la dama de las nievesAlba Esparza

Para aquellos corazones que saben volar.

Cuenta la leyenda, que entre los picos más altos de Japón,

donde la nieve cubre todo lo que la vista alcanza,

donde el invierno yace inmutable como el hielo en las aguas de sus lagos,

vaga sin rumbo una doncella.

Cabellos negros como la noche,

tan largos que llegan a rozar la nieve

por la que camina, despacio,

sin dejar huella alguna.

Una piel tan blanca que podría confundirse con la nieve, casi traslúcida.

Rostro cual mármol pulido, enmarca unos labios rojos, oscuros como la misma sangre.

Belleza aterradora.

Ojos como diamantes afilados, vacíos de expresión

pero cargados con el eco un odio ancestral.

Una mirada capaz de paralizar al hombre más despiadado.

Ella es la Dama de las Nieves.

Los más ancianos dicen que la Dama de las Nieves

fue en su día una joven que, abandonada por su amado,

murió congelada en la nieve, convirtiéndose así

en un espíritu errante y colmado de tristeza.

Desde entonces, para saciar su desconsuelo va en busca de excursionistas

extraviados, que, como hipnotizados, la siguen hasta el refugio más cercano

Extasiados con su belleza inhumana,

todos se rinden a su voluntad

Y con su aliento de hielo,

ella absorbe sus almas hasta congelar su corazón,

En un primer y último beso de muerte.

Por eso dicen que las más grandes nevadas son el llanto de la Dama blanca, que

llora su muerte y desconsuelo sobre la vida de los mortales.