La fiesta de la dedicación del templo

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La fiesta de la Dedicación del Templo Controversia con los Fariseos 1ª parte: Juan 10, 22-30 Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón. Le rodearon los judíos, y le decían: “¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.”

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La fiesta de la Dedicación del TemploControversia con los Fariseos

1ª parte: Juan 10, 22-30

Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón. Le rodearon los judíos, y le decían: “¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.”

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Jesús les respondió: “Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano. El Padre me las ha dado, es más que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. El Padre y yo somos una sola cosa.”

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Reflexión:Probablemente a principios de diciembre del año 20, Jesús sale de Perea y se dirige a celebrar la fiesta de la Dedicación del Templo en Jerusalén, cuya historia es la siguiente: Cuando Alejandro Magno muere, su reino fue dividido. Uno de sus generales, Seleuco, quedó en posesión de Siria y fundo la dinastía seleúcida. Los reyes de esta dinastía muchas veces intentaron dominar Palestina. Antíoco IV Epifanes (175-164 a. C.), entró en Jerusalén, saqueó el templo de sus tesoros sagrados, destruyó libros santos, profanó el culto de Dios. Tres años más tarde, Judas Macabeo purificó el Templo, celebró su dedicación por ocho días y determinó que esa fiesta se siguiese celebrando todos los años.

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Jesús se encuentra participando de esta Fiesta y de acuerdo a su costumbre está predicando a la gente que venía a escuchar su Palabra. No paso mucho rato, cuando los judíos (fariseos y escribas) se dieron cuenta de su presencia y otra vez inician una discusión con él. Esto es lo que nos narra el Evangelio de Juan. A pesar de que Jesús se había autorrevelado como “Hijo del hombre”, que es un título mesiánico, también como “Hijo Dios”, enviado del Padre y haber confirmado el testimonio que da de sí mismo con los numerosos milagros que hacía, le hacen esa pregunta sin sentido de si es él el Cristo, el Mesías. En realidad, no les interesa a estos judíos conocer la verdad. Ellos ya tenían preconcebido rechazar a Jesús cualquiera que fuese la respuesta que diera. Lo que ellos deseaban era encontrar en sus Palabras un motivo para acusarle y prenderle, pues ya en otras oportunidades habían fracasado.

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Jesús les responde: “Ya os lo he dicho, pero no creéis.” Con esto les está dando a entender el sin sentido de su pregunta y que en verdad él conoce las intenciones que encierran en ella. La respuesta que siempre le dan al Señor es su falta de fe y la hostilidad hacia su persona.

Es muy importante destacar la respuesta que les da Jesús: no creen “porque no son de sus ovejas”. Jesús hace notar que para pertenecer a su rebaño hay que escuchar su voz. Jesús habla de la intimidad que existe entre él y sus ovejas, promete darles la vida eterna y la seguridad de que nadie puede arrebatarlas de su lado, pues son ovejas entregadas a él por su propio Padre, que es mayor que todos y nadie puede nada contra él. Esta situación es muy fuerte para los escribas y fariseos, pues ellos no estarían destinados a la salvación, pues no son de las ovejas que su Padre la ha entregado a Jesús. Esto no quiere decir que el Padre no quiera que todos se salven, él quiere la salvación del pueblo judío en su totalidad.

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El Señor dice que él conoce a sus ovejas y que ellas lo conocen. Jesús nos conoce por nuestro nombre, sabe cuáles son nuestras virtudes y defectos, conoce las enfermedades y heridas de nuestra alma y quiere curarlas.Jesús señala que sus ovejas le siguen. Es admirable el cariño y fidelidad conque las ovejas siguen a su pastor. A su lado estarán protegidas y podrán tener pastos verdes y fuentes cristalinas. Cada una de ellas le puede cantar a Jesús la Canción de la Oveja, que es el Salmo 22.Jesús seguirá diciendo: “Nadie viene a mí si mi Padre no lo atrae hacia mí” (Jn 6, 44). El Padre Dios atraía poderosamente al pueblo judío a través de toda la vida de Cristo, sus enseñanzas, sus milagros. Es necesario señalar que el Padre atrae pero no fuerza, no coacciona, no obliga contra la libertad del hombre. El hombre es libre y puede rechazar todo influjo de gracia de Dios y cerrarse al don de la fe.

