LA EUCARISTÍA, ISTERIO DE COMUNIÓN

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M. GESTEIRA GARZA LA EUCARISTÍA, ISTERIO DE COMUNIÓN

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  • M. GESTEIRA GARZA

    LA EUCARISTA, ISTERIO DE COMUNIN

  • ACADEMIA CHRISTIANA

    1. E. O. James: Introduccin a la historia comparada de las eligiones. 353 pgs.

    2. L. Boff: Gracia y liberacin del hombre. Experiencia y doctrina de la gracia. 2.a ed. 340 pgs.

    3. E. Lohse: Teologa del Nuevo Testamento. 286 pgs. 4. J. Martn Velasco; Introduccin a la fenomenologa de la religin

    3.a ed. 340 pgs. 5. M. Meslin: Aproximacin a una ciencia de las religiones. 267 pgs. 6. F. Bockle: Moral fundamental. 324 pgs. 7. M. Benzo: Hombre profano-hombre sagrado. Tratado de Antropologa

    Teolgica. Til pgs. 8. G. Baum: Religin y alienacin. Lectura teolgica de la sociologa

    318 pgs. 9. R. H. Fuller: Fundamentos de la cristologa neotestamentaria. 286 pgs.

    10. J. B. Metz: ha fe, en la historia y la sociedad. Esbozo de una teologa poltica fundamental para nuestro tiempo 253 pgs.

    11. W. Zimmerli: Manual de teologa del Antiguo Testamento. 281 pgs. 12. X. Lon-Dufour: Los Evangelios y la historia de Jess 510 pgs. 13. M. Eliade: Tratado de Historia de las Religiones. Morfologa y dialc-

    tica de lo sagrado. 474 pgs. 14. X. Lon-Dufour: Estudios de Evangelio. Anlisis exegtico de relatos

    y parbolas. 366 pgs. 15. Ch. Perrot: Jess y la historia. 268 pgs. 16 X. Lon-Dufour: Jess y Pablo ante la muerte, 302 pgs. 17. X. Lon-Dufour: La fraccin del pan. Culto y existencia en el NT

    318 pgs. 18. M. Gesteira: La Eucarista, misterio de comunin. 19. J. Gmez Caffarena: Metafsica fundamental 2.a ed. 510 pgs. 20. M. Delcor/F. Garca: Introduccin a la literatura csenia de Qumrn. 21. E. Schillebeeckx: En lomo al problema de Jess. Claves de una cristolo-

    ga. 175 pgs.

    M. GESTEIRA GARZA

    LA EUCARISTA, MISTERIO DE COMUNIN

    EDICIONES CRISTIANDAD

    Huesca, 30-32

  • ' Copyright by EDICIONES CRISTIANDAD, S. L.

    Madrid 1983

    Depsito legal: M. 20.891.1983 ISBN: 84-7057-337-3

    Printed in Spain

    CONTENIDO

    Cap. I: LA EUCARISTA EN EL CONTEXTO DE LA VIDA Y LA MUERTE DE JESS

    1. La teologa eucarstica y el problema del Jess histri-co, 13.2. La vida de Jess como entrega y servicio al banquete del reino, 16.3. En la diacona o servicio de Jess al banquete del reino de Dios radica su sacrificio, 25. 4. La ltima cena de Jess en el contexto de su vida y de su destino, 41.

    Cap. II: LA EUCARISTA Y LA RESURRECCIN DE JESU-CRISTO

    1. Las comidas de los discpulos con el Resucitado, 65.- 2. La eucarista en la comunidad pospascual, 75.3. Los relatos de la cena en los sinpticos y en 1 Cor 11, 106. 4. La eucarista en el Evangelio de Juan, 122.

    Cap. III: LA EUCARISTA Y LA PRESENCIA DEL SEOR RE-SUCITADO

    1. La eucarista como descenso o como ascensin, 147. 2. Hacia un planteamiento ms idneo del binomio euca-rista-resurreccin, 167.3. La presencia del Resucitado como presencia por densidad y no por mera localizacin espacial, 176.4. La presencia del Resucitado como de-rramamiento y comunicacin de su propia vida y de su espritu, 189.

    Cap. IV: LA EUCARISTA Y LA IGLESIA

    1. La Iglesia como sacramento primordial, 195.2. Por-que el pan es uno, muchos somos un solo cuerpo (1 Cor 10,17), 202.3. Comunin eucarstica: comunin ecle-sial, 233.4. El banquete fraternal, sacramento de comu-nin, 241.5. La Iglesia mediadora de una presencia eucarstica que es presencia de comunin, 248.

  • 8 Contenido

    Cap. V: LA EUCARISTA Y EL SACRIFICIO DE JESS 267

    1. El planteamiento de la cuestin, 267.2. La ltima cena y su valor sacrificial en la intencin de Jess, 269. 3. La interpretacin sacrificial de la eucarista en la comu-nidad apostlica, 277.4. Eucarista y sacrifico en los Pa-dres de la Iglesia y en la teologa medieval, 297.5. La Reforma protestante y el Concilio de Trento, 332. 6. Hacia un replanteamiento actual del problema: la euca-rista como un sacrificio de comunin, 362.7. La eu-carista, sufragio por los vivos y los muertos?, 387. 8. La eucarista, memorial del sacrificio de Cristo, 393.

    Cap. VI: LA EUCARISTA Y LA TRANSFORMACIN DEL MUNDO 421 1. La presencia real de Cristo en los dones del pan y del vino, 421.-2. El porqu de la teora de la transustancia-cin, 441.3. La transustanciacin. Origen y vicisitudes de este concepto, 496.4. Otras formulaciones de la con-versin eucarstica: transfinalizacin y transignificacin, 524.5. Hacia una nueva comprensin del concepto de transustanciacin, 553.

    Cap. VII: LA EUCARISTA Y EL ESPRITU SANTO 577

    1. La obra del Espritu en la persona y en la vida de Je-ss, 577.2. Un espritu de comunin: eclesial y eucars-tica, 580.3. La intervencin del Espritu: la epiclesis eucarstica, 594.4. El Espritu Santo, unificador de todo el misterio eucarstico, 608.5. La eucarista y los dems sacramentos, 623.

    RESUMEN Y CONCLUSIN FINAL '. 635

    REVISTAS Y DICCIONARIOS 641

    BIBLIOGRAFA 643

    SIGLAS UTILIZADAS 653

    NDICE ONOMSTICO 657

    NDICE GENERAL 665

    PROLOGO

    La acelerada transformacin del mundo en las ltimas dcadas repercuti de forma inexorable en la Iglesia, estimulando nuevas articulaciones de su propia fe y de su praxis eclesial ms en conso-nancia con el momento histrico. En poco ms de veinticinco aos envejecieron rpidamente esquemas que haban perdurado casi in-alterables durante varios siglos, originando una rpida depreciacin de ciertas formulaciones teolgicas (as como de los manuales de teologa que les servan de cauce), sobre todo en los pases latinos, donde la transicin adquiri tonos de singular contraste. Poco a poco esta laguna va siendo superada en Espaa gracias a las apor-taciones de una teologa autctona que ha producido ya valiosos frutos en el campo de la cristologa, del misterio de Dios, de la escatologa, de la moral, as como en diversas parcelas de la teologa sacramental.

    Este libro pretende ser una contribucin ms a ese intento de reformulacin actualizada de la fe. Su objetivo es ofrecer una am-plia sntesis de los datos ms recientes sobre la eucarista que, di-seminados en publicaciones no accesibles en muchos casos al lector medio, han sido recopilados y luego reelaborados y sistematizados a travs del estudio y la reflexin personal. Es fruto de las clases impartidas y debe mucho al inters de los alumnos, as como a sus inquietudes. Nacido del mbito escolar que no por ello deja de ser el mbito de la vida misma, a l especialmente pretende diri-girse en actitud humilde de servicio.

    Son cuatro las vertientes que el autor ha querido cuidar singu-larmente. En primer trmino, hacerse eco de las recientes aporta-ciones de la exgesis bblica, y no por la incorporacin indiscrimi-nada de datos, sino por el discernimiento y la seleccin de los que parecen ms contrastados. En segundo lugar, servir de caja de re-sonancia a la tradicin genuina de la Iglesia que, no siendo reduc-tible a la teologa de los ltimos siglos, debe remontarse a sus pri-meras fuentes: el testimonio de los Padres, as como la teologa de los siglos vin al xi (a veces postergada), por ser el eslabn que une la tradicin patrstica con la posterior escolstica. Sin olvidar, en tercer trmino, la dimensin antropolgica, sobre todo en su ver-

  • 10 Prlogo

    tiente religiosa, y que, a partir de la configuracin misma de lo hu-mano, ofrezca el adecuado respaldo a una teologa de la eucarista. Por ltimo, y en cuarto lugar, este libro pretende servir a la causa ecumnica. Trata de reflejar con la mayor objetividad y esmero la teologa de las Iglesias tanto del Oriente como de la Reforma, y no slo en sus primitivas formulaciones, sino tambin en su proyec-cin actual explicitada por sus principales telogos. Una teologa ecumnica, capaz de discernimiento y de crtica, a la vez que abier-ta a otros valores que procedentes de la tradicin comn laten en la fe de esas Iglesias, es de por s enriquecedora y fecunda. A ella debe no poco este libro en lo que pueda contener de novedad o inters.

    El ttulo general alude al eje en torno al que se articula su con-tenido, que (sin repetir aqu la sntesis expuesta en las ltimas pgi-nas) resumiremos de forma muy breve. El punto de partida es el reino de Dios como banquete escatolgico que se anticipa en las comidas de Jess y en el convite eucarstico. Pero el reino es ya in-disociable de la persona del Resucitado y de su cuerpo: de su huma-nidad nueva que tiende a recapitular en s el universo. As la euca-rista no slo es la presencia de la carne y la sangre individual, te-rrena, de Jess, sino tambin la del cuerpo del Resucitado que in-cluye al Seor como cabeza y a su cuerpo eclesial. Por lo que la eucarista es sacramento de la comunin (o conjuncin en un nico cuerpo) entre Cristo y la Iglesia. Una comunin que es sacrificial: a travs de la entrega sacrificial de Jess perennizada ya por su resurreccin y que genera la entrega sacrificial de la Iglesia (a la vez que la asume como cabeza en su propio sacrificio, ofrecindola al Padre), es como acaece la transformacin de la Iglesia y de sus dones (pan y vino) en cuerpo de Cristo.

    A esta transformacin sacrificial llama la teologa transustan-ciacin: por ella se anticipa y realiza, en primicias, la recapitula-cin o transformacin escatolgica de la realidad en el cuerpo en plenitud de Cristo, en el reino de Dios. El sacrificio es, pues, tran-sustanciador y la transustanciacin es sacrificial: la presencia euca-rstica del sacrificio de Cristo es la que origina la transustanciacin y no viceversa. En suma: comunin, sacrificio, transustanciacin (y presencia) no son sino tres aspectos de un nico misterio de cuya plenitud escatolgica es signo sacramental en el tiempo el banquete eucarstico.

    No ambiciona este libro decir la ltima palabra sobre el tema. Es slo una modesta invitacin al dilogo tambin al interconfe-sional como cauce, el ms idneo, para enriquecer nuestra fe. Si

    Prlogo 11

    logra aportar luz en algn punto y suscitar nuevos interrogantes que impulsen a un estudio ulterior que complete y en caso nece-

    sario corrija lo que en l se afirma, habra cumplido su misin. Debo acabar expresando mi gratitud a las personas que han

    hecho posible su publicacin. En especial, a los profesores amigos del Estudio Teolgico del Seminario de Madrid, de la Universidad de Comillas y de algn otro centro. Sin omitir, por ltimo, una mencin de aquella fuente donde beb la fe inicial en el misterio

    . que profeso. In memoriam patris, hoc opus matri dicatum.

