La Figura de Sócrates en La Memorabilia de Jenofonte - G. Aguilera Muñoz

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La figura de Sócrates en la obra Memorabilia de Jenofonte. * Germán Aguilera Muñoz. [email protected] Introducción. Para hablar de Sócrates, ya sea de su filosofía, de su ética, de su pedagogía o incluso como mera figura histórica, se requiere de manera casi irremediable tomar una postura frente a la denominada cuestión socrática. 1 Y es que sin duda siempre el trabajo del historiador o filólogo respecto a la figuras de la antigüedad griega, estará velado por una distancia casi insoslayable, pero que no disminuye en ninguna medida el interés sobre tópicos como éste, que se repiten una y otra vez a lo largo del tiempo en las obras de los estudiosos. Así una de las vías más útiles para intentar estrechar las dificultades, consiste en la revisión directa de las fuentes, y establecer desde allí algunos criterios básicos que sirvan como guías a la hora de proseguir la investigación. Dichos criterios corresponden a las posturas mencionadas en un principio que han de tomarse ante “el problema de Sócrates”, y que enumeradas a grosso modo corresponden a la siguientes: 2 1.- Desde los comentarios de Aristóteles que realiza sobre Sócrates y Platón, se ha pretendido establecer las diferencias entre uno y otro filósofo, adjudicándole al primero “la investigación de conceptos generales” y “el método de investigación inductivo” mientras que al segundo se le hace acreedor de la llamada “teoría de la ideas”. 2.- Otra postura, algo más problemática a mi parecer, es considerar la mayor parte de la obra platónica como fuente histórica, donde lo puesto en boca de Sócrates ha de coincidir con su pensamiento, mientras que cuando su personaje desaparece de los diálogos platónicos tardíos, las consideraciones expuestas corresponderían al propio Platón. 3 3.- Una tercera vía, algo mas hermenéutica aunque no menos significativa, es la propuesta de Nietzsche de desligarse en alguna medida del problema histórico que se plantea y presentar a Sócrates como una suerte de símbolo de la racionalidad helena– así como de su decadencia –, además en cierta forma como prefiguración del cristianismo, ensayando desde esta postura las críticas hacía un optimismo que no sería propiamente griego. * Ponencia pronunciada el día 4 de noviembre de 2008 en el marco del II Symposio de Estudios Griegos en el Instituto de Filosofía de la Pontificía Universidad Católica de Valparaíso. 1 Cfr. Louis-André Dorion “Xenophon's Sócrates” en Sara Abbel-Rappe, Rachana Kamtekar (ed) A Companion to Socrates, Blackwell Publishing, 2006. pág. 93. 2 Cfr. Werner Jeager Paideia, FCE, México, 1979 pág. 389-392. 3 Véase A. E. Taylor El pensamiento de Sócrates, FCE, México. Quién sostiene y desarrolla esta tesis, que sin embargo peca por omitir cualquier otra referencia a Sócrates y por no considerar la evolución del propio pensamiento de Platón, así como niega cualquier posible subjetividad de éste. Para acertadas críticas Véase Werner Jeager op. cit. pp. 389 y ss.

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La figura de Sócrates en la obra Memorabilia de Jenofonte.*

Germán Aguilera Muñ[email protected]

Introducción.

Para hablar de Sócrates, ya sea de su filosofía, de su ética, de su pedagogía o incluso como mera

figura histórica, se requiere de manera casi irremediable tomar una postura frente a la denominada

cuestión socrática.1 Y es que sin duda siempre el trabajo del historiador o filólogo respecto a la figuras

de la antigüedad griega, estará velado por una distancia casi insoslayable, pero que no disminuye en

ninguna medida el interés sobre tópicos como éste, que se repiten una y otra vez a lo largo del tiempo

en las obras de los estudiosos. Así una de las vías más útiles para intentar estrechar las dificultades,

consiste en la revisión directa de las fuentes, y establecer desde allí algunos criterios básicos que sirvan

como guías a la hora de proseguir la investigación. Dichos criterios corresponden a las posturas

mencionadas en un principio que han de tomarse ante “el problema de Sócrates”, y que enumeradas a

grosso modo corresponden a la siguientes:2

1.- Desde los comentarios de Aristóteles que realiza sobre Sócrates y Platón, se ha pretendido

establecer las diferencias entre uno y otro filósofo, adjudicándole al primero “la investigación de

conceptos generales” y “el método de investigación inductivo” mientras que al segundo se le hace

acreedor de la llamada “teoría de la ideas”.

