LA CULTURA MEXICANA EN TRES TIEMPOS El Colegio de El...

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LA CULTURA MEXICANA EN TRES TIEMPOS LUIS GONZALEZ GONZALEZ El Colegio de El Colegio de Michoacán En la realidad histórica suelen distinguirse tres sectores: civilización o economía y técnica, participación o política y sociedad y cultura. Hacer historias nacionales de la economía y la técnica es tarea dura por reciente. Los fenómenos de civi- lización son fácilmente asequibles pero no se acostumbraba estudiarlos. La moda de historiar las fuerzas productivas y los modos de producción es nueva pero no difícil en sí. Lo es mu- cho menos el estudio histórico del poder y la sociedad y sus mutuas relaciones. La historia política y social ha sido expuesta al menudeo y al por mayor por la mayoría de los historiadores. Es mucho más ardua la historización de las posturas culturales, pues se trata de un tema resbaloso, huidizo, indefinible, no muy frecuentado, de .extraordinaria frondosidad y que no se deja resumir fácilmente. Los muchos definidores del término cultura no han po- dido ponerse de acuerdo. La definición escogida aquí, la de Marcuse agrandada, no puede presumir de ser inequ ívoca y menos de ser la más común: "valores morales, intelectuales y estéticos que dan sentido y cohesión a una sociedad". Pero sería el cuento sin fin la búsqueda de una cápsula definitoria mejor. No hay tiempo para debatir las definiciones de "cultu- 19

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LA CULTURA MEXICANA EN TRES TIEMPOS

LUIS GONZALEZ GONZALEZEl Colegio de Mé~ico

El Colegio de Michoacán

En la realidad histórica suelen distinguirse tres sectores:civilización o economía y técnica, participación o política ysociedad y cultura. Hacer historias nacionales de la economíay la técnica es tarea dura por reciente. Los fenómenos de civi­lización son fácilmente asequibles pero no se acostumbrabaestudiarlos. La moda de historiar las fuerzas productivas y losmodos de producción es nueva pero no difícil en sí. Lo es mu­cho menos el estudio histórico del poder y la sociedad y susmutuas relaciones. La historia política y social ha sido expuestaal menudeo y al por mayor por la mayoría de los historiadores.Es mucho más ardua la historización de las posturas culturales,pues se trata de un tema resbaloso, huidizo, indefinible, no muyfrecuentado, de .extraordinaria frondosidad y que no se dejaresumir fácilmente.

Los muchos definidores del término cultura no han po­dido ponerse de acuerdo. La definición escogida aquí, la deMarcuse agrandada, no puede presumir de ser inequ ívoca ymenos de ser la más común: "valores morales, intelectuales yestéticos que dan sentido y cohesión a una sociedad". Perosería el cuento sin fin la búsqueda de una cápsula definitoriamejor. No hay tiempo para debatir las definiciones de "cultu-

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ra" y "cultura nacional". Para el primer caso, sirva lo dicho porMarcuse y la muy vaga intuición que seguramente los más denosotros tenemos de la cultura. Para el segundo caso, convenga­mos en que cultura nacional es la manera como se asumen poruna nación, en el sentido político, los valores. En esta formanos vamos a referir a la cultura mexicana o modos mexicanosde sensibilidad, arte, moral, ciencia, filosofía y religión, aunqueresulte muy difícil hacerlo, máxime si se pretende exponertoda la vida cultural de México en diez mil palabras, como sedesea en este caso.

Los aspectos de civilización y política de la vida denuestro país son susceptibles de estudios sin demasiadas conta­minaciones subjetivas, lo cual no sucede si se trata de fenóme­nos culturales. Los acontecimientos de índole económica ypoI ítica de México han sido más y mejor reconstruidos que losde índole cultural. Los historiadores del asunto cultural hanestudiado las corrientes art ísticas y filosóficas pero muy raravez los desarrollos de la sensibilidad, de la ciencia y de la reli­gión. Por otra parte, en una atmósfera todavía penetrada defe y culto a la ciencia, la culturología se ve con desdén. Losmaterialistas históricos la consideran generalmente labor inútily de lujo. Otras escuelas de científicos sociales la declaranactividad subjetiva, de mero ensayo, poco seria, incapaz dehacer análisis a fondo. J\ estas alturas, la pretensión de metersea escribir acerca de nuestros valores sensoriales, estéticos, éti­cos, filosóficos y religiosos es equivalente a bailar con la másfea o con las más feas.

Quizá toda cultura nacional aunque la mencionemoscomo sr fuese una son varias en el tiempo, en el espacio y en elnivel social. No se les puede negar el adjetivo mexicano a cadauno de los estilos culturales de cada una de las regiones dela República Mexicana. Pese a las diferencias entre las culturasregionales jarocha y rapat ía, las dos son mexicanas. No obstan­te el divorcio manifiesto entre cultura de la élire y cultura popu­lar, ambas admiten el mismo rubro: hecho en México por mexi­canos. Se pueden hacer listas -ninguna rigurosa- de culturasregionales de México, de culturas clasistas de México y de cul-

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turas mexicanas de época; o mejor dicho, enfocar ese colectivoque es nuestra cultura desde perspectivas geográficas, socialese históricas. Aqu í, por razones personales de deformación pro­fesional, se toma el enfoque histórico.

No es posible ni deseable escribir la historia de la cul­tura en México desde que el hombre apareció en estas latitudeshasta ahora. Nadie puede compendiar más de 200 siglos de cul­tura en 30 páginas. Nadie puede reconstruir la cultura delos pobladores de México en el enorme tramo de doscientos si­glos. Se puede intentar una historia sólo a partir del último solde la cultura de Mesoamérica, de los días de Quetzalcóatl, y só­lo comprender los pueblos prehispánicos influídos por 'l'ula y6U héroe, no las tribus pretúlicas ni las posteriores tribus deam­bulantes al norte del eje fluvial Pánuco-Lerma-Santiago. Mé­xico reconoce una herencia pretérito propia bajo el rubro de

Toltecáyotl,el estilo cultural atribuído a la inventiva de los tolte­

cas y desde muy pronto hecho suyo por mayas, totonacos,huaxtecos, mixtecos, zapotecas, purépecha e infinidad de seño­ríos del área mesornaericana. A la llegada de los españoles,muchos pueblos se ceñían a los moldes de la gente de TulaPero del amplio espectro cultural de origen tolteca, la porciónmejor conocida, y quizá la más influyente, es la nahuátl deAnahuac o me xica. Sobre ella hay abundantes escritos delsiglo XVI y muchos estudios hechos en nuestro siglo. De frayBernardino de Sahagún al doctor Miguel León Portilla correun caudaloso río de nahuatlatos. La descendencia de frayDiego de Landa y demás reporteros de las otras sociedades defiliación tolteca no es tan numerosa y robusta como la deSahagún. Quizá por eso suele ilustrarse la cultura mesoame­ricana con referencias al vasto Imperio gobernado desde Te­nochtitlan , dividido en nobles, comerciantes y plebeyos; obe­diente a las órdenes de un tlatoani cruel y represivo j acostum­brado a que los demás lo mantuvieran mediante tributos. Porno tener recursos propios, Jos habitantes del islote tenochcase volvieron mantenidos.