    Roma, Domingo de Resurreccin, 1983

  • CAPITULO PRIMERO

    LA EUCARISTA EN EL CONTEXTO DE LA VIDA Y LA MUERTE DE JESS

    I . LA TEOLOGA EUCARISTICA Y EL PROBLEMA DEL JESS HISTRICO

    El Concilio Vaticano II considera a la eucarista como fuente a la vez que culminacin de toda la vida cristiana \ Mediante ella vive, se edifica y crece sin cesar la Iglesia de Dios2. En estas afir-maciones se expresa con acierto el sentir generalizado de todo el pueblo de Dios.

    Tomando como norte la revelacin, tal como se plasma en la fe y en la praxis fundamental de la Iglesia, la reflexin teolgica deber esforzarse por encontrar hoy renovadas formas de expresin de la fe tradicional, adecuadas a la mentalidad propia de cada po-ca . Esta tarea tendr que realizarse en el marco de una doble fide-lidad: por una parte, la teologa no puede volver la espalda a la cultura y al pensamiento contemporneos, as como a las esperanzas e inquietudes, a los problemas y a los logros de nuestro tiempo4. Pero, por otra, la teologa deber mantenerse siempre fiel a la Escritura5 y permanecer atenta a ese rico venero que es la tradi-cin eclesial, donde se encierra un enorme caudal de sabidura, as como de pluriformes expresiones de la fe. Slo desde esta fidelidad radical a la palabra de Dios, vivida y transmitida por la Iglesia, la teologa podr reflejar hoy la revelacin, y slo as podr tambin, en determinados momentos, servir de instancia crtica frente a posi-bles deficiencias en la explicitacin concreta de la fe o frente a de-terminadas corruptelas en la praxis de la comunidad cristiana.

    ' Const. humen gentium, nm. 11. Ibd., nm. 26, y Decreto Unitatis reintegratio, nm. 15.

    3 Const. Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo, nm. 62. 4 Decreto Optatam totius, nm. 15. 5 Const. Dei Verbum sobre la revelacin, nm. 24, y Decreto Optatam

    totius, nm. 16.

  • 14 Eucarista y vida de Jess

    Desde estos presupuestos bsicos se nos plantea hoy una serie de interrogantes en torno al misterio eucarstico. Qu valor y qu sentido tiene para el hombre actual la celebracin eucarstica? Dnde estn los orgenes o las races ltimas, culturales o religio-sas, de la eucarista que celebramos hoy los cristianos? Porque slo teniendo en cuenta la insercin de los smbolos en el contexto ms amplio de un universo humano de comprensin ser posible des-cubrir su sentido original ms profundo e intentar una retraduccin en clave actual. Hasta qu punto habr conectado Jess con otros smbolos ancestrales de la religin y qu novedad habr aportado a ese universo simblico?

    Hoy da se acepta como un dato histricamente cierto que Jess celebr una cena ltima con sus discpulos antes de morir. No hay unanimidad, en cambio, ni en cuanto a la fecha exacta de la cele-bracin y su coincidencia con la fiesta misma de la pascua juda ni en cuanto a su sentido primigenio. Y, sin embargo, es importante poder llegar a conocer el significado y el contenido de dicha cele-bracin, pues la mera constatacin de que Jess celebr una cena ltima de nada sirve si no nos es posible precisar lo que pretendi con ella. Las preguntas se agolpan a este respecto. Qu es lo que, en las diversas referencias neotestamentarias a la eucarista, es atri-buible al Jess histrico y qu es lo que proviene de la fe y la li-turgia posterior de la Iglesia apostlica? Fue la ltima cena una de tantas comidas festivas judas que Jess celebr en otras ocasiones6

    o pretendi el Seor romper los cnones del judaismo y establecer algo indito, del todo singular? Tuvo esta comida ltima un ca-rcter secular, semejante al de otros banquetes que se mencionan en el evangelio, o fue un acto sacral, de algn modo litrgico o sa-cramental? Y, por ltimo, pudo haber pensado Jess en una presencia real y, ms an, en una transustanciacin de los do-

    6 As, R. Bultmann, para quien en Me 14,22-25 originalmente se nos narrara cmo Jess en una comida (festiva; quiz la ltima?) expresa su certeza de que l celebrar el prximo convite festivo en el reino de Dios, que, por tanto, espera para un futuro inmediato. Aunque con esta hiptesis nos movamos en el terreno de una suposicin insegura..., en Geschichte der synoptischen Tradition (Gotinga 1958) 286-287 (cf. tambin Theol. des NT, 61). Es significativo que Bultmann prefiera siempre el trmino Herren-mahl cena del Seor, celebrada por la comunidad que rememora las comi-das con el Jess histrico, para referirse a la eucarista, a Abendmahl cena ltima, celebrada por Jess. De manera semejante, W. Marxsen reduce la ltima cena a una comida ms de Jess: Vas Abendmahl ais christo-logisches Problem (Gtersloh 1965) 19.

    Teologa eucarstica y Jess histrico 15

    nes tal como luego han sido formuladas por la teologa y el magis-terio de la Iglesia? Habr sido Jess consciente de que en aquella accin que l realizaba se haca presente su sacrificio y, ms en concreto, su muerte como sacrificio expiatorio por la humanidad entera?

    Los relatos que poseemos de la ltima cena muestran ciertas divergencias que se ahondan ms todava si tenemos en cuenta la narracin del cuarto Evangelio, que omite toda referencia explci-ta a las palabras y los gestos eucarsticos de Jess. Sobre la teologa de la eucarista incide tambin esa cuestin preliminar del Jess histrico y el Cristo de la fe, condicionando de entrada sus plantea-mientos. Por lo que la mejor forma de responder a los numerosos interrogantes que se plantean no puede ser ya el simple recurso in-genuo al tenor literal de las palabras de Jess en la cena, sino el estudio de esas narraciones enmarcadas en el contexto ms amplio de la identidad del Jess histrico y de su pretensin, del sentido de su vida, as como de su muerte y su resurreccin. Se trata, pues, de descubrir aquellas constantes que definen el conjunto global de la actuacin de Jess, as como el significado de ciertos gestos realizados por l, de los que no es el menos importante el de las comidas, incluida la ltima.

    Ante nosotros se abre un camino en el que, con ayuda del mtodo histrico crtico, se puede mostrar que la interpretacin soteriolgica de los textos de la cena en el Nuevo Testamento tie-ne su fundamento objetivo en la autocomprensin y en el compor-tamiento del Jess terreno. Toda una serie de estudios sobre la historia de la tradicin en el Nuevo Testamento avala este cami-no 7. Este punto de partida cristolgico constituye sin duda el fundamento ms adecuado para una teologa renovada de la euca-rista.

    7 K. Kertelge, Die soteriologischen Aussagen in der urchristlichen Abend-mablsberlieferung und ihre Beziehung zum geschichtlichen Jess: TrThZ 81 (1972) 200.

  • I I . LA VIDA DE JESS COMO ENTREGA Y SERVICIO AL BANQUETE DEL REINO

    1. Jess y el reino de Dios

    El reino de Dios constituye el motivo central del mensaje de Jess8, de toda su vida y su actuacin. Aunque el Nuevo Testa-mento nunca define en trminos precisos lo que es el reino, pode-mos hablar de un nuevo comienzo del todo imprevisible y que nicamente puede ser otorgado por Dios como seor de la vida y de la historia 9.

    Esta realidad nueva no se reduce, sin embargo, al seoro de Dios, anunciado en el Antiguo Testamento, y a la humanidad nue-va que de ah se deriva; antes bien, Jess reinterpreta el concepto veterotestamentario del reino. Para l, el reino de Dios, su venida y su proximidad equivalen al advenimiento de la soberana de su amor. Es en el apelativo de Padre dado por Jess a Dios donde se funden la idea del reino de Dios y la de un imperio, que no es otro que el de su amor 10. Por eso el reino de Dios supone, en prin-cipio, la comunin de Dios con el hombre ms que la dominacin o el podero divinos, la paternidad de Dios ms que su realeza, y su signo preferente ser el banquete familiar por encima de la imposicin de un status en virtud de la potencia o de la fuerza.

    El reino de Dios anunciado por Jess es fundamentalmente una realidad futura; alcanzar su plenitud al final de los tiempos, y por ello es objeto de esperanza. Pero Jess imprime a esta esperanza

    8 Cf. G. Bornkamm, jess de Nazaret (Salamanca 1975) 67 (cf. 67-100). Cf. tambin W. Kasper, Jess el Cristo (Salamanca 1976) 86-107; J. Jeremas, Teologa del NT, 46-50; R. Schnackenburg, Reino y reinado de Dios (Madrid 1967) 75-91.

    9 W. Kasper, Jess, 88s.95. 10 Ibd., 96. W. Pannenberg pone en estrecha relacin el reino con la pater-

    nidad de Dios; cf. "Fundamentos de cristologta (Salamanca 1974) 284-291. No parece acertada, en cambio, la afirmacin de J. Jeremas: el reino de Dios significa Dios es rey o Dios reina como rey (Teol. del NT, 288-290), o la de G. Bornkamm, que habla de la realeza de Dios y traduce el reino de Dios por Dios va a reinar (Jess, 70). Con mayor acierto, H. Conzelmann disocia la idea de Dios rey de la de reino de Dios: en el Nuevo Testamento, dada la frecuencia con que se habla de la basileia de Dios, resulta sorprendente que slo en raras ocasiones reciba Dios el nombre de basileus. Su basileia y su condicin de basileus no son dos conceptos asociados entre s (Grun-driss der Theologie des Neuen Testaments, Munich 1968, 119).

    ha vida de Jess y el banquete del reino 17

    un nuevo giro: anuncia que la esperanza escatolgica se cumple ahora u . Esta anticipacin del reino acaece en su persona y en su obra, si bien de forma germinal. A diferencia del profetismo antiguo, Jess no slo anuncia el reino venidero, sino que es l mismo el reino personificado u, pues en su persona coinciden la presencia salvadora y reconciliadora de Dios que adviene y el hombre salvado por esa presencia actuante de Dios. O en la acer-tada formulacin del Vaticano I I : Este reino brilla ante los hom-bres en la palabra, en las obras y en la presencia de Cristo... Los milagros de Jess, a su vez, confirman que el reino ya lleg a la tierra. Pero, sobre todo, el reino se manifiesta en la persona misma de Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, que vino a ser-vir y dar su vida para la redencin de muchos 13.

    2. Las comidas de Jess, anticipacin del banquete del reino

    Para el judaismo, como para todos los pueblos orientales, la comensalidad, el acoger a una persona e invitarle a la propia mesa es una muestra de respeto. Y significa una oferta de paz, de con-fianza, de fraternidad y de perdn. En una palabra: la comunin de mesa es comunin de vida H. Pero la comunin de mesa tena en el judaismo, adems, cierto carcter religioso e implicaba una comunin tambin con la divinidad, porque todo comensal, al par-ticipar del pan, participaba asimismo de la bendicin a Dios que el dueo de la casa pronunciaba al iniciarse la comida festiva.

    Pues bien: frente a Juan el Bautista, que no coma ni beba (Mt 11,18; cf. Me 1,6) y cuyos discpulos ayunaban (Mt 2,16-22) en actitud coherente con el adusto mensaje del juicio divino que el Precursor proclamaba, Jess aparece en los evangelios participando con frecuencia en banquetes, hasta tal punto que sus adversarios llegan a acusarle de ser un comiln y bebedor de vino, amigo de publcanos y pecadores (Mt 11,19; Le 7,34). Esta acusacin, tan injuriosa para Jess, que los evangelios nos con-servan, responde sin duda a la realidad histrica, ya que es im-

    11 W. Kasper, Jess, 90. 12 Segn Orgenes: Cristo, as como es la misma sabidura y la misma

    justicia y la verdad misma, no ha de ser por igual razn l mismo el reino (kai e autobasileia)?. Y aade: puedes decir... que l mismo es el reino (autobasileia esti) (In Mt 14,7: PG 13,1198 BC).

