La filosofía helenística

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LA FILOSOFÍA HELENÍSTICA. EPICURO Y EL EPICUREISMO.

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LA FILOSOFÍA HELENÍSTICA. EPICURO Y EL EPICUREISMO.

Eva María Hidalgo García.

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Hº del Pensamiento Filosófico y Científico. 2º Humanidades.

ÍNDICE

Págs.- Filosofía Helenística 3

o Estoicismo 5 Física estoica 6 Lógica estoica 7 Ética estoica 7 Citas estoicas de Lucio Anneo Séneca 8

o Escepticismo 10

o Epicuro y el Epicureismo 12

Vida y Obras de Epicuro de Samos 12 Características generales del Epicureismo 14

La canónica 14 La física 15 La ética 16

Fragmentos de la Carta a Meneceo 19 Conclusión 23

- Bibliografía y recursos informáticos 24

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LA FILOSOFÍA HELENÍSTICA

Helenístico es un término que hace referencia a la civilización griega, y más tarde, a la

grecorromana, en el período que comienza con la muerte de Alejandro Magno (323 a.

C.) y finaliza, convencionalmente, con la victoria de Octavio sobre Marco Antonio en la

batalla de Actium en el año 31 a.C. Durante estos tres siglos, no es el platonismo ni la

filosofía de Aristóteles quien ocupa en lugar central de la filosofía antigua, sino que lo

hicieron el estoicismo, el escepticismo y el epicureismo; no encontramos filósofos de la

talla de Platón y Aristóteles, ni tampoco una filosofía sistemática que abarque los más

importantes temas de la filosofía (ontología, teoría del conocimiento, ética...). Las

preocupaciones filosóficas fundamentales se refieren a cuestiones morales y a la

felicidad. El tema constante es el ideal del sabio: el filósofo que mediante el uso de su

razón consigue la vida buena y el equilibrio emocional que le permite sobrellevar

felizmente las distintas circunstancias de su vida; la filosofía se convierte en el saber

práctico que faculta a quien la sigue el autodominio y la paz interior. Precisamente la

recomendación, tan común en la actualidad, de “tomarse las cosas con filosofía” tiene

su origen en este ideal de filosofía práctica desarrollado en el helenismo.

Para entender los comienzos de la filosofía helenística es útil entender primero las

circunstancias sociales y políticas que constituyeron el trasfondo de la vida intelectual

de este período.

La ampliación del horizonte político que supuso el gran Imperio conquistado por

Alejandro, trajo consigo la decadencia de la filosofía griega: la separación del individuo

de lo que hasta ese momento había sido su ámbito político y existencial: la Polis. Ahora

el individuo ya no se siente inmerso en una comunidad próxima a su circunstancia vital,

comunidad autónoma en relación a las demás y en donde el ciudadano de la época

clásica podía encontrar el marco básico para su desarrollo personal. Esta falta de

seguridad en la ciudad se reflejará por ejemplo en varios aspectos de la filosofía

helenística: la superación del provincialismo mediante la reivindicación del mundo

entero como patria (cosmopolitismo) que encontramos en los estoicos, y la creencia de

que la felicidad del individuo no coincide necesariamente con el bien del Estado y la

comunidad en su conjunto. Las soluciones éticas ya no son soluciones políticas como en

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Platón y Aristóteles, sino que son soluciones que comprometen a cada uno en particular.

Este individualismo que claramente se observa en el epicureismo está muy lejos de los

ideales morales y políticos de la época clásica.

En segundo lugar, el Imperio supuso que la cultura griega superase los límites de la

nación griega, provocando la helenización de otras tierras y culturas y, a la vez, la

entrada en el mundo griego de elementos orientales, lo que afectó también a la propia

filosofía. Parte de la teología estoica y particularmente sus creencias en la adivinación y

la astrología son en gran medida consecuencia de esta orientalización de la cultura

griega.

La metamorfosis de la filosofía en la época helenística da lugar a diferentes modos de

pensamiento: el estoicismo, el escepticismo y el epicureismo. Explicaré a continuación

cada uno de ellos, centrándome mucho más en el epicureismo, y analizando un texto de

Epicuro: Carta a Meneceo.

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EL ESTOICISMO

El estoicismo es uno de los movimientos filosóficos que mayor importancia y difusión

adquirió. Fue fundado por Zenón de Citio, chipriota nacido hacia el 333 a. de C. que, a

su llegada a Atenas en el 311, y después de tomar contacto con la filosofía socrática,

cínica y megárica, creó una escuela en una Stóa poikilé, es decir, "pórtico pintado",

palabra de la que deriva el nombre "estoicismo".

Muchos de los padres de la Iglesia fueron más profundamente influidos por el

estoicismo de lo que ellos mismo reconocían, y desde el Renacimiento hasta los tiempos

modernos, el efecto de la enseñaza moral estoica en la cultura occidental ha sido muy

amplio.

Spinoza o Kant entre otros, fueron deudores de los estoicos.

En su origen, el estoicismo es una tendencia que se presenta como contrapuesta al

epicureismo, del que después hablaremos. Su fondo doctrinal ético no difiere gran cosa

del cinismo, completado con la Física de Heráclito y algunos elementos aristotélicos.

Pero la lucha contra los escépticos de la Nueva Academia obligó a los estoicos a

elaborar una síntesis de toda la Filosofía, en la que entran la Física (incluyendo la

Ontología, la Teología, la Biología y la Antropología), la Lógica y la Ética.

Los estoicos proclamaron que se puede alcanzar la libertad y la tranquilidad tan sólo

siendo ajeno a las comodidades materiales, la fortuna externa, y dedicándose a una vida

guiada por los principios de la razón y la virtud. La nota distintiva de este primer

periodo es su carácter dogmatista, representado principalmente por Crisipo. A partir de

Diógenes de Babilonia, y sobre todo de Panecio, el estoicismo sufre una mutación.

