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70 La enseñanza de arquitectura en la segunda década de postguerra. La aportación de los “Pioneros”. Asenjo Alvarez, Felipe. Universidad Europea de Madrid. Departamento de Dirección Académica. Villaviciosa de Odón, Madrid España. [email protected] Resumen En la segunda década después de finalizada la guerra, los estudios en la Escuela de Madrid continuaban divididos en dos ciclos: el preparatorio, y el especial orientado a materias específicas de arquitectura. El ingreso se realizaba fuera, en la Facultad de Ciencias, con materias no siempre adaptadas a los estudios del futuro estudiante de arquitectura y al ejercicio profesional. Al frente de la Escuela de Madrid, se encontraba Modesto López Otero, que lo hizo desde antes del inicio de la Guerra Civil (1923-1941 y nuevamente 1952-55). Entre los profesores más destacados figuraron Pedro Muguruza y Luis Moya Blanco; representantes y defensores de una “arquitectura nacional”, por lo que la división entre el profesorado y estudiantes fue inevitable. Emilio Canosa sustituyó a Modesto López Otero al frente de la dirección de la Escuela entre 1941 y 1952, y se incorporaron a la enseñanza, jóvenes egresados como Javier Sáenz de Oiza, y posteriormente Francisco Cabrero, Rafael Aburto, Alejandro de la Sota y José Luis Fernández del Amo; esto, junto con el incremento en la entrada de material publicado del exterior 1 , permitió un cambio en la formación de las nuevas generaciones, coincidiendo con que estos mismos, comenzaban a ejecutar una arquitectura de otro carácter, que servía como referencia a los estudiantes, paliando de algún modo las carencias en la educación que recibían. Tanto esta nueva arquitectura, como la situación de la enseñanza de la arquitectura en España, se refiere de manera continuada en los artículos que aparecen en estos años, en publicaciones como la Revista Nacional de Arquitectura o el Boletín de la Dirección General de Arquitectura; constituyendo un interesante testimonio, imprescindible para conocer como “los pioneros”, además de ser claves en la superación de la situación introspectiva que vivía la arquitectura española, contribuyeron a la formación de la nueva generación con el ejemplo, materializado en la obra que comenzaron a construir en la segunda década tras la contienda, y colaborando a su divulgación en las modestas publicaciones mencionadas. La idea de que los jóvenes arquitectos se formaban, más y mejor, a través de publicaciones o de los ejemplos de obra construida por los recién egresados, que por la enseñanza que recibían de las escuelas, fue defendida por ejemplo, en “Puntos de vista sobre la situación de los arquitectos jóvenes en España” 2 , que se publicó junto con otros artículos que exponen la situación de los jóvenes arquitectos, en el 192 de RNA; mantenían que cuando las corrientes renovadoras comenzaron a imponerse los profesores se habían visto superados por los estudiantes, creyendo fundamental, que los estudiantes pudieran contar presencialmente con maestros expertos, a los que pudieran respetar por sus obras realizadas. A falta de un programa de profesores visitantes, esta labor la realizaron aquellos arquitectos que titulados posteriormente a la Guerra, emprendieron un camino distinto y sirvieron como ejemplo para varias generaciones. Palabras clave: Escuela, Arquitectura, RNA, BDGA.

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La enseñanza de arquitectura en la segunda década de postguerra. La aportación de los “Pioneros”. Asenjo Alvarez, Felipe. Universidad Europea de Madrid. Departamento de Dirección Académica. Villaviciosa de Odón, Madrid España. [email protected]

Resumen

En la segunda década después de finalizada la guerra, los estudios en la Escuela de Madrid continuaban divididos en dos ciclos: el preparatorio, y el especial orientado a materias específicas de arquitectura. El ingreso se realizaba fuera, en la Facultad de Ciencias, con materias no siempre adaptadas a los estudios del futuro estudiante de arquitectura y al ejercicio profesional.

Al frente de la Escuela de Madrid, se encontraba Modesto López Otero, que lo hizo desde antes del inicio de la Guerra Civil (1923-1941 y nuevamente 1952-55). Entre los profesores más destacados figuraron Pedro Muguruza y Luis Moya Blanco; representantes y defensores de una “arquitectura nacional”, por lo que la división entre el profesorado y estudiantes fue inevitable.

Emilio Canosa sustituyó a Modesto López Otero al frente de la dirección de la Escuela entre 1941 y 1952, y se incorporaron a la enseñanza, jóvenes egresados como Javier Sáenz de Oiza, y posteriormente Francisco Cabrero, Rafael Aburto, Alejandro de la Sota y José Luis Fernández del Amo; esto, junto con el incremento en la entrada de material publicado del exterior1, permitió un cambio en la formación de las nuevas generaciones, coincidiendo con que estos mismos, comenzaban a ejecutar una arquitectura de otro carácter, que servía como referencia a los estudiantes, paliando de algún modo las carencias en la educación que recibían.

Tanto esta nueva arquitectura, como la situación de la enseñanza de la arquitectura en España, se refiere de manera continuada en los artículos que aparecen en estos años, en publicaciones como la Revista Nacional de Arquitectura o el Boletín de la Dirección General de Arquitectura; constituyendo un interesante testimonio, imprescindible para conocer como “los pioneros”, además de ser claves en la superación de la situación introspectiva que vivía la arquitectura española, contribuyeron a la formación de la nueva generación con el ejemplo, materializado en la obra que comenzaron a construir en la segunda década tras la contienda, y colaborando a su divulgación en las modestas publicaciones mencionadas.

