La fonología del idioma Mochica en los siglos XVI-XVII

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La fonología del idioma Mochica en los siglos XVI-XVII<*) Alfredo Torero 1. El mochica en el marco lingüístico andino El estudio del extinguido lenguaje mochica mediante las fuentes escritas que nos que- dan es de primera importancia en andinística, por razones tanto lingüísticas como históricas. Idi oma de un pueblo que participó activamente en el milenario proceso civilizatorio en los Andes y que estuvo, por lo mi smo, intensament e comunicado con otras grandes lenguas de civili zación, exhibe, s in embargo, muchas características radi ca lmente diferentes de quechua y aru , las dos mayores familias lingüísticas centroandinas, que sí han intercambiado mucho en estructur as gramaticales y en léxico. Aparte de los rasgos fonológicos de que trata el presente artículo -como la organización de la mayor parte de sus consonantes en una oposición de palatalidad y la tendencia al monos il abismo de raíz-, ciertas características gramaticales relevantes di stinguen al mochi ca del grupo qucc hu a-aru : presencia de clases de posesión, clas ifi cadores numerales, marcas an- tepuestas de pe rso na poseedora, variaciones temáticas que recuerdan las lenguas de flexión, uso del ergati vo , ord en básico SVO, etc., y ausencia, en cambio, del contraste exclusivo/inclusiv o en el plural y de indicadores de fuente de informac ión. La propuesta fonológica del moc hi ca que exponemos fu e el tema, ya lejano, de nuestra memoria de Licenciatura en Letras de la Uni ve rsidad de París, en 1962 , y se publi de manera ( *) El estudio fo no lóg i co desairn llado aquí es parte el e una in ves ti gación sobre el idioma moc hi ca que realizamos para la Uni ve rs idad de Sa lamanca . Nº 1, julio 1997 101

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La fonología del idioma Mochica en los siglos XVI-XVII<*)

Alfredo Torero

1. El mochica en el marco lingüístico andino

El estudio del extinguido lenguaje mochica mediante las fuentes escri tas que nos que­dan es de primera importancia en andinística, por razones tanto lingüísticas como históricas. Idioma de un pueblo que participó activamente en el milenario proceso civilizatorio en los Andes y que estuvo, por lo mismo, intensamente comunicado con otras grandes lenguas de civili zac ión, exhibe, sin embargo, muchas características radicalmente diferentes de quechua y aru , las dos mayores familias lingüísticas centroandinas, que sí han intercambiado mucho en estructuras gramaticales y en léxico.

Aparte de los rasgos fonológicos de que trata el presente artículo -como la organización de la mayor parte de sus consonantes en una oposición de palatalidad y la tendencia al monosil abismo de raíz- , ciertas características gramaticales relevantes distinguen al mochica del grupo qucchua-aru : presencia de clases de posesión, clasificadores numerales, marcas an­tepuestas de persona poseedora, variaciones temáticas que recuerdan las lenguas de flexión, uso del ergati vo, orden básico SVO, etc., y ausencia, en cambio, del contraste exclusivo/inclusivo en el plural y de indicadores de fuente de informac ión.

La propuesta fonológica del mochica que exponemos fue el tema, ya lejano, de nuestra memoria de Licenciatura en Letras de la Uni versidad de París, en 1962, y se publicó de manera

( *) El estud io fo no lógico desairn llado aquí es parte ele una in vesti gac ión sobre e l idioma mochica que rea lizamos para la Uni vers idad de Salamanca.

Nº 1, julio 1997 101

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extremadamente sintética (una página) dentro de nuestro artículo " Deslindes lingüísticos en la costa norte peruana" ( 1986: 530-53 1 ). Dado que, por lo sucinto de aquell as notas, se ha dicho que 'se nos siente apodícticos', o ' no se nos entiende', particularmente en lo que toca a la correl ac ión consonántica de palatalidad y al vocali smo mochicas, sometemos aquí a di scusión nuestros análisis bajo una fo nna ampliada.

Asimismo, puesto que las objec iones fonnul adas contra nuestra propuesta -in fe li zmen­te, con expresiones y modos que parec ieran responder más a moti vac iones de índole personal que profesional-, están contenidas en un reciente libro del lingüista Rodolfo Ce1Tón, La lengua de Naymlap ( 1995), nuestra exposición incluirá algunas réplicas y puntuali zaciones críticas a afinnaciones y postulaciones lingüísticamente equivocadas, o s implemente antojadizas, que nuestro ex discípulo vierte en las dosc ientas páginas de ese libro.

2. Fuentes de estudio

La reconstrucción fon ológica que propusimos entonces y que ahora actuali zamos se re fiere esencialmente al mochica de los siglos XVI-XVII : tiene, en efecto, por real punto de partida las seis páginas de orac iones y catec ismo breve en mochica, de autoría anónima, que encie1Ta la obra Rituale seu Manuale Peruanum de Jerónimo de Oré, editada en Nápoles en 1607; y por principal fuente de datos la Gramática de la lengua yunga que escribió en 1644 el sacerdote peruano Fernando de la Carrera Daza. Realizamos el estudio comparati vo de ambas obras en su conjunto y no sólo de los textos paralelos que registran.

Acudimos igualmente a la corta li sta de voces mochicas que elaboró el obispo Baltazar M artínez Compañón a fines del siglo XVIII (Torero, 1986: 526-533) y a la obra de Ernst Middendorf Das Mu chik oder die Chimu-Sprache, de 1892, así como a los breves vocabul a­ri os recogidos por Adolf Baslian en 1878 y por otros encuestadores en los primeros dece nios del presente siglo, con los debidos cuidados en razón de las di stintas épocas en que se co lec­taron los materiales lingüísticos.

Aunque editado en 1607, el libro de Oré recoge, en sus páginas 403 a 408, un material de la lengua norperuana que, a estar por las grafías utili zadas, fue escrito posiblemente hac ia principios de la segunda mitad del siglo XVI, puesto que todavía juega con un doble valor notacional para las grafías <c, e,:>: la africada dentoalveolar sorda [tsJ, que estaba caducando en el uso hispano, y la fri cativa predorsodental sorda [s] que la desplazaba. As imismo. hace aún uso irrestricto de la letra <x> para el sonido fri cativo dorsopalatal sordo, y la mantiene distinta de la <s>, aplicada a la sibil ante apicoalveolar sorda; incluso la combina en un haz trilítero: <xll> para representar un sonido peculiar del mochica .

Otros indicios de arcaísmo se detectan en la confusión, s i bien ocas ional, entre grafías que habían di stinguido a sibil antes y a a fri cadas sordas y sonoras en caste ll ano antiguo: en la "Salve Regina" (Oré, p. 404), un o de los ca lificativos que se diri ge a María está escrito como xem.o al principio de la orac ión y como gema al final de e ll a; e l número "seis" se hall a transcrito, en "Mandamientos" y "Artícul os de la Fe", como ~-ax/l~·a. i;ax/lza y aún ~"llxllva; estos trueques gráfi cos, y en particul ar e l empleo de <g> para notar todavía un sonido fri cat ivo sordo, nos ponen no mucho después de mediados del sig lo XVI.

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Alfredo Torero

1. El mochica en el marco lingüístico andino

El estudio del extinguido lenguaje mochica mediante las fuentes escritas que nos que­dan es de primera importancia en andinística, por razones tanto lingüísticas como históricas. Idioma de un pueblo que participó activamente en el milenario proceso civilizatorio en los Andes y que estuvo, por lo mismo, intensamente comunicado con otras grandes lenguas de civili zac ión, exhibe, sin embargo, muchas características radicalmente diferentes de quechua y aru , las dos mayores familias lingüísticas centroandinas, que sí han intercambiado mucho en estructuras gramaticales y en léxico.

Aparte de los rasgos fonológicos de que trata el presente artículo -como la organización de la mayor parte de sus consonantes en una oposición de palatalidad y la tendencia al monosilabismo de raíz- , cie1tas características gramaticales relevantes distinguen al mochica del grupo quechua-aru: presencia de clases de posesión, clasificadores numerales, marcas an­tepuestas de persona poseedora, variaciones temáticas que recuerdan las lenguas de flexión , uso del ergativo, orden básico SVO, etc., y ausencia, en cambio, del contraste exclusivo/inclusivo en el plural y de indicadores de fuente de información.

La propuesta fonológica del mochica que exponemos fue el tema, ya lejano, de nuestra memoria de Licenciatura en Letras de la Universidad de París, en 1962, y se publicó de manera

(*) El estudio fo nológico desa,rnllado aquí es parte de una investigación sobre el idioma mochica que n:ali zamos para la Universidad de Salamanca.

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Artículos, Notas y Documentos-----------------------

extremadamente sintética (una página) dentro de nuestro artículo "Deslindes lingüísticos en la costa norte peruana" ( 1986: 530-531 ). Dado que, por lo sucinto de aq uellas notas, se ha dicho que 'se nos siente apodícticos', o 'no se nos entiende' , particulannente en lo que toca a la COITelación consonántica de palatalidad y al vocalismo mochicas, sometemos aquí a di scusión nuestros análisis bajo una forma ampliada.

Asimismo, puesto que las objeciones fo1muladas contra nuestra propuesta -infelizmen­te, con expresiones y modos que parecieran responder más a motivaciones de índole personal que profesional- , están contenidas en un reciente libro del lingüi sta Rodolfo Ce1Tón, La lengua de Naymlap ( 1995), nuestra exposición incluirá algunas réplicas y puntualizaciones críticas a afirmaciones y postulaciones lingüísticamente equivocadas, o simplemente antojadizas, que nuestro ex discípulo vierte en las doscientas páginas de ese libro.

2. Fuentes de estudio

La reconstrucción fonológica que propusimos entonces y que ahora actualizamos se refiere esencialmente al mochica de los siglos XVI-XVII: tiene, en efecto, por real punto de partida las seis páginas de orac iones y catecismo breve en mochica, de autmía anónima, que encien-a la obra Riruale seu Manuale Peruanum de Jerónimo de Oré, ed itada en Nápoles en 1607; y por principal fuente de datos la Gramática de la lengua yunga que escribió en 1644 el sacerdote peruano Femando de la Cai,-era Daza. Realizamos el estudio comparati vo de ambas obras en su conjunto y no sólo de los textos paralelos que registran .

Acudimos igualmente a la corta li sta de voces mochicas que elaboró el obispo Baltazar Martínez Compañón a fin es del s iglo XVIII (Torero, 1986: 526-533) y a la obra de Ernst Middendorf Das Muchik oder die Chimu-Sprache, de 1892, así como a los breves vocabula­rios recogidos por Adolf Bas ti an en 1878 y por otros encuestadores en los primeros deceni os del presente siglo, con los debidos cuidados en razón de las di stintas épocas en que se co lec­taron los materiales lingüísticos.

Aunque editado en 1607, el libro de Oré recoge, en sus páginas 403 a 408, un materi al de la lengua norperuana que, a estar por las grafías utili zadas, fue escrito posiblemente hacia principios de la segunda mitad del siglo XVI, puesto que todavía juega con un doble valor notacional para las grafías <c, <;>: la africada dentoalveolar sorda I ts], que estaba caducando en el uso hi spano, y la fri cativa predorsodental sorda [s] que la desplazaba. Asimismo. hace aún uso irrestricto de la letra <x> para e l sonido fricativo dorsopalatal sordo, y la manti ene distinta de la <s>, aplicada a la sibilante apicoalveolar sorda; incluso la combina en un haz trilítero: <xll> para representar un sonido peculiar del mochica.

