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La formación del ser humano en la era de la virtualidad1
Presentado por Fr. José Arturo Restrepo R.
Introducción
Un examen crítico de la fundamentación filosófica de la virtualidad desde la visión
de Pierre Lévy, es tema de profunda actualidad dentro de las reflexiones
contemporáneas de la ciencia, la tecnología y la educación. Efectivamente, los
desarrollos y las dinámicas logradas por el hombre han llevado al replanteamiento
de la concepción de realidad y del hombre mismo, desde una perspectiva que se
viene denominando realidad virtual.
El estudio de la realidad y el hombre se ha abordado en casi toda la historia del
pensamiento filosófico. Lo que introduce como novedoso la filosofía de lo virtual,
son ciertos conceptos básicos tales como lo fractal, la inteligencia colectiva, los
nudos problemáticos, el hipertexto, el hipercuerpo, la noción misma de objeto, etc.
La cuestión de fondo que surge de aquí es: ¿qué convergencias, distancias o
tensiones se pueden encontrar en los presupuestos de la filosofía virtual y qué
implicaciones habría para la formación del hombre? Interesa llevar la discusión a
un campo más allá de lo tecnológico que permita abordar la condición humana en
1 Grupo de Investigación Social y Humanística, Dalia Carreño Dueñas, Fr. Arturo Restrepo Restrepo O.P.
Alejandro Rojas Benjumea, Humberto Valero Cárdenas. 20091
lo personal, lo social, lo cognitivo y lo trascendente, atravesados por los
dinamismos de la virtualidad.
El concepto de realidad es el punto de partida para esta indagación. La realidad se
da históricamente y la participación del hombre en ese mundo histórico, se realiza
a través de múltiples manifestaciones entre las que se destaca el cuerpo. La
virtualidad introduce alternativas conceptuales que reconsideran la noción de
realidad y de la acción humana con el cuerpo como factor imprescindible.
Una lectura a las obras de P. Lévy, especialmente cuando formula la categoría de
inteligencia colectiva, podría dar la idea que desde la virtualidad se está forjando
una nueva visión racionalista cognitiva, que se constituirá en un pensamiento
único y común para la humanidad; aunque mediatizado por la afectividad y las
emociones, desplegadas a través del psiquismo topológico, axiológico, semiótico y
energético, que producen sincrónica y diacrónicamente conocimiento.
Finalmente, si la concepción de virtualidad pretende ser transformadora de la
realidad humana y social, a la manera de una utopía en Lévy, conviene analizar la
manera como este proyecto virtualizador posibilitaría procesos de formación en
diálogo con el humanismo, en especial el humanismo tomista, hacia el desarrollo
de un ser humano crítico y creativo.
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La Realidad Virtual
El ser humano, tiene como punto de partida el mundo que le rodea en el cual está
inmerso, en el que actúa y responde. Algunos filósofos han indagado por los
conceptos de realidad y de existencia, los cuales nos permitirán encontrar nexos y
discrepancias con la manera particular como Lévy enuncia su teoría de la realidad
virtual.
En el concepto de lo virtual que resalta P. Lévy podemos encontrar tres
significados: un sentido común, el sentido filosófico y la noción técnica de mundo
virtual. Generalmente las personas al hablar de la realidad virtual, lo hacen con
una confusión entre estos tres niveles (Lévy, 2007, p.33).
El uso corriente, considera que lo virtual es como imaginario o ficción, o lo virtual
como lo técnico, ligado a la informática. Cuando se piensa bajo los parámetros del
sentido corriente, la expresión realidad virtual suena desconcertante. En definitiva
¿Es real o es virtual? Parece más bien “un juego de magia misterioso” dice Lévy
(2007, p.33). Él reconoce que desde esta perspectiva es muy difícil tratar de
construir una teoría general de la misma.
En la acepción filosófica lo virtual ya no supone algo ideal e irreal. Se entiende
como parte de la realidad. La realidad virtual, filosóficamente hablando, apuntan a
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la condición de existencia del ser en general. Lo que existe como objeto de estudio
ontológico o metafísico.
Digamos que el sentido más fuerte de la virtualidad en la sociedad viene dado por
los productos concretos como el caso de la informática, la simulación, la robótica,
la nanotecnología y todas las técnicas contemporáneas, son una materialización y
eso le daría el carácter fuerte que tiene el sentido técnico: es una materialidad
efectiva.
