La Figura de Sócrates en La Memorabilia de Jenofonte - G. Aguilera Muñoz
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La figura de Sócrates en la obra Memorabilia de Jenofonte.*
Germán Aguilera Muñ[email protected]
Introducción.
Para hablar de Sócrates, ya sea de su filosofía, de su ética, de su pedagogía o incluso como mera
figura histórica, se requiere de manera casi irremediable tomar una postura frente a la denominada
cuestión socrática.1 Y es que sin duda siempre el trabajo del historiador o filólogo respecto a la figuras
de la antigüedad griega, estará velado por una distancia casi insoslayable, pero que no disminuye en
ninguna medida el interés sobre tópicos como éste, que se repiten una y otra vez a lo largo del tiempo
en las obras de los estudiosos. Así una de las vías más útiles para intentar estrechar las dificultades,
consiste en la revisión directa de las fuentes, y establecer desde allí algunos criterios básicos que sirvan
como guías a la hora de proseguir la investigación. Dichos criterios corresponden a las posturas
mencionadas en un principio que han de tomarse ante “el problema de Sócrates”, y que enumeradas a
grosso modo corresponden a la siguientes:2
1.- Desde los comentarios de Aristóteles que realiza sobre Sócrates y Platón, se ha pretendido
establecer las diferencias entre uno y otro filósofo, adjudicándole al primero “la investigación de
conceptos generales” y “el método de investigación inductivo” mientras que al segundo se le hace
acreedor de la llamada “teoría de la ideas”.
2.- Otra postura, algo más problemática a mi parecer, es considerar la mayor parte de la obra
platónica como fuente histórica, donde lo puesto en boca de Sócrates ha de coincidir con su
pensamiento, mientras que cuando su personaje desaparece de los diálogos platónicos tardíos, las
consideraciones expuestas corresponderían al propio Platón.3
3.- Una tercera vía, algo mas hermenéutica aunque no menos significativa, es la propuesta de
Nietzsche de desligarse en alguna medida del problema histórico que se plantea y presentar a
Sócrates como una suerte de símbolo de la racionalidad helena– así como de su decadencia –,
además en cierta forma como prefiguración del cristianismo, ensayando desde esta postura las
críticas hacía un optimismo que no sería propiamente griego.
* Ponencia pronunciada el día 4 de noviembre de 2008 en el marco del II Symposio de Estudios Griegos en el Instituto de Filosofía de la Pontificía Universidad Católica de Valparaíso.
1 Cfr. Louis-André Dorion “Xenophon's Sócrates” en Sara Abbel-Rappe, Rachana Kamtekar (ed) A Companion to Socrates, Blackwell Publishing, 2006. pág. 93.
2 Cfr. Werner Jeager Paideia, FCE, México, 1979 pág. 389-392.3 Véase A. E. Taylor El pensamiento de Sócrates, FCE, México. Quién sostiene y desarrolla esta tesis, que sin embargo
peca por omitir cualquier otra referencia a Sócrates y por no considerar la evolución del propio pensamiento de Platón, así como niega cualquier posible subjetividad de éste. Para acertadas críticas Véase Werner Jeager op. cit. pp. 389 y ss.
