La Desagregación Política. Reflexiones Sobre La Actuación de Las Élites Partidarias en Las...

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Crisis de las elites políticas

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    La desagregacin poltica.Reflexiones sobre la actuacin

    de las lites partidarias en las crisis de los partidos polticos

    Jorge Vergara VidalUniversidad de Chile, Santiago, Chile

    Email: [email protected]

    Resumen: El presente artculo busca una posible explicacin al fenmenode rupturas en los partidos polticos chilenos en el debilitamiento de la convencincolaborativa en las lites partidarias. Se considera el supuesto de que la conforma-cin de lites partidarias corresponde a una forma de operacin de los liderazgosdentro de un marco colaborativo que son los partidos. Como forma de verificareste planteamiento se analizaron tres casos de desagregaciones partidarias entrelos aos 2007 a 2009.

    Palabras clave: partidos polticos, crisis, lites, liderazgo

    Political dissagregation. Analysis on the performanceof party elites in the political parties crisis

    Abstract: This article explores a possible explanation to the phenomenonof ruptures in chilean political parties, in the weakening of tacit collaborativeagreement of the parties elite. We consider the assumption that formation of partyelites corresponds to a way of the performance of leadership within a collaborativeframework which parties are. As a way to verify this approach we analyzed threecases of parties dissagregation from 2007 to 2009.

    Key words: political parties, crisis, elites, leadership

    A desagregao poltica. Reflexes sobre o papel das elitesdo partido na crise dos partidos polticos

    Resumo: Este artigo procura uma explicao para o fenmeno da quebranos partidos polticos chilenos em o enfraquecimento da conveno de colaboraodas elites do partido. considerada a hiptese de que a formao de elites dopartido corresponde a um modo de operao de liderana dentro de um quadro decolaborao que so os partidos. Como uma maneira de verificar essa abordagemforam analisados trs casos de desagregaes partidrias a partir de 2007 a 2009.

    Palavras-chave: partidos polticos, crise, elites, liderana

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    Polis, Revista de la Universidad Bolivariana, Volumen 10, N30 , 2011, p. 289-314

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    Introduccin

    Tal como ha sido relevado por diversos estudios recientes, el siste-ma de partidos chileno es altamente institucionalizado y estable (Mainwaringy Scully, 1995; Luna y Zechmeister, 2010), muy fuerte a nivel de lite, peroal mismo tiempo muy desarraigado socialmente (Luna y Zechmeister, 2010).Esta particularidad, que en lo bsico implica que el alto nivel de acuerdo anivel de lites no tiene representacin sustantiva en las mayoras sociales,se expresa tambin como una fuerte desconfianza de los individuos hacialos partidos polticos (Angell, 2007; Luna, 2008; Segovia, 2009), lo quepone en cuestin que constituyan el canal ms efectivo de integracindecisional de la sociedad o que la representen con eficiencia (Mainwaringy Torcal, 2005; Segovia, 2009).

    Lo anterior, sin duda, ha colaborado, con una tendencia de indepen-dizacin de los liderazgos polticos respecto de los partidos y de los gruposcontroladores de stos. Las campaas presidenciales chilenas, por ejem-plo, han visto supeditados los aportes financieros a la prospeccin del ren-dimiento electoral del candidato, ms que a los partidos; lo que ha favore-cido la autonoma de los liderazgos competitivos electoralmente (Angell,2005; Lehmann y Hinzpeter, 2001; Barozet y Aubry, 2005). Lo anterior hatrado consigo una prdida de peso incidente de las estructuras partidarias,producida por la implementacin de estructuras decisionales propias (adhoc) por parte de los liderazgos electoralmente competitivos. Coincidien-do con lo sealado por Cheresky, la estructura formal partidaria se vesecundarizada e instrumentalizada por esta suerte de partido bis que surgeparalelamente y a sus expensas (Cheresky, 1999: 12)

    Los efectos de esta incomodidad de los liderazgos polticos en lospartidos y con sus lites, no slo se han visto traducidos en los contenidossimblicos de las campaas electorales, sino que tambin han tenido uncorrelato orgnico en lo que respecta a la operacin de los liderazgos pro-vocando fracturas en los partidos y cambios de residencia poltica, en algu-nos casos.

    Por distintos cauces y en diversos eventos, algunos ms traumticosque otros, la operacin de los liderazgos ha buscado relocalizarse, desdelos partidos hacia fuera de stos, provocando variaciones en la forma org-nica de la poltica y en la calidad de sus agentes. Actores ms tcnicosocupan desarrollan las mismas funciones que antes eran slo desarrolladaspor los partidos y sus bases (Beck, 1999; Bauman, 2007). Este cambiooperativo, conlleva tambin un cambio normativo, pues las pautas que im-plicaban una carrera institucional en los partidos yacen sin efectividad frentea las nuevas formas de acceso decisional o de incidencia: la cercana deamistad o familiar con el lder promete mejor efectividad poltica que losaos de militancia; el conocimiento tcnico de la empresas de marketingles asegura ms espacio de decisin estratgica que la experiencia acumu-lada a los miembros de las cpulas partidarias; las trayectorias biogrficasatractivas hacen ms que las coherentes trayectorias orgnicas, etc.

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    La personalizacin de la conduccin poltica funciona tambin comouna forma de institucionalizacin. Operado por lites ad hoc, moment-neamente incapaces de articular estructuras duraderas, el liderazgo polticodebe ocupar el rol normativizador que era propio de las lites partidarias.El resultado de esto es que aparece enfrentado a stas y, en alguna medida,a los partidos mismos. En el caso chileno, figuras como Lavn, Bachelet,Enrquez-Ominami y Piera (Durruty, 1999; Insunza y Ortega, 2005; Navia,2009; Daza y Del Solar, 2010), fueron resistidos por las lites de sus parti-dos, empero se impusieron como liderazgos efectivos y articularon en tor-no suyo, nuevas configuraciones elticas.

    El presente artculo busca una posible explicacin al fenmeno derupturas en los partidos polticos chilenos en el debilitamiento de la con-vencin colaborativa de las lites partidarias, entendidas como expresinde operaciones vigentes de liderazgos. La disminucin de la colaboracinentre las operaciones conlleva dificultades y trabas para la corroboracinde los liderazgos al interior de los partidos, lo que los empuja fuera de lospartidos, desagregando de stos las operaciones que los tienen por cabeza.

    Cada liderazgo, por muy pequeo o local que sea, supone un interssocial y una operacin colectiva. Supone, adems, una necesidad de corro-boracin para seguir teniendo validez (Weber, 2005). Si la oportunidad decorroboracin le es negada, interna o externamente al partido, el liderazgoes puesto en una disyuntiva vital. Si los partidos constituyen una forma decooperacin entre agregados operatorios de liderazgos, forma sustentadaen una convencin unitaria formal, la no integracin de un agregadooperatorio pondr en cuestin justamente la convencin colaborativa. Lospartidos ofrecen una forma colaborativa efectiva polticamente, pero no lanica. El punto de inflexin se aloja en qu tan til para la operacin delliderazgo resulta un esquema de colaboracin u otro. Si la colaboracin esnegada, el marco colaborativo que ofrece el partido pierde sentido. Si estanegacin es sistemtica la institucionalidad se debilita, pues pierde validez.

    Quien gestiona el marco cooperativo que expresa el partido polticoson las lites partidarias y los liderazgos de los cuales son expresin. Allse decide la negociacin o la negacin colaborativa. La menor colabora-cin entre las operaciones de los liderazgos produce un debilitamiento dela institucionalizacin de los partidos (Gunther y Hopkin, 2007; Barozet yAubry, 2005), pues estos ya no regulan la colaboracin entre las operacio-nes. En realidad, todo el marco normativo del partido queda fuera de juego,por tanto el valor de la corroboracin interna decrece. Esto empuja a losliderazgos a buscar la corroboracin fuera de los contextos internos delos partidos, principalmente en el mbito electoral. Puesta fuera de lospartidos la operacin de los liderazgos, se produce un nuevo proceso dearticulacin eltica. stas nuevas lites pueden estar conformadas porasesores, publicistas, expertos electorales, financistas, operadores, etc.;los cuales pueden ser o no militantes del partido, y ese es justamente elpunto: operan fuera del partido, de sus estructuras y de sus reglas y desus convenciones.

