La cultura adolescente

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LA CULTURA ADOLESCENTE Los cambios sociales de las últimas décadas han influido en las actitudes de los adolescentes. Es frecuente que los profesores se quejen de las dificultades para motivar a sus alumnos, y aducen razones como éstas: aparentemente no les interesa nada; son pocos los que muestran alguna inquietud por el aprendizaje o inclinación hacia el estudio; los niveles de esfuerzo se han relajado hasta límites insospechados; sus destrezas y habilidades de trabajo intelectual apenas han sido desarrolladas… También en el terreno del comportamiento, los profesores encuentran dificultades para establecer una dinámica de trabajo en el aula que permita desarrollar con fluidez su enseñanza: las conductas disruptivas son frecuentes y hay que reglamentar más y con más evidencia que en generaciones anteriores; de hecho, la administración educativa ha comenzado a decretar no hace mucho tiempo los derechos y deberes de los estudiantes y a exigir a los centros la elaboración de un Plan de Convivencia donde se especifiquen, entre otras cosas, las normas y sanciones de aplicación en el ámbito del mismo (LOE, artº 121, 2; Orden de 18 de julio de 2007, por la que se regula el procedimiento para la elaboración y aprobación del plan de convivencia de los centros educativos sostenidos con fondos públicos –BOJA n.º 156, de 8 de agosto). Muchos de estos cambios tienen que ver con la transformación de los referentes culturales que ha experimentado nuestra sociedad, con el modo en que la familia ha ido modificando, en término generales, su papel en cuanto a la socialización de niños y adolescentes y con el modo en que se ha incrementado la heterogeneidad del alumnado al complicar las posibilidades de actuación de los docentes. Pero hay otros indicadores de cambio que nos permiten explicar y entender algo más a los adolescentes que tenemos sentados en nuestras aulas. La adolescencia, como etapa del desarrollo evolutivo, se encuadra desde el punto de vista psicológico en el período que va desde los doce hasta los dieciocho o diecinueve años. Sin embargo, desde el punto de vista sociológico, se

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LA CULTURA ADOLESCENTE

Los cambios sociales de las últimas décadas han influido en las actitudes de losadolescentes. Es frecuente que los profesores se quejen de las dificultades para motivar a sus alumnos, y aducen razones como éstas: aparentemente no les interesa nada; son pocos los que muestran alguna inquietud por el aprendizaje o inclinación hacia el estudio; los niveles de esfuerzo se han relajado hasta límites insospechados; sus destrezas y habilidades de trabajo intelectual apenas han sido desarrolladas… También en el terreno del comportamiento, los profesores encuentran dificultades para establecer una dinámica de trabajo en el aula que permita desarrollar con fluidez su enseñanza: las conductas disruptivas son frecuentes y hay que reglamentar más y con más evidencia que en generaciones anteriores; de hecho, la administración educativa ha comenzado adecretar no hace mucho tiempo los derechos y deberes de los estudiantes y a exigir a los centros la elaboración de un Plan de Convivencia donde se especifiquen, entre otras cosas, las normas y sanciones de aplicación en el ámbito del mismo (LOE, artº 121, 2; Orden de 18 de julio de 2007, por la que se regula el procedimiento para la elaboración y aprobación del plan de convivencia de los centros educativos sostenidos con fondos públicos –BOJA n.º 156, de 8 de agosto).

Muchos de estos cambios tienen que ver con la transformación de los referentes culturales que ha experimentado nuestra sociedad, con el modo en que la familia ha ido modificando, en término generales, su papel en cuanto a la socialización de niños y adolescentes y con el modo en que se ha incrementado la heterogeneidad del alumnado al complicar las posibilidades de actuación de los docentes. Pero hay otros indicadores de cambio que nos permiten explicar y entender algo más a los adolescentes que tenemos sentados en nuestras aulas.La adolescencia, como etapa del desarrollo evolutivo, se encuadra desde el punto de vista psicológico en el período que va desde los doce hasta los dieciocho o diecinueve años. Sin embargo, desde el punto de vista sociológico, se ha producido una prolongación de la etapa adolescente. Ésta, en las distintas culturas, supone el tránsito de la niñez a la adultez (este tránsito varía de unas culturas a otras), donde la adultez significa la independencia con respecto a los progenitores o cuidadores y la consiguiente asunción de responsabilidades dentro de la sociedad a la que pertenece. En las sociedades desarrolladas, esa independencia apelaba a la económica (incorporación al mundo laboral) y moral (el sujeto actúa ya por normas y criterios propios, sin obediencia a sus padres) y solía coincidir con el abandono del hogar familiar para crear uno propio.