La idea de que los jóvenes arquitectos se formaban, más y mejor, a través de publicaciones o de los ejemplos de obra construida por los recién egresados, que por la enseñanza que recibían de las escuelas, fue defendida por ejemplo, en “Puntos de vista sobre la situación de los arquitectos jóvenes en España”2, que se publicó junto con otros artículos que exponen la situación de los jóvenes arquitectos, en el 192 de RNA; mantenían que cuando las corrientes renovadoras comenzaron a imponerse los profesores se habían visto superados por los estudiantes, creyendo fundamental, que los estudiantes pudieran contar presencialmente con maestros expertos, a los que pudieran respetar por sus obras realizadas. A falta de un programa de profesores visitantes, esta labor la realizaron aquellos arquitectos que titulados posteriormente a la Guerra, emprendieron un camino distinto y sirvieron como ejemplo para varias generaciones.

Palabras clave: Escuela, Arquitectura, RNA, BDGA.

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La enseñanza de arquitectura en la primera mitad de siglo.

Los arquitectos en la primera década de postguerra, estuvieron de acuerdo en que debía haber una arquitectura de “Estado”: como otros, inicialmente afines al nuevo Estado, Victor D´Ors en la primera Asamblea Nacional de Arquitectos en junio del 39, pedía la «renovación del espíritu de la Nueva España»3, que en el ámbito material sería misión de los arquitectos, y debía de hacerse acorde a la tradición y al espíritu del Movimiento. Sobre ello, dice Antón Capitel que: «no eran los Políticos, sino los arquitectos quienes soplaban dicho aire»4, y destaca la influencia de Pedro Muguruza en estos primeros, en el control de las obras más representativas: «fueron las obras oficiales de prestigio las que tuvieron al propio Muguruza como promotor directo. Unas se resolvían por concursos de anteproyectos, otras se encargaban a arquitectos de su confianza; otras se las reservaba para sí mismo»5.

Fue Pedro Muguruza, el personaje principal de la política arquitectónica de los primeros años de la postguerra, hasta la enfermedad que le apartó en 1946; arquitecto de confianza de Franco, jefe de los Servicios Técnicos de la Falange, director de la Dirección General de Arquitectura, y profesor de la Escuela; para promover el clasicismo en la arquitectura hizo uso, tanto de la reconstrucción de Madrid, como de la Escuela de Arquitectura. Colaboró con él, Luis Moya6, que del mismo modo participaba de los dos órganos (Escuela y DGA), fue muy activo tanto a través de su obra, de su docencia, o de sus publicaciones7, pero Moya fue indudablemente más radical en sus planteamientos, y se sumergía más allá del Barroco (lo consideraba una contaminación borbónica de la arquitectura española) para encontrar sus fuentes en el Renacimiento español; de modo que, igual rechazó la arquitectura “moderna”, que la académica de corte internacional8.

Moya actuó en la Escuela junto a López Otero; Moya ligado a lo clásico y Otero a lo ecléctico. Moya recibía a los estudiantes en primero, y Otero los despedía en el último curso de proyectos, por lo que su influencia fue indudable.

La enseñanza oficial de la arquitectura había arrancado en el siglo XVIII vinculada la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En 18449, surgió la Escuela de Nobles Artes, que impartió los “estudios especiales”, divididos en dos ciclos: preparatorio y especial (aquí se originó la futura dependencia de la Escuela de Arquitectura de las Facultades de Ciencias). Estos estudios se complementaban con dos años de práctica en el estudio de un arquitecto.

El intrusismo producido por la incorporación de la ingeniería en el diseño de edificios ligados a las nuevas actividades industriales, comerciales y de transporte, mermó el valor de la Escuela, puesto que además, la Academia ejerció la influencia sobre el estilo, manteniendo la consideración de la arquitectura como un arte10, y por tanto, de trasmisión gremial, sin inclusión de la técnica, que se estaba rápidamente desarrollando.

En 1848 se constituyó la Escuela de Arquitectura11, y comenzó a ser “Escuela Superior”, quedando vinculada a la Universidad Central, con estatus de estudios universitarios, y trasladándose al antiguo Colegio Imperial de los Jesuitas, conocido como el de los Reales Estudios de San Isidro; los títulos los siguió otorgando la Academia de San Fernando, hasta que la Ley Moyano12 en 1857, se desvinculará totalmente de la Academia y en el curso 1935-36 se trasladó a la Ciudad Universitaria donde ha permanecido desde entonces (como Escuela de Madrid, ahora vinculada a la Universidad Politécnica).

En la segunda década después de finalizada la guerra, los estudios en la Escuela de Madrid seguían divididos en dos ciclos. Esto, junto con otras circunstancias que se analizarán, generaban el problema de la tardía salida de los egresado en la década de los cuarenta, que en algunos casos se acercaba al límite de edad establecida por algunos organismos públicos para formar parte de su personal, y que suponía a los estudiantes posponer la entrada de ingresos, y un filtrado por el nivel económico de las familias.

“El ingreso en las Escuelas Técnicas Superiores”13 fue un artículo en el Boletín de la Dirección General de Arquitectura, que denunció esta demora en la salida, señalando como causa del problema el modo de ingreso, pues el estudiante se veía forzado a permanecer varios años en la iniciativa privada preparándose. Esto demoraba el ingreso efectivo, y cuando este se producía, los estudios parecían también excesivamente largos en su duración. Por ello, se pedía una regulación de las materias: «de tal modo que, sin disminuir el número de asignaturas ni la intensidad de sus materias, se pudiera reducir en un año los seis que actualmente se exige»14; esta era una idea que también se apuntaba en el artículo “La Escuela Superior de arquitectura”15, que publicó el BDGA 31, denunciando esta servidumbre de las facultades de ciencias, y unos programas en cuya redacción no tenían intervención las escuelas de arquitectura. Siendo estas las únicas, de carácter técnico, a las cuales les estaba impuesta esta relación de subordinación, en selección de sus futuros estudiantes.

