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Campanario, Sebastin La economa de lo inslito.- 1 ed. Buenos Aires : Planeta, 2005. 288 p. ; 23x15 cm. ISBN 950-491. ??????? I. Ttulo CDD ???

Las tierras salvajes de la economa

Diseo de cubierta: ??????? Diseo de interior: Orestes Pantelides 2005, Sebastin Campanario Derechos exclusivos de edicin en castellano reservados para todo el mundo: 2005, Grupo Editorial Planeta S.A.I.C. Independencia 1668, C 1100 ABQ, Buenos Aires, Argentina www.editorialplaneta.com.ar 1 edicin: mayo de 2005 ISBN 950-49Impreso en Printing Books, Mario Bravo 835, Avellaneda, en el mes de abril de 2005. Hecho el depsito que prev la ley 11.723 Impreso en la Argentina

Ninguna parte de esta publicacin, incluido el diseo de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningn medio, ya sea elctrico, qumico, mecnico,ptico, de grabacin o de fotocopia, sin el previo permiso escrito del editor.

Despus de la gua telefnica, los libros contables y las publicaciones que sugieren nombres para futuros bebs, los informes semanales de los bancos de inversin deben ser lo ms aburrido que hay para leer. Los analistas financieros producen semanalmente textos cortos, que muchas veces se copian entre s y estn repletos de tecnicismos. Por eso llam tanto la atencin la recomendacin escrita que hizo a sus clientes James Montier, un empleado del banco alemn Dresdner Kleinwort Wasserstein, a mediados del 2004. Montier, quien por entonces tena 33 aos y trabajaba en la sede londinense del banco, decidi distribuir un informe poco ortodoxo. Para empezar, casi no inclua nmeros, ni ecuaciones, ni series estadsticas, como es habitual en este tipo de publicaciones. Tampoco recomendaba acciones, ni bonos, ni ningn otro tipo de inversin. Montier5

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le aconsejaba a sus clientes tener ms sexo, dormir bien y aumentar la frecuencia de encuentros con amigos. Que tales reflexiones aparezcan en una carta formal a inversores y no en un libro de filosofa hind o de autoayuda puede resultar llamativo, pero Montier no fue tildado de loco por sus colegas, y continu la semana siguiente escribiendo sus informes, esta vez con un tono ms convencional. Al fin y al cabo, sus consejos sobre el sexo y la amistad estaban basados en estudios economtricos con centenares de miles de datos muestrales y en una lnea terica en ascenso, desarrollada muy recientemente: la economa de la felicidad. A su vez, esta subdisciplina es un desprendimiento de otra rama relativamente nueva, aunque con una tradicin ms robusta, que fue bautizada como la economa del comportamiento, y que se nutre de herramientas y datos que vienen de la psicologa. Se trat, en definitiva, de un episodio emergente de uno de los fenmenos ms fascinantes que se hayan producido en la economa en las ltimas dcadas: el de la expansin de esta disciplina a tierras salvajes, nunca antes exploradas. De pronto, cada vez ms analistas se encuentran hablando de temas que hasta hace poco eran impensables para la profesin. La inflacin, el desempleo y otras variables macroeconmicas ya no monopolizan los anlisis de acadmicos. Ahora tambin se habla de orgasmos sexuales, penales de ftbol y todo tipo de eventos de la vida cotidiana. Nadie se escandaliza si en un congreso importante de la profesin se discute un trabajo sobre la economa de la empata y la lectura de la mente, o si una publicacin especializada (journal) prestigiosa publica un sesudo mode6

