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La cultura política de los académicos de la Universidad Nacional Autónoma de México, 1968-1987 1 Gonzalo Várela Petito DAREMOS INICIO A ESTE ARTÍCULO con una precisión concep- tual: descartamos la idea de cultura política como subsistema de una "cultura" mayor, la cual produciría una homogeneidad gru- pal o de personalidad de la que se desprenderían comportamientos previsibles. Y aunque el concepto de cultura como estructura de significado es sumamente útil para trabajar en este campo, no atribuimos a los sistemas simbólicos, a los conjuntos de valores o a las expresiones intelectuales en general, una rigidez y persis- tencia que les haga impermeables a otros condicionantes de la acción social. Una perspectiva teórica tal chocaría con dificultades al apli- carse a una macroorganización compleja como la Universidad Nacional Autónoma de México: las posiciones que han nuclea- do la actividad política interna de sus académicos en las dos dé- cadas recientes fueron puntos de confluencia de mentalidades, ideologías y actitudes heterogéneas. No hay duda, sin embargo, de que la propia dinámica polí- tica, y especialmente el conflicto, promovieron la articulación intelectual de los elemenos ideológicos, simbólicos y valorativos necesarios para dar unidad e identidad a los actores. Tales ele- mentos no surgieron en el vacío, ni se produjeron únicamente en el ámbito universitario. Como trataremos de demostrar, es- tán muy relacionados con experiencias históricas generacionales y con proyectos políticos que superan a los medios académicos. 1 Agradezco las sugerencias y comentarios de Alberto Arnaut y Rosalba Ramírez. 371

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La cultura política de los académicos de la Universidad Nacional Autónoma

de México, 1968-19871

G o n z a l o Várela P e t i t o

D A R E M O S INICIO A ESTE A R T Í C U L O con una precisión concep­tual: descartamos la idea de cultura política como subsistema de una "cultura" mayor, la cual produciría una homogeneidad gru-pal o de personalidad de la que se desprenderían comportamientos previsibles. Y aunque el concepto de cultura como estructura de significado es sumamente útil para trabajar en este campo, no atribuimos a los sistemas simbólicos, a los conjuntos de valores o a las expresiones intelectuales en general, una rigidez y persis­tencia que les haga impermeables a otros condicionantes de la acción social.

Una perspectiva teórica tal chocaría con dificultades al apli­carse a una macroorganización compleja como la Universidad Nacional Autónoma de México: las posiciones que han nuclea-do la actividad política interna de sus académicos en las dos dé­cadas recientes fueron puntos de confluencia de mentalidades, ideologías y actitudes heterogéneas.

No hay duda, sin embargo, de que la propia dinámica polí­tica, y especialmente el conflicto, promovieron la articulación intelectual de los elemenos ideológicos, simbólicos y valorativos necesarios para dar unidad e identidad a los actores. Tales ele­mentos no surgieron en el vacío, ni se produjeron únicamente en el ámbito universitario. Como trataremos de demostrar, es­tán muy relacionados con experiencias históricas generacionales y con proyectos políticos que superan a los medios académicos.

1 Agradezco las sugerencias y comentarios de Alberto Arnaut y Rosalba Ramírez.

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Pero subrayemos que, por su misma generalidad, no sería expli­cable su encarnación en la universidad si no los cruzáramos con factores de empleo, profesionalización y masificación de la ca­rrera académica y si no los ubicáramos en la historia de un siste­ma universitario que sufre en la posguerra2 profundas transfor­maciones en lo interno tanto como en la conexión con el ambiente sociopolítico nacional.

I. Las opciones políticas

Encuadraremos este tema en tres elementos de definición: orien­taciones ideológicas, formas organizativas y actitudes políticas. Por razones expositivas ordenaremos el texto según las expre­siones organizativas, lo que implica que deberemos discutir bre­vemente el problema de su representatividad.

L a a l t a b u r o c r a c i a universitario

Es un estrato muy particular de la organización universitaria. No se trata de una agrupación gremial (por naturaleza este tipo de funcionario es difícilmente sindicalizable) sino del sector de fun­cionarios dirigentes, cuyo cuadro organizativo es, casi exclusi­vamente, la propia instancia institucional de la universidad. Su inclusión es importante por dos razones: a) a pesar de una pro­gresiva especialización que le ha llevado a desvincularse cada vez más de la tarea propiamente académica, esta capa se alimenta en gran medida de personal proveniente de la docencia y la in­vestigación; b) ha tenido permanencia en el tiempo y posiciones políticas que la singularizan.

