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LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA CONTEMPORÁNEA DE CANARIAS. LA APORTACIÓN DE LA DINÁMICA NATURAL (1800-1986) INTRODUCCIÓN Pretendo plantear en este artículo los rasgos esenciales de la evolución demográfica de Canarias en la etapa contemporánea, aunque desde una perspectiva espacial, por mi condición de geógrafo. Ello me lleva también a hacer especial hincapié en la fase más reciente de esta evolución, esto es, en el período 1940-1986, en que se inicia y se consolida el proceso de transición demográfica en el Archipiélago. Una transición muy tardía (a escala regional la más retrasada de toda España, y tal vez incluso de la Europa mediterránea) que se inicia hacia los años 30, con el advenimiento de la II República, con el control, escaso, al principio, de la mortalidad exógena, de carácter infeccioso, y ya hacia los años 70, se manifiesta en el descenso estructural, secular, de la natalidad y la fecundidad. La prevención de los nacimientos, malthusiana, es un fenómeno muy tardío en las islas, con unas cuantas décadas de retraso con respecto a la media española. De ahí que, a mi juicio, el inicio de transición demográfica sea en Canarias un proceso reciente, y que se halla aún sin finalizar pudiendo admitirse que es en nuestros días cuando comienza a consolidarse. De ahí que el modelo demográfico o geodemográfico canario tenga sus especificidades propias, en una formación social de características complejas. Un modelo que se caracteriza al mismo tiempo por un matrimonio temprano, esto es, por una muy pronta entrada en el matrimonio, lo que, evidentemente, tiene sus consecuencias ineluctables en la fecundidad. El tardío descenso de ésta se manifiesta al mismo tiempo, en, una gran juventud de los recursos humanos, que no por tópica resulta menos cierta. A ello hay que añadir un elevadísimo índice de analfabetismo hasta fechas muy recientes, el cual aún no se halla del todo erradicado, ni siquiera en las cohortes y generaciones más jóvenes. Y ello a pesar del triunfalismo oficialista imperante hoy aún, según el cual se ha producido una masificación de los estudios medios y superiores, lo que, a mi juicio, es, al menos, un tópico, esta vez, sí, erróneo e incierto. Este modelo corresponde a una formación social con fuertes ingredientes precapitalistas por lo menos hasta los años 60 (1). Cuando el desarrollo y la división social penetraron en el espacio canario, los cambios experimentados condujeron hacia un capitalismo subdesarrollado, con fuertes desigualdades y desequilibrios espaciales. Así, a la secular emigración a ultramar se añadió un fuerte trasvase de fuerza de trabajo, desde las áreas rurales hacia las zonas urbano-turísticas de las dos islas centrales, con un despoblamiento grave de las islas periféricas y de los espacios interiores de las mayores. Es un proceso desagrarizador-terciarizador que conduce a que una gran parte de la población activa se emplee en el sector de servicios y construcción, sin que se pase por industrialización previa alguna. De modo que se trata de un fenómeno propio de las estructuras espaciales del Tercer mundo. 1. El crecimiento poblacional del Archipiélago. Los desequilibrios territoriales. El rasgo definitorio del modelo demográfico canario es el intenso desarrollo de sus recursos humanos, esto es, la intensa expansión demográfica experimentada en los siglos XIX, y en particular en los casi 70 años que van desde 1920 hasta nuestros días.

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LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA CONTEMPORÁNEA DE CANARIAS. LA APORTACIÓN DE LA DINÁMICA NATURAL (1800-1986) INTRODUCCIÓN Pretendo plantear en este artículo los rasgos esenciales de la evolución demográfica de Canarias en la etapa contemporánea, aunque desde una perspectiva espacial, por mi condición de geógrafo. Ello me lleva también a hacer especial hincapié en la fase más reciente de esta evolución, esto es, en el período 1940-1986, en que se inicia y se consolida el proceso de transición demográfica en el Archipiélago. Una transición muy tardía (a escala regional la más retrasada de toda España, y tal vez incluso de la Europa mediterránea) que se inicia hacia los años 30, con el advenimiento de la II República, con el control, escaso, al principio, de la mortalidad exógena, de carácter infeccioso, y ya hacia los años 70, se manifiesta en el descenso estructural, secular, de la natalidad y la fecundidad. La prevención de los nacimientos, malthusiana, es un fenómeno muy tardío en las islas, con unas cuantas décadas de retraso con respecto a la media española. De ahí que, a mi juicio, el inicio de transición demográfica sea en Canarias un proceso reciente, y que se halla aún sin finalizar pudiendo admitirse que es en nuestros días cuando comienza a consolidarse. De ahí que el modelo demográfico o geodemográfico canario tenga sus especificidades propias, en una formación social de características complejas. Un modelo que se caracteriza al mismo tiempo por un matrimonio temprano, esto es, por una muy pronta entrada en el matrimonio, lo que, evidentemente, tiene sus consecuencias ineluctables en la fecundidad. El tardío descenso de ésta se manifiesta al mismo tiempo, en, una gran juventud de los recursos humanos, que no por tópica resulta menos cierta. A ello hay que añadir un elevadísimo índice de analfabetismo hasta fechas muy recientes, el cual aún no se halla del todo erradicado, ni siquiera en las cohortes y generaciones más jóvenes. Y ello a pesar del triunfalismo oficialista imperante hoy aún, según el cual se ha producido una masificación de los estudios medios y superiores, lo que, a mi juicio, es, al menos, un tópico, esta vez, sí, erróneo e incierto. Este modelo corresponde a una formación social con fuertes ingredientes precapitalistas por lo menos hasta los años 60 (1). Cuando el desarrollo y la división social penetraron en el espacio canario, los cambios experimentados condujeron hacia un capitalismo subdesarrollado, con fuertes desigualdades y desequilibrios espaciales. Así, a la secular emigración a ultramar se añadió un fuerte trasvase de fuerza de trabajo, desde las áreas rurales hacia las zonas urbano-turísticas de las dos islas centrales, con un despoblamiento grave de las islas periféricas y de los espacios interiores de las mayores. Es un proceso desagrarizador-terciarizador que conduce a que una gran parte de la población activa se emplee en el sector de servicios y construcción, sin que se pase por industrialización previa alguna. De modo que se trata de un fenómeno propio de las estructuras espaciales del Tercer mundo. 1. El crecimiento poblacional del Archipiélago. Los desequilibrios territoriales. El rasgo definitorio del modelo demográfico canario es el intenso desarrollo de sus recursos humanos, esto es, la intensa expansión demográfica experimentada en los siglos XIX, y en particular en los casi 70 años que van desde 1920 hasta nuestros días.