lo terico que analiza cunta lluvia es necesaria para disuadir a una persona de salir a correr o de hacer gimnasia. La consigna convocante de la reunin del 2005 de la Asociacin de Economistas Americanos fue Expandiendo las fronteras de la economa. Una revisin rpida de los artculos presentados revela que hubo ms trabajos sobre dietas, experimentos neurolgicos y anomalas del comportamiento humano que sobre las variables ms tradicionales de la ciencia de Adam Smith y John Maynard Keynes. En la superficie, lo primero que se advierte sobre esta explosin temtica es que est volviendo a la economa ms divertida y menos acartonada. Sin embargo, esto es apenas un sntoma (bienvenido, desde ya) de un fenmeno mucho ms profundo, que est llevando a replantear los supuestos ms asentados de la economa tradicional, y que mantiene a la comunidad de acadmicos y de analistas en estado de perplejidad. La primera referencia que viene a la mente cuando se habla de economa de cosas raras son los trabajos que a partir de fines de los aos 60 realiz el Premio Nobel Gary Becker. Pero mientras que Becker se limit a aplicar algunas herramientas tradicionales de la economa a temas no convencionales hasta entonces, como el crimen o el matrimonio, la reciente revolucin incorpora una mayor riqueza de enfoques, porque est basada, en buena medida, en los aportes de otras ciencias, como la psicologa, la neurobiologa o la fsica; algo que est provocando que intelectuales de formacin acadmica muy distinta, y hasta formas de razonar radicalmente diferentes, interacten y produzcan estudios multidisciplinarios cuyas conclusiones7

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tienen una riqueza que hace mucho tiempo no se vea en la ciencia sombra (dismal science), como se bautiz a la economa hace un par de siglos. De hecho, en recientes entrevistas, Becker, profesor de Chicago y neoclsico hasta la mdula, critic duramente las nuevas vertientes que mezclan a la economa con otras ciencias. Durante mucho tiempo, la economa export sus mtodos y herramientas a otros campos; ahora estamos en la otra etapa del ciclo, en la que la economa est importando cada vez ms conocimientos, dice Daniel Heymann, economista jefe de la Cepal y uno de los analistas ms respetados en el mbito acadmico. Como sucede en la economa real, es casi imposible mantener un supervit eterno de cuenta corriente. Es en la interseccin de las distintas disciplinas donde se estn produciendo los descubrimientos ms asombrosos, y all apuntan los primeros cinco captulos de La economa de lo inslito. Las dos primeras secciones estn dedicadas a la economa del comportamiento, la rama que aprovecha los aportes de la psicologa para demoler el supuesto de racionalidad sobre el que descansa buena parte de la escuela neoclsica, que domin el pensamiento econmico de los ltimos 50 aos. La economa conductista, como tambin se la conoce, propone un recorrido por decenas de anomalas o zonas grises del comportamiento de los inversores y consumidores donde las decisiones se apartan sistemticamente de la racionalidad. Las emociones y el autoengao estn resultando ser mucho ms importantes en la toma de decisiones de lo que se crea, aun en aquellas situaciones donde se supone que uno debera8

operar con frialdad, como en el momento de tomar alguna medida con respecto a los ahorros para toda la vida. El tercer captulo es un viaje a tierras an ms remotas: las de la neuroeconoma, o la cruza entre la economa y las neurociencias. La neuroeconoma, al igual que su primahermana economa del comportamiento, tambin est haciendo volar por los aires el supuesto de racionalidad de las personas. Pero va unos pasos ms all, y se interna en la caja negra del proceso decisorio: qu reacciones fsicas y qumicas que se producen en el cerebro llevan a uno a comportarse de determinada manera. Tanto los estudios del conductismo como los de la neuroeconoma estn generando ideas y conclusiones sumamente tiles para tener en cuenta a la hora de invertir. La economa de la felicidad, que se ver a continuacin, en el captulo 4, es un desprendimiento de la economa del comportamiento, que ya adquiri vuelo propio, particularmente a partir de las decenas de estudios que estn apareciendo principalmente en Inglaterra. Una nueva corriente terica de la cual surgen respuestas que se podran leer en un libro de Jorge Bucay, con la diferencia de que aqu estn respaldadas con evidencia economtrica. El captulo 5 cuenta los ltimos avances de la econofsica, la fusin de ciencias que tiene ms recorrido acumulado (los fsicos llevan dcadas cruzando la frontera de la economa), pero que en los ltimos tiempos est experimentando una revival gracias al impulso que le estn dando nuevas teoras, como la matemtica de redes. Con la base de esta primera parte, el resto del libro se divide en ejes temticos, que adems incorporan estudios9