Otros indicios de arcaísmo se detectan en la confusión , si bien ocas ional , entre grafías que habían di stinguido a sibil antes y a afri cadas sordas y sonoras en castellano antiguo: en la "Salve Regina" (Oré, p. 404) , uno de los calificativos que se dirige a María está escrito corno xemo al principio de la orac ión y corno gemo al final de ella; e l número "seis" se halla transcrito, en "M andamientos" y "Artículos de la Fe" , como r;axllr;a. r;axl/za y aún raxl/ya ; estos trueques gráfi cos, y en particular el empleo de <g> para notar todav ía un sonido fri cativo sordo. nos ponen no mucho después de mediados de l siglo XVI.

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No es improbable que el texto se deba a la pluma de fray Pedro de Aparicio -a quien se atribuye haber escrito pláticas y oraciones y el primer arte del idioma norteño hacia 1553 , como lo refiere Zevallos Quiñones (1948)- y haya sido recopiado hasta llegar a manos de Jerónimo de Oré, quien se limitó a incorporarlo a su libro sin modificación de su parte, según él mismo lo dice al precisar que esa versión mochica "fue traduzida por sacerdotes seculares, y regulares aprobada por el llustríssimo Arr;obispo de los Reyes" [Lima] (Oré, 1607: 385). En la sección puquina de la misma obra que sí es de responsabilidad de Oré, <x> representa una fricativa uvular, es decir, un sonido ya enteramente alejado del que tiene en las seis páginas mochicas.

A su vez, el Arte de la lengua yunga del cura Fernando de la Carrera (que consultarnos en la edición de R. Altieri, de 1939) contiene las mismas oraciones y catecismo breve, pero con importantes innovaciones gráficas (y un consiguiente mayor distingo fonético) resultantes del dominio del idioma que la Carrera, nacido en Lambayeque, en plena zona mochica, había adqui­rido desde la infancia. Y fue justamente la contrastación de los dos corpus -las preciosas seis páginas que nos transmite Oré y las más de un centenar, plenas de caos y riquezas, que provee el gramático lambayecano- lo que nos permitió descubrir, entre otras cosas, la organización siste­mática de gran parte del inventaiio consonántico del mochica en una correlación de palatalizadas/ no palalizadas -correlación no estática sino en conflicto, como todo sistema-, la cual nos fue confirmada por el seguimiento que hicimos de los datos de este idioma hasta el presente siglo.

El examen comparado de ambos corpus implicó, a la vez, la contrastación de dos per­cepciones: la hispana, de los anónimos "sacerdotes seculares y regulares", escribidores y reescribidores de las seis páginas -percepción "desde afuera" que pasaba inevitablemente por el filtro intermediador del castellano, con todos sus efectos deformantes por defecto o exceso-, y la de un bilingüe hispano-mochica, hábil para distinguir, pero también propenso a interferirse y confundirse.

La Carrera conservará, como una tradición escrituratia ya establecida, los antiguos signos <x> y <xll> del texto anónimo, así como <e,~> en tanto fricativa (<z> en cierre de sílaba), pero no en tanto africada, remplazándola en esta función por el grupo <tzh>; distinguirá otro fonema consonántico "nuevo" mediante la composición gráfica de <e> con una <h> invertida (que aquí transcribiremos con la secuencia <cy>), e introducirá la combinación vocálica <ae> (que reanotamos con el signo <i:i> ).

Acerca de la breve tabla comparativa de 43 voces castellanas con sus correspondientes en mochica y otros idiomas del Perú septentrional que hizo componer a fines del siglo XVIII el entonces obispo de Trujillo, Baltazar Martíncz de Compañón, el análisis que efectuamos en nuestro citado artículo de 1986 (pp. 526-533) destacó los rasgos de transición fonética que en ella se advertía entre las fom1as mochicas consignadas por los textos de Oré y la Carrera y las atestiguadas a fines del siglo XIX y principios del XX por Bastian, Middendorf, el científico peruano Federico Villarreal y otros investigadores (cuyas informaciones fueron reunidas en su mayor parte por Radamés Altieri en su estudio introductorio a la reedición que hizo en 1939 del Arte de la lengua yunga de la CaITera).

Conocimos los materiales recogidos por Enrique Brüning y Walter Lehmann después de nuestra memoria de 1962; éstos no modifican ningún aspecto esencial de nuestra tesis; más bien la confirman. Al respecto, recomendamos al lector el excelente trabajo de Gertrud Schumacher de Peña El vocabulario mochica de Walter Lehmann ( 1929) comparado con otras fúentes léxicas (Universidad de San Marcos , 1991) .

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La otra gran fuente para el conocimiento de esa lengua norperuana -bajo la fom1a, esta vez, de lo que llamaríamos el mochica moderno- es la ya mencionada obra de Middendorf, Das Muchik oder die Chimu-Sprache, abundante en nuevos datos y presentada de modo rigu­roso y sistemático. El estudioso alemán fue una autoridad indiscutible para su tiempo, y siempre tendremos que agradecerle sus penetrantes y ricas descripciones sobre el quechua, el aymara y el mochica, útiles para comparar el estado de estos idiomas a finales del siglo XIX con estados anteriores, como los descritos por González Holguín para el quechua cuzqueño, Ludovico Bertonio para el aymara y la Ca1Tera para nuestro idioma norteño.

Esto no obstante, debemos proceder con suma cautela al efectuar tales comparaciones, respetando en el caso del mochica el venerable cuarto de milenio que se interpone entre el material y las informaciones de la CatTera y los de Middendorf, con un casi absoluto silencio en el lapso entre ambos.

A finales del siglo XIX, el estudioso germano halló al idioma mochica en un estado de desestructuración en todos sus aspectos, ante el desuso de la lengua y la influencia del caste­llano. Esta situación tal vez estaba bastante avanzada incluso un siglo antes, en tiempos del obispo Mm1ínez de Compañón ; puesto que en 1788, en respuesta al expediente causado con motivo de la solicitud de info1mación sobre lenguas indígenas americanas dirigida en la época por la Emperatriz de Rusia a la Corona hispana, el secretario del arzobispado de Lima, José Joaquín Chauca, justifica la no inclusión de materiales de mochica en el expediente, con el argumento de que el conocimiento de este idioma no era necesario porque los indios que lo usaban hablaban también el castellano "con rara perfección" 1•

En la expresión admirativa de "rara perfección" podemos entrever acaso el reconoci­miento del empleo, a la sazón, en el castellano de los nativos de la costa norperuana, de soni­dos ya inexistentes en otras hablas castellanas de América, como las apical, la II palatal, la y no fricativizada y otros.

Las versiones al castellano de la obra en alemán de Middendorf que originalmente manejamos fueron perfeccionadas y ampliadas, gentilmente, desde hace unos veinte años, por Gísela Jorger, profesora de Lingüística y Literatura de la Universidad de San Marcos, para un seminario sobre Lingüística Andina.

3. Procedimientos

Los ensayos de 'reconstrucción ' de las estructuras de cualquier nivel de una lengua extinguida a partir del material escrito que de ella quede serán una tarea siempre azarosa y de logros hipotéticos y aproximativos, por el insuperable carácter cerrado y 'mudo' de su corpus, sin parangón en este punto con la fuente de riqueza inagotable en posibilidades de verificación e incremento de datos en que consiste cualquier idioma vivo; además, las diferencias geográ­ficas y sociales nos escaparán incluso cuando podamos dar fechas para el conjunto o partes de ese material.

Archivo General de Indias. Sevilla : MP, Escritura y Cifra. 40.

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Todos estos factores negativos para la invest igación se verán agravados cuando este­mos frente a una lengua 'aislada' , de parentescos no obvios, como es el caso del mochica, e l cholón, el puquina o el cunza en los Andes. De allí que toda propuesta de reconstrucción deba fundarse en la más cuidadosa evaluación de los datos internos y en su más razonada interpre­tación, y postularse con ajuste óptimo a principios de coherencia, naturalidad y economía.

La búsqueda, en fin , de pares mínimos suficientes en corpus de lenguas extintas tan bre­ves y reiterativos como los de Oré y la Carrera que aquí examinamos y cotejamos -textos catequísticos ambos, que emplean apenas en torno de doscientos lexemas nativos- sería una di­li gencia prácticamente absurda: ni el más venturoso azar podría sacamos bien librados en estas condiciones contingentes. Mejor, si ciamos con algunos pares mínimos; mas no es por este camino que debemos transitar para hallar sustento a nuestras propuestas fonológicas. Tenemos que dar más bien por indicadores principales la consistencia en el uso de las mismas grafías y variantes gráficas para los mismos morfemas -con las correspondientes diferencias y equivalencias en cada fuente (Oré y la Carrera)- y e l ajuste ele estos datos gráficos a sistemas fonológicos coherentes.

Por su parle , R. Ce1Tón, deslumbrado por su tardío descubrimiento del análisis grafémico, nos diseña su procedimiento para identificar y definir los sonidos del mochica: en primer lu­gar, someter al análisis la notación empleada por la Ca1Tera 'a fin ele determinar las unidades pertinentes ' (léase grafcrnas); en segunda instancia, hacer la interpretación fónica ele tales unidades a partir ele las descripciones proporcionadas por ese autor y valiéndose "para tal efecto tanto de las observaciones formuladas al respecto por Middendorf como también del "contras­te '' de la notación carreriana con la empleada por aquél y los demás recopiladores ele la lengua'· (Ce rrón , 1995: 71 ).

En el procedimiento que nuestro colega explicita así y que va ahormar su labor ulterior se encuentra evidentemente la raíz de sus desacuerdos con nuestra propuesta de 1986: las diligencias que efectúa no se dirigen -aunque él lo afi1111e- a establecer los sistemas fonológicos del mochica, sino, restricti vame nte, a clete1111inar cuáles fueron sus grafemas (unidades gráfi­cas y alógrafos) y cómo 'sonaban' (cuál pudo ser su fonetismo) . De allí que rehúse considerar los ordenamientos estructurales que nosotros percibimos en el plano fónico del idioma y que, una vez descubiertos, nos ay udan a definir los procesos fonológicos .

En cuanto al aprovechamiento de la obra ele Middendorf para interpretar los sonidos por asignar a las unidades resultantes de su análisis grafémico, R. CetTón tiene una actitud inconsistente y acomodaticia. Objeta a Louisa Stark ( 1968, 1972) el que trate ele determinar los valores notacionales de las grafías catTerianas en base a las indicaciones que sobre la fonética del mochica dio el investigador alemán hace únicamente un siglo, sin tomar en cuenta que entre ambos autores, y ambos estados de lengua, mediaron 250 años; sin embargo, él mismo se apoya esencialmente en los datos y apreciaciones ele Middendorf, y aduce las más de las veces infonnaciones precisamente de este autor en el intento de desautorizar lo que llama nuestros "correlatos gratuitos" de palatalizadas/no palatalizadas (Cerrón, 1995: 95)2.

2 "Conelatos establecidos -dice- con un ordenamiento preconcebido". " típica muestra de fonología he­cha 'sur le papier" como gustaba decir Martinet" . etc. Puesto que André Martinel fue nuestro asesor tanto en la memoria de Licenciatura como en la tesis de Doctorado en Lingüíst ica. y estuvo de acuerdo con nuestro análisis fonológico del mochica, ¿se lrataba de un 'Martinet sur le papier"?

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LENGUAS DE LA COSTA NORTE SIGLOS XVI-XVIII

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4. Estructuras fonológicas

Se adviene en el mochica una neta tendencia al monosilabismo radical, tendencia que hahía desembocado en la predominanci a ele raíces monosílabas (quizá más ele la mitad del total) ; una fuerte presencia del patrón silábico máximo del idioma: CVC; y la existencia ele una vocal 'indefinida' , que podía desaparecer en sílaba final ele raíz polisilábica -donde era altamente frecuente- o, al contrario, surgir como apoyo vocálico al ligarse los morfemas en palabras. La única o, en su caso, la primera sílaba ele la raíz permanecía, en cambio, inalterable.

