LA CULTURA POPULAR •• problematica Y Iincas de...

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LA CULTURA POPULAR •• problematica Y Iincas de invcstigacion. Gilberto Gimcnez Antes de entrar en materia, iquiza convenga ad- vertir que ya no podemos seguir hahlando de **cultura popular" con la misma seguridad y desenvoltura con que lo haciamos s6k> hace algunog anos, en plena euforia de las ciencias socialef en Mexico. En estos tiempos de crisis del marxismo y de crisis general de Us ciencias sociales, se ha venido cuestionando muy fuertemente, desde posiciones muy diversas, el concepto misnio de "lo popular", la validez del sintagma "cultura popular" y, finalmente, el tipo de contrf^osici6n que suele pos- tularse entre cultura popular y cultura dominante o hegem6nica. Este triple cuestionanuento nos obliga a un debate previo que nos permita ganar el derecho de seguir ha- blando en forma suficientemente critica y controlada de "cultura popular", sin exponemos al reproche de practical a este respecto una antropologia ingenua y acritica, toipemente ahogada en las evidencias de la **doxa" y del aentido comOn. No queremos profundizar aquf este debate. S61o queremos dejarlo apuntado. 1.— Comencemos por el concepto de "pueblo" y de "lo popular". El debate a este respecto entre etn61ogos, an- 71

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LA CULTURA POPULAR ••problematica

Y Iincas de invcstigacion.

Gilberto Gimcnez

Antes de entrar en materia, iquiza convenga ad-vertir que ya no podemos seguir hahlando de **culturapopular" con la misma seguridad y desenvoltura con quelo haciamos s6k> hace algunog anos, en plena euforiade las ciencias socialef en Mexico. En estos tiempos decrisis del marxismo y de crisis general de Us cienciassociales, se ha venido cuestionando muy fuertemente,desde posiciones muy diversas, el concepto misnio de"lo popular", la validez del sintagma "cultura popular"y, finalmente, el tipo de contrf^osici6n que suele pos-tularse entre cultura popular y cultura dominante ohegem6nica.

Este triple cuestionanuento nos obliga a un debateprevio que nos permita ganar el derecho de seguir ha-blando en forma suficientemente critica y controladade "cultura popular", sin exponemos al reproche depractical a este respecto una antropologia ingenua yacritica, toipemente ahogada en las evidencias de la**doxa" y del aentido comOn.

No queremos profundizar aquf este debate. S61oqueremos dejarlo apuntado.1.— Comencemos por el concepto de "pueblo" y de "lopopular". El debate a este respecto entre etn61ogos, an-

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trop61ogos, soci6logos y hasta filosofos no es nuevo nireciente^. Ya el viejo Van Gennep decfa que se trata dedos t^rminos muy peligrosos para la ciencia, porque con-tienen "sentidos diferentes asociados entre si medianteconnotaciones recfprocas"^.

Ultimamente Pierre Bourdieu se ha propuesto reac-tualizar y radicaHzar hasta el extremo este mismo ai^-mento, afirmando que "pueblo" y "lo popular" sonconc^tos "de geometria variable", cuyas virtudes polf-ticas y mistiiHcadoras, aun en el discurso que sepretendecientifico,. se explican por el hecho de que "c«la quienpuede, como en un test proyectivo, manipular incons-cientemente su extension para ajuatarla a sus intereses,a susprejuicios oa sus fantasmas sociales"'.

Justamente por eso, porque son nociones fuerte-mente amarradas "a la red de representaciones confu-sas que engendran los sujetos sociales para re^onder alas necesidades del conocimiento ordinario del mundosocial"^, su loglca propia es la de la raz6n mitica.

Finalmente, "las locuciones que comportan el epi-teto miigico de 'popular* se hallan protegidas de todoexamen, por el hecho de que todo aniilisis cn'tico deuna noci6n que se relaciona de cerca o de lejos con el'pueblo' se expone a ser identificado de inmediato co-mo Una agresion contra la realidad designada y, por lotanto, es inmediatamente fustigado por todos aquellosque se sienten en el deber de tomar partido por la causadel 'pueblo', asegurSndose de este modo los beneficiosque tambi^n puede proporcionar, sobre todo en las co-yunturas favorables, la defensa de las 'causas justas'"".

Para Bourdieu, las nociones de "pueblo" y de "lopopular" comportan necesariamente dos efectos negati-vos:

a) Por una parte remiten, en tanto que conceptosdefinibles s6lo relacionalmente, a un polo aristocrati-zante o elitista positivamente valorado, que seri'a la sedede la legitimidad, de la distinci6n y de la norma. Por lo

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tanto, forman parte de las dieotomias mfticas con lasque los grupos dominantes suelen estructurar el mundosocial segun las cat^orfas de lo alto y de lo bajo, de lodistinguido y lo vulgar, en suma, de la cultura y de lanaturaleza.

b) Por otra parte ocultan, bajo una capa ilusoria dehomogeneidad, el polimorfismo, la phiralidad y la enor-me heterogeneidad de los fen6menos deaignados poresost^rminos*.2.— Pasemos ahora al debate sobre el concepto de "cul-tura popular".

En la medida en que este sintagma remite a unamaero-representaci6n de lo social en la que se contrapo-ne lo popular a lo legftimo como lo dominado a lo do-minante, es rechazado por las mo das culturales posmar=^xistas que niegan la pertinencia cienti'fica de los grandesparadigmas de lo social —calificados despectivamentecomo "grands recits"—, afirmando explicita o impUci-tamente que lo social s61o es accefiible al a n ^ i s micro,es decir, a la actitud etnometodologica que se proponeanalizar las formas elementales de sociaLibdad*^. De aquila proliferaci6n actual de investigaciones y estudiossobre la "vida cotidiana" y la "cultura local". Ahorabien, la escala de observaci6n en que se situan estosobjetos de estudio no permiten registrar ningun feno-meno de polarizacion de clases en la vida cultural, sinoque, por el contrario, privilegia lo que es comun y com-partido por los distintos estratos sociales y se centrasobre la interpenetracion o la mixtura de lo que otrosconsideran como lo legi'timo y lo popular, lo dominan-te y lo dominado.

Bajo este punto de vista, la cultura local o culturade la vida cotidiana serla el "aglomerado indigesto" deGraiMsci; una conjunci6n de flujos temporales y de du-raciones desfasadas; una mezcla de elementos provenien-tes de estratificaciones socio-culturales existentes o des-aparecidas.