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“La Escuela Superior de Arquitectura de Madrid”16 recogió el discurso que pronunció Modesto López Otero17 con motivo de la entrega de títulos de la promoción de 1954, repasando sus vivencias en la Escuela de Madrid, y denunciando los problemas que, desde su punto de vista, afectaban a la institución, de manera muy coincidente con el que había expresado De Miguel18 en el artículo: “El ingreso en las Escuelas Técnicas Superiores”, pero añadiendo matices interesantes al poner en cuestión que, el sistema de selección, además de por los motivos antes expuestos, porque seleccionaba estudiantes que no presentaban las cualidades adecuadas para ser arquitectos: «El problema más grave, que nos obsesiona desde hace tiempo, es el de la selección en el ingreso de los estudios especiales». Hacía tiempo que los profesores percibían un descenso de “cualidades sensibles y emotivas”, y lo atribuían aun excesivo peso de las materias científicas en el proceso selectivo: «a una acumulación de matemáticas, quizá excesiva para nuestra posterior tarea científica, que en la Facultad de Ciencias exigen a los aspirantes».

La línea argumental que, Modesto López Otero, mantenía sobre la enseñanza en la arquitectura, en lo que al estilo se refiere, estaba en consonancia con lo expuesto en: “Cincuenta años de enseñanza19”, que se publicó en 1951 en RNA, añorando “los tiempos del estilo único”. Hacía referencia a que en el siglo anterior existió correspondencia entre lo que se enseñaba en el aula y lo que la sociedad demandaba, lo que no deja de ser una simplificación, si pensamos en la falta de aceptación de estilos como el Modernismo; aun así, reconocía que en el periodo que comprendió la primera parte del siglo XX, se produjo un cambio en la arquitectura en España, que afectó profundamente a la enseñanza de la misma. Los estudiantes recibieron por un lado el estímulo de una Escuela y por otro el de la cultura de su tiempo, lo que les generó un importante conflicto.

Modesto López Otero enseñó en la Escuela de Madrid en estos años junto a Pedro Muguruza, Luis Moya20 o Pascual Bravo21; todos ellos partidarios de una “arquitectura nacional” basada en la enseñanza clásica y académica. Por este motivo la división entre el profesorado y los jóvenes estudiantes fue inevitable.

La idea de que los jóvenes arquitectos se formaban, más y mejor, a través de publicaciones a las que tenían acceso, que por la enseñanza que recibían de las escuelas, fue defendida también en “Puntos de vista sobre la situación de los arquitectos jóvenes en España”22, que se publicó junto con otros artículos que exponen la situación de los jóvenes arquitectos en el 192 de RNA: «La formación escolar de los jóvenes arquitectos españoles está mal orientada»”, así de rotundos se expresaron José Antonio Coderch y Manuel Valls en su artículo, argumentando que cuando las corrientes renovadoras comenzaron a imponerse los profesores se habían visto sobrepasados por los estudiantes.

El estudiante se servía de libros y revistas para formarse, y esto suponía la ventaja de acceder a la arquitectura que realmente se imponía en el mundo, pero por este procedimiento se producía la ausencia de contacto directo con el autor de la obra publicada; la relación con el maestro. Por eso creían fundamental, que los estudiantes pudieran contar presencialmente con maestros expertos, a los que pudieran respetar por sus obras realizadas.

Con Emilio Canosa, que dirigió la Escuela entre 1941 y 1952, se incorporaron a la enseñanza jóvenes arquitectos como Javier Sáenz de Oiza, Francisco Cabrero, Rafael Aburto, Alejandro de la Sota y José Luis Fernández del Amo. Esto, junto con el incremento de material publicado, no solo foráneo23, sino su propia obra, que ellos y otros ayudaron a divulgar, permitieron un cambio en la formación de las nuevas generaciones a las que sirvieron como referencia, y es la aportación fundamental a la normalización de la arquitectura española en la segunda mitad del siglo XX.

La aportación de los pioneros al conocimiento de la nueva arquitectura

En esta situación, en la que algunos arquitectos afines al “Régimen trataron de imponer su visión de la arquitectura, con el control de las obras estatales y del órgano de enseñanza, una generación de nuevos arquitectos finalizaron sus estudios, inmediatamente después de la contienda; ellos fueron determinantes en el cambio de panorama: José Antonio Coderch (t. 1940), Francesc Mitjans (t. 1940), Antoni de Moragas (t. 1941) y Manuel Valls (t. 1942), actúan desde Cataluña, y desde Madrid lo hacen Francisco Cabrero (t. 1942), Rafael Aburto (t. 1943), Alejandro de la Sota (t. 1941), Miguel Fisac (t. 1942) y José Luis Fernández del Amo (t. 1942). Todos ellos asistieron al cambio, y su labor, pese al aislamiento, la presión socio-profesional y la formación recibida iniciaron la normalización en la siguiente década. A ello hace referencia José Luis Fernandez del Amo en 1984: «La nueva generación vivía el ambiente confinada en un país en forzada incomunicación con los de su común cultura, sin posibilidad de intercambio. Esto es cierto, pero ¿Quién detiene el empuje de la creatividad allí donde los estímulos propios son incontenibles? Verdad es que ni la política lo fomentaba, ni la sociedad ofrecía un clima propicio para su cultivo, pero una vez más el genio temperamental, la lucidez adivinatoria de nuestros artistas, hizo que emergiera el fruto de sus creaciones»24.