Según Lévy lo virtual como noción filosófica sería algo muy restringido si se lo
considera solamente como denotación de un estado fijo, condición artefacto o
producto. Su visión completa y cabal remite más bien y sobre todo a un proceso,
al proceso de virtualización. El término mismo de virtual posee antecedentes
etimológicos de fuerza o potencia, del latín virtus; Veámoslo con el ejemplo de la
semilla que posteriormente será árbol, pero aun no es tal. Es árbol sólo en
potencia. Pero cuando ha llegado a ser árbol se actualiza, es árbol en acto. En el
pensamiento aristotélico-tomista lo virtual y lo actual no se oponen dada la
estrecha relación que mantienen, son dos maneras de ser diferentes pero
complementarias.
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Pero Lévy se distancia de formas lineal de concebir lo virtual al afirmar que lo
virtual no se reduce a algo meramente posible o prefigurado como sucede con el
edificio terminado y el plano que lo antecede. El fin del proceso ya estaba
prefigurado.
Lévy (1999), afirma que de la semilla que antecede al árbol no lo predetermina
completamente sino que “teniendo en cuenta los límites que le impone su
naturaleza, deberá inventarlo”. Lo virtual no va con lo “estático y ya constituido”
porque lo virtual es un “conjunto problemático, el nudo de tendencias o de fuerzas
que acompaña a una situación, un acontecimiento, un objeto o cualquier entidad y
que reclama un proceso de resolución: la actualización” (Lévy, 1999, p.18). Las
cosas como tal no existen de forma tan cerrada sino en red de relaciones y
hechos. La concepción de lo virtual así entendida permitirá una reflexión en torno
a aspectos más complejos de hoy, como la educación, la política, la vida social,
las instituciones, la ecología.
¿Cómo es la mecánica, por decirlo así, con la que lo virtual produce lo actual, es
decir la entidad, base de toda ontología? Veámoslo con estos gráficos:
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Lo virtual en ARISTÓTELES
Potencia Acto
Figura 1Fuente: Grupo de Investigación Social y Humanística.
LO VIRTUAL EN SANTO TOMÁS.
Virtual= Virtus, Fuerza
Potencia Acto que puede ser perfectible= por la virtur
Figura 2
Fuente: Grupo de Investigación Social y Humanística.
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Lo virtual en el lenguaje COMÚN.
------------Ruptura
Figura 3Fuente Grupo de Investigación Social y Humanística.
FILOSOFÍA DE LA VIRTUALIDAD
(Núcleo de tensiones)
Figura 4.Fuente Grupo de Investigación Social y Humanística.
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Potencia
Acto
Virtual (Ilusión) No -SerIrreal
RealSer
VIRTUALIDAD RECLAMA
ACTUALIZACIÓN
VIRTUALIDAD REACTUALIZACIÓN 1
VIRTUALIDAD
REACTUALIZACIÓN 3VIRTUALIDAD
REACTUALIZACIÓN 2
Lo virtual no es manera de ser, lo virtualización es movimiento. Para este caso, la
virtualización consiste en el movimiento inverso al de la actualización estática.
Mientras que la actualización es un proceso que va de la potencia al acto, en la
virtualización el movimiento va de lo actual a lo virtual. Se trata para Lévy de una
elevación a la potencia de la entidad en cuestión. Esta es la pretensión en última
instancia de todo proceso de virtualización. En el fondo cabría pensar que se
abre aquí una nueva teoría en la concepción de ciencia, por cuanto se sugiere
estudiar las cosas y en general la realidad no como entidades rígidas sino en el
horizonte de un dinamismo de constantes actualizaciones mejor dicho
virtualizaciones.
Ahora bien, cuando se habla de virtualización como movimiento que va de lo
actual a lo virtual ¿a qué tipo de movimiento se hace referencia? Nótese la
siguiente afirmación de Lévy (1999): “La virtualización no es una desrealización
-la transformación de una realidad en un conjunto de posibles-, sino una mutación
de identidad, un desplazamiento del centro de gravedad ontológico del objeto
considerado: en lugar de definirse principalmente por su actualidad -una solución-,
la entidad encuentra así su consistencia esencial en un campo problemático”
(p.19). De acuerdo a esto, en el proceso de virtualización la realidad misma de la
cosa que existe toma fuerza en el nudo de tensiones problemáticas de la cual ella
representa una posible y nueva solución. Esto sugiere la idea de pensar la
realidad más allá de los esquemas clásicos de potencia-acto y como simple
presencia de objetos.