    13 Const. Lumen gentium sobre la Iglesia, nm. 5a. 14 J. Jeremas, Teologa del NT, 141.

    2

  • 18 Eucarista y vida de Jess

    pensable que pueda haber tenido su origen en el mbito de la primera comunidad cristiana 15

    La razn de este comportamiento novedoso de Jess (sin pa-ralelo en otros clsicos fundadores de religiones) hay que buscar la en el espritu del Antiguo Testamento, donde el remo de Dios se vislumbra, en los profetas, bajo la imagen de un banquete pre-parado para todos los pueblos en el monte Sin un festn de suculentos manjares, un festn de vinos generosos, de manjares grasos y tiernos, de vinos generosos clarificados 16 Jess utilizar en diversas parbolas este smil del convite escatolgico como ex-presin del reino de Dios "

    Pero las comidas de Jess, aunque enmarcadas en el contexto general del judaismo y slo inteligibles en principio desde l, ofre cen dos novedades importantes En primer lugar, el remo se pre-senta no slo como promesa de un futuro, sino como realidad an-ticipada ya bajo el signo de la comida festiva Jess se distancia de los antiguos profetas, pero sobre todo de la mentalidad apoca-lptica de su tiempo, que exclua toda realizacin del reino aqu en

    15 J Jeremas, Las parbolas de Jess (Estella 1970) 197 y nota 236 De Le 7,31 35 (y de Le 5,27 39, calificado como escenificacin del logton anterior) afirma J Roloff que conserva el vivo recuerdo de la comunidad de mesa que el Jess histrico concedi, y que este comer y beber, en unin con sus discpulos, con gente extraviada de la casa de Israel constituy para los suvos una caracterstica central de su actuacin, mientras que para sus adversarios fue una piedra de escndalo (J Roloff Das Kerygma und der irdische Jess, Gotinga 1973, 237) El logton de Mt 11,18 19 pertenece, segn el mismo J Roloff, a la fuente Q (tbtd , 228)

    16 Is 25,6, pasaje relacionado con la era mesinica y la nueva creacin futura (cf vv 7 9) Otros pasajes referidos al banquete mesinico del reino Is 26,19, 48,21, 49,9 10, 55,13, 58,14, as como el festn preparado por la Sabidura divina Prov 9,1 6, Eclo 24,19 22 Cf otras referencias de la literatura rabmea en Strack Billerbeck IV, 1146ss

    17 As, la parbola del banquete de bodas (Mt 22,1 14 y par de Le) la parbola escatolgica de Le 12,37, as como la de Mt 25,1 13 sobre las vrgenes prudentes y las necias y su acceso al banquete Y sobre todo el logton de Mt 8,11 12 (y par de Le), del que dice L Bouyer todas las promesas profticas del banquete mesinico las haba resumido Jess al hablar del banquete en el que los justos, venidos de todos los puntos del horizonte, se sentaran a la mesa en el reino con Abrahan, Isaac y todos los profetas, en Eucartstta (Barcelona 1969) 112 Cf ms datos sobre el sentido del banquete en el Antiguo Testamento y en otros pasajes de los sinpticos, en G Wainwnght, Eucbartst and Eschatology, 19 28, y E J Kil-martm, La Cene du Seigneur (Pars 1976) 13 19

    ha vida de Jess y el banquete del re w 19

    la tierra, remitindola a una edad futura, celestial, que seguir a la edad presente 18 El Seor utiliza el motivo del banquete nupcial (enraizado en la tradicin apocalptica), pero adviniendo que el esposo ya est presente (por eso no es preciso ayunar) e insistien-do adems en el vino nuevo del remo, cuya presencia desbarata, superndolas ya, inveteradas estructuras (Me 2,18s) El hecho de que las comidas de Jess no se realicen dentro de un mbito sa-grado, sino que acaezcan en la cotidianeidad de la existencia mis-ma, es tambin un signo de la incardinacin inicial de los bienes mesinicos futuros en la vida presente, en el normal proceso de la historia 19

    Una segunda novedad que caracteriza a las comidas de Jess es la participacin en ellas de los pecadores, lo cual escandaliza a muchos de sus contemporneos piadosos El convite, para Jess, no queda enmarcado en los estrechos lmites de un acto social con-vencional Ni siquiera se reduce a un acto de hospitalidad o con-fraternizacin humana (aunque tambin sea eso), pues para ello bastara con invitar a los amigos y conocidos algo que Jess trata de superar, evidentemente (cf Le 14,12) Antes bien, las comidas festivas se convierten para Jess en signo de la acogida gratuita y generosa de Dios para con los pecadores y, por ello, en signo concreto de gracia y de alianza nueva, de presencia del remo de Dios

    El evangelio se complace en resaltar a veces la invitacin ge-nerosa de Jess, que acoge a los pecadores y come con ellos (Le 15,1-2) x Otras veces Jess es invitado y accede a la invita-cin Pero en uno o en otro caso Jess tiene con frecuencia, en la

    18 As se expresa F Hahn Die alttestamentltchen Motive EvTh 27 (1967) 345, W Kasper habla tambin de las comidas como celebraciones antici-padas del banquete de la salvacin al fin de los tiempos>, Jess, 124

    9 El comer pan (phagetn arton) un sbado en casa de un fariseo se convierte en signo y prolepsis del comer pan en el reino de Dios (Le 14,1 15) Mientras que, por el contrario, Jess parece desvalorizar el pan de la proposicin en el templo (el pan santo lehem qodesh o artot hagtoi cf 1 Sm 21,5-7), que slo podan comer los sacerdotes y del que Jess afirma que fue comido por profanos, David y los suyos (Me 2,23 28 par )

    20 J Jeremas destaca especialmente esta acogida de Jess al interpretar el en t otkta autou (en su casa Me 2,15) como en la casa de Jess y no de Lev (como generalmente se entiende) En este caso, Jess acogera en su propia casa y a su mesa a publcanos y pecadores Sin embargo, hay que reconocer que esta interpretacin no tiene base suficiente Cf J Jeremas, Teologa del NT, 140 y notas 25 26

  • 20 Eucarista y vida de Jess

    comida, una palabra o un gesto explcito de perdn para con el pecador: as sucede con la Magdalena (Le 7,48) o con Zaqueo (Le 19,9; cf. Le 5,31 par.; Mt 9,9-13; 11,19 par., as como la ra-zn que Jess da de por qu come con los pecadores en Le 15); mientras, por el contrario, en el convite los autosuficientes y los soberbios, los que se escandalizan y murmuran, son desenmascara-dos como injustos: as, Simn el fariseo (Le 7,47), o el hermano del hijo prdigo (Le 15,27-32), o los invitados a la boda, que acaban siendo rechazados por su actitud indiferente y sustituidos por los humildes (Mt 22,1-14; Le 14,15-24). El reino de Dios se hace pre-sente en las comidas como gracia que puede convertirse en juicio para el hombre 21.

    Entre los principales momentos en los que Jess invit a una comida se cuentan la multiplicacin de los panes y la ltima cena. Mateo y Marcos nos relatan una doble multiplicacin de los pa-nes 22. F. Hahn destaca en los relatos de la multiplicacin estas tres caractersticas fundamentales: en primer trmino, la compasin que Jess siente por las turbas y su actitud de acogida (se le con-movieron las entraas: Me 6,34; 8,2 y par. de Mt; los acoga y curaba a los que tenan necesidad: Le 9,11). En segundo lugar, es manifiesto el paralelismo de estos relatos de la multiplicacin con las narraciones de la ltima cena B . Aunque F. Hahn, siguien-do a otros autores, excluye todo influjo del relato de la cena sobre el de la multiplicacin, afirmando que la frmula tom el pan, pronunci la bendicin, lo parti y se lo dio nos remite al uso general establecido de las comidas festivas en tiempo de Jess y por ello a un trasfondo judo comn tanto a la comida en la mul-tiplicacin como en la ltima cena24; sin embargo, creo que es muy

    21 Sobre esta dimensin del perdn vinculado al banquete, cf. E. Schille-beeckx, Jess. La historia de un Viviente (Madrid 1981) 187-193.

    22 Por una parte, cinco mil hombres a los que reparti cinco panes y dos peces, se recogieron doce canastos (Mt 14,13-21 y par. de Me, Le y Jn). En el segundo relato se habla de cuatro mil hombres a los que se reparti siete panes y algunos pececillos, se recogen siete cestos (Mt 15,32-39 y par. de Me), y se prolonga en el episodio de los panes en la barca (Mt 16,5-12 y par. de Me), que parece preludiar, segn algunos autores, la posterior inter-pretacin del pan de vida en Jn 6.

    23 Cf. una sinopsis donde se comparan los relatos de la multiplicacin y los de la ltima cena en R. E. Brown, El Evangelio segn Juan (Madrid 1979) I, 456-461.

    24 Insiste por primera vez en el trasfondo judo de los gestos de Jess G. Boobyer, The Eucharistic Interpretation: JournTheolStud 3 (1952) 161-171, quien concluye as su estudio: Podemos atribuir a Marcos una inter-

    La vida de Jess y el banquete del reino 21

    difcil sustraerse a una reinterpretacin eucarstica de la multi-plicacin de los panes en la redaccin de los evangelios, pues estos hechos de Jess son recordados y escritos por una comunidad que est celebrando asiduamente la eucarista. En tercer lugar, destaca la analoga de la multiplicacin de los panes con el milagro del man, tal como aparecer luego en el cuarto Evangelio: Jess, nuevo Moiss, alimenta al pueblo en el desierto 25. Finalmente, ad-vierte F. Hahn, en los relatos helensticos de milagros no es po-sible encontrar paralelo alguno de la multiplicacin de los panes, mientras se encuentran otros milagros similares a los del evangelio.

    Resumiendo, podemos decir que en los sinpticos (sobre todo en Lucas) las comidas sintetizan en buena parte los restantes sig-nos del reino: las parbolas y los milagros. El banquete, aparte de ser un hecho con entidad propia en la vida y la actuacin de Jess, aparece tambin en el evangelio bajo la forma de parbola (las parbolas del banquete) y bajo la forma de milagro (multiplica-cin de los panes). El convite expresa as de la forma ms plstica todo lo que el reino implica no slo de salvacin, gracia y recon-ciliacin provenientes de Dios, sino tambin de comunin y frater-nidad humanas en torno a la persona de Jess como centro de una nueva comunidad. De este modo, las comidas vienen a ser la mejor expresin de la misin y el mensaje de Jess: en ellas se nos mues-tra la mxima coherencia y la unidad suprema entre la predica-cin, la praxis y la persona misma de Jess 26.

    El Evangelio de Juan destaca menos la importancia de las comidas de Jess (sobre todo de las comidas con los pecadores, en las que insiste Lucas de manera especial). Juan menciona el con-vite de las bodas de Cana, la multiplicacin de los panes y la cena

    pretacin simblica de los milagros de los panes. Pero no hay suficientes datos para suponer que l los asoci a la eucarista (ib'td., 171). Le sigue J. Roloff, Das Kerygtna, 237-269, y F. Hahn. Tambin J. P. Audet, Esquisse: RB 65 (1958) 375-385, pone en relacin los gestos de Jess en la multipli-cacin con el rito judo de bendicin en las comidas festivas. En cambio, se inclina por una interpretacin eucarstica B. van Iersel, Die wunderbare Speisung: NovTest 7 (1964-65) 167-194, en un documentado estudio con abundante bibliografa, que cuestiona la tesis de G. Boobyer.

    25 Cf. F. Hahn, Die alttestamentlichen Motive: EvTh 27 (1967) 347-348. Vase tambin G. Bornkamm, Jess de Nazaret, 136-137 y nota 40. La rela-cin entre la multiplicacin y el man en Marcos, tomando como clave de interpretacin Ex 18,13-27, haba sido ya formulada por G. Ziener, Das Brotwunder: BZ 4 (1960) 282-285.