No obstante, en la sociedad actual observamos cambios importantes en este sentido. Por un lado, los adolescentes actuales cuentan con una autonomía sin parangón con épocas anteriores: libertad de horarios, mayor horizontalidad de las relaciones paterno-filiales y, en general, con los adultos, debilitamiento del sentido de autoridad, etc. Gran parte de la presión por crecer, por trabajar, por marcharse de casa, de épocas anteriores radicaba en el deseo de ser autónomo respecto de los padres y tener una libertad de acción bastante constreñida por las normas familiares. Por otro lado, en éstas últimas décadas se ha ido retrasando la edad de incorporación al trabajo (principalmente, para trabajos cualificados que exigen una formación más competitiva) y la del abandono del hogar con lo que el tránsito a la edad adulta se posterga igualmente. Todo ello implica que la presión por madurar, por asumir responsabilidades, por actuar como un adulto, por gobernar su propia vida, se debilita. Desde el punto de vista psicológico, el final de la adolescencia se sitúa en torno a los dieciocho años,

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pero sociológicamente se habla de los veintinueve años como frontera de esta etapa.

Se utiliza el término adolescencia prolongada para referirse a ese tramo de la población que por edad no es estrictamente adolescente (12-18 años), que en generaciones anteriores se consideraba perteneciente a la categoría ya de jóvenes (18-25/29 años), pero que las condiciones socioculturales actuales hacen que mantenga rasgos más propios de la adolescencia en cuanto a dependencia económica (aún cuando trabajen, siguen en muchos casos dependiendo económicamente de las familias) y a la inhibición ante las responsabilidades y preocupaciones propias de adultos (vivienda, hijos, etc.).

También se ha incrementado la presión mediática para que la adolescencia comience cuanto antes, de forma que es fácil observar a niños, prepúberes aún, actuando como adolescentes. Corea y Lewkowicz (2004) explican este fenómenos porque la adolescencia se ha convertido en el emblema de nuestra época y porque la indefinición es su rasgo más distintivo: no es un niño, ni un adulto, pero también es un niño o un adulto según las circunstancias. De esta forma, se convierte en un potencial consumidor de productos de amplio espectro. Si observamos la programación televisiva, veremos que cada vez se produce en ella menos segmentación por edades. No hay ya un género infantil, un género adolescente, un género joven o un género adulto de programas; la mayoría de éstos son para un público indefinido y de amplio espectro de edad. Vemos series de dibujos animados donde se representan situaciones claramente de adultos, series destinadas a adolescentes pero con personajes que viven como adultos y programas destinados a adultos, o al menos que utilizan un segmento horario de mayores, pero que encuentran su mayor audiencia entre la población infantil. Los programas de televisión son pensados para una audiencia sin edad, por eso la adolescencia es su prototipo ideal. Si prestamos atención a otro tipo de productos de consumo podremos observar igualmente esa tendencia a la indefinición del consumidor. Viajes para recién casados o para jubilados a parques temáticos infantiles, juguetes que representan bares de copas o centros comerciales, videojuegos de alto contenido violento al alcance de cualquier menor de edad o revistas de público adolescente con temáticas claramente adultas (recordemos que en este país la consideración de un producto «recomendado para mayores de dieciocho años» no prohíbe su consumo por menores, y deja esta responsabilidad a los padres). Y es que ser joven, con su modo de vida asociado, es decir, con bastante autonomía pero sin responsabilidades, se ha convertido en un valor en la sociedad actual. La aspiración a seguir siendo joven, a vivir como un joven, a parecer joven, a divertirse como un joven… es un reclamo publicitario y un recurso permanente en los medios de comunicación para atraer audiencias. El síndrome del peterpanismo, no querer crecer, no querer madurar, es señalado por muchos autores (Cataluccio, 2006; Corea y Lewkowicz, 2004) como uno de los rasgos de la sociedad actual, que afecta tanto a adultos como a adolescentes (aspiración a ser un perpetuo adolescente). En el caso de los adultos, esta situación les impide ejercer de tales en cuanto a sus responsabilidades con respecto a los niños y jóvenes, como hemos visto en apartados anteriores. Pero, además, esa veneración por lo joven otorga a los adolescentes una posición de privilegio: se sienten admirados, deseados, envidiados, lo que refuerza sus actitudes y comportamientos. En el caso de los aún niños, se observa una emulación de conductas que no corresponden a su condición de infantes: usar móviles, salir de noche, frecuentar discotecas, «hacer botellotas», utilizar maquillaje, consumir alcohol y estupefacientes, tener relaciones sexuales, etc. Las edades en que se inician este tipo de prácticas han ido descendiendo alarmantemente en estos últimos años en nuestro país. Un rasgo del contexto en que los adolescentes actuales se están

