La Educación Como Práctica de Dominación y Sufrimiento

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La Educación como práctica de dominación y sufrimiento Publicado en 21 abril, 2014 Por Enrique Bautista “Comprenderse para ser dueño de sí mismo, para no ser tierra de otro. Comprenderse para transformarse, para superarse, para liberarse” Hace algunos meses en una conferencia escuchaba decir a un profesor de lingüística que la educación en México era todo un éxito. No fui el único quién se inmuto ante tal cometario, hasta que el profesor continuo diciendo: “sí, nuestra educación ha sido todo un éxito para el estado nacional mexicano porque está creando a ciudadanos sumisos, miedosos, frustrados, conformistas e impotentes” Ante tal comentario vale la pena realizar una reflexión sobre la función, el sentido y el rumbo de la educación dominante en el mundo contemporáneo. Para poder abordar cómo la educación puede volverse una práctica de dominación y sufrimiento, bastara revisar algunos conceptos del pedagogo Brasileño Paulo Freire -que ha sido uno de los teóricos más influyentes de la educación en el siglo XX. Freire aborda el tema de la educación desde una situación social e histórica en la que se encontraban y siguen encontrándose muchos pueblos del mundo en donde, a decir de Freire, la realidad social se refleja deshumanizada y deshumanizante. Para poder comprender cómo un sistema pedagógico puede crear condiciones de alienación y enajenación es necesario realizar una reflexión en torno a la relación dialéctica opresores oprimidos y encontrar los medios a través de los que se perpetúa. En el presente escrito me centraré únicamente en el lenguaje como mecanismo de control (el poder del opresor sobre el oprimido), a la vez que como herramienta para la transformación de sí mismo y de la realidad cotidiana. El hombre como animal simbólico, constructor de realidades, es un ser trágico que ante la necesidad de comunicarse con su semejante, de cartografiar el cosmos, el universo, ha venido creándose en y por el lenguaje, al punto en que éste adquiere una aparente autonomía. Y este lenguaje autonomizado, que no es otra cosa que la forma vuelta contra su propio creador, el que llega a someterlo, controlarlo, manipularlo. Y es precisamente ahí donde encontramos uno

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Análisis sobre las técnicas de dominación y sufrimiento en la educación

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La Educación como práctica de

dominación y sufrimiento Publicado en 21 abril, 2014

Por Enrique Bautista

“Comprenderse para ser dueño de sí mismo, para no ser tierra de otro. Comprenderse para

transformarse, para superarse, para liberarse”

Hace algunos meses en una conferencia escuchaba decir a un profesor de lingüística que la

educación en México era todo un éxito. No fui el único quién se inmuto ante tal cometario,

hasta que el profesor continuo diciendo: “sí, nuestra educación ha sido todo un éxito para el

estado nacional mexicano porque está creando a ciudadanos sumisos, miedosos, frustrados,

conformistas e impotentes” Ante tal comentario vale la pena realizar una reflexión sobre la

función, el sentido y el rumbo de la educación dominante en el mundo contemporáneo.

Para poder abordar cómo la educación puede volverse una práctica de dominación y

sufrimiento, bastara revisar algunos conceptos del pedagogo Brasileño Paulo Freire -que ha

sido uno de los teóricos más influyentes de la educación en el siglo XX. Freire aborda el tema

de la educación desde una situación social e histórica en la que se encontraban y siguen

encontrándose muchos pueblos del mundo en donde, a decir de Freire, la realidad social se

refleja deshumanizada y deshumanizante.

Para poder comprender cómo un sistema pedagógico puede crear condiciones de alienación y

enajenación es necesario realizar una reflexión en torno a la relación dialéctica opresores–

oprimidos y encontrar los medios a través de los que se perpetúa. En el presente escrito me

centraré únicamente en el lenguaje como mecanismo de control (el poder del opresor sobre el

oprimido), a la vez que como herramienta para la transformación de sí mismo y de la realidad

cotidiana.

El hombre como animal simbólico, constructor de realidades, es un ser trágico que ante la

necesidad de comunicarse con su semejante, de cartografiar el cosmos, el universo, ha venido

creándose en y por el lenguaje, al punto en que éste adquiere una aparente autonomía. Y este

lenguaje autonomizado, que no es otra cosa que la forma vuelta contra su propio creador, el

que llega a someterlo, controlarlo, manipularlo. Y es precisamente ahí donde encontramos uno

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de los rasgos trágicos del hombre que no ha comprendido su naturaleza simbólica. Cabe

mencionar que sin esta naturaleza no habría forma de comprender cómo los hombres

representamos y construimos la realidad. Esto es posible gracias a la internalización del hombre

de formas de creer, de percibir, de pensar: “es un mundo que se origina en sus pensamientos y

acciones, y que está sustentado como real para estos” Habría que preguntarnos ¿Cuál es esa

forma de pensar y percibir el mundo que para Freire consiste en un discurso de opresión?