    26 E. Schillebeeckx, Jess, 193. Cf. tambin W. Kasper, Jess, 120.

  • 22 Eucarista y vida de Jess

    ltima. Alguna otra referencia a la comida y la bebida aparece en el discurso del pan de vida (Jn 6), as como en la alusin de Jess a una comida que los discpulos desconocen y que consiste en el cumplimiento de la voluntad del Padre (Jn 4,32-34). Sin embargo, creo que en el cuarto Evangelio el tema de las comidas concretas de Jess en los sinpticos sufre una transposicin a la clave de la vida entera del Seor como comida y convite. Para Juan, Jess no slo invita al banquete y lo preside: l mismo es el banquete del reino personificado; as como no slo da el pan, sino que l mismo es el pan de vida. El banquete se convierte as en una clave global de comprensin de toda la persona y la obra de Jess.

    3 . La diakona de Jess: servicio al banquete del reino

    Jess no se limit a invitar a otros a las comidas presididas por l, sino que adems debi ejercer en determinados momentos la funcin del sirviente a la mesa. Al menos en una ocasin la ltima cena, segn Juan nos queda constancia explcita de ello. Pero sobre todo podemos afirmar que la vida entera de Jess fue un servicio constante al banquete del reino de Dios, del que l fue dicono, rendido servidor.

    El trmino diakonos tena en el griego clsico un sentido me-ramente profano de servidor o siervo. El verbo diakonein sig-nificaba servir a la mesa. El oficio designado por dichos trminos era considerado en el mundo helnico como una tarea despreciable, propia de esclavos27. En la versin griega de los Setenta (LXX) nunca aparece el verbo diakonein, sino nicamente douleuein (ser-vir) o doulos (siervo), para referirse al servicio comn de los escla-vos o los siervos (y leitourgein o latreuein cuando se trata del servi-cio o culto divino). En cambio, los sustantivos diakonos y diakona aparecen cinco veces en los LXX, en textos tardos, con el signi-ficado puramente funcional y profano de servidor a la mesa o ca-marero 28. Por el contrario, en el Nuevo Testamento los trminos

    27 El trmino diakonein aparece, por ejemplo, en Platn, quien no oculta su desprecio por el siervo, que no puede ser dichoso (Gorgias, 491e: cf. Platn, Oeuvres completes, Pars 1965, 111/2,173). Slo los que sirven a la patria (te patridi diakonountes) sin aceptar recompensa son valorados positivamente (Gorgias, 521e; Leyes, 12,955cd; cf. ibd., 111/2,216; XII/2, 67). Por eso afirma con razn H. W. Beyer, art. Diakone: ThWNT II, 83: La postura de Jess con respecto al servicio constituye una novedad absoluta frente al helenismo.

    w Diakonos aparece en Est 1,10; 2,2; 6,3.5; Prov 10,4. Diakona, en

    La vida de Jess y el banquete del reino 23

    diakonos, diakona y diakonein son muy frecuentes. E n los evan-gelios conservan todava el significado original de servidor de la mesa (sin que se refleje an el posterior sentido de estos trminos en la comunidad)29: en todos estos casos, el verbo diakonein lleva, como es normal, un dativo de persona (servir a alguien).

    Pero los evangelios nos conservan tambin otra serie de pasajes en los que se aplica a Jess el calificativo de diakonos (nunca el de siervo o doulos) o se afirma de l un servicio diaconal que debern imitar sus discpulos. En tales casos se utiliza el sustantivo diako-nos, con genitivo de persona, o el verbo diakonein formulado de manera absoluta, sin complemento alguno (frente al uso normal de este verbo)3 0 . Estos pasajes se encuentran en los evangelios en la ltima etapa de la vida pblica de Jess, despus de la confe-sin de Cesrea de Filipo. Adems, la designacin de Jess como servidor o diakonos aparece vinculada a la entrega del Hijo del hombre en la pasin, en discursos dirigidos siempre a sus discpu-los y no a la gente. El discpulo debe comportarse como servidor de todos (pantn diakonos) (Mt 23,11 y par. de Le 22,26 fuen-te Q , as como Me 9,35, que J. Roloff considera una variante de Mt 23,11), en estrecha dependencia con la diacona y entrega per-sonal del propio Jess (Me 10,43-45): eslos pasajes se sitan en el contexto de la segunda y tercera prediccin de la pasin. Men-cionemos, por ltimo, la parbola del seor que se presta a servir a sus criados y que alude probablemente a la actuacin del propio Jess (Le 12,37), as como a la afirmacin que Jess hace de su propia diacona en la ltima cena (Le 22,24) en un texto que re-cuerda el de Me 10,45 31.

    1 Mac 11,58 (y como variante en Est 6,3.5). Cf. E. Hatch-E. Redpath, Con-crdame I, 303; W. Bauer, art. Diakona, diakonos: WNT, 365-367.

    29 As, Me 1,13 ( = M t 4,11): los ngeles servan (de comer) a Jess (dikonoun auto); Me 1,31 (y par. de Mt y Le): la suegra de Pedro serva a la mesa (diekonei autois); Le 17,8: el seor ordena al siervo que le sirva a la mesa (diakonei moi); Le 10,40: Marta se afana en el servicio (diakona-diakonein); Jn 2,5.9 menciona a los servidores a la mesa (diakonoi) en Cana; Hch 6,2: los apstoles dejan el servicio a las mesas (diakonein tra-pezais). Detrs del trmino griego diakonein podra estar el hebreo shmsh, segn J. Roloff, Anfange der soteriologischen Deutung des Todes Jesu: NewTestStud 19 (1972-73) 52 y nota 3.

    30 Cf. Me 10,45; Le 22,27. Segn X. Lon-Dufour, Jsus devant sa mor, en Jsus aux origines de la christologie (Lovaina-Gembloux 1975) 165.

    31 K. Kertelge, Die soteriologischen Aussagen, 201, considera el texto de Le 22,27 ms original que el de Me 10,45. Cf. ms datos en pp. 279-280, nota 24.

  • 22 Eucarista y vida de Jess

    ltima. Alguna otra referencia a la comida y la bebida aparece en el discurso del pan de vida (Jn 6), as como en la alusin de Jess a una comida que los discpulos desconocen y que consiste en el cumplimiento de la voluntad del Padre (Jn 4,32-34). Sin embargo, creo que en el cuarto Evangelio el tema de las comidas concretas de Jess en los sinpticos sufre una transposicin a la clave de la vida entera del Seor como comida y convite. Para Juan, Jess no slo invita al banquete y lo preside: l mismo es el banquete del reino personificado; as como no slo da el pan, sino que l mismo es el pan de vida. El banquete se convierte as en una clave global de comprensin de toda la persona y la obra de Jess.

    3 . La diakona de Jess: servicio al banquete del reino

    Jess no se limit a invitar a otros a las comidas presididas por l, sino que adems debi ejercer en determinados momentos la funcin del sirviente a la mesa. Al menos en una ocasin la ltima cena, segn Juan nos queda constancia explcita de ello. Pero sobre todo podemos afirmar que la vida entera de Jess fue un servicio constante al banquete del reino de Dios, del que l fue dicono, rendido servidor.

    El trmino diakonos tena en el griego clsico un sentido me-ramente profano de servidor o siervo. El verbo diakonein sig-nificaba servir a la mesa. El oficio designado por dichos trminos era considerado en el mundo helnico como una tarea despreciable, propia de esclavos27. En la versin griega de los Setenta (LXX) nunca aparece el verbo diakonein, sino nicamente douleuein (ser-vir) o doulos (siervo), para referirse al servicio comn de los escla-vos o los siervos (y leitourgein o latreuein cuando se trata del servi-cio o culto divino). En cambio, los sustantivos diakonos y diakona aparecen cinco veces en los LXX, en textos tardos, con el signi-ficado puramente funcional y profano de servidor a la mesa o ca-marero 28. Por el contrario, en el Nuevo Testamento los trminos

    27 El trmino diakonein aparece, por ejemplo, en Platn, quien no oculta su desprecio por el siervo, que no puede ser dichoso (Gorgias, 491e: cf. Platn, Oeuvres completes, Pars 1965, 111/2,173). Slo los que sirven a la patria (te patridi diakonountes) sin aceptar recompensa son valorados positivamente (Gorgias, 521e; Leyes, 12,955cd; cf. ibd., 111/2,216; XII/2, 67). Por eso afirma con razn H. W. Beyer, art. Diakone: ThWNT II, 83: La postura de Jess con respecto al servicio constituye una novedad absoluta frente al helenismo.

    28 Diakonos aparece en Est 1,10; 2,2; 6,3.5; Prov 10,4. Diakona, en

    La vida de Jess y el banquete del reino 23

    diakonos, diakona y diakonein son muy frecuentes. En los evan-gelios conservan todava el significado original de servidor de la mesa (sin que se refleje an el posterior sentido de estos trminos en la comunidad) 29: en todos estos casos, el verbo diakonein lleva, como es normal, un dativo de persona (servir a alguien).

    Pero los evangelios nos conservan tambin otra serie de pasajes en los que se aplica a Jess el calificativo de diakonos (nunca el de siervo o doulos) o se afirma de l un servicio diaconal que debern imitar sus discpulos. En tales casos se utiliza el sustantivo diako-nos, con genitivo de persona, o el verbo diakonein formulado de manera absoluta, sin complemento alguno (frente al uso normal de este verbo)3 0 . Estos pasajes se encuentran en los evangelios en la ltima etapa de la vida pblica de Jess, despus de la confe-sin de Cesrea de Filipo. Adems, la designacin de Jess como servidor o diakonos aparece vinculada a la entrega del Hijo del hombre en la pasin, en discursos dirigidos siempre a sus discpu-los y no a la gente. El discpulo debe comportarse como servidor de todos (panton diakonos) (Mt 23,11 y par. de Le 22,26 fuen-te Q , as como Me 9,35, que J. Roloff considera una variante de Mt 23,11), en estrecha dependencia con la diacona y entrega per-sonal del propio Jess (Me 10,43-45): estos pasajes se sitan en el contexto de la segunda y tercera prediccin de la pasin. Men-cionemos, por ltimo, la parbola del seor que se presta a servir a sus criados y que alude probablemente a la actuacin del propio Jess (Le 12,37), as como a la afirmacin que Jess hace de su propia diacona en la ltima cena (Le 22,24) en un texto que re-cuerda el de Me 10,45 " .

    1 Mac 11,58 (y como variante en Est 6,3.5). Cf. E. Hatch-E. Redpath, Con-crdame I, 303; W. Bauer, art. Diakona, diakonos: WNT, 365-367.

    29 As, Me 1,13 ( = M t 4,11): los ngeles servan (de comer) a Jess (dikonoun auto); Me 1,31 (y par. de Mt y Le): la suegra de Pedro serva a la mesa (dikonei autois); Le 17,8: el seor ordena al siervo que le sirva a la mesa (diakonei moi); Le 10,40: Marta se afana en el servicio (diakona-diakonein); Jn 2,5.9 menciona a los servidores a la mesa (diakonoi) en Cana; Hch 6,2: los apstoles dejan el servicio a las mesas (diakonein tra-pezais). Detrs del trmino griego diakonein podra estar el hebreo shmsh, segn J. Roloff, Anfange der soteriologiscben Deutung des Todes Jesu: NesvTestStud 19 (1972-73) 52 y nota 3.

    30 Cf. Me 10,45; Le 22,27. Segn X. Lon-Dufour, Jsus devant sa mort, en Jsus aux origines de la christologie (Lovaina-Gembloux 1975) 165.

    31 K. Kertelge, Die soteriologiscben Aussagen, 201, considera el texto de Le 22,27 ms original que el de Me 10,45. Cf. ms datos en pp. 279-280, nota 24.