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Desde 1802, en que los habitantes de las islas alcanzaban los 194.516, hasta 1986, fecha de realización del último Padrón Municipal de habitantes, que arroja una población de derecho de 1.456.895, la tasa de crecimiento sobrepasa en poco el valor de 1’10% anual acumulado. Qué duda cabe que se trata de un ritmo de expansión notable, debido al saldo vegetativo, y que pudo haber sido mayor si no hubiera actuado de un modo secular la emigración a América. Ahora bien, hay que diferenciar dos fases claras, de signo distinto al menos en lo que respecta al ritmo de intensidad del desarrollo demográfico. La primera fase llega hasta 1940, abarcando así las postrimetrías del modelo o régimen demográfico antiguo, caracterizado por la alta natalidad y una elevada mortalidad (aunque menor) de carácter infeccioso, con frecuentes crisis de mortalidad y de subsistencias. La segunda fase arranca hacia 1940, y constituye, hasta nuestros días, un período de fortísima expansión poblacional, que raya en la explosión demográfica. Ello es resultado del mantenimiento de la natalidad en sus valores seculares y del descenso rápido de la mortalidad, que produce saldos vegetativos muy altos. Y es en esta etapa cuando se producen los intentos trasvases de población, en un proceso de gran concentración de los recursos humanos. Así hay una evidente concentración y urbanización del espacio y de la población del Archipiélago. A. El desarrollo demográfico hasta 1940. Un crecimiento importante pero ralentizado y moderado Desde 1802 hasta 1940, la expansión demográfica es relativamente moderada, si consideramos que la población evoluciona de 194.516 a 680.094 habitantes, lo que supone un ritmo de incremento de 0’91% anual de media. Este incremento es importante, si tenernos en cuenta que la población de Europa occidental aumentó durante la Revolución industrial del XIX a razón de 0’8% aproximadamente. La mortalidad no experimentó en Canarias un proceso de fuerte transformación y control, pero el saldo vegetativo fue siempre durante el siglo XIX muy alto, probablemente porque la natalidad era algo más elevada que la media europea antes del proceso industrializador y la mortalidad catastrófica presentaba una incidencia menor. De ahí el mayor crecimiento del Archipiélago. Evidentemente, este desarrollo demográfico no fue uniforme en el tiempo, porque hubo al menos dos períodos de crisis poblacional, sobre las que ya se ha escrito bastante (2). Me refiero a la crisis de la cochinilla, de 1883 a 1900, por un lado, y a la primera contienda mundial, desde 1914 a 1920 aproximadamente. A estas crisis mayores habría que añadir otras menores, como la de 1811-12, por la epidemia de fiebre amarilla, la de 1847-51 por hambre y cólera y, por último, la que supone la guerra civil española de 1936-39. Si no es uniforme en el tiempo, tampoco lo es en el espacio, porque no todas las islas experimentan el mismo aumento de sus recursos humanos. Como se observa en el cuadro precedente, son las dos islas centrales, Gran Canarias y Tenerife, donde se desarrollan los cultivos de exportación (cochinilla, tomate y plátanos), las que más crecen, al igual que ocurre en la actualidad. Es especialmente Gran Canaria la que experimenta una mayor expansión poblacional, que se incrementó no sólo a partir de su dinámica interna sino también a costa de la inmigración procedente de sus islas periféricas, Lanzarote y sobre todo Fuerteventura, que atravesaron secularmente por frecuentes períodos de crisis de subsistencia y de

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hambre, derivados de su pobre sector agrario. Por el contrario, las islas periféricas occidentales, con una agricultura de subsistencia relativamente desarrollada, experimentan un incremento demográfico moderado, aunque inferior al de su isla central. Es un comportamiento radicalmente opuesto al de la etapa

CUADRO 1

Índices de variación de la población de las islas desde 1802 hasta 1940 (1802= 100)

Gran Canaria

Tenerife

Lanzarote

Fuertevent.

La Palma

La Gomera

El Hierro

Archipiélago

1837 129’2 120’1 107’0 111’5 113’7 147’3 110’4 121’1 1857 123’5 130’7 96’1 91’7 109’1 143’8 115’9 120’3 1900 231’4 197’0 108’6 94’0 145’7 194’0 162’5 184’3 1920 315’0 252’8 133’1 90’8 161’6 258’8 180’3 253’3 1940 508’0 373’7 170’0 105’8 210’1 361’0 220’9 349’7

Fuente: Censos de población. Elaboración propia

contemporánea, y sobre todo actual, en que las periféricas orientales se desarrollan en tanto que las occidentales atraviesan por una acusada crisis. En definitiva, una expansión moderada en el contexto canario contemporáneo pero notable si la comparamos con otros espacios de la Península o de Europa. Sin embargo, son las dos capitales, Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife, las que se desarrollan más aceleradamente, por la fuerte inmigración que reciben, sobre todo por el desarrollo portuario y porque se convierten en lugar de refugio de la población en los momentos de crisis y de hambre. Constituye ésta una primera fase del desarrollo urbano, que se acentuará muchísimo a partir de los años 60. B. La fuerte expansión del nuevo ciclo: 1940-1986. En este nuevo ciclo de la evolución demográfica canaria, el ritmo de crecimientos poblacional se incrementa notablemente, pues se sitúa en el valor de 1'7% anual acumulado (utilizando la población de derecho en 1986). Es, evidentemente una expansión demográfica que se halla próxima a la explosión propia de los países del Tercer Mundo. Este desarrollo demográfico es relativamente uniforme en el tiempo, aunque se incrementa de un modo notable en la década de los 60, manteniéndose en el nivel de 2% hasta 1981, para decaer algo en el quinquenio 1981-86. Obedece este intenso incremento al descenso secular de la mortalidad, por el control de las causas infecciosas y exógenas de defunción, que baja hasta valores inimaginables en la primera mitad de la centuria, exagerados además por la gran juventud demográfica del Archipiélago. Como la natalidad continuó sostenida en sus valores seculares altos hasta finales de los 60, el saldo natural se incrementó notabilísimamente, situándose bastante por encima de 1’8 anual, llegando a alcanzar el valor de 2% en los años 60. Ahora bien, este fortísimo ritmo de incremento demográfico se halla aparejado a unos intensos desequilibrios territoriales de la población canaria. En efecto, desde los años 60 se produce unos fuertes trasvases de fuerza de trabajo desde las áreas rurales e islas periféricas, de economía “tradicional”, basada en la agricultura de subsistencia y abastecimientos del mercado interior (modelo cerealista y ganadero, policultivo de

