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    F. Paul Wilson

    La Fortaleza

    COMPAA EDITORIAL, S.A.MXICO

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    1a. Edicin, Abril de 19823a. Impresin, Febrero de 1983

    ISBN 968-13-1316-X

    DERECHOS RESERVADOS

    Titulo original: The KeepTraductor: Mauricio-Jos Schwarz HuertaCopyright , 1981: Paul WilsonEdicin original en ingls publicada por

    William Morrow and Company, New York, N. Y., U.S.A.

    Copyrigth , 1982, coedicin: Provenemex Editorial Diana, S.A. Edivisin, Compaa Editorial, S. A.Roberto Gayol 1219, Mxico 12, D. F.

    Impreso en Mxico Printed in Mxico

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    Para Al Zuckerman

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    Reconocimientos

    El autor quisiera agradecer a Rado L. Lencek, profesor delenguas eslavas en la Universidad de Columbia, su pronta yentusiasta respuesta a una extraa peticin de un desconocido.

    El autor desea tambin reconocer una deuda obvia a HowardPhillips Lovecraft, Robin Ervin Howard y Clark Ashton Smith.

    F. PAUL WILSONAbril, 1979-enero, 1981

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    PrlogoVARSOVIA, POLONIALunes, 28 de abril 1941.0815 horas.

    Haca ao y medio haba otro nombre en la puerta, un nombrepolaco y, sin duda, el ttulo del departamento o agencia en el

    gobierno polaco. Pero Polonia ya no perteneca a los polacos y elnombre haba sido bruscamente borrado con densos y pesados trazosde pintura negra. Erich Kaempffer se detuvo ante la puerta y trat derecordar el nombre. No era que le importara. Simplemente se tratabade un ejercicio de memoria. Una placa de caoba cubra la manchaahora, pero alrededor de las orillas se vean algunos trazos negros.Deca:

    SS-OBERFUHRER W. HOSSBACH

    RSHA-DIVISINDE RAZAY REUBICACINDistrito de Varsovia

    Se detuvo para recuperar la compostura. Qu quera Hossbachde l? Por qu la cita tan temprano en la maana? Estaba enojadoconsigo mismo por dejar que esto lo preocupara, pero nadie en la SS,sin importar cuan segura fuera su posicin, ni siquiera un oficial quehubiera ascendido tan rpidamente como l, poda ser llamado parareportarse "inmediatamente" a la oficina de un superior, sin

    experimentar un espasmo de aprensin.Kaempffer respir profundamente por ltima vez, ocult suansiedad y cruz la puerta empujndola. El cabo que actuaba comosecretario del general Hossbach se puso en posicin de firmes. Elhombre era nuevo y Kaempffer se dio cuenta de que el soldado no loreconoci. Era comprensible, pues l haba estado en Auschwitzdurante el ltimo ao.

    Sturmbannfhrer Kaempffer fue todo lo que dijo,permitiendo que el muchacho entendiera por s solo. El cabo gir y sedirigi a la oficina interior. Regres de inmediato.

    Oberfhrer Hossbach lo ver ahora, herr mayor.Kaempffer pas junto al cabo y entr a la oficina de Hossbach

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    para encontrarlo sentado en la orilla de su escritorio.Ah, Erich! Buenos das! salud Hossbach con una

    jovialidad que no era caracterstica en l. Caf?No, gracias, Wilhelm respondi. Haba deseado una taza

    hasta ese mismo momento, pero la sonrisa de Hossbach lo puso en

    guardia de inmediato. Ahora exista un nudo en donde antes hubo unestmago vaco.

    Muy bien, entonces. Pero qutate el abrigo y ponte cmodo.El calendario indicaba el mes de abril, pero todava haca fro en

    Varsovia. Kaempffer llevaba su largo abrigo de la SS. Se lo quitlentamente y lo colg con gran cuidado, junto con su gorra de oficial,en el perchero de la pared, forzando a Hossbach a mirarlo y, quiz, apensar en sus diferencias fsicas. Hossbach era corpulento, estabaperdiendo el cabello y tena escasos cincuenta aos. Kaempffer erauna dcada ms joven, con una constitucin musculosa y una cabeza

    cubierta de un rubio cabello infantil. Y Erich Kaempffer llevaba uncamino ascendente.

    Por cierto, felicidades por tu ascenso y tu nueva misin. Laposicin de Ploiesti es algo impresionante.

    S convino Kaempffer manteniendo un tono neutral. Sloespero responder a la confianza que me tiene Berln.

    Estoy seguro de que lo hars.Kaempffer saba que los buenos deseos de Hossbach eran tan

    huecos como las promesas de reubicacin que le haca a los judospolacos. Hossbach haba querido Ploiesti para s, todos los oficiales de

    la SS lo queran. Las oportunidades de progreso y provecho personalal ser comandante del campo ms grande en Rumania eran enormes.En la implacable bsqueda de posicin dentro de la gran burocraciacreada por Heinrich Himmler, en la que un ojo estaba siempre puestoen la vulnerable espalda del hombre situado frente a uno y el otro ojosiempre vigilante por encima del hombro del hombre que est junto,no hay mejor cosa que un deseo sincero de que se tenga xito.

    En el incmodo silencio que sigui, Kaempffer examin lasparedes y reprimi un gesto despectivo al notar los cuadrados yrectngulos ms claros en el sitio donde el ocupante anterior colgara

    los grados y las menciones. Hossbach no haba vuelto a decorar. Eratpico de ese hombre tratar de dar la impresin de que se hallabademasiado ocupado con los asuntos de la SS para molestarse conpequeeces tales como mandar pintar las paredes. Era un actodemasiado obvio. Kaempffer no necesitaba montar un espectculo desu devocin a la SS. Cada hora de su vigilia estaba encaminada aelevar su posicin dentro de la organizacin.

    Pretendi estudiar el enorme mapa de Polonia que colgaba enla pared, con la superficie marcada con alfileres de colores querepresentaban las concentraciones de indeseables. Haba sido un aomuy agitado para la oficina del RSHA de Hossbach, ya que a travsde este sitio la poblacin juda de Polonia era dirigida hacia el "centro

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    de reubicacin" cercano al centro ferroviario de Auschwitz. Kaempfferimaginaba su futura oficina en Ploiesti, con un mapa de Rumania enla pared, marcado con sus propios alfileres. Ploiesti... no haba dudade que los alegres modales de Hossbach presagiaban algo malo. Algohaba salido mal en algn lado y Hossbach iba a hacer uso total de

    sus ltimos das como oficial superior, para restregar la nariz deKaempffer en eso.

    Hay alguna forma en la que te pueda ser til? preguntKaempffer.

    No a m, per se, sino al Alto Comando. En este momento hayun pequeo problema en Rumania. Es una molestia, realmente.

    Oh!S. Un pequeo destacamento regular estacionado en los

    Alpes, al norte de Ploiesti, ha estado sufriendo algunas bajas queaparentemente se deben a la actividad de los partisanos locales, y el

    oficial desea abandonar su posicin.Ese es un asunto del ejrcito replic el mayor Kaempffer.

    No le gustaba esto. No tiene nada que ver con la SS.S tiene que ver corrigi Hossbach colocndose detrs de l

    y tomando un pedazo de papel que estaba sobre su escritorio. ElAlto Comando turn el asunto a la oficina del ObergruppenfhrerHeydrich. Creo que es ms conveniente que te la pase a ti.

    Por qu es ms conveniente?El oficial en cuestin es el capitn Klaus Woermann, sobre

    quien me llamaste la atencin hace como un ao porque se negaba a

    unirse al Partido.Y como estar en Rumania, esto va a ser descargado en miregazo repuso Kaempffer permitindose un instante de ocultoalivio.

    Precisamente. Tu ao de tutelaje en Auschwitz no slo tehabr enseado cmo manejar un campo eficiente, sino tambin laforma de tratar a los partisanos locales. Estoy seguro de queresolvers el asunto rpidamente.

    Puedo ver ese papel?Con mucho gusto.

    Kaempffer tom el pedazo de papel y ley las dos lneas. Fue descifrado correctamente?S. Tambin pens que el fraseo era bastante extrao, as que

    hice que lo revisaran dos veces. Es exacto.Kaempffer ley de nuevo el mensaje.

    Pido reubicacin inmediata.Algo est asesinando a mis hombres.

    Era un mensaje perturbador. Conoci a Woermann durante laGran Guerra y siempre lo catalog como uno de los hombres msrecios que existan. Y ahora, en una nueva guerra, como oficial de la

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    Reichswehr, Woermann se haba negado en repetidas ocasiones aunirse al Partido, a pesar de la implacable presin. No era un hombreque abandonara una posicin, ya fuera estratgica o de otro tipo, unavez asumida. Algo deba estar muy mal como para que pidiera lareubicacin.

    Lo que molestaba an ms a Kaempffer era la eleccin depalabras. Woermann era inteligente y preciso. Saba que su mensajepasara por muchas manos a lo largo de su ruta de transcripcin y decodificacin e intent hacerle llegar algo al Alto Comando, sin entraren detalles.

    Pero qu? La palabra "asesinando" implicaba a un agentehumano con un propsito determinado. Por qu, entonces, lo habaprecedido con la palabra "algo"? Una cosa un animal, una toxina,un desastre natural podan matar, pero no asesinar.

    Estoy seguro de que no tengo que decirte que, debido a que

    Rumania es un Estado aliado ms que un territorio ocupado, serequerir una cierta dosis de sutileza.

    Estoy bastante consciente de eso.Tambin se necesitara una determinante sutileza al manejar a

    Woermann. Kaempffer tena una vieja cuenta que arreglar con l.Hossbach trat de sonrer, pero a Kaempffer el intento le

    pareci ms un gesto lujurioso.Todos nosotros en la RSHA, incluso hasta el general Heydrich,

    estaremos muy interesados en ver cmo te va con esto... antes deque te desplaces hacia la tarea ms grande en Ploiesti.

    El nfasis en la palabra "antes", y la breve pausa que laprecedi, no se le escaparon a Kaempffer. Hossbach iba a convertireste pequeo viaje a los Alpes en una prueba de fuego. Se suponaque Kaempffer deba estar en Ploiesti en una semana; si no podamanejar el problema de Woermann con la suficiente prontitud,entonces tal vez se supondra que no era el hombre adecuado paradirigir el campo de reubicacin de Ploiesti. No habra escasez decandidatos para ocupar su lugar.

    Espoleado por una repentina sensacin de urgencia, se levanty se puso el abrigo y la gorra.

    No preveo ningn problema. Partir de inmediato con dosescuadrones de einsatzkommandos. Si se puede arreglar eltransporte areo y las adecuadas conexiones por tren, podremosestar all esta tarde.

    Excelente! exclam Hossbach devolvindole, el saludo.Dos escuadrones deben ser suficientes para encargarse de

    unos cuantos guerrilleros. Se volvi y camin hacia la puerta.Ser ms que suficiente, estoy seguro.El SS-Sturmbannfhrer Kaempffer no oy la frase de despedida

    de su superior. Otras palabras llenaban su mente: "Algo estasesinando a mis hombres".

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    * * *

    PASO DINU, RUMANIA28 de abril, 1941.

    1322 horas

    El capitn Klaus Woermann camin hasta la ventana sur de sucuarto en la torre de la fortaleza y escupi un lquido blanco en elaire.

    Leche de cabra, gah! Estaba bien para hacer queso, pero nopara bebera.