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    La mencionada independizacin de los liderazgos, basada en la co-rroboracin electoral, es una forma de independizacin de la lites partida-rias (Panebianco, 1982), pero es tambin un signo de menor colaboracin.La relacin entre liderazgo y masas siempre est mediada por una forma deoperacin de recursos, ya sea esta una orgnica establecida, un partido, ouna orgnica ad hoc; o por ambas. La actual distancia de los liderazgos conlos partidos no apunta a una crisis en s de los partidos, sino a una diversi-ficacin de las orgnicas de operacin de recursos y a la prdida de cola-boracin entre ellas. Si el ncleo de la corroboracin del liderazgo es elec-toral los recursos actuales simplemente no se agotan en la formas orgnicastradicionales (Dockendorff, Salinas, Figueroa, 2009).

    La diferencia de lo actual con anteriores rupturas internas de parti-dos puede apreciarse justamente en la forma orgnica que asuma la opera-cin de los liderazgos disidentes. Los partidos polticos chilenos siemprepresentaron fraccionamientos, pero si estas fracturas se daban dentro de unsistema de partidos que presentaba vnculos programticos y partidariosestructurados a nivel colectivo, donde los liderazgos tenan una relacinde dependencia con los partidos (Cortes Terzi, 2000: 53); ahora se dandentro de un sistema caracterizado por vnculos programticos noestructurados a nivel colectivo, lo que otorga mayor centralidad a las dife-rentes subculturas partidarias expresadas con mayor fuerza a nivel de laslites partidarias (Luna, 2008: 78-83).

    Tomando como referencia la tipologa habitual de las formas departido (Duverger, 2002; Panebianco, 1982; Katz y Mair, 2007), la rupturade los falangistas con el Partido Conservador se tradujo en la formacin deun partido de masas, no igualando al forma de partido de lites de los con-servadores (Mainwaring y Scully, 2010: 187-188). Asimismo, tanto en lasformaciones del MIR, a partir del PS, como del MAPU y la IC, a partir dela Democracia Cristiana, se tradujeron en la formacin de partido de cua-dros, dejando de lado la forma de partido de masas (Prez, 2003; Moyano,2009). Ninguna de stas fracturas cont con la desidia de las lites partida-rias, por el contrario, existieron esfuerzos de distinto tipo para que no seprodujeran las desagregaciones (Guilisasti, 1964; Grayson, 1968; Silva,2008; Moyano, 2009; Salazar, 2010). La forma orgnica asumida poste-riormente por la operacin de los liderazgos disidentes da una respuesta aporqu los esfuerzos integrativos de las lites partidarias resultaron inefi-caces: las desagregaciones evidenciaban cambios sustantivos en la formaoperativa de los liderazgos, de ah que la forma del partido de procedenciano fuera asumida por los nuevos partidos.

    Las rupturas y desagregaciones actuales, no ha asumido ni propues-to formas de partido distintas a sus partidos de origen. Se centran en unacrtica a la capacidad integrativa de las lites dentro de los partidos, a laausencia de colaboracin, no a la forma de operacin de los liderazgos.Esto reafirma la centralidad de las lites partidarias dentro del sistema departidos (Luna, 2008, 2010), y valida la importancia de analizar su rol den-tro de las rupturas actuales en los partidos.

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    Las lites partidarias resultan de una conformacin de gobierno oconduccin dentro de un partido (Mosca, 2006; Pareto, 1980; Michels,2003), pero su desgaste no es slo expresin del cansancio que puedenpresentar los gobiernos de minoras, sino tambin por la falla en la integra-cin de nuevas operaciones de liderazgo. La relacin que Michels estable-ce entre la elite y los liderazgos es central para entender qu pasa cuandoesta relacin se hace ms dbil. Michels ve la constitucin de la lite parti-daria como un proceso proveniente del liderazgo, por ello representa msque una forma burocrtica o administrativa de los recursos del partido, re-presenta tambin el ncleo agregado de la conduccin poltica. No slo enla medida en que existe organizacin existe lite, la organizacin misma esexpresin operativa de la asociacin de interesados cuya conduccin co-lectiva conforma las lites partidarias. La relacin entre partido y lites es,entonces, imbricada. La imagen del partido es tambin la imagen de suslites, es decir, de la forma de agregacin de sus liderazgos, que puedencolaborar o competir entre s.

    La vigencia de las lites partidarias, por tanto, debiera depender demecanismo similares al del liderazgo: autoridad ms corroboracin. Porcierto, la elite es depositaria del liderazgo, no es su expresin inmediata.De ello deviene que su forma de dominacin no es la del liderazgocarismtico (Weber, 2005; Bendix, 2000; Lindholm, 2001). El liderazgorequiere de operacin, la elite partidaria puede proveer esa capacidadoperativa en cuanto es capaz de articular y movilizar recursos humanos yfinancieros. Si las lites partidarias son expresin operatoria de los liderazgosello no quiere decir que los sustituyan, por el contrario, las lites no tienenla cualidad carismtica ms que por tradicin o burocratizacin (Weber,2005), de estas formas establecen la relacin de dominacin legtima y, portanto, articulan gobierno en la organizacin.

    La prdida de la capacidad integrativa, un cierre social excluyentede esta capacidad operatoria, implicara la pretensin por parte de un gru-po de asegurarse una posicin privilegiada a expensa de otros grupos me-diante la subordinacin () En otras palabras, se trata de una forma deaccin que tiene como objetivo usurpar (Parkin, 1984: 70-71). Si la liteexpresa una conformacin de gobierno o dominacin, el ejercicio de laexclusin/usurpacin hara devenir su forma de dominacin de legtima ano legtima (Weber, 2005)1 , lo que no es concebible en un mbito parti-dario, y si lo es puede provocar la desagregacin de los liderazgos nointegrados.

    Tres casos de desagregacin partidaria

    Lo sostenido, como planteamiento general, puede ser apreciado entres casos de desagregaciones partidarias ocurridas entre los aos 2007 a2009 y que ejemplifican (no agotan) los sucesos de enfrentamiento y ruptu-ra entre operaciones de liderazgo y lites partidarias. En estos tres casos noslo se evidencia el debilitamiento de la colaboracin interna de partidos y

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    conglomerados, sino tambin la falla en la capacidad integrativa de las litespartidarias, lo cual da pie a la articulacin de discursos anti-elticos comosustento argumental de las desagregaciones. Los casos considerados no seacotan a un solo partido o conglomerado: la expulsin de Adolfo Zaldvarde la Democracia Cristiana y la desagregacin de parte del sector que res-ponda a su liderazgo en 2007; el descuelgue de liderazgos locales de lospartidos para competir como independientes en las elecciones municipalesde 2008; y la candidatura presidencial independiente del ex diputado so-cialista Marco Enrquez-Ominami en 2009; muestran una progresin delproceso de crisis vivido por la lites partidarias, principalmente de laConcertacin pero no exclusivamente alojado en ella.

    En los casos seleccionados la confrontacin entre y contra las litespartidarias conlleva a la desagregacin de diferentes tipos de operacionesde liderazgo (nacional, local y potencial), fenmeno hasta entonces inusual.Esto va conformando progresivamente un discurso anti-eltico que en algu-nos casos apuesta a corroborar liderazgos no validados y, en otros, a unaconfrontacin que implica el recambio de las lites partidarias.

    En los tres casos, el conflicto torna inefectiva la norma habitual (oconvencin) de convivencia poltica producto de la inexistencia de la cola-boracin poltica. De ah que los disidentes ven aplicados sobre s la normalegal, las leyes internas de los partidos, como postrer efecto de coaccin asus acciones. La inefectividad de este mecanismo queda clara con los triun-fos electorales obtenidos por los disidentes, sus liderazgos son corrobora-dos en el mbito externo de los partidos.

    Dado el patrn progresivo, y el costo poltico de estasdesagregaciones podemos ver distintas formas de reaccin de las lites par-tidarias, ya sea reafirmando su posicin (mediante la promulgacin de le-yes) o ya sea abriendo espacios integrativos. En todo caso, lo que entra encuestin no es tanto la existencia de lites partidarias sino la posibilidad deagotamiento y renovacin de formas de colaboracin entre operaciones deliderazgo, en forma interna o externa a los partidos.