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Realidad y cambio
Pensar la realidad en términos de lo virtual y lo actual, guarda al mismo tiempo
una cercanía y un alejamiento respecto a Aristóteles. En efecto el movimiento de
la potencia al acto, de acuerdo con Lévy es mucho más complejo y dinámico pues
el ser de lo humano se desarrolla en dos rutas, mientras que la concepción
aristotélica clásica se despliega sólo en una: de la potencia al acto, la
virtualización podría pensarse también como un movimiento en espiral. Los
procesos bajo la visión clásica de Aristóteles son unidireccionales, con marcado
carácter irreversible pues no se entrevé la posibilidad de volver del acto a la
potencia. Lévy se refiere a este caso de la concepción aristotélica de la siguiente
manera: “un entorno de posibles sólo se presta a una única realización” (1999,
p.56). Sin embargo en la concepción ontológica aristotélica las categorías del ser,
no establecen solo formas de entender el mundo sino modos de ser. Entonces la
potencia y el acto son dos maneras de ser igual que para Lévy, virtualidad y
actualidad también representan dos modos distintos de ser. En estas condiciones
habrá que concluir que tanto Aristóteles como Lévy, abren el panorama ontológico
más allá de la restricción propia de la filosofía occidental, para la cual el ser es
sólo presencia actual como lo han acentuado Richard Rorty o Gianni Vatimo
siguiendo a Heidegger.
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De las categorías ontológicas para Aristóteles la principal es la sustancia, y las
demás representan modificaciones o afecciones de ésta como los colores, los
tamaños, en fin los accidentes. Una cosa es una sustancia si un individuo es
capaz de ser designado mediante un enunciado demostrativo y en segundo lugar
algo cuya existencia no depende de otra cosa. En este sentido Tanto Aristóteles
como Lévy habla de la entidad como el elemento ontológico fundamental, y una de
las manifestaciones más importantes de la ousía es que ella está sujeta al cambio.
La entidad sufre modificaciones ya que está inmersa en procesos de continuas
actualizaciones. Hay que advertir según Lévy que la actualización o virtualizacion
se da en términos mucho más complejos. Por ejemplo: con procesos de
producción de bienes que se consumen y acaban su ciclo de vida; y no pueden
estar al mismo tiempo en un sitio y en otro. En cambio muchas entidades al ser
productos de la virtualidad pueden estar siendo aprovechados al mismo tiempo
por varios usuarios y no se agotan por el uso que haga uno de los consumidores
como es el caso del hipertexto.
El mundo de lo temporal está constituido para Aristóteles, por las sustancias, las
ousías. El conjunto de todas ellas son el mundo. No obstante, en la filosofía de lo
virtual el panorama de lo ontológico no se circunscribe a sustancias, las
entidades no son solamente cosas u objetos, “la entidad lleva y produce sus
virtualidades: un acontecimiento, por ejemplo, reorganiza una problemática
anterior”. De manera pues que también los acontecimientos son entidades.
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La historicidad del ser
Otra noción que puede entrar en tensión con las ideas de la realidad virtual es la
de historicidad. Heidegger al pensar al hombre como un ser-ahí, expresó que éste
se halla arrojado y puesto en una situación espacio temporal determinada,
caracterizada por la historicidad de su ser. En principio esta condición parece
estar en oposición del concepto de lo virtual ya que tal concepto implica una forma
de desconectarse física y geográfica, también conlleva desconexión de la
“temporalidad del reloj y del calendario” (Lévy, 1999, p.22). Queda por resolver
dentro de esta tensión el hilo topográfico la afectividad-emociones. Aceptado por
ambos autores.
La filosofía occidental privilegia el presente. El ser quedó reducido estrictamente a
lo que está presente como forma privilegiada del tiempo. Esto lo denuncia la
labor filosófica de Heidegger en El ser y el tiempo. Mientras que el ser se
caracteriza por su carácter de proyección y trascendencia, el ente se mantiene en
un punto fijo o estático.