2.- Otra postura, algo más problemática a mi parecer, es considerar la mayor parte de la obra

platónica como fuente histórica, donde lo puesto en boca de Sócrates ha de coincidir con su

pensamiento, mientras que cuando su personaje desaparece de los diálogos platónicos tardíos, las

consideraciones expuestas corresponderían al propio Platón.3

3.- Una tercera vía, algo mas hermenéutica aunque no menos significativa, es la propuesta de

Nietzsche de desligarse en alguna medida del problema histórico que se plantea y presentar a

Sócrates como una suerte de símbolo de la racionalidad helena– así como de su decadencia –,

además en cierta forma como prefiguración del cristianismo, ensayando desde esta postura las

críticas hacía un optimismo que no sería propiamente griego.

* Ponencia pronunciada el día 4 de noviembre de 2008 en el marco del II Symposio de Estudios Griegos en el Instituto de Filosofía de la Pontificía Universidad Católica de Valparaíso.

1 Cfr. Louis-André Dorion “Xenophon's Sócrates” en Sara Abbel-Rappe, Rachana Kamtekar (ed) A Companion to Socrates, Blackwell Publishing, 2006. pág. 93.

2 Cfr. Werner Jeager Paideia, FCE, México, 1979 pág. 389-392.3 Véase A. E. Taylor El pensamiento de Sócrates, FCE, México. Quién sostiene y desarrolla esta tesis, que sin embargo

peca por omitir cualquier otra referencia a Sócrates y por no considerar la evolución del propio pensamiento de Platón, así como niega cualquier posible subjetividad de éste. Para acertadas críticas Véase Werner Jeager op. cit. pp. 389 y ss.

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Claramente se puede apreciar en estos criterios la indiferencia con que se aborda la caracterización que

hace Jenofonte de la figura de Sócrates, pues en los momentos en que se acude a su testimonio es para

fortalecer la tesis propuesta, ya sea mostrando ejemplos provenientes de su obra o incluso

desacreditándolo como fuente. De este modo se ha incubado una opinión ya bastante generalizada de

que Jenofonte es un mero historiador, que no poseyó la comprensión filosófica necesaria ante las

enseñanzas del maestro, y que su literatura corresponde más bien a meras anécdotas con escaso aporte

teórico, donde la pretendida filosofía práctica de Sócrates es expuesta tan solo como una suerte de ética

aplicada o como el análisis de casos particulares. Con esto se repite la perogrullada de decir que en su

obra se muestra a un Sócrates más vivo, menos lejano, como ciudadano común en sus actividades

diarias, queriendo decir con ello que se muestra a un Sócrates menos filósofo, y por tanto a lo sumo se

le reconoce importancia a la obra como fuente para caracterizar la personalidad o el método

pedagógico de éste. Sin embargo, la mayoría de estas opiniones, aunque vengan de connotados

estudiosos, no se condicen con una lectura al menos sistemática de la obra de Jenofonte, por el

contrario normalmente el estudio riguroso se realiza sobre las obras de otros autores, particularmente la

platónica, y las opiniones vagamente emitidas se reservan tan solo para el historiador griego. Ahora

bien, creo que dada algunas instancias dentro del desarrollo actual de los estudios griegos en Chile,

como la traducción de Las Nubes de Aristófanes realizada por el profesor Óscar Velásquez publicada en

2005, así como un reciente montaje de ésta comedia griega dirigido por el profesor Héctor García

Cataldo, y la no tan lejana publicación en 1998 de una nueva edición de La ética de Sócrates de

Alfonso Gomez-Lobo, contribuyen dentro del país en alguna medida a fomentar la investigación y el

desarrollo de la cuestión socrática. En este contexto, intenta introducirse este trabajo, intentando

abordar el problema desde una arista poco estudiada, pero que creo, puede resultar fructífera, al menos

como invitación a abordar el problema desde otras perspectivas. Para esta labor hemos querido tomar

de manera especial mas no excluyente, la obra Apomneumata más conocida como Memorabilia o

Recuerdos de Sócrates, por ser probablemente la más extensa dentro de los escritos socráticos de

Jenofonte, tratando variados temas de forma condensada. Por lo demás, lo que se intentará es exponer,

cuales son los lineamientos filosóficos que se expresan sobre Sócrates en la obra, y de ser posible

extraer proposiciones teóricas y generales desde el “anecdotario” jenofonteo. De llegar a buen término,

quedará por lo demás afirmada la importancia y necesidad de considerar a éste autor para el tratamiento

de la cuestión socrática.