    La desagregacin fraccional

    La primera de las desagregaciones de operaciones de liderazgo par-tidario a considerar es la que comienza con la expulsin de un lder defraccin, el entonces senador DC Adolfo Zaldvar. Desde mediados de ladcada de 1980, Zaldvar haba aglutinado en torno suyo una tendenciainterna conocida como los colorines, pequea en comparacin con lastendencias dominantes entonces vinculadas a Patricio Aylwin (guatones), aGabriel Valds (chascones) y a Eduardo Frei Ruiz-Tagle (frestas). La vic-toria en la nominacin presidencial de 1989, marca el comienzo del augedel sector que opera el liderazgo de Patricio Aylwin y su instalacinhegemnica. Zaldvar, se encuentra en ese momento dentro del grupo dedirigentes DC que operaron exitosamente la nominacin (Otano, 2006: 90-

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    91) que terminara coronada por la presidencia de la Repblica. El quiebrey el comienzo de la competencia entre dos de los operadores ms notablesde la nominacin, Martnez y Zaldvar, es difcil de fijar en un hecho pun-tual, pero tiene que ver con las diferencias de integracin e incidencia quese desarrollan a partir de la llegada a La Moneda de Aylwin. Zaldvar com-pite por una senatoria por Atacama, la cual pierde. No recibe invitacin enla conformacin del gobierno de Aylwin, ms bien se mantiene rudo, exte-rior y vigilante frente a una composicin de gobierno que francamente nolo agradaba (Ibid: 114). Aylwin mismo mantuvo cierta lejana con losZaldvar, mientras Martnez es integrado al crculo ntimo del entonces pre-sidente (Ibid: 261).

    En las elecciones internas de la DC, en 1991, ya se denota la exis-tencia de una operacin con cabeza en Adolfo Zaldvar (Ibid: 230), apo-yando a Irureta que pierde ante Frei Ruiz-Tagle; del mismo modo se co-mienza a sentir el mando que tiene Martnez en la maquinaria DC. Laincidencia de este ltimo no se agota a la DC, lo que s afecta a Zaldvar. Lacercana con La Moneda aylwinista le permita acceso a los canales decolaboracin poltico-ideolgica que Otano denomina como el partidotransversal (Ibid: 259-277). El concepto ser retomado por Zaldvar adportas de su expulsin para demostrar la pureza DC de su proyecto y nomi-nar un enemigo mayor que l.

    La nominacin del candidato presidencial de 1993 lo volver a en-frentar. Zaldvar opera la candidatura de Frei junto con Irureta y Hormazbal,alianza que a la larga le dar acceso a la presidencia del partido. Pero esMartnez quien se queda con la presidencia del comando electoral (Ibid:293). Ese ao, Zaldvar ganar la eleccin senatorial de la lejana Aysn,cargo que mantendr durante dos periodos, mientras Martnez asume lapresidencia del partido.

    La existencia de operaciones de liderazgos volcadas en la corrobo-racin interna, y por tanto en competencia, no da pie a un escenariodesagregatorio si hay colaboracin, ya sea sta mediada por la validez de lanorma interna o por la existencia de objetivos comunes que permitan a lasoperaciones el ejercicio y logro de la corroboracin. Son stas condicioneslas que, en este caso, van siendo negadas.

    Tanto la derrota en la nominacin presidencial de su hermano An-drs en 1999, la explcita lejana con el gobierno de Lagos y la constanteamenaza de perder el cupo senatorial por va de la instalacin de un candi-dato fuerte del sector PS-PPD, obligan a la operacin colorina a buscar yreafirmar su corroboracin interna. Las pugnas por el control de la directi-va democristiana durarn casi 10 aos (1997-2006). Durante ese periodomesas integradas por ambas operaciones se sucedern a medida de que seacrecienta el conflicto interno. El mismo proceso ir afiatando la confor-macin de una lite partidaria colorina, mientras que su apoyo y participa-cin en el gobierno de Lagos fortalecer la conformacin de una lite par-tidaria asociada a Martnez, devenida luego en la operacin del liderazgo

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    de Soledad Alvear. El gobierno de Lagos ser el escenario donde se cuajarel quiebre definitivo entre ambas operaciones.

    Zaldvar logra la presidencia del PDC en 2002 sobre la base de unpacto que incluye a otros sectores que se sentan postergados por la opera-cin gutista. Esto permite a Zaldvar tanto corroborar su liderazgo internocomo articular una naciente lite partidaria con nuevas figuras como JaimeMulet, Alejandra Seplveda, Pedro Araya etc., pero no accedieron directa-mente a cargos en el gobierno debido a la distancia que La Moneda deLagos puso con su sector. La operacin de Zaldvar buscar entonces lacorroboracin presidencializando su liderazgo internamente, lo que se vertruncado por la victoria de Soledad Alvear (esposa de Martnez) en la no-minacin. Por norma habitual Zaldvar deba colaborar con el candidatopresidencial partidario. Ello haba sido as, por ejemplo tanto con Aylwincomo con Frei, pero el no apoyo de la operacin colorina a Alvear y sutemprano apoyo a la candidata presidencial del PS, demuestran el quiebreen la colaboracin entre las lites partidarias del PDC, lo que es expresadocomo un quiebre de la norma habitual y su prdida de vigencia. Este es unpunto de fractura de la normatividad interna.

    La opcin de la operacin colorina se ve premiada inicialmente porel gobierno de Bachelet. Sin embargo, tropiezos en el desempeo guberna-tivo de los operadores colorines (como el de Marcelo Ortiz en la subsecre-taria de Carabineros, Juan Michel en Chiledeportes o Enzo Pistaccio en elRegistro Civil) terminaron por alejarlos del gobierno y evidenciar la faltade preparacin de los cuadros colorines en relacin con los alvearistas.Enfocada en la obtencin de la corroboracin interna, la operacin colorinademostraba en esto su naturaleza basal e interna; evidenciaba, adems, elproducto prctico de su no integracin en labores gubernativas, lo que en elfondo demuestra la presencia de un modo no integrativo de lites con ante-rioridad.

    Casi carente de recursos de operacin intelectuales y tcnicos (comocentros de estudio, u otros) y sin nimo colaborativo con el alvearismo, laoperacin colorina debi importar estos recursos de otros sectores enfren-tados a la operacin alvearista. De hecho los nombramientos ms vistososde la gestin colorina son, en realidad, ex chascones, aliados circunstanciales.La deficiencia de la insercin de la operacin colorina en la gestin delEstado debilit, obviamente, sus posiciones internas. Esto oper a favor dela operacin alvearista que, controlando ministerios y con una relacin re-novada con el gobierno pudo remontar la derrota interna anterior, lograndola presidencia partidaria en 2006.

    Si bien todo esto se enmarca dentro de lo habitual que correspondea una competencia entre operaciones de liderazgos por la conduccin de unpartido, la insuficiencia de ese contexto para asegurar la corroboracin deuna de la operaciones marca la decisin de la desagregacin. No slo obe-dece a una fractura de convivencia, sino a la no deseabilidad de la colabo-racin en ninguno de los dos sentidos. En este caso, las lites partidarias ya

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    no son expresin de la colaboracin entre operaciones, por el contrario,quedan desnudadas como operaciones enfrentadas. Su capacidad integrativano tiene marco ni razn para desplegarse.

    La negacin colaborativa entre operaciones de liderazgo diferentes,les lleva al enfrentamiento total. Con todo hay que notar que la normatividadinterna, en cuanto tal, no asegura la cualidad integrativa, simplemente nor-ma la convivencia entre operaciones de liderazgo. Si estas operaciones,niegan su vigencia, la norma perder su vigencia. Zaldvar instala el origende esta prdida de vigencia en la existencia del partido transversal cuyosdiseos y orgnica se habra gestado en el gobierno de Aylwin conformn-dose como una estructura ajena y superior a los partidos. El enfrentamientocontra dicha instancia de poder que toma las decisiones2 , expresada en laDC por el sector gutista, se vio decidida en la administracin Bacheletcon la integracin en cargos de gobierno de miembros proclives al gutismolo que determin la pugna final de Zaldvar y su sector con la administra-cin concertacionista.