Debido al cansancio de las luchas, los estoicos acentúan o simplemente silencian las

tesis ontológicas y lógicas del estoicismo dogmático a la manera rígida de Crisipo, y se

limitan a temas de carácter ético, dando por otra parte cabida a muchos elementos

académicos y peripatéticos. Es la etapa conocida con la denominación de estoicismo

medio. Más tarde vuelve a resurgir el estoicismo en la época imperial romana,

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retornando en parte a una mayor ortodoxia, pero también con predominio de los temas

morales.

Los estoicos utilizan ampliamente materiales de todas las filosofías anteriores. En física

se inspiran en Heráclito, combinándolo con el hilemorfismo aristotélico; en Teología

recogen las pruebas de Platón y Aristóteles; en Ética prolongan la actitud de los cínicos.

No obstante, el estoicismo no posee carácter ecléctico, sino que constituye una síntesis

con destacada personalidad.

Hay que resaltar que casi ninguno de los representantes del estoicismo es netamente

griego. Casi todos proceden de regiones distantes de la metrópoli. Esta carencia de lazos

directos con la patria de origen explican su sentimiento cosmopolita, que es común a las

escuelas helenísticas después de las conquistas de Alejandro.

Ninguno de los numerosos escritos de los estoicos de las escuelas antigua y media ha

llegado íntegramente hasta nosotros. Para reconstruir su pensamiento, hay que servirse

de fragmentos conservados casi siempre en referencias de, por ejemplo: Filón de

Alejandría (De Providentia), Cicerón (Académicas, De natura deorum), Plutarco

(Contra los estoicos, Contradicciones de los estoicos), etc.

De los estoicos de la época imperial sí que se han conservado gran parte de las obras.

Como hemos dicho anteriormente, los estoicos dividieron la filosofía en tres partes: la

física (ciencia sobre el mundo y sobre las cosas), la lógica (teoría del conocimiento y de

la ciencia) y la ética (ciencia de la conducta). Todas ellas se refieren a aspectos de una

misma realidad: el universo en su conjunto y el conocimiento sobre él mismo. Este

puede ser explicado y comprendido globalmente porque es una estructura organizada

racionalmente de la que el hombre mismo es parte integrante.

LA FÍSICA ESTOICA: es el estudio de la naturaleza (physis): tanto del mundo físico

en su totalidad, como de cada uno de los seres que lo componen, incluidos los seres

divinos, humanos y animales. Es fundamentalmente especulativa, y denota una clara

deuda con el pensamiento de Parménides (unidad del ser) y Heráclito, la física estoica

concibe la naturaleza como un fuego artístico en camino de crear.

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El universo es un todo armonioso y causalmente relacionado, que se rige por un

principio activo, el Lógos cósmico o universal, en el que el hombre también participa.

Este lógos cósmico, que es siempre el mismo, también puede ser llamado Pneuma

(soplo, espíritu en latín), aliento ígneo, ley natural, naturaleza (physis), necesidad y

destino, nombres todos ellos que hacen referencia a un poder que crea, unifica y

mantiene unidas todas las cosas y que no es simplemente un poder físico, sino que el

pneuma o lógos universal, es una entidad fundamentalmente racional: es Dios, un alma

del mundo, o una mente, que todo lo rige y de cuya ley nada ni nadie puede despojarse.

La teología estoica es panteísta: no hay un Dios fuera de la naturaleza o del mundo; es

el mismo mundo en su totalidad el que es divino, lo que justifica que la creencia en los

dioses, pese a su heterogeneidad, sea universal, (Fuego, Eter, Logos, Fuerza, Causa,

Providencia, Necesidad). Solamente Cleantes lo identificaba con el Sol 1.

LA LÓGICA: las diferentes controversias que se les presentaban a los estoicos con los

académicos (Zenón de Arcesilao, Crisipo de Carnéades), obligaron a los estoicos a

practicar ampliamente la Dialéctica. Tratan de buscar una base sólida en principios

firmes y ciertos para apoyar la ciencia y orientar la acción y la vida virtuosa. Su

esfuerzo contribuyó a salvar un conjunto de doctrinas fundamentales para la Filosofía.

Más que por sí misma, los estoicos cultivaron la Lógica por su importancia para la

Ética. La Lógica se subordina a la Física, y ambas a la Ética, que es la parte principal de

la Filosofía.

Los estoicos dividían la Lógica en: Dialéctica y Retórica.

LA MORAL: Su idea fundamental procede del concepto estoico de la Naturaleza. El

hombre es una mínima parte del universo. En todo el Universo reina un orden perfecto,

rigurosamente regido y determinado por la Razón y la Providencia Divina. Por lo tanto,

el hombre debe ajustar su conducta al orden universal que domina en el mundo,

sometiéndose voluntariamente a la finalidad que impulsa a todos los seres. Al estar

todos los acontecimientos del mundo rigurosamente determinados y formar parte el

hombre del lógos universal, la libertad no puede consistir más que en la aceptación de

nuestro propio destino, el cual estriba, fundamentalmente, en vivir conforme a la

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Naturaleza. Para ello el hombre debe conocer qué hechos son verdaderos y en qué se

apoya su verdad.

1 CICERÓN, Acad. Pr. II 41.

El bien moral y la virtud consisten, por lo tanto, en vivir de acuerdo con la razón,

evitando las pasiones (pathos) que no son sino desviaciones de nuestra propia naturaleza

racional. El placer, el dolor, o el temor, pueden dominarse a través del autocontrol

ejercitado por la razón, la impasibilidad (apátheia) y la imperturbabilidad (ataraxía).