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Carlos de Miguel fue figura clave en cambio; a él se deben los Pequeños Congresos25 y las Sesiones Críticas de Arquitectura26, siendo además un inquieto viajero, divulgador de arquitectos y obras. Su aportación especial, fue su labor al frente de tres de las revistas pertenecientes a la Dirección General de Arquitectura, que fueron dirigidas simultáneamente por él27: Gran Madrid, El Boletín de la Dirección General de Arquitectura y la Revista Nacional de Arquitectura. Ya en los setenta, cuando abandonaba su actividad al frente de “Arquitectura”, mencionó a Juan Daniel Fullaondo28, las dificultades que la arquitectura del momento pasó, lo que dificultó encontrar artículos publicables: «En los años en los que empecé con la revista, nuestra producción arquitectónica era, realmente, poco interesante, porque estábamos en aquel momento de transición brutal, en un desequilibrio, en un no saber qué camino seguir y todos hicimos una arquitectura muy poco feliz, que daba poco de si para hacer una revista. Entonces fue por lo que inicié aquellas “Sesiones de Crítica de Arquitectura”, intentando dar un poco de animación a aquella situación tan desanimada. Pasaron una serie de años, empezaros a surgir generaciones de buenos arquitectos, igual de buenos que los de antes, pero que estaban con la mente más limpia para trabajar, como Miguel Fisac, Alejandro de la Sota, Asís Cabrero, Rafael Aburto. Y la revista entonces pudo auparse un poquito». Sobre los temas que publicó, le mencionó a Carlos Flores en “Hogar y Arquitectura”29, su disponibilidad a aceptar cualquier arquitectura, sin haber recibido nunca presiones. Mencionó las dificultades que la arquitectura del momento pasaba y lo que dificultaba encontrar artículos publicables.

Tras la contienda, RNA se puso en marcha como heredera de “Arquitectura”. De Miguel se hizo con el concurso para publicarla en 1958; el número de transición, ya sin la Dirección General de Arquitectura, lo elaboraron, por encargo del COAM, un grupo de arquitectos formado entre otros por Alejandro de la Sota, Miguel Fisac y Javier Lahuerta. En torno a De Miguel, ese grupo de jóvenes arquitectos, dedicaron su tiempo y facilitaron la documentación para que las revistas pudieran salir número tras número, pese a que sus dotaciones económicas no alcanzaban más que para su edición, por lo que con frecuencia, aportaron sus proyectos con fotografías propias, e incluso con dibujos y textos.

Así, poco a poco, en los primeros cincuenta, se comenzaron a recoger ecos de éxitos en celebraciones internacionales como la IX Trienal de Milán, en la que se destacaba el Pabellón de España de Coderch30, pero antes, en los números 92 y 96 de RNA, se produjeron dos hechos de interés para el devenir de la década que comenzaba: En el primero de ellos, en agosto, llevó en portada el Concurso de la Basílica de la Merced, y apareció por primera vez en la revista Francisco Sáenz de Oiza, que lo había ganado junto con Luis Laorga, y el segundo, en diciembre, se publicó un primer trabajo de José Antonio Corrales (Proyecto de Ermita de Montaña con hospedería aneja en tierras de la Mancha); nombres que serían fundamentales en adelante.

El año que abrió la década de los cincuenta, se estrenó con la publicación de uno de los concursos más significativos del siglo XX en España, y que manifiesto un cambio de tendencia en la aceptación de arquitectura moderna por parte de la administración franquista: ‘La Casa Sindical en Madrid’31, de Francisco Cabrero y Rafael Aburto, que se publicó en RNA con un artículo que mostró todas las propuestas finalistas con abundante documentación.

En 1951 se iniciaron las Sesiones Críticas de Arquitectura, que superaron rápidamente el ámbito de la revista, siendo acontecimientos autónomos. Una vez más, De Miguel echó mano de estos jóvenes, para pedirles que preparasen un tema, lo expusieran y se expusieran a las críticas del resto de participantes. En la primera, que se recogió en el número de enero de 1951, el tema tratado fue expuesto por Luis Moya, con la réplica de numerosos asistentes (Miguel Fisac, Luis Gutiérrez Soto, Francisco Cabrero, Pedro Bigador, Ramón Aníbal Álvarez, Rafael Aburto, Víctor D´Ors, Fernando Chueca y Mariano Garrigues), y se trató el Edificio de Naciones Unidas en Nueva York, que permitió observar con optimismo, el atrevimiento de poner en cuestión la pujante arquitectura norteamericana renunciando a cualquier complejo. Se llevó en portada de RNA, con una fotografía en color de la torre en construcción, siendo además la primera fotografía en color de la revista (Fig.1). Aunque seguramente la SCA más recordada sea la que apareció en el número de Abril de 1953: “la Sesión Crítica de Arquitectura de la Alhambra”32. En las sesiones, la Alhambra se enfocaron desde el punto de vista de una arquitectura moderna, y se estudiaron en cuatro grupos: valores humanos, valores naturales, valores formales y valores mecánicos. Los asistentes se dividieron en cuatro grupos de estudio de los valores mencionados. Luego expuestas sus conclusiones, se redactaron para ser publicadas por la Dirección General de Arquitectura, y divulgada entre todos los arquitectos españoles. El manifiesto final, fue firmado por los asistentes: Rafael Aburto, Pedro Bigador, Francisco cabrero, Eusebio Calonge, Fernando Chueca, José Antonio Domínguez Salazar, Rafael Fernández Huidobro, Miguel Fisac, Damian Galmés, Luis García Palencia, Fernando Lacasa, Emilio Larrodera, Manuel López Mateos, Ricardo Magdalena, Antonio Marsá, Carlos de Miguel, Francisco Moreno López, Juana Ontañón, José Luis Picardo, Francisco Prieto Moreno, Mariano Rodríguez Avial, Manuel Romero, Secundino Zuazo y el alumno de la Escuela de Madrid, José Luis Aranguren.

