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LA EDICIÓN DE TEXTOS CON ORTOGRAFÍA IDIOSINCRÁSICA: EL CASO DE MARCOS FERNÁNDEZ, GRAMÁTICO Y ORTÓGRAFO DEL SIGLO XVII * Daniel M. Sáez Rivera CES Felipe II (UCM) A Ramón Santiago, en agradecimiento y homenaje por su lección filólogica, editorial y humana RESUMEN En el presente trabajo se define el concepto de ortografía idiosincrá- sica como la forma correcta de escribir propia de una sola persona o un colectivo restringido. Después se reflexiona sobre la edición de algunos hitos de ortografía idiosincrásica en la historia del español, como Correas, Herrera, Bello y Juan Ramón Jiménez. Por último, se estudia el caso concreto y poco conocido de Marcos Fernández (gramático y ortógrafo del siglo XVII) y la edición de sus textos, principalmente la Olla podrida a la española (1655). Palabras clave: crítica textual, ortografía, historiografía lingüística, historia de la lengua española. ABSTRACT In this work the concept of idiosincrasic orthography is defined as the proper way of writing by just one person or a restricted group. Af- terwards, it is pondered the edition of some highlights of idiosincra- sic orthography in the history of the Spanish language, such as Correas, Herrera, Bello and Juan Ramón Jiménez. At last, it is stu- died the not well known case of Marcos Fernández (grammarian and orthographer of the 17 th century) and the edition of his texts, mainly the Olla podrida a la española (1655). * El presente trabajo fue posible gracias al apoyo del Proyecto del MECyT, “Procesos de gramaticali- zación en la historia del español (III)” (PROGRAMES3), con referencia FFI2008-0828/FILO. En ta- les proyectos hemos empleado o estamos empleando la obra de Marcos Fernández como una de las fuentes principales. Una versión más extensa del texto se presentó oralmente como conferencia dentro de las II Jornadas de Edición de Textos e Historia de la Lengua Española (Homenaje a Rafael Lape- sa 1908-2001)¸ que se celebraron del 22 al 24 de octubre de 2008 en la Universidad de Sevilla, con la organización de las profesoras Lola Pons Rodríguez y Elena Leal Abad, a las que aprovecho para agradecerles pública y calurosamente su amistosa invitación como ponente en tales jornadas. ISSN 1132-0265 Philologia Hispalensis 23 (2009) 117-142

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  • LA EDICIN DE TEXTOS CON ORTOGRAFA IDIOSINCRSICA: EL CASO DE MARCOS FERNNDEZ,

    GRAMTICO Y ORTGRAFO DEL SIGLO XVII*

    Daniel M. Sez Rivera CES Felipe II (UCM)

    A Ramn Santiago, en agradecimiento y homenaje

    por su leccin fillogica, editorial y humana

    RESUMEN En el presente trabajo se define el concepto de ortografa idiosincr-sica como la forma correcta de escribir propia de una sola persona o un colectivo restringido. Despus se reflexiona sobre la edicin de algunos hitos de ortografa idiosincrsica en la historia del espaol, como Correas, Herrera, Bello y Juan Ramn Jimnez. Por ltimo, se estudia el caso concreto y poco conocido de Marcos Fernndez (gramtico y ortgrafo del siglo XVII) y la edicin de sus textos, principalmente la Olla podrida a la espaola (1655). Palabras clave: crtica textual, ortografa, historiografa lingstica, historia de la lengua espaola. ABSTRACT In this work the concept of idiosincrasic orthography is defined as the proper way of writing by just one person or a restricted group. Af-terwards, it is pondered the edition of some highlights of idiosincra-sic orthography in the history of the Spanish language, such as Correas, Herrera, Bello and Juan Ramn Jimnez. At last, it is stu-died the not well known case of Marcos Fernndez (grammarian and orthographer of the 17th century) and the edition of his texts, mainly the Olla podrida a la espaola (1655).

    * El presente trabajo fue posible gracias al apoyo del Proyecto del MECyT, Procesos de gramaticali-zacin en la historia del espaol (III) (PROGRAMES3), con referencia FFI2008-0828/FILO. En ta-les proyectos hemos empleado o estamos empleando la obra de Marcos Fernndez como una de las fuentes principales. Una versin ms extensa del texto se present oralmente como conferencia dentro de las II Jornadas de Edicin de Textos e Historia de la Lengua Espaola (Homenaje a Rafael Lape-sa 1908-2001) que se celebraron del 22 al 24 de octubre de 2008 en la Universidad de Sevilla, con la organizacin de las profesoras Lola Pons Rodrguez y Elena Leal Abad, a las que aprovecho para agradecerles pblica y calurosamente su amistosa invitacin como ponente en tales jornadas.

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    Keywords: textual criticism, orthography, linguistic historiography, history of the Spanish language.

    1. QU ES ORTOGRAFA IDIOSINCRSICA? Si ortografa se define, incluso etimolgicamente, como la forma correcta de

    escribir (del prefijo griego - recto, correcto y del sufijo -, del verbo escribir, cf. DRAE 2001, s. v. orto-, -grafa), e idiosincrasia (gr. - temperamento peculiar) consiste en los [r]asgos, temperamento, carcter, etc., distintivos y propios de un individuo o de una colectividad (DRAE 2001, s. v.), una ortografa idiosincrsica ser la forma de escribir considerada co-rrecta por una sola persona o, como mucho, un colectivo restringido. Esto es, se trata de una ortografa peculiar o personal, quiz extravagante, propuesta y, por lo general, solamente adoptada por un solo individuo, que slo en contadas ocasiones consigue una difusin un poco mayor.

    La mayora de las propuestas de ortografa idiosincrsica no son, sin embargo, propuestas de ortografa caprichosa (pace Rico 2002: 1153), sino que se insertan en una tradicin simplificadora que promueve la equivalencia biunvoca de grafa y sonido, o mejor dicho fonema. Es decir, de los tres principios que, segn Esteve Serrano (1982: 17), rigen la ortografa espaola, pronunciacin, uso y etimologa, se tiende en la ortografa idiosincrsica a primar el primero, se pretende lograr el segundo (la expansin o difusin comunitaria de una iniciativa grfica individual) y normalmente se rechaza el ltimo. Tal tradicin de ortografa fonolgica hunde sus races en la Antigedad clsica, segn el famoso motto de Quintiliano: Ego, nisi quod consuetudo obtinuerit, sic scribendum quidque iudico, quomodo sonat (Institutiones oratoriae I, VII, apud Esteve Serrano 1982: 20). No obstante, resal-temos que ni siquiera en la obra del orador hispano se adopta por completo el prin-cipio de la pronunciacin, pues no se pueden tomar como punto de referencia todas las pronunciaciones o variaciones posibles, que imposibilitaran la homogeneidad grfica, sino que se ha de sealar una pronunciacin como ejemplar, una consue-tudo que no es sino la de las personas cultas, el consensum eruditorum (Esteve Serrano 1982: 20).

    El eslabn que une esta tradicin latina con la castellana lo forja el mismo An-tonio de Nebrija que, inspirndose con seguridad en Quintiliano, llega a afirmar en el comienzo de su Gramtica de la lengua castellana (1492: a5 r), al tratar el asun-to de la ortografa, lo siguiente: avemos aqui de presuponer lo que todos los que escriven de orthographia presuponen: que assi tenemos de escrivir como pronun-ciamos i pronunciar como escrivimos por lo que en otra manera en vano fueron halladas las letras (apud Esteve Serrano 1982: 20). Fijmonos que en estas pala-bras del humanista lebrijano la forma de pronunciar se apoya en un plural inclusivo que delimita de nuevo el crculo de los cultos que leen la misma obra de Nebrija. Se trata del mismo escribo como hablo de Valds, ms personalista, que posee

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    tambin una interpretacin puramente ortogrfica, y no retrica (Esteve Serrano 1980: 24-25).