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Según Angel María Garibay, "en el vIeJo Tenochtitlánabundaban las mujeres de placer ... Eran para dar solaz y ale­gría a los guerreros en sus largas temporadas de ocio". Con to­do, los mexicas, y especialmente los del pueblo raso, no seajustan a la categoría de lúbricos. La lascivia era un pecadopunido con "almorranas, podredumbe, diviesos e incordios",con "sarna y bubas incurables", "con úlceras y escurrimien­to en los ojos" por tres dioses. Unicamente los huaxtecos no"tenían a la lujuria por pecado". La cultura gastronómica va­riaba de acuerdo con la región y con el nivel social. Aparen­temente el pueblo de los valles centrales no era experto engastronomías o antojitos, Con sólo maíz, frijol y calabazano se puede llegar a mayores exquisiteces. La dieta de los se­ñores, que incluía carnes y pulques, sí podía ser sibaríticay lo fue a menudo. Tampoco debe descartarse la dimensiónplacentera del temascal o baño de vapor. De cualquier modoes injusto decir que los mexicas estaban atosigados por los go­ces. No le daban mayor valimiento ni a los deleites corporalesni a la vida terrenal. Esto último porque creían en la supervi­vencia después de la muerte y porque su diversión favoritaera la guerra.

"Los aztecas y las culturas contemporáneas -escribeSalvador Toscano- produjeron sus joyas de metal, sus des­lumbrantes mosaicos y las delicadas labores de plumas; que­daba atrás un arte vigoroso y enérgico para ceder su puestoa un arte del crepúsculo ciertamente espléndido". Como lagran arquitectura del horizonte clásico, el arte menos monu­mental y menor de la decadencia, la plástica de numerososartesanos, fue la máxima expresión artística de los tenochcas.La flor superaba al canto. Según Carlos Chávez, "la principalmisión de la música consistía en tomar parte en el rito reli­gioso y en la guerra", aunque también se le hizo un lugar enel esparcimiento profano, en danzas y recitales poéticos.

La moral de los tenochcas no se puede resumir en cienpalabras. Las impartían, conforme a la clase social, las exhor­taciones de los padres en la choza o en el palacio, y las ense­ñanzas de los maestros en el Calmécac o el Telpochcalli. Padres

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y profesores le decían a la juventud "como entregarse a lo con­veniente, lo recto, y cómo evitar lo inconveniente y lo norecto" según su esfera social. Entre las cosas rectas se mencio­naban el corazón firme, la cortesía, el autoconocimiento y laguerra florida. El arquetipo humano de los nobles era el caba­llero águila siempre en actitud de derramar sangre, siempremetido en empresas cada día más atroces.

Los guerreros, los sacerdotes y los tlamatinime consti­tuían la espuma de aquella sociedad místico-guerrera. Lostlamatinime, "los que saben algo", eran los custodios y artí­fices de los valores intelectuales. Según la voz autorizada deMiguel León Portilla, "los tlamatinime no elaboraron grandes

.sistemas lógicos o racionalistas a la manera de algunos filó­sofos de Occidente", pero sí constituyeron, a partir de Quet­zalcóatl, imágenes muy firmes del mundo y del hombre. "Enverdad con Quetzalcóatl se inició, en verdad de él proviene latoltecáyotl, la sabiduría". A él se atribuye la concepción deun mundo dividido en cuatro regiones, aparte de la central;de una historia de muertes y renacimientos, de una vida huma­na cinco veces vuelta a hacer; de un transcurrir del hombrenecesariamente condenado al desbarajuste cada cierto tiempo

La cosmovisión nahuatl admite los adjetivos de bélicay fatalista. Todo era una perpetua lucha en la cual la acciónde la gente no contaba mucho. Casi todo sucedía al margeno por encima de la voluntad de los hombres. Ellos no eranlos responsables del curso de las cosas: la responsabilidad to­caba al sol y los cometas, a fenómenos como el fuego y lalluvia, a plantas y animales divinizados. Ni la filosofía, ni lamagia, ni la religión empujaban en el sentido de la ciencia,pese a las alturas del saber alcanzadas aquí y allá. A los mayasse les atribuyen conocimientos astronómicos precisos, y avan­zados métodos matemáticos. Del calendario mesoamericanose dice que "fue uno de los mayores logros intelectuales de to­dos los tiempos". Acerca de los saberes científico-naturalescabe decir que "La botánica mesoamericana, sobre todo labotánica aplicada a la medicina, era superior en muchos aspec-

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tos a la botánica europea". Con todo, el mundo intelectualestaba dirigido por pensamientos mágicos y religiosos

Los nahuas y los mayas no lucían por su ciencia y sípor su fe y conductas religiosas. El pueblo nahuatl respirabarel igión, conceb ía un mundo densamente poblado de diosesy fuerzas invisibles. Es del dominio común el sol Huitzilo­pochtli, hechura de Coatlicue, mantenido redondo y cachetóncon la sangre de prisioneros que una abundante clerecía leofrendaba con cruel frecuencia. Se puede añadir poco a laemotiva literatura sobre unos sacrificios humanos que no lo­graban indigestar al dios sol, al insaciable Iluitzilopochtli.Imposible proponer algo nuevo acerca de los muchos diosesy diosas y de la multitud de actos religiosos encaminados aretardar un desenlace que comenzó a desenvolverse con incen­dios, cometas, arribo de barbones, hervor del agua y la céle­bre declaración: "i Nuestros dioses han muerto y nosotrosmorimos con ellos! ". Según nuestras cuentas, a partir de1519 se inicia la

Conquista española

que en el orden cultural fue altamente revolucionaria.l'anto los españoles rudos, fornidos y vestidos de hierro comolos apacibles, débiles y envueltos en lana burda no llegaron aMesoamérica en plan de toma y daca, con propósitos sólo mer­cantiles, sino también con ganas de señorear a los señoríosmesoarnericanos, de imponerles a las tierras halladas un nuevotrato o econom ía y de esparcir entre los naturales de acá losvalores europeos, que los intrusos consideraban poco menosque insuperables. y' todo salió a pedir de boca. Enfrentadosunos a otros los señoríos indígenas, se deshicieron entre sí ydejaron los tronos a virreyes, alcaldes, encomenderos y demásseñores de Castilla. Muertos muchos de los antiguos amos dela tierra por culpa de la conquista militar y sobre todo a causade las pestes, colonos españoles se hicieron de latifundios don­de pusieron a pastar ganados que se gobernaban con sogas ydonde abrieron sementeras de trigo, labradas con arado en lugarde coa. El sitial de los custodios de la Toltecáyotl fue ocupado

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por los frailes de la cristiandad. Con los españoles de espada,cruz, soga y arado se impuso una cultura distinta a la tolte­ca, aunque no absolutamente distinta como se puede ver en elmodo de enfrentar los valores sensitivos y vitales.

En cuestiones relacionadas con el dolor y la muertese medio parecían iberos e indios. Ambos eran duros parasoportar privaciones. Los indios les tem ían a los goces sexua­les. En esto los españoles se guiaban por el sustine et abstime,por la máxima de "resiste firme y abstente fuerte", aunque nola observaron muy al pie de la letra, como se ve en la abundan­te procreación de mestizos. Muchos soldados y colonos dieronen la costumbre de tener "queridas". Tampoco la cantalereada

. sobriedad española en materia de alimentos fue lo común. Nisiquiera todos los frailes fueron parcos en el comer y el beber.En cuestión de vicios del gusto hubo recrudecimiento por ambaspartes con el pretexto de la conquista. El aumento de la em­briaguez, principalmente entre los indios, fue repetidamentedenunciada por los frailes. El tabaquismo cundió en el ámbitoespañol aunque sin producir mayor alboroto. Fue bien recibi­da la incorporación a la dieta de los españoles del chocolate,el atole, e! chile y las tortillas de los indios. Estos, por su parte,aceptaron con gusto algunos alimentos de los españoles que no :su exagerada afición a la carne.

