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SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL UNIDAD AJUSCO LA EDUCACIÓN DE LAS MUJERES EN MÉXICO, A PARTIR DE DOS PERSONAJES DE ELENA PONIATOWSKA TESINA QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE: LICENCIADA EN PEDAGOGÍA PRESENTA: ERIKA ANTOLÍN GARCÍA ASESORA: DRA. RITA DROMUNDO AMORES MÉXICO D.F., FEBRERO DE 2012

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SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL

UNIDAD AJUSCO

LA EDUCACIÓN DE LAS MUJERES EN MÉXICO, A PARTIR DE DOS PERSONAJES DE ELENA PONIATOWSKA

TESINA QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE:

LICENCIADA EN PEDAGOGÍA

PRESENTA:

ERIKA ANTOLÍN GARCÍA

ASESORA:

DRA. RITA DROMUNDO AMORES

MÉXICO D.F., FEBRERO DE 2012

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DEDICATORIAS

A ti mamá Susana porque no hay palabras para expresar lo maravillosa que eres y lo

feliz que me haces, tú y yo siempre una misma.

A ti Julieta por transformar mi vida de la manera más hermosa que haya en este mundo.

Eres mi motor de vida por siempre.

A ti esposo Raúl por tu apoyo incondicional y comprensión en todo momento para

poder realizar mis sueños. Te amo.

A ti hermana Andrea por tu apoyo moral y cariño, compartiendo nuestras vidas por

siempre. Te quiero mucho.

A ti tía Claudia por estar siempre a mi lado alentándome día a día, Eres un gran

ejemplo de fortaleza en mi.

A mi asesora la profesora Rita Dromundo por todo el apoyo, ayuda y dedicación que me

brindo, sin usted esto no hubiera sido posible

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ÍNDICE

Introducción………………………………………………………………………….5

Capítulo 1.

1. La educación impartida a las mujeres en México…………………………….9

1.1.Época Prehispánica……………………………………………………………9

1.2. La Colonia……………………………………………………………………..13

1.3. En el siglo XlX…………………………………………………………………18

1.4. En el siglo XX………………………………………………………………….20

Capítulo 2.

2. La literatura……………………………………………………………………...26

2.1. La literatura en la educación………………………………………………..26

2.2. La mujer y la literatura……………………………………………………….29

Capítulo 3.

3. Dos novelas de Elena Poniatowska…………………………………………38

3.1. Novela “La flor de Lis”……………………………………………………….39

3.1.1. Mariana……………………………………………………………………..39

3.1.2.1. La educación en el hogar………………………………………………40

3.1.2.2. La educación escolar…………………………………………………...43

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3.2. Novela “Hasta no verte Jesús mío”………………………………………..44

3.2.1. Jesusa Palancares………………………………………………………..44

3.2.2.1. La educación familiar…………………………………………………..46

3.2.2.2. La educación laboral…………………………………………………...48

3.2.2.3. La educación de pareja………………………………………………...48

Conclusiones……………………………………………………………………..52

Bibliografía………………………………………………………………………..57

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INTRODUCCIÓN

A través de la historia hemos notado cómo la mujer ha contado con menos

posibilidades de desarrollo y en muchos casos ha sido oprimida y degradada, a

diferencia del hombre. Esto ha traído muchas repercusiones, tanto en lo social, como

en lo laboral, familiar, etc.

Se educaba a las mujeres fundamentalmente para servir a los hombres, para

atenderlos en sus necesidades (hacer la limpieza, cocinar, lavar la ropa, cuidar a los

hijos) o bien hacer en las empresas los trabajos de nivel más bajo.

Aunque actualmente una parte importante de las mujeres puede estudiar y

prepararse, también es relevante la educación que reciben fuera de la escuela, ya que

el entorno social influye de forma muy importante en los seres humanos tanto en el

desarrollo de la persona como en su forma de ver la vida. Se educa de manera distinta

a mujeres y hombres y ello da lugar a que se de menor importancia a la educación de

las niñas y a que tengan menor autoestima, que repercute en que acepten los empleos

“que ningún hombre quiere” o salarios menores por un trabajo igual al de los hombres.

Como Licenciada en Pedagogía mi interés al hacer este trabajo es principalmente

contribuir a romper los paradigmas de género en la educación, establecidos por la

sociedad a través del tiempo y al mismo tiempo estar mejor informada y ayudar a que

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se conozca esta información sobre cómo han sido educadas las mujeres a través del

tiempo, para propiciar que se comprenda mejor el proceso vivido.

Elegí este tema porque me llamó mucho la atención el ver que se carece de este

tipo de información, a pesar de la gran importancia que tiene conocer lo que han tenido

que enfrentar las mujeres dentro de la historia de México, antes de conseguir una

igualdad en la educación. Para la elaboración de este trabajo busqué otras tesis acerca

del tema Educación de Mujeres, en la Biblioteca de la Universidad Pedagógica

Nacional, la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, la del Colegio

de México y el PUEG, desafortunadamente solo encontré una tesis acorde con mi

trabajo: De la educación femenina en México, el colegio Vizcaínas, escrita por Barrera

García Olga Lina, para obtener el título de licenciada en historia, donde la autora

recupera la historia de la educación de las mujeres en México, así como su transición a

través de los años, creando así una reflexión sobre los procesos que han enfrentado las

mujeres mexicanas.

El interés en este trabajo fue observar si, a través del tiempo, se ha logrado un

progreso, en cuanto al ámbito de oportunidades para las mujeres, en especial con

relación a la educación que se les ha impartido. Para ello se hizo un breve recorrido por

la educación de la mujer mexicana desde la época prehispánica al siglo XX.

Para hacer más significativo el análisis elegí complementarlo con la reflexión en

torno a dos novelas escritas por Elena Poniatowska: La flor de Lis y Hasta no verte

Jesús mío, en donde se hace referencia a la vida de dos mujeres mexicanas. La

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primera pertenece a la clase social alta, incluso a la aristocracia, en tanto que la

segunda corresponde al sector más pobre de la sociedad. El observar cómo fueron

educadas permite establecer un paralelismo para comparar la educación en la vida y

para la vida de su época. El hecho de que pertenezcan a extremos de la sociedad

posibilita establecer un contraste mayor. Es importante mencionar que si bien son

personajes de novela, el de la clase alta tiene muchos puntos en común con la propia

autora, en particular lo relativo a su educación y la segunda es un personaje de la vida

real, a quien Poniatowska entrevistó durante varios años, para que le contara su vida.

Cuando nos referimos a educación en este trabajo, la entendemos como un

proceso de desarrollo continuo entre lo que es enseñanza-aprendizaje, fomentando el

desarrollo del ser humano tanto en lo ideológico, físico y social, llevando a los

individuos a descubrir, a conocer, a comprender el mundo que los rodea influyendo en

su entorno, por medio de la participación y cooperación con los demás. “Es preciso no

olvidar que hay un movimiento dinámico entre pensamiento, lenguaje y realidad, del

cual si se asume bien, resulta una creciente capacidad creadora de tal modo que

cuanto más integralmente vivimos ese movimiento, tanto más nos transformamos en

sujetos críticos...”.1

A través de la historia se creía que el ser humano era educado sólo mediante una

forma: la escuela, sin embargo, en la actualidad nos damos cuenta que no sólo el

maestro es el responsable de este proceso, sino toda la sociedad en su conjunto. Por lo

tanto la educación será entendida cómo un proceso reflexivo de la información que

obtiene o le proporcionan sus distintos ámbitos, donde su finalidad no va a ser 1 FREIRE, Paulo. Cartas a quien pretende enseñar. México, Ed. Siglo XXl, 2003.p.6.

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precisamente la de formar, sino la de innovar y transformar la realidad, en donde se

realizará más un proceso dinámico, en actividad constante y no como algo estático.

Para cumplir las finalidades antes mencionadas el presente trabajo está

organizado en tres capítulos y las conclusiones.

En el Primer Capítulo se lleva a cabo una revisión, a grandes rasgos, de lo que ha

sido la educación de las mujeres en México, a través de la historia, desde la época

prehispánica, hasta el siglo XX. Se destaca fundamentalmente la finalidad que

perseguía dicha formación y sus alcances.

En el Segundo Capítulo se hace una reflexión sobre lo que ha sido la literatura

escrita por mujeres, se mencionan algunas de las dificultades que han enfrentado las

autoras para llevarla a cabo, darla a conocer y difundirla.

En el Tercer Capítulo se hace una comparación entre la educación de dos

personajes de las obras de Elena Poniatowska: la no formal de Jesusa Palancares, en

la novela: Hasta no verte Jesús mío, donde la protagonista tuvo que aprender a

sobrevivir a base de malos tratos y por otra parte, la educación formal y no formal de

Mariana, de La Flor de Lis, cuya educación fue la de una joven aristócrata. Se analizan

las particularidades de la formación de ambas, como ejemplos extremos de las clases

sociales.

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CAPÍTULO 1.

1. LA EDUCACIÓN IMPARTIDA A LAS MUJERES EN MÉXICO.

Formar a las mujeres ha estado determinado, a través del tiempo, por el criterio de

las autoridades en turno. En este capítulo haremos un breve recorrido por diferentes

momentos de la historia de nuestro país, para comentar algunos aspectos sobre la

educación. Empecemos por la:

1.1. ÉPOCA PREHISPÁNICA.

Para hacer referencia a la educación que recibían las mujeres en la etapa

prehispánica, es oportuno citar a las siguientes culturas:

a) Cultura azteca.- Los aztecas pensaban que la educación era un bien muy

valioso y buscaban que los niños, las niñas y los jóvenes asistieran a la escuela. Sin

embargo la educación, tanto religiosa como la formación para un oficio, se iniciaba en el

hogar y era una obligación de los padres:

“La educación de los niños, entre la gente del pueblo, estuvo siempre a cargo de

sus propios padres. El agricultor, el pintor o el alfarero, heredaban a sus hijos

varones el oficio, practicándolo con ellos dándoles las instrucciones necesarias.

A lo largo de este proceso el niño no era solamente un atento aprendiz, pues

ayudaba a su padre en el desempeño de las tareas cotidianas... Las niñas

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aprendían igualmente el oficio de la madre: molían maíz, hacían tortillas y tejían,

o aprendían a acomodar la mercancía en la plaza para venderla”.2

Además había varias escuelas. Las principales eran el tepochcalli y calmécac.

Mujeres y varones asistían a ambas, pero lo hacían separados unos de otras.

El tepochcalli estaba destinado a los hijos de las familias comunes y corrientes y

existía uno en cada barrio. Ahí se enseñaba la historia, los mitos, la religión y los cantos

ceremoniales de los aztecas. Los varones recibían un intenso entrenamiento militar y

aprendían cuestiones relacionadas con la agricultura y los oficios. Las mujeres se

educaban para formar una familia y en las artes y los oficios que ayudarían al bienestar

de su futuro hogar. Lo anteriormente expuesto, encuentra punto de coincidencia con lo

que señala la autora Graciela Hierro cuando dice que: “En la sociedad mexica, todo

individuo –hombre o mujer-, nacía señalado para la misión específica que aquélla le

imponía: el hombre para la guerra, la mujer para el matrimonio”3.

A su vez, el calmécac era donde recibían educación los hijos de la nobleza, con

el propósito de formar a los nuevos dirigentes militares y religiosos. La preparación para

la guerra era completa y se ponía gran atención a la escritura de códices y a la

interpretación de los calendarios, por la importancia que esas dos actividades tenían en

la religión y la vida de la comunidad.

Dentro de la educación que impartía el calmécac para las mujeres, consistía en

prepararlas para que:

“...las doncellas cumplan su destino: el matrimonio. Se puede hablar también de

una posibilidad de ejercicio femenino más allá del hogar, en las funciones

religiosas. También existía un trabajo aceptado para las mujeres, el de las

2 ESCALANTE, Pablo, Educación e ideología en el México Antiguo, México, Ediciones El Caballito-Secretaría de

Educación Pública, 1985, p. 16. 3 HIERRO, Graciela. De la domesticación a la educación de las mexicanas, 5ª edición, México, Editorial Torres

Asociados, 2002, p. 32.

