La Geografia por Venir

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LA GEOGRAFÍA POR VENIR Cuestiones, Opiniones, Debates

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LA GEOGRAFÍA POR VENIRCuestiones, Opiniones, Debates

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LA GEOGRAFÍA POR VENIRCuestiones, opiniones, debates

Vicente Di Cione (Compilador)

Milton SantosEric Waddell

Rodolfo De KoninckMichel BruneauRoger Brunet

Paul ClavalDietrich FliednerFrançois Hulbert

Daniel LagarecJacques Lévy

Terence-G. McGeeJean-Bernard Racine

Vicente Di Cione

COOPERATIVA EDITORA UNIVERSITARIATextos de Geografía

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Dedico este libro a mis alumnos de Buenos Aires,Tandil y Trelew, a mi nieto Nicolás y a mis hijas Lu -ciana, Lisa y Andrea, a todos por su paciencia y susenseñanzas para renovar siempre mi mirada sobre lavida y la Geografía.

Textos de GeografíaCoordinación y supervisión técnica: Vicente Di Cione

Traducción:Leonardo AntoniadisClaudia GírolaCarlos Moyano

Diseño y composición:Andrea Di Cione

© 1997 Derechos reservados Cooperativa Editora Universitaria

ISBN en trámite

Avdor. Teodoro Fels 847 (1684) El Palomar, Buenos AiresTel./Fax: 758-0260/9396

ISBN 987-96386-2-X

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El libro inaugura la Serie Textos de Geografía de la Cooperativa EditoraUniversitaria, destinados a difundir el pensamiento y actividades de renova-ción de las disciplinas geográficas.

Fiel a tal objetivo, el conjunto de ensayos reunidos tienen la finalidad demostrar algunas “cuestiones, opiniones y debates” sobre algunos ejes pro-blemáticos y líneas de desarrollo conceptual y metodológico de la Geogra-fía por venir y del Oficio de Geógrafo en las proximidades del inicio del ter-cer milenio. Todos toman como punto de partida y bajo diferentes ópticas,la identificación y caracterización de los imaginarios e impulsos innovado-res del presente y, fundamentalmente, de las diferentes visiones sobre lamultiplicidad de sentidos del espacio geográfico global impuestos por los in-tensos procesos de reconfiguración cultural, económica y política de las úl-timas décadas.

Ante la intensidad de los cambios, ninguna disciplina, social o “dura”,puede soslayar la tarea de redefinir los vínculos dentro del sistema científi-co y tecnológico y en relación a las nuevas demandas que plantean los nue-vos tiempos. Asumida con sensibilidad y compromiso, la tarea implica mi-rar con atención el presente desde un lugar virtual o u-tópico constituidopor las aspiraciones de libertad, solidaridad y justicia social. A tal efecto,Milton Santos considera que la tarea de la Geografía por venir consiste enque “los geógrafos, junto a otros científicos sociales, se deben preparar pa-ra sentar las bases de un espacio verdaderamente humano (...) un espacioinstrumento de la reproducción de la vida, y no una mercancía trabajadapor otra mercancía” (Milton Santos, 1990).

El proyecto de la compilación surgió con motivo de la preparación demateriales para los cursos de complementación curricular para profesoresde geografía egresados de los institutos terciarios no universitarios y la ac-tualización normal de mis cursos regulares de Teoría y Metodología Con-temporáneas de la Geografía en los Departamentos de Geografía de la Uni-versidad de Buenos Aires y de la Universidad Nacional del Centro de la Pro-vincia de Buenos Aires.

En plena tarea de compilación, tuve la oportunidad de encontrar los re-sultados de la encuesta sobre La geografía del futuro que a partir de la ini-

PRESENTACIÓN

Presentación / 7

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ciativa de Rodolfo De Koninck llevara adelante los Cahiers de Géographiedu Québec durante 1995 y publicados en el N° 108 de diciembre de eseaño. Ante la variedad de ideas sugestivas que observé en los nueve artícu-los del dossier “Cuestiones, Opiniones y Debates. La geografía: ¿cuál futu-ro?”, no dudé en incorporarlos en este primer volumen de Textos de Geo-grafía. Dado que no he introducido modificaciones, a los efectos de las pre-sentaciones de los artículos considero pertinente remitir a los comentariosde Eric Waddell —redactor de los Cahiers— en “Un debate de fondo” y deRodolfo De Koninck en “El futuro de la geografía”.

El libro se completa con “Los nuevos mundos de la Geografía”, discursopronunciado por Milton Santos con motivo de su aceptación del título deDoctor Honoris Causa de la Universidad Complutense de Madrid (Octubrede 1994) y “Futuro-presente-pasado” de mi autoría.

El discurso de Milton Santos constituye una aguda presentación de unadiversidad de cuestiones concernientes a tres tópicos de la “Geografía de laPostmodernidad” que merecen la atención de los geógrafos: las posibilida-des de revelar o, como dice Santos sugestivamente, “descortinar” la intimi-dad del mundo traspasando sus visiones inmediatas y los obstáculos que en-cubren su esencialidad; la reconsideración dialéctica o transposiciones re-cíprocas entre espacio y tiempo a partir de sus visiones o metáforas, y “losenfoques posibles” para evitar la arbitrariedad y proceder a la “reconstitu-ción de su corpus explicativo”.

En “Futuro-presente-pasado” pretendo hablar de la geografía por venir,partiendo de algunas experiencias personales en las que se articulan los di-ferentes momentos del tiempo con la geografía y las restantes ciencias so-ciales. La argumentación procura ratificar la unidad —sin perder las especi-ficidades de sus propias perspectivas— de la geografía, la historia y las res-tantes disciplinas sociales como proyecto estratégico de reconceptualiza-ción programática de la geografía.

A modo de prólogo y en reconocimiento por sus insoslayables aportessobre la dialéctica social del espacio y la espacialización de la dialéctica so-cial, incorporé algunos textos de Henri Lefebvre que considero programáti-camente sugestivos para unificar el conjunto de artículos.

Quiero, por último, manifestar mi agradecimiento a Milton Santos por fa-cilitarme su discurso y autorizar su publicación, a Guy Mercier otro tantopor autorizarme en nombre de los Cahiers a editarlos en español y a Clau-dia Girola, Leonardo Antoniadis y Carlos Moyano por sus trabajos de tra-ducción.

Vicente Di CionePalomar, marzo de 1997

“En el principio fue el Topos. Y el Topos indicaba el mundo, pues era lu-gar; no estaba en Dios, no era Dios, porque Dios no tiene un lugar y jamástiene lugar. Y el Topos era el Logos, pero el Logos no era Dios, pues era loque tiene lugar. El Topos, en verdad, era pocas cosas: la marca, la re-marca.Para marcar hubo rastros, los de los animales y sus recorridos, y después sig-nos: un guijarro, un árbol, una rama rota, un «cairn». Las primeras inscrip-ciones, los primeros escritos. Por poco que fuera, el Topos era ya «el hom-bre». Con el mismo título que el sílex aferrado por una mano, que el palolevantado con buena o mala intención. O la primera palabra: el Topos erael Verbo, y algo más: la acción, «Am Anfang war die Tat».Y algo menos: ellugar, dicho y marcado, fijado. Y así el Verbo no se hizo carne, sino lugar yno-lugar.

“¿Por qué no partir del lugar, mental y social —lugar de la identidad y dela diferencia—, lugar marcado (y por lo tanto, aislado) y nombrado (lugar di-cho), por lo tanto ligado y realizado? La dirección y la orientación, el tra-yecto y el recorrido van de un lugar hacia el otro. Hay, desde entonces, elotro lugar (marcado, separado, distinto pero el mismo: la isotopía) y el lu -gar-otro (marcado, enlazado, alcanzado: la heteropía). Y hay, por último yademás, el en otra parte y el en ninguna parte, lo vecino y lo lejano (el or-den próximo y el orden lejos), es decir, el otro y lo ajeno. El espacio, con-junto de lugares, primero es marcado, o sea, jalonado y orientado. La formadel cuadriculado y la forma concéntrica van juntas, antes de estar separa-das. La cuadrícula del espacio, compleja desde el comienzo, antes de ser re-ducida, entraña en primer lugar los cuatro puntos de la rosa de los vientos,de los cielos (norte, sur, este, oeste) y su encuentro terrestre. Y, por lo tanto,lo alto y lo bajo (el cielo y la tierra). Y encuadrados en ello, múltiples posi-bilidades, trayectos y recorridos. Y el aquí y el allá (el centro y el horizonte,el cielo y el infierno). Y, por lo tanto, la u-topía (el anti-lugar en relación conel lugar común). No resulta, además, inútil recordar con fuerza que el espa-

A modo de introducción / 9

A MODO DE INTRODUCCIÓN

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La Universidad se distingue de las demás instituciones de la sociedadpor la posibilidad de elaborar sus propios sistemas de reconocimiento altrabajo, con indiferencia al paso del tiempo y a los avatares del poder.Eso no significa, sin embargo, que ella no pueda ser también, y en cier-tos casos, generosa. Parece que a este último sentimiento debo atribuirel otorgamiento, del que mucho me enorgullezco, de este título de“Doctor Honoris Causa” de la Universidad Complutense de Madrid.

Esta Casa de Estudios, a lo largo de siglos de existencia proficua, pu-do granjearse reputación merecida y creciente, gracias a la calidad desu enseñanza y al rigor de su investigación innovadora, que le aseguranun lugar de realce en el conjunto de las grandes universidades delmundo. En particular, la Geografía que se practica es un modelo, por laactualidad de los temas, por el espíritu de sistema con que ellos son tra-tados, y por la elegancia con que los descubrimientos aquí realizadosson transmitidos en publicaciones prestigiosas.

He aquí por qué puedo envanecerme con esta investidura. Buscando,no obstante, las razones de este premio, encuentro sólo dos merecedorasde mención. La primera es mi propio trabajo, una labor continua y perti-naz que disculpa la modestia, y cuyo mérito está muy por debajo del ge-neroso retrato trazado por D. Joaquín Bosque Maurel. Es esa tarea que meha acercado a la geografía española. La segunda razón, tal vez la más re-levante, viene de la similitud de trayectoria entre la geografía española yla geografía brasileña, dos geografías dinámicas que, en los últimos lus-tros, venimos esforzándonos para aproximarlas con éxito innegable.

LOS NUEVOS MUNDOS DE LA GEOGRAFÍA *

Milton SantosUniversidad de San Pablo

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* Discurso de aceptación en la investidura de Doctor Honoris Causa de la UniversidadComplutense de Madrid, Octubre de 1994.

cio social no es sólo espacio mental, sino espacio de comportamientos. Yque el tiempo mental se realiza socialmente en el comportamiento (prácti-co), y no en la representación.

“La cuadrícula del espacio ha sido siempre un enrejado, hasta las sim-plificaciones analíticas y racionalistas (industriales y urbanas).

(...)

“... el deseo urde su trama y su drama. No dispone de una cuadrícula de-terminada, colocada sobre «el mundo». Tiene que pasar sierviéndose de lasdiferentes cuadrículas para expresarse y realizarse. ¿Sería éste el aspecto di -námico de una realidad, cuyo lado estático serían las «topías»? Concepciónsimplificadora y reductora. Lo que trama el deseo se interfiere y se entrela-za con las cuadrículas de los lugares y de las palabras: el deseo de uno conel deseo de otro, el deseo de ser deseado o de desearse, y el deseo del de-seo —las tramas del deseo con los lugares y los no-lugares, con lo dicho ylo no-dicho y lo imposible de decir. El espacio se siembra de signos de lopermitido y de lo prohibido. El deseo se ve asignado y consignado. Cae enla necesidad. Se convierte en u-tópico. Y así se desploma y sub-tiende, en-vuelve las topías, las destruye al supevalorarlas. Se convierte en esencial alhacerse accidental y en eterno al revelarse como efímero.”

(Henri Lefebvre, Lógica Formal, Lógica Dialéctica , 1969)

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1. Los nuevos horizontes descortinados

En una pieza célebre, escribiendo respecto de la creación de los nue-vos mundos, Paul Claudel presenta un Colón que exclama: “fui enviadopara reunir la tierra”. Era víctima de la creencia, venida del fin del sigloXV, según la cual el descubrimiento de nuevos continentes completabael conocimiento del mundo. Esa creencia fue renovada con cierta fre-cuencia, ya que otros descubridores, pero también autores, a lo largo delos años imaginaron que el mundo había sido completamente descu-bierto.

Es el caso, por ejemplo, de lo sucedido en 1758, cuando se imaginahaber encontrado la medida de la Tierra a partir de la posibilidad, porprimera vez establecida, de conferir las distancias entre los astros, y deestablecer las cartas de los mares de una forma más precisa, con la pro-ducción de una imagen del planeta más próxima a la realidad.

Ya en nuestro siglo, Siegfried, en su libro seminal Aspects du XXèmeSiècle, dice: “nuestra generación acaba de descubrir el mundo” y agre-ga: “sin duda, Vasco da Gama, Colón y Magallanes, hace cuatro siglosalcanzaron las regiones más distantes del planeta. Mas su obra perma-necía incompleta, porque en nuestros mapas aún existían lugares, man-chas, en los cuales aún se podía leer el término tierra desconocida”. De-cía, todavía, Siegfried: “en el cielo, los nuevos horizontes también se en-sancharon en proporciones que desafían la imaginación, porque el sigloXX realiza la existencia de las galaxias, la inmensidad del universo y sucontinua expansión”. Esto fue escrito hace 40 años. Ese gran pensadortendría, ahora, que reescribir este texto, ya que hoy, finalmente, el mun-do es realmente pasible de conocimiento...

Al mismo tiempo, se tornó posible divisar de otra forma los sistemassolares e imaginar al hombre transportándose a otros universos. Perotambién eso refuerza la certeza de que la tierra del hombre es este pla-neta, no el universo. Es posible que el hombre llegue a otros astros porintermedio de naves espaciales pero, también sabemos que la comuni-cación sólo es posible cuando la percepción y el entendimiento deltiempo son los mismos para los interlocutores (V. Ferkiss, 1974); y todoindica que ese entendimiento no existe, aunque pudiese haber vida enotros cuerpos celestes.

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Ambas geografías son antiguas por la práctica de geógrafos y no geó-grafos, y son jóvenes por su institucionalización reciente. En sus tiemposhistóricos, se desarrollaron bajo una misma influencia, la de la geografíafrancesa que, de cierta forma, marca aún hoy la práctica de la disciplinaen los dos países. Mas, la geografía española y la geografía brasileña es-tán influenciadas en especial por las realidades locales profundas, enaquello que pesa más fuertemente sobre la existencia de la sociedad. Esde esta forma que las dos geografías comienzan a crear y a imponer supropio método, inspirado por la fuerza de los fenómenos de casa, con loscuales las teorías y prácticas importadas no siempre armonizan.

La geografía brasileña y la geografía española se tornaron geografíasabiertas, lectoras de todo lo que, cerca o lejos, pudiese interesar a su en-riquecimiento, buscando en diversas escuelas nacionales ejemplo y es-tímulo, al mismo tiempo en que también se afirmaban como escuela. Elbello libro de Joaquín Bosque sobre Geografía y Geógrafos en la EspañaContemporánea, así como otros estudios dedicados a la historia de ladisciplina en España (J. Bosque, 1983; J. Bosque et alt., 1993; Vilá Va-lenti, 1989) dan cuenta de ese proceso de crecimiento, autonomizacióny madurez. Es, tal vez ese, el secreto de su percepción de las realidadesdel mundo que, en esta fase de globalización, acaba por instalarse co-mo verdadero paradigma en las dos geografías. Por eso, son privilegia-dos, en ambas, temas abarcativos así como la preocupación por el en-cuentro de una metadisciplina geográfica. Esta facilitaría el trabajo inter-disciplinar y la construcción de una teoría social renovada, donde el es-pacio comparezca activamente.

Fue a partir de esas realidades comunes que decidí elaborar este dis-curso de investidura, consagrado a lo que llamo “los nuevos mundos dela Geografía”. Más que una obra acabada, se trata de un programa detrabajo, orientado a la problemática emergente del espacio y de la geo-grafía en el período histórico actual.

El título de este ensayo también podría ser “La Geografía de la Glo-balización”, “La Geografía del período técnico-científico” o, cediendo auna moda persistente, “La Geografía de la Postmodernidad”.

¿Cómo tratar este tema? Proponemos hacerlo a partir de tres tópicos:1) los nuevos horizontes descortinados, en este fin de siglo; 2) los nue-vos desafíos a la constitución del saber geográfico: realidades y metáfo-ras; 3) los enfoques posibles.

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Los progresos de la técnica y la evolución de los procesos producti-vos, desde mediados de este siglo, llevaron a aceptar que la ideologíatambién se había tornado real, con el perfeccionamiento del proceso porel cual se presenta lo falso como si fuese verdadero. Este es el segundomomento de la mencionada oposición.

El tercer momento es el actual, en el cual el resultado de la historiaconvive con la fábula, donde además es a partir de la fábula que seconstruye la historia. Y qué decir de los espacios de lo virtual y de la ma-nipulación extrema de la imagen. Esa confusión máxima a que nuestrosespíritus están hoy subordinados nos introduce en la cuestión de la post-modernidad.

Esta es una época de paradojas, una época de visibilidad difícil, cuyadefinición es intrincada, y que desafía nuestra capacidad de entendi-miento y de conceptualización. Durante todos estos siglos, viajamos delo desconocido a lo conocido; y ahora, en el fin del siglo, hacemos elviaje de regreso, de lo conocido a lo desconocido: con las enormes po-sibilidades abiertas en el mundo por la ciencia y por la técnica, nada nosescapa y todo nos escapa. En el inicio de esa historia, la oposición eraentre lo conocido y lo desconocido; hoy, la gran oposición es entre elMundo y sus visiones que pueden ser elaboradas e impuestas como sifuesen el Mundo.

2. Nuevos desafíos a la constitución del saber geográfico:realidades y metáforas.

Las mismas condiciones que contribuyen para ampliar el horizontegeográfico actúan, también, para limitar el entendimiento de las cosas.¿Qué es finalmente, en este mundo artificializado, metáfora y realidadgenuina?

¿Cómo enfrentar cuestiones como la de las nuevas relaciones espa-cio-tiempo con la decantada preeminencia del tiempo sobre el espacio,la idea de desterritorialización, la redefinición de la región y del lugar,el papel de la producción de la hiperrealidad, con lo virtual y la mani-pulación de la imagen? Son problemas reales que interesan y desafían a

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A lo largo del tiempo la humanidad fue ciertamente ampliando el co-nocimiento del planeta. Durante siglos, la idea que los hombres tenían delecúmeno era muy limitada en relación a lo que realmente existía. El findel siglo XV ya marca un enorme cambio con la conquista del camino delas Indias, que permitió al hombre ir al Oriente por la vía de Occidente yencontrar nuevas tierras, incluyendo las Américas. A partir de ese momen-to se amplía el horizonte geográfico de la humanidad y ese proceso se vadesarrollando hasta que, en esta segunda mitad del siglo, gracias al desa-rrollo superlativo de la ciencia y de la técnica, el conocimiento del Uni-verso se torna más completo.

Si en los descubrimientos anteriores la parte del acaso era muy fuer-te —aunque se discuta si escuelas como la de Sagres eran precientíficaso científicas—, la reciente ampliación del horizonte geográfico tiene co-mo base la ciencia. La geografía se renueva a través de las relaciones ín-timas y biunívocas entre las técnicas y la ciencia. Esto nos conduce, hoy,a la cognoscibilidad del planeta. Es la primera vez en la historia de lahumanidad que el planeta se torna enteramente susceptible de conoci-miento, conocimiento global y conocimiento local, permitiendo una vi-sión no solo estática, sino igualmente dinámica de la totalidad del ecú-meno. Cada día, el hombre de la calle puede leer en la prensa cómo loscientíficos determinan las distancias, descubren la forma de otros plane-tas y renuevan el conocimiento de los sistemas de astros. Por otro lado,fue posible establecer coordenadas nuevas mucho más precisas para eltiempo y para el espacio. Ambos, tiempo y espacio, comienzan a sermedidos con exactitud más que milimétrica.

Todos estos descubrimientos y posibilidades abiertos por los progre-sos científicos y técnicos van a dar una estructura diferente a lo que exis-te, comenzando por las nuevas formas que gana la antigua oposiciónentre esencia y apariencia. Si nos limitamos a un pasado no tan remoto,identificamos tres momentos de esa oposición.

El primer momento fue aquel en que se imaginaba una separación ra-dical entre lo ideológico y lo real, distinguiendo, en el mismo movi-miento de una sociedad, el dominio de la denominada realidad y el do-minio de la llamada ideología. Esa discusión fue abordada por diversasfilosofías, entre ellas la filosofía del marxismo, la cual insistió durantemucho tiempo en esa separación entre lo real y lo ideológico, conside-rada por algunos como absoluta.

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Otro dato que lleva a insistir en lo que sería la preeminencia del tiem-po sobre el espacio es la posibilidad de teleacción, que crea las condi-ciones de la denominada telepresencia. La acción puede darse a partirde puntos muy lejanos gracias a la posibilidad del transporte a distanciade los mensajes, de las ideas, de las órdenes. Con la convergencia de losmomentos y la conquista de la simultaneidad, la llamada fricción del es-pacio desaparece o se reduce drásticamente. La simultaneidad, la unici-dad de los momentos pueden dar la impresión que el espacio no existe.

No obstante, en realidad, el tiempo no suprime el espacio, sino alcontrario, se realiza por el espacio. El tiempo empírico sólo se da en loslugares y lo hace con la posibilidad de transformar un tiempo general—el tiempo del mundo— en un tiempo particular, que es el tiempo pro-pio a cada uno de nosotros, a cada empresa, a cada institución, reali-zando en función de condiciones técnicas y organizacionales típicas decada lugar. De este modo, es el lugar que determina el tiempo y no eltiempo que determina el lugar.

Desterritorialozación es una palabra más del vocabulario postmoder-no y puede ser vista según diversas acepciones. Una de ellas es la muer-te del Estado territorial, hoy atravesado por los influjos transnacionalesque no respetan fronteras. Sin embargo, otro entendimiento del términose refiere a la gran movilidad de los hombres y de todos los factores, pro-veniente de una cierta confusión entre la idea de localización y la ideade inmovilidad. Si los factores migran, es exactamente para localizarseen otro lugar. En los días actuales, hay mas movilidad, pero no existedesterritorialización, pues cambio en el espacio no significa no estar enel espacio.

En este contexto, la idea de no-lugar puede ser considerada, por lomenos, en dos sentidos. Una primera acepción alude a la inmaterialidadde la economía actual, concretada en virtud de la información que cons-tituye por sí misma un vehículo. Pero, a pesar de la economía inmate-rial, la circulación de la información exige bases materiales localizadas.

Por otro lado, la idea de no-lugar indicaría también que, en el mun-do actual, existe un gran número de formas espaciales parecidas unas aotras como los edificios inteligentes en las grandes ciudades. Si todo esigual, ¿qué caracterizaría el lugar? No obstante, la realidad del lugar noestá dada por la existencia de esos edificios, sino por el orden espacialy temporal del conjunto de objetos. El orden espacial revela cómo esos

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los geógrafos, por encontrarse en el propio centro de su temática esen-cial que es el espacio.

Como los períodos históricos son marcados por la llegada de nuevascondiciones técnicas, las denominadas relaciones espacio-tiempo cam-bian en cada uno de ellos. Por lo tanto, decir que estamos viviendo nue-vas relaciones espacio-tiempo es solamente una llamada para definirmejor lo que de ellas resulta. Esa apelación representa un problema,porque puede ser llevada al debate sin que tengamos antes que definirtiempo y espacio. Sin definición previa, esa expresión aparece comometáfora, en la medida que no permite la proposición de ningún con-cepto y, por lo tanto, no resulta operacional desde el punto de vista deltrabajo intelectual. Sabemos, de otro modo, que la metáfora no preten-de ser operacional, sino sólo llamar la atención hacia aspectos de un fe-nómeno.

Ganaremos más en precisión si partimos de aquello que posibilitaesas nuevas relaciones espacio-tiempo, esto es, los avances científico-técnico-informacionales actuales. A partir del estado actual de la cien-cia, de la técnica y de la información, y de cómo se definen en el perío-do actual, adquirimos la posibilidad de redefinir tiempo y espacio. Sinembargo, la geografía parece no tener un gran apetito por la introduc-ción de la técnica en su teorización, en su método y en sus estudios em-píricos sistemáticos. Ese abandono es, a nuestro juicio, una de las cau-sas de la vaguedad de expresiones como “relaciones espacio-tiempo”.Pensando en la técnica, podríamos definir el tiempo y el espacio a par-tir de los mismos elementos, adoptando idénticos parámetros. Por con-siguiente, suprimiríamos ese guión entre espacio y tiempo y considera-ríamos los dos como una realidad unitaria, un espaciotiempo, para asícrear la oportunidad de construir una teoría geográfica válida. Volvere-mos a esto en el lugar adecuado.

Una de las consecuencias es la aceptación, a veces tranquila, de laidea de la preeminencia del tiempo sobre el espacio. Cada vez que ga-na un nuevo impulso, la velocidad desorienta y permite imaginar que elproceso de evolución ya alcanzó su ápice. La velocidad aumentada dala impresión de que el espacio es suprimido y que es el tiempo lo quecuenta. De allí esa idea del tiempo deshaciendo al espacio. En parte,además, esto procede del equívoco de asimilar la idea de espacio a laidea de distancia.

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mos mucho más cerca de construir el futuro que antes, ya que el mun-do de los contemporáneos prima sobre el mundo de los antepasados yel pasado distante tiene hoy un menor valor. Por eso, no es más el pasa-do largo nuestro guía, sino el futuro. La memoria puede aún ser un ce-mento de la sociedad, pero el ancla de la sociedad es el futuro.

Además de los espacios de lo real, nuestra época también produceotros, antes totalmente imposibles, como los espacios de la hiperreali-dad, en forma de la imagen o de lo virtual. Para Leibniz, sería posible laexistencia de una máquina “cuya estructura haga pensar, sentir y tenerpercepción”, pero agrega que, “visitándola por dentro lo que encontra-mos son sólo piezas que se impelen unas a las otras, mas que jamás ex-plicarán una percepción”. Se trata de una premonición de Leibniz, peroeso no basta para alcanzar una interpretación de la diferencia entro loque sería lo real y lo hiperreal.

Georges Balandier (1987), en su artículo “Images, Images, Images”,afirma que la imagen actual es responsable por la producción del nue-vo real. La imagen seduce, desconcierta, inquieta, pero tiene que serconsiderada porque es el centro del modo contemporáneo de produc-ción de visiones del mundo. Todo eso se relaciona con la geografía por-que ésta ha buscado una visión del mundo llamada científica, que seopone a otras visiones del mundo. Cuando el mundo pasa a producir esenuevo real, el trabajo del geógrafo resulta extremadamente complicado.A través de los outdoors y de todos los signos que forman parte del pai-saje, lo ideológico se instala hoy en lo real. Esto también interesa al geó-grafo y le exige una interpretación conjunta con los otros elementos. Nose puede, a priori, desconsiderar tal o cual aspecto o parte del espacio.Cabe al contrario, tomar el conjunto y encontrar la forma de su explica-ción abarcativa.

3. Los enfoques posibles

El desafío que espera a la Geografía en esta época de grandes cam-bios es la reconstitución de su corpus explicativo. Su tarea es partir delas realidades y metáforas para llegar a conceptos que sean, al mismo

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edificios se ordenan y combinan con edificios de otros tipos y edades enun determinado lugar, mientras que el orden temporal significa la se-cuencia de su instalación. De ese modo, aunque desde el punto de vis-ta morfológico y, especialmente, desde el punto de vista funcional, exis-tan semejanzas entre los objetos presentes, cada punto de la superficiede la tierra tiene una definición diferente y echa por tierra la idea de no-lugar.

Es en ese orden de ideas que pretenden algunos decretar la muerte dela región. Una región es una situación y una construcción, es decir, unproducto social. En el mundo de hoy tenemos una menor duración deledificio regional. Las regiones se hacen y deshacen con mayor rapidez,en tanto que, por otro lado, aumenta la espesura del acontecer. El nú-mero de eventos en el mundo actual es mucho mayor que en el mundodel pasado y, también, es mucho mayor el tropel de los eventos, ya queen el mismo lugar acontecen más eventos por unidad de tiempo y máseventos por unidad de espacio.

Sin embargo, la esencia de la región no está constituida por la longe-vidad del edificio sino por su coherencia funcional. El hecho de tener vi-da corta no cambia la definición del recorte territorial. Las regiones mu-dan de límites porque la escala de la coherencia funcional cambia conel pasaje del tiempo.

El período histórico actual, caracterizado por la impermanencia y porla fugacidad, embiste con toda nuestra herencia cultural y con nuestramemoria de un tiempo en el cual las cosas se modificaban lentamente.Hoy el pasado largo, y que se tornó denso por haber sido largo, es sus-tituido por un presente denso. El presente extendido —no el presenteinstantáneo— es relativamente corto, pero es rico por el número de in-teracciones y por la calidad de esas interacciones. En la región actual, lanovedad es que la acumulación es sustituida por la intensidad.

Para Schutz (1967), en una situación dada, tenemos paralelamente unmundo de los antepasados y un mundo de los contemporáneos, siendoque nuestros padres hacen el trazo de unión entre esos dos mundos. Elpresente, hasta recientemente, era mucho mas influenciado por el mun-do de los antepasados y hoy lo es mucho más por el mundo de los con-temporáneos.

Según Luhmann (1982), poco podemos hacer con el pasado distantey poco podemos comandar del futuro distante. De este modo, estaría-

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historia del hombre, de una universalidad concreta, empírica (Santos,1985). Con la unidad del mundo producida por la globalización, loseventos se unifican, la dependencia de las partes en relación al todo setorna concretamente verificable y los lugares se universalizan.

Entonces esa universalidad concreta y esa totalidad empírica, permi-tida por la técnica actual, deben posibilitar a la Geografía un gran saltoteórico uniendo el lugar y el mundo en un mismo movimiento visible yasegurando la superación de tantas otras dicotomías y ambigüedadesque venían marcando el método geográfico hace más de un siglo.

Es así también que, a través de la Técnica, el Tiempo y el Espacio sefunden y pueden ser apreciados en esa fusión.

Sin embargo, así como el Mundo sólo existe como latencia, no exis-te tampoco un tiempo global. En realidad, existe un reloj mundial, al ser-vicio de las grandes organizaciones, tiempo despótico que, directa o in-directamente, comanda la totalidad de las acciones, aunque no consigasustituir los otros tiempos (Santos, 1994).

El tiempo general —el tiempo del mundo— está dado por el conjun-to de condiciones de la vida social en un cierto momento, una separa-ción en el transcurso, un corte que revela el conjunto de las posibilida-des de acción, pero que sólo existe como generalidad.

La individuación y empirización del tiempo del mundo se da comotemporalización práctica (Sartre, 1960). La temporalización es una espe-cie de interpretación del tiempo, a partir de lo cual los diversos indivi-duos, grupos, clases, empresas, instituciones, Estados, según sus propiasdistinciones de poder, sabiduría, conocimiento, lugar, producen accio-nes. En otras palabras, la praxis individual-social produce tiempos em-píricos concretos a partir de posibilidades históricas teóricamente abier-tas a todos. Como esas posibilidades son, por variadas razones, desigual-mente utilizadas, se producen temporalidades diversas.

El tiempo nos ofrece posibilidades que son virtuales en cuanto perma-necen en la esfera de lo posible, hasta que las tomemos y ejerzamos ac-ción, las posibilidades virtuales se tornan realidades prácticas. La tem-poralización transporta, por la vía del trabajo, las posibilidades del Mun-do a un Lugar. Es el proceso de espacialización.

La espacialización de que habla E. Soja (1989) no es el espacio, sinosolamente la forma con que la temporalización práctica se da sobre unespacio ya constituido, para convertirlo en otro espacio. A través de esa

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tiempo, constitutivos y operacionales, es decir, que representen nuestraépoca y permitan analizarla debidamente.

En cada momento histórico, el Mundo, como totalidad, puede ser de-finido como un conjunto de posibilidades concretamente existentes, his-tóricamente presentes como potencialidad o como acto. Cada época ha-ce surgir variables nuevas, producto de la inteligencia humana y motordel progreso. La historia de las técnicas vuelve a trazar esa historia enperíodos, épocas caracterizadas por modos de hacer, esto es, autoriza-ciones para hacer y posibilidades de hacer.

Esas posibilidades definen el Mundo en un momento dado, pero nose realizan universalmente. La totalidad-mundo está formada por varia-bles que en ningún momento se dan de forma completa y que jamás seencuentran en todas partes. Este es el principio de diferenciación de laspartes dentro del Todo y de la diferenciación de los lugares, en el con-junto del espacio.

El Mundo es sólo el Ser, en tanto que el Lugar sería el Existir, porqueel Mundo únicamente lo es como latencia. Todo lo que existe en el lu-gar también existe en el Mundo, pero lo recíproco no es verdadero.

El gran real total es la Historia, que se va haciendo concretamente enlos lugares, a través de las formas sociales que van siendo cambiadas yde las formas geográficas que se adaptan a la evolución histórica. Al en-garzarse en una forma, y en conjunto con ella, la función constituye laaparición concreta de ese real total. Así, el lugar, como forma-conteni-do, es una funcionalización del Mundo, el medio por el cual la totalidadse empiriza, el instrumento del pasaje del Ser a la Existencia.

El gran privilegio de los que vivimos este fin de siglo es que la nociónde totalidad se enriquece y se afirma mediante los progresos científicosy técnicos. Hasta ahora la totalidad era construida como un concepto in-telectual. Hoy, a partir de las posibilidades abiertas con la cognoscibili-dad del Planeta, se tornó posible trabajar con una totalidad empírica-mente construida. En este fin de siglo, tanto es empirizable la esencia deluniverso como lo son sus funcionalizaciones. Hasta nuestra generación,la totalidad se producía en la mente de los filósofos, era una construc-ción intelectual, pero hoy tiene existencia concreta, empírica, gracias alhecho de que todo el planeta está cubierto por un sistema técnico uni-tario, utilizado por un sistema de producción global, que universalizalos hombres, los objetos y sus relaciones. Se trata, por primera vez en la

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es, una geografía abarcativa del Ser y del Existir, que no se contente conun enfoque individualista y fragmentario, en el cual el movimiento delmundo como un todo y de la sociedad como un todo es excluido. Se tra-ta de comprender la producción de la particularidad como realizaciónde la existencia. La sociedad global sería solamente la esencia, mientrasque la existencia estaría dada por los lugares, en su condición particulary cuya cristalización provisoria, incluyendo materia y espíritu, dependede las condiciones actuales de tiempo, a ser resueltas inmediatamenteen el tiempo siguiente por otra definición. La exigencia fundamental pa-ra ese entendimiento parece provenir del hecho de que el espacio repre-senta la sociedad, pero en la condición de uno de sus aspectos, una ins-tancia que , a su vez, debe ser objeto de preocupación analítica, de mo-do de precisar bien y definir su constitución, sus componentes, sus pro-cesos. Así, se abre la oportunidad de elaborar un sistema de conceptosabarcativos que, de forma sistémica, exprese ese aspecto de la realidad,lo espacial de lo social, lo socioespacial.

La técnica, ya recordaba Ortega y Gasset (1939), es un momento delmundo. Actualmente, es la base del proceso de globalización que se im-pone como un gran paradigma histórico para el trabajo de todas lasciencias sociales y humanas.

Insistimos en la idea de reconocer nuestro tiempo como un períodohistórico, el período técnico-científico. Nuestra definición de espaciocomo conjunto indisociable de sistemas de objetos y de sistemas de ac-ciones (Santos, 1994) sólo es inteligible si consideramos el medio geo-gráfico como un medio técnico-informacional.

Destinada a trabajar un mundo, que ahora es amplia y profundamen-te perceptible, la geografía gana posibilidades nuevas, gracias a esa cog-noscibilidad del planeta. Y esa intercomunicabilidad entre los hombres,debida a las facilidades de comunicación, nos obliga a considerar laproducción de redes de flujos de información. Estas se superponen a losflujos de materia, y constituyen la nueva matriz de la organización terri-torial, comandada por telas de araña invisibles pero determinantes de loque hay de más importante en la vida económica, social, política y cul-tural. Todo lo que contribuye para la producción de la totalidad empíri-ca, puede ser la base de una teorización geográfica fecunda, ayudandoa entender lo que existe. Y, a partir de las posibilidades del mundo toda-vía no utilizadas, o utilizadas incompleta o incorrectamente, podremos

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asociación entre la temporalización práctica y la espacialización prácti-ca, los conceptos de tiempo y espacio se confunden en el concepto detiempoespacio, y la percepción de esa fusión debe conducir a un avan-ce epistemológico dentro de la disciplina geográfica.

La forma y el tiempo son los polos del entendimiento. También pue-den ser la base de producción de una teoría geográfica válida que valo-rice, al mismo tiempo, el fenómeno, la existencia y la esencia, represen-tada por la Historia. ¿Se tratará de una geografía fenomenológica y exis-tencialista o de una filosofía de las técnicas?

La fenomenología se propone trabajar partiendo de las cosas-ellas-mismas, pero desterrando el empirismo porque su método trasciende locorpóreo, la mera sensación de la cosa, buscando incluirlas en un con-texto más amplio, el contexto de la historia. Es así que se pasa de la exis-tencia a la esencia. Como el espacio geográfico no es sino una funcio-nalización del mundo —la esencia transformada en existencia—, el mé-todo debe aplicársele cuidando de utilizar la técnica como mediaciónnecesaria, ya que ésta es hoy el gran vehículo del proceso histórico. Eneste sentido, una geografía fenomenológica y existencialista será tam-bién una filosofía de las técnicas, una filosofía basada en la producciónconcreta del mundo y de los lugares, “filosofía científica” (Husserl,1964) que es fundada, al mismo tiempo, en las posibilidades abiertaspor el mundo y en su realización empírica en los lugares.

Un objetivo a alcanzar es superar las dicotomías que siempre amena-zaron nuestra disciplina, comenzando por esa idea persistentementeambigua, la idea de paisaje. Superar las dicotomías entre lo universal ylo particular, entre la objetividad y la subjetividad, entre la estructura yla historia, entre aquello que denominamos apariencia (y que llamába-mos hasta recientemente ideología) y la realidad (aquello que llamába-mos realidad, hasta descubrir que la ideología también es realidad).

La fenomenología aparece como instrumento fundamental dentro dela geografía. A través de las cosas, de los objetos, es decir, de la confi-guración geográfica, la fenomenología permite pasar de lo universal a loparticular, sin caer en el riesgo de una interpretación empirista, yendomás allá de la cosa, del objeto, de la materialidad del espacio. La dico-tomía entre objetividad y subjetividad también puede ser balizada tantopor la noción de estructura, como por el uso de un método fenomeno-lógico que incluya lo que osamos llamar Geografía Existencialista. Esto

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Cuestiones, opiniones, debates.La geografía: ¿Cuál futuro?

proponer las combinaciones que atribuyan a los lugares y a los hombreslas bases de una existencia más armoniosa y más digna. Así, las condi-ciones están dadas para que se reconstruya, a partir de las nuevas reali-dades, una Geografía capaz de tener fuerza explicativa y de participar,al mismo tiempo, de la necesaria reconstrucción de la teoría social y dela urgente reconstrucción del Mundo.