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"El punto de vista local" —dice Marc"obliga a escapar de la pesadez del hdbitus y de la magiade los aparatos. Admit?'nos que las culturas locales seanuna sedimentacion de formas y de fuerzas contradkto-rias: se estd autorizado a iiivestigar esta contradicciona condicion de negarse por principio a recurrir a oposi-ciones abstractas del tipo iiegem6nieo/doniinado, le-gitimo/popular"*,

Una manera mas sutQ de ncgar la existeneia de lacultura popular es la de ciertos historiadores que afir-man la imposihilidad radical de analizarla y conipren-derla desde la racionalidad propia de la cultura legfti-ma, de la que participa necesarianiente el analista o elhistoriador. Solo sc puede estudiar los gestos que su-primen, prohiben o exeluyen la cultura popular desdela hegenionia y la doniinacion, pero no la realidad mis-ma que se suprime, se prohibe o se excluye. Podemospreguntarnos si "la cultura popular existe fuera del ges-to que la suprime" —dicen Michel de Certau, D. Juliay J. Revel en un articulo que lleva el siguiente ti'tulo:"La belleza del muerto: el concepto de cultura popu-lar"^. Con otros t^rminos, si existe una eultura popularradiealn.ente contrapuesta a la cultura legitinia, ellaexpresarfa una alteridad tan absoluta, que la situarfaparadojicamente mfis all^ o mas ac^ de la cultura. Fren-te a Una realidad de tal naturaleza solo son posibles laestupefaecion y el silencio.

Se adivina aqu{ la sonibra de Michel Foucault,quien no s61o en Historia de la locura. sino tarnbi^neii Las palabras y las cosas -^ en Arqueologi'a del saberha centrado su atenci6n sobre las exclusiones, las prohi-biciones y los limites a traves de loscuales se ha consti-tuido historicainente nuestra cultura. Pero lo que le in-teresa realmente a Foucault son los gestos y los erite-rios de la exclusi6n, y no tanto los excluidos mismos.La raz6n estriba en que, al menos por lo que respectaa la locura, no se puede hablar de ella en un diseurso

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que pa^tic^)a hi5t6ricaniente de la razdn occidental.Efi este el razoiianiiento que algunos de sus seguidoresextrapolan al diseurso sobre la cultura popular.

Entre los que aceptan a reganadientes o sin mayo-res reservas el sintagma "eultura popular", se ha enta-blado tambi^n un debate sobre su contenido y su per-tinencia cientffica.

Entre los primeros nos topanios nuevamente conBourdieu, quien en coherencia con sus posieiones sobrelas noeiones de "pueblo" y "lo popular" afirma, por unaparte, que el sintagina en cuestion refleja inevitable me n-te la definicion dominante de la cultura y, por lo mismo,carece de pertinencia cienti'fica; y por otra no le recono-ce mks contenido que los elementos degradados y de-formados provenientes de la cultura legitima del pasado."Los que creen en la existeneia de una cultura popular"—dice—, "verdadera alianza de palabras a trav^s de lacual se impone, quierase o no, la definiei6n dcminantede la cultura, pueden estar seguros de no encontiar enella, euando vayan a examinarla de cerca, masque frag-mentos dispersos de una cultura ilustrada mas o menosantigua . . . , seleecionados y reinterpretados evidente-mente en funcion del habitus de clase"^".

Por lo tanto no existe una eultura popular eon eon-tenido siquiera parcialmente propio y autonomo. Soloexisten culturas doniinadas que se definen por la percep-cion de su distancia, su vaeio y sus careneias con respec-to a la cultura legitima, y que implican por eso mismoun reconociriiiento implicito de dicha cultura. Las cul-turas dominadas son culturas de la privaci6n y de la ne-cesidad, que se definen tiegativamente por referencia ala cultura de la abundaiicia y del lujo que es propia delas clases dominantes.

Entre los estudiosos proelives a conferir un conte-nido propio a la cultura popular, podemos eitar a R.Mandrou y a Gcnoveva Uoll^iiie, quieries fueron pione-ros en el estudio de la asi llamada literatura popular.

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constituida por hojas volantes, almanaques, vida desantos, relatos de prodigies y hechos maravillosos,etcetera".• Solo que estos autores llegan a conclusiones con-

tradictorias a partir del anSIisis de su material, consi-derado por ellos como documento autentico de la cul-tura popular.

Para Mandrou se trata de una literatura de evasi6nque refleia ima vision del niundo fataiista y determinis-ta, poblada de hechos maravillosos y de misterios. Estavision del mundo ha obstaculizado la toma de coneien-cia de la eondicibn social y polftica de las clases subal-temas. Su funci6n, por lo tanto, ha sido francanientereaccionaria.

Para Genoveva BoUfeme, por el contrario, se tratade la expresion espontinea de una cultura popular ori-ginal y aut6noma, impregnada de valores religiosos.'*EJI esta religi6n popular, centrada sobre la humanidady la pobreza de Cristo, vendrian a fundirse armoniosa-mente lo natural y lo sobrenatiiral, el miedo a la muertey el impulso hacia la vida, la aceptacion de las injustieiasy la rebeldi'a contra la opresi6n"^*.

Pero anibos autores cometen el grave error de con-fundir una literatura ofrecida o impuesta a las clases po-pulares en los albores de lo que hoy Ilamariamos "cultu-ra de masa", con la cultura propiamente popular, olvi-dando la distancia que media en el proceso de comuni-eacion entre las instancias de la emision y de la reeep-cion; y olvidando, sobre todo, el caraeter preponderan-temente oral de la cultura popular en una sociedadcomo la de la epoca considerada, en su mayor partenoalfabetizada.

Resulta mueho nias interesante la posici6n de M.Bajti'n en su libro fundamental sobre la relacion de Ra-belais con la cultura popular de su epoca. Su interesradica en la afirniaci6n simultanea de la origiiialidad dela ruitura popular y del inevitable intercambio circular

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entre ella y la cultura hegemonica^^.En el eentro de la cultura descrita por Bajtin figu-

ra el carnaval: "mito y rito donde confluyen la exalta-cion de la fertilidad y la abundancia, la inversi6n burles-ca de todos los valores y jerarquias establecidas, el sen-tido c68mico del transcurrir del tiempo, a la vez des-tructor y regenerador". Segun Bajtfn, "esta visi6n delmundo elaborada a lo largo de los siglos por la culturapopular 86 opone, sobre todo en el medioevo, al caric-ter dogmdtico y serio de la cultura de las clases dominan-t e s " " .