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autoconsumo, etc.), hacia las dos islas centrales y en particular hacia sus áreas metropolitanas y zonas urbano-turísticas. Este abandono del campo ha generado una gran desagrarización y un envejecimiento de la población activa agraria notable en algunas áreas más marginales. El éxodo, la riada migratoria, ha afectado a muchas comarcas y espacios interiores de las dos islas centrales, tales como la Isla Baja, la Vega de Icod, las medianías del Valle de la Orotava, en Tenerife, y las medianías del Norte, vertiente de barlovento e interior de Gran Canaria. Pero ha incidido también en las islas periféricas occidentales, sobre todo en la isla de La Gomera, que del índice 100 en 1940 pasa a sólo 58’3 en 1986, en El Hierro, que reduce sus recursos humanos durante este período en un 80’8%, y bastante menos en La Palma, porque sólo ha afectado a algunas comarcas, como el NW., cuyo ritmo de decrecimientos en la década de los 60 sobrepasa el índice –2’0%, y continúa perdiendo efectivos hasta la actualidad, y el NE., cuya crisis es menor pero también grave. Por el contrario, las islas periféricas orientales ofrecen un comportamiento diferente al del ciclo anterior y contrapuesto al de las occidentales, pues experimentan incrementos relativamente notables, reactivados económica y demográficamente por el desarrollo más o menos reciente del turismo y el aumento de funciones tras la instalación en Puerto del Rosario del Tercio D. Juan de Austria de la Legión en 1975, con la descolonización del Sáhara. De modo que hay un comportamiento contrapuesto en las islas periféricas de ambas provincias Canarias, pero inverso al del ciclo o modelo demográfico antiguo, esto es, a la fase 1802-1940. Estas transferencias de fuerza de trabajo benefician particularmente a las áreas metropolitanas y urbano-turísticas de las dos islas centrales, pues el área metropolitana de Las Palmas creció en el intercensal 1961-70 a razón de 3’8% anual de media, en tanto que la de Santa Cruz de Tenerife lo hizo a un ritmo de 2’2% de 1961 a 1981. Las zonas turísticas de la vertiente de sotavento han crecido también de un modo espectacular, en particular la comarca del S E. y SW. de Gran Canaria ( el complejo Maspalomas-San Agustín-Playa del Inglés, más Patalavaca, Tauro, Puerto Rico, etc.) y la comarca de Isora en Tenerife (Playa de las Américas, Acantilado de los Gigantes, etc.). El resultado de este proceso de éxodo rural y de transferencias de fuerza

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CUADRO 2

Tasas de crecimiento anual acumulado 1950-1960 1961-1970 1971-1981 1981-1986 Comarca NW. 1’0 -0’11 0’60 1’9 Comarca de Arucas -0’09 -0’47 0’49 0’94 Interior -0’20 -2’0 -0’21 0’21 SW. 4’2 -1’0 2’1 9’2 SE. 3’4 3’7 5’5 5’6 Las Palmas 2’4 4’0 2’5 0’08 Área Metropolitana 2’4 3’8 2’5 0’61 GRAN CANARIA

1’9

2’6

2’6

1’8

Arrecife 3’4 5’4 3’0 1’2 Tías 0’82 0’48 0’46 9’1 Resto Isla 0’48 -1’2 2’1 -0’93 LANZAROTE

1’5

1’9

2’5

1’0

Puerto del Rosario 3’7 0’9 7’6 1’6 Pájara 3’1 0’75 2’5 5’2 Resto 2’5 -0’76 3’8 -0’21 FUERTEVENTURA

3’0

0’03

5’2

0’76

CANARIAS ORIENTALES

1’9

2’5

2’7

1’7

S/C. De Tenerife 2’5 1’3 2’3 2’0 Área Metropolitana 2’7 2’2 2’2 1’2 Valle de Güímar 0’24 1’3 1’2 1’5 Comarca de Abona 1’3 0’6 1’0 1’0 Comarca de Isora 3’8 3’4 3’6 4’3 Comarca de Acentejo 0’5 1’9 2’0 1’3 Valle de La Orotava 1’5 5’5 0’2 1’1 Comarca de Icod 1’0 2’0 0’02 0’99 Isla Baja 0’9 0’06 0’12 2’5 TENERIFE

2’0

2’6

1’7

2’0

San Sebastián 1’2 -3’5 0’75 -0’02 Resto -0’71 -3’6 -1’1 -2’6 LA GOMERA

-0’21

-3’6

-0’58

-1’8

Frontera 0’18 -3’6 2’4 4’0 Valverde -0’60 -3’6 0’85 0’6 EL HIERRO

-0’28

-3’6

1’5

2’2

NW. -0’82 -2’1 -1’8 -0’55 La Banda 1’2 0’90 1’60 1’2 NE. -0’45 1’0 -0’06 0’57 Comarca Oriental (S/C La Palma) 0’8 -0’45 1’7 0’92 LA PALMA

0’51

-0’28

1’1

0’7

CANARIAS OCCIDENTALES

1’6

1’9

1’5

1’8

ARCHIPÉLAGO

1’8

2’2

2’1

1’8

Fuente: Censos de población y Padrón municipal de habitantes de 1986. Elaboración propia.

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CUADRO 3

Índices de variación de la población en la fase 1940-1986

Gran Canaria

Tenerife

Lanzarote

Fuertevent.

La Palma

La Gomera

El Hierro

Archipiélago

1940 100’0 100’0 100’0 100’0 100’0 100’0 100’0 100’0 1950 118’5 121’3 109’1 102’6 105’4 99’3 92’5 116’6 1960 143’2 148’1 126’7 137’7 110’9 97’3 89’9 138’8 1970 185’7 191’1 152’5 138’1 107’9 67’7 62’2 172’0 1981 240’4 225’7 194’5 229’1 120’0 63’8 72’4 212’3 1986 263’1 249’5 204’7 237’9 124’3 58’3 80’8 214’2*

* Cálculo sobre la población estrictamente de derecho. Fuente: Censos de población. Elaboración propia de trabajo, es una fortísima concentración de los recursos humanos. En 1900 el índice de Gini era de 0’31 para la futura provincia de Las Palmas y 0’24 en las Canarias occidentales. En 1950, la primera pasa a un índice de 0’37 y la segunda a 0’26. En la actualidad, en 1986, los índices son respectivamente de 0’52 y 0’43, más alto en las Canarias orientales por el mayor peso de la capital y de los municipios intermedios. Así, lo que se está produciendo es un proceso progresivo de urbanización de los espacios de las dos islas centrales, Gran Canaria y Tenerife, merced al proceso inmigratorio, interior y exterior, que se da en las dos áreas metropolitanas del Archipiélago, Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz -La Laguna en Tenerife. 2. La Dinámica Natural como principal factor de la fuerte expansión poblacional Ya hemos mencionado cómo es el descenso de la mortalidad hacia 1930-40 y el mantenimiento tardío de la elevada natalidad, hasta los años 70, lo que produce una aceleración muy notable de la fuerte expansión demográfica que caracterizaba al Archipiélago de modo casi secular. Hasta 1920-30, la mortalidad ordinaria alta, y las frecuentes crisis de subsistencia y hambre, traducidas en mortalidad catastrófica, compensaba algo la elevadísima natalidad de las islas, por lo que el saldo vegetativo no resultaba muy grande. Pese a todo, era lo suficientemente elevado como para que en períodos de crisis, la población se viera en la obligación de emigrar al Nuevo continente. Con todo, el crecimiento demográfico se sostenía en torno a tasas que podían oscilar en valores medios en torno a 0’7-0’9% anual. Pero con el control de la mortalidad ordinaria y la desaparición de la catastrófica a partir aproximadamente de 1920-30 el saldo natural se dispara, porque la natalidad se mantiene alta durante un período que oscila entre 30 y 40 años. De ahí que la transición demográfica se inicie hacia los años 30-40 de la presente centuria, pero sólo se consolide hacia la década de los 70, por lo que aún puede admitirse que no ha finalizado, porque la natalidad y la fecundidad no han tocado fondo todavía. 2.1. La natalidad y fecundidad. Su tardío control secular. A. Las pautas hasta los años 60 Tal vez el rasgo más sobresaliente en la evolución de la natalidad sea el sostenimiento de sus índices hasta principios de los años 70, esto es, el tardío control de los nacimientos, que determina un hecho básico: la transición demográfica es en el Archipiélago un proceso reciente en esta variable, que aún no ha finalizado porque hay