    La expulsin de Zaldvar es, justamente, el resultado prctico de lano integracin colaborativa; ser tambin el inicio de la desagregacin dela operacin poltica que le tena por cabeza. De hecho, al mismo tiempoque se pide la expulsin del senador, la directiva de Alvear pide el aleja-miento de los colorines al gobierno. Estos efectos evidencian que no setrata de una simple medida normativa, sino de la desagregacin del sectorcompeto. Tal escenario tampoco estaba ausente de las previsiones colorinas,una semana antes de que Alvear planteara la expulsin de Zaldvar (decidi-da segn Alvear ese fin de semana), diputados colorines haban sostenidoreuniones para su integracin instrumental al Partido Regionalista de losIndependientes (PRI).

    La desagregacin colorina del PDC no pone en cuestin la integri-dad de su operacin poltica. Sus componentes prcticamente copan el PRIcausando una brecha entre histricos y colorines. El vnculo de Zaldvarcon su operacin de liderazgo es demostrada en reiteradas ocasiones, apesar de Zaldvar ficha por el PRI recin el 2009: celebra con champaa laobtencin de 8 alcaldes PRI ms 7 independientes en las elecciones muni-cipales de 2008; apuesta a reforzar al PRI mediante una candidatura presi-dencial que luego baja en una convencin con 33 de los 65 consejeros delpartido; expulsa a Mulet por apoyar la opcin presidencial de Frei y a otrosmilitantes por apoyar la opcin de Enrquez-Ominami; deja la presidenciadel PRI para asumir la embajada chilena en Argentina, negocia con Hinzpeterla entrada de militantes PRI al gobierno y ha mantenido a raya cualquierintento de cercana del PRI con la Concertacin, desautorizando las tratativasdel presidente de la colectividad. La cooptacin del PRI por la operacinde Zaldvar ha llegado a alguna prensa a adjudicar a Zaldvar la creacin dela orgnica, fundada con anterioridad a su llegada3 .

    La propiedad de Zaldvar sobre la operacin de su liderazgo se de-muestra no slo por la capacidad de anular otros liderazgos surgidos de la

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    misma operacin (Mulet y Araya), sino tambin por la capacidad de anularcualquier intento DC por recapturar a sus militantes. Esta vigencia de suliderazgo est, por cierto, sustentada por su alianza con el gobierno de laColacin por el Cambio y la actual condicin de oposicin de la Democra-cia Cristiana. De esta manera, la capacidad de Zaldvar para negociar car-gos pblicos corrobora su vigencia y la de su operacin, mismo aspectoque le estaba siendo negado en su disputa interna en la DC.

    La desagregacin colorina tiene mucho que ver con las necesidadesvitales de las operaciones de liderazgo. Si un partido es expresin de lacolaboracin entre estas distintas operaciones, la vigencia del vnculopartidario est estrechamente ligada a la intensidad de la colaboracin. Siesta es leve, o incluso negativa, la operacin de liderazgo se ver empujadaa procurar su vigencia internamente, mediante la anulacin del adversario,o externamente, mediante su desagregacin del partido. Tal fue el caso dela operacin colorina y tal motivacin explica en parte sus pasos posterio-res a la expulsin del senador.

    Otro aspecto significativo respecto a esta desagregacin radica enque la articulacin orgnica posterior del agregado colorn no expresauna forma de organizacin distinta a la que se desagregaba. Vale decir, laforma partido en la que engarza posteriormente no es diferente a la de laDC. Lo que reafirma la idea de que no es la forma operatoria del liderazgoy su mediacin con el electorado lo que entra en cuestin, sino que son lasposibilidades de desarrollo de esa operacin las que se ven negadas.

    Con todo, el fin del conflicto interno en la DC no signific la solu-cin del problema integrativo que afectaba a las elites partidarias dentro dela Democracia Cristiana, ni moriger otras pugnas similares en el PartidoSocialista o el Partido por la democracia. Ms bien sirvi de antecedente alas coyunturas del 2008 y de las presidenciales de 2009. La lucha fraccionaly la identificacin negativa del rol de las lites partidarias, sumado a suevidente falta de capacidad integrativa, debilitaron su validez normativa y,por tanto, su posicin referencial y su efectividad coactiva.

    La desagregacin de los liderazgos locales

    Para ser efectiva en su posicin las lites partidarias requieren serreferencialmente unvocas, de ello proviene su necesidad de integrar lasdistintas operaciones de liderazgos en torno a una imagen unitaria. Estaunivocidad est basada en la integracin de las distintas operaciones, per-mite y potencia su desarrollo mediante mecanismos de colaboracin. Cons-tituye el pilar que sustenta el marco integrativo, pero es tambin la partecuya falla produce mayor impacto. Como hemos sealado, la negacincolaborativa pone en cuestin todo el entramado integrativo (mecanismosy normas) y con ello la validez de las referencialidades accionales que im-plica la presencia de lites partidarias (gestoras a su vez del marcointegrativo).

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    Toda la dinmica antes expuesta se basa en un ejercicio clave departe de las lites partidarias: identificar y validar las operaciones deliderazgo que necesitan ser integradas. En el caso visto anteriormente ellono era necesario, pues se trataba de operaciones de liderazgo en colisin.Sin embargo, fue el escenario electoral municipal de 2008 el demostr, enparticular, las falencias en este ejercicio integrativo.

    Hasta la eleccin municipal del 2000, el alcalde electo correspondaal candidato a concejal ms votado y que perteneciera a una lista que hu-biese alcanzado al menos el 30% de los votos. Este mecanismo fortalecatanto el rol de los partidos como de los pactos electorales, pues implicabaprivilegiar a un candidato dentro de la lista de concejales (Izquierdo, Mo-rales y Poveda, 2009). Fortaleca tambin la colaboracin entre partidos ycandidatos en pos de capturar mayor inters electoral. La mejor compren-sin de este aspecto explica la mayor eficacia electoral del pacto de dere-cha por sobre la Concertacin que en algunas comunas se present divididaen dos pactos favoreciendo al candidato del pacto de derecha (Ibid: 237).

    El modelo implementado para las elecciones de 2004 (Ley 19.704)separ las elecciones de alcalde y concejales, permitiendo la eleccin destos mediante la mayora relativa. Esto complejiz la colaboracin entrelos partidos, pero adems fortaleci la capacidad electoral de los liderazgoslocales, que vieron en la corroboracin electoral directa un mecanismo devalidacin que no estaba asegurado al interior de los partidos. Los resulta-dos de la eleccin de 2008 no slo demostraron que el sistema electoralmunicipal es altamente competitivo y dinmico, sino tambin su contribu-cin a la renovacin de lites (Bunker y Navia, 2009) por medio de lacorroboracin de las operaciones de liderazgo locales, a diferencia del sis-tema electoral que rige a los parlamentarios (Garrido, 2009).

    En el caso de las elecciones municipales de 2008, las negociacinde los candidatos a alcaldes haba dejado bastantes heridos a nivel local.La inminencia de la desagregacin de diversos liderazgos locales, no privi-legiados con la nominacin, articul un fuerte discurso anti eltico a nivelde las operaciones locales que se vieron en la disyuntiva, y la posibilidad,de corroborar su liderazgo en el terreno electoral. Las lites partidarias,que haban fallado en dimensionar el grado de maduracin de estas opera-ciones de liderazgo locales y de normativizar sus acciones, apostaron pornormativizar al electorado poniendo a los descolgados como productosde intereses particulares, que ya no representaban la imagen de los conglo-merados. Se busc tambin ampliar los elencos electorales por medio de lapresentacin de dos listas, en el caso de la Concertacin, pero ello no mer-m la fuerza de las operaciones de liderazgo locales que se hicieron convarios triunfos significativos.

    Las alcaldas de Limache, Calama, Copiap, Chimbarongo,Punitaqui, Combarbal, Victoria y Guaitecas fueron ganadas por liderazgoslocales vinculados al PRI. Antofagasta, Lota, Punta Arenas, San Pedro deLa Paz, Los Lagos, Canela, Illapel, Vallenar, San Esteban, Llanquihue y

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    Andacollo fueron ganadas por candidatos independientes descolgadosde sus partidos. Del mismo modo, 4 capitales regionales quedaron en ma-nos de independientes: Arica, Sankan Ex PPD; Antofagasta: Marcela Hernando,Ex PPD; Copiap: Cicardini; Ex PS; Punta Arenas: Mimica, Ex DC.