  • 24 Eucarista y vida de Jess

    El reino de Dios encuentra en Jess una realizacin personal bajo la forma del servicio 32, de manera que podemos afirmar que la diacona o servicio de Jess a la mesa (como mesa del reino) es una de las actitudes ms genuinas a la vez que ms originales del Jess histrico33. La mejor prueba de ello es la inusitada relevancia que la diakona adquiere en la primitiva comunidad cristiana: el servicio a la mesa, oficio servil, propio de esclavos, se convierte en uno de los principales distintivos del ministerio en la Iglesia primera. Pronto el trmino diakona pasar a significar el minis-terio de los jefes de la comunidad en vez de esclavo-sirviente a la mesa. Esta evolucin semntica acaece en el corto perodo de unos quince a veinte aos, pues en la carta a los Romanos (hacia el ao 50) diakona tiene ya el sentido de ministerio eclesial. Pues bien: esta revalorizacin del gesto diaconal o de servicio por parte de la comunidad cristiana, sin que exista antecedente alguno ni en el mundo judo ni en el grecorromano, y que adems sobreviene en tan escaso lapso de tiempo, resulta inexplicable si no es a partir del comportamiento especfico del Jess histrico, que, siendo l mismo el jefe reconocido de su comunidad, se present como dikonos, bien realizando diversos gestos de servicio (incluido en ocasiones el servicio a la mesa en las comidas festivas) o bien desig-nndose a s mismo expresamente como sirviente 34. De hecho, la autoridad o exousta de Jess se realiz bajo el signo del vacia-miento de s mismo en un servicio concretado en numerosos gestos, que van desde la atencin a los enfermos y a los desvalidos hasta las comidas con los pecadores o el lavatorio de los pies a los dis-cpulos en la ltima cena.

    Lucas nos conserva una parbola segn la cual el Seor, a su vuelta del banquete de bodas y ante los siervos que permanecie-ron vigilantes, se ceir, los sentar a la mesa y se prestar a ser-virles (parelthon diakonsai autois) (Le 12,37). Si Jess no suele hablar sino de lo que l mismo ha experimentado antes en su propia existencia, cabe afirmar que, tras esta parbola, laten hu-mildes gestos de servicio del Seor a la mesa. Y en todo caso, el nombre de Kyrios o Seor es en Lucas una forma de designar al Jess histrico.

    32 W. Kasper, Jess, 148-149. 33 Un autor tan crtico como F. Hahn afirma que las palabras sobre el

    servicio (Me 10,45a), que aparecen tambin en Le 22,27, se remontan al propio Jess, en Die dttestamentlichen Motive, 359; cf. tambin E. Schwei-zer, Abendmahl: RGG 3I, 17.

    '"* Cf. Ch. Perrot, Jess y la historia (Madrid, Ed. Cristiandad, 1982) 203ss.

    I I I . EN LA DIACONA O SERVICIO DE JESS AL BANQUETE DEL REINO DE DIOS RADICA SU SACRIFICIO

    La vinculacin entre diakona y thysia, entre servicio y sacri-ficio de Jess, que puede parecer novedosa, no lo es tanto. El mismo Nuevo Testamento hace coincidir ambos conceptos cuando en Me 10,45 habla de que el Hijo del hombre vino a servir (dia-konsai) y a dar su vida en redencin por muchos.

    1. Cabe hablar de un sacrificio de Jess?

    Simplificando al mximo, podramos reducir a dos las tenden-cias extremas que actualmente contienden por una interpretacin correcta de la muerte de Jess y su sentido. Una primera postura afirma que no nos es posible saber cmo entendi Jess su muer-te, su final, ni qu sentido pudo haberle atribuido, de manera que no cabe excluir la posibilidad de que l se haya desmoralizado al fin, muriendo en total desesperanza. Estas afirmaciones de R. Bultmann, hechas en 1960 35, hicieron mella en algunos cat-licos como A. Vgtle, quien en 1970 dice que no es posible diluci-dar si Jess adscribi virtud alguna salvadora a la muerte violen-ta que le amenazaba o, mejor an, que l mismo provoc x. En esa misma poca, H. Kessler sostiene una postura similar: no sa-bemos con seguridad si Jess dio un sentido especial a su muer-te 37. Todava en 1974 A. Kolping mantiene una tesis seme-jante 38.

    35 R. Bultmann, Das Verhltnis der urchristlichen Christusbotschaft zum historischen Jess (Heidelberg 1960) 11-12. De modo similar, W. Marxsen: podemos afirmar con gran seguridad que Jess no entendi su muerte como un acontecimiento salvador: Anfangsprobleme der Christologie (Gtersloh 1969) 46.

    36 A. Vogtle, Jess von Nazareth, en R. Kottje-B. Moller, Okumenische Kirchengeschichte (Maguncia-Munich 1970) I, 20. Posteriormente matiza estas afirmaciones: Aun cuando Jess mismo no expres de forma explcita ni implcita la virtud salvfica (de su muerte), est fuera de toda duda la validez, vinculante para nosotros, de la conviccin que aparece por primera vez despus de Pascua del sentido salvfico de la muerte de Jess, en A. Vogtle, Todesankndigung und Todesverstandnis Jesu, en K. Kertelge (ed.), Der Tod Jesu (Friburgo 1976) 113.

    37 H. Kessler, Die theologische Bedeutung des Todes Jesu (Dusseldorf 1970) 235. Cf., sin embargo, H. Schrmann, Cmo entendi y vivi Jess su muerte? (Salamanca 1982) 65.

    38 A. Kolping, Fundamentaltheologie (Mnster 1974) II, 619. Cf. un resumen de esta cuestin en R. Pesch, Das Abendmahl, en K. Kertelge, Tod

  • 26 Eucarista y vida de Jess

    Como crtica a esta primera postura hemos de decir que sus presupuestos se basan en los discutibles postulados siguientes: en primer trmino, en la hiptesis bultmaniana hoy difcilmente sostenible en su radicalidad de que es muy poco lo que pode-mos conocer del comportamiento y las intenciones del Jess his-trico. Los propios discpulos de Bultmann han atemperado este supuesto, admitiendo la posibilidad de acceso al menos a las gran-des lneas de la pretensin de Jess, as como de la conciencia que l tuvo de s mismo y de su obra. En segundo lugar, se basa en una exagerada acentuacin de la expectacin escatolgica de Jess, que habra anunciado la llegada inminente del reino de Dios; al no acaecer esta venida, toda la actuacin de Jess desemboca en la desilusin y el fracaso radical de la muerte 39. Este escatologismo radical es inaceptable, pues Jess realiz diversos signos de antici-pacin de ese reino futuro, entre los que se cuentan las comidas con los pecadores. La predicacin del reino, pues, siendo el anuncio de una realidad futura, es tambin la proclamacin de su presencia inicial, velada an y oculta, entre los hombres40. Por ltimo, esta hiptesis se basa en la ausencia de textos en los evangelios donde Jess haga una interpretacin explcita del valor y el sentido de su muerte, a lo que se aade el hecho de que la fuente de los logia no contenga todava referencias a la pasin y a la muerte, as como el que la comunidad primera relegue a un segundo plano el valor de la muerte de Jess (considerada sobre todo como un asesinato), mientras destaca el valor salvador de la resurreccin y del prximo retorno de Jess en la parusa cercana41.

    Es verdad que el asunto no es sencillo. La cuestin de cmo

    Jesu, lyi-X^X. J. I. Gonzlez Faus afirma: En la cuestin del significado redentor de la muerte de Jess es imposible la luz (La Humanidad Nueva, Madrid 1974, I, 123; cf. 122-145). Aparte de que su postura es bastante ms matizada que la de los autores anteriores, la modific posteriormente: Jess vio su muerte incluso como un acto de servicio al reino. Y aqu estara en germen la posibilidad de una interpretacin redentora de la muerte de Jess (Acceso a Jess, Salamanca 1978, 85 y nota 2).

    39 Algo que ya haban afirmado a principios de siglo J. Weiss y A. Schweit-zer, representantes de la escuela escatolgica; postura reflejada en algunas tesis del modernismo (cf. Decreto Lamentabili, prop. 33.38: DS 3433.3438).

    40 Aparte de los milagros y las comidas como signos del reino, es preciso destacar adems la pretensin de Jess de que en la actitud que se adopte ante su persona se decide la salvacin futura, escatolgica: W. Kasper, Jess, 150.

    41 Cf. H. Kessler, Die theologische Bedeutung, 235-241.

    Diacona de Jess y su sacrificio 27

    entendi Jess su muerte nos enfrenta ante problemas muy gra-ves, dadas las fuentes de que disponemos, afirma W. Kasper 42. No obstante, creo que el sentido de la muerte de Jess viene dado por todo el conjunto de su vida; en todo caso, la muerte no le sobreviene de improviso, sin darle tiempo a reflexionar sobre su significado en relacin con lo que constituy la tarea fundamental de su vida: la implantacin del reino de Dios. Sin duda alguna, la muerte violenta est ausente de la conciencia de Jess durante buena parte de su vida pblica y slo aparece en el horizonte des-pus de la confesin de Cesrea de Filipo, al final de la fase gali-laica: desde entonces comenz a ensearles (rxato didaskein) que el Hijo del hombre tendra que padecer mucho (Me 8,31) 43. La actuacin de Jess en Galilea haba ido despertando un pro-gresivo recelo: fariseos y herodianos le espan y se conciertan para perderle (Me 3,2.6); desde Jerusaln son enviados escribas para observarle (Me 3,22); muy pronto es acusado de blasfemia (Me 2,7), inculpacin que reaparecer en el proceso ante Caifas (Me 14,64 y par. de Mt), as como de pacto y connivencia con el dia-blo (Me 3,22.30; cf. Mt 9,34; 12,24; Le 11,15; Jn 7,20; 8,48.52; 10,20), cargos que conllevaran la pena de muerte por lapidacin. Peligrosa debi de ser tambin para Jess la decapitacin del Bau-tista, sobre todo desde el momento en que tanto Herodes como el pueblo empiezan a considerarle como el Bautista redivivo (cf. Me 6,14-16; 8,27-28): de hecho, segn Lucas (13,31-33), parece que Herodes tuvo intencin de dar muerte a Jess. Pues bien: si Jess previo la posibilidad de su muerte violenta a partir de su propia actuacin y de las resistencias que encontraba y, an ms, si l afront decididamente tal posibilidad encaminndose a Jeru-saln, es preciso suponer que tuvo que haberse preguntado por el sentido de esa muerte en relacin con todo el conjunto de su misin y de su vida44. Aquella misma vigilancia ante el futuro que l pide a sus discpulos en diversas ocasiones debi de tenerla

    42 W. Kasper, Jess, 140. 43 Cf. A. L. Descamps, Cnacle et Calvaire: RevTheolLouv 10 (1979)

    335. Mt apoya el texto de Me: desde ese momento comenz (apo tote erxato) Jess.... En los primeros ocho captulos de Me slo hay una posible refe-rencia a la muerte en 2,20: el esposo les ser arrebatado.

    44 El no fue el soador ajeno al mundo que se entreg inconscientemente a la muerte que le amenazaba en Jerusaln, dice M Hengel, Die stellver-tretende Shnetod Jesu: IntKathZeitsch 9 (1980) 145. Hengel considera la muerte del Bautista como el momento en el que Jess toma conciencia de la posibilidad de una muerte similar (ibd.).

  • 28 Eucarista y vida de Jess

    el mismo Jess ante su propio futuro. De hecho, l llam a los suyos a un seguimiento en el que stos deban estar dispuestos a asumir los sufrimientos e incluso la muerte por el reino.

    A travs de la comunin con los pecadores Jess les otorga el perdn junto con el mensaje de la salvacin y la benevolencia de parte de Dios; todo ello vinculado a su propia persona. Qu suceder con esa oferta de salvacin, de la que l es personalmente el mediador, ante el hecho de su muerte violenta? Lo menos que cabe decir es que la entrega personal de Jess por los dems du-rante su vida no est en contradiccin antes bien concuerda con su entrega generosa en la muerte. Esta entrega radical de s mismo puede ser el eslabn que une el sentido de su vida y el de su muerte.