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Claramente se puede apreciar en estos criterios la indiferencia con que se aborda la caracterización que
hace Jenofonte de la figura de Sócrates, pues en los momentos en que se acude a su testimonio es para
fortalecer la tesis propuesta, ya sea mostrando ejemplos provenientes de su obra o incluso
desacreditándolo como fuente. De este modo se ha incubado una opinión ya bastante generalizada de
que Jenofonte es un mero historiador, que no poseyó la comprensión filosófica necesaria ante las
enseñanzas del maestro, y que su literatura corresponde más bien a meras anécdotas con escaso aporte
teórico, donde la pretendida filosofía práctica de Sócrates es expuesta tan solo como una suerte de ética
aplicada o como el análisis de casos particulares. Con esto se repite la perogrullada de decir que en su
obra se muestra a un Sócrates más vivo, menos lejano, como ciudadano común en sus actividades
diarias, queriendo decir con ello que se muestra a un Sócrates menos filósofo, y por tanto a lo sumo se
le reconoce importancia a la obra como fuente para caracterizar la personalidad o el método
pedagógico de éste. Sin embargo, la mayoría de estas opiniones, aunque vengan de connotados
estudiosos, no se condicen con una lectura al menos sistemática de la obra de Jenofonte, por el
contrario normalmente el estudio riguroso se realiza sobre las obras de otros autores, particularmente la
platónica, y las opiniones vagamente emitidas se reservan tan solo para el historiador griego. Ahora
bien, creo que dada algunas instancias dentro del desarrollo actual de los estudios griegos en Chile,
como la traducción de Las Nubes de Aristófanes realizada por el profesor Óscar Velásquez publicada en
2005, así como un reciente montaje de ésta comedia griega dirigido por el profesor Héctor García
Cataldo, y la no tan lejana publicación en 1998 de una nueva edición de La ética de Sócrates de
Alfonso Gomez-Lobo, contribuyen dentro del país en alguna medida a fomentar la investigación y el
desarrollo de la cuestión socrática. En este contexto, intenta introducirse este trabajo, intentando
abordar el problema desde una arista poco estudiada, pero que creo, puede resultar fructífera, al menos
como invitación a abordar el problema desde otras perspectivas. Para esta labor hemos querido tomar
de manera especial mas no excluyente, la obra Apomneumata más conocida como Memorabilia o
Recuerdos de Sócrates, por ser probablemente la más extensa dentro de los escritos socráticos de
Jenofonte, tratando variados temas de forma condensada. Por lo demás, lo que se intentará es exponer,
cuales son los lineamientos filosóficos que se expresan sobre Sócrates en la obra, y de ser posible
extraer proposiciones teóricas y generales desde el “anecdotario” jenofonteo. De llegar a buen término,
quedará por lo demás afirmada la importancia y necesidad de considerar a éste autor para el tratamiento
de la cuestión socrática.
I) Estructura formal, contenido y propuesta de lectura.
No se pretende realizar aquí un resumen de la obra, pues puede tomarse ya por axioma la
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premisa que establece que todo contacto con el texto original ha de ser sin duda mucho más
provechoso, sin embargo, un análisis de la estructura formal, como sus libros y capítulos, junto con el
contenido de éstos, han de permitirnos desarrollar una propuesta de lectura, que sea capaz de extraer la
caracterización que hace Jenofonte de la persona de Sócrates más allá de lo típicamente dicho. Si bien
resultaría difícil aseverar una estructura claramente definida respecto a su contenido, o algo así como
una estrategia por parte del autor, por lo ecléctico que resulta la obra, es posible establecer una división
a partir de ciertos contenidos centrales, dicha división requeriría una justificación extensa, la cual no se
entrega en vistas de la brevedad, tómese por tanto no como presuposición filológicamente sustantiva
sino más bien como recurso metodológico, que tienda a guiar la búsqueda de un perfil de Sócrates más
útil y con mayor profundidad filosófica que aquél que se suele ver en la obra jenofontea. Así la división
propuesta es la siguiente:
1.- Libro I, Capítulo I – Fundamento teórico-epistémico de la filosofía socrática.
2.- Libro I, Capítulo II – Elementos primarios de la filosofía práctica socrática.
3.- Libro I, Capítulo III-X – Continencia socrática como principio de libertad.
4.- Libro II – La amistad dentro de una visión utilitaria de los bienes.4
5.- Libro III – Consideraciones práctico-políticas.
6.- Libro IV – Consideraciones finales sobre la filosofía práctica.