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socializando es el cambio que está sufriendo el mundo laboral.

El creciente aumento de puestos de trabajo poco cualificados en una sociedad donde el sector servicios es la principal actividad económica, como consecuencia de la deslocalización del sector industrial (producir en países con mano de obra barata), ha conducido a que el mercado laboral absorba cada vez más chicos y chicas seducidos por la posibilidad de ganar un sueldo que satisfaga sus gastos personales –puesto que viven aún de la economía familiar– y abandonen los estudios sin conseguir el titulo de Educación Secundaria Obligatoria o sin completar sus estudios postobligatorios. De hecho, en los últimos años ha descendido notablemente el índice de paro juvenil (16-25 años), situación que coexiste con la anteriormente citada del retraso en la incorporación al mundo laboral en trabajos que exigen mayor cualificación. Para un adolescente, este sueldo, aunque sea pequeño puesto que es «no cualificado», tiene un gran valor, puesto que sus gastos habituales son cubiertos por la familia. El abandono de los estudios merma extraordinariamente sus posibilidades de promoción laboral futura. Cuando crecen, maduran y deciden independizarse (comprarse una vivienda propia, crear una familia, tener hijos…), estos sueldos lo impiden y se ven obligados a continuar dependiendo económicamente de sus familiares, con los problemas que esto conlleva para unos y otros. Este cambio en el marcado de trabajo está conduciendo en nuestro país a que se hayan incrementado notablemente los porcentajes de abandono escolar en los estudios secundarios y universitarios en nuestro país, especialmente en aquellas comunidades donde el sector servicios es la principal fuente de riqueza. Es difícil mantener la motivación por los estudios en este contexto. Esta situación chocacon el hecho de que el desarrollo económico de un país depende del capital cultural de su población; de ahí, la presión de la Unión Europea por incrementar los porcentajes de la población con estudios secundarios postobligatorios y universitarios acabados en todo su territorio, especialmente en el casode aquellos países con mayor índice de abandono, entre los que está España. Todo un reto para cuantos trabajamos en el campo educativo.

Otra línea de cambio apunta a la figura del adolescente como consumidor. Ciertamente, los adolescentes se ha convertido en un sector de los consumidores muy apetecido por las empresas comerciales; su mayor capacidad de consumo con respecto a generaciones anteriores, no sólo por su mayor poder adquisitivo propio, sino también por su capacidad de influencia sobre el consumo familiar, ha generado toda una serie de productos, comercios y campañas publicitarias destinados a este sector de la población, algo inexistente hasta hace relativamente poco tiempo. Esto tiene sus consecuencias en relación con los llamados espacios de contestación que utilizan los adolescentes para recrear su identidad. De todos es sabido que en esta época del desarrollo, los chicos buscan su independencia con respecto a los adultos diferenciando sus modos, su estética, sus prácticas, sus escenarios lúdicos, como distintivos de su generación. No obstante, cada vez les resulta más difícil encontrar esos espacios porque, al instalarse ese «ideal adolescente» en nuestra sociedad y haberse convertido éste en el objetivo de gran parte de los productos de consumo, cualquier signo o símbolo que cree una nueva generación es comercializado de forma casi inmediata por las empresas y consumida por niños y adolescentes: su música, su estética, su moda, su jerga, sus símbolos...Quizás por ello, los espacios de contestación que algunos adolescentes buscan actualmente tiendan a ser más radicales y persiguen una mayor ruptura con lo que hay, una mayor provocación. Espacios donde los adultos (o los niños) no puedan imitarlos o donde las empresas comerciales no puedan emularlos con campañas publicitarias u objetos de consumo:horarios nocturnos de salida, la toma de las calles, el