Estas surgirán de la comprensión de que no hay bien ni mal en sí, ya que todo lo que

ocurre es parte de un proyecto cósmico. Sólo los ignorantes que desconocen el lógos

universal se dejan arrastrar por sus pasiones.

Para los estoicos, el ideal de sabio es aquel que vive conforme a la razón, está libre de

pasiones y se considera ciudadano del mundo.

Tenemos que añadir, que el cosmopolitismo que defiende la igualdad y solidaridad de

los hombres surgió originalmente en el estoicismo, no en el cristianismo.

Por último, comentar, que para los estoicos, el azar no existe; es el simple

desconocimiento causal de los acontecimientos. Si nuestra mente pudiera captar la total

conexión de las causas podría conocer el presente y predecir el futuro. Este mundo es el

mejor de todos los posibles y nuestra existencia contribuye a este proyecto universal,

por lo que, no hay que temer al destino, sino aceptarlo.

Estas tres disciplinas, la lógica, la física y la moral, fueron adoptadas por los estoicos

con el propósito de desarrollar su propio sistema. Pero esto, no implica la afirmación de

tres objetos de estudio individuales. Al contrario, el objeto o materia de la lógica, la

física y la moral es una misma cosa: el universo racional, considerado desde tres

diversos puntos de vista.

ALGUNAS CITAS ESTOICAS:

De Lucio Anneo Séneca:

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“Es feliz, por tanto, el que tiene un juicio recto; es feliz el que está contento con las

circunstancias presentes, sean las que quieran, y es amigo de lo que tiene; es feliz aquel

para quien la razón es quien da valor a todas las cosas de su vida.” 2

2 http://es.wikisource.org/wiki/Cap%C3%ADtulo_6:_Placer_y_felicidad

“Niego que las riquezas sean un bien: pues si lo fuesen, harían hombres buenos; ahora

bien, como lo que se encuentra entre los malos no puede llamarse un bien, les niego ese

nombre. Por lo demás, concedo que han de tenerse, que son útiles y proporcionan

grandes comodidades a la vida.” 3

“Esto dirá aquél a quien ha sido dada la sabiduría, a quien su alma libre de vicios

ordena reprender a los demás, no porque los odie, sino para curarlos: “Vuestra

opinión me afecta, no por mí sino por vosotros: odiar y atacar la virtud es renunciar a

la esperanza de enmienda” No me hacéis ninguna injuria, como no la hace a los dioses

los que derriban sus altares.” 4

“Seguir la vida mejor, no la más agradable, de modo que el placer no sea el guía, sino

el compañero de la voluntad recta y buena. Pues es la naturaleza quien tiene que

guiarnos; la razón la observa y la consulta. Si conservamos con cuidado y sin temor

nuestras dotes corporales y nuestras aptitudes naturales, como bienes fugaces y dados

para un día, si no sufrimos su servidumbre y no nos dominan las cosas externas; si los

placeres fortuitos del cuerpo tienen para nosotros el mismo puesto que en campaña los

auxiliares y las tropas ligeras (sirven para servir, no mandar).” 5

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3 http://es.wikisource.org/wiki/Cap%C3%ADtulo_24:_El_arte_de_dar

4 http://es.wikisource.org/wiki/Cap%C3%ADtulo_26:_El_necio_y_el_sabio

5 http://es.wikisource.org/wiki/Cap%C3%ADtulo_8:_Vivir_seg%C3%BAn_la_naturaleza

EL ESCEPTICISMO

El escepticismo es una teoría filosófica, según la cual no es posible el conocimiento y

de todo cabe plantear alguna duda.

Comenzó con Pirrón de Elis, el cual se dejo influenciar durante su expedición militar

por la silenciosa sabiduría de los orientales.

Escepticismo, proviene del término griego sképsis (indagación, revisión, duda). El

escepticismo niega toda posibilidad de conocer la verdad. Es necesario distinguir el

escepticismo como corriente filosófica que surge y se desarrolla en el mundo antiguo

(s. IV a.C. -s. II d.C.), y el escepticismo como teoría filosófica, atractiva para muchos

filósofos.

El escepticismo mantiene que no es posible el conocimiento. Del mismo modo que

ocurre con el relativismo, cabe ser escéptico de un modo radical o aceptar el

escepticismo respecto de ciertas regiones de realidad y la posibilidad de adquirir ciencia

o conocimiento respecto de otras. Por ejemplo, se puede ser escéptico en temas de

religión, y sin embargo creer en la posibilidad del conocimiento del mundo físico, como

ocurre en la actualidad en muchos científicos. En la filosofía presocrática el

escepticismo fue una teoría poco aceptada pero también tuvo sus defensores. El

movimiento sofista tendía más al relativismo y escepticismo que al objetivismo. Gorgias

fue, sin duda, el filósofo presocrático que con más determinación defendió el

escepticismo. En el siguiente texto, el escéptico Sexto Empírico argumenta a favor de la

imposibilidad de comunicar la individual experiencia sensorial que tenemos de la

realidad:

“Pero, aun dado caso que se pudiese conocer el ser, no sería comunicable a otros.

Pues, si las cosas existentes son visibles y audibles y, en general, sensibles, al menos

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todas las que son externas a nosotros, y, de ellas, las visibles son perceptibles por la

vista, y las audibles, por el oído, pero no a la inversa, ¿cómo se podrán expresar a

otros? El medio con que lo expresamos es la palabra; pero la palabra no es el objeto

que realmente existe: por tanto, no expresamos a nuestro prójimo una realidad

existente, sino solamente la palabra, que es una realidad distinta del objeto...” 6

6 Sexto Empírico, Adv. math., VII, 65-87        

El escepticismo griego tiene cuatro etapas bien definidas, aunque propiamente no

guardan relación entre sí:

1. El escepticismo, en cuanto actitud negativa ante la validez del conocimiento

científico aparece con Pirrón. Su actitud y sentido es moral, al estilo de las

escuelas socráticas menores en cuyo marco se encuadra el pensamiento.