Sin embargo, el estimulante libro de Bajtfn tieneun h'mite; los protagonistas directos de la cultura popu-lar, es decir, los campesinos y los arteeanos, B61O se ma-nifiestan a trav^s del filtro de las palabras de Rabelais.De aquf el interns actual de muchos investigadores porexplorar directamente, sin intermediario alguno, los re-lieves propios de la cultura popular.

Desde el punto dc vista historico, sobresalen aqufalgunos italianos, como Carlo Ginzburg^"*. Este ultimoha ideado procedimientos metodologicos originales parareconstruir, a partir de fuentes mds directas, algunosa^ectos dc la cultura popular en los siglos XVI y XVII.Sus investigaciones sobre los "benandanti" y sobre lasconfesiones de un carpintero friulajio del agio XVI,condenado por la Inquisici6n, dieron por resultado eldeBcubrimiento de una capa profunda de creencias po-pulares y de obscuras mitologfas campesinas, por logeneral aut6nomas y ajenae a la cultura dominante desu tiempo. Aunque en el caso del carpintero estas mito-logias y creencias se articulan sobre un conjunto relati-vamente claro y coherente de ideas que van, de un radi-calismo religioso a un naturaUsmo de tendencia cienti-fica y' a aspiraciones utopicas de renovaci6n social. "Es-ta impresionante convergencia entre las posiciones deun obscuro carpintero friulano y las de los grupos in-telectuales m&s refinados y conscientes de su tiempo"

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—concluye el propio Ginzburg—, "replantea ron fuerzael problema de la eirculaci6n cultural formulado porBajtin"".

Dentro de este mismo g^nero de preocupaciones,pero desde un punto de vista mfia sociologico y actual,a^unos soci61(^os, como Lalive de Epinay, se han dadoel lujo de demostrar, valiendose de las t^cnicas mas refi-nadas, la persistencia de la cultura popular —entendidacomo un univercj cultural con relieves propios— en lassociedades industriales avanzadas^'^. De este modo se daun mentis a los que, como Pierre Bourdieu, rehusanatribuir a la cultura popular un contenido propio, noderivado en todos los casos de la cultura dominante.3.— Entre los que admiten con mayw o menor reservala validez del concepto de cultura popular, surge tam-hitkxi un debate sobre la manera en que debe concebirsesu necesaha relacion y contraposicion a la cultura hege-monica. En efecto, como lo advierte Bourdieu y ya lohabM seiialado desde mucho antes la demologia italia-na, el concepto de cultura popular es un concepto rela-cional que remite necesariamente a un polo dominantey h^emonico. Ahora bien, esta relaci6n requiere serteorizada.

Y aqui surgen las dificultades.En uno de los polos extremos de los intentos de

teorizacion a este respecto encontramos nuevaniente aPierre Bourdieu, quien registra uiia especie de coexis-tencia pacifica entre cultura legi'tima y cultura popular,eit la medida en que cada una dc ellas sc reproduce a lasombra de su diferencia con re^ecto a la otra. "Se tra-ta de una cara a cara sin salida" —objeta Marc /Vbelfia—"ciertamente, en la medida en que el estilo burgues serefina en distinci6n, el estilo de vida popular va recupe-rando elementos de la cultura legi'tima, pero los polospermaneccn identicos (lo puro y lo desinteresado contrala necesidad y la bajeza de las satisfaccioncs materiales;la soltura contra la pretension). Pero la distancia perma-

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nece invariable, sin historia"^*.Dentro de este esquema resultan inconcebibks una

inteipenetraci6n de las culturas o la existencia de ele-mentos culturales hibridos, heterog^neos. "Del mismomodo, una remodelaci6n interna o la evoluci6n de unsistema cultural dado carecen de sentido (la encuestade Bourdieu data de 1963; pero esto carece de impor-tancia, nos asegura el autor, porque las ^disposiciones'no ban cambiado)"**.

En el polo opuesto a este modo de te<xizaci6n en-contramos a algunos vulgarizadores gramscianos que pa-recen eoncebir la relaci6n entre cultura subalterna ycultura begem6nica a la manera de dos bloques homog^-neos y recfprocamente hostiles, enfrascados en una per-manente lucha de trincheras. Recordemos aqufla famo-sa tesis de Lombardi Satiiani que atiibuye una virtudcasi naturalmente impugnativa a las culturas subalter-nas, llegando incluso a precisar toda una escala de suti-les formas de impugnaci6n*'.

Se trata, en este caso, de un dualismo sumario yempobrecedor, que por una parte oculta la pluralidad,la beterogeneidad y la historicidad de los polos contra-puestos, y por otra elimina del campo visual toda ladindmica de lafi situaciones intermedias y de las bibrida-ciones.

La reacci6n no se ba dejado eaperar. Ya bemosmencionado mds arriba la postura de loii etnometod61o-gos de la vida cotidiana y de la cultura local, que privile-gian deiiberadamente la interpenetraci6n y el a^ectobeterogeneo de los elementos eulturales.

Kn Una perspectiva un tanto diferente, podemosmencionar tambi^n el interns actual de los bistoriadoresde mentalidades por los asf Uamados ^intennediariosculturales", concebidos como "mestizos" de diversosmundos culturales y como agentes privile^ados de lacirculaci6n cultural entre esos mundos*^.

No se trata, advierte VoveUe, de sustituir una es-

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tructura de dos niveles en la concepeion de la cultura,que no8 deja insatisfechos, por otra de tres, inventandoprecjsamente la categorfa de los intermediarios cultura-les. Y, en efecto, los historiadores de mentalidades sehan cuidado de no reificar al intermediario cultural,fijfindolo en la frontera de dos culturas. Por el contra-rio, han sahido insistir convincentemente sobre la enor-me movilidad, pluralidad y diversidad de estas figurasintermediarias en las diferentes fasee de la historia.

- I I -

En medio de esta tormenta desatada en torno a lacultura popular, me parece que el sistema conceptual deinspiraci6n gramsciana elaborado pcv la demologia ita-liana y, particularmente, por Alberto M. Cirese, perma-nece inc6lume y posee la robustez te6rica requerida pararesistir con 6xito los embates del huracdn**.

Se trata, como sabemos, de categorias macro-ana-Uticas de naturaleza socio-cultural.