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Fig 1. ‘El Edificio de Naciones Unidas en Nueva York’. RNA nº 109, enero 1951. Fig.2. La Basílica Catedral para Madrid de Rafael Aburto y Francisco de Asís Cabrero. RNA nº 123, marzo 1953. Fotomontaje presentado a la I Bienal Hispanoamericana de Arte.

En los cincuenta, los concursos comenzaron a ser fuente de publicación, y en marzo del 52 RNA llevó a portada la “Basílica Catedral para Madrid” de Rafael Aburto y Francisco de Asís Cabrero (Fig.2). El proyecto presentado a la I Bienal Hispanoamericana de Arte se situaba coronando la cornisa del Manzanares33. En los años siguientes se recogieron otras obras de distintos caracteres, tanto de arquitectos consolidados, como de otros más jóvenes: el Centro de Investigación Calvo Sotelo, de Moreno Barberá34, el poblado de Esquivel de Alejandro de la Sota, algunas viviendas de Gutiérrez Soto o de Asís Cabrero, u otras menores pero de marcada modernidad, como locales comerciales de Aburto, Bohigas o Martorel. En 1955 destacó en el número de mayo en RNA, un proyecto que fue Premio Nacional de Arquitectura en 1954: “Una capilla en el Camino de Santiago”, de Francisco Javier Sáenz de Oiza y José Luis Romaní. La arquitectura española producía, entonces, abundancia de temas para publicar, destacando además: Las viviendas experimentales de Rafael Aburto, en el número de abril de 1956, o el Centro de Investigaciones Biológicas, de Fisac, en el número de julio.

Una necesidad que las Administraciones intentaron cubrir fue la falta de vivienda, como se reflejó en el artículo sobre Poblados de Absorción en Madrid, que se publicó en el número doble 176-17735. Obedecían al plan que la Comisaría de Ordenación Urbana de Madrid establecía para la ordenación del cinturón urbano. En el artículo aparecían el Poblado del Zofío de Carabanchel proyectado por José M. Argote y Miguel Fisac, el de Vista Alegre en Carabanchel de Mariano Rodríguez Avial, el de Caño Roto en Carabanchel de Luis Laorga, el de Canillas de Federico Faci, Fuencarral B de Alejandro de la Sota fotografiado por él mismo para la portada de este número, el de San Fermín de Pedro Pinto y Fuencarral A de Francisco Sáenz de Oiza.

Otro, de los éxitos internacionales del periodo, fue el premio Reynolds recibido por César Ortiz Echague, Manuel Barbero y Rafael de la Joya que se publicó inicialmente en noviembre de 195636, dándose la noticia en el abril de 195737 de su concesión a los Comedores para SEAT38. Así los arquitectos españoles, comenzaron a ser reconocidos internacionalmente, y el edificio más importante de la década llegó por primera vez a RNA en 1956 como proyecto: El “Pabellón de España para la Exposición Universal de Bruselas” (Fig. 3 y 4), que en el número 17539 se presentó como concurso, con el proyecto premiado de José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún, y los finalistas. Fue un concurso restringido convocado por el Ministerio de asuntos Exteriores para representar a España en la exposición de 1958. El Pabellón de los Hexágonos fue el vencedor, pero lo importante fue que varios de los proyectos presentados coincidieron en planteamientos similares, abandonando definitivamente la tendencia a presentar arquitectura tradicionalista, cuando se trataba de representar a España. La decisión de apostar por esta arquitectura se vio ratificada con el premio y el éxito de crítica de la exposición40. El artículo eclipsó al Centro de Investigaciones Biológicas de Fisac, que se presentó en el mismo número 175 y que hubiera adquirido protagonismo en cualquier otro contexto.

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Fig.3. El Pabellón de España en la Exposición de Bruselas, se publica en portada, en agosto del 57, con una fotografía de la maqueta. RNA nº 188, agosto 1957. Fig.4. El Pabellón de España en la Exposición de Bruselas, se publica en portada, en junio del 58 con una fotografía del edificio. RNA nº 198, junio 1958.

Aunque la arquitectura española era entonces de notable calidad y no faltaban temas para publicar, en aquellos años las referencias internacionales estuvieron más presentes en las publicaciones, y Carlos de Miguel mantuvo una conversación con Mies en Chicago41 y se publicó la victoria de Jorn Utzon en la ópera de Sydney42.

La especial preocupación que, en el entorno de la DGA, supuso el tema de la “la orientación arquitectónica”, no en vano, la arquitectura podía ser una de las más importantes expresiones de poder político, se plasmó en un debate, que en distintos medios sostuvieron arquitectos de una y otra convicción. Por una parte, la Dirección General de Arquitectura dependió del Ministerio de la Gobernación, que también se encargó de las fuerzas policiales y la censura, por lo que tuvo confiado el control de los arquitectos, y diseñó una estrategia destinada a generar una arquitectura representativa del Estado, en colaboración con arquitectos afines, y por otro esos jóvenes arquitectos y desencantados de la arquitectura oficial, que vivían otra realidad.