    Los argumentos que se suelen utilizar a favor de estas simplificaciones son (1) el de una mayor racionalidad grfica segn la cual se eliminan letras superfluas, (2) la mayor facilidad para la escritura que supone la simplificacin del sistema de es-critura mediante tal supresin de grafas y (3) la correspondencia perfecta entre las letras y su pronunciacin. Pero los mismos reformadores suelen ser conscientes del principal escollo con el que se encuentra su aventura ortogrfica: el de querer inno-var en un campo, el de la ortografa, en el que tan grande es el peso de la costum-bre1. Por ello, el mismo Correas, con grandes intuiciones de poltica lingstica, sabe de la necesidad, como planificador individual, de un aval poltico y educativo para que su propuesta ortogrfica cunda2, de modo que, en el prlogo a su Orto-grafia kastellana (1630: 2r y v), solicita el apoyo del Rey para la difusin de su ortografa, una ortografa ms racional3, apoyo que empero no recibi, pero con el que al menos se atreva a soar:

    AL KATOLIKO RrEI DON Felipe . S. IIII. deste nonbre, el Maestro Gonzalo Korreas Katedratiko de propiedad de lenguas

    en la Universidad de Salamanka, desea toda salud i felizidad. (S3)Upliko V. Maxestad, ke komo padre i tutor del Prinzipe su hixo, i seor

    nuestro, se sirva de rezibir, i mandar se le guarde para su tienpo, esta pekea xoia, ke ofrezco su Alteza kon amor i deseo de su servizio, kon las Gramatikas ke ofrezi antes V. M. i van aora kon sta. Ke en xenero de letras, si se pasan los oxos por ella, kreo parezer estimable. I si la mandase hazer komun, seria de on-rra desta nazion, i rresultaria en nonbre eterno V. M. por ste bien de dar letras propias la lengua Kastellana, mas eszelente ke la Latina, i otras: ke se llamarn Filipikas i Rreales, diferenzia de las vulgares usadas antes kon muchas inperfe-ziones. Fazil es V. M. mandar poner stas letras en la kartilla, inprimir el Rromanze kon ellas, i sin agravio de nadie: I se introduzir de una vez komo en el kaso de las balonas, ke tan bien estuvo, sin esperar diskurso de tienpo para in-troduzirlas [Correas 1630: 1630: 2r y v; nfasis nuestro].

    Posteriormente, en el siglo XVIII la Real Academia Espaola sera igualmente consciente de la urgencia del apoyo real para difundir la ortografa acadmica, de modo que en acta del 9 de septiembre de 1738 los acadmicos acuerdan que se le Suplique a su Magestad mande observar en todos sus Reynos, y Seorios, la dicha

    1 Ya lo deca Nebrija en su Gramtica castellana: Mas, por que en aquello que es como lei consenti-da por todos, es cosa dura hazer novedad (ed. de A. Quilis, Madrid, 1981, p. 120, apud Iglesias Fei-joo 1983: 261). 2 La relacin entre planificacin lingstica y ortografa ya la vio el mismo Einar Haugen (1974). 3 Algo ya sealado por La Viaza (1903: XVIII) en su edicin al Arte grande. Aparte de en ese lugar preliminar, el mismo Correas vuelve a mencionar tal posibilidad en el mismo cuerpo del texto de su Ortografa kastellana (1630: 46-47)

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    orthographia para fijarla en ellos y pedirle al mismo tiempo conceda a la Academia el privilegio perpetuo de la impresin, venta y despacho de dicho tratado que se habr de hacer en un libro manual y pequeo (apud Esteve Serrano 1982: 79). Sin embargo, la sancin real no llegara en plenitud hasta el siglo XIX, en el reinado de Isabel II, cuando una Academia Literaria i Cientfica de Profesores de Instruccin Primaria se propuso en 1843 adoptar en la enseanza un sistema ortogrfico basa-do nicamente en la pronunciacin, a lo que reaccion el Consejo de Instruccin Pblica, que le comunic la osada a la reina Isabel II (Esteve Serrano 1982: 78-79). Esta, por Real Orden de 1844, impondra como ortografa oficial la enseada por la Academia de la Lengua, decisin slo cancelada parcialmente con la Revo-lucin gloriosa de 1868 y hasta la Restauracin borbnica, que tambin fue or-togrfica por Real Decreto de Alfonso XII en el 26 de febrero de 1875 (ibid.). Estas imposiciones legales suponen adems el nacimiento del concepto punitivo de falta de ortografa, entendida como error en la aplicacin de las normas ortogrficas de la RAE, punto de comparacin a partir de entonces que nos lleva a tomar como fa-llo o extravagancia toda desviacin de esta ortografa oficializada (Rosenblat 1951, CXXVII, CXXXI; Martnez de Sousa 1995, s. v. falta de ortografa). A saber, todo texto que no siga la ortografa acadmica nos llama la atencin, cuando la propues-ta de la RAE es solo una entre tantas, pero que ha tenido la fortuna de la universali-zacin planificada desde las instancias polticas.

    Resulta curioso que en el mismo ao de 1844 la ortografa que recibi marcha-mo legislativo en el otro lado del Atlntico fuera en cambio la propuesta simplifi-cadora de Andrs Bello, adoptada por la Universidad de Chile de 1844 a 1851, y con restos de simplificacin hasta 1914 (como la especificacin de i para indicar el fonema voclico y de y para el consonntico, as como el empleo de j para la frica-tiva velar sorda) (Esteve Serrano 1982: 109-117).

    2. L TRATAMIENTO EDITORIAL DE LOS TEXTOS CON ORTOGRAFA IDIO-SINCRSICA: ALGUNOS HITOS

    Es bien conocido que existe en la actualidad un debate acerca de la moderniza-cin o la conservacin grficas en la edicin de textos antiguos, especialmente vivo acerca de los textos del Siglo de Oro4. Mientras que un bando, nutrido por historia-dores de la literatura, tiende hacia la modernizacin grfica, incluso en ediciones crticas5, los historiadores de la lengua o estudiosos de la literatura con sensibilidad lingstica6, tienden hacia la conservacin. En todo caso, tanto unos como otros se

    4 El ltimo y ms completo recuento y comentario del debate lo ha realizado Ramn Santiago (2008). 5 Cf. Iglesias Feijoo (1983, 1990), Serralta (1986), Caedo y Arellano (1987), Arellano (1991), Are-llano y Cilveti (1992), adems de Jauralde (1981, 2007) y Rico (2002). 6 Pascual (1993), Barroso Castro y Snchez Bustos (1993).

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    centran en las grafas y, como mucho, en la acentuacin grfica, y suelen dejar fue-ra del debate el problema de la puntuacin (Pascual 1993, Barroso Castro y Snchez Bustos 1993) o proponen su modernizacin como una forma de interpre-tacin, exgesis hermenutica de la que el editor no puede ni debe inhibirse (Are-llano 1991: 575)7. De hecho, son pocos los estudiosos o editores, como Crosby (1991), que tratan de reproducir la puntuacin antigua, por ejemplo la de la prosa barroca con su peculiar ritmo en el caso del citado Crosby.

    Los argumentos de uno y otro partido editorial son todos juiciosos y razonables. As, los modernizadores defienden que los usos grficos antiguos no reflejan nor-malmente la intencin del autor (el criterio principal que gua a la crtica textual), sino los de mediadores como cajistas, correctores e impresores (Iglesias Feijoo 1990: 240), por lo que solo merece la pena conservarlos cuando indican oposicio-nes fonolgicamente distintivas8 pero no en el resto de casos que conviene obviar, como son las dobles consonantes cultistas del tipo illustre, o rr-, o -n- antes de b/p, como onbre, enperador (Iglesias Feijoo 1990: 242). Para estos estudiosos en cam-bio conservar todo tipo de detalles grficos en la transcripcin de textos no hace si-no entorpecer intilmente su lectura cuando, si realmente se tiene inters en tales detalles, el bibligrafo o investigador de usos grficos o impresos prefiere trabajar con originales (Iglesias Feijoo 1983: 262; 1990: 241). Adems, con los avances tecnolgicos actuales en todo caso puede ser ms fcil y seguro ofrecer una repro-duccin facsimilar que una transcripcin paleogrfica o diplomtica, en la que con facilidad se deslizan errores (Arellano 1991: 575), y de todas maneras en este ban-do se opina que no somos los editores crticos los que tenemos que dar material a lingistas o palegrafos, sino que son ellos los que tienen que ayudar a la edicin crtica (Arellano 1991: 575). En suma, desde este punto de vista, el conservadu-rismo grfico se considera una forma de inhibicin crtica no deseable (Iglesias Feijoo 1990: 242). La ltima vuelta de tuerca a favor de la modernizacin la ha da-do Francisco Rico (2002: 1153), que argumenta que a los escritores antiguos, con leves excepciones de caprichosos como Fernando de Herrera, les daba igual la factura grfica de su obra, y simplemente deseaban que la impresin se ajustara de la mejor y ms decorosa manera a los modales grficos y tipogrficos de la poca, de modo que tampoco les importara que se publicaran sus obras segn las costum-bres de presentacin editorial actuales, solo con tal de llegar lo mejor posible al lector.

    En el otro lado del campo en liza, la preferencia (que en ninguno de los dos bandos es absoluta) se inclina por la conservacin grfica. De este modo, Barroso 7 Merece la pena reproducir las acertadas palabras de Arellano (1991: 573): puntuar es ya en muchas ocasiones, interpretar un texto, elegir una opcin semntica, y semejantes elecciones son ineludibles para el editor: la puntuacin no se puede separar de la hermenutica. 8 Al menos en las ediciones crticas (Jauralde Pou 1981: 182).