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lenguaje hip-hop, la ortografía messenger o sms, los grafitis y pintadas, su rechazo a la escuela, el consumo de estupefacientes, los modos propios de los videojuegos, la transgresión de las fronteras de lo virtual...Uno de estos posibles espacios de contestación es el campo de lo normativo: desafiar e incumplir las normas del comportamiento social y cívico como vía para distanciarse de los adultos y como símbolo distintivo de su identidad: tirar basura al suelo, romper y quemar el mobiliario urbano, hacer pintadas en escaparates, fachadas e incluso vehículos, ir en moto por las aceras...Todos estos comportamientos pueden significar una búsqueda, triste y lamentable, de los resquicios de recreación de sí mismos que les van quedando para enfrentarse y así contestar al mundo adulto. Al mismo tiempo, los productos de consumo (televisión, videojuegos, ciertas revistas para adolescentes, ciertos solistas y grupos musicales...) que, en esta cultura del espectáculo en que vivimos, buscan audiencia a base de transgredir, han encontrado en estos nuevos espacios de contestación un filón para seducir a adolescentes y jóvenes. Es fácil observar campañas publicitarias cuyos eslóganes apelan a conductas o valores socialmente reprobables, videojuegos cuyas normas consisten precisamente en saltárselas o incluso en vulnerar la ley, programas de televisión que abusan gratuitamente de un lenguaje procaz y soez para dar una imagen de producto destinado al público más joven, desprestigio de la escuela ofreciendo una imagen de la misma tediosa e inútil…; todo ello suele ser un recurso frecuente para atraer a este sector de la población. Al fin y al cabo, aunque la publicidad se inspira en la realidad y registra los procesos sociales ya en marcha, no cabe duda de que también la configura y modela proyectando una imagen de ésta codificada y simplificada: la publicidad influye en los modelos de identificación de los jóvenes, en sus comportamientos y en la consolidación de determinados valores, como afirman Sánchez, Megías y Rodríguez (2004) en su estudio sobre jóvenes y publicidad. Va creando una imagen social de los adolescentes y jóvenes que se proyecta sobre ellos haciendo pedagogía, en el sentido en que moldea los modos, prácticas y actitudes de éstos; como sabemos, el autoconcepto se forma, en parte, por la imagen de nosotros mismos que nos devuelven los demás.

Esto nos lleva a plantearnos los valores de los adolescentes como un posible rasgodiferencial de éstos que nos permita entenderlos mejor. Para analizarlos, el estudio de la publicidad y de los medios de comunicación es una fuente importante de datos por cuanto, como acabamos de decir, analizan tendencias para reforzarlas, al tiempo que generan visiones de la realidad que se van instalando. En el trabajo de investigación antes citado, se analizan los valores de referencia en la publicidad juvenil (población entre 15 y 25 años) entrevistando a los propios diseñadores de las campañas publicitarias. Según este estudio, valores dominantes en la publicidad dirigida a este tramo de edad son:[pic] Disfrutar de la vida, no perder la capacidad de diversión, el presentismo. Se les dice a los jóvenes que jueguen más y disfruten más, puesto que la vida pasa con rapidez y pronto se verán enfrentados a responsabilidades importantes.[pic] La búsqueda de sensaciones y emociones. La publicidad para jóvenes juega más con los elementos emocionales identificación de los jóvenes, en sus comportamientos y en la consolidación de determinados valores, como afirman Sánchez, Megías y Rodríguez (2004) en su estudio sobre jóvenes y publicidad. Va creando una imagen social de los adolescentes y jóvenes que se proyecta sobre ellos haciendo pedagogía, en el sentido en que moldea los modos, prácticas y actitudes de éstos; como sabemos, el autoconcepto se forma, en parte, por la imagen de nosotros mismos que nos devuelven los demás.