Cabe señalar que si bien en toda la obra se da paso al tratamiento de casos particulares, con
reflexiones que tienden a entrecruzarse, mostrándose como una suerte de ética aplicada, o como se ha
dicho de forma peyorativa, se exhibe a un Sócrates que da sermones morales a sus discípulos. Y que
por lo demás la lectura de los distintos capítulos puede resultar tediosa, en vistas a lo poco especulativa
que resulta – considerando que hablamos de filosofía – al modo de algunos escritos morales romanos
(como las Epístolas de Séneca), y en mayor medida si se considera la variedad de los temas tratados,
creo sin embargo que el criterio con que han de estudiarse ha de ser precisamente el mismo que se ha
tenido en vistas de la filosofía helenística, e intentar extraer en la medida de lo posible, las
proposiciones que posean un carácter más teórico y general dentro de la obra, para aspirar dentro de los
límites que éste método impone una reconstrucción de la filosofía de Sócrates, al menos de acuerdo
como es expuesta en la obra jenofontea.
II) Fundamentos teórico-epistémicos de la filosofía socráticas.
Los dos primeros capítulos del Libro I, se han considerado comúnmente como una unidad5, que
4 Se ha preferido el adjetivo utilitario antes que utilitarismo, por ser éste último demasiado extemporáneo a Sócrates, para si quiera pensar que su ética es utilitarista.
5 Cfr. Jenofonte, Socráticas/Economía/Ciropedia, Editorial Océano, Barcelona, 1999. pág. XIV.
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habría sido escrita con anterioridad que el resto de la obra, pues tratan de la acusación que fue víctima
Sócrates, se menciona en esta Defensa – que no ha de ser confundida con la Apología que este mismo
autor escribe – la acusación con que Sócrates fue llevado a juicio, así como además se ha visto en estos
capítulos la respuesta a un posterior panfleto acusatorio de Polícrates, Si bien hay razones
suficientemente validas para creer que lo dicho es así, con ello no se hace referencia alguna a lo que
sobre Sócrates mismo se dice, y por consiguiente no nos informa de su figura. En este sentido,
apelando a lo que Sócrates expresa como creencia propia dentro de la obra, podemos decir que el
primer capítulo de éste libro resulta de suma importancia teórica, pues al dar respuesta a la acusación
de no respetar los dioses de la ciudad e introducir otros nuevos, se da a conocer la postura de Sócrates
frente a los posibilidades del conocimiento humano. Al afirmar Jenofonte que Sócrates si creía y
veneraba a los dioses, conjuntamente nos da cuenta de la consideración que hace éste sobre dos dos
esferas de conocimiento independientes, por un lado un conocimiento de tipo racional, inteligible y
comprensible por los hombres, y otro que lo sobrepasa, que esta fuera de su alcance, correspondiente al
de lo divino o demoniaco, cuya única vía de acceso es la adivinación. Así considerado como
fundamento teórico-epistémico se pueden establecer las proposiciones en que descansa el giro
antropocéntrico de la filosofía socrática y sus consiguientes consideraciones de carácter práctico,
particularmente éticas. Lo dicho se coloca de manifiesto en las breves lineas siguientes:
“Y decía que es menester aprender lo que los dioses nos han dado para aprender; mas que de las cosas ocultas a los hombres hay que intentar preguntar sobre ellas a los dioses mediante oráculos, que los dioses las indican a quienes son propicios.”6
Dicho conocimiento que pertenece a los hombres ha de ser el de ciertas ciencias como la arquitectura,
la agricultura, el cálculo, la economía y otras más, aunque sin embargo “lo máximo en ellas se lo han
reservado, decía, los dioses para sí”7. Estas dos esferas de conocimiento, como postulado epistémico
permiten entender el giro eminentemente práctico que toma la filosofía en Sócrates, como reflexión
sobre aquello que ha de afectar directamente la vida humana y que puede ser conocido; es decir tanto la
ética como política, que arrastra por lo demás la necesidad de su estudio. Se establecen además las
limitaciones que la el saber teórico pueden tener para el hombre, que son a su vez el punto de partida de
aquel conocimiento de tipo divino en el que queda excluido el hombre. Lo que explica ciertamente la
negativa posición de Sócrates frente a la filosofía natural y la sofística, que tiene para él por objeto lo
divino, argumentando que la sola contradicción de las distintas teorías demuestra la imposibilidad de su
cometido, así como si creyesen aquellos que la practican que una vez conocido el principio (arjé)
6 Jenofonte, op. cit. pág. 5. (Mem. I, I). Cito de acuerdo a la página de la traducción utilizada y entre paréntesis la ubicación en la obra Memorabilia.