El fundamento es la necesada inscripcion de la des-igualdad social en el orden de la cultura, entendida aqufcomo el conjunto de hechos simb6Iico8 presentes en unasociedad^. Lo que da origen a la hipotesis rectora deuna relacion significativa entre hechos culturales y clasessociales.

De aqui la noci6n de "desniveles culturales inter-nos a las sociedades llamadas superiores", que indicanen los escritos de Cirese una subdivisi6n general de loshechos culturales en el interior de las formaciones nacio-nales en dos grandes niveles: el de la cultura hegemonicay el de lag culturas subaltemas. Ambos niveles se hallanconectados con la division de clases y con la consiguien-te desigualdad en la distribucion d d poder y en el dis-frute de los bienes culturales.

El nivel de las culturas subaltemas se define como**populannente connotado", es decir, como soUdario

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(en sentido lingiiistico) con los grupos sociales subaher-no8, cuyo conjunto constituye precisamente lo queGramaci define como '*pueblo".

La cultura popular, por lo tanto, es la cultura dc lasclases subaltemas y ae define por su posicidn con respec-to a estas clases, por su solidaridad con ellas, y no por elvalor de su contenido, por sus cualidades esteticas o por8U grado de coherencia.

El concepto de "circulaci6n cultural" entre ambosnivelee de la cuhura asegura, dentro de este sistema con-ceptual, un espacio teorico para el hibridismo, la intCT-penetraci6n y la« situaciones intermedias.

1.— El concepto gramsciano de "pueblo*' y de *'lopopular" desarrollado por Cirese escapa a la casi totali-dad de las crlticas de Bourdieu, por la sencilla raz6n deque se trata de un concepto constmido por referenciaa una teorfa de las claseB sociales, y no de un conceptorecogido del caudal dc "representaciones confusas*' yde "dicotomias mi'ticas" elaboradas por los actores so-ciales en su lucha por el conocimiento ordinaho delmundo social.

Lo que &( puede cuestionaise es el conc^to mismode close social que subyace a la definicion gramscianade pueblo.

Es cierto que aquf surgen graves dificultades deri-vadas en su mayor parte del marxismo vulgar: concep-ciones sustancialistas y economicistas de la clase social;confusi6n entre ciase tedrica, elaborada por el analista,y ciase real en el sentido de grupos efectivamente movi-lizados o movilizables; objetivismo que ignora el compo-nente giinb61ico que tambien construye o co-constituyela reahdad Uamada "clase" . . .

I.

•Pero d propio Bourdieu" y algunos autores mar-xistafi post-altbusserianos, como Robert Fossaert^, bancontribuido significativamente a la supcracion te6rica deestas dificultades, y no hay raz6n alguna para no incor-

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norar estas nuevas contrifauciones a la teorfa de lo po-pular.

"Las clases existen dos veces" —dice Bourdieu—,"una vez objetivamente, y otra vez en la representaci6n

'mas o menos explfcita que tienen de elk los agentee, re-presentaci6n que a su vez conetituye un raotivo de lu-chaa"».

De un modo convergente, Robert Fossaert distin-gue en su obra monumental La Societ^^ entre closes-estatuto —definidas por su posici6n diferencial en latrama de las relaciones sociales— y clases-identidad—constituidas en el piano de la representaci6n.

Entre ambos niveles no existe, segun Fossaert,una correspondeneia mec^niea ni una homologi'a cabal.

Esto signifiea que las "clases subaltemas", cuyoconjunto se denomina "pueblo", no se definen sola-mente por su posicion objetiva dentro del espaeio so-cial, sino tambien por algunas de las formas de auto-identificacion diferencial que reciben diferentes nom-bres segun se trate de clases sociales pre-industrialeso modernafi.

Pero es preciso dar un paso mis. Segun Fossaert,las diferentes formas historicas de identidad diferencial,que son efectos del proceso de division social del traba-jo, se conjugan siempre con formas igualmente histori-cas de identidad colectiva, que tienen por caracteristicafundamental su inserq^cion toritorial y su arraigo en lasredes primarias de soeiabilidad. Fjciste, por lo tanto,cierta cort'eq)ondencia entre la serie; comunidad primiti-va / tribu / etnia / regi6n / y nacion, que son formashist6rica8 de identidad colectiva, y la serie en que figu-ran, por qemplo, las castas, los estamentos y las elasessociales (en sentido industrial), que son formas igual-mente hist6ricas de identidad diferencial.

En las formaciones sociales dependientes y periferi-eas, todas estas modalidades de identi^cacion puedencoexistir sincr6nieamente, dando lugar a fenomenos

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complejos de interferencias y de sol»"e detenninacionefireci'procas.

La importancia de esta teorfa, que aqui no puedodesarroUar m4s, radica en que permite combinar, porejemplo, la noci6n de regi6n y de etnia, con la de cla-ses subalternas en el andlisis cultural. Lo que representauna ventaja no desdeflable en un pafs como Mexico, quenecesita introducir a como de higar en la investigacionde la eultura la consideraci6n de lo indigena y de loregional.

Distingamos, entonces, dos grandes familias de cul-turas populares: las que son propias de los grupos de&ii-dos prioritariamente por el sistema de clases y, por lotanto, por el aparato econ6mico de una determinadasociedad (el ejemplo tfpico para las sociedades industria-les ser{a la e l ^ obrera); y las que son propias de actoressociales cuya dq)endencia aparece marcada sobre todopor su posici6n pehf^rica en la organizaci6n e^acial dela sociedad, a las que caracterizan pnoritariamente suin8cripci6n y arraigo en un territorio determinado, aaicomo una memoria colectiva frecuentemente condicio-nada por especificidades 6tnicas, regionales y de formasde sociibilidad.

2 . - La definici6n de la cultura popular por su poa^ckin soiidaria con \a& clases subaltemas (y con loa grupoBperifericos en la organizacion del e^acio social), y nopor 511 contetUdo, noe ahorra todo el debate sobre elcontenido original o prestado, reaccionario o progresis-ta, noble o degradado, hibrido o puro que deberfa adju-dicdrsele. La tarea propia del demologo consiste precisa-mente en despejar esta inc6gnita en cada c ^ mediantela investigaci6n empirica. Aunque los resultados obteni-dos hasta ahora, particulannente en la expeiiencia de laantropologfa mexicana^, paiece dar abnimadoramentela raz6n a Bajtfn contra Bourdieu. Paiece claro que lahietoha de las culturas subalternas no puede conadaar-se como un ap^ndice desfasado de la bistoria cultural be-

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gem6niea, como lo crei'a Croce mucho antes que Bour-dieu.

