La Gestión del Cambio comienza por uno mismo

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La Gestión del Cambio comienza por uno mismo. Jaime Chinchilla García Página 1 Como diría Albert Einstein, “sólo existe una fuerza motriz más grande o poderosa que la fuerza atómica, la electricidad o el vapor, qué es la voluntad”. Esa que lo determina todo, que te posiciona constantemente en lo que eres y en lo que te conviertes, y por tanto una primera competencia para el cambio es la voluntad de tomar decisiones y de, al ser posible, tomarlas bien, a cuyo efecto el autoconocimiento y la capacidad de negociación con uno mismo y con los demás es fundamental. Desde luego que la principal razón para cambiar es el porqué, el propósito, es decir, la motivación que nos lleva a la pasión por algo. Aunque hay que tener cuidado con ella porque a veces suele dominar nuestra voluntad al contrario de lo que es mejor para nosotros. Lógicamente cuanto más motivada estén las personas y más claros tengan sus propósitos mucho más fácil les será emprender los cambios. La gente necesita motivación, esto es, motivos que inspiren al cambio, y cambiar es innovar, mejorar, tener amor por lo que se hace. Conocerse a sí mismo es fundamental para encontrar tus propias motivaciones que te guíen y te impulsen hacia lo que quieres. Para liderar un cambio antes se debe tener la capacidad de autoliderarse. Ser líder es eso, principalmente, inspirar lo mismo en los demás. El liderazgo frente al cambio debe enfocarse a la eficacia de lo correcto, no necesariamente de lo mejor, y en ese sentido, a veces, es mucho más pernicioso para uno estar haciendo las cosas incorrectas con las herramientas adecuados que las cosas correctas con habilidades y herramientas menos competentes. El autoliderazgo, es decir, la capacidad de autogestión y de autoconocimiento es la principal competencia para el cambio de las personas y también en las organizaciones. Uno no puede pretender ser líder de nada si no sabe liderarse a sí mismo. Lo más importante para el liderazgo y la gestión de los cambios, efectivamente, son los valores pues al fin y al cabo son nuestra brújula interior y que nos guía personal y profesionalmente en la vida, y la vida es un permanente cambio.

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Como diría Albert Einstein, “sólo existe una fuerza motriz más grande o

poderosa que la fuerza atómica, la electricidad o el vapor, qué es la

voluntad”. Esa que lo determina todo, que te posiciona constantemente en

lo que eres y en lo que te conviertes, y por tanto una primera competencia

para el cambio es la voluntad de tomar decisiones y de, al ser posible,

tomarlas bien, a cuyo efecto el autoconocimiento y la capacidad de

negociación con uno mismo y con los demás es fundamental.

Desde luego que la principal razón para cambiar es el porqué, el propósito,

es decir, la motivación que nos lleva a la pasión por algo. Aunque hay que

tener cuidado con ella porque a veces suele dominar nuestra voluntad al

contrario de lo que es mejor para nosotros. Lógicamente cuanto más

motivada estén las personas y más claros tengan sus propósitos mucho más

fácil les será emprender los cambios. La gente necesita motivación, esto es,

motivos que inspiren al cambio, y cambiar es innovar, mejorar, tener amor

por lo que se hace. Conocerse a sí mismo es fundamental para encontrar tus

propias motivaciones que te guíen y te impulsen hacia lo que quieres. Para

liderar un cambio antes se debe tener la capacidad de autoliderarse. Ser

líder es eso, principalmente, inspirar lo mismo en los demás.

El liderazgo frente al cambio debe enfocarse a la eficacia de lo correcto, no

necesariamente de lo mejor, y en ese sentido, a veces, es mucho más

pernicioso para uno estar haciendo las cosas incorrectas con las

herramientas adecuados que las cosas correctas con habilidades y

herramientas menos competentes. El autoliderazgo, es decir, la capacidad

de autogestión y de autoconocimiento es la principal competencia para el

cambio de las personas y también en las organizaciones. Uno no puede

pretender ser líder de nada si no sabe liderarse a sí mismo. Lo más

importante para el liderazgo y la gestión de los cambios, efectivamente, son

los valores pues al fin y al cabo son nuestra brújula interior y que nos guía

personal y profesionalmente en la vida, y la vida es un permanente cambio.