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que parten de instrumentos ms clsicos, como la teora de los juegos o simples regresiones. La segunda parte abre con una picada de investigaciones sobre distintos asuntos de la vida cotidiana, para luego repasar lo ltimo de lo ltimo en materia de economa del crimen, del matrimonio y (en lo que debe explicar el 99% de la demanda de este libro) del deporte y del sexo. Esto nos va a permitir hablar de pornografa, orgasmos y orgas con total impunidad, dado que se trata de investigaciones acadmicas. Algo as como llevar una Play Boy a la secundaria con su tapa arrancada y reemplazada por una portada de la revista Ciencia Hoy. El captulo 11, Tuttifruttinomics, es un top ten de rarezas que, por alguna u otra razn, no fueron incluidas en las secciones anteriores. All hay de todo, desde la economa de las leyendas urbanas hasta testeos para averiguar por qu las personas altas tienden a ganar mejores sueldos que los petisos. El libro cierra con el captulo 12, La Argentina inslita, una mezcla de eplogo y anlisis de la ltima megacrisis local como laboratorio de investigacin para las lneas tericas que se mostraron en las secciones anteriores. Como se ver, el cctel que mezcla a la historia econmica argentina reciente con las nuevas ramas de estudio, tiene un potencial gigantesco. Campos como el de la economa del comportamiento, de la felicidad o de la neuroeconoma pueden ayudar a contestar el que tal vez sea el gran dilema no resuelto de la saga econmica argentina de los ltimos quince aos: Por qu tantos estuvieron tan equivocados durante tanto tiempo? Hasta hace pocos aos, la economa de lo inslito ocu10

paba un lugar marginal en los congresos y publicaciones de la profesin. Constitua ms una nota al pie de color, que se inclua para darle un toque alternativo o de apertura mental al evento o journal en cuestin. Pero ya no. Hoy por hoy los temas no tradicionales cuentan en su haber con premios de prestigio (incluido el Nobel a Daniel Kahneman, el padre de la economa del comportamiento, en el 2002), ctedras, centros de estudio y congresos propios. Y lo que es ms importante: los jvenes graduados se estn volcando masivamente a los campos nuevos a la hora de elegir sus temas de tesis e investigacin. Esto quiere decir que de ac a dos o tres aos estas cuestiones ocuparn ms espacio todava. Hay una razn obvia para explicar esta tendencia: es mucho ms tentador, para un recin graduado, el aporte que puede hacerse en terrenos relativamente vrgenes, como la neuroeconoma, donde est todo por descubrirse, que en reas tradicionales ya saturadas. Aunque siguen apareciendo aportes valiosos, la economa convencional hace rato que viene mostrando algunos signos de agotamiento. El premio Nobel 2004, el ltimo entregado antes de la aparicin de este libro, fue para el noruego Finn Kydland y para el estadounidense Edward Prescott. Los trabajos que motivaron el reconocimiento de la Academia Sueca, Reglas antes que discrecionalidad: la inconsistencia de los planes ptimos y El tiempo para construir y las fluctuaciones agregadas fueron escritos, respectivamente en 1977 y 1982! Ms de veinte aos atrs, Sylvia Nassar, ex editora del New York Times y autora de la novela Una mente brillante (que luego dio lugar a la pelcu11