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señoras que se dedicaban al comercio y a la administración de bienes... El

trabajo hogareño consistía en hilar, tejer y coser, moler el maíz y hacer tortillas;

preparar comida y barrer. La escoba es el símbolo de la vida de las mujeres”.4

Asimismo, es de destacar que las niñas de escasos recursos no tenían

oportunidad de educarse; se veían obligadas a ayudar a su madre en las tareas del

hogar y a cuidar a sus hermanos. Los cuales se involucraban en las labores de sus

padres, sobre todo en las agrícolas: desyerbar el campo, cuidar el sembradío, cosechar,

etc. No hay que olvidar que en los hogares de esta civilización vivían una o más

mujeres, aparte de la legítima. No era precisamente infidelidad, sino una manera de

multiplicar la mano de obra en favor del bienestar familiar, así como de facilitar la

división del trabajo.

Era muy importante que al interior de la familia los niños aprendieran que en la

generación del universo, llevada a cabo por los dioses supremos, las energías

masculina y femenina se habían unido para dar fuerza a la creación de la vida. Por ello

las mujeres educaban a las hijas, mientras que los varones instruían a los hijos; de esa

manera, durante todo el proceso de educación informal que se llevaba en la familia,

niños y niñas aprendían las conductas adecuadas y diferentes para cada sexo.

En efecto, podría decirse que en la educación se combinaban los discursos

solemnes y las muestras de amor y cariño de padres a hijos, con castigos y

reprimendas sumamente rigurosos. De los tres o cuatro años en adelante, los infantes

debían ejecutar tareas sencillas con gran comedimiento y obediencia; conforme

pasaban los años el trabajo se hacía más complejo y las labores más pesadas; así

aprendían, los niños, los oficios del padre, mientras que las jovencitas, todas las labores

domésticas: asear la casa, preparar los alimentos, hilar las prendas de vestir de la

familia, etcétera.

4 HIERRO, Op. cit., p. 36.

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También en la cultura azteca se utilizaban los huehuetlatolli, o palabras de los

ancianos, los cuales eran principios de comportamiento dictados por los ancianos

sabios, que servían como una guía para los padres, en la educación de sus hijos. Eran

tanto de contenido religioso, como de principios morales y se caracterizaban por

orientar de manera dulce y un tanto poética a los y las jóvenes. Basada en ellos la

madre instruía a la hija, persuadiéndola a comportarse de cierta manera en varios

ámbitos. Así, vemos que la madre le señala la importancia de saber usar el metate, el

molcajete, de saber tejer; enseguida le mencionaba cómo debía comportarse con otras

personas, para poder convivir de manera pacífica era necesario dirigirse con respeto,

no hablar de los otros, no decir mentiras, ser humilde, le prohibía además juntarse "con

mujeres malas" o con ladrones.

La hija debía cuidar, y mantener limpia su persona, no hablar ni caminar

demasiado rápido, tenía que saber responder de manera adecuada, nunca debía

perseguir a ningún hombre, sino más bien esperar a que algún guerrero águila u

ocelote la pretendiera. No debía tener sexo más que con su marido y cuando se

casara tendría la obligación de: obedecer a su marido, cuidarlo, preservar su casa,

proteger el trabajo de su esposo, así como ahorrar para poder dejar algo a sus hijos…

b) Cultura maya. Si bien no se conoce con exactitud el sistema educativo de

esta cultura, se tienen noticias que la familia cumplía un rol fundamental, ya que los

jóvenes también, como los aztecas, solían seguir el oficio de los padres, quienes

además les inculcaban el dar importancia y dignidad a sus actividades laborales, el

respeto de las cosas ajenas, el cuidado de la vida de los otros y el rechazo del

adulterio; las mujeres eran entrenadas por sus madres en las cuestiones del manejo de

la casa, las diferentes maneras de utilizar el maíz, haciendo hincapié en las virtudes

morales, el recato, el sentido de la maternidad, la higiene, la religiosidad y el amor al

trabajo. Empleaban el relato de leyendas como un recurso didáctico para transmitir sus

conocimientos.

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De lo anteriormente expuesto, se desprende que las culturas prehispánicas

transmitieron una visión sobre la inferioridad de la mujer equiparándola con la tierra,

asociada a la reproducción, frente al cielo que era masculino; a la luna frente al sol

vencedor y masculino. Así que en la etapa prehispánica la condición femenina resultaba

inferior a la de los hombres en cuanto a su ser y su valer. Las mujeres básicamente

aprendían en sus hogares las tareas que habrían de desempeñar en la madurez, así

como las actitudes que la sociedad esperaba de ellas en todos los momentos de su

vida. La finalidad de la educación de las mujeres era guardar la castidad, garantizar la

salvación del alma y realizar un matrimonio ventajoso.

1.2. LA COLONIA.

Durante la Colonia, la educación de las mujeres se impartía básicamente a

través de un sistema denominado las “Escuelas de Amigas”, donde se ofrecía una

educación de acuerdo con la clase social a la que pertenecía la estudiante. Esas

instituciones escolares eran más bien informales, pues no estaban incluidas en las

reglamentaciones, y las profesoras carecían en muchos casos de la preparación

necesaria, aunque cumplían una función importante al atender en domicilios

particulares sobre todo a niñas, a quienes lo mismo enseñaban la doctrina cristiana,

que a leer y escribir y actividades domésticas.

Una reflexión sobre dicha función permite comprender el papel social para el que

se preparaba a las niñas con el objetivo de consolidar el estereotipo de la mujer devota,

abnegada y dócil que estaba en el imaginario de la sociedad colonial como un ideal de

lo femenino, y que bien podría condensarse en la fórmula que se inculcaba a las niñas:

“…tener respeto a sus mayores, sin acordarse de que se es mujer”.5

En los raros casos en que en las fuentes de la época se habla o se alude a las

mujeres se corrobora que éstas “...aparecen como seres pasivos e impotentes,

5 MOLINA PETIT, Cristina. Dialéctica feminista de la Ilustración, México, Editorial Anthropos, 1994, p. 81.

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absorbidos por deberes familiares, confinadas en el hogar y totalmente subordinadas

por los hombres”.6

Los de la clase social más alta contaban con maestros o maestras que educaban

a las jóvenes, pero sólo para tocar algún instrumento musical, cantar, bailar, bordar,

cocinar, verse bellas... todo para hacerlas más atractivas para el matrimonio.

La educación también era impartida en escuelas públicas denominadas:

escuelas de las primeras letras, escuelas para niñas indias y en las conocidas como

“escuelas de amigas”, como se les denominaba en el habla popular, en referencia a las

mujeres que hacían las veces de profesoras. Dichas escuelas eran el resultado de la

labor de grupos de mujeres, tanto viejas como jóvenes, con o sin preparación, que

ofrecían “clases” de doctrina, y enseñaban a leer y escribir, bordar, coser y otras

actividades, según la clase social a que pertenecían las alumnas.

“Cabe señalar que desde 1601 se había prohibido que los grupos de mujeres

que tuvieran „escuelas de amigas‟ enseñaran a muchachos, pues se consideraba que

atender conjuntamente a niñas y niños producía malos resultados, aunque se tratara de

infantes”.7

Las “amigas” se daban a conocer a través de avisos sencillos donde se invitaba

a las niñas a asistir, en muchas ocasiones a domicilios privados, debido a que esas

escuelas no eran del todo aceptadas, pues se les consideraba una competencia ilegal

para los profesores agremiados; sin embargo, se llegó a otorgar licencias provisionales

a personas “de sangre limpia”, “de buenas costumbres” y que fueran hijas legítimas.

Así, estas escuelas no estaban incluidas en la reglamentación gremial.

A las personas que impartían clases en las “Escuelas de Amigas” no se les

exigía preparación alguna para dedicarse a enseñar a leer y escribir; ya que los

6 TUÑÓN, Julia. Mujeres en México, una historia olvidada, México, Editorial Planeta, 1987, p. 114.

7 TOVAR RAMÍREZ, Aurora. Mil quinientas mujeres en nuestra conciencia colectiva, México, Editorial DEMAC,

1996, p. 28.

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requisitos mínimos eran tener conocimientos de las oraciones y la doctrina cristiana. La

falta de mayores requisitos y la informalidad hicieron que esta forma de enseñanza

fuera común. Así encontramos que: “Al término del siglo XVII no se concebía siquiera la

posibilidad de la participación femenina en actividades culturales o académicas y, sólo

en los claustros podía realizarse la estudiosa intención aunque les resultaran

repugnantes los ejercicios en compañía de una comunidad”.8

Las “amigas” atendían tanto a niñas pequeñas como adolescentes de hasta 15

años. Los testimonios indican que “una parte importante de la sociedad colonial

consideraba importante enviar a sus hijas desde muy temprana edad a que se

educaran con las „amigas‟, pues se estimaba que las formarían con severidad, lo cual

evitaría que fuesen „hijas malcriadas‟”.9

Los horarios estaban diseñados para que las niñas cumplieran de la mejor

manera con sus tareas, pero esto no es prueba de la severidad con que se dice eran

tratadas, pese a que desde entonces era conocida la expresión “La letra con sangre

entra”. Más bien, las “Escuelas de Amigas” aprovechaban el carácter serio y afable de

las instructoras, el cual inspiraba confianza, amor y respeto en las alumnas, en busca

de motivarlas a cumplir fielmente con sus labores. El castigo aplicable a quienes fueran

flojas consistía en mantenerlas de pie durante varias horas o hacerles una llamada de

atención suficientemente fuerte como para intimidarlas, pues las alumnas no estaban

acostumbradas a que la “amiga” se enojara o a verla como represora. Ese ambiente

amistoso hacía agradable la estancia en la escuela.

Cabe agregar que durante la Colonia, como una consecuencia del patriarcado y

de las formas de enseñanza diferenciales, las mujeres estaban destinadas a la crianza

de los hijos y la administración del hogar, lo que aprendían las hijas desde pequeñas

tanto en el hogar como en las escuelas a las que llegaban a ir, incluidas las “amigas”,

8 ROBLES, Martha, Educación y sociedad en la historia de México, 2ª edición, México, Editorial Fondo de Cultura

Económica, 1978, p. 19. 9 TOVAR RAMÍREZ, Op. cit., p. 29.

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en donde se les inculcaba la veneración por la figura masculina y, por extensión, por

quienes serían sus esposos, en caso de que llegaran a tener “la fortuna” de casarse.

Esta imagen ideal de la mujer se había elaborado durante más de dos siglos y,

por lo mismo, constituía un factor de socialización y de transmisión de valores, normas y

conocimientos al que contribuían la educación institucionalizada (como fue el caso de

las “escuelas de primeras letras”, que eran las más numerosas) y la informal, es decir,

la impartida por las “escuelas amigas”. Sin embargo, en ambos casos, la educación

tenía un importante componente religioso: era más importante saber la doctrina

cristiana que dominar eficazmente la lectura y la escritura, pese a que este

conocimiento, para el caso de los hombres podía abrir a quien lo tuviera las puertas de

algún cargo público. Lo anterior, resulta coincidente con lo que al respecto señala la

autora Pilar Gonzalbo:

“Las niñas todas,... se enseñan en la doctrina cristiana por sus corrillos,

repartidas por su orden; de suerte que en un corrillo se enseñan el per signum y

el Pater Noster y Ave María, y las que han sabido esto entran en otro corrillo al

Credo y Salve Regina (todo esto en su propia lengua), y en otro aprenden los

mandamientos de Dios; tras esto los artículos de la fe, y así van subiendo de

grado en grado hasta saber los mandamientos de la Iglesia y sacramentos, y lo

demás de la doctrina cristiana”10.

A fines del siglo XVIII y principios del XIX, las escuelas atendían a la población

según los acuerdos tomados por los ayuntamientos. Para las niñas, además de las

“amigas”, había escuelas para indias y huérfanas, categoría en que se incluía

genéricamente a quienes no tenían hogar. Unas y otras impartían clases de religión. En

1775 se fundó una escuela para niñas españolas e indias, denominada “Beaterio”, que

impartía enseñanza de dos tipos: doctrina cristiana y primeras letras. Aunque las

escuelas para niñas indias empezaron a funcionar desde mediados del siglo XVIII, y

ello significó un incremento de las “oportunidades” para las niñas, muchos padres no

10

GONZALBO, Pilar. La educación de la mujer en la Nueva España, México, Ediciones El Caballito, 1985, p. 54.