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Los escribas y fariseos se obcecaron y no reconocieron a Cristo. Toda la culpa es de ellos y por ésta son responsables, es la razón por lo que no son ovejas de Cristo.El Señor continua diciendo: “Y yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano”. La vida que él regala es la vida eterna. Las palabras de Jesús resumen esperanza para los que lo siguen.Todos podemos tener el don de la fe. Todos podemos estar incluidos en el rebaño de Cristo. Ovejas entregadas a Jesús por el Padre. Nadie nos podrá arrebatar de las manos del Hijo de Dios si en nuestra vida practicamos la oración, la humildad, la vida moral recta, las obras de caridad. Si no lo hacemos ya es culpa y responsabilidad nuestra. La frase de Jesús “nadie las arrebatará” no significa que los que lo siguen se vean libres del dolor, del sufrimiento y la muerte.

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Esto quiere decir que aún en los momentos más amargos y obscuros pueden estar seguros que en ellos se cumple las palabras “BRAZOS ETERNOS NOS SOSTIENEN”. Conocerán la serenidad de Dios. Podremos perder la vida pero nunca se perderá nuestra almaJesús finalmente nos dice: “El Padre y yo somos una sola cosa”. La profundidad de esta afirmación es inmensa, porque nos revela el misterio de su persona y descorre el velo que cubría el misterio de la misma identidad de naturaleza en el Padre y el Hijo. Misterio de Dios en sí mismo. Por esta revelación sabemos que Dios no es un Dios solitario, sino que son tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo subsisten en la misma naturaleza divina. Son “una sola cosa” en cuanto a la divinidad, pero son tres personas distintas que subsisten en la misma y única esencia divina. Es decir: Tres personas distintas pero un solo Dios, que se caracterizan por su infinito y mutuo amor en una entrega total. Toda la historia de la creación y de la redención tiene su origen en este misterio de amor.

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El que ha visto a Jesús, el Hijo Eterno de Dios, ha visto al

Padre, porque el está en el Padre y el Padre está en él. Jesucristo es el Rey del Universo y Señor de Señores,

pero es al mismo tiempo nuestro

Salvador y nuestro más grande amigo,

que nos ama con amor infinito. ¡AMALO!

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La fiesta de la Dedicación del TemploControversia con los Fariseos

2ª parte: Juan 10, 31 -39Los judíos trajeron piedras para apedrearle. Jesús les dijo: “Muchas obras buenas que vienen del Padre os he mostrado. ¿Por cuál de ellas queréis apedrearme?” Le respondieron los judíos: “No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo hombre te haces a ti mismo Dios.”

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Jesús les respondió: “¿No está escrito en vuestra Ley: ´Yo he dicho: dioses sois´? Si llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la Palabra de Dios –y no puede fallar la Escritura-, ¿cómo decís que aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, blasfema por haber dicho: “Yo soy Hijo de Dios”? Si no hago las cosas de mi Padre, no me creáis, y así sabréis y conoceréis que el Padre esta en mí y yo en el Padre.”Querían prenderle, pero se les escapó de las manos.

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Reflexión: En verdad los fariseos y escribas ya han encontrado lo que estaban buscando. Está muy claro que los judíos habían entendido bastante bien el sentido de las palabras de Jesús al decir: “Yo y mi Padre somos una sola cosa”. Jesús se está proclamando igual al Padre, igual a Dios; y esto para ellos, que siempre rechazaban todo testimonio de Cristo era una verdadera blasfemia. Y el blasfemo estaba condenado a morir apedreado. Por eso cogen piedras para apedrearlo. Buscaban una razón para poder prender a Jesús y condenarle a muerte, y se sentirían felices de poder hacerlo por el pecado más grave que es el de la blasfemia.Jesús, con tristeza mezclada con ironía pregunta “¿Por cuál de las buenas obras queréis apedrearme?”: Jesús no se inmuta ante la actitud de los fariseos y escribas que cogen piedras para apedrearlo. El muestra superioridad y dominio de la situación. Sólo cuando le llegue la hora de morir en la cruz por los hombres, él mismo se entregará, pero este no es el momento.