No encontraremos aquí un ideología precisa. Si bien ha exis­tido una cierta visión del papel social de la universidad, de acuerdo con los sucesivos rectorados y sus relaciones con el gobierno, el tono de los pronunciamientos de la U N A M ha tenido variaciones. Por los demás, el carácter arbitral que se supone debe tener la dirigencia universitaria impide que ésta manifieste una ideolo-

2 C f . Donald Mabry, The M e x i c a n U n i v e r s i t y a n d t h e State, Texas University Press, College Station, 1982, y Jesús Silva Herzog, U n a h i s t o r i a de l a U n i v e r s i d a d de México y sus p r o b l e m a s , 3a. ed., Siglo X X I Editores, México, 1979.

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gía política determinada, toda vez que queda excluido que la pro­pia institución la tenga.3

No es pues en lo ideológico, sino en la particular relación con la élite política nacional, donde encontraremos el rasgo singular de este cuerpo burocrático. A pesar de la autonomía y de la esen­cia académica de la U N A M , hay razones que la hacen una pieza fundamental del sistema político: la entidad de sus problemas, que a menudo derivan en cuestiones de orden público o debate de alternativas nacionales; que imparte un servicio que interesa a grandes masas de la población (actualmente su matrícula as­ciende a unos 300 000 estudiantes); su proximidad a los centros del poder, y el peso que ha tenido en la formación de cuadros de gobierno.

Este último factor es objeto de importantes estudios4 que muestran cómo la institución ha sido un ambiente propicio para el estrechamiento de lazos interpersonales con influencia en ca­rreras políticas ulteriores. Aún más significativa es la vincula­ción entre el funcionariado público y la alta administración uni­versitaria. Desde la fundación de la Universidad Nacional, en 1910, hasta el presente, la gran mayoría de los rectores, secreta­rios generales y directores de algunas facultades han sido tam­bién altos funcionarios de gobierno.5 La U N A M es un tramo nor­mal en el progreso o la culminación de carreras que transcurren por distintas ramas del sector público. Algunos rectores, como Javier Barros Sierra, fueron secretarios de Estado antes de asu­mir la dirección de la universidad, o al abandonarla, como Gui­llermo Soberón Acevedo.

Ahora bien, la ligazón con la élite nacional no determina op­ciones políticas uniformes para la dirigencia universitaria, some­tida a las tensiones internas y externas de la institución. Retro­cediendo en nuestro periodo de estudio podemos completar una observación de veintiséis años (1961-1987) y seis rectorados: Ig­nacio Chávez (1961-1966), Javier Barros Sierra (1966-1970), Pablo González Casanova (1970-1972), Guillermo Soberón Acevedo

3 Cf . , al respecto la polémica Caso-Lombardo, en Antonio Caso, O b r a s c o m p l e ­tas, t. i , UNAM , México, 1971.

4 Roderic A . Camp, L a formación de u n g o b e r n a n t e , Fondo de Cultura Econó­mica (FCE ) , México, 1981, y L o s líderes políticos de México, F C E , México, 1984; Peter H . Smith, L o s l a b e r i n t o s d e l p o d e r , E l Colegio de México, México, 1981.

5 R . A . Camp, L o s líderes..., o p . c i t . , cap. v i l .

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(1973-1980), Octavio Rivero Serrano (1981-1984) y Jorge Carpi-zo Macgregor (1985 a la fecha). De Ignacio Chávez a Javier Ba­rros Sierra existe un declive en la relación gobierno-universidad, una transición durante la gestión de Pablo González Casanova y una restauración a partir de Guillermo Soberón.

Esta variación corresponde a diferentes actitudes del gobier­no frente a los rectores y a los problemas universitarios. Pero, para lo que nos interesa, ¿podemos afirmar que las posiciones de la rectoría respecto al gobierno, en ese lapso, eran represen­tativas del grueso de la dirigencia universitaria? Así podemos suponerlo, puesto que el rector funciona en los hechos según la definición de derecho de "jefe nato" de la universidad.6 Natu­ralmente, no podemos discernir los movimientos interiores que pudieron haber desafiado la solidez de esa fidelidad; pero en sus manifestaciones públicas la alta burocracia siempre apoyó de ma­nera unánime a los rectores, tanto en sus enfrentamientos con las autoridades nacionales como con los trabajadores o los estu­diantes de la institución.7

Por otra parte, el cuerpo dirigente de la U N A M reforzó su papel en estos veintiséis años. Hay para ello razones de tamaño y complejidad: la burocratización suele acompañar a la hiper­trofia de las grandes organizaciones. Pero también hubo razo­nes políticas. E l aislamiento respecto al gobierno entre 1966 y 1970, con el consiguiente peligro para la autonomía, determinó un efecto de solidaridad y cohesión de los órdenes universitarios (estudiantes, académicos y funcionarios) que dio forma a una comunidad defensiva encabezada por el alto funcionariado.