La idea de Heidegger es que la tradición occidental ha privilegiado del ser, lo que
supuestamente permanece en él. Para resolver esto habría que permitir una
diferencia entre el ser y el ente (Heidegger, 1988, p.227). El ser humano por su
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parte es -poder ser- en el sentido de que su modo de ser fundamental es el de la
posibilidad y no la simple o escueta realidad, como sí es el caso de los objetos que
están dados. El hombre se proyecta mientras que el objeto no. Es de la
naturaleza del hombre ser un apuntador, un indicador, el que señala y por eso el
hombre es en sí mismo un signo (Heidegger 1968, p.9). Este olvido del ser
conlleva a que los seres humanos se piensen y se relacionen como objetos, como
presencia escueta e inerte. Cuando mucho como herramientas útiles entre sí.
Podría ser la lectura del hombre inmerso en la sociedad del consumo.
En el contexto de la filosofía virtual Lévy es consciente del riesgo de que los
humanos caigan en la condición de objetos. Pero es la apuesta que se juega en el
mundo de la virtualidad y que en últimas pone en cuestión la demarcación clásica
del concepto de identidad. Aquí surge una problemática; ¿cómo entender la
identidad del ser humano individual, si la virtualización nos conduce a
permanentes actualizaciones, a cambios constantes? Sería una dinámica de juego
entre la identidad y la heterogeneidad. ¿Qué parte de nosotros es la que debe
permanecer a lo largo de las diversas reactualizaciones para poder seguir
hablando de identidad?
Podríamos pensar con Heidegger que la alternativa a la cosificación del hombre es
su recuperación como proyecto, como trascendente, es decir como signo. Pero
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Lévy nos deja aquí con otro gran tema de reflexión, ¿cómo pensar el ser del
hombre en proyección si al mismo tiempo está desterritorializado y se hace
atemporal y colectivo? Estar en situación, como afirma Heidegger, implica
disponer de un horizonte de posibilidades a las cuales orientarse y que están
dadas por la situación misma. ¿Pero en el mundo de la virtualización es posible
estar en situación? ¿Llevaría esto a abandonar la historicidad del hombre y a
perder necesariamente su carácter de ser signo, que proyecta y trasciende?
No es claro si la teoría de la virtualización según Lévy comprende la realidad y al
ser humano por fuera del tiempo o quizá más allá del tiempo. Lo que sí es claro
es que la virtualidad es una invitación a no permanecer en una identidad estable.
Hombre sin tiempo
Ante la posibilidad de ser en diversas formas y opciones, una de las
características del hombre actual, es el sin tiempo, la velocidad de las
comunicaciones, las tecnologías, los servicios, acercan el futuro, lo advierten,
están al servicio de todos. El pasado, como obsoleto, como lo sin sentido y sin
forma, no es de interés. Las claves del hoy son las únicas, son las que crean
identidad y vínculos. Tenemos un permanente y vital hoy. Se goza en el día a
día, sin mirar atrás y desprovistos de la preocupación por el mañana. Ante estos
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nuevos tiempos, ante lo contingente del tiempo y del espacio, se tiene siempre, en
esta atemporalidad, mundos alternos, atractivos y ante todo posibles.
Esta mutación en el tiempo, esta virtualidad del tiempo del hombre, le permite
frente a la tradición y al arraigo abandonarlos sin mayores miramientos o excusas;
no se carga con el peso del río portentoso de la tradición; se necesita estar libres y
sin referentes. El pasado, ya expiró su fecha, están vencidas, ya no se pueden
consumir. Sólo quedan las ofertas tranquilizadoras, anestésicas, bellas y ante todo
atemporales. No debe preocupar el tiempo como linealidad, como continuidad,
pues remite al fracaso del pasado y a la cruel incertidumbre del presente. Los
múltiples tiempos posibles, ofrecen una gama halagadora.
En el ciberespacio, se pertenece a un hipermundo, sin fronteras, sin rasgos, allí se
está; los individuos se integran al hipermundo, a los mundos, como participantes,
como avatares. En estos mundos, en el hipermundo, no importan las raíces, la
religión, el linaje familiar, o la posición política o económica. El avatar no da cuenta
de su pasado, sólo es, en el hoy, en el actual día.
Necesariamente esta virtualización del hombre, en su des-tiempo, afecta a manera
de mutación, unas nuevas consideraciones sobre la persona en este mundo actual
Este perfil de individuo, sin tiempo quizá, es la expresión de la era del exceso y del
vacío, construyendo un proyecto de sociedad atemporal y altamente individualista.
¿Qué sociedad se puede pensar desde el radical individualismo?, ¿cómo lograr
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proyectos sociales políticos, pedagógicos, religiosos, con esta actual era de la
indiferencia?