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No cabe la menor duda que en numerosos países del mundo, el fu-turo de la geografía está en juego. Es la configuración de la disciplina,incluso su autonomía las que están en juego. En este sentido, los riesgosy los desafíos actuales, aunque de una manera diferente, son más gran-des que aquellos planteados por la revolución cuantitativa de los años1960. Esa revolución buscaba simplemente mejorar los útiles de la geo-grafía y afinar su temario y metodología, a fin de elevarla al rango de“ciencia”. No es muy sorprendente entonces, que numerosos departa-mentos de geografía se hayan transformado en departamentos de cien-cia de la geografía y hayan encontrado acogida en el seno de las facul-tades de ciencias. Estas transformaciones han dado a la disciplina mu-chos más medios y más rigurosidad, a lo cual, hay que admitirlo, algu-nas veces se agrega una buena dosis de ingenuidad. También han sidotejidas nuevas alianzas y la disciplina ha salido engrandecida y sobre to-do, ha salido intacta... al menos durante un cierto tiempo.

La presente revolución tiene sus raíces en los turbulentos años 60.Una geografía rigurosamente científica es forzosamente una geografíapertinente, una geografía que tiene servicios para ofrecer: a la sociedad,a las empresas y al Estado. Una geografía aliada a otras ciencias y parti-cularmente bien ubicada para tratar cuestiones de medio ambiente. Unageografía provista de nuevos útiles (S.I.G. y teledetección) ofrece los me-dios para un mejor dominio del mundo. Todo esto ocurre en un contex-to donde hay demasiadas disciplinas y donde las instituciones de ense-ñanza y de investigación que las albergan se volvieron material y finan-cieramente muy difíciles de administrar.

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UN DEBATE DE FONDO

Eric Waddell*Universidad de Laval

* Redactor de los Cahiers de Geographie du Québec, 1995

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¿Qué hay más normal, en estas circunstancias, que una geografía ca-da vez mas sujeta a sus instrumentos de trabajo, que alienta partenaria-dos con disciplinas tales como la geología, la forestación y la química,en el seno de nuevas facultades de estudios ambientales o de “Adminis-tración de Recursos Naturales”, e incluso que trata de fundirse en el se-no de mega-departamentos de ciencias del ambiente o de la tierra?

Por más seductor que pueda parecer este viraje: ¿qué lugar le otorga-remos en el seno de esos nuevos campos, a la reflexión, a los valores, ala comprehensión de la gente... y a la presencia activa de la geografíahumana en toda su riqueza y su diversidad? La cuestión se plantea coti-dianamente aquí en Quebec, e igualmente en otras partes, en Américay en Europa. Es por eso que los Cahiers, gracias a la feliz y acertada ini-ciativa de Rodolfo De Koninck, ha decidido destinar un espacio impor-tante de este número a la discusión sobre el Futuro de la Geografía. Espor esto mismo que varios actores importantes de la geografía contem-poránea han querido responder a nuestro llamado con un entusiasmomezclado de un sentimiento de real urgencia. Los Cahiers les están muyagradecidos. Ahora es a los lectores a quienes les toca reaccionar.

Considero que la vocación de la cultura es en susentido lato el de dominar la sociedad y de otor -garle sus fines.Maurice CrubellierLe Monde, 16 de diciembre de 1986

Con el transcurso de los años, los Cahiers de Géographie du Quebec,siempre interesados en los interrogantes y cuestionamientos relativos a lanaturaleza y al destino de la disciplina, se han impuesto como deber rea-grupar esas cuestiones, solicitar opiniones y alimentar los debates. Yaque, tal como lo evocáramos para la ocasión del lanzamiento de la rúbri-ca “Cuestiones, opiniones, debates”, en el número de septiembre de1982, la confrontación de ideas es fuente de vitalidad. Aquellos que seinteresan por el futuro de la geografía, encontrarán mucho material de re-flexión a partir de la lectura de los nueve ensayos agrupados aquí. Másallá de las diferentes posiciones, ideas y sugestiones que estos ensayoscontienen, se pueden descubrir varias líneas de convergencia, en particu-lar hacia cuatro proposiciones mayores: 1) el placer del saber geográfico;2) la necesaria función crítica de este saber; 3) el crecimiento permanen-te del campo de acción de la geografía; 4) el deber de rigurosidad.

1. Así, cuando Lévy hace el elogio del viaje y de la lectura, que «desen-clavan” como él dice, ésto se aproxima a la idea del gozo del conoci-miento enunciado por Brunet. ¿Quién se perdería el placer “de explorarel globo terráqueo o el mapamundi”? La necesidad y el gusto por el des-cubrimiento, la invención y la creación son también sugeridos por Flied-ner, quien afirma que estos elementos suelen ser escasos en las geogra-

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EL FUTURO DE LA GEOGRAFÍA

Rodolfo De KoninckUniversidad de Laval

28 / Un debate de fondo

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En realidad es difícil asumir la participación en uno de los saberescentrales, que ocupa un rango equivalente a aquellos de la física o de labiología, de la filosofía o de la historia. Hay que tener audacia para rei-vindicarse como formando parte de una disciplina cuyo objeto, la tierrahabitada, tiene el descaro pero también la inteligencia de renovarse in-cesantemente. En efecto, la geografía se encuentra constantemente ubi-cada frente a nuevas responsabilidades (Claval), ya que «todos los díasla humanidad produce territorios” (Brunet) y la geografía tiene entoncesel deber de «producir, hacer, realizar, la crónica de los cambios” (Raci-ne); lo que implica por supuesto, aprender la lección. Pareciera real-mente que esta disciplina fuera la única en poder hacerlo. Su capacidadde abordar y de articular varios niveles de análisis la vuelven irrempla-zable (Bruneau).

Esta universalidad del objeto, la necesidad de continuar estudiandolos lugares, teniendo siempre en cuenta la importancia de las redes, sonenunciadas con mucha fineza por McGee, quien se inspira de ejemplosnotables, sacados de su propia experiencia de geógrafo fogueado por eltrabajo de campo. Implicarse localmente, como lo propone Hubert, aso-ciar el estudio de las redes a aquella de los lugares, como lo precisanMcGee y Brunet, saber decodificar la articulación de las escalas comolo subrayan tanto Racine como Bruneau, Brunet y Lagarec, este últimoviendo en ello un deber de predicción, no dejarse abrumar por la am-plitud de los problemas a estudiar (Fliedner), responder a las demandasprovenientes de otras disciplinas y renovadas constantemente (Claval),descubrir lugares nuevos, siempre descubrir (Lévy), probablemente todoésto puede provocanos miedo.

Frente a este formidable mandato de memoria y de inteligencia de latierra habitada, es tentador capitular y ponerse exclusivamente a traba-jar sobre tal objeto o con tal instrumento. Por otro lado, tales saberesparciales (por ejemplo el de la ciudad), tales saberes instrumentales (porejemplo el de los mapas, los planos...) se cuentan entre aquellos que soncodiciados por algunas disciplinas, tanto aquellas que son efímeras co-mo aquellas algunas veces fundamentales, que buscan algunos favoresde un viejo saber como lo es la tierra. Es obvio, sin embargo que un ins-trumento, un brazo, separados de su cuerpo, estan condenados a undestino incierto, similar a todas las prótesis, cayendo así a merced de to-das las modas y de todos los poderes. Se puede manipular un mapa pe-

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fías que él frecuenta. Finalmente, retrasando algunos momentos de susrespectivos itinerarios de geógrafos, muchos de ellos hablan de solidari-dad, de apertura al mundo y de responsabilidad crítica.

2. Así como Brunet considera esta responsabilidad crítica como parteconstitutiva de la ciudadanía fundamental, Hulbert la considera como larazón de ser del oficio de geógrafo, llegando a pregonar la implicaciónpolítica. Los múltiples inventarios de la utilización del suelo, realizadosdurante los años 1960 y 1970 por geógrafos de Quebec que se habíanabstenido de toda visión crítica, representan según él, un buen ejemplode lo que una geografía comprometida no debería hacer. Y, podríamosagregar, que constituye un ejemplo en el cual, sin embargo, se inspiranactualmente muchas geografías de la observación y otras especialidadesgeográficas [géomatiques]. Esta crítica se asemeja a aquella formuladapor Bruneau, referente al rol de la geografía colonial en el desarrollomismo de la disciplina. Ella se enriquece también con la proposiciónformulada por Lagarec, que recuerda la responsabilidad que le compe-te a la geografía de implicarse en el establecimiento de modelos de pre-dicción de las catástrofes naturales. Esta crítica se asocia a su vez aaquella que Brunet hace a la tendencia por la singularidad frente a la co-munidad, así como a la toma de posición de Levy, frente a la adhesióna un cierto tipo de lógica comunitaria. Pues, algunas veces, por mirardemasiado en detalle uno se olvida de contribuir al análisis y a la com-prehensión de la universalidad de los procesos, camino fundamental-mente indispensable para la función crítica de toda disciplina.

3. Esta universalidad es lo que constituye en si mismo el atractivo delcampo de la geografía y representa su desafío permanente. Su irreducti-bilidad a tal o cual sector del territorio (ciudades o campos, ríos o ma-res, árboles o bosques, selvas), a tal o cual proceso (urbanización, abrircomercio, erosión), a tal o cual medida (calibraje, ecuación, fotografía,cartografía) es algo bien conocido. Pero esta irreductibilidad es difícil deasumir. No es fácil observar lo que se pone en juego en una ciudad, mi-diendo e interpretando todas las articulaciones que ella misma y que ca-da uno de sus miembros tienen con el mundo. De la misma manera queno es fácil observar de cerca los árboles al mismo tiempo que tener unavisión global del bosque entero.

30 / El futuro de la Geografía

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La geografía y los conocimientos geográficos nacieron bajo su formamoderna e incluso se han desarrollado enormemente, a fines del sigloXIX y principios del XX, en una época en que los exploradores acaba-ban de recorrer territorios aún desconocidos para la ciencia occidental.En la época en que las grandes potencias edificaban sus imperios colo-niales, éstas necesitaban de un número creciente de conocimientos so-bre esos territorios recientemente adquiridos y así poder valorizarlos. Lassociedades de geografía ocuparon así la escena. La geografía colonial ju-gó un papel pionero en la reflexión y en la acción en materia de organi-zación de los territorios. La geografía, de la misma manera que la etno-grafía, era un saber útil para los administradores coloniales, porque lesera indispensable para dominar a las poblaciones y los espacios recien-temente conquistados como para emprender su valorización. La geogra-fía, disciplina empírica y fáctica, respondía a necesidades prácticas in-mediatas.

El desarrollo científico posterior se orientó hacia una profundizaciónde las diferentes ciencias de la tierra, de la vida y de la sociedad, mar-ginalizando a la geografía con respecto a las otras disciplinas hasta re-ducirla a un discurso escolar o informativo sin nivel científico, u obli-gándola a dejarse absorber por esas ciencias como subdisciplina, bene-ficiando en contrapartida de la cientificidad de aquellas. La insuficien-cia relativa de estos saberes y técnicas, sin embargo muy especializadospara resolver los complejos problemas del desarrollo en sus relacionescon el entorno, necesita la contribución de abordajes más globales ymultidimensionales de los cuales la geografía participa.

En efecto, hoy la situación es radicalmente diferente. El mundo prác-ticamente no tiene espacios inexplorados, al contrario él está más limi-

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ro no la geografía. Esta última constituye un saber emancipador y es, porsupuesto, lo que la hace tan codiciada.

4. Algunas veces hay que tener valor, para afirmar su pertenencia a unadisciplina tan inmediata y concreta [“terre à terre”], osando ser fiel a susbases, y al mismo tiempo declararse por el humanismo. Sobre todo esnecesario tener determinación, persistencia y rigurosidad. Pues la geo-grafía solamente garantizará su futuro a condición de ejercer ese debertan preciado para Brunet como para Racine, este último no vacilando enelogiar una disciplina cuyos términos deben ser «marcados a fuego porsu fiabilidad metodológica”. Ahora bien, como lo explican estos dos au-tores, y contrariamente a lo que algunos pretenden, la geografía no de-ja de consolidarse en ese plano. Desde luego, siempre habrá entre suspracticantes algunos aficionados por la aproximación y el desánimo:amplitud del objeto obliga. Pero a la geografía, urgencia constantemen-te renovada del mismo objeto obliga, no le queda más que constituirseen una filosofía de la tierra viviente, sin dejar de servir como central ins-trumental para todos los saberes que tienen el buen gusto de consultar-la, teniendo en claro que es ella sola, en la medida de lo posible, la quedebe mantener el control sobre las condiciones de esta consulta; y te-niendo también en cuenta que esta popularidad no deberá servir de pre-texto para la dispersión, la división o incluso el despedazamiento de ladisciplina. Por último, ¿es necesario agregar que la lógica más elemen-tal reclama que el ejercicio de ese inmenso mandato, propio a la geo-grafía, deba ser confiado a los geógrafos?

32 / El futuro de la Geografía

LA GEOGRAFÍA VUELVE A OCUPAR EL PRIMER PLANO

Michel BruneauCNRS-TIDE / Bordeaux

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clopédie de la géographie (R.Ferras, D.Pumain), entre otras, son testigode esa renovación y profundización conceptual, en relación a cuestio-nes de modelización.

La geografía al definir cada vez más su objeto como el estudio de lasinterrelaciones entre las sociedades y el medio ambiente y los territoriosque ella se apropia, ocupa una posición estratégica en el campo cientí-fico contemporáneo. La utilización privilegiada del útil cartográfico y dela imágenes aéreas y satelitarias le permite más que a otra disciplina,abordar los fenómenos de la superficie de la tierra a través de diferentesescalas de espacio y de tiempo a la vez. Es en este abordaje multiesca-la que reside en parte la originalidad del abordaje geográfico en relacióna las disciplinas vecinas.

Cada disciplina está enfrentada a fenómenos de distribución en el es-pacio y tiene por esa razón, tendencia a crear su propia subdisciplinageográfica: la biogeografía, la demogeografía, la geografía electoral, lageolinguística, la geografía histórica, la paleogeografía, la geografía mé-dica... Cada una de ellas tiene su propia lógica de desarrollo, en granparte ligada esta última a aquella de la disciplina mas próxima. La geo-grafía ha corrido el riesgo de fragmentarse y de desaparecer en tanto quedisciplina independiente. En efecto, la esencia misma de la geografía esla de interesarse en los fenómenos socio espaciales y territoriales, de es-tudiarlos en su globalidad como estructuras y sistemas complejos, sinprivilegiar el abordaje de tal o cual disciplina, pero teniendo en cuentaaquellas que son pertinentes a las diversas escalas consideradas.

La geografía puede aportar algo nuevo y original a condición de queella conserve una autonomía disciplinaria en relación con las disciplinasvecinas, y no de manera subordinada a cada una de ellas. Sólo a ese pre-cio la geografía puede ser junto con la ecología, la historia, la sociolo-gía, uno de esos abordajes que pueden contribuir al estudio de los fenó-menos complejos que interesan al futuro de las sociedades humanas ydel mundo en su globalidad. Es la única ciencia social que tiene encuenta los hechos naturales y para la cual los fenómenos espaciales y te-rritoriales constituyen el centro de sus preocupaciones. Por ello su apor-te es esencial e irremplazable para la solución de los problemas contem-poráneos.

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tado, dividido por redes de observación de todo tipo. El espacio se vuel-ve cada vez más un recurso escaso tanto para su preservación como pa-ra su explotación. Los saberes científicos han progresado mucho princi-palmente en su profundización y su mayor especialización. Las cienciasde la tierra, de la vida y las ciencias sociales proveen una sobreabundan-cia de datos y de análisis finos sobre el medio ambiente, el espacio, losterritorios y las sociedades. El problema principal es el dominio del con-junto de esos conocimientos y de sus interrelaciones en modelos com-plejos que dan cuenta de esta realidad y permiten actuar sobre ella.

Nuevos útiles que recurren a la informática ponen a nuestra disposi-ción datos que se aproximan cada vez mejor a la complejidad de lo realgracias a la abundancia y a la fineza de los cálculos ya tratados o sus-ceptibles de ser tratados en tiempo real, o en un lapso de tiempo relati-vamente breve. Son todos datos proporcionados por los satélites de ob-servación de la Tierra, particularmente las imágenes, y todos aquellosque pueden ser tratados por los sistemas de información geográfica. Porprimera vez se puede pretender llegar, a corto o mediano plazo, a unacobertura de la superficie terrestre que tienda a la exhaustividad. De lamisma manera y por primera vez, se puede abordar gracias a la reitera-ción de estos cálculos y registros, el estudio de las dinámicas de todo ti-po de fenómenos, no hace mucho tiempo cosa absolutamente dificil derealizar a falta de datos o de series cronológicas completas y detalladas.

En este contexto, se necesitan conocimientos y disciplinas que nospermitan dominar la riqueza de esos múltiples aportes que las técnicasde análisis multivariadas no pueden abarcar en toda su complejidad. Elabordaje sistémico, la ecología, las investigaciones sobre el paisaje hanhecho una contribución importante. La geografía vuelve a ocupar el pri-mer plano ya que se sitúa en el cruce de todos los saberes que proveenconocimiento de la superficie terrestre modificada por la acción huma-na. En gran parte ella ha colmado el déficit teórico y conceptual que lacaracterizaba hace unos cuarenta años y utiliza toda la batería de técni-cas de tratamiento y de análisis de datos perfeccionados desde la Segun-da Guerra Mundial. Los conceptos de la geografía han sido precisados,enriquecidos y aumentados. En el transcurso de estos últimos 25 años,revistas tales como l’Espace Geographique y los Cahiers de Geographiedu Quebec han trabajado en esta dirección dentro del mundo francófo-no. Obras tales como Mondes nouveaux (R.Brunet, O.Dollfus) y Ency -

34 / Le geografía vuelve a ocupar...

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Conocer el territorio

La geografía responde a una de las más elementales curiosidades: si-tuar y situarse. Ella nos habla primero del escenario de nuestras accio-nes y de las acciones de los otros. Ella tiene y debe conservar un hábitode nomenclatura y de mapa; los historiadores disponen de sus fechas,los naturalistas de sus minerales o de sus clasificaciones. Nombrar y si-tuar los lugares forma parte de los gozos del conocimiento e igualmen-te provoca la fantasía; jamás termina uno de explorar el globo o el ma-pamundi. Los que “aman la geografóa” lo comprenden bien. Pero hayaun más todavía: descubrir dónde se está. Es decir dónde, con quién, enmedio de qué, con qué fin, y de quién.

Ocurre en efecto que, existiendo y trabajando, las sociedades huma-nas producen espacios, territorios, redes. Todo grupo humano, por másprimitivo que sea, vive en algún lugar y organiza su hábitat. Se apropiade un territorio que pone en valor en el sentido figurado y propio del tér-mino. Utilizando tanto los grandes y mínimos recursos, como las diferen-cias de ese territorio. Lo recorre, traza caminos, que forman redes. Loequipa, si le es posible. Lo divide entre sus miembros, familias o clanes.I n t e rcambia con los vecinos. Determina lugares para ciertos usos, a talpunto que en un cierto nivel de desarrollo que implique el interc a m b i o ,se puede hablar de “división espacial del trabajo”: la mundialización dela economía, el hecho a escala mundial, y tantas divisiones que conoce-mos desde el neolítico... Todas esas actividades crean enseñanzas y cul-turas. Es así que esas actividades tienen un aspecto espontáneo aunqueno por ello están desordenadas: muy rápido los grupos humanos perc i-bieron ciertas posibilidades, vieron que ciertos caminos eran más cómo-

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LA GEOGRAFÍA, CIENCIA DE TERRITORIOS Y DE REDES

Roger BrunetCasa de la GeografíaMontpellier

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mente su fuerte, limitándola a las duras caparazones de las montañas yde las ciudades. Es reducirla a lo natural, sino a lo primitivo, bajo el pre-texto que Michelet exigió que ella exprese “el materialismo de la histo-ria”, con el fin de ayudar a medir de esa manera el alcance de la eman-cipación de los hombres: bello objetivo, cruel asignación que, con lacomplicidad ciega de Vidal de la Blanche, desvió la geografía durantemás de un siglo y cavó los atolladeros de los cuales no siempre pudo sa-l i r, acantonándola al “suelo”, entendido como geología. Una vez más esideologizar el territorio, considerar el apego animal por el territorio comouna virtud, las “raices” por una parte del cuerpo humano: se busca enHeidegger las “razones” del suelo, cuya única salida se encuentra en lasgeopolíticas de la desigualdad, incluso en las purificaciones étnicas.

Ahora bien, pareciera que la mundialización desplazara la idea de te-rritorio, pero lejos de anularla, ella la acentúa y la vuelve más peligrosa.Las empresas juegan con las “deslocalizaciones” que en el mejor de loscasos no son más que maneras refinadas de servirse de las diferenciasgeográficas, y otras veces no son más que la traducción espacial de algu-nos mitos del beneficio. Existen aquellos que con el pretexto de que haysólo una “aldea planetaria” donde todo se intercomunicaría, anuncian“el fin de los territorios”: eso es un error o una burla. Nunca el sentidodel territorio y de las diferencias geográficas “a destacar”, en el sentidomás cínico del término, han estado tan aguzados, y por otro lado no hayque alegrarse. Porque en este mundo mediatizado las diferencias se pro-fundizan, los comportamientos de exclusión se endurecen, los usos per-niciosos del territorio se propagan. La territorialidad se vuelve animal. Porhaber perdido la brújula se buscan nuevos mojones aunque se termina fi-nalmente en guaridas. El geógrafo no lo ignora, y tiene delante de él untrabajo cuyo campo se ha acrecentado considerablemente.

El territorio, que es el pan de cada día de la geografía, aunque porcierto no de su exclusiva propiedad, merece algunas consideraciones, ycierta reflexión. Debemos comprender su modo de producción, sususos, su funcionamiento, sus fragilidades. Todos los días la humanidadproduce un territorio de la misma manera que produce arte, cultura, de-recho, historia. Lo hace por costumbre, por inadvertencia, inconciente-mente, simplemente trabajando y reproduciéndose. No obstante puedeque ésto también suceda con un proyecto, con una voluntad de planea-miento. Ella actúa sobre el territorio a partir de las herencias que recibe,

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dos, y algunos lugares nefastos; y a partir de allí concibieron mitos, ta-búes y pudieron también cometer errores. Pero aquello que tiene éxitotermina, en más o menos tiempo, por constituirse en ley. Y la naturaleza,las relaciones con los otros, la distancia imponen otras leyes.

El territorio está hecho de lugares diferenciados, ligados por redes. Esun producto de la vida social, como la religión, el derecho, el arte, lascostumbres, las herramientas, las ideas. Es tan honorable como necesa-rio para la reproducción social. Tiene sus formas, sus reglas, sus prácti-cas, sus representaciones, sus fracasos y sus éxitos; tiene también losdramas de su apropiación, de sus impedimentos, de su conquista, de suintolerancia —o sus enriquecimientos por el intercambio y la convivia -lité. ¿Cómo podría uno privarse de estudiarlo? Sin duda numerosas cien-cias o prácticas se interesan por algunos de sus aspectos particulares: lasrentas, la gestión política, la tecnología de transportes o la ingeniería ci-vil. Pero ¿a quién se supone que le correspondería estudiarlo en el con -junto de sus dimensiones sino precisamente al geógrafo?

El fundamento de la geografía es identificar y comprender los luga-res, las redes que los unen, los territorios que los forman. Es aprehenderel “medio” donde vivo, donde los otros viven: un saber fundamental pa-ra todo actor-habitante, para toda empresa, para toda comunidad quedebe administrar su territorio. Satisfacer esas curiosidades elementaleses reencontrar las mismas de los griegos: ¿quiénes son esos otros y quévamos a hacer de ellos o con ellos? ¿Defenderse, intercambiar, robar?Los mitos de la conquista o de la rapiña con la Iliada, de la exploracióncon la Odisea, son mitos fundamentales del “sentimiento geográfico”.

Los límites, los desvíos y las tentaciones de ese caudal de legitimidadson bastante conocidos: la geografía los ha experimentado a todos, y jun-to con ella todos aquellos que no tienen de ella más que una idea rápi-da, un entristecido recuerdo escolar. Se trata de conformarse con el mar-co, con el contexto, sin ocuparse de los actores ni de sus actos. Es des-cribir por describir, y satisfacerse de las evidencias. Es extasiarse frente ala singularidad, sin querer ver la comunidad, o mismo la universalidad deciertos procesos. Es creer en el determinismo de las configuraciones, enla fatalidad de los lugares: la geografía es así intimada a justificar nues-tras acciones o nuestros errores; “es culpa de la geografía”, “la geografíamanda”, “hacemos la política de su geografía” como tantas veces lo di-jeron Napoleón y algunos otros, para los cuales la geografía no era real-

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aquí de dominios que tienen la ventaja de ofrecer por un lado la cam-biante riqueza de lo real singular y por el otro perspectivas de acerca-miento razonados. Estos autorizan y llaman a la mesura, al estudio com-parativo, a la modelización, a alguna teoría, hipótesis de trabajo y decomprobación. La geografía comenzó a salir de los pantanos de lo no-refutable; me gusta pensar que está en vías de “popperización”*.

De este modo para los geógrafos se volvió posible, aunque todavíano de una manera habitual, cambiar los hábitos de trabajo dando vuel-ta la problemática, y así poder pasar al razonamiento hipotético-deduc-tivo. Dado un cierto número de elementos de situación y de condicio-nantes, en un sistema de actores definido, ¿qué debería resultar? Dadoque uno se encuentra a la vez en tales o cuales campos espaciales, ¿quées lo que uno debiera esperar? La prueba del terreno permite verificar,confrontar, refutar. Es por ese camino, por esa forma particular de cuasi-experimentación, que el geógrafo puede aproximarse a interpretacionesaceptables de las configuraciones espaciales. E igualmente lanzarse a laevaluación prospectiva de los territorios, en los cuales las colectividadespúblicas y las empresas ponen muchas expectativas, tal vez demasiadas.La ciencia, de todas maneras, no está obligada a pasar a la acción, ni elgeógrafo al planeamiento y equipamiento del territorio. Pero parecieraque, cuanto más exigente es éste último en investigación fundamental,más posibilidades tiene de ser útil en la práctica, lo que ninguna otraciencia ignora.

Los medios de la rigurosidad

Los geógrafos se interesan desde hace mucho tiempo en el planea-miento del territorio. En un principio lo hicieron con un cierto empiris-mo y también con cierta inclinación a colocarse como especialistas del“gran buen sentido” [“gros bon sens”]: ésto fue algunas veces apreciado,pero el buen sentido está mejor compartido de lo que algunos imaginan,no alcanza a la inteligencia de las cosas y se equivoca a menudo. Los

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que fuerzan u orientan sus acciones; aceptándolas, modificándolas odesconociéndolas. La acción sobre el territorio pone en juego actorescuyas estrategias y tácticas, medios y límites es necesario apreciar. Encambio, el territorio se convierte en medio de acción, que condiciona oque provoca por sus formas y sus contenidos. Herencias y actores, me-dios y territorios: la dimensión geográfica agrega la choré a las dialécti-cas de la techné y de la physis.

El comercio de los lugares

La geografía dice cómo y con qué las sociedades hacen su territorioy lo que ellas hacen en él con el fin de de perdurar e incluso de prospe-rar. Estudia la organización del espacio como producto social y comoelemento de reproducción social-simple o extensa, y no sin fracasos nimenosprecios. Pone en evidencia en la medida de lo posible las lógicassociales que se ocultan detrás de las formas de producción y de la utili-zación del espacio: no existe un modelo espacial sea tanto de gravita-ción, de lugares centrales, de difusión, de cuadrícula o de tejido, que noexprese una lógica social, que de ese modo lo legitime.

La geografía da cuenta de las reglas de esos trabajos y de esos juegosdel territorio. Como en todo juego, los jugadores tienen hábitos, estrate-gias, esquemas, regularidades y recurrencias. Tienen sus propias racio-nalidades que se enmarañan y se contradicen. Con esfuerzo los geógra-fos lograron poner de manifiesto las prácticas fundadoras de la diferen-ciación y de la organización del espacio e igualmente de las leyes. Co-nocen el gran peso de un istmo, de un estrecho, saben lo que significauna frontera o un finistère hoy, en la historia, o en la prospectiva de losterritorios. Comprueban que la producción del espacio, más allá de laextrema complejidad y de la apariencia aleatoria de sus formas, sigue re-glas simples para responder a necesidades elementales, habitar, explo-tar, intercambiar, protegerse, etc. Las implicaciones de las distancias, dela gravitación y de los relevos, los fenómenos de agregación y de segre-gación, los efectos de interfase, los lugares de sinápsis, de convergenciay de bifurcación han sido mejor analizados desde que los geógrafos sehan familiarizado con el comercio de los lugares. Ahora bien, se trata

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* Referencia al falsacionismo de K. Popper [N. T.]

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sus aduladores, sobre la naturaleza del rendimiento y el estatus social deaquellos que estan llamados a aprovecharlo, sobre los sistemas que losmodelan, sobre las configuraciones y las redes que los estructuran.

El valor de los signos

En estos dominios, la geografía demostró que podía trabajar y prestarservicios. Esta disciplina tiene dos grandes vias para conseguirlo. La pri-mera es a través del conocimiento de un espacio particular, tanto tengaforma de red, como de territorio o de simple circunscripción, la regióndel lago Saint-Jean, Quebec como ciudad o Quebec como totalidad pro-vincial. Analizarlo y comprenderlo implica que uno identifica allí a losactores y en consecuencia sus estrategias y representaciones e inclusosus mitos —los patrones de empresas modernas o los concejales no con-sumen menos mitos que las tribus aborígenes, aún cuando sean mitosdiferentes, asociados a graves errores de juicio sobre los lugares, las re-des, sus “aptitudes” o sus “potencialidades”, sus “ventajas” y sus “han-dicaps”.

Debemos aún construir el sistema territorial que ellos animan, debe-mos evaluar herencias que pesan sobre ese sistema y aquellos sobre loscuales se ejercen, debemos estimar a la vez los condicionantes localesy el efecto de los vecindarios y de decisiones a veces muy lejanas. Es la“geografía regional” reencontrada: desde la antigüedad, la curiosidad esla misma, pero los métodos han cambiado un poco... Se modelizan or-ganizaciones espaciales singulares sin jactarse de ser paradojal, y sa-biendo que de esa manera uno proporciona los medios de estudios com-parativos más rigurosos. Uno aprecia tanto mejor lo concreto singular yla diferencia cuando se tiene por un lado una idea de lo universal y porel otro del proceso elemental. Uno “evalúa” el territorio, uno imagina loque podría pasar allí “si tal cosas...”. Y uno define, de paso, un mediode la acción por venir.

La segunda vía es el esclarecimiento de fenómenos de la sociedad através de la observación de las distribuciones espaciales, de la localiza-ción o de la difusión de los objetos, de tasas, de comportamientos. Enotros términos, uno mira el “mapa” del fenómeno, el cual a menudo es

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progresos de la teoría y de los métodos, el cambio radical de los hábi-tos, un poco más de ambición intelectual y de modestia práctica hancambiado la mano: la asistencia a la “acción” en el territorio se ha vuel-to más estricta, más precisa, ella adquirió, explotó y desarrolló modelosmatemáticos y también supo cambiar de escala, no confinándose mássolamente en lo local y en lo inmediato.

Esas transformaciones se apoyan sobre la extraordinaria potencia delas nuevas herramientas, como lo son la teledetección y la informática y,lo que es primordial, sobre nuevos métodos de trabajo. El análisis espa-cial se ha codificado y profundizado. No sería nada si no hubiese pro-gresado a la par el arte de saber usarlo y de formular problemas. Particu-larmente instrumentos y problemáticas han permitido valorizar mejor loque forma parte de la experiencia cotidiana de las escalas y de las situa-ciones. Al trabajar sobre el territorio, el geógrafo es sensible habitual-mente a las variaciones que introducen los cambios de escala y de me-dio ambiente de los fenómenos. El geógrafo ha progresado desde que pu-do superar las escalas intermedias que le resultaban familiares para es-crutar lo continental o lo planetario por un lado , lo microespacial por elotro; aprendió a trabajar sobre la segregación urbana, como sobre la or-ganización de un continente entero, sin confundirlos y con medios yprincipios diferentes. Aprendió con sus primos historiadores a diferenciartambién las escalas del tiempo, de las acciones y de las “memorias” delos territorios. Sabe también que no siempre el más “duro” resulta el másdurable: los focos [“foyers”] de poblamiento y los sistemas de propiedad,por ejemplo, pueden mostrarse más resistentes que ciertas configuracio-nes naturales, o ciertos edificios que estaban llamados a perdurar.

Las curiosidades y los aprendizajes por lo tanto se han extendido. Elconocimiento de los territorios y del globo merecen un poco más de su-tileza, de sentido de los matices y de la complejidad de las acciones. Deninguna manera esto obliga a caer en la vaguedad de lo “complejo” y delo “indeciso”, esos refugios eventuales de la pereza, sino a precisar me-jor el lugar de cada cosa, es decir de los procesos confrontados, conver-gentes o contradictorios y así poder identificar mejor tanto los incentivos,como los lugares y los límites de su efecto. Ninguna aproximación “inte-grada” del “desarrollo sustentable” puede hacer caso omiso de esos es-f u e rzos. Ninguna reflexión sobre la “performance” o la “competitividad”de los territorios puede evitar, que uno se interrogue sobre el i n t e r é s d e

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ciencia de la complejidad bien entendida; pero a menos que lo comple-jo no sea una nueva flogística, cuál de ellas no lo es? Sus afirmacionesy sus imágenes, como en todas partes, pueden ser mal interpretadas ydeformadas. Como las otras ciencias, tiene sus exigencias y es necesarioun aprendizaje. Como las otras ciencias tiene sus aficcionados y sus afo-rismos de mostrador, de la misma manera que sus congéneres en lo irra-cional tienen a sus astrólogos y sus medicastros.

Esta disciplina tiene su terreno privilegiado. Trabaja sobre formas es-paciales que son tan ricas como toda la literatura del mundo, la cual sinembargo no emplea en eso más que algunas letras, algunas reglas degramática y que igualmente no maneja más que un número limitado deideas y de sentimientos. A su vez conservó el sentido del lugar, y adqui-rió y profundizó aquél de las interacciones.Ella es más diversa en susaproximaciones (abordajes) de lo que yo pude expresar aquí, cosa quees normal y necesario. Tiene aún mucho que estudiar, aprender y des-cubrir. Al menos puede expresar, explicar, encontrar, probar algo de laorganización del espacio terrestre, de sus lugares, de sus redes y de susterritorios. De tal manera que el ciudadano, el político y el empresariolos reorganicen según sus gustos que en general son contradictorios. Elgeógrafo no les dirá lo que hay que hacer, pero pondrá todo su esfuerzoen sugerir por qué es así, cómo funciona y qué podría pasar si tal cosa.Por último queda decir que el geógrafo, en tanto que ciudadano comocualquier otra persona, puede tener también ganas de expresarse comotal.

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invisible. Se “parte” del espacio, por supuesto. Cuando se está sin cono-cimientos previos, sin antecedentes, sin comprehensión del territorio ydel tema, uno se encuentra en la situación del que interpreta los dibujosde la borra del café o de las líneas de la mano. Con una cultura del es-pacio y de los modelos de organización del territorio y de las redes, esposible sugerir pistas, proponer correlaciones para interpretar, detectarrarezas para luego aclarar. Muchas ciencias tienen sus modelos espacia-les, que les sirven para descifrar fenómenos y distribuciones: Levi-Strauss ha producido uno de ellos, la arqueología y la historia del artelos utilizan abundantemente, la psicología también; el ADN y los crista-les constituyen minas en ese sentido. La geomorfología está asentada so-bre una serie de modelos, a pesar de que muchos de sus practicantes noimaginan que las obras humanas puedan tener las suyas propias. Pero lageografía tiene ahora en la materia sus referencias, sus avanzadas y dis-pone de algunos métodos refinados de tratamiento matemático de datosen el espacio.

Esa es la gran diferencia con la geomancia que predice el porvenirvaticinando a partir de “signos”: Umberto Eco ya dijo todo sobre el te-ma (Le Signe, La Guerre du Faux y el Pendulo de Foucault). En el globoy sus territorios no faltan los chamanes; es verdad que prefieren decla-rarse geopolíticos más que geógrafos. Uno reconoce al chaman por supretensión en que su “saber” es reservado, esotérico, inaccesible, ya quees temido, demasiado cargado de poder o de magia. Prefiramos a aquelque no descuida el aprendizaje, que ofrece sus pruebas a la discusión ysus diseños a la contra-prueba , a aquel que admite en resumidas cuen-tas la “popperización” de la geografía.

¿Como los otros, y sobre su terreno?

Hoy, no más que ayer, la geografía no se basta por si misma: no es loque se le pide a una ciencia. Ella puede estar correcta o mediocremen-te practicada y puede ser invocada a tontas y a locas. Sólo quería decirque la geografía recentrada sobre el conocimiento del territorio, dotadaahora de instrumentos, de métodos y de teorías eficaces, aunque desi-gualmente provisorias, es simplemente una ciencia como las otras. Una

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Todo el mundo se acuerda de los debates desatados en 1992 por lapublicación de la obra de Francis Fukuyama El Fin de la Historia. Era elfin de la historia lo que anunciaba? No, aunque si lo era el de las filoso-fías de la historia que dominan el pensamiento occidental desde hacedos siglos. La humanidad no espera más la redención de un porvenirglorioso. Sabe que el futuro será tejido como el presente, de gozos y depenas, de esperanza y desesperanza y que el progreso técnico corre elriesgo, si no es controlado, de volverse contra los hombres.

Las ciencias sociales, en sus abordajes, privilegiaban al tiempo des-de la época en que habían comenzado a diferenciarse, en el siglo XIX.Habían nacido bajo el signo del evolucionismo y buscaban por diferen-tes caminos, un sentido de la historia. Uno recuerda la querella entre Vi-dalianos y Durkheimianos en los primeros años de nuestro siglo. LosDurkheimianos no discutían el rol del espacio en la vida de las socieda-des. ¿No había ya mostrado Durkheim en su tesis sobre La division deltrabajo social que ésta dependía de la densidad, pero aclarando que setrataba de la densidad moral? Y era de allí que provenía el malentendi-do: los Durkheimianos temían darle demasiada importancia al medio;para ellos, la explicación de los fenómenos sociales no podía ser otraque social, no podía tener un componente naturalista. Integraba sin re-mordimientos la dimensión temporal del proceso, pero exigía que sediera prueba de espíritu crítico fino cuando se trataba del espacio.

La duración pierde su rol dominante en las explicaciones socialesdesde el instante en que uno se da cuenta que los caminos de la evolu-ción social son múltiples y no convergen necesariamente hacia un mo-delo único. En los últimos 20 años se ha operado una transformacióncompleta en la manera de concebir los hechos sociales. En los años se-

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EL FIN DE LA HISTORIA Y LA RESURRECCIÓN DE LA GEOGRAFÍA

Paul ClavalDepartamento de GeografíaUniversidad de París - Sorbona (París IV)

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cupaciones de la geopolítica podían parecer concluídas (caducas). ¿Nobastaba con tener una visión clara de la geoestrategia del emplazamien-to de los misiles intercontinentales para comprender los equilibrios dedisuasión (Claval, 1994)? En el mundo de después de la caída de los mu-ros, las tensiones cobran otras formas. Se enraizan en los nacionalismosy fundamentalismos de los cuales conviene analizar su génesis (su ori-gen) y comprender las ambiciones si se quiere evitar la multiplicaciónde los conflictos.