La serie, en las publicaciones de la DGA, se inició en su Boletín número cinco43, haciendo pública la idea de “profunda desorientación” en la arquitectura española, pero proponiendo un camino a recorrer basado en el conocimiento de la arquitectura popular española y en la arquitectura de los “monumentos más puros”, como el Escorial. La V Asamblea Nacional de Arquitectos44 produjo el punto de inflexión; allí se manifestó, el reconocimiento público de la necesidad de cambio, allí también, se pronunciaron entre otras la célebre conferencia de Juan Zavala45 exhortando al cambio de dirección, como recogieron las páginas de RNA. Este fue el momento en se abrió un forzado debate en las páginas de las publicaciones de la DGA, que permitió y fomentó la participación de ambas tendencias, pero en el que participaron más activamente los defensores del clasicismo en la arquitectura, seguramente porque los que investigaron otras maneras de hacer, estuvieron en otro debate muy por encima de este; de este último grupo, formaron parte arquitectos cuya carrera fue interrumpida por la contienda, pero el gran peso, por su enorme voluntad de cambio, perteneció a los jóvenes que finalizaron sus estudios tras la misma. Poco a poco se rompió con la idea de una arquitectura representativa del nuevo Estado. Se sucedieron los artículos de Fisac46, de Gabriel Alomar47, de Mitjants48, etc.

Carlos de Miguel promovió el contexto de este debate, que se estimuló, en algunos casos, artificialmente solicitando colaboraciones cuando se relajaba, siendo otra más de las iniciativas para empujar a la arquitectura española al encuentro con el contexto internacional. Si bien, el debate no tiene el valor que se le pudiera presuponer, sirvió para que la transición, que se producía de modo inexorable fuera conocida, compartida y aceptada; y a ello debe su valor. El debate visto con la perspectiva del tiempo pudiera parecer anacrónico, estéril y superado, pero en muchas de las intervenciones que auspició Carlos de Miguel, no se debe leer “arquitectura moderna si o arquitectura moderna no”; el debate fue más profundo y tuvo que ver con la incorporación de una

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nueva generación de arquitectos, como rasgos de distinción de una nueva manera de hacer arquitectura, que colocó a la arquitectura nacional en el panorama internacional, superando las dudas que arrastraba desde el siglo XIX.

En “El momento español49”, artículo publicado en ABC y reproducido de en RNA 184, Diego Plata se hacía eco con esta frase, de los premios obtenidos por la nueva arquitectura española. En este final de la década, en los años transcurridos después de la Guerra, los arquitectos españoles fueron galardonados con otros premios, que se sumarían a los ya citados: Gran premio a la instalación del Pabellón de España en la X Trienal de Milán a José Antonio Coderch y a Manuel Valls, Gran premio a la instalación del Pabellón de España en la XI Trienal de Milán a Ramón Vázquez Molezún o la Medalla de Oro de Arquitectura en la exposición Internacional de Arte Sacro de Viena a Miguel Fisac.

L´Architecture d´aujourd´hui dedicaba su número del mes de septiembre de 1957 a los “jóvenes arquitectos del mundo”. Las páginas 56 a 60 estaban dedicadas a España, con los proyectos de Panteón de Españoles en Roma de Carvajal y García de Paredes, los Comedores de la Seat mencionados, y las viviendas en Barcelona de Bohigas y Martorell.

Las dos décadas, de los cuarenta y cincuenta, había trascurrido desde la incertidumbre del camino a seguir por la arquitectura española, perdida desde el siglo XIX, hasta el reconocimiento y el posicionamiento internacional de fin de los cincuenta, eliminándose cualquier duda que hubiera existido sobre imposiciones estilísticas, la arquitectura moderna llegaba a la Escuela a través de los ejemplos, que empezaron a construir sus antiguos estudiantes. El periodo de estudio se cierra con la implantación de un nuevo plan de estudios en 1957, que revisó la subordinación a la Facultad de Ciencias, en la selección de futuros estudiantes de arquitectura.