    Esta proliferacin de triunfos demostr no slo la eficiencia de laoperacin de stos liderazgos, pues puso en evidencia tambin los efectosde su desagregacin en la capacidad operatoria de los partidos. Corrobor,por un lado, la validez de la operacin local de los liderazgos, que podasustentarse independientemente del partido a pesar de que en algunos casoshaban perdido elecciones internas; y materializ electoralmente; por otrolado, la falla integrativa de las lites partidarias. Las palabras de MarcelaHernando, al ganar la alcalda de Antofagasta son sintomticas de este as-pecto: Llamo a la gente a cambiar la poltica. La esclavitud est desterraday las personas ya no le pertenecen a nadie, menos a los partidos4 .

    La articulacin de los recursos que haban permitido a estas opera-ciones de liderazgo ser exitosas no provenan, por cierto, del mero usolocal del carisma. La reciente vinculacin partidista de la que se estabandespojando les haba otorgado visibilidad pblica y otros recursos que ha-ban permitido que la operacin de sus liderazgos articulase un inters so-cial local. Por ejemplo, Marcela Hernando, que gan la alcalda deAntofagasta con un 51,4% de los votos, haba sido intendenta regional has-ta que una disputa con la ministra en campaa por el terremoto de Tocopillala llev a renunciar al cargo. Luego renunci al PPD por sentir escaso apo-yo en dicha disputa. Apoyada por los tambin descolgados diputado Pe-dro Araya (ex DC- PRI) y el senador Carlos Cantero (ex RN), se convirtien la amenaza ms fuerte para la Concertacin, que llev como candidatoal concejal DC Gonzalo Dantagnan. Otro caso es el de Waldo Sankn, al-calde subrogante de Arica, elegido por el concejo municipal luego de queel alcalde Carlos Valarce (RN) fuera inhabilitado por fraude al fisco. En esemomento Sankn era concejal PPD, pero renunci al partido luego que seprivilegiara como candidato al PRSD Patricio Zapata.

    En Copiap, Maglio Cicardini (ex PS) gan el municipio a MarcosLpez (PS), quien ejerca el cargo desde 1996. Cicardini, que era presiden-te del PS local, fue destituido luego que se consideraron injuriosas sus de-claraciones acerca de que el gobierno de Bachelet era lejano a la gente ydescalific al gabinete de la entonces intendenta. La disidencia del PScuestion la destitucin aduciendo que el verdadero motivo (de la destitu-cin) es que esta direccin regional no comparte la lnea oficial que hanintentado imponer el presidente del partido, Camilo Escalona, y el secreta-rio general, Marcelo Schilling, en sucesivas visitas a la regin () Amboshan tratado de intervenir antes, han proclamado candidatos a alcalde y asenador en circunstancias que eso constituye una falta grave a lainstitucionalidad partidaria. Estamos ante una absoluta falta de respeto delpresidente del partido y del secretario general a la propia institucionalidadpartidaria5 Luego de su destitucin, Cicardini renunci a su militancia yfue candidato del PRI, lo cual implic la prdida del municipio para el PS.

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    En Punta Arenas, Vladimiro Mimica (ex DC y conocido locutor ra-dial), fue electo con el 54,56%. El candidato independiente derrot al al-calde en ejercicio de la Democracia Cristiana. En este caso, el enfrenta-miento electoral tena tambin que ver con rencillas ms personales entreste y el senador Ex RN Carlos Bianchi: Morano y Bianchi eran amigos,pero eso es historia vieja. Las cosas cambiaron el 2000, cuando Bianchi,convencido por Morano, postul a concejal el 2000 y se sinti utilizadocuando este ltimo termin en la alcalda. El 2004 intent vencerlo, pero elDC le gan por tres puntos. Ahora, Mimica se alza como su carta al muni-cipio, con una postulacin como independiente6 . Mimica fue militantesocialista hasta 1986, y luego se vincul con el sector DC de los colorines,alejndose de la DC luego de la expulsin de Zaldvar.

    Estos casos son significativos por ser quienes se impusieron en ca-pitales regionales. Hay ms casos por cierto, como el de Gastn Saavedra,quien luego de 12 aos como concejal en la comuna de Talcahuano, sedescolg del PS apoyado por el ahora ex PS y senador Alejandro Navarro(Movimiento Amplio Social, MAS), logrando quedarse con la alcalda. O,como Carolina Plaza en Huechuraba, quin logr reelegirse por fuera de suex partido, la UDI. O como la esposa del ex DC Pedro Velsquez que tam-bin levant una candidatura (sin xito) en Coquimbo.

    En casi todos los casos, los candidatos descolgados fueron empla-zados por privilegiar proyectos individuales. Estos respondieron desde unrecurso de validacin biogrfica de sus acciones como sustento de un dis-curso anti-eltico. Como sostuvo Marcela Hernando respecto de su aleja-miento de la Concertacin, una vez nos uni un propsito que tena quever con mejorar la calidad de vida y mejorar este mundo. Pero en algnmomento, la Concertacin se fue llenando de operadores polticos, y noslo la Concertacin sino que tambin todos los partidos polticos, y esascpulas empezaron a decidir todas las cosas. Y en ese momento, cuandodejaron de escuchar la voz de la ciudadana y no escuchaban lo que yodeca, decid apartarme, porque quera seguir fiel a ese propsito de mejo-rar el mundo en el que vivimos7 .

    El vnculo del liderazgo local con el partido y con su cpula quedroto, en virtud de la no integracin de las lites partidarias: aos esperandoen la segunda fila, acatando las rdenes, sin perspectivas de ser incluidosen las decisiones relevantes o con la certeza de que su posicin dentro deellas haba desmejorado (Carolina Plaza). La negacin eltica de su corro-boracin puso en riesgo la sustentabilidad de las operaciones de las queeran cabeza. Esto los llev a ir contra la normatividad habitual que implica-ba la permanencia en el esquema colaborativo que no les consideraba comoreceptores legtimos de esa colaboracin; a afectar electoralmente a parti-dos y coaliciones en las que haban estado militando durante aos, rompercon la identidad adscrita que implicaba la militancia, desagregar del parti-do la operacin social que los reconoca como jefes.

    Al final del da, stas operaciones de liderazgo lograron corroborarse

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    exitosamente en el campo electoral. Logrado este objetivo bsico para lavigencia del liderazgo han ganado tambin su re inclusin en otros trmi-nos. En el caso de Hernando, sta ha acompaado a miembros de la mesaDC a seminarios, particip en la Junta Nacional de enero de 2001 en cali-dad de simpatizante y es probable el apoyo de dicho partido a su reeleccincomo alcaldesa. Carolina Plaza, firm como militante de RN, partido queapoyara su reeleccin. Por su parte, Waldo Sankn anunci su vuelta alPPD en un plazo an no determinado, una vez que se oficialice un marco deprimarias para dirimir disputas electorales. Caso similar al de Cicardini,quien no descart volver al PS ante la solicitud del captulo regional de quevolviera a la tienda poltica8 .

    Este proceso de reagregacin de los liderazgos locales tiene muchoque ver, al igual que su anterior desagregacin, con la necesidad de recur-sos para su corroboracin electoral. Tanto los partidos siguen representan-do esa produccin/distribucin de recursos, como el sistema electoral lesfortalece en ese rol. El espacio puesto en evidencia por los triunfos elec-torales de los candidatos descolgados ha impulsado mltiples iniciativaslegales que buscan cerrar la brecha y fortalecer a los partidos9 , las que hantenido distinto fin . Pero no son los partidos, en tanto asociacin colaborativade operaciones de liderazgo, lo que entra en crisis; sino la negacin delacceso a nuevas operaciones por parte de lites partidarias que han visto,en estas iniciativas legales y en el discurso pro-partidos, un mecanismopara validar legalmente su captura orgnica.