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enviaban a sus hijas, y menos a las adolescentes, pues pensaban que aprender a leer y

escribir las haría descuidar el aprendizaje de las ocupaciones propias de su sexo, y ya

casadas no sabrían asistir correctamente a sus maridos. En muchos casos, se

solicitaba que únicamente se les enseñara a rezar, y de ahí el éxito de los conventos

como difusores de los principios y valores morales de la época, así como el prestigio

que representaba ser monja.

Cabe mencionar el caso de Sor Juana, quien ante su deseo de estudiar expresó

que quería vestirse de hombre para asistir a la Universidad y como ello no fue posible,

entonces ingresó a un convento para tener acceso al conocimiento.

Si bien la alfabetización de las niñas era la que más retraso tenía en las

postrimerías de la Colonia, “Al final del siglo XVIII la mayoría de los habitantes de la

Nueva España no sabía leer y escribir;...saber leer era ventajoso pero no

imprescindible”.11

Por tanto, podemos decir, que en la etapa de la Colonia: “La finalidad de la

educación de la niña no era otra que la preocupación del siglo: guardar la castidad,

garantía de la salvación del alma; también de un matrimonio ventajoso”12.

Así entonces, las escuelas que se abrieron durante la etapa colonial permitieron

por primera vez el acceso de las niñas a la educación formal. Las “escuelas amigas”

cumplieron un papel importante, pues más allá de las diferencias de acceso a ellas

según la clase social a que se perteneciera, y de que la enseñanza de la doctrina y de

actividades hogareñas que se perteneciera, y de que la enseñanza de la doctrina y de

actividades hogareñas ocupaban un lugar muy importante, también dieron ocasión de

que las alumnas aprendieran a leer, aunque estaban en una seria desventaja con

relación a los hombres, especialmente en las clases media y alta.

11

TUÑÓN, Op. cit., p. 115. 12

HIERRO, Op. cit., p. 48.

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1.3. EN EL SIGLO XIX.

El movimiento de Independencia permitió un reconocimiento un poco más abierto

de la participación de la mujer en actividades diferentes a las hogareñas, pues hubo

una destacada presencia de mujeres en actividades públicas, y su colaboración

resultaba no sólo deseable sino necesaria en muchos casos. En un artículo publicado

en 1812, con el título “A las damas de México”, se apelaba al orgullo femenino y se les

invitaba a mostrar a los hombres aquello que ponían en duda, pues las damas tenían

“el ánimo y el valor para dedicarse a la liberación de muchas inconformidades dentro de

la sociedad mexicana”.13

La historia ha registrado los casos notables de las mujeres que se sumaron a las

acciones bélicas durante el periodo que va del estallido de la guerra de Independencia

a su consumación (1810-1821). Tal es el caso de Leona Vicario. Como ella, otras

recibieron la influencia de las ideas de la Ilustración, además de cuestiones más bien

frívolas como las relativas a las modas europeas. La prensa de la época jugó su parte

en ello, particularmente las publicaciones dedicadas sobre todo a las mujeres, en que

se llegaron a presentar textos en que se buscaba abrir puertas que habían estado

cerradas hasta entonces.

Desde luego, una característica frecuente en los casos de mujeres muy

participativas es que la mayoría sabía leer y escribir. El resultado de todos estos

elementos y factores fue que el número de niñas que acudía a las escuelas creció

ligeramente y a lo largo del siglo XIX se presentaron diversos casos de mujeres que

intentaron cambiar su papel tradicional y participar en actividades ligadas con la política,

por la vía de la lucha contra la injusticia (México seguía siendo un país profundamente

injusto).

“El acceso de las mujeres a la educación siguió manifestando una tendencia

positiva, y aumentó el convencimiento de que podían prepararse más, por lo que se

13

Íbidem.

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19

dieron intentos frecuentes por llevar a los hechos esa apertura apenas insinuada. Vale

la pena señalar en la influencia positiva que tuvo la Ilustración a lo largo del siglo XIX,

en la importancia de las reformas liberales y el nacimiento de las escuelas normales en

las dos últimas décadas de la centuria, al igual que el largo proceso de secularización

que arrebató a la Iglesia (importantes dominios, como el de la educación, gracias a lo

cual se dio, ya bien entrado el siglo XX, la participación femenina en los espacios que

ocuparon los hombres durante tanto tiempo, como los institutos científicos y literarios

que antecedieron a buena parte de las universidades de nuestros días.”14

Los liberales mexicanos del siglo XIX, como Benito Juárez, Sebastián Lerdo de

Tejada y Vicente Riva Palacio, consideraron la necesidad de crear instituciones para la

educación de las mujeres. Juárez sostenía en su programa de gobierno del 20 de enero

de 1861: “Secularizando los establecimientos de utilidad pública, se atenderá también a

la educación de las mujeres, dándoles la importancia que merecen por la influencia que

ejercen en la sociedad”.15

Por iniciativa del Presidente Sebastián Lerdo de Tejada, en 1875, se introdujo la

enseñanza de la Pedagogía en la Escuela Nacional Secundaria para Señoritas,

convirtiéndose de hecho en una escuela normal. Ya en el gobierno porfirista, en 1888

se fundó la Escuela Normal de Profesoras.

Como parte del proyecto de modernización porfirista, estaba alfabetizar a toda la

población, para lo cual era necesario llevar la educación primaria a todos los rincones

del país y a todos los niños y niñas. Los gobernantes de los estados de aquella época,

hicieron esfuerzos para lograr dicha meta y, poco a poco, fueron apareciendo escuelas

públicas primarias en los pueblos y rancherías más alejadas del centro de la entidad.

Sin embargo, no se llegaron a cubrir todas las necesidades.

14

MARTINEZ BASILIO, Eloisa. Gaceta del Colegio Mexiquense, núm. 29. sept-oct, 2004, p.7.

15

HIERRO, Op. Cit., p. 48.

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20

La educación de la mujer durante el porfiriato fue delineada de acuerdo con el

papel que debía desempeñar dentro de la familia y la sociedad, como madre, esposa,

hija o hermana, dentro del hogar, dedicada a las tareas domésticas y cuidando a su

familia. Los varones en cambio, estaban dedicados al mundo de los negocios y la

política. Estos ideales femeninos y masculinos fueron reforzados dentro de las aulas.

La mayoría de las mujeres no tuvo acceso más que a la educación primaria pues

les fueron vedadas la instrucción secundaria y profesional. Una opción para ellas,

después de la primaria, era ingresar a la Escuela Normal, ya que la carrera magisterial

fue considerada apta para las mujeres porque exigía cualidades femeninas como la

paciencia y la dulzura. Otra opción era estudiar música o pintura en la Academia de

Bellas Artes, aunque muy pocas acudían porque no se consideraba “propio” para las

mujeres “decentes”.

1.4. EN EL SIGLO XX

En 1911 se llevó a cabo la destitución presidencial de Porfirio Díaz. La nueva

preocupación política era conformar un gobierno republicano y democrático capaz de

satisfacer las demandas populares. La situación del sistema educativo nacional

reflejaba el ambiente que reinaba en el país. “El nivel superior era el más abandonado,

a pesar de las pequeñas decisiones que tomaban las autoridades docentes y

gubernamentales para encauzar la enseñanza propuesta por Justo Sierra a fines del

porfiriato, principalmente la fundación de la Universidad Nacional de México.”16

La modalidad de establecer cursos libres en los planteles de educación superior

en 1912 significó la apertura de las aulas para quienes deseaban aprender libremente.

Esta fue una primera forma de democratización de la enseñanza superior. A través de

16

Información recopilada de internet, en la página: www.red.pedagogía.mx, La red de pedagogos de México, UPN,

2009.

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21

estas facilidades académicas se procuraba incrementar el nivel cultural de la población,

a la vez que agilizar la formación de personal capacitado, para emplearlo en el

programa de educación elemental.

El 5 de febrero de 1917 se promulgó la actual Constitución Política de los

Estados Unidos Mexicanos, con base en los principios dictados por los liberales en

1857. Los carrancistas tomaron en consideración las propuestas del activo grupo de

maestros que participó en la Revolución para la redacción del artículo 3o. que legislaba

la enseñanza libre y responsabilizaba al Estado de la instrucción pública.

La modernización del país exigía la incorporación de la mujer a un trabajo más

especializado, para el cual necesitaba una mayor preparación, por lo que se requería

una mano de obra calificada. Algunas mujeres empezaron a integrarse a diversos

sectores del servicio público, primero a empleos que se tenían como menos

deshonrosos, tales como: telegrafistas, telefonistas, secretarias, maestras, después su

participación fue aumentando debido al crecimiento de las ciudades, en particular el

Distrito Federal.

Sectores medios de la sociedad participaron y colaboraron con el movimiento

constitucionalista, como los casos de Félix Palavicini y Salvador Alvarado. Palavicini fue

el responsable de la política educacional y consideraba que el Estado tenía el deber y la

obligación de educar a la población, ya que mediante la educación podían prevenirse

las protestas sociales. También señalaba que la educación produciría bienestar

económico y prepararía al pueblo para ejercer sus derechos y deberes. Además,

señalaba que la educación era indispensable para formar a los ciudadanos en un país

que aspiraba a la democracia: el hombre podría ser libre si estaba educado para ello.

Con respecto a la mujer afirmaba: “Las causas de la degeneración cerebral de la mujer

se deben a la protección intelectual en que ha vivido, trasmitiéndose por herencia, de

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22

generación en generación, y que puede modificarse haciendo para el porvenir mujeres

de libre aspiración y alto criterio”.17

Fue apenas en el principio del siglo pasado, XIX Cuando las primeras mujeres

mexicanas tuvieron la posibilidad de encauzar sus inquietudes intelectuales en una

institución de estudios superiores; y ocuparon cargos públicos para los que contaban

con una capacitación profesional.

Muchas de ellas estudiaron en algunas de las escuelas normales que existían

entonces en el país. La formación como maestras que ahí adquirieron fue determinante

para su vida profesional: todas trabajaron en la enseñanza primaria y secundaria; y

varias ocuparon cargos en la Secretaría de Educación Pública. Varias, fueron alumnas

o profesoras de la Escuela Nacional de Altos Estudios.

Poco tiempo después de promulgada la Constitución General de la República, se

aceptó que las mujeres se integraran a las carreras profesionales, siempre y cuando

éstas no obstaculizaran o antagonizaran con el ideal de mujer prescrito. En el mismo

sentido, Palavicini apuntaba: “...somos partidarios de la instrucción de las mujeres, pero

no quisiéramos la multiplicación”.18

Esto podría interpretarse como: está bien que algunas mujeres estudien, pero no

muchas y definitivamente, no todas.

Para el ingeniero Palavicini, el desarrollo del país sólo sería posible si se

educaba a los individuos; por lo mismo, el primer paso que debía darse es que México

llegara a ser una potencia de primer orden para educar a su población. La nación,

mencionaba Palavicini, no podía ser grande, independiente y soberana, si no estaba

formada por hombres de carácter, a quienes el Estado hubiera educado, no sólo en

cultura científica general, sino en las obligaciones, derechos y prácticas de la

ciudadanía. Señalaba con respecto a la mujer: “No habrá ciencia definitiva sino cuando

17

HINOJOSA, Claudia, Los derechos de las mujeres son derechos humanos. Crónica de una movilización mundial,

México, Editorial EDAMEX, 2000, p. 103. 18

TUÑÓN, Op. cit., p. 119.

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la mujer haya hablado. La inteligencia no tiene sexo”. Lo cual parece contradecirse con

lo expresado en el párrafo anterior.

Por su parte, Venustiano Carranza en su calidad de Primer Jefe de la Revolución

señaló la necesidad de fijar prioridades en cuanto a la educación, al plantear el

imperativo de una mayor dedicación a la educación masiva; es decir, apuntó la

importancia y la necesidad de una educación para la mayoría de la población.

Aseguraba que la paz y la seguridad de una nación dependían de la clara inteligencia

de la ciudadanía, por lo que el gobierno se empeñaría en “…desarrollar la educación

pública, haciéndola extensiva a todos los lugares del país”.

Los revolucionarios al intentar expandir la educación, se dieron cuenta de la

capacidad de las mujeres para lograr esta labor. “La mujer que ha despertado

intelectualmente y tiene por profesión ilustrar la inteligencia y educar el corazón de las

niñas, ha merecido siempre nuestro respeto y nuestra veneración”19, decían.