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Esto nos lleva a plantearnos los valores de los adolescentes como un posible rasgodiferencial de éstos que nos permita entenderlos mejor. Para analizarlos, el estudio de la publicidad y de los medios de comunicación es una fuente importante de datos por cuanto, como acabamos de decir, analizan tendencias para reforzarlas, al tiempo que generan visiones de la realidad que se van instalando. En el trabajo de investigación antes citado, se analizan los valores de referencia en la publicidad juvenil (población entre 15 y 25 años) entrevistando a los propios diseñadores de las campañas publicitarias. Según este estudio, valores dominantes en la publicidad dirigida a este tramo de edad son:[pic] Disfrutar de la vida, no perder la capacidad de diversión, el presentismo. Se les dice a los jóvenes que jueguen más y disfruten más, puesto que la vida pasa con rapidez y pronto se verán enfrentados a responsabilidades importantes.[pic] La búsqueda de sensaciones y emociones. La publicidad para jóvenes juega más con los elementos emocionales generación adolescente y joven que no participa de estos modos y prácticas, y que se sienten injustamente rechazados o descalificados. Y es que el segmento adolescente-joven, aunque tengan una cierta unidad como generación que vive y comparte un tiempo y un contexto, es igualmente plural y heterogéneo. Megías y Elzo (2006), en el estudio que realizaron para la FAD y el Instituto de la Juventud sobre los valores de los jóvenes –en el que entrevistaron a 1.200 jóvenes entre 15 y 24 años pidiéndoles que se identificaran con iconos que representaran a su generación–, agruparon a estos sujetos en cinco categorías que responden a valores distintos:[pic] Integrado / normativo. Son jóvenes que se sienten integrados en la sociedad y asumen la necesidad de normas y del cumplimiento de éstas para la convivencia, y las utilizan como principio orientador de sus comportamientos. Constituyen el grupo mayoritario de los sujetos entrevistados (32,67%).[pic] Retraído. Constituyen un sector de jóvenes caracterizados por la introversión, que viven su mundo interior, algo desconectados del de los adultos y a veces también de susiguales (21,42% de la muestra).[pic] Ventajista / disfrutador. Incluye el grupo de jóvenes que asumen el placer y el ocio como principio de actuación en sus vidas. El valor de las cosas estriba en que sea ventajoso, se le saque provecho conforme a intereses propios (19,75%).[pic] Alternativo. Este grupo engloba a aquellos jóvenes que buscan distanciarse del sistema establecido. Su militancia de la alternancia puede ser de distinto tipo: los «ecológicos», «neohippys», «okupas», etc. (15,25%).[pic] Incívico-inadaptado. La inadaptación a la sociedad la traducen en respuestas agresivas, incívicas e incluso delictivas en ocasiones. Los llamados «filomarginales» son sujetos cuyos modos de ocio consisten en traspasar los límites marcados por la ley; adolescentes y jóvenes que se divierten cometiendo actos vandálicos o delitos (10,91%).

Cabe preguntarse si, en rasgos generales, los valores que atribuimos como específicos de la adolescencia actual son compartidos en gran medida por la generación adulta, que, al fin y al cabo, ha creado este contexto sociocultural en el que se están socializando las nuevas generaciones. Éstas, como afirman Sánchez, Megías y Rodríguez (2004) han sido educadas en un contexto en el que «el disfrute de la vida, la búsqueda de la felicidad, se han convertido en los objetivos centrales del proyecto vital; un proceso de búsqueda de la felicidad en el cual el consumo aparece como vehículo imprescindible para su consecución. El consumo se convierte en un valor social de primer orden, que condiciona las aspiraciones de muchos jóvenes y de muchos de sus comportamientos». (p. 64). Al fin y al cabo, los adolescentes y jóvenes actuales son la consecuencia del