Hombre y sociedad virtuales.
En el contexto de la virtualidad que coexiste con lo que algunos (Lyotard 1974)
llaman la posmodernidad, la pregunta por el hombre cobra y recobra un enorme
interés.
A decir de Lipovetsky, ésta es la era del exceso, exceso en las formas de
consumo que conlleva exceso en la satisfacción y sobreestimación del individuo a
su manera. Exceso en las ofertas, exceso en la capacidad de elección, exceso de
tecnología en el mundo de lo humano. Tanta abundancia mantiene a los
individuos seducidos en ella misma, atrapados en ella sin poderse sustraer. A
través y por medio de la seducción son. Los cubre una idea de libertad, de
identidad, de aprobación moral y sin duda de estar bien.
Este exceso trae consigo el repliegue del individuo en el mi-mismo. Resulta
paradójico, que el exceso conduzca a la vida del solitario, a la huída de los otros,
del compromiso social. Como consecuencia, una enorme provisionalidad, casi
suspensión de los absolutos, de lo permanente, de los principios. Pues si
tenemos algo como cierto y seguro, el saber, el poder, el trabajo, la familia, los
partidos etc., pronto quedan abandonados a la suerte del boom que causa una
nueva forma de pensarse y por lo tanto de existir.
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En Este des-centramiento o des-entrañamiento de lo humano, ¿Qué somos hoy?,
¿qué nos hace humanos, cuando el desarrollo tecnológico y la biotecnología
simulan lo humano? ¿Qué somos cuando no nos con-mueve nada, y peor aún
vivimos la indiferencia como opción? Lo humano se diluye en muchas
posibilidades, en opciones, en mundos, en formas cada vez más provisionales.
Nuevo hombre, nuevo cuerpo
A decir de Levy “Hoy en día, un movimiento general de virtualización afecta no
sólo a la información y a la comunicación, sino también a los cuerpos,” (pág.13)
El hombre se comunica con el cuerpo, desde antiguo lo ha hecho, pero los
recursos tecnológicos de hoy, maximizan, engrandecen y hasta dramatizan el
cuerpo. Estos están expuestos, exhibidos, desfigurados. Este nuestro cuerpo, ya
no es a escala humana, pues entre más chico es más sofisticado y funcional, hay
más inversión económica y tecnológica dentro de la moda de lo reducido, más
funcional: “Han llegado los tiempos de una miniaturización, de un telemando y de
un microproceso del tiempo, de los cuerpos”. (Baudrillard, 1997 p.4).
Este cuerpo singular-plural, se constituye en el aquí, en el allá, en el regreso, en el
otro y en los otros. Todos los días con los recursos tecnológicos se hace, se
rehace, se reinventa. Somos hoy día un cuerpo, mañana somos otro o quizá un
avatar. El cuerpo sufre las ambivalencias y las contradicciones de la industria y
de la tecnología. Si existe algo, que pierde vigencia, que se convierte en obsoleto,
es este cuerpo singular-colectivo o hipercuerpo. “Cada cuerpo individual se 16
convierte en parte receptora de un inmenso hipercuerpo híbrido y mundializado”
(Lévy 1999 p. 30).
Así este cuerpo, el hipercuerpo, tan lleno pero vacío, se mueve entre
contradicciones y contrasentidos. La intimidad esta vacía, pero llena de los
mundos del hipermundo: la intimidad, el Yo, construido por otros o desde los otros.
Existe una mutación del yo en otros; existe una mutación de la conciencia en otras
conciencias.
Ante tanta movilidad del yo, de la conciencia, de la intimidad, surge el llamado a la
igualdad, todos iguales, la lucha por la similitud. Ese llamado a la igualdad genera
preguntas como ¿quién o qué es el otro? ¿Cuál es su estatuto antropológico?
¿Estará roto el encuentro en la alteridad, dado que estamos fundidos e integrados
en el hipercuerpo, en el hipermundo?
Esta es una sociedad obscena, sin secretos, obscena por lo saturada, porque
acaba con la representación, por lo llena de vidas privadas ante las pantallas: “Ya
no es la obscenidad de lo oculto, reprimido, oscuro, sino la de lo visible, de lo
demasiado visible…de lo que ya no tiene secreto” (Baudrillard p.1997).