En gran parte del transcurso del siglo XX, la mayor parte del profesorado de las

escuelas primarias era de mujeres. Durante ese tiempo, predominó la idea de que

existía una especie de división entre las alumnas que se consagraban a la vida de la

escuela y las que se consagraban a la vida del hogar; entre las que iban a luchar por la

vida y las que se preparaban para dar vida a otros goces y deberes de las familias.

Conscientes de que estas dos alternativas de vida eran excluyentes entre sí,

suponemos que algunas profesoras, desde muy jóvenes, desecharon el matrimonio

como una opción de vida. Otras, al involucrarse cada vez más en sus actividades

profesionales, de manera casi inconsciente fueron asumiendo, poco a poco, la

imposibilidad de contraer matrimonio.

El campo de la docencia seguía siendo donde se inscribía un mayor número de

mujeres. La carrera magisterial siguió siendo considerada como propia de su sexo

debido a las dotes maternales que por naturaleza poseen las mujeres. La necesidad de

19

TOVAR RAMÍREZ, Op. cit., p. 34.

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maestras calificadas en el Porfiriato y en la propia Revolución, abrió a las mujeres una

vía de acceso al sistema educativo profesional, primero en la escuela Secundaria de

Niñas y luego en la Escuela Normal de Profesoras de Instrucción Primaria.

En las escuelas públicas se siguió enseñando actividades que se consideraban

propias del sexo femenino es decir quehaceres domésticos, tales como: cocina, corte y

bordados. Así entonces, hasta mediados del siglo pasado, al igual que en épocas

pasadas, se siguió teniendo la concepción de que era sumamente importante la

preparación de la mujer para la vida del hogar. Se tenía la idea de que era necesario

preparar “...a las mujeres para la vida del hogar, pero con programas modernos, con

métodos nuevos, procurando que comprendan la verdadera misión de su sexo:

preparar su mentalidad para fraternizar intelectualmente y no para rivalizar con sus

compañeros futuros”.

Como se ha visto, hubo un proceso de profesionalización de estas tareas. Ello

obedeció a que se crearon escuelas donde las jóvenes de medianos recursos podían

recibir instrucción especializada en tareas relacionadas con el mantenimiento del hogar,

que con una preparación adecuada podían ser ofrecidas como servicio a una creciente

burguesía en ascenso.

Las mujeres de las ciudades de clase media, las que tuvieron acceso a cierta

instrucción, se incorporaron a la educación media superior. Al respecto se pensaba:

“…queremos que las escuelas superiores se reserven para los hombres, tanto como

para las mujeres”.20

Las oportunidades educativas que se ofrecieron a la mujer fueron, en un principio

iguales para hombres y mujeres. Sin embargo, las mujeres que decidían emprender

una carrera en una instrucción superior enfrentaban una serie de obstáculos y se

alejaban de la posibilidad de contraer matrimonio. La mujer casi estuvo privada del

derecho de instruirse, pues tropezaba con una serie de conflictos, y las muchachas que

20

Íbidem.

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estudiaban lo hacían con timidez, como si se les concediese un derecho que no les

pertenecía. Se sentían cohibidas, y más si en las escuelas se admitían alumnos de

ambos sexos. Cierto es que la mujer pudo estudiar, pero con algunas restricciones. Se

le admitió en las universidades, en los cursos de instrucción superior profesional; pero

las costumbres y la moral revolucionaria le pusieron muchos obstáculos.

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26

CAPÍTULO 2.

2. LA LITERATURA. En este capítulo se analiza la manera en que la literatura ha inferido con la forma

de observar a las mujeres y por lo tanto comprender el papel que desempeñan dentro

de la sociedad.

2.1 LA LITERATURA EN LA EDUCACIÓN.

Reflexionemos ahora sobre algunos aspectos en los que la literatura y la

educación para las mujeres se vincularon, como principios que determinaban los roles

de comportamiento que se les asignaban a estas.

En el año de la Revolución Francesa, 1789, se publicó un libro: “Consejo paternal

para mi hija”. El padre y autor fue el editor y escritor Johann Heinrich Kampe, un

contemporáneo de Kant de mente abierta. En este libro Kampe dice: “Dios mismo ha

querido, y toda la constitución de la sociedad humana en la tierra en cuanto la

conocemos está concebida de tal forma, que no la mujer, sino el varón, sea la cabeza.

Para ello, el Creador dio en general al hombre la fuerza muscular, los nervios más

resistentes,... la mayor valentía y audacia, la firmeza distintiva... y – como regla general

– y por constitución, una mente más grande, perspicaz y amplia”.21

Kampe concluye: El varón sería como “el roble” y la mujer “la hiedra” que toma

una parte de su fuerza vital de la savia del roble. El extracto de la carta a su hija expone

una concepción de la formación de la mujer y de sus posibilidades intelectuales,

marcada por una “ideología de la diferencia” injustificada en todos sus aspectos. En la

21

DEL PRADO, Op. cit., p. 20.

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imagen de la “hiedra” que trepa alrededor de la figura fuerte del “roble”, se figura una

imagen de la subordinación de la mujer que ha marcado la conciencia social por

muchos siglos.

A pesar de que hay que admitir que hubo esporádicamente grandes mujeres que

tuvieron la oportunidad de formarse y de colaborar en la vida según sus habilidades,

podemos constatar que la ideología de la diferencia marcó la educación hasta finales

del siglo XIX e inicios del siglo XX. Una educación que se restringió principalmente a las

áreas de la vida doméstica y familiar. Cuando las mujeres de la nobleza y de la alta

burguesía aprendían lenguas extranjeras y música, o desarrollaban las habilidades

literarias y artísticas, esos conocimientos estaban destinados, casi siempre, a reforzar la

posición del marido. Dado que no se admitía que la mujer tuviera capacidades

intelectuales propias, como prueba el texto citado anteriormente, casi nadie se

esforzaba por su desarrollo.

En la Ilustración y la Revolución Francesa se encuentran las raíces modernas de

una concepción diferente: se comienza a reclamar la igualdad, con independencia,

clase o posición. Por ello, inmediatamente, en el contexto de la Revolución Francesa,

Olympe de Gouges demandó, en 1791, el “derecho de la mujer a la formación”.

En la literatura, “la cuestión femenina tiene un papel importante. En los salones

literarios se difunde una nueva imagen de la mujer, que adquiere una seguridad

personal más firme. Cabe recordar, en este contexto, a Rachel Varnhagen, Bettina de

Arnim, la Günderode. Por primera vez aparecen en la literatura mujeres intelectuales.

Son las fundadoras de los así llamados “Salones”, de los círculos intelectuales en villas

privadas, que se desarrollaron como centros e instituciones de intercambio cultural, al

lado de cortes y teatros”22.

Sin embargo, esas mujeres no se podían imaginar todavía una vida

independiente. En el mundo europeo, el desequilibrio entre los sexos se va superando

22

MINGUEZ ÁLVAREZ, Constancio. Literatura de la educación, Editorial Nau Libres, México, 1988, pp. 77 y 78.

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gradualmente desde el siglo XIX, comenzando por el campo jurídico. A finales del siglo

XIX se fundaron liceos femeninos. En el siglo XX, las mujeres fueron admitidas en las

universidades y, en consecuencia, también en los puestos sociales. En los años 20, el

movimiento feminista contribuyó de forma determinante a este proceso. Todos estos

cambios abrieron nuevas posibilidades científicas y artísticas. Al mismo tiempo, la gran

pérdida de hombres como consecuencia de las dos guerras mundiales, empujó a las

mujeres necesariamente al mundo del trabajo.

De manera casi forzada se desarrolló la lucha por el reconocimiento de la

igualdad de la mujer. “Surgió como un movimiento de lucha y oposición por el que las

mujeres reclamaron sus derechos y rechazaron la tutela de los hombres. El tema de la

mujer, y también todos los esfuerzos por una formación renovada de las niñas y

mujeres, llevaba el sello de la emancipación. Se puede constatar que, en sus inicios, la

lucha por la igualdad de la mujer todavía reflejó diferencias entre los sexos, pero fueron

desvaneciéndose cada vez más”23.

Así entonces, se consideró necesario educar a las mujeres para que fueran

conscientes de sus propias capacidades especiales femeninas y no se dejaran llevar

por una competencia falsa con los hombres, ni trataran de imitar su comportamiento. Es

urgente, promover que haya mujeres bien formadas en los campos de la ciencia, la

política, la economía, las artes y la educación, para que el mundo, que está configurado

unilateralmente por los hombres, experimente una corrección necesaria. Una corrección

que esté marcada por la empatía, la preocupación por la vida y por la familia, y no

solamente por el lucro, la imagen y el éxito profesional.

Además, hay que fortalecer a las mujeres mediante la educación, para que

encuentren su propio camino, después de una consideración exacta de los valores, sin

que se vean forzadas por imágenes falsas de la sociedad, a asumir un papel que no

corresponde a su vocación específica. Las mujeres que encuentren su felicidad en su

vocación de entrega total a la familia y a sus hijos deben ser respetadas igual que las

23

Íbidem.

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que ejercen una profesión. Con el mismo respeto debe ser reconocido el servicio de la

mujer que toma sobre sí la doble carga de trabajo y familia.

Las mujeres trabajan porque son conscientes de las cualidades que poseen, y

que suponen un beneficio para la sociedad, o bien simplemente porque tienen que

contribuir a la estabilidad económica de la familia. “Las mujeres que se entregan

conscientemente y con desprendimiento personal al servicio del trabajo y de la familia,

deben ser protegidas por la sociedad. Esta doble carga amplía sus horizontes, y las

sensibiliza frente a las miserias sociales. Estas experiencias y visiones pueden ayudar a

cambiar las estructuras sociales de nuestro mundo del trabajo. Pero tenemos que

insistir en que la prioridad es el bien de la familia y de los propios hijos. Es un error fatal

pensar que se puede ser eficaz para el bien común, sin acoger y amar a los hombres

que están en contacto directo con ellas”.24

2.2 LA MUJER Y LA LITERATURA.

Antes de iniciar esta reflexión, dado que, en nuestro trabajo analizaremos dos

novelas, consideramos pertinente analizar este concepto, para ello partimos de definir

el relato:

RELATO.25 La esencia del relato consiste en que da cuenta de una historia; narra

o representa una historia; comunica sucesos, ya sea mediante la intervención de un

narrador, ya sea mediante la representación teatral efectuada en un escenario y ante un

público por personajes, en las obras dramáticas. El cuento, la novela, la epopeya, la

fábula, el mito, la leyenda, son relatos narrados. El drama (tragedia, farsa, comedia,

paso, etc.) , son relatos representados.

24

HENRY, Op. cit., p. 66. 25

BERISTAIN, Helena. Diccionario de retórica y poética. México, Editorial Porrúa. Pp. 418

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novela cuento literaria epopeya Narración fábula RELATO leyenda mito noticiosa no literaria histórica representación literaria Obra teatral El relato, al igual que la argumentación y la descripción, son estructuras

discursivas que pueden aparecer en diferentes tipos de discurso (tales como carta,

soneto, comedia) donde se articulan con otras estructuras discursivas (V. también

GÉNERO, CUENTO, NARRACIÓN)

CUENTO26 (y relato novela). Variedad del relato ("discurso que integra una

sucesión de eventos de interés humano en la unidad de una misma acción")

(BRÉMOND). El cuento se realiza mediante la intervención de un narrador y con

preponderancia de la narración sobre las otras estrategias discursivas (descripción,

monólogo y diálogo), las cuales, si se utilizan, suelen aparecer subordinadas a la

narración y ser introducidas por ella. Puede ser en verso, aunque generalmente es en

prosa. El origen del cuento es muy antiguo, responde a la necesidad del hombre de

conocerse a sí mismo y tiene su raíz en el subconsciente y en los mitos.

La relación de acontecimientos puede ser oral o escrita y puede dar cuenta de

hechos reales o fantásticos, pero es importante la consideración de que, en el caso del

cuento literario, estamos ante un acto ficcional de lenguaje cuyo emisor* no es el sujeto

social (el de carne y hueso, el yo del autor que es padre de familia, votante, profesor o

propietario, por ejemplo), sino un yo que se coloca en una situación convencional, de

ficcionalidad*, misma que genera el relato literario que es un producto artístico.

26 Ibíd. 126 y 127.

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El cuento se caracteriza porque en él, mediante el desarrollo de una sucesión de

acciones interrelacionadas lógica y temporalmente, la situación en que inicialmente

aparecen los protagonistas es objeto de una transformación*.