En el transcurso de los últimos quince años el lugar que los estudiossociales dedican a los hechos espaciales se ha ampliado considerable-mente. En consecuencia el estatus que ellas dan a la geografía ha mejo-rado. Aún no está tan alto como debiera: las críticas que se dirigen a ladisciplina no se justifican por su insignificancia sino por su incapacidadde tener a veces que renunciar a los hábitos del espíritu que exhibíanaquellos que la practicaban cuando se consideraban naturalistas.

BIBLIOGRAFÍA

FUKUYAMA, Francis, 1992, The End of History and the Last Man, The FreePress, New York.

HARVEY, David, 1983, The Limits to Capital, Blackwell, Oxford.GIDDENS, Anthony, 1984, The Constitution of Society , Blackwell, Oxford.JAMESON, Fredric, 1991, Postmodernism, or the Cultural Logic of Late Capita -

lism, Verso, New York.CLAVAL, Paul, 1995, Géographie Culturelle, Nathan, Paris.CLAVAL, Paul, 1994, Géopolitique et Géostratégie, Nathan, Paris.

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tenta, eran numerosos los investigadores que declaraban su adhesión alos esquemas marxistas puros. Sus actitudes cambiaron alrededor de losaños 80. Algunos geógrafos, como David Harvey, se preguntaban de unamanera grave, a mediados de los años 70, si realmente había un lugarpara la geografía, desde el momento que se había descubierto el marxis-mo. Y he aquí que a comienzos de los años 80 este autor publica TheLimits to Capital donde completa las lecciones de Marx reintroduciendoel espacio en los esquemas elaborados por éste último y demostrandoque la obsolescencia del capital bajo el efecto del progreso técnico im-plica necesariamente la migración de la iniciativa económica, fijada porlas realizaciones de otra edad, en todas partes donde la revolución in-dustrial haya pasado; ella tiene necesidad de tierras nuevas para expan-dirse.

En sociología, Anthony Giddens descubre, en Time Geography deTorstein Hägerstrand como las estructuras condicionan las opciones in-dividuales. Introduciendo la noción de local, da lugar a toda una seriede hechos, demasiado descuidados, según él, por las ciencias sociales,y que se deben a los efectos de proximidad y a la permeabilidad queellos crean en el seno de los tejidos sociales (Giddens, 1984).

La agitación intelectual que se genera a mediados de los años 80, enrelación a la tésis que defenderá Frederic Jameson (1991) a propósito dela postmodernidad, testimonia la misma mutación. Para él, como paraHenri Lefebvre, a quien utiliza y prolonga, los conflictos que atraviesanlas sociedades contemporáneas, fundamentalmente no están más en re-lación con la repartición de los frutos del trabajo. Ellos nacen del desi-gual acceso de la gente a los recursos espaciales. No son más los gran-des principios ligados a las interpretaciones históricas de la evolución engeneral, y del capitalismo en particular, las que cuentan, sino las condi-ciones de la vida de todos los días, el significado de estar instalado aquíy no allá.

Las ciencias sociales dan una importancia al espacio como jamás ha-bía ocurrido en dos siglos. Esto ubica a la geografía al frente de nuevasresponsabilidades: ya no está más en posición marginal en el seno deuna familia que privilegia la duración; es hacia ella que uno se dirigecuando se busca comprender el sentido que los hombres dan a la vida(Claval, 1995).

En la época de la confrontación de los dos super-grandes, las preo-

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1. La geografía universitaria atraviesa una crisis. Esto es verdad para A l e-mania como para tantos otros países. Por restricciones presupuestariasimpuestas por todos los Laender alemanes, responsables de las universi-dades, los presupuestos de los institutos de geografía y, consiguientemen-te, los puestos de trabajo, son reducidos o abolidos enteramente. La geo-grafía no es la única disciplina involucrada, pero aparece de manera ca-da vez más evidente que no es más considerada como una disciplina im-portante, al punto de dejar de figurar a veces en las grillas de las univer-sidades, sin siquiera hablarse de ella. Actualmente, en tanto que discipli-na, no presenta un perfil y no ofrece una problemática global.

Sin embargo el deseo de los jóvenes de estudiar la geografía no hadisminuido para nada. Al contrario: buena cantidad de Universidadesestan forzadas a practicar un Numerus clausus de manera extraordina-ria. Por un lado, el oficio de profesor de secundario se ha vuelto atracti-vo —luego del bloqueo de puestos durante varios años— desde que selos necesita nuevamente. Pero lo que atrae sobre todo, es la carrera deDiplomgeograph que desemboca en la geografía aplicada y permite,mejor que otras disciplinas, encontrar un empleo. Un estudio hecho enel Instituto de Geografía de la Universidad de Hamburgo (Ratter, 1995)demuestra en efecto que un número considerable de jóvenes geógrafosocupan puestos en la planificación urbana y regional, en los organismosde investigación o en las compañías especializadas en los problemas delmedio ambiente; se los encuentra también, aunque en menor medida,

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LA CRISIS DE LA GEOGRAFIA HUMANA EN ALEMANIA.ALEGATO POR UNA DISCIPLINA *

Dietrich FliednerUniversidad de SaarbrueckenAlemania

* Traducción de la versión francesa traducida del alemán por Wolfgang Bruecker (Uni-versidad de Saarbruecken).

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zo de modos de vida rurales por formas más urbanas. La localización delcomercio minorista en los suburbios debilita tanto los centros de las ciu-dades como las zonas rurales.

—En el plano comunal, los problemas específicos son múltiples yconciernen a los hombres directamente. Es sobre todo la comuna la queresulta responsable de la infraestructura (por ejemplo, el mejoramientode las vias de circulación intra-urbanas) o de la protección contra el rui-do. Hay un interés creciente por la historia local así como por la bús-queda y la protección del paisaje cultural tradicional.

—Por debajo del nivel comunal, las familias y los establecimientosforman comunidades vitales. Debido a las necesidades económicas, lasestructuras de los establecimientos sufren cambios permanentes. Esto pi-de una adaptación en la esfera personal. Alli, los problemas causadospor el desempleo afectan la vida en común. La estructura de la familiaconoce cambios profundos, la baja del número de casamientos, el au-mento de hogares para cada persona, influyen en el mercado de la vi-vienda y de la mano de obra, creando nuevas estructuras sociales queson también el origen de nuevos problemas.

Hasta aquí, solamente algunos tipos de problemas en los cuales losgeógrafos se interesan y deben interesarse. La fuerza de la geografía enrelación a las otras disciplinas consiste sobre todo en su competencia pa-ra analizar los fenómenos en el espacio, en integrar los múltiples elemen-tos que allí se encuentran, para establecer las relaciones entre ellos yconstruir síntesis. Pero para eso la geografía debe continuar fiel a su na-turaleza y evitar las trampas de la super especialización. Debe examinarlo que pasa en la superficie de la tierra, medio natural que el hombretransforma para practicar sus actividades en el cuadro de diferenciacio-nes regionales variadas donde las relaciones políticas, culturales, econó-micas y sociales deben ser tomadas en cuenta en toda su complejidad.

2. Así definida, la geografía empírica ocupa un lugar sólido en la comuni-dad de las disciplinas científicas. Pero por otro lado es justamente esta di-versidad de temas tratados, la que crea problemas. Es difícil explicar a losobservadores externos por qué, por ejemplo, investigaciones sobre la po-lución, sobre la geografía histórica del hábitat, o sobre el conocimiento delt e rcer mundo conciernen todas a una misma disciplina, la geografía.

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en los medios de comunicación, las empresas de tratamiento de la infor-mación, por ejemplo para la puesta a punto de S.I.G., y en las oficinasde relaciones públicas. Quedan evidentemente muchos que encuentranuna actividad fuera de la geografía. Aparentemente, es la formación glo-bal ofrecida por la disciplina y su capacidad de adaptación las queabren un abanico muy extenso de ocupaciones potenciales.

A menudo los jóvenes llegan a la universidad llenos de ideales, quie-ren contribuir a resolver los problemas que asedian a los hombres dehoy. Y efectivamente, esos problemas conciernen directa o indirecta-mente a los geógrafos :

—En el plano mundial, donde se confrontan a nivel económico ygeopolítico los grandes conjuntos territoriales, los países industrializa-dos y el tercer mundo con los problemas ligados a la evolución demo-gráfica y a la explotación de recursos sin consideración por el medioambiente.

—En el plano internacional, donde las reestructuraciones territorialesligadas a las reivindicaciones nacionales y étnicas con los desplaza-mientos de población y las migraciones más o menos forzadas en el in-terior de los continentes o de un continente al otro, constituyen fenóme-nos importantes. En civilizaciones diferentes, las formas de vida cam-bian de manera dramática, poblaciones autóctonas son rechazadas omismo asimiladas.

—En el plano nacional, egoismos étnicos y nacionalismos provocanguerras devastadoras. Lo mismo durante épocas pacificas se producendesequilibrios entre los países. La agricultura pierde su importancia enla competencia internacional; industria y servicios toman la delantera.Se sucede una concentración espacial de las fuerzas económicas y, porotro lado, un debilitamiento de las periferias. El abismo entre ricos y po-bres se profundiza; el desempleo se vuelve un problema permanente.

—En el plano regional, la polarización de la población está acompa-ñada por toda clase de problemas: falta de alojamiento, circulación caó-tica, polución, formación de ghetos, aislamiento de los individuos, pro-gresión de la criminalidad. En las regiones que se vacían, por lo contra-rio, no se puede proporcionar más ni la infraestructura ni los serviciosnecesarios a la población restante. La migración cotidiana crea enormesproblemas de circulación y obliga a financiar nuevas rutas y medios detransporte en común. Pero esto contribuye al mismo tiempo al reempla-

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Otros cambios sobrevienen, sobre todo en los años 1950 y 1960, conla desaparición del estudio del paisaje que reune en un mismo nivel lageografía física y la geografía humana. La geografía regional (Laender -kunde) se transforma en una búsqueda de los problemas de interés geo-gráfico en las regiones, es decir en una “geografía de los problemas re-gionales” (Problemorentierte Laenderkunde). Se comienza a poner elacento en la búsqueda de interacciones y de probabilidades, del com-portamiento de los hombres y de los procesos de difusión, y es a partirde eso que se define en lo sucesivo el espacio. Además se reconoce quela naturaleza y la civilización deben ser observadas separadamente da-do que obedecen a leyes diferentes (Bartels, 1968: 160; Hard, 1973).Desde entonces, las geografías física y humana siguen caminos diferen-tes. La geografía cuantitativa, nacida en los Estados Unidos (entre otros:Garrison, 1956-1960), hace su entrada también en Alemania e introdu-ce allí nuevos métodos de investigación (entre otros: Bahrenberg et al.,1985-1992). Al mismo tiempo, el modelo de difusión así como la Geo -grafía del Tiempo (Time Geography)* (entre otros: Haegerstrand, 1975)encuentran un terreno muy fértil en la geografía alemana.

Como gran teoría interdisciplinaria se presenta sobre todo la teoría(tradicional) de los sistemas (Systems Theory).1 A través de ella, se tratade aprehender lo más precisamente posible los diferentes datos observa-bles (por ejemplo población, estructura social, cantidad de tráfico, etc.)en su grado de dependencia, para así llegar a distinguir las tendenciasde una evolución. Esta teoría ha investido la geografía a través del estu-dio de las ciudades y de la investigación de los ecosistemas (por ejem-plo, Ellemberg, 1973). Parece sin embargo extraño que los trabajos engeografía humana, que se refieren a la teoría de los sistemas, no hayan

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La geografía humana teórica debería permitir responder a ese proble-ma, sin embargo, es justamente en ese dominio que se manifiesta unacierta dificultad. Si anteriormente el Congreso de Geógrafos Alemanes(Deutscher Geographentag) era un foco de discusión que indicaba la di-rección de la investigación futura, ya no lo es más. Hoy día las especia-lidades de la geografía que, por una división continua, se vuelven cadavez más estrechas, llevan una vida relativamente independiente, y porésto, los geógrafos intercambian sus experiencias dentro de numerososcírculos restringidos o de grupos especializados. Contrariamente, noconservan más que pequeños lazos fuera de su terreno de interés, con-tactan además, sobre todo a colegas trabajando en disciplinas vecinas,pero no geógrafos, así sean planificadores, historiadores, economistas osociológos.

Con todo, en el seno de la geografía humana Teórica, los contactosse han vuelto insuficientes. Recorriendo la literatura específica publica-da estos últimos años en Alemania, debe constatarse que los debates seenrarecen. Es verdad que se presentan numerosas aproximaciones teóri-cas nuevas pero sólo se interesan en ellas círculos restringidos. De estamanera, no debe sorprender que exista toda una serie de concepcionesnuevas que son sin embargo apenas comparables. A pesar de que estehecho pueda ser embellecido por el eufemismo de “pluralismo moder-no”, eso no cambia nada el aspecto nebuloso de la geografía teórica. Heaquí el problema principal: la geografía carece de una base teórica quesirva como referencia para todos.

Anteriormente, la orientación de las investigaciones hacia la geogra-fía regional (laenderkunde) era la que impedía sobre todo una divisiónde la geografía en secciones. A principios de siglo estaba sobreentendi-do que el objeto central de la investigación en geografía era el espacio,entendido como “un fragmento de la superficie terrestre” que puede serelegido siguiendo puntos de vista diferentes (Hettner, 1934: 144) : el es -pacio como recipiente de tres dimensiones.

En los años 1920 y 1930, la perspectiva cambia con la introduccióndel estudio del paisaje (Landschaftskunde) y el método funcional (Wai-bel, 1927/1969, 1933; Christaller, 1933). Entonces, la yuxtaposición or-denada de las actividades y de los fenómenos en el espacio, que se de-fine por sus distancias, se vuelve el centro de interés de los geógrafos: elespacio como orden.

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* [Nota del compilador: en rigor debería ser traducida como Geografía-tiempo o Geo -grafía temporalizada. La expresión Geografía Histórica, tal como es traducida Time Geo -graphy en la versión española de La constitución de la sociedad. Bases para la teoría de laestructuración de A. Giddens (Amorrortu Editores, Bs. As., 1995) tampoco nos parece co-rrecta. No se desprende de la obra de Hägerstrand que su preocupación haya sido incor-porar la dimensión, en rigor, histórica a la geografía. La incorporación de la temporalidaden Geografía no implica necesariamente conectar la Geografía con la Historia. Hay cier-tamente una historia del tiempo. Esto no implica que toda consideración temporal sea his-tórica].

1. Wiener, 1948; von Bertalanffy et al., 1952-1977; Forrester, 1969; Vester von Hes-ler, 1980.

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ciones; se encuentran en el centro de la teoría de la regulación. La es-tructura del crecimiento y los mecanismos de coordinación se influyenmutuamente (Cossembruegge, 1992: 122; Bathelt,1994: 65). En ese con-texto el espacio toma importancia, y de esa manera se establecen lazoscon la geografía.

Sin embargo, la evaluación de esas reflexiones genera problemas.Hasta allí, los geógrafos no se sirvieron aún de la teoría (tradicional) delos Sistemas, aunque la proximidad estructural de esta teoría sea eviden-te. De esta manera no se toma verdaderamente partido, todo queda unpoco nebuloso y, en parte también superficial.

La geografía humana se interesa igualmente en las concepciones delos sociólogos Luhmann y Giddens, cada uno habiendo desarrolladouna teoría social general: Luhmann (1984) trata de desarrollar su propiateoría de sistemas de la sociedad que se distingue de la teoría tradicio-nal. “Cada contacto social está entendido como sistema hasta que la so-ciedad como una totalidad toma en consideración todos los contactospotenciales” (p.33). Los sistemas se constituyen como unidades por sussentidos; otros sistemas sociales se diferencian en sí mismos estructural-mente y, además, se reproducen (autopoiesis)*. Se refieren “a sí mismosen la constitución de sus elementos y de sus operaciones elementales”.(p.25).

En cuanto a Giddens (1984/1988), éste ubica la acción humana másal centro, considerando el análisis de los procesos sociales concretos co-mo la tarea principal de la teoría social (p.31). Las acciones son confi-guraciones sujetas a condiciones que por su lado resultan informacionesespacio-temporales (sistema económico, sistema jurídico, etc.). Giddensemplea también la noción de “sistema”; segun él, los sistemas sociales“no son colectivos de individuos, sino redes de relaciones —realizadas

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utilizado las posibilidades matemáticas que ofrece esta teoría, por ejem-plo la simulación de procesos, y que solamente hayan adoptado verbal-mente de ella, los modelos de base. De esa manera, el enunciado que-da vago, también en lo que respecta a la problemática del espacio.

Los geógrafos de la época actual, después de los años 1980, no sa-ben claramente cómo definir el espacio. Dicho ésto, hay que preguntar-se si esta noción, después de todo, tiene siempre como función ligar lasdiferentes especialidades en el seno de la geografia, y si ella puede to-davía ser considerada como esencial para la identidad de nuestra disci-plina (Hard, 1988: 268; Werlen,1993; Pohl, 1993). En tanto que objetosde investigación de los geógrafos, los países y las regiones han perdidoimportancia; hoy, una suerte de geografía regional es producida por losperiodistas, las empresas de turismo o por los hombres políticos para susfines específicos. En esta perspectiva, los teóricos en geografía humanadeben asumir una responsabilidad muy particular. No se trata aquí deteorías de diferentes especialidades, sino de teorías de la geografía hu-mana global. Nosotros presentamos entre ellas las más importantes.

La geografía radical o marxista tiene sus raíces en la teoría crítica(Kritische Theorie), concebida en la Escuela de Frankfurt por filósofos ysociólogos. Harvey (1973) en el lugar de la ciudad capitalista, trata dedemostrar que la estructura de la sociedad, la distribución de la pobla-ción en el espacio social y a través de ello y en consecuencia, la distri-bución de ricos y de pobres depende del movimiento de bienes. Con laindustrializacion, los movimientos de bienes son dirigidos de maneraque los contrastes entre las ganancias persistan o sean incluso aumenta-dos. En Alemania, Beck (1982) se aproximó a esta perspectiva. Entre tan-to, probablemente bajo la impronta del derrumbamiento del socialismodictatorial en Europa del Este, el atractivo de la geografía radical ha des-cendido visiblemente.

La teoría de la regulación, que desde hace poco es discutida tambiéndentro de la geografia humana, ha salido de las ciencias sociales y eco-nómicas (entre otros: Lipietz, 1985; Hirsch, 1985). Según la misma, laspartes importantes de la sociedad se organizan ellas mismas. La evolu-ción económica y social a largo plazo está “considerada como una su-cesión indeterminada de fases de evolución estables (formaciones) y decrisis de evolución (crisis de formación o crisis de acumulación)” (Bat-helt, 1994: 64). Fordismo y Posfordismo son los ejemplos de tales forma-

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* [N. del compilador: Término aportado por H. Maturana R. y que N. Luhmann carac-teriza como “material explosivo”. J. Torres Nafarrete lo considera “un principio teórico”que obliga a mirar de otra manera una serie de certezas con las que operamos ordinaria-mente. Procura ser un principio teórico transversal a las ciencias de la naturaleza y socia-les y entre diferentes ámbitos objetuales. En la terminología piagetiana podría decirse quees un término “transobjetal”.”La característica más peculiar de un sistema autopoiético esque se levanta por sus propios cordones y se constituye como distinto del medio circun-dante a través de su propia dinámica, de tal manera que ambas cosas son inseparables”(Maturana Romesín, Humberto y Francisco Varela, 1984, El árbol del conocimiento, ed.Universitaria, Chile, p. 28).

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poco quién es su actor, lo que quiere, cómo llega a realizar su voluntad.Queda sobre todo en la oscuridad cómo las acciones del micro-nivel es-tán ligadas entre ellas, cómo están combinadas en procesos de macro-nivel.

Es verdad que la importancia del espacio está subrayada, aunque nopor los creadores de teorías, sino por geógrafos (entre otros: Ossem-bruegge, 1992 y Bathelt 1994, teoría de la regulación; Klueter, 1986,teoría de sistemas según Luhmann; Jaeger, Steiner, 1988 y Reichert,1988, teoría de la estructuración segun Giddens); sin embargo, el lectorno aprende en qué lugares, por ejemplo, nacen las innovaciones, comose diferencian las estructuras sociales en el espacio, cómo cambian conla distancia, cómo se forman las fronteras. En resumen, para el geógra-fo, la creatividad del hombre, su don de cooperación y la dinámica quede ambos resulta en el espacio no son tomadas en cuenta en estas teo-rías.

Se comprueba aquí que éstas, nacidas sin excepción fuera de la geo-grafía, no tienen en cuenta que existen dos tipos de espacio :

1) los “espacios homogéneos”: Otremba (1959/1969: 429) los ha lla-mado, entidades de espacios estructurales; Bartels (1968: 74) hablaba deregiones —por ejemplo, la formación económica (Wirtschaftsformation)de Waibel (1927/1969: 248), del tipo de culturas hortícolas.

2) los “espacios centro-periferia”: Otremba (1959/1969: 431) los hallamado entidades de espacio funcionales, Bartells (1968: 108) hablabade campos (Felder) —por ejemplo, el sistema de los círculos de von Thü-nen.

Sin embargo, los dos tipos de espacio están entremezclados: la “for-mación económica de las culturas hortícolas” se integra en el sistema devon Thünen. Está compuesta de zonas más pequeñas con una estructu-ración central periférica, es decir comunas rurales, granjas que practicanla cultura hortícola utilizando igualmente sus relaciones exteriores conintermediarios y compradores. Esto depende entonces de la manera deobservar la situación: como parte de un espacio “homogéneo” o de unespacio “centro-periferia”.

Si queremos comprender la dinámica de la sociedad, debemos diri-gir nuestra mirada hacia los espacios “centro-periferia”. Allí, los deseosy las posibilidades de los hombres así como las acciones están ligadas,

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en sus acciones— entre personas” (Jaeger et Steiner, 1988: 138). Las es-tructuras sociales están puestas por encima de los sistemas; ellas contie-nen las reglas que dirigen las acciones. Las estructuras sociales crean ti-pos de acciones que, por su lado, retroactuan sobre esas estructuras. Enesta concepción, llamada Teoría de la Estructuración, el espacio —con-trariamente a la teoría de los sistemas de Luhmann— juega un cierto rol.Los individuos no pueden actuar entre ellos de otra manera que estando“co-presentes” (p.54). Giddens se refiere, entre otros, a la geografía deltiempo de Haegerstrand (1975).

Con más insistencia aún, el geógrafo Werlen (1988) ubica la acciónen el centro de su concepción. Se basa en las concepciones de la teoríade la acción, desarrolladas en la psicología y la sociología. Según él, lasacciones, realizadas por los individuos, son las unidades más pequeñasde investigación. Es a través de ellas que se constituye la sociedad tam-bién en el espacio. Desde ese punto de vista, las acciones tienen interéspara el geógrafo.

Antes que nada, todas esas teorías no se dejan controlar de maneraempírica; sus enunciados son imprecisos. Aquí, tenemos que vernoslacon manifestaciones de opinión aunque inteligentes y de alto nivel. Ade-más, se vuelve evidente hasta qué punto las geografías humana, teóricay empírica, se han alejado una de otra. Para la imagen de marca de lageografía, no deja de tener importancia que estemos tan rápidamentedispuestos a adoptar teorías desarrolladas fuera de la geografía —esto dala impresión que los geógrafos tienen necesidad de otras disciplinas co-mo proveedoras de ideas. Sin ninguna duda, las teorías tratadas aquíocupan un lugar importante en esas disciplinas, y como nos inspiran,hay que conocerlas. Solamente, en lo que concierne a nuestra cuestióncentral, incluso lo que es y quiere ser la geografía, es rigurosamente ne-cesario que los geógrafos se vuelvan ellos mismos creativos. ¿Por qué nopodrían también ellos inspirar a los colegas de otras disciplinas?

Pero dejemos esto de lado: todas esas teorías evocadas precedente-mente ponen en relieve e interrelación ciertos caracteres de la sociedad,marcan sus influencias recíprocas y su importancia. Aunque crecimien-to y evolución estén allí integrados, los enunciados dan la impresión deno tener referencia en la historia. Se habla de procesos, pero no se sabequién los ha iniciado, cómo se desarrollan, de qué manera están estruc-turados, cómo influencian la estructura de la sociedad. No se sabe tam-

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aqui un grupo de hombres que, practicando la división del trabajo, coo-peran en una tarea común y precisa. Un ejemplo de ello es el estableci-miento industrial: los hombres cooperan, y la división del trabajo sirvepara fabricar productos bien definidos. Este establecimiento bien organi-zado mantiene —en tanto que centro— contactos múltiples con su en-torno, por lo tanto con la periferia; refleja de esa manera el espacio“centro-periferia”. Si se quiere, el individuo, en tanto que miembro delestablecimiento y por su trabajo, se integra en la sociedad; la acción in-dividual (micro nivel de la sociedad) es, participando en el proceso delestablecimiento (macro-nivel), efectiva en las estructuras de la sociedad(cf. capitulo 2). Así, un gran número de acciones convergen en un pro-ceso superior, es decir la fabricación de un producto en el marco del es-tablecimiento.

El establecimiento no es más que el ejemplo de una poblacion. Todala sociedad está compuesta de poblaciones. Cada cual sabe reconocer-las; no se trata entonces de fenómenos construidos. Apenas se compren-de que, hasta ahora, no hayan jugado un rol notable en la discusión teó-rica, dado que los geógrafos las emplean permanentemente. A partir deHettner (1923/1929), nos interesamos en las altas civilizaciones, a partirde Ratzel (1897), estudiamos los estados y los pueblos, a partir de Bo-bek (1928), Christaller (1933) y Schöller (1957/1972), las ciudades, apartir de Schlueter (1903) el habitat y las comunas, y desde hace muchotiempo, los geógrafos económicos examinan establecimientos de agri-cultura, de la industria o del sector terciario. Por otra parte, es evidenteque sobre los planos global, internacional, nacional, regional y local,existen problemas que necesitan ser estudiados, como lo hemos demos-trado a través de los ejemplos del primer capitulo.

La noción de población debe ocupar también una posición centralen la geografia teórica. Se encuentran poblaciones por todos lados sobrela tierra; cada individuo juega un rol en una familia y/o en un estableci-miento, en una comuna, en una étnia y/o en un pueblo, en un Estado,en una civilización, y encuentra allí su identidad, deseando al mismotiempo su desarrollo positivo. Cada población asume ciertas funcionesdentro de la humanidad entera, por ejemplo, el Estado se encarga de laprotección y el orden, la comuna de la infraestructura, el establecimien-to de la producción de bienes materiales e inmateriales. Las poblacionesson los centros dinámicos, los instrumentos a través de los cuales los

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ordenadas y organizadas en procesos. Si se quiere entender esto, la in-vestigación debe extenderse también sobre el contenido, la historia, ylos mecanismos de gestión de los grupos de hombres implicados, sobreel alcance de los eventos y de los fenómenos. Estos espacios deben ubi-carse en el centro de una teoría geográfica.

3. El regreso al interés por este tipo de estructuración del espacio se ma-nifiesta a partir de la geografía humanista, nacida en los años 1970 y1980; observa la manera de los individuos de actuar en su medio vitalespecífico, es decir que el individuo se encuentra en el centro del espa-cio, el medio vital en tanto que medio ambiente formando la periferia.El interés se concentra sobre la comprehensión del universo del hombre“para estudiar las relaciones con la naturaleza de la gente, su comporta-miento geográfico tan bien como sus sentimientos e ideas en relación alespacio y al lugar” (Tuan, 1976: 269). Las relaciones entre el hombre ysu medio ambiente natural, así como la de los hombres entre ellos, sonestudiadas en su contexto espacial; se trata de análisis subjetivos. No setrata aquí de medir o de probar. Lo que cuenta, es que hay que integrarlo que concierne al contenido, como lo muestra un ejemplo (segúnTuan, 1984:176): cada mañana, un hombre va de su casa a su lugar detrabajo y regresa cada tarde. Luego, publica la teoría de la relatividad.Entonces ¿el geógrafo debe registrar solamente ese ir y venir cotidiano eintegrarlo en el contexto social? O, ¿no es más importante acaso hacerinvestigaciones sobre lo que ese hombre observado hace verdaderamen-te, lo que él hace para la sociedad y dentro de qué interrelaciones? Larespuesta parece clara: es de esa manera que se define el espacio quenuestro hombre utiliza.

Una gran parte de los geógrafos que hacen investigaciones empíricasno tienen problema en identificarse con la geografía humanista. Pero es-ta concepción, ¿provee verdaderamente una orientación, un cuadro aesas investigaciones empíricas? El problema de la geografía humanistaes —como en las teorías de las cuales acabamos de hablar— que le fal-te precisión en el enunciado, que permita la interpretación, que los re-sultados no sean comparables.

Se debe entonces reflexionar sobre la definición de la interrelaciónentre el centro y la periferia de una manera más precisa. En esta situa-ción, la noción de población puede ayudar: por población, se entiende

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Agradecimientos:Quiero agradecer a los señores Wolfgang Bruecher y a Peter Doerrenbaecher

(Universidad de Saarbruecken) por las importantes contribuciones hechas en es -te texto. Agradezco especialmente a los señores Wolfgang Bruecher y FrançoisHulbert de haber tomado el compromiso de la traducción.

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hombres forman la sociedad. Por lo tanto es por medio de las poblacio-nes que el hombre hace funcionar la sociedad.

La estructura y el funcionamiento de las poblaciones están sometidasa reglas que pueden ser formuladas en un modelo matemático (Fliedner,1992). Se trata de sistemas que contrariamente a los sistemas de la teo-ría de sistemas tradicional de la cual acabamos de hablar —se organi-zan a sí mismos y por ello consumen energía en un sentido físico. Estose manifiesta por el trabajo (o por transferencias financieras) que loshombres efectúan a través de su profesión o por su rol en el marco deesas poblaciones para conservarlos. Sobre la base de la división del tra-bajo, las poblaciones colaboran en la organización y en la producciónen tal medida que un hombre solo no sería capaz. Esto pasa a través deprocesos; es por eso que nosotros llamamos a esta concepción la teoríade los procesos.

Todo esto puede ser estudiado de una manera empírica. Hay que pre-guntarse entonces cómo los procesos son formados en ellos mismos,cuál es la importancia de las diferentes fases (por ejemplo planificacion,realizacion), cuáles de ellos son los fines para el desarrollo entero delproceso y para la población y cómo eso se manifiesta en la realidad (porejemplo a través de las innovaciones). A continuación hay que examinarlas estructuras jerárquicas, cómo se desarrolla el espacio, etc. Se abreallí un campo de investigación muy vasto; ya lo hablé más en detalle(Fliedner, 1981 y 1993).

4. Me interesa particularmente dar un nuevo impulso a la discución teó-rica, y agradezco poder contribuir para ello en una publicación francó-fona. Todos sabemos que la estima pública de la geografía ha descendi-do mucho; ella debe reconquistar su imagen de marca. Como ya lo de-mostré más arriba con ayuda de un pequeño número de ejemplos, loscampos de trabajo de los geógrafos se extienden, sus obligaciones fren-te a la sociedad se vuelven cada vez más urgentes. Necesitamos cienti-fícos y técnicos que, por su formación amplia, estén capacitados paracomprender mejor este mundo complejo y transmitir sus conocimientos.

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“El interés por la verdad necesitaria que aquellosque reflexionan se dignaran finalmente a asociarsea aquellos que actuan”. Asi como Diderot lo sugie -re, no esta prohibido actuar cuando se reflexiona,al menos hay que tratar.(Jacques Levy, 1994, El espacio legítimo. Sobre ladimensión geografica de la función politica, Pres -ses de la Fondation Nationale des Sciences Politi -que p.23).

Si la geografía consiste en examinar lo que pasa en la superficie dela tierra para comprender la dimensión espacial de las sociedades, delhombre y su medio y la organización de los territorios en diferentes es-calas, la tarea del geógrafo es inmensa y se renueva constantemente; nolo es menos su potencial de desarrollo y de aplicación.

En cierto modo, nunca se ha escuchado hablar tanto de geografía enlos medios en general; evoquemos por ejemplo “Debajo de los mapas”*o “Geopolis” por citar sólo dos emisiones de televisión francesa conoci-das: “de esta geografía, comeríamos todos los días”1. Los mapas jamáshabían sido tan bien hechos y tan bien adaptados a públicos diferentes;basta con pensar en la variedad de mapas del ING (Institut Géographi-que National) de Francia que se encuentra por todas partes y que se pue-de conseguir al comprar el diario e incluso se los puede encontrar repro-ducidos en el interior de un gran cotidiano regional como Ouest-Fran -ce. ¿Pero todo esto es realmente geografía?

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¿EL DESPERTAR DE LOS GEÓGRAFOS?

François HulbertDepartamento de geografíaUniversidad de Laval

*. “Le dessous des cartes”1. Telerama, N° 2374, 15-27 de julio, 1995.

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Saber y hacer saber

Si la geografía no es aquella que da la impresión de ser, ¿qué espe-ran entonces los geógrafos para hacerlo saber, modificando su prácticapara que eso sea visible? Indudablemente los que son concientes de es-ta realidad y de la necesidad de una geografía como medio de acciónson demasiado pocos. Sin embargo ellos existen, en algunos casos des-de hace mucho tiempo, pero su llamado no es lo suficientemente escu-chado. La revista Autrement, en su número de enero de 1995, participade este llamado con “Pensar la tierra. Estrategias y ciudadanos: el des-pertar de los geógrafos”.4

Una docena de geógrafos y algunos representantes de otras discipli-nas, como la sociología, pero también periodistas e incluso un general,muestran que recurrir al razonamiento geográfico, con todo lo que sepone en juego, es una cualidad esencial que da a la geografía su plenacapacidad de observación, de análisis y de acción. Ellos subrayan el roly el lugar que podría y debería ocupar este saber estratégico con susaplicaciones múltiples y su utilidad social indiscutible. Este rol no exis-te sólo en el nivel político y electoral5, sino también en las estrategias deimplantación de empresas y en la acción de multinacionales.6 Hay queconsiderar igualmente el análisis espacial de los problemas de salud,que permiten estrategias de intervención7 y también algunas luchas ur-banas u otras que marcan el ritmo de la acción del hombre sobre un te-rritorio. Es necesario por lo tanto una toma de conciencia, un despertarde los geógrafos para ampliar ese “pequeño número de los convencidosde las grandes potencialidades de la geografía”(Y. Lacoste, Avant-pro -pos, p.12).

La historia del mundo muestra que la geografía como medio de ac-ción, como instrumento del poder para controlar los territorios y los

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“Allí donde hay mapas hay geógrafos” 2 . Sin duda, pero de la mis-ma manera que el geógrafo tiene necesidad de mapas, éstos puedentambién ser fácilmente elaborados sin él. Por lo tanto el geógrafo debevelar porque el mapa no sea reducido a una simple cuestión técnica. Enefecto, el mapa no es sólo una simple localización de datos. Por lo queprivilegia, por lo que valoriza y lo que él deja en las sombras, el mapano es neutro. No considerar el hecho geográfico como un hecho aisla-do, permite que el mapa se constituya en una herramienta de demostra-ción, un medio de acción y de intervención. Pero para la mayoría de laspersonas, la geografía se limita a una adquisición más o menos enciclo-pédica de conocimientos sobre los lugares y los paisajes, sobre el esta-do del mundo, de los países, de las regiones y de la cartografía y a labuena localización de los datos más o menos desiguales que allí se en-cuentran. ¿Por qué debería ser distinto si al fin y al cabo es la manera enque las cosas son presentadas en la enseñanza?

La geografía de los profesores tiene cualidades obvias, orientadas ha-cia la adquisición de conocimientos y de un cierto sentido del espacio.En Francia, el sistema de concursos para el reclutamiento de docentesperpetúa esta tradición de formación académica que ignora lo esencialque está en juego de la disciplina. Sin duda, este tipo de formación notiene que ser desechada, pero ocupa todos los espacios e impide el de-sarrollo verdadero de una geografía aplicada, orientada en la búsquedade un estatus o de un reconocimiento, como nos lo recuerda regular-mente un geógrafo como Michel Philipponneau.3

Por otro lado, lo que parece impedir frecuentemente a la geografíade tener su plena capacidad de acción es un cierto rechazo de lo políti-co, un débil espíritu crítico y un temor al debate. Sin embargo, trabajosde investigación y encuestas no faltan, aunque muy frecuentemente sedetienen allí donde la aplicación y la acción podrían comenzar. Al de-jar a los que deciden la cuasi-exclusividad del uso de este saber, los geó-grafos contribuyen a reforzar su poder sin proveer conocimientos a quie-nes podrían desarrollar una alternativa a sus opciones.

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2. Giroux, Raymond, “La geographie ne sert pas qu’à faire la guerre”, Le Soleil,Quebec, 8 de mayo, 1995

3. Philipponneau, Michel, 1960, Géographie et action. Introduction à la géographieappliquée, A.Colin, Paris, 227 pages.

4. Morlin, Elizabeth (dir),.1995, Penser la terre. Stratégies et citoyens: le réveil des géo -graphes. Paris, Autrement (série “Mutations ”, n°152), p. 248.

5. B.Giblin-Delvallet, La géographie pour gagner les élections, pp.66-79.6. L.Carroué, L’internationalisation de l’économie et son prix, pp.28-38; G.Faure, Les

Sogo-Shosha: du commerce au renseignement, pp.39-55; M.-B.Beaudet, L’armée au sec -ours des multinationales, pp.56-65.

7. J.-M. Amat-Roze et M.Gentilini, La santé en cartes , pp.119-137

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por su conocimiento profundo del territorio que el geógrafo puede im-ponerse frente a los múltiples interventores presentes en un territorio da-do y frente a las otras disciplinas con las cuales él comparte más o me-nos los mismos objetos de estudio.

Podemos entonces asombrarnos de la poca reacción de los geógrafosfrente a las transformaciones, algunas veces brutales, que se producenante sus ojos. Mi experiencia después de 25 años de trabajos geográficossobre la región de Quebec es lo que me ha permitido mostrar la capaci-dad de la disciplina como instrumento de intervención en la mayor par-te de los proyectos que trataban la planificación y equipamiento del te-rritorio, el desarrollo y el funcionamiento de la capital y su región. De es-ta manera pude, en el transcurso de los años, cuestionar la implantacióndel parque industrial de la comunidad urbana, la extensión del puerto deQuebec a partir de su lugar de origen, la utilización de las costas del SanLorenzo, la política del polo de crecimiento, la elección del parque au-tomovilístico... y proponer alternativas a los esquemas de org a n i z a c i ó nterritorial y de desarrollo en vigor, al plan de circulación, a las estructu-ras territoriales y políticas de la aglomeración y de la región...y mostrarque es posible concebir las cosas de una manera diferente.8 Esta geogra-fía crítica vinculada a la acción, que muestra su eficacia práctica, cobraun interés completamente diferente a la geografía generalmente utilizadaen la enseñanza y no tiene mucho que ver con ella, ni con la geografíaespectáculo presentada al gran público a través de la televisión o de lasrevistas de prestigio como G é o o National Géographic. Esta geografía conla cual los ciudadanos se sienten implicados, ya que ella trata los proble-mas vividos, no puede evitar lo político, pues ella pone en cuestión la ac-ción de los dirigentes.

Cómo podrían los geógrafos ignorar esta realidad sin ser más o me-nos cómplices del poder en sus diversas manifestaciones y sin quedarsometidos a los intereses dominantes. La objetividad consiste entoncesen hablar y no en cerrar los ojos y callar “con el pretexto de objetividadcientífica” (Y. Lacoste, p.23). Los que saben pueden equivocarse, perono deben por ello quedar en silencio. “Debemos hacer conocer lo que

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hombres, siempre ha existido. Ella estaba reservada a la elite dirigente,lo que daba a la disciplina un rol eminentemente político. Frente a estaconfiscación del saber por los geógrafos, uno de ellos, Eliseo Reclus(1830-1905), hace ya bastante tiempo, estimaba que “los ciudadanosdebían también saber pensar el espacio para poderse organizar y defen-der” (p.15).