Indios y españoles se emparejaban en el culto a la muer­te y e! desprecio a la vida. Los vencedores y los vencidos, nocreían en la muerte total. Al morir la carne succd ía el escapede! alma. Como creían que no sólo se vive una vez, les preocu­paba la muerte menos que a nosotros. No parece haberles im­portado mucho aumentar e! promedio de vida ni evitar losriesgos de muerte. Como la muerte no les impedía seguir vi­viendo, no era demasiado rotundo e! morirse. Para los cristia­nos, e! futuro después de la muerte dependía de la conductamoral en esta vida. Para los indios aún no evangelizados no im­portaban las acciones morales, pero sí el modo de fallecer. Siuna mujer moría de parto y un guerrero en combate, les salíanalas y pasaba a ser compañero del Sol. Los muertos de rayo_o de ahogo acababan en la mansión Tlalocan, lugar de los mayo-

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res deleites y de la máxima felicidad. Los "angelitos" se queda­ban por ahí rodando en los jardines. Los muertos del comúncaían hasta lo más profundo de los nueve pisos inferiores. Entotal, ni los barbudos ni los lampiños tenían la costumbre dedesvivirse para seguir viviendo.

La poca importancia concedida a los goces de la carne,a la salud y a la muerte, contrasta en los dos pueblos puestosen contacto en el siglo XVI, con la mucha importancia concedi­da a los valores estéticos, en especial a la belleza captada por losojos. Ambos fueron grandes urbanistas, si bien a la postre seimpuso la urbanización hispana, la hechura de pueblos en formadel tablero de ajedrez, con plaza bordeada de parroquia, palaciomunicipal y casas de los principales. Las dos culturas se distin­guían por sus creaciones arquitectónicas aunque acabaría im­poniéndose, en vez de la pirámide, los moldes de arquitecturadel viejo mundo: edificios públicos y casas de patio andaluz,templos y conventos ya románicos, ya góticos, ora mudéjares,ora renacentistas. La fusión se da en la escultura no obstanteel tenaz despedazamiento de ídolos. Pese a la sustitución delos ídolos con cruces e imágenes de santos se produjo una mez­cla qu~ José Moreno Villa bautiza con el nombre de arte tequit­qui. Las formas europeas fueron muy hábilmente recreadas porlos artistas indios. En menores proporciones, lo mismo pasóen varias artesanías, en vestidos, muebles y trastos de la casa.Pero no parece haber sido así en música y literatura. La mu­sica europea se coló en plan de acompañante del culto religio­so. De los templos salió transformada en música popular paraser la fiel compañera de toda festividad. Las letras españolas,cuyo vehículo mayor fueron los frailes, no derivó a una litera­tura del pueblo. Ambos pueblos eran y seguirían siendo pormuchos años analfabetas. Nuestra literatura nació elitista,distante de una población no sólo mirones y oyentes, alimen­tada: con fachadas de templos y oratoria de púlpito.

Todavía más que la estética, la ética de los vencedoresfue acarreada y administrada por gente de iglesia y difundidaa fuerza de imágenes y de sermones. Algunos frailes trataronde extirpar todas las costumbres de la gentilidad mesoamerica-

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na. Otros propusieron destruir sólo las leyes y modas indíge­nas que chocaran frontalmente con las del cristianismo, comola polignia. No faltó quien pidiera vigorizar la ética de los es­pañales con la aún más estoica de los indios. Por otra parte,al calor de la conquista se forjaron dos valores éticos quedeben ser considerados como dos grandes creaciones de nuestracultura. Uno establece la libertad natural de todos los hom­bres sin distinción de credo y raza. El otro, la igualdad úl­tima de todos los seres humanos independientemente de quesean blancos, cobrizos o negros. Aquí la esclavitud y la ser­vidum bre nunca alcanzaron las proporciones de las coloniasinglesas. Aquí la distancia entre oscuros y güeros nunca fueintransitable.

La cultura hispánica del siglo XVI se nutría en el aforis­mo de Séneca: "Prefiero aprender a no asustarme con el rayoque investigar sus causas". La española no se aplicó, como lasdemás naciones abiertas al esp íritu del Renacimiento, a la in­vestigación científica. Los fundadores de la Nueva España tra­jeron de su patria de origen un equipo tecnológico nada des­preciable como se puede ver en Foster, pero también acarrea­ron el desdén a la ciencia, o quizá, un espíritu científico ya su­perado. La ciencia, como aparece en la Physuca Speculatio delcélebre escritor Alonso de la Veracruz, la máxima figura inte­lectual venida a Nueva España en el siglo XVI, es algo muysemejante, en uno de sus extremos, a la magia, y en el otro,a la filosofía.

En pensamiento filosófico, los frailes de la conquistaestaban al último grito de la moda. Su concepción del mundoy de la vida difería de la tolteca. Negaba el pensamiento histó-­rico-cíclico del toltecáyotl; defendía una historia de curso li­neal que nacida en el paraíso, culmina en la cruz y corre inde­fectiblemente al juicio último. La historia pensada por los eu­ropeos también dependía de un ente ultramundano, de la pro­videncia de Dios, pero sorteaba el fatalismo de la historia indí­gena; creía en un hombre libre con fuerzas suficientes paracambiar el curso natural de las cosas. Además, después de deba-

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tir ..obre la naturaleza dd indio. lo declaró racional y entera­mente semejante a los europeos.

Por lo L)ue ve a religión, algunos anticatólicos de nues­tros días no le perdonan al catolicismo ibero el que haya llegadoal Nuevo Mundo con la espada desenvainada, dando mandoblesa diestra y siniestra, en plan de "guerra santa". A ninguno delos frailes reformados venidos acá, a ningún jesuita, a ningúnapóstol de la Nueva España le pasó por la mente predicar la re­ligión de Cristo como un perfeccionamiento de las religionesindias, tlue sí como ruptura. El catolicismo de los misionerosSe presentó con aires de cxclusiv idad, pero como las religionesprchispánicas eran inclusivas, la gente india lo aceptó sin ma­~ or resistencia. aunL)ue no inmediatamente como religión úni­ca. los naturales asumieron los dogmas y ritos católicos con unfcrvur L)ue hizo concebir a sus catequistas desmesuradas espe­ranzas. El ingreso indígena al redil de la cristiandad fue turnul­tuoso, pero no significó siempre la salida absoluta de los redilesanteriores. Hubo sincretismo. Ilubo mezcla de credos, litur­gias y murales. aunL)ue en tal mezcla el predominio lo mantuvoel componente cristiano, el catolicismo a la española, dondees tan importante el culto a cada uno de los miembros de laSagrada Familia. de donde nace la devoción a San José ~ elculto a la Virgen de (,uadalupe L)ue llegaron a ser tan carac­tcr ísticos de la

Cultura barrocaen que remata la acción de los españoles sobre los indios

de .vlesoarncrica. Al ..iglo XVI. crisol de la Nueva España, sigue,corno todo mundo sabe. el siglo y medio de consolidación dela época colonial, de una época de gente rala y pacífica, de tonocrepuscular, proclive al mestizaje indio-hispana-negro. En lopol írico , domine} un rey distante y tan acatado que no necesitóde ejército para hacerse obedecer. El siglo XVII y medio sigloXVIrI fue la época de las grandes haciendas, de las personasasentadas de por vida en sus lugares de origen. del predominiodel autoconsumo, de la ascendencia moral de los frailes, delfanatismo Tndolcntc, del descanso de vencedores y vencidos,de la siesta colonial productora de una cultura de SUl'Í10.