Pasemos entonces a otro problema: iscri verdadque la distincidn de '*niveles culturales" y, particular-meote, la dicotomia entre cultura hegein6nica y culturessubalternas obstaeulizan la percepci6n de la diversidadcultural y de las dtuaciones hilbridas en esta matCTia?

La tendencia actual, particularmente en liistoriade las culturas, es la de acentuar al nidxiino la diversi-dad y la interpretaci6n de las culturas, no ya en el nivelmicro, eomo los te6rico6 de la vida coddiana, sino en elmacro.

J. Molino, por ejemplo, analiza el caso de las socie-dades eampesinas tradicionales estruetxiradas por la pola-ridad dudad-pueblos™. A primera vista —dice— cstassociedades se caracterizan en cl dmbito cultural por laexistencia de un doble c6digo dc referencia: la GranTradicion letrada y urbana —religion dominante, podra-y dereeho—, y la Tradicion Popular, oral y pueblerina—ritos antiguos, dcrccho consuetudinaho y poder local.

'*Hay en cada pueblo representantes de la GranTVadicidn, en tres dmbitos que pueden confimdirse: loSagrado, el Poder y el Saber. Son los representantes dela Gran Religi6n, los del Poder central y los del Sabercentral (el maestro de escuela y el mfedico, por ejeni-plo).

"Su p ^ e l es el de servir de intermediaries entre lasdos tradiciones y la de marcar la preseneia en todas lascomunidades de la Gran Tradici6n, que tiende a impo-ner su ley al conjunto de la poblacion. Pero este papelde intermcdiario puede vivirse de modos muy diferen-tes, segtin S. origen y la formacion de estos representan-tes; pues hay representantes formados sobre el terrenomismo, mfc cerca de la tradici6n popular, mientraE queotros provienen del exterior y constituyen verdaderoscuerpos extrafios dentro de la comunidad. Pero estosrepresentantes del centro no son los i!inicos intermedia-

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rios culturales, que se distribuyen sobre dos ejes, inde-pendientemente de su relaci6n con la autoiidad legfti-ma procedente del centro: el eje oral / escrito y el ejeinterior / exterior . . . **

Graciaa a estos intermediarios, son mMt^les los in-tercambios entre la Grande y la Ptiquefta Tradici6n, en-tre la cultura de las elites y la cultura popular. ]. Molinolos ejempUfica con la historia de la cancion popular.

Pero en realidad se trata de algo mds que un aimpieintercambio. "En torno a los intermediarios culturales seopera un ajuste incesante entre las dos tradiciones, unaaut6ntica transacci6n simb61ica. Gs un ajuste de estet^Jo d que se produjo en Europa occidental entre el cris-tianismo y las creencias de las poblaciones campeainikjcristianizadas desde d exterior; y en tierras del Islamentre la nueva religi6n y los ritos anteriores de las po-blaciones conquistadas y convertidas. Este mismo ajustese encuentra en el catoHcismo de la America del Sur yen todas las formas de 'religi6n popular* — "

A esto debe aAadirse, segun Molino, el cardcter noigualitario de la comunidad pueblerina. **Esta es una co-munidad diferenciada en la que existen netos contiastesecon6micos, sociales y culturales. La cultura puebterinano se encuentra tironeada solamente entre una tiadi-ci6n escrita y una tradici6n oral, sino que tambi^n eetiprofundamente diversificada. Ya no se trata aqui de losintennediarioB culturales en el sentido preciso del t6rmi-no, 3ino de micro-culturas diferentes".

De este modo Molino cree habc^ esbozado unp pin-tura un poco m^ fiel de la cultura pueblerina que laimagen tradicional de una cultura oral y homog6nea,apenas infhi'-nciada por el exterior. "La cultura pueble-rina'* —dice nuestro autor— '*es una cultura pluralistay compleja, y una cultura en movimiento cuya natura-leza y transformaciones se expUcan por los intercambiosintemos y extemos**.

Por lo que toca al otro polo, es decir, a la cultura

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citadjna, 6sta es todavfa menos homogenea que la cultu-ra pueblerina, segun MoHno. Mjs adn, es precisaniente laheterogeneidad lo que la define. "Porque la ciudad estficompuesta por una pluralidad de estratos, por una ^andiversidad dc piipos culturales distintos".

Adem&s, lo que caracteriza a la ciudad es el hechode que todos los t^os culturales coexisten, se codean, seconocoi entre si y se frecuentan "como en esas casasproustianas en las que el Duque, se codea con el zapateroremendon, Charlus se cruza con Jupian: el estudiantecome con el obrero, el provinciano auvern^s paga los es-tudios del estudiante de medicina (La Misa del Ateo, deBalzac) y el pequeno burgu^s baila con la obrera coque-ta".

Por eso la noci6n de intermediario cultural pierdetoda validez en el ambito de la cultura citadina. *'En laciudad, todo el mundo es mas o menos intermediariocultural, y el citadino sustituye a la experiencia delviaje oi el e^acio la experiencia del viaje en socie-dad . . . "

**iPor qu^ se contrapuso durante tanto tiempo lacultura popular a la cultura ilustrada, si esta dicotomiagrosera constitui'a un obsticulo para el anilisis de lacultura?" —se pregunta Molino. En efecto, a se entien-de por cultura el conjunto de los hechos simb61ico6 pre-senter en una sociedad, "estos bechos simbolieos noconstituyen una cultura estitica, estructural y bomoge-nea, sino que son la resultante de micro-culturas en mo-vimiento y en perpetua interacci6n a partir de centrosmultiples".

Nuestro autor concluye con esta sentencia lapida-ria: "El estudio de la cultura necesita de una semiolo-gia pluraUsta y dindmica".

No se puede negar la brillantez y la seducci6n deeste modelo de amUisis. Y por mi parte creo que no bayraz6n alguna para recbazarlo. Pero bajo una sola condi-cion: que el descubrimiento de la mult^Hcidad cultural

La Cultura Popular ...

no enmascare su ordenamiento ulterior segun las catego-rfas de la dominaci6n y de la dependencia. Dicho deotro modo: "la diversidad cultural no puede ser lefdaen un e^acio continuo y homog^neo, y la identifica-ci6n de una multiplicidad de culturafi implica que cadaUna de eOas sea referida a su lugar social de producciony de enunciaci6n*'**. Por lo tanto, lejoa de excluirlo,la divergidad cultural impone el mantenimiento de la dis-tinci6n entre culturas dominantes y culturas dominadas.