                                                                                                                         1 Ver: ESTEBAN MALUENDA, Ana María: La modernidad importada: Madrid 1949-1968: cauces de difusión de la arquitectura extranjera. Tesis doctoral, 2007. 2 CODERCH. José Antonio y VALLS, Manuel “Puntos de vista sobre la situación de los arquitectos jóvenes en España.”. RNA 192 ,1957. P 35-36“. 3 Texto de las sesiones celebradas en el Teatro Español de Madrid por la Asamblea Nacional de Arquitectos los días 26, 27 y 28 de junio de 1939, Madrid, Servicios Técnicos de la FET y de las JONS, Sección de Arquitectura, 1939, pág. 31. 4 GONZALEZ CAPITEL, Antón (1977). Madrid, los años cuarenta: Ante una moderna arquitectura; Arquitecturas para después de una guerra. 1939-49. COAC. Pág. 10. 5 Ibídem. 6 Luis Moya Blanco (Madrid, 1904 – 1990) estudió en la Escuela de Madrid y colaboró en el estudio de Pedro Muguruza antes de la Guerra Civil. En 1942, publicó en la revista Vértice “Sueño arquitectónico para una exaltación nacional”, proyectado en 1937; monumento en lenguaje clásico, en forma de pirámide, que pudiera recordar a intervenciones de los arquitectos revolucionarios franceses. Apostó por el lenguaje clásico en la arquitectura, y entre sus obras encontramos la reforma del Teatro Real (no solo era un clasicista, sino que pocos como él tenían un conocimiento tan profundo de la arquitectura clásica); sigue fiel a su estilo, entrada la segunda mitad del siglo XX, proyecta y construye las Universidades Laborales de Gijón (1946-56) y Zamora (1948-52). En 1953 fue elegido Académico de Bellas Artes. De 1960 a 1963 fue director de la revista Arquitectura, y entre 1963 y 1966, director de la Escuela de Arquitectura de Madrid. 7 MOYA BLANCO, Luís. Sueño Arquitectónico para una exaltación nacional. Vértice nº 36 (1940) p. 7-11. También en Arquitectura nº 64 (1964). También Arquitectura nº 99 (1976). También Catálogo de la exposición Arquitectura para después de una guerra. 1939-1949, Colegio Oficial de Arquitectos de Cataluña y Baleares, Barcelona, 1977. MOYA BLANCO, Luís. Tradicionalistas, Funcionalistas y otros I y II. RNA 102 y 103, 1950. Ataca tanto lo ecléctico e historicista como lo funcionalista. Moya es autor de varios artículos largos, como éstos, o manifiestos, pero sostiene un debate que hubiera sido interesante décadas antes; en 1950 se encuentran superados. 8 “La tradición española se ha encontrado rota; en su lugar dos direcciones, opuestas en apariencia, idénticas en intención: 1ª, la moda última, cualquiera que sea, extraña a lo nuestro, y 2ª, la copa servil, el “pastiche” de un momento determinado de lo nuestro”. MOYA, Luís. Texto que acompaña al “Sueño arquitectónico para una exaltación nacional”, publicado en el número 36 de vértice en septiembre de 1940. “Ahora, en 1940, la arquitectura de los últimos tiempos de Madrid nos ofrece un aspecto caótico, en el que todas las modas posibles se mezclan como una nueva Torre de Babel de los idiomas arquitectónicos. Se observan ejemplares de las modas en boga desde fines del siglo pasado: recién terminados, y hasta la construcción, hay edificios al modo grandilocuente y trasnochado de los croquis de Otto Rieth, otros a la manera de escuela vienesa de Otto Wagner, muchos en el estilo de la Exposición de las Artes Decorativas de París de 1925, bastantes del tipo americano como un saldo de desechos yanquis, y la última turbamulta de escorias procedentes del cubismo y racionalismo de Le Corbusier, de la Bauhaus y de todos los judíos del mundo. Al lado de ellos, copias serviles del estilo antiguo, pastiches del renacimiento y barroco españoles, de los Luises franceses y hasta del Tudor inglés y de las frías y falsas obras arquitectónicas de los clasicistas yanquis”. MOYA, Luís. “Orientaciones de arquitectura en Madrid”. Número 7 de Reconstrucción, 1940. 9 A través del Real Decreto de 25 de septiembre de 1844. 10 Existía la diferenciación entre artes liberales y serviles; en cuadrando al arquitecto en la categoría de liberal (artista), y a su trabajo como orientador. Arte liberal es un concepto que hace referencia a las artes (disciplinas académicas, oficios o profesiones) cultivadas por hombres libres; por oposición a las artes serviles (oficios viles y mecánicos), propias de los siervos o esclavos. 11 A través del Proyecto de Ley de Instrucción Pública del 9 de diciembre de 1855, elaborado durante el Bienio Progresista por el Ministro Manuel Alonso Martínez. 12 La Ley reguladora de la enseñanza conocida como Ley Moyano, de 1857, incorporó parte del Proyecto de Ley de Instrucción Pública del 9 de diciembre de 1855, elaborada durante el Bienio Progresista por el Ministro Manuel Alonso Martínez. Claudio