La geografía puede medir las fuerzas presentes y colaborar en la mo-dificación de la relación de fuerzas entre el poder, detentor tradicionalde la información, y los ciudadanos interesados. La participación de es-tos últimos en la definición de su propio modo de vida cobra todo susentido si ella permite superar “el punto débil de una democracia sola-mente representativa”, mientras que “todos los que tienen el poder dedecisión se han puesto de acuerdo públicamente sobre la necesidad dela concertación y discretamente en el interés de no practicarla de ningu-na manera, por el temor de ver sus proyectos puestos en cuestión”. Si laconcertación existe, “ella permanece al nivel de los hombres ‘notables’del campo político y economico”, quienes práctican “ese efecto enga-ñoso que constituye el proceso de declaración de utilidad pública” yotros procesos de audiencias públicas ya conocidos (R. Guglielmo, pp.92-93). Una verdadera participación cambiaría las relaciones de fuerzaentre los actores en el territorio: pocos geógrafos parecen estar prepara-dos en asumir esta “revolución”. Los geógrafos han rechazado conside-rar el espacio de los poderes en juego, los territorios de enfrentamientos,los intereses divergentes, y muchos siguen sin considerarlos en la prác-tica de su disciplina.

El silencio de los geógrafos

Sin embargo, el territorio nos conduce hacia allí casi indefectible-mente. Este permite captar los problemas, las necesidades del medio ylos problemas en juego. La virtud cardinal de la geografía consiste en suaptitud para adherirse al terreno, comprender todos sus usos, captar to-das las formas de apropiación. Por eso mismo, ¿cómo puede la geogra-fía ignorar lo político, espacio donde frecuentemente los actores se de-finen a sí mismos como gente de territorios? En principio es justamente

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8. Este recorrido y sus resultados se encuentran en la obra del autor titulada Essai degéopolitique urbaine et régionale, la comédie urbaine de Quebec, Montreal, Meridien, 2eédition, 1994, 654 págs.

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implantación del complejo industrial de Fos-sur-mer o el proyecto de ex-tensión del campo militar de Larzac en los años 1970, y otros “fracasosde la planificación territorial”, como los conjuntos habitacionales o lasmetrópolis de equilibrio. Habría también que evocar el proyecto de lacentral nuclear en Plogoff en el Finistère en Bretaña frente al océano, queha movilizado a los ciudadanos durante muchos años, así como la luchallevada a cabo en Portneuf y Lotbinière contra el proyecto de línea eléc-trica de la Hydro-Quebec1 0. Los geógrafos deberían estar presentes en elfrente de estas luchas que permiten informar y hacer emerger alternativas.

El geógrafo, al quedarse inmovilizado en relación a sus posibilida-des, al practicar en cierto modo una especie de retención de informa-ción y de saber, no cumple con su rol, negando de esta manera la natu-raleza misma de su disciplina y la función democrática que ella contie-ne. A diferencia de lo que ocurre en numerosos países y lo que ha pre-valecido en la ex-URSS11, donde el geógrafo no tenía libertad de divul-gar su saber, en estos países existía la posibilidad de divulgación y, sinembargo, el geógrafo generalmente no la ha utilizado o no la ha utiliza-do suficientemente. Sin embargo “los universitarios tienen toda la liber-tad e incluso el deber de publicar, de denunciar, de decir un cierto nú-mero de cosas... Pero es necesario que los geógrafos se muevan, es ne-cesario que se den cuenta que los problemas políticos, las rivalidades te-rritoriales de poder forman parte de su disciplina” (Y.Lacoste, p.214).

No quedarse callado, es comprometerse de una manera u otra, par-ticipar en el debate, fomentándolo cuando él está ausente y no dejandoa los ciudadanos desamparados frente a la evolución de su medio am-biente. Dicho de otra manera, como lo hace notar Gilles Ritchot: “es ne-cesario que la geografía exista y que los geógrafos hagan geografía paraque ciertas cosas cambien para mejor en nuestra sociedad”12 Y comoeco de estos propósitos, citemos Autrement : “¿Y si pensar el espacio pa-

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creemos saber” (O.Dollfus,p.218) y, agrego, sin complejo con respectoa las otras disciplinas. Basta para convencerse con pensar, por ejemplo,en los errores de los economistas, y de esa manera no dejarse subyugarpor su “competencia” y por los mitos que se vinculan a ésta. Si bien mu-chas veces las exposiciones de los economistas son brillantes, a menu-do son contradictorias y sobre todo la mayor parte del tiempo desmen-tidas por los hechos. La realidad geográfica no tiene por que avergon-zarse al afirmarse frente a la teoría económica.

Son pocos los geógrafos que, como Michel Philipponneau, tienen“mala conciencia de guardar silencio”9. Los geógrafos deben asumir elsabor por el riesgo, afrontando las realidades del terreno, sometiendose alas críticas de aquellos que viven los problemas, aceptando los desmen-tidos y las objeciones y de esa manera poder enriquecer sus análisis y suspropuestas. Se trata a menudo de poner en evidencia el contenido políti-co y las opciones que hay detrás de la tecnocracia y desenmascarar deesta manera los verdaderos problemas que están en juego.

Muchos trabajos geográficos, aunque no faltos de interés y de seriedad,no hacen más que desviar la atención de los problemas más fundamenta-les. A título de ejemplo, evoquemos los imponentes trabajos sobre el po-tencial de utilización de la tierra y de los espacios rurales y urbanos en elCanadá en los años 1960 y 1970, que movilizaron un ejército de univer-sitarios y de estudiantes, en particular de geógrafos. Estos últimos tambiénhan trabajado sobre el sitio del aeropuerto de Mirabel cerca de Montreal,multiplicando los inventarios y los relevamientos de utilización del suelo,sin poner jamás en cuestión la elección del sitio que era evidentemente elverdadero problema, como se ha podido comprobar en los años siguien-tes y como lo muestra todavía el funcionamiento de este aeropuerto. A u n-que imponentes y remuneradores para los interesados, estos trabajos geo-gráficos apenas hacen avanzar a la disciplina en el sentido de una mayorcredibilidad para los que deciden y para los ciudadanos.

R.Guglielmo (pp.80-94) muestra la importancia de la elección de lossitios y el interés del análisis geográfico para evitar los errores como la

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9. Este denuncia la decisión tomada por la ciudad de Rennes en materia de transportepúblico, el VAL(vehículo automático liviano), demostrando a través de un análisis geográ-fico que existen otras soluciones mejor adaptadas al carácter y a las necesidades de laaglomeración. Le Val à Rennes, p.8, Nature et Bretagne, 1994, 174 págs

10. “Hydro-Quebec mise en echec-les leçons d’un combat exemplaire pour un nou-veau type de développement”, F.Hulbert, Cahiers de géographie du Quebec, diciembre1994, 38 (105): 455-460.

11. R.Mnatsakanian, “Géographie et pouvoir en ex-URSS”, pp.108-112.12. “La comédie urbaine de Quebec à guichets fermés”, Cahiers de géographie du

Quebec, diciembre 1994, 38 (105): 461-462. Como lo hace notar también Gilles Ritchota propósito de la expansión urbana: “la geografía, al menos si ella reivindica un estatuscientífico, para comenzar debe tratar de comprender el fenómeno en cuestión. Su primer

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de esta manera amenazadora, y hasta peligrosa para algunos.13

He aquí la geografía que quiere mostrar toda su fuerza, y al mismotiempo los geógrafos que se encuentran sin salida. Es demasiado para al-gunos que prefieren mirar hacia otros horizontes, cambiando algunasveces de nombre y divertirse de múltiples maneras. Recibamos con in-terés este número de la revista Autrement que plantea una vez más elproblema de la geografía.

Así, algunos geógrafos terminan por perderse en el campo de las dis-ciplinas vecinas, en busca de mayor credibilidad y de un reconocimien-to que sin embargo no les será otorgado y que jamás podrán conquistar.La especialización prematura que ellos quieren establecer desde los es-tudios de primer ciclo, en busca de una formación más sólida, da cuen-ta del mismo camino. Otros conciben la geografía como un arsenal téc-nico cada vez más sofisticado donde los instrumentos son numerosos,“una maravilla para dominar, para lo mejor y para lo peor”, ya que és-tos son “a la vez fascinantes y peligrosos”.14 El peligro es que el instru-mento se transforme en la finalidad misma de la disciplina. Pero enton-ces ¿dónde está la frontera con la geomática por ejemplo, que reune es-tas técnicas y vuela con sus propias alas desde hace ya algunos años?Para la geografía, la sobrevalorización de las técnicas tiende a desvalo-rizar la disciplina. Sin embargo, cuando la geografía se presenta al granpúblico en operaciones de tipo puertas abiertas, en la universidad o enotros lugares, son los aspectos técnicos los más exhibidos. Quizás es útilrecordar que “no todas las personas que se interesan en los problemasespaciales son geógrafos ”.15

Algunas veces, la formación propuesta de manera fragmentada, don-de la geografía física, la geografía humana, los métodos y técnicas conlos Sistemas de Información Geografica (SIG) constituyen ramas especia-lizadas que tienen más lazos con las disciplinas vecinas que entre ellasmismas, conduce a la implosión de la geografía.

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ra actuar, a escala planetaria o local implicara simplemente hacer geo-grafía, recurrir concientemente o no a razonamientos geográficos, contodos los problemas que estan en juego?”.

No hemos llegado aún a esa situación, ¿porqué?

El llamado de las sirenas y el camino de la diversión

Los geógrafos apelan periódicamente que su disciplina juegue su rol,que ella se apropie del lugar que debe ocupar, que muestre sus capaci-dades. Algunas veces, por su trabajo y su compromiso político, ponenen práctica la geografía que anhelan. Pero esta defensa y esta ilustraciónde la disciplina no parecen ser suficientes para modificar realmente lasprácticas y las formaciones.

Esta geografía-medio-de-acción es frecuentemente rechazada poraquellos que ven en ella una disciplina que se “ensucia las manos” yque en consecuencia toma un rumbo equivocado; de esta manera tie-nen entonces tendencia a mirarla desde arriba desvalorizándola. Sin em-bargo, esta geografía da resultados, ella se arriesga sin contar con mu-chas subvenciones, no se oculta detrás de una imagen de seriedad apa-rente que ofrecen muy fácilmente ciertas terminologías y ciertos com-portamientos inaccesibles para el profano. En el terreno, compartiendoel saber con los ciudadanos, el geógrafo tiene la obligación de tratar deobtener resultados, so pena de ser rápidamente descalificado y rechaza-do. Sin duda ésto se impone mucho más que en los laboratorios dondela geografía puede quedar sensiblemente recluida.

El mensaje lanzado por Herodote hace ya 20 años no ha sido muyescuchado por su carácter exigente: se trata de encarar el terreno y susobstáculos, método mucho más riesgoso que aquel que se satisface delcírculo protector de los pares y de los expertos. La geografía se vuelve

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deber es el de proveer a la sociedad una descripción objetiva de la expansión urbana y,mejor aún, elaborar una teoría capaz de explicarla... es de esperar que el aporte discipli-nario colaborará en la toma de decisiones democráticas...Podría resultar que la acción deplanificación y equipamiento del territorio esté menos condicionada, por ignorancia, a laimpotencia” (“L’etalement urbain comme phénomene géographique: l’exemple deQuebec”, Cahiers de géographie du Quebec, diciembre 1994, 38 (105): 261-300).

13. “Attention geographie”, Hérodote, editorial, n°1, 1976, pp.3-7.14. P.Clergeot, M.Pousse, F.Tachon, R. Mnatsakanian, “Les outils, les instruments”,

Autrement, parte 2, pp.139-191.15. Giblin, Béatrice, “Herodote, une géographie géopolitique”, Cahiers de Géographie

du Québec, septiembre 1985, 29 (77): 283-294 (p.289).

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De esta manera la geografía física y la geografía humana no pueden igno-rarse mutuamente. Este autor invita a “los geógrafos llamados humanos” aconsultar las obras de geografía física para estar mejor preparados en elmomento que tengan que tratar particularmente problemas de medio am-biente. Pero sobre todo, llama a “una toma de conciencia ya que lo queconstituye la originalidad de nuestra disciplina está siendo absorbida porotros grupos, cuya comprehensión del medio natural está lejos de igualara la de un geógrafo bien formado”.1 8

Si la geografía física es realmente una geografía y no cierra los ojosfrente a las realidades que analiza, entonces ella también tiene un rolpolítico como la geografía humana. “Se trata de restituir a la geografíafísica y humana el estatus que durante siglos ha tenido, es decir el de unsaber político”.19 Allí hay un fermento de unidad de la disciplina queaquellos que quieren establecer fronteras entre sus componentes noquieren tener en cuenta.

Dietrich Soyez, geógrafo, profesor de la Universidad de Colonia,quien trabaja desde hace muchos años sobre Quebec y la Bahía de Ja-mes, muestra correctamente en sus trabajos la articulación entre la geo-grafía física y la geografía humana, la perspectiva política y la perspec-tiva científica y el papel crítico que debe tener la geografía. Es asi queeste autor genera el debate sobre los proyectos hidroeléctricos del GranNorte de Quebec, cosa que no han sabido o querido hacer los geógra-fos físicos del Centro de Estudios Nórdicos (CEN) de la Universidad deLaval, evacuando, desde hace ya algunos años, toda perspectiva huma-na, regional y crítica digna de este nombre. D. Soyez considera que losconflictos de desarrollo que el trata, originados de la explotación de losrecursos de regiones periféricas, “tienen un interés fundamental para lageografía... sobre todo en la perspectiva científica del potencial de co-

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Geografía física, Geografía humana: ¡un mismo combate!

Los caminos de la autodestrucción son numerosos y no faltan los geó-grafos que prefieren romper el instrumento que tienen en sus manos antesque tener que utilizarlo. Es el caso, por ejemplo, de la geografía física,cuando ésta prefiere cortar amarras con la geografía humana más que tra-tar de establecer nuevos lazos con ella. Sin embargo, hay lugar para unageografía física que no aborde los fenómenos naturales independiente-mente del hombre, de la sociedad, de sus valores y de sus acciones, unageografía que no se satisfaga de una observación pasiva de las transforma-ciones del medio físico que nos rodea, una geografía física que no ignorela dimensión humana de sus prácticas. Sin esta perspectiva, ¿cómo expli-car la transformación de los litorales, la evolución de las vertientes, de lospaisajes y de los sitios? ¿Cómo trabajar sobre los riesgos, los recursos, eldesarrollo sustentable? ¿Cómo cuestionar algunos equipamientos del terri-torio, cómo tomar conciencia de las acciones que deben ser llevadas a ca-bo para la protección, la conservación o la valorización de ciertos espa-c i o s ?1 6 Patrick Pigeon, por ejemplo, nos muestra como el fenómeno de losdeslizamientos de terreno son problemáticas que corresponden tanto a lageografía física como a la geografía humana1 7. Vemos así algunos geomor-fólogos implicarse en los asuntos municipales, como Daniel Lagarec en laregión de Otawa-Hull o Jacques Laugerie en Angers, quién fue consejeromunicipal desde 1977 a 1995 y es hoy aún miembro elegido del consejoregional. Jean-Claude Dionne señala por su lado, la importancia en la na-turaleza misma de la disciplina de un abordaje global de los problemas.

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16. Raymond Guglielmo muestra correctamente los errores y los fracasos denumerosas políticas “cuando todos los parámetros de una reflexion espacial no son con-siderados” (Autrement, p.80). Bernard Kalaora llama la atención sobre el hecho que “lanoción de litoral ha cambiado mucho”, que ella se ha transformado prácticamente en unconcepto y que “el litoral no es más un medio puramente físico” (“Rivages: un équilibredifficile”, Autrement, pp.113-118).

17. “Intérêt de l’approche géographique dans l’étude des risques liés aux glissementsde terrain: le cas de la vallée des Dranses (Haute-Savoie, France)” Cahiers de Géographiedu Québec, abril 1993, 37 (100): 67-77. Daniel Delpeuch muestra también que “la gestiónde las crisis a raíz de las catástrofes naturales o tecnológicas dependían de mecanismoscomplejos articulados alrededor de las cuestiones del saber...saber para poder tomar deci-siones que provoquen su adhesión” (Autrement, pp.96-97, “L’espace urbain et sesrisques ”, pp. 95-107).

18. Cahiers de Géographie du Québec, avril 1995, 39 (106): 135. Ver en este númerolas dos recensiones de geografía física redactadas por Jean-Claude Dionne: Paskoff, Roland(1994) Les littoraux. Impact des aménagements sur leur évolution. Paris, Másson, 2° edi-ción, 256 p.; Pech, Pierre y Regnauld, Hervé (1992) Géographie physique. Paris, PresseUniversitaire de France (Col. “Premier cycle ”), 432 p.

19. “Hérodote, une géographie géopolitique”, B.Giblin, Cahiers de Géographie duQuébec, septiembre 1985, 29 (77): 283-294 (p.294). Ver todo el número especial dirigidopor Rodolfo De Koninck sobre el tema: “Idées, idéologies et débats en géographies”. Vertambién Hérodote, 33-34, 1984, “Les géographes, l’action et le politique”, pp.3-32.

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muchos geógrafos se han hecho conocer al aplicar el razonamiento geo-político, haciendo de su disciplina un instrumento de análisis y de ac-ción, comprometiéndose de diversas maneras en el terreno de lo políti-co y de las luchas concretas. En general absorbidos por la tarea, no hanaprendido la lección a partir de su propia experiencia y han traducido através de obras generales o a través de sus enseñanzas las prácticas quehan garantizado durante muchos años. Citemos por ejemplo a RaymondDugrand en Montepelier, Michell Philipponneau en Rennes, FrançoisReitel en Metz y también a Jean Billet en Grenoble que trabaja en la pla-nificación y equipamiento del territorio, el medio ambiente y el turismoen el seno del Consejo Económico y Social de la Región del Rodano-Al-pes, Claude Saunier quien preside el distrito urbano de Saint-Brieuc; sinolvidar los nuevos alcaldes elegidos en 1995, como Marylise Lebranchuen Morlaix y Raymond Courdec en Beziers. Ahora bien, a pesar de quela experiencia de estos autores merecería ser analizada, ninguno de ellosaparece en este número de Autrement.22.

Finalmente pocos geógrafos se encuentran citados, lo que de un cier-to modo confirma nuestra comprobación. A los ya mencionados, hayque agregar a Paul Claval quien participa con Olivier Dollfus e Yves La-coste en una “mesa redonda imaginaria”, relatando su itinerario de geó-grafo y presentando la evolución de la geografía (pp.194-231). Paul Cla-val es quien presenta una conclusion, bajo el título de “crisis y renova-ción de la geografía” (pp.232-241), aunque de hecho, este autor rehacela historia de la geografía recordando algunos grandes nombres que handado renombre a la disciplina desde fines del siglo XIX y hace un esta-do de la situación, de las adquisiciones y de las evoluciones, particular-mente de estos últimos 30 años. A pesar de que Paul Claval parece re-conocer que “la geografía esta hecha para abrir los ojos de los ciudada-nos” (p.241), casi no toma posición con respecto a las prácticas geográ-

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nocimiento y de generalización que aportan estos debates”. Este autorse asombra también en comprobar en que pequeña medida nuestra dis-ciplina trató de colmar “las lagunas comprobadas en el conocimiento deestos problemas”. El mismo autor considera que “toda tentativa que tra-te de limitar, en el contenido y en el espacio, el debate científico y po-lítico, es tan poco sensata como aceptable o realizable”. Al mostrar lacapacidad de producción de saber geográfico, él aboga también por sudifusión: “La sola estrategia apropiada no es el aislacionismo sino laapertura, no es la retención de la información, sino su libre intercambioy todo esto no solamente en una perspectiva política, sino sobre todo enuna perspectiva científica”.20 A su modo, es un llamado para despertara los geógrafos para que ellos asuman globalmente los problemas quecompeten a su disciplina.

Alegato en favor de una disciplina

La defensa que hacemos aquí por la concepción de la geografía des-cripta anteriormente es la practicada por el autor desde hace ya unaveintena de años, vehiculada por Hérodote desde hace casi la mismacantidad de tiempo y que recuerda Autrement a través de diversas con-tribuciones, al ilustrar lo que es y sobre todo lo que podría ser la geogra-fía si “el despertar de los geógrafos”se volviera una realidad. Se trata in-dudablemente de un llamado más en pro de una geografía diferente, deuna disciplina viva que cumpla completamente su rol “cuando ella afir-me claramente su función crítica en el sentido etimológico de la pala-bra” (L.Carroué, p.28). Beatriz Giblin, podría insistir, tanto hoy comoayer, sobre “el razonamiento geopolítico ya que fue excluído durantetanto tiempo de las preocupaciones de los geógrafos, lo que nos obligaa seguir subrayando su interés”.21 Es necesario decir, sin embargo, que

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20. Soyez, Dietrich, “La Baie de James: faut-il rapatrier ou mondialiser le débat?” (“LaBahia de James: ¿hay que repatriar o mundializar el debate?”), Cahiers de géographie duQuébec, avril 1995, 39 (106): 63-77 (p.75).

21. Giblin, Béatrice, op. cit., pp.293-294; acordamos con ella cuando evoca la necesi-dad de “sacar a la geografía de su torpeza monográfica e instalarla en el campo del saberpolítico” (p.293).

22. Durante los años ‘70, Alain Reynaud subraya el hecho que los geógrafos tomanposición con respecto a la organización del territorio, “poniendo así sus conocimientos alservicio de la colectividad”y que en Francia “las elecciones municipales de 1977mostraron bastantes geógrafos entrar en los consejos municipales (“Geographies etThéories politiques”, Travaux de l’Institut de géographie de Reims, n° 29-30, 1977, pp.5-10). Este fenómeno no es completamente nuevo ya que André Meynier señala que, desdefinales del siglo XIX, “algunos no dudaron en sacar conclusiones y en bajar a la arenapolítica para tratar de hacer admitir sus conclusiones” (Histoire de la pensée geographique,p.181, Presses universitaires de France, Paris, 1969, 224 p.)

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que un geógrafo sabe eso, es raro que no se lo busque para decirle: ¿quées lo que usted piensa de eso, qué es lo que podríamos hacer?” (p.214).

Sin duda es necesaria una revolución, si creemos en el juicio proba-blemente demasiado severo, que Yves Lacoste emite sobre la geografíafrancesa de la misma manera cuando considera que las geografías ale-mana y americana “no son brillantes”, que los geógrafos ingleses “pasansu tiempo en establecer las correlaciones entre tal o cual parametro ma-temático y tal otro” y que aún hoy “los geógrafos canadienses descubrenel marxismo” (p.228).

Hay que reconocer sin embargo, que existe un cierto dinamismo dela geografía en Francia: esto lo prueban la Casa de la Geografía en Mont-pellier, el Festival Internacional de Geografía (FIG) de Saint-Dié-des-Vos-ges ya en su sexta edición, el Dictionnaire Géopolitique y la apariciónde grandes obras de prestigio, como los diferentes tomos de la Geograp -hie Universelle. Estos emprendimientos no están faltos de envergadurani de interés. Si algunos, como el FIG, pueden hacer conocer diferentesprácticas y debates utiles, otros contribuyen al reforzamiento de unacierta idea de la geografía que tiene obviamente su lugar, pero que hayque cuestionar a la luz de lo que ha sido expuesto en este texto.

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ficas evocadas anteriormente; no abre nuevas perspectivas y no trata losobstáculos que sin embargo debe conocer bien. Su “nueva geografía”consiste esencialmente en tomar mejor en cuenta los hechos de relacióny de circulación, “el movimiento de los hombres, de las informacionesy de los bienes” (p.235) que caracterizan el mundo actual, con los con-dicionantes naturales, culturales y del medio-ambiente, sin olvidar “laparte correspondiente a las representaciones colectivas” y “el acento so-bre la dimensión vivida de la experiencia geográfica” (p.237). Esta con-cepción de las cosas apenas refleja los problemas y las prácticas que he-mos señalado en las páginas precedentes. Paul Claval concluye conconsideraciones generales sobre los problemas del mundo contempora-neo y con la idea simple que “la geografía está en el centro de los pro-blemas del mundo actual” y que evidentemente “tiene un papel esencialen nuestro mundo” (p.240).

¡Desde luego! pero ¿qué esperan entonces los geógrafos para definirmejor este rol, para reaccionar frente a las realidades de los territoriosque estudian y frente a las funciones que ellos pueden ejercer y que re-chazan frecuentemente en asumir?

Como lo demuestra Raymond Guglielmo, si “los geógrafos no han si-do prácticamente consultados” (p. 92), no deben por ello esperar que selos venga a buscar o seguir trabajando nada más que para proyectos enconformidad con las normas y deseos de los financiadores, proveedoresde subsidios oficiales. Deben adelantarse a la consulta, deben imponer-se. A la pregunta: ¿hasta dónde la disciplina debe comprometerse? Larespuesta para mi es clara: hasta hacer lo que es necesario, en la medi-da de lo posible, para ser oído, escuchado y comprendido. Desde haceya unos años, mis trabajos en la región de Quebec estan muy pocoorientados en el sentido de las políticas aplicadas por las diferentes au-toridades locales y regionales. Esos trabajos no se hubieran realizado siyo hubiera esperado subvenciones y auspicios oficiales para emprender-los; peor aún, seguramente me hubieran conducido a resultados diferen-tes, incluso opuestos, por las razones que todos conocemos. En fin, mistrabajos hubieran tenido poco impacto (un impacto menor) si yo no mehubiera ocupado de hacerlos conocer de diferentes maneras, revelandoal mismo tiempo la eficacia de la disciplina. Es lo que señala Yves La-coste: “La geografía es un instrumento de poder formidable, y los geó-grafos universitarios no se dan cuenta de ello. A partir del momento en

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En un número reciente del Mundo Diplomático, D.Sallenave (1995)mencionaba que, si creemos en los noticieros televisados, “tres grandesmales afectan a los hombres: las guerras, las catástrofes naturales y la ex-clusión”. Esta autora agregaba que “en una época masivamente domina-da por la consideración ecológica, las catástrofes naturales han reencon-trado toda su inminente dignidad”, un lugar que Sartre no concedía, alafirmar que no hay catástrofes naturales. Sin embargo el Centro para laInvestigación en Epidemiología de los Desastres de la Universidad deLovaina* estima que las catástrofes naturales han producido, entre 1966y 1990, más de un millón de muertos y 100 millones de damnificados.Los perjuicios inmediatos se cifran en centenas de millares de dólares.Además, hemos notado, en el curso del período 1982-1993, que las in-demnizaciones pagadas por los aseguradores a raíz de las catástrofes na-turales ascienden aproximadamente a 22 mil millones de francos (alre-dedor de 6 mil millones de dólares) (Ledoux,1995). Esta preocupaciónpor las catástrofes naturales y por los riesgos asociados a ellas, ¿es com-partida por los geografos? Es lo que se propone hacer, en el caso de Fran-cia, un grupo de geógrafos en: CHAM’S, Enseñar los riesgos naturales.Por una geografía física revisitada.** Paris, 1994, Anthropos/GIP, Reclus,227 p.

Tal subtítulo no puede más que atraer la curiosidad de un geógrafofísico. La obra del grupo CHAM’S es una recopilación de comunicacio-nes presentadas en la quinta Universidad de Verano realizada en Cha-

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POR UNA GEOGRAFIA FISICA REVISITADA

Daniel LagarecDepartamento de GeografíaUniversidad de Otawa

* [N.T.: En el original en Inglés: Centre for Research on the Epidemiology of Disasters]**[N.T.: En el original en francés: Enseigner les risques naturels. Pour une géographie

revisitée.]

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En total, 12 textos de interés y de extensión muy desigual nos sonpropuestos y que podemos agrupar bajo tres grandes temas: los cuatroprimeros presentan esencialmente elementos de presentación y de refle-xión del problema; los cuatro siguientes son estudios de caso, el de losriesgos en la montaña, el ejemplo del volcán Cotopaxi en Ecuador, lasinundaciones del río Loria y la erupción del monte Sta. Helena en 1980.Los cuatro últimos se relacionan más particularmente a la enseñanza delos riesgos naturales. En el análisis que sigue, nos detendremos más es-pecificamente en la introducción y en los dos primeros capítulos dondeestan desarrollados los conceptos claves subyacentes al conjunto de laobra, tanto aquellos que se refieren a las representaciones, al imaginariode la catástrofe y al espacio de negociación como a la conclusión queplantea la necesidad de una “revisita”a la geografía física.

La introducción de J.-P. Guerin consagrada a “El Medio Ambiente,una cuestión de representaciones” marca la tónica: tratará sobre todo delas representaciones, es decir, de “creaciones sociales de esquemas per-tinentes de lo real”. El autor olvida sin embargo definir este medio am-biente del cual tenemos representaciones. Y esto es lamentable sobre to-do si consideramos que la última parte está dedicada a la problemáticade las relaciones geografía-medio ambiente, aunque desgraciadamentede manera muy vaga. En un mundo donde los ciudadanos ordinariosquieren hacer escuchar su voz y participar cada vez más en las tomasde decisiones que les concierne, el concepto de representación adquie-re una significación fundamental. ¿De cuáles representaciones habla-mos, de las de los ciudadanos, de los científicos? Con respecto a estosúltimos, ¿se trata de aquellas de los ecologistas, de los ingenieros, de loseconomistas, de los geógrafos? ¿Debiéramos concluir, como lo hace A.Bailly (1992) que “lo real objetivo no existe afuera de las representacio-nes”? Si esta concepción es mal comprendida, ella puede ser peligrosa(Scheibling,1994). Hay que evitar la posible y peligrosa reducción delmundo a una construcción puramente discursiva, a puros juegos del len-guaje. Al contrario, es necesario una articulación entre, por un lado, ladescripción de las percepciones y representaciones de los actores y, porotro lado, la identificación de las determinaciones y de las interdepen-dencias desconocidas que tejen los lazos sociales.

La cuestión es crucial, como lo han ilustrado las inundaciones deenero de 1995 en los Países Bajos, donde autoridades locales, naciona-

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monix en septiembre de 1992, de allí el acrónimo para Chamonix-Sérig-nam. Como se subraya en la introducción de la obra, esta universidadde verano ha sido puesta en funcionamiento por docentes de colegios,liceos y universidades que tienen en común el creer en el poder del con-cepto de representación, en la práctica de los geógrafos. La preocupa-ción principal, como se refleja en el título, es entonces aquella de losenseñantes (docentes). Un rápido examen de algunos manuales de se-gundo ciclo del secundario francés publicados desde 1983, permitecomprender mejor las preocupaciones del grupo. La noción de riesgonatural no está muy presente. En segundo lugar, podemos descubrir có-mo “el hombre domina el medio”, incluso si en la misma ocasión “él es-tá confrontado al vulcanismo y a los sismos”(en dos páginas). Los ciclo-nes apenas son mencionados, ni que hablar de las inundaciones o de losdeslizamientos de tierra, de los cuales no se hace mención.

Ciertas obras entre las primeras, dedican una o dos páginas a los ries-gos naturales en Francia, casi esencialmente a las inundaciones sobre to-do desde la catástrofe de Vaison-la-Romaine (1992)* que ha sido amplia-mente mediatizada y ha impactado la imaginación del público. En el úl-timo año del Liceo (Terminal) se aprende que, “el Japón, entrecortado,lleno de fracturas y bordeando las fosas profundas del Pacífico, es de unapeligrosa inestabilidad, tierra de sismos, de fuentes de calor y de volca-nes” o que “los temblores de tierra y el volcanismo recuerdan con regu-laridad la fuerza y los condicionantes de la naturaleza...California vive alritmo de los sismos”. Digamos que aproximadamente eso es todo. Estorefleja bien la concepción de la enseñanza de la geografía en el secun-dario en Francia. Con respecto a este tema, D.Moreau-Renier (1995)menciona que si “la geografía se erige en la traducción espacial de las so-ciedades...es en un hombre demiurgo el que ella se place en hacernosenseñar a los estudiantes”. Sin embargo, una encuesta realizada porG.Hugonie (1986) en el nivel del primer ciclo del secundario muestra laatracción ejercida por ese tema sobre los alumnos quienes lo juzgan in-teresante en una proporción de 80% en sexto y 73% en tercero, contraun promedio, respectivamente de 73% y 53% para los otros temas degeografía. Hay, por lo tanto, para los autores un gran desafío a enfrentar.

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*[Pequena ciudad del sur de Francia, en la region del Vauclus]

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tura en 100 mil millones de dólares. Otras cifras llegan hasta los 200 milmillones. Se teme que estas necesidades afecten las inversiones japone-sas en el extranjero, especialmente al Canadá, con las consecuenciasque uno puede imaginar. Kobé es el segundo puerto del Japón, pero elprimero para los contenedores que envían los bienes de valor agregadoque hacen a la economía nipona. Sus exportaciones han descendido un47% y sus importaciones un 40% en el mes de enero. Todo esto resultóen una baja de 52,3% del excedente comercial.

Por otra parte, estas representaciones pueden ser frágiles y un abor-daje “behaviorista” puede ser miope, como lo menciona Simmons(1993): “La gente puede sobreestimar el riesgo de las adversidades rarasy subestimar las adversidades comunes, por ejemplo, y la idea de lo queconstituye un riesgo aceptable puede no coincidir con los datos objeti-vos presentados por los estadísticos”. No hay que perder de vista la po-sibilidad de la existencia de desfasajes entre la evolución de las condi-ciones del medio ambiente en el sentido lato del término, es decir inclu-yendo particularmente las obras de urbanización, y las percepciones porparte de las personas. A este nivel, el problema de la escala es siempreimportante. Si tomamos el ejemplo de los deslizamientos de tierra delEste de Ontario que se producen a un intervalo del mismo orden demagnitud que la vida humana, la sensibilización de las poblaciones (asícomo de las autoridades ) al riesgo que ellos representan es muy proble-mática, a menos que el último deslizamiento sea muy reciente (Laga-rec,1994). Se comprueba que frecuentemente la percepción de un ries-go natural está ligado a su aceptación, pero que el grado de ésta últimavaría, por supuesto, de acuerdo a la vulnerabilidad de los actores. ParaLedoux (1995), “la pobreza aumenta la vulnerabilidad frente a los ries-gos y las catástrofes aumentan la pobreza: la catástrofe actúa entoncescomo un revelador de las desigualdades sociales”.

Frente a tal confusión y por la necesidad de hacer participar a todoslos actores, el rol de los geógrafos consiste por lo tanto en proporcionarlas representaciones más completas posibles, en el estado en que se en-cuentran los conocimientos, de la manera que lo sugiere Lacoste (1990).El abordaje propuesto por Bozonnet ignora la influencia del medio so-bre lo social y no pareciera percibir más que relaciones circunstancialesentre estos dos componentes. Sin querer ser determinante, uno puedepreguntarse, como lo hace Moscovici (1977), hasta qué punto “los pro-

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les, movimientos ecológicos y vecinos se acusaban unos a otros, deslin-dando responsabilidades. Las percepciones, y las reivindaciones resulta-do de esas interacciones, pueden en muchos casos ser antinómicas yconducir a decisiones discutibles. Después de la catástrofe de 1953 enque una violenta tempestad provocó la ruptura de los diques litorales deZelandia abriendo la vía a un maremoto que mató 2.044 personas yobligó a la evacuación de otras 72.500, causando deterioros evaluadosen 3 mil millones de dólares, el plan Delta dio la prioridad a la protec-ción contra el mar del Norte, descuidando, hasta un cierto punto, el del-ta mismo, donde se produjeron las inundaciones de 1995. A pesar de loserrores y de los fracasos, la consideración de las representaciones múl-tiples y contradictorias es la base del proceso de la toma de decisionesen una sociedad democrática (Peters, 1995). Nos queda aún por poner-nos de acuerdo sobre la pertinencia de los esquemas propuestos. Volve-remos a este tema más adelante.

El imaginario social de la catástrofe es abordado por J.-P. Bozonnet.Este autor hace de la catástrofe un fenómeno esencialmente antrópico.Olvidemos la parte consagrada a la definición matemática y física quees lamentable por su simplismo, simplificación a ultranza de la cienciae ignorancia de la historia del medio ambiente. El tema central desarro-llado por el autor es que “la catástrofe no existe en sí misma, sino queella es interpretación que se puede captar en un discurso”. Ella no exis-te sino en la medida en que hay toma de conciencia, en la medida enque ella está socialmente definida como tal. ¿Pero quién la define? Lasdimensiones son múltiples: imaginaria, afectiva, política y social, quepor su naturaleza misma implican una jerarquización. Encontramos aquíuno de los problemas claves de las representaciones: el de la escala. Loque puede ser percibido como una catástrofe por un individuo o una co-munidad puede no ser más que un incidente corriente, ciertamente la-mentable, pero incidente corriente al fin, a escala del valle o de la re-gión. Las consecuencias no están siempre al mismo nivel y las medidasde mitigación no presentan necesariamente el mismo caracter de urgen-cia. Ellas pueden en ciertos casos incluso tener una dimensión nacionalo internacional.

Un ejemplo remarcable ha sido proporcionado por el sismo que haazotado la región de Osaka-Kobé en enero de 1995. Después de la ca-tástrofe, los gastos de reconstrucción han sido estimados por la prefec-

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geografía humana, se produjo la introducción de un paradigma existen-cial que puede ser percibido como una reacción al positivismo. Por otraparte ésto aparece en la obra del CHAM’S. Para alcanzar el objetivo deBailly, considero que hay que salir de la trampa en la cual algunos geó-grafos han caído, en particular aquellas del referente epistemológico yde la supuesta incapacidad en definir un objeto para la geografía.

Para Raffestin y Turco (1995), la geografía física y la geografía huma-na no tienen el mismo objeto: “al objeto de la geografía física le compe-te la realidad natural que es la realidad material mientras que al objetode la geografía humana le corresponde la realidad histórica que consti-tuye el conocimiento de la realidad material”. Esta dicotomía kantiananaturaleza/cultura es hija del siglo XVIII. ¿Pero aún sigue justificándoseen los albores del siglo XXI? Nuestra sociedad, confrontada a un proce-so de globalización, se percata de los efectos perversos de las especiali-zaciones que no podrían estar ancladas en sistemas más globales. Si laciencia es, hasta un cierto punto, un reflejo de la sociedad en la cual ellase desarrolla, se pueden esperar probablemente profundas conmocionesconceptuales.

Tricart (1978) dice que “la naturaleza ignora totalmente nuestro re-corte en ramas del saber, el cual es sólo resultado de una ‘comodidad’que se han inventado los investigadores”. Las divisiones de la ciencia ydel saber en el cual hemos evolucionado hasta ahora tal vez no son máspertinentes. Esta sociedad, al descubrir y apreciar la complejidad de losproblemas a los cuales debe hacer frente, necesita de una visión más ho-lística, más integradora como lo ilustra el caso de los riesgos naturales.

En el caso de la geografía, Y. Lacoste (1990) cree que ella, “tiene surazón de ser, a pesar de las reglas de la epistemología, a condición queella sirva de algo, es decir que sirva para actuar más eficazmente, des-pués de haber comprendido mejor una situación concreta en la cual seentremezclan datos del relieve, del clima y del poblamiento y fuerzaseconómicas, sociales y políticas”. La geografía es por lo tanto un sabercientífico cuya razón de ser es la de combinar, en función de una prác-tica, elementos y útiles de conocimiento producidos o elaborados pordiversas ciencias u otros saberes. Es, por otro lado, hasta un cierto pun-to el camino seguido por la escuela White-Burton-Kates.