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La sensualidad estuvo adormecida. Los indiscutiblesmandarnases en el orden cultural, los frailes y los curas, pusie­ron en marcha el ejercicio de la pureza y el horror al desnudocon resultados muy satisfactorios. Como se sabe, a la célebreChina Poblana dio por aparecérsele en sueños Cristo en la cruz,y ella tuvo que rechazarlo en sus apariciones por no aparecerdebidamente vestido. El buen éxito de la campaña contra laprusti tución se hizo patente en la apertura de un buen númerode casas de mujeres arrepen tidas. En todos los púlpitos se re­comendaba la mortificación del cuerpo a golpe de ayunos,cilicios, abstinencias y azutaínas. Con todo, pese al rechazode la secta y cátedra de don Fpicuro, hubo pícaros famosos ycélebres tragones. Se asegura que en el siglo y medio de la abs-

.t incncia barroca se fraguaron algunos de los refinamientostípicos de la cocina me xicana. los moles, las aguas frescas, losdulces (alegrías, charamuscas, pirutl íes, changos, trompadas,muéganos yates) y la bebida del chocolate como ha llegadohasta nosotros. A pesar de la dulce adicción, fue un siglo ymedio de frugalidad en los de arriba y en los humildes.

Sin embargo. el arte de la época es lo más opuesto a losobrio, En opinión de un crítico europeo, cuatro de las ocho:obras maestras de la arquitectura barroca del mundo son neoes­pañolas. el sagrario de la catedral metropolitana, el colegio delos jesuitas en Tepotzotlán, Santa Rosa de Qucrétaro y SantaPrisca de Taxco. La gente de la época aprendía en los librosabiertos que eran fachadas y los retablos barrocos, con la diariacontemplación de retorcidas columnas y estípites, esculturasde santos en poses trágicas, símbolos religiosos complejos, pin­turas aleccionadoras en claroscuro. Los mensajes le llegaban ala gente por los ojos. Eso no impedía el uso del oído, la difu­sión de cultura al través de las músicas sacra y popular, y sobretodo al través de los sermones, de los concurridos festivalesoratorios de los templos, donde se impartía una oratoria sagra­da verbosa y epiléptica. Las demás artes no lograron trascenderla élite quizá con la excepción de la poesfa en voz alta y delteatro donde hubo figuras tan prominentes como Sor JuanaInés de la Cruz y Juan Ruiz de Alarcón.

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lrailcs y curas se encargaban de esparcir, por medio descrtuoncs públicos y COII"L'JOS de confesionario que hablaban deca"tlgos y de reeompen"as, el asccnvmo cvroico, la moral barro­ca, cuyas características fueron las muchas abstinencias ~' laspocas \ mudes positivas Las prohibiciones de hacer ésto yaquello superaron a las encomiendas de actuar así o asado Fueuna moral indolente, muy individualista y no ísta , una moralllloJlgata, cuida.lova de no cometer pecados, amante de la pru­dcru ia y la templanza y negligente en la Justicia y en la caridad.Cada quien se cuidaba a sí mismo y se imponía el mayor nú­mero posible de frenos Ilab ía pocas leyes fuera de las normasmorak-, La" vc. cs de una k} supn-ma 1.1'> hacía "la real gana" ,l'S dnlr la vol untad del n:y v sus achinchincles

IksJe entonces aceptamos que las leyes neritas y lasciencias sean patrimonio de los paises anglosajones. Nosotrosnos quedamos con d capricho de los que mandan y las ocurreneras de los que piensan A los hombres de nuestro barroco noles interesó d estudio científico de la realidad. La golondnnalle Slgüenu no lu zo \ erano. Aquellos frailes y l uras se encerrah.m a aprender de memoria una filosofía escolástica dc fuer­te sabor metafísico Fray FranCISCo Naranjo, oriundo de MéXI­co , ful' el ejemplo para todos por su extraordinaria mcrnoriaque le pcrrnitió recitar de princ ipio a fin la Summa. Como elsistema Vd estaba hecho y bi.n probado, no tenía sentido darle\ ueltas , sólo se [ustificaba aprender de memoria los textos ca'nonuov {,OIllO "t' trataba de un sistema que sen ía de arrnazona la teología y demás tallos y hojas del pensamiento religioso,no "c toleraba que n.uhc tuna original, sobre todo si era ameri­cano La lnquisrcrón estaba al acecho de cualquier ganoso deintroducir novedades en la estructura en que descansaba la fe

Quilá nunca haya habido en México una religiosidadtan \ igoro<¡;l " delicada, tan simple en lo" principio". tan múlti­ple en la couducta y tan compartida por todos los grupos dela "oClcdad como la del siglo y medio dd barroco Todos viv ían ,1 1.1 sombra lle ideas, vmibolos, normas, edificios y liturgias de carácter re!Jgioso: templos cruces, reliquias, opúsculos,serruoncs. jaculatorias, recitales teológico", actos de fe, misas.

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jubileos, peregrinaciones, toque de campanas, cohetes y lucesde Bengala, triduos, novenarios, nacimientos de noche buena,rogativas, imágenes milagrosas, latines, exorcismos, santosoleas, confesiones, penitencias, funerales, bautizos y bodas.El arquetipo social dejar de ser el caballero andante para serloel caballero sedente, el santo no apostólico sino el santo de laobservancia de las reglas, el hombre contemplativo y rezandero.El ideal de la nueva santidad antecoge a figuras tan fuertescomo Sor Juana Inés de la Cruz. Esta dejó el cultivo de lapoesía y del raciocinio para consagrarse a Dios de tiempo com­pleto. A los cuarenta y tres años de edad prefirió el oscuropapel de santa al de poeta de moda, y sobre todo al de prodigiointelectual que la convertiría, gracias a su Sueño, según el dic­tamen del doctor Gaos, en precursora del

Siglo de las luces y las luchas, .del siglo que cierra los capítulos de la conquista y del

barroco, y abre los del liberalismo y la Revolución Mexicana.Lo que Pedro Henríquez Ureña considera "acaso el siglo demayor esplendor intelectual autóctono que ha tenido México",corre desde 1754 hasta 1859, desde que los jesuitas dan en elabandono de las tradicionales rutas escolásticas hasta la expe­dición de las Leyes de Reforma. En esa centuria sucedieron.enormes mudanzas en todos los órdenes de la vida. La exten­sión del territorio nacional se dobló a comienzos de la centuriay se redujo a la mitad a fines de la misma. Crecen las pocasviejas ciudades y surgen otras. El número de gente brinca delos tres a los nueve millones. La sociedad estrena postura polí­tica, mediante una lucha muy larga y muy cruel que conduce ala independencia de España, al cambio de nombre de NuevaEspaña a México y al paso de la monarquía absoluta a la repú­blica liberal. Las fuerzas económicamente activas, en el mediosiglo de las luces, triplicaron la producción minera, duplicaronla agrícola y sostuvieron un activo comercio, y en el medio si­glo de las luchas, pues nada, porque la guerra no suele llevarsebien con la econom ía, porque a un bárbaro se le ocurrió expul­sar a los españoles y sus capitales y porque en lugar de trabajarcon pesos y pesetas de la familia hubo que hacerlo con librasy dólares de los países de la competencia.