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Es absurdo el proceder y la pregunta que le hacen los judíos, no llegan a comprender el valor de Jesús. Él había practicado la misericordia con los enfermos, con los desvalidos, los marginados, los pobres, realizando innumerables milagros en favor de ellos, demostrando un poder que sólo viene de Dios. Y como recompensa por todo esto quieren matarlo, apedreándolo.Jesús les hace ver con toda claridad que las obras buenas, los milagros que ha realizado, no son sino obras del Padre. Sólo Dios tiene poder para obrar tales prodigios, debido a ello les dice: “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago creed por las obras, aunque a mí no me creáis.” Jesús repite el argumento varias veces expuesto en sus controversias con los judíos.Su testimonio tiene fuerza por decir la verdad. El Padre confirma el testimonio de su Hijo con las obras milagrosas que éste realiza. Los escribas y fariseos no tendrán disculpa por su increencia y Jesús terminará, al final, siendo condenado a muerte de cruz por el Sanedrín por ser considerado blasfemo.

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Jesús añade otro argumento más contra los fariseos, basado en la Escritura, que llega a llamar “dioses” e “hijos del Altísimo” a los jueces de Israel, cuya función era solucionar los pleitos y en muchos casos cometían arbitrariedades e injusticias en el desempeño de sus funciones. Dios les señala su culpa al recordarles su

elevada dignidad. (Salmo 82,6). Jesús apoyándose en esta sentencia de la Escritura les arguye: “Si (la Escritura) llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la Palabra de Dios –y no puede fallar la Escritura-, ¿cómo decís que aquel a quién el Padre ha santificado y enviado al mundo, blasfema por haber dicho: ´Yo soy Hijo de Dios´?”. Apoyado en esto el Señor Jesús argumenta contra los fariseos. El ha sido santificado y enviado al mundo por el Padre y al decir que es Hijo de Dios no está blasfemando porque él ha probado varias veces que viene del Padre, que ha sido enviado por él, y que antes que Abraham existiese ya existía él junto a su Padre; por tanto, tiene derecho a llamarse “Hijo de Dios”.

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En otras oportunidades Jesús ha puesto como prueba de su testimonio que él no busca su gloria, como lo buscaban los judíos, sino solamente la gloria de su Padre y el hacer su voluntad. Cristo ha sido consagrado por el Padre desde el momento de la Encarnación para llevar a efecto la obra de mayor servicio y gloria de su Padre, la obra de la Redención.

Finalmente, Cristo finaliza la primera parte de esta controversia con los judíos diciendo: “Yo y mi Padre somos una sola cosa” y ahora termina toda la discusión con otra sentencia similar a la anterior: “El Padre está en mí y yo estoy en el Padre.”

HIJO DE DIOS

“Yo y mi Padre somos una sola cosa”

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Jesucristo es el Hijo de Dios en el sentido estricto de la palabra, el Hijo que comparte la misma naturaleza que el Padre, el Hijo que es “una sola cosa” con su Padre. Existe en él una identidad consustancial con su Padre, por eso Jesús les repetía que sus palabras y sus obras eran obras y palabras del Padre. Los fariseos nunca comprendieron ni aceptaron la divinidad de Cristo.Como consecuencia de estas palabras de Jesús los escribas y fariseos “querían prenderle, pero se les escapó de las manos” porque no había llegado la hora en que él mismo entregaría su vida, por la Redención de todos los hombres.

Fuente: Meditaciones de Fernando Basabe, S.J.