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    Castro y Snchez Bustos (1993), al ocuparse de la edicin de textos de los siglos XV al XVII, proponen una transcripcin con ligeras modificaciones (tan ligeras como la regularizacin del reparto de u/v como vocales o consonantes, o la simpli-ficacin de grafas redundantes como ff-/f-, ss-/s-, rr-, cons.+rr/r-, cons.+ r), pero a la vez defienden la necesidad de conservar empleos grficos sin valor fontico pero que actan como algrafos connotativos (precisamente el caso de las grafas cultis-tas que rechazan los modernizadores), frente a los algrafos denotativos que cons-tituyen una representacin objetiva de una realidad fontica sin alteraciones de carcter subjetivo, cultural, etc. (Barroso Castro y Snchez Bustos 1993: 162)9. Estos algrafos connotativos habra que conservarlos especialmente cuando sean personales, subjetivos o voluntarios (del autor), pero igualmente cuando sean invo-luntarios (Barroso Castro y Snchez Bustos 1993: 163, 177). Destaca adems que estos investigadores de la historia de la literatura son conscientes de la necesidad de hacer un inventario pormenorizado de los fenmenos grficos del texto que se va a editar antes de proceder a la dispositio textus y comprenden lo valioso que es para la historia de la lengua y la interpretacin adecuada de un texto la conserva-cin de las grafas antiguas que son relevantes (Barroso Castro y Snchez Bustos 1993: 165, 177-178).

    En una lnea similar, el profesor Pascual (1993: 37) critica la razonable moder-nizacin de los textos que haban consensuado los asistentes al Seminario cele-brado en la Universidad de Navarra en 1986, cuyas conclusiones se encuentran en Caedo y Arellano (1987), aunque concede que existe acuerdo en ambas posturas editoriales acerca de la conservacin de los algrafos denotativos, pese a que a veces sea difcil precisar cules son (Pascual 1993: 41). Sin embargo, y especial-mente a este respecto, Pascual (1993: 39-44, 55) reivindica la importancia de los datos grficos y lo difcil que resulta a veces interpretarlos, por lo que conviene adoptar la postura cauta de su conservacin o de un cuidadoso anlisis, antes que la de su modernizacin a veces apresurada o mecnica. Al enfrentarnos a una serie de textos cuya falta de uniformidad grfica es parte de su esencia que hay que respetar (Pascual 1993: 47), resulta conveniente en todo caso que, pese a la divergencia ca-da vez mayor entre los fillogos de la rama lingstica y los de la literaria, lo que se debera producir es ediciones crticas que respondieran a las necesidades de todos los fillogos (Pascual 1993: 56).

    Sin embargo, este debate en el que vemos que hay algunos puntos de acuerdo entre ambas partes queda en suspenso o en tablas, incluso absolutamente confun-

    9 Se sigue aqu la distincin entre algrafos denotativos y connotativos difundida para el castellano por Emma Scoles (1966: 16): Sono in tal modo chiamati denotativi gli allografi la cui variazione ris-petto allunit, il grafema, non sia culturalmente significativa e connotativi quelli la cui variazione sia invece di qualque rilevanza culturale o stilistica. In sede ecdotica i primi consentirebbero un livella-mento ortografico, i secondi dovrebbero essere conservarti.

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    dido, cuando nos enfrentamos a textos con ortografa idiosincrsica. De esta mane-ra, dentro del bando de los modernizadores hasta Arellano y Cilveti (eds., 1992: 39-40), en los criterios editoriales a su edicin crtica de El divino Jasn de Cal-dern, que extractados y despojados de las notas a pie de pgina (y por ello de la bibliografa) constituyen la norma de las ediciones del GRISO (Grupo de Investi-gadores del Siglo de Oro)10, plantean un tratamiento especial o excepcional de este tipo de textos, absolutamente conservador:

    Solo hay algunos casos especiales en los que estaramos obligados sin remedio a mantener la grafa original: en aquellos escritores que defienden conscientemente un sistema ortogrfico determinado: sobre todo Herrera y Correas, y algn otro como el poeta Rioja que sigue el sistema herreriano. Pero, significativamente, ni el propio Correas que fue el corrector oficial de su propia Arte kastellana, consigui que le mantuviesen en la imprenta el sistema preconizado en un libro destinado a preconizar el sistema.11

    Ms all incluso de lo propuesto por Arellano y Cilveti haba ido Manuel Ta-boada Cid (1984) en su edicin crtica del Arte kastellana (1627) de Correas, en la cual no haca una mera transcripcin, sino que lgicamente correga erratas (que nunca han sido deseadas por el autor), pero adems cotejaba el texto con el del Arte grande, para poder enmendar las lecciones con juicio comparativo, incluso la pun-tuacin, simplemente para hacerlo ms adecuado a los ideales lingsticos y or-togrficos del propio Correas, que no cumplan a rajatabla sus impresores. Prescin-de por tanto Taboada de corregir el texto para unificarlo segn los criterios usuales en la poca (como la distribucin de u y v), pero tampoco moderniza acentuacin o puntuacin, sino que siendo extremadamente consecuente con los criterios de la crtica textual respeta de forma absoluta la intencin del autor y su usus scribendi.

    Curiosamente, mientras que esta edicin es reseada elogiosamente por el mis-mo Arellano (1987), Pascual (1993: 46-47) rechaza la uniformizacin de los textos de los siglos XVI y XVII segn las preferencias grficas de un escritor deducibles a partir de los manuscritos autgrafos, del usus scribendi, pues. La razn que da Pas-cual de este rechazo parte del hecho de que normalmente los autores confiaban la ortografa de sus impresos al editor, adems de que la falta de uniformidad grfica en los escritores del Siglo de Oro era lo habitual y no se perciba como un defecto. Pascual cita a Correas como excepcin de autor preocupado por la ortografa de sus impresos, pero no reflexiona especficamente acerca de cmo editarlo.

    Otro hito de ortografa idiosincrsica, ya mencionado por Arellano y Cilveti (1992), lo marca el caso de Fernando de Herrera, uno de los pocos ejemplos de in-

    10 http://www.unav.es/griso/docs/lineas/normas/principal.html 11 A similares conclusiones llega Jauralde Pou (2007: 654), cuando se plantea la necesidad de respetar las desviaciones personales de los autores respecto a los aspectos rutinarios o automticos de los tex-tos de una poca, como es el caso de las grafas.

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    geniadores de una ortografa idiosincrsica que tuvo cierta continuidad, pues el tambin poeta y sevillano Francisco de Rioja secund sus ideales ortogrficos, que igualmente habr que respetar en una edicin moderna (como defiende Lpez Bue-no 1990). Asimismo parece que las prcticas ortogrficas de Herrera influyeron en el Libro de descripciones de verdaderos Retratos de Ilustres i memorables varones (Sevilla, 1599) de Francisco Pacheco, segn Esteve Serrano (1980: 37).

    En todo caso, la reforma ortogrfica de Herrera no es terica sino prctica, apli-cada a sus Anotaciones a Garcilasso de la Vega (Sevilla, Alonso de Barrera, 1580)12. Sus rasgos ms caractersticos segn Esteve Serrano (1980: 37) son el empleo del apstrofo (muchos lan reducido), a la manera italiana; la sustitucin de qua- por cua- (cuando, cuales), que la RAE no suscribe hasta su Ortografa de 1815; escritura de i/j sin el punto superior; y el empleo sistemtico de la grafa h slo cuando procede de f-, pero no cuando ya se empleaba h en latn, de modo que Herrera escribe umano, istoria, avia, ermanos, eroicos, ombre.13

    Dos hitos ms de ortografa idiosincrsica y su edicin me gustara considerar ahora, uno en el siglo XIX y otro en el XX, antes de pasar al anlisis del caso de Marcos Fernndez.