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Entonces se produjo la tercera revolución cultural.Gente tan modesta como "los peluqueros, los cocineros, losmodistos y otros franceses a éstos semejantes", introducen a laNueva España, según el fiscal del crimen de la audiencia de Mé­xico, "el lujo, la locura y la corrupción máximas" hasta "apo­car el espíritu, afeminar el carácter y difundir la corrupciónentre los buenos esp íritus". Desde mediados del siglo XVIIIcomienza a notarse , en las cumbres de la sociedad novohispana,gusto por el café y el alcohol, por la cocina francesa, por el ves­tido lujoso y feminoide en los caballeros, por los peinados altosen las mujeres, por las aguas tibias y la costumbre del baño, pNlas camas cómodas, las fiestas campestres, el cortejo a señorasy los billares. A poco andar, la licencia en las costumbres bajaal vulgo. Se popularizan el chinguirito y otras bebidas destila·das y embriagantes, los bailes indecentes como el mambrú, elrubí y el chuchurnbe, las jamaicas y los juegos de azar. Enaquel siglo comienzan a ser oídas las apetencias corporales,lo que no quiere decir que se haya caído en el relajo total, enlas temidas costumbres de don Epicuro. Los campesinos semantuvieron, por lo general, en su índole ascética.

Con las luces y en la élite, se abren paso, como cosasbuenas, los goces y la salud del cuerpo. La nueva aristocraciase vuelve coyona delante de la muerte, quizá porque empieza asospechar que esta vida puede ser la única. Sólo la gente delpueblo sigue en modosas relaciones con la huesuda, baila conella, permite los abrazos mortales, acata con resignación laslevas que lo conducen a los mataderos del país y sólo opone ro­gativas a las pestes de cólera y de vómito prieto. Para los de la al­ta el morirse se torna muy desagradable. El aforismo que pre­dica "es mejor ser rico y sano y no pobre y enfermo", acaba endogma. Los curas sostenedores antes del poco valor de la vidaterrenal, ahora recomiendan remedios para alargarla y man­tenerla saludahle.

La revolución cultural del XVIII afectó a todos los va­lores, aunque no siempre a todas las capas sociales como lasdel XVI. En la cúspide de la pirámide social, la plástica, conver­sa al neoclásico, le cede funciones al discurso. En el neoclásico,

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las fachadas y los altares de las iglesias, dejan de ser libros abier­tos y adoctrinadores. Una nueva clase de artistas frias se riede la preocupación didáctico-religiosa de los artistas patéticosdel barroco; se emancipa, hasta cierto punto, de las órdenesde los curas; destruye al por mayor retablos de la vieja ola;construye templos y palacios de orden clásico; esculpe lo mismosantos que héroes; pinta, además de vírgenes y justos, caballerosy damas de alcurnia, bodegones y paisajes. Desde entonces lacomunicación de las ideas y sentimientos se va a dejar princi­palmente a oradores y escritores, que no a escultores y pintores.La nueva oratoria ya no será de ensotanados. A partir de lasluchas insurgentes entran en escena los vibrantes oradores cívi­cos, los discursos incendiarios de los héroes. Con todo, lo mejorde los sentimientos y los pensamientos se reservará para comuni­carlo por escrito aunque sólo a la espuma capacitada para leerperiódicos y libros. Más intensa que la explosión demográficadel XVlII fue la explosión bibliográfica. A finales de la colonianacen tímidamente los primeros periódicos. En la primaverade la República, las publicaciones periódicas aumentan sin cesaren la metrópoli y en las ciudades de provincia. Es la edad deoro del periodismo. Pero también de las novelas, los versos, losdramas en donde se transita desde el neoclásico hasta el roman­ticismo y hasta donde trasciende el pleito de antiguos y moder­nos, de conservadores y liberales; pleito de los de arriba y losde enmedio, no de gente rasa.

Junto con las nuevas estéticas se entronizan otros prin­CIpiOS éticos en las cimas y laderas superiores de la topografíasocial. La nueva normativa presume de laica, de tener pocostratos con la religión. Sólo la moral casera y femenina se quedaamarrada al confesionario y al púlpito. En la ética pública, sesustituye la teoría y la praxis de la emotiva caridad con la géliday raciocinadora filantropía del capitalismo. También las lealta­des cambian radicalmente. La fidelidad al rey se hace blanduchay se endurece la fidelidad a la patria. Se pone de moda un códi­go de obligaciones para con la nueva amante. Se descubre queMéxico está urgido de patriotismo; es decir, de amor y fidelidada la nación. El servicio patrio es el nuevo imperativo prodama-

_do por los jesuitas desde su destierro. Por esa cosa abstracta,

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\ <In a pelear los caudillos de la independencia. Y junto con losdeberes patrióticos surgen las obligaciones legales. La élitesocial, que no el pueblo, encuentra de mal gusto el acatamientoa la "real gana". Las autoridades emanadas de la consumaciónde la mdep.-ndencia se ponen a legislar y a exigir el respeto alas leyes. Se elaboran y promulgan constituciones respetables.El principal entretenimiento de los moralistas mexicanos entre1R12 Y 1857 fue la confección de cartas magnas.

Pero la revolución cultural dieciochesca y decimonó­nica no se queda en la extensión y laicización de las normasmorales. También incurre en modificaciones a fondo en el co­nocimiento de la realidad. Los jesuitas difunden el espíritucientífico en los jóvenes de la alta. Sus alumnos, según testimo­nia Humboldt, acogen con ardor "el estudio de las ciencias".A comienzos del siglo XIX, "ninguna ciudad del Nuevo Mundo,sin exceptuar las de los Estados Unidos, poseía establecimien­tos científicos tan grandes y sólidos como los de la capitalmexicana". Acababan de fundarse la cátedra de anatomía, elSeminario de Minería, el Jardín Botánico y otros institutosquc vinieron a fertilizar distinguidos profesores de la Península.r.a cosa iba en serio, pero el fuerte ventarrón de las revolucionesIndependentistas, santánica y liberal detuvo la marcha científica,} "los arcanos de la naturaleza" mediante la experimentacióny el cálculo matemático. El incipiente espíritu científico nece­sitaba mejores tiempos. Las revoluciones del XIX no requerían sabios.