En conclusión, A.Bailly expresa el deseo que la geografía física sea“revisitada”, con el fin de darle una dimensión más humana. Sería fácil

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cesos sociales, en vez de ser la matriz o la pantalla que filtra procesosnaturales, no son la prolongación y la mediacion de éstos”.

En el 2do capítulo, C.Gilbert emprende la definición del “espacio denegociación” que es aquel donde se va organizar, donde va negociarsela representación espacial de los riesgos, pero sobre todo los factores dela negociación. Para ilustrar las dificultades en reconciliar los puntos devista de los diferentes actores, el autor utiliza el ejemplo de la cartogra-fía de los riesgos naturales y tecnológicos que es hoy en día ampliamen-te utilizada para generar debates. Se pone de manifiesto que la represen-tación espacial tiende a exacerbar los antagonismos delimitando territo-rios, ya que, como él lo señala, “esta delimitación remite más a la im-plementación de un marco de referencia que se vuelve común a los ac-tores que deben comprometerse en un proceso de negociación que a losriesgos claramente delimitados”. De hecho, este espacio de negociaciónes, ante todo, un espacio de riesgo definido por un sistema de valores,lamentablemente a menudo con ausencia de referentes comunes, comoes el caso para la mayor parte de los problemas del medio ambiente. Elestablecimiento de un vínculo entre riesgo y espacio contribuye a la in-troducción de consideraciones jurídicas fundadoras de las políticas deprevención y de socorro, así como legales. De esta manera Metaillé(1993) subraya que el conocimiento de los riesgos tiene consecuenciasgraves, ya que “el riesgo detectado con anterioridad no puede ser con-siderado como un caso de fuerza mayor: se supone que nadie lo ignoray compete al Estado tomar medidas adecuadas”.

El tema de los riesgos naturales es percibido, con razón, como unmedio de acercar la geografía física a la geografía humana. En el capítu-lo 9 de la obra, A. Bailly afirma que, para recuperar su pertinencia, lageografía debe rechazar la oposición ciencia dura/ciencia blanda que haenvenenado durante mucho tiempo el ambiente académico. En tantoque geógrafo, no queda más que suscribir a tal proposición, lamentan-do que en el caso de la presente obra la geografía física ocupe un lugartan restringido. Desgraciadamente, esta oposición contribuyó con eltiempo a acentuar las fuerzas centrífugas existentes al interior de la geo-grafía, llevando particularmente a los geógrafos humanos a anclarse enlas ciencias sociales. Ahora bien, como lo señala Searle (1995), estas úl-timas, por oposición a las ciencias naturales, se ocupan de cosas que só-lo existen porque nosotros pensamos que ellas existen. En el caso de la

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ser influenciada por ideologías y modas. Bailly tiene razón al decir quelo real objetivo no existe. La ciencia es una construcción social, comonos lo demuestran innumerables ejemplos de su historia. Cohen y Ste-wart (1994) comparten este mismo sentido al decir que “la realidad qui-zá puede ser una producción fantástica de nuestra imaginación, tal co-mo argumenta alguna filosofía”; pero estos autores precisan inmediata-mente que “nuestra imaginación es definitivamente una creación fantás-tica de la realidad”. No obstante, en la ausencia de lo absoluto, de ver-dad, se pone de manifiesto que ciertas representaciones son más realis-tas que otras, más compatibles con los conocimientos del momento yque uno de los roles de la ciencia es proporcionar un proceso de selec-ción de las ideas tan rigurosa como pudo ser su evolución. Es en este ni-vel que algunos pueden ver una ruptura entre los dos grandes compo-nentes de la geografía.

El grupo CHAM’S nos propone elementos de reflexión muy intere-santes que merecen una lectura atenta, mismo si en el conjunto estoselementos quedan aún muy “de este lado”, como en un estadio anteriorcon respecto a lo que se hace afuera, particularmente en los EstadosUnidos en el dominio de los riesgos naturales. Ducret no deja de seña-larlo en el capítulo 4, al sugerir que la responsabilidad de un tal estadode la cuestión en Francia debe ser atribuída a la separación geografía fí-sica/ geografía humana. Si tal es el caso, hay que remediar rápidamentela situación para que los geógrafos no pierdan la nave como lo han he-cho en el momento de la crisis del medio ambiente. Una “revisita” de lageografía física me parece inútil, si ella no se inscribe en una “revisita”de toda la geografía. Starkel (1994) menciona que, más bien que conten-tarse con los estudios hechos a posteriori, la geografía debería participardel establecimiento de modelos de predicción. Los estudios especializa-dos son necesarios para el avance de la disciplina, pero no deben hacer-nos olvidar que el mundo que nos rodea cambia rápidamente. Desde mipunto de vista, los geógrafos deberían implicarse más en su medio y rei-vindicar un lugar en el proceso de toma de decisiones, aprovechando laausencia de peritajes únicos en materia de medio ambiente. Pero eltiempo apremia y los lugares son muy codiciados. El campo de los ries-gos naturales justamente podría permitirles mostrar el aporte que puedeconstituir su ciencia en la comprehensión de problemas complejos.

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decir que la geografía física, como toda ciencia, es humana porque sonlos hombres los que la hacen y que, como tal, ella reposa sobre los mis-mos esquemas de pensamiento que las otras ciencias. Considero que es-tá faltando la justificación de una tal “revisita”. Su afirmación que el me-dio ambiente compromete los principios de la geografía física clásica esdiscutible. Qué entiende este autor por clásica? Desde los años 50 y so-bre todo 60, existe por ejemplo una geomorfología aplicada que tienepor misión el restituir el hombre en el paisaje, mismo si algunas vecespuede cuestionarse el lugar respectivo de uno y de otro. Por ejemplo enel caso de Francia, basta con mirar los trabajos de Tricart (1978, 1979).Es verdad que, paralelamente, se observó una tendencia a la desintegra-ción y a la especialización como por otra parte, en todas las ramas delsaber (Starkel,1994). ¿Qué sería entonces esta nueva geografia física quelos geógrafos humanos parecieran desear tanto? Para Dauphiné (1995),ella debería ser pensada en términos de límites, de condicionamientos yde paroximos. Este abordaje no es nuevo para los geógrafos físicos (verparticularmente Brunet, 1970); sin embargo refleja una tendencia quecaracteriza nuestra época, que es según Lipovetsky (1987) la ereccióndel presente como eje mayor de la duración social y que, más próximoa nosotros, encuentra su expresión científica en el éxito de teorías comoaquellas de las catástrofes y del caos. Este abordaje acentúa la corta du-ración y las discontinuidades, mientras que P. George (1992) recuerdaque la originalidad de la geografía con respecto a las otras ciencias so-ciales y económicas es justamente la de integrar en su dominio de inves-tigación tanto los datos de la larga duración como aquellos de la cortaduración. Las catástrofes y el caos sólo tienen sentido en la medida enque se inscriben en sistemas más vastos pero también más simples, loscuales son relativamente estables. Por su misma naturaleza, los concep-tos de límite y de paroxismo pertenecen al objeto estudiado, son por lotanto inseparables. Se los puede considerar como particularidades delmedio, no como determinantes del mismo.

Por otro lado, la noción de condicionamiento físico es una supervi-vencia de la dicotomía naturaleza/cultura de la cual hemos hablado másarriba. Como nos lo recuerda muy acertadamente Marchand (1980),ellas son después de todo sólo lo que las sociedades hacen de ellas. Elmedio físico, permanece como un dato “objetivo”, en el contexto cien-tífico actual, a pesar del hecho de que la ciencia que lo estudia puede

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Un dia escribí que empecé a interesarme en la geografía de niño, enun período de enfermedad larga y benigna, lo que me permitió hojearad nauseam algunos atlas y viejos manuales1. Conservé de esa épocauna propensión a sumergirme en los mapas, con una actitud intermediaentre la lectura y el sueño, entre la decodificación atenta de los signos yla contemplación gratuita de formas y colores.

Sin embargo eso no prueba gran cosa. No es eso lo que me hubieraimpedido de hacer miles de otras cosas de mi vida profesional. Un tiem-po antes, quise ser boletero de autobús (ese mago que tocaba el timbresobre la plataforma y que manipulaba, atado a la cintura, esa fascinan-te maquinita); después piloto de avión, cirujano, ingeniero civil...

Más seriamente aún, fue el cine lo que me atrajo desde muy tem-prano (y continúo atraído) y es sólo el temor “pequeño burgués” de lavida de artista lo que me ha hecho renunciar a la profesión de direc-tor de cine. Al final de mi período de Liceo, bajo la influencia de unprofesor que había logrado, casi de un solo golpe, hacerme aprenderde memoria los cuatro grandes tipos de volcanes y los doce miembrosdel (“Gran”) Comité de salvación pública, me decidí claramente: seríaprofesor de historia y de geografía. Si, profesor de historia y de geogra-fia en la enseñanza secundaria y de ninguna manera investigador eng e o g r a f i a, expresión cuya significación práctica no comprendía en esem o m e n t o .

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¿POR QUÉ LA GÉOGRAFIA?

Jacques Lévy*Paris - France

* Jacques Levy es profesor en el Instituto de Estudios Políticos de París y en la Univer-sidad de Reims. Es coordinador de la redacción de la revista EspacesTemps (20 avenidaLedru-Rollin / F-75012, Paris, France).

1. Este texto se inspira de ciertos pasajes del libro Ègogéographies, Paris, L’Harmattan,1995.

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opuestas, lo que hoy no tendría mayor importancia , pero que en esaépoca jugaba un rol importante para mi. Tuvo un gran valor para mi eldescubrir que un degaullista y un comunista (desde aquella época a hoycada uno de nosotros dos nos fuimos alejando considerablemente deesas convicciones de juventud y nos encontramos actualmente muy pró-ximos incluso en política) pudieran tener el mismo juicio sobre unaciencia social cuyo rol político era indudable. Fue para mi una primeraverificación de la fuerza de la autonomía teórica. Me hice la promesaentonces que esta preciosa experiencia me acompañaría desde ese mo-mento, especialmente en el seno del equipo, pluralista en varios senti-dos, de la revista EspacesTemps.

Lo que sentimos de manera convergente, es que había algo frágil, al-go que cojeaba, incluso en el edificio intelectual de la geografía y másaún en la fachada que ella intentaba presentar a los que se iniciaban, no-vatos, como nosotros. Distinguíamos algunas voces innovadoras quemás que portadoras de un proyecto claro y articulado aparecían comodiscordantes frente a la “unanimidad” del entorno. Una sensación cre-ciente de malestar nos invadía sin por ello ser capaces de formular crí-ticas claras, menos aún de proponer alternativas.

Al finalizar la licenciatura, en 1973, quería aún no sin cierta molestiaseguir creyendo, en la tesis oficial de la “geografía unitaria”, “ciencia-cru-ce de caminos” y “ciencia de síntesis”. Seis meses más tarde, sin embar-go el paso estaba dado. Después de febriles discusiones en el seno de unpequeño grupo constituído por Cristian Grataloup y Marie-Françoise Du-rand, a quienes yo había contactado durante la preparación de la agrega-ción, decidí escribir un artículo. Fue escrito en septiembre de 1974 y pu-blicado en el primer numero de E s p a c e s Te m p s , cuya existencia fue enparte el producto de ese mismo y sorpresivo compromiso.

Decir que soy un geógrafo intuitivo no me parece incorrecto o falso.Pude verificarlo en todas las elecciones profesionales importantes quehe efectuado entre 1970 y 1975. No seguí ni un plan de carrera, ni unproyecto intelectual preestablecido. Decisiones con consecuencias du-raderas han sido tomadas bajo el impacto de impresiones parcialmenteanalizadas, a partir de actitudes frecuentemente reactivas, sin buscarevaluar, de una manera aproximada, los efectos esperados o las conse-cuencias temidas. No era la balanza costo-beneficio, la que me guiaba,sino el deseo de decir algo, la convicción, que me parece hoy bastante

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Un recorrido intuitivo

Me inscribí en las clases preparatorias en el concurso de la EscuelaNormal Superior con el deseo de ser profesor secundario. Jean PierreAzéma, a quien encontraba por casualidad después de haberlo seguidodel “Lakanal” al “Henri IV”2 (por casualidad también me lo crucé enSciences-Po3) aconsejaba a aquellos que optaban por la historia y lageografía a decidirse, al menos en su fuero interno, si se sentían histo-riadores o geógrafos, ya que como él decía, las disciplinas no respon-dían al mismo estado de ánimo. Elegí la geografía, ya que a la historiale tenía una cierta desconfianza, no parecía tener cabida, como yo ha-bía imaginado, en los desgastados modelos jacobinos-bolcheviques delos cuales yo era partidario en esa época. De todas maneras había vaci-lado un largo tiempo. La geografía, sin duda alguna tenía la enorme ven-taja de ocuparse del presente y de garantizar una comunicación eviden-te entre conocimiento científico y cuestiones que ponen en juego la po-lítica, cosa que me importaba sobremanera. Pero, antes de llegar a esteparaíso, había que atravesar el purgatorio de la explicación del mapa yel infierno del perfil geológico.

La duda se mantuvo durante los años de estudios superiores, pero, afalta de interés por ciertos rituales de la geografía universitaria, otra du-da se agregaba a partir de ese momento que minaba poco a poco la cer-teza de que la geografia era la buena elección. Con mi amigo ChristianGrataloup, a quien encontré durante las pruebas orales del concurso deingreso a la Escuela normal superior de Cachan, pasamos el año de la li-cenciatura y el de la agregación4 preguntándonos si no estabamos equi-vocados. Ninguno de los dos estabamos especialmente formados enepistemología o en las otras ciencias sociales y no teníamos, en ese mo-mento, ni siquiera el conocimiento de la existencia de las corrientes crí-ticas de la geografía. Por otro lado, nuestras elecciones politicas eran

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2. El liceo Lakanal se encuentra en Sceaux, en el suburbio sur de París, el liceo Hen-ri IV en el Barrio Latino.

3. «Science Po»: nombre popular del Instituto de Estudios Políticos de París que fue enotra época la Escuela Libre de Ciencias Politicas.

4. Concurso de reclutamiento de profesores de la enseñanza secundaria. En geografia,en historia, en filosofía y en letras, este concurso es considerado por algunos como un pa-saje obligado para acceder a la ensezanza superior y a la investigación.

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geógrafos ocupaban un lugar de carácter relativo y decreciente, en eltranscurso del tiempo, en un conjunto globalmente en expansión. De lalista de los “hombres notables” que yo he cruzado, se pone de manifies-to que no tuve un “buen maestro”, como se solía decir en cierto momen-to. Lo mismo cuando los geógrafos representaban lo esencial de mis fre-cuentaciones profesionales, se trataba más bien de colegas en comuni-cación horizontal que de “profesores”, de quienes yo hubiera sido el dis-cípulo. De allí la dificultad de encontrar una filiación clara. Si salimosahora del marco aparente de la vida profesional, los objetos más fácilesde producir son los recuerdos —recuerdos de experiencias, de percep-ciones, de tomas de posición. Se puede esperar que provean alguna pie-dra angular y algunas líneas de fuerza que puedan esclarecer las gran-des inflexiones señaladas más arriba. En realidad, ellos ofrecen, lo vere-mos, solamente información “estilística”. Ellos no dicen el porqué de loque hago sino el cómo, con qué desagrado y con cuáles apetitos.

Los libros como viaje, los lugares como lectura.

En el recorrido que intento reconstruir, la relación cognitiva con elmundo ha privilegiado, además de encuentros directos, una manera deleer y una manera de mirar.

No soy lo que llaman un “gran lector”, especialmente no soy un granlector de ficción. Un pequeño número de escritores (Carroll, Kafka, Va-léry, Borges, Perec, Calvino, Eco, Char, Shakespeare, Gide, Brecht, Bec-kett, Vailland, una parte de los clásicos franceses de los siglos XVII, XVIIIy XIX y ... Hergé) pueblan mi universo literario.

Incluso uno puede preguntarse si no es algunas veces por pereza deleer que prefiero la postura de inventor (o pretendidamente inventor) aaquella de erudito. De todas maneras me transformé en un lector-inves-tigador, quien, la mayor parte del tiempo, concibe el descubrimiento deun texto escrito como un trabajo más bien que como un placer y quienbusca apropiarse del máximo de ideas y de información en el mínimotiempo. Pero tuve un período de mi vida, entre julio de 1974 (los resul-tados de la agregación) y septiembre de 1976 (el comienzo de mis prác-ticas en el liceo como profesor concursado ) en que he leído libros teó-

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presuntuosa de mi parte que lo que yo tenía para decir era demasiadoimportante para que lo conservara sólo para mi mismo.

Es a posteriori que he debido producir —que nosotros debimos, yaque esta aventura era en ese momento casi exclusivamente colectiva—delante de nosotros mismos un discurso capaz de justificar actos ya rea-lizados. Había que hacerlo. Un oscuro boletín (el número 1 de Espaces -Temps ) reseñado constantemente desde su aparición en el diario LeMonde por un geógrafo conocido; la presencia a partir del año siguien-te en Ginebra, en el primer coloquio Géopoint, donde se nos pedía dedecir quiénes éramos y de posicionarnos en relación a los miles de pen-samientos desconocidos que nos rodeaban; rumores de procesos, ame-nazas de censura por un artículo un poco ácido que yo habia escrito so-bre el Diccionario de Geografía dirigido por Pierre George, y la necesi-dad ineluctable de defenderse, de justificarse: asumir, era forzosamenteactuar, es decir hablar.

Incluso en el caso que yo no hubiera sabido el contenido de mi dis-curso, al menos conocía el método para pronunciarlo, oralmente o porescrito. En la confrontación algunas veces indiscreta, frecuentementeviolenta entre grupos políticos proximos al Mayo del 68, tuve la ocasiónde defender, aún bajo los chiflidos y los gritos reprobadores , los puntosde vista minoritarios. Aún delante de una asistencia indiferente e inclu-so hostil supe qué hacer para desarrollar propósitos nebulosos o decisi-vos. Pero aún mayor fue mi sorpresa cuando me di cuenta que tambiénsabía qué decir.

Recuerdo

Si buscamos comprender de dónde venimos, cómo han nacido lasideas, las actitudes, las maneras de pensar y de trabajar que hacen a ungeógrafo (o cualquier otro “especialista”) una primera investigación pue-de consistir en prospectar las influencias tratando de detectar los en-cuentros. Intentando hacerlo sobre mi mismo5, he descubierto que los

94 / ¿Por qué la geografía?

5. Ver Egogéographies, op.cit.,pp. 79-93

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escolar, repleta de ideología nacional y de nomenclatura. Eran ellosquienes habían comprometido a la geografía al impasse del cual noso-tros descubrimos el fondo amurallado. Con Paul Vidal de la Blanche,Emmanuel de Martonne, Jules Sion y sus continuadores más fieles, yome sentía a menudo un extranjero, a veces adversario, pocas veces cóm-plice. Más allá de las críticas teóricas y epistemológicas, había en mi ac-titud de rechazo, una dimensión estética: encontraba en sus obras un es-tilo “certificado de estudios” casi insostenible, ni verdaderamente litera-rio —al menos no el género de literatura que me interesaba—, ni verda-deramente riguroso. Se podía sentir una actitud de espíritu aplicado,mezquino y cerrado: provinciano. Con numerosos geógrafos contempo-ráneos, yo tenía el sentimiento de una continuidad con esos “maestros”,en la escritura y, más globalmente, en una suficiencia que ocultaba maluna mala inserción en las redes activas del conocimiento. Inversamen-te, cuando yo leía los textos fundadores de las otras ciencias sociales eneconomía, sociología, ciencias políticas o los trabajos de no-geógrafossobre el espacio tales como aquellos de Henri Lefebvre, de FernandBraudel u otros menos conocidos, me daba cuenta, sea lo que sea quese haya pensado de sus ideas, que ellos concebían su inserción en algomás amplio que sus campos disciplinarios. La realidad de las cienciassociales, como corpus abierto e imbricado, se la sentía en cada uno delos artículos de esos autores. Allí se fabricaban las ideas, allí pasaba elsoplo inspirador de los grandes debates.

La otra especificidad trata sobre los viajes. La costumbre de viajar alextranjero durante las vacaciones se remonta en mi caso al año 1960.Desde los ocho años he recorrido Europa en automóvil con mis padreshasta el momento, en 1969, en que comencé a partir sin ellos. Esta ex-periencia es, para las personas de mi generación, relativamente rara tan-to por los países visitados (no sólo Italia y España, sino también Yugos-lavia, Suecia y Noruega), como sobre todo por el estilo de esos viajes.No era cuestión de frecuentar lugares donde encontraríamos franceses.Con medios financieros modestos, lo que implicaba el camping u hos-pedajes familiares, mis padres, convencidos, practicaban una cierta “ob-servación participante” que resumíamos a través de la fórmula “vivir co-mo la gente del lugar”: comer como ellos, tener los mismos horarios queellos, pasearse con ellos e incluso, si fuera posible, hablar como ellospara hablar con ellos. En España, ésto era obvio ya que mi madre, pro-

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ricos, esencialmente de filosofía, sin otro objetivo que el de cultivarme.Presentía, con otros, que el mal estado de la geografía, que era en esemomento mi preocupación intelectual dominante, provenía en buenaparte de su incapacidad a pensarse ella misma con la ayuda de mode-los, de criterios y de instrumentos de cálculo forzosamente venidos delexterior. Y estaba sorprendido, yo que había seguido cursos de filosofíasolo durante tres años (Terminal, Hypokhâgne et Khâgne6) y sin que es-tuviera particularmente apasionado por esta materia, de la grave igno-rancia, sumada a un extraño complejo de superioridad, del medio geo-gráfico frente a los textos y a los debates filosóficos. La costumbre queyo había adquirido en tanto que militante comunista de leer los “clási-cos del marxismo”, que eran libros escritos en una lengua de otro sigloy de una gran abstracción, me ayudó no sólo a explorar la epistemolo-gía de cultura marxista (Althusser, Sève, Raymond, Politzer, Fichant/Pê-cheux), sino también a abordar autores que utilizaban otros paradigmasque yo descubría o redescubría (Descartes, Bachelard, Canguilhem,Koyré, Granger, Freund, más tarde Prigogine/Stengers, Thom, Morin, Le-vinas, más tarde aún —lectura y relectura—Kant, Hegel, Rousseau). Pu-de así, durante dos años completos, efectuar una primera acumulaciónde capital, no tanto de conocimientos como de familiaridad con un tipode discurso, con una forma de rigor.

Posteriormente fue mucho más fácil acceder a los autores de cienciassociales, economistas, sociólogos, historiadores, politicólogos, antropó-logos, linguistas. Entre ellos, los trabajos que se interesaban en el espa-cio encontraron en mi alguien particularmente atento y benévolo. Con-fieso que a menudo los he juzgado más innovadores que muchos librosde geografía y es lo que ha siempre suscitado mis reticencias cuando seme ordenaba afirmar mi pertenencia a la comunidad transhistórica delos geógrafos. Dejando de lado los cronistas griegos o árabes a quienesse le renovaba sus credenciales profesionales con entusiasmo aunquesin consecuencia, estaban los fundadores efectivos de la disciplina uni-versitaria, cuyos espíritus frecuentaban todavía las salas de clase y eranbien ellos, a la inversa y enfrentados con sus contemporáneos sociólo-gos, quienes se habían propuesto de hacer de la geografía una materia

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6. Hypokhâgne et Khâgne: términos populares para referirse a las clases preparatorias«literarias» para los concursos de ingreso a las Escuelas normales superiores.

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mis propias ideas, fue más difícil. Es frecuente no ver en un lugar másque lo que uno ha decidido encontrar. En un primer momento no pudeescapar a esta regla y volví entusiasmado de mi primer estadía en URSS.Sin embargo lo que ayuda a la apertura de espíritu es la confrontaciónentre estereotipos contradictorios. No se puede ser portador de todas lasideas falsas a la vez. En Brasil, no hay situación más pedagógica que elcontacto simultáneo con otro viajero, el cual desarrolla su discurso deagencia de viajes y la realidad, a menudo sórdida, de un país, tropical,sin duda caluroso , pero también frágil, violento, dislocado por las desi-gualdades. Eso lo vuelve a uno más modesto, más vigilante frente a lastrampas de la visión. El empirismo típico de la geografía tradicional con-sistía en creer que por el sólo poder de la mirada, uno era capaz de pe-netrar los rasgos esenciales de una sociedad. Es en los viajes que la crí-tica de ese mito, al principio libresca, se fue validando y reconfortando.

El otro efecto está relacionado con la idea de una solidaridad obliga -toria con el resto del mundo. El mundo existe, es diverso, somos colec-tivamente responsables de ello, debemos por lo tanto conocerlo. Siem-pre me sorprendió constatar que investigadores que producían de unmodo u otro generalidades sobre el mundo alimentaban el sueño de re-tirarse a su parcela de viña o a su cabaña. Esto era bastante nítido entrelos geógrafos, teniendo en cuenta su origen frecuentemente rural. Entreellos, por supuesto, algunos tenían la oportunidad de viajar en el marcode sus trabajos, para participar en coloquios o ir de trabajo de campo.Pero frente a los primeros siempre me sorprendí que no sintieran esa cla-se de obligación ética, por otro lado sumamente honrosa, consistente enapropiarse a través del conocimiento, de un mundo del cual eramos to-dos ciudadanos.

Cosmópolis

Más allá de los viajes y de las lecturas, el mundo —es decir el mun-do exterior, pero considerado en su totalidad— ha estado presente en mivida desde el comienzo y de diversas maneras. Primero está el cosmo-politismo de mis orígenes, confirmados (Estambul, Plovdiv y más exoti-co aún, Clermont-Ferrand) o reconstruídos (la España de antes de 1492).Nieto de inmigrantes, sin embargo me parece que no tuve problemas de

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fesora de español, se consideraba allí como en un curso de formacióncontínua. En los otros países, el esfuerzo linguístico mínimo (que permi-tia al menos hacer las compras en la lengua local) estaba presentado pormis padres como una suerte de contrapartida lógica por la hospitalidadque los habitantes del país nos manifestaban al recibirnos. Esta costum-bre afortunadamente está un poco más extendida hoy en Francia que enaquella época, cuando se consideraba frecuentemente (pero es que hadesaparecido verdaderamente?) ridículo hablar una lengua extranjera. Sihoy logro balbucear, incluso algunas veces expresar, frases en varias len-guas, es gracias a esas primeras experiencias de vacaciones.

Pero yo estaba ante todo fascinado por el descubrimiento de nuevoslugares. El tren expresaba —y sigue expresando— para mi el medio detransporte “espacial” por excelencia, ya que más rapido que en automó-vil y con más continuidad que en avión, podía seguir la progresión delrecorrido y realizar una apropiación visual del territorio lineal del inti-nerario. Lo que superaba todo —y alli el pasaje por la ruta cobraba to-do su interés—, era el cruce de una frontera: esta ruptura topológica ca-si siempre brutalmente visible en los carteles de circulación, el aspectode las rutas, el estilo de los campos y el ambiente urbano, constituyen-do un concentrado extraordinario ejercía sobre mi una magia sin com-paración. Recuerdo muy bien mi llegada a Eslovenia, viniendo de Aus-tria en 1964. Dejando los campos cuidados y prolijos, me encontré derepente proyectado en un paisaje recientemente descubierto en Objeti -vo Luna o en el Asunto Girasol : la Sildavia, La Borduria*.

En un principio continué viajando en Europa y en la URSS, a partirde 1971 en América Latina, en 1978 en Asia y en 1980 en América delNorte. De esta serie, guardo dos fuertes impresiones.

Como los libros de 1974-1976, los viajes me han ayudado a desen -clavarme. El provincialismo francés que intentaba siempre ubicar aFrancia en el centro, me permitió rapidamente comprender el compor-tamiento de mis compatriotas en el extranjero, constatando (continuan-do en ese sentido una comprobación fundamental), que esa condescen-dencia provenía de una ignorancia del mundo exterior. Con respecto a

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* El autor hace referencia a dos comics o historietas cuyo personaje principal es Tin-tin del autor Hergé, quien hace referencia a la época de la guerra fría y el clima reinanteen los Balcanes. [N.T.]

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narios. Los antecedentes eran entonces favorables, pero la ruptura rea-lizada por mis padres siendo más marcada que para muchas otras per-sonas de su generación me agregó algo esencial. Desde ese punto devista no he hecho más que prolongar el camino trazado por mis padresrechazando todo tipo de enrolamiento en alguna “judaidad” [“judéi-té”], que ciertos elementos de mi entorno intentaban imponerme a laf u e rza, encubriéndose bajo definiciones contradictorias. He respondidonegativamente y sin vacilar, ya que esa era mi elección de ateo, de fran-cés y de ciudadano del mundo, mucho más atraído, si tenía que elegir,por el mito de Pentecostes que por el del “pueblo elegido”. Pude asíaplicar luego el método a otras comunidades, afirmando, algunas vecescon rudeza, la superioridad del grupo elegido sobre el grupo impuesto,en la familia, las colonias de vacaciones, los “colectivos de trabajo” olos partidos políticos.

Tuve así la suerte de estar preparado a un cosmopolitismo que unopodría calificar de tercer tipo: ni aquel de los colonizados o de los des-terrados, que sufren por un país perdido, ni aquel de los apátridas quesufren por un país deseado. Un cosmopolitismo post-nacionalista, queve la nación como una referencia relativa.

Ese mundo no era amenazador, sino lleno de conocimientos y de be-llezas, de humanidad. Podía tener acceso al hogar, a través de sus habi-tantes que uno recibía o encontraba, pero también a través de sus pro-blemas. Ese cosmos era una ciudad : se hacía política o, si no se hacía,hubiéramos debido hacerla. La radio o los diarios vertían su flujo coti-diano de sorpresas, inmediatamente reinterpretadas según un marco deanálisis consistente: el mundo no giraba siempre en el sentido deseado,pero hubiéramos tenido que decir en cada situación lo que ella hubierapodido ser. Ciertas noticias eran buenas y gratificaban el día con una pe-queña dosis de euforia, otras era malas y suscitaban indignación. Todoera interesante, todo apelaba a la acción, y tomar conciencia era de al-guna manera actuar. De niño a la mañana todavía en pijamas, tomandomi chocolate antes de partir a la escuela, me he sentido completamenteun ciudadano de un mundo inteligible. Me acuerdo bastante bien de losacontecimientos de Suez en 1956 (tenía sólo cuatro años): era inquie-tante (el petróleo escaseaba), era angustiante (se respiraba la guerra) pe-ro era también y en principio un acontecimiento, una novedad formida-ble de la cual yo era partidario como muchos otros.

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identidad como suele suceder en casos semejantes. Es que ya prepara-dos por la inserción económica y linguística de sus propios padres, mimadre y mi padre habían realizado antes de mi nacimiento, un intensotrabajo de producción identitaria consistente en desplazar la pertenen-cia comunitaria hacia entidades de vocación universalista: la naciónfrancesa como proceso inacabado de cumplimiento del ideal de 1789-1793 y el Partido Comunista como instrumento de una liberación gene-ral del hombre.

Las comunidades heredadas, de cierta manera impuestas, especial-mente aquella étnico-religiosa que mis abuelos proponían a mis padrescomo referente fundador, o también el ideal patrimonial que podía de-sembocar sobre una hipóstasis metafísica de la familia o de la posicióneconómica, estos últimos la habían firmemente rechazado desde su ado-lescencia. Por otro lado, la guerra había legitimado en caliente estaselecciones: mi padre ha sido verdaderamente resistente. Al principio yono había percibido que este compromiso no era algo habitual, ya que élmismo, por modestia pero también siguiendo el espíritu de la época,proponía una imagen que hoy sabemos un tanto enriquecida con actitu-des de la sociedad francesa de la época. No quita que eso haya dado ami educación una gran serenidad humanista en relación con los otros“pueblos”: no al nacionalismo, no a dejarse llevar por una xenofobia an-tialemana. Sin duda esta seguridad también tenía sus defectos: generabauna tranquilidad moral y una seguridad intelectual que nos ha conduci-do, a ellos y a mi, hacia una grave complacencia frente a ciertas causaspeligrosas.

Pero esa seguridad al menos me ha ofrecido la ventaja, incluso po-dría decir el privilegio, de alejarme de toda lógica comunitaria. Es ver-dad que los judíos sefaradies (originarios de la península Ibérica), a pe-sar de haber permanecido hispanófonos, han desarrollado un hábituscomunitario débil, que se ha atenuado o borrado con el contacto de so-ciedades que valorizaban la integración. Es el caso de Francia, dondese ve de una manera bastante nítida la diferencia con los a s h k e n a s e s(originarios de la Europa central y oriental) que disponían de un apara-to comunitario más estructurado, y sobre todo con los judios “orienta-les” (originarios del mundo arabe-musulman) algunas veces llamadoserróneamente “sefaradies”, y que son todavía hoy portadores de actitu-des comunitarias características de las sociedades de donde son origi-

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Xenakis o Krzysztof Penderecki a quien yo descubría un poco por casua-lidad; Natalia Sarraute o Alain Robbe-Grillet cuyo Les gommes eran unclásico familiar, relevaban a Jean-Paul Sartre, Albert Camus y Roger Vai-lland, considerados clásicos, aunque todavía en ese momento eran con-temporáneos. Comencé a ir al teatro tempranamente y pude ver a JeanVilar actuar Brecht en el TNP7; es allí quizás, en el Teatro Chaillot o ensalas del suburbio, donde sentí especialmente la innovación en acción.Esa sensación se reforzó con la frecuentación al IRCAM8, a espectácu-los de danza contemporánea, a puestas en escena iconoclastas de ópe-ra y a museos de arte moderno.

¿Todo eso no podría ser más común, más trivial? Muchos de nuestroscontemporáneos adoptan una práctica patrimonial del consumo estéti-co: sólo es legítimo lo que es “clásico”, a excepción de variedades detoda clase. Yo tenía la suerte, gracias a la elección de mis padres, deabordar el consumo cultural sin esa desventaja —¡afortunadamente nosoy el único!. Se sumaba a ello, viniendo de lo político, la generaliza-ción de la idea de “vanguardia”, primero en el dominio de lo estéticoluego en toda creación. He vivido, vivo en un universo mental donde elgrado de innovación constituye un principio fundamental de separacióny, digámoslo, de distinción de las prácticas sociales. Considero que si larepetición se impone sobre la invención, es una catástrofe artística, pe-ro también científica y quizás incluso estética. Crear, constituye un go-zo personal y una suerte sociológica; es también una clase de obliga-ción, de contrato implícito firmado con los otros miembros de la socie-dad. Esta última sufre de quedar atascada en sus imágenes antiguas quela retienen y de esa manera su movimiento es frenado. Aquel que pue-de debe proponer nuevas imágenes. Por supuesto no se trata de exaltarlo “nuevo a todo precio”, es decir las falsas novedades como un efectode barniz sobre lo antiguo, modas cíclicas, homenaje del vicio de la fan-tasía a la virtud de lo clásico. Pero están las verdaderas innovaciones,aquellas que no nos halagan sino que nos molestan y cambian nuestramirada, nos obligan a ver realidades inéditas e inauditas de nosotros

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El mundo como morada, la política como género de vida... Más tar-de, me he asombrado de ver a mis colegas geógrafos con un cierto ma-lestar frente a la política. Miembro o no de un partido, agitado o con-templativo, algunas veces satisfecho y otras descontento de la evolucióndel mundo, me sentí siempre cómodo con la idea, que sin embargo estambién un mito, que yo era activo, que yo era, de una manera u otra,un ciudadano. Concretamente, además del placer constantemente reno-vado de leer los diarios, eso se tradujo en un escepticismo por las con-cepciones conspiratorias o paranoicas de la marcha del mundo, poraquellas que reducían la política a instituciones omnipotentes, a perso-najes manipuladores , a una puesta en escena ya escrita. Eso ha signifi-cado también para mi y de una manera profunda que no había que mez-clar los géneros aunque en un primer tiempo no he sabido resistir al con-tagio del estilo militante. Cuando polemizaba con otros geógrafos ennombre del marxismo, me ocupaba al menos de distinguir las posicio-nes políticas de los investigadores y de las investigaciones, y me sor-prendí al comprobar que cuando el problema sobrepasaba los límitesnacionales, se recurriera a la geografía, como recurriendo a una medici -na social: yo sabía que el campo de la política, era por definición, la Tie-rra entera. Estaba irritado por el hecho de que se haya podido atribuir ala geografía una misión política directa: pensaba que la política y la geo-grafia eran dos astros, que brillaban, pero cada uno en su propia órbita,cada uno ocupado en sus propias revoluciones.

... y el bello presente

Desde mis primeros años, el presente era, ya lo he dicho, una estéti-ca, del cual cada nueva pincelada contenía la idea de un “arte cinético”improvisado. Pero hubo también la estética como presente. Eso comen-zó a partir de los años 1960 con las películas de Jean-Luc Godard vistasen familia y a continuación ásperamente discutidas. Luego, la paulatinaapropiación, seguida del laborioso recorrido de los programas de liceo,de la historia de la música y de la literatura y continuando con el impul-so ya adquirido tanto hacia aquellos de los cuales la escuela nos habla-ba poco o casi nada, como hasta aquellos que inventaban, ahora: Iannis

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7. El Teatro nacional popular fue creado por Jean Vilar, estaba en ese entonces insta-lado en París, en el Palacio de Chaillot.

8. El Instituto de Investigación y de creación acústica y musical está dirigido desde sucreación por Pierre Boulez.

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Introducción

Luchando contra el humor de este ensayo me fui al cine. Mucho delo que es la geografía se encuentra en las películas. Paisajes creados,manipulados y reales están inmersos en las imágenes. La película “ElCartero” está escenificada en una isla aislada de la costa de Italia Meri-dional al principio de los años 50. Una comunidad pesquera junto a laorilla de la isla dominada por acantilados lucientes, el mar y la monta-ña. Parece una fotografía clásica del subdesarrollo, como retratada en elclásico de Carlo Levi “Cristo se detuvo en Eboli”. Pero este mundo esta-ba comenzando a cambiar. La electricidad ha llegado al pueblo. Hay yaperiódicos y espectáculos cinematográficos. Los políticos y sus manerascorruptas están ofreciendo progresos dudosos en obras públicas en agra-decimiento a sus votos. El lugar se conmueve con la llegada de PabloNeruda, el poeta chileno ganador del Premio Nóbel, después de ser des-terrado de Chile por sus actividades comunistas y el reticente ofreci-miento de exilio del gobierno italiano. El más bien inexpresivo hijo deun pescador es el cartero que le lleva la correspondencia a Neruda, de-sarrollándose una relación amistosa, en la cual las palabras especial-mente la poesía de Neruda es utilizada exitosamente por el cartero pa-ra ganar el corazón de su cortejada del pueblo. En la boda Neruda leesus poemas y recibe la noticia que puede regresar a Chile. Pero dejaatrás una imagen de descontento en el pueblo; una realidad que la con-dición de subdesarrollo no tiene que perdurar. El cartero se vuelve co-munista activo y es muerto por la policía en un acto político poco des-

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mismos y del mundo. ¿Cómo aceptar en esas condiciones que algunosse crean autorizados por su edad, su función y otros intereses, a desli-garse de la obligación de inventar?

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* Cahiers de Geographie du Quebec, Vol. 30 No. 108, Diciembre 1995, pp. 527-536.