    Volvamos as un momento al maestro venezolano de la gramtica espaola, Andrs Bello, del cual ya hemos comentado su afn reformador en ortografa, que adems cont con cierto eco. Extraa por ello ciertamente que Ramn Trujillo (1981, 1988), en sus ediciones de la Gramtica castellana para el uso de los ame-ricanos (la primera de ellas incluso autodenominada crtica), haya decidido moder-nizar absolutamente las grafas, despreciando la ortografa original como de esca-so inters, en aras de facilitar la lectura14. Aunque ciertamente la ortografa de los impresores de las ediciones originales no segua completamente la doctrina de Be-llo, s coincida a grandes rasgos con los usos del propio maestro (conforme explica el mismo Trujillo 1981: 41), por lo que tal decisin editorial no es la ms acertada en el caso de un autor tan preocupado por la ortografa (cf. Esteve Serrano 1980, Rosenblat 1951). No obstante, dicha modernizacin ortogrfica, que facilita la lec-tura del texto y la acerca al lector moderno, resulta coherente con la lgica conside- 12 Madrid BN R-30901. Un sistema similar consigui Herrera que se le respetara en Algunas obras de Fernando de Herrera (Sevilla: Andrea Pescioni, 1582) [Madrid, BNE, sign. R/910] y an pstuma-mente casi al completo (se prescinde de i/j sin punto) en sus Versos (Sevilla: Gabriel Ramos Vejara-no, 1619) [Madrid, BNE, sign. R/657]. El editor crtico de Herrera, Jos Manuel Blecua, mantiene en su edicin los usos ortogrficos del poeta, como es lgico, menos la supresin del punto superior de i/j porque una tradicin de siglos ha creado un hbito (Blecua 1975: 62). 13 La propuesta de Herrera al completo se puede examinar en Macr (1972: 432-471). 14 He aqu el texto completo (Trujillo 1981: 119; 1988: 147): Se usar en esta edicin la ortografa actual, universalmente reconocida y aceptada. En general, omitimos cualquier referencia a las pecu-liaridades ortogrficas de los textos originales consultados, ya que es ste un extremo de escaso in-ters, cuyo tratamiento, a lo sumo, entorpecera la lectura normal del libro.

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    racin de Trujillo acerca de la gramtica de Bello como un libro vivo cuya lectu-ra resulta provechosa an ahora para el conocimiento de la lengua espaola actual.

    En fin, el ltimo hito que debemos considerar es el de Juan Ramn Jimnez, postrero seguidor de las tendencias reformistas y simplificadoras de la ortografa del siglo XIX (Esteve Serrano 1980: 82-90, 103-105), por lo que entronca inevita-blemente con las propuestas de Bello. El mismo poeta moguereo public unas lneas tratando de justificar su peculiar ortografa, en un artculo publicado en la revista Universidad de Puerto Rico, en 1953 (Jimnez 1975: 189):

    Se me pide que escriba algo en Universidad sobre mis ideas ortogrficas; o, me-jor dicho, se me pide que esplique por qu escribo yo con jota las palabras en ge, gi; por qu suprimo las b, las p, etc., en palabras como oscuro, setiembre, etc.; por qu uso s en vez de x en palabras como escelentsimo, etc.15

    Las razones o sensateces que aduce nuestro premio Nobel son en gran parte las habituales (Jimnez 1975: 189-191): amor por la sencillez, acuerdo con el es-cribo como hablo (en el caso de Juan Ramn tanto retrico como ortogrfico), re-chazo de la pedantera. Pero Juan Ramn tambin confiesa otras causas menos ra-cionales, como su familiarizacin temprana, incluso infantil, con obras impresas en ortografa simplificada16 en la que el mismo poeta aprendi a escribir, costumbre ntima que ya le result imposible desarraigar, a lo que se aaden otras justificacio-nes, como cierto egocentrismo (confiesa Juan Ramn que su gusto por la j coincide con el hecho de que se llama Juan Jimnez) o la simple testarudez y el capricho de ir en contra de la Academia. Dada la profunda voluntad de estilo con la que Juan Ramn escriba e imprima su Obra, normalmente se respeta al editarlo su peculiar ortografa17.

    Sin embargo, al editar a Juan Ramn existe un leve problema debido a una leve inconsecuencia en su disertacin algo burlona sobre su propia ortografa: aunque dice haberla aprendido de nio, en realidad no la empez a aplicar a su obra hasta la poca de las Pjinas escojidas (1917) o de Eternidades (1917-1917), ante lo que caben dos posibilidades editoriales: 15 Los etc. del poeta incluyen la reduccin de s + c a c, o sea consciente > conciente, debido al se-seo o ceceo andaluz, o la supresin de h en la exclamacin oh (cf. Marcos Marn 1986: 226). Es tam-bin caracterstica de Juan Ramn la supresin de -j, que le lleva a escribir rel por reloj (Jauralde Pou 2007: 655). 16 Marcos Marn (1986: 226-227) da cuenta con ms detalle de una de las fuentes ortogrficas confe-sadas por Juan Ramn, el Diccionario enciclopdico de la lengua espaola, 2 vols., Madrid, Bibliote-ca Ilustrada de Gaspar y Roig, 1853, cuyas pautas (ms bien prcticas) de reforma ortogrfica son le-vemente ms tibias que las del poeta onubense. 17 Existen aparte otros problemas en la edicin de su obra, como es el hecho de que reelaborara, re-viviera constantemente sus textos, as como la falta de acopio de todos sus materiales y por ello la inexistencia de una autntica y general edicin crtica: ver al respecto Hernndez Alonso (1985) y Blasco y Gmez Trueba (eds.) (2005).

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    1) regularizar las grafas de los escritos anteriores al ao 1917 o de otros tex-tos revisados por correctores demasiado cuidadosos de los preceptos acadmicos y poco escrupulosos con los de Juan Ramn18;

    2) solo regularizar despus de ese ao, la prctica general en la edicin ms completa de su obra, la dirigida por Javier Blasco y Gmez Huerta (2005), en la que los diferentes expertos editores de cada libro han tomado nor-malmente la primera edicin como texto base (que si ha sido publicado an-tes de 1917 an no reproduce una ortografa especial).

    En fin, la ortografa juanramoniana es la ltima ortografa antiacadmica de gran difusin.

    3. LA PROPUESTA ORTOGRFICA DE MARCOS FERNNDEZ19 Antes de pasar a las ideas ortogrficas de Marcos Fernndez, que hay que pre-

    sentar para poder trazar con propiedad su posible edicin, debemos introducir le-vemente la figura y obra de este oscuro gramtico y ortgrafo del siglo XVII, al que se le reputa haberse exiliado pronto de Espaa (Alonso 1951: 286), as como ser quiz heterodoxo (Collet-Sedola 1996) o bien no tanto (Vallo 2006: 157-158), y se le ha colgado el sambenito de ser uno de tantos aventureros de la enseanza del espaol en la Europa del XVII (Lpez Barrera 1925: 384-384). Sin embargo, antes de salir de Espaa hacia 1631, estudi Logca i Filosofia en la Universidad de Salamanca20, donde dice que lleg a ser profesor de espaol y francs, as como lo sera despus en diversas cortes, universidades y plazas (cf. Morel-Fatio 1900: 227): bsicamente Pars, donde coincidi con la colonia hispano-portuguesa en la corte (Lpez Barrera 1925; Pelorson 1969; Bareau 1977) y entr en contacto con la obra de Oudin; Alemania, afincado en la ciudad de Mnster que luego le inspirara su obra ms famosa; y por ltimo depar en Holanda, ms concretamente en Ams-terdam.

    En todo caso, pese a lo poco que se sabe an de su vida, s tenemos la certeza de que es autor de varias obras, no todas estrictamente gramaticales:

    1) la Instruction espagnole accentue (Colonia: Andrea Bingio, 1647), una grmatica del espaol escrita en espaol y en francs, donde expone su re-forma de las ortografas espaola y francesa;

    2) una nomenclatura o vocabulario temtico trilinge, en castellano, francs y flamenco, publicada en Holanda en 1654 (Niederehe 1999: 174).

    18 As procede Arturo del Villar, editor de Jimnez (1975). 19 Para ms detalles acerca de la vida, obra y ortografa del autor, cf. Sez Rivera (2005, 2008a, 2008b y en prensa). 20 Conforme cuenta en la Segunda advertencia al Letor, en la Instruction espagnole accentue (1647) del propio Fernndez.

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    3) el Ramillete espiritual, compuesto de la salutacin anglica i oracin do-minical (s. i., [La Haya], 1650; cf. Carlos Vallo 2006: 157).

    4) la Olla podrida a la espaola (Felipe van Eyck: Amberes [=Amsterdam], 1655, cf. Vallo 2006: 153-154), un tratado inductivo de ortografa (cf. Sez Rivera 2005), conforme se deduce parcialmente del ttulo completo de la obra en la portada: OLLA PODRIDA | a la Epaola, | Compuesta i saonada en la Decription de Munster en Ves- | falia con ala Sarracena i Africana. Por | er eta ciudad mas a propoito que otra para Olla podrida, con la verdade- | ra Ortografia ta ora | inorada.

    5) su versin al castellano de los coloquios latino-franceses de Philippe Garnier, publicada en Amsterdam por los elzeviros a lo largo de 1656, dentro de los Dialogues en quatre langues: franaise, espagnole, italienne, et allemande, Gemmulae linguarum, Latin, Gallic, Italic & Hispanic o Dialogues en quatre langues, franoise, italienne, espagnole et flamende. TSamen spreekingen in vier talen, frans, spaens, italiaens en neerlante (Surez Gmez 1956: 97), y reeditados en Estrasburgo en 1659.