    En todo caso parece indudable, por una parte, que Jess tuvo la conviccin de que a travs de su persona acaeca la proximidad inmediata del reino de Dios (de que era mediador absoluto de la salvacin, en expresin de K. Rahner) y por ello de que su per-sona y su obra, incluida su muerte, eran el signo sacramental de la futura comunin escatolgica entre Dios y el hombre. Ninguna otra mediacin ulterior podra ya interponerse entre la persona de Jess y el reino4 5 . Por otra parte, la interpretacin soteriolgica que de la vida y la muerte de Jess har la comunidad primera no es explicable sin un impulso que nace de la impresin primera que en los discpulos produjo la actuacin, la vida y la muerte del Jess prepascual46.

    2. La muerte de Jess, sacrificio expiatorio?

    Una segunda tendencia, ms en consonancia con la tesis tradi-cional, habla de un sacrificio expiatorio que Jess realiza en la cruz al ofrecer voluntariamente su vida como propiciacin por los pecados del mundo4 7 . Algunos autores ven un respaldo bblico

    45 Cf. A. Gerken, Theologie der Eucharistie (Munich 1973) 27-28. 46 Cf. J. Gnilka, Wie urteilte Jess ber seinen Tod?, en Tod Jesu, 49. 47 Esta tesis, elaborada sistemticamente por Anselmo de Canterbury en

    su obra Cur Deus homo?, es mantenida por la teologa posterior occidental. El Concilio de Trento, aun sin definirla expresamente como dogma, la refleja en algunos de sus documentos: en el Decreto sobre la justificacin (Cristo in ligno crucis... pro nobis Deo Patri satisfecit: DS 1529) y en la doctrina sobre el sacrificio de la misa (Cristo semel se ipsum in ara crucis, morte intercedente, Deo Patri oblaturus erat, ut aeternam illis redemptionem ope-raretur: DS 1740; cf. tambin DS 1743).

    Diaconia de Jess y su sacrificio 29

    a esta tesis en el hecho de que Jess se haya identificado con la figura del Siervo doliente de Yahv, de Isaas *, o con la funcin expiatoria del mrtir o del justo sufriente (segn la mentalidad del judaismo tardo)4 9 . Para ello toman como base las palabras de Jess en la ltima cena, as como el logion de Me 10,45.

    Sin embargo, esta tesis, que retrotrae al Jess histrico la in-terpretacin de su propia muerte como sacrificio expiatorio, parece desprovista de suficiente fundamento. En primer lugar, porque la actuacin de Jess y su persona desbordan los estrechos lmites de la estructura religiosa general, as como de los esquemas reli-giosos judos. Por eso no es afortunada, en principio, la pretensin de ajustar el sacrificio de Jess al esquema previo del sacrificio general de la religin 50.

    Pero sobre todo parecen excluir toda idea de expiacin en la mente de Jess los siguientes datos: en primer trmino, el antago-nismo de Jess frente al templo de Jerusaln y su estructura cul-tual. El rechazo del templo se remonta sin duda al Jess histrico, que adems nunca aparece ejerciendo funciones cultuales en el santuario51 . En segundo lugar, los evangelios no nos conservan palabra alguna de Jess en la que l utilice expresamente el voca-blo sacrificio para interpretar el sentido de su vida o de su muerte. Aunque en ocasiones aparecen en boca de Jess trminos como sacrificio (ihysia), ofrecer (prosferein), altar (thysiasterion) o don-oblacin (doron), nunca dicen relacin a su muerte5 2 ; antes

    ,8 Tesis defendida por J. Jeremas, Teologa del NT, 338-341, as como Ultima Cena, 247-254, y el art. Pas theou: ThWNT V, 709-713. Tambin O. Cullmann, Christologie des Neuen Testaments (Tubinga 1958) 63s, afirma: No es posible discutir la tradicin clara segn la cual Jess en ese momento (de la cena) predijo su muerte expiatoria por muchos y acompa esa pre-diccin con la accin sacramental. De entre los exegetas catlicos, cf., p. ej., J. Coppens, Le Messianisme et sa releve prophtique (Gembloux 1974), o P. Benot, Jsus et le Serviteur de Dieu, en X. Lon-Dufour (ed.), Jsus, 111-140.

    49 As, E. Lohse, Martyrer und Gottesknecht (Gotinga 1963) 111-130. 50 Cf. tambin J. L. Espinel, La Eucarista del Nuevo Testamento (Sala-

    manca 1980) 155-171. 51 Cf. un buen resumen en J. I. Gonzlez Faus, La Humanidad Nueva I,

    76-86. 51 Sacrificio (thysia): aparece en Mt 9,13; 12,7 (no en Me ni Le); en

    Me 12,33 (no en Mt ni Le), palabras de un escriba que Jess confirma; en Le 13,1 (no en Mt ni Me), la sangre de los galileos mezclada con los sacri-ficios. Oblacin y ofrenda: El sustantivo prosfora no aparece en boca de

  • 30 Eucarista y vida de Jess

    bien, se refieren siempre al culto sacrificial judo realizado en el templo53 y entraan por lo general cierto sentido peyorativo: quiero misericordia y no sacrificio (thysian) (Mt 9,13; 12,7; cf. Os 6,6). En tercer lugar, Jess no exige una expiacin o re-paracin previa al perdn de los pecados M; antes bien, la recon-ciliacin que acompaa toda su actividad es otorgada como perdn inmerecido y gratuito que exige la conversin personal, pero no una accin expiatoria o satisfactoria previa. Los pecadores, ante Jess, experimentan lo que jams haban esperado: Dios los acep. ta, aunque sus manos estn vacas S5. Frente al Bautista, Jess ofrece a los pecadores la salvacin aun antes de que ellos hagan penitencia %. Y es en esta remisin gratuita por parte de Dios en lo que consiste la buena noticia principalmente para los po-bres, a quienes el sacrificio por el pecado resultaba oneroso y dif-cil y con frecuencia econmicamente gravoso 57. Por ltimo, la vida entera y la actuacin de Jess se mueve a impulsos de la paterni-dad de Dios, que, por puro amor, toma la iniciativa de la salva-cin del hombre, y muy lejos de la hiptesis de un Dios cruento, justiciero, que exige la sangre y la muerte del Hijo para otorgar a la humanidad su perdn y su gracia, como si fuese preciso acallar previamente su ira por la aplacacin para obtener su misericordia. Esta concepcin mtica, que resalta lo demonaco en el misterio, responde a la violencia caracterstica de las divinidades primiti-vas: algo que ya la religiosidad israelita logr ir purificando en

    Jess; s el verbo prosferein (ofrecer) o el trmino dbron (don): as, Mt 5,23 (falta en Me y Le); Mt 8,4 (y par. de Mt y Le): la oblacin ordenada al leproso. Altar (thysiasterion): aparece en Mt 5,23-24; en Mt 23,18-20 (falta en Me y Le): jurar por el altar; y Mt 23,35 (y par. de Le): Zacaras asesinado entre el templo y el altar.

    53 La palabra thysiasterion se refiere claramente al altar judo, pues los LXX y el NT emplean siempre bmos para designar los altares de dioses extranjeros, segn S. Aalen, Das Abendmahl: NovTest 6 (1963) 134.

    54 Slo una vez recomienda Jess a un leproso que ofrezca una oblacin, pero sta se realiza como testimonio de su curacin (cf. Me 1,44 par.).

    "5 J. Jeremas, Teologa del NT, 143. 56 Ibd., 209; cf. tambin p. 66. O como dice Ch. Duquoc: Dios no

    exige la sangre del inocente como compensacin; antes bien justifica al ino-cente perdonando a los que lo matan. La actitud de Jess define la actitud misma de Dios, en Christologie et Eucharistie: MaisDieu 137 (1979) 45-Duquoc propugna una interpretacin proftica frente a una interpretacin ritual de la vida y la muerte de Jess.

    57 Cf. J. Jeremas, Jerusaln en tiempos de Jess (Madrid 1977) 136-138.

    Diacona de Jess y su sacrificio 31

    parte y que en Jess encuentra su plena superac in x . El Dios de Jess es aquel que de antemano ama a los enemigos, sale en busca de la oveja perdida y del hijo prdigo aun antes de que ellos hayan dado un paso por buscarle a l y hace salir el sol sobre los justos y los injustos, as como enva la lluvia sobre los buenos y los malos (cf. Mt 5,44-48 y par. de Le). Como bien dice E . Jngel, Dios mismo en su plenitud se crea su propia historia en la historia de Jess como historia de amor. Por eso el amor no surge nunca de una exigencia de amor, sino que la exigencia del amor nace del previo reconocimiento de la fuerza del amor 59.

    Digamos, por ltimo, que importantes figuras de la teologa ac-tual concuerdan en que la clave del sacrificio expiatorio no es la ms adecuada para explicar el sacrificio de Jess. K. Rahner con-fiesa claramente que, desde el punto de vista histrico, no nos consta con seguridad si el Jess prepascual interpret ya su muer-te como sacrificio expiatorio tomando como punto de arranque la figura isaiana del siervo doliente de Yahv que expa el pecado

    58 Cf. R. Girard, Des cboses cachees depuis la fondation du monde (Pars 1978) 180. Segn Girard, el fenmeno sacrificial est integrado por una doble transferencia: de agresividad y acto seguido de reconciliacin. La comunidad, desgarrada por la discordia y abocada al crculo eterno de las represalias vin-dicativas, encuentra en la vctima sacrificial un recurso por el que la opo-sicin de todos contra todos se resuelve en la oposicin de todos contra uno (el chivo expiatorio). A la multiplicidad catica de conflictos particulares sucede bruscamente la simplicidad de un antagonismo unitario: toda la comu-nidad de un lado, y del otro, la vctima. El sacrificio produce as la catarsis de la comunidad, que recobra su solidaridad global a expensas de una vctima que va a sufrir la venganza colectiva sin desatar nuevas venganzas o nuevas represalias. La agresividad desemboca en reconciliacin (ibd., 35s.45s). Jess viene a romper con esa realidad letal oculta tras la violencia humana primor-dial como mecanismo fundador de la comunidad y de la convivencia humana (que late tras los mitos de ciudades fundadas por el asesinato, ritualizado luego, de un hermano por otro: Can y Abel, Rmulo y Remo), excluyendo as el sacrificio sangriento tanto de las vctimas como de otros hombres, como el suyo propio (cf. ibd., 181ss.l86ss). Cf. tambin, del mismo autor, La violence et le sacre (Pars 1972), de la que puede verse un resumen en L. Maldonado, La violencia de lo sagrado (Salamanca 1974) 105-120; as como en L. M. Chauvet, La dimensin sacrificielle de l'eucharistie: MaisDieu 123 (1975) 48-59.

    59 E. Jngel, Paulus und Jess (Tubinga 1972) 211; cf. tambin 263-284 sobre la predicacin de Pablo y la de Jess: en su doctrina de la justificacin por la fe y no por las obras, Pablo expresa la prioridad absoluta del amor gratuito de Dios afirmada por Jess, y que Juan formular: Dios nos am primero (1 Jn 4,19; cf. 1 Jn 4,10; Jn 3,15).

  • 32 eucarista y vida de Jess

    o la del justo que padece expiatoriamente sin culpa, en la teologa del judaismo tardo6 0 . No cabe hablar, por tanto, de una repa-racin o satisfaccin puramente jurdica, tendente a hacer cambiar a Dios en su actitud respecto de nosotros. La lesin del honor divino no dice relacin a Dios, sino al hombre, al orden y armo-na del mundo. No es el honor personal de Dios el que exige ser restablecido, sino un mundo desfigurado y perdido que slo per-manece dentro del orden en cuanto mantiene el honor divino. No se trata de restablecer el honor de un Dios celoso... , sino de la libertad, la paz, el orden y la plenitud de sentido del mundo. Dios vincula su propio honor al ordo iustitiae, y de este modo expresa su propia fidelidad divina como creador, que es la fide-lidad a su propia creatura61 . La liberacin del hombre es el honor de Dios, haba dicho san Ireneo.