    Mientras miraba disiparse el lquido en una nube de gotasblancas que caan como plomo por los treinta metros hasta las rocas

    situadas abajo, Woermann deseaba un rebosante tarro de buenacerveza alemana. Lo nico que anhelaba ms que la cerveza, era salirde esta antesala del infierno.

    Pero eso no iba a suceder. Todava no. Enderez los hombrosen un gesto tpicamente prusiano. Era ms alto que el promedio ytenia una robusta constitucin que alguna vez sostuvo ms msculo,pero que ahora tenda a ser flccida. Su oscuro cabello caf se leestaba cayendo; tena los ojos separados, igualmente caf, y unaboca capaz de mostrar una gran sonrisa cuando era apropiado. Sucamisola gris la llevaba abierta hasta la cintura, permitiendo que su

    pequea barriga sobresaliera. Le dio unos golpecitos. Demasiadassalchichas. Cuando se senta frustrado o insatisfecho, tenda a comerbocadillos entre comidas, generalmente en una salchichonera. Entrems frustrado e insatisfecho se encontraba, ms coma. Se estabaponiendo gordo.

    La mirada de Woermann se pos en la pequea aldea rumanasituada al otro lado de la caada, calentndose en la tarde, iluminadapor el sol, pacfica, a un mundo de distancia. Alejndose de laventana, se volvi y camin a travs del cuarto revestido con bloquesde piedra, muchos de ellos incrustados con unas peculiares cruces de

    latn y nquel. Para ser exacto, existan cuarenta y nueve cruces eneste cuarto. Las haba contado numerosas veces en los ltimos tres ocuatro das. Camin ms all de un caballete que sostena unapintura recin terminada, y ms all de un desordenado escritorioprovisional, hasta la ventana opuesta, la que daba hacia el pequeopatio de la fortaleza.

    Abajo, los hombres de su comando que no estaban en servicioformaban grupos pequeos, algunos hablaban en voz baja, lamayora permanecan silenciosos y hoscos y todos evitaban lassombras que se extendan. Se aproximaba otra noche. Otro de ellosmorira.

    Un hombre, sentado solo en una esquina, tallaba febrilmente.

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    Woermann mir el pedazo de madera que adquira forma en lasmanos del escultor: era una burda cruz. Como si no hubierasuficientes cruces alrededor!

    Los hombres estaban asustados. Y l tambin. Se suscit ungran giro en menos de una semana. Recordaba su marcha a travs

    de las puertas de la fortaleza, como orgullosos soldados de laWehrmacht, de un ejrcito que alguna vez conquist Polonia,Dinamarca, Noruega, Holanda y Blgica; y luego, despus de barrerlos restos de la Armada britnica hacia el mar en Dunquerque,continu hasta Francia en treinta y nueve das. Y apenas este mes,Yugoslavia haba sido tomada en doce das y Grecia en slo veintiuno,contando desde ayer. Nada poda enfrentarse a ellos. Haban nacidovencedores.

    Pero eso fue la semana pasada. Era sorprendente lo que seismuertes horribles podan hacerle a los conquistadores del mundo. Lo

    preocupaba. Durante la semana anterior, el mundo se habaestrechado hasta que ya no exista nada para l y sus hombres queestuviera ms all de este castillo subdesarrollado, de esta tumba depiedra. Se enfrentaban a algo que desafiaba todos sus esfuerzos pordetenerlo, que mataba y desapareca, slo para regresar a asesinarde nuevo. Estaban descorazonados...

    Ellos ... Woermann se dio cuenta de que no se incluy entreellos durante algn tiempo. La pelea se le haba salido del coraznall en Polonia, cerca del pueblo de Posnan ... despus de que la SShaba llegado y l vio el destino de esos "indeseables" que quedaban

    en el velorio de la Wehrmacht victoriosa. Haba protestado. Comoresultado no presenci ningn combate posterior desde entonces.Daba lo mismo. Haba perdido todo el orgullo ese da al pensar en smismo como uno de los conquistadores del mundo.

    Se alej de la ventana y regres al escritorio. Se detuvo juntoa l, absorto en las fotografas enmarcadas de su esposa y sus doshijos, y contempl el mensaje descifrado que estaba all.

    SS-Sturmbannfhrer Kaempffer llega hoy con destacamento deeisatzkommandos. Mantenga actual posicin.

    Por qu un mayor de la SS? Esta era una posicin regular delejrcito. Hasta donde l saba, la SS no tena nada que ver con l,con la fortaleza o con Rumania. Pero haba tantas cosas que no podaentender sobre esta guerra... Y Kaempffer, de todas las personas!Un soldado corrupto, pero sin duda un hombre ejemplar de la SS.Por qu aqu? Y por qu con einsatzkommandos? Eran escuadronesde exterminio. Soldados sin cerebro. Msculos de los campos deconcentracin. Especialistas en matar civiles desarmados. Haba sidotestigo de su trabajo fuera de Posnan. Por qu venan aqu?

    Civiles desarmados... las palabras persistan y, mientras lohacan, una sonrisa se desliz lentamente por las comisuras de su

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    boca, dejando sus ojos intactos.Bueno, que venga la SS. Woermann se hallaba ahora

    convencido de que haba una especie de civil desarmado en la raz detodas las muerte en la fortaleza. Pero no el tipo desvalido y asustadoal que estaba acostumbrada la SS. Que vengan. Que prueben el

    miedo que tanto les gusta esparcir. Djenlos creer en lo increble.Woermann crea. Una semana antes se hubiera redo ante la

    idea. Pero ahora, cuanto ms se acercaba el sol al horizonte, msfirmemente crea... y tema.

    Todo en una semana. Hubo preguntas sin respuesta cuandollegaron por primera vez a la fortaleza, pero no hubo miedo. Unasemana. Eso era todo? Pareca que haban transcurrido eras desdecuando puso los ojos en la fortaleza...

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    1EN RESUMEN: El complejo de refinacin de Ploiesti tiene una proteccinnatural relativamente buena al norte. El paso Dinu a travs de losAlpes transilvanos ofrece slo una amenaza por tierra, aunque depequeas proporciones. Como se detalla en otra parte del informe, lapoblacin esparcida y las condiciones climticas de primavera en elpaso, hacen que tericamente sea posible que una considerablefuerza armada penetre sin ser detectada desde las estepas rusas delsudoeste, por las colinas al pie de los Crpatos y a travs del pasoDinu, para emerger de las montaas a escasos cuarenta kilmetros alnoroeste de Ploiesti con slo las planicies entre ella y los campospetroleros.

    Debido a la naturaleza crucial del petrleo suministrado porPloiesti, se recomienda que hasta que la operacin Barbarrosa seacompletamente operativa, una pequea fuerza de vigilancia se siteen el paso Dinu. Como se menciona en la parte central del informe,hay una vieja fortificacin a mitad del paso, que podra servir

    adecuadamente como base centinela.

    ANLISIS DE LA DEFENSA PARA PLOIESTI, RUMANIARemitido al Reichwehr Alto Mando, 1o. de abril 1941.

    PASO DINU, RUMANIAMartes, 22 de abril1208 horas

    No hay nada como un da largo aqu, sin importar la poca delao, pens Woermann al mirar las escarpadas paredes de lasmontaas que fcilmente medan trescientos metros de altura a cadalado del paso. El sol tena que trazar un arco de treinta grados antesde poder asomarse por la pared del Este y tena que viajar slonoventa grados en el cielo antes de perderse de vista otra vez.Los costados del paso Dinu eran extraordinariamente inclinados, tanverticales como puede ser la pared de una montaa sin

    desequilibrarse y venirse abajo; era una extensin desierta de losasduras y dentadas, con bordes angostos y pendientes escarpadas,

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    aliviada ocasionalmente por variedades cnicas de pizarra frgil. Cafy gris, barro y granito eran los colores, entremezclados con manchasde verde. Haba rboles enanos, desnudos ahora a principios de laprimavera, con los troncos retorcidos y doblados por el viento, quecolgaban precariamente gracias a sus tenaces races que de algn

    modo encontraron sitios dbiles en la roca. Colgaban comomontaeses exhaustos, demasiado cansados para subir o bajar.

    Detrs de su carro de comandante, Woermann poda or elrumor de los dos autos plataforma que transportaban a sus hombresy, atrs de ellos, el rechinido del camin de provisiones que llevaba lacomida y las armas. Los cuatro vehculos se arrastraban a lo largo dela pared occidental del paso, donde una capa natural de roca habasido usada como camino durante aos. Comparado con los pasos delas montaas, el de Dinu era angosto, promediando slo ochocientosmetros de ancho a lo largo de su curso serpentino a travs de los

    Alpes transilvanos, el rea ms inexplorada de Europa. Woermannmir largamente el suelo del paso que estaba setenta metros abajo asu derecha. Era suave y verde y tena un sendero en el centro.Hubiera sido un viaje ms corto y suave hasta aqu, pero sus rdenesle advertan que su destino era inaccesible para los vehculos conruedas desde el suelo del paso. Tenan que seguir por el camino de lacolina.

    Camino? resopl Woermann. Este no era un camino. Lohubiera clasificado como un sendero o, con ms propiedad, unarrecife. Aparentemente, los rumanos de estos rumbos no crean en

    el motor de combustin interna y no haban previsto el paso devehculos que lo utilizaran.El sol desapareci sbitamente; hubo un trueno, el destello de

    un relmpago y entonces comenz a llover de nuevo. Woermannmaldijo. Otra tormenta. El clima aqu era enloquecedor. Loschubascos se precipitaban repetidamente entre las paredes del paso,esparciendo relmpagos en todas direcciones, amenazando con hacercaer las montaas por los truenos y vertiendo la lluvia en torrentes,como si trataran de quitarse un lastre para poder elevarse sobre lascumbres escarpadas. Y luego se iran tan abruptamente como haban

    llegado. Como ste.Por qu querra alguien vivir aqu?, se preguntaba. Lascosechas crecan pobres, rindiendo apenas para la subsistencia y unpoco ms. Las cabras y las ovejas parecan estar bastante bien,creciendo en los speros pastos de abajo y en el agua clara quebrotaba de las montaas. Pero por qu escoger un lugar como stepara vivir?

    Woermann vio la fortaleza por primera vez mientras la columnaatravesaba un pequeo rebao de cabras que estaban apiadas enuna curva particularmente cerrada del sendero. De inmediato sintique haba algo extrao en ella, pero era una anomala benigna.Estaba diseada como castillo, aunque no se le poda clasificar as por

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    su pequeo tamao. De manera que era llamada fortaleza. No tenanombre y eso era peculiar. Supuestamente contaba con siglos deantigedad y, sin embargo, se vea como si la ltima piedra hubierasido colocada en su lugar apenas ayer. De hecho, su reaccin inicialfue pensar que haban dado una vuelta incorrecta en algn lugar.

    sta no poda ser la fortificacin abandonada, de quinientos aos, queiban a ocupar.

    Detuvo la columna y revis el mapa confirmando queefectivamente ste iba a ser su nuevo puesto de comando. Mir denuevo la estructura, examinndola.

    Siglos antes, una enorme losa de piedra plana se habadesprendido de la pared occidental del paso. A su alrededor se veauna profunda caada a travs de la cual flua un arroyo helado quepareca brotar del interior de la montaa. La fortaleza estaba en esalosa. Sus paredes eran pulidas, tal vez de 60 metros de altura,

    hechas con bloques de granito que se fundan sin bordes en elcostado montaoso situado tras ellas; era el trabajo del hombre quede algn modo estaba en concordancia con el de la naturaleza. Peroel rasgo ms notable de la pequea fortaleza era la torre solitaria queformaba su extremo principal: tena el techo plano, sobresaliendopor lo menos 220 metros de su parapeto escalonado hacia la rocosacaada de abajo. Esa era la fortaleza. Una prolongacin de una pocadiferente. Una visin bienvenida que aseguraba un lugar seco paravivir durante su vigilancia en el paso.