7 Ibid.
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podrán producir lluvias y vientos. Por consiguiente Sócrates instigaba a consideración de asuntos
prácticos concernientes a la esfera humana.
III) Elementos primarios de la filosofía práctica socrática.
Ahora bien encontrándonos en posesión de una característica teórica del pensamiento socrático,
que justifica la negación de la filosofía natural, podemos abordar el resto de la obra en búsqueda de
aquellos elementos que permitan esclarecer por tanto su filosofía práctica. De este modo, en el capitulo
dos del mismo libro primero, si bien se sigue con el tema de la Defensa, esta vez respondiendo al cargo
de corromper jóvenes, podemos encontrar la caracterización de ciertos elementos metodológicos y
teórico-prácticos que se irán repitiendo a lo largo de la obra, que resumidos son los siguientes.
a) Sócrates era continente en placeres sexuales y de mesa.
b) Esperaba que sus habituales lo imitaran persuadido por sus ejemplos.
c) Exhortaba a tomar tanto trabajo como el alma soportase con placer.
d) Esperaba obtener amigos más que discípulos.
e) Creía que el desprendimiento era resguardo de su libertad, llamando esclavos a los sofistas y a
quienes se dejasen dominar por apetencias.
Estos elementos que parecen simples consideraciones sobre la personalidad o el actuar de Sócrates, y
que son expuestos en vistas del cargo de corrupción de jóvenes, irán encontrando un sustento teórico y
justificándose en el transcurso de la obra, por lo cual podemos establecer ahora que buscamos aquellos
elementos que respondan por la importancia de la mesura o continencia sobre los placeres sensibles,
representándose como principio de nuestra libertad y la intemperancia una forma de esclavitud – siendo
además respectivamente un bien y un mal –, así como también la influencia del buen obrar como
elemento de atracción de más bienes, la importancia de la libertad o voluntariedad de la acción, y la
concepción de la amistad enmarcado en una concepción utilitaria de los bienes.
IV) La continencia como principio de libertad.8
En los siguientes capítulos del libro primero, si bien se tratan diversos temas, se pone de
manifiesto la recurrencia con se considera el tema de la continencia, de la mesura frente a los placeres,
como principio de libertad humana, o al menos como que aquella acción que nos permite obrar en
libertad, que por lo demás ayuda a que podamos a actuar de buen modo. Al aceptarse tácitamente que la
libertad es un bien y muy importante, Sócrates recurre a demostrar en que medida los placeres sensibles
y las apetencias, pueden hacernos esclavos, entendida la esclavitud aquí como una actitud viciosa ante
los placeres del sexo, de mesa, la ociosidad, etc., del mismo modo como los sofistas son también
8 Debe incluirse además en estas consideraciones en primer capítulo del libro segundo.
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esclavos al estar obligados a dialogar sobre aquello que les otorga salario. No debe pensarse sin
embargo que esta esclavitud frente a los placeres sensibles resulta en una condenación del placer
(aunque haya pasajes en que así lo parezca) pues el mismo Sócrates dice:
“Y si no soy esclavo de mi vientre ni del sueño ni de la lujuria, ¿crees que no es por una causa muy más poderosa, a saber: otros placeres más deleitables que ésos y que lo son no tan solamente por un momento sino que consigo traen esperanzas de perdurables ventajas?”9
Precisamente lo que se pretende es evitar la subordinación de nuestra acción al mero placer y no negar
la posibilidad de obtener placer de ella, e incluso poder maximizarlo. La continencia por tanto lo que
nos permite es estar en pleno uso de nuestra libertad y poder realizar las acciones que tiendan al bien.
En éste sentido se caracteriza a la templanza, continencia o mesura, como un principio fundamental de
la sabiduría práctica, es ella precisamente la que nos permitirá obrar de buen modo, sin que sea vea
nuestro juicio afectado por aquello que aparece como apetecible, de éste modo el deleite que ésta nos
podrá hacer entrega será aún mayor.