En general, el cuento admite, por su brevedad, una intriga poco elaborada,

pocos personajes* cuyo carácter se revela esquemáticamente, unidad en torno a un

tema*, estructura* episódica, un solo efecto global de sentido* y, sobre todo el cuento

moderno, requiere un final sorpresivo. Por oposición al cuento, la novela*, de mayores

dimensiones, puede contener más de una intriga* o una de carácter complejo y

ramificado, muchos personajes el desarrollo de cuyo carácter puede ser observado,

varios temas importantes, diferentes efectos y uno o varios clímax* antes del

desenlace*, y más de un desenlace. Tanto el cuento como la novela*, la epopeya*, la

fábula*, la leyenda o el mito son relatos narrados. El drama* es relato representado. Lo

que estos géneros* tienen en común es que todos dan cuenta de una historia*. El

relato, como la argumentación* la descripción*, son estructuras discursivas* que

pueden aparecer en diferentes tipos de discurso* (tales como carta, soneto, comedia)

donde se articulan con otras estructuras discursivas.

Debemos señalar que una novela “...es la narración extensa, por lo general en

prosa, con personajes y situaciones reales o ficticios, que implica un conflicto y su

desarrollo que se desenlaza de una manera positiva o negativa”.27 El término novela

(del italiano novella, „noticia‟, „historia‟, que a su vez procede del latín novellus,

diminutivo de novus, „nuevo‟) procede de las narraciones que Giovanni Boccaccio

empleó para designar los relatos y anécdotas en prosa contenidos en su Decamerón.

Ahora bien, como género es el resultado de la evolución que arranca en la epopeya y

se continúa en el romance.

Una de las manifestaciones de la historia más importante es sin duda la novela,

por lo que para entender el papel del sujeto social mujer dentro del devenir histórico es

27

DEL PRADO BIEZMA, Javier. Análisis e interpretación de la novela, Editorial Síntesis, México, 1992, p. 18.

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preciso, por un lado, cuestionar los parámetros que han establecido la inclusión o la

exclusión de las mujeres dentro de la historia de la novela y, por otro, fortalecer y

reivindicar un lenguaje específicamente femenino que demuestre la necesidad de la

mujer por expresarse.

Desde tiempos inmemoriales, “...la mujer, pese a las restricciones impuestas por

su condición genérica, ha intentado incursionar en el ámbito de la novela, pero será en

el siglo XX cuando su voz se afiance en el panorama general de este género. Esto no

implica que no haya habido mujeres que en el pasado se enfrentaran a su época y

empuñaran su pluma en pos de la creación literaria, sino que más bien eran una

excepción dentro de un mundo cultural copado por los escritores varones”.28

No es de extrañar que numerosos textos de la época -escritos por hombres-

satiricen a estas mujeres con veleidades intelectuales y las tipifiquen en arquetipos

"detestables" como la literata, la mujer ilustrada, la mujer culta, la bachillera, la sabia, la

poetisa, la meditabunda y la más temida y burlada: la sabelotodo; para el escritor del

siglo XIX la mujer era simplemente un objeto literario cuya esencia radicaba en el

eterno femenino, naturaleza que hacía de la mujer un ángel del hogar o una femenina

fatal. Nada más lejos de la realidad.

A manera de ejemplo ponemos el siguiente texto de Francisco de Quevedo y

Villegas, quien nació en Madrid en 1580:

BURLA DE LOS ERUDITOS DE EMBELECO,

QUE ENAMORAN A FEAS CULTAS

Muy discretas y muy feas, mala cara y buen lenguaje, pidan cátedra y no coche, tengan oyente y no amante. No las den sino atención, por más que pidan y parlen, y las joyas y el dinero,

28

HENRY, James. El arte de la novela y otros ensayos, Editorial Coyoacán, México, 1990, p. 61.

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para las tontas se guarde. Al que sabia y fea busca, el Señor se la depare: a malos conceptos muera, malos equívocos pase. Aunque a su lado la tenga, y aunque más favor alcance, un catedrático goza, y a Pitágoras en carnes. Muy docta lujuria tiene, muy sabios pecados hace, gran cosa será de ver cuando a Platón requebrare. En vez de una cara hermosa, una noche, y una tarde, ¿qué gustos darán a un hombre dos cláusulas elegantes? ¿Qué gracia puede tener mujer con fondos de fraile, que de sermones y chismes, sus razonamientos hace? Quien deja lindas por necias, y busca feas que hablen, por sabias, como las zorras, por simples deje las aves. Filósofos amarillos con barbas de colegiales, o duende dama pretenda, que se escuche, no ose halle. Échese luego a dormir entre bártulos y abades, y amanecerá abrazado de Zenón y de Cleantes. Que yo para mi traer, en tanto que argumentaren los cultos con sus arpías, algo buscaré que palpe.

Este autor desprecia la inteligencia y cultura femenina y sólo aprecia a la mujer por su

atractivo físico, para su placer, para palparla.

Hablar de la mujer en la literatura es abordar un tema tan vasto como la literatura

misma. La mujer forma parte de la literatura como ha conformado desde siempre la

cultura, aunque por siglos haya sido obligada a guardar silencio y a aceptar como

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espejos las representaciones que hacían de ella los escritores hombres. Las

representaciones de mujeres contenidas en muchos años de libros impresos,

constituyen un amplio muestrario humano: amantes castas o apasionadas, esposas

más o menos fieles, madres abnegadas, obreras, prostitutas, campesinas, anfitrionas

literatas, místicas, la gran mayoría de ellas comparte, sin embargo el estar

determinadas, por su condición, por constituír el segundo sexo, otro respecto al sexo

esencial, absoluto y primero, el del varón.

Según un modelo que en sus rasgos básicos converge desde diferentes culturas,

las mujeres no pueden trascender su naturaleza, tienden a lo biológico; no dominan su

cuerpo ni su intelecto y requieren por ello de la autoridad del varón; se las destina a

tareas de reproducción y conservación biológica y afectiva de la especie. Para ellas,

está reservado el ámbito privado, lo doméstico, los afectos o la familia. Los hombres,

por el contrario, son por su constitución, aptos para doblegar determinantes biológicas y

circunstancias históricas, monopolizan la aventura y el riesgo, los descubrimientos y las

conquistas, el espacio público y el poder social. *Para las mujeres, mantener la vida;

para los hombres, disponer de la vida como juzguen oportuno, y crear todo lo otro que

hubiese de creable en el mundo.“29

Si siguiéramos el rastro de la novela escrita por mujeres en Hispanoamérica,

debemos remontarnos a la Colonia, concretamente a los siglos XVII y XVIII, época en la

que la incursión de la mujer al campo literario es una mayoritariamente a círculos

eclesiásticos, aunque también hay casos aislados de poetas, que participaron de las

corrientes renacentista y barroca. Otros testimonios que se conservan de la etapa

virreinal corresponden a cartas y documentos de tipo jurídico, que aunque carecen de

valor literario, constatan a la mujer en la escritura.

Ahora bien, hablar de la mujer en la literatura suscita inmediatamente una serie

de dudas respecto a aquello a lo que queremos referirnos: ¿literatura feminista o

29

GARCIA, Raquel. Otra vez grandes palabras: mujeres, literatura, milenio. Análisis y reflexiones. Theorethikos:

La revista electrónica de la UFG, Lima, 1999.

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femenina?, ¿literatura escrita por mujeres y para mujeres o por hombres para mujeres?,

¿literatura con tema y protagonistas femeninas? El planteamiento, de por sí confuso, se

complica aún más cuando se aborda la legitimidad del mismo: ¿y es que acaso se

puede establecer una distinción entre literatura de mujer y otros grupos literarios desde

una distinción igualmente basada en el sexo, la raza o la etnia correspondiente, tales

como literatura judía, afroamericana, homosexual, etc.?

Es indudable que la presencia de la mujer experimentó un auge extraordinario

durante el siglo XIX, auge que todavía a principios de nuestro milenio se mantiene. En

efecto, los problemas de un matrimonio y una vida insatisfecha por la falta de horizontes

marcaron un antes y un después entre la literatura de „final feliz‟, con campanas de

boda junto a los títulos de crédito (el cine, género aún joven, pasó por esta época

durante la primera mitad de nuestro siglo), y la novela novecentista, victoriana, donde la

historia comienza realmente después de la luna de miel. Imaginemos por un momento

el siguiente patrón narrativo: mujer casada, de unos cuarenta años, atractiva y de

buena posición social y económica, hastiada de su matrimonio, único fin con el que fue

educada, y deseosa de dar un giro radical a su vida.

La forzosa pasividad femenina no es, sin embargo, ventaja de la mentalidad

burguesa. Podemos trasladarnos, en la historia europea, a los trovadores provenzales

de los siglos XII y XIII y su credo del amor cortés de devoción a la dama inalcanzable,

muda, mero objeto de contemplación estática. Las Beatrices, Lauras y Doroteas de

esos siglos son sólo nombres, imágenes, origen de suspiros y lamentos sin fin, pero

nunca presencia activa de carne y hueso, tanto si se trata de nobles damas como de

pastoras. Y es ahí donde la mujer de ficción, mucho antes de darse a conocer

psicológicamente, y todavía sujeta a la obligatoriedad literaria del matrimonio, comienza

a reivindicar su voz, sus deseos, en una palabra, su derecho a ser.

Anticipándose en siglos a la libertad sexual, las damas de los libros de caballería,

siempre casadas con hombres mayores y veneradas desde lejos por el caballero joven

y lozano que les rinde pleitesía, protagonizan episodios de tentación carnal explícita del

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caballero en cuestión. Junto a los sonetos tradicionales en los que el poeta canta la

belleza canónica de la dama, aparecen poemas más o menos clandestinos en los que

se subraya, incluso groseramente, la corporeidad de la mujer amada: se describen

aquellas partes del cuerpo normalmente no visibles, o se presenta una mujer que baila,

grita, habla por los codos, tiene pelos en la cara y hasta le huele el aliento. Las pastoras

dejan de ser entes desdeñosos y se vuelven verdaderas bachilleras que, como la

hermosa Marcela del Quijote, son capaces de rebatir, con las mejores armas de la

oratoria, el argumento neoplatónico y determinista de la obligatoriedad de corresponder

al amante que sufre, o cualquier otro con que pretendan intimidarlas sus adversarios.

Lejos de las prescripciones eclesiásticas de misa diaria y lectura piadosa, las

doncellas de todo el teatro del Renacimiento son ávidas lectoras de los libros de

caballerías, y no dudan en colocarse un disfraz masculino y salir al mundo para

conseguir, vestidas de hombres, lo que como mujeres les está vetado. Precisamente al

Renacimiento corresponde una obra conocida y traducida en toda la Europa de la

época. El Cortesano de Castiglione, obra que, entre otros asuntos, defiende la

conveniencia del amor maduro, basado en la igualdad intelectual (es decir, reclamando

la instrucción de las mujeres), frente a la cegadora pasión juvenil o al matrimonio

basado en razones económicas.

Así pues, inmersos todavía en una sociedad patriarcal y de dominio masculino

absoluto como es la de los siglos XV y XVI en Europa, encontramos una y otra vez, en

la literatura, rasgos de inconformismo femenino abiertamente proclamado y ejercido,

aunque eso sí, sometido a convenciones genéricas y casi siempre acallado a través del

clásico „final feliz‟, pero no por ello menos importante. Podríamos hablar, hasta cierto

punto, de una „revolución controlada‟.

Lo que sí es revolucionario desde la raíz es el mensaje lanzado por El Cortesano

respecto a la igualdad necesaria en la relación amorosa: no se trata simplemente de

desautorizar a los hombres para que traten a sus mujeres como una posesión más, sino

de incorporarlos en un modo de vida más racional, pues el hecho de que las mujeres se

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igualen a los hombres en estatus, libertad y consideración social repercutiría tanto en el

bien de ellas como de ellos. Por ahí encuentra la mujer de ficción una situación de

reclamo de nuevos y más activos papeles por desempeñar.

Sin embargo, A lo largo del siglo XX asistimos a la entrada masiva de la mujer en

el ámbito de la novela, sobre todo a partir de la segunda mitad de siglo, cuando en el

mundo se están gestando una serie de transformaciones de índole social, económica e

ideológica, como por ejemplo, los adelantos tecnológicos, la modernización y

consecuentemente el aumento de la clase media, el estallido de revoluciones políticas,

la reivindicación de las minorías, la incorporación de la mujer al ámbito público, los

movimientos feministas que surgen en los años sesenta y, en definitiva, una mayor

conciencia ideológica acerca del lugar que le corresponde a la mujer en el mundo

político, social y también en el plano estético.