    Pero era extraa la forma en que pareca ser tan nueva.

    Woermann asinti al hombre que estaba junto a l en el auto ycomenz a doblar el mapa. Se llamaba Oster y era el nico sargentoen el comando de Woermann. Tambin supla al chofer. Oster hizouna sea con la mano izquierda y el auto se movi hacia adelante conlos otros tres vehculos siguindolo. El camino, o ms bien el sendero,se ensanchaba al dar vuelta a la curva, llegando hasta un pequeopoblado anidado contra el costado de la montaa al sur de lafortaleza, justo al otro lado de la caada.

    Mientras seguan el sendero hacia el centro de la aldea,Woermann decidi reclasificarla tambin. sta no era una aldea en el

    sentido alemn, sino una coleccin de chozas con paredes de estucoy techos temblorosos, todas de un piso, exceptuando la situada en elextremo ms al norte. sta estaba a la derecha y tena un segundopiso y un letrero afuera. No lea rumano, pero tuvo la sensacin deque se trataba de una especie de posada. Woermann no podaimaginar para qu necesitaban una posada. Quin vendra aqu?

    A unos treinta metros detrs de la aldea, el sendero terminabaen la orilla de la caada. Desde all, una calzada arbolada, sostenidapor columnas de piedra, se extenda unos noventa metros sobre lacaada rocosa, proporcionando el nico vnculo de la fortaleza con elmundo. El nico otro modo de entrar era escalar sus lisas paredes depiedra desde abajo o deslizarse con una cuerda bajando unos

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    trescientos metros por un costado, montaoso igualmente pulido.El ojo militarmente entenado de Woermann evalu de

    inmediato los valores estratgicos de la fortaleza, ira un excelentepuesto de observacin. Todo el paso Dinu se vera desde la torre y lasparedes de la fortaleza; cincuenta hombres podran detener a todo un

    batalln ruso. No es que stos fueran a atravesar el paso Dinu, peroquin era l para cuestionar al Alto Comando?

    Dentro de Woermann haba otro ojo que evaluaba la fortaleza asu manera. Era el ojo de un artista, de un amante del paisaje... usaracuarelas o confiar en los pigmentos al leo para captar ese rastro dela pensativa vigilancia? La nica forma de averiguarlo sera utilizandoambos. Tendra bastante tiempo libre durante les prximos meses.

    Bueno, sargento le pregunt a Oster mientras saltaban porla orilla de la calzada, qu piensa de su nuevo hogar?

    No mucho, seor.

    Acostmbrese a l. Probablemente pasar el resto de laguerra aqu.

    S, seor.Notando una rigidez poco caracterstica en las respuestas de

    Oster, Woermann mir a su sargento, un hombre delgado y oscuroque tena poco ms de la mitad de la edad de Woermann.

    De todos modos, no queda ya mucha guerra, sargento.Llegaron noticias de que mientras partamos, Yugoslavia se rindi.

    Seor, debi decrnoslo! Nos hubiera levantado el espritu!Tanto necesitan que se les levante?

    Todos preferiramos estar en Grecia en estos momentos,seor.No hay nada ms que licor pesado, carne dura y danzas

    extraas. No les gustara.Por la lucha, seor.Oh, eso.Woermann haba notado el gracioso giro de su mente

    movindose ms y ms cerca de la superficie durante el ltimo ao.No era una cualidad envidiable en ningn oficial alemn y poda serpeligrosa para alguien que nunca se hubiera convertido en nazi. Pero

    era su nica defensa contra su creciente frustracin por el curso de laguerra y de su carrera. El sargento Oster no haba estado con l eltiempo suficiente para darse cuenta de esto. Aunque lo aprendera asu tiempo.

    Para cuando llegue all, sargento, la pelea habr terminado.Espero que se rindan en el trmino de una semana.

    De todos modos, sentimos que estaramos haciendo ms porel Fhrer all, que en estas montaas replic Oster.

    No debe olvidar que es la voluntad de su Fhrer que nosestacionemos aqu le record Woermann. Not con satisfaccin queel "su" pas desapercibido a Oster.

    Pero, por qu, seor? Qu propsito cumplimos?

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    pregunt.Woermann comenz su discurso:El Alto Comando considera que el paso Dinu es el enlace de

    las estepas rusas a todos los campos petroleros por los que pasamosen Ploiesti. Si las relaciones entre Rusia y el Reich se deterioran

    alguna vez, los rusos podran decidir lanzar un ataque subrepticio enPloiesti. Y sin ese petrleo, la movilidad de la Wehrmacht se veraseriamente perjudicada.

    Oster escuch pacientemente a pesar del hecho de haberescuchado la explicacin una docena de veces antes, y de que lmismo haba dado una versin de la misma historia a los hombres desu destacamento. Sin embargo, Woermann saba que no estabaconvencido. No lo culpaba. Cualquier soldado razonablementeinteligente tendra preguntas que hacer. Oster haba estado en elejrcito el tiempo suficiente para saber que era altamente irregular

    situar a un veterano oficial a la cabeza de cuatro escuadrones deinfantera sin un segundo oficial y luego asignar a todo eldestacamento a un paso aislado en las montaas de un Estado aliado.Era un trabajo para un teniente novato.

    Pero los rusos tienen mucho petrleo propio, seor, ytenemos un tratado con ellos replic el sargento.

    Por supuesto! Qu estpido de m haberlo olvidado! Untratado. Nadie rompe ya los tratados.

    No cree que Stalin se atrevera a traicionar al Fhrer, o s?Woermann reprimi la respuesta que se le vino a la mente: No

    si su Fhrer lo puede traicionar primero. Oster no comprendera.Como la mayora de los miembros de la generacin de la posguerra,haba llegado a igualar los mejores intereses del pueblo alemn con lavoluntad de Adolfo Hitler. Estada inspirado, inflamado por el hombre.Woermann se encontr con que l ya era demasiado viejo para talapasionamiento. Haba celebrado su cumpleaos nmero cuarenta yuno el mes anterior. Vio a Hitler trasladarse de las cerveceras a laCancillera, y despus a la calidad de Dios. Nunca le haba gustado.

    Era verdad que Hitler unific otra vez al pas y lo encamin porel sendero de la victoria y el respeto propio, y era algo por lo que

    ningn alemn leal poda culparlo. Pero Woermann nunca habaconfiado en Hitler, en un austraco que se rodeaba de todos esosbvaros, todos sureos. Ningn prusiano confiara en un montn desureos como se. Haba algo censurable en ellos. Lo que Woermannpresenci en Posnan le mostraba cuan reprobable era.

    Diga a los hombres que salgan y se estiren ordenignorando la ltima pregunta de Oster. De cualquier modo, haba sidoretrica. Inspeccione la calzada para ver si soportar el peso de losvehculos mientras yo echo un vistazo al interior.

    En tanto caminaba por la calzada, Woermann pens que susrboles se vean bastante vigorosos. Mir por encima del borde derocas y el agua sonora que estaba en el fondo. Era un largo camino

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    hacia abajo, por lo menos meda veinte metros. Sera mejor tener losautos plataforma y el camin de aprovisionamiento vacos,exceptuando a los conductores, y hacerlos pasar uno por uno.

    Las pesadas puertas de madera del arco de entrada a lafortaleza estaban abiertas, lo mismo que los postigos de las ventanas

    en las paredes y en la torre. La fortaleza pareca estar airendose.Woermann camin a travs de las puertas y lleg a un patioempedrado. Estaba fro y silencioso. Not que haba una seccinposterior de la fortaleza que aparentemente se hallaba esculpida enla montaa y que no viera desde la calzada.

    Se volvi lentamente. La torre se ergua sobre l y las paredesgrises lo rodeaban por todos lados. Se sinti como si estuviera en losbrazos de una bestia somnolienta a la que no se atreva a despertar.

    Entonces vio las cruces. Las paredes interiores del patioestaban cubiertas de cientos de ellas... miles. Todas de la misma

    forma y tamao y con el mismo diseo desusado: la pieza vertical erade veinticinco centmetros de altura, cuadrada en la punta y torcidaen la base; la cruceta meda cerca de dieciocho centmetros y en cadaextremo tena un ligero ngulo hacia arriba. Pero lo extrao era laaltura de la pieza vertical en donde estaba la cruceta; si estuviera unpoco ms alta, la cruz se habra convertido en una "T" mayscula.

    Woermann las encontraba vagamente perturbadoras... tenanalgo malo. Camin hacia la cruz ms cercana y pas la mano sobresu suave superficie. La pieza vertical era de latn y la cruceta denquel, ambas hbilmente incrustradas en la superficie del bloque de

    piedra.Mir de nuevo a su alrededor. Lo molestaba algo ms. Algofaltaba. Entonces cay en la cuenta... faltaban aves. No habapalomas en las paredes. Los castillos en Alemania tenan bandadas depichones que anidaban en cada grieta y en cada rincn. Aqu no sepoda ver un slo pjaro en las paredes, las ventanas o la torre.

    Escuch un sonido tras l y gir, desabrochando la cubierta desu funda y descansando la mano sobre la cacha de la Luger. Elgobierno rumano poda ser un aliado del Reich, pero Woermannestaba muy consciente de que haba grupos, dentro de sus fronteras,

    que no lo eran. El Partido Nacional Campesino, por ejemplo, erafcilmente antigermano, y aunque ahora no tena poder, todavaestaba activo. Poda haber grupos violentos dispersos aqu en losAlpes, escondidos, esperando la oportunidad de matar a unos cuantosalemanes.

    El sonido se repiti ms fuerte ahora. Pisadas slidas, sinningn intento de ser cautelosas. Venan de una puerta en la seccinposterior de la fortaleza y, mientras Woermann miraba, un hombrecomo de treinta aos con un cojoc de piel de borrego sali por laabertura. No vio a Woermann. Llevaba en la mano una paleta llenade argamasa e, inclinndose con la espalda hacia Woermann,comenz a reparar el estuco desmoronado alrededor del marco de la

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    puerta.Qu est haciendo aqu? ladr Woermann. Sus rdenes

    implicaban que la fortaleza estaba desierta.Sorprendido, el albail salt y dio la vuelta, el enojo en su cara

    muri sbitarnente al reconocer el uniforme y darse cuenta de que le

    haban hablado en alemn. Balbuce algo ininteligible, sin duda enrumano. Woermann se dio cuenta con fastidio de que tendra queencontrar un intrprete o bien aprender algo del idioma si iba a pasaralgn tiempo aqu.

    Hable alemn! orden. Qu est haciendo aqu?El hombre sacudi la cabeza en una mezcla de miedo e

    indecisin. Levant el dedo ndice, lo que era una seal de espera yluego grit algo que son como "Pap!"

    Se escuch un ruido arriba cuando un hombre ms viejo, quellevaba una caciula de lana en la cabeza, abri los postigos de una de

    las ventanas de la torre y mir hacia abajo. La mano de Woermannse tens sobre la cacha de la Luger mientras los dos rumanossostenan un breve intercambio de palabras. Luego, el viejo habl enalemn:

    Bajar ahora, seor.Woermann asinti y se relaj. Se dirigi de nuevo a una de las

    cruces y la examin. Latn y nquel... casi parecan de oro y plata.Hay diecisis mil ochocientas siete cruces como esa

    incrustadas en las paredes de la fortaleza inform una voz tras l.El acento era pesado y las palabras sonaban estudiadas.