Pero ¿crees que el deleite de todo esto es tal y tanto como el de convencerse de que uno va creciendo en perfección y teniendo amigos cada vez mejores? Pues tal es mi constante y firme opinión.10
Precisamente será la continencia la que nos permita ser útiles, buenos y bellos, para nuestros amigos y
la patria, será además la que nos permita estar más cerca de lo divino y lo perfecto, y para alcanzarla
debemos por tanto perseguir la sabiduría y esforzarnos por hacerse a uno mismo lo más bueno y sabio
posibles, y ello no significa otra cosa que ser capaz de gobernarse a un mismo. Con esto se establece
una identificación entre la libertad, continencia y sabiduría, siendo precisamente ésto lo que debemos
perseguir por constituir uno de los más preciados bienes. Ahora bien, ésta libertad que hemos de
alcanzar parece a su vez identificarse con una verdadera felicidad, es ella misma capaz de producirnos
el más grande placer, sin embargo se reconoce que el camino para adquirirla es arduo y difícil. Por
tanto hacia aquello que nos exhorta Sócrates es a hacernos capaces de sobreponernos a la esclavitud del
placer que se presenta como inmediato, mediante la continencia y así siendo libres, ser capaces de
reconocer aquellos bienes mayores y más placenteros.
V) La amistad dentro de una visión utilitaria de los bienes.
Cuando se narra sobre la amistad y se dice que la adquisición de amigos buenos se admite
generalmente como uno de los máximos tesoros para el hombre, interesante debiese resultar a lo menos
las consideraciones que hace Sócrates, subsumiendo la amistad dentro de una visión utilitaria de los
bienes. En la mayoría de los pasajes del Libro II se suele reconocer que los amigos son útiles para uno,
9 Jenofonte, op. cit. pág. 28 (Mem. I, VI)10 Ibid.
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porque nos procuran bienes y cuidados, que la gratitud hacia los amigos es precisamente una
consecuencia de la utilidad que ellos representan, y que para conservar la amistad debemos procurar ser
útiles al resto. Incluso se llega a afirmar que la podemos adquirir amigos a bajo precio si realizamos
buenas acciones hacia aquel que se encuentra en situación de necesidad. Sin embargo como se dirá más
tarde en la obra dichas consideraciones descansan en la identificación que se establece entre bien y útil,
pues lo bueno y lo bello se caracteriza como aquello que es precisamente bueno o bello para alguien11.
Ahora bien, estas reflexiones sin embargo tienen en su base un profundo pensamiento sobre la
condición natural del hombre y la vida de éste en sociedad.
De natural les viene a los hombres ser amigos: que tienen necesidad unos de otros, natural es también la compasión mutua y el recíproco ayudarse, y al hacerlo, natural también resulta la gratitud.12
De este modo, para procurarnos buenos amigos, debemos nosotros mismo realizar acciones que tiendan
a ganarnos la amistad de aquellos, en este sentido Sócrates habla inclusive de un método para obtener
amigos, que en resumidas cuentas no es más que otra cosa que ser útiles, y por tanto buenos, para el
resto, tratándolos con amabilidad, soportando incluso sus reprimendas – mientras éstas tiendan a
hacernos buenos y procurar nuestra felicidad – como en el caso de los padres, elogiando e invitando a
nuestra mesa a aquellos que queremos que sean nuestros amigos. Junto con ésto se establece la
necesidad de ser bellos y buenos, y no falsear nuestra condición, pues los hombres se fijan en las
personas virtuosas, mas si esto es solo apariencia, los resultados pueden ser catastróficos.
Si bien la ingratitud, la enemistad y la envidia también es una condición natural del hombre, la
vida en sociedad juega aquí otro rol importante, pues actúa como regulador moral ante dichas
conductas, en este sentido Sócrates acepta la mayoría de las consideraciones de la moral popular, así,
pues peor resulta la fama para aquél que es ingrato con quien le ha procurado bienes, y precisamente
por dicha fama, no podrá hacerse de buenos amigos, mientras que el benefactor recibirá elogios por su
filantropía.