    En cuanto a sus ideas ortogrficas, estas se presentan deductivamente en la Ins-truction e inductivamente en el resto de sus obras, sobre todo en la Olla podrida, donde con algo de ciego orgullo explica Fernndez que presenta la verdadera or-tografia, producidora de la justa pronunciacion, no solo en la lengua Castellana mas en las demas lenguas quetienen cinco vocales, como se vera en todos mis libros para servicio de mis dicipulos i amigos aquien Dios guarde i ami para servirles [negrita nuestra] (Fernndez 1655: f. 12 v)21. Tales ideas las resumimos a conti-nuacin.

    Partiremos para ello de su manifiesto ortogrfico al final de la Instruction es-pagnole accentue (1647), luego espigaremos sus principales propuestas en el cuerpo del texto, y algunos usos escritos22 impresos en el resto de su obra, en espe-cial la Olla podrida. As, en la Pruua de tdo lo dcho en ste lbro, acrca de la Ortogrfia Espaola, i Francsa (Fernndez 1647: 144-149), un autntico mani-fiesto ortogrfico, absolutamente programtico, el idiosincrsico Fernndez explica que dirige su obra a los maestros porque son los culpables de todos los absurdos cometidos en la escritura manuscrita y en la imprenta, absurdos que enumera el propio autor de la siguiente manera: 1) los trueques de letras, fruto de la ignorancia de la definicin de las vocales y consonantes (en las que sin embargo tampoco l

    21 Aunque, efectivamente, siempre se emplea en sus impresos ms o menos el mismo sistema ortogr-fico, por los textos suyos que hemos podido ver (la Instruction, la Olla y algunas ediciones de los Dialogues o Gemmulae, pero no el Ramillete espiritual ni la nomenclatura trilinge), no se siguen exactamente las mismas pautas, conforme consideraremos despus. 22 Acerca de la conocida diferencia entre usos prescritos, descritos y escritos, cf. Girn Alconchel (1996).

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    ser muy ducho, conforme recuerda Amado Alonso (1951: 286-287); 2) el empleo por los semilatinistas de una ortografa latina en espaol; 3) la escritura de dos consonantes juntas (seal de latinismo), slo apropiada segn Fernndez para la ll con valor de lo que hoy llamamos palatal lateral y rr para lo que denominamos en la actualidad vibrante mltiple; 4) la escritura de ph por f, tambin por absurdo afn latinizante; 5) la equivocada separacin de palabras, acentuacin e interpuncin; crtica a la escritura manuscrita excesivamente ligada; 6) el incorrecto empleo de la s longa, que no es lcita al final de palabra.

    En conformidad con este programa ortogrfico, Fernndez propone en el cuerpo del texto una ortografa simplificada que se aleja del modelo latino, de modo que condena la duplicacin latinizante de letras cuando no sirve para distinguir fone-mas (con las nicas excepciones de ll-, -ll- y -rr- para los fonemas palatal lateral y vibrante mltiple, respectivamente) (Fernndez 1647: 3). A esta reiterada condena explcita de grafas latinizantes, en los usos escritos se tiende igualmente a la sim-plificacin de los grupos cultos de los tipos gn > n (inorada, Fernndez 1655: *1 r), -sc- > -c- (dicipulos, Fernndez 1655: *5 r), -ct- > -t- (Letor, Fernndez 1655: 61), o ex- > es- (sesto, estrao, Fernndez 1655: *6 r, 295), mientras que se reserva para // (embaxadores, Fernndez 1655: 1), pues para Fernndez corresponde a la francesa (Fernndez 1647: 3), o quiz para una // entre pa-latal o velar, tal el ich-laut del alemn (cf. Cano Aguilar 2004: 840).

    Por otra parte, Fernndez condena el empleo de vocales como consonantes, al menos respecto al reparto claro de u como vocal y v como consonante, aunque si-gue describiendo a esta como labiodental, mientras que considera la b como bila-bial (Fernndez 1647: 1, 2). Dado que se trata de una distincin anticuada en el habla, no extraa ni impide que b/v se confundan en sus impresos.

    En cambio s rechaza la oposicin de sonoridad en las sibilantes, describe la s como apical (Fernndez 1647: 2-3; Alonso 1988: 35), as como iguala y z en la pronunciacin, aunque les asigna un reparto ortogrfico combinatorio bastante ori-ginal (-, -z-, -z), segn se puede observar en Fernndez (1647: 3) y analiza Amado Alonso (1951: 287), lo cual no es obstculo para que se confunda alguna y z en mitad de palabra.

    Dentro de la tendencia antilatinizante, Fernndez (1647: 3) propone la supresin de la h, que sustituye en parte por el acento circunflejo (cf. Sez Rivera 2005), lo cual produce ciertas repercusiones ortogrficas que se plasman en los usos impre-sos sin una teorizacin explcita (ya analizadas parcialmente por el precursor Con-de la Viaza 1893: 1294), como es el caso del desarrollo de wau inicial en conso-nante velar sonora del tipo (h)ue- > gue- (guesped [Fernndez 1655: 80], guel-gan [Fernndez 1655: 80]), o de yod inicial en consonante palatal central, de ah ejemplos como yiervas (Fernndez 1655: 143) por hierbas o yielo (Fernndez 1655: 105) por hielo, con el dgrafo idiosincrsico de Fernndez para transcribir la

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    palatal central, que emplea en cualquier posicin (concluyientes, yiendo, Fernndez 1655: *5 r, 26), mientras que reserva i para la conjuncin copulativa y para los diptongos finales que hoy escribimos con -y (mui, Rei, Fernndez 1655: 14).

    Otro punto ortogrfico destacable en Fernndez lo proporcionan sus normas pa-ra el empleo de maysculas (De las ltras que se n de ponr en los nombres pro-pios, i apelatibos, Fernndez 1647: 146-147), que aparte de su empleo despus de punto y al comienzo de verso se reserva para los nombres propios de persona, de ros, sierras, montes y valles, as como de reinos provincias y ciudades, al igual que para ciertos nombres comunes o apelatibos, como los meses (Enro, Febr-ro, &c.), ciencias (Teologia, Matemtica, &c.) y tratamientos nominales (exclusi-vamente de cargo noble, valorado o elevado como Emperadr, Ri, Prncipe, Dque, Marqus, &c. Ppa, Cardenl, Arobispo, Obspo, Abd, &c. Corregidr, Tininte de Corregidr.

    No obstante, lo ms caracterstico de la propuesta ortogrfica de Fernndez es su teora y prctica del acento, segn la presenta en De los acntos, i pntos pra sabr pronuncir i escribir con tda perfecin jams escrtos por ndie (Fernndez 1647: 150-151), donde propone cuatro tipos de acento:

    1) el complto o circunflejo, que se pne sbre la ltra que se pronncia entra; i compltamnte, cmo mbre, Pdro Juan;

    2) el in complto o grve, que se escrve qundo la oracion es corta, i brve, digo se pronncia con brevedd; cmo amarmos y declara que se de pronuncar [sic] crto i brve;

    3) el in complto o agdo, que indica que se ha de pronuncir lrgamn-te la oracin, cmo amar, cantar, o sea, que de clra [sic] que se de pronuncir largo;

    4) la tilde nasal sobre la n para representar la nasal palatal, equivalente a la grafa ng en francs.

    Pese a Lpez Barrera (1925: 283, n. 1), que considera que Fernndez adapta al castellano la acentuacin francesa (grave, aguda y larga) a capricho y dndose-las de innovador, existe cierta coherencia y base fontica en su sistema, conforme mostramos en Sez Rivera (2005). Destaca especialmente el empleo del acento cir-cunflejo, que aparece casi siempre al comienzo de palabra, donde en espaol suele recaer un acento primario o un acento no primario o secundario (Harris 1991: 110; Navarro Toms 1996: 195-196), as como tambin sirve para marcar ciertos hiatos, y en general como resultado funge como sustituto de la h (cf. Sez Rivera 2005).

    Por ltimo, tambin se atreve Fernndez a proporcionar unas normas de pun-tuacin, en la que plasma el sistema asentado a mediados del siglo XVII, con dis-tincin de Coma. // Pnto. Coma, i pnto, dos pntos, linterrogacin, perntesis

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    [sic], esclamacin (Fernndez 1647: 151), en las que destaca la inclusin del pun-to y coma, el signo inventado por Aldo Manuzio (cf. Santiago 1996: 243-280).

