones de un laboratorio de produccin de televisin, TVN Televisin. Tam-bin haba instalado un laboratorio de produccin de audio, denominado Dabar Estudio. As que con el en-tusiasmo de los socios, fundamentalmente el de Jorge Quinez, hombre de gran experiencia en produc-cin y con la asesora y gran colaboracin de Marito Rivera, de Honduras alias Chanito, mi hijo Jorge que en ese momento solo tena 19 aos, se encarg de la produccin de los mensajes. As logramos salir con anuncios como el de LOS MISMOS NO, al ritmo de la cancin Mara Cristina. Hasta la fecha, esos mensajes son recordados y figuran como ejemplos en la historia de las campaas polticas de Guatemala.

    Los amigos del Grupo Pirmide no saban todo eso, ya que su vista estaba en los medios y en las en-cuestas que ellos mandaban a disear y desarrollar. Su tranquilidad era absoluta y estaba puesta en las opcio-nes CarpioArz, que segn ellos era tiro seguro.

    Nosotros empezamos tarde la campaa, porque no tenamos cmo hacerlo antes. As que el 7 de junio de 1990, en la semifinal y final del campeonato mun-dial de ftbol, y cuando el pas entero estaba pegado al televisor, lanzamos el anuncio LOS MISMOS NO. Y peg con tubo, como decimos en buen chapn.

    El gobierno brinc y amenaz con demandarme. Yo les dije: Adelante, que no hay tranca, esperando

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    con ilusin que lo hiciera. Los piramidales empezaron a intensificar su campaa para minimizar mi ascenso y, por supuesto, a bajarme todo lo que podan en las encuestas que ellos preparaban a su sabor y convenien-cia.

    Gracias a Dios, en ese momento ya haba pa-teado, o mejor dicho recorrido, ampliamente el te-rritorio del pas y mi campaa caminaba con solidez. Esto vino a fortalecerse con el resultado del programa Conversemos al que yo haba asistido por invitacin del entonces Presidente Vinicio Cerezo Arvalo, para hablar sobre la realidad del pas. Ni Carpio Nicolle, ni Efran Ros Montt, ni lvaro Arz Irigoyen haban aceptado tal invitacin.

    La campaa en mi contra, con la que el Grupo Pirmide sistemticamente me bloqueaba, pretenda romper la psicologa de triunfo que tanto nos costaba a nosotros construir; al extremo que la gente deca: Serrano es el mejor, pero no gana.

    Las encuestas que ellos publicaban en medio de grandes eventos, eran para nosotros noches de fune-ral. Esto, indiscutiblemente, agri las relaciones con ellos. Me entero entonces que una semana antes de las elecciones, la firma Aragn y Asociados present los resultados de la ltima encuesta y les hace ver que yo estaba ya en un segundo lugar y que, adems, iba su-biendo consistentemente. Esto fue como un balde de agua fra, y entonces obligaron al encuestador a que me pusiera en tercer lugar y de esa manera se dieron a conocer los resultados. Este fue el ltimo intento por bloquearme y de paso, proteger su inversin. Pero esto era como querer tapar el sol con un dedo, porque la suerte estaba echada y el domingo, da de la primera vuelta electoral, se sabra el resultado final.

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    El 11 de noviembre de 1990, la noche de funeral fue para ellos. No lo podan creer. Al da siguiente, la prensa deca que se haba producido un Serranazo. Todos saban que en la segunda vuelta electoral, Car-pio Nicolle no tena ya nada que hacer, y que yo era el futuro Presidente de Guatemala.

    Esa noche fue intensa, para m, ms bien atrope-lladora. Me fui a acostar en la madrugada del da lunes, sin entender ni creer lo que pasaba. Al da siguiente, cuando finalmente logr levantarme, encuentro que mi casa estaba totalmente invadida: la sala familiar, los cuartos de mis hijos, los pasillos, el recibidor de entra-da, las salas del primer piso, el comedor, desayunador, jardines, biblioteca, oficinas, etc. En todos los lugares vea gente, mucha que tena aos de no ver y mucha que yo saba que estaba con otros candidatos. Pero yo pensaba lo que siempre me decan los asesores: En poltica se barre para adentro.

    Tengo que reconocer que los seores piramidales y sus adlteres asimilaron la situacin mucho antes que yo. As, cuando se me iban acercando, el discurso era muy, pero muy interesante, no s si sera consigna o bien era producto de una habilidad colectiva, pero to-dos me decan: Jorge, estamos muy contentos, no te ayudamos antes, porque no creamos que tuvieras oportunidad, pero siempre supimos que eras el mejor, pero ahora aqu estamos y vamos con todo.