VI) Consideraciones práctico-políticas.
En transcurso de tercer Libro de las Memorabilia, se trata en mayor medida el tema de los
deberes de un general, sin embargo dichas reflexiones poseen un carácter mucho más amplio,
entendiendo como general aquél que está en una posición jerárquicamente superior, como un
gobernante, un pastor, un general de ejercito o de caballería, incluso alguien que pretenda gobernar su
casa (oikonómos). Sócrates afirma que es necesario aprender las ciencias correspondientes a aquella
11 Jenofonte, op. cit. pág. 80 (Mem. III, VIII)12 Jenofonte, op. cit. pág. 50 (Mem. II, VII)
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labor que uno desee desempeñar, y ellas en general han de procurar siempre obrar de buen modo y de
la mejor manera, en este sentido es menester obrar en vistas al bienestar y felicidad de aquellos que se
encuentra en posición de encomendados o subordinados de uno, por tanto se define desde el sentido
común que el deber de todo buen gobernante, es procurarle bienes y la felicidad a los gobernados. Para
ello es necesario que sepa hacerse de los mejores medios para aquella labor, y que además ha de estar
en conocimiento de las obligaciones que la profesión impone, por lo que el mismo Sócrates aconseja
estudiar con quienes saben de estrategia en el caso de un general y tomar en cuenta los detalles de
aquello que se gobierna, como los caballos y jinetes si se es general de caballería. En este sentido un
gobernante ha de saber y saber enseñar aquellos hábitos que le resulten útiles y por medio de él a los
demás ciudadanos.13 Sin embargo, posteriormente Sócrates reduce esos conocimientos en uno sólo;
obrar procurando el bien y los mejores medios para su realización. Así quien sepa obrar bien, y
desconozca alguna materia específica, sabrá reconocer su ignorancia y habrá de saber rodearse de la
gente que tenga conocimiento sobre aquellas materias que el no domina.
Otras consideraciones que se realizan en Libro III si bien están relacionadas con las del
gobernante han de explicarse forma separada, para esclarecer su relación.
Se caracteriza además que lo bueno y lo bello (que siendo lo mismo, una sola unidad), son de
tal condición para alguien. En este sentido se reafirma la identificación entre bien y utilidad, pues
bueno es aquello en vistas a un fin; a su uso y su utilidad. En este sentido el obrar bien corresponde
precisamente en vistas a la máxima utilidad que la acción pueda realizar y la utilización de los medios
óptimos para dar cumplimiento al cometido.
Se añade además que si bien los hombres poseen cualidades naturales que los diferencias unos
de otros, la virtudes han de ser ejercitadas y que su ejercicio resulta fundamental para alcanzar su
máximo desarrollo, así de igual modo ha procurar un gobernante hacer virtuosa a la ciudad, mediante la
enseñanza y del ejemplo. Las virtudes por tanto han de ser capaces de imitarse, incluso en las artes
plásticas como la pintura y la escultura, y esta imitación produce no sólo efectos placenteros en el
espectador sino además posee un efecto educativo.
Ahora bien, llevado todo ésto a ámbito personal, todo hombre libre que sea capaz de gobernarse
a sí mismo, que posea por tanto la virtud de la continencia, es decir que no se esclavo de los placer, ha
de saber procurarse bienes y la felicidad, y de ser ignorante habrá de relacionarse con gente que sepa
procurarle dichos bienes. No separa por tanto Sócrates la sabiduría de la templanza, pues esta última ha
de guardarnos del mal y permitirnos poner en práctica lo bueno y lo bello, en este sentido la paradoja
socrática en que el sabio que conoce lo bueno ha de obrar de tal modo, se soluciona precisamente con
13 Jenofonte, op. cit. pág. 66 (Mem. III, III)
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la introducción de la templanza.14 Así la continencia es aquella virtud que permite el ejercicio real de
nuestra libertad, y en esto consiste el verdadero conocimiento práctico. Se da paso así hacia al final del
tercer libro a consideraciones que vuelven la vista al ámbito ético individual, pues es este el
fundamento de la misma política.