En este sentido, la novela que contiene aspectos referentes a la mujer tenderá a

alejarse de los modelos masculinos -que eran tomados como ejemplo en un primer

momento- y su escritura estará dominada por la protesta deliberada contra la opresión y

una defensa feminista a muerte. Una vez superada esta fase de desacato, podemos

señalar una tercera etapa, correspondiente a la época actual, en la que la mujer se ha

afianzado en el mundo cultural e intenta redefinirse a través de la novela.

“Las tendencias feministas en la actualidad coinciden en que la mujer debe

reformular un nuevo lenguaje que le permita una verdadera autoexpresión y

autodeterminación. Pese a que la mujer y la novela han recorrido en los últimos tiempos

caminos más o menos próximos, resulta sintomático que el actual éxito comercial de las

autoras -muchas de ellas han visto convertida su primera novela en best seller- no va

siempre aparejado a un reconocimiento en los medios académicos y en la crítica, como

lo demuestra, por ejemplo, el hecho de que tan sólo nueve mujeres hayan conseguido

ganar el Premio Nobel de Literatura”.30

30

MORGAN FOSTER, Edward. Aspectos de la novela, Editorial Depate, Buenos Aires, Argentina, 1976, p. 40.

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38

CAPÍTULO 3.

3. DOS NOVELAS DE ELENA PONIATOWSKA.

En esta parte de la investigación, se realizará un análisis crítico, respecto a dos

obras de la escritora francesa, naturalizada mexicana Elena Poniatowska, que son: La

flor de lis (publicada en 1988) y Hasta no verte Jesús mío (publicada en 1969).

Sobre ambas novelas, me interesa principalmente conocer el contexto educativo

en que se desenvuelven las protagonistas, con el fin de hacer una contrastación para

reflexionar sobre cómo diversas circunstancias socioeconómicas y sociales pueden ser

determinantes en la formación de una persona, ya que mientras Mariana, que es la

protagonista de la primera obra aludida, vive en una posición que le permite lujos y

comodidades, lo cual determina que tenga la posibilidad no sólo de estudiar aquí en

México, sino también en el extranjero; por otra parte, Jesusa Palancares, la

protagonista de Hasta no verte Jesús mío proviene de un estrato social bajo, en donde

no tiene acceso a la educación, y eso hace que las opciones laborales y de mejora de

vida son casi nulas, porque va por la vida desempeñando infinidad de oficios, cuyo

ejercicio no logra sacarla de su precaria situación.

Es un hecho conocido que si se tiene una situación económica privilegiada se

tendrá la posibilidad de acceder a una mejor educación, en tanto que si esa posición no

se tiene, entonces es más difícil tener una educación de calidad, y con ello aspirar a

tener mejor forma de vida; lo anterior, suele acontecer comúnmente en nuestro país,

aún cuando nuestro máximo ordenamiento, que es la Constitución Política de los

Estados Unidos Mexicanos, en su artículo 3º menciona entre otras cosas que: “Todo

individuo tiene derecho a la educación…”31.No obstante, este derecho no siempre se

31

“Artículo 3º”. Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, 157ª edición, México, Editorial Porrúa,

2008, p. 7.

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convierte en una realidad. Nuestro análisis pretende ir más allá de la consideración de

la educación escolar, pues a través del análisis de los personajes reflexionaremos

sobre los distintos tipos de educación que reciben las protagonistas, tanto la formal

como la no formal y la forma en que ellas la enfrentan.

3.1 NOVELA LA FLOR DE LIS.

3.1.1 MARIANA.

Primeramente, cabe mencionar que la autora de la presente novela, cuenta las

vivencias de Mariana, durante su infancia y adolescencia. Mariana es una duquesa

francesa, que vive fascinada por su madre. Sus primeros años transcurren en Francia,

sin embargo debido a la Segunda Guerra Mundial, la familia de la protagonista se

traslada a México, con excepción del padre quien se encuentra al servicio de la fuerza

aérea francesa. A su llegada a México, Mariana se encuentra con un país del que poco

o nada sabe, aunque su madre es mexicana, pero al que paulatinamente va queriendo

como si fuera su patria.

Mariana poco a poco va dando pasos que la llevarán a entender lo que son su

vieja clase social y su nuevo país. A lo lejos, la atroz guerra sigue su curso. Mariana

sólo entiende que su padre podría morir, sin embargo, el conflicto armado culminó con

un final feliz para ella, ya que su padre regresó sano y de inmediato se dedicó a tratar

de, rehacer su vida, pero estaba más centrado en lo social que en la convivencia con

sus hijas. Poco después aparece en la escena un truculento personaje llamado el Padre

Teufel, de quien Mariana y su madre quedan fascinadas. Este hombre mitad ángel y

mitad demonio cambiará la vida de las mujeres que le rodean.

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Se ha llegado a considerar que La flor de Lis es, al menos en parte, una obra

autobiográfica de Elena Poniatowska, ya que ella en la vida real nació “…como la

princesa Helène Elizabeth Louise Amèlie Paula Dolores Poniatowska Amor, de

ascendencia aristocrática, hija del príncipe Jean Joseph Evremond Sperry Poniatowsky

y de María Dolores Paula Amor Escandón, ciudadana mexicana de ascendencia

francesa…”32, como se podrá apreciar de la anterior transcripción, tenemos que existen

similitudes entre la vida de Mariana, protagonista de La flor de Lis y la de la escritora de

la misma.

Puedo mencionar que Mariana proviene de una clase social acomodada y de

abolengo, lo cual le permite tener acceso, no sólo a satisfacer sus necesidades básicas,

como son la alimentación, la educación y el vestido, sino que también tiene la

oportunidad de realizar un sinfín de actividades, que la generalidad de los mexicanos no

tiene la posibilidad de hacer, como: la equitación, la educación en escuelas extranjeras,

los viajes a Europa, etc. No obstante, a pesar de este mundo de opulencia, puedo

manifestar que, Mariana resulta ser un personaje sumiso, carente de afecto,

dependiente y temeroso de realizar por si sola cualquier decisión o actividad sin la

previa autorización de la madre o nana exponiendo con esto un personaje con falta de

carácter, pues su educación estaba dirigida a formarla de acuerdo con su posición

social y a la época en que se desarrolla la historia.

3.1.2.1 LA EDUCACIÓN EN EL HOGAR.

Resulta lógico suponer que si Mariana pertenecía a una clase social acomodada,

entonces era factible que recibiera una educación esmerada. Sin embargo, como en

32

Información recopilada de internet, en la página: www.wikipedia.com, la cual fue consultada el día miércoles 21 de

octubre de 2009, y cuyo contenido es la biografía de la escritora Elena Poniatowska.

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ocasiones acontece a las personas que tienen una posición económica desahogada,

los padres de Mariana, no le prestan atención, ni se ocupan del desarrollo que va

teniendo en sus estudios. Esto se debe a que tiene muy poco contacto con ellos, tal y

como lo manifiesta en el contenido de la novela analizada, en donde menciona que casi

no convivía con sus padres (página 22), y desconocía algo tan relevante para el común

de la gente, que era el saber con exactitud de que nacionalidad eran, ya que Mariana

desconocía que su madre era mexicana (página 32).

Como ya se mencionó con anterioridad, la novela tiene muchos puntos en común

con la vida de Elena Poniatowska, en donde se muestra la gran importancia que se

daba a los aspectos religioso y social, en una sociedad donde cuidar las apariencias es

fundamental para ser aceptada.

Parte de esa “educación” era manipulada y deformada para orientar la formación

de las niñas de acuerdo con la ideología de los adultos. Por ejemplo, aunque en la

novela se menciona que el abuelo de Mariana, era poseedor de una extensa biblioteca,

ella y su hermana no tenían ni la más mínima referencia de lo que era México y cuando

la abuela Beth les muestra un ejemplar de la revista National Geographic, les causa

gracia saber que México estaba poblado por gente de raza negra, con un hueso

prendido en la cabeza, como caníbales, y temían que al llegar a nuestro país iban a ser

devoradas por éstos (página 27). Lo anterior nos demuestra que su educación, aun

viniendo de los mejores colegios estaba basada principalmente en los modales y en el

aspecto religioso. Lo anterior no es de extrañarse, ya que la mamá de Mariana estaba

más ocupada en la organización de eventos sociales, que en la educación de sus hijos.

El papel de gran parte de las mujeres de clase alta, en esa época las relegaba

únicamente a ser bonitas y conducirse adecuadamente socialmente.

Eso hace que para Sofía, la hermana de Mariana, sea más fácil la vida, pues

estaba dotada para el baile, actividad aceptada para una duquesa, ya que no hacía falta

intelecto ni conocimientos, sino solo ser agradable y graciosa, mientras que Mariana es

más tímida y retraída. Ella solo quería complacer a los demás no importando sus

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gustos o necesidades. Solo quería hacer lo correcto y se entretenía en cosas triviales,

tales como tener afición por películas y canciones estadounidenses, así como la

relación que guardaba con sus amigas, que eran de la misma clase social. Por tanto,

puedo considerar que la educación de Mariana era deficiente, ya que no tenía más

intelecto que cualquier joven actual que se dedica únicamente a leer revistas del

corazón o ver programas de televisión como las telenovelas, las caricaturas o la barra

cómica. Lo único educativo que pudiera apreciarse era meramente en el plano religioso

y en la sumisión y la obediencia. Ella aceptaba todo con tal de ser aceptada por su

madre.

Por lo tanto la educación que Mariana recibía en el seno familiar, no dista mucho

de la educación que se impartía en muchas familias de México. La cual era basada en

mano dura y agresiones físicas, creyendo que con esto se encaminaban a los niños y

jóvenes para su bien. En una parte de la novela, Mariana menciona que

educativamente las cachetadas son indispensables y que éstas distinguen a la

educación francesa (página 45)

Por otra parte, Mariana era una niña muy inteligente ya que hablaba tres idiomas:

el español (que nunca estudió), el francés y el inglés sin embargo, como cualquier

adolescente de su época leía historietas cómicas como Archie, La Pequeña Lulú, Mutt y

Jeff, El Príncipe Valiente, Blondie, El Pájaro Loco, El Conejo de la Suerte, entre otras

(página 57). Mariana menciona que tomaba sus clases de piano con desgano, y que

llegaba a entonar canciones como Naranja dulce, limón partido, así como la de

Matarilirilirón; que son rondas que forman parte de la cultura popular a la que ahora

pertenece y acepta.

Por lo tanto la novela plasma algunos aspectos de la educación de la época para

las mujeres, es decir, basada en lo religioso pues las protagonistas asistieron a una

escuela de monjas y a un grupo juvenil de scouts que también era de corte religioso, lo

que demuestra que la religión imperaba en la buena educación. Las nanas se hacían

cargo de los niños pues los padres vivían para sus eventos sociales. La educación no

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podía ser más que artificial, diseñada para una vida de apariencias. Una educación

donde no había el reto como mujer de enfrentarse a problemas reales, hasta que llega

el padre Teufel y las despierta de su letargo, por eso se le considera como un ser

maligno ya que las hace reflexionar sobre su vida vana y superficial, aunque también se

aprovecha de su ignorancia e ingenuidad para abusar sexualmente de ellas.

3.1.2.2 LA EDUCACIÓN ESCOLAR

En cuanto a los conocimientos que adquiría Mariana en la escuela, por lo visto

éstos eran escasos y muy superficiales. A manera de ejemplo, cuando hace un estudio

sobre Las Cruzadas, manifiesta que los cruzados estaban cansados, tenían piojos y

portaban un sayal agujerado. Esta pobre referencia académica muestra que aun

recibiendo una educación formal en un instituto reconocido esta era deficiente. Se les

enseñaba música, arreglo personal, cómo conducirse en la mesa, baile, cocina, religión.

Todo para ser buenas esposas.

Esta falta de formación se hace evidente también al elegir carrera, ya que

Mariana no sabía qué estudiar si medicina o secretaria ejecutiva con tres idiomas

(página 109), estudios que por cierto, no hace puesto que ello no repercutía en su

realización personal, porque así eran las mujeres de su casa, de su clase y de su

época. Aparentemente tenían todas las oportunidades, pero sólo se les enseñaba a

contribuir a reproducir un modelo social, donde quienes tenían el control y tomaban las

decisiones eran los hombres.