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Es nuestro propósito, lo mismo que hemos hecho en temas anteriores, despertar el interés por estas cuestiones y compulsar las opiniones de todos los Arquitectos”. 14 “La Escuela Superior de Arquitectura de Madrid”. BDGA 31 diciembre 1954. P 7. “Con motivo de la entrega de títulos a los arquitectos y aparejadores de la promoción de 1954, el Director de la Escuela de Arquitectura de Madrid, profesor Modesto López Otero leyó el discurso que aquí se publica por su evidente interés”. 15 Ibídem. 16 “La escuela Superior de Arquitectura de Madrid”. BDGA 31 diciembre 1954. P 7. “Con motivo de la entrega de títulos a los arquitectos y aparejadores de la promoción de 1954, el Director de la Escuela de Arquitectura de Madrid, profesor Modesto López Otero leyó el discurso que aquí se publica por su evidente interés”. 17 Modesto López Otero y Bravo (Valladolid 1885-1962). Estudió en la Escuela de Arquitectura de Madrid. En 1916, fue nombrado catedrático de Proyectos. Fue director de la Escuela desde 1923 hasta 1941 y de 1952 a 1955. En 1923 le fue encomendado el proyecto y realización de las obras de la Ciudad Universitaria de Madrid, hasta que al instaurarse la Segunda República fue relevado y sustituido por el arquitecto Sánchez Arcas, hasta después de la Guerra Civil, que lo retomó junto a Pedro Muguruza. 18 Tres publicaciones: la Revista Nacional de Arquitectura, el Boletín de la Dirección General de Arquitectura y la Revista Gran Madrid, coinciden en el marco temporal (entre el final de los cuarenta y el final de los cincuenta), y las tres son publicadas por la DGA. Tiene además en común que, son dirigidas por Carlos de Miguel; arquitecto y funcionario de la DGA se significó por ser un gran organizador de eventos y animador de actividades; a él se deben las Sesiones Críticas de Arquitectura y los Pequeños Congresos, así como las exposiciones que se realizaron a través de EXCO. Las publicaciones sirvieron como órgano de difusión de la DGA, que estaba adscrita al Ministerio de la Gobernación, y por medio de ellas se lanzaban editoriales que escribía, sin firmar, Carlos de Miguel, abriendo las publicaciones, fundamentalmente en el caso del Boletín. De Miguel abrió todos los Boletines con un editorial, número tras número. Nunca firmó sus intervenciones en las publicaciones, salvo en aquellas ocasiones en los que abordó un tema de interés personal. Estos editoriales recogieron los mensajes que la Dirección General de Arquitectura lanzó a la profesión, pero también al Gobierno, denunciando problemas y proponiendo soluciones. Muchas de las ideas que lanzó la DGA en estos editoriales se plasmaron después en reformas legislativas que abordó el Gobierno. 19 López Otero, Modesto “Cincuenta años de enseñanza”. RNA 156,1951. P 9-10. “El propósito de la Revista Nacional de Arquitectura que se contiene en el título anterior, y expresado, para su cumplimiento, a quien ha dedicado a la enseñanza, como alumno y profesor, este medio siglo, pudiera interpretarse por el de publicar una breve historia anecdótica de la Escuela de Madrid, que sería lo más fácil y ameno; o como una crítica de los métodos de formación del arquitecto en ese tiempo, cosa que no considero pertinente en el momento actual, que se discute por su Claustro el que deberá establecerse”. 20 Luis Moya Blanco: director de la Escuela entre 1963 y 1966. 21 Pascual Bravo: director de la Escuela entre 1956 y 1963. 22 CODERCH. José Antonio y VALLS, Manuel “Puntos de vista sobre la situación de los arquitectos jóvenes en España.”. RNA 192 ,1957. P 35-36“. 23 Ver: ESTEBAN MALUENDA, Ana María: La modernidad importada: Madrid 1949-1968: cauces de difusión de la arquitectura extranjera. Tesis doctoral, 2007. 24 FERNANDEZ DEL AMO, José Luis: “Las artes plásticas en España 1950-60” (Abstract Art in Spain International 1007, Londres, 1984), en Palabra y Obra. Escritos Reunidos. Madrid: servicio de publicaciones COAM, 1995, pág. 195 y 196. 25 Carlos de Miguel con Oriol Bohigas organizan en 1959, con un grupo de arquitectos de Madrid y Barcelona, los “Pequeños Congresos”, foro de debate de la arquitectura nacional e internacional, que se celebran hasta 1972. 26 Las Sesiones Criticas fueron organizadas desde la Revista Nacional de Arquitectura. La responsabilidad de su organización periódica recayó sobre arquitectos amigos de Carlos de Miguel. La primera, se celebra en el mes de octubre del año 1950; se realiza en una sala del Banco Urquijo de Madrid, donde Luis Moya presentó el edificio de la ONU en Nueva York. Se celebraron casi cincuenta Sesiones Críticas de Arquitectura, que luego se transcribieron en la Revista Nacional de Arquitectura. Habitualmente se realizaron en Madrid, pero también se celebraron en Granada, Sta. Cruz de Tenerife, Bilbao, Barcelona, Sevilla, Gijón y Valencia. 27 En 1939 había sido creada la Junta de Reconstrucción de Madrid, cuya misión era redactar el Plan General de Ordenación Urbana para la reconstrucción de la capital. Ésta, tenía que redactar el plan, y encomienda la responsabilidad a la Comisaría General de Urbanismo de Madrid. La revista Gran Madrid fue el órgano de divulgación de las actuaciones de la Comisaria del Gran Madrid, y comenzó a hacerse eco de sus actuaciones con un primer número en enero 1948, publicándose cuatro anuales ininterrumpidamente hasta el número 32 en junio de 1956. Sus páginas contienen como cabe esperar, toda la información que genera la Comisaría y la reconstrucción de Madrid, pero también concursos, proyectos de todo ámbito tanto nacionales como internacionales, y referencias a congresos, también nacionales e internacionales. Su director durante toda la trayectoria fue Carlos de Miguel. La Revista Nacional de Arquitectura, que antes se había publicado con la denominación, ‘Arquitectura’, había interrumpido su publicación en 1936, al inicio de la Guerra Civil. Antes de 1931 había sido publicada por la Sociedad Central de Arquitectos, y cuando comenzó la contienda era publicada por el Colegio de Arquitectos de Madrid, junto con el Boletín de la Sociedad Central de Arquitectos. En 1941, Pedro Muguruza, reinició su publicación por la Dirección General de Arquitectura, en dependencia del Ministerio de la Gobernación, con el nombre de RNA, y se convirtió en otro órgano de difusión de las actuaciones realizadas por la Dirección y sus órganos dependientes, sumándose al aparato del Ministerio, que tenía encomendada la labor de propaganda. En 1948 se celebró el concurso en el que fue designado Carlos de Miguel, que ya se ocupaba del boletín que editaba la DGA de modo trimestral, así como de la revista Gran Madrid. La trayectoria de Carlos de Miguel al frente de la revista se desarrolló entre julio de 1948 y diciembre de 1973, sin interrupción, incluso cuando recupera su denominación anterior al final de los cincuenta. Al constituirse la Revista Nacional de Arquitectura en órgano propio del Consejo Superior en 1946, y pasar a manos del Colegio de Madrid, la Dirección General de Arquitectura reanudó la publicación del Boletín de Información, que había sido suspendido en julio de 1944, para mantener el contacto con la profesión. La publicación del Boletín de la Dirección General de Arquitectura duró doce años, hasta el número 42 de junio de 1957, cuando la administración franquista se reorganizó con la creación del Ministerio de la Vivienda, y el nombramiento de José Luis Arrese como Ministro, sirviendo mientras sus páginas como escaparate de la propia Dirección General de Arquitectura, pero también del colectivo profesional en España, que tuvo ocasión en ellas, de exponer los problemas que les afectaban. Carlos de Miguel fue también su director en toda su trayectoria.

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