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Los valores nos dan la ilusión de tener propósito en la vida, pero aquí lo más

importante de todo es la integridad, la cual nos hace proteger a los valores y

sin ella a medio y largo plazo no haremos buena gestión de nada. Sin

integridad y ética no se genera confianza, en virtud de la cual se genera

valor y progreso a través de los cambios.

Ser una persona íntegra es lo más valioso que uno puede tener para

proteger sus valores y ser fiel a sus principios. Sin integridad por muy buenos

valores que se tengan nunca podrá ser una persona de éxito y mucho

menos de confianza, y sin confianza es imposible generar valor alguno,

porque para crecer hay que tener confianza en uno mismo y en los demás

también, al menos en los de tu red de apoyo.

A la hora de cambiar es fundamental la visión personal para tener la

capacidad de visualizar los contextos, las circunstancias y las oportunidades

de cambio, porque, además, los cambios no hay que verlos como

problemas sino oportunidades de mejora. Es por tanto una competencia

básica para la gestión del cambio tanto a nivel personal como profesional la

capacidad visión y de pensamiento holístico y sistémico. Los que no quieren

cambiar suelen tener una visión muy limitada y un pensamiento muy

autocomplaciente.

Valores y principios, como los de los japoneses que necesitan un sistema

normativo mucho menor que el de España debido precisamente a esa

carencia aquí de valores y principalmente la debida al honor, la integridad y

la honestidad, frente a lo cual se hace un intento de disciplinar formalmente

con mucha más normativa, pues el ciudadano carente de cultura y valores,

de por sí, tiende efectivamente a esquivarla, y no hay peor corrupción que

la de los valores o corrupción moral. Esto también tiene que ver con la

felicidad en las personas puesto que un factor importante es que lo que se

piensa, se dice y se hace esté perfectamente alineado con las creencias y

valores que se poseen (consciente o inconscientemente). Al final la vida es

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una lucha diaria que puede ser más o menos feliz según seamos capaces de

estar de acuerdo con nosotros mismos y con nuestro entorno.

Vivir es cambio, y en la vida hay muchos cambios que afrontar, y no todos los

cambios son iguales porque las circunstancias y el momento en que se

producen los cambios también son muy importantes para la estrategia a

seguir y afrontarlos. Pero por suerte o por desgracia la vida y el mundo va

cambiando y nosotros tenemos que intentar desarrollar las competencias y

habilidades para irnos adaptando a él, reinventarse y estar siempre en modo

beta es la mejor estrategia que uno puede tener y estar mejor posicionado y

reafirmarse por lo que uno lucha (siempre que la lucha sea por mejorar en

cualquier aspecto) y por lo que uno es. La vida es eso, una lucha diaria por

uno mismo y por mejorar. Hay que tener coraje y valentía, determinación y

compromiso.

Otro aspecto importante en la gestión del cambio es la perseverancia. La

principal fuente de la infelicidad es la incapacidad de saber autogestionarse

uno su propia vida, y la vida son cambios continuos. Quién antes sea capaz

de desarrollar la resiliencia y se adapte cada vez mejor y más rápido, el

cambio tendrá más posibilidades de tener éxito en la vida y de ser más feliz.

Cuando nos fijamos pequeños objetivos y lo vamos superando el optimismo y

la motivación es algo que crece exponencialmente. Tal y como afirmó John

F. Kennedy "el cambio es la ley de la vida y aquellos que solo observan el

pasado o el presente seguramente se perderán el futuro". En este sentido, yo

añadiría que no solamente hay que adaptarse al cambio y dejarse llevar sino

que más bien es mejor promoverlo y ser proactivo en él. Ser dueño de tus

resultados y no quedarse en la vida pasivamente observando el paisaje.

Decía otro gran presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevetl, que

"es mucho mejor atreverse a cosas grandes e intentar cosechar triunfos

gloriosos, aún marcados por el fracaso, que aliarse con esos pobres espíritus

que ni mucho ganan ni mucho sufren porque habitan en la penumbra

donde ni la victoria ni la derrota se conocen". Ese debería ser el

planteamiento más correcto: ser promotor de tus propios cambios, ser el que

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conduce tu vida y no pasajero o copiloto. Esto qué es una obviedad muchas

veces se olvida y caemos en el autoengaño de la autocomplacencia.