    Dicho de otra forma, la crisis de los partidos parece slo estar aco-tada a la prctica de lites poco integrativas. Sin duda, el fortalecimiento delos partidos en este contexto no tiene otro producto que el fortalecimientode las actuales lites partidarias. Como sealan Katz y Mair, si bien inicia-tivas como el financiamiento pblico de los partidos puede permitir a stossuperar la baja de afiliados, mediante la obtencin de recursos financierospblicos (ascenso del partido en las instituciones pblicas), ello puedeproducir la acusacin de tener ms privilegios (Katz y Mair, 2007: 125),sumando a una baja an ms pronunciada de su legitimidad, la percepcinde usurpacin poltica por parte de las lites partidarias y configurando laimagen de una dominacin no legtima, en trminos weberianos.

    La desagregacin del liderazgo potencial

    Visibilidad e incidencia son dos variables que permiten diferenciarlas operaciones de liderazgo y, a su vez, identificar las cabezas de dichasoperaciones (Vergara, 2011). En el caso de Enrquez-Ominami, un perso-naje meditico desde antes de dedicarse a la poltica, la seal de conjun-cin de estas variables la da su presidencializacin efectiva, la cual funcio-na como una corroboracin simblica de su liderazgo y permite la persis-tencia de las dos variables anteriormente mencionadas (Ibid). Un claro in-dicador de esto es su inclusin en el listado de personajes polticos medi-dos por la encuesta del Centro de Estudios Pblicos, que lo integra por

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    primera vez en su aplicacin de mayo-junio de 2009, producto, justamente,de su presidencializacin efectiva ms que de su condicin de diputado queostentaba desde 2006.

    La referencia a la encuesta CEP es importante pues constituye unasuerte de barmetro que va potenciando la idea de la presidencializacinde Enrquez-Ominami a medida que va mostrando los bajos nmeros devaloracin positiva que mostraban los otros liderazgos socialistas. Enten-didas como un factor de corroboracin de las operaciones de liderazgo, lasmediciones en las encuestas no perfilaban bien a ninguna de las cartas so-cialistas en la antesala de la nominacin del candidato de la Concertacinpara eleccin presidencial del 2009. Sin la corroboracin adecuada, ningu-no de los liderazgos socialistas despertaba el inters social necesario paraarticular una operacin exitosa. Es ms, las cartas con mayor inters social(Jos Miguel Insulza y Ricardo Lagos) dudaban en lanzarse en un carreraelectoral que podan perder. En particular la debilidad electoral de Insulzaera prevista por los mismos personeros que operaban su candidatura. Comosealaba el entonces senador socialista Carlos Ominami: Qu pasa sidespus de nominarlo a Insulza aparece en la encuesta del CEP o en otrasmarcando un 4%10 . A su vez, surgan voces que culpaban a la mesa deempearse en esta opcin. Dentro de estas voces se encontrabanEnrquez-Ominami, Arrate y Navarro, quienes finalmente optaran pordesagregar sus operaciones del partido y emprender carreras presiden-ciales propias.

    Tanto Navarro como Enrquez-Ominami lograron articular opera-ciones de liderazgo que desagregaron del PS, mientras Arrate se pleg alpacto Junto Podemos encabezado por el Partido Comunista. Navarro anun-ci su candidatura presidencial al da despus que los resultados municipa-les de 2008 dieron como victoriosos a 5 de los 8 candidatos descolgadosque haba apoyado, desagregando su tendencia (MAS) del PS. Sin embar-go, su dbil performance en las encuestas posteriores, en las que no lograbams del 1% de intencin de voto, llevaron a que su candidatura fuese baja-da desde la misma Comisin Poltica del MAS para favorecer a Enrquez-Ominami. Segn la declaraciones del jefe poltico de la campaa deEnrquez-Ominami, Max Marambio, la candidatura de Navarro, tambinhaba sido debilitada internamente: hace mucho tiempo tenemos contac-tos territoriales con gente del MAS que adhiere a la candidatura de Marcoy que participa en nuestros comandos en regiones. Esto sera la conforma-cin de una situacin que ya se da en la prctica 11 .

    El liderazgo de Enrquez Ominami no slo articul un operacin demayor envergadura con la adhesin del MAS, el Partido Humanista y otrasagrupaciones polticas pequeas; articul tambin un fuerte discurso antieltico sumado a un discurso biogrfico como forma de diferenciacin res-pecto de los otros candidatos12 . La convocatoria de estos contenidos se viocorroborada por un alza en los nmeros de adhesin o de valoracin posi-tiva de la encuestas que lo llev incluso al empate tcnico con el candidatode la Concertacin (Osorio y Schuster, 2010: 105).

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    Su diferencia con Navarro, en este aspecto, ilustra de manera clarael rol de la corroboracin del liderazgo en relacin con su validez. Parte deesta capacidad de corroboracin proviene de la visibilidad del candidato:Enrquez-Ominami es uno de los polticos ms conocidos en 2009, inician-do con un 84% de conocimiento y terminando el ao con un 96% de cono-cimiento. Navarro en cambio, obtiene 60% de conocimiento en la primeramedicin CEP de 2009 y 65% en la medicin de Octubre de 200913 . Elmayor conocimiento de un liderazgo proviene de su mayor visibilidad, locual es evidente virtud de los recursos articulados en su operacin (Vergara,2011). El uso de estos hechos de corroboracin fueron volcados en el argu-mento de la competitividad de Enrquez Ominami respecto de Frei, can-didato de la Concertacin. Tras la eleccin, a pesar de perder en toda sulnea parlamentaria, la obtencin de un 20,1% en la eleccin presidencial levali una corroboracin nica desde el punto de vista de su liderazgo. Esprobable que la posibilidad cierta de que su operacin fuera reagregadaa la Concertacin14 motiv la ambigedad respecto a su posicin en lasegunda vuelta electoral, lo que fue premiado con un desfile de agrade-cidos adherentes de derecha fuera de su casa , el da en que ganaron lapresidencia .

    El discurso anti-eltico de Enrquez-Ominami, expresado antes ydespus de su campaa presidencial, no slo coincide con el nimo expre-sado en las desagregaciones anteriormente vistas. En este caso, es tantoresultado de la falla integrativa de la lites partidarias, como una forma dearticular y normativizar la base de su operacin de liderazgo. A diferenciade los otros dos casos vistos, la operacin de liderazgo encabezada porEnrquez-Ominami no funciona, en cuanto tal, como una simpledesagregacin, a su vez agrega nuevos elementos que no estaba vinculadosa los partidos anteriores. La desagregacin de Navarro y 135 militantes delPartido Socialista es agregada a la operacin de Enrquez-Ominami el 2009.Lo mismo pasar con otros grupos que sern agregados posteriormente enel proceso de formacin Partido Progresista (PRO).

    En Enrquez-Ominami, el discurso anti eltico es menos una reac-cin y ms un soporte. En este sentido, sus constantes crticas a las litespartidarias de la Concertacin evocan la propuesta de un reemplazo eltico,en el sentido expresado tanto por Pareto como por Mosca. A pesar de suvinculacin familiar con distintas lites partidarias (Navia, 2009; Osorio ySchuster, 2010), Enrquez Ominami ha sustentado un discurso en el quecaracteriza a las lites partidarias como desgastadas y carentes de capaci-dad de integracin. Si bien este discurso slo fue atractivo para electoresque sumaban las caractersticas de mayor educacin y lejana con los parti-dos tradicionales (Luna y Zechmeister, 2010), fue coincidente con una de-manda social general de cambio y renovacin, e incluso, con un senti-miento anti-partido (o anti-elite poltica tradicional (Ibid: 227).

    El eje de este discurso, que ha sido la crtica a la clausura de lacompetencia , ha tenido vigencia tanto en el desarrollo de su campaa comoen su oposicin a ley antidscolos presentada dirigentes polticos trans-

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    versales y cuyo veto presidencial, esperado por Enrquez-Ominami, le re-sult insuficiente15 . De hecho el intento, por parte de lites partidarias, decerrar espacios e incentivos a la desagregaciones de operaciones deliderazgo, pueden haber logrado contener (o re normativizar) el escenariointerno, pero las desagregaciones ocurridas siguen funcionando y han lo-grado desmotivar las prcticas no integrativas de las lites partidarias.