    En cuanto a sus fuentes ortogrficas, pese a hacer gala en la portada de la Olla podrida de que la obra plasmaba la verdade- | ra Ortografia sta ora | inorada, y, en el mismo prlogo de tal obra, el soberbio y desmedido Fernndez se atreva a comparar su labor como ortgrafo con la del mismo Antonio de Nebrija como gramtico del latn (Fernndez 1655: sign. *6 v), resulta fcil rastrear precedentes y fuentes en autores previos de la misma tradicin simplificadora.

    As, Esteve Serrano (1980: 55) le achaca copiar casi por completo a Herrera, guiado para tal afirmacin por soluciones comunes como el reparto de u vocal / v consonante, o el empleo de i en los diptongos decrecientes y la simplificacin de los grupos cultos (Macr 1972: 356, 368-379), as como la tendencia a suprimir la h. Sin embargo, el poeta sevillano consideraba algunas excepciones que Fernndez pasaba por alto, adems de que este no secunda a Herrera en sus usos ms em-blemticos, como la sustitucin de cua- por qua- o la supresin del punto sobre la i y la j.

    Aunque quiz conociera la obra de Herrera, parece ser que sus fuentes son otras: de este modo, en la Instruction espagnole accentue (1647: 143), que Esteve Serrano no manej, Fernndez dice conocer la obra de Jimnez Patn, aunque sea de odas por mediacin de un discpulo suyo, un tal Francisco Chilln, con el que habl en Flandes; en el mismo pasaje podemos palpar el conocimiento profundo que Fernndez trasluce del ambiente universitario salmantino. No es de extraar que sus ideas sean parcialmente coincidentes con las de Patn en su Eptome de la ortografa latina y castellana (1614), ambos abogados de una ortografa puramente castellana que suprime los grupos cultos y grafas como ph, por ejemplo (Jimnez Patn 1614: 29 v-30r). A ello podemos aadir la probable impronta de Correas, al que pudo conocer en Salamanca, y con el que concuerda en la necesidad de em-plear una ortografa simplificada, guiada por el principio de la pronunciacin y de nuevo, como en el caso de Jimnez Patn, segn el ambiente lingstico de su po-ca, puramente espaola, antilatinizante (Correas 1630: 14, 61).

    Al igual que con Herrera, las coincidencias de Fernndez con Correas son mu-chas, incluso ms que con el poeta sevillano, con soluciones grficas comunes co-mo la de hue- > ge (pues tambin prescinde Correas prcticamente de h, aunque Correas la mantiene para las palabras que proceden de f-, al igual que Herrera), o en el reparto de u/v como vocal y consonante (cf. Barroso Castro y Snchez Bustos 1993: 170, 173, y ver por ejemplo Correas 1630: 19, 36-38, 90), al igual que en conjuncin con Patn en la simplificacin de los grupos cultos, en el rechazo de grafas como ph, th (Correas 1630: 29, 36, 58), o en el empleo de i para la conjuga-cin copulativa y los diptongos decrecientes (Correas 1630: 38, 41). Pero de nuevo al final Fernndez no es tan radical como podra parecer al principio, mucho ms

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    tibio en su reforma que Correas o Herrera, pues de nuevo no llega a aceptar las so-luciones ms extremadas de Correas, como la de la universalizacin de la k para la oclusiva velar sorda (en lo que el espaol se alejara del latn, pero se acercara a otra lengua noble del gusto y conocimiento de Correas; el griego), o la ligadura de dgrafos en un solo tipo (ch, ll, , rr), as como la simplificacin de todo tipo de acento a uno solo (para Correas exclusivamente el agudo) o la de /z en z o de qua- en cua- (algo tambin promovido por Herrera), ni por supuesto prescinde de la y consonante, que llega a hipercaracterizar grficamente como yi.

    4. EL TRATAMIENTO EDITORIAL DE LA OBRA DE MARCOS FERNNDEZ El texto de Marcos Fernndez que ha recibido ms atencin, tambin editorial,

    es la Olla podrida a la espaola (1655), quiz en parte porque es el nico fcil-mente accesible en bibliotecas espaolas como la BNE23. De hecho, la misma Bi-blioteca Nacional incorpor una reproduccin facsimilar de la obra en la anterior versin de la Biblioteca Digital Hispnica, pero desafortunadamente dicho facsmil digital no se ha aadido todava a la nueva versin (http://www.bne.es/BDH/ in-dex.htm), lo cual nos obliga a hacer una reflexin sobre la fragilidad que pueden tener a veces los fondos bibliogrficos digitalizados si no se gestionan de forma adecuada y continuada.

    Hablando de recursos electrnicos, la Olla est incorporada al proyecto CORDE de la Real Academia Espaola (http://www.rae.es), pero en la transcripcin o edi-cin realizada del texto se comete el error de prescindir del sistema de acentuacin idiosincrsico de Marcos Fernndez, con lo que se generan falsos hapax como abaada/abaadas, en el texto original abada y abadas (Fernndez 1655: 186, 238), palabra en la que si convertimos el acento circunflejo en una h intercala-da y deshacemos el trueque de v por b, obtenemos avahada/s, participio femenino del verbo avahar o calentar con el vaho o aliento alguna cosa24. En cambio se respetan el resto de las grafas originales pero parece que se moderniza la puntua-cin.

    ltimamente, la Olla podrida ha atrado a tres editores: Arellano (2005) ha rea-lizado una edicin parcial del ltimo captulo, en el que se traza una etimologa burlesca de la palabra hidalgo y aparece un curioso descendiente de Sancho Panza; Vallo (2006) seala que tiene muy avanzada la edicin completa, y nosotros mis-

    23 Signaturas de los ejemplares de la BNE: R/7548, R/7937, R/13427. Existe al menos otro en la Bi-blioteca del Palacio Real: III-2135. 24 Avahar (DAA 1726, s.v.): Calentar con el vaho, aliento alguna cosa: como sucde quando con l se calientan las manos que estn frias, con el vaho se recalientan las sopas, otro guisado, puesto encma de la olla de agua que est hirvindo. Es formado del nombre Vaho, por lo que no se debe es-cribir con b, diciendo Abahar, como se halla en varios Autres, sino con v.

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    mos hemos editado tambin el ltimo captulo, pero al completo, en el marco de los Textos recuperados de los Anales Cervantinos (Sez Rivera 2008b).

    La edicin de Arellano (2005: 967-969) se inserta dentro de la seccin Silva de varia de leccin quijotesca[:] antologa de textos, del nmero de Prncipe de Via-na suscitado por el Centenario del Quijote. Conforme se plasma en la nota de pre-sentacin de la antologa, las metas de los editores son modestas: ofrecer meramen-te una seleccin de textos de imitacin quijotesca para deleite de los lectores (p. 815)25. No es de extraar, pues, que tenga cierto aire de esbozo la edicin parcial que hace Arellano de las pginas 253 a 260 del Captulo i esplicacin de la pala-bra Idalgo o Idalga (Fernndez 1655: 232-282).

    Tras una somera introduccin no muy condescendiente con la Olla, que tilda Arellano (2005: 967) de libro muy malo, se ofrecen una serie de extractos de las pginas sealadas de la obra (las abundantes omisiones se indican con []; se emplean corchetes tambin para otras intervenciones del editor), con unas buenas notas lxicas y literarias. No se exponen criterios de edicin, pero sorprende que al contrario de lo que el mismo Arellano defenda en otros lugares se corrija el texto sin advertencia y se lleve a cabo una sostenida modernizacin de un texto con ortografa idiosincrsica, tanto en las grafas como en la acentuacin y la puntua-cin.

    Adems, esa modernizacin es, en al menos una ocasin, apresurada, pues se corrige cabrestrendo (Fernndez 1655: 252) en cabestreando (Arellano 2005: 967)26, sin sealar la correccin en nota y sin tener en cuenta otros textos paralelos de la misma obra que indican similar vacilacin en la misma palabra (cabrestean-do, p. 271; cabrestearle, p. 274). La solucin que preferimos sera dejar la lec-cin original o, como mucho, corregirla en cabrestendo, pero no modernizarla. Ms acertada, en cambio, aunque tampoco advertida, es la correccin de mazcan (Fernndez 1655: 256) en mascan (Arellano 2005: 968), que hemos adoptado, con lo que se deja ms claro el jugar del vocablo en el texto original: Vino Brbu-la de Repollo, medio comadre, i me- [p. 255] dio sastra, la mejor camisonera de to-do el lugar, porque ella me o este camisn con dientes, i no mascan [p. 256].