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la homnima, sobre la vida de John Nash) cuenta que en los altos crculos acadmicos se considera que la lista de economistas que hicieron aportes trascendentes y verdaderamente merecieron el Nobel se agot hace varios aos, y que en los ltimos tiempos, con algunas excepciones, el reconocimiento termina recayendo en candidatos de segunda lnea. Es cierto, tambin, que puede haber un incentivo ms pragmtico y menos noble para explicar esta explosin temtica de la economa. En Europa y, especialmente, en los Estados Unidos, existe este fenmeno que en la jerga de las universidades se conoce como publish or perish: publicar o perecer. Las chances de un aumento de sueldo o de una oferta de trabajo en una universidad de ms prestigio estn directamente relacionadas con la cantidad de artculos (papers) que publica un economista. Y cuanto ms prestigioso el journal, mejor. En ltima instancia, una vez sorteado un tortuoso camino de aprobacin en el cual un comit de rbitros revisa ms que nada aspectos formales, los criterios de seleccin de los editores de una revista acadmica no son muy distintos que los de un medio grfico masivo. Esto es, se privilegian los temas de color y aquellos que poseen conclusiones contraintuitivas. A las publicaciones especializadas tambin les interesa generar debate, ampliar su campo de lectores y ser citadas por los medios ms grandes. Para poner un ejemplo que se ver en el captulo de sexo, un trabajo de un recin graduado de la Universidad de Minesotta como Hugo Mialon jams hubiera tenido la repercusin que tuvo, en forma tan meterica, si en lugar de12

elegir a los orgasmos como tema de investigacin hubiera optado por la inflacin o el mercado cambiario. La dinmica meditica puede ser importante, pero no es ni por asomo el principal motor de esta revolucin que se est produciendo en la economa. Los estudios acadmicos representan una parte mnima de las citas a economistas en los medios masivos de comunicacin. La gran mayora de las consultas y opiniones del gremio tienen que ver con pronsticos o explicaciones puntuales de por qu subi o baj tal variable (el dlar, los precios, la desocupacin, etc). Un fenmeno que fue bautizado como la trampa de la estupidez (stupidity trap) por Deidre Mc Kloskey, una brillante economista que, antes de cambiarse de sexo, se llamaba Donald (quin dijo que los economistas no son gente interesante?). Adems, varios de los hallazgos comentados en este libro no surgieron a partir de un afn por figurar, ni mucho menos. En el campo de la econofsica, por ejemplo, se da un fenmeno contrario: los avances se producen en un marco de total indiferencia por parte de los medios de comunicacin. En alguna medida porque se trata de estudios difciles de traducir para los lectores no especializados, pero tambin porque a los autores no les interesa en lo ms mnimo convertirse en estrellas de los medios. En 1996, un ao antes de morir, el periodista y novelista Osvaldo Soriano cont, en una de las columnas de contratapa que escriba para el diario Pgina/12, que a su regreso de un breve viaje se haba tirado en el silln de su living a ver televisin. Mir un rato el programa de Mariano Grondona, Hora Clave, en el cual se haba destinado un bloque entero para que cuatro economistas discutieran las13

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consecuencias del efecto tequila. Fue una escena tan pero tan aburrida que Soriano asegur que los cuatro analistas tenan la capacidad de dormir un caballo sin tocarlo. Si Soriano resucitara, probablemente no tendra que volver a pasar por semejante martirio: hace rato que los canales de aire no invitan a economistas al piso. Cuando aparecen, el rating cae en picada. Est comprobado empricamente. Los economistas quedaron relegados a los canales de cable, y aun all los productores tratan de evitarlos, cuando pueden. Hay una distancia cada vez ms grande entre los economistas y el resto de la sociedad, cuenta Arjo Klamer, profesor de la Universidad de Rotterdam, experto en metodologa y uno de los observadores ms interesantes y crticos de las tribus econmicas en la actualidad. En 1983, Klamer escribi Conversaciones con los economistas, un libro para el cual entrevist a los acadmicos ms reconocidos de la poca. Para el profesor de Rotterdam, existe un lenguaje, que denomin econospeak, hablado por los economistas y totalmente ajeno al resto de los mortales. En la Argentina, este divorcio entre los economistas y el resto de la sociedad se profundiz con la crisis del 20012002, que provoc un retroceso brusco en relacin al inmenso protagonismo que haban ganado los economistas (especialmente los ortodoxos) en la dcada del 90 (ms de medio gabinete del inicio de la gestin de Fernando De la Ra estaba ocupado por economistas). Despus de la devaluacin, tras un perodo en el cual la profesin fue literalmente barrida de los medios y del debate pblico, poco a14