VII) Consideraciones finales sobre la filosofía práctica
En final de la obra, Jenofonte vuelve a repasar aquellos temas que ha tratado anteriormente,
utilizando especialmente para ello conversaciones que Sócrates tuvo con Eutidemo, en ellas se lleva a
cabo un resumen excepcional de las consideraciones antes expuestas. Se vuelve a insistir aquí en la
necesidad y la importancia de estudiar sobre aquello que procure la máxima felicidad, que ayude a ser
virtuosos, y que es menester además aprenderlo de alguien, precisamente puesto que las ciencias, como
la sabiduría práctica y la medicina, no son producto de generación espontánea en el hombre, sino que
requieren de ejercicio y razonamiento sobre la misma ciencia. Así para la adquisición de la sabiduría
práctica – entendida como la ciencia del gobierno sea de casa, de ciudad o de uno mismo – es necesario
ser justo, y que la justicia implica la voluntariedad de la acción15, dicha voluntariedad se sostiene sobre
la libertad, la templanza y el conocimiento de lo justo, del mismo modo como lo injusto es producto de
la esclavitud y la ignorancia de lo bello, lo bueno y lo justo. Sócrates realiza además una identificación
que es propia de su contexto histórico, entre lo justo y lo legal; justo es someterse a la leyes.16 Y además
reconoce leyes de carácter universal que son dictamen divino pero reconocidas por todos, dichas leyes
sin embargo por muy universales que sean, pueden al igual que las leyes humanas ser transgredidas, en
este sentido su trasgresión no implica su implausibilidad.
La templanza además como principio de libertad, resulta un bien necesario para quien desee
obrar bien y hacer algo bello, en este sentido la libertad es definida como la capacidad poder hacer el
bien y la intemperancia como la peor de las esclavitudes. Dice Sócrates:
¿No te parece que sea ella [la intemperancia] la que les impide aplicarse al estudio de los conocimientos útiles, arrastrándolos a los placeres, y que frecuentemente, aunque distingan entre el bien y el mal, se ella la que les haga elegir lo peor en vez de lo mejor?17
Éste giro antropocéntrico de la filosofía socrática lleva consigo una consideración sobre la
propio interioridad y las potencias, facultades o posibilidades que uno posee como ser humano; el
famoso Conócete a ti mismo délfico Sócrates lo hace propio como elemento de discernimiento.
14 Véase infra nota al pie 17.15 Este punto puede resultar algo oscuro, sobre todo usando el termino voluntad, que no es precisamente un término
contemporáneo a Sócrates, sino que es más bien acuñado en la modernidad. Para ésto véase el elenjós que que realiza Sócrates sobre la justicia en Jenofonte, op. cit. pág. 96 y ss. (Mem. IV, II)
16 Cfr. Jenofonte. op. cit. pág. 112, nota al pie 1. 17 Jenofonte, op. cit. pág. 116 (Mem. IV, V)
![Page 10: La Figura de Sócrates en La Memorabilia de Jenofonte - G. Aguilera Muñoz](https://reader035.fdocuments.ec/reader035/viewer/2022072003/563dba19550346aa9aa2b18a/html5/thumbnails/10.jpg)
Porque los que se conocen, saben lo que les es útil; disciernen qué es lo que pueden hacer y lo que no, y haciendo lo que son capaces de hacer, se procuran lo necesario y viven felices; y absteniéndose de lo que está por encima de sus fuerzas, no caen en faltas y evitan los fracasos; en fin, siendo como son capaces de juzgar a los demás hombres, pueden, gracias a tal conocimiento convenientemente empleado, procurarse grandes bienes y ahorrarse grandes males.18
De éste modo, dentro dentro de éste giro se justifica la necesidad de aprender aquellas ciencias que
resulten útiles al hombre, como la geometría, para ser capaces de bastarse a uno mismo con su
sabiduría.19 Sin embargo es precisamente en el conocimiento de dichas limitaciones en que ha de
reconocerse las limitaciones que el conocimiento humano impone, por lo que Sócrates recomienda
ignorar y no dedicarse aquellos problemas difíciles e inútiles que la misma geometría puede tener, del
mismo modo recomienda abstenerse de la astronomía y de las preocupaciones sobre cosas celestiales, y
recomienda para aquellos que deseen sobrepasar la esfera de conocimiento humano que se dediquen a
la adivinación.