    Las cont? pregunt Woermann, volvindose. Juzg que elhombre tendra alrededor de cincuenta aos. Exista un fuerte aire defamilia entre l y el joven albail al que haba sorprendido. Ambosiban vestidos con camisas de pastor y pantalones idnticos, exceptopor el sombrero de lana del viejo. O es slo algo que le dice a susturistas?

    Soy Alexandru se present obstinadamente, haciendo unaleve reverencia. Mis hijos y yo trabajamos aqu. Y no llevamos anadie a excursiones.

    Eso cambiar en un momento asegur Woermann. Pero

    ahora: se me hizo creer que la fortaleza estaba desocupada.Eso es cuando nos vamos a casa en la noche aclar el viejo. Vivimos en la aldea.

    Dnde est el propietario?No tengo idea respondi Alexandru encogiendo los

    hombros.Entonces, quin le paga? inquiri. Esto estaba volvindose

    exasperante. Acaso este hombre no saba hacer otra cosa queencoger los hombros y decir que no saba?

    El posadero. Alguien le trae dinero dos veces al ao,inspecciona la fortaleza, toma notas y luego se va. El posadero nospaga mensualmente.

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    Quin les dice qu hacer? pregunt Woermann esperandoque alzara los hombros otra vez, pero esto no sucedi.

    Nadie afirm Alexandru. Estaba muy derecho y hablabacon una dignidad calmada. Hacemos todo. Nuestras instruccionesson mantener la fortaleza como nueva. Eso es todo lo que

    necesitamos saber. Lo que debe hacerse, lo hacemos. Mi padre sepas la vida hacindolo y su padre antes que l, y as sucesivamente.Mis; hijos continuarn despus de mi.

    Se pasan toda su vida manteniendo este lugar? No puedocreerlo! exclam Woermann.

    Es ms grande de lo que parece. Las paredes que ve a sualrededor tienen cuartos en el interior. Hay corredores con estanciasdebajo de nosotros, en el stano y esculpidas en el costado de lamontaa tras de nosotros. Siempre hay algo que hacer.

    La mirada de Woermann recorri otra vez las ttricas paredes

    medio en penumbras, y el patio que tambin estaba oscuro a pesardel hecho de que la tarde comenzaba apenas. Quin habaconstruido la fortaleza? Y quin estaba pagando para que se lamantuviera en tan perfectas condiciones? No tena sentido.Contempl las sombras y se le ocurri que si l hubiera sido elconstructor de la fortaleza, la habra situado en el otro lado del paso,donde haba mejor exposicin a la luz y al calor del sol desde el Sur yel Oeste. Por la situacin de la fortaleza, era seguro que la nochellegara temprano.

    Muy bien le indic a Alexandru. Puede continuar con su

    tarea de mantenimiento despus que nos instalemos. Pero usted ysus hijos deben informar a los centinelas cuando entren y cuando sevayan. Vio que el hombre sacuda la cabeza. Qu pasa?

    No pueden quedarse aqu afirm el viejo.Y por qu no?Est prohibido le aclar.Quin lo prohibe? quiso saber Woermann.Siempre ha sido as encogi los hombros Alexandru.

    Tenemos que mantener la fortaleza y cuidar que nadie la invada.Y por supuesto, siempre han tenido xito repuso. La

    gravedad del viejo lo diverta.No. No siempre. Hubo veces en que los viajeros se quedaronen contra de nuestros deseos. No oponemos resistencia, no hemossido contratados para pelear. Pero nunca se quedan ms de unanoche. La mayora ni siquiera tanto tiempo.

    Woermann sonri. Haba estado esperando esto. Un castillodesierto, aun de tamao bolsillo como ste, tena que estarencantado. Si no haba nada ms, le dara de qu hablar a sushombres.

    Qu los hace irse? Gemidos? Espectros que hacen sonarcadenas?

    No... no hay fantasmas aqu, seor.

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    Muertes entonces? Horribles asesinatos? Suicidios? pregunt Woermann, divirtindose. Tenemos ms castillos de losnecesarios en Alemania y no hay uno solo que no tenga conectada al alguna historia de terror, junto al fogn.

    Nadie ha muerto aqu nunca neg Alexandru con la cabeza

    . No que yo sepa.Entonces, qu hace? Qu hace que los invasores se queden

    slo una noche?Los sueos, seor. Malos sueos. Y siempre el mismo, por lo

    que puedo deducir... algo acerca de estar atrapado en un pequeocuarto sin puerta ni ventanas ni luces... una oscuridad total... y fro...mucho fro... y algo en la oscuridad con uno... ms fro que laoscuridad... y hambriento.

    Mientras escuchaba, Woermann sinti el indicio de un escalofroa lo largo de los hombros y por su espalda. Tuvo en mente

    preguntarle a Alexandru si l mismo pas una noche en la fortaleza,pero la expresin en los ojos del rumano mientras hablaba erasuficiente respuesta. S, Alexandru haba pasado una noche en lafortaleza. Slo una.

    Quiero que espere aqu hasta que mis hombres hayanatravesado la calzada le pidi sacudindose el estremecimiento.Entonces, podr mostrarme el lugar.

    La cara de Alexandru era de frustracin impotente.Es mi obligacin, herr capitn, informarle que no se permiten

    huspedes en la fortaleza insisti con firme dignidad.

    Woermann sonri, pero sin mofa o condescendencia. Entendael deber y respetaba el sentido que este hombre tena de l.Su advertencia ha sido comunicada. Se enfrenta al ejrcito

    alemn, a una fuerza que est ms all de su resistencia, as quedebe hacerse a un lado. Considere que su deber ha sido saldadopuntualmente.

    Dicho esto, Woermann se volvi y camin hacia la puerta.Todava no haba visto aves. Soaran las aves? Tambin ellasanidaran aqu por una noche para nunca regresar?

    * * *El auto del comandante y los tres camiones descargados fueron

    llevados por la calzada y estacionados en el patio sin ningnincidente. Los hombres los seguan a pie, cargando sus propiosaparejos y luego regresaron al otro lado de la caada para empezar atransportar a mano el contenido del camin de provisiones: lacomida, los generadores y las armas antitanques.

    Mientras el sargento Oster se encargaba de los detalles de lalabor, Woermann sigui a Alexandru en un recorrido rpido por lafortaleza. El nmero de cruces idnticas de latn y nquel incrustadasa intervalos regulares en cada corredor, en cada cuarto, en cada

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    pared, continuaba asombrndolo. Y los cuartos... parecan estar entodos lados: dentro de las paredes que circundaban el patio, bajoste, en la seccin posterior, en la torre de vigilancia. La mayoraeran pequeos y estaban todos sin amueblar.

    Son cuarenta y nueve cuartos en total, contando las suites en

    la torre explic Alexandru.Es un nmero extrao, no lo cree? Por qu no redondearlo

    a cincuenta?Quin puede decirlo? eludi Alexandru encogiendo los

    hombros.Woermann rechin los dientes: Si encoge los hombros una vez

    ms...Caminaron a lo largo de uno de los terraplenes que corra en

    diagonal desde la torre y luego volva en ngulo a la montaa. Notque tambin haba cruces incrustadas en el parapeto, a la altura del

    pecho. Una pregunta surgi en su mente:No recuerdo haber visto ninguna cruz en el lado exterior de la

    pared.No hay ninguna confirm el viejo. Slo en el interior. Y

    mire los bloques que estn aqu. Vea cuan perfectamente encajan. Yno hay vestigios de argamasa que los mantenga juntos. Todas lasparedes en la fortaleza estn construidas de este modo. Es un arteperdido.

    A Woermann no le importaban los bloques de piedra. Seal larampa que estaba bajo ellos.

    Dijo que hay cuartos aqu, debajo de nosotros?Hay dos hileras de ellos en cada pared, cada uno con unaventana como ranura que da a la pared exterior, y una puerta haciael corredor que da al patio.

    Excelente. Servirn perfectamente como barracas. Ahoravamos a la torre.

    La torre de vigilancia tena un diseo desusado. Tena cinconiveles y cada uno consista en una suite de dos cuartos que cubratodo el nivel, exceptuando el espaci que se requera para la puertaen un pequeo descanso. Una escalera de piedra suba por la

    superficie interna de la pared norte de la torre en un escarpado zig-zag.Respirando pesadamente despus de la ascencin, Woermann

    se inclin sobre el parapeto que rodeaba el techo de la torre einspeccion el largo estrecho del paso Dinu comandado por lafortaleza. Ahora poda ver las mejores colocaciones para sus riflesantitanques. Tena poca fe en la efectividad de los Panzerbuchse 38sde 7.92 milmetros que le haban dado, pero no esperaba tener queutilizarlos. Tampoco los morteros. De todos modos, los instalara.

    Pocas cosas podran pasar desapercibidas desde aqu coment hablando para s mismo.

    Excepto durante la niebla de primavera replic Alexandru

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    inesperadamente. Todo el paso se llena de una niebla densa cadanoche durante la primavera.

    Woermann tom nota mental de eso. Aquellos que estuvierande guardia tendran que mantener abiertos los odos al igual que losojos.

    Dnde estn todos los pjaros? pregunt. Lo molestaba nohaber visto ninguno todava.

    No he visto un pjaro en la fortaleza respondi Alexandru.Nunca.

    No le parece extrao eso?La fortaleza misma es extraa, herr capitn, con sus cruces y

    todo. Dej de tratar de explicrmela cuando tena diez aos. Sloest aqu.

    Quin la construy? interrog Woermann y se volvi parano tener que ver el encogimiento de hombros que vendra.

    Pregntele a cinco personas y obtendr cinco respuestas,todas diferentes. Algunos dicen que fue uno de los viejos seores deWallachia, otros, que un osado turco, e incluso hay quien cree quefue construida por uno de los papas. Quin lo sabe con seguridad?La verdad puede encogerse y la fantasa crecer mucho en cincosiglos.

    Realmente cree que tiene todo ese tiempo? consultWoermann haciendo un examen final del paso antes de volverse.Puede suceder en el trmino de unos cuantos aos.

    Mientras se acercaban al nivel del patio, el sonido de un

    martilleo atrajo la atencin de Alexandru hacia el pasillo que corrapor la pared interna del muro sur. Woermann lo sigui. CuandoAlexandru vio que los hombres martilleaban las paredes, se adelantpara mirar ms de cerca y volvi apresuradamente de regreso conWoermann.

    Herr capitn, estn clavando pernos entre las piedras! grit retorcindose las manos mientras hablaba. Detngalos!Estn arruinando las paredes!

    Tonteras! Esos "pernos" son clavos comunes y estncolocando uno cada tres metros. Tenemos dos generadores y los

    hombres estn poniendo las luces. El ejrcito alemn no vive con luzde antorchas.Mientras avanzaban por el corredor, se toparon con un soldado

    que estaba arrodillado en el piso y que golpeaba uno de los bloquesde la pared con su bayoneta. Alexandru se agit ms.

    Y l? pregunt el rumano con un susurro spero. Estponiendo luces?

    Woermann se movi rpida y silenciosamente hasta unaposicin atrs del ocupado soldado. Mientras miraba al hombreinspeccionar uno de los bloques de la pared con la punta de supesada navaja, Woermann sinti que temblaba y se hunda en unsudor fro.