    Problemas textuales de ms enjundia produce el protagonista del captulo, un tal Toncho Panza, de la misma estirpe de Sancho Panza. Parece ser que los editores

    25 Recoger opiniones, juicios, recreaciones y reescrituras del Quijote sera una tarea inacabable que en ningn momento nos hemos propuesto. Vana crtica sera sealar lo que en estas pginas falta y sera imprescindible. De antemano nos adelantamos a confesar esta caracterstica. Lo nico que hemos querido es agavillar una serie de textos que nos han parecido curiosos o dignos de recordacin, y que a la vez pudieran ofrecer al lector un rato de eutraplica lectura, en homenaje a Cervantes y en la coyuntura del Centenario del Quijote. 26 Definido en el DRAE (2001, s. v. cabestrear) como Dicho de una bestia: Seguir sin resistencia a quien la lleva del cabestro.

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    estn confundidos levemente con su nombre, que no es Tocho, como escribe y edita repetidamente Arellano (2005), que considera al personaje hijo de Sancho Panza, ni Troncho Panza, hijo o nieto del personaje cervantino (Vallo 2006: 160). En la Olla podrida aparece siempre e inequvocamente como Toncho, por lo que as habr que editarlo. Ms dudas puede suscitar cul es el parentesco del tal Toncho con el personaje cervantino de igual apellido.

    Veamos el problema exponiendo los loci del texto que nos pueden dar pistas acerca de la genealoga tonchesca, segn el impreso original, aunque tambin los incluye Arellano en su edicin (nfasis nuestro):

    1) [Habla Toncho al rey Teseo:] beso las patas de vuestra gran reguilencia, i Magis-tral; pido perdon para brar. Ablad en ora buena dixo el Rei: yo no soi espiga, ni de trigo, ni de centeno, ni aun de cevada, que si eso fuera, ya mi rucio me uviera comido, pero soi Toncho Pana, jo de Sancho Pana, escudero terrible, del mas terrible cavaallero, llamado Don Quijote de la Mancha, desfacedor de tuertos, i de- [p. 254] rechos; cuyos fechos, i faanas suenan por todo el mundo, tanto como la campana de mi lugar; este rucio Seor, lo quiero mucho, tanto que los dos no so-mos tres, si no uno, es jo del jo del rucio de Sancho Pana mi abolengo, el primero que nos dexo la nobrea governadora en nuestra casa, i parentela; aqui traigo la fe del dia que el rucio nacio, que tambien es la mia, i tan amiada, que no ai gato que mas mie; por estar la cocina, i el estabro tan juntos, que la borrica ma-dre de mi rucio, podia dar la mano ami madre, i mi madre a su madre; la mia co-meno anprar, i a gritar; diole tanta pena a la borrica madre de mi rucio, que tam-bien ella comeno anprar. [p. 255]

    2) Seor Roque, Rei: crecimos los dos, que estamos presentes, rmanadamente; venimos a buscar la Isla Barataria; i ami aguelo: topeme con estos abareadores, que no comen sino alfeicos; no [p. 260] me quieren dexar: suprico a vuestra ma-gistral, que me parece es cavallero andante, me libre con su lana destos malandri-nes, que yo sere su escudero, i mi rucio gran camarada de su rocinante.[p. 261]

    Aunque la primera vez se califique a Toncho de hijo de Sancho, despus se habla del escudero del Quijote como de abolengo (ascendencia de abuelos o an-tepasados, cf. DRAE 2001, s. v.), que implica sucesin de generaciones, al menos ms de una, y el propio Toncho lo llama despus mi aguelo (agelo, abuelo). Ello me lleva a pensar que la primera mencin del parentesco de Toncho es un error de impresin, una haplologa relacionada con el mismo rucio que el propio Toncho considera su hermano, y que es jo del jo del rucio de Sancho Pana. Sin embargo, este mismo rucio nos da la pista de la correccin debida: lo que realmen-te quera decir Fernndez era que Toncho era jo [del jo] de Sancho Pana, con lo que se marca adems ms claramente la igualdad entre hombre y burro, y as habra que editarlo, marcando claramente la correccin y respetando el usus scri-bendi del autor. Un escollo a esta correccin podra ser la diferente esperanza de vida en seres humanos y en asnos (unos 25 aos para estos ltimos), que quiz con-

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    fundi al cajista, pero creo que aqu pesa ms la necesidad retrica de establecer paralelos entre hombre y bestia, constante en el texto.

    En cuanto a la edicin en curso de Vallo, que seala que las notas que publica son una anticipacin de la edicin del texto, en fase avanzada de elaboracin (Vallo 2006: 151), no explica todava los criterios editoriales que va a seguir, aun-que en nota a la presentacin de la Instruction espagnole accentue comenta lo si-guiente: Las reformas ortogrficas son de poca monta y algo extravagantes, pero me han decidido a mantener sin modernizar las citas de su Olla podrida, en donde dice que las aplica (Vallo 2006: 153, n. 5). Ello nos da la pista de que ha decidido conservar las grafas del texto base, decisin acertada al enfrentarse a un texto con ortografa idiosincrsica, en el cual lo accidental que pueda resultar la grafa torna sustancial, segn la terminologa de la crtica textual anglosajona (Greg 1950-1951: 22). Por las citas que efectivamente hace, podemos aadir que adems se de-dica a modernizar la puntuacin, otro acierto que secundamos y que justificaremos en seguida.

    Con la experiencia de mi propia edicin parcial, y a la vista de todo lo presenta-do, conviene plantearnos algunos problemas acerca de la Olla podrida. As, al tra-tarse de un texto con ortografa idiosincrsica, lo ms conveniente sera hacer una edicin ms bien conservadora, dado que la voluntad del autor era emplear unos usos grficos, pero qu se ha de conservar?, todo o slo una parte del sistema grfico (grafas, acentuacin, puntuacin, separacin de palabras)?

    Un problema adyacente lo ofrece el del control editorial que pudo realizar Fernndez de la obra: la impresin de la Olla es muy modesta y levemente de tapa-dillo (con pie de imprenta falseado, pues se public en Amsterdam y no en Ambe-res, segn ha aclarado Vallo 2006: 153-154), y por el cotejo que realizamos en otro momento (Sez Rivera 2005) parece ser que los deseos ortogrficos de Fernndez, esto es, la manera en que sus usos prescritos se imprimen en forma de usos escritos (Girn Alconchel 1996), se cumplen ms a rajatabla en su Instruction espagnole accentue que en la Olla podrida, que presenta un sistema levemente simplificado, por ejemplo en la acentuacin grfica (en la Instruction se procura tildar toda palabra). Debemos corregir la Olla podrida conforme se precepta en la Instruction o conservamos sus propias vacilaciones?

    Otro factor que conviene considerar es el del pblico, fundamental a la hora de preparar la edicin de un solo texto, que ser distinto si nos dirigimos a especialis-tas (edicin hipercientfica), legos (divulgacin) o estudiosos en general y estu-diantes, tpico de las colecciones al uso de textos clsicos en el mbito universitario (Caedo y Arellano 1987: 345). Esta divisin coincide parcialmente con los tipos de edicin reseados por Barroso Castro y Snchez de Bustos (1993: 163): la edi-cin paleogrfica (preferida por especialistas, aunque los avances tcnicos permi-ten mejor la reproduccin facsimilar), la edicin divulgativa (de modernizacin ab-

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    soluta) y la edicin filolgica o interpretativa (sea crtica, si se quiere reconstruir el original del autor a partir de varios testimonios, o de un solo testimonio). Estos ti-pos de edicin tambin nos llevan a preguntarnos cmo debera ser la anotacin en cuanto a variantes, notas lingsticas e histrico-literarias.

    Una vez planteados los interrogantes que nos produce el texto, que estn todos interrelacionados, habr que intentar hallar una solucin igualmente conjunta.

    As, dado que no hay diferentes testimonios ni estados, podemos partir en la edicin de un texto base (en nuestro caso el ms a mano de Madrid, BNE, sign. R-7548). Las leves correcciones textuales que habr que efectuar (erratas y errores de impresin, que evidentemente no deseaba el autor), ya que no son muy cuantiosas, se pueden indicar a pie de pgina con una llamada en el texto, a ser posible con aparato positivo, por ejemplo: esplicaciones ] esplicaiones impr. (= en el impreso original); conviene desarrollar las abreviaturas en cursiva, un sistema que permite detectarlas pero a la vez no estorba la lectura27. En el mismo pie de pgina se pue-den insertar las notas de lengua, sobre todo lxicas28, y literarias, as como espe-cialmente histricas, de gran importancia en un texto que, como buena stira meni-pea que es, realiza un comentario crtico-burlesco de las circunstancias polticas de la poca (por ejemplo, en el captulo primero se narra y comenta la misma Paz de Westfalia, el Congreso de Mnster de 1648). En este caso tenemos la desventaja (o no) de que apenas existe tradicin anotadora en el texto que nos pudiera ayudar (apenas Arellano 2005 y lo apuntado en Vallo 2006), por lo que hay que partir casi de cero, con el trabajo que ello conlleva.