El conjunto ele estos procesos centraba la identidad radical esencialmente en la primera sílaha ele la palabra, y hacía posible la ocurrencia de formas léxicas 'amputadas ' -por ejemplo, la ele alomorfos ' reducidos' en la clase ele los nombres de propiedad inalienable cuando se les sufijaba un gramema 'privativo' tal como <-quic> (/-kik/)-.

No hemos detectado diptongos ni haces internos ele más ele dos consonantes -siempre disilábicos-. A su vez, el contacto directo ele vocales nucleares se evitaba, al parecer, mediante la interpos ición automática ele una yocl o un 'saltillo', según el caso.

En las ejemplificaciones que ciemos a continuación, pondremos en negrita las formas atestiguadas y entre comillas las glosas castellanas, precedidas ele las siglas OR por Oré 1607 y LC por la Carrera, edición Altieri 1939, y, si fuera necesario, la indicación de las cifras co­rrespondientes a números de página y línea; una barra separará las referencias comparadas; v.gr.: OR. 407-27, mox/LC, 108-14, moix "alma". Cuando se trate de cotejar formas consignadas por un mismo autor, se colocará tras la sigla de éste las referencias de locali zación y luego las fo1mas pertinentes , igualmente separadas por barras.

4.1 Sistema consonántico

Una de las características más notables de la fonología del mochica antiguo es la orga­nización de la mayor pmte de sus consonantes en una correlación de palatalidad ('majamiento'), que opone una serie ele no palatalizadas (' llanas ') a una de palatalizadas ('mojadas' o 'soste­nidas') .

La vigencia de tal oposición se adv ierte gráficamente en los textos de Oré y la Carrera por la ocurrencia -obligatoria unas veces, 'optativa ' otras hasta parecer anárquica- de 'secuen­cias vocálicas' que contienen la grafía <i> seguida o antecedida inmediatamente por la co­rrespondiente a una vocal distinta. Se advierte, igualmente, por la presencia frecuente de grafías consonánti cas simples o complejas que en el castellano de tiempos de la conquista española de América implicaban palataliclad: <x>, <ch>, <11>, <ñ>, y otras ajenas a la fonología his­pana pero 'acondicionadas ' para connotar igualmente palatalidad: <c;:i ,iz>, <tzhi ,itzh>, <cy>, <xll>.

Esta impresión 'a primera vista' se ve enteramente confinnada por el análisis contextual y el examen comparado de los materiales gráficos a nuestra disposición: en las 'secuencias vocálicas ', la grafía <i> puede aparecer únicamente en contacto inmediato con consonantes palatalizadas -como la marca misma de la palatalidad o como excedencia de ésta desde un fonema palatal-. Así lo irán mostrando los ejemplos que suministremos más adelante, por pa­rejas de oposición cuando las huhiere.

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Al rechazar nuestra postulación de la existencia en mochica de las series opuestas de palatalizadas/no palatalizadas (dentro del patrón silábico máximo CVC y de la no ocurrenc ia de diptongos, puntos que sí admite con nosotros), nuestro crítico no logra ex plicar precisamente por qué en Oré y la CatTera encuentra secuencias gráficas tales como <-ia-, -ie-, -iu- , -ai-, -ei- , -ui-, -ioi-> sólo cuando <i> se halla en contacto con consonantes de nuestra serie palatalizada (véase en su 'Léxico Mochica' -pp. 195-203- las fo1mas, tomadas de la Can-era: ¡;ialu "redañoº' , ¡;iec "señor", ¡;iu "aquél", eiz "hijo", ¡;ioiz "palabra", ñaiñ "pájaro", xiass, "vez", moix "alma"), y no con las de la serie no palatalizada (nunca *pia, *pie, *piu, *tio, *quiu, *fio, *ssia, *aip, *oic, *uit, *oif, *aiss, etc.). Incluso el hispanismo "infierno" se hallará incorporado como ynfirno por Oré (p. 405) en el texto mochica de "Artículos de la Fe".

Está claro que <i> no era aquí un "mero recurso gráfico" como la califica de modo ambiguo nuestro comentarista; por 'recurso gráfico' puede entenderse un diacrítico o cualquiera de las letras que vamos escribiendo aquí, o la 'tilde española' en ñ , o las dos o las tres letras gn o ign que representan en francés a esa misma nasal palatal. Lejos de eso, <i> era una realidad fonética para el anónimo y para la Carrera, una efectiva [i] cuando se anticipaba o sucedía a las consonantes palatales, ineludiblemente en ciertas condiciones para marcar la diferencia con su correlato no palatal; ineludible particula1111ente para distinguir ¡;i+vocal de ¡;+vocal.

Comparando los textos de Oré con los de la Carrera, se advierte, no obstante, que hubo diferencias en la pronunciación de las hablas que registraron, o distintas capacidades de per­cepción de un escribiente a otro -siempre mayor en la CaiTera- cuando se trataba de captar el desgajamiento de la palatalidad, sobre todo como anticipación a una consonante 'mojada ' : en la Carrera, no en el anónimo, <i> es obligatoria también para distinguir vocal+z de vocal+iz (los alógrafos de¡;- y ¡;i-, respectivamente) y aparece de manera más regular ante la mayoría de las consonantes palatalizadas.

Acústicamente, el matiz palatal que caracteriza a los fonemas 'mojados' o 'sostenidos' es un timbre más agudo que los fonemas 'llanos'; articulatoriamente se lo logra por el despla­zamiento de la masa de la lengua hacia el paladar duro y la consiguiente dilatación del resonador faríngeo. En estas condiciones, el que un 'apéndice vocálico' de timbre [i] exceda o circunde al fonema palatalizado no tiene nada de lo extraño y peregrino que CeITón supone. Nada de sobrenatural que justifique sus sobresaltos ni su deslenguanza.

De otro lado, cuando postula, a su vez, que los grupos gráficos de Oré y la Carrera 4ue contienen va1ias 'vocales' contiguas dentro ele una palabra representan secuencias pluri sil ábicas , donde cada vocal es núcleo de una sílaba o hace por sí sola una síl aba -esto es, que se consti ­tuyen "secuencias vocálicas nucleaclas" (pp. 129-131 )- , el lingüista peruano tampoco nos explica por qué, sobre tal supuesto, en el antiguo mochica: a) sólo pudo haber esas secuencias cuando ineludiblemente contuviesen una /i/ por elemento inicial y/o final (¡;iec, eiz, ¡;ioiz, etc., incluso aiin con dos /i/ seguidas); y b) no pudo ocurrir jamás en ellas una vocal diferente de /i/ prece­diendo o sucediendo inmediatamen te a otra también diferente de /i/ (jamás, por ejemplo, */ac/ o */aei/, ni */ea/ o */iea/, etc.).

CeITón no busca dar razón de tal es restricciones; y, naturalmente, tamroco podría ha­cerlo sin recurrir a esoterismos.

Pero hay más: o no ha hecho el cotejo entre los textos ele Oré y la Carrera ni el debido seguimiento a lo largo de los textos de cada autor, o trata ele esconder los resultados que real­mente ha obtenido, y que tocio indagador acucioso encontraría. El caso es que -corno acaba-

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Torero: La fonología del idioma Mochica

mos de indicar-, en cualquiera de esos autores , pero sobre todo en la Carrera y particularmente en final de las secuencias, <i> puede ocurrir o no ocurrir (haber o no sido percibida y transcrita) en contacto con los fonemas de la serie palatalizada -lo cual prueba su naturaleza apendicular-; ele modo que los morfemas que los contienen suelen aparecer esc1itos diferentemente de un autor a otro o por un mismo autor; vgr. , cotejando únicamente los textos del "Catecismo bre­ve·': LC (pp. 105-107): oiz "tierra", moix "alma". moich "nosotros", moiñ "yo", "a mí' ' ; OR (pp. 407-408): vz, mox, much, moiñ o moñ; en sólo la obra de la Carrera: peiñ- (pp. 54, 56 y otras), peñ- (pp. 56, 69 y otras) "bien"; ñaiñ- (p. 69), ñañ- (pp. 75, 96) "ave, pájaro".

Más todavía: las consonantes de la serie palatalizada pueden incidir en la naturaleza de cie11os morfemas que se les sigan ; por ejemplo, cambiar en -i el sufijo de 'genitivo' normal­mente escrito -e en la Carrera y en Oré, o introducir una <i> transicional entre la raíz y este mismo sufijo: eizie "del hijo" (eiz "hijo").

Hemos recibido un breve estudio sobre el Arte de la lengua yunga de la Carrera reali­zado por el profesor Even Hovdhaugen, de la Universidad de Oslo, en el que éste reconoce, como nosotros, la existencia de una correlación consonántica de palatalidad en el mochica antiguo y establece las parejas correlativas (Hovdhaugen, 1992: 117-118).

A lo largo del presente artículo, usaremos como marca de palatalidad en nuestro siste­ma práctico de transcripción el signo /ji li gado al ele la consonante correlativa no palatalizada; así distinguiremos, v .gr, /k/ ele /kj/.

Habríamos tenido por más apropiado caracterizar a los fonemas palatales, no por la adic ión ele /ji , sino por la del trazo semicircular (el diacrítico habi tual para marcar palatalidad) bajo la letra correspondiente al correlato no palatali zado, o por una suerte de acento circunflejo sobre dicha letra, a fin ele significar ele manera más visualizable que el rasgo de 'majamiento' puede anticiparse o sucederse, o ambas cosas, a (ciertos) fonemas de la serie palatal; pero hemos optado finalmente por un principio de simplicidad gráfica.

4.1.1 Sibilantes

En la correlación consonántica de palatalizadas/no palatalizadas, el mochica contaba con dos pares de sibilantes, todas sordas. Del par de las no palatalizadas, una era apicoalveolar (escrita <s> por el autor anónimo y <ss> por la Carrera); y la otra, predorsodental (escrita <c(e,i) , ~- , -z> en ambas fuentes), como indicamos ya en nuestro apartado 2.

Sus correlatos en las palatalizadas eran: una fricativa prepalatal como la inglesa <sh> (escrita <x>), y una predorsal seguida siempre, y antecedida o no, por una yod (escrita en comienzo de sílaba como <ci-, <,:i-> por ambas fuentes , y en cierre de sílaba como <-iz> por la Carrera y generalmente sólo por <-z> en el texto anónimo) . Ejemplos de lo último: OR, 403-31, ciec "señor"; 403-30, cu~ia "cielo" ; 403-27, ez "hijo"; 403-30, vz "tierra, mundo"/LC, 91-27, ~iec; 91-26, cu~ia; 91-10, eiz; 91-26, oiz.

Como se observa, la Carrera mantuvo en 1644 la graficación de las sibilantes según las nonnas asentadas por el autor o los autores de las seis páginas que transcribe Oré, excepto que dobló <s> en <ss>. Esto no significa que en sus tiempos las grafías <ss> y <x> poseyesen todavía para un lector no iniciado los viejos valores fónicos de fricativas sordas alveolar y palatal respec­tivamente ; lejos ele ello , podemos suponer con poco ri esgo de equivocarnos que el ceceo

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generali zado en el castellano americano había desembocado en el de la costa peruana en una fri cati va predorsodental sorda, que se grafi caba <s>,<-ss->, <c(e, i)>, «.;> o <z>, y que el proce­so de velari zación de */sh/ había culminado hac ía decenios, y que se escribía <x>, <g(e, i)> o <j>.