H precio que se paga p(«- el ahandono de esta dico-tomia macro-analftica es la pulverizaci6n hasta el infi-nito de la cultura en eubculturas, micro-culturafi e idio-culturas sohre una superficie plana y sin relieves, sin po-sibiUdad alguna de un control te6rieo que permita dete-ner este alocado proceso de desmenuzamiento.

n recelo de Molino hacia la "groaera dicotom^a"deriva, en realidad, de un malentendido: interpreta co-mo una dicotomfa real entre dos bloques reales lo queS61G se presenta como una categorfa clasifkatoria y aiu-litica, como su propia dicotom^a entre Gran Tradici6ny Pequefla Tradici6n.

Por lo que toca a los intercambios y a las "transac-ciones simb6licas" entre diferentes cutturas, ya hemossefialado que el esquema de Cirese les tkne reservado ele^acio tc6rico de la '*circulaci6n cultural".

3.— Merece conBideraci6n eEpecial la problemiticade la "resistencia" de las culturas subaltemas frente a lasdominantes.

Aquj cabe repetir lo que ya d^e con reepecto alcontenido adjudicable a la cultura popular. Como estaCdtima se define por su poaci6n y no por su eontenidoimpugnativo o no, es tarea del dem6k>go determinar encada caso, mediante la investigaci6n empMca, las carac-terfstica£ de la resistencia y del antagonismo cultural delas clases subahernas, si los hay.

Las investigaciones disponibles en esta materia pa-recen descartar los extremos del populismo —el pueblo

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resiste siempre y posee virtudes naturabnente impugna-tivas— y de lo que J. Ranci^re llamaba "pastoral de laimpotencia** —el pueblo es naturalmente pasivo yaguantador^.

La bip6tesis mas juiciosa podrfa ser la que afirmaque, a medida que nos volvemos hacia lae clases subal-ternas arcaicas, los grupos 6tnicos y las culturas regiona-les tradicionales, tiende a prevalecer la "resistencia me-canica y pasiva" de la que hablaba Gramsci;y a medidaque nos volvemos bacia las clases subaltemas modernaB,como la clase obrera, por ejemplo, tienden a prevalecearformas n\i& activas e incluso oi^anizadas de resistenciaideol6gica y cultural.

Es cierto que no pueden descartarse situaciones li-mites de pasividad y sumisi6n a la hegemoni'a cultural,que se manifiestan, por ejemplo, a trav^s de sentimien-tos generalizados de ineompetencia, de verguenza y deindignidad cultural Hay culturas miserabilizadas queban interiorizado la dominaci6n.

Pero me parece escandalosa por apriori'stica estageneralizaci6n de Bourdieu: "Las clases dominadas nointervienen en las lucKas simbolicas por la apropiacionde propiedades distintivas . . . , mas que a tftulo de mo-j6n pasivo o de clemento dc contraste"**. El pueblo estambi^n capaz de afimiar por sf mismo los princ^iosde Bu identidad y de su autonomfa cultural, defendi^n-dolos contra todas las empresas de aculturacion forzadao de colonizaci6n. El pueblo no tiene nada que ver conla "plebe" descrita por A. Glucksmann*", s61o buenapara resistir pasivamente, pero incapaz de cualquier ini-ciativa en el escenario de la historia.

Algunos investigadores han detectado que frecuen-temente la resistencia popular emerge, no en una e^e-cie de cara a cara, sino en los lugares mismos de la do-minaci6n ideol6gica**. Hay, por ejemplo, efectos de lopopular en el lenguajc politico dominante, lugares enque se interpenetran contradictoriamente las "logicas"

La Cultura Popular: ...

de lo popular y las formas hegem6nicas de la clase do-minante; hay emergencias del discurso popular ilegftiinoen los lugares institucionales destinados Bolamente aldiscuirso legftiino y a las buenas manerafi*"*

"Lo popular se constituye en lofl lugares mismosdonde se ejerce la dorainaci^n" —dice J. Guilhaumou—."No hay hechos populates anteriores a la supremacfa delas formas hegemonicas, sino efectos populaies que tien-den a deconstruir permanent em en te ios ^aratos he-gem6nicos. La palabra popular extrae de la tradici6nmateriales que sirven para construir formas de reos-tencia en las habitaciones mejor amuebladas**".

En c6nclu8i6n: en el estudio de la eventual resis-tencia de la cultura popular, tambi^n hay que tomar encuenta loa fen6meno8 contradictorios generados por lainterpenetraci6n culturaL

- i n -

Esta terco-a parte, que tiene que ver mis de eereacon las lineas de trabajo en el campo de la investiga-ci6n cultural, va a aer mucho m&s esquemfitica.

Quiz^ alguien se pregunte por qu6 no he comen-zado por aqui, por lo mka prdctico, en lugar de perdfrcl tiempo con disquifiicionea te6ricafi abfftractaa.

Laa cosas no son tan simples. Alguien d^o una vezque no hay nada tan prdctico como una buena teoria.En nuestro caso era absohitamente necesario discutirprimero el estatuto actual de los conceptos macro-ana-

' liticos fundamentales, porque son estos conceptos losque posteriormente determinan las condiciones del mi-cro-an^Uifiis, a no ser cpie se prefiera caer en>el en^irismoanirquico de los estudios de caso.

Voy a insistir solamente en una tarea: la que se re-tKTe a la necesidad de elaborar, en armonfa con la mt-cro-teor{a, una e^ecie dc paradigma bdsieo para el ani*Usifi de la cultura popular, que pueda servir ademis co-

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mo matriz o como punto de referenda para la elabora-ci6n ulterior de cuestionarios y de protocolos de obser-vaci6n mds e^ecfficos.

IVopongo aqui un paradigma ^licable sobre todo

a las cutturas campesinas tradicionaies y a las culturasindigenas; aunque es menos seguro que sea aplicabletambien a otrafi formas de cultura popular.

Partiendo de la idea del cardcter tendencialmente"configuracional" y no diferenciado de las culturas tra-dicionaies, propongo un modelo que dicotomiza la con-figuraci6n considerada en dos sectores que corresponde-rian a la cultura festiva o ceremonial, por una parte, y ala cultura de la vida cotidiana, por la otra.