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mundo que los adultos han creado para ellos mismos: son «el continuose del empezose», como decía Mafalda, el famoso personaje de Quino. La diferencia quizás estribe en que los adultos tienen experiencias y recuerdos de otro contexto que pueden informar aún otras actitudes y comportamientos y que emplean como referentes desde el que valorar los cambios acontecidos, mientras que las nuevas generaciones carecen de ellos, no conocen más mundo que el que les ha tocado vivir.Un rasgo importante entre la adolescencia actual es su acusada necesidad de pertenencia a un grupo. En la sociedad actual, para un adolescente el grupo de iguales tienen una importancia más radical que en épocas anteriores. La falta de utopías, de grandes ideales, de valores y referentes compartidos, el individualismo… llevan a los adolescentes a buscar con más ansia el contacto con sus iguales. Sentir que se pertenece a un grupo, a una tribu, que se es aceptado por los miembros del mismo, es fundamental para ellos. Compartir sus símbolos, sus modos, sus prácticas, su estética… forma parte de ese proceso de llegar a pertenecer y ser aceptado por la tribu. En consecuencia, los publicistas, que trabajan sobre la base de estudios sociológicos precisos sobre la población, utilizan como principal recurso publicitario mostrar situaciones donde los adolescentes comparten experiencias, emociones con esos otros: la pertenencia al grupo como factor de identificación donde los productos y marcas contribuyen a reafirmar la identidad personal y grupal. Eléxito de los móviles entre los adolescentes o de la comunicación a través de Internet es un síntoma claro de esa necesidad de sentirse cercanos a sus amigos, de sentirse próximos, en esos tiempos y lugares donde no es posible el contacto directo con ellos. Quizás como reacción al individualismo prevalente en el contexto social actual, los adolescentes hayan apostado por la pertenencia al grupo. El estudio Una mirada al universo cultural de los jóvenes, realizado por la FAD (2005) señala cuatro elementos que se sitúan como fenómenos significativos en la cultura juvenil actual: el ocio, la disociación del tiempo y los espacios, las relaciones grupales y los consumos. Pues bien, Gordo y Mejías, en su estudio Jóvenes y cultura Messenger (2006), analizan cómo los adolescentes utilizan las TIC (tecnologías de la información y la comunicación), aunque reconozcan la importancia que tienen para los estudios y el trabajo, principalmente como forma de ocio y entretenimiento (ordenadores e Internet como una opción de entretenimiento casero a la altura de la televisión), lo que remarca esa dualidad entre el tiempo normativo (el tiempo de estudio y de trabajo) y el tiempo de expansión, sin responsabilidades, característico de los jóvenes actuales. De igual forma, usan las TIC fundamentalmente para estar conectados con los iguales, el grupo virtual, dentro del espacio y tiempo del hogar como espacio y tiempo propio y ajeno al de los adultos; además ese «estar conectados» constituye también una forma de ocio. Por último, estos autores también comprueban cómo los adolescentes consumen tecnología como forma de distinción social entre ellos. Por tanto, puede decirse que las TIC constituyen el espacio por excelencia donde se refleja la identidad cultural de los adolescentes actuales.

Relacionado con esa necesidad de pertenencia al grupo, encontramos como rasgo relevante de esta generación adolescente, frente a otras anteriores, su mayor heterogeneidad. La diversidad de jóvenes y de tribus es otro dato que dificulta aún más la comprensión del mundo adolescente. Canis, pijos, quíes, frikis, okupas, neohippys, ecologistas, góticos, skins y un amplio etcétera de grupos «balcanizan» el sector adolescente. La pertenencia a la tribu lleva también a buscar la diferenciación de unos grupos y otros a través de los productos o servicios que consumen, los soportes de publicidad que utilizan, los espacios que frecuentan, las actividades que realizan, los valores que apoyan, las conductas, símbolos y estética que los representan; hay tribus asociadas a ciertas ideologías políticas, creencias religiosos o místicas… Hoy en día no es fácil hablar en términos generales de los adolescentes; conocerlos para llegar

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a comprenderlos exige un acercamiento casi antropológico a cada una de estas tribus y grupos de iguales.