La sociedad obscena no requiere de las identidades y los roles tradicionales, lo
exótico, lo raro, lo desadaptado es lo común, lo cotidiano, lo privado, que resulta
atractivo y peor aún, termina siendo importante para todos: “El reino de la igualdad
ha transformado de arriba abajo la aprehensión de la alteridad…” (Lipovetsky 2006
p. 59). Así las cosas, la distancia entre el fuero interno y la realidad social, 17
empiezan a estar con-fundida, contaminada, impidiendo la construcción de una
alteridad desde parámetros más esenciales a lo humano.
Mutación del objeto
Esta nueva realidad del ser humano y su cuerpo, introduce un cambio
revolucionario frente a la distinción tradicional entre sujeto y objeto. Bajo la noción
de la virtualidad la consideración de los objetos generan cambios en el sujeto
también: En el mundo de la relación sujeto-objeto, el objeto en últimas se
configuraba bajo el punto de vista del sujeto, desde una postura interpretativa. La
nueva relación con los objetos, lleva a que estos releguen e induzcan a las
personas ciertas posibilidades de conducción, control y mando; los objetos tienen
hoy día y cada vez más, autonomía, eficiencia propia, parece que son ellos, en un
juego fantasmal y fantasioso los que tienen el control , tienen vida propia.
El nuevo cuerpo virtual
Como constitutivo del ser humano, el cuerpo está en riesgo permanente de ser
tomado como objeto, en los escenarios de la virtualidad. Las dualidades nos
acompañan, parece que es imposible deshacerse de ellas. Sartre en el Ser y la
Nada (1993), identifica las dualidades que a su juicio han causado
problematicidad a la filosofía y han impedido comprender al hombre como ser
humano, estas son: el dualismo que opone en lo existente lo interior a lo exterior,
el ser y el aparecer, la potencia y el acto, la apariencia y la esencia, lo finito y lo 18
infinito. Todas ellas presentes en la reflexión metafísica, antropológica y
epistemológica.
Una dualidad, que interesa al mundo del hoy con mayor énfasis desde Descartes
y que es necesario pensar de manera actualizada es la dualidad cuerpo- alma. Es
pertinente indagar por la forma de considerar el cuerpo, desde la filosofía virtual
¿Supera, en algo o genera otra modalidad de dualidad cuerpo-alma?
La tradición filosófica occidental ha tropezado con enormes dificultades frente a la
idea de cuerpo; el cuerpo es tomado como algo externo, como una cosa; además
de calidad, dignidad y condición inferior al espíritu, al alma o al psiquismo o
conciencia. Al considerar el cuerpo como objeto, se sigue que se termina
menospreciándolo y desvinculándolo del concepto de mundo, de historia, de
cultura, de educación, de moral, de ciencia y de ser, que exigen la presencia de lo
sublime
Una posible forma de entender el cuerpo al interior de la filosofía de lo virtual es
entenderlo como un todo disperso en muchas partes, múltiple, diverso y
topológico; esto explicaría su existencia en múltiples escenarios, contextos y
realidades.
En esta intención de aproximar el cuerpo, a la filosofía virtual, es innegable que
éste está impulsado por fuerza, por voluntad; no es estático, mucho menos
inanimado. Así mismo como no es carne, ni tampoco utensilio, está instaurado, en 19
un hipercuerpo de cuerpos colectivos. “el organismo es la voluntad misma, es
voluntad hecha cuerpo” (Schopenhauer, 2005 p. 255). De esta manera es un
cuerpo que topológicamente se expresa en acción ética, moral, política y
religiosa, siendo él mismo, de manera dinámica: razón instrumental, razón
práctica, razón especulativa, sensaciones, miedos, hambre, sed, imaginación,
dolor etc., pero a la vez afectado, situado, potenciado, modelado por el
hipermundo, igual que sucede con la inteligencia colectiva, que señala Lévy.
Es ese otro, como inteligencia y como psiquismo colectivo, el que moldea y
construye al individuo, y le hace ser para otro. En términos de Lévy se trata de la
construcción de la inteligencia colectiva y por tanto de la participación del Otro en
la constitución de la subjetividad. “De aquí se sigue que la existencia de mi
persona o mi cuerpo en cuanto ser extenso y activo supone siempre un
cognoscente en la aprehensión, en la representación, en suma, una existencia
para otro” (Schopenhauer, 2005, p. 35).