La razón del conservadurismo gráfico del cura ele Reque radicaba simplemente en que la riqueza de sibilantes en el mochica -con los mismos puntos de articulac ión que las primiti ­vas sibilantes castellanas- no le dejaba mejor posibilidad de juego. No le quedaba más que "restituir" a <ss> y <x> sus antiguos valores notacionales, con las indispensables ad vertencias: <ss> "se ha de pronunciar entrambas, hiriendo en la última"; en tanto que <x> "no se pronuncia jamás como en la lengua castellana, hiriendo en ella, sino mansamente, como la pronuncian los portugueses" (Carrera, [1644] 1939: 11 ).

Como se ve, las precisiones de la Carrera tienen poco de felices para fines articulatorios, pero valen en cuanto a puntualizar que <x> castellana no representaba ya para entonces un sonido "manso" como la po11uguesa, sino "hiriente" -esto es, que no era ya de articul ac ión fricativa palatal- y que <s> o <ss> habían dejado de connotar 'automáticamente ' una fri cati va apicoalveolar3. En cierre de sílaba, <x>, y nunca <ss>, suele aparecer precedida por una <i> marginal: moix "alma", pero amoss "no (rehusando)" (LC, pp. 61 , 64, 74).

En su discusión de estas cuatro fri cativas, Cerrón acepta nuestras propuestas de 1986 en cuanto a la interpretación fonética de tres de ellas : <x>, <c(e,i)8-,-z> y <s> o <ss> de Oré y la Carrera como sibilante ' palatal', 'dorsal' y 'apical' respectivamente -aunque llevando a esta

3 En una extensa nota, la Nº 24 de su 'Estudio introductorio' a la ed ición de la Gm111111a1ica de Domingo de Santo Tomás por el Centro de Estudios Regionales Andinos " Bartolomé de Las Casas" (Cuzco. 1995), Rodolfo Cen ó n intenta desautorizar nueslra puntuali zac ión acerca de que DST utili za las grafías <x> y <s-,-ss-> con un mismo valor fonéti co, el de sibilante palatal [~] (<x> en sus primeras anota­c io nes y <s -,-ss-> como altern ativ a gdfi ca a <x> co nfo rme és ta ib a notand o cad a vez más generali zadamente un sonido mediopalata l y. fi nalmente, ve lar). Sosti ene Cerrón que DST usa dichas grafías con diferentes va lores: <s-.-ss-> como sibilante ap ical y <x> como palatal. y que el manejo de esta última con tal valor fón ico se mantu vo hasta principios del siglo XYll ; da como "prueba concreta'' de su aserto que, todavía en 1607. Je ró nimo de Oré. en su Ri1ua/e seu Manuale Pen w11w11. la empica como sibilante palatal en mochica : pero ignora que en esa misma obra Oré aplica <X> para notar una fricativa uvular en los tex tos puquinas que s í son de su propia elaboración. en tanto que para los mochicas se limita a hacer una transcripción ' letra a letra ' de lo esc rito decenios antes por sacerdotes anón imos. de acuerdo, además, a una estructura fo no lógica sumamente compleja, como estamos viendo. De otro lado, respecto de nuestro descarte de una protoforma */usya-/ con el significado de 'escampar· -que ningún dialecto quechua sustenta- (la que puede reconstruirse es */usya-/), y de nues tra interpretac ión de la fo rma <ossia-> de DST como fo no lóg icamente /us iya-/. con tres s íl abas -forma que. como Cerrón sigue ignorando, se encuentra con el mismo sentido también en el vocabulario quechua cuzqueño de González Holguín (Torero 1994: González Holguín, 1952 ; 358. 5 12)- nuestro 'críti co· nos opone que. si fuera así, la palabra para "chicha" se pronunciaría [a~uwa] puesto que, segú n él, DST la escribe <assua> (¡s icl); esto es. sencillamente. un dislate más: "chicha" es <aqua>, con cedill a, tanto en DST como en el Vocabul ario Anónimo de 1586 . En lo que toca al "cecear en el hab lar" = <cazqui rima-> que e l fraile sevillano 'denunc ia' ent re nati vohab lantes. st: eq ui vocan Po1rns Barrenechea (en quien es di sculpable porque no fungió jamás de fi ló logo ni de quechuis1a) y CeJTón en cuanto a entender que "cecear" se aplicase por entonces a pronunc iar <c,c(e, i),z>, e incluso <s,ss>, como fri cati va interdenta l (ta l cual la "zeta" del caste ll ano actual de l norte de España) ; quería dec ir DST que todas esas grafías se arti cul aban como la Is] de ntoal veo lar -ele origen andaluz- que es hoy común en e l castell ano ele la costa peru ana. Respecto. e n fin . a que <caz.q ui > significase "ga lano". "ostentoso" (de do nde el hu anca " menti roso"). ya lo hemos dicho e n nuestros artículos de 1994 y 1995.

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última. inmotivada e innecesariamente, a ' retrofleja ' -; pero rechaza la postulación de <~i-, -iz> como un fonema de por sí, aduciendo que no se trata más que de una "distribución complemen­taria de lo más típica" . Su ce1rnzón en este punto lo conduce a innumerables deslices. Entende­mos, sin embargo, su obstinación: ceder aquí significaría admitir la validez de nuestra tesis sobre la correlación consonántica de palatalidad en mochica; y, entonces, habrían sido vanas sus más de cien páginas dedicadas a desmentirla o desvirtuarla.

En lo que sigue, graficaremos con /zJ a la dorsal y con Is/ a la apical entre las sibilantes ' llanas ' , y con /zj/ y /sj/ a sus correlatos 'mojados' respectivos (v.gr., las voces de la Carrera i;iec "señor" y eiz "hijo", xamic "señal" y moix "alma" , se anotarán /zjek/ y /ezj/, /sjamik/ y /mosj/). Confonne avancemos en ejemplificaciones, se advertirá lo apropiado de nuestros análisis y notaciones.

En realidad , existen más pruebas de la independencia fonológica de <c.i>+vocal que de <x>, esto es, de /zj/ que de /sj/. En la Carrera, al menos dos alomorfos del clítico que indica la segunda persona singular en los verbos toman la significación de lexemas si se cambia lzJ en /zj/: !ezJ (ez) "tú", /ezj/ (eiz) "hijo"; foz/ "tú" , /ozj/ (oiz) "tierra, mundo". La distinción entre /z/ y /s/ ya nos la brinda nuestro colega (Cerrón, 1995: 104): la hacen en determinadas secuen­cias verbales el nominalizador -e.oc y el gerundio -ssoc.

En cambio /sj/ (x), si bien regulannente consignada tanto en Oré como en la Carrera, no encuentra en los materiales conocidos un ténnino neto de oposición con /si (ss); y /zj/ debe acudir en su ayuda para darle consistencia fonológica con un fume par mínimo entre las sibilantes palatalizadas: /zjam/ (c.iam) "vivir" y /sjam/ (xam) "entender, creer". La frase eiñ xam tzhioponaio "yo creo de verdad" LC, 91-35, pasaría a significar ''.yo vivo de verdad" si xam se remplazase por la raíz i;iam, que se puede ver nominalizada (c.iamo chic.or "vida") en la última línea de la misma página.

En sus intentos por desvi11uar nuestras postulaciones, Cerrón (p. 106) se plantea acerti­jos: ¿será que para Torero las fonnas escritas por la Carrera como eiz "hijo" y tzhic.i "niño" deben notarse fonológicamente /ezj/ y /tzzj/ o, "menos dramáticamente", /r;izj/? [Por coherencia escri­turaría, hemos adaptado sus grafías a las que empleamos en este artículo]. A su primera cuestión, hemos respondido ya positivamente párrafos arriba; a la segunda, decimos que parece no haber entendido, o no querer entender, nuestras formulaciones , puesto que en tzhic.i está el fonema llano lzl y no el mojado /zj/, y su transcripción fonológica es, por lo tanto, /~izi/, sencillamente.

Por insistir en su empeño, nuestro comentarista comete un serio error, en su página 130, al confundir en uno a dos vocablos mochicas distintos, los correspondientes a "tierra, mundo": LC oiz, Oré vz (véase arriba), y a "chacra" , escrito por la Carrera de un modo tan vario y paiticular que pone sobre la pista de un probable 'saltillo' intermedio: viz, iliz, u,iz, u,iz (LC, pp. 53, 54, 55, 60, 63, 64); Oré no lo registra; Martínez de Compañón sólo consigna Huis "Tierra". El primer vocablo de LC es un monosílabo y el segundo evidentemente disílabo. Middendorf escribe respectivamente ais(i) " la tierra" y uis(kik) "fundo, chacra, campo"; Lehmann anota u:-íshkºtº "al monte" (Schumacher, 1991: 27)4 .

4 En cienos casos simplificamos las notaciones de Middendorf y Lehmann, y en otros las reescribimos: vr., dos puntos tras una vocal indican alargamiento de ésta. <sh> remplaza a <s> con diacrítico. el signo<º> equivale a la <e muda> del francés je .

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De o tro lado , ha ll am os indi c ios de neutralizac ió n J e la opos ic ió n de s ibil a ntes pa latali zadas, /zj/ y /sj/, ante la vocal fil. Unicamente as í podría expli carse la manera vari a y vacil ante como escriben los di fe rentes autores, y aún un mismo autor, e l nombre mochica co­rrespondiente a la glosa cas tellana " luna" : Oré (pregunta sexta de l "Catec ismo breve") : ci ; la Ca­rrera (ídem y pág. 11 ): c;i y xi ; M artínez de Compañón, si; Midde ndorf: si y shi; Lehmann , í:shi .

4.1.2 Africadas

En cuanto al fonema que Oré grafica con las letras <<.- ,-z> y la CatTera con la secuencia compleja <tzh> , lo interpre tamos como una africada apicoalveolar, a partir de las característi­cas articulatorias que es pos ible infe rir de las ' reglas para saber pronunciar la lengua ' que provee e l cura de Reque:

"Algunos vocablos son tan dificultosos de pronunciar, que no se pueden escribir, sino es con mucha dificultad, como son: tzhang, tzhoich, tzhecan, etc. Estos, pues, se pro­nuncian empezando con la t, e hiriendo en la z y en la vocal que está después de la h, de manera que no diga cha, sino tzha". "Para pronunciar tzhoich, se ha de comenzar con la lengua en e l paladar j unto a los d ientes, y acabar con los labios abiertos' ' (LC, 11 ).

Nos parece que de las indicaciones ele la Ca,,-era debemos retener ese ncialmente dos: que la articulación ha de reali zarse "con la lengua en e l paladar junto a los dientes" -esto es , en la zona alveolar; y que el sonido emitido, aunque parec ido a [ch] - de donde e l empleo de la grafía h en el haz trilítero -no ha de confundirse con éste- es decir, no ha de ser plenamente palatal.

Otra observac ión a tomarse en cuenta es la insistenc ia de la CarTera acerca de lo ' tan difi cultoso de pronunciar' de esa secuencia fó nica, cosa que no habría dicho si hubiese preten­dido describir una africada dentoalveolar, puesto que articulaciones dentoalveolares en oc lusión y fri cc ión ex istían en el castellano americano, y habría bastado con adoptar las secuencias <ts> o <tz>. YeITa, pues, Ce rTón (op . cit , 88-92) al creer reconocer en <tzh> una dentoalveolar, y vue lve innecesarias e inconsistentes sus disquisiciones diri gidas a explicar la inclusión ele <h> en e l haz como una medida destinada a evitar que se diese a <z> un sonido ... de fricati va interdental -fenómeno que empezaba a cundir só lo en partes de la lejana España-.