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    Quin le asign esta tarea, soldado?El soldado salt sorprendido y dej caer la bayoneta. Su agudo

    rostro palideci mientras se volva a ver a su comandante. Se pusode pie apresuradamente.

    Respndame! grit Woermann.

    Nadie, seor contest. Estaba en firmes con los ojosmirando al frente.

    Cules fueron sus rdenes?Ayudar a poner las luces, seor.Y por qu no lo est haciendo?No tengo excusa, seor.No soy su sargento de prcticas, soldado. Quiero saber lo que

    tena en mente cuando decidi actuar como un vndalo comn enlugar de actuar como un soldado alemn. Respndame!

    Oro, seor respondi el soldado tmidamente. Sonaba torpe

    y era evidente que lo saba. Han dicho que este castillo fueconstruido para esconder el tesoro papal. Y todas esas cruces,seor... parecen de oro y plata. Yo slo estaba...

    Estaba descuidando su deber, soldado. Cmo se llama?Lutz, seor.Bien, soldado Lutz, ha sido un da provechoso para usted. No

    slo ha aprendido que las cruces estn hechas de latn y nquel enlugar de oro y plata, sino que tambin se ha ganado un lugar en laprimera guardia durante toda la semana. Reprtese con el sargentoOster cuando haya terminado con las luces.

    Cuando Lutz envain su bayoneta cada y se march,Woermann se volvi hacia Alexandru para encontrarlo plido ytembloroso.

    Las cruces no deben ser tocadas nunca!exclam el rumano. Nunca!

    Y por qu no?Por que siempre ha sido as. Nada debe ser cambiado en la

    fortaleza. Por eso trabajamos. Por eso es por lo que no debenquedarse aqu!

    Buenos das, Alexandru se despidi Woermann en un tono

    que esperaba indicara el fin de la discusin. Simpatizaba con elpredicamento del viejo, pero su propio deber era prioritario.Cuando se alejaba escuch la voz suplicante de Alexandru tras

    l:Por favor, herr capitn! Dgales que no toquen las cruces!

    Que no toquen las cruces!Woermann decidi hacer justamente eso. No por el bien de

    Alexandru, sino porque no poda explicar el miedo incomprensible quelo invadi cuando vio a Lutz clavar la bayoneta en la cruz. No habasido una simple sensacin de incomodidad sino un fro y enfermizoterror que se haba enroscado en su estmago y que lo oprima. Y nopoda imaginarse el porqu.

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    * * *Mircoles, 23 de abril0320 horas.

    Ya era tarde cuando Woermann, agradecido, coloc su bolsa dedormir en el suelo de sus aposentos. Eligi para s el tercer piso dela torre, que sobresala por encima de las paredes y no erademasiado difcil de subir. El cuarto de enfrente servira comooficina y el pequeo cuarto de atrs como alojamiento personal. Lasdos ventanas del frente, que eran aberturas rectangulares sin vidriosen la pared exterior, tenan postigos de madera a cada lado y leofrecan una buena vista del paso y tambin de la aldea. A travs delpar de ventanas posteriores poda vigilar el patio.

    Los postigos estaban abiertos a la noche. Apag las luces y sedetuvo durante unos momentos en las ventanas del frente. La caadase vea oscurecida por una capa de niebla ondulante. Con la puestadel sol, el aire fro haba comenzado a bajar de los picos de lasmontaas mezclndose con el aire hmedo del suelo del paso, quetodava retena un poco de calor del da. Un blanco ro de bruma enmovimiento fue el resultado. La escena estaba iluminada solamentepor la luz de las estrellas, por un conjunto de estrellas tan increblecomo slo era posible ver en las montaas. Poda contemplarlas ycasi entender el movimiento delirante en la Noche Estrellada, de Van

    Gogh. El silencio slo se vea interrumpido por el zumbido grave delos generadores situados en el extremo ms alejado del patio. Erauna escena sin tiempo y Woermann se demor en ella hasta que sesinti adormecido.

    Sin embargo, una vez en la bolsa de dormir, encontr que elsueo lo invada a pesar de la fatiga y de que su mente regabapensamientos en todas direcciones: hace fro esta noche pero no losuficiente para hacer fogatas... de todos modos no hay madera... elcalor no sera un problema con el verano que estaba por llegar...tampoco el agua, ya que haban encontrado cisternas llenas en el

    piso del stano, las cuales eran alimentadas continuamente por unacorriente subterrnea... la sanidad siempre era un problema... decualquier modo, cunto tiempo se quedaran aqu?... deba dejarque sus hombres durmieran maana despus del largo da queacababa de terminar?... tal vez podra hacer que Alexandru y sushijos confeccionaran algunos catres para alejarse de estos fros pisosde piedra... especialmente si iban a permanecer aqu durante losmeses de otoo e invierno... si la guerra duraba tanto.

    La guerra... pareca tan lejana ahora. La idea de renunciar a sucomisin flotaba en su mente otra vez. Durante el da poda escaparde ella, pero aqu, en la oscuridad, solo consigo mismo, se arrastrabay se agazapaba en su pecho, exigiendo atencin.

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    No poda renunciar ahora, no mientras su pas estuviera enguerra todava. Especialmente mientras l se encontrase estacionadoen estas desoladas montaas, a merced de los soldados-polticos deBerln. Eso equivaldra a ponerse directamente en sus manos. Sabalo que haba en sus mentes: nete al Parti o te mantendremos en la

    pelea; nete al Partido o te llevaremos a la desgracia con misionescomo perro viga en los Alpes transilvanos; nete al Partido orenuncia.

    Tal vez renunciara despus de la guerra. La primaveramarcaba sus veinticinco aos en el ejrcito. Y como estabansucediendo las cosas ahora, quiz un cuarto de siglo fuera suficiente.Sera bueno estar todos los das en casa con Helga, pasar algntiempo con los muchachos y ejercitar sus habilidades de sufrimientoen los paisajes prusianos.

    Sin embargo... el ejrcito haba sido su hogar durante tanto

    tiempo, que no poda evitar pensar que el ejrcito alemn sobrevivirade algn modo a estos nazis. Si slo pudiera soportar el tiemposuficiente...

    Abri los ojos y mir hacia la oscuridad. Aunque la paredopuesta a l estaba perdida en las sombras, casi poda sentir lascruces incrustadas en los bloques de piedra de all. No era un hombrereligioso, pero senta una inmensa tranquilidad al encontrarse en supresencia.

    Lo cual le trajo a la mente el incidente de esa tarde en elcorredor. Aunque lo intent, no pudo sacudirse completamente el

    terror que se apoder de l mientras miraba al soldado, cmo sellamaba? Lutz?, arrancando aquella cruz.Lutz.. . Soldado Lutz... ese hombre era un problema... sera

    mejor que Oster lo mantuviera vigilado.Se durmi pensando si la pesadilla de Alexandru lo estara

    esperando.

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    2LA FORTALEZAMircoles, 23 de abril0340 horas.

    El soldado Hans Lutz estaba en cuclillas bajo una bombilla deescaso voltaje y resultaba una figura solitaria posada en una isla deluz a mitad de un ro de oscuridad, aspirando profundamente uncigarrillo, con la espalda contra las fras paredes del stano. Se habaquitado el casco, revelando un cabello rubio y un rostro juvenilmanchado por un duro conjunto de ojos y boca. A Lutz le dola todo.Estaba cansado. No quera ms que meterse en su bolsa de dormirpara tener unas cuantas horas de olvido. De hecho, si aqu en elstano el ambiente hubiera estado un poco ms tibio, habradormitado justo donde estaba.

    Pero no poda permitir que eso sucediera. Tener la primera

    guardia durante toda la semana ya era suficientemente malo y Diossabe lo que pasara si lo encontraran durmiendo en servicio. Adems,no era difcil que Woermann se paseara por el corredor mismo endonde Lutz estaba sentado, slo para vigilarlo. Tena que mantenersedespierto.

    Haba sido slo su suerte la que hizo que el capitn loencontrara esa tarde. Lutz estuvo mirando las cruces de graciosafigura desde que puso un pie por primera vez en el patio. Finalmente,despus de una hora de estar cerca de ellas, la tentacin fuedemasiado grande. Parecan de oro y plata aunque aparentemente

    era imposible que lo fueran. Tena que averiguarlo y ahora estaba enproblemas.Bueno, por lo menos haba satisfecho su curiosidad: no eran de

    oro ni de plata. Sin embargo, difcilmente ese conocimiento vala lapena de hacer la primera guardia una semana completa.

    Rode el pulsante resplandor de la punta de su cigarrillo con lasmanos para calentrselas. Dios, haca fro! Estaba ms fro aquabajo que en el aire libre de la muralla que patrullaban Otto y Ernst.Lutz haba bajado al stano sabiendo que era fro. Ostensiblementeesperaba que la baja temperatura pudiera refrescarlo y ayudarlo a

    mantenerse despierto. De hecho, quera una oportunidad para hacerun reconocimiento privado.

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    Porque todava tena que ser disuadido de la creencia de queaqu se encontraba un tesoro papal. Existan demasiados indicios queapuntaban hacia eso. Las cruces eran la primera y ms obvia pista;no se trataba de cruces maltesas buenas, fuertes y simtricas, pero apesar de todo eran cruces. Y efectivamente, parecan ser de oro y

    plata. Ms an, ninguno de los cuartos estaba amueblado, lo quesignificaba que nadie pretenda vivir aqu. Pero lo que resultaba msatractivo era el mantenimiento constante: alguna organizacin habaestado pagando la conservacin de este lugar durante siglosininterrumpidos. Siglos! Slo conoca una organizacin con el poder,los recursos y la continuidad para hacer eso, y sta era, sin dudaalguna, la Iglesia Catlica.

    En lo que se refera a l, la fortaleza haba sido conservada paracumplir con un solo propsito: salvaguardar el botn del Vaticano.

    Estaba aqu, en algn lado, tal vez detrs de las paredes o bajo

    los pisos, y l lo encontrara.Lutz contempl la pared de piedra del otro lado del corredor.

    Las cruces eran particularmente numerosas aqu en el patio y, comoera usual, todas se vean iguales...

    ...excepto quizs por la que estaba all a la izquierda, en lapiedra de la fila de abajo, a la orilla de la luz... haba algo diferenteen la forma en que la plida iluminacin se reflejaba en su superficie.Sera un truco de luz? Un acabado especial ?

    O un metal diferente?Lutz retir la Schmeisser automtica que tena en las rodillas y

    la recarg contra la pared. Desenfund su bayoneta y se arrastrsobre manos y rodillas por el corredor. En el instante en que la puntatoc el metal amarillo de la pieza vertical de la cruz, supo que habahallado algo: el metal era suave... suave y amarillo como slo podaser el oro slido.

    Sus manos comenzaron a temblar mientras enterraba la puntade la hoja en la unin de la cruz y la piedra, clavndola ms y mshondo hasta que sinti que topaba con piedra. A pesar de la presincreciente, ya no pudo hundir la hoja. Haba penetrado hasta la parteposterior de la cruz inscrustada. Estaba seguro de que con un poco

    de trabajo podra botar el objeto completo de una sola pieza.Recargndose contra el mango de la bayoneta, aplic una presinprogresiva. Sinti que algo ceda y ech un vistazo.