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aún un desnivel entre la natalidad canaria y la media del Estado. Y, sobre todo, este nivel se manifiesta en la fecundidad matrimonial, en el control de la descendencia en el interior de la pareja, lo que quiere decir que la planificación familiar es aún escasa y limitada a las clases sociales de mayor nivel de renta y de educación y a las áreas urbanas, porque en el campo apenas han penetrado las pautas malthusianas, a pesar del descenso de la natalidad debido a la fuerte emigración. Durante el siglo XIX la tasa bruta de natalidad alcanzaba valores bastante altos, por encima del 40 por mil. Así, por ejemplo, en las Canarias orientales, los índices de natalidad se acercan en algunos períodos de las segunda mitad de la centuria decimonónica al valor 45 por mil en valores medios quinquenales (3), lo que da un saldo vegetativo muy importante si consideramos que la mortalidad podía hallarse en torno a 30 por mil. A ello es preciso añadir que el subregistro, como se ha apuntado ya en otros trabajos (4), fue grande, lo que evidentemente hacía que los índices bajaran al menos en un par de puntos. Esta alta natalidad se corresponde con una elevada fecundidad genésica, con valores medios que se pueden situar entre 120-140 por mil, que responde asimismo a una gran fecundidad matrimonial, aproximadamente de 300 por mil (5). El control de la descendencia en esta época es nulo en la pareja. En algunos períodos de crisis se podía retrasarla edad de entrada en el matrimonio como medida indirecta de limitar el número de hijos, aunque el modelo de nupcialidad canario era el de un matrimonio precoz o temprano. A esta alta fecundidad genésica contribuía de un modo notable la alta natalidad ilegítima, o lo que es lo mismo, los hijos habidos fuera de la pareja, de mujeres solteras, lo que en gran medida se debía a los efectos y repercusiones de la emigración a América, por un lado, y a la imposición y dominio de la burguesía rural, de medianos y grandes propietarios sobre las clases sociales más populares. Así, el porcentaje de nacimientos fuera del matrimonio podía llegar a alcanzar en esta centuria el valor de 20, siendo incluso superior en algunas parroquias (6). Durante la primera mitad de la presente centuria se produce una primera inflexión del índice bruto de natalidad, situándose éste por vez primera, en sus valores medios de media duración, entre 40 y 30 por mil, de modo que hacia 1950 casi todas las islas registran tasas que se hallan ligeramente por debajo del umbral 30 por mil, a excepción de las dos islas periféricas más orientales, Lanzarote y Fuerteventura. Esta leve inflexión o fase B de la natalidad del Archipiélago puede indicar ya un cierto esbozo de inicios de la transición de ésta. Pero cuando se manifiesta con toda claridad en este parámetro es a partir de fines de la década de los 60, como hemos puesto de manifiesto. Ya en estos años comienza a plantearse un comportamiento diferencial entre las islas occidentales, menos natalistas, y las orientales, con mayores índices. Así, la tasa bruta de natalidad del Archipiélago es en el quinquenio 1941- 45 de 30’6 por mil, pero la de la provincia de Las Palmas asciende a 33’5 por mil en tanto que la de Canarias occidentales es de sólo 28’9 por mil. Esta pauta diferencial obedece, sin lugar a dudas, a la mayor emigración de la provincia de Santa Cruz de Tenerife a América en la etapa más reciente de la historia contemporánea del Archipiélago. Emigración duradera, definitiva en muchos casos, selectiva, pues emigraba más el hombre que la mujer, casi siempre soltero, pero también casado, con la consiguiente ruptura de la pareja, y que determinaba que la relación de sexos fuera muy desfavorable para el hombre, con lo que había un exceso de mujeres en edad de casarse que nunca llegaban al matrimonio. En cambio en las Canarias orientales, la emigración a ultra- mar fue, en esta fase, menor, siendo sustituida en parte por la del vecino continente africano, que al tener menor

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duración no significaba casi nunca ni el descenso de la nupcialidad ni la ruptura de la familia. Es un factor que explica este comportamiento diferencial entre la provincia oriental y la occidental. ¿Cabe plantearse un control malthusiano en las Canarias occidentales, anterior al de las Canarias orientales? A mi juicio no, porque en la isla de Tenerife, sede de la capital y de la principal zona urbana de su provincia, la tasa bruta de natalidad es más alta que en las islas de La Palma y de El Hierro, en las que la emigración fue siempre, en todas las épocas, muy elevada, tal como se demuestra, por ejemplo, en los perfiles de las pirámides de la primera (8). Y es por este hecho por el que estas dos islas experimentan una evolución de su natalidad totalmente anómala, influida por la constante riada emigratoria que las afectaba y que dislocaba toda la estructura por edad, sexo y estado civil (vid cuadro 4).

CUADRO 4

Evolución de las tasas brutas quinquenales de natalidad

Tenerife

Gran Canaria

Lanzarote

Fuerteventur

La Palma

La Gomera

El Hierro

Provincia Las Palmas

Provincia Tenerife

Canarias

España

1941-45 29’1 33’9 37’3 35’3 25’8 35’2 24’8 33’5 28’9 30’6 21’6 1946-50 25’5 31’8 34’6 32’6 23’6 33’8 23’9 31’3 25’7 28’0 21’4 1951-55 25’6 29’0 33’1 37’4 23’2 28’8 21’5 29’0 25’3 26’7 20’3 1956-60 25’0 28’3 30’3 32’7 23’5 27’0 19’9 27’6 24’8 25’8 21’4 1961-65 24’9 30’6 30’6 26’6 24’2 25’3 18’3 29’7 24’7 27’0 21’3 1966-70 23’5 29’3 31’3 24’7 21’6 24’4 16’6 28’3 23’3 22’7 20’0 1971-75 23’3 26’4 26’4 23’3 21’0 20’2 16’7 25’9 22’8 21’0 19’1 1976-80 18’4 20’8 21’4 20’8 16’2 14’2 11’6 21’0 18’0 18’8 17’0 1981-85 14’7 15’5 17’0 18’6 12’5 12’0 11’1 15’8 14’4 15’1 13’0