El crnTel ato pa latali zado de < tzh> era la africada prepalatal sorda <ch>, que tanto e l autor anónimo del siglo XVI como la Carrera escriben de este modo, 'a la castell ana ' , y que, por consiguiente, no plantea ningún problema de interpretac ión fonética.

Nosotros reanotaremos estos fo nemas africados como le;! y lc;jl, respecti vamente. /<.j/ puede 'anticipar ' una <i> : LC, pp. 60 y 54: fachea= faichca " leña" ; LC moich, pero Oré much "nosotros".

4.1.3 Velares

En el orden velar, el mochica manejaba una oclusiva sorda llana semejante al sonido que en castellano se escribe <c(a,o,u)> y <qu(e,i)>; as í lo ano taron Oré y la Carrera, y no suscita tampoco problemas de identificac ión.

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Nosotros postulamos que en los siglos XVI-XVII esta oclusiva llana poseía un coJTelato palatalizado de articulación velar o mediopalatal, que el anónimo no distinguió de su <ch>, pero sí la Carrera, quien , para su representación, ideó una composición gráfica especial de <c> y <h> invertida -que se sustituye por <cy> en este artículo-. La oposición será señalada con los signos /k/ y /kj/.

La Carrera (p.11) dice escuetamente de <cy> que ''es de diferente sonido que las nues­tras, muy necesaria y forzosa para diferenciar esta pronunciación chido, chang, checan, etc. de la h al revés, como cyapa, cyilpi, mocyquic, cyolu, etc." . La siente, pues, cercana de <ch>, tal como lo hahía indicado líneas antes para la afr icada que anota con la secuencia <tzh>; pero insiste en que deben mantenerse distintas; y, ele hecho, suministra ejemplos que sustentan su aserto: cyang "dientes", chang "hennano de mujer", tzhang "tú" .

Cerrón , por su lado, piensa que se trataba de una africada prepalatal sorda, caracteriza­c ión que hallamos incorrec ta porque crea confusión con la africada prepalatal sorda <ch> que ex istía en mochica (el propio Ce1Tón lo admite) tanto como en quechua y castellano, y que Oré y la CaiTera gralicaron precisamente de este modo. Se funda nuestro comentarista en la indicación de Middendorf de que, en el mochica de su tiempo (dos siglos y medio después), la vieja <cy> caJTeriana sonaba "como en alemán tj " (Middendorf, 1892: 51 ).

A nosotros nos reprocha el querer, dice, "cubrir una aparente orfandad atribuida a /k/ con un correlato gratuito, que en este caso sería [kj]". Lo cie1to es que no cae en la cuenta de que él también va dando elementos para establecer una correlación consonántica de palatalidad; excepto que el 'correlato gratuito ' lo asigna a /t/ y no a /k/. En el Perú diríamos que desnuda a un santo para vestir a otro.

Sin embargo, si hacemos el examen interno del material carreriano veremos que la interpretación de nuestro colega no se sostiene; y se lo prueba mediante las contradicciones en que el propio Cerrón incurre .

Para una de éstas , tenemos que adelantar que el mochica de la Ca1Tera distinguía cuatro fonemas nasa les en final de morfema -lexema o gramema- y quizá también en posición intervocálica: labial , dental , palatal y velar; tales oposiciones , exceptuada la labial , se neutra­lizaban en cieJTe de sílaba interior de morfema, y el arquifonema resultante se adaptaba al punto de articulación de la consonante que lo seguía o se realizaba como nasal velar ante /mi y In/. Ante el fonema oclusivo velar /k/, por lo tanto, se hacía nasal velar, cosa que era graficada habitualmente por el gramático mochicano con el dígrafo <ng>; esc1ibe así: i;engque "cuello", changcod "pariente", xllongquic "comida" (de xllon "comida" más el sufijo 'privativo' -quic, cuya adjunción velariza la nasal alveolar original). Ahora bien, la CaJTera coloca también <ng> en la ocurrencia del arquifonema nasal ante <cy>: cangcyu "quijada".

Esto último suscita extrañeza en nuestro colega (p. 1 12), y a nosotros, en cambio, nos confinna que /kj/ se articulaba en el velo del paladar o muy próximo de éste en tiempos de la Carrera. No es improbable que para entonces estuviese adelantándose hacia una articulación africada dorsal mediopalatal con apéndice fricativo más de tipo <ich-Laut>, lo cual no dejaría de reclamar una realización velarizada del arquifonema nasal y, a la vez, daría a la Carrera la percepción de un sonido distinto, pero próximo, de /i;j/; su adelantamiento habría continuado hasta articularse [tj] o confundirse con Ir:;/ o /r:;j/ en época de Middendorf.

Otro argumento en favor de nuestra hipótesis: ya en ocasión anterior (Torero, 1990: 394-395) habíamos advertido a CeITón sobre las dificultades que, para la explicación de la

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adopc ión de voces de origen quechua por el mochica, le acarreaba su interpretación de la <cy> caiTeriana como una "africada prepalatal". Ahora bien, la Ca1Tera registra evidentes quechuismos en el mochica, entre ellos los que escribe faccya (quechua /wakcha/) "pobre" l w>tl y mocha (quechua /mucha-/) "adorar". Nuestro colega transcribe el primero como /faktja/ ateniéndose ciegamente a la ecuación: La Carrera <cy>=Middendorf <lj> y rechazando sin análisis nuestra interpretación de <cy>=/kj/. Sostiene, en consecuencia, que, "para el o ído mochica, el fonema que más se avenía" con la /ch/ quechua era su /tj/ (Cerrón , 1989: 52); pasa así por a lto la existenc ia en ambas lenguas del fonema /ch/ y no busca una causación a su trueque por una presunta /tj/ en ese quechuismo.

Si , en cambio, Cerrón hubiese asumido nuestra postulación, habría comprendido que, no poseyendo /kj/ el quechua, los propios quechuahablantes habrían solido articular su /ch/ as imilándo la algo a /k/ en contac to con ésta, por lo cual los oídos mochicas habrían percibido un sonido próx imo a su /kj/ y ajustado el préstamo a su idioma bajo la forma /fakkja/. Es claro.

Con la afirmación, ade1rn'ís, de que para el mochicahablante el fonema que ·'más se avenía" con quechua /ch/ era su presunta /tj/, el lingüista peruano en tra en disquisiciones inúti­les -y recurre a la intermediación del castellano, probable pero no pertinente- para explicar por qué e l o tro préstamo quechua, /mucha-/, fue adoptado como mocha y no mocya. Bastaba con comprender que, salvo un condic ionamiento especial , que no se daba en e l caso del último quechuismo, /ch/ sonaba igual a oídos mochicas, quechuas o castellanos, y que un mochica tras ladaría la /ch/ del quechua /mucha-/ o la del castellano /mocha/ a la suya propia sin com­plicación de ningún género.

4.1.4 Dentales

El mochica poseía una consonante oclusiva dental sorda ciertamente similar o idéntica a la /ti castellana y que se puede notar como ella. Pose ía igualmente otro fonema dental que el anónimo y la Can-era transcriben con la grafía <d>, pero que plantea múltiples problemas de identificación.

En primer lugar, esta <d> es defectiva: nunca ocu1Te en posición inicial de palabra; su mayor frecuencia se da entre vocales y en final de palabra; en el decurso, su aparic ión está ligada sobre todo a la de ciertos sufijos. Sus realizaciones fó nicas son difíci lmente asibles. Por las posiciones en que ocurre, le correspondería una articulación fricativa o semioclusiva, de preferencia sonora entre vocales y sorda en final de palabra, como es el caso en castellano, la lengua de referencia para sus anotadores . Sucede, sin embargo, que la Can·era recoge en mochica como [r] la <d> intervocálica en un préstamo hispano: casaro 110/011 "hombre casado" (p. 69) y nunca escribe como <d> las [r] mochicas que va encontrando; además, incluye en su "car­tilla" de sílabas cuyo sonido hay que ejerci tar a <d> en inicial sil ábica (pero sólo ante la vocal o) y, sobre todo, en final de grupo si lábico (p. 12). No obstante, en ninguna de sus "reglas para saber pronunciar la lengua" suministra indicaciones espec iales respecto de <d>.

Tal vez pueda deducirse de estos datos y estos silencios que <r> y <d> se distinguían articulatoriamente de la misma manera en mochica y castellano, y que en la frase casa ro 1wfri11 el hispani smo se había construido en mochica a partir del verbo caste ll ano casar más el morfema

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'cualitativo ' -o (/-o:/); considérese cómo en quechua y aymara los derivados del verbo casar se constituyen sobre la base casara- y no casa-. La grafía <el> representaría un sonido fricativo (o semioclusivo) dental , sonoro o sordo según los contextos.

Pero la situación pudo ser más compleja. En apartados anteriores habíamos visto que la africada apicoalveolar escrita <tzh> por la Carrera aparecía como <<;-,-z> en el anónimo -v.gr. , OR ~ang/LC tzhang ·'tú" ; OR exllmuz/LC exllmotzh "cinco"-, en tanto que ambos registraban de la misma manera, <ch>, la africada prepalatal, y que el anónimo no diferenciaba a esta última ele la <cy> carreriana. Acabamos de ver, en fin, que en mochica no ocurre <el> en comienzo de palabra.

Ahora bien, comparando los textos del anónimo y ele la Carrera. hallamos al menos un caso en que <tzh> pat1icipa en una secuencia inicial de palabra a la que corresponde en Oré <ch>, y no <e;>: LC, 91-35, tzhio ponaio/OR, 403-38 chopunayo "de verdad". Estimamos que si la Carrera, esta vez , no empezó también la palabra con las s íl abas <cho> o <cyo>. o simplemente <tzho>, fue porque buscaba representar una suerte ele palatalización de <t> -esto es, [tj] - mediante la interposición ele una <i> entre <tzh> y la vocal <o>, cumbre silábica (como lo hacía en el caso de <c;i>+vocal ).

Encontramos otros casos de <tzhi>+vocal en la CaJTera: tzhia "menos, menor, infe­rior" (pp. 87-26, 88-8); tzhiac "antiguo en edad" (pp. 87-27, 106-3); cun tzhiu "remolino (del pelo)" (p. 80); cutzhio "chicha'' (pp. 72, 108). y quizá maitzh "señora" (p. 93-5), vocablo que se registra una sola vez. En ninguno de estos casos estamos ante diptongos, inexistentes en el mochica, ni ante secuencias de vocales nucleares -que el idioma habría impedido por interpo­sición de una yod en los ejemplos citados. Estamos. sin eluda, ante la graficación, mediante <tzhi-,- itzh>, de un sonido 'mojado ', muy probablemente de un fonema /tj/. diferente tanto de <tzh>=/c;/ y de <ch>=lc;j/ cuanto de <cy>=/kj/.

Dos siglos y medio después de la Carrera, Miclclendorf responde regularmente con <tsi>+vocal o con <zi>+vocal a la secuencia caJTeriana arriba indicada. Para Middendorf (op. cit. , p. 51 ), <ts> y <z> representaban un mismo sonido, una africada dental. El añadido de <i>, sin embargo, no convie11e a <tsi-> en una africada palatal , como habría sido de esperar, y el estudioso alemán la mantiene distinta de <ch>. Este hecho nos lleva a pensar que, en realidad, lo que ocurría era un ablandamiento de la /ti mochica por palatalización , y adición de [i], lo cual daba un sonido similar al notado como <tzhi-> por la Carrera. Middendoit· registra las voces señaladas, excepto la última, maitzh. Así, escribe tsiopana-io (p. 181-13) -el chopunayo del anónimo-; tsia (pp. 180-15 y 181-19); tsiak (p. 180-17); kunzio (p. 59-8b); kurzio (p. 62-20a).