La renovación del pensamiento filosófico también fueoriginalmente jesu ítica El padre Rafael Campoy lanzó la con­signa de "buscar en todo la verdad, investigar minuciosamentetodas las COS,lS, descifrar los enigmas, distinguir lo cierto de lodudoso, despreciar los inveterados prejuicios de los hombres ypasar de un conocimiento a otro nuevo". Conforme a la con··signa de Campoy un puñado de filósofos novohispanos se pusoa leer a filósofos y científicos europeos. De la lectura de losilustrados de Furopa nacieron métodos para la investigación,sobre todo para inquirir por la propia realidad Las reflexionesyue con motivo de su patria se hicieron los pensadores criollos

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de finales de la colonia los llevaron a una imagen de México queadmite los adjetivos de optimista, indigenista e independentis­ta. Dieron en la idea de que México era "el mejor país de todoscuantos circunda el sol". Le negaron el título de padres y her­manos a los españoles. Se sintieron descendientes de la Tolte­cáyotl, de la cultura y la gente indígena. Por último, razonaron:una sociedad como la mexicana, con "todos los recursos y facul­tades para el sustento, conservación y felicidad de sus habitan­tes" debe ser libre; es contra natura que dependa de otra, máxi­me si ésta es de distinta prosapia y oprime a sus colonias.

En un principio, la ciencia y la filosofía de la Ilustra­ción se colocaron en el espíritu de la élite novohispana sin per­judicar las emociones y las prácticas religiosas. Desde la segun­da mitad del siglo XVIII habían llegado acá las noticias de losataques de los filósofos europeos a las religiones cristianas ysus ministros. Quizá porque en México fueron ministros dela religión los filósofos introductores de la filosofía moderna,ésta no tuvo conflictos con la tradición religiosa. El cleronovohispano no quiso suicidarse. Tampoco en la lucha eman­cipadora izó banderas anticlericales, pese a tratarse de unalucha hija de revolución tan impía como la francesa. Los prime-.ros en dar muestra de habérseles debilitado el sentimiento reli-:gioso y de ver de reojo a la religión fueron los abogados diseña­dores de la Reforma, los artífices de la Carta Magna de 1857y de las leyes desamortizadoras de los bienes del clero y respon­sables del establecimiento del registro civil, la tolerancia de cul­tos, el divorcio de Iglesia y Estado, la secularización de cemen­terios que cierran la etapa de las luces y las luchas y abren,hacia 1860, el espacio de la

Cultura liberalpor 'obra de un fragmento de la élite, de la fracción jus­

tamente liberal, triunfante en las revoluciones de Ayutla y deTres Años, apoyada sin tapujos por el gobierno de EstadosUnidos e indirectamente por la monarquía francesa medianteuna intervención, que diciéndose amiga de los conservadores, lofue de los liberales. La nueva etapa es la más breve de todas;corre de 1860 a 1910; cubre medio siglo; se la reparten pol í-

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ricamente Benito juárcz y Porfirio Díaz; es agitada en su primertercio v pacífica en los restantes. En esos cincuenta años casise d()bl~ la población del país; se unen a la metrópoli, por mediode ferrocarriles y telégrafos, la mayoría de las doscientas regio­nes del territorio mexicano; se asume una poi ítica de centraliza­ciún y también se abren al cultivo nuevas tierras y se pone enmarcha una minúscula revolución industrial. Los gobiernos sedicen republicanos, federales y electos por voluntad popular.La organil'.ación poi ítica se vuelve estable y \ igorosa.

En la cúspide social, soplan aires franceses especialmenteen lo yue mira a valores sensoriales. La rama masculina de lacrema gusta de las tandas del teatro frívolo; se complace en elespectáculo de bailarinas jóvenes y descocadas y en la lecturadc pornografías; busca normar su vida en las doctrinas disol­ventes de Baudelairc , acude a burdeles Y' bares; consume alcoho­les y drogas; se distingue por su gusto afrancesado en materiade comidas, mujeres, vestidos y chalets. La masa del pueblo,y sobre rodo de los pueblos y ranchcr ías, sigue ajena, () casi,a Id vida de goces fuera de los del aguardiente.

Aunque la preocupación por la salud y la vida ya no eranovedad durante la pa!. porfiriana, sí fue novedosa la laiciza­ción de este sector de la cultura. Las ciudades de los difuntosdejan de ser camposantos; se convierten en cementerios y pan·rcones administrados por el gobierno civil. La medicina rnodcrna, lJue sólo cubre los deseos de salud de los urbanos y del alta,se olvida de los auxilios espirituales. Las órdenes religiosas ce­den parcialmente a órdenes de enfermeras laicas, hospitales,hospicios y manicomios. Otra novedad es la práctica crecientede los depones: equitación, beis, fut, basquet. También semultiplican los baños de azulejos. Se da por primera vez elespectáculo de una burguesía entregada al bienestar, ostentosa,ridículamente ostentosa y satisfecha.

Los yue ..isiraban la ciudad de México en tiempos dedon Porfirio se iban con la idea de yue la modernización eraun hecho palpable y veloz. Las artes plásticas en el Porfiriatosólo esporádicamente estuvieron al servicio de la Iglesia; casi

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siempre fueron servidoras del Estado que necesitó cada vez máspalacios de burócratas, cárceles, edificios públicos y estatuasde presidentes de la República, de gobernadores y de generales.No se desatendió la cultura audiovisual. En todas las plazas delas poblaciones del país aparecieron las cajas de música o quios­cos donde retumbaban domingo a domingo los conjuntos deviento. En las ciudades mayores se construyeron teatros dondeharían gorgoritos para la gente bien, cantantes de ópera directa­mente traídos de Francia e Italia. México llega a producir com­positores de óperas como don Cenobio Paniagua, pero nuncaen tanta cantidad como periodistas, novelistas, poetas, drama­turgos y picos de oro. No obstante que el gobierno porfíricoabrió pocas escuelas, en las ciudades se produjo el predominiode la palabra escrita sobre la hablada. Veinticinco de cadacien personas acabaron sabiendo leer y escribir y se dieron a lalectura de autores franceses traducidos al español, de autoresespañoles. y hasta de autores mexicanos. Los poetas sentimen­tales (Prieto, Acuña y Peza), toda laya de costumbristas desdeFernández de Lizardi hasta Angel del Campo y varios drama­turgos quisieron expresar en su literatura las facciones de lanacionalidad mezicana. Sólo la última generación de la épocaliberal, donde militan Gutiérrez Nájera, Othón, Urbina, Nervo,Gamboa y los Díaz intenta, en palabras de José Luis Martínez."acordar sus pasos a la marcha de la cultura contemporánea pa­ra.scr hombres de su tiempo tanto como de su propIa tierra .. "

También siguió adelante en la cultura mexicana decimo­nornca el tránsito de una moral íntima que se disponía desdeel púlpito y el confesionario a otra ordenada por la concienciaindividual, y de moral pública nacida de la "real gana" de lasautoridades a otra proveniente del derecho escrito, obra decongresos formados por representantes de la espuma sociallaica. En la era liberal se promulgan los primeros códigos civi­les y penales de la República y de los Estados; se estatuye lalibertad como medio, el orden como base y el progreso comofin. La concupiscencia económica, tenida por vicio en el an­tiguo régimen colonial, se convierte en la virtud promotoradel progreso. Como en los países protestantes, la elite mexi­cana del Porfiriato se propone frenar la ética cristiana y me-

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terle acelerador a la burguesa. También se fomenta desdearriba el apego a la patria en vez del apego a la humanidad y elnacionalismo en lugar del catolicismo. El pueblo, sin apar­tarse de su código moral de perfil católico, asume una pa­triotería combinada con discursos, desfiles de charros y fue­gos artificiales.