2. La segunda fase del escepticismo se desarrolla en la Academia Platónica en

lucha contra el dogmatismo de los estoicos.

3. El escepticismo reaparece en forma más aguda a finales del siglo I a.C, con

Enesidemo y Agripa.

4. La última fase del escepticismo es representada por Sexto Empírico, médico que

perteneció a la escuela empírica del siglo II d.C., quien se proponía destruir toda

clase de dogmatismo especulativo, adoptando una actitud práctica empirista ante

la realidad.

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EPICURO Y EL EPICUREISMO

VIDA Y OBRA DE EPICURO DE SAMOS (341 A 271):

Epicuro nació en la isla de Samos, a pesar de lo cual fue un ciudadano ateniense, pues

su padre, Neocles, se había establecido allí unos 10 años antes. Su madre, Querestraté,

practicaba la magia. El padre de Epicuro fue maestro, por lo que es probable que éste

comenzase a interesarse pronto por las cuestiones intelectuales. Al parecer a los 14 años

ya había comenzado a estudiar filosofía y se había hecho discípulo del filósofo

platónico Pánfilo. Es posible que a partir de este encuentro Epicuro adopte su postura

anti-idealista contra la concepción platónica y sus postulados básicos (la existencia de

dos mundos, sensible e inteligible, la existencia de un alma inmortal, etc.). Cuatro años

más tarde le encontramos en Atenas realizando el servicio militar. Podemos suponer que

durante esa primera visita a la capital de la filosofía Epicuro se impregnó del ambiente

cultural.

Cuando quiso volver a su hogar, su familia había tenido que trasladarse desde Samos a

Colofón. En Colofón tuvo Epicuro como maestro a Nausífanes, un filósofo atomista que

probablemente ejerció una gran influencia en Epicuro, a pesar de que éste criticó

duramente a su maestro y nunca quiso reconocerse como su discípulo, llegando a

afirmar que había sido un "autodidacta". Tras los diez años de estancia en Colofón,

Epicuro se instala en Mitilene, y posteriormente en Lampsaco, donde abre su primera

escuela filosófica.

Sin embargo, será en el año 306 cuando Epicuro vuelva a Atenas y se instale

definitivamente. Allí comprará una casa y un pequeño terreno para su escuela, que ha

sido tradicionalmente denominada "El jardín". Más que una escuela filosófica, a la

manera de la Academia o del Liceo, el jardín de Epicuro era “un círculo de amigos, una

especie de seminario o de congregación, o más bien una casa de retiro y un sanatorio

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moral. Jóvenes inquietos o personas maduras, heridas por la vida, iban allí a buscar un

asilo de paz y amistad” 7. Esta escuela ofrecía un modelo alternativo a la Academia que

había fundado Platón y al Liceo de Aristóteles, en las cuales el tipo de educación era de

7 RIVAUD, Historie de la Philosophie p.332,t.I. “Huye ¡oh feliz amigo!, de toda educación” (D. L., X 6).

un alto nivel científico pero no conllevaba necesariamente una actitud moral ante la

vida, rasgo predominante de la filosofía epicúrea, así como de prácticamente todas las

escuelas helenísticas (estoicos, cínicos, etc.). El jardín se apartaba también de otras

escuelas al admitir a mujeres y a esclavos entre los alumnos, algo poco corriente en la

época, que dio lugar a críticas y comentarios despectivos que daban por supuesto que la

escuela de Epicuro, malinterpretando además sus ideas sobre el placer y su hedonismo,

era un lugar para el desenfreno en banquetes y lujos cuando lo cierto es que la vida de

Epicuro fue sencilla, humilde y tranquila, siendo su ejemplo para sus discípulos su

mayor creación. Epicuro murió a los setenta y un años, dejando sus bienes en herencia a

sus discípulos con el encargo de continuar su obra.

Según Diógenes Laercio, un erudito del siglo III d. C. que escribió una obra titulada:

Vida de los más ilustres filósofos griegos, y que resulta fundamental para conocer a

ciertos autores de la antigüedad, Epicuro llegó a escribir 300 obras8, formando un

conjunto coherente y estructurado (al parecer había 34 libros dedicados al estudio de la

naturaleza). Desgraciadamente lo que ha llegado hasta nosotros es muy escaso y

consiste en varias cartas y fragmentos dispersos. Precisamente a Diógenes Laercio, que

nos ha trasmitido algunas de esas cartas y que dedicó a Epicuro el último y más extenso

capítulo de la obra que hemos mencionado, debemos hoy la mayor parte de lo que

conocemos de la obra de Epicuro.

También es de destacar, a la hora de reconstruir el pensamiento de Epicuro, el poema de

Lucrecia, sobre la naturaleza de las cosas y los comentarios del romano Cicerón o de

Filodemo de Gádara, nacido en torno al 105 a. C., y fundador de una biblioteca en la

que reunió numerosos volúmenes de la obra de Epicuro, aunque tal biblioteca terminó

siendo arrasada por el fuego.

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La aversión que la filosofía de Epicuro suscitó en otras escuelas filosóficas o en

doctrinas religiosas, así como la tergiversación de su contenido, provocó en numerosas

ocasiones que el epicureismo fuese simplemente ignorado, dificultando así la

transmisión de las obras del fundador. Por ejemplo, cuando en el año 155 a. C. los

atenienses enviaron a Roma a un grupo de filósofos como embajada al senado romano,

8 D.L., X 26

escogieron a un estoico, a un peripatético del Liceo aristotélico y a un escéptico, pero

los epicureos no estuvieron representados. Por otro lado, esto no debió ofenderles lo

más mínimo, pues los epicureos rechazaban la participación política y formaban grupos

aislados que convivían en un feliz retiro espiritual. Estas circunstancias, sin embargo,

fueron un factor más que ayudaron a que la transmisión de la doctrina epicúrea fuese

escasa y deformada.