Este cuerpo, en su realidad virtual, ha de ser en tanto fractal: psiquismo, afectivo-
afectado, integrado-fragmentado, desterritorializado, multiforme, quizá multiposible
en los multiescenarios de las actualizaciones de la realidad virtual. Podría a lo
mejor estar liberado del dualismo –cuerpo, alma- en constante relación dialéctica
o analógica, entre la individualidad (que le da la subjetividad y la contingencia) y
la colectividad (que le da el hipercuerpo, el psiquismo colectivo y la inteligencia
colectiva); “el individuo afectivo, aunque esté siempre conectado a su cuerpo, se
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desenvuelve fuera del espacio físico. Desterritorializado, desterritorializante,
existe, es decir, que cree más allá del “allí” “. (Lévy, 1998, p. 98).
Formación, educación y virtualidad
¿Cómo ayuda el proceso educativo a la identificación de lo esencialmente humano
y específicamente a su desarrollo en la sociedad actual? ¿Cómo interactúan las
nuevas tecnologías con la formación de lo humano?
No se sabe realmente cómo las nuevas tecnologías de información y
comunicación, en el escenario de la globalización, transformarán finalmente el
entorno educativo. J.J. Bruner (1999 p. vii) afirma que en la sociedad actual
concurren tres tipos de industrias que operan en la educación: las de las
comunicaciones, la informática y la industria de los contenidos. Se trata de un
complejo social, tecnológico y cultural.
Se pueden suponer profundas transformaciones en el acto educativo –
actualizaciones del mismo-; del tiempo y el espacio de los actores del proceso
educativo –es decir su desterritorrialización-; del volumen, velocidad, escenarios y
utilización de contenidos de aprendizaje –es decir memoria común o sociedad del
pensamiento- y sobre la aparición de oportunidades en el proceso del
conocimiento y su manera de hacerse a la realidad o de actualizarla y por
supuesto al papel mismo de lo educativo y su función formadora humanizante.
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Desde un punto de vista humanístico, la visión tomista del hombre constituye una
propuesta que privilegia lo que podría denominarse dimensiones humanas
esenciales. Tomás de Aquino deduce, precisa y pone en práctica el acto de
educar desde la concepción de persona y esta condición determina las acciones
se requiere para promoverla. “El obrar sigue al ser, y tal es el modo de ser tal es
la operación, y cuanto más noble y profundo es el ser, tanto es más íntimo lo que
de él emana. Hay una proporción entre el fin y el principio de cada ser, entre el
origen y el destino” (S.T. I-II, q. 1,1-2). Según esto en el hombre se da una tensión
entre un punto de partida, y un punto de llegada a su fin último.
Para el tomismo “Persona significa lo que es más perfecto en toda la naturaleza,
es decir, el subsistente en naturaleza racional” (S.T. I, .q.29 a.3 c). Ello Implica
una noción de individuo distinto, subsistente en la naturaleza intelectual; se refiere
al singular que subsiste en la naturaleza racional. Es subsistente porque alcanza
la perfección en el género de su sustancia e intelectual por cuanto subsiste con
plena autonomía en una naturaleza racional. Lobato (1994 p. 50) concluye que la
vida personal, lo más incomunicable en el orden del ser, es a su vez lo más
abierto y comunicable en el orden del obrar que lo abre al espacio social. Esta
dinámica permite el desarrollo de sus posibilidades en búsqueda de su madurez
como ser que es en proceso.
Según Beuchot (2004) en la persona se expresa una existencia y un dinamismo.
Su existencia le confiere los elementos de movilidad y cambio; mientras que su
esencia le confiere los elementos de su permanencia como algo subsistente.
(P.169) Existir como persona, implica unas connotaciones específicas de ella, 22
pues no puede ser parte de nadie, sin estar atado a otro sujeto, sin tomarle
prestado su ser, ser su propia fuerza, ser su propio dinamismo, su propia causa.
Existir para sí, es decir, auto poseerse, convertirse en fin y no en medio de la
propia operación ni de la ajena, pues "libre es el que es para sí mismo”. (De
Regimine Principum , I, 1.)
¿Esta concepción de la persona como sustancia, cómo operaría en la realidad
virtual? Lévy (2007 p. 92) afirma que la cibercultura da forma a una nueva especie
de universal, no necesariamente totalizante, que permite expresar lo diverso de
lo humano, incluso dando por terminados los grandes relatos totalizantes.