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3.2 NOVELA HASTA NO VERTE JESÚS MÍO.

3.2.1 JESUSA PALANCARES.

Esta novela narra la niñez, la adolescencia y la etapa adulta de Jesusa

Palancares, quien es una mujer indígena del Estado de Oaxaca, que vivió en

condiciones miserables, lo cual determinó que viviera rodeada de privaciones, tanto en

su entorno familiar como en lo social. A causa de la pobreza extrema es “regalada”

cuando es una niña pequeña y se vuelve casi una esclava de la mujer a quien la

entregan. A partir de ahí enfrenta una serie de adversidades.

Esta obra se sitúa en parte en el México revolucionario, ya que varios de los

personajes que aparecen en Hasta no verte Jesús mío tomaron parte en dicho

movimiento bélico, aunque también se hace mención a la época postrevolucionaria, que

comprende la gestión presidencial del general Lázaro Cárdenas del Río y también a

fechas más recientes, pues la protagonista seguía viva cuando se publicó la novela en

1969.

A la protagonista de esta novela no le quedaba otro recurso que su ingenio para

sortear toda clase de infortunios que sucesivamente va enfrentando y de los que en la

mayoría de las veces, sale derrotada, con la impotencia de no poder hacer algo mejor.

Elena Poniatowska expone un personaje contradictorio y con tantos problemas

como lo es Jesusa Palancares, toda vez que precisamente eso fue lo que reflejó en su

momento, la Revolución Mexicana; en donde de manera por demás desordenada los

combatientes peleaban, sin saber a ciencia cierta, el por qué lo hacían; qué beneficios

les traería consigo su participación en tal movimiento armado; el que se trasladaban a

combatir a lugares inhóspitos que ni siquiera conocían; el qué un día podrían simpatizar

con una causa, y al otro día ya estaban apoyando a otra, en sí, este es el contexto

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histórico en el cual se desarrolla la obra que en los siguientes incisos se analizará. Lo

que importaba, igual que en el caso de Jesusa, era sobrevivir.

Debido al origen provinciano, Jesusa

Palancares y a su falta de educación

formal, tiene muchas de las ideas que

todavía se pueden observar en los

pueblos que conforman nuestro país,

y que a nuestra consideración,

pudieran parecer creencias de antaño

y faltas de sustento científico, tal es el

caso, cuando en la obra (página 17),

se cita que cuando enterraron a la

mamá de Jesusa, a ésta le agarró el

aire del camposanto, y que de ahí se

derivó en que constantemente se le

pusieran los ojos colorados, y por tal

motivo cada vez que hacía viento

sintiera molestias en sus ojos.

Otro aspecto que se puede destacar sobre la personalidad de Jesusa

Palancares, es la postura con respecto a la religión, ya que en muchas partes de la

obra analizada, señala su creencia y el temor que tiene de Dios, sin embargo, en la

última etapa de su vida parece haber acumulado decepciones de la iglesia y en cambio

los espiritistas la tratan mejor, por lo que participa en prácticas espiritistas, en donde

según ella, tiene poderes para poder entablar comunicación con personas muertas.

Parece evidente que ante la falta de educación tanto en el seno familiar, como de

manera formal Jesusa Palancares creció como un animal domesticado y sumiso, ya que

resistía todos los malos tratos que se puedan dar a un ser humano, tales como golpes,

quemaduras, humillaciones verbales, pobreza, ignorancia, trabajos excesivos,

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depresión y todavía para rematar sus infortunios, tenía deficientes hábitos higiénicos,

por falta de educación, por ejemplo en la página 49 de la obra en cuestión, nos

manifiesta, entre otras cosas, que ante la presencia de la menstruación, ella no se

ponía toallas o cualquier trapo, porque hacer esto le parecía “meras cochinadas”, y ella

no quería estar apestando a perro muerto, con ello se demuestra la cerrazón e

ignorancia con la que se desarrolló el citado personaje.

En esta novela se pretende exaltar las condiciones que enfrentaban las mujeres

indígenas que participaron en la Revolución Mexicana y la fortaleza que tenían,

personificándolas a través de las vivencias de Jesusa Palancares, a quien nos muestra

la autora como una mujer con carácter fuerte, que no se rendía ante la adversidad, y

que buscaba por todas las formas posibles, sobrevivir y, de ser posible, salir de la

precaria condición socioeconómica de la que provenía. Ante ello no es de extrañarse

que en la contraportada de la obra aquí analizada, la autora de la misma manifiesta que

Jesusa es un ser excepcional, que llega a la capital, se emplea como obrera y como

sirvienta; habla con los muertos, es una mujer del pueblo, pero también una mujer que

logra, después de un tiempo, independiente, a pesar de que la mayoría de las mujeres

de su generación tenían un papel secundario, quedando supeditadas a las órdenes de

los maridos, dedicadas al cuidado de los hijos, o haciendo trabajos muy mal pagados,

con pocas o nulas posibilidades de acceder a la educación.

3.2.2.1 LA EDUCACIÓN FAMILIAR

Esta es casi inexistente, toda vez que se debe tener en cuenta que, Jesusa

Palancares fue “regalada” a una señora, prácticamente como esclava. Se quedó sin su

madre desde muy pequeña, además sus hermanos murieron de manera trágica. Por lo

que se debe tener presente que con el familiar con el que Jesusa Palancares tuvo un

vínculo mayor fue su padre, quien por cierto, no fue una persona cariñosa, ni un buen

padre, situaciones que influyeron de manera considerable en Jesusa. Al crecer sola, en

condiciones adversas desarrolló un comportamiento rebelde y arisco hacia los que la

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rodeaban. En la novela, reconoce la misma Jesusa Palancares que su familia no supo

de cariños, ni de apapachos, y que eso fue lo que incidió para que ella se hiciera

grosera (página 21).

Otro aspecto familiar que fue fundamental, en la inestable vida y formación de

Jesusa Palancares, fueron los trabajos que desempeñó su progenitor, ya que aparte de

que fue peón de ferrocarril en el Istmo de Tehuantepec, también se desempeñó como

soldado en una etapa de la Revolución Mexicana. Ambas ocupaciones no se realizaban

en un lugar fijo, motivo por el cual, la familia de Jesusa Palancares tenía que estarse

trasladando de un lugar a otro, situación que trascendió para que sus hermanos

terminaran por tomar cada quien su propio camino. Eso aunado a lo desobligado de su

padre, determinó que le fuera fácil abandonar en cualquier lugar, a cualquier hora y con

cualquier persona a sus hijos, tal y como sucedió cuando dejó a Jesusa, sin más ni

más, en la casa de su madrastra Evarista, para irse a vivir con su amante Ignacia. Sin

embargo, dicha madrastra no quiso hacerse responsable de los cuidados de Jesusa, y

por ello, la fue a entregar con otra señora de nombre Fortunata.

Sin embargo, dentro de la oscuridad de la vida de Jesusa Palancares, un

personaje que, de cierta manera, influyó positivamente en su vida, fue su madrastra

Evarista Valencia, quien no obstante que la golpeaba, y que la trató con mucha dureza,

y aunque prácticamente no se hablaban, la enseñó a trabajar, a cocinar y hacer la

limpieza con prontitud y eficiencia. Esto hizo que Jesusa la quisiera como parte de su

familia (página 36). Lo que plasma como era la educación dentro de un contexto

familiar, a base a golpes y malos tratos dejando a un lado el aspecto afectivo y el

diálogo.

Por lo tanto podemos observar que la falta de una enseñanza en el seno familiar

marca la vida de la protagonista quien, lejos de adquirir una educación, solo recibió un

adiestramiento como un ser irracional.

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3.2.2.2 LA EDUCACIÓN LABORAL

Jesusa Palancares aprendió diferentes oficios que le posibilitaban desarrollarse

dentro del ambiente laboral. Actividades que eran remuneradas y que, de alguna

manera le daban más independencia para vivir, cosa sorprendente en esa época ya

que la mayoría de las mujeres dependían de un hombre, si bien las que fueron

“Adelitas” adquirieron un carácter más fuerte, que ayudó para que muchas pudieran

valerse por ellas mismas.

3.2.2.3 LA EDUCACIÓN DE PAREJA

El matrimonio, como se entendía en su época y circunstancias, no fue algo

bueno para ella, ya que no tenía nada que ver con el amor y la realización: tener marido

representó para ella ser sometida y humillada.

El ser hombre era igual a ser libre, poder mandar y tener poder, por lo cual Jesusa

manifiesta su deseo de haber sido hombre en lugar de ser mujer (página 186). También

comenta que prefería sufrir miserias y necesidades que aguantar a un marido, ya que

consideraba que a ella no le hacían falta los hombres y que tampoco le gustaban, sino

que le estorbaban y que si fuera por ella, el género masculino no hubiera existido sobre

la faz de la tierra (página 163).

Sin embargo, la única pareja formal que Jesusa Palancares tuvo fue con su

esposo Pedro Aguilar, de quien no estaba enamorada, ya que nunca lo conoció a

plenitud, debido a que la manera en cómo éste la hace su esposa fue prácticamente a

la fuerza, ya que la vio, la fue a pedir al padre de Jesusa, éste no concedió su permiso,

y Pedro se la tomó sin preguntarle a Jesusa si quería formalizar una relación marital con

él. Sin embargo a ella no le pareció mal al principio, porque pensaba que él “no le iba a

pegar mucho”, pues con el tipo de vida que había tenido no concebía la posibilidad de

no ser golpeada.

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Algo que es muy cierto, es que la manera en que Pedro y Jesusa se hacen

esposos, resulta una práctica muy parecida a lo que acontece en varias poblaciones de

nuestro país, aún hoy en día, es decir, los contrayentes muchas veces ni se conocen el

uno al otro, sin embargo, por designio de los padres quienes eligen a su pareja, se van

a vivir juntos o contraen nupcias, porque es mal visto que las mujeres o los hombres no

se casen a temprana edad. Además, desgraciadamente todavía se lleva a cabo el rapto

de jóvenes, contra su voluntad, de manera semejante a como expone la autora.

Resulta comprensible que la unión entre Jesusa y Pedro Aguilar terminara mal,

ya que, no solo no le hablaba a ella, (página 96), sino lo peor era que Pedro incidía para

que ninguna de las personas que estaban alrededor de ellos, le hablara a Jesusa, lo

cual determinó que ésta estuviera tremendamente sola y que por ello le guardara

resentimiento.

Esta marginación y el maltrato físico de su marido hacia ella surge a partir de que

él se va de viaje y cuando regresa se da cuenta de que no le hizo falta a ella, pues

había establecido un negocio y le iba muy bien, al grado de que se compró varios

vestidos muy bonitos. Él se pone tan furioso de verla “bonita” y con dinero, que rompe

sus vestidos y le prohíbe bañarse y peinarse para que nadie se le acerque, como otra

forma de dominio.

Sobre la conducta mostrada por Pedro Aguilar, ésta viene a ser el reflejo de lo

que han sido y son muchos mexicanos, quienes muestran conductas como ser

golpeadores de mujeres y niños, comportarse muy valientes ante una mujer, ser

mujeriegos, envalentonarse cuando están armados, o son varios hombres…entre otras

cosas más.

La educación orientada a otorgar al hombre el derecho de ejercer su fuerza sobre la

mujer y someterla ha contribuido a que la sociedad mexicana se haya constituido bajo

comportamientos machistas, en donde el hombre ocupa el lugar dominante, mientras

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que gran parte de las mujeres queda relegada a tener que soportar todas las órdenes

que le den. Desafortunadamente, prevalece el maltrato a la mujer, que se da con

mayor intensidad a las que viven en sitios marginados, donde no cuentan con ningún

apoyo, por ello es que en la actualidad, para evitar todas esas conductas se han erigido

instituciones como el Instituto Nacional de las Mujeres, o programas contra la violencia;

protección que por supuesto no podía tener Jesusa Palancares, ni las mujeres de la

época revolucionaria, ya que estas, eran vistas como objetos y no como personas y

vivían para servir en todo momento a sus maridos y a sus hijos.