    Maldicin! El acero templado de la bayoneta estabaatravesando el oro. Trat de ajustar el vector de fuerza msdirectamente hacia el exterior de la piedra, pero el metal continulevantndose, estirndose...

    ... la piedra se movi.Lutz sac la bayoneta y estudi el bloque. No haba nada

    especial en l: tena treinta centmetros de ancho y cerca deveinticinco de alto y probablemente treinta de profundidad. Nocontena argamasa, al igual que el resto de los bloques en la pared, y

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    ahora sobresala seis centmetros del resto de las piedras. Se levanty recorri la distancia hacia la puerta que se encontraba a laizquierda. Entrando al cuarto desde all, cont los pasos de regreso ala pared del interior. Repiti el procedimiento en el otro lado delcuarto, a la derecha de la piedra suelta. El nmero de pasos no

    coincida.Haba un gran espacio vaco detrs de la pared.Con una tensa emocin hormiguendole en el pecho, cay

    sbitamente sobre el bloque suelto, aferrndose frenticamente a laorilla. Sin embargo, a pesar de sus mayores esfuerzos, no pudosacarlo ms de la pared. Odiaba la idea, pero finalmente tuvo queadmitir que no podra hacerlo solo. Tena que involucrar a alguienms en esto.

    La eleccin obvia era Otto Grunstadt que en este momentopatrullaba la pared. Siempre estaba buscando la forma de ganar unos

    cuantos marcos fcilmente. Y aqu haba ms que unos cuantos.Detrs de esa piedra floja esperaban millones en oro papal. Lutzestaba seguro de ello. Casi poda saborearlo.

    Dejando atrs su Schmeisser y su bayoneta, corri hacia lasescaleras.

    * * *

    Apresrate, Otto!Todava no s sobre esto manifest Grunstadt, trotando

    para seguirle el paso. Era ms pesado y moreno que Lutz y sudaba apesar del fro. Se supone que debo estar en servicio arriba. Si medescubren...

    Esto slo nos tomar un minuto o dos. Est aqu le asegurLutz.

    Despus de haber conseguido una lmpara de queroseno delcuarto de abastecimientos, literalmente jal a Grunstadt de supuesto, hablando todo el tiempo sobre el tesoro y sobre ser ricos depor vida y nunca tener que trabajar otra vez. Grunstadt lo siguicomo una mariposa atrada por la luz.

    Ves? pregunt Lutz. Estaba de pie sobre la piedra y lasealaba. Ves cmo est desalineada?Grunstadt se arrodill para examinar el doblado y lacerado

    borde de la cruz incrustada en la piedra. Tom la bayoneta de Lutz ypresion la orilla cortante contra el metal amarillo de la pieza vertical.Se cort fcilmente.

    Est bien, es oro afirm suavemente. Lutz quera patearlo,decirle que se apresurara, pero deba dejar que Grunstadt seconvenciera. Lo vio intentando clavar la punta de la bayoneta en lasotras cruces que estaban a su alcance. Todas las dems piezas sonde latn. sta es la nica que vale la pena.

    Y la piedra en la que est se encuentra floja aadi Lutz

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    rpidamente. Y hay un espacio vaco detrs de ella de casi dosmetros de ancho y no s de qu profundidad.

    Grunstadt levant la vista y sonri. La conclusin era ineludible.Comencemos propuso.Progresaron trabajando en conjunto, pero no lo suficientemente

    rpido para satisfacer a Lutz. El bloque de piedra se inclininfinitesimalmente hacia la izquierda, luego hacia la derecha ydespus de quince minutos de una labor titnica, sobresala menos dedos centmetros y medio de la pared.

    Espera jade Lutz. Esta losa tiene treinta centmetros deespesor. Nos tomar toda la noche hacer esto. Nunca terminaremosantes de la prxima guardia. Veamos si podemos doblar un poco msel centro de la cruz. Tengo una idea.

    Usando ambas bayonetas se las ingeniaron para sacar la piezade oro de su canal en un punto que estaba justo debajo de la cruceta

    de plata, dejando suficiente espacio entre ellas para deslizar elcinturn de Lutz entre el metal y la piedra.

    Ahora tiremos de l!Grunstadt le devolvi la sonrisa dbilmente. Pareca preocupado

    por haber abandonado su puesto durante tanto tiempo.Colocaron los pies en las paredes arriba y junto al bloque,

    tomando cada uno el cinturn con ambas manos y luego forzaron suscansadas espaldas, piernas y brazos para extraer la dura roca.Comenz a moverse con un agudo roce de protesta,estremecindose, balancendose, deslizndose. Al fin estuvo afuera.

    La hicieron a un lado y Lutz busc a tientas un fsforo.Listo para ser rico? pregunt encendiendo la lmpara dequeroseno y acercndola a la abertura. No haba ms que oscuridaden el interior.

    Siempre replic Grunstadt. Cundo empiezo a contar?Tan pronto como regrese respondi. Ajust la flama y

    comenz a arrastrarse a travs de la abertura, empujando la lmparadelante de l. Se encontr en un angosto tiro de piedra, ligeramenteinclinado hacia abajo... y de slo un metro veinte de largo. El tiroterminaba en otro bloque de piedra idntico contra el que haban

    luchado tanto y durante tanto tiempo para moverlo. Lutz le acerc lalmpara. Esta cruz tambin pareca ser de oro y plata.Dame la bayoneta le pidi a Grunstadt extendiendo la

    mano.Qu pasa? consult Grunstadt poniendo la bayoneta en la

    palma de la mano que esperaba.Un obstculo.Lutz se sinti derrotado durante un momento. Con un espacio

    apenas suficiente para un hombre en el angosto pasadizo, seraimposible remover la piedra que tena enfrente. Tendra que rompertoda la pared y eso era ms de lo que Grunstadt y l esperaban hacerpor s mismos, sin importar cuntas noches trabajaran juntos en eso.

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    Ya no saba qu hacer a continuacin, pero tena que satisfacer sucuriosidad acerca de los metales que formaban la cruz que se hallabadelante de l. Si la pieza vertical era de oro, por lo menos estaraseguro de que estaba en la pista correcta.

    Gruendo mientras se retorca en el cautiverio del pasadizo,

    Lutz enterr la punta de la bayoneta en la cruz. Se hundi fcilmente.Pero an ms, la roca comenz a balancearse hacia atrs como siestuviera girando sobre el lado izquierdo. Exttico, la empuj con lamano libre y encontr que no era ms que una fachada de no ms detres centmetros de grosor. Se movi fcilmente bajo su contactodejando salir una oleada de aire fro y ftido de la oscuridad quereposaba tras ella. Algo en el aire provoc que los vellos de susbrazos y de su nuca se erizaran.

    Hace fro, pens al sentir que se estremeca involuntariamente,pero no tanto.

    Reprimi una ansiedad creciente y gate hacia adelante,deslizando la lmpara por el piso del pasadizo. Mientras atravesaba lanueva abertura, la llama empez a morir. No vacil ni chisporrote ensu chimenea de gas, as que no poda culpar a ninguna turbulencia enel aire fro que segua pasando junto a l. La flama simplementecomenz a apagarse, a debilitarse en la mecha. Pas por su mente laposibilidad de un gas txico, pero no pudo oler nada ni sinti falta deaire ni irritacin de los ojos o nariz.

    Tal vez quedaba poco petrleo. Mientras jalaba la lmpara pararevisarla, la flama recuper su tamao original y su brillantez. Agit

    la base y sinti que el lquido chapoteaba en el interior. Hababastante. Intrigado, la empuj de nuevo hacia adelante y otra vez laflama empez a encogerse. Cuanto ms la introduca en la cmara,ms chica se haca, sin iluminar absolutamente nada. Algo estaba malaqu.

    Otto lo llam por encima del hombro, amarra el cinturnalrededor de uno de mis tobillos y sostenlo. Voy a bajar ms.

    Por qu no esperamos hasta maana... cuando haya luz? objet Otto.

    Ests loco? Todo el destacamento lo sabr para entonces!

    Todos querrn su parte y el capitn probablemente se quedar conla ms grande! Tenemos que hacer nosotros el trabajo o acabaremossin nada!

    Ya no me gusta esto titube Grunstadt.Pasa algo malo, Otto?No estoy seguro. Es slo que ya no quiero estar ms aqu.Deja de hablar como vieja! chasque Lutz. No convena

    que Grunstadt se ablandara ahora. l mismo se senta incmodo,pero haba una fortuna a solo unos centmetros y no iba a permitirque nada lo detuviera para reclamarla.Amarra el cinturn ysostenlo! Si el pasadizo se hace ms inclinado, no quiero resbalar.

    Muy bien lleg la respuesta renuente desde atrs. Pero

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    apresrate.Lutz esper hasta que sinti que el cinturn se apretaba

    alrededor de su tobillo izquierdo y entonces comenz a arrastrarsepor la cmara oscura, llevando la lmpara por delante. Una sensacinde urgencia se apoder de l. Se movi tan rpido como se lo

    permita el espacio cerrado. Para el momento en que su cabeza yhombros pasaron por la abertura, la flama de la lmpara habadisminuido hasta ser un resplandor blanco azulado. . . como si la luzno fuera bienvenida. Como si la oscuridad hubiera lanzado la llama deregreso a la mecha.

    Cuando Lutz empuj la lmpara unos cuantos centmetros ms,la llama muri. Al morir sta, se dio cuenta de que no estaba solo.

    Algo tan oscuro y fro como la cmara en la que haba entradose hallaba despierto y hambriento, junto a l. Empez a temblarincontrolablemente. El terror irrumpi en sus entraas. Trat de

    retroceder y jalar los hombros y la cabeza, pero estaba atrapado. Eracomo si el pasadizo se hubiera cerrado a su alrededor, mantenindoloimpotente en una oscuridad tan total que no exista arriba ni abajo. Elfro y el miedo lo envolvieron en un abrazo combinado queamenazaba volverlo loco. Abri la boca para decirle a Otto que lojalara. El fro penetr en l mientras su voz se alzaba en una agonade terror.

    Afuera, el cinturn que Otto tena en las manos comenz alatiguear hacia atrs, mientras las piernas de Lutz se retorcan,pateaban y golpeaban en el pasadizo. Hubo un sonido como una voz

    humana, pero tan lleno de horror y desesperacin, y llegando desdetan lejos, que Grunstadt no poda creer que proviniera de su amigo.El sonido se convirti en un tartamudeo gorgoteante tan abrupto, queera horrible escucharlo. Y mientras cesaba, tambin lo hacan losfrenticos movimientos de Lutz.

    Hans? pregunt.No hubo respuesta.Completamente asustado, Grunstadt tir del cinturn hasta que

    los pies de Lutz estuvieron a su alcance. Entonces tom ambas botasy jal a Lutz hasta el corredor.

    Cuando Grunstadt vio lo que haba extrado del pasadizo,comenz a gritar. El sonido rebot de un lado a otro del corredor delstano, reverberando y subiendo de volumen hasta que las mismasparedes comenzaron a sacudirse.

    Intimidado por el sonido amplificado de su propio terror,Grunstadt se detuvo transfigurado mientras la pared por la que suamigo se arrastrara se hinch y pequeas grietas comenzaron aaparecer en las orillas de los bloques de granito. Una anchahendedura surgi del espacio dejado por la piedra que habanquitado. Las pocas diminutas luces situadas a lo largo del corredorcomenzaron a extinguirse y, cuando casi estaban apagadas, la paredestall, abrindose con un temblor convulsivo, baando a Grunstadt

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    con pedazos de piedra fragmentada y liberando algoinconcebiblemente negro que salt y lo envolvi con un solomovimiento rpido y suave.