Los textos de los que disponemos en la actualidad son: la Carta a Idomeneo (que es a la

vez el testamento de Epicuro, pues fue escrita el mismo día de su muerte), la Carta a

Meneceo, la Carta a Herodoto así como la Carta a Pitocles y las Máximas capitales y

los Escritos Vaticanos, siendo estos dos últimos una serie de máximas y sentencias

breves.

CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL EPICUREISMO:

La filosofía de Epicuro puede ser claramente dividida en tres partes, la Canónica, que

se ocupa de los criterios por los cuales llegamos a distinguir lo verdadero de lo falso, la

Física, el estudio de la naturaleza, y la Ética, que supone la culminación del sistema y a

la cual se subordinan las dos primeras partes.

Antes de examinar cada una de estas partes podemos afirmar que la filosofía de

Epicuro, en líneas generales, se caracteriza por situarse en el lado opuesto a la filosofía

platónica: afirma que no hay más que una realidad, el mundo sensible, niega la

inmortalidad del alma y afirma que ésta, al igual que todo lo demás, está formada por

átomos, afirma el hedonismo en la teoría ética y como modo de vida, y rechaza el

interés por la política y, frente a la reestructuración de la sociedad que, afirmaba Platón,

era el objetivo del filósofo, prefiere un estilo de vida sencillo y autosuficiente

encaminado a la felicidad en el que la amistad juega un papel fundamental.

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Veamos ahora con más detalle cada una de las partes de la filosofía de Epicuro:

LA CANÓNICA:

La canónica es la parte de la filosofía que examina la forma en la que conocemos y la

manera de distinguir lo verdadero de lo falso.

Según Epicuro la única fuente de conocimiento es la sensación y se produce cuando las

imágenes que desprenden los cuerpos llegan hasta nuestros sentidos. Ante cada

sensación el ser humano reacciona con placer o con dolor, dando lugar a los

sentimientos, que son la base de la moral. Cuando las sensaciones se repiten numerosas

veces se graban en la memoria y forman así lo que Epicuro denomina las "ideas

generales" (diferentes a las platónicas).

Para que las sensaciones constituyan una base adecuada, sin embargo, deben estar

dotadas de la suficiente claridad, al igual que las ideas, o de otro modo nos conducirán

al error.

Diógenes Laercio, además de las sensaciones, los sentimientos y las ideas generales,

menciona un cuarto proceso de conocimiento: las proyecciones imaginativas, por las

cuales podemos concebir o inferir la existencia de elementos como los átomos, aunque

éstos no sean captados por los sentidos.

Todos esos aspectos, sin embargo, son sólo los principios que rigen nuestro modo de

conocer la realidad. El resultado de su aplicación nos lleva a concluir la concepción de

la naturaleza que se detalla en la física, segunda parte de la filosofía epicúrea.

LA FÍSICA:

Según la física de Epicuro toda la realidad está formada por dos elementos

fundamentales. De un lado los átomos, que tienen forma, extensión y peso, y de otro el

vacío, que no es sino el espacio en el cual se mueven esos átomos.

Las distintas cosas que hay en el mundo son fruto de las distintas combinaciones de

átomos. El ser humano, de la misma forma, no es sino un compuesto de átomos. Incluso

el alma está formada por un tipo especial de átomos, más sutiles que los que forman el

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cuerpo, pero no por ello deja el alma de ser material. Debido a ello, cuando el cuerpo

muere, el alma muere con él.

Con respecto a la totalidad de la realidad Epicuro afirma que ésta, como los átomos que

la forman, es eterna. No hay un origen a partir del caos o un momento inicial. Tal y

como leemos en la Carta a Herodoto: "Desde luego el todo fue siempre tal como ahora

es, y siempre será igual."

Toda esta concepción atomista procede claramente de Demócrito, pero Epicuro no duda

en modificar la filosofía de aquel cuando le conviene, pues no quiere aceptar el

determinismo que el atomismo conllevaba en su forma original. Por ello introduce un

elemento de azar en el movimiento de los átomos, una desviación de la cadena de las

causas y efectos con lo que la libertad queda asegurada.

Este interés por parte de Epicuro en salvaguardar la libertad es fruto de la consideración

de la ética como la culminación de todo el sistema filosófico al cual se han de

subordinar las restantes partes. Estas son importantes tan sólo en la medida en que son

necesarias para la ética, tercera y última división de la filosofía.

LA ÉTICA:

La ética, como ya se ha dicho, es la culminación del sistema filosófico de Epicuro: la

filosofía como el modo de lograr la felicidad, basada en la autonomía o autarkeia y la

tranquilidad del ánimo o ataraxia. En la medida en la que la felicidad es el objetivo de

todo ser humano, la filosofía es una actividad que cualquier persona,

independientemente de sus características (edad, condición social, etc.) puede y debe

realizar.

Para exponer la ética de Epicuro podemos fijarnos en dos grandes bloques. Por un lado

todo aquello que su filosofía pretende evitar, que es, en definitiva, el miedo en sus

diversos modos y maneras, y por otro lado, aquello que se persigue por considerarse

bueno y valioso.

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Lo que se debe evitar: La lucha contra las diversos miedos que atenazan y paralizan al

ser humano es parte fundamental de la filosofía de Epicuro; no en vano, ésta ha sido

designada como el "tetrafármaco" o medicina contra los cuatro miedos más generales y

significativos: el miedo a los dioses, el miedo a la muerte, el miedo al dolor y el miedo

al fracaso en la búsqueda del bien:

- El miedo a los dioses: es absurdo, nos dice Epicuro, pues éstos en nada

intervienen en los asuntos humanos y no se mueven por la ira ni la cólera ni tantos

otros sentimientos que comúnmente se les atribuyen. Por el contrario, los dioses

deberían ser un modelo de virtud y de excelencia a imitar, pues viven en armonía

mutua manteniendo entre ellos relaciones de amistad.