En las alturas sociales se retoma, como no podía sermenos, el cientismo del siglo XVIII. Al desaparecer el vendabalrevolucionario se vuelve a pensar en conducir las aventurasdel pensamiento por las sendas estrictas de la razón y la exac­titud. Como la ciencia fue la comidilla del periodo, a los no­tables del Porfiriato se les puso el apodo de científicos. Por elmitote cientista, era de esperarse que México se emparejaraen un abrir y cerrar de ojos a los países anglosajones en desa­rrollos físicomatemáticos, biomédicos y sociológicos. Contodo, en ciencias de la naturaleza sólo hubo destellos, chispo­rroteo, lumbre de pajas. En las ciencias del hombre, se inaugu­raron como disciplinas intelectuales la sociología y la econo­mía, pero rara vez se pasó del relámpago de la inauguración.Los mejores logros científicos se dieron en el campo de la ce­nicienta de las actividades científicas: la historia. El conjuntode la vida científica permaneció muy minoritario, carente deequipos ad hoc, sin la bibliografía adecuada, en pañales.

El débil espíritu científico mexicano no pudo fortale­cerse ni con una filosofía tan furibundamente cientista comofue el positivismo de Comte y de Spencer. El positivismo llegóa gozar del prestigio de ser asustaviejas, de no haber mejor re­medio contra la filosofía escolástica que no se iba del todo;de servir como la emulsión de hígado de bacalao. El positivis­mo, tan alérgico a la metafísica y 3; la teología, tan amante dela ciencia positiva, declarado pensamiento oficial, tuvo un sa­cerdocio fiel, frio, duro que no supo fertilizar suficientementeel espíritu científico ni obtener la venia de las mayorías. Fuefruto de cenáculo, religión que jamas salió de las catacumbasoficiales.

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El pueblo se mantuvo adicto a sus curas y sus tradicio­nes religiosas. Amado Nervo escribió: "Con palpable disgustode la masa del país tenemos constitución liberal: con manifies­ta repugnancia del pueblo ... establecimos la independenciade la Iglesia y del Estado y laicizamos la enseñanza oficial".Los regímenes de Juárez y Lerdo por poco desencadenan unainsurrección plebeya por su inclín a la propaganda protestante,por el establecimiento de la libertad de cultos y por la supre­sión de las órdenes religiosas. El puñado de positivistas porfí­ricos deseaban clausurar las edades teológica y metafísica impe­rantes en México, abrir la era del positivismo y no ofrecer másculto religioso que el de Augusto Comte, ya abierto en el Bra­sil con el nombre de religión de la humanidad, pero la voxpopuli no le permitió a la minoría de devotos de Comte salir­se con la suya. La revolución dieciochesca, iniciada en las cum­bres sociales, un siglo después aún no conseguía bajar, enmuchos aspectos, a los valles del pueblo, quizá porque los aris­tócratas revolucionarios, los apóstoles de la modernidad licen­ciosa, científico-técnica y capitalista no se dignaron, como sí lohicieron los apóstoles del cristianismo en el siglo XVI, descen­der a las capas mugrosas e ignorantes. La cultura traída por losreligiosos españoles prendió rápidamente, sin necesidad de ge­nocidios, en las élites y sobre todo en las masas indígenas. La'cultura importada por intelectuales y ricos a partir del sigloXVIII sólo parcialmente logra ser mercancía popular, y estoa partir de la

Revolución Mexicana,en este siglo, de 1910 a la fecha, cuando el ninguneo de

los soberbios se reduce. Con la insurrección maderista en contrade la dictadura de los científicos, se inaugura la etapa que he­mos convenido en llamar "Revolución" aunquedebiera llamarse"Reforma II" pues, contra el decir oficial de ahora, nunca qui­so romper con la etapa cuyos epónimos fueron Juárez y Dfaz.Aunque no faltaron insurrecciones de ruptura como la de Zapa­ta, que pretendía volver a la época pre-ilustrada y preliberal,las victoriosas, las constitucionalistas de don Venustiano sóloaspiraban a cortar abusos de la dictadura, no los usos de lamodernidad.

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Fuera de las vencidas "revoluciones" reaccionarias deEmiliano Zapata y de Pancho Villa, las demás "revoluciones"reformistas autoras de la Constitución de 1917 sólo pretendenhacer más apetecibles y populares los valores de la "moderni­dad" que estaban en los mercados de México desde el sigloXVIII. Hay que adentrarse con esta tesis a los tiempos presen­tes, a los últimos setenta años en que la población de Méxicose cuadruplica; la parte de participación se afianza en institu­ciones republicanas y en un régimen mixto de clases sociales yetnias; la parte de civilización se fortalece con empresas agro­colectivas, agroindividuales, de industria privada, de industriaestatal y de otros muchos olores y sabores, ora con técnicaspropias, ora adquiridas en renta, con el apoyo en todo caso deun gobierno constructor de presas, canales de riego, institutostecnológicos, campos de experimentación agrícola, oleoductos,plantas de energía eléctrica, carreteras, aeropuertos, estacionesradiodifusoras y canales de televisión.

En lo tocante a valores efímeros y de larga duración,éticos y estéticos, científicos, filosóficos y religiosos, la Revolu­ción no es ruptura con respecto al Porfiriato , la Reforma, laIndependencia y las luces. En algunos aspectos es consolidaciónde logros anteriores, y en otros, despliegue y estiramiento comoen el campo de la salud y mengua de la mortalidad, en un cam­po donde el médico toma el puesto del cura y del brujo. Lafamiliaridad con la muerte ha ido en descenso en el últimomedio siglo. El morir con resignación, el reirse de la calaca, eljugar con la pelona, el comer pan de muerto y calaveras de dulceson hábitos en fuga. El gobierno y la sociedad se manifiestanorgullosos por la decremento creciente de "angelitos" y de lamortalidad general. Los gobiernos emanados de la Revoluciónle han impuesto derrotas importantes a la muerte y a la enfer­medad gracias a la campaña contra el paludismo, la vacuna con­tra la viruela, la quimioterapia, las vitaminas, los antibióticos,el desprestigio de los brujos, el mayor número de médicos y sureparto en todos los rincones del país, la higiene pública, losdispensarios de salud, los hospitales . . . El pueblo, como seha vuelto miedoso ante la muerte casi como cualquier gringo,ha colaborado en las campañas salutíferas. El pan y el jabón

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se difunden. El bano adquiere la doble dimensión de placen­tero y de saludable. La vigorización del cuerpo por el deportey la lucha femenina contra la obesidad también testimoniala tarea de revitalización de los valores vitales en la gente de loscentros urbanos, sobre todo en la de zonas chics y arboladas.

En cuestiones estéticas, el ir del brazo y por la callela élite y la masa no se consigue todavía con plenitud. Comoquiera, a partir del tercer decenio se puso de moda entre losartistas chics el tomar como fuente de inspiración las artesa­nías y la literatura de los de abajo. En 1922, el doctor AtI eli­rizó las Artes populares en México. Poco después, artistas yhombres de letras, agavillados en grupos como LEAR, BOl Yagoristas, se dieron a la imitación de la plástica popular. de lamúsica placera, de la poesía de barrio y cantina, de las dan­zas como la zandunga, el jarabe, la polca y los viejitos, delteatro de pastorela. El cine se ciñó a los gustos populares des­de su nacimiento con películas de costumbres. Sin embargo,los valores más caros del arte de la Revolución son frutos decorrientes ni mexicanas ni de agachados sino corrientes que sedistinguen por su pluralidad, universalidad y exquisitez. Laélite artística mexicana abrió una ventanita al populacho yun enorme ventanal a las modas de la élite del mundo. El go- .bierno está a punto de extinguir el analfabetismo, pero laabundancia y variedad de frutas literarias está a punto de vol­ver locos a los nuevos lectores. La especie nueva del escritorde oficio no gusta de los gustos y las entenderás de las multi­tudes alfabetizadas.