    El horror haba comenzado.

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    3TAVIRA, PORTUGALMircoles, 23 de abril0235 horas (Tiempo de Greenwich)

    El hombre pelirrojo se encontr sbitamente despierto. Elsueo se le haba cado como una capa suelta y en un principio nosupo por qu. Fue un da difcil, de redes sucias y mares fragosos; ydespus de llegar a casa a la hora usual, debi haber dormido hastala primera luz. Sin embargo, ahora, despus de slo unas pocashoras, estaba despierto y alerta. Por qu?

    Y entonces lo supo.Con la cara ceuda golpe con el puo una vez, dos veces, la

    fra arena que rodeaba el marco de madera bajo su cama. Habaenojo en sus movimientos y una cierta resignacin. Esper que estemomento no llegara nunca; una y otra vez se dijo que nunca llegara.

    Pero ahora que estaba aqu se dio cuenta de que siempre debi serinevitable.

    Se levant de la cama y, vestido slo con calzoncillos, empeza recorrer el cuarto. Tena facciones suaves, pero el tinte olivceo desu piel chocaba con el rojo de su cabello; sus hombros con cicatriceseran anchos y la cintura angosta. Se mova con gracia felina en elinterior de la pequea choza, arrancando las prendas de vestir de losganchos colocados en las paredes, los artculos personales que tenasobre la mesa junto a la puerta, mientras planeaba mentalmente laruta de su viaje a Rumania. Cuando hubo reunido lo que quera,

    arroj todo sobre la cama y lo enroll en una manta roja, atndolacon cuerdas en ambos extremos.Despus de ponerse una chaqueta y unos pantalones flojos,

    carg la manta enrollada sobre el hombro, tom una pala corta ysali al aire nocturno, fro, salado y sin luna. Sobre las dunas, elAtlntico siseaba y ruga contra la playa. Camin hacia el lado de latierra de la duna ms cercana a su cabaa y comenz a cavar. A unpoco ms de un metro de profundidad, la pala choc contra algoslido. El hombre pelirrojo se arrodill y comenz a excavar con lasmanos. Unos cuantos movimientos rpidos y fieros lo hicieron llegar

    hasta un estuche largo, angosto y envuelto en piel aceitada que jal ysac del agujero. Meda poco ms de metro y medio de largo, quiz

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    veinticinco centmetros de ancho y slo dos y medio de espesor. Sedetuvo con los hombros cados mientras sostena el estuche con lasmanos. Casi haba llegado a creer que nunca tendra que abrirlo denuevo. Ponindolo a un lado, excav ms y sac un pesado cinturnde dinero, envuelto tambin en piel aceitada.

    El cinturn fue a dar bajo su camisa, alrededor de su cintura, yse coloc el largo y plano estuche bajo el brazo. Con la brisa playerarevolvindole el cabello, camin hacia la duna en la que Snchezguardaba su bote, alto en la arena y atado a un pilote como pruebacontra la inverosmil probabilidad de que fuera arrastrado por unamarejada fenomenal. Snchez era un hombre cuidadoso. Un buenjefe. El pelirrojo haba disfrutado el trabajar para l.

    Revolviendo el compartimiento delantero del bote, retir lasredes y las arroj a la arena. Luego, sac la caja de madera queguardaba las herramientas y los avos de pesca. La caja fue a

    reunirse con las redes en la arena, pero antes extrajo un martillo y unclavo de su revuelto contenido. Camin hacia el pilote de Snchez,sacando de su cinturn cuatro monedas de oro austracas de cienkronen. Haba muchas otras monedas de oro en el cinturn, dediferentes tamaos y pases: chevronets rusos de diez rublos, piezasaustracas de cien chelines, ducados checos, dobles guilasnorteamericanas y ms. Tendra que depender fuertemente de laaceptacin universal del oro para poder recorrer el Mediterrneo entiempo de guerra.

    Con dos rpidos y poderosos golpes del martillo, clav las

    cuatro monedas en el pilote. Le compraran un nuevo bote a Snchez.Uno mejor.Desat la cuerda del pilote y arrastr el bote hasta el tranquilo

    oleaje, salt al interior y tom los remos. Cuando hubo remado msall de los rompientes e izado la nica vela hasta la punta del mstil,volvi la proa al este, hacia Gibraltar, que no estaba demasiado lejos,y se permiti un ltimo vistazo sobre la pequea aldea de pescadoresiluminada por las estrellas en el extremo sur de Portugal, que fuerasu hogar durante los ltimos aos. No haba sido fcil ganarse suconfianza. Estos aldeanos jams lo hubieran aceptado como a uno de

    los suyos y nunca lo haran, pero lo aceptaron como a un buentrabajador. Respetaban eso. El trabajo haba cumplido su propsitodejndolo delgado y con los msculos fuertes otra vez, despus dedemasiados aos de vida suave de la ciudad. Haba hecho amigos,pero no muy cercanos. Ninguno del que no pudiera alejarse.

    La vida aqu era dura y, no obstante, l hubiera trabajadodoblemente duro para poder quedarse, en lugar de ir a donde deba yenfrentarse a lo que deba. Sus manos se abran y se cerrabantensamente ante la idea de la confrontacin que le esperaba. Perono haba nadie ms que pudiera ir. Slo l.

    No poda demorarse. Tena que llegar a Rumania tan rpidocomo fuera posible y viajar la longitud total del Mar Mediterrneo,

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    unos tres mil setecientos kilmetros, para llegar all.En el recientemente perturbado rincn de su mente estaba la

    comprensin de que poda no llegar a tiempo. De que tal vez ya fuerademasiado tarde... lo que era una posibilidad tremendamente horriblede contemplar.

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    4LA FORTALEZAMircoles, 23 de abril0435 horas

    Woermann despert temblando y sudando en el mismo instanteque todos los dems en la fortaleza. No fue el aullido prolongado yrepetido de Grunstadt lo que lo provoc, ya que Woermann estabademasiado lejos como para or el sonido. Algo ms lo haba arrancadode su sueo, jadeando por el terror... la sensacin de que algo estabaterriblemente mal.

    Despus de un momento de confusin, encogi los hombrosdentro de su camisola y calzoncillos y baj los escalones hasta labase de la torre. Los hombres estaban comenzando a salir de suscuartos hacia el patio mientras l llegaba, reunindose en grupostensos que murmuraban y escuchaban el aullido aterrador que

    pareca salir de todas partes. Dirigi a tres hombres hacia el arco quellevaba a las escaleras del stano. Acababa de llegar a la partesuperior de las escaleras cuando dos de ellos reaparecieron, plidos,con los labios tensos y temblando.

    Hay un nombre muerto all abajo! exclam uno.Quin es? pregunt Woermann abrindose paso entre ellos

    y comenzando a bajar los escalones.Creo que es Lutz, pero no estoy seguro. No tiene cabeza!Un cadver uniformado lo esperaba en el corredor central.

    Yaca sobre el estmago, semicubierto por fragmentos de piedra.

    Decapitado. Pero la cabeza no haba sido cortada como con unaguillotina o de un hachazo, sino arrancada, dejando muones dearterias y una vrtebra retorcida sobresaliendo por la orilla melladade la piel del cuello. El soldado haba sido raso, eso fue todo lo quepudo deducir a primera vista. Un segundo soldado estaba sentadocerca, con los grandes, desviados y fijos ojos clavados en el agujeroen la pared situada enfrente de l. Mientras Woermann miraba, elsegundo soldado se estremeci y emiti un fuerte, largo y fluctuantesonido que eriz los cabellos de la nuca de Woermann.

    Qu pas aqu, soldado? pregunt Woermann, pero el

    soldado no reaccion. Woermann lo tom del hombro y lo sacudi,mas no haba ningn signo en sus ojos de que supiera siquiera que su

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    comandante estaba all. Pareca haberse replegado en s mismo,dejando afuera al resto del mundo.

    Los dems hombres avanzaron poco a poco por el corredorpara ver qu sucedi. Endurecindose, Woermann se inclin sobre lafigura sin cabeza y revis sus bolsillos. La billetera tenia una

    credencial de identificacin del soldado Hans Lutz. Haba visto anteshombres muertos, vctimas de la guerra, pero esto era diferente. Estolo enfermaba de un modo que los otros no haban podido hacerlo. Lasmuertes en el campo de batalla eran en su mayora impersonales,sta no. sta era una muerte horrible y mutilante por sus propiosmotivos. En el fondo de su mente yaca la pregunta: Es esto lo quepasa cuando estropeas una cruz aqu en la fortaleza?

    Oster lleg con una lmpara. Cuando estuvo prendida,Woermann la sostuvo frente a l y cautelosamente se introdujo algran agujero en la pared. La luz rebotaba en las paredes desnudas.

    Su aliento formaba volutas blancas en el aire, que se alejabanflotando detrs de l. Haca fro, ms fro del que debera hacer, conun olor a humedad y algo ms... un rastro de putrefaccin que lo hizodesear regresar. Pero los hombres estaban mirando.

    Sigui la fra corriente de aire hasta su origen: un gran agujerodesigual en el suelo. La piedra que se hallaba all haba cadoaparentemente cuando la pared se derrumb. Abajo se vea unanegrura como de tinta. Woermann sostuvo la lmpara sobre laabertura. Unos escalones de piedra, regados con fragmentos del pisoderrumbado, conduca abajo. Un fragmento de piedra en particular se

    vea ms esfrico que los dems. Baj la lmpara para ver mejor yahog un grito cuando vio lo que era. La cabeza del soldado HansLutz, con los ojos abiertos y la boca ensangrentada, lo contemplaba.

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    5BUCAREST, RUMANIAMircoles, 23 de abril0455 horas

    A Magda no se le haba ocurrido preguntarse sobre sus accioneshasta que escuch la voz de su padre llamndola:

    Magda!Levant la vista y mir su cara en el espejo que descansaba

    sobre el vestidor. Tena el cabello suelto, como una brillante cascadacaf oscuro que se esparca sobre sus hombros y caa por su espalda.Estaba desacostumbrada a verse as. Por lo general, su cabello lollevaba apretadamente enrollado bajo su pauelo, oculto en sutotalidad, salvo por unas cuantas hebras reacias. Nunca se lo dejabasuelto durante el da.

    Sufri un instante de confusin: Qu da era? Y qu hora?

    Magda mir el reloj. Cinco minutos para las cinco. Era imposible!Haba estado despierta por quince o veinte minutos. Debi habersedetenido durante la noche. Sin embargo, cuando lo levant pudosentir que funcionaba normal. Era extrao...

    Dos rpidos pasos la llevaron hasta la ventana que estaba alotro lado del vestidor. Una mirada detrs de la densa sombra lerevel una oscura y callada Bucarest, dormida todava.

    Magda se mir y vio que todava llevaba puesto el camisn. Elde franela azul que era apretado en la garganta y las mangas, perosuelto hasta el suelo. Sus senos, aunque no eran grandes, se

    proyectaban sin recato bajo el suave y pesado tejido, libres de lasprendas de ropa interior que los aprisionaban durante el da.Rpidamente dobl los brazos sobre ellos.

    Magda era un misterio para la comunidad. A pesar de sussuaves y apacibles facciones, de su delicada y plida piel y grandesojos caf, permaneca soltera a los treinta y un aos. Magda laescolar, la hija devota, la enfermera. Magda la solterona, aunquemuchas mujeres casadas le envidiaran la forma y textura de esossenos: frescos, sin marcas, no amamantados, intactos por otra manoque no fuera la suya. Magda no senta deseos de alterar eso.