GEOGRAFIA Y DESARROLLO. CRISIS DELCOMETIDO Y RENOVACIÓN *

McGee, Terence G.Departamento de GeografíaUniversidad de Columbia Británica (Canadá)

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des de datos fuesen trasladados largas distancias a bajo precio”, cam-biando en consecuencia en forma radical la organización mundial de lasfinanzas, la competencia, el abastecimiento y la demanda. Otros desa-rrollos tecnológicos, como aviones y barcos de carga de amplia capaci-dad de tonelaje, son también importantes porque han facilitado la rápi-da circulación de grandes cantidades de personas y de cargas (Linge andWalmsley, 1995).

Estos desarrollos crearon conceptos tales como ciudades globales,consumo global y la aldea global, los cuales sugieren que la transforma-ción global no es más que un proceso en una sola dirección. De estemodo se vuelven menos importantes las principales fuerzas formadorasdel desarrollo a nivel estatal o local. Esta idea está muy bien resumidaen la obra de Castells (The Informational City, 1989):

La nueva economía internacional crea una variable geométri-ca de la producción y del consumo, la administración del traba-jo y del capital –una geometría que niega el significado específi-co del lugar fuera de su posición en una red cuya forma cambiainexorablemente en respuesta a los mensajes de señales invisiblesy códigos desconocidos (Castells, 1989, p. 348).

El producto final de esta línea de pensamiento es la clase de artículoque de alguna manera tiene como título el “fin de la geografía”. De estaforma si, ante la “geografía de las redes”, el lugar no tiene más importan-cia, puede cuestionarse por lo menos en parte el rol tradicional de la geo-grafía del desarrollo. Por otro lado puede argumentarse que los geógrafostienen una tradición bien definida para estudiar las redes y flujos a travésdel espacio, pudiendo contribuir ciertamente a la geografía del desarrollo.

Esta perspectiva del globalismo que ve a esto como una “aplanado-ra internacional” (Linge and Walmsley, 1995 p. 3) está aún más reforza-da por las expresiones de convergencia política ideológica de Fukuya-ma en El fin de la historia, la globalización de las prácticas de consumo(Armstrong and McGee, 1985) y las ideas de compresión del tiempo-es-pacio (Harvey, 1989). Algunos autores ven estos procesos globales co-mo destructores de las culturas locales y, a la vez, como recontructores,entendidos en términos globales. El flujo permisivo de imágenes mediá-ticas internacionales refuerza la perspectiva de la “masificación” (“ma-cization”) del mundo. En muchas formas ésta parece ser la continuación

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pués de su casamiento. Incluso el foráneo “bueno” puede destruir el “in-terior” de la localidad.

La película toma el motivo central de mi ensayo, esta es la relaciónefímera entre “exterior”(outside) e “interior”(inside), lo cual en sentidoespacial se ha vuelto un modo de explicar la dialéctica local-global. Elhecho que nuestra disciplina (al menos la parte humana de ella) pareceestar en un considerable estado de confusión me preocupa profunda-mente en un mundo en el que lo global parece ser mucho más impor-tante que lo local. Las ideas, el trabajo de campo, las metodologías queantes parecían una parte confortable de nuestra disciplina se han vueltoescurridizas y etéreas. Existen ahora múltiples visiones de nuestra disci-plina. Hay una sensación de crisis.

Si esta situación caracteriza generalmente a la geografía humana, loes doblemente en la geografía del desarrollo. Quizás esto no sorprendepuesto que la disciplina arrastra una cantidad inusual de bagaje ideoló-gico y teórico. Cuatro elementos contribuyen a esta intranquilidad. Pri-mero, la erosión del poder socialista, a pesar que esto no implica auto-máticamente el reemplazo por el capitalismo. Segundo, hay una consi-derable desilusión con el proyecto moderno sobre la condición de “de-sarrollo” asumido por las teorías del desarrollo económico clásicas ymarxistas. Tercero, el escepticismo creciente de que el mundo pueda sereconómicamente sustentable si la condición de desarrollo global fueramantener los actuales niveles de consumo de los combustibles fósiles enel Grupo de los 7 países. Finalmente, la importancia creciente de losprocesos globales, como el flujo de información y la transferencia detecnología, que parece estar haciendo a lo local menos importante.

Por supuesto, se entiende bien que la “globalización”, como una in-tegración de las economías nacionales al sistema global de producción,consumo y comercio no es un fenómeno reciente como los teóricos delsistema mundial han argumentado convincentemente (véase Wallers-tein, 1974). Pero muchos investigadores argumentan que la fase actualde la globalización (después de 1945) es cualitativamente diferente pordos razones. Primero, la actividad económica esta siendo integrada fun-cionalmente a nivel global (Dicken, 1992). He escrito acerca de esteproceso con respecto a la industria de semiconductores en Malasia (Mc-Gee, 1987). Segundo porque los desarrollos de las nuevas computado-ras, basadas en la micro-electrónica, posibilitaron que grandes cantida-

106 / Geografía y desarrollo. Crisis...

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estado de flujo constante. Tenemos que reafirmar lo local colocándoloen el “lugar”, como la realidad de agrupamientos locales negociando elcontrol de lo local con lo global con distinto grado de éxito. La idea dela negociación permite dar un mayor enfoque sobre el rol de los movi-mientos locales comprometidos en la resistencia contra elementos de loglobal. Escobar (1992a y b), Slater (1992a y b), Pred y Watts (1992),Sacks (1992), y Schuman (1993) han realizado contribuciones importan-tes para la comprensión de esta interacción. En este concepto, los ele-mentos del núcleo que constituyen las raíces del lugar —medio ambien-te, cultura local, economías locales, fases históricas de la experienciacompartida—, las experiencias vividas del lugar son cruciales para ex-plicar las relaciones global-local.

Este enfoque evita los peligros de retratar lo local y global como en-tidades separadas y limitadas y también permite flexibilidad en la esca-la de lo local, ya sea de una aldea, nación o región, o en algunos casosde un grupo étnico disperso geográficamente dentro de una unidad na-cional. Permite también la investigación del rol de las unidades colabo-radoras locales (por ejemplo la adopción del estado mejicano de las po-líticas de ajuste estructural y su efecto en las regiones locales tales comoChiapas), las que Corbridge (1989) y Peet (1993) nos han urgido de noignorar, especialmente cuando reflejan ligazones de clase entre los dife-rentes niveles del capitalismo local e internacional.

Las contorsiones del párrafo precedente muestran las dificultades enla aplicaciòn de este concepto en la dialéctica local-global. Es particu-larmente difícil analizar las relaciones entre los diferentes niveles de lolocal sobre los “dominios” (domains), como yo los he llamado (McGee,1986-1987; Brown, 1988). Al final, el enfoque más fructífero es definirun “sitio geográfico”, en el cual la dialéctica local-global esté siendoelaborada. Se piensa a menudo que tales sitios son terrenos en disputaen los que lo global y local se disputan el control, pero en verdad, co-mo Lefebvre (1991) ha marcado, lo local y lo global están constante-mente interactuando en la formación y producción de los espacios.

El segundo camino para escapar de esta perspectiva de la “aplanado-ra global” es atacarla sobre bases empíricas. No hay duda, los países delglobo están impactados desigualmente por estos procesos globales. Qui-zás el 80% de los habitantes del mundo, especialmente muchos de lospobres en Asia, África y América Latina, viven todavía en localidades

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del proyecto de modernización, en el cual el globo emergería como unaversión desarrollada de los Estados Unidos. Algunos escritores han idotan lejos que ven “paisajes-red” [“network landscapes”] en esta forma-ción cultural. Así Appadurai escribe de etnopaisajes [ethnoscapes] (flu-jo de personas, inmigrantes, refugiados, turistas, etc.); tecnopaisajes[technoscapes] (maquinarias, tecnología e información); paisajes finan-cieros [finanscapes] (capital); paisajes mediáticos [mediascapes] (flujode imágenes en la televisión, películas, revistas, etc.); e ideopaisajes[ideoscapes] (ideologías y perspectivas del mundo) (Appadurai, 1990).

Otros han visto la emergencia de “culturas ciberg” [cyborg cultures],en las cuales se quiebran los límites entre las personas y las máquinas(Haraway, 1992). Otros, especialmente Thrift (1994) han tratado de verla emergencia de la cultura global en términos de una sensación cons-tante de movilidad a través de redes que retratan a los individuos pormedio de un mundo extendiéndose sin fronteras.

Así, en las esferas de la actividad económica, técnica y cultural, elefecto de la globalización disminuye la importancia del “lugar”. Cuan-do Thrift pregunta “¿Qué es el lugar en este nuevo mundo “in-bet-ween”? Un respuesta breve y de compromiso diría que el lugar es per-manentemente un estado de enunciación entre direcciones, siempre di-feridas. Los lugares son ‘etapas de intensidad’(‘stages of intensity’), ras-tros de movimientos, velocidad y circulación (Thrift, 1994, p.222). Mievaluación es que esta afirmación del globalismo está molestando pro-fundamente a los practicantes de la geografía convencional, la cual seapoya en la aplicación de nuestras habilidades geográficas para la com-prensión de la geografía de lugares (véase Brown, 1988). Con una per-cepción tardía, ahora más afligida, nos damos cuenta (al menos aque-llos que somos del corazón “Eurocéntrico” de la geografía) que noscreíamos con demasiada superioridad, conocimiento y poder cuandoestudiamos lugares de otros países y culturas (véase McGee, 1991).Prestamos poca atención a la gente que sí sabe: los habitantes localesy los postmodernistas, que no van a otros lugares, pero que si leen loque escribieron otros postmodernistas sobre ello y luego nos flagelancon nuestros errores.

¿Hay una salida de esta crisis de la geografía del desarrollo? Primero,tenemos que escapar de la idea de una aplanadora global y de ver la re-lación entre lo global y local como una dialéctica que se encuentra en

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dad veías ocasionalmente un panorama de mezquitas o un templo de unclan chino. Hoy es una ciudad con calles limpias y mercados regulados.Como una ciudad secundaria, su ambiente edificado no se lo ha puestoaparte y aún quedan sus estratos históricos de arquitectura colonial. 3)Kampong Baharu era un asentamiento malayo en el centro de Kuala Lam-pur rodeado de tiendas chinas. Fue justo allí en la transición entre estasdos comunidades étnicas donde sucedió la violencia más fuerte con lostumultos étnicos de 1969. Pero al principio de los 60 era un suburbio pa-cífico en el centro de una ciudad dominada por los llamados del almue-cin, del verdor de los bananos y la predominantemente pobre comunidadmalaya. Hoy tiene la clase media distinguida con grandes casas, autosnuevos en las calles y cercas elevadas. 4) En los años 60 la calle Bugis eraun vestigio colonial en el centro de Singapur. Un nightclub al aire libre,una calle llena de puestos de comida, trasvestis, prostitutas y rudos bebe-dores. La visita nocturna a la ciudad era una rutina, que tuvo que ser des-truída y reemplazada por una estación de subterráneo cuando se moder-nizó Singapur. En mi visita más reciente encontré para mi sorpresa unaversión reconstruída y saneada de sus descuidos anteriores, con cervece-rías en jardín y nightclubs, pero sin trasvestis.

Finalmente, 5) la isla paradisíaca de Bali. La primera vez que fui aMalasia en 1958 la visité en cada oportunidad que tuve. El turismo ape-nas había comenzado y la cultura y el aspecto rico del paisaje isleño conterrazas de campos de arroz, templos y casas encerradas te fascinabancompletamente. Bali, por supuesto estaba implantado en la concienciaglobal pero ya estaba casi por ser mercantilizado como lugar de “esca-pe tropical”. Desde los años 60 en adelante el gobierno de Indonesiapromovió el crecimiento del turismo, al comienzo de los 90 llegaban ca-da año más de un millón de turistas. Bali se transformo en la “Florida”de Australia y los bares de la playa de Kuta publicitan ahora la transmi-sión por TV del futbol australiano y por supuesto la cerveza australiana.Se han desarrollado también otras zonas de la isla. Ubud como centrocultural, Sanu y Nusa Duta como las nuevas playas de esparcimiento delmercado alto. Junto a servicios relacionados, el turismo genera ahora un60% del PBN de la isla. La agricultura está declinando. Denpasar, la ca-pital, reúne un 30% de la población de 2,7 millones. Su trama urbanaes frágil y la polución está aumentando. Sin embargo la distintiva Balicomo rico enclave cultural hindú permanece como el estado predomi-

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donde las redes todavía son interpersonales y locales; verdaderamentetales redes locales pueden ser un elemento crucial en su batalla para lasupervivencia. La persistencia del sector informal en África, Asia y Amé-rica Latina es una gran evidencia de esta afirmación (véase McGee,1976, 1978). Parte de este énfasis sobre la desigualdad del impacto glo-bal yace en el concepto eurocéntrico, que se permite la suposición deque estas fuerzas globales emergentes en los países más ricos son tan po-derosas que las locales tendrían un colapso. Estas fuerzas globales noimpactan siempre directamente; pero se filtran a veces en lo local pormedio de la colaboración del estado nacional. La estrategia de las alian-zas regionales para promover las áreas de libre comercio es un ejemplointeresante de las diversas formas de como las ideologías globales pue-den ser introducidas (véase McGee, 1991, y Dirlik, 1992).

De esta manera, al reafirmar la necesidad de estudiar el diálogo en-tre el localismo y el globalismo, es que estamos retornando al verdade-ro “corazón” de la geografía.

Misión en lo local [Commitment to the local]

Es mi firme creencia que el regreso al “corazón de la geografía” cons-tituye un compromiso hacia lo local. Cuando estudié el desarrollo en elSudeste Asiático, realicé un trabajo esclarecedor en cinco sitios localesdentro de la órbita espacial de los centros urbanos. Desde el fin de losaños 50 he vuelto a visitar estos sitios siempre que me fue posible. Hablan-do con la gente y llegué a saber sobre aquello que buscaba: los edificiosque se destacaban, los lugares para comer cuyos olores y comidas me ten-taban. De esta forma encontré cinco sitios en los cuales he tratado de me-dir lo local en su relación con el cambio global. 1) Ban Chan, unos 15 ki-lómetros en las afueras de Bangkok, a principios de los años 60 era unaaldea arrocera en crecimiento, flotando en un lago los arrozales se trans-formaron en áreas suburbanas, industriales, y campos de golf. Pero el w a t(templo) es aún importante y la forma de vida todavía concentrada en elk l o n g (canal) es aún vibrante. 2) Georgetown era en los años 60 una “chi-natown” densamente aglomerada. Las calles estaban con vendedores yalimentos ofrecidos por todos lados. Cuando caminabas a través de la ciu-

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se convirtió en un sitio de turismo global, lo que se alcanzó mediante lacolaboración entre las elites locales y nacionales, compañías internacio-nales de turismo y agencias de marketing; formando parte de la concien-cia global, que Appadurai rotularía como etnopaisaje y, quizás, ideopaisa-j e .

Al mismo tiempo los balineses han negociado alrededor de algunasfacetas de su cultura, especialmente las pertenecientes a la religión y alritual, que sometidas a considerable presión se mantienen persistentes yfuertes. A pesar del hecho que más de un millón de turistas visitan la is-la cada año, la invasión no ha destruido a la localidad. Precisamente la“especificidad local” es absolutamente crucial para el turismo. Si la mis-ma no existiese tendría que ser fabricada, como Singapur lo descubrióen el caso de la calle Bugis.

Segundo, puede argumentarse que las exploraciones de las raíceslongitudinales en la formación de la especificidad local en estas escenases crucial para la comprensión de la dialéctica local-global. Esto puedeser una anatema para muchos que apoyan la idea del postmodernismo.Como un autor lo ha comentado «La mayoría de los postmodernistasconsideran que nada existía hasta que fué descubierto el último Miérco-les». Me parece que este enfoque histórico muestra toda la sensibilidada múltiples interpretaciones, la deconstrucción e inquietantes relacionesde poder que los postmodernistas consideran como parte de sus obras.Afirmaría verdaderamente que la tradición regional de la geografía, re-presentada por trabajos tales como los de Vidal de la Blache, Bowen ymuchos otros, muestran todas estas características. De la misma forma,el trabajo de historiadores tales como Braudel sobre el Mediterráneo, yde Reid sobre el Sudeste Asiático son cruciales para la comprensión deldesarrollo contemporáneo de cada una de estas regiones.

Otra faceta de este enfoque de la dialéctica local-global para estudiarel desarrollo es aquello que comprende lo que yo llamo enfoque artesa-nal de la geografía. Algunos afirman que el geógrafo es un artista y la geo-grafía un arte. Para algunos geógrafos esto puede ser verdad; pero para lamayoría constituye la idea de un artista como alguien que modela objetosparticulares después de adquirir las habilidades respectivas y un conoci-miento profundo de las propiedades de los materiales que son aplicadoscomo los más apropiados. Esto es realmente verdad en los mejores estu-dios regionales de los geógrafos y de un fuerte componente de la geogra-

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nantemente musulmán de Indonesia y lo ritual y la religión aún predo-minan en lo local. Para captar esta aparente contradicción, dos imáge-nes me vienen a la mente. La primera es una foto de dos mujeres bali-nesas tomada en los años 30. Sus pechos están descubiertos como eratradicional. La foto fue hecha para captar la imagen global de aislamien-to hacia la naturaleza –un paraíso “rousseaniano”—. La segunda es unafoto tomada de un aviso en la edición 1993 de Vogue. Es de una mujerblanca vestida solo con un pareo. Se muestra con un fondo lujurioso depalmeras tropicales. Constituye una propaganda para un pareo de Bali.En alguna forma misteriosa lo local ha sido reconstruido en lo global.

Por supuesto alguno puede argumentar que he sido afortunado de te-ner la oportunidad de comprometerme en estos encuentros longitudina-les concurrentes con la dialéctica local-global. Una oportunidad que nose le presenta a todos los geógrafos. Pero eso no inhibe a los geógrafosde alcanzar sitios más accesibles de la interacción global-local y utili-zarlos para plantear cuestiones atinentes al proceso de desarrollo. En fin,mi nostalgia por estos lugares como los había visto antes, me entristececuando veo el impacto del desarrollo. Me condiciona y forma mi me-moria del subdesarrollo, pero pienso también que sensibiliza los proce-sos de desarrollo. Tengo que aceptar que las condiciones materiales dela gente en estos sitios son mejores. No aceptaría que la calidad de vidaes mejor aunque puede ser diferente. Sólo a través de un diálogo conti-nuo entre la experiencia de estos lugares y los macroprocesos de desa-rrollo puedo explorar la complejidad del desarrollo. De este modo la ac-tividad en lo local es una parte fundamental de la geografía.

Cerrando el círculo. La reubicación de la geografía en la geografía del desarrollo

Podría decir que las cortas y comprimidas descripciones de los sitiosen la interacción global-local nos da varias claves de cómo reinsertar lageografía en la geografía del desarrollo.

Primero, el caso de Bali apoya la perspectiva que el concepto de dia-léctica local-global es útil para tratar de comprender como Bali está inser-to en el sistema de relaciones globales. No hay duda por cierto que Bali

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fía del desarrollo colocada firmemente en el cometido del lugar local. NOTA

En el espíritu de este número de los Cahiers dedicado a “El Futuro de la Geogra-fía”, he tratado de escribirlo como un texto de opinión. Las ideas son en muchoel resultado de la interacción con un fuerte grupo de estudiantes y graduadosque empujaban a un profesor renuente a direcciones que no siempre le eranconfortables. Scott Macleod, George Lin, Mark Wang, Tamiko Kurihara, Rex Ca-sinader, Shahal Hasbullah, Rajesh Chandra, Andrew Marton, Gisèle Yasmeen,Nick Georgopoulos, Charles Greenberg, Philip Kelly, Deirdre Mckay, Lisa Drum-mond, Kerry de Musz, and Catherine Griffiths tienen mucho que decir al respec-to. Ellos estarían, por supuesto en principio opuestos a cualquiera de la ideas deeste ensayo. Un segundo aspecto acerca de esto, es que fue escrito ampliamen-te desde la perspectiva de un componente anglo-americano de la geografía glo-bal, la que creemos alguno de nosotros que constituye sólo una parte de la geo-grafía global. Por ejemplo, si se toma en cuenta las investigaciones publicadaspor los geógrafos de China e India, que se concentra en temas relativos a la geo-grafía del desarrollo, ello excedería en mucho el volumen de trabajo producidoen América del Norte en el campo de la geografía del desarrollo en los últimosdiez años. Muchos de estos trabajos son inaccesibles a los geógrafos occidenta-les debido al acceso y a las dificultades linguísticas. Puede argumentarse quecierto número de geógrafos del Tercer Mundo han hecho las contribucionesprincipales en esta área —el trabajo de Milton Santos (1979) sobre la urbaniza-ción del Tercer Mundo, los estudios de desarrollo urbano de Alun Mabogunje ylas discusiones de cerramiento regional (regional closure) de Kamal Salili (1988)son todas contribuciones importantes. Pero, esencialmente, el debate acerca dela teoría del desarrollo en geografía ha sido un diálogo conducido dentro de lospaíses desarrollados. Finalmente, como este ensayo está apareciendo en una pu-blicación de lengua francesa, se puede cuestionar la exclusión de un considera-ble número de contribuciones de geógrafos de lengua francesa. Este es un asun-to que espero sea retomado en otra parte.

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fía regional. La mayoría de la críticas de los postmodernistas de este traba-jo: Eurocentrismo; megateoría, y falta de interés por la “agenda oculta” hasido una gran parte de la buena investigación geográfica sobre lo local.

La mayoría de los geógrafos interesados por el desarrollo quierenplantearlo desde adentro del proyecto modernista, el cual pone gran ém-fasis sobre la tradición positivista y la creencia liberal de que la buenainvestigación puede proporcionar soluciones practicables. No encuen-tro evidencias que esta tradición esté mostrando signos de erosión. Enespecial en tres áreas están los geógrafos haciendo las mayores contri-buciones. Primero, el enfoque ya establecido hace mucho tiempo sobrela interacción de la sociedad y el medio ambiente, es central para el in-terés actual de “sustentabilidad”, “deterioro ambiental”, “agotamientode recursos” y también los argumentos sobre administración y conserva-ción. Segundo, el énfasis del interés de los geógrafos por las “raíces dellugar” es crucial para la supervivencia de las regiones locales y la resis-tencia de la gente local contra las fuerzas del globalismo. Tercero, losgeógrafos pueden hacer una contribución considerable al estudio de re-des y flujos, que son parte del globalismo. Finalmente, muchos geógra-fos del desarrollo aún se interesarán por sí mismos por los temas “cen-trales” del desarrollo: desigualdad de los sexos, distribución desigual delingreso, hambre del bienestar y enfermedades.

Esta visión de la geografía del desarrollo regresa a las raíces de lageografía como disciplina humanista, en la cual el geógrafo se transfor-ma en el artesano de la interacción local-global. Yo comencé con la vi-sión del Mediterráneo de un cineasta. Permítanme concluir con otroejemplo de la misma región.

En su retrato de Córcega, Isla de Granito, Dorothy Carringtonrecorre la isla buscando las raíces de su carácter. Son exploradostodos los diferentes estratos de la gente y la cultura... Es este elsentido del lugar: una comprensión del carácter que puede ser só-lo construída uniendo lugares entre sí. Un sentido progresivo dellugar reconocería que, sin ser amenazado por el mismo. Lo quenecesitamos —me parece a mí— es un sentido global de lo local,un sentido global de lugar. (Doreen Massey, 2993, p. 156).

El futuro de la geografía estará más seguro si enfatizamos nuestro rolde explorar el carácter de lugares, más que introducirnos en debates teó-ricos acerca del “mundo in-between”. La única respuesta es una geogra-

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¿La esencia del hombre no sería la de ser unser que puede testimoniar?

Ser y Tener, Gabriel Marcel

Planteemos la pregunta en estos términos: ¿a qué, de qué, se ocupanlos geógrafos? ¿De qué se ocuparán en el futuro? Más de una vez se nosha hecho esa pregunta y por otra parte somos los primeros en plantear-nosla, en el transcurso de las crisis, de introspección o de legitimidad,que caracterizan de manera recurrente y espiralada la disciplina ances-tral. Sin duda no somos los únicos y quizás nosotros podamos volunta-riamente dar respuestas que podrían estar firmadas por otros especialis-tas de las ciencias humanas.

Eché un vistazo sobre las tres columnas consagradas por Le Grand Ro -bert * al verbo “testimoniar”: un concepto de una asombrosa riqueza se-mántica. Todo está allí: certificar, atestiguar, asegurar, demostrar, expresar,i n d i c a r, revelar, hacer conocer, dar testimonio, confirmar el valor de algu-na cosa, incluso, ausente del L i t t r é, la idea, más ambiciosa, de ser unomismo la marca, el índice, la prueba y el signo de aquello de lo cual setestimonia siendo al mismo tiempo eventualmente la persona que asiste aun acontecimiento, que está presente cuando se cumple un hecho, que lop e rcibe y puede conservarlo en la memoria. Hasta esos testigos que sirvende referencia, de punto de comparación, en una experiencia, un ensayo,como esos pilares de mi primera formación “aixoise”** , como esta Suiza,

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POR UNA GEOGRAFÍA TESTIMONIAL

Jean-Bernard RacineFacultad de LetrasUniversidad de Lausana

* [N.T. : Diccionario de la lengua francesa].** [N.T. : de la ciudad de Aix-en-Provence en el sur de Francia].

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grafizar cualquier problema, enunciado cuya banalidad puede parecerpavorosa, está bien “interiorizado”, bajo una forma u otra, por la granmayoría de los estudiantes y ello, a pesar de todos los oropeles con loscuales cada uno de nosotros busca adornar su definición de la discipli-na. En efecto, este tipo de cuestionamiento es fundamental. Hoy, sin em-bargo, se inscribe en representaciones mucho más ricas y más comple-jas de lo que es el espacio geográfico. La geografía ha evolucionado almismo tiempo que las representaciones que ella se ha dado de su obje-to central, representaciones que han fundado nuevos abordajes y nue-vas teorías, tanto como a través de la evolución de sus métodos, defi-niendo nuevos paradigmas, expresando de manera coherente las nuevasmaneras de concebir los problemas a plantear y la manera de tratarlos,propio a una generación particular de la historia y de una disciplina.

No solamente la generación de los años 60, la mía, vio reemplazarel término geografía por el de espacio y espacial por geográfico (Ph. etG. Pinchemel,1988) sino que las acepciones del término espacio se mul-tiplicaron: espacio dado, preexistente, extendido, soporte y teatro de laacción humana, espacio producido, social, creado por las sociedades yreflejando su organización social, generalmente considerado como ex-centrado y objetivo, pero al mismo tiempo, signo y firma de una socie-dad, vivido, percibido y por lo tanto egocentrado, parcial, relativo, ses-gado por la personalidad de cada ser, por percepciones que determinanprácticas, actitudes, comportamientos, valorizaciones, tantas manerasde ver dando lugar a focalizaciones, valorizaciones o claves de análisisdiferentes en la práctica de geografías parciales y en partes, no vacilan-do en bautizarse de pronto, y por un tiempo, geografía behaviorista, dela percepción, luego de las representaciones o de definirse explicita-mente como humanista o crítica. Lo esencial estaba preservado en lamedida en que las relaciones estudiadas permanecieran localizadas, esdecir, consideradas en su extensión y en sus lugares y el espacio, en sutotalidad, apropiado, explotado, recorrido, habitado, administrado, con-siderado a la vez como producto y dimensión de las sociedades huma-nas, cada uno de esos actos siendo, a su manera, productor de espacio,al imponer al espacio formas propias, sacando beneficio al mismo tiem-po que remodelandolo (Brunet, 1990).

Como obra humana, el espacio no está producido solamente a partirde realidades materiales, la base infraestructural de la sociedad, sino

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“democracia-testigo” donde aterricé después de mi experiencia en Cana-dá. Es curioso reencontrar estas connotaciones geográficas en otro Nizar-do lemánico* , Michel Butor (1985) quien, en Emploi du temps, recono-cía que “así, incluso en mi ... el aluvión de las horas ha reservado ciertose s p a c i o s - t e s t i g o s . . . ” .

En efecto, si ahora me interrogo sobre la esencia de lo que he hechode mi vida de geógrafo en 30 años de carrera, dentro y fuera de la Uni-versidad, dentro y fuera de la enseñanza, el t e s t i m o n i o parece dar cuen-ta de lo esencial, mismo cuando se trataba sencillamente de mostrar enfrancés, a partir de descubrimientos en Quebec y Canadá, y por lo tanto,norteamericanos, la posibilidad de pasar a otras prácticas disciplinarias.

Las preguntas de la geografía

Testimoniar respondiendo a preguntas concernientes al espacio y alas relaciones (materiales, pero también abstractas) que allí se inscriben,un espacio que esas relaciones diferencian, organizan y hacen evolucio-nar de manera más o menos satisfactoria para diferentes utilizadores. Es-pacio terrestre en tanto que lugar y medio de la acción humana, el lugary los medios donde las sociedades se encarnan, modificándolas y trans-formándolas, siendo al mismo tiempo eventualmente, transformadas porellos, a través de su diferenciación y su organización. Tal era el cuadroen el que aprendimos a trabajar. Admitámoslo sin fingir. Más allá de laspreguntas del qué, del dónde, del cómo, la ambición del cuestionamien-to geográfico queda modesto, incluso cuando el “porqué” es moviliza-do: “por qué esto (estos) está aquí más que allá, al lado de esto (estos)más que al lado de aquello (aquellos)”, la cuestión se desarrollará pro-gresivamente cuando se agregue “evolucionando como esto más quecomo aquello”, y, más recientemente, “con tal resultado más que talotro, para esto (estos) más que por aquello (aquellos)”.

He comprobado muchas veces que este tipo de enunciado, y lasprácticas analíticas que derivan de él en el ejercicio consistente en geo-

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* [N.T.: Nizardo: de la ciudad de Niza; lemánico: del lago Lemans en Ginebra,Suiza]

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Un testimonio mutidimensional

¿ Testimonio? El primero que me importó verdaderamente —yo estabatodavía preparando mi bachillerato— fue el de un agrónomo, René Du-mont, que publicó en ese momento Terres vivantes, en la edición Plon. Undescubrimiento, al azar en los buenos artículos de l ’ E x p r e s s, el comienzode una correspondencia y de un encuentro, que iba a renovarse, otro azar,a través de la Universidad de Sherbrooke y de Otawa, y que de maneramás inesperada todavía reencontré el 12 de septiembre último (1995). Es-te autor testimoniaba en aquel entonces, con el Grupo de InvestigaciónAplicada en Macro-ecología (GRAME), delante de la Comisión encarg a d ade escuchar las diversas opiniones en el marco del debate público sobrela energía y recomendaba categóricamente la continuación del desarrollohidroeléctrico (especialmente el proyecto Gran Ballena) como elementoesencial de una estrategia dirigida a eliminar en Quebec los combustiblesfósiles que causan el efecto de invernadero y las lluvias ácidas. Te s t i m o-nio de agrónomo, por qué no de geógrafo y de una geografía teniendo qui-zás la ventaja de ofrecer —“refracción de un universo a través de una in-teligencia” escribía Max Sorre— una imagen dinámica, crítica y reflexio-nada del mundo estructurado por un método bastante calibrado, al menosrelativamente, para autorizar una indispensable reflexión comparativa so-bre la cual, se funda siempre la elaboración teórica.

El mundo tiene todavía necesidad y cada vez más, a la hora de la glo-balización, de estos “ensamblajes” como decía Jean Labasse, cuya cul-tura está por encima de los otros, y los cuales son capaces de poner enperspectiva recíproca los diferentes niveles de realidad vivida, identifi-cando las principales articulaciones, las mediaciones y, eventualmente,los mediadores. A mi entender, la Ciudad tiene siempre necesidad y ten-drá siempre más necesidad de esa mirada crítica que quiere ver, sabe very puede ver, como Claude Raffestin (1981) ha escrito alguna vez, en es-tos Cahiers. Incluso agregaría, por experiencia helvética, y contraria-mente a lo que yo he pensado durante mucho tiempo —en este caso quela geografía aplicada suponía gente formada en el más alto nivel—, queella tiene necesidad de esa mirada en el nivel dado por la maestría deespecialización.

Pero hay más. Si las representaciones del espacio se han enriqueci-do, como las representaciones del hombre y del grupo social, enrique-

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también a través de la intervención de las ideas, de las imágenes, de loscódigos de comportamiento, de los sistemas de valor, de todo lo que,aunque no siendo material tiene igualmente realidad: las representacio-nes mentales, lo que podríamos llamar, en cierto modo, la ideología. Enesas condiciones, se comprende que el espacio del geógrafo no es unsimple envoltorio de las sociedades. Si el espacio es, recuerda R.Brunet,el producto de estas últimas, él está en ellas como sus culturas y sus his-torias están en ellas. El espacio organizado no es un simple producto: esuna dimensión intrinseca de las sociedades.

Habiendo así definido su cuadro de análisis, la geografía tiene aún,un nivel de pertinencia suficiente para resistir, como tal, al estallido alcual la conducen las inevitables especializaciones temáticas o técnicasligadas al tratamiento de la información y de la comunicación, en susautopistas como en caminos vecinales y, por otra parte, tiene medida desus progresos y de su importancia, de su integración parcial, sector porsector, en actividades de investigación, incluso en enseñanzas discipli-narias que la movilizan parcialmente sin reducirse, mismo en reformu-laciones que pasan por un esfuerzo de formalización tal que se vuelvefuera del alcance de la inmensa mayoría de sus practicantes, como es elcaso con la “nueva” geografía económica de los económetras? La cues-tión es vital.

Ella compromete todas las representaciones que nosotros podemosdarnos de lo que será la geografía en los próximos 20 años. Reconozca-mos que estos cambios (estas evoluciones), ya entablados y de las cua-les participamos un gran número de nosotros sin grandes problemas, soninevitables, mismo si no se conocen todavía, lejos de ello, los límites ylos eventuales efectos perversos. No cabe duda que si algunos de noso-tros y de nuestros jóvenes diplomados logran éxito en estas vías que sevuelven paralelas o que se separan francamente del núcleo inicial de suformación, es sin duda porque han sido formados y son portadores deun núcleo rígido expresándose doblemente, sobre el plano teórico y elpráctico, tornándolos capaces de entrar en materia en la búsqueda delos conocimientos y del testimonio.

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blemas ecológicos, no es sin embargo la desaparición de las diferenciaslo que va a plantear un problema a la geografía y se imponga como pro-blemática dominante de la década corriente. La tarea de la geografíaconsiste más bien en teorizar la constitución de identidades (Jones yMoss, 1995) y en comprender los pormenores, en todas las escalas, des-de los barrios urbanos a los continentes, pasando por las reivindicacio-nes nacionalistas y étnicas, de una sociedad plural y pluralista, jugándo-se sobre la sangre y la pertenencia, sobre la integración o la exclusión.En el momento en que se plantea en todos los casos el problema de labúsqueda de una nueva ciudadanía (Touraine,1991) en una democraciasiempre amenazada o a reinventar, inscripta en el respeto de los grandesequilibrios ecológicos. ¿Quién verdaderamente va a tratar de despejarlos pormenores, ponerlos del comienzo hasta el fin de tal manera quetestimonien sobre las cuestiones en juego a los ojos de los ciudadanos,de los medios y mediatizadores, de los que deciden y, en fin, de los res-ponsables políticos? Quien, hoy, está globalmente formado en esta “vi-sión geopolítica del mundo” —dejemos de lado el calificativo de “sa-no”— que evocaba recientemente Paul Claval (1995) en el colectivoPenser la terre. Stratèges et citoyens: le réveil des géographes. Al menosdiscutible y discutida, con una suficiencia franco-francesa increíble (cf .“La table ronde imaginaire”, p.228, por ejemplo), esta recopilación detextos es bastante significativa de una nueva ambición y, en suma, legí-tima y legitimada, sino es por el lugar que nuestras universidades se pre-paran a dar a la geografía al menos por el conjunto de aquellos con loscuales hemos aprendido a testimoniar* (ver también la opinion de F.Hul-bert en relación a ese colectivo). Pero que nos ha formado para este fin,para ser testigos y quizás ser esos resistentes de las “regiones felices”,portadores de sentido en una comunidad, en colectividades tan fácil-mente desorientadas. “Explicar cómo el mundo cambia en sus diferen-tes partes”: como dice Olivier Dollfus (1995), no paro de pensar que“eso es, realmente, una creación contínua”.

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ciendo al mismo tiempo las representaciones de los campos de estudiode los cuales la geografía podía aferrarse, los centros de interés se hanigualmente enriquecido y desplazado. La vieja pregunta del qué y deldónde, del cómo y del porqué, de la diferenciación y de la organizacióndel espacio terrestre ha suscitado sus respuestas. Sucesivamente, o másexactamente de manera espiralada, retomando cada vez todo o parte delo que habia precedido o movilizando problemáticas diferentes juzga-das como complementarias según las escalas, éstas se estructuraron se-gún el modelo vertical de las relaciones hombre-medio ambiente, rela-ciones entre los hechos en el seno de los lugares, luego sobre el análisishorizontal, espacial, relaciones entre los lugares, a través de los concep-tos de movimiento y de difusión, de puntos, de líneas, de gradientes, dejerarquías, de superficies. Todo eso antes que uno formalise un poco másel doble sistema de relaciones propio a las representaciones sistémicasy/o estructuralistas de los años 70, al mismo tiempo que otros se abrenal paradigma crítico o humanista.

Los geógrafos intentaron entonces pasar de las cuestiones de formaa las cuestiones de sentido y de intención. Al hacer esto, ellos descu-brieron toda la importancia de las representaciones sociales y de estadoble hermenéutica de las ciencias sociales tan cara a A . G i d d e n s(1987) a propósito de las relaciones entre ciencias sociales y poder, re-laciones que exigen tener en cuenta ese saber común, aquel de los “ac-tores competentes”, que vehiculiza fines y saberes científicos. El inves-tigador en ciencias sociales tomó conciencia igualmente de su rol de“comunicador”, teniendo que integrar los marcos de significación utili-zados por los actores para entremezclar ilustraciones ficticias y descrip-ciones extraídas de las investigaciones. En síntesis, realizar la integra-ción de la acción humana y de las estructuras sociales. Conocemos me-jor como siguió la historia, los investigadores más avanzados viven des-de los años 80 esforzándose en superar, los estructuralismos rígidos yeconomicistas que habían disciplinado, por un lado, lo esencial de lainvestigación marxista y, del otro, los postulados voluntaristas de indivi-duos autónomos disimulados en el corazón de la geografía humanista yb e h a v i o r i s t a .

A la hora en que se imponen, en los hechos como en los espíritus, ladesaparición de las distancias y la uniformización de los modos de con-sumo, la mundialización de la economía y la globalización de los pro-

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* En el original : “Pour le moins discutable et discuté, incroyable de suffisance franco-francaise, ce recueil de textes est bien significatif d’une ambitión nouvelle et, somme tou-te, légitime et légitimée, sinon par la place que s’apprêtent à donner à la géographie nosuniversités et nos collègues d’autres disciplines, du moins par l’ensemble de ceux auprèsdesquels nous avons appris à térmoigner.” [N.T.]

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en lo posible de no golpearse”: toda una vida social para descubrir re-conociendo la imposibilidad de reducir la ciudad a sus tramas morfoló-gicas, socio —o estructural— funcionales, las de la acumulación y de lacompetencia de los hombres y de las actividades, olvidando el peso delas dimensiones socio-afectivas y oníricas (Remy y Voyé, 1992).