Para Funes Arteaga (2005), cualquier institución que se ocupe de la adolescencia debe asumir su diversidad como característica básica. «Conocer el repertorio de las formas de ser adolescente que se da en cada momento resulta imprescindible para poder influir, empezando por ayudar a descubrir por qué sienten el atractivo por unos u otros estilos de vida, unas u otras formas de demostrar que existen» (p. 49). Para este autor, es imprescindible construir una comprensión educativa de los adolescentes en toda su heterogeneidad: saber cómo viven sus adolescencias, sus contradicciones, para poder relacionarse con ellos e influir adecuadamente, subrayando que comprender no es nunca ni tolerancia absoluta ni impunidad. También insiste en que crear contextos heterogéneos de culturas adolescentes, y evitar las interacciones limitadas con una solo tipo de adolescencia, resulta más adecuado y alivia conflictos que homogeneizar a la población adolescente en un centro educativo. Al fin y al cabo, la forma como se es o se vive la adolescencia depende, en gran medida, de los contextos, los adultos y los otros adolescentes con los que se interactúa.Gran parte de las contradicciones que viven los adolescentes derivan de la situación de vivir una situación de niños a los que se les tiene que proporcionar de todo, al tiempo que rechazan toda clase de tutela: «ejercitar prácticas de afirmación juvenil sin tener que ocuparse de sus vidas, esto es, en condiciones de protección infantil» (Ibíd., p. 50). Por ello, educar en la responsabilidad, en la conciencia mutua sobre el período que están viviendo y en la comprensión del mundo que están empezando a descubrir genera menos tensiones que mantener el control a partir de esa protección esperando que maduren. En los planes de orientación y acción tutorial deberían incorporarse expresamente programas encaminados a trabajar en las aulas de secundaria y con las familias de los adolescentes esta comprensión de sí mismos, de sus iguales en sus diferencias y de la visión adulta de profesores y padres, principalmente.

http://www.buenastareas.com/ensayos/La-Cultura-Adolescente/6432887.html

Cultura Adolescente

Desde tiempo muy antiguos se viene queriendo saber el porque de las cosas que ahora les suceden a los actuales adolescentes.Yo creo que aquí vendría a tallar lo que es la "Cultura Adolescente".

1.¿Qué entendemos por "Cultura Adolescente"?

Cultura Adolescente le llamamos al cojunto de características en diferentes aspectos tales como: social, económico, cultural, religioso, etc que en la actualidad poseen los adolescentes.Los adolescentes de hoy son mas liberales, les gusta probar cosas rápidamente o mejor dicho ir ganando experiencia, experiencia que según ellos es buena aprovecharla en el menos tiempo posible ya que oportunidades como esa ya no la tendrán otra vez. Muy pocos jóvenes saben asimilar las cosas osea analizarlas primero para luego saber que hacer, pero bueno lo importante es que los hay aunque sea un numero menor.

2.¿Cuál sería el rol de los padres en la actualidad?

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El rol de los padres creo yo que sería dialogar mucho mas tiempo con sus hijos, dedicarles mas tiempo a ellos, llenarlos de amor y ternura (cariño). No se trata simplemente de decir: " a mi hijo yo le he dado una buena educación, pero ya el verá como se defiende ante sus propios problemas ". Estoy muy de acuerdo en ese caso porque la educación es primero, pero su "niño" va creciendo día a día y hay diferentes tipos de educación; en la familia y fuera de la familia. Tal vez ese sea el problema que tienen hoy, que nos enseñan solo dentro de la familia, pero en algunos casos no nos infunden el verdadero sentido de la educacion fuera de la casa. No hay que ser indiferentes ante esto y decir " no mi niño es un ángel " por ejemplo porque tarde o temprano se darán con la sorpresa de que su hijo no es un " ángel " como dicen.Lo único que ahora pueden hacer los padres por sus hijos sería seguir brindándoles su apoyo, acercándose mas a ellos, pasar mas tiempo juntos. NO ALEJARSE DE ELLOS.

3.Conclusión:

Son muy diferentes los tiempos de los padres con respecto al estilo de vida en que ahora se ven los jóvenes.Los padres sean coherentes, comprensivos y reflexionen porque si lo hacen podrán tener mejores resultados con sus hijos y verán el cambio de alguno de ellos (no la mayoría) en un periódo determinado de tiempo.Lo bueno es que cambien, simplemente eso, porque así podremos ser grandes y tendremos un país grande.

http://actualculturaadolescente.blogspot.com/