- El miedo a la muerte: es igualmente absurdo e irracional. Es un temor que se

produce por dos motivos: o bien la imaginación nos lleva a pensar que existen cosas

terribles tras la muerte o bien es fruto de la consideración de que yo, como

individuo, voy a dejar de existir para siempre. Ambas pensamientos, sin embargo,

son infundados. Por un lado Epicuro es un materialista, y lo único a lo que le

concede una vida eterna es a los mismos átomos, pero no al producto formado por

las combinaciones entre ellos. Por otro lado la muerte no es un mal.

Siendo como es la pérdida de la capacidad de sentir, Epicuro afirma: "La muerte no es

nada para nosotros. Cuando se presenta nosotros ya no somos". No siendo un mal en el

momento en el que se presenta, menos daño puede hacer mientras estamos vivos y sólo

la presentimos. En ese caso es el temor y la angustia que produce la fuente del

sufrimiento, y no la muerte. Deberá ser el razonamiento el que nos muestre lo infundado

de tal temor. La actitud del sabio es la de vivir razonablemente en lugar de desperdiciar

el tiempo que tenemos anhelando un tiempo de vida infinito que nunca lograremos

alcanzar. Según Epicuro: "El recto conocimiento de que la muerte nada es para

nosotros hace dichosa la mortalidad de la vida, no porque añada un tiempo infinito,

sino porque elimina el ansia de inmortalidad. Nada temible, en efecto, hay en el vivir

para quien ha comprendido que nada temible hay en el no vivir."

- El miedo al dolor: es otro de los objetos de ataque de Epicuro. Se trata de un

miedo infundado ya que todo dolor es en realidad fácilmente soportable. Si se trata

de un dolo intenso su duración será breve sin duda, mientras que si el dolor es

prolongado, su intensidad será leve y podrá ser fácilmente sobrellevado.

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- El miedo al fracaso: en la búsqueda del bien y de la felicidad en la vida está

relacionado con el ideal de autonomía del sabio epicúreo. Quien considera que la

felicidad depende de factores externos equivoca su juicio y se somete a cosas que

están fuera de su control, como la opinión de los demás, las recompensas externas,

etc. Por el contrario, gozando de la autonomía propia del sabio, es posible para cada

uno lograr un estado de ánimo equilibrado y gozoso con muy pocos medios (no

debe olvidarse que la mayoría de las filosofías helenísticas surgen como respuesta a

un mundo en continuo cambio y conflicto y pretenden proporcionar al individuo la

coherencia e independencia que la polis clásica había perdido).

Lo que se debe perseguir: Con respecto a aquello que la filosofía de Epicuro considera

bueno y valioso no puede ensalzarse lo suficiente el placer y la amistad.

En la búsqueda del placer es necesario distinguir aquellos deseos que son naturales y

necesarios (como el placer de calmar el hambre o la sed), de aquellos que son naturales

y no necesarios (como el placer de seguir comiendo y bebiendo aunque el hambre y la

sed hayan sido satisfechos), y también de aquellos que no son ni naturales ni necesarios

(como el placer de obtener glorias, honor, etc.). Epicuro siempre sostuvo la importancia

de distinguir entre los placeres aquellos que eran verdaderamente beneficiosos de

aquellos que podían generar una dependencia y que terminaban por causar

insatisfacción, bien porque fuesen irrealizables o bien porque eliminaban la autonomía

del individuo. Según Epicuro: "Reboso de placer en el cuerpo cuando dispongo de pan

y agua, y escupo sobre los placeres de la abundancia, no por sí mismos, sino por las

molestias que los acompañan."

Finalmente Epicuro exalta la amistad entre los seres humanos como una de las mayores

virtudes y uno de los mejores placeres de los que se puede gozar. La amistad

proporciona un apoyo en un mundo hostil y extraño. Es una ayuda no tanto por lo que

los amigos hagan efectivamente por uno, como por el hecho de saber que podamos

contar con ellos, en caso de ser necesario. La amistad llevó a Epicuro a fundar su propia

escuela entendida como un lugar de encuentro, de disfrute, de diálogo y de estudio así

como de recuerdo gozoso de los amigos que ya han desaparecido.

La clave del modo de vida epicúreo, de tener que ser resumida en tres palabras, vendría

a ser: gozar, saber y compartir. Esos tres factores, como nos muestran las palabras de

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Epicuro, están íntimamente relacionados: Gozar el placer de estar vivo, saber discernir

lo que es verdaderamente valioso, y compartir en la amistad tanto la vida como el

conocimiento.

"De todos los bienes que la sabiduría procura para la felicidad de una vida

entera, el mayor con mucho es la adquisición de la amistad."

FRAGMENTOS DE LA CARTA A MENECEO

“Cuando se es joven, no hay que vacilar en filosofar, y cuando se es viejo, no hay que

cansarse de filosofar. Porque nadie es demasiado joven o demasiado viejo para cuidar

su alma. Aquel que dice que la hora de filosofar aún no ha llegado, o que ha pasado ya,

se parece al que dijese que no ha llegado aún, el momento de ser feliz, o que ya ha

pasado. Así pues, es necesario filosofar cuando se es joven y cuando se es viejo: en el

segundo caso para rejuvenecerse con el recuerdo de los bienes pasados, y en el primer

caso para ser, aún siendo joven, tan intrépido como un viejo ante el porvenir. Por tanto

hay que estudiar los métodos de alcanzar la felicidad, porque, cuando la tenemos, lo

tenemos todo, y cuando no la tenemos lo hacemos todo para conseguirla”.