    A modo de conclusin

    La crtica a la falta de capacidad integrativa de las lites partidariasexpresadas, entre otros, en los casos aqu considerados, ha tenido efectosen el panorama poltico chileno y en la prctica de sus actores. Uno deestos efectos es el desplazamiento de algunas lites partidarias y el fortale-cimiento de nuevas operaciones de liderazgo al interior de los partidos.Otro de los efectos es la desagregacin de operaciones de liderazgo, deorden nacional lo que las ha instalado como operaciones relevantes en losescenarios futuros.

    Un ejemplo del primer tipo de efectos los constituye la eleccin delconsejo nacional de la DC en 2011, donde 13 de sus 18 consejeros integranesta instancia por primera vez, dejando fuera a algunos de los dirigenteshabituales. Estos debutantes corresponden a concejales y dirigentes socia-les que antes conseguan los votos territoriales para los dirigentes naciona-les y que en esta oportunidad consiguieron los votos para s mismos, de ahque su integracin al Concejo Nacional fue catalogada como la rebelinde los sargentos. Esta integracin de operadores (de ah lo de sargentos)al Concejo Nacional DC fue expresada como una crtica prctica a la litepartidaria, y aun cuando se considere que fue digitada por un sector (losprncipes), lo concreto es que no fue articulada por las elites dominanteshasta la desagregacin colorina (chascones, colorines o guatones). Elloexplica la articulacin de discursos de renovacin eltica sostenido por unode los prncipes: Estamos en presencia de la muerte de los lotes y de losgrupos de poder: la rebelin de los sargentos es un tiraje a la chimenea16 .

    El hecho de que esta rebelin se trata mas bien una integracinpactada, da cuenta tanto del despliegue de capacidad integrativa por partede nuevas lites partidarias y la consideracin de estar viviendo una reno-vacin eltica, es decir, del grupo conductor. Como sealaba Fuad Chahn:Los antiguos lotes y sectores que operaban para s mismos se acabaron ydieron paso a nuevos liderazgos17 . Es sintomtico, del primer efecto sea-lado, la mayor cabida de productores electorales por sobre administra-dores electorales, pues dice mucho respecto al cambio en la conduccinde los partidos.

    Un ejemplo del segundo tipo de efectos, referido a la desagregacinde operaciones de liderazgos de corte nacional lo constituyen tanto AdolfoZaldvar como Enrquez-Ominami. La comparacin entre estos casos evi-dencia tambin las diferencias en el uso del discurso anti eltico. Ambos

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    han soportado argumentalmente sus desagregaciones en la critica a las litespartidarias, acotada a la Democracia Cristiana, en el caso de Zaldvar, yampliada al conjunto de las cpulas partidistas en el caso de Enrquez-Ominami. Sin embargo el uso del discurso y los movimientos tcticos sonradicalmente diferentes.

    Adolfo Zaldvar ha negociado su operacin hacia la derecha,desincentivando cualquier acercamiento de sus colaboradores hacia laConcertacin, como lo demuestran la expulsin de Mulet, la desautoriza-cin a Araya y su venia a un acuerdo municipal con la Coalicin por elCambio. No slo busc ser integrado en cargos gubernamentales, comoBancoEstado; ha negociado el ingreso de sus adherentes a estos cargos y haaceptado alejarse formalmente de la conduccin de su operacin como unasuerte de seal de su disponibilidad18 .

    Enrquez-Ominami, en cambio, slo ha buscado acercamientos conel gobierno para evitar la aprobacin de la ley antidscolos. En lo querespecta a la Concertacin ha mantenido un discurso anti eltico, ms queanti partido, en la perspectiva de ampliar no su margen de negociacin sinoel margen de agregacin hacia su liderazgo. An cuando ha mantenido re-uniones con partidos de la Concertacin, no se ha despojado de su crtica ala lites partidarias: La cpula sigue en la lgica patrimonial de adminis-trar el 30% y no est por alcanzar un consenso con las fuerzas progresistas.No obstante, s que en la base concertacionista coinciden con mi plantea-miento y tengo claro que llegaremos a un acuerdo con o sin la vena de laelite19 . En el caso de Enrquez-Ominami, es expresa su intencin por con-solidar su liderazgo a largo plazo. El caso de Zaldvar parece explicarsemejor como un intento por fortalecer un elemento de negociacin.

    Como podemos ver, los efectos de la crisis de las lites partidariashan producido cambios en el esquema integrativo. Pero ello no denota ne-cesariamente una mayor colaboracin entre operaciones de liderazgo. Eneste sentido, al demanda poltica expresada en las distintas situaciones dedesegregacin aqu descritas, no puede darse por absolutamente resuelta.

    La clausura decisional de los partidos, el cierre cada vez ms per-manente de la composicin de las lites partidarias, pauperiz la participa-cin poltica. Esto no slo ha desconectado el sistema de partidos de laciudadana, sino que tambin coincide con el debilitamiento de la movili-zacin electoral en base a corrientes programticas amplias, y con la con-solidacin progresiva de liderazgos personalistas (Luna y Zechmeister,2010: xxviii).

    Si las desagregaciones producidas en el periodo pre 73, motivaronla adopcin de nuevas formas de partidos, vale decir, de nuevas formas decolaboracin entre operaciones de liderazgo; la realidad actual no parecie-ra proponer nuevas formas de partidos, lo que implica que no hay uncuestionamiento o, no se tienen en carpeta, nuevas formas de colaboracin.La tendencia a ser menos partidarios puede abrir oportunidades, como

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    sealan Luna y Zechmeister (2010), a movimientos anti polticos, lo queimplica el despliegue de una mayor no colaboracin.

    Como sealamos anteriormente, el suceso de desagregacin es tan-to un producto directo de esta falla en la capacidad de norma y coaccin delas lites partidarias, como de su displicencia en la labor integrativa de lasoperaciones de liderazgo ajenas a ella y, por tanto, de un dficit de colabo-racin. Este aspecto, central, no ha sido contenido en las nuevas normaslegales que buscan fortalecer a los partidos. Como tendencia, este aspectotampoco ha sido relevado en los discursos de las nuevas operaciones elticas,o todava no logra materializarse como reflexin. Sin embargo, la reflexinsobre la colaboracin poltica es vital para un sociedad que parece encon-trar insuficientes las formas de colaboracin poltica vigentes (partidos).

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    Notas1 Siguiendo el argumento weberiano acerca de la legitimidad de la dominacin, la posibili-dad de una dominacin no legtima slo cabe a aquella carente de aceptacin y legalidad.Para Abelln, en el texto de Weber esto slo cabe en un caso de usurpacin del poder legti-mo, es decir, en el caso en que un tipo de poder que se organiza contra un poder legtimo() contra un poder ya institucionalizado, establecido () estaramos ante un tipo depoder no incluido en la tipologa de poder institucionalizado, y en esa forma nueva, distin-ta, la estructura sera distinta, en el sentido de que se estara construyendo un tipo de poderprocedente desde abajo (Abelln, 2004: 59). Para Abelln, este caso se tratara de unadominacin carismtica, pero con una interpretacin antiautoritaria del carisma, es decir,que lo que vara es la presentacin del gobernante ante los gobernados (Ibid.: 59). Peroesto no se condice con el contenido del apartado de Economa y Sociedad. Ramos Torrecoincide con al nocin de usurpacin para el caso de la posibilidad de existencia de unadominacin no legtima (Ramos Torre, 2001).