Fuente: Eugenio L. Burriel, José-Luis García y Juan-Francisco Martín Ruiz. Elaboración propia (7). Esta pauta se presenta también, aunque en menor medida, en las islas de La Gomera y de Tenerife, de modo que el gran descenso que experimenta la natalidad de las Canarias occidentales obedece a un sólo y único factor: la emigración. No hay, a mi juicio, comportamiento malthusiano alguno. Por su parte, los índices de las Canarias orientales, con menor emigración, se mantienen en torno al valor 30 por mil hasta los años 60-65, lo que en definitiva determina que todavía en este quinquenio la tasa bruta del Archipiélago sea de 27 por mil, casi 6 puntos por encima del promedio del Estado. En estos momentos es la región más natalista de España. Las diferencias espaciales entre las diferentes islas son palpables, pues El Hierro presenta un índice en 1961-65 de sólo 18’3 por mil, debido a la intensa emigración, en tanto que Gran Canaria y Lanzarote ofrecen el valor de 30’6 por mil. Hasta estos años la evolución de la natalidad del Archipiélago es siempre paralelo a la media nacional, pero siempre con una diferencia por encima de 6 ó 7 puntos. De modo que el retraso con que se inicia la centuria permanece hasta los años 60. Es a partir de mediados de esta década cuando comienza Canarias su gran inflexión de la natalidad y fecundidad, reduciendo distancia con respecto al promedio de España. Estos valores de natalidad, con sus diferencias espaciales, se corresponden con una elevada fecundidad genésica y matrimonial. La tasa global de fecundidad matrimonial experimenta un cierto descenso desde 1930 hasta 1960, que es mayor y más acentuado en las Canarias occidentales que en las orientales.

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Como se aprecia en el cuadro 5 ya en 1930 hay una diferencia sustancial entre las Canarias orientales y las occidentales, hecho que sólo se puede explicar por lo efectos de la emigración en la ruptura de los matrimonios, que

CUADRO 5

Evolución de las tasas de fecundidad matrimonial en %

Canarias

Orientales

Las Palmas de Gran Canaria

Resto Provincia de Las Palmas

Canarias

Occidentales

S/C de

Tenerife

Resto Proncia de

S/C Tenerife

Media

Nacional 1930 238 238 238 292 268 296 205 1940 256 239 268 239 239 240 183 1960 213 189 223 167 147 165 146 1970 206 185 216 152 155 142 128 1981 124 139 107 -- -- -- 95

Fuente: José-León García Rodríguez (9)

determina la interrupción de la descendencia en las parejas afectadas. Lo que sí parece claro es que la fecundidad ya comienza a reducirse a partir de los años 50-60, y que este proceso se inicia y se da en una primera fase sólo en las zonas urbanas, esto es, en las capitales cíe las dos provincias canarias. Por la menor tasa de la capital de la provincia occidental, inferior a la de Las Palmas, podría pensarse, en un análisis inicial y tal vez algo simple, que el control malthusiano es mayor en la primera que en la segunda, lo que, a mi juicio, es erróneo, porque la emigración a América en Santa Cruz de Tenerife fue también elevada, sobre todo en sus pagos rurales del Macizo de Anaga. Esta alta natalidad, y su tardío control, se debe a las propias estructuras económicas y sociales del Archipiélago, esto es, a los fuertes rasgos precapitalistas de su formación social hasta los años 60. Se trata del bajo nivel de vida y renta per cápita y bajísimo grado de instrucción y de cultura de la población. A ello hay que añadir el predominio de unas estructuras ideológicas tradicionales, poco progresivas, con un predominio claro de la burguesía rural, como clase dominante, en cuyas manos se hallaban todos los medios, desde los propiamente de producción hasta los de difusión, como prensa, radio. etc. B. El control reciente de la natalidad y fecundidad. Como hemos mencionado ya, éste puede datarse en torno a mediados de la década de los 60, cuando el índice bruto de natalidad del Archipiélago evoluciona de 27 por mil en 1961-65 a 22’7% en 1966-70. La diferencia con respecto al promedio estatal se reduce bastante, pasando a ser ahora de sólo 2’7 puntos. Las diferencias espaciales continúan siendo muy importantes, pues realmente este descenso del índice de natalidad se debe a las islas occidentales y en menor medida a Fuerteventura, muy afectada también por la emigración. Lanzarote presenta aún una tasa de nada menos que 31’3 por mil y Gran Canaria de 29’3 por mil, en tanto que El Hierro registra sólo 16’6 por mil, La Palma 21’6% y algo más Tenerife y La Gomera. De modo que la diferencia sustancial la marca la emigración, esto es, las secuelas de ésta sobre la estructura por edad, sexo y estado civil de la población puesto que es impensable que el control malthusiano se inicie en las zonas más rurales afectadas por una fortísima

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crisis agraria. Ahora bien, a mi juicio, puede que ya se esté dando un mayor comportamiento malthusiano en Tenerife, sobre todo en su capital, que en Gran Canaria, como indican las tasas globales de fecundidad matrimonial, lo cual, de ser cierto, es de muy difícil explicación, porque precisamente Las Palmas tuvo un mayor desarrollo urbano, basado, en parte, en la existencia de una burguesía comercial más potente, siempre más abierta, por su mayor nivel cultural, a las pautas más modernas. Y, además, el desarrollo turístico no se inició, como fenómeno de masas, antes en Tenerife que en Gran Canaria aunque el Puerto de la Cruz gozara de un cierto auge ya en los años 60, pero esto, por sí solo, no puede explicar el proceso en estudio. El quinquenio 1971-75 es clave y decisivo para la provincia de Las Palmas, pues la reducción del índice de natalidad se cifra en 2’5 en sólo 5 años, en tanto que las Canarias occidentales apenas sobrepasan el medio punto de descenso. En este sentido, merece destacarse los casos de Lanzarote, así como de La Gomera, en las periféricas occidentales. Con todo, la natalidad de estas islas continúa siendo elevada. De 1976 a 1985 los índices de natalidad caen de un modo muy relevante, pues el promedio del Archipiélago pasa de 25’9 por mil en 1971-75, a 21’0 por mil en 1976-80 y a 15’8 por mil en 1981-85. El proceso de descenso es aceleradísimo, de tal modo que lo hace a un ritmo muy superior al de la media del Estado, separándole ahora sólo 1’4 puntos. Aún no se ha nivelado, pero es bastante posible que en el curso de una década lo logre. Este control y caída de la natalidad es resultado dé dos factores que actúan combinadamente: de un lado, la emigración de los espacios interiores e islas periféricas occidentales, y de otro, la prevención de los nacimientos, esto es, el comportamiento malthusiano que ha incidido antes y más en las áreas urbanas pero que se ha superpuesto también a la emigración de las zonas agrarias. Así las diferencias españolas en la natalidad son muy importantes, lo que obedece al propio proceso de éxodo y despoblamiento y a la fecundidad diferencial ciudad-campo, como veremos más adelante. Las Canarias orientales continúan registrando en el quinquenio 1981-1985 una tasa ligeramente más elevada que la provincia occidental, de 15’8 y 14’4 por mil, pero resulta evidente, de todos modos, el descenso en ambas. Con todos, esta ligera diferencia no obedece, a mi entender, a un comportamiento malthusiano diferencial, mayor en las occidentales, sino a la fortísima emigración de las periféricas de su provincia, como se constata también en los índices brutos de mortalidad. En efecto, las tasas brutas de natalidad son muy bajas en el Hierro (sólo 11’1 por mil), La Gomera, y luego en alguna comarca de intenso despoblamiento, como la Isla Baja en Tenerife, el interior de Gran Canaria y muy particularmente el N.W de la isla de La Palma, que registra una tasa bruta de natalidad de únicamente 9’5 por mil, muy próxima a la de mortalidad, 8’6 por mil. En estos espacios a la caída por emigración se ha superpuesto de algún modo, aunque sea de una forma muy ligera, un cierto comportamiento malthusiano, de modo que la baja natalidad es resultado de ambos factores combinados y superpuestos. En el otro extremo, cabe destacar las islas periféricas orientales, sobre todo Fuerteventura, que arroja un índice de nada menos que 18’6 por mil, a lo que conlleva quizás de alguna manera la instalación del Tercio de la Legión,