I) Estructura formal, contenido y propuesta de lectura.

No se pretende realizar aquí un resumen de la obra, pues puede tomarse ya por axioma la

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premisa que establece que todo contacto con el texto original ha de ser sin duda mucho más

provechoso, sin embargo, un análisis de la estructura formal, como sus libros y capítulos, junto con el

contenido de éstos, han de permitirnos desarrollar una propuesta de lectura, que sea capaz de extraer la

caracterización que hace Jenofonte de la persona de Sócrates más allá de lo típicamente dicho. Si bien

resultaría difícil aseverar una estructura claramente definida respecto a su contenido, o algo así como

una estrategia por parte del autor, por lo ecléctico que resulta la obra, es posible establecer una división

a partir de ciertos contenidos centrales, dicha división requeriría una justificación extensa, la cual no se

entrega en vistas de la brevedad, tómese por tanto no como presuposición filológicamente sustantiva

sino más bien como recurso metodológico, que tienda a guiar la búsqueda de un perfil de Sócrates más

útil y con mayor profundidad filosófica que aquél que se suele ver en la obra jenofontea. Así la división

propuesta es la siguiente:

1.- Libro I, Capítulo I – Fundamento teórico-epistémico de la filosofía socrática.

2.- Libro I, Capítulo II – Elementos primarios de la filosofía práctica socrática.

3.- Libro I, Capítulo III-X – Continencia socrática como principio de libertad.

4.- Libro II – La amistad dentro de una visión utilitaria de los bienes.4

5.- Libro III – Consideraciones práctico-políticas.

6.- Libro IV – Consideraciones finales sobre la filosofía práctica.

Cabe señalar que si bien en toda la obra se da paso al tratamiento de casos particulares, con

reflexiones que tienden a entrecruzarse, mostrándose como una suerte de ética aplicada, o como se ha

dicho de forma peyorativa, se exhibe a un Sócrates que da sermones morales a sus discípulos. Y que

por lo demás la lectura de los distintos capítulos puede resultar tediosa, en vistas a lo poco especulativa

que resulta – considerando que hablamos de filosofía – al modo de algunos escritos morales romanos

(como las Epístolas de Séneca), y en mayor medida si se considera la variedad de los temas tratados,

creo sin embargo que el criterio con que han de estudiarse ha de ser precisamente el mismo que se ha

tenido en vistas de la filosofía helenística, e intentar extraer en la medida de lo posible, las

proposiciones que posean un carácter más teórico y general dentro de la obra, para aspirar dentro de los

límites que éste método impone una reconstrucción de la filosofía de Sócrates, al menos de acuerdo

como es expuesta en la obra jenofontea.

II) Fundamentos teórico-epistémicos de la filosofía socráticas.

Los dos primeros capítulos del Libro I, se han considerado comúnmente como una unidad5, que

4 Se ha preferido el adjetivo utilitario antes que utilitarismo, por ser éste último demasiado extemporáneo a Sócrates, para si quiera pensar que su ética es utilitarista.

5 Cfr. Jenofonte, Socráticas/Economía/Ciropedia, Editorial Océano, Barcelona, 1999. pág. XIV.

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habría sido escrita con anterioridad que el resto de la obra, pues tratan de la acusación que fue víctima

Sócrates, se menciona en esta Defensa – que no ha de ser confundida con la Apología que este mismo

autor escribe – la acusación con que Sócrates fue llevado a juicio, así como además se ha visto en estos

capítulos la respuesta a un posterior panfleto acusatorio de Polícrates, Si bien hay razones

suficientemente validas para creer que lo dicho es así, con ello no se hace referencia alguna a lo que

sobre Sócrates mismo se dice, y por consiguiente no nos informa de su figura. En este sentido,

apelando a lo que Sócrates expresa como creencia propia dentro de la obra, podemos decir que el

primer capítulo de éste libro resulta de suma importancia teórica, pues al dar respuesta a la acusación

de no respetar los dioses de la ciudad e introducir otros nuevos, se da a conocer la postura de Sócrates

frente a los posibilidades del conocimiento humano. Al afirmar Jenofonte que Sócrates si creía y

veneraba a los dioses, conjuntamente nos da cuenta de la consideración que hace éste sobre dos dos

esferas de conocimiento independientes, por un lado un conocimiento de tipo racional, inteligible y

comprensible por los hombres, y otro que lo sobrepasa, que esta fuera de su alcance, correspondiente al

de lo divino o demoniaco, cuya única vía de acceso es la adivinación. Así considerado como

fundamento teórico-epistémico se pueden establecer las proposiciones en que descansa el giro

antropocéntrico de la filosofía socrática y sus consiguientes consideraciones de carácter práctico,

particularmente éticas. Lo dicho se coloca de manifiesto en las breves lineas siguientes:

“Y decía que es menester aprender lo que los dioses nos han dado para aprender; mas que de las cosas ocultas a los hombres hay que intentar preguntar sobre ellas a los dioses mediante oráculos, que los dioses las indican a quienes son propicios.”6

Dicho conocimiento que pertenece a los hombres ha de ser el de ciertas ciencias como la arquitectura,

la agricultura, el cálculo, la economía y otras más, aunque sin embargo “lo máximo en ellas se lo han

reservado, decía, los dioses para sí”7. Estas dos esferas de conocimiento, como postulado epistémico

permiten entender el giro eminentemente práctico que toma la filosofía en Sócrates, como reflexión

sobre aquello que ha de afectar directamente la vida humana y que puede ser conocido; es decir tanto la

ética como política, que arrastra por lo demás la necesidad de su estudio. Se establecen además las

limitaciones que la el saber teórico pueden tener para el hombre, que son a su vez el punto de partida de

aquel conocimiento de tipo divino en el que queda excluido el hombre. Lo que explica ciertamente la

negativa posición de Sócrates frente a la filosofía natural y la sofística, que tiene para él por objeto lo

divino, argumentando que la sola contradicción de las distintas teorías demuestra la imposibilidad de su

cometido, así como si creyesen aquellos que la practican que una vez conocido el principio (arjé)

6 Jenofonte, op. cit. pág. 5. (Mem. I, I). Cito de acuerdo a la página de la traducción utilizada y entre paréntesis la ubicación en la obra Memorabilia.

7 Ibid.

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podrán producir lluvias y vientos. Por consiguiente Sócrates instigaba a consideración de asuntos

prácticos concernientes a la esfera humana.

III) Elementos primarios de la filosofía práctica socrática.

Ahora bien encontrándonos en posesión de una característica teórica del pensamiento socrático,

que justifica la negación de la filosofía natural, podemos abordar el resto de la obra en búsqueda de

aquellos elementos que permitan esclarecer por tanto su filosofía práctica. De este modo, en el capitulo

dos del mismo libro primero, si bien se sigue con el tema de la Defensa, esta vez respondiendo al cargo

de corromper jóvenes, podemos encontrar la caracterización de ciertos elementos metodológicos y

teórico-prácticos que se irán repitiendo a lo largo de la obra, que resumidos son los siguientes.

a) Sócrates era continente en placeres sexuales y de mesa.

b) Esperaba que sus habituales lo imitaran persuadido por sus ejemplos.

c) Exhortaba a tomar tanto trabajo como el alma soportase con placer.

d) Esperaba obtener amigos más que discípulos.

e) Creía que el desprendimiento era resguardo de su libertad, llamando esclavos a los sofistas y a

quienes se dejasen dominar por apetencias.

Estos elementos que parecen simples consideraciones sobre la personalidad o el actuar de Sócrates, y

que son expuestos en vistas del cargo de corrupción de jóvenes, irán encontrando un sustento teórico y

justificándose en el transcurso de la obra, por lo cual podemos establecer ahora que buscamos aquellos

elementos que respondan por la importancia de la mesura o continencia sobre los placeres sensibles,

representándose como principio de nuestra libertad y la intemperancia una forma de esclavitud – siendo

además respectivamente un bien y un mal –, así como también la influencia del buen obrar como

elemento de atracción de más bienes, la importancia de la libertad o voluntariedad de la acción, y la

concepción de la amistad enmarcado en una concepción utilitaria de los bienes.