Ambos sectores podrian representarse b^o la for-ma de dos semicirculos abiertos sobre un nOcleo consti-tuido por dos pequefios circulos conc^ntricos, el menorde los cuales representarfa al lenguaje como "sistemaraodelante primario", y el mayor a la religi6n popularcomo "sistema modelante secundario" de toda la con-figuracion. (El concepto de "sistema modelante" seutiliza aqui en el sentido de los te6ricos sovi^ticos dela cultura, particularmente de Lotman).

Una especie de eje que atravesarfa por el eentrode todo este diseho podri'a simboUzar a las institucioneslocales y formas de sociabilidad que sirven de soporte atoda la connguracion cultural.

Cultura festivao co'emonial

Religi6n

Cultura de la vidacotidiana

Instituciones:faniilia, toBtemu

de cargos, etc.

lingua, sociolecto . . .

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Naturalmente, cada uno de los elementos de estedisefio necesitan ser desglosados en componentes m ^especificos, dando asi lugar a una serie de grandes ca-tegon'as de la cultura popular. Asi, por ejemplo, la cul-tura festiva se balla constituida por el ciclo del hombre,el ciclo del afio, la danza y el canto popular como ele-mentos de la fiesta, e t c . . . . Estas categori'as de segundoorden pueden seguir desglos^ndose y asf sucesivamente.

La cultura de la vida cotidiana, a su vcz, puededesglosarse distinguiendo las formas de sociabilidad lo-cal que se despliegan como telaraAas en torno a ciertos^ s primarios, como U familia, el vecindario y la plaza,el mercado y tos lugares de trab^o.

El paradigma propuesto supone, naturalmente,ciertas opciones te6ricas bisicas. Por ejemplo, la hipote-sis de que la religi6n, como sistema modelante secunda-rio, impregna y sobredetermina todos los ambitos de laconfiguraci6n cultural, de modo que se excluya toda di-ferenciaci6n tajante entre lo sagrado y lo profano, a lamanera de Durkheim. Las culturas populares tradiciona-ies tendrfan, por k> tanto, una impregnacion religiosaglobal, lo que no quiere decir que sean tambi6n cleri-calee.

La dicotomfa vida cotidiana / vida festiva o cere-monial, supone tambien una teorfa de sus relaciones re-ciprocas y de las "t6cnicas de extracci6n" por las quela ultima se destaca y se desprende simb61icamente dela primera.

La configuracion asf modelizada puede analizarsesimultdneamente desde diferentes dngulos: se puede des-cribir etnogrdficamente su naturaleza; se puede precisarsociol6gicamente sus condiciones sociales de po^il idady su funci6n o eficada social; y, sobre todo, se puedeestudiar sus mecanismos de resistencia, de transacci6no de ajuste frente a los factores extemos que la penetrany la hibridizan. Por lo que respecta a este (iltimo punto.

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que la h^otesis fundamental a la luz de la cual ten-drit que ser analizada de ahora en adelante la cultura po-pular, es la de que la sociedad contemporAnea se carac-teriztt por un proceso de homogenehaddn cultural,determinada fundamenlidmente por la escolarizaci6nmasiva y loa medios de comunicaci6n social, que tiendena disotver Us originalidades y a reducir las diferendas.Por eso tendrfamos que prestar m&s atenci6n a los efec-tos de la cultura de masas sobre la cultura popular, sincometer el error de confundirlas como lo hicieran enotro tiempo y en otro nivel Mandrou y Bolle'mc.

Quiero seftalar, por ultimo, una cuesti6n impor-tante. No basta la descripcion etn<^afica dc una con-figuraci6n como la que hemos disenado a grandes tra-zos para hablar de aruQisis cultural. Se requiere todav^aun paso m&s, que pocoe se atreven a dar: la explicitacidndel imaginario social impUcado en esa configuracidn yque constituye propiamente su sentido. Me parece quesin esta explidtaci6n no existe anilisie cultural, por lomenos si se entiende por cultura la dimension semioticao significativa de la realidad social, o el conjunto de he-chos simbdlieos presentes en una determinada sociedad.

Podrfamos pedir prestado a los te6ricos actuatesdel texto y del discurso algunas categorias utiles paraexplorai ese imaginario social. Me refiero, por ejempio,a las categorias de "sociograma** y de ^Sdeologema",elaboradas por Gaude Duchet y Marc Angenot, respec-tivamente.

El ^'socio^ama", que desempeAa una funcion cons-tructiva en la cuttura, ha recdbido diferentes nombres:figura arquetipica, topos culturales, cliches ideol6gicos,compkjos discursivos, etc. Duchet lo define como unjconjunto fhiido, inestable y confUctivo de representa-ciones parciales ordenadas en tomo a un nucleo y eninteraeci6n permanente las unas con las otras" . El nu-cleo deJ sociograma sen'a siempre verbalizable.

Los "ideologemas", por su parte, serfan unidades

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tematicas o r^resentacionales mas reducidas que pue-blan fluidamente el espacio del sociograma. Algo asfcomo las "monedas" del soci(^ama.

Asi, por ejempio, el sociograma de los valores an-cestraies del campo en relaci6n con los efeetos degra-dantes de la ciudad, presente en muchos corridos y can-ciones populares provincianas (Corrido de Jacinto Celo-rio, Corrido del buen temporal, **Se vuoi goder la vita",etc.), recibe una gran variedad de actualizaciones temll-ticas en virtud dc la diferente composicion y del conti-nuo de^lazamiento de sus ideologemas.

Fi interns de estas categorfas para nuestro proptSsi-to radica en que los sociogramas se definen precisamen-te como modos de actualizacidn del imaginario social.y ^ste puede concebirse como una galaxia de socic^a-mas en continuo movimiento. El imaginario social esuna galaxia de nebulosas sociogramaticas, dice QaudeDuchet. Algunafi de estas galaxias ya estan muertas,otras estAn mis o menos vivas y otras, en fin, manifies-tan Una presencia particularmente activa dentro de laconfiguraci6n cultural.

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Notas Y referencias bibliograficas

1 Cf. Raymonde Courtas yFran^ois-A. Isambcrt, "Ethno-logues et sodologues aux prisesavec la notion de 'populaire' ",La Maison-Dieu, No. 122,1975, pp. 20-42.2 Ibid.3 Pierre Bouidieu, "VCPUSavez dit 'pt^ulaire'?", Actes dela Recherche en Sciences Soda-les. No. 46, maizo de 1983, p.98.4 /6irf., p.99.5 Ibid., p. 98.6 Ibid., p. 10\.7 Esta tendenda **posmo-dema", cuyos origmes puedenrastraene en los trabajos de Mi-chel Foucault (la "micxoflsica"del poder), ha sido bien descri-ta por Jean-Francois Lyotarden su obia: La condition post-moderne, Les Editions de Mi-nuit, Paris,. 1979, particular-mente en las pp. 24-35.