La virtualización de procesos, fenómeno siempre presente en la historia del
hombre, no se había presentado de forma tan vertiginosa, con aspectos más allá
de lo pragmático o funcional de los recursos para solucionar necesidades. Lévy
(2007 p. 96) afirma que el deseo es motor. Las formas económicas e
institucionales dan forma a los deseos, los canalizan, los refinan e,
inevitablemente, los desvían o los transforman. Lévy en la obra citada, referencia
tres dinamismos propios de las ciberculturas tales como la interconexión, las
comunidades virtuales, y las sociedades de pensamiento. Las comunidades
virtuales se fundamentan en un ideal de relaciones humanas des-territorializadas,
transversales y libres. “Un nuevo espacio antropológico se abre hoy, y que podría
bien gobernar los espacios anteriores que son la tierra, el territorio y el espacio
mercantil” (2004, p.16ss).No es difícil imaginar en la sociedad de la globalización
intereses monetarios, mercantiles, nuevos bienes de capital inherentes a estos.
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Paradójicamente lo cibernético-virtual pone de manifiesto aquellas dimensiones
propias del hombre como buscar su libertad, sentirse acompañado de otros,
buscar seguridades, trascendencias, sensaciones de bienestar, de placer y de
satisfacción. Lo cibernético virtual asume estas necesidades del hombre y las
moviliza, las cifra todas en la red multiplicando los medios.
Fin humano y educación
Lo virtualizado cambia las distancias, el concepto de espacio y de tiempo incluso
en lo educativo. Puede terminar favoreciendo un pensamiento único para invalidar
el ámbito de lo personal, para disolver el contraste público– privado y estandarizar
al individuo.
Según el principio tomista el hombre es un ser racional y por tanto ha de obrar
racionalmente. Estas operaciones racionales terminan ordenándolo como un
todo, tarea propia de la educación para integrar e incorporar en el obrar todas las
fuerzas de las potencias vegetativas, sensitivas y racionales
En cuanto a las operaciones racionales en las sociedades virtualizadas se da en
una inteligencia repartida en todas partes, reorientada en tiempo real que conduce
a una movilización efectiva de las competencias y agrega, nadie lo sabe todo,
todo el conocimiento está en la humanidad.
Para Santo Tomás, en cambio, desde una visión teológica todo el actuar humano,
su obrar racional está en orden al desarrollo y salvaguarda de la singularidad
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propia como persona que incluye su actuar social: “El hombre no se ordena a la
comunidad política con todo su ser y con todas sus cosas; por eso no es necesario
que cualquier acto suyo sea meritorio o demeritorio por orden a la comunidad
política”. (S. T. I-II, q 21 a.4 ad 3).
El dinamismo generado por la relación entre el bien común y los intereses
internos de la persona lleva a Santo Tomás a establecer el concepto de alteridad
(S.T. II-II,q. 122 a.1). Donde la reflexión ética requiere en la persona una
permanente formación desde lo educativo en cualquier época histórica.
La inteligencia colectiva
El conocimiento y la información son elementos básicos para el proyecto de
construcción de sociedad de Lévy (2004 p. 17), hasta el punto de llamarla
sociedad del conocimiento; esta sociedad como inteligencia colectiva funciona
como una inteligencia repartida en todas partes, valorizada constantemente,
coordinada y movilizada. No puede ser confundida, según él, con proyectos
“totalitarios” de subordinación de los individuos a comunidades trascendentes.
¿Cómo reconocer al otro sólo desde su inteligencia? ¿Cómo salvaguardar su
auténtica identidad en la sociedad del conocimiento? Las identidades se
convierten entonces en identidades desde y para el conocimiento. Son las
manifestaciones de nuevas subjetividades. ¿Quien es el otro en este nuevo orden
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social? ¿Sólo el que sabe? (Lévy 2004 p. 18). ¿Del otro sólo se aprenderían sus
habilidades y destrezas?
La inteligencia colectiva constituye para Lévy uno de los cimientos de la nueva
cultura mundial, la cultura del ciberespacio, dicha inteligencia como posibilidad de
razonar, de comprender y producir conocimiento, de carácter dinámico y social
que va más allá del hombre sabio o del ingenio de un individuo. “Nadie lo sabe
todo, todo el mundo sabe algo, todo el conocimiento está en la humanidad”, tal es
la convicción de Lévy (2004, p.20
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