IV) La continencia como principio de libertad.8

En los siguientes capítulos del libro primero, si bien se tratan diversos temas, se pone de

manifiesto la recurrencia con se considera el tema de la continencia, de la mesura frente a los placeres,

como principio de libertad humana, o al menos como que aquella acción que nos permite obrar en

libertad, que por lo demás ayuda a que podamos a actuar de buen modo. Al aceptarse tácitamente que la

libertad es un bien y muy importante, Sócrates recurre a demostrar en que medida los placeres sensibles

y las apetencias, pueden hacernos esclavos, entendida la esclavitud aquí como una actitud viciosa ante

los placeres del sexo, de mesa, la ociosidad, etc., del mismo modo como los sofistas son también

8 Debe incluirse además en estas consideraciones en primer capítulo del libro segundo.

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esclavos al estar obligados a dialogar sobre aquello que les otorga salario. No debe pensarse sin

embargo que esta esclavitud frente a los placeres sensibles resulta en una condenación del placer

(aunque haya pasajes en que así lo parezca) pues el mismo Sócrates dice:

“Y si no soy esclavo de mi vientre ni del sueño ni de la lujuria, ¿crees que no es por una causa muy más poderosa, a saber: otros placeres más deleitables que ésos y que lo son no tan solamente por un momento sino que consigo traen esperanzas de perdurables ventajas?”9

Precisamente lo que se pretende es evitar la subordinación de nuestra acción al mero placer y no negar

la posibilidad de obtener placer de ella, e incluso poder maximizarlo. La continencia por tanto lo que

nos permite es estar en pleno uso de nuestra libertad y poder realizar las acciones que tiendan al bien.

En éste sentido se caracteriza a la templanza, continencia o mesura, como un principio fundamental de

la sabiduría práctica, es ella precisamente la que nos permitirá obrar de buen modo, sin que sea vea

nuestro juicio afectado por aquello que aparece como apetecible, de éste modo el deleite que ésta nos

podrá hacer entrega será aún mayor.

Pero ¿crees que el deleite de todo esto es tal y tanto como el de convencerse de que uno va creciendo en perfección y teniendo amigos cada vez mejores? Pues tal es mi constante y firme opinión.10

Precisamente será la continencia la que nos permita ser útiles, buenos y bellos, para nuestros amigos y

la patria, será además la que nos permita estar más cerca de lo divino y lo perfecto, y para alcanzarla

debemos por tanto perseguir la sabiduría y esforzarnos por hacerse a uno mismo lo más bueno y sabio

posibles, y ello no significa otra cosa que ser capaz de gobernarse a un mismo. Con esto se establece

una identificación entre la libertad, continencia y sabiduría, siendo precisamente ésto lo que debemos

perseguir por constituir uno de los más preciados bienes. Ahora bien, ésta libertad que hemos de

alcanzar parece a su vez identificarse con una verdadera felicidad, es ella misma capaz de producirnos

el más grande placer, sin embargo se reconoce que el camino para adquirirla es arduo y difícil. Por

tanto hacia aquello que nos exhorta Sócrates es a hacernos capaces de sobreponernos a la esclavitud del

placer que se presenta como inmediato, mediante la continencia y así siendo libres, ser capaces de

reconocer aquellos bienes mayores y más placenteros.

V) La amistad dentro de una visión utilitaria de los bienes.

Cuando se narra sobre la amistad y se dice que la adquisición de amigos buenos se admite

generalmente como uno de los máximos tesoros para el hombre, interesante debiese resultar a lo menos

las consideraciones que hace Sócrates, subsumiendo la amistad dentro de una visión utilitaria de los

bienes. En la mayoría de los pasajes del Libro II se suele reconocer que los amigos son útiles para uno,

9 Jenofonte, op. cit. pág. 28 (Mem. I, VI)10 Ibid.

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porque nos procuran bienes y cuidados, que la gratitud hacia los amigos es precisamente una

consecuencia de la utilidad que ellos representan, y que para conservar la amistad debemos procurar ser

útiles al resto. Incluso se llega a afirmar que la podemos adquirir amigos a bajo precio si realizamos

buenas acciones hacia aquel que se encuentra en situación de necesidad. Sin embargo como se dirá más

tarde en la obra dichas consideraciones descansan en la identificación que se establece entre bien y útil,

pues lo bueno y lo bello se caracteriza como aquello que es precisamente bueno o bello para alguien11.

Ahora bien, estas reflexiones sin embargo tienen en su base un profundo pensamiento sobre la

condición natural del hombre y la vida de éste en sociedad.