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CUADRO 6

Índices de natalidad y mortalidad y saldo natural en 1981-85 en %o

TASA BRUTA DE NATALIDAD

TASA BRUTA DE MORTALIDAD

S.V.

Área Metropolitana 14’1 6’0 8’1 Valle de Güímar 13’9 7’7 6’2 Comarca de Abona 16’6 6’9 9’7 Comarca de Isora 16’9 6’5 10’4 Comarca de Acentejo 16’6 6’0 10’6 Valle de La Orotava 14’8 5’9 8’9 Vega de Icod 16’2 7’2 9’0 Isla Baja 11’9 7’7 4’2

TENERIFE 14’7 6’2 8’5

LA GOMERA 12’0 8’4 3’6

EL HIERRO 11’1 7’4 3’7

N.W. 9’5 8’9 0’9 La banda 12’9 6’5 6’4 N.E. 11’3 7’9 3’4 Comarca Oriental de S/C de La Palma 13’1 8’1 5’0

LA PALMA 12’5 7’5 5’0

N.W. 14’2 6’5 7’7 Comarca de Arucas 13’5 6’8 6’7 Interior 12’0 7’4 4’6 S.W. 14’6 6’4 8’2 S.E. 18’7 5’5 13’2 Área Metropolitana

15’4 5’9 9’5

GRAN CANARIA

15’5 6’0 9’5

LANZAROTE

17’0 5’6 11’4

FUERTEVENTURA

18’6 4’9 13’7

CANARIAS OCCIDENTALES

14’4 6’4 8’0

CANARIAS ORIENTALES

15’8 5’9 9’9

ARCHIPIÉLAGO

15’1 6’1 9’0

Fuente: Delegaciones provinciales del I.N.E. Elaboración propia.

Seguida de Lanzarote, con 17 por mil en el quinquenio 1981-85. De una manera algo anómala también el S.E. de Gran Canaria, por la importancia de la inmigración en los barrios-hongos de El Doctoral, Sardina del Sur, Vecindario, etc., y la gran juventud demográfica, presenta un alto índice bruto de natalidad.

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A pesar de estas disparidades espaciales en el parámetro natalidad no cabe duda que ha experimentado un descenso muy destacado, sobre todo porque éste se ha realizado en un corto período de tiempo, a un ritmo vertiginoso, de modo que se ha pasado de una gran diferencia en tiempos pretéritos con respecto a la media nacional, a una muy corta distancia pudiendo equiparse los índices dentro de una década. Y algo que conviene señalar es que la gran juventud demográfica no ha sido obstáculo alguno, sobre todo porque si ésta aún es relativamente importante a escala global del Archipiélago, el envejecimiento poblacional es la tónica dominante en muchas islas y espacios deprimidos (10). Pero es que la juventud demográfica no podía ser impedimento, porque este descenso de la natalidad es resultado, como hemos dicho, de la combinación de dos factores: malthusianismo y emigración, que han hecho descender vertiginosamente los índices brutos de natalidad. En esta etapa reciente, la fecundidad continúa prácticamente similares pautas evolutivas que la tasa de natalidad. De ahí que sea a partir de 1990 cuando se observe un control estructural, como se puede apreciar a través de la fecundidad matrimonial. Hasta 1970 la fecundidad genésica es elevada a todas las edades y el comportamiento reproductor tradicional. No se aprecian mutaciones funcionales a lo largo de este período en la distribución de la fecundidad según la edad811). Los cambios se produjeron en los años 70, porque en sólo 5 años (de 1970 a 1975), el descenso de la fecundidad matrimonial fue mayor que en los 40 años anteriores, lo que evidencia la intensidad del proceso de restricción y racionalidad de los nacimientos en el interior de la pareja. Esta fecundidad diferencial a escala provincial de zonas urbanas y rurales se manifiesta con claridad en un indicador muy útil, el índice de reproducción de Herbin.

CUADRO 7

Índices de reproducción 1970 1975 1981

Canarias orientales 1’9 1’8 1’4 Capital 1’7 1’6 1’3

Zona rural 2’1 -- 1’5 Canarias occidentales 1’6 1’5 1’3

Capital 1’5 1’4 -- Zona rural 1’7 -- -- La Gomera -- -- 1’3 El Hierro -- 1’4 1’3 Lanzarote -- -- 1’5

Fuerteventura -- -- 1’6 Gran Canaria -- -- 1’3

Fuente: Censos y padrones. Elaboración propia En el curso de una década se aprecia con nitidez la caída de la fecundidad a través de los índices de reproducción de Herbin. En 1970 era mayor ya en las Canarias orientales que en las occidentales, pero la diferencia se recorta en 1981, pues es de 1’4 y 1’3 respectivamente. En las Canarias orientales el índice continúa siendo más elevado en las zonas rurales que en las urbanas, así como en Lanzarote y Fuerteventura, pero en la provincia occidental no se aprecia ningún comportamiento diferencial porque la