    60 K. Rahner-W. Thssing, Cristologa {Madrid 1975) 53. Lo que no significa, segn el propio Rahner, negar el valor de la interpretacin pos-terior de la muerte de Jess en clave de expiacin por parte de la Iglesia primera, aunque esta interpretacin no sea til ya para nosotros (tbtd., 52). Tesis reafirmada de nuevo en K. Rahner, Curso fundamental de la fe (Bar-celona 1979) 300-301. De forma semejante, W. Kasper, Jess, 266: Por lo dems, es discutible hoy el que Jess se haya tenido por el siervo de Yahv del segundo Isaas, como pretende J. Jeremas; o si las expresiones acerca de su sufrimiento y muerte vicarias no provendrn ms bien de la predicacin pospascual. Ya H. Kessler haba afirmado: La tesis segn la cual Jess puso en relacin su muerte posible o cierta con la idea de expiacin o sacri-ficio no es ms que un postulado (Die theologische Bedeutung, 234). Otros autores catlicos prefieren mantener el trmino expiacin o sacrificio expia-torio, pero dndole un sentido nuevo, distinto: as, p. ej., A. Gerken, Theo-logie der Eucharistie, 37, segn el cual, slo la misericordia de Dios, dis-puesta al perdn, es lo que en ltima instancia puede realizar la expiacin. Llegamos as a la conclusin paradjica de que Dios mismo otorga la expiacin que elimina su propio juicio. De manera similar, R. Pesch, Das Abendmahl und Jesu Todesverstandnis, en Tod Jesu, 184-187, o F. Bourassa, Expiation: ScEsprit 22 (1970) 149, quien, para superar los excesos de una expiacin puramente penal, advierte: El trmino bblico 'expiar' designa, con toda claridad, no la accin del hombre pecador que intenta hacerse favorable a Dios por su penitencia y su sacrificio, sino ante todo la accin de Dios, que perdona gratuitamente (cf. tambin la nota 5 del cap. 3).

    61 W. Kasper, Jess, 273. Sin embargo, disiento de Kasper en su com-prensin del nuevo orden justo como restauracin de la creacin antigua, siendo as que la obra de Jess se orienta hacia la instauracin de la nueva creacin escatolgica, que se anticipa. Por ser escatolgica, esta justicia u orden nuevo de la realidad (el reino de Dios) desborda siempre toda justicia y todo orden humano, a los que pone en cuestin induciendo a su superacin cons-

    Diaconta de Jess y su sacrificio 3

    Ser en el kerygma posterior de la comunidad apostlica donde prevalezca la interpretacin de la muerte de Jess como sacrificio expiatorio (sobre todo en la carta a los Hebreos). Sin embargo, la expiacin no es la nica clave ni la ms importante en la tradicin cristiana primitiva para explicar la salvacin otorgada en y por Cristo ffi. Otras frmulas como la del misterio pascual, la de la vic-toria de la luz sobre las tinieblas o de la vida sobre la muerte son tan importantes en el Nuevo Testamento si no ms que la primera63 .

    3. La muerte de Jess, indisociable de su vida como entrega por todos

    El sacrificio de Jess no puede reducirse a la sangre, a la muerte por inmolacin cruenta. En realidad, Jess no viene al mundo para morir en la cruz, sino para vivir y, con su vida y su actuacin, anunciar y hacer presente entre los hombres el reino de DiosM . Tampoco el Padre desea, en principio, la muerte del Hijo. Lo que ambos pretenden es establecer el orden nuevo del reino, aun a sabiendas del choque frontal que esta novedad provocar con las estructuras dominadas por el pecado del mundo. A pesar de ello, ni el Padre se arredrar ni Jess, el Hijo, dar un paso atrs en ese objetivo de reconciliacin y regeneracin de una hu-ante. Desde esta clave instauracin de algo nuevo frente a mera restau-racin de lo antiguo, la misma idea de expiacin resulta problemtica, pues mira al paraso perdido y a la reparacin del pasado (ya sea del honor divino conculcado o del orden pretrito roto) ms que a la nueva creacin escatolgica.

    62 Por qu la sangre del Hijo nico iba a ser agradable al Padre, que no quiso aceptar a Isaac ofrecido en holocausto por Abrahn y reemplaz este sacrificio humano por el de un carnero? Es claro que el Padre acepta el sacrificio, pero no porque l mismo lo exija o tenga necesidad de l, sino porque le sirve para realizar sus designios: era preciso que el hombre fuese santificado por la humanidad de Dios, y era necesario que l mismo nos liberase triunfando del tirano por su poder, que l nos hiciese retornar a l por su Hijo, afirma Gregorio Nacianceno, Orat, 45,22 (PG 36,654 B).

    63 El mismo santo Toms habla de diversas claves de comprensin de la salvacin: por va de eficiencia, de mrito, de satisfaccin, de redencin o liberacin, de sacrificio (STh III, q. 48, a. 5 ad c) y advierte que Jess hizo mucho ms por su eximia caridad y obediencia que lo que le era exi-gible por la mera justicia.

    M La tesis de la muerte como razn ltima de la encarnacin se impone en la Edad Media con la teora de la satisfaccin vicaria de san Anselmo.

    3

  • 34 Eucarista y vida de Jess

    manidad nueva, dispuestos a llevar adelante su proyecto de salva-cin con todas sus consecuencias. (Aqu radica la dimensin teo-lgica de la muerte de Jess). Por otra parte, ese choque frontal del reino con el pecado es expresin de un juicio (Jn 12,31-32; cf. 3,18-19), de los estertores de un mundo y de una humanidad tantas veces inhumana, que es cuestionada por el amor humano de Dios que aparece en la vida y sobre todo en la muerte de Je-ss. La muerte es asumida por Jess como signo de esa tribula-cin escatolgica (cuyos antecedentes se encuentran en el miste-rioso sufrimiento del justo sobre todo de Job en el Antiguo Testamento): la aproximacin del hombre a Dios, al fuego inexhau-rible del amor, quema, juzga, purifica y entraa cierta inmolacin, pues el hombre no puede ver a Dios sin morir fo. Pero este juicio y el sacrificio que conlleva es realizado por el Amor, desde el amor, y acaece en el advenimiento mismo del reino de Dios, del perdn gratuito y radical del Padre que desenmascara con su misma presencia la maldad del hombre a la vez que la cauteriza: la gracia sana y juzga al mismo tiempo. A pesar de la obstinacin del hombre, Dios en Jess no se deja arrastrar a una retractacin de su alianza (como cabra esperar ante la amenaza de ruptura de la alianza por parte de Yahv por el pecado de Israel en el Antiguo Testamento) ni abdica de sus designios salvadores o de su pater-nidad para convertirse en juez airado de los hombres. No; el juicio ser ejercido desde la gracia y la salvacin misma (cf. Jn 12,46-48), desde el amor que es a la vez fuego que quema en holocausto per-fecto y luz que ilumina. Y el signo de ese fuego, mortal y vivifica-dor a la vez, ser la muerte de Jess.

    Esto es precisamente lo que quiere afirmar la parbola de los viadores homicidas, que Jess pronunci poco antes de su pasin (cf. Me 12,1-9 y par.)66. En esta parbola Jess da una interpre-

    65 El sacrificio es sobre todo el reconocimiento del Misterio. A. Vergote seala que el sacrificio libera de culpabilidad en cuanto que restituye la inocencia amenazada por el deseo de transgredir la finitud y de ocupar el lugar que le corresponde a Dios (Dimensions anthropologiques de l'eucba-ristie, en L'Eucharistie, symbole et ralit, Pars 1970, 53). El sacrificio o la ofrenda implica, pues, en la donacin misma y la renuncia que conlleva, el dejar un espacio vaco, libre para la presencia divina en el propio corazn. En la ausencia que produce la oblacin acaece la presencia divina y se hace palpable a la vez la realidad de Dios como distinto. El sacrificio tiende as fundamentalmente a la comunin con el Otro como Otro (ibd., 33-46).

    " Este pasaje en su forma original contiene una parbola autntica de Jess, dice M. Hengel, Das Gleicbnis von den Weingartner: ZNW 59

    Diacona de Jess y su sacrificio 35

    tacin del sentido de su muerte y de la actitud del Dueo de la via ante esa muerte del Hijo amado. Qu har el Dios de Jess? Romper definitivamente su alianza? La parbola reafirma el designio salvador de Dios (sobre todo en Mt 21,40-46), ampliado ahora a la humanidad entera. As, el mundo es juzgado como reo, pero no ya desde una justicia paralela al amor o al margen de l, sino desde la justicia de su amor; no en un juicio autnomo, sino en un juicio que acaece en el marco de la alianza divina man-tenida de forma irrevocable en la vida y sobre todo en la muerte del Hijo. Y es precisamente esta promesa definitiva del reino la que Jess ratificar en la ltima cena (el comer y beber a la mesa del reino), ante la proximidad de su muerte, sin retractarse ni un pice de la alianza predicada y ya incoada 7.

    A partir de lo dicho cabe hablar de un sacrificio de Jess, aun-que en un sentido nuevo. En primer trmino, el sacrificio de Jess coincide no tanto con su inmolacin, sino sobre todo con su oblacin o su entrega personal, que abarca su vida entera. El sa-crificio es, pues, indisociable de todo el conjunto de su vida, por-que su oblacin no consiste en una oblacin eventual de cosas exteriores, de la sangre de vctimas ofrecida en el templo, ni si-quiera en el don de su propia sangre fsica (como en los sacrificios humanos de ciertas religiones), sino en la entrega de su persona misma68. Pero es adems indisociable de la totalidad de su exis-tencia, pues el sacrificio de Jess como culto al Padre tampoco pue-de reducirse a algunas horas de su vida terrena, al breve lapso de tiempo de su pasin y su muerte en cruz, sino que abarca su exis-

    (1968) 31, como aparece por el intenso dramatismo del relato, por la palabra el Hijo, muy poco frecuente en el judaismo; por la referencia al asesinato del Hijo, que implica una escasa teologizacin, y por la ausencia de toda alusin a los dirigentes de Israel (los saduceos), causantes de la pasin, y mencionados con frecuencia por la comunidad primera (ibd., 35-38).

    67 Cf. R. Pesch, Das Abendmabl, en Tod Jesu, 183-184; H. Schrmann, ]esu ureigener Tod (Friburgo 1975) 88s. Sobre las alusiones de Jess a su muerte, cf. tambin X. Lon-Dufour, Jess y Pablo ante la muerte (Madrid, Ed. Cristiandad, 1982) 73-111; J. L. Espinel, La eucarista, 30-35.

    68 Santo Toms afirma: Significat autem sacrificium, quod offertur ex-terius, interius spirituale sacrificium: quod anima seipsam offertur Deo (STh II-II, q. 85, a. 2 ad c), por lo que la actitud interior, la caridad o la oracin son el principale sacrificium (ibd., a. 3 ad c). Por eso probable-mente Toms de Aquino no gusta de hablar de la cruz o de la muerte de Jess, sino que prefiere hablar de la passio Christi (que indudablemente no se reduce a las ltimas horas de su vida), destacando su amor y su obediencia: oboedientia vero mnibus sacrificiis antefertur (STh III, q. 47, a. 2 ad c).

  • 36 Eucarista y vida de Jess

    tencia entera como donacin generosa de s mismo a los hombres y, en cuanto tal, donacin tambin plena y cumplida al Padre. Y es en esta vida entregada al Padre, en y a travs de su entrega cotidiana a los dems, donde Jess realiza su culto, su oblacin sacrificial, sobrepasando los presupuestos de toda la estructura cultual de la Antigedad con su praxis sacrificial y expiatoria. O expresado en otros trminos: superando la distincin, funda-mental para el mundo antiguo globalmente considerado, entre el tmenos o recinto sagrado y la profanidad. Por eso puede admitir en su compaa a los pecadores m. La vida entera de Jess, por tanto, y no slo su muerte en la cruz, es cuerpo ( = persona) en-tregado y sangre ( = vida) derramada: existencia entregada en oblacin por todos para todos, en especial en pro de los ms dbiles e indefensos, pero entregada tambin a la vez como obla-cin y sacrificio de fragante y suave olor (Ef 5,2) en manos del Padre celestial.