Estas últimas son frecuentemente irreductibles a las categorías y a lasexigencias materiales a las que responde la ciudad y de las cuales se haalimentado durante mucho tiempo, legítimamente por otro lado, la in-vestigación. Partes enteras de nuestras ciudades son utilizadas para nue-vas funciones, nuevas actividades y nuevos grupos sociales. El espaciourbano está de repente dotado, al mismo tiempo de una gran maleabili-dad y de indeterminación, como lo notaba B. Secchi en 1990 : “lo queconsiderábamos desde hace mucho tiempo como una residencia pare-ce cumplir la función de oficina, lo que era una fábrica, es decir el lu-gar de trabajo, se transforma en residencia; los barrios pobres de la ciu-dad se convierten en barrios esnobs y de lujo, la arquitectura pobre setransforma en un monumento. Escalas de preferencia, juicios y valores(valores monetarios y valores de posición) han sido conmovidos e inver-tidos”. La multiplicación de los intereses geográficos va a la par. Si elmundo continúa cambiando, la manera de dar cuenta geográficamentetambién tendrá que cambiar, al igual que en el interior de un mismo pa-radigma. La extensión de las funciones y de los problemas de la ciudadcontinúa trasformando y reorientando el discurso de la geografía urbanasolicitando el interés por nuevas perspectivas. Entre movimientos centrí-fugos y centrípetos, el espacio urbano continúa ofreciendo un laborato-rio de opciones para el estudio y para las medidas comparadas: concen-tración, desconcentración, suburbanización, exurbanización, rururbani-zación, dispersión, contra-urbanización, desindustrialización difusa, ter-ciarización selectiva, todas éstas estuvieron sucesivamente en el núcleode las preocupaciones, como lo están hoy en día los fenómenos de me-tropolización y el desafío al modelo monocéntrico (Berry y Kim, 1993).

¿Quién va a realizar la crónica de esos cambios, sino los geógrafos?¿Quién va a asumir, en la observación del mundo y del espacio, apartede la función de conocimiento y la función relacional del investigador,esa indispensable función crítica ligada a una vigilancia permanente y ala necesidad de la resistencia de un individuo inscripto en el universosocial y sus comunidades de pertenencia, resistencia que se expresa jus-

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No hay ninguna razón plausible para que, en nuestro mundo tan rá-pidamente cambiante, esto se detenga, y que por lo mismo se detengannuestras exploraciones, aquellas de las “islas y continentes de la huma-nidad” tan caras a Bill Bunge, por más que demos a los futuros geógra-fos los medios, teóricos y técnicos, de una ambición que debe tambiénrenovarse, tanto se trate de conocer como de testimoniar, aunque seapara recordar hoy, en el momento en que “desaparece en beneficio delos inmuebles de cemento, de las autopistas, de las vías férreas de granvelocidad, pero también de los paisajes virtuales de la televisión”, la de-coración del Temps des collines (George, 1995) y el lazo de intimidadfuerte y ancestral entre un paisaje permanente y sus habitantes. A la ho-ra en que el semillero de los suburbios franceses se convierte para algu-nos en sinónimo de terrorismo y de islam, ¿no le corresponde al geógra-fo volver a poner las cosas en su justo lugar, develar los pormenores delos cambios originados por las transformaciones socio-económicas másgenerales que hayan involucrado las zonas urbanas? A la hora en que,paralelamente, la ideología post-moderna del recurso a las fuentes setransforma en un simple arte de citación y en collage reproduciendo portodas partes las mismas formas (de Vancouver al Cabo pasando por Bal-timore, los mismos waterfront) obedeciendo a las mismas intenciones debeneficio, ¿no nos corresponde decir y mostrar cómo ha sido completa-mente desviado el barco filosófico y crítico inicialmente propuesto? Dosejemplos entre tantos otros.

Lazos y lugares para develar

Los lazos y los lugares que nos corresponde develar hoy sin duda sondiferentes. Sabemos que la interpretación de los paisajes y la manera deexpresarlos suponen al mismo tiempo la relación con la historia y la in-teligencia de otras mediaciones (Berque, 1995). Máquina de producir yde consumir, de habitar y de circular, decían de la ciudad los urbanistasde la Carta de Atenas. Pero también hecha, y cuánta, de carne y de san-gre, de hombres y mujeres que la habitan y la animan con su pasión deexistir y con su sentido concreto, cotidiano, que toma su existencia, pa-sando, como lo escribía George Perec, “de un espacio a otro, tratando

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Todos colaboran para un nuevo conocimiento general, produciendo unanueva imagen del país urbano, mientras que, paralelamente, una geo-grafía del bienestar social y de la calidad de vida, también una geogra-fía de las preocupaciones de lo público, continúan interpelando el mun-do y la extraordinaria renovación de la geografía cultural abre sus puer-tas a nuevas vías y nuevas voces, que comenzamos a escuchar afueradel círculo estrecho de los geógrafos.

¿Por malas razones? Algunos lo dicen, a la hora del renacimiento yde la generalización de los problemas identitarios en todas las escalas,desde la más personal, aquella donde el yo se dilata, hasta la escala delos tribalismos o de los nacionalismos. ¿En qué otra disciplina, la forma-ción puede pasar a través del reconocimiento explícito de las tensionesentre lo universal y lo particular, qué disciplina puede definirse legítima-mente, hoy más que nunca como conocimiento de los conocimientos yde las prácticas que las sociedades tienen del espacio, como reflexiónexplícita de la territorialidad humana, conjunto de las relaciones que loshombres, partiendo del grupo social, mantienen con la alteridad y la ex-terioridad del medio ambiente y social? Más que nunca el mundo nece-sita que se expliciten esas relaciones, al mismo tiempo que tiene nece-sidad de descubrir y quizás de inventar los lugares más propicios para lainterculturalidad.

¿Las ciudades serían aquellos agujeros negros donde las especificida-des están perdidas? Una pregunta posible entre otras. Quizás, finalmen-te, el futuro y el lugar de la geografía dependerán de las preguntas queella sepa plantear y a las cuales sepa legítimamente responder en térmi-nos al mismo tiempo comprensibles para todos y marcados a fuego porla fiabilidad metodológica. Preguntas basadas sobre el descubrimientode las principales cuestiones en juego de la investigación y de la acción,permitiendo simultáneamente el testimonio y la resistencia eventual. Al-gunas son simples, su interés y su pertinencia social se renuevan prácti-camente cada día: ¿quién construye la ciudad actualmente, quién viveen la ciudad, quién decide en la ciudad? El problema de las desigualda-des también, aún si estas no hace falta demostrarlas más. Lo que condu-ce a eso merece sin duda ser revisado periódicamente. Pero se trata tam-bién de saber si estamos en una sociedad que va a espacializar cada vezmás esas desigualdades, en todas las escalas, una vez más, y que va avolverlas en un cierto modo, irreversibles o, al contrario, en una socie-

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tamente en el testimonio, y en la enunciación de las verdades que eldescubre?

La multiplicación de los centros de interés geográficos

En ese dominio como en otros, los geógrafos aportan cotidianamen-te la prueba de su presencia atenta al mundo, como lo hacen, a otro ni-vel, en materia de mundialización de los intercambios, de territorializa-ción y de desterritorialización; de deslocalización de los fenómenos, deflujos de todo tipo sabiendo, como lo dice hábilmente Yves Lacoste(1995), que si hay deslocalización, “eso no quiere decir que no hayamás localización”. ¿Quién otro sino el geógrafo, en su captación de laciudad, sabrá ser, solo o a través de otros colegas, y en los términos dela geografía económica, sensible a una geografía de los espacios de ofi-cinas, de la alta tecnología, en aquellos de la geografía social, a una geo-grafía de los “géneros” o de relaciones específicas que establecen con elespacio los hombres y las mujeres (Villeneuve y Rose, 1988; Villeneuve,1991) y un análisis de las mutaciones sociales del centro urbano ligadosal fenómeno de “gentrificación”* (Bourne, 1994; Ley, 1994)? ¿No es queel rol del control institucional y político recibe desde finales de los años70, una atención creciente, aclarando el carácter “turbulento” de los sis-temas urbanos y las incertidumbres que vendrán parcialmente a tomaren cuenta (a considerar) la aparición, desde los años 80, en la investiga-ción geográfica, modelos dinámicos inscriptos en la teoría de la auto-or-ganización o de la sinergética, formalizada tanto por la Escuela de Bru-selas, con I. Prigogine en torno de P.-M. Allen, como por los investiga-dores de Stuttgart en torno de H. Haken, y que han sido introducidas enFrancia por D. Pumain, L. Sanders y T. Saint- Julien (1989)?

Es así como se anuncian, siempre apoyándose sobre la base de mé-todos aún clásicos, aunque lo cualitativo se acerca ahora con ganas a locuantitativo, una geografía de las instituciones, una geografía de los es-pacios de actividad, una geografía de los actores, en todos los niveles.

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* [ N. T. : De “gentry” (elegancia). El término alude a las modas de recuperación es-nobs de los viejos centros urbanos.]

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des”? Si hoy ésta nos crea problemas y cada vez más, ¿no debería la re-flexión prospectiva de lo urbano, tenerlo en cuenta, lo mismo si nadiemás olvidara las determinaciones externas de la vida interna?

Lugares a inventar?

Y por qué, más precisamente, no le corresponde al geógrafo pregun-tarse cuáles son, donde están, a la hora de las ciudades multi-étnicas, loslugares del encuentro social y más precisamente aún, esos lugares de lainterculturalidad. Es necesario recordar aquí que una de las conclusio-nes mayores a las cuales llegan los trabajos recientes sobre los factoresque contribuyen al logro —o al fracaso— de la integración es la impor-tancia de las formas de participación de los individuos a una multitud deredes que definen la intensidad del lazo social. La existencia de redespropias de ciertos grupos procedentes de la migración puede ser vistapor lo tanto como una falta de diferenciación, incluso de segregación,de la misma manera que el lugar de residencia. El espacio juega un rolclave en esta problemática, en la medida en que la intensidad de las re-des genera allí fenómenos de movimiento y de circulación, reveladoresde nuevas estructuras en nuestras aglomeraciones. Esta demarcación es-pacial, en tanto que manifestación del lazo social, ¿no representa acasouna encrucijada central en materia de cohabitación de las poblacionesa escala urbana? Al geógrafo le corresponde explicitar la dimensión es-pacial de la integración, materializada por la emergencia de lugares y deterritorialidades especificas. ¿Quién otro más que el geógrafo —y algu-nos sociólogos urbanos— se propondra estudiar la distribución espacialde esos lugares providenciales, así como el contexto histórico y políticode su emergencia, esforzándose por captar la manera en que son prac-ticados por los actores sociales? ¿Quién, en el plano práctico, se esfor-zará por describir los instrumentos que permitirán el mejoramiento de lacomunicación intercultural en el contexto urbano, lugares donde, segúnun lindo término de A. Medam (1988) habrá movimiento, donde el in-migrante por fin podría “salir de su salida”?

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dad que va a poder tratarlas, basándose en los valores de la dignidad ydel arraigamiento. Corresponde al geógrafo, entre otros por cierto, perode una manera enriquecida por su método evidentemente comparativo,preguntarse si nuestras sociedades contienen en si mismas la capacidadde reducir las disparidades y sobre todo si éstas no brotan por sus pro-pias divisiones del trabajo, por sus propios estatus modificados del tra-bajo, por sus propios sistemas de valores .

Aún cuando haga falta desconfiar y armarse de prudencia. Recupe-remos ese consejo de A. Tarrius (1992, p.48), a propósito del análisis so-bre los Docklands en Londres: “micro-eventos y micro-lugares son porun lado fuente de complejización de los problemas y por otro lado exi-gen de nosotros el ingreso en otros universos que requieren nuestra aten-ción. Si el estatus del hombre en sociedad está marcado por su situaciónhíbrida de sujeto y objeto, cuanto más aquel del investigador quien, su-jeto él mismo, observa los trazos de esas subjetividades. La prueba de lainmersión es una necesidad que nos permite superar, la rigidez de losconceptos que funcionan en primer lugar como a prioris, guías de nues-tros primeros pasos, al mismo tiempo que se los utiliza. La objetivaciónque implican prácticas de investigación exclusivamente enumerativas,con sus tan lógicas cuantificaciones, es fuente de invención de una po-bre ‘realidad’ amputada de las condiciones de lo sucedido en lugaressiempre singulares en el transcurso de una historia local siempre especí-fica, de las interacciones sociales siempre originales que se dejan ver enel modo sensible del encuentro. ¿Cuál es la locura que señala esa obsti-nación de muchos métodos en ciencias sociales por intentar descubriren todas partes procesos generalizables, cuando la comprehensión delas modalidades de particularización de las relaciones sociales, y sucomparación constante de un lugar y de otro, informa aún más sobre lasituación de una sociedad global?”

Que existan especificidades irreductibles, nadie jamás lo puso en du-da en el ambiente de los geógrafos. ¿Es necesario por ello poner en cues-tión la idea de ciudad y la manera de pensarla y de juzgarla, aunque nofuera más que en su evolución formal? ¿Es necesario estudiar esas otrasrealidades de la ciudad, que están más allá de o correlativamente en elocaso de la base económica, el deterioro del medio ambiente, el creci-miento de la segregación residencial, la incertidumbre y la inquietud so-cial, el agotamiento fiscal, tantos componentes de la “vida en las ciuda-

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fragmentación de mercados favorable a la acentuación de la competen-cia, que conduce a las empresas a reconstituir su poder de mercado através de la diferenciación de sus productos.

“Tantos fenómenos de complejización de la economía que la condi-ciona, para su buen funcionamiento, a una simplificación de su geogra-fía” escribirá acertadamente J. Thisse (1994). En síntesis, buenas razonesa las que los nuevos economistas geógrafos asocian la idea de que la for-mación de grandes metrópolis es no solamente estable, pero a menudosocialmente optima —sino siempre, ya que existe la herencia de la his-toria y la posibilidad de accidentes— para el consumidor en el arbitrajeespacial que él práctica entre sus costos y sus oportunidades, cuando sedecide por el hábitat en la metrópolis más que en cualquier otra parte.

De la misma manera que en la economía política cuando se estudiala lucha de los hombres contra la escasez y se olvidan los componentesespaciales y territoriales, su ausencia en las reflexiones críticas y activassería empobrecedor. Incluso si el determinismo de nuestros ancestros seha desvanecido, los lugares, los paisajes y los territorios de la geografía,las cosas del medio ambiente y la representación de esas cosas conti-nuarán teniéndose en cuenta en los decenios siguientes. En otras pala-bras, “Geography matters” (Massey y Allen, 1984).

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Investigadores de interfase

J. Remy, L. Voyé, A. Medam, A. Tarrius y porque no, M. Castells, A.Touraine! Tantos sociólogos en su momento movilizados en esta rápidareflexión. Es verdad, el geógrafo sabría enfrentársele solo. Y algún profe-sor de urbanismo, tal como François Ascher (1995), puede darnos la fe-liz sorpresa de una reflexión completamente magistral y accesible del fe-nómeno urbano. Resistiendo como nosotros (Racine, 1994; Cunha y Ra-cine, 1994) a las sirenas que anuncian la muerte de la concentración ur-bana bajo el pretexto de una dialéctica de funcionamiento entre la ciu-dad y las nuevas tecnologías de la comunicación, Ascher estima comonosotros que las metrópolis continúan y continuarán creciendo, con-centrando una parte creciente de hombres y de riquezas, extendiéndosesobre territorios cada vez más vastos, integrándose en sus sistemas coti-dianos zonas urbanas y rurales cada vez más alejadas. Pero basta contener en cuenta el lugar que ocupan los trabajos geográficos, tanto en suargumentación como en los hechos que ellos movilizan, para perder to-do complejo con respecto a eso. Están por todos lados.

Seamos más precisos. Se puede comprobar entre los mejores econo-mistas del espacio que, contrariamente al análisis económico sumarioque hubiera podido hacer pensar que la baja de los costos de transpor-te iba a permitir a los agentes económicos de beneficiarse de más liber-tad en la elección de su implantación, favoreciendo de esta manera unahomogeneización más grande del espacio, las empresas y de rebote loshogares no son indiferentes a su localización cuando los gastos de trans-porte bajan de manera importante (Puig y Thisse, 1994; Thisse, 1993,1994). Al contrario, los efectos de arrastre creados por la baja de los cos-tos de transporte han favorecido la formación de un número relativa-mente restringido de polos de desarrollo. A pesar de las localizaciones,la polarización es y permanece, en buena medida, como la faceta terri-torial del proceso general de crecimiento económico y esto, por una se-rie de razones que van del hecho que la competencia espacial es de na-turaleza oligopólica, o, por lo menos, monopólica, a la idea que las con-figuraciones de equilibrio más probables implican una fuerte polariza-ción del espacio. Por otro lado, pasando por las explicaciones más tra-dicionales en términos de interacción entre mercados de bienes y mer-cados de trabajo, en términos de externalidades de proximidad o de no

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“Permanecer prisionero del presente o del pasado es lamejor manera para no dar aquel paso adelante, sin elcual ningún pueblo se encuentra con el futuro” (Milton Santos, 1987: 33)

“En realidad, cada final debe verse solamente como unnuevo principio. Es dificil para los simples mortalesaceptar esa verdad, y no digamos luchar y jugar consus implicaciones en formas creativas”(David Harvey, 1982: 448)

“El conocimiento sociológico da vuelta en espiral den-tro y fuera del universo de la vida social reconstruyén-dose tanto a sí mismo como a ese universo como par-te integral de ese mismo proceso” (Anthony Giddens, 1990/94: 27)

“Cuídate, España, de tu propia España” (César Vallejo, 1937)

En el artículo pretendo decir algo sobre la geografía por venir —queaspiro compartir— partiendo de algunas reflexiones sobre mi experien-cia de geógrafo. La geografía por venir será tanto proyección como pro -yecto. En todo proyecto se ponen en juego insatisfacciones, deseos, as-piraciones y posiciones personales y colectivas. Es desde este “lugar vir-tual” o también “u-tópico”, es decir desde aquello aún “sin lugar”, que

FUTURO-PRESENTE-PASADO 1

Vicente Di CioneUniversidad de Buenos AiresDepartamento de Geografía

1. El texto está orientado centralmente a jóvenes alumnos y colegas extranjeros quequieran interiorizarse sobre el por venir de la geografía en Argentina.

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1. Locuras, utopías y naufragios en la “Vieja Perlita del Once”

Me parece que la historia debería arrancar con la pregunta funda-mental: ¿cuándo, cómo, dónde y porqué me decidí estudiar la carrera degeografía?

Recuerdo vivamente que fue una noche —más bién una madrugada —del mes de Mayo de 1968, a dos años del golpe militar de Onganía y dela tristemente célebre Noche de los Bastones Largos, cuando en una me-sa de la “Vieja Perlita del Once”2 —un lugar memorable compartido enaquél entonces por estudiantes, muchos de ellos oriundos de buena partede la geografía de América Latina, rockeros, jugadores de billar, noctám-bulos, transnochadores y madrugadores— descubrí en diálogo con doscompañeros, estudiantes de Geografía, la existencia de la carrera en la Fa-cultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. En ese en-tonces yo cursaba estudios de Sociología y Filosofía en la misma facultad.

Conversábamos sobre los últimos acontecimientos del Mayo francés,matizados con referencias a los aspectos de los escenarios de “las luchaso combates”, aspectos que yo prefería llamar socio-ambientales y quemis compañeros, estudiantes de geografía, insistían en llamar geográfi -cos. En el fondo, la conversación procuraba poner un poco de claridaden torno al porqué de la demora en llegar a la Argentina de la onda con-testataria que agitaba otros lugares del mundo. Curiosamente, no había-mos advertido que la onda ya había llegado montada en las noticias, ca -si al instante de los medios de comunicación y en los debates que se de-sarrollaban alrededor de las mesas en muchos otros bares de Buenos Ai-res y de otras ciudades del país. Sin percibirlo estábamos viviendo unaexperiencia que preanunciaba los nuevos vientos globalizadores.

Por aquel entonces el mitológico “Tanguito” había compuesto lacélebre canción La Balsa 3, en los hospitalarios baños de “La Perlita”. La

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se vuelve la mirada sobre los lugares del presente y el pasado, transfor-mando los tres momentos en uno solo: futuro-presente-pasado. El ordende sucesión que alude el título —inverso al habitual— expresa el reco-nocimiento de la voluntad y el esfuerzo implicados en el trabajo de “irhacia adelante”.

La geografía por venir será aquella que existe hoy en el d e s e o e i m a g i -nación geográfica y en la capacidad de trabajo de los geógrafos. Te n d r ámucho que ver con su capacidad de “desburocratización” mental y prác-tica y su pérdida de miedo a “patear el tablero” de las malas inercias es-tablecidas. Cesare Pavese escribía con encanto poético “lavorare stanca” .Es cierto. Sin embargo también tengo presente que el cansancio, la fatiga,no es incompatible con la alegría y el placer, sobre todo cuando el traba-jo se transforma de simple rutina en actividad libre y creadora.

Hay ciertamente muchas formas posibles de imaginarnos y proyectarla geografía por venir. Ninguna de ellas puede librarnos del balance delas experiencias personales y colectivas. También podemos adoptar di-ferentes formas discursivas, con mayor o menor exposición de nuestraspropias experiencias y aspiraciones, con mayor o menor pretensión deobjetividad y solemnidad. Ninguna de ellas nos libra, en última instan-cia, de “contrabandear” nuestras propias utopías y experiencias. Por eso,me parece un buen camino el propuesto por J. Lévy en “¿Por qué la Geo-grafía?”. Me brinda la posibilidad de hacer un balance mirando la suce-sión de algunas experiencias personales y colectivas en relación a laGeografía, a partir de las utopías e imaginarios que precedieron a dichasexperiencias.

Me detendré en tres momentos fundamentales de mi formación co-mo geógrafo: el de mi definición vocacional que confieso aún inconclu-sa, la etapa de estudiante, aunque considero que sigo siéndolo de mu-chas maneras y el período de maduración, aún en proceso. Estas ambi-guedades e inconclusiones son las que también me inclinaron a adoptarel título futuro-presente-pasado. En todas los períodos intentaré “jugar”con la irresolución de los momentos del tiempo, fuera de la cronologíade sus objetivaciones histórico-geográficas, juego que anticipo, se orien-ta a proponer y fundamentar el entrecruzamiento o transposición dialéc-tica entre Geografía e Historia como proyecto estratégico para la Geo -grafía por venir.

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2. Ubicada en la intersección de las avenidas Rivadavia y Jujuy en la esquina de Pla-za Once. La actual Confitería La Perla es uno de los tantos testigos de las profundas trans-formaciones de la cultura urbana de Buenos Aires, impuestas por la lógica de la globali-zación mercantil y, en lo pertinente a hábitos nocturnos, las políticas de ajuste y, sobre to-do, las “racias” de las fuerzas de seguridad a partir del golpe militar de 1976. El nombre“Perlita” le fué impuesto para diferenciarla de la entonces “Confitería La Perla” situada amedia cuadra sobre la Avda. Rivadavia y frente a Plaza Once.

3. La historia oral cuenta que la pieza la vendió Tanguito a Lito Nebbia a cambio deun vaso de leche y que fué éste el que la popularizó a partir de 1969, en el año del Cor-

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dentro del cual me hallaba, estaba abocado a la tarea de imponer —másque repensar— las estrategias de para algunos,“construcción del futuro”,y para otros “ toma del poder” —a la luz de los nuevos acontecimientosque desencadenados por los hechos de Nantêrre recorrían el mundo ba-jo formas muy diversas, resultantes todas del modo como se “fundían”en cada lugar los grandes procesos mundiales con sus especificidadesculturales, personales y... geográficas. La referencia a La Balsa es perti-nente para destacar la otra cara de la cotidianidad porteña: aquella cu-yo proceso de transculturación e internacionalización política —hoy di-ríamos proceso de globalización— avanzaba sintonizando otras ondas ymelodías de los mismos medios de comunicación, con diferentes prota-gonistas y en otras direcciones.

En esa noche de Mayo de 1968, mientras “lejos” de La Perlita —Fran-cia, Italia, EEUU, Inglaterra, Alemania— se desarrollaban aquellos nota-bles combates cuerpo a cuerpo que protagonizaban mayoritariamentelos estudiantes contra la policía, me encontraba envuelto en una multi-plicidad de crisis. En el fondo no eran más que una multiplicidad de ros-tros de una única crisis que venía aprestándose desde bastante tiempo.Por su vinculación con la respuesta al por qué la Geografía, creo que tie-ne alguna utilidad reflexiva analizar mi crisis política y vocacional.

En el plano político cinco fenómenos relativamente bien “georefe-renciados” me impulsaban a desconfiar de mi imaginario y certezas y aintentar reorientar el sentido hacia el futuro. En primer lugar, la consta-tación de que las estrategias y procesos de cambio necesariamente de-bían combinar situaciones y aspiraciones locales y globales6 y dar lugara algo así como la localización de lo global y la globalización de lo lo -cal . En segundo lugar, la constatación de la derrota, diría “estructural”,de los “movimientos de liberación vanguardistas” y, consiguientemente,la necesidad de acompañar las transformaciones de los grandes actoreshistóricos acorde con el grado de desarrollo logrado en los diferentes es -cenarios territoriales. En tercer lugar, la constatación de la importanciade los medios de comunicación para instalar el imaginario liberal, indi-vidualista y consumista de manera desigual en todos los intersticios y lu -

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Balsa se convirtió pronto en un himno-manifiesto-signo del malestar dela cultura urbana de Buenos Aires y, sobre todo, de una parte de lajuventud globalizada, que no participaba de los sueños y proyectos dela “patria socialista”, ni de la “patria peronista”, ni de cualquier otroproyecto de la “gente progresista”4. Aunque su concreción formal duróalgunos meses, esa misma noche tomé la decisión de reorientar mi estu-dios hacia la licenciatura de geografía. La pregunta, entonces, es similara la de J. Levy: ¿por qué estudiar geografía?

El contexto social y ambiental de la anécdota no es ajeno al descu-brimiento de mi tardía vocación geográfica y, por transposición analógi-ca, posibilita el establecimiento de algunas pistas para reflexionar sobrela situación actual y la multiplicidad de direcciones reales y virtuales dela geografía. Con el contrapunto entre el clima de La Balsa y mi incor-poración a la “comunidad de geógrafos”, pretendo destacar metafórica-mente la multiplicidad cultural y política de situaciones y sentidos, in-terdependientes y contradictorios a la vez, presentes en todos los luga-res de desenvolvimiento de la vida cotidiana, de las historias personales,de las historias locales y —como diría Hegel— de “realización de la his-toria universal”. Esa noche había muchas otras mesas en La Perlita delOnce y solo una, la nuestra, volvía la mirada coincidente sobre los he-chos que seguíamos “de lejos” (?). En el otro extremo, en el lugar reser-vado para los no estudiantes, también había una sola mesa que reunía ala cultura (¿náufragos?) de La Balsa.5

En aquellos días el progresismo local, fundamentalmente estudiantil

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dobazo y Vivorazo, con su grupo de rock Los Gatos. Mi trato personal con él no fue másallá de algunos cruces de madrugada en La Perlita.

4. Utilizo este término para demarcar el difuso campo de todas las fuerzas políticasperteneciente a las diferentes variantes de la autodenominada izquierda, a diferentes ex-presiones del humanismo libertario y emancipador, a los movimientos populares antimpe-rialistas, tercermundista y de “liberación nacional” y a los grupos y partidos políticos quefrente la dictadura militar bregaban por el retorno de la democracia.

5. En ese entonces no se había desarrollado en A rgentina un movimiento contestatariocomo el hippismo que unificaba el rock con el movimiento pacifista. En su origen, duran-te la década del 60 la cultura roquera nacional estaba desperdigada en minúsculos frag-mentos “tribales” que mayoritariamente tocaban y cantaban en inglés. Recién hacia finalesde la década comienzan a desarrollar una identidad propia del Río de la Plata, con letrasen español. Tanguito, al igual que Sandro, Lito Nebbia, los grupos Manal y Almendra, porcitar los que recuerdo, formaban parte de ese movimiento de renovación que en la siguien-te década logró hegemonizar las preferencias de gran parte de la “nueva juventud”.

6. Utilizo el término “global” en atención al lenguaje de nuestro tiempo. En aquel en-tonces se utilizaban los términos “internacional” y “mundial”.

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nían los radioteatros —en especial los del mediodía—, y el amontona-miento de parroquianos en los bares del conurbano bonaerense con te-levisión durante el segundo gobierno de Perón. En ese entonces la Re-gión Metropolitana de Buenos Aires albergaba cerca de 6 millones dehabitantes (el 33 % aproximadamente de la población del país).

Sobre la fragmentación del bloque socialista fue suficientemente elo-cuente el memorable y aún hoy perdurable conflicto chino-soviético, larepresión del alzamiento de Hungría y el “fraccionismo” del movimien-to socialista occidental. Además de estas razones “visibles” desde la me-sa de La Perlita, había otras señales de la fragmentación que operabandesde dentro de la misma ex-URSS, y que a pesar de su invisibilidad fue-ron con el tiempo mucho más importantes. En la actualidad tenemosclaro la explosiva combinación de los casi permanentes fracasos de laplanificación centralizada y de la dictadura impuesta por el burocratis-mo stalinista. Y, más inmediatamente vinculados con una visión políticade la geografía, las inercias de las culturas regionales y la cuestión delreparto regional del esfuerzo social y del excedente social. La combina-ción de estos aspectos con el paulatino avance de la ideología liberal,podemos constatarlos en la actualidad en la recomposición del podermundial que dieron lugar a la caída del muro de Berlín, el derrumbe delproyecto socialista y la fragmentación de los estados en sus unidades re-gionales originarias

En relación al relativo predominio del bloque occidental sobre el po-der militar mundial, las “tibias” señales de aquel entonces, emitidas porciertos éxitos del bloque occidental en la “guerra fría de la coexistenciapacífica” y ocultas por el fragor de la Guerra de Vietnam,9 fueron ratifi-cadas con posterioridad por la elocuencia de los recientes hechos de laGuerra del Golfo y la Guerra de las Malvinas. En la actualidad, aunqueno sirva para cambiar el curso del pasado, las “tibias” señales podían seramplificadas en su momento si el progresismo político hubiera puestomayor empeño en analizar las condiciones de posibilidad y los alcancesgeopolíticos de los golpes de estado en los países periféricos de occiden-te. Una actitud semejante hubiese implicado para buena parte del pro-

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gares de la “microfísica del poder” y el consiguiente destierro de todacosmovisión social basada en los principios de solidaridad e igualdad.En cuarto lugar, las crisis de profundización de la construcción del so-cialismo dentro y fuera de los países del “socialismo real” y su notoriafragmentación. Y en el quinto, aunque no en último lugar, la certeza delenorme poderío del aparato militar del bloque occidental con EEUU ala cabeza, a pesar de la relativa imposibilidad de definir a su favor enese entonces la Guerra de Vietnam.7

La primera tiraba por la borda las posibilidades de construcción deun nuevo orden social a nivel nacional “desconectado” de la interde -pendencia global que se imponía bajo la dominación y —no pasar poralto— la hegemonía del capitalismo.8 Prueba contundente: el bloqueo aCuba y la imposibilidad de la ex URSS de desconectarse tecnológica yeconómicamente de occidente.

En relación a lo que denomino polémicamente derrota estructuraldel vanguardismo, teníamos muy cercana en la memoria el fracaso delas experiencias del grupo de Massetti en Salta y la derrota y asesinatodel Che Guevara en Bolivia, acontecida en octubre del año anterior y,como contramodelo, la persistente resistencia u ofensiva de los grandes“movimientos nacionales de liberación”, notoriamente configurados porsus propias tradiciones locales de luchas y relativamente impermeablesa ciertos estilos de internacionalización de la política. En la Argentinaese contramodelo estaba encarnado en la multiplicidad dialéctica delMovimiento Peronista.

En cuanto a la importancia de los medios de comunicación de ma-sas, no es ocioso recordar que Argentina fue pionera —aunque no in-ventora— en la articulación de proyectos políticos, medios de comuni-cación y marketing. Viene a mi memoria la enorme audiencia que te-

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7. Ayudamemoria: el 27/1/1973, con el Acuerdo de París termina formalmente la in-tervención directa de EEUU en el conflicto, y el 30/4/1975 el general Duong Van Minh serindió incondicionalmente al Vietcong. En Argentina: en 1973 gana las elecciones el pe-ronismo (Cámpora) y meses después se hace entrega del gobierno a Perón; en 1974 mue-re Perón y se aceleran los cruentos acontecimientos que dieron lugar al Proceso de Reor-ganización Nacional y la oficialización de la “guerra sucia” a partir del 24/3/1976.

8. Gramsci consideraba a la hegemonía como “consenso acorazado de coacción”. Laesencia de la hegemonía consiste en que domina a través del consenso. Desafortunada-mente gran parte del ideologismo progresista era ciego a los procesos de seducción hege-mónica del capitalismo.

9. Algunas señales: la denominada “crisis de los misiles” de 1962 que obligó a la ex-URSS a retirar los misiles de Cuba y la intervención de EEUU a la República Dominicanaen 1965 para aplastar la revolución popular en favor de Bosch.

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fía y Letras de la UBA. En ese entonces, aún no se había impuesto la mo-da de las Ciencias Políticas, y menos aún la explosión de alternativasacadémicas iniciada a mediados de la década del 80 a nivel de grado yposgrado.

En relación a lo que genéricamente llamo “la cuestión social”, mi es-casa orientación vocacional estuvo marcada por mi experiencia de es-tudiante secundario en el Nacional Manuel Dorrego de Morón, 12 a tra-vés del aporte de algunas asignaturas como Historia, Psicología, Educa-ció Cívica o Filosofía, marcada esta última por la excepcionalidad delprofesor, el querido y recientemente fallecido Conrado Eggers Lan, enmenor grado por Geografía. Sociología no existía en la currícula del Na-cional, como tampoco Antropología y Economía Política, aunque algu-nos pálidos reflejos de estas disciplinas se encontraban desperdigadosen Historia y Geografía.

Fuera del marco del sistema educativo oficial, mi acercamiento a lacuestión social y a la sociología se dió con mayor intensidad en los es-pacios de militancia del movimiento estudiantil, al que me había incor-porado curiosamente, entre los meses de Abril y Mayo de 1958, justodiez años antes de los acontecimientos de Mayo del 68. Ese año estuvomarcado por las multitudinarias movilizaciones en defensa de la “Ense-ñanza Laica”, en oposición al proyecto frondizista de “Enseñanza Libre”mediante el cual se subsidiaba a los colegios privados. En esos espaciosde militancia, con toda la ansiedad típica de la edad, hice por primeravez la sinápsis entre ciencia social, política, materialismo histórico, ma-terialismo dialéctico y una singular mezcla de humanismo cristiano yexistencialismo sartreano.

En esos mismos espacios fuí interiorizando la importancia de los “lu-gares” y las “distancias” sobre las prácticas políticas, a través del modoen que la coacción y violencia del Estado (Gobierno de Guido, Plan Co-nintes, etc.) eran ejercidas mediante el control de los espacios donde és-tas se realizaban cotidianamente. No percibía entonces, como sostengoahora, que ese conjunto de experiencias sobre el espacio pudieran darlugar a reflexiones sistemáticas encuadrables dentro de una Geografía

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gresismo, una mirada menos ideológica y dogmática y —sin abandonarel optimismo del corazón—más atenta y racional y responsable.

Mi crisis vocacional entonces, estaba íntimamente ligada a la crisispolítica. La comprensión de todos estos fenómenos y procesos estructu-rales globales y locales, mediatizados por aspectos territoriales y am-bientales, es decir geográficos, me habían impulsado en su momento aseguir estudios de filosofía y sociología. La Noche de los Bastones Lar-gos de 1966 y los acontecimientos políticos posteriores inhibieron pro-fundamente la posibilidad de avanzar en la universidad con suficientedemocracia, pluralismo y creatividad científica en la comprensión de “larealidad”.10 De pronto el incipiente y precario desarrollo crítico de lasCiencias Sociales y la renovación filosófica iniciados con el restableci-miento de la Autonomía Universitaria en 1958 fueron aniquilados, dan-do lugar al desarrollo de posturas que caracterizábamos — a menudo “aojos de buen cubero” — como “irracionales” y “oscurantistas”. Este nue-vo clima intelectual prevaleciente en las universidades argentinas ratifi-caba con particular salvajismo la interdependencia contradictoria entrela “racionalidad/irracionalidad” de la historia política, social y económi-ca y la “racionalidad/irracionalidad” de la historia de las ciencias y, engeneral del sistema científico y tecnológico.11 Este cuadro de situaciónafectó con particular intensidad mis pretensiones de graduarme en esasdisciplinas.

No obstante había otras razones de fondo que fueron tomando cuer-po desde el inicio mismo de mis estudios en la Facultad de Filosofía yLetras (1963/64) y tenían que ver con la forma y contenidos de los res-pectivos objetos de la Sociología y la Filosofía y con las relaciones prác-ticas que mantenían ambos campos disciplinarios con el campo de lapolítica. En el momento de iniciar mis estudios universitarios estaba con-vencido de que la reflexión y sistematización “teórica” de la sociedaden general y de la política en particular pasaban por esas disciplinas.Ambas carreras en aquel entonces se cursaban en la Facultad de Filoso-

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10. Con la intervención militar la inmensa mayoría de los docentes e investigadoresrenunciaron masivamente en las universidades, produciendo un vacío de inteligencia y undeterioro del sistema universitario nacional tan intenso que recién comenzó a recuperar-se a partir de 1983.

11. Sobre el tema me extiendo en varios artículos personales que cito en la bibliogra-fía (Di Cione, 1986, 1988, 1989)

12. El ciclo de cinco años previos al ingreso a las universidades y diferente de los ci-clos preuniversitarios técnicos (Colegios Industriales, Colegios Comerciales) y del Magis-terio (Escuelas o Colegios Normales).

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la reproducción social”, que como “teoría del devenir histórico”, susten-tada en la razonable necesidad ideológica de reforzar el lado “práctico”(la acción) de la “esencial práxis histórico-social”. En aquellos años, hu-biera resultado difícil para mí, aunque no trivial, hacer la conexión en-tre reproducción social y reproducción histórica. De haberlo hecho, sibien hubiera significado un logro intelectual de alcances impredeciblesen lo personal, no hubiera significado un cambio del modelo kantianode la Historia vigente y que yo tenía interiorizado.

En la actualidad mi visión de la “historia oficial” no ha cambiado sig-nificativamente respecto a la que tenía en aquella época. Mi visión dela Historia sin embargo, hoy es muy diferente: por mi cabeza pasa, nosólo la posibilidad sino la imperiosa necesidad de una “Historia del Pre-sente y del Futuro” que alumbre las condiciones, posibilidades, sentidosy significados de las pequeñas y grandes acciones humanas y de la mul-tiplicidad de circunstancias y geografías personales y colectivas. Hoycreo que ese proyecto de Historia pasa por un saludable y crítico en-cuentro del Materialismo Histórico y Dialéctico, despojado de las sim-plificaciones dogmáticas de ciertos partidos políticos de izquierda y del“revisionismo stalinista”, con la rica experiencia de la Escuela de losAnales y los aportes de las restantes corrientes críticas del campo de lasciencias sociales. Esta forma de revalorización y resignificacción de lahistoria la debo en gran medida al esfuerzo por reconceptualizar la geo-grafía y a la mirada desde la geografía sobre la historia a partir de infle-xionar y reflexionar sobre “la dimensión geográfica” de la la cultura co-tidiana, la política y, con motivo de mis esporádicas actividades de con-sultor luego de mi graduación, en cuestiones vinculadas con el ordena-miento territorial y ambiental.