En este fragmento, desde mi punto de vista, Epicuro toma a la filosofía como el saber,

para llegar a la felicidad. Aunque se sea viejo o joven, igual se puede aprender a

filosofar. No se justifica el no filosofar. La filosofía lleva a la felicidad, que es la puerta

para llegar a la ataraxia, la felicidad del alma (no tener dolor corporal). Reconoce que la

edad no es obstáculo para ser feliz. La autarquía es no tener necesidad de otras cosas.

“Por consiguiente, medita y practica las enseñanzas que constantemente te he dado,

pensando que son los principios de una vida bella. En primer lugar, debes saber que

Dios es un ser viviente inmortal y bienaventurado, como indica la noción común de la

divinidad, y no le atribuyas nunca ningún carácter opuesto a su inmortalidad y a su

bienaventuranza. Al contrario, cree en todo lo que puede conservarle esta

bienaventuranza y esta inmortalidad. Porque los dioses existen, tenemos de ellos un

conocimiento evidente; pero no son como cree la mayoría de los hombres. No es impío

el que niega los dioses del común de los hombres, sino al contrario, el que aplica a los

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dioses las opiniones de esa mayoría. Porque las afirmaciones de la mayoría no son

anticipaciones, sino conjeturas engañosas. De ahí procede la opinión de que los dioses

causan a los malvados los mayores males y a los buenos los más grandes bienes. La

multitud, acostumbrada a sus propias virtudes, sólo acepta a los dioses conformes con

esta virtud y encuentra extraño todo lo que es distinto de ella”.

Aquí, como ya hemos visto en la teoría de Epicuro, se nos cuenta, que los dioses están

en su mundo y no intervienen en la vida de los seres humanos; en cambio el pueblo,

cree que los dioses están constantemente con ellos, castigándolos, mortificándolos, etc.

“En segundo lugar, acostúmbrate a pensar que la muerte no es nada para nosotros,

puesto que el bien y el mal no existen más que en la sensación, y la muerte es la

privación de sensación. Un conocimiento exacto de este hecho, que la muerte no es

nada para nosotros, permite gozar de esta vida mortal evitándonos añadirle la idea de

una duración eterna y quitándonos el deseo de la inmortalidad. Pues en la vida nada

hay temible para el que ha comprendido que no hay nada temible en el hecho de no

vivir. Es necio quien dice que teme la muerte, no porque es temible una vez llegada,

sino porque es temible el esperarla. Porque si una cosa no nos causa ningún daño con

su presencia, es necio entristecerse por esperarla. Así pues, el más espantoso de todos

los males, la muerte no es nada para nosotros porque, mientras vivimos, no existe la

muerte, y cuando la muerte existe, nosotros ya no somos. Por tanto la muerte no existe

ni para los vivos ni para los muertos porque para los unos no existe, y los otros ya no

son. La mayoría de los hombres, unas veces teme la muerte como el peor de los males, y

otras veces la desea como el término de los males de la vida. El sabio, por el contrario,

ni desea ni teme la muerte, ya que la vida no le es una carga, y tampoco cree que sea un

mal el no existir. Igual que no es la abundancia de los alimentos, sino su calidad lo que

nos place, tampoco es la duración de la vida la que nos agrada, sino que sea grata. En

cuanto a los que aconsejan al joven vivir bien y al viejo morir bien, son necios, no sólo

porque la vida tiene su encanto, incluso para el viejo, sino porque el cuidado de vivir

bien y el cuidado de morir bien son lo mismo. Y mucho más necio es aún aquel que

pretende que lo mejor es no nacer, «y cuando se ha nacido, franquear lo antes posible

las puertas del Hades. Porque, si habla con convicción, ¿por qué él no sale de la vida?

Le sería fácil si está decidido a ello. Pero si lo dice en broma, se muestra frívolo en una

cuestión que no lo es. Así pues, conviene recordar que el futuro ni está enteramente en

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nuestras manos, ni completamente fuera de nuestro alcance, de suerte que no debemos

ni esperarlo como si tuviese que llegar con seguridad, ni desesperar como si no tuviese

que llegar con certeza.”

Si vivimos pensando en la muerte, no seríamos felices, no llegaríamos a la ataraxia.

Cuando morimos dejamos absolutamente todo, ni el alma nos queda porque ésta

también se desintegra junto con el cuerpo. No tenemos porqué tenerle miedo a la

muerte, porque cuando la muerte se nos presenta, nosotros ya no somos. Con la muerte

estamos alejados de los dolores, las tristezas, las pasiones, las amarguras de la vida….

“Los alimentos más sencillos producen tanto placer como la mesa más suntuosa,

cuando está ausente el sufrimiento que causa la necesidad; y el pan y el agua

proporcionan el más vivo placer cuando se toman después de una larga privación. El

habituarse a una vida sencilla y modesta es pues un buen modo de cuidar la salud y

además hace al hombre animoso para realizar las tareas que debe desempeñar

necesariamente en la vida. Le permite también gozar mejor de una vida opulenta

cuando la ocasión se presente, y lo fortalece contra los reveses de la fortuna. Por

consiguiente, cuando decimos que el placer es el soberano bien, no hablamos de los

placeres de los pervertidos, ni de los placeres sensuales, como pretenden algunos

ignorantes que nos atacan y desfiguran nuestro pensamiento. Hablamos de la ausencia

de sufrimiento para el cuerpo y de la ausencia de inquietud para el alma. Porque no

son ni las borracheras ni los banquetes continuos, ni el goce de los jóvenes o de las

mujeres, ni los pescados y las carnes con que se colman las mesas suntuosas, los que

proporcionan una vida feliz, sino la razón, buscando sin cesar los motivos legítimos de

elección o de aversión, y apartando las opiniones que pueden aportar al alma la mayor

inquietud.