No obstante la conducta arbitraria mostrada por Pedro Aguilar en contra de su

cónyuge Jesusa Palancares, tuvo una contribución positiva, ya que a él le gustaba leer

y por ello tenía obras como: Nostradamus, Catalina de Médicis, Las mil y una noches.

El Abate Prevoste, La Hija del Cardenal, entre otras, las cuales leía a Jesusa y por ello

pudo, a través de este medio, tener algo de cultura general. Jesusa, pese a su falta de

preparación, analizaba las lecturas que hacía el marido, cuestionando la conducta de

los personajes y él le reprochaba sus interrupciones.

Jesusa era ignorante pero no tonta, aprendía de lo que vivía, como muchas

mujeres de la época que no estudiaban, más que por decisión propia, por imposición de

género, puesto que los hombres dominaban. Su condición era atenerse a lo que en un

primer momento decidía el padre y después el marido.

Jesusa no es directamente responsable de su situación, sino más bien es una

víctima de su época, por un lado el machismo y por otro lado su situación económica

impidieron sus estudios, más no su aprendizaje.

Carente de toda cultura y educación formal, Palancares enfrentó una vida hostil y

dura, lo que consecuentemente agravó sus penurias, que a final de cuentas la tornaron

en un ser resentido y antisocial, ya que no tuvo la posibilidad de acceder a una vida

mejor, ni tampoco creció con amor y comodidades. Tales circunstancias, fueron

fundamentales para hacer de Jesusa una mujer brusca y arisca, situaciones de

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comportamiento que resultaban ser sus escudos protectores para enfrentar la vida, ya

que si la trataban mal, ella respondía de la misma manera.

Aprendió por la ruta más difícil pero también enseñó con su fortaleza y

perseverancia, como muchas otras mujeres mexicanas.

Cierro este capítulo con algunas citas de Poniatowska sobre Jesusa:

“Si me preguntaran quién me ha enseñado o enriquecido más, respondería que Jesusa Palancares. Nadie en mi clase social en ningún momento me ha dado lo que ella: su fuerza, carácter, templanza, originalidad, toda su manera de ser creativa e inesperada” (Ascencio, Me lo dijo...) “De la mano de Jesusa entré en contacto con la pobreza, la de deveras. Nunca he recibido tanto de alguien, nunca me he sentido más culpable” (Luz, luna...) “Sí, la Jesusa es como la tierra, tierra fatigada y presta a formar remolinos. (Luz, luna..p. 55)

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CONCLUSIONES

Al aproximarnos al devenir histórico de nuestro país, encontramos que en las

épocas prehispánica, durante la Colonia, en el México independiente, y hasta principios

del siglo XX, la mujer desempeñaba un rol secundario, tanto en el ámbito social como

en el seno familiar, ya que sus funciones prácticamente eran el cuidado de los

cónyuges y de los hijos, o sea eran lo que hoy se conoce como amas de casa, o bien

realizaban trabajos como campesinas o sirvientas, donde laboraban muchas horas sin

obtener un salario.

La mujer de clase alta recibía solamente enseñanzas que le permitieran ser apta

para el matrimonio (bordar, cocinar, bailar, arreglo personal…) y para insertarse en su

clase social.

En tales circunstancias, la posibilidad de que pudieran acceder a una educación

formal, era prácticamente nula, por eso es que si revisamos a los personajes de nuestra

historia, es muy raro encontrar mujeres que hayan sobresalido en la política, en las

ciencias y en las letras.

En el siglo XX comenzaron a cambiar las condiciones sociales de las mujeres en

nuestro país. Esto se debió, en mi opinión, a muchos factores, algunos de los que me

permito enunciar a continuación: en México comenzó la industrialización, razón por la

cual se requería mayor mano de obra, por ello, fue necesario que las mujeres

comenzaran a trabajar en las fábricas. La utilización de éstas se intensificó sobre todo

cuando se dio una fuerte migración de varones hacia Estados Unidos, que se acentuó

cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, lo que motivó a que se utilizarán todos los

recursos humanos disponibles. Además comenzaron a surgir movimientos feministas

que reclamaban mejores condiciones de vida para las mujeres, de lo que derivó en que,

finalmente, se les considerara como ciudadanas con derecho a votar y que se

incluyera dentro de las leyes que conforman la Constitución Política de los Estados

Mexicanos, la igualdad de derechos para mujeres y hombres.

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Es de llamar la atención, el hecho de que en la misma Constitución existe una

garantía que establece que tanto mujeres como hombres tengan derecho a la

educación, la cual queda consagrada en la parte inicial del artículo 3º constitucional. De

ello deriva que las últimas administraciones de Gobierno Federal indiquen que han

establecido como prioridad en su gobierno a la temática educativa nacional, sin

embargo, no obstante las enormes cantidades de recursos canalizados a este sector

estratégico, los resultados son insatisfactorios porque se mantiene una baja calidad

educativa que es más grave en las mujeres.

En la realidad educativa nacional se palpa que: “La desigualdad es integral. Los

estados más pobres y con más indígenas tienen el mayor rezago educativo porque sus

escuelas tienen condiciones físicas poco apropiadas, porque el alumnado está mal

nutrido y por los altos niveles de deserción escolar. Las entidades más ricas (Distrito

Federal, Nuevo León y Baja California Sur), por el contrario, disfrutan de una alta

escolaridad. Esta situación contradice el compromiso adquirido por México en el

Protocolo de San Salvador sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales de

garantizar el derecho a la educación. (Así entonces) La situación actual perpetúa las

desigualdades”.33

Así pues, el panorama educativo en México refleja graves desigualdades, en

donde resulta obvio considerar que si una persona cuenta con recursos económicos,

entonces tiene todas las posibilidades de estudiar, sin embargo, gran parte de las

personas que pertenecen a los sectores sociales más bajos, simplemente no podrán

comenzar, continuar y terminar los ciclos escolares que conforman el sistema educativo

nacional. Muchas otras inician los ciclos básicos, pero no los concluyen. Resulta muy

preocupante, para el tema que nos ocupa, el hecho de que son más mujeres que

hombres, quienes carecen de educación formal. De acuerdo con el Conteo del 2005 del

INEGI, 10 de cada 100 mujeres de 15 años y más, no sabe leer ni escribir. Esto

resulta grave, ya que el desarrollo de un país puede medirse, en gran parte, por el

grado de preparación que tienen sus habitantes.

33

AGUAYO QUEZADA, Sergio, El almanaque mexicano 2008, México, Editorial Aguilar, 2008, p. 62.

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Esta desigualdad social y de género a la que he hecho referencia en

conclusiones anteriores, dio la pauta para centrar este trabajo en el análisis de dos

obras literarias, de la escritora naturalizada mexicana Elena Poniatowska: La flor de Lis

y Hasta no verte Jesús mío. En el contenido de las mismas se ve, de alguna manera,

reflejada parte de la realidad educativa nacional de las mujeres. En la primera novela la

protagonista, de nombre Mariana (con una gran coincidencia con la vida de la autora),

es una persona con una posición económica muy desahogada, lo cual le permite que

pueda acceder a todo tipo de educación, ya que además de que tuvo la posibilidad de

estudiar en una escuela del país, orientada a formar en el conocimiento de la cultura

francesa, también lo hizo en una institución norteamericana, en tanto que el personaje

principal de la segunda obra (basada en un personaje de la vida real) era una indígena

pobre, quien debido a su condición social, todo el aprendizaje que adquirió fue de

carácter empírico y conseguido a base de violencia y castigos. Ello le provocó un sinfín

de inconvenientes, agravó lo difícil de su vida y no le permitió salir nunca de su

situación paupérrima.

En mi opinión, la visión educativa que prevalece en las novelas parece coincidir

con la postura que tienen algunas autoridades que han gobernado a nuestro país y que

en sus discursos proporcionan versiones bonitas y fantasiosas del panorama educativo

de México, pero en la realidad los estratos sociales altos son favorecidos en todo

momento, a pesar de que en muchos casos no importa, si estudian o no, pues su

situación económica hará que no tengan infortunios; mientras que se ocupan y apoyan

muy poco a los de condición social muy baja, ya que, a través del tiempo se han

propuesto diversos programas que han tenido muy poco impacto y la educación de la

población mexicana sigue siendo insuficiente y escasa, pues aun los que acuden a la

escuela reciben, en muchas ocasiones, una educación muy pobre.

Los personajes de las novelas nos muestran una realidad de la época en la que

vivieron y de la clase social a la que pertenecen, mostrando en ambos casos que la

educación formal no importaba, ya que las condiciones sociales les imponían otras

circunstancias. Por una parte Mariana no requiere más que aprender a ser agradable,

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bonita, saber otros idiomas (más por estatus que por cultura) vestir de acuerdo con la

moda y tener buenos modales, para encajar en su medio social; en tanto que Jesusa se

enfrenta sin quejas ni cuestionamientos a su realidad de extrema pobreza, maltrato y

desprecio, sin ninguna intención de obtener mayor aprendizaje que los que la vida le

presentaba: aprender para sobrevivir.

Sobre lo anteriormente expuesto no negamos la existencia de una formación

pues se da de manera informal en nuestros personajes y formal, aunque parcialmente

en Mariana. Advertimos el carácter pragmático de esta educación ya que tiene la

intención de ser buena en cuanto a su utilidad. Mariana y Jesusa deben aprender

cosas que les posibiliten desarrollarse exitosamente en su contexto y nuestras

protagonistas desarrollaron sus habilidades y vivieron plenamente su realidad.

Debemos reconocer que, a pesar de la presión familiar y social, nuestras

protagonistas muestran integridad y valentía para defender sus principios y costumbres

y hasta donde pueden, no se dejan intimidar ni manipular por intereses de terceros. Son

personas que se muestran nobles, honradas y capaces de adaptarse a cualquier

cambio que la vida les presente, y estas son cualidades que trascienden cualquier tipo

de educación formal, ya que en cualquier época son valores que debemos defender y

resaltar. Cabe mencionar que en muchas ocasiones la educación formal no es garantía

de que el individuo desarrolle estos valores, es por ello que nos damos cuenta de la

relevancia de esa educación que se da en el seno familiar y muestra de ello es Mariana,

aunque la adquiere de sus nanas y sirvientas, a falta de sus padres, siempre ausentes.

Tiene un mayor mérito en Jesusa, porque ella desarrolló los valores por sí misma, a

pesar de no contar con una familia y las condiciones adversas que enfrentó.

Lo que es inconcebible es que se les niegue el derecho a ser pensantes, a

desarrollar un criterio propio y a guiar su vida por sus propias decisiones, a tener una

autoestima basada en lo que son y no en lo que tienen. No es posible que haya tantas

Jesusas marginadas, maltratadas y sin derecho a nada.

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Actualmente en nuestro país, gran parte de las mujeres ha podido acceder a la

educación, lo cual ha dado origen a que se ocupen (con la misma capacidad que los

hombres) en diversas actividades. Sin embargo, en una nación marcada por las

desigualdades, es muy complicado que todos reciban educación y que esta sea buena.

El estado instaura programas cada sexenio para atender la desigualdad educativa y

destina a ello cifras económicas astronómicas, sin embargo los resultados obtenidos

hasta ahora, son pocos o nulos, pues sigue habiendo un alto porcentaje de

analfabetas y los resultados de las pruebas PISA y ENLACE muestran muy poco

desarrollo en las habilidades comprensivas y expresivas. Cabe mencionar que esto es

aún más grave en las mujeres.

Por tanto se precisan cambios en el ámbito familiar, donde hombres y mujeres

tengan los mismos derechos y obligaciones y sean valorados a la par. En lo educativo

es fundamental que se dé la misma importancia a la educación de unos y otros y que

no se niegue a las mujeres la posibilidad de estudiar. Además que se impulsen estudios

de género para que haya mejor comprensión del papel del otro y se promueva mayor

equidad y armonía, a la vez que se propicie una educación de calidad para todos.

Es imperativo lograr en nuestra sociedad mexicana una educación equitativa

para el género femenino, que en lugar de ser excluyente sea integral para toda la

población y abarque todos los ámbitos. Ello requiere un verdadero compromiso de las

instituciones educativas y de toda la sociedad, para hacer los cambios significativos

que se requieren, ya que sólo con la voluntad de todos pueden darse los cambios que

se requieren para conformar una sociedad más justa y mejor. La base para todo ello

está en la educación que se da en el hogar y en la escuela, pues como dijo Kant:

El hombre no es más que lo que la educación hace de él.

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