POT lo que toca a la "cul-tura local" y a la "vida cotidia-na", v6aae, entre otros;

Marc Abel^s, *'Le local kla recherche du temps perdu",Dialectiques, No. 30, Otoflo de1980, pp. 31-42.

Michel de Certeau, L'in-vention du quotidien: I. Artsdefaire, U.G.E., Paris,1980.

Michel Maffesoli. La con-quite du prisent. Pour unesociologie de la vie quotidien-ne. PUF,Paris,1979.

8 Marc Abelis, art. dt,p. 39.9 M. de Certeau, D. Juliay J. Revel, "La beauts dumort: le concept de 'culturepopulaire' ".PoUtique aujourd'-hui, dic.de 1970, pp. 3-23.10 Pierre Bouidieu, La dis-tinction, Les Editions de Mi-nuit, Paris,1979,p. 459.11 R Mandrou, De ta cultu-re populaire aux 17e et ISesiecles. Stock, Paris,1975.12 G. Bolleme, "Representa-tion religieuae et thftmes d'es-p6rence dans la 'BibUot^uebleu*- Utteratuie poptilaire enFrance du XVIe au XIXe sii-cle", en La soctetd religiosanell'etd modema, Atti del con-vengno di studi sodale e reli-giosa, Capacdo-Paestum, 18-21de mayo de 1972, Nipoles,1973, pp. 219-243.

13 M. Baitln, LX)euvre deFrancois Rabelais et la culturepopulaire au Moyen Age etsous la Renaissance, Gallimard,Paris,1970 (Hay tiaduccifin es-paAolaX14 Carlo Ginzburg, Le fro-mage et les vers (ital.: II fro-magio e le venni), Flammarion,Paris,1980,p. 11.15 Carlo Ginzburg, op. cit,16 76ia., p. 15.17 d m t i a n l alive d'Epi-nay, "Persistence de la culturepopulaire dans les sociit^s in-

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dustrieOes avanc^es", RevueFrangaise de Sociologie, vol.XXIQ, No. 1, enero^ebrero de1982, pp. 87-109.18 Marc Abelis, art. dt.. p.38.19 Ibid., p. 19.20 Lombard! Satriani, An-tropologia cultural. Andlisis dela cultura subaltema. EditorialGfllema, Buenos Aires, 1975,pp. 113 y ss.

Advi rtase, sm embaigo,gue en Lombardi Satriaoi la te-sis del ''valor impugnattvo" delfolklore se encuentra en formamucho mis matizada y ponde-rada que en lus vulgarizadoresa los gue ahidimos en el texto.

La tendencia a sobievalo-rar la cultura popular como"impugnativa" y "diferente" eiUna de las implicadones te6ri-co-politicBS del patrimonio in-telectual de G. Bosio y del Ins-tituto Ernesto de Martino enItalia.21 University de Prownce,Lcs mterm'idiaires culturels,Actes du Cologue du. CentreMeridional d'Histoite Sodale,des Mentalitfs et dec Cultures,1978. Publications UniversiWde Provence, Aix-en-Provence,1981.22 Alberto M. CircK. Cultu-ra egemonica e culture subal-teme, Ptlumbo Editore, Paler-mo (ItaHa), 1976 (Algunosca-pitulos de esta obra han sidotrtduddoa y publicados ec mi-meo por el CIESAS. MAxicoX

Puede encontrane unaampUa y por dem^ interesante

discusi6n del paradigma dre-siano en Pietio Qemente, "Dii-livelli di cultura e studi demo-logid italiani", Froblemi delSodalismo. No. 15, 1979, pp.127-150.23 Esta formuladdn es de J.Motino (Lei intermediciret cut-turels, op. cit., p. 638), y reve-la una concepdtSn senu6tica dela cultura que Dosotro* mismothemos desarroUtdo en un en-sayo in6dito: Gilberto diai-nez. Para una concepciSn te-midtica de la cultura (mimeoX24 Vtfase, per qemplo, sunotable artfculo: "Espace so-dal et genise det 'cbMs' ", Ac-tes de la Recherche en SciencesSociales, No. 52/53,'junio de1984, pp. 3-17.25 Robert Fossaert, La so-dete, tomos 4 (Les classes) y 6{Les structures id^ologiques),Seuil, Paris, 1980, 1983.26 P. Bourdieu, Questionsde Sociologie, Les Editions dcMinuit, Paris,198O, p. 62.27 Robert Fossaert. op. dt..tomo 4, pp. 24-35.28 Puede encontraiae xinbuen compendio de la [voble-mitica actual de la cultura po-pular en Mexico en Adolfo Co-lombes (compilador). La cul-tura popular, Premit Edittna,Mexico 1982, donde merecendestacarae las notables contri-budones de Guillenno Bonfily de Leonel Durin.29 J. Molmo, "Combicn decultures?", «n £ « intermMiai-res culturels, op. dt^ pp. 631-640.

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30 R. Charter. "La cultureen question", en Les interme-diaires culturels, o^. dt., p,674.31 J. Randfcre, "La Ber^reau Goulag", Les r^oltes logi-ques. No, 1, invicrno de 1975,p.103.32 Pierre Bourdieu, La dis-tinction, op. ctt., p. 280.33 A. Quckmann, La cuisi-nth'ff et le mangeur d'homme,FayBrd,Pari8,1975.34 J. Guilhaumou, "L'effetpopulaire dans k 'Pdre Duches-ne*, Texemple de la figuraUtdu corps", en Les intermediai-

res culturels, op. dt., pp.403-420.35 a . Regine Robin, "Lacirculation de la parole publi-que et ses risques", Cahiers derecherche sociologique, vol. 2,No. 1, abril de 1984, pp. 45-91.36 J. Guilhaumou, art. dt.,p.410.37 Claude Duchet, ponenciain^dita presentada en el reden-te semlnario sobre "El imagina-rio social en el discurso polfti-co y en la literatua", organiza-do por el Instituto de InvesU-gaciones Sodales de la UNAMeu octubrede 1984.

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