    En cuanto a los usos grficos, propongo un trmino medio de intervencin en el texto en el caso de la Olla, con el deseo de llegar al pblico ms amplio de fillo-gos especialistas o en formacin, de inclinacin ms lingstica o ms literaria, aunque con el peligro de que al querer contentar a todo el mundo no se logre con-tentar a nadie. Dado el empeo ortogrfico de Fernndez, hay que mantener sus usos de ortografa de las letras, conservando incluso las propias vacilaciones grfi-

    27 Otros empleos de la cursiva pueden servir para marcar los latinismos (ergo, ergo), como a veces hace el mismo Fernndez (ergo Fernndez 1655: 184), y las deformaciones de latinismos (frosanto-rum o santarorum), as como los refranes (como por ejemplo De atrs le viene al galgo ser rabilar-go), diacrisis tipogrfica que no estaba en el original, pero que en cambio se puede respetar cuando s lo estaba en el ejemplar trabajado, as en el ttulo del captulo. 28 Para ello, aparte de diccionarios generales varios, desde Autoridades a la ltima edicin del DRAE o del Mara Moliner, se deben y pueden emplear otros diccionarios especializados en lxico marginal o refranes. El procedimiento de acudir a textos paralelos que recomienda Arellano (1991: 584) est facilitado en la actualidad por la existencia de los grandes corpus lingsticos en red (como el de CORDE o el de Mark Davies) que, con los defectos que tienen, ayudan a comprobar hiptesis de sig-nificado y la precisin de las definiciones de los diccionarios que se consulten. No obstante, dado su fcil acceso en la actualidad informtica no resulta conveniente multiplicar innecesariamente en nota las citas de tales textos paralelos.

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    cas (por ejemplo en b/v, o sobre todo la vacilacin de tonas) que aunque incons-cientes o involuntarias son tambin propias del autor, que probablemente pudo co-rregir el texto, al igual que haba hecho con la Instruction espagnole, aunque sin el mismo tiempo y acierto, mayor en la correccin de la gramtica. Tratar de regulari-zar las grafas segn sus propias ideas, que a veces no son del todo explcitas, pue-de resultar quiz demasiado arriesgado y no refleja la irregularidad grfica propia de la poca, en lo que estamos de acuerdo con Pascual (1993).

    En cuanto a las maysculas, empleo caja alta a comienzo de oracin y respeto los usos del original, excepto cuando se seale en nota. En cambio, para facilitar la lectura he regularizado la separacin de palabras con respecto a los usos actuales, excepto en algunos casos de especial importancia (San Tiago, vuesamerced / vuesa merced). Asimismo, he suprimido los guiones de final de rengln origina-les, excepto cuando la separacin se produce al final de pgina, lugar en que inserto entre corchetes el nmero de pgina que corresponde al texto previo; de igual mo-do he empleado los corchetes para adiciones de palabras.

    Igualmente conviene mantener el peculiar sistema de Fernndez en la acentua-cin grfica, en especial el acento circunflejo. Ahora bien, para facilitar la lectura del texto, creo conveniente insertar tildes superpuestas al propio sistema de Fernndez, que tilda con acento agudo algunas palabras susceptibles de ambi-gedad, sobre todo pretritos indefinidos (Replic, p. 242), a veces sin posible confusin posible con el presente (respondi, p. 258, 262). Para discernir unos usos de los otros, se advierte en nota cundo el acento grfico est en el original impreso.

    Respecto a la puntuacin, aunque se ha avanzado mucho en la comprensin de los sistemas de puntuacin del Siglo de Oro (cf. Santiago 1998, Sebastin Mediavi-lla 2002, 2007), su lectura resulta muy trabajosa y a veces confusa, sobre todo cuando se insertan parlamentos de personajes, ya que el sistema esbozado por Fernndez y empleado en los impresos resulta incompleto, sin comillas ni rayas que sealen y compartimenten las distintas intervenciones dialogales. Coincidimos adems en este aspecto con el bando de los modernizadores: el editor no puede in-hibirse crticamente y, para ayudar al lector, debe plantear una hiptesis de puntua-cin que lo es al mismo tiempo de interpretacin. Subrayemos el hecho de que se trata de una hiptesis, de modo que la puntuacin propuesta siempre puede y debe ser sujeta a crtica. Lo ideal al respecto sera dar constancia de las variaciones de puntuacin en el aparato crtico, que en el caso de la edicin realizada desborda el marco de la edicin parcial de textos en revistas, y en todo caso creo que recargara demasiado el aparato crtico. Lo ms cmodo en este caso sera acudir al impreso original, o a una reproduccin facsimilar, en el caso de la edicin en libro, que sera deseable que acompaara a la edicin textual.

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  • La edicin de textos con ortografa idiosincrsica 137 Por todo ello, recomendamos y as lo practicamos puntuar el texto segn cri-

    terios modernos en el uso de coma, punto, punto y coma, saltos de prrafo (prcti-camente ausentes en el impreso). No obstante, cuando es posible se puede procurar mantener en la medida de la posible la puntuacin entrecortada del texto, muy abundante en comas. Asimismo, resulta aconsejable insertar apstrofo en las aglu-tinaciones de preposicin con demostrativos y pronombres (del tipo del por dl o deste por deste), y ya hemos sealado la necesidad acuciante de aa-dir rayas de dilogo y comillas, a lo que podemos aadir el parntesis, que pode-mos aprovechar (unido al aadido de una lnea en blanco) para marcar un largo parntesis retrico que inserta Fernndez entre las pginas 235-244, reflejo de la especial textualidad barroca de esa obra miscelnea que es la Olla podrida, cuyas reglas de cohesin y coherencia textuales parecen ms laxas que las actuales, o simplemente son algo distintas. Creo que resulta lcito insertar al parntesis porque, aunque Fernndez no lo marca grficamente, s lo hace metatextualmente, pues al final de tal inserto comenta lo siguiente (proporciono el texto ya con los criterios de edicin expuestos):

    Aunque el relleno deste captulo le parezca grande, Seor letor, por venir la pelota a la mano, no pude dexar de bolverla, pues no mud materia, solo tom aliento, pa-ra que mi pndola pueda linear el camino, i jornada, de nuestro mayordomo gene-ral, el qual con sus soldados, rebao de bestias, danapaloteado, se llaron con ocho das de jornada a cuestas, i con sobra- [p. 244] da flaquea, por averse acava-do la municin de alforxa. [p. 245]

    En resumen, la propuesta que hago en concreto (y que he realizado para una parte de la Olla, aunque me gustara continuar con el resto del texto) busca el logro de un texto suficientemente legible para el lector actual, pero que por otro lado mantenga cierto extraamiento grfico que recuerde al mismo lector el hecho de que se enfrenta a un texto ajeno a su tiempo con una ortografa, una lengua y una textualidad con las que no est del todo familiarizado y que creemos que el propio autor quera extraar.

    Similares criterios se podran aplicar al resto de la obra de Fernndez, pero de-jamos su discusin detallada para otro tiempo y momento, ya que por ejemplo la Instruction espagnole accentue (1647) o los Dialogues plantean problemas adi-cionales. En el primer caso nos enfrentamos a un texto con metalenguaje en francs y ejemplos en espaol, as como con una compleja factura editorial (combinacin de texto a una y varias columnas), y en el caso de los coloquios a un texto multilin-ge en diversas columnas y en distintas combinaciones lingsticas con diversas ediciones en las que existen algunas variantes, especialmente grficas (por ejemplo, en una edicin de 1659 de los dilogos, publicada en Estrasburgo, fuera del control de Fernndez, se multiplican las traiciones a su peculiar sistema grfico).

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    5. CONCLUSIN Cada texto plantea sus problemas y su modo de edicin, pero hay que tener

    siempre el cuidado y la preocupacin de ser consciente de ellos. No se puede ob-viar el problema de la ortografa idiosincrsica, que las ms de las veces habr que solucionar con un criterio conservador, en mayor o menor medida. En todo caso, ms all de toda teorizacin, lo importante es editar, todo texto, pero en especial los que no poseen reedicin moderna. Se elijan unos criterios u otros, mientras se expliquen claramente en la introduccin y se deje huella siempre de toda interven-cin realizada en el texto, menos importantes sern las decisiones editoriales como la posibilidad de reconstruir el texto original.

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    Daniel M. Sez Rivera Fecha de recepcin: 9 de marzo de 2009 [email protected] Fecha de aceptacin: 11 de noviembre de 2009 CES Felipe II (UCM) Facultad de Traduccin e Interpretacin Edif. Gobernador C/Capitn, s/n 28300 Aranjuez (Madrid)