Curiosamente ese discurso de dominación y sufrimiento mediatiza la mayoría de nuestras

actividades, acciones y deseos más cotidianos. Desde el acto de levantarme por la mañana y

querer aparentar “estar” tan café con leche, aunque en el fondo padezcamos el hecho de ir a

trabajar en una actividad que es monótona, aburrida; en el deseo de querer comprar un auto

nuevo para poder ir a trabajar todos los días, aun viviendo a pocos kilómetros de mi lugar de

trabajo y teniendo la ligera sospecha de que día a día el tráfico está del demonio, pero no

importa, ya que basta con subir el vidrio para alejarme del molesto ruido y el smog. En fin

podría continuar describiendo las actividades “normales” de un día cualquiera y pensar ¿En

donde se encuentra esa cultura de dominación y sufrimiento de la que habla Freire? ¿Dónde

está la ideología que me oprime y reprime si me encuentro tan cómodo en mi sofá viendo Laura

en América en mi televisión de plasma de 1000 pulgadas?

Es difícil poder señalar en una descripción como esta los diferentes matices de la alienación en

una cultura de dominación, ya que buena parte de la dominación y el poder descansan en y por

el lenguaje, es decir, en los actos aparentemente más triviales y cotidianos. Este estado de

“conciencia” es lo que Marx denomino falsa conciencia, y es esta condición de deformación la

que nos hace creer que así “es la realidad”, la que nos convierte en individuos alienados (fuera

de nosotros mismos). De tal manera que sin darnos cuenta, nuestros actos termina por no

pertenécenos más, nuestra praxis nos es hurtada silenciosamente, casi de manera invisible.

Aparece la ilusión del actuar en la acción de los opresores.

Somos individuos sometidos por la cultura, a través del lenguaje. Es gracias a la condición

autónoma del lenguaje – ocurre con mayor fuerza en el lenguaje escrito – como el lenguaje

constructor y creador asume la forma de ideología, de instrumento de dominación; o, a decir de

Freire, es así como la cultura de la dominación juega un papel fundamental en la creación de

conciencias oprimidas, “el otro yo [el discurso del opresor] introyectado en ellos [los

oprimidos] como conciencia opresora”

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Esta cultura se asemeja a la ideología como proceso de deformación y distorsión en el que se

basa y se sustenta una pedagogía opresora. Freire nos habla de cultura de la dominación en

donde la ciencia y la tecnología es considerada un instrumento para el mantenimiento del orden

opresor con el cual se manipula y aplasta a los oprimidos. La ciencia y la técnica se vuelven

ideología desde el momento en que ocultan detrás de su pretensión de cientificidad su función

de justificación del sistema militar e industrial del capitalismo avanzado.

Es también por este proceso ideológico que tenemos nuestras motivaciones en relación con el

poder, ya que al ser hurtada nuestra capacidad de acción y reflexión, los oprimidos carecen de

finalidades y, aquellos que prescriben las finalidades que tendrían que alcanzar son los

opresores. Por el contrario, aquellos hombres que eligen la incertidumbre, la lucha constante y

su propio movimiento, así como su inserción en la historia y en su propia historia, siempre

serán considerados por los opresores, como los violentos, los avaros, los malvados, los feroces,

los anarquistas, los subversivos, los peligrosos, los desviados, los malditos.

Hay que señalar que la ideología de la ciencia y la técnica no son del oprimido, es decir no

existen para mejorar las condiciones de existencia, no, la ciencia y la técnica son del opresor,

generan el ansia de poseer, de tener siempre más, surge la convicción de que es posible reducir

todo – el hombre mismo – a su poder de compra. El dinero se convierte en el símbolo como

medida de todas las cosas y el hombre en su alucinación delirante desprovee a la naturaleza de

todo su misticismo, de su carácter sacro y la convierte en un simple valor de cambio que es

necesario explotar.

Es precisamente en la explotación de la naturaleza y del hombre por el hombre como aparece el

mundo del sufrimiento, ya sea individual, social, histórico o cultural. El padecimiento se revela

cuando la pasividad se convierte en sufrir, en donde cobra formas disimuladas manifestándose

en su incapacidad de narrarse, en la negativa de contar, en la disminución del obrar y la

disminución del esfuerzo por existir. Y cuando una educación enluta la gloria de la acción,

inicia el mundo del padecer.