Si vamos por buen camino, comprenderemos mejor el desconcie110 de la Ca1Tera acer­ca de cómo notar la realización de una posible /tj/ al inte1ior de palabra entre dos vocales de timbre [ i]: el vocablo "uña" aparece escrito, a renglón seguido y sin explicación alguna, de tres formas diferentes: mi'<i, miyi y midi (p. 80). En tal contexto, */tj/ sufriría efectos de sobrepalatalización, fricativización y sonorización.

Al respecto, cabe señalar que la Carrera emplea como separador de vocales nucleares la letra <i> y no la letra <y>, que sí utiliza el anónimo para tal fin. Es probable que en el tiempo transcurrido entre la escritura de uno y otro textos, <y> hubiese pasado a representar a una fric ati va o una africada sonora; por lo que la CatTera sí recurre a ella en la voz miyi. Una vía similar, sumada a una situación muy avanzada de descomposición de la lengua, habría

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desembocado en la fonna que Martínez de Compañón anota para la glosa "Dios": e l hispani s­mo Yos. tal vez ori ginalmente perc ibido por e l mochicahablante como */t_jos/ o */tjozj/.

Considerando los datos indicados, podemos postul ar que en mochica anti guo existi ó efecti vamente un correlato palatali zado de /ti, que, o tenía todav ía vigencia como fonema único, /tj/, en tiempos de la Carrera, reali zándose con marcada variac ión fonética contex tual, o se había escindido ya en dos fonemas, /d/ y /tj/. También podemos suponer que desde e l primer estado que conocemos de l mochica, /d/ y /tj/ eran fonemas diferentes ; pero esta hipótesis no está sustentada por los datos, que, más bien, parecen mostrar una distribución complementaria de [d] y [tjl . Middendorf emplea <d> como el anónimo y la Carrera, a la par que continúa distin guiendo fon éticamente a <tsi-> (o <zi->) de la antigua <cy> carreri ana -a la que esc ri be, a su vez, de una manera espec ia l: una <ch> con virgulilla o comill a sobre <c>-.

4.1.5 Labiales

El orden labia l comprendía dos fonemas, oclusivo y fri cativo sordos, /p/ y / f/, a los que se encuentra reproducidos regulannente con estas mismas grafías desde los primeros hasta los últimos textos en mochica.

La ocurrencia de 11/ fue un ra~go in frec uente en e l área lingüística centroandina, por lo que su presencia en topónimos y ant ropóni mos singul ariza a esta lengua norperuana y es uti­lizable para establecer cuál fue e l teJTitori o en que se expandió. En cambio, la semiconsonante [ w ] , de tan alta aparición en idiomas de gran extensión en los Andes . como quechuas y arus, fue ignorada por los mochicas, quienes la as imilaron a su /U en los préstamos desde otras lenguas .

No hall amos indicios de que en una antigua etapa del idioma se hubiese aplicado la oposic ión de palatalidad en e l orden labia l.

En la obra de Midde ndorf y autores posteri ores se observa un a tendencia a la sonorizac ión de la fr icati va, sobre todo en posición inte rvocálica y fi nal de lexema; v.gr. "culebra, serpiente" : LC cyofüt/Middendorf tsuvat o chuva t con virgulilla sobre <e>. Tal vez pueda plantearse que un proceso sim il ar fue el que condujo en e l mochica antiguo a la aparición del sonido escrito <d>, a partir de una hipotética */tj/. Del mismo modo, cabría fotmul ar la hipótesis de que la <f> de Oré y la Carrera tuvo un lejano antecedente en una bilabial palata lizada, */pj/.

4.1.6 Vibrantes

Es dudosa la ex istencia de una opos ic ión r/rr, ' vibrante simple ' vs. 'vibrante múltiple', en antiguo mochica. E l texto anónimo no usa la múlti ple; la Carrera, en cambio, emplea ambas, con preferencia paradigmática por la múltiple (si bien con vaci lación: parong/parrong "vasallo", pp. 69 y 76), pero con utili zación de la simple para notar gramemas de cierta frecuencia en el di scurso, como el 'genitivo' en -or.o.

Middendorf es ambiguo al respecto: "la r se pronuncia medi ante una vibración de la punta de la lengua en el paladar anterior, de manera no rara vez muy fuerte, tanto a l final como

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Torero: La fonología del idioma Mochica

al comienzo de las palabras, lo que, al presentarse, puede expresarse mediante la reduplicación de la letra: omorr. el ladrón: rrán, masticar. morder" (op. cit .. p. 50). En sus transcripciones del idioma norteño, procede de manera semejante a la Carrera.

En la actualidad. sin embargo, la rr múltiple es otro de los sonidos que caracteriza la toponimia del área mochica: Ferreñafe, Mórrope, etc .. si bien no está del todo ausente el sonido simple, como en Pacora.

El diferente comportamiento escriturario entre el anónimo y la Carrera pudo responder a variaciones geográficas o sociales, incluso esti lísticas o cronológicas (más de medio siglo separó a los distintos autores) . En todo caso, no hallamos un par mínimo que oponer, y la escasez del ma terial recogido en los siglos XVI y XVII nos impide establecer los condicionamientos específicos que hubieran podido regir la ocutTencia de uno u otro sonido. Por esto, en nuestro cuadro fonológico mantendremos un sólo fonema vibrante.

4.1.7 Laterales

En la c01Telación consonántica de palatalidad, el mochica antiguo contaba con dos pares de fonemas laterales, como planteamos en nuestra publicación de 1986 (pág. 530). Los distin­guía la zona de oclusión central bucal (anterior/posterior) y, concomitantemente, la presencia o ausencia de vibraciones glotales (sonoras/sordas). Señalamos, sin embargo, que ya entonces este conjunto estaba pasando indudablemente por un proceso de reajuste, que se haría plena­mente evidente en la lista de voces que elaboró Martínez de Compañón a fines del siglo XVIII, esto es, un siglo y medio después de la obra catTeriana.

En cuanto a una definición fonética más precisa de estas cuatro unidades, a falta de datos sólo podemos suponer que, entre las ll anas, la sonora era de articulación alveolar y la sorda de aniculación cacuminal o velar, si bien el anónimo y la CatTera escriben a ambas con la grafía <l>; entre las mojadas, la sonora era prepalatal -como la castellana- y la sorda, medio o pospalatal. El anónimo y la Carrera las anotan, respectivamente, <11> y <xll>; sólo esta últi­ma, por su peculiaridad respecto del fonetismo castellano, es objeto de descripción por la CatTera (pág. 11 ):

"La x, antes de consonante [sic, por xll] se ha de pronunciar hiriendo en entrambas mansamente, pegada la lengua al paladar; de manera que por un lado y el otro de la boca salga el sonido de la primera letra vocal , como: xllon, xllaxll, xllipcon, xllecna" .

"En anteponiéndose vocal a la x [sic, por xll] , se comenzará a pronunciar con los labios abiertos, y se acabará la dicción con la lengua pegada al paladar, echando el sonido de la vocal y de las dos II por un lado y otro de la boca como: axll, exll, ixll, oxll, uxllup, oxllang".

Reparemos en lo esencial de esta descripción de <xll>: a) la lengua se pegaba al paladar (es decir, que no quedaba abierto ningún canal central y que la oclusión de éste se producía contra el paladar); b) el sonido salía por un lado y otro de la boca (o sea, ai1iculación lateral), y c) se pronunciaba "entrambas mansamente" (esto es, que se trataba de un sonido único y continuo).

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De ac ue rdo con nuestra hipó tes is acerca ele las pa lata les en e l anti guo moc hica , transcrihimos las ll anas como <l> y<!> y sus correlatos ' mo jados' como < lj> y < 1_i>.

Los cambios ocu1Tidos de mediados de l sig lo XVII a fi nes de l XIX fue ron: a) la con­fluenc ia de las ll anas en un único fonema que suces ivamente se velari zó, ensordec ió y, fin al­mente, se des laterali zó para tornarse en una fricati va velar en tiempos de Middenclorf; b) la deslaterali zac ión de xll que desembocó: o en una fri cativa dorsal mediopa latal de tipo ich-Laut acompañada o no de yod (como la reg istran generalmente Middendorr y Lehm ann ), o 'di sue lta' en una secuenc ia de fri cati va ve lar y yod sucediéndola o antecediéndo la, según la pos ición que xll había ocupado o rig ina lmente en e l margen s il ábico; ésta fue la rase fin al de l trayecto transfonologizador y desestructurador, con la convergenc ia de la ' nueva j ota ' mochica y la 'jota ' de l caste ll ano pe ruano.

R. Cerrón e xpe rimenta un real desenfoque cuando intenta hacer la de finici cín fonética de xll. Ante todo (op. cit., 107-11 O), interpretando mal la ex presión " hiriendo en e ntrambas" de la Carrera, procede a '·descomponer" e l haz trilítero en segmentos; caracteriza al primero de e llos, <x>, como "hiriente" y "acorde con el que ya tenía el castellano de la época" , esto es, una fri cati va velar, una 'jota' en buen romance; y a l segundo, <11>, lo da como lo óptimo -"nada mejor" , a firm a- para representar la " mojadura de l paladar". Dicho esto, nos o frece su de finici ón: un sonido " fri cativo prepalatal late rali zado".

No nos explica este autor por qué varias páginas antes había as ignado rotundamente a la grafía <x> e l valor de sibilante palatal, mientras ahora, con igual rotundidad, la vue lve fri cati va ve lar; tampoco justifica su pe regrina idea de que " nada mejor" que el seg mento <11> para represe ntar la palata lidad . En fin , no cae en la cuenta de que la artic ulac ión lateral reclama necesaria y específicamente e l bloqueo por la lengua de la línea med ia del paladar, justo por donde se co nstituye un cana l abierto de modo continuo para emitir cualquier fri cati va, y que, por lo tanto, no puede haber un sonido ' f1i cati vo lateralizado' . O es lo uno o es lo otro.

Desconc ierta igualmente que el autor, después de ufanarse de que su reconstrucción no cons idera ninguna fri cati va ve lar (pág . 11 O), incluya sorpres ivamente, en su ' in ve nta ri o consonántico ' fin al (pág. 123), a la m altrecha xll -o al signo con que la grafi ca- como fr icati va ve lar (en e l mi smo orden que la nasal ve lar y la oclusiva /k/), y ya no prepalatal ni laterali zada.

4.1.8 Nasales

Como ade lantáramos en e l aparrado 4. 1.3, e l antiguo mochica poseía cuatro fonemas nasales, de puntos de a rticulación labial, denta l, palatal y ve lar -<m>, <n>, <ñ> y < ng> según las grafi caciones de l anónimo y de la Carre ra; reano tamos la velar con el signo<@>. Todas las nasales, excepto < m>, se neutralizaban en c ie rre de sil aba no fin al de palabra. Hay en la Caffera un claro par mínimo que muestra e l valor di stintivo de la opos ición <n>l<ng> en fin al de lexema: pon "cuñada"/pong "piedra, ce rro".

<n> y < ñ> e ntraban en la corre lación de palatalidad , por lo que en nuestra transcripc ión se notan como <n> y < nj> .

<nj>, ta l com o se indicó en el apartado 4 .1 respec to de los sonidos ' mojados ' , puede desprender de sí su componente palatal en forma de una yod, as í como volve r / i/ la /e/, incluso la /ü/, de ciertos morfe mas. A continuación presentamos algunos ejemplos:

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LC, p. 69: peño, peñiio "cosa buena"= /penj-/ "bien", /-o:/ 'cualitativo'; /penj-/ "bien", /-i-/ 'genitivo ', /-yo:/ 'cualitativo'.