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emigración compensa en las islas menores el malthusianismo de las áreas urbanas de Tenerife. 2.2. La mortalidad. La permanencia tardía de una relativa alta mortalidad. La existencia de subregistro en Canarias de la defunciones se halla ya perfectamente demostrada, hecho que se daba en particular en las defunciones infantiles (12). Por ello los índices brutos de mortalidad no alcanzaran los valores reales, aunque, a mi juicio, tampoco se hallan muy alejados. El control de la mortalidad de tipo exógeno e infeccioso no se logra en Canarias hasta bien avanzada la presente centuria; al menos hasta los años de la II República no se sientan las bases para una política sanitaria progresiva, tendente al descenso de la mortalidad de la infancia y al control de las morbilidades infecciosas. Con todo, abortada la República, la situación empeoró drásticamente en los duros años de la posguerra civil, por el hambre, la represión y la aplicación de una política sanitaria auténticamente clasista y equivocada, por lo que hasta la década de los 50 no comienza a descender la mortalidad ordinaria. A. La persistencia de la mortalidad infecciosa y de los altos índices hasta 1940. Como ya hemos señalado en otro lugar (13), la fecha es puramente convencional, pues la legislación sanitaria de la Dictadura nada hizo por mejorar la realidad higiénico sanitaria de la población, a pesar de la demagogia que se utilizó de una manera continuada. Puede admitirse que durante todo el siglo XIX, aún en pleno modelo demográfico antiguo, en valores medios, los índices brutos de mortalidad podían oscilar entre 25-30 por mil, tal como hemos demostrado (14). Durante la segunda mitad del siglo XIX, en que ya poseemos información más o menos fidedigna para todas las islas y comarcas del Archipiélago, las tasas de mortalidad se hallan por encima del valor 20 por mil. Esta alta mortalidad persistió hasta los años 30, debido no sólo a una elevada morbilidad infantil y ordinaria (de carácter infeccioso y exógeno), en torno a 250 por mil, sino también a la permanencia y repetición de frecuentes y periódicos brotes epidémicos (fiebre amarilla, cólera, viruela, enfermedades de la infancia, etc.). Puede considerarse que el último golpe epidémico vino dado por la gripe española, que afectó a Canarias sobre 1920, y que representa simbólicamente la finalización del modelo antiguo en la mortalidad aunque éste puede hacerse llegar hasta la década de los 30-40 de nuestra centuria. Los principales casos de defunción se hallaban en torno a la tuberculosis, las morbilidades infecciosas y parasitarias y las afecciones respiratorias, que causaban más de dos terceras partes del total de óbitos. En este modelo demográfico antiguo, la esperanza de vida al nacimiento era bastante baja, por la alta mortalidad de la infancia sobre todo, de modo que aquella se podía cifrar en torno a los 30 años para los varones y tal vez algo más para las mujeres. Todavía en 1930 la esperanza de vida al nacimiento se hallaba cerca sólo de los 40 años. B. El control reciente de la mortalidad. La definitiva erradicación de las crisis. La transformación del modelo de mortalidad. Poco a poco la sociedad canaria fue generando los mecanismos de defensa –higiénicos, médicos, sanitarios y económico-sociales- contra la mortalidad catastrófica y ordinaria,

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especialmente contra las causas de defunción exógenas e infecciosas. De manera que la aplicación masiva de la quimioterapia, antibióticos, el tratamiento de la tuberculosis mediante la estreptomicina, y el aumento del nivel de vida con la salida de la autarquía, determinaron el control de las principales causas y morbilidades infecciosas. Ahora bien, este proceso no fue rápido pues duró al menos dos o tres décadas, pudiéndose así determinar que hasta los años 50 hay una fase de transición hacia el radical control de la mortalidad exógena. En esta fase de transición, los índices se hallan aproximadamente entre 10 y 14 por mil. La tuberculosis continúa haciendo estragos en la población, aunque otras morbilidades infecciosas se van controlando lenta pero decididamente. Con todo, por el subregistro, poco importantes ya en estas fechas, y la gran juventud demográfica de la población canaria, los índices son ya algo inferiores al promedio nacional. La mortalidad infantil se reduce también, situándose en estas fechas en torno a 60 por mil, al mismo tiempo que la esperanza de vida se alarga asimismo hasta alcanzar los 50 años. Con el avance de la medicina y el desarrollo y aplicación de la profilaxis y de la higiene colectiva, la tasa de mortalidad no hace otra cosa que descender hasta situarse en los años 70 en valores que oscilan entre 6 y 7 por mil, muy bajos porque se hallan fuertevente exagerados por la gran juventud demográfica. En el período 1981-85, la tasa bruta de mortalidad del Archipiélago es

CUADRO 8

Evolución de los índices brutos quinquenales de mortalidad

Tenerife

Gran Canaria

Lanzarote

Fuerteventur

La Palma

La Gomera

El Hierro

Canarias Orientales

Canarias Occidentales

Canarias

España

1941-45 12’6 11’7 14’6 14’9 11’3 12’8 9’9 13’3 11’5 12’3 14’3 1946-50 9’7 9’7 11’6 10’4 9’5 8’6 9’3 10’5 9’6 10’0 11’6 1951-55 7’8 8’0 8’8 8’5 8’4 7’5 7’4 7’8 7’9 7’8 9’8 1956-60 7’0 7’1 7’2 7’2 8’3 6’0 7’5 7’2 7’2 7’2 9’1 1961-65 6’5 6’6 6’8 5’2 7’7 6’5 9’8 6’5 6’8 6’7 8’6 1966-70 6’0 6’4 6’4 5’2 7’9 7’5 8’5 6’4 6’5 6’4 8’5 1971-75 6’0 6’6 6’2 5’0 8’2 8’3 7’4 6’5 6’5 6’5 8’4 1976-80 6’1 6’1 6’3 5’1 8’0 7’1 8’8 6’1 6’4 6’3 8’0 1981-85 6’0 6’2 5’6 4’9 7’5 8’4 7’4 5’9 6’4 6’1 7’7

Fuente: Eugenio L. Burriel, José-Luis García y Juan-Francisco Martín Ruiz. Elaboración propia De sólo 6’1 por mil, inferior a la media del Estado, por la juventud de la población canaria. Este valor esconde unas deficiencias sanitarias y asistenciales todavía grandes, a pesar del triunfalismo oficial. La mortalidad infantil se ha reducido muchísimo, hallándose en torno a 14-15 por mil en nuestros días, y ala esperanza de vida se ha elevado bastante hasta situarse cerca del promedio del Estado, en torno a los 71 años para los varones y 74 años para las mujeres. El régimen de mortalidad ha cambiado también, pues ahora hay un predominio neto de las causas endógenas de defunción, habiéndose reducido casi al máximo las infecciosas: son claramente dominantes las morbilidades y causas cardiovasculares y los carcinomas.