En relación a la Geografía, mi experiencia en el Nacional forjó unavisión semejante a la Historia en algunos aspectos y muy diferentes enotros. En ambos casos, como habría de aprehenderlo más tarde al leerel “Manifiesto shaeferiano” (Schaefer, F.K., 1953), el modelo epistemo-lógico que había interiorizado se ajustaba bien a las prescripciones nor-mativas que Kant había estipulado con tanta “evidencia” y sentido co-mún en su sistemática y apacible cotidianeidad de Königsberg hace dossiglos y medio: la historia se ocuparía de inventariar y disponer los he-chos en el tiempo y la geografía de inventariarlos y disponerlos en el es-pacio.

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Política Crítica. Mucho menos tenía idea de que, por aquel entonces,tanto M. Foucault como H. Lefebvre, incursionaban, por diferentes ca-minos, sobre tales temas. Aunque con posterioridad los acontecimientossiguieron un curso diferente, al finalizar el Nacional sentía que mi des-tino ya estaba escrito.

2. Otredades históricas y geográficas oficiales y de otros tipos

¿Por qué a pesar de que hoy sostengo la necesidad de un vigorosoentrecruzamiento entre Historia y Geografía, no opté en ese entoncespor alguna de las dos? Mis experiencias de las versiones oficiales duran-te mis estudios en el nacional no pusieron en evidencia que la Historiay, menos aún, la Geografía, pudieran alumbrar algo sobre las cuestionesque me preocupaban. Entendía, apoyado en suficientes evidencias queaportaban mis profesores, que el pasado que me mostraban las diferen-tes “historias oficiales” era un pasado muerto, que tenía poca eficaciaexplicativa sobre la historia social activa que configuraba la vida coti-diana del presente y, menos aún, del inquietante y siempre huidizo fu-turo. Salvo esa historia oficial, en mi horizonte no visualizaba aún laexistencia de otra Historia y tampoco pasaba por mi cabeza la idea o po-sibilidad de una “Historia del Presente y del Futuro” que al poco tiem-po descubría bajo la forma de Historia Social. Por otro lado en ese en-tonces, aún no había percibido que esa Historia se encontraba desarro-llada bajo la forma de “materialismo histórico” y “materialismo dialécti-co”. Entendía que el materialismo histórico y la Historia eran dos sabe-res diferentes correspondientes a su vez a dos espacios sociales tambiéndiferentes: el primero como cosmovisión y sociología de una parte delcampo político del progresismo y la segunda como memoria y narracióndel conservadurismo.

La dificultad en percibir que el materialismo histórico y el materialis-mo dialéctico eran en rigor una forma de Historia Social, derivaba delperfil notoriamente sociológico, económico y filosófico con que se lospresentaba en los pequeños manuales de vulgarización. Sin entrar aconsiderarlos en detalle, por lo general tales manuales presentaban almaterialismo histórico y dialéctico histórico más bien como “teoría de

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3. Tribulaciones de la filosofía y sociología

¿Cuáles fueron las experiencias en los años que precedieron al “Ma-yo del 68” con la “sociología oficial” y la “filosofía oficial” que me lle-varon a dudar de su eficacia comprensiva y explicativa?

Con el correr de los primeros años de mis estudios sociológicos y fi-losóficos fuí descubriendo que sus sistematizaciones no lograban avan-zar con coherencia y eficacia en la clarificación de la multiplicidad deproblemas que había creído que podía responder al elegir ambas carre-ras. El funcionalismo en boga en sociología no superaba, en última ins-tancia, los límites de cierta mirada inmediata e ingenua (no inocente) so-bre lo social, bastante semejante, a pesar de sus sofisticadas y pretensio-sas sistematizaciones teóricas, a las miradas de otras disciplinas oficia-les. En aquel entonces la sociología oficial local, siguiendo el mandatopositivista, se encontraba demasiado encapsulada en la construcciónteórica “universal” de su “objeto propio” y relativamente desfocalizadapara captar y reflexionar mediante perspectivas totalizadoras la riquezade los hechos y procesos sociales. Contrariamente al empirismo idiográ -fico14 histórico y geográfico, la sociología oficial de aquel entonces per-sistía con tenacidad en la búsqueda y sistematización de modelos y teo -rías explicativas nomotéticas universales15. Al hacerlo, el formalismo yla rigidez de sus métodos y técnicas producían un pavoroso amontona-miento de correlaciones estadístico-funcionales notoriamente contradic-torias. Sobre la impotencia y contradictoriedad del método y dada suimportancia en articular sociología y condiciones territoriales-ambienta-les, tengo presente las agudas reflexiones de J. Bastide sobre La sociolo -gía de las enfermedades mentales y el interesante trabajo de SuzanneKeller sobre El vecindario urbano. Una perspectiva sociológica (1968).

No había en los espacios oficales universitarios una sociología de lavida cotidiana y tampoco una filosofía crítica de la vida cotidiana.16 La

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En aquel entonces tampoco tenía conocimiento de la existencia deotra Geografía y, por las evidencias manifestadas en el Nacional, tampo-co pasaba por mi cabeza la posibilidad de una Geografía Social que, almismo tiempo que recuperara la historicidad de la sociedad, pudiera“geografizar” dicha historicidad mediante la puesta en evidencia de susmediaciones y determinaciones geográficas (territoriales, naturales, am-bientales, etc.). En aquel entonces intuía, a partir de algunas experien-cias que mencioné, que la geografía tenía mucho que ver con las prác-ticas sociales y los procesos históricos. Curiosamente, cosa que recupe-ro como un aspecto positivo de la historia oficial, algunas pistas de suimportancia aparecían cuando ésta trataba los escenarios de las grandescorrientes migratorias, de los emprendimientos “geo-militares” de losimperios y estados, y al analizar las bases territoriales y ambientales so-bre las que se edificaban las diferentes civilizaciones, los grandes impe-rios y los modernos estados. Tal intuición, sin embargo, no la asociabacon la posibilidad de desarrollarla en el marco de la geografía oficial. Lageografía oficial era y siguió siendo en general y en sentido riguroso,profundamente a-histórica, pese a la incorporación de cronologías y aalgunos esfuerzos recientes intentados en el marco de la reforma educa-tiva.13

Sin embargo, a pesar de sus defectos epistemológicos y de ciertoaburrimiento didáctico, por otro lado común a casi todas las materias,por su relativa demora en incorporar los recursos tecnológicos disponi-bles y en acercarse a los intereses adolescentes, consideraba a la geogra-fía oficial como un saber relativamente útil e interesante para compren-der algunas cuestiones del presente. De hecho contribuyó a formarme laidea de un mundo complejo y paisajísticamente diversificado, de facili-tarme algunos instrumentos e información para elaborar, con la ayudade otros marcos conceptuales, algunas hipótesis sobre las diferentes ac-tuaciones políticas y, sobre todo, me posibilitó emprender viajes por lu-gares imaginarios a modo de anticipos de los que haría algunos añosdespués.

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13. Destaco los recientes textos de Geografía Humana y General y las guías de actua-lización curricular realizadas por un conjunto de geógrafos formados a partir de 1983. Re-cuerdo ahora los recientes textos de Victoria Fernández Caso, Raquel Gurevitch, Pablo Ci-colella y Rodolfo Bertoncello.

14. Las perspectivas idiográficas sostienen que los hechos y fenómenos históricos ygeográficos son únicos y no generalizables.

15. Las perspectivas nomotéticas reproducen metodológica y conceptualmente la no-ción de ley y regularidad típicas de las ciencias naturales. Los hechos y fenómenos son ge-neralizables y reproducibles.

16. Se ignoraban, por ejemplo, los trabajos de H.Lefebvre y A.Heller. En Filosofía, laúnica excepción fue la cátedra de Antropología Filosófica de C. Eggers Lan.

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entra mal o no entra en las teorías hechas a priori”. En tales circunstan-cias sentía que, al fin y al cabo, ante la crisis de mi vocación sociológi-ca, la elección de la carrera de Geografía era sensatamente una activi-dad reparadora y prometedora.

4. ¿Por qué Geografía, a pesar de todo ?

Pero, ¿por qué decidí estudiar geografía en la misma Facultad, a pesardel clima general de persecución y desaliento? En la decisión influyeronvarios factores. En ese momento visualicé a la geografía como una disci-plina que —a diferencia de la sociología y filosofía post-Noche de los Bas-tones Largos, donde percibía cierta carga pedántemente especulativa, es-capista y encubridora— me permitiría encauzar con cierto realismo —nome animo decir con objetividad— el análisis y la reflexión sobre las “con-diciones materiales” de posibilidad (también de imposibilidad) de la prác-tica política cotidiana y de los grandes proyectos políticos. La mirada finasobre tales condiciones no se tocaba debidamente, ni siquiera en los cam-pos del progresismo en que me hallaba. A tal efecto me bastaba con queme posibilitara avanzar “descriptivamente” sobre la materialidad de misproblemas, suministrándome la “masa de datos” que yo necesitaba paracaracterizar las condiciones de posibibilidad de los diferenes escenariosde la política. En tal sentido mis preocupaciones se alimentaban de la ne-cesidad de entender tanto los fracasos políticos del progresismo en las di-ferentes escalas geográficas —mundiales, continentales, nacionales, loca-les—, como las posibilidades de llevar a término los grandes y pequeñosproyectos de una “sociedad mejor”. Tenía bien presente desde mi niñezen los Apeninos de la Campañia italiana y en los malezales del conurba-no bonaerense, que la mejor forma de ganar al “poliladron”, cualquierafuera el rol que me correspondiera en el juego, consistía en tener un buenconocimiento de la psicología de mis presas o de mis cazadores y tam-bién, de los escenarios geográficos donde jugábamos.

Mi decisión fue estimulada también por un conjunto de vivencias eintuiciones sobre dos cuestiones, ligadas a las anteriores y entre sí, queaún hoy marcan gran parte de mi actividad: los procesos de urbaniza-ción y las problemáticas ambientales. Los procesos de urbanización no

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reflexión sobre el mundo real pasaba por ámbitos no “catedralicios”. Launiversidad ofrecía un espacio de encuentros... y de desencuentros. Sal-vo contadas excepciones, la verdadera reflexión acontecía en otros in-tersticios de la geografía social general y universitaria: en los pasillos, enlos bares cercanos, en los grupos de estudio, en el trabajo, en los luga-res y tiempos de la actividad política y mediante la lectura y comentariode autores y textos “no oficiales”, a menudo estigmatizados como nocientíficos. En la actualidad creo tener una mejor visión de aquel enton-ces, debido posiblemente al convencimiento de que ese pasado sobre-vive aún de muchas maneras en los tiempos que corren en nuestras uni-versidades y en la microfísica de la vida cotidiana en general.

En tal sentido, estoy convencido que de no haber tenido una ciertapetulancia intelectual cargada de los prejuicios típicos de ciertas mane-ras irreflexivas de la cultura contestataria progresista, hubiera prestadomás atención crítica a la sociología y filosofía oficiales, tratando por esemedio, de anticiparme a algunos reconocimientos que se dieron bastan-te tardía y dolorosamente. Entre ellos, el reconocimiento de que una no-table cantidad de textos y autores “no oficiales”, si bien no tenían por-qué ser estigmatizados, no se hallaban excentos de una notable carga de“progresista irracionalidad”. En mi descargo solamente puedo argumen-tar que no siempre es posible postergar los mandatos de los sentimien-tos, empatías y urgencias colectivas a la espera del juicio de la razónepistemológica. Sobre el tema tenía presente que la “filosofìa, como elbuho de Minerva, levanta el vuelo silenciosamente a la noche y regre-saba al alba sin anunciar el nuevo dìa”.

El mito que tenía construido sobre la capacidad descriptiva, explica-tiva y comprensiva de la sociología oficial caía a medida que avanzaba,con sobresaltos, en la carrera. Después de la Noche de los Bastones Lar-gos, las pocas posibilidades recuperables en los intersticios de la vidauniversitaria también se desvanecían. Al cerrarse las posibilidades de in-tercambio dialógico democrático, todos los actores se replegaron en susrespectivos dogmas. Tal como lo expresé anterioremente, los discursossociológicos pasaron a sobreideologizarse en extremo. Consecuente-mente, la realidad no era objeto de estudio, sino más bien un productointelectual que, en el fragor de las luchas, cada una de las partes preten-día imponer. Unos satanizando al marxismo y otros satanizando al capi-tal. La “realidad”, mientras tanto, se escabullía.“La realidad es testaruda,

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El segundo espacio derivó de las vivencias del impresionante proce-so de urbanización de la Región Metropolitana19 a partir de una inser-ción “privilegiada” para la observación participante: recién llegado demi país de origen a Buenos Aires, cuando tenía 8 años de edad, mi fa-milia se afincó en un área periférica de intenso crecimiento urbano.Desde ese lugar, pude ver cómo en menos de 10 años se “producía” latransformación de un ambiente cuasi rural a un ambiente urbano conso-lidado, proceso que si bien aparecía espontáneo, salvaje o irracional ala mirada exterior, respondía a una complejidad de “racionalidades” in-terdependientes. Con el tiempo y bastante más tarde esta experiencia meayudó a comprender sin dificultades ese conjunto de cuestiones concer-nientes al trabajo doméstico, la autoconstrucción, la pequeña produc-ción mercantil, el cuentapropismo urbano, el mercado de tierras, la ren-ta urbana, la especulación urbana en negocios inmobiliarios, infraes-tructura y equipamiento, el doble circuito de la reproducción urbana, elcontrapunto racionalidad/irracionalidad y, sobre todo, la geopolítica dela microfísica de la vida cotidiana dentro y entre los nichos barriales ylas escalas regionales, provinciales, nacionales e internacionales.20

A partir de ambos espacios de experiencia, resultaba evidente paramí la imposibilidad de pensar la política y los procesos de transforma-ción culturales, obviando el análisis de las implicancias de la urbaniza-ción sobre la política y la cultura e inversamente, de la política y cultu-ra sobre la urbanización. En aquel momento la relación que establecíaera más bien intuitiva. Bastante tiempo después, a mediados de los 70,encontré en los textos de H. Lefebvre, C. Topalov, M. Castells, J. Lojki-ne, D. Harvey y M. Santos las pistas y respuestas para su sistematizaciónteórica y asimilación práctica.

El origen de mis preocupaciones por las problemáticas físico-am-bientales tuvieron bastante que ver con algunas cuestiones estético-ur-banísticas y, sobre todo, sanitarias que operaban en mi barrio de residen-cia familiar en el Partido de La Matanza entre 1952 y 1965 aproximada-

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eran objeto de tematización significativa en la carrera de sociología y,menos aún en la carrera de filosofía. Las problemáticas ambientales nofiguraban en ese entonces ni siquiera en el horizonte virtual e imagina-rio de ambas carreras.17

Mi interés por los procesos de urbanización fue el corolario de —en-tre otros— dos espacios de confluencia de experiencias personales. Elprimero tenía que ver con la constatación de que gran parte de la diná-mica cultural y política se desarrollaba sobre, dentro o en relación a es-pecíficos ambientes urbanos: centros de servicios, zonas fabriles, barria-das populares, etc.. Los acontecimientos de Mayo del 68 eran suficien-temente elocuentes, como así también la especificidad de la actividadpolítica en Argentina.

En aquel entonces, el 80 % de la población de Argentina residía enaglomeraciones urbanas de más de 2.000 habitantes, el 43 % en las cua-tro mayores aglomeraciones constituídas por la Región Metropolitana,Gran Córdoba, Gran Rosario y Gran Mendoza, el 13 % en centros inter-medios comprendidos entre 100.000 y 500.000 mil habitantes y el res-to en 596 centros comprendidos entre 2.000 y 100.000 habitantes.18 Enesa época, la mayor resistencia política a la dictadura militar se concen-tró en los grandes distritos fabriles de Gran Córdoba y Gran Rosario, es-cenarios de las históricas luchas obrero-estudiantiles del 69, del GranTucumán, en pleno proceso de reestructuración del complejo cañero-azucarero y en las luchas de la FOTIA y, curiosamente, en menor grado,de la Región Metropolitana con la Capital Federal a la cabeza.

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17. La emergencia mediática de la problemática ecológica y, en rigor, medio ambien-tal, aconteció a partir de los “manifiestos” y preocupaciones del Club de Roma en 1972.En nuestro medio debemos atribuirle a Perón su difusión durante el período 1973/75 co-mo consecuencia de su sensibilización hacia la problemática producida por su exilio enEspaña. En aquél entonces estaba ya finalizando mis estudios de geografía. Fué durante1973 que la problemática se institucionaliza con el rango de Secretaría de Recursos Na-turales y Medio Ambiente dependiente directamente de Presidencia de la Nación. Al fren-te fué nombrada la Doctora en Química Yolanda Ortiz. El equipo técnico se integró conrecién egresados de diferentes disciplinas, entre los cuales recuerdo a algunos antropólo-gos y a un geógrafo. La tematización de la cuestión urbana recién comenzaba a tratarsecon cierto rigor metodológico gracias a los trabajos de la escuela de sociología urbana dela Sorbona y otros núcleos universitarios franceses, cuya difusión se produjo en nuestromedio recién en los comienzos de la década de los 70. No obstante, ambas problemáti-cas fueron eclipsadas por los debates sobre las “grandes” estrategias políticas.

18. Datos estimados a partir del Censo de Población y Vivienda de 1970 (INDEC).

19. Entre 1947 y 1970 la población de la R. Metropolitana pasa, en cifras aproximadas,de 4,7 a 8,4 millones, concentrando en 1970 el 35,8 % del total de población del país.

20. Parte de esa experiencia la recojo en “Autoconstrucción, vida cotidiana y urbani-zación en Argentina” (UBA, FFyL., Instituto de Geografía, 1985 y CUADERNOS de UNCP-BA, FCH, 1992).

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das y más tarde en los reducidos nichos que nos dejaban “nuestros” pa-dres dentro de “nuestras” casas. Coincidentemente con el gran impulsoque tomaba la televisión, a partir de esa implosión hogareña, iniciaba-mos también el camino hacia el mundo de las descoloridas geografíasvirtuales en blanco y negro. Entre la naturaleza y yo, entre la naturalezay “nosotros”, se había interpuesto finalmente el progreso modernizadorde la contradictoria urbanización capitalista... y también —en intensi-dad nada despreciable— doméstica y cuentapropista.

Entonces, la necesidad de comprender los escenarios de la política yla cultura, las mediaciones y determinaciones de la geografía sobre lapolítica y la cultura y mis vivencias sobre las problemáticas urbanas yambientales fueron decisivos para inscribirme en la carrera de geografía.Al decir esto no puedo dejar de reconocer en este momento que segu-ramente también operaba sobre la decisión desde el inconciente ciertodeseo de conocer el mundo. Aunque no lo veía con claridad en ese mo-mento, el estudio de la geografía me posibilitaba recorrer imaginaria-mente, reconstruyéndolos con imágenes, datos y fantasías, los lugares yrutas de los mapas que no podía conocer por otros medios.

5. Tras las huellas de la geografía oficial universitaria a partir del 68

¿Cuál fué el panorama que encontré de la Geografía Oficial Univer-sitaria y qué coincidencias pude observar en relación a mis expectativasinmediatas e imaginarias? Mis estudios avanzaron con grandes tropiezospor las circunstancias sociales y políticas entre Mayo del 68 y la fechade finalización formal de mis estudios, hacia mediados de 1974. Resul-tado: no fui, lo que se dice, un estudiante aplicado. En ese período hu-bo grandes acontecimientos, algunos de los cuales resulta pertinente re-cordar: en 1969, con la llegada del hombre a la Luna, llegó a estas lati-tudes el coletazo del Mayo francés, de mano del Cordobazo y el Vibo-razo; por primera vez las denominadas “corrientes nacionales” del mo-vimiento estudiantil, ya peronizadas, logran paulatinamente hegemoni-zar los centros de estudiantes en las universidades; se intensifica la lu-cha armada urbana y en la selva tucumana; el Movimiento Peronista, envigoroso crecimiento, logra ocupar hegemónicamente casi todos los es-

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mente. Por aquel entonces pude ver cómo en pocos años, un pequeñoarroyo con mojarritas, renacuajos, ranas y sapos se convertía en una in-mensa y pestilente cloaca a cielo abierto donde vertían efluentes domi-ciliarios y fabriles (laboratorios, curtiembres, textiles, etc.). También pu-de vivir la rápida y similar transformación del Río Matanza, donde a me-diados de la década del cincuenta, en los cruces con el Camino de Cin-tura y con la Autopista Ricchieri los chicos podíamos disfrutar, con algu-nas precauciones, de reparadoras zambullidas para hacer frente a los ca-lores del verano. También por aquel entonces pude vivir la insólita ex-periencia que anticipaba tímidamente a los “nuevos movimientos socia-les”: las luchas de los habitantes de mi barrio y otros barrios vecinos pa-ra evitar la emisión y deposición de humos con azufre, ácidos y arséni-cos de la vieja fundición INSUD.

Las cuestiones ambientales las vivenciaba como íntimamente ligadas alas formas del proceso de urbanización. Para mi mirada y sensibilidad deniño y adolescente acostumbrado al típico ambiente peri-urbano o cuasi-rural, el fenómeno de la urbanización se presentaba contradictoriamente.Por el lado “bueno” la urbanización traía vecinos y amigos con quien ju-g a r, nuevos y diversificados negocios, algunos programas sociales patroci-nados por el municipio, circos y parques de diversiones, las clásicas ker-messes y otras fiestas organizadas por las cooperadoras escolares, los clu-bes y sociedades de fomento, mejoras en los transportes, alumbrado pú-blico, pavimentos que avanzaban prolijamente sobre ese típico paisajee n c h a rcado de aguas jabonosas y grasientas de las urbanizaciones perifé-ricas, gas de redes, agua corriente, teléfono y, dadas las características cli-máticas y edáficas de la urbanización pampeana, cierto ordenamiento delas veredas, haciéndolas transitables aún los días de lluvia.

Por el lado “malo”, la densificación irrumpía sobre nuestros territo-rios quitándonos paulatinamente los “potreros” (baldíos) de juego y cer-cenando, con los alhambrados y medianeras, nuestra libre circulaciónpor los malezales y viejos montes de eucaliptos, paraísos, frutales e in-cluso ombúes, donde con nuestra fantasía nos sentíamos “tigres de lamalasia”, “tarzanes”, temerarios exploradores y también osados cazado-res y depredadores “gomeriles” de la abundante fauna avícola. Perdidoslos potreros, sin plazas y parques públicos cercanos, la acelerada moto-rización urbana que acompañó al modelo desarrollista a partir de finesde los comienzos de los 60 nos fué arrinconando, primero en las vere-

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tudiantil y la atención notoriamente personalizada de los docentes. Lacarrera era un ámbito que oscilaba entre las relaciones cuasi-familiaresy comunitarias, contrastando notoriamente con el convulsionado y anó-nimo “campo intelectual” de las carreras mayores. El malo: la tendenciaa reforzar el aislamiento de los grandes debates sociales, la relativa im-posibilidad de generar ámbitos de trabajo compartidos y sobre todo, lasrestricciones para dar lugar al desarrollo de otredades epistemológicassocialmente significativas, con el consiguiente y necesario intercambiodialógico. Mis expectativas se hubieran colmado con plenitud si esteaspecto negativo, con excepción del sub-período 1972-74, no hubieradominado el escenario.

También lo pertinente al perfil y contenidos sustantivos del proyectoinstitucional de la carrera, había un costado bueno y otro malo. En cuan-to a la profundización y sistematización de las problemáticas sociales,mis expectativas se quebraron ante la hegemonía de una geografía queno difería epistemológicamente de la geografía oficial del Nacional, apesar de algunos intentos de renovación desperdigados en algunas ma-terias. Las escasas diferencias tenían que ver más con algunas cuestio-nes de cantidad que de calidad. Incluso en los aspectos didácticos las si-militudes eran espectaculares: en muchas materias se exigía la clásicacarpeta del Nacional donde semana tras semana íbamos agregando losdomiciliarios “deberes” (trabajos prácticos).21

La mayor complementación a mis expectativas provino de la propiametabolización que pude realizar a partir de los aportes de las materiasdel área física e instrumental, en especial Geomorfología, Climatología,Biogeografía —en aquel entonces con escaso o casi nulo desarrollo de

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pacios de la política y de la vida cotidiana. En 1970 comienza a prepa-rarse el regreso de Perón desde su exilio en Madrid; el FREJULI (FrenteJusticialista de Liberación) gana las elecciones en 1973 y Lanusse entre-ga el gobierno al “Tío” Cámpora. Algunos meses después la fórmula Pe-rón-Perón gana las elecciones con más del 60 % de votos y reemplazaal “Tío”; a partir de allí se endurecen las relaciones entre el “montone-rismo” y Perón, proceso que culmina con la disputa de poder y rupturaa comienzos de 1974. Casi coincidentemente con la finalización de misestudios, en Julio de 1974 muere Perón y al mes siguiente se produce laintervención y cierre de la Universidad de Buenos Aires, acompañadadel despido en masa de docentes, por el que fui afectado, ya que me ha-llaba entre ellos desde Mayo de 1973.

En medio de tantos acontecimientos, mis estudios universitarios pa-saron a ocupar un lugar secundario, relegados casi siempre a los inters-ticios de los fines de semana, feriados, vacaciones y algunas noches pre-exámenes en La Perlita del Once. Implicancias: mis lecturas se acotabana la bibliografía y materiales estrictamente necesarios para aprobar losexámenes, mayoritariamente en carácter de alumno libre o libre-regular.Esta circunstancia limita la objetividad de mi juicio. Con esta reserva pa-so a enumerar algunas impresiones sobre el grado de satisfacción de misexpectativas.

Dos hechos que llamaraon mi atención fue la reducida cantidad dealumnos de la Carrera de Geografía —no más de 200 entre aproximada-mente 12.000 estudiantes, que en su mayoría pertenecían a las carrerasde de Psicología y Sociología— , y el relativo aislamiento del lugar don-de se dictaban las clases —el viejo edificio que la Facultad de Filosofíay Letras tenía a escasos metros de Plaza de Mayo. Ambos aspectos fue-ron suficientes para explicarme porqué pasaron casi 5 años desde mi in-greso a la Facultad para enterarme de la existencia de la carrera. Antesemejante situación la pregunta obligada: ¿por qué había tan pocosalumnos? Para salir al paso creí encontrar la respuesta en la repulsivaimagen que tenía la mayoría de los alumnos del secundario de la mate -ria, en la escasa publicidad de la carrera y en su institucionalización re-lativamente reciente, acaecida entre 1958 y 1960 sobre la base de lasección de Geografía de la carrera de Historia.

La escasa cantidad de alumnos y el aislamiento tenían sus aspectosbueno y malo. El bueno: cierta tranquilidad ante el “hiperactivismo” es-

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21. Posiblemente por mi condición de estudiante “maduro” en relación al resto de miscompañeros, muchos trabajos prácticos eran ridículos y, algunos, hasta humillantes. Re-cuerdo uno en especial en pleno calor de los acontecimientos del “Cordobazo”: en un tra-bajo práctico de Geología la profesora a cargo, sin ninguna explicación previa que pudie-ra ponernos al tanto de la importancia del asunto, depositó sobre la mesa de la sala queoficiaba de “laboratorio” mineralógico una caja con “piedras”de variados colores, formasy texturas, con la consigna de “experimentar” y describir las características “sensibles” (or-ganolépticas) de cada una de ellas sin más instrumentos que nuestros sentidos, dibujando-las en la carpeta con sus correspondientes formas y colores (sic). Ese práctico, como la go-ta que rebasa el vaso, fué el desencadenante de una nueva crisis vocacional que solo pu-de vencer porqué había asumido que ya no me quedaba tiempo para morir en otros inten-tos vocacionales.

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y veo aún— la posibilidad de articular el materialismo histórico y dia-léctico con la geografía o, más abarcativamente (?), la Historia Socialcon la Geografía. Consideré tales conceptos como una especie de hilode Ariadna para salir del laberinto espacialista, empirista y objetivista yrecuperar el momento subjetivo de los procesos geográficos, resituándo-los de ese modo dentro del horizonte histórico. Desde su descubrimien-to, hasta el presente y, me atrevo a afirmarlo, por mucho tiempo en elfuturo, tales conceptos fueron y continuarán siendo de gran fertilidad pa-ra la dialéctica del desarrollo social y mental de la Geografía.

Entre los autores que contribuyeron a redibujar una imagen intere-sante y progresista de Geografía Social se situaban los de la Escuela deGeografía Activa, con P. George a la cabeza. Su libro fundacional —Geografía Activa— se había publicado en castellano en 1966, el año deLa Noche de los Bastones Largos y tuve oportunidad de leerlo en partedurante el cursado de “Introducción a la Geografía” y de “Geografía Hu-mana I”, ambas a cargo del Profesor Horacio Difrieri.22 Dicho texto de-sapareció pronto de los programas de estudio de los años posteriores. Suexclusión, nunca suficientemente explicitada, fue impulsada por el mac-cartismo político reinante en la microfísica del poder de la universidadde ese entonces, ante el reconocimiento de que la Escuela de GeografíaActiva era una “célula” del Partido Comunista Francés. A pesar del con-texto restrictivo en materia de pensamiento, en el fondo se trataba de unfenómeno más de autocensura, entre muchos otros bastantes frecuentesen la cultura política e intelectual de Argentina durante aquellos años deconvulsión política.

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la perspectiva ecológica y ambiental que más me interesaba—, Aerofo-tointerpretación, Cartografía (incluyendo la lectura y manejo de cartastopográficas y temáticas que se estudiaban en muchas materias) y, enmenor grado, Topografía y Geografía Física de Argentina. No me sientoautorizado a emitir un juicio epistemológico profundo sobre la especifi-cidad de cada una de ellas. En ese entonces, proviniendo de la filosofíay la sociología, la novedad que tenían para mi aquellos conocimientosme produjeron una cierta sensación —algo ingenua— de oxigenaciónintelectual y de retorno a la tierra. Me sentía como una especie de Uli-ses de regreso al topos y oikos primordiales.

La interpretación y manejos de cartas y fotografías aéreas, con lacomplementación de las restantes materias, tanto físicas como “huma-nas”, tuvieron un fuerte impacto en mi sistematización espacial de la po-lítica. Hasta ese entonces, producto de una formación sociológica de-masiado centrada en los conceptos abstractos de estructura y relaciónsocial, los escenarios de los hechos sociológicos aparecían inscriptos enun espacio casi enteramente isotópico. La cartografía, a pesar de su re-lativa abstracción, al sumarse a otros datos y procesos sociales, produ-cía un triple efecto: en primer lugar se tornaba ella misma más concre-ta; en segundo lugar contribuía a concretar los fenómenos sociales alagregar a la multiplicidad de determinaciones las específicamente espa-ciales, y en tercer lugar, como resultado de ambos, me posibilitaba re-cuperar la heterotopía o diversidad de escenarios de la articulación His-toria/Geografía.

En relación a las materias del área de Geografía Humana mis expec-tativas se cubrieron muy escasamente con algunos aportes puntualesdesperdigados en “Introducción a la Geografía”, “Geografia Humana I”(general) y “Geografía Económica”. Entre los temas que pude metaboli-zar nutritivamente y que considero aún hoy programáticamente intere-santes, consigno la cuestión de los géneros de vida, el concepto de Geo-sistema, el manejo espacial y cartográfico de los Censos Nacionales, al-gunos aspectos de las dinámicas demográficas y poblacionales, algunastipologías de asentamientos agrarios, las teorías de von Thünen y W. Ch-ristaller, algunas cuestiones ligeras sobre la geografía del transporte y losespacios de producción industriales, la perspectiva antropo-geográfica,ecológica e “historicista” de Ratzel y sus conceptos escasamente apro-vechados de espacio vital y sentido del espacio. En estos últimos veía —

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22. H. Difrieri fué continuador de la obra de Romualdo Ardissone, Francisco de Apa-ricio y Federico Daus, todos ellos pioneros en instalar la enseñanza de la Geografía bajola cobertura del Departamento de Historia. Figura sumamente controvertida, a partir de1958 fué uno de los principales artífices en la creación de los Departamento de Geogra-fía y la implementación de las carreras de licenciatura y profesorado superior en geogra-fía. En dos oportunidades fué Decano de la Facultad de Filosofía y Letras. La primera fuedurante 1968-69. Durante su gestión y gracias en parte a su “visión profesional” de la geo-grafía, la carrera logró importantes mejoras en infraestructura y equipamiento, entre loscuales se contaba un complejo Restituidor Aerofotográfico que por distintos motivos nun-ca pudo ponerse en funcionamiento. El mayor impacto de su gestión estuvo ligado al sur-gimiento de las célebres “cátedras nacionales” en la carrera de sociología, entre los que seencontraba el Profesor Justino O’Farrell, quién fué el primer decano durante la “normali-zación” que prosiguió al triunfo del peronismo en 1973.

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rrocamiento de la dictadura militar. En esa oportunidad se había previs-to la participación de Pierre George y Milton Santos. Sólo pudimos con-tar con la valiosa presencia de Milton Santos, quien para aquel entoncesya había producido importantísimas contribuciones, tanto en lo que de-nominó “Crítica de la Geografía” como en la construcción de la “Geo-grafía Crítica”.

En aquella oportunidad, Santos nos sorprendió trayendo consigo unejemplar del recientemente editado Social Justice and the City (en cas-tellano Urbanismo y Desigualdades Sociales) de D. Harvey (1973), aquién conocíamos por sus rigurosas reflexiones epistemológicas de Ex -planatión en Geography 1969 (en castellano: Teorías, Leyes y Modelosen Geografía) que considero, han sido equivocadamente encuadradasdentro del positivismo cuantitativista

En Social Justice and the City, muchos de nosotros vimos el primerintento de reconceptualizar teóricamente a la Geografía a partir de lateoría marxista. Dentro de la misma perspectiva en Italia, un año des-pués, se publicó al memorable Marxismo e Geografía de Massimo Quai-ni. Ambos textos fueron considerados paradigmáticos de la Nueva Geo-grafía Radical y Humanista. Pero, en gran medida cegados por el climaideológico de aquel momento, lo que no pudimos advertir del texto deHarvey fue lo más importante: la necesidad y el deseo subyacente másuniversal de reconceptualizar y reorientar la geografía como un instru-mento de liberación, de solidaridad y de justicia.

Luego de tantos años transcurridos, y ante la implacable lógica delsacrificio humano impuesto por el neoconservadurismo liberal y lasconsiguientes políticas de achicamiento de la justicia social, el manda-to primordial “subyacente” del texto de Harvey tiene mayor vigenciaque en aquellos años, y debería ser tomado como referencia teórica ypráctica insoslayable de la Geografía por venir de aquí hasta el “fin dela prehistoria” y hasta el comienzo de la verdadera “historia humana”.

Creemos, como sostiene Milton Santos que la tarea consiste en que“los geógrafos, junto a otros científicos sociales, se deben preparar parasentar las bases de un espacio verdaderamente humano, un espacio queuna a los hombres por y para su trabajo, pero no para seguidamente se-pararlos en clases, entre explotadores y explotados; un espacio materiainerte trabajado por el hombre, pero no para que se vuelva contra él; unespacio, la Naturaleza social abierta a la contemplación directa de los

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6. La Geografía por venir

Frente a las carencias de todo tipo que ofrecía la carrera en relacióna mis expectativas, a medida que fuí avanzando se acrecentaba mi con-vencimiento de que mi reorientación vocacional había sido una buenadecisión para reconceptualizar la política y la “reproducción social”dentro de un horizonte de mayor concreción. Ante tal certidumbre, lascarencias más que desanimarme, me colocaron en una perspectiva enla que sentía que mi experiencia política, sociológica y filosófica podíanseguir tomando contribuciones insospechadas de la geografía al mismotiempo que podía aportar algo para reconceptualizar y revalorizarla crí-ticamente. Paulatinamente fuí avanzando, con algunos compañeros, enla maduración de un proyecto de Nueva Geografía. A tal efecto nos dá-bamos cuenta que teníamos que recorrer dos caminos paralelos y hacerque en algún momento se encontraran. Por un lado el camino de la re-conceptualización interna de la disciplina a partir de perspectivas plura-listas y —sin renunciar a su especificidad— a contramano de las tenden-cias positivistas a la fragmentación de los saberes. Por otro lado el cami-no de la libertad, de la liberación social, de la convivencia democráticay de la justicia social. El primero significaba afinar los instrumentos teó-ricos y técnicos, y admitir que la Geografía, al fin y al cabo, era un ni-cho disciplinario más, entre otros, del campo de las ciencias en generaly de las ciencias sociales en particular. El segundo implicaba asumir enlo inmediato la lucha contra la dictadura militar junto a la totalidad delprogresismo de aquel entonces, para generar el marco de indispensableracionalidad social, acorde con la postulación de una nueva racionali-dad científica y geográfica.

En el mundo anglosajón, los dos caminos se encontraron a partir delsacudimiento producido en las universidades por los acontecimientosde 1968 y en confluencia con el movimiento pacifista. En Europa, conla Geografía Activa, la institucionalización posterior del estuctural-mar-xismo y el surgimiento de la fértil Escuela de Sociología Urbana, ambos,también en coincidencia con los acontecimientos previos e inmediata-mente posteriores a Mayo del 68.

En Argentina y América Latina, los caminos se cruzaron en el “II En-cuentro Latinoamericano de la Nueva Geografía”, celebrado en la Ciu-dad de Neuquén entre el 18 y el 23 de febrero de 1974, al año del de-

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seres humanos, y no un artificio; un espacio instrumento de la reproduc-ción de la vida, y no una mercancía trabajada por otra mercancía, elhombre artificializado” (M. Santos, 1990: 235).

El deseo subyacente de Harvey y las tareas propuestas por Milton nobrillan por su novedad epistemológica en el firmamento de la discipli-na. Brillan simplemente por la continuidad y profundización del ladosalvaje de la modernidad y por la imposibilidad de soslayarlas hasta tan-to no se modifique la esencialidad histórica de las que son tributarias. Atal efecto, la mirada desde ese futuro despojado de inequidades, injusti-cias y despojos a la gente y a la naturaleza tiene que ser orientada sobrelos recursos e instrumentos indispensables para su realización, sin im-portar si pertenecen al “pasado”, al “presente” o “al futuro”. No se si és-ta es una verdad universal. Sí se que es el corolario del camino que bue-na parte de la geografía y los geógrafos venimos construyendo desdehace bastante tiempo.

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Page 83: La Geografia por Venir

ÍNDICE

Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

A modo de introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

Los nuevos mundos de la geografíaMILTON SANTOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

Cuestiones, opiniones y debates. La geografía: ¿cuál futuro?

Un debate de fondoERIC WADDELL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27

El futuro de la geografíaRODOLFO DE KONINCK. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29

La geografía vuelve a ocupar el primer planoMICHEL BRUNEAU . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33

La geografía, ciencia de territorios y de redesROGER BRUNET . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37

El fin de la historia y la resurrección de la geografíaPAUL CLAVAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47

La crisis de la geografía humana en Alemania. Alegato por una disciplinaDIETRICH FLIEDNER . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51

¿El despertar de los geógrafos?FRANÇOIS HULBERT . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65

Por una geografía física revisitadaDANIEL LAGAREC . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81

¿Por qué la géografia?JACQUES LÉVY . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91

Geografía y desarrollo. Crisis del cometido y renovaciónTERENCE G. MCGEE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105

Por una geografía testimonialJEAN-BERNARD RACINE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119

Futuro-presente-pasadoVICENTE DI CIONE. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135

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Vera 776, Capital Federal, República Argentina