De no ser por la palatalizada precedente, el 'genitivo' habría adoptado la fonna /-e/. LC, p. 54: peiñ poler eiñ metca lena sonong "yo trajera de buena gana a mi mujer

conmigo"= /penj/ "bien". OR. 407-22: enong cio ñofnur peñis? "¿Cuál es el bien del hombre?" = ... /ñofün-/

"hombre, humano", /-ür/ 'genitivo', /penj-/ "bien", /-i-/ 'vocal epentética' , /-s/ 'dominial'. Compárese esta frase interrogativa, contenida en el "Catecismo breve", con la corres­

pondiente en:

LC, 106-8: eñong '<io '<iam chipcor peñoss "¿Cuál es el bien de la persona?" = ... / zjam-<;ji-püc-/ "persona, humano", /-ür/ 'genitivo' , /penj-/ "bien", /-ü-/ 'vocal epentética'. /-si "dominial".

Adviértase que mientras en OR la vocal de apoyo es <i->, en LC es <-o> en el mismo contexto.

ave". LC, 56-1: aio mang met onoc ñaiñ "aquél traiga una gallina" = ... /njanj/ "gallina,

Véase también:

LC, p. 56 ñaiñ, ñaiñiio "el ave, el pajaro" = /njanj-/ "ave, pájaro", /-i-/ 'genitivo' , /-yo:/ 'cualitativo'.

Compárese con:

LC, 75-36: Ecapocoz xllom pocna pon fópi'<or, ñañissap'<on "¿Crees en sueños y [en el augurio de los] pájaros ... ?" = ... /njanj-/ "pájaros", /-i/ 'genitivo', /sap/ "voz, man­dato, augurio".

Véase también , con el mismo análisis, en:

LC, 96-37: ... nañissap =lnjanj-i sap/.

4.1.9 Semiconsonante yod

Como sostuvimos en 1986 (pág. 531 ), el mochica de los siglos XVI y XVII poseía una yod en función consonántica, si bien de bajo rendimiento paradigmático. Esta yod debe distin­guirse cuidadosamente del sonido escrito <i> que suele aparecer circundando a las consonan­tes palatalizadas -como acabamos de ver en las ejemplificaciones de /nj/- .

La forrna /-yo:/ que a~ume el 'cualitativo' /-o:/ cuando sigue a vocal en la palabra aumenta la presencia de la semiconsonante /y/ en el decurso. El anónimo, en tal caso, la grafica <y>, y la Carrera y Middendorf <i>.

Hemos visto igualmente, en el apartado 4.1.4, que la grafía <y> puede indicar a veces una variante contextual de /tj/ (LC miyi "uña"; Martínez de Compañón Yos "Dios" ).

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La ocu1Tencia ele yod en cierre de sil aba se acrecienta por los procesos de contracc ión silábica, como en el caso del verbo "ciar" : OR piyic, LC piioc , que en la segunda persona de ' imperativo' se convierte en piycan para ambos autores (con variantes como pijcan o piican ).

4.1.10 Correspondencias gráficas entre el anónimo de Oré, la Carrera y nuestra nota­ción fonológica:

Oré Carrera Torero

p p p r f f (¿*pj ?)

t ch tzhi- itzh tj d d d (¿ tj ?) c/r;;-z tzh r;; ch ch r;;J c/qu--c c/qu--c k ch cy kj r;;-z r;;-z z ci-i z c,: i-i z ZJ s SS s X X SJ

(0 ) 1T (0)

1 1 1 11 11 lj 1 1 ( ') xll xll !j m m m n n n ñ ñ nJ no e no e

@

y i,y,J y

Sonidos antihiato en determinados contextos intervocálicos:

120

(y) (0)

y (0)

Defini ción fon ética

oclus. bilabial sorda fri ca!. (bi )labial sorda ocl . dental sorda ocl. den!. sorda pala!. semioc l. den!. sorda o son. africada apicoalv. sorda afr. prepalatal sorda oc lus. ve lar sorda ocl . mediopalal. sorda fri e. dental sorda fri e.den!. sorda pala!. frie . apicoalv. sorda frie . prepalatal sord a vibrante alveolar vibr. múlti ple lateral alveolar sonora lateral prepalatal sonora lateral cacuminal sorda lateral pospalatal sorda nasal labial nasal alveolar nasal prepalatal nasal velar semiconsonante alta anteri or

semiconsonante alta anterior oclusión glotal; cf. /uiz/ [ú ' iz] "chacra", frente a /üzj/ [üys j "tierra".

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4.1.11 Cuadro de consonantes:

Oclusivas y africada: Llanas: p t Mojadas: tj

Fricativas: Llanas: z s Mojadas: ZJ SJ Sorda: f Sonora:

Vihrante:

Laterales: Llanas: Mojadas: Nasales: Llanas: m Mojada:

Semiconsonante:

4.2 Sistema vocálico

(d)

r

1 lj

11

11J

4.2.1 El esquema hexavocálico

1· .J

@

y

Torero: La fonología del idioma Mochica

En nuestro artículo de 1986 escribimos que el análisis del sistema vocálico del antiguo mochica se ve complicado por la escasa infomrnción suministrada acerca de longitud, intensi­dad, altura, acento, ritmo, etc. Preferimos entonces ser restrictivos, tal vez excesivamente, en el establecimiento del inventario vocálico de esta lengua, postulando la existencia de sólo cuatro vocales -con ellas la o carreriana- y atribuyendo a variación alofónica la mayor diversidad gráfica percibida en los textos.

Si bien las nuevas fuentes a que ahora tenemos acceso (Lehmann y Brüning) no faci­litan información más amplia, en lo que sigue aceptamos, por razones más bien operativas, la propuesta de seis vocales que formuló en 1644 la CaiTera y que Hovdhaugen ( 1992) y Cerrón ( 1995) hacen suya. Sin embargo, dejamos señalado que los autores mencionados no proveen pares mínimos ni contextos diferenciales que sustenten convincentemente la independencia fonológica de tales unidades -en particular, la existencia de dos vocales anteriores, /i/ y /e/, que podrían no ser más que manifestaciones de una sola unidad bajo condiciones prosódicas diversas, acentuales en especial-.

Por ello, en el siguiente cuadro del sistema vocálico ponemos provisionalmente a (e) entre paréntesis :

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altas bajas

anteriores no redondeadas

(e)

centrales no redondeadas

ü a

posteriores redondeadas

u o

Puede plantearse igualmente la ex istencia de vocales largas que doblan las breves indi­cadas mTiba, excepto a (e) .

Frente a nuestras reticencias de 1986 para admiti r las se is vocales dado el silencio de las fuentes ori ginales y la imposibilidad de verificación por la extinción del idioma, R. Cen-ón critica nuestra enumeración de ciertos datos fa ltantes, como los relati vos a longitud , intensi ­dad, altura, acento, ritmo, etc. Ati ,ma (p. 83, nota 51) que si el acento incluye ya las propieda­des de cantidad, intensidad y tono o altura, no alcanza a comprender por qué empleamos a renglón seguido ' intensidad ' y 'acento' .

Al respecto, cabe recordarle algo muy sencillo: la intensidad, la longitud y el tono o altura son rasgos físicos intrínsecos de cualquier sonido, por mínimo que sea, y las lenguas hacen diversos usos de estos rasgos, ya en unidades dist inti vas mínimas, fonemas, ya en acen­to o en entonación. A di ferenc ia de su utilización fonémica, parad igmática, el aprovechamien­to de esos rasgos en e l ace nto tiene necesari amente por marco una unidad s intagmática plurisilábica: palabra, frase, período, que se constituye en la 'unidad acentual' . El relieve de una síl aba por el 'acento' se hace respecto de otras al interi or de esa unidad mayor. No puede, pues, ex istir una 'a acentuada ' opuesta a una 'a inacentuada' como unidad fonológ ica, pero sí una 'a intensa' opuesta a una 'a no intensa' .

Ya la fonetista francesa Margueri tte Durand demostró hace medio siglo, en un artículo acerca de las ll amadas vocales largas y vocales breves en francés ( 1946), que la real oposición entre éstas no consi ste en la longitud de sus segmentos respecti vos, sino en el grado de inten­sidad con que se los articul a; es decir que, en pares mínimos como los escritos pate/patte, maitre/metre, tete/tette, jeiine/jeune, se trata de una oposición de tensa a fl oj a, de fuerte a débil , de intensiva a no intensa.

4.2.2 La 'sexta vocal'

En cuanto a lo que la Carrera llama la 'sexta vocal ' del mochica, su <o>, R. Cerrón maneja datos de gran interés; pero hace algunas interpretaciones rad icalmente contrari as a las que esos datos reclaman. Por ejemplo, nos critica el no haber advertido el carácter "bemoli zado" del "fonema" (en realidad, más de uno) que la Carrera representa con las letras latinas <ae> ligadas, que en este artículo remplazamos por <o>. No obstante, las descripciones -o tentati vas de descripción- que reúne para demostrar tal carácter, debidas a la Can-era, Middendorf y Brüning, ev idencian precisamente una articulac ión poco o nada bemoli zada.

Abrev iemos: para la Carrera ([ 1644] 1939: 10- 11 ), <o> "tiene principio de e y fin de u, de manera que son dos vocales en una". Retengamos de esta explicación una pos ible secuencia percepti va por pm1e de la Carrera: pri mero observa que los labios se distiende n y retraen como

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Torero: La fonología del idioma Mochica

disponiéndose a pronunciar una I e], pero luego advierte que en el fondo de la garganta se intenta una !u!.

Para Midclendorf-quien también provee una visión secuencial- se trata ele "dos diptongos impuros a y u I que l están emparentados en tanto ambos comienzan con a, o o e y terminan con una u"; "pero -añade- en a, la u se escucha apenas; en pronunciación rápida no se escucha en absoluto y el sonido se convierte en una a o e simple"; "en u, en cambio, predomina el sonido u, generalmente más largo" ( 1892: cap. I, 49). Se entiende que el sonido u 'predomina' y es 'generalmente más largo' respecto de a, o o e. Aún habría que retirar de esta última serie a o, puesto que, en realidad, no está presente en el desatTollo y el acabamiento de ninguno de los procesos descritos por el investigador alemán.

De sus fallidos intentos por aprender a pronunciar este último sonido nos cuenta Middendorf: "Durante una prolongada estadía en Eten , el autor ha tratado de analizar muchas veces e l movimiento de la lengua y del paladar [nótese que no dice 'de los labios'] de este so­nido singular e imitarlo, pero sus intentos tuvieron por resultado sólo la risa de los indígenas".

Echando mano de un colorido símil, Brüning (1917-1918) dice, por su parte, que la vocal en cuestión "suena como ui, pero pronunciándola como eruttando" (sic) (CetTón, 1995: 79, nota 48). En esta última anotación de Brüning ve nuestro crítico un "patente abocinamiento de los labios"; nosotros entendemos, al contrario, que hay un retraimiento labial y un recogimiento del dorso lingual hacia el centro de la cavidad bucal.

En su misma nota 48, para apoyar la hipótesis de 'abocinamiento' de la mencionada vocal. Cerrón refiere que, en un fórum realizado en Lambayeque (Perú) en 1988, el señor Simón Quesquén -nativo de la zona-, aunque no sabía usar el desaparecido idioma, "hizo públicamente la demostración de que para hablar mochica había que abocinar los labios". Sin embargo, don Simón lo que hizo fue un remedo genérico, sin referencia a un sonido en especial. El abocinamiento labial bien pudo existir efectivamente en la fonación mochica, pero ser, o un rasgo consonántico (como en la chicheante apical francesa), o vocálico concomitante con la articulación de una vocal posterior (como el reprobado ch'utu que caracteriza la ejecución de /u/ en el quechua del campesino cuzqueño).