Conclusiones.
Se ha intentado en este trabajo establecer de que forma se presenta la figura de Sócrates en las
Memorabilia de Jenofonte, mas no con una simple intención de caracterizar aquellos rasgos
anecdóticos de su persona, sino más bien intentar establecer los rasgos distintivos de su filosofía según
se presentan en la obra jenofontea, extrayendo en la medida de lo posible aquel contenido más
distintivamente teórico. Han de llamar la atención por lo tanto algunas profundas consideraciones que
se realizan sobre la filosofía práctica socrática tal como la presente Jenofonte que presentan por lo
demás similitudes en comparación con la ética aristotélica; consideraciones sobre el placer de la
acción, como el placer sensible que se presenta como inmediato pero puede ser postergado en vistas de
otro superior. Se rompe además en la obra la llamada paradoja socrática introduciendo precisamente
un elemento similar al de Aristóteles, como la templanza o continencia, siendo precisamente el
incontinente aquel que incluso distinguiendo lo bueno y lo malo se deja llevar por el impulso de
apetencias que se le hacen elegir lo peor en vez de lo mejor.20 Otras reflexiones, como la distinción
teórico-epistémica desde la que se justifica el giro antropocéntrico de su filosofía, recuedan incluso a
Kant y su giro copernicano, pues Sócrates en cierta medida establece límites para el conocimiento
teórico especulativo, en aquél ámbito divino al que el hombre no tiene acceso a no ser mediante por la
adivinación, junto con ésto la claridad filosófica que refleja realizar sus consideraciones éticas al tomar
18 Jenofonte, op. cit. pág. 102 y ss. (Mem. IV, II)19 Este bastarse a uno mismo respecto la sabiduría teórica no implicaría contradicción con la mencionada necesidad que
tenemos de otros en la esfera social, precisamente por ser esta una de asuntos concernientes a la praxis.20 Véase supra nota al pie 17.
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como punto de inicio las opiniones sostenidas comúnmente21 no hace sino recordar el título de uno del
primer capítulo de la Fundamentación Metafísica de la Costumbres de Kant; Transito del conocimiento
moral vulgar de la razón a la metafísica de las costumbres. No es que con ésto se pretenda establecer
paralelismos ni influencias (que no se podrían argumentar) entres Sócrates, Aristóteles y Kant, sino más
bien señalar que la obra de Jenofonte resulta sumamente rica para caracterizar no solo a la persona de
Sócrates sino también a su filosofía. Por lo demás tampoco se intenta responder a la cuestión socrática
misma, ni tampoco se quiere establecer la prioridad de la obra de Jenofonte sobre la platónica, o
incluso otras fuentes, para una reconstrucción del pensamiento socrático. Se ha querido más bien
mostrar que la figura de Sócrates en la obra es filosóficamente sólida y sustentable, que presenta
postulados de tipo teórico ampliamente útiles y profundos, y que con ésto se afirma la importancia de
ésta obra y de éste autor a la hora de introducirse en el estudios del problema de Sócrates. Dicha
reconstrucción que se ha intentado hacer, ha de ser útil no sólo para responder a la exclusión que ha
sido víctima Jenofonte dentro de este problema, sino inclusive para someterla a contraste con la obra de
Platón, pues permite establecer un punto de contraste para determinar, junto con las consideraciones
que hace Aristóteles, aquellos elementos propiamente socráticos y aquellos platónicos dentro de su
obra. Un estudio más acabado de todas las relaciones entre las fuentes que nos informan de Sócrates y
su pensamiento se hace por tanto necesario, y esperamos contribuir con estas páginas, precisamente
ante aquella ausencia de la consideración de Jenofonte y su exposición de Sócrates en el asunto.
21 Cfr, Jenofonte, op. cit. pág 122 (Mem. IV, VI)