    La muerte de Jess recibe, por tanto, su sentido de la vida misma. Es su existencia entera la que llena ese cliz de la pasin y de la muerte, otorgndole contenido y significacin plenas. Al margen de la vida y de toda la actuacin anterior de Jess, su muerte sera un hecho vaco de sentido. La muerte de Jess es, pues, salvadora no por s sola, sino porque lo fue toda su vida y en la medida en que sta lo fue. Disociada de la existencia anterior de Jess, la mera sangre fsica derramada y su cuerpo quebrantado no nos habran salvado, por lo que el viernes santo no puede cons-tituirse de por s en vrtice aislado de la salvacin. Es claro, pues, que la afirmacin teolgica del valor salvfico de la muerte de Jess no ha de ser entendida desde los presupuestos de la concep-cin del sacrificio expiatorio propio de la historia de las religiones o del mismo judaismo, sino desde el comportamiento global y desde la actuacin del Jess histrico. Slo en conexin con toda la ac-tuacin de Jess como entrega diaconal en favor de los hombres se hace inteligible la fuerza salvadora de su muerte70.

    " E. Ksemann, Das "Problem des historischen Jess, en Exegetiscbe Versuche und Besinmmgen (Gotinga 1970) I, 207.

    70 K. Kertelge, Die soteriologischen Aussagen: TrThZ 81 (1972) 202; cf. tambin 199. Ch. Duquoc seala que la disociacin entre la muerte de Jess y su anterior existencia proftica es lo que llev a sustituir los esque-mas del evangelio por otros propios de la historia de las religiones: Christo-logie et Eucharstie, 44. Sobre la coherencia entre la actuacin de Jess y su muerte, cf. tambin H. Patsch, Abendmahl und historischer Jess (Stutt-gart 1972) 151-225, y J. L. Espinel, La eucarista, 15-42.

    Diaconta de Jess y su sacrificio 37

    Pero el destacar en el sacrificio de Jess su oblacin personal o existencial que comprende su vida entera por encima de su inmolacin cruenta no significa, sin ms, que su muerte carezca de importancia. La tiene, ciertamente, como radicalizacin de su anterior entrega personal, como donacin de s mismo hasta el fin, como amor hasta el extremo (Jn 13,1). La muerte viene a ser as como el sacramento de la vida, como el sello que garantiza la seriedad y hondura de su pretensin y de su entrega. De por s, la muerte no aade nada esencial ni valor alguno nuevo salvador a la vida de Jess si no es la radicalidad de su entrega filial y fra-ternal, a la que otorga una densidad y un valor definitivos.

    Por ltimo, el sacrificio de Jess engloba tambin su resurrec-cin. Durante siglos, la teologa redujo el ncleo central del mis-terio de la salvacin a la inmolacin y la muerte de Jess. Y, sin embargo, es en la resurreccin, y no en la inmolacin de la cruz, donde culmina definitivamente el sacrificio personal y no ri-tual de Cristo. Es en la entrega en manos del Padre (Le 23, 46) y en la aceptacin irrevocable por parte de ste de la oblacin personal del Hijo donde la vida de Jess se constituye y manifiesta como verdadero sacrificio, como culto perfecto y agradable al Padre, ya que slo por la resurreccin culmina ese dilogo perso-nal entre Dios y el hombre que est llamado a ser todo sacrificio. De este modo, la oblacin y el sacrificio de Jess se revelan como sacrificio no de muerte, sino de vida, donde la vctima no es degollada para que perezca, sino que, como Isaac, se inmola para que viva 7I. El sacrificio nico y singular de Jess comprende, pues, todo el conjunto de su vida terrena, adquiere su mxima radicalidad en la muerte y llega a su plenitud por la resurreccin, donde el Padre acepta la donacin de la vida del Hijo, sentndolo a su derecha72. La resurreccin recoge y perenniza lo ms profundo de la vida y de la muerte de Jess: su entrega radical por los hom-bres al Padre. Por eso la resurreccin no es una aadidura ex-trnseca a la muerte, sino la eclosin y la realizacin plena, en una vida nueva, de lo que la vida y la muerte de Jess tienen de ms valioso.

    71 Zenn de Verona, Tract. 1,15,4 (PL 11,364-65; Sol I, 441). Gregorio Nacianceno habla de la vctima destinada a la resurreccin, Ep. 171 (PG 37,280; Sol I, 635), lo que sera una contradiccin en el mbito de la religin: la vctima es inmolada para que muera y no para que viva.

    72 Cf. F. X. Durrwell, La resurreccin de Jess, misterio de salvacin (Barcelona 1965) 77-89 (edicin 1967, 84-100); J. Lcuyer, El sacrificio de la nueva alianza (Barcelona 1969) 182-183.

  • 38 Eucarista y vida de Jess

    En realidad, la muerte-resurreccin es el nico hecho sagra-do de la historia que pone en cuestin la sacralidad de todo lo dems. La resurreccin y la entrada en el templo celestial es el verdadero sacrificio, que slo en Cristo ha sido verdaderamente sacrum faciens ". Aqu radica tambin una de las diferencias b-sicas entre el sacrificio de Jess y el sacrificio general de las reli-giones. Estas, aunque de forma balbuciente e imperfecta, intentan expresar, a travs de la inmolacin, la aceptacin por la divinidad de una vctima que, sacrificada, abandona el nivel profano de la utilidad inmediata para pasar al mbito sagrado del misterio. En cambio, este paso a Dios, que el sacrificio general simboliza por la inmolacin o el holocausto, acaece en Jess por la resurreccin, con lo que su sacrificio supera a la vez que plenifica y consuma el sacrificio de la religin, al hacer culminar en la propia oblacin per-sonal aquel impulso religioso fundamental latente ya en la estruc-tura sacrificial de las religiones como un vago presentimiento del verdadero encuentro personal con el misterio74.

    4. La diakona de jess como thysia: el servicio como sacrificio

    La oblacin sacrificial personal no puede consistir en la mera negacin de s mismo a impulsos de una especie como de pulsin tantica en el sentido freudiano. Esta concepcin sacrificial des-embocara directamente en la violencia de lo sagrado, en la sa-cralizacin de la inmolacin o la muerte como valores absolutos. La nica forma de romper el crculo infernal de la violencia sacra-lizada es el no reducir el sacrificio a una inmolacin (o autoinmo-

    73 T. I. Gonzlez Faus, La Humanidad Nueva I, 162-163. 74 G. van der Leeuw advierte la estrecha vinculacin entre el que ofrece

    el sacrificio y la vctima ofrecida, en una comunin o participacin mutua. En realidad, el que ofrece un sacrificio se entrega a s mismo en y con el sacrificio ofrecido, que le sirve as de medio para realizar su donacin. Por otra parte, el mundo del hombre primitivo no se resuelve en un conglome-rado heterogneo de seres, de los que unos (las cosas) pueden reemplazar o sustituir a otros (el hombre); antes bien, el mundo es un conjunto armnico y coherente, un organismo formado por seres que se interpenetran e inclu-yen mutuamente. Por lo que, para el hombre primitivo, la vctima o la ofrenda no es una simple cosa, sino parte de uno mismo, del propio ser. Quien ofrece un sacrificio sacrifica algo suyo, es decir, a s mismo, ya que cuanto posee participa de su ser: L'homme primitif et la religin (Pars 1940) 41s.65-84; cf. Fenomenologa de la religin (Mxico 1964) 336-338.

    Diacona de Jess y su sacrificio 39

    lacin, aun cuando sta sea el fruto de una entrega personal), sino abrirlo hacia una entrega generosa de s mismo al prjimo, a los dems7S. nicamente el amor, que entraa siempre una dimensin de renuncia, define el verdadero sentido y el valor autntico de la abnegacin (que no es la mera negacin). Slo entonces el sacri-ficio es verdaderamente pacificador, comunin a la vez con el hombre y con Dios, y no expresin sutil de una ancestral violencia. Y sta fue la novedad del sacrificio de Cristo: el rendir un servi-cio a Dios no a travs de la mera negacin de s mismo, sino de la entrega abnegada en favor de los otros. En Jess, el sacrificio y el culto al Padre acaecen como diakona, como servicio y entrega al hombre. La filiacin divina desemboca en fraternidad humana, y ambas cuestan sangre.

    En la entrega radical que define toda la vida de Jess late un doble dinamismo: por una parte, la condescendencia del amor de Dios que en Jess alcanza al hombre (cf. Tit 2,11), y por otra, el dinamismo ascendente de respuesta filial y obediente del Hijo al Padre celestial. Es as como en la diakona de Jess se plas-ma y se encarna la gracia, el amor gratuito de Dios para el hombre; y es en esa misma diakona'donde se concreta la obediencia filial y la oblacin de Jess a Dios Padre. Sacrificio que acaece, pues, como donacin al hombre y como donacin al Padre, en un nico impulso que se realiza en el mbito de la existencia cotidiana y no en el espacio sagrado del templo. No aparece en Jess un culto sa-crificial dirigido exclusivamente a Dios para aplacar su ira o su justicia y excitar su gracia o para hacerle cambiar en su actitud res-pecto al hombre; antes bien, es el hombre el que (a partir de la

    75 Nada tiene que ver Jess con las ancestrales maldiciones destinadas a atraer sobre el individuo execrado por la comunidad (que carga sobre l su pecado) la venganza de una divinidad violenta. En l acaece exactamente lo contrario: con su muerte cierra el paso a todo intento mtico de sacralizar la violencia en un rito sacrificial, permitiendo perpetuarla. La muerte de Jess desenmascara ese mecanismo por el que cada uno intenta proyectar sobre el otro (a veces todos sobre uno) la responsabilidad de la comn injus-ticia que nadie quiere asumir. A lo sumo, se puede decir que Jess padece esta violencia, cargando con la responsabilidad comn, pero sin que l trate de buscar otra vctima expiatoria sobre la que descargar esa responsabilidad colectiva. Es en este sentido como habra que entender Heb 9,12.25-26: en Jess han quedado cancelados y eliminados de una vez para siempre los antiguos sacrificios de sangre. Cf. R. Girard, Des choses, 192-196.249.258-260. L. M. Chauvet, Thmes de reflexin sur l'eucharistie (Lourdes 1981) 47ss, habla del antisacrificio de Jess.

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    gracia y el amor) deber convertirse a Dios, modificar sus actitu-des y su comportamiento viviendo como hijo. Por eso no podemos contraponer en Jess un sacrificio de la cruz aislado y dirigido exclusivamente a Dios como acto expiatorio, frente al conjunto de su vida anterior, orientada sobre todo hacia el hombre. No hay en la vida de Jess un dinamismo contrapuesto: por un lado, la oblacin al Padre mientras vuelve las espaldas a lo secular o a lo profano; por otra, su entrega al hombre en una accin liberadora o salvadora. Antes bien, su cuerpo entregado por nosotros es a la vez cuerpo entregado en manos del Padre. Es un nico im-pulso el que, partiendo del amor y la iniciativa generosa divina, se plasma en la entrega humana de Jess por la salvacin del hom-bre y que, a travs de esa misma entrega, retorna de nuevo al Padre como obediencia filial y culto en el Espritu.

    Por eso podemos ver en la diakona de Jess la raz ltima de su existencia sacrificial, as como el punto de arranque de la pos-terior interpretacin, por la Iglesia apostlica, de la vida y la muerte de Jess como sacrificio76. Una prueba de la relacin entre diakona y sacrificio estriba en el hecho de que el concepto de sa-crificio en el Nuevo Testamento se reserve generalmente para de-signar la oblacin personal, la entrega constante de la vida cristiana realizada en fe y en caridad y convertida as en culto agradable a Dios (cf. Rom 12,1; Flp 2,17; 4,18; Heb 13,15). Y aun cuando en la etapa final del Nuevo Testamento la carta a los Hebreos re-interprete la muerte de Jess desde el esquema del sacrificio ex-piatorio judo, se trata de una mera compar