De natural les viene a los hombres ser amigos: que tienen necesidad unos de otros, natural es también la compasión mutua y el recíproco ayudarse, y al hacerlo, natural también resulta la gratitud.12

De este modo, para procurarnos buenos amigos, debemos nosotros mismo realizar acciones que tiendan

a ganarnos la amistad de aquellos, en este sentido Sócrates habla inclusive de un método para obtener

amigos, que en resumidas cuentas no es más que otra cosa que ser útiles, y por tanto buenos, para el

resto, tratándolos con amabilidad, soportando incluso sus reprimendas – mientras éstas tiendan a

hacernos buenos y procurar nuestra felicidad – como en el caso de los padres, elogiando e invitando a

nuestra mesa a aquellos que queremos que sean nuestros amigos. Junto con ésto se establece la

necesidad de ser bellos y buenos, y no falsear nuestra condición, pues los hombres se fijan en las

personas virtuosas, mas si esto es solo apariencia, los resultados pueden ser catastróficos.

Si bien la ingratitud, la enemistad y la envidia también es una condición natural del hombre, la

vida en sociedad juega aquí otro rol importante, pues actúa como regulador moral ante dichas

conductas, en este sentido Sócrates acepta la mayoría de las consideraciones de la moral popular, así,

pues peor resulta la fama para aquél que es ingrato con quien le ha procurado bienes, y precisamente

por dicha fama, no podrá hacerse de buenos amigos, mientras que el benefactor recibirá elogios por su

filantropía.

VI) Consideraciones práctico-políticas.

En transcurso de tercer Libro de las Memorabilia, se trata en mayor medida el tema de los

deberes de un general, sin embargo dichas reflexiones poseen un carácter mucho más amplio,

entendiendo como general aquél que está en una posición jerárquicamente superior, como un

gobernante, un pastor, un general de ejercito o de caballería, incluso alguien que pretenda gobernar su

casa (oikonómos). Sócrates afirma que es necesario aprender las ciencias correspondientes a aquella

11 Jenofonte, op. cit. pág. 80 (Mem. III, VIII)12 Jenofonte, op. cit. pág. 50 (Mem. II, VII)

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labor que uno desee desempeñar, y ellas en general han de procurar siempre obrar de buen modo y de

la mejor manera, en este sentido es menester obrar en vistas al bienestar y felicidad de aquellos que se

encuentra en posición de encomendados o subordinados de uno, por tanto se define desde el sentido

común que el deber de todo buen gobernante, es procurarle bienes y la felicidad a los gobernados. Para

ello es necesario que sepa hacerse de los mejores medios para aquella labor, y que además ha de estar

en conocimiento de las obligaciones que la profesión impone, por lo que el mismo Sócrates aconseja

estudiar con quienes saben de estrategia en el caso de un general y tomar en cuenta los detalles de

aquello que se gobierna, como los caballos y jinetes si se es general de caballería. En este sentido un

gobernante ha de saber y saber enseñar aquellos hábitos que le resulten útiles y por medio de él a los

demás ciudadanos.13 Sin embargo, posteriormente Sócrates reduce esos conocimientos en uno sólo;

obrar procurando el bien y los mejores medios para su realización. Así quien sepa obrar bien, y

desconozca alguna materia específica, sabrá reconocer su ignorancia y habrá de saber rodearse de la

gente que tenga conocimiento sobre aquellas materias que el no domina.

Otras consideraciones que se realizan en Libro III si bien están relacionadas con las del

gobernante han de explicarse forma separada, para esclarecer su relación.

Se caracteriza además que lo bueno y lo bello (que siendo lo mismo, una sola unidad), son de

tal condición para alguien. En este sentido se reafirma la identificación entre bien y utilidad, pues

bueno es aquello en vistas a un fin; a su uso y su utilidad. En este sentido el obrar bien corresponde

precisamente en vistas a la máxima utilidad que la acción pueda realizar y la utilización de los medios

óptimos para dar cumplimiento al cometido.

Se añade además que si bien los hombres poseen cualidades naturales que los diferencias unos

de otros, la virtudes han de ser ejercitadas y que su ejercicio resulta fundamental para alcanzar su

máximo desarrollo, así de igual modo ha procurar un gobernante hacer virtuosa a la ciudad, mediante la

enseñanza y del ejemplo. Las virtudes por tanto han de ser capaces de imitarse, incluso en las artes

plásticas como la pintura y la escultura, y esta imitación produce no sólo efectos placenteros en el

espectador sino además posee un efecto educativo.