    2 Ver Extracto del Alegato del Senador Adolfo Zaldvar ante el Tribunal Supremo http://democratascristianosantofagasta.blogspot.com/2007/12/extracto-alegato-del-senador-adolfo.html

    3 Sobre este tema revisar los siguientes artculos de prensa: Directiva DC pide la expulsinde Zaldvar. Diario El Mercurio, 27 de Noviembre de 2007; Partido Regionalista ofrececupos a Zaldvar y diputados colorines. Diario El Mercurio, 28 de Noviembre de 2007; Eltriunfo del PRI que complic a Alvear. El Mercurio, 27 de Octubre de 2008; AdolfoZaldvar esboza su futura candidatura presidencial. Diario El Mercurio, 02 de Noviembrede 2008; PRI deja en libertad de conciencia a sus militantes en medio de incidentes.Diario La Tercera, 31 de Diciembre de 2009; PRI expulsa a Mulet por apoyo pblico a Freien segunda vuelta. Diario El Mercurio, 04 de Abril de 2010; Candidatos del PRI denun-cian persecucin por apoyar a MEO. El Mostrador, 12 de Diciembre de 2009; El gobiernoest sitiado por la izquierda, falta sentido de autoridad. Diario La Tercera, 3 de Julio de2011; Sucesor de Adolfo en el PRI. Diario El Mercurio, 05 de Julio de 2010; Zaldvar yHinzpeter afinan ingreso del PRI a cargos de Gobierno. Diario El Mercurio 22 de Junio de2010; Adolfo Zaldvar viaja a Santiago en medio de acercamientos PRI-DC. El Mercurio,21 de Abril de 2011; Dirigentes del PRI recalcan que no son oposicin y desautorizan adiputado Araya. El Mostrador, 14 de Mayo de 2011; Adolfo Zaldvar retoma rol polticoen Santiago con crticas a la DC. Diario La Tercera, 23 de Abril de 2011; y Alianza abrenegociacin con PRI por acuerdo municipal. Diario La Tercera, 01 de Julio de 2011.

    4 Ver Marcela Hernando, Alcaldesa electa de Antofagasta. Diario El Mercurio 27 de Oc-tubre de 2008.

    5 Ver, Escalona y disidencia PS en franca guerra por la destitucin de presidente regional.Diario El Mercurio, 30 de Octubre de 2007.

    6 Emol.com. Especial: elecciones municipales 2008

    7 Ver Diario Electrnico El Nortero. Marcela Hernando: No ser Alcaldesa de laConcertacin. http://www.elnortero.cl/admin/render/noticia/17508

    8 Sobre estos casos ver los siguientes artculos de prensa: Alcaldesa de Antofagasta seacerca a la DC. Diario La Segunda, 14 de Abril de 2011; Batatazo de Carolina Plaza: se

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    cambia a RN. Diario Las Ultimas Noticias, 29 de Octubre de 2010; Alcalde Sankn anun-ci regreso al PPD. Diario La Estrella de Arica, 13 de Junio de 2010; y Alcalde Cicardinino descarta volver al Partido Socialista. Diario Chaarcillo. 03 de Mayo de 2011.9 El gobierno de Bachelet promovi normativas como las rdenes de partido, la uniformi-dad de las estructuras de los partidos, la descentralizacin orgnica, votaciones internas,etc. Algunos elementos, como las primarias internas, ya se encontraban en el Boletn 4716-07 del Senado de la Repblica de12 de Diciembre de 2006 que deviene en la ley 20.414Reforma Constitucional en Materia de Transparencia, Modernizacin del Estado y Cali-dad de la Poltica. Publicada en el Diario Oficial el 04 de Enero de 2010.

    10 Ver, Insulza juega su ltimo as para neutralizar a Lagos. Diario El Mercurio 26 deOctubre de 2008.

    11 Ver, Navarro baja candidatura a factor de Enrquez Ominami tras perder respaldo de supropio partido. Diario La Tercera, 23 de Septiembre de 2009.

    12 Ver, Enrquez: Por mis venas corre sangre radical. Diario La Tercera 02 de Agosto de2009; La accidentada historia detrs de la hermana de Enrquez. Diario La Tercera, 07 deAgosto de 2009; Enrquez-Ominami se apropia de circuito bohemio del bacheletismo.Diario La Tercera, 05 de Septiembre de 2009; Ominami: Ni Piera ni Frei salieron expul-sados de Chile a los tres meses de vida. Diario La Tercera, 17 de Septiembre de 2009;Doggenweiler irrumpe en campaa con velada crtica a candidato DC. Diario La Tercera,23 de Septiembre de 2009; Voto biogrfico Cristbal Bellolio. El Mostrador, 24 de No-viembre de 2009, etc.

    13 Ver, CEP. Estudio Nacional de Opinin Publica N 30. Tercera Serie. Mayo-Junio 2009 yCEP. Estudio Nacional de Opinin Publica N 32. Tercera Serie. Octubre 2009.

    14 En este sentido son significativas las palabras de una fuente PS en un artculo de CIPER:Nosotros conocemos a los operadores polticos que hicieron la campaa de MEO en terre-no, porque la mayora son ex socialistas o ex PPD. Con ellos hicimos todas las campaaspresidenciales, parlamentarias y municipales de los ltimos 20 aos. Tenemos sus telfonosgrabados en el celular, en la agenda, y eso no lo tienen ni Frei ni Carvajal ni Lagos Weber nilos de Ocanos Azules. As que cuando Aleuy identifique los lugares, nosotros tenemos queir a convencerlos. La dificultad es que ellos eran cabos y sargentos en las campaas de laConcertacin y ahora fueron coroneles y generales de MEO. Ellos se fueron precisamenteporque ac no haba tiraje. No podemos ofrecerles que vuelvan a ser cabos -asegura unintegrante de la Comisin Poltica del PS. El artculo aduce: La apuesta incluye ofrecerlesayuda para que concreten sus proyectos locales si efectivamente se pone en marcha el refe-rente poltico que pretende organizar Enrquez Ominami. Tomando en cuenta que no tienenbancada parlamentaria ni fuerzas en los municipios, se les ofrecera el apoyo de parlamen-tarios, alcaldes, concejales y consejeros regionales del oficialismo. Frei y su caceracontrarreloj de los votos perdidos. CIPER. 18 de Diciembre de 2009

    15 Como seal a La Tercera: El objetivo central del veto era cambiar una disposicin queafectaba a los partidos en formacin y que afectaba directamente al referente que encabezael ex presidenciable Marco Enrquez- Ominami, el PRO () Enrquez-Ominami critic algobierno por no objetar todo su contenido: Esta ley es completamente indecente y el vetoenviado hoy est a la misma altura. Veto a ley antidscolos incluye norma para favore-cer el fichaje de independientes. Diario La Tercera, 20 de Mayo de 2011.

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    16 La rebelin de los sargentos que cambi el mapa poltico en la DC. Diario El Mercurio,16 de Enero de 2011.

    17 El Mercurio seala un almuerzo en la casa de Ignacio Walker el 12 de septiembre de 2010en el que, con la asistencia de Faud Chahn, y al presencia de varios dirigentes sociales yoperadores polticos. Todos pertenecientes al sector de los ex colorines () que apoyaronla candidatura de Walker organizados por Chahn, se sell la alianza extraoficial para quelos ex colorines pudiera acceder a una mayor representacin y, a cambio, apoyaran a lamesa de Walker. La rebelin de los sargentos que cambi el mapa poltico en la DC.Diario El Mercurio, 16 de Enero de 2011. Cabe notar que Chahn es uno de los gestores delacercamiento de Marcela Hernando (descolgada ex PPD) a la DC. Ver Alcaldesa deAntofagasta se acerca a la DC. Diario La Segunda, 14 de Abril de 2011.

    18 Resulta curiosa, en este punto, la solucin planteada por un disidente a la presidenciade Carlos Larran en diciembre de 2009: La tarea de sacarlo de la presidencia no serfcil, admite un disidente tan seguro de que Piera llegar a La Moneda, que aade quepara sacrnoslo de encima, vamos a tener que mandarlo de embajador a alguna parte. (Elpierismo va por la cabeza de Carlos Larran. El Mostrador, 18 de Diciembre de 2009).Segn El Mercurio, en marzo de 2010 Zaldvar haba declinado asumir la embajada deLima o de Buenos Aires argumentando que prefera quedarse en Chile para apoyar la con-solidacin de su partido tras los resultados electorales de las ltimas elecciones(Ver, AdolfoZaldvar cambia de opinin y se muestra interesado en presidencia del BancoEstado, Dia-rio El Mercurio, 18 de Marzo de 2010). La Tercera suma Mxico y Alemania como embaja-das tambin ofrecidas y ratifica la negativa a alejarse de Chile por el PRI (Ver, Adnde seir Adolfo Zaldvar. Diario La Tercera, 21 de Marzo de 2010). En lo concreto, al aceptar laembajada en Argentina, Zaldvar acept salir de la escena nacional por el tiempo que duresu representacin.

    19 Ver, Este no es mi momento. Diario La Tercera, 24 de Abril de 2011.

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    Recibido: 07.12.2010 Aceptado: 23.11.2011