Desde sus inicios la Revolución Mexicana se dice, porboca de sus intelectuales, justiciera. La justicia revoluciona­ria, "con su voz ronca, pectoral" convoca a los pudientes adarle una manita a campesinos, obreros y aborígenes. La Cons­titución de 1917 añade a la élitc liberal de la Constitución de1857 tres nuevos paquetes de obligaciones cuyas etiquetasson "agrarismo", "laborismo" e "indigenismo". El primero jus­tifica y dispone la entrega de parvifundios a quienes los traba­jan con sus propias manos; el segundo establece los derechosde los trabajadores de la industria; el último declara de alta jus-

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ncia la incorporación de los grupos marginados de color cobri­zo a la democracia, la civilización y la cultura nacionales comose estilan ahora en México. Casi toda la élite ha concordado enla planificación del agrarismo, del laborismo y del indigenismo.Quizá las mayores disonancias se den en los ajusticiados con lostres "ismos", pues no se tomaron en cuenta sus opiniones a lahora de pretender hacerles justicia. Desde nuestro siglo XVIIIla ética no se fabrica en Fuenreovejuna, nace de la "real gana"de soberanos que infantilizan al pueblo y de legisladores creyen­tes en que los del vulgo son como los niños que lloran cuandose les baña. Por lo demás, la justicia social ha sido en muchoscasos causa de enriquecimiento injusto por parte de los ajus­ticiadores.

La élite revolucionaria, quizá por sus afanes populistas,tardó mucho en poner manos a la obra de la relegada ciencia.Ya tan tarde como 1965, una investigación sobre la investiga­ción científico-natural en México, reveló que sólo unas cuantaspersonas llevaban a cabo investigaciones en los latifundios físi­co-matemáticos y biomédicos. Encuestas más recientes revelanque ya se dan pasos gigantescos, que se producen muchas mo­nografías y tesis doctorales, pero no todavía lo necesario paraponerse a la altura de los países a donde van a parar los premiosNobel de física y de qu ímica. Encuestas periódicas en ellatifun­dio de las ciencias sociales descubren panoramas menos tristes.Algunos gremios, en particular el de los historiadores, han hechoinvestigación teórica de subido valor.

Al revés de la ciencia, y por otros caminos, la filosofíacomparece muy temprano en el panorama de la Revolución.Como principio de cuentas, embiste contra el positivismo.En seguida levanta gigantescas construcciones intelectuales.Luego se aplica al esclarecimiento de la realidad nacional.Los muchachos del Ateneo de la Juventud, decía, en vísperasdel derrumbe del Porfiriato, que la filosofía oficial "era dema­siado sistemática, demasiado definitiva para no equivocarse".Ya adultos, tres pensadores del Ateneo construyeron sistemasfilosóficos originales, ninguno con tanto vigor y originalidadcomo José VasconceIos, responsable de la "filosofía de la

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coordinación", Los discípulos de los ateneistas y de los filóso­fos españoles transterrados desde 1939 se pusieron a desentra­ñar El perfil del hombre y la cultura en México; produjeronuna copiosa literatura a la cual llamaban filosofía de lo mexi­cano, y sus detractores, El mito del mexicano. De hecho, nin­guno de los grandes filósofos de la Revolución ha sido profetaen su tierra, La élite local alimenta sus necesidades filosóficasen los materialismos. idealismos. vitalismos y existencialismoseuropeos; algunos intelectuales se dejan embaucar por "cual­quier simetría europea con apariencia de orden",

Desde el siglo XVIII les ha preocupado a los de arribala religiosidad popular. A mediados del siglo XIX se le tuvocomo una de las mayores "taras" de la nación. La religiosidadtardía de los filósofos máximos de la era revolucionaria no pudoimpedir la acometida antirreligiosa acaudillada por los jefesmáximos de la Revolución. Los de cincuenta años o más vi­mos con nuestros propios ojos la ojeriza del poder contra lareligión del pueblo y sus sacerdotes; constatamos el cierre detemplos, la campanas mudas, los discursos anclericales, los re­tos a Dios, las quemas de imágenes religiosas, los curas escondi­dos, los maestros desfanatizantes, la clausura de refaccionariasde sacerdotes, los mártires católicos, y la satanización de los'creyentes. Nos tocó ver (a muchos únicamente con ojos deniño) la respuesta popular a la persecución religiosa; nos tocóver la Cristiada que los campesinos lanzaron contra sus maes­tros de irreligiosidad. Fue una lucha sangrienta como pocas,quizá el mayor sacrificio humano colectivo en toda la historiade México, comprendida la edad de los sacrificios humanos.Los que aún no llegan a la edad de los cincuenta, sólo han cono­cido un poder resignado a la "tenaz adherencia del pueblo a lareligión católica", Por lo visto, la Revolución no pudo llevara México al disfrute notorio de la ciencia y del ateísmo, y quizásea tarde intentarlo, pues ~a existen asomos de una

Nueva revolución cultural

que no trae en su programa la muerte de las religionesy sí la sujeción de la ciencia a proceso judicial. Todo presente

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da la impresión de ser ruptura del pasado inmediato aun cuandosólo es crisis pasajera, pero el de ahora quizá no sea un presentecualquiera pues presenta cuarteaduras extraordinarias. Son mu­chos los síntomas de que comenzamos a vivir en una crisis cultu­ral tan grave y profunda como la de los siglos XVI y XVIII.Como quiera, en esta ocasión estamos menos solos que en lasanteriores. México va perdiendo poco a poco sus peculiarida­des. La crisis mexicana de ahora, si no universal, es compartidapor muchos países. Varias naciones del mundo hispánico pre­sentan situaciones parecidas a la nuestra. Tenemos en comúnfallas técnicas y económicas. Está claro que las relaciones en­tre los distintos grupos sociales y la autoridad son cada vez me­nos armoniosas en todos los países de la América Hispánica. Seve a las primeras de cambio que los valores de la "modernidad"andan de capa caída. Como en el siglo XVIII, la transformaciónha empezado en la cumbre pero corre muy rápidamente hacialaderas y valles.

Ahora la Revolución se ve en el trance de conducir lacuarta revolución cultural en puertas, en algunos aspectos muycontraria a la tercera. Ya se oyen los pasos de una nueva esti­mativa del cuerpo, del menosprecio del confort burgués, de lavuelta a la naturaleza, de la comunicación audiovisual del recha­zo a las escrituras sin imágenes, de la grima a una ciencia sinarte ni humanismo, de un nuevo humanismo y de un rena­cimiento religioso. Tocan a la puerta un nuevo modo de sentiry un nuevo modo de pensar a los que el gobierno de la Re­pública debe abrirles y ofrecerles silla, mesa y cama para evi­tar que rompan las puertas y los muebles, para impedir larepetición de situaciones tan desagradables aunque glorio­sas como fueron las tres grandes trifulcas del México moder­no, para acceder a la nueva postura cultural con poco desgaste ymucha fuerza productiva.

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