Cabría distinguir entre los cambios que tienen un mayor peso voluntario, es

decir, a iniciativa propia de otros cambios que, sin embargo, vienen

impuestos por factores externos a nosotros mismos. Está claro que uno y otro

deben afrontarse de manera distinta porque los factores movilizadores

también son, asimismo, distintos. Por ejemplo, los cambios voluntarios son

impulsados y gestionados más bien por nuestra pasión y amor, así como por

el compromiso y perseverancia; y los cambios que tiene un origen externo

quizás pesen más las competencias sociales de autoliderazgo, autocontrol,

negociación, empatía, gestión de conflictos, comunicación, etcétera.

Alguien dijo que los grandes cambios solo tienen dos posibles causas: por

inspiración o por desesperación. En la primera lógicamente uno mismo es su

impulsor, sin embargo, en la otra son las circunstancias externas las culpables.

Se ha hablado hasta aquí de la gestión del cambio y de las competencias

para desarrollarlo, pues bien la primera competencia de todas, en este

contexto, sería generar confianza, principalmente en uno mismo. Ahora

bien, mientras realizamos un cambio y esperamos resultados, lo más

importante es tener paciencia y voluntad de llevarlo a cabo (perseverancia

como se decía antes), pero sobre todo también se necesita humildad para

reconocer públicamente nuestros errores, de otra manera sería imposible

poder aprender de ellos. Antes de las victorias públicas, necesitamos las

victorias privadas. Así que, efectivamente, humildad para reconocer nuestras

debilidades y nuestros fracasos, paciencia e inteligencia para aprender de

ellos y sobre todo voluntad de mejora. Ese valor de buscar la excelencia es la

que efectivamente nos determina qué tipo de cima vamos a alcanzar,

porque los primeros pasos hasta las montañas son los más importantes, los

que nos guiarán hacia una cima u otra. Por eso desde que iniciamos un

cambio es muy importante tener claro cuál es nuestra misión y visión sobre el

mismo.

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La mejor visión, en todo caso sobre el cambio, es ser proactivo y protagonista

de él, y no espectador. Esa perspectiva es lo más importante para cambiar y

hacerlo con éxito, pues al fin y al cabo todo lo que uno necesita para

cambiar está en su interior aunque a veces el entorno y factores ambientales

puedan condicionarlo, pero la iniciativa la tiene que tomar uno mismo

voluntaria y proactivamente, en la mayoría de los casos. Ahora bien, en el

momento de cambiar, no obstante, uno debería conservar su esencia y sus

valores más profundos, pero hay que tener cuidado con las creencias

limitantes que pueden no dejarnos crecer, así como los personalismos y los

egos que pueden dominar y secuestrar los potenciales talentos qué puedan

existir latentes en nuestro interior. Hay muchas personas cuyo ego lo

confunden con un falso liderazgo, causando en muchos casos la pérdida de

oportunidades de crecimiento y mejora.

Una de las mayores debilidades que puede tener las personas es su falta de

capacidad de cambio y su flexibilidad para irse adaptando constantemente

al entorno de manera inteligente. Desde luego el cambio siempre debe

empezar por uno mismo, es la manera más segura para el progreso y

desarrollo personal y profesional. Los cambios siempre son de adentro hacia

fuera, y por eso cuesta tanto cambiar porque la lucha principalmente es con

uno mismo. Sin embargo con demasiada frecuencia se suele esperar a que

las cosas cambien primero a su alrededor y poco valor otorgan al hecho que

el cambio se inicie con ellas mismas. Una persona no es dueña de su destino

si primero no es capaz de gobernar su propia vida y los cambios que le

permitan transformarse y progresar, empezando por reconocerse como un

ser esencialmente imperfecto pero dispuesto a cambiar y aportar valor a su

condición humana. Este es el principal desafío de la vida y, tras él, la

principal satisfacción también. Sin cambios no hay progreso ni

transformación, no hay camino ni logros para sentirse feliz y exitoso, pues no

existe energía más grande que la sensación de triunfo, gloria ésta que debe

ser la principal victoria de las batallas libradas por uno mismo, precisamente

por donde debe empezar el cambio. Jaime Chinchilla García