Ahora bien, llevado todo ésto a ámbito personal, todo hombre libre que sea capaz de gobernarse

a sí mismo, que posea por tanto la virtud de la continencia, es decir que no se esclavo de los placer, ha

de saber procurarse bienes y la felicidad, y de ser ignorante habrá de relacionarse con gente que sepa

procurarle dichos bienes. No separa por tanto Sócrates la sabiduría de la templanza, pues esta última ha

de guardarnos del mal y permitirnos poner en práctica lo bueno y lo bello, en este sentido la paradoja

socrática en que el sabio que conoce lo bueno ha de obrar de tal modo, se soluciona precisamente con

13 Jenofonte, op. cit. pág. 66 (Mem. III, III)

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la introducción de la templanza.14 Así la continencia es aquella virtud que permite el ejercicio real de

nuestra libertad, y en esto consiste el verdadero conocimiento práctico. Se da paso así hacia al final del

tercer libro a consideraciones que vuelven la vista al ámbito ético individual, pues es este el

fundamento de la misma política.

VII) Consideraciones finales sobre la filosofía práctica

En final de la obra, Jenofonte vuelve a repasar aquellos temas que ha tratado anteriormente,

utilizando especialmente para ello conversaciones que Sócrates tuvo con Eutidemo, en ellas se lleva a

cabo un resumen excepcional de las consideraciones antes expuestas. Se vuelve a insistir aquí en la

necesidad y la importancia de estudiar sobre aquello que procure la máxima felicidad, que ayude a ser

virtuosos, y que es menester además aprenderlo de alguien, precisamente puesto que las ciencias, como

la sabiduría práctica y la medicina, no son producto de generación espontánea en el hombre, sino que

requieren de ejercicio y razonamiento sobre la misma ciencia. Así para la adquisición de la sabiduría

práctica – entendida como la ciencia del gobierno sea de casa, de ciudad o de uno mismo – es necesario

ser justo, y que la justicia implica la voluntariedad de la acción15, dicha voluntariedad se sostiene sobre

la libertad, la templanza y el conocimiento de lo justo, del mismo modo como lo injusto es producto de

la esclavitud y la ignorancia de lo bello, lo bueno y lo justo. Sócrates realiza además una identificación

que es propia de su contexto histórico, entre lo justo y lo legal; justo es someterse a la leyes.16 Y además

reconoce leyes de carácter universal que son dictamen divino pero reconocidas por todos, dichas leyes

sin embargo por muy universales que sean, pueden al igual que las leyes humanas ser transgredidas, en

este sentido su trasgresión no implica su implausibilidad.

La templanza además como principio de libertad, resulta un bien necesario para quien desee

obrar bien y hacer algo bello, en este sentido la libertad es definida como la capacidad poder hacer el

bien y la intemperancia como la peor de las esclavitudes. Dice Sócrates:

¿No te parece que sea ella [la intemperancia] la que les impide aplicarse al estudio de los conocimientos útiles, arrastrándolos a los placeres, y que frecuentemente, aunque distingan entre el bien y el mal, se ella la que les haga elegir lo peor en vez de lo mejor?17

Éste giro antropocéntrico de la filosofía socrática lleva consigo una consideración sobre la

propio interioridad y las potencias, facultades o posibilidades que uno posee como ser humano; el

famoso Conócete a ti mismo délfico Sócrates lo hace propio como elemento de discernimiento.

14 Véase infra nota al pie 17.15 Este punto puede resultar algo oscuro, sobre todo usando el termino voluntad, que no es precisamente un término

contemporáneo a Sócrates, sino que es más bien acuñado en la modernidad. Para ésto véase el elenjós que que realiza Sócrates sobre la justicia en Jenofonte, op. cit. pág. 96 y ss. (Mem. IV, II)

16 Cfr. Jenofonte. op. cit. pág. 112, nota al pie 1. 17 Jenofonte, op. cit. pág. 116 (Mem. IV, V)

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Porque los que se conocen, saben lo que les es útil; disciernen qué es lo que pueden hacer y lo que no, y haciendo lo que son capaces de hacer, se procuran lo necesario y viven felices; y absteniéndose de lo que está por encima de sus fuerzas, no caen en faltas y evitan los fracasos; en fin, siendo como son capaces de juzgar a los demás hombres, pueden, gracias a tal conocimiento convenientemente empleado, procurarse grandes bienes y ahorrarse grandes males.18

De éste modo, dentro dentro de éste giro se justifica la necesidad de aprender aquellas ciencias que

resulten útiles al hombre, como la geometría, para ser capaces de bastarse a uno mismo con su

sabiduría.19 Sin embargo es precisamente en el conocimiento de dichas limitaciones en que ha de

reconocerse las limitaciones que el conocimiento humano impone, por lo que Sócrates recomienda

ignorar y no dedicarse aquellos problemas difíciles e inútiles que la misma geometría puede tener, del

mismo modo recomienda abstenerse de la astronomía y de las preocupaciones sobre cosas celestiales, y

recomienda para aquellos que deseen sobrepasar la esfera de conocimiento humano que se dediquen a

la adivinación.