    La voz de su padre irrumpi en su ensueo:Magda! Qu ests haciendo?

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    Mir la maleta a medio llenar que estaba en la cama y laspalabras llegaron espontneas a su mente:

    Empacando algunas ropas abrigadas, pap!Ven ac para no despertar al resto del edificio con mis gritos

    pidi su padre despus de una breve pausa.

    Magda camin rpidamente a travs de la oscuridad hastadonde su padre yaca. Le tom unos cuantos pasos. Su apartamentoal nivel de la calle consista en cuatro habitaciones; dos recmarasjuntas, una pequea cocina con estufa de lea y un cuartoligeramente ms grande, que funcionaba como recibidor, sala,comedor y estudio. Ella extraaba penosamente su vieja casa, perohaban tenido que mudarse aqu haca seis meses, para sacar elmayor provecho de sus ahorros, vendiendo los muebles que no seadaptaban. Haban fijado la mezuzah de la familia en el interior de lapuerta del apartamento, en lugar de ponerla en el exterior. Eso

    pareca inteligente considerando la ndole de los tiempos.Uno de los amigos gitanos de su padre esculpi un pequeo

    crculo patrin en la superficie exterior de la puerta. Significaba"amigo".

    La pequea lmpara en la mesita de noche que se hallaba a laderecha de la cama de su padre estaba encendida y una silla deruedas de respaldo alto permaneca vaca en el lado izquierdo de lacama. Su padre yaca presionado entre los blancos cobertores de lacama como si fuera una flor marchita doblada entre las pginas deuna libreta de notas. Levant una mano retorcida, envuelta en

    algodn como siempre, e hizo una sea, respingando por el dolor quele causaba ese simple movimiento. Magda le tom la mano mientrasse sentaba junto a l, dndole masaje a los dedos y escondiendo eldolor que le causaba verlo desvanecerse cada da ms.

    Qu es esto sobre empacar? pregunt l con los ojosbrillantes en la tensa y lvida piel de su cara. Forz la vista,mirndola. Sus anteojos estaban sobre la mesa de noche y sin ellosresultaba virtualmente ciego. Nunca me dijiste nada sobre que teibas.

    Ambos nos vamos rectific ella, sonriendo.

    A dnde?Magda sinti que su sonrisa vacilaba mientras la confusin lainvada otra vez. A dnde iban? Se dio cuenta de que no tena unaidea fija, slo una vaga impresin de picos nevados y vientoshelados.

    A los Alpes, pap.Los labios de su padre se abrieron en una sonrisa amplia que

    amenazaba con agrietar la piel apergaminada, estirada muytensamente sobre sus huesos faciales.

    Debes haber estado soando, querida. No vamos a ningnlado. Yo seguramente no viajar lejos, nunca ms. Fue un sueo. Unbonito sueo, pero eso es todo. Olvdalo y regresa a dormir.

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    Magda frunci el ceo ante la abrumada resignacin queobservaba en la voz de su padre. Siempre haba sido un luchador. Suenfermedad le estaba robando ms que la fuerza. Pero ahora no erael momento de discutir con l. Le dio unos golpecitos en el dorso dela mano y busc el cordn de la lmpara de noche.

    Creo que tienes razn. Fue un sueo se despidi besndoloen la frente y apag la luz, dejndolo en la oscuridad.

    De regreso en su habitacin, estudi la maleta parcialmentellena, que esperaba en la cama. Claro que haba sido un sueo lo quela hizo pensar que iran a algn lado. Qu ms poda ser? Un viaje acualquier lugar estaba fuera de toda consideracin.

    Sin embargo, la sensacin persista... una certeza total de queiran a algn sitio al norte, y pronto. No se supona que los sueosdejaran impresiones tan definidas. Le produca una sensacin extraae incmoda... como si unos dedos diminutos estuvieran corrindole

    por la piel de los brazos.No poda sacudirse la certeza. As que cerr la maleta y la

    meti bajo la cama, dejando las correas desabrochadas y la ropaadentro... ropa de abrigo, todava haca fro en los Alpes en estapoca del ao.

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    6LA FORTALEZAMircoles, 23 de abril0622 horas

    Pasaron horas antes de que Woermann pudiera sentarse con elsargento Oster para tomar una taza de caf en el comedor. Elsoldado Grunstadt fue llevado a un cuarto y lo dejaron solo all. Locolocaron en su bolsa de dormir, despus de que dos de suscompaeros soldados lo desnudaron y lavaron. Aparentemente habamojado y ensuciado su ropa antes de caer en el delirio.

    Hasta donde puedo imaginarlo, la pared se derrumb, uno deesos grandes bloques de piedra debe haber cado en la parte de atrsde su cuello, arrancndole la cabeza conjeturaba Oster.

    Woermann percibi que Oster trataba de aparecer muycalmado y objetivo, pero en su interior estaba tan confuso e

    impresionado como todos los dems.Supongo que es tan buena explicacin como cualquier otra,

    exceptuando un examen mdico. Pero todava no nos dice qu es loque estaban buscando all y no explica la condicin de Grunstadt.

    Shock.Ese hombre ha estado en batalla neg Woermann

    sacudiendo la cabeza. S que ha visto cosas peores. No puedoaceptar que el shock sea la respuesta completa. Hay algo ms.

    Haba llegado a su propia reconstruccin de los hechos de lanoche anterior. El bloque de piedra con su cruz vandalizada de oro y

    plata, el cinturn alrededor del tobillo de Lutz, la grieta en la pared...todo indicaba que Lutz se debi arrastrar por la grieta esperandoencontrar ms oro y plata al final. Pero todo lo que haba all era unpequeo, vaco y cerrado cubculo... como una pequea celda deprisin... o un escondite. No poda pensar en ninguna buena raznpor la que debiera haber un espacio all.

    Deben haber alterado el equilibrio de las piedras de la paredal quitar la de hasta abajo reflexion Oster. Eso fue lo que causel derrumbe.

    Lo dudo replic Woermann bebiendo su caf para

    calentarse y estimularse. El piso del stano, s: ste se debilit ycay al substano. Pero la pared del corredor... Recordaba la forma

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    en que las piedras estaban esparcidas en el lugar, como si hubieransido voladas por una explosin. No poda explicar eso. Baj su tazade caf. Las explicaciones tendran que esperar. Vamos. Haytrabajo que hacer orden. Se dirigi a sus aposentos mientrasOster iba a hacer la doble llamada por radio al puesto de defensa de

    Ploiesti. El sargento tena instrucciones de informar del hecho comosimplemente una muerte accidental.

    El cielo estaba claro cuando Woermann se detuvo frente a laventana posterior de sus aposentos y mir hacia el patio, todava ensombras. La fortaleza haba cambiado. Ahora se palpaba unainquietud en ella. Ayer, la fortaleza no se la consideraba ms quecomo un viejo edificio de piedra. Ahora era ms. Cada sombrapareca ms profunda y oscura que antes, y siniestra de un modoinsondable.

    Culpaba de ello al malestar anterior al amanecer y al shock de

    la muerte que estaba tan al alcance de la mano. No obstante, cuandoel sol conquist las cimas de las montaas situadas en el extremoms alejado del paso, persiguiendo las sombras y entibiando lasparedes de la fortaleza, Woermann tuvo la sensacin de que la luz nopoda desterrar lo que estaba mal. Slo poda arrastrarlo bajo lasuperficie durante un tiempo.

    Tambin lo sentan los hombres. Poda ver eso. Pero se hallabadecidido a mantener sus espritus en alto. Cuando lleg Alexandruesa maana, lo mand inmediatamente por un cargamento demadera. Tenan que hacer catres y mesas. Pronto la fortaleza estara

    llena del saludable sonido de los martillos manejados por manosfuertes que pondran clavos buenos en la madera curada. Caminhacia la ventana que daba a la calzada. S, all estaban Alexandru ysus hijos. Todo iba a salir bien.

    Levant la mirada hacia la pequea aldea cruzada por la luz delsol que se verta sobre las cimas de las montaas, cuya mitadsuperior estaba iluminada y la mitad inferior todava en sombras.Saba que tena que pintar la aldea justo como la vea ahora.Retrocedi: la aldea, enmarcada por el montono gris de la pared,brillaba como una joya. Eso sera... la aldea vista desde la ventana en

    la pared. Los contrastes lo atraan. Tena la urgencia de colocar unatela y empezar inmediatamente. Pintaba mejor cuando estaba bajotensin y amaba ms pintar as, perdindose en la perspectiva y en lacomposicin, en la luz y en la sombra, en el tinte y la textura.

    El resto del da pas rpidamente. Woermann supervis lacolocacin de Lutz en el substano. El cuerpo y la cabeza separadafueron bajados a travs de la abertura en el piso del stano ycubiertos con una sbana en el sucio suelo de la caverna de abajo. Latemperatura all era fra casi hasta la congelacin. No haba sealesde sabandijas y pareca ser el mejor lugar para almacenar un cadverhasta ms tarde en la semana, cuando pudieran hacerse los arreglospara enviarlo a casa.

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    Bajo circunstancias normales, Woermann habra estado tentadoa explorar el substano, pues la caverna subterrnea, con susparedes brillantes y descansos oscuros, hubiera dado lugar a unapintura interesante. Pero no esta vez. Se dijo que haca fro y queesperara hasta el verano para hacer un trabajo adecuado. Pero eso

    no era cierto. Haba algo en esta caverna que lo urga a abandonarlatan pronto como fuera posible.

    Se hizo aparente, mientras progresaba el da, que Grunstadtiba a ser un problema. No mostraba ninguna seal de mejora. Semantena en cualquier posicin que lo dejaran y miraba fijamente alespacio. Cada determinado tiempo se estremeca y gema yocasionalmente aullaba a todo pulmn. Se ensuci otra vez. A estepaso, sin comer y beber y sin el cuidado experto de una enfermera,no sobrevivira la semana. Grunstadt tendra que ser enviado juntocon los restos de Lutz, si no sala de su extraa condicin.

    Woermann vigil muy de cerca el estado de nimo de sushombres durante el da y qued satisfecho con su respuesta a lastareas fsicas que les orden. Trabajaron bien a pesar de la falta desueo y de la muerte de Lutz. Todos conocieron a Lutz, saban laclase de maquinador y conspirador que era, y que raramente llevabaa trmino la parte del trabajo que le corresponda. Pareca haber unconsenso respecto a que l haba provocado el accidente que le causla muerte.

    Woermann vio que no quedaba tiempo de lamentarse o derumiar, aun para los pocos que tenan esas inclinaciones. Urga

    organizar un sistema de letrinas, haba que traer madera del pobladoy construir mesas y sillas. Para cuando termin la cena, pocos en eldestacamento quisieron quedarse, aun para fumar un cigarrillodespus de la comida. Todos los hombres, excepto los que estabande guardia, se dirigieron a sus bolsas de dormir.

    Woermann permiti un cambio en la guardia a fin de que losque vigilaban el patio cubrieran el corredor que llevaba al cuarto deGrunstadt. Por sus gritos y gemidos nadie poda pasar la noche amenos de treinta metros de l; pero Otto siempre haba sidoapreciado por sus compaeros y sentan la obligacin de procurar que

    no se hiciera dao.Cerca de la medianoche, Woermann se encontr despiertotodava, pese a su desesperado deseo de dormir. Co