Por tanto, el principio de todo esto, y a la vez el mayor bien, es la sabiduría. Debemos

considerarla superior a la misma filosofía, porque es la fuente de todas las virtudes y

nos enseña que no puede llegarse a la vida feliz sin la sabiduría, la honestidad y la

justicia, y que la sabiduría, la honestidad y la justicia no pueden obtenerse sin el

placer. En efecto, las virtudes están unidas a la vida feliz, que a su vez es inseparable

de las virtudes”.

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Epicuro define al placer como el no sufrir dolor en el cuerpo, ni turbación ni

intranquilidad en el alma. Su posición frente a los excesos y el cálculo en la razón, en la

elección del placer es la prudencia. La razón ayuda pero la prudencia es mas apreciable

que la filosofía (filosofía = saber racional). La prudencia lleva a la vida feliz, la vida

sensata y la vida justa. La virtud está unida a la felicidad, tanto para Aristóteles como

para Platón. En este fragmento se rescata la autarquía personal, y la importancia de

elegir racionalmente, pero más importante es elegir prudentemente. En conclusión la

prudencia es el principio fundamental de toda vida feliz.

“¿Existe alguien al que puedas poner por encima del sabio? El sabio tiene opiniones

piadosas sobre los dioses, no teme nunca la muerte, comprende cuál es el fin de la

naturaleza, sabe que es fácil alcanzar y poseer el supremo bien, y que el mal extremo

tiene una duración o una gravedad limitadas.

En cuanto al destino, que algunos miran como un déspota, el sabio se ríe de él. Valdría

más, en efecto, aceptar los relatos mitológicos sobre los dioses que hacerse esclavo de

la fatalidad de los físicos: porque el mito deja la esperanza de que honrando a los

dioses los haremos propicios mientras que la fatalidad es inexorable. En cuanto al azar

(fortuna, suerte), el sabio no cree, como la mayoría, que sea un dios, porque un dios no

puede obrar de un modo desordenado, ni como una causa inconstante. No cree que el

azar distribuya a los hombres el bien y el mal, en lo referente a la vida feliz, sino que

sabe que él aporta los principios de los grandes bienes o de los grandes males.

Considera que vale más mala suerte razonando bien, que buena suerte razonando mal.

Y lo mejor en las acciones es que la suerte dé el éxito a lo que ha sido bien calculado.

Por consiguiente, medita estas cosas y las que son del mismo género, medítalas día y

noche, tú solo y con un amigo semejante a ti. Así nunca sentirás inquietud ni en tus

sueños, ni en tus vigilias y vivirás entre los hombres como un dios. Porque el hombre

que vive en medio de los bienes inmortales ya no tiene nada que se parezca a un

mortal”.

La opinión de Epicuro sobre el destino es que no existe sino que el hombre es libre. No

rige al mundo el puro azar, todo no es fruto de la necesidad, no existe nada escrito por

los dioses que se le llame destino. Sensato es para él, aquel que piense que es de este

mundo. Insensatos son los estoicos, los antiguos materialistas (átomos). Aceptando esta

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idea que no existe el destino y que nuestra vida no es regida al azar sino que hay un

equilibrio, esta es la base de la tranquilidad de la felicidad. Los valores más grandes que

fomenta son los de la amistad, ya que es la única relación humana que no nos lleva al

exceso, sino que nos llevaría a la ataraxia.

CONCLUSIÓN

La doctrina que Epicuro enseñó hace largo tiempo en su “Jardín” en Atenas, es

igualmente inspiradora y convincente aún en nuestros días y, por tanto, digna de nuestra

investigación.

En la actualidad, podemos encontrar en su doctrina cosas que apoyamos y otras que no

tanto.

Por ejemplo, él defendía el poder abstenerse de ciertos placeres, pero actuaba así para

ganar más placer en el futuro; hoy sin embargo, vivimos pendientes en contemplar los

placeres del día a día, sin tener en cuenta el futuro, debido a las exigencias laborales,

que muchas veces por falta de tiempo, no nos detenemos a pensar en el mañana y

actuamos de acuerdo al momento.

Epicuro logró abrir la mente humana a ciertos temas. Luego, otras doctrinas se

encargaron de eliminar el aspecto positivo de ellos, permaneciendo como tabúes por

mucho tiempo, y ahora lentamente van desapareciendo los prejuicios, recuperando

algunos aspectos de la doctrina epicúrea.

Por otro lado, la diferencia de culturas debida al abismo temporal existente entre la

antigüedad y la contemporaneidad, conduce a que aspectos que Epicuro sostenía que no

eran necesarios, como las matemáticas, son parte de la vida cotidiana.

Su postura acerca de los dioses, de su intervención en la vida de las personas, ha

evolucionado hasta llegar a un gran porcentaje de ateísmo. Y muchas veces por la

existencia de diferencias religiosas, vivimos guerras por la defensa de las ideologías.

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BIBLIOGRAFÍA

- F. Guillermo, Historia de la Filosofía, Grecia y Roma, Vol. I, Madrid, 1971.

- Long, Anthony A., La filosofía helenística.

- Garcia G. Carlos, Epicuro, Alianza, Madrid, 1981

RECURSOS INFORMÁTICOS

- http://www.estoicismo.ec/

- http://es.wikisource.org/wiki/Cap%C3%ADtulo_6:_Placer_y_felicidad

- http://es.wikisource.org/wiki/Cap%C3%ADtulo_24:_El_arte_de_dar

- http://es.wikisource.org/wiki/Cap%C3%ADtulo_26:_El_necio_y_el_sabio

- http://es.wikisource.org/wiki/Cap%C3%ADtulo_8:_Vivir_seg%C3%BAn_la_naturaleza

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