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Ahora bien, este bajo índice bruto de mortalidad esconde ciertas disparidades espaciales, a escala insular e incluso de comarcas, que si no son muy importantes, sí merecen la pena destacarse, pues evidencian sobre todo el proceso de envejecimiento demográfico causado por los fuertes trasvases de fuerza de trabajo, por el éxodo rural. El despoblamiento, pues, ha hecho subir algunos puntos el índice bruto de mortalidad. Como se puede constatar en el cuadro 7, los índices brutos de mortalidad en el quinquenio 1981-85 se presentan de una forma anómala en las comarcas e islas envejecidas por la emigración. Así, La Gomera alcanza el valor 8’4 por mil, el NW de La Palma llega a 8’6 por mil, y con valores menores pero superiores al promedio canario se hallan el Valle de Güimar, la Vega de Icod, la Isla Baja en Tenerife, El Hierro (que registra una tasa de 7’4 por mil, a mi juicio algo baja para su envejecimiento, por cierta supravaloración de su población), el NE. de La Palma y el interior de Gran Canaria. El proceso de envejecimiento demográfico ha determinado que la tasa bruta de mortalidad suba algo por encima del promedio del Archipiélago, aunque no llega a alcanzar la importancia que este proceso tiene en otros espacios de la Península, incluso a escala provincial. 2.3-E1 fuerte saldo vegetativo y las diferencias espaciales. El saldo natural ha sido siempre importante en el Archipiélago, de tal modo que puede decirse que ha sido fundamental en su desarrollo demográfico. Hasta 1930-40, por la elevada tasa de mortalidad, éste, con ser relevante, se situaba en una tónica de cierta moderación. Así, podemos admitir que se situaba por encima ligeramente de 1’0% en valores medios. Pero conforme desciende el índice bruto de mortalidad, el balance natural se acelera de una manera importante. En la década de los 40 alcanzaba el valor de 1’8 siendo más elevado en las Canarias orientales, por su mayor natalidad, que en las

CUADRO 9

Evolución de los índices brutos quinquenales de mortalidad

Tenerife

Gran Canaria

Lanzarote

Fuerteventur

La Palma

La Gomera

El Hierro

Canarias Orientales

Canarias Occidentales

Canarias

España

1941-45 1’7 2’1 2’3 2’0 1’4 2’2 1’5 2’0 1’7 1’8 0’7 1946-50 1’6 2’2 2’3 2’2 1’4 2’5 1’5 2’1 1’5 1’8 1’0 1951-55 1’8 2’1 2’4 2’9 1’5 2’1 1’4 2’1 1’7 1’9 1’0 1956-60 1’8 2’1 2’3 2’5 1’5 2’1 1’2 2’0 1’7 1’9 1’2 1961-65 1’8 2’4 2’4 2’1 1’6 1’9 0’8 2’3 1’7 2’0 1’3 1966-70 1’7 2’3 2’5 1’9 1’4 1’7 0’8 2’2 1’6 1’6 1’1 1971-75 1’7 2’0 2’0 1’8 1’3 1’2 0’9 1’9 1’5 1’4 1’1 1976-80 1’2 1’4 1’5 1’6 0’8 0’7 0’3 1’3 1’2 1’3 0’9 1981-85 0’8 0’9 1’1 1’4 0’5 0’4 0’4 1’0 0’8 0’9 0’3

Fuente: Eugenio L. Burriel, José-Luis García y Juan-Francisco Martín Ruiz. Elaboración propia occidentales. La emigración hacía descender la tasa de natalidad en éstas, como hemos constatado, con lo cual se reducía el saldo vegetativo. En los años 50, el índice de crecimiento natural se incrementa algo, por el descenso de la natalidad. Continúa siendo muy alto en las Canarias orientales y en la isla de La

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Gomera; en el quinquenio 1961-65, debido al control de la mortalidad, el balance natural logra su valor máximo, pues alcanza el índice de 2’0%, esto es de 20 por mil de diferencia entre la natalidad y la mortalidad. En la provincia de Las Palmas alcanza el valor de 2’3%, y en las islas de Gran Canaria y Lanzarote llega hasta 2’4%. Sólo en las islas más occidentales, por emigración, particularmente en el Hierro, el balance es más bajo. Con todo, hay una gran diferencia del Archipiélago con respecto al promedio nacional, por encima siempre de 0’5%. El descenso secular y estructural de la tasa de natalidad que se produce en estos años, mediados los 60 determina una cierta caída del saldo vegetativo, situándose hasta 1980 en torno a 1’4%, siempre por encima de la media del Estado. Este descenso es mayor en las Canarias occidentales que en las orientales, en particular en las periféricas: El Hierro, La Palma y La Gomera. En el período 1981-85 ya cae por debajo del umbral 1’0%, pero continúa alto con respecto a la media española. Puede descender todavía algo en los próximos años, pero a un ritmo algo más lento, situándose siempre por encima de España y de los países de la C.E.E. Son muy bajos en algunos espacios en crisis, como en el N .W. de la isla de La Palma, donde sólo llega a 0’09, en el N.E. de la misma isla, en La Gomera y El Hierro, en la Isla Baja, en Tenerife, y también en el interior de la isla de Gran Canaria. Pero estas disparidades espaciales, con ser importantes, no ocultan aún la realidad de un crecimiento natural que continúa siendo relevante a escala del Archipiélago.

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NOTAS (1) Martín Ruiz, J.F.: Dinámica y estructura de la población de las Canarias orientales (siglos XIX y XX). Excmo Cabildo Insular de Gran Canaria, Madrid, 1985, dos tomos. (2) Burriel de Orueta, E.L.: “Evolución moderna de la población de Canarias”, Estudios geográficos, N. 138-139, 1975, págs.157-197, y Juan Francisco Martín Ruiz: “La evolución demográfica”, en Historia de Canarias, Tomo III, Cupsa Editorial, págs. 10-36. (3) Martín Ruiz,J.R: op. cit., pág.301. (4) Idem: op. cit., y Burriel de Orueta, E.L.: “La deficiencias de las fuentes demográficas: el problema de subregistro en Canarias”, en Estudios Geográficos, N.158,1980,págs.15-46. (5) Vid. Martín Ruiz,J.F.: La evolución demográfica:, art. cit., pág. 20. (6) Martín Ruiz, J.F. y Díaz Rodríguez, M.C.: “La natalidad ilegítima en la formación social canaria: las repercusiones de la emigración americana”, en V Coloquio de Historia Canarioamericano (1982), Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria, 1985, tomo I, págs.205-218. (7) Burriel de Orueta, E.L.: “La condición periférica de la economía de Canarias a la luz del análisis de su evolución demográfica”, en Canarias ante el cambio, Banco de Bilbao, 1981, págs.259-293; García Rodríguez,J.L.: “La dinámica reciente de la población (1940-1981)”, en Geografía de Canarias, tomo 11, 1985, págs.70-100, y Martín Ruiz,J.R: Dinámica y estructura de la población..., op. cit. (8) Pirámides de población elaboradas por García Rodríguez, J.L. para su tesis sobre La propiedad de la tierra, sociedad agraria y emigración en La Palma(siglo XX). (9). García Rodríguez,J.L.:”La dinámica reciente de la población”,art. cit.,pág.76. (10) Díaz Rodríguez, M.C., Martín Ruíz, J.F. y Pulido Mañes, T: “El Hierro: un ejemplo de espacio deprimido en el Archipiélago canario. Sus repercusiones sociodemográficas”. VIII Coloquio de Geógrafos españoles. Barcelona, págs.277-285. (11) Martín Ruiz, J.R:Dinámicayestructura ..., op. cit., pág.32. (12) Burriel de Orueta, E.: “Las deficiencias de las fuentes...:, art. cit., y Martín Ruiz, J.F.: Dinámica y estructura..., op. cit., pág. 115. (13) Martín Ruiz, J.E: “La evolución demográfica”.artcit.,pág. 18. 14. Idem: Dinámica y estructura..., op. cit., pág. 117.