poco comienza a concretarse un operativo regreso, con caras y discursos nuevos, ms algn que otro reciclado. Discutir temas no tradicionales, ms cercanos a la vida cotidiana de una audiencia no especializada, tal vez sea una buena forma (no la nica, obviamente) de contribuir a profundizar la reconciliacin de los economistas con el resto de la sociedad. No se est sugiriendo que de golpe todos los analistas dejen de hablar de la macro y se pongan a debatir sobre sexo o felicidad (aunque sera divertido, no?), sino que abrir el rango de la discusin y no considerar a los nuevos temas como poco serios puede resultar muy provechoso para levantar las acciones de un gremio que viene castigado. Al respecto, hay un experimento natural, imperfecto, pero que vale la pena mencionar. En el diario Clarn se firman las notas con una direccin de correo electrnico abajo, a travs del cual llegan comentarios de los lectores. No es una medida inequvoca de la reaccin a una nota, porque cuando a uno le gusta o le molesta lo que dice un artculo lo ms probable es que ni se moleste en mandarle un mensaje al autor a travs de Internet. Pero puede resultar una aproximacin algo forzada al inters que suscita determinado asunto. Durante el 2003, 2004 y 2005, en las semanas posteriores a una nota de tapa de domingo en el Suplemento Econmico de Clarn sobre temas macroeconmicos tradicionales (tipo de cambio, mercado laboral, precios, etc.), mi casilla de mensajes recibidos mostraba comentarios de unos pocos lectores que hacan acotaciones. La mayora, quejas de gente furiosa atrapada en el corralito que no toleraba cualquier comentario que fuera ms contem15

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plativo que el de asesinar (periodsticamente) a las autoridades econmicas de turno. Otra nota de tapa, titulada Economa de la vida cotidiana, del domingo 4 de julio del 2004, en la que se daba cuenta de algunos descubrimientos interesantes de los nuevos territorios, satur la casilla de correo electrnico, con mensajes de lectores interesados en conocer ms datos del tema. Y algo similar sucedi cada vez que se abord el tpico desde artculos ms cortos. La diferencia estadstica de reacciones positivas de temas novedosos vs. asuntos ms convencionales result apabullante, y fue el factor que en definitiva dispar la idea de escribir un libro que d cuenta del fenmeno en forma ms amplia. El entusiasmo fue an mayor del lado de las fuentes. cincuenta autores de ms de 300 papers analizados fueron contactados directamente para profundizar el entramado de los captulos de este libro. La mayora de ellos tiene agendas apretadsimas, pero casi nadie se neg a hacerse un tiempo para conversar in extenso sobre la economa de lo inslito. Ni siquiera los economistas consultados que no trabajan full time en la academia. A David Sekiguchi, un analista argentino del banco Deutsche, con base en Nueva York, es muy difcil sacarle una frase sobre coyuntura o sobre mercados para una nota del diario. Pero cuando le coment del proyecto del libro y le ped que me contara qu herramientas de la fsica se estn usando ms en Wall Street, la colaboracin fue inmediata. Es mucho ms fcil contactar por correo electrnico a Steven Levitt, profesor de la Universidad de Chicago para muchos el economista menor de 40 aos ms brillante que hay hoy en los Estados16

Unidos y muy probable futuro ganador del Nobel, que a un secretario de segunda lnea del Ministerio de Economa de la Argentina. Es esta pasin por descubrir y expandir las fronteras del conocimiento lo que termina dando lugar a las principales atracciones del viaje que se propone en los captulos que siguen. Un viaje que slo es posible en esos momentos que ocurren cada varias dcadas en la historia de las ciencias, en las que el paradigma dominante se ve desafiado, lo cual genera una enorme efervescencia intelectual. No sabemos qu es lo que va a pasar, cuenta Roland Bnabou, un profesor de Princeton que aplica modelos econmicos a situaciones de la vida cotidiana, lo que s sabemos es que estamos viviendo un perodo muy frtil en el campo de las ideas econmicas, en el cual se lanzan miles de semillas, y eventualmente algunas germinarn. Y eso, ya de por s, es muy excitante. O, al menos, carece de la capacidad de dormir a un caballo sin tocarlo. S. C.Abril de 2005

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