De la consideración de todas sus fuentes, Cerrón descm1a con razón que, con la grafía latina que emplea, la CaITera buscase representar un sonido equiparable al de la /o/ francesa o alemana, vocal anterior con redondeamiento labial que Middendorf, naturalmente, no habría tenido dificultad en reconocer y reproducir. Se empeña, sin embargo, en asignarle rasgos fónicos que caracterizan a dicha vocal, al interpretarla "de modo aproximativo" -dice- como "de tim­bre medio, anterior y redondeado" ( 1995: 79).

Por nuestra parte, estimarnos que el signo <o> fue usado por la Carrera para notar, al menos, dos fonemas distintos y varios sonidos que tenía por más característicos del mochica debido a su mayor alejamiento del vocalismo castellano, según se deduce de sus propios datos o del cotejo de su notación con la utilizada por Middendorf:

1) Un alófono de /u/, probablemente de articulación medio-alta y algo relajada, explí­citamente distinguido de /o/ al contrastar las frases urruiñ copocoiñ y urruiñ copocoiñ que significan "suelo faltar" y "hago faltar a otro", respectivamente, "con sólo mudar la u en o" (Carrera, 1939: 71 ). En cambio, emplea la grafía <u> para un alófono cerrado alto de /u/ mochica -seguramente el más semejante al sonido de la

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/u/ castellana- y únicamente en raíces, no en sufijos (tal vez porque estos últimos consistían en sílabas sin carga acentual).

2) Un sonido central alto no redondeado, uno de los "diptongos impuros·· de Middendorf, que éste trató vanamente de imitar ante sus infonnantes mochicas y al que grafica con la vocal <u> y un pequeño círculo superpuesto (Middendorf, 1892: 49-50); nosotros lo reanotamos aquí como <u>. Sólo ocurría en sílaba inicial de raíz.

Otro sonido representado por Micldendorf. su "u impura", que asimismo, sólo se daha en sílaba inicial de raíz y que graficaremos como <u>, parece poder asimilarse a <u>: compá­rese el vocablo correspondiente a "hilo": pup y píip en Mide!. , pp. 49 y 62, respectivamente.

3) Un sonido relajado, central-medio no redondeado. Es el otro 'diptongo impuro' ele Middendorf, que éste escribe <a>. Del análisis comparativo de los materiales de Oré, la CaITera y Micldenclorf, se desprende que tal sonido suele cumplir un papel de apoyo silábico cuando se ligan ciertos morfemas en palabras, y que tiende a "sincoparse" (caer) en las mismas condiciones de encadenamiento morfemático si no está en primera sílaba ele raíz y si su margen consonántico puede ser transferido a las vocales de las sílabas colaterales (incluso a una 'nueva ' <a> subsiguiente) sin violentar el patrón silábico.

En razón ele la insuficiencia ele los testimonios que nos quedan de esta lengua ya extin­guida, no hallamos modo de verificar la hipótesis de Louisa Stark -que Cerrón rechaza sin más ( 1995: 78, nota 47)- según la cual los dos "diptongos impuros" ele Micldenclorf, a y íi, no eran más que alófonos de un mismo fonema, que se hallaban en distribución complementaria en sflaba inicial ; pero tampoco podemos descartar de ningún modo que así lo fuera en tiempos de la CaITera.

Comparando los reducidos textos comunes en Oré y en la Carrera (oraciones y Catecis­mo breve), podemos observar, sin embargo, que a la <6> del gramático lambayecano el anónimo responde:

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a) Con <u>, o la variante gráfica <v>, en palabra monosilábica (donde <6> no podía caer; véase 4.3 ): vz "tierra, mundo"; i;ung "tu, tuyo".

b) En palabras polisil ábicas, con grafías que implican asimilación de la vocal a su con­torno fónico dominante, incluso no necesariamente en contacto: la hallamos como <i> tras consonante palat a l o pal a tali zada: yxllis '·pecado+vocal epentética+dominial", peñis "bien+vocal epentética+dominial", piyic "dar", eyipman "se haga"; como <e> tras dentales y alveolares: ycec "todo", ayecen 'conectivo ', -cer 'nominalizador abstracto', -sec 'gerundio ', -er 'genitivo' en crucer "de la cruz", o luner "del día"; con labiales, <u>, a veces <o>: i;oput "tres", capuc "encima" -puc "agentivo", -pun 'dativo ', much "nosotros, nuestro", lumudo o lumodo "muerto", -mun 'comparativo' , -num 'segundo supino', -ur ·genitivo ' en ñofnur "del hombre"; con velares, en fin, tanto <e> como <u>: onec "uno", pero onuco "uno+cualitativo"; poleng o polung "voluntad", vrqueng "cuerpo, carne".

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De otro lado. podemos entrever en los datos dispersos, del anónimo hasta Middendorf, que los ·diptongos impuros · de este último, como la <ü> de la Carrera, eran expresión de un crecien te dehilitamiento vocálico, que acentuaba la tendencia al monosilabismo radical.

El avance de este proceso se manifestaría en la fuerte predominancia del 'diptongo impuro ' a frente al 'diptongo impuro· u (que ocurre en sólo una quincena de voces); en la presenc ia de aq uél en un 50% de las s ílabas finales CVC de raíces polisilábicas; en el 'posicionamiento · de a también en la primera sílaba de la raíz, con una sorprendente variabi­lidad fonética; y, en fin , en la ocurrencia de haces silábicos de más de dos consonantes -con­trarios, por lo tanto, al viejo canon silábico-, que Midclendorf ejemplifica con varios casos de ·segundo supino' en -nam: alknam,jaksknam, nerknam, tsimpnam, respectivamente "para peinarse'', ·'para pisar" . "para secar" , "para quitar" , y con la raíz verbal orrnch "jalonear" (op. cit. , 86, 87, 89, 91 ). En el anónimo, hay un caso ele tal secuencia 'anómala' , la correspondiente a ·'ocho" en ·'Mandamientos ele la ley de Dios" : langs, que es langoss en la Carrera - /la@üs/ en nuestra retranscripción.

Por lo demás, el autor alemán opone como unidades distintivas a sus dos 'diptongos impuros· en un par mínimo: fip "sal" y ap "ají" (Micld., p. 89). Infelizmente, la Carrera regis­tra únicamente la voz ·'sal", op (LC, pp. 53, 61, 64); con lo cual tocia verificación para el mochica antiguo resulta imposible . Sólo nos queda conjeturar que se había desarroll ado en el idioma norteño una "vocal indefinida" similar a la 'e muda' francesa, la a ele Middendorf, que, si bien podía 'caer' o. al contrario, 'aparecer' como vocal de apoyo en sílaba no inicial, había tem1inado, en cambio. afinnándose en la primera sílaba ele la raíz como un fonema distinto ele /ü/ y dejado de ser mera variante alofónica ele éste.

En su 'migración ' en esta sílaba inicial desde alófono ele /ü/ a fonema de por sí, esa vocal -según nos parece por la descripción de Middendorf y los últimos registros de voces en el siglo XX- se dirigía a ocupar la casilla que en nuestro cuadro vocálico hemos consignado con (e).

4.3 Estructuras silábicas

La estructura silábica máxima del antiguo mochica, como se ha indicado en páginas antes, era CVC. Las raíces monosílabas y la primera sílaba de las polisilábicas podían asumir las fo1mas canónicas V, CV, VC, CVC, y las sílabas internas o finales las fmmas CV o CVC. En las palabras polisílabas no podía haber encuentro de vocales nucleares, a las que separaba un sonido antihiato en ausencia de cualquier otra consonante. No podía haber tampoco en­cuentro de más de dos consonantes -siempre clisilábicas-. Son ejemplos:

V: CV: VC: CVC:

/u/ "resuello"; /alük/ "cacique" /zji/ " luna"; /fanu:/ "perro" /o@/ "algarrobo"; /altür/ "garganta" / 1jon/; "comer"; /kuntju/ "remolino (del pelo)"

Sin embargo, las sílabas que contenían la vocal /ü/ se hall aban sujetas a más restric-c1ones:

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a) En las raíces monosílabas tenemos ejemplo únicamente de ÜC y CÜC: v.gr. : /üp/ "sal", /füp/ "sueño"; sin embargo, Ü y CÜ parecen teóricamente posibles ; para su tiempo, Middendorf registra un caso <le CÜ: fu "espina, aguja" .

b) La sílaba primera de raíz polisilábica ocurría, en cambio, bajo todas las fomias po­sibles: Ü- /ücya@/ "dientes"; CÜ- /mücya/ "mano"; ÜC- /ürke (g)/ "cuerpo"/; CÜC­/kü@cyo/ "carne' '.

c) En sílaba interna de raíz se daban las fonnas -CÜC- o -CÜ-, esta última, al parecer, sólo cuando seguía a sílaba acabada en consonante; por ejemplo, la sílaba -sso- en el topónimo escrito por la Carrera Omonssofüc /omünsüfük/ (op. cil.,pág. 8 ), que hoy es Monsefú -pero con el gentilicio monsufano, esto es, con trueque vocálico en la sílaba aludida-.

d) La sílaba final de raíz sólo podía adoptar la forma -CÜC. e) Una sílaba final a la que antecedía vocaí solía 'disolverse ', perdiendo su cumhre

silábica /ü/ y transfiriendo su margen silábico a las sílabas colaterales, si la sucedía un sufijo iniciado en vocal o si surgía una 'nueva' [ül de en lace entre morfemas. En cambio, nunca se disolvía -esto es, nunca perdía su /ü/- una sílaba no final de raíz poi isi lábica.

A raíz de la convivencia idiomática hispano-mochica, llevada hasta el punto de produ­cirse un bilingüismo diglósico con manejo generalizado del castellano por los mochicahablantcs ya a fines del siglo XVIII, era inevitable que se alterase profundamente el fonetismo de la lengua norperuana; y que, por caso, voces que contenían una yod como marca de palatalida<l o como desbordamiento de ésta desde una consonante palatalizada, fuesen reinterpretadas ·a la castellana' como conteniendo diptongos o, incluso, secuencias de vocales nucleares ; por ejemplo. que el vocablo co1Tesponcliente a " ave" o ··gallina", fonológicamente /ñañ/ en antiguo mochica, resultase pronunciado regulam1ente [ñáiñ J con diptongo, o, aun, convertido en un disílabo de acento agudo: [ñaíñ]. como parece escribirlo ya Martínez de Compañón en su "plan" de voces en ocho idiomas nativos .

De allí que, exam inando el material reunido por Middendorf y por pesquisadores de l siglo último, Gertrucl Schumacher señalase, en el " Fórum ele la lengua mochica" efectuado en Lambayeque, que hay en este idioma diptongos a los que "se les pronuncia casi como hiatos, bien separados" (Fórum , pág . 99). Este era, sin duela, un fenómeno nuevo en la historia fin al de un lenguaje otrora tan complejo y vigoroso.

Páginas antes hemos calculado en torno a un 50% del total de raíces la proporción de las monosílabas en mochica. No obstante, debemos subrayar que éste es un cálculo sobre e l material escrito conservado y que, en realidad, nos es imposible hoy afirmar con certidumbre cuál era el porcentaje de 'monosilabismo' en este idioma, dado que no poseemos de él 1mís que un breve léxico y que, así todavía, tenemos unas veces únicamente las 'versiones plenas' (las ' poseídas') y otras sólo las 'versiones amputadas', raramente ambas.

Unicamente un inventario de las formas ·plenas ', ya irrealizable, habría permitido determinar la real fisonomía fonológica de esta lengua de tan compleja organización.

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Alfredo Torero Amsterdam,

Holanda

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