Conclusiones.

Se ha intentado en este trabajo establecer de que forma se presenta la figura de Sócrates en las

Memorabilia de Jenofonte, mas no con una simple intención de caracterizar aquellos rasgos

anecdóticos de su persona, sino más bien intentar establecer los rasgos distintivos de su filosofía según

se presentan en la obra jenofontea, extrayendo en la medida de lo posible aquel contenido más

distintivamente teórico. Han de llamar la atención por lo tanto algunas profundas consideraciones que

se realizan sobre la filosofía práctica socrática tal como la presente Jenofonte que presentan por lo

demás similitudes en comparación con la ética aristotélica; consideraciones sobre el placer de la

acción, como el placer sensible que se presenta como inmediato pero puede ser postergado en vistas de

otro superior. Se rompe además en la obra la llamada paradoja socrática introduciendo precisamente

un elemento similar al de Aristóteles, como la templanza o continencia, siendo precisamente el

incontinente aquel que incluso distinguiendo lo bueno y lo malo se deja llevar por el impulso de

apetencias que se le hacen elegir lo peor en vez de lo mejor.20 Otras reflexiones, como la distinción

teórico-epistémica desde la que se justifica el giro antropocéntrico de su filosofía, recuedan incluso a

Kant y su giro copernicano, pues Sócrates en cierta medida establece límites para el conocimiento

teórico especulativo, en aquél ámbito divino al que el hombre no tiene acceso a no ser mediante por la

adivinación, junto con ésto la claridad filosófica que refleja realizar sus consideraciones éticas al tomar

18 Jenofonte, op. cit. pág. 102 y ss. (Mem. IV, II)19 Este bastarse a uno mismo respecto la sabiduría teórica no implicaría contradicción con la mencionada necesidad que

tenemos de otros en la esfera social, precisamente por ser esta una de asuntos concernientes a la praxis.20 Véase supra nota al pie 17.

Page 11: La Figura de Sócrates en La Memorabilia de Jenofonte - G. Aguilera Muñoz

como punto de inicio las opiniones sostenidas comúnmente21 no hace sino recordar el título de uno del

primer capítulo de la Fundamentación Metafísica de la Costumbres de Kant; Transito del conocimiento

moral vulgar de la razón a la metafísica de las costumbres. No es que con ésto se pretenda establecer

paralelismos ni influencias (que no se podrían argumentar) entres Sócrates, Aristóteles y Kant, sino más

bien señalar que la obra de Jenofonte resulta sumamente rica para caracterizar no solo a la persona de

Sócrates sino también a su filosofía. Por lo demás tampoco se intenta responder a la cuestión socrática

misma, ni tampoco se quiere establecer la prioridad de la obra de Jenofonte sobre la platónica, o

incluso otras fuentes, para una reconstrucción del pensamiento socrático. Se ha querido más bien

mostrar que la figura de Sócrates en la obra es filosóficamente sólida y sustentable, que presenta

postulados de tipo teórico ampliamente útiles y profundos, y que con ésto se afirma la importancia de

ésta obra y de éste autor a la hora de introducirse en el estudios del problema de Sócrates. Dicha

reconstrucción que se ha intentado hacer, ha de ser útil no sólo para responder a la exclusión que ha

sido víctima Jenofonte dentro de este problema, sino inclusive para someterla a contraste con la obra de

Platón, pues permite establecer un punto de contraste para determinar, junto con las consideraciones

que hace Aristóteles, aquellos elementos propiamente socráticos y aquellos platónicos dentro de su

obra. Un estudio más acabado de todas las relaciones entre las fuentes que nos informan de Sócrates y

su pensamiento se hace por tanto necesario, y esperamos contribuir con estas páginas, precisamente

ante aquella ausencia de la consideración de Jenofonte y su exposición de Sócrates en el asunto.

21 Cfr, Jenofonte, op. cit. pág 122 (Mem. IV, VI)