La amenaza pasó sólo para dejar lugar a una conflictividad interna que en 1970-1972 volvió a poner en peligro la supervi­vencia de la institución.8 Ello motivó que a partir de 1973 cam­biara la relación entre el gobierno universitario y los órdenes de la U N A M . A la diferenciación funcional se sumó el distanciamien-

6 A r t . 9o. de la Ley Orgánica de la U N A M , del 6 de enero de 1945, en U N A M , C o m ­pilación de Legislación U n i v e r s i t a r i a de 1 9 1 0 a 1 9 7 6 , México, 1977, t. II, p. 779.

7 Nos basamos sobre todo en declaraciones a la prensa y desplegados publicados en ocasiones de conflictos universitarios ocurridos durante el periodo estudiado.

8 C f . Gastón García Can tú , U n i v e r s i d a d y a n t i u n i v e r s i d a d , Joaquín Mor t iz , Mé­xico, 1977, y Sergio Zermefío, " E l fin de la comunidad universitaria", en D e s l i n d e , núm. 96, U N A M , México, 1977.

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to político y la dirigencia apareció claramente especializada como superestructura de control de una comunidad desarticulada.

Paralelamente, la élite universitaria se reintegró a la élite na­cional. Colaboradores de Javier Barros Sierra, como Fernando Solana Morales y Miguel González Avelar, fungirían como se­cretarios de Educación Pública en las siguientes décadas. El equi­po de Guillermo Soberón (incluyendo al mismo ex rector) se dis­tribuyó luego de su salida de la rectoría en distintos puestos, ministeriales, legislativos federales o de gobierno local.

L a s a g r u p a c i o n e s s i n d i c a l e s académicas*

Con posterioridad a 1968, se dio en la U N A M lo que algunos comentaristas designaron como la "primavera sindical". Era un fenómeno retardado pero esperable, dada la masividad de la institución. Dos organizaciones laborales predominaron hasta 1976: el Sindicato de Trabajadores y Empleados de la U N A M (STEUNAM, que afiliaba al personal administrativo y de servicios) y el Sindicato del Personal Académico de la U N A M (SPAUNAM). No sería correcto, sin embargo, analizarlos como pertenecientes a campos de referencia culturales distintos. Tampoco podríamos entender la ideología y las posiciones concretas del S P A U N A M sin tener en cuenta ese sentido común de la izquierda extendido lue­go de 1968, y que se seguía por concepciones revolucionarias de cambio social y la creciente preocupación por la relación entre universidad y sociedad. El conjunto de sus anhelos no era, sen­cillamente, conciliable. La universidad, como institución del sis­tema, ¿debía ser perfeccionada o simplemente usarse para la destrucción de aquél? ¿Tema sentido llevar a cabo un experimento constructivo interno o sólo preocuparse por la acción externa?10

Estos dilemas no eran ociosos. A l modificar su actitud des-

9 Este apartado se basa especialmente en información de los semanarios T i e m p o (1970-1980) y P r o c e s o (1976^1980), ambos de México, D . F . ; en Alberto Pulido Aranda, Cronología, 5 0 años de s i n d i c a l i s m o u n i v e r s i t a r i o , S T U N A M , s.f., y en José Woldenberg, "His to r i a del S P A U N A M " , I-LVIII , en F o r o U n i v e r s i t a r i o , 2a. época, núms . 15-72, Méxi­co, febrero de 1982-noviembre de 1986.

1 0 Cf. Pablo González Casanova, " E l contexto político de la reforma universita­r i a " , en D e s l i n d e , núm. 18, U N A M , México, 1972; "Carta al Consejo Editorial" , en C u a ­d e r n o s Políticos, n ú m . 10, México, octubre-diciembre de 1976.

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pués de 1970, el gobierno dejó actuar a las universidades como válvulas de escape. Paradójicamente la izquierda se encontró con más base de apoyo, libertad de acción y responsabilidad política dentro de estas casas de estudio que fuera de ellas.11 Todo esto requería de planteamientos ideológicos y programas adecuados a los niveles de acción definidos, desde la reivindicación de los derechos laborales a la resolución de las cuestiones nacionales, pasando por la reforma de la propia U N A M .

La desproporción entre las tareas asumidas y la madurez ideo­lógica y organizativa difícilmente podía escapar a una crisis. Ésta estalló durante el rectorado de Pablo González Casanova, quien propuso un programa de reformas condicionado al consenso de estudiantes, funcionarios y académicos, poniendo en el tapete de la discusión la cuestión del sentido mismo de la universi­dad.1 2 Este reformismo despertó en la izquierda una gran des­confianza. Sólo a título de ejemplo citaremos que en la opinión de importantes líderes del Partido Comunista Mexicano (PCM) —fuerza muy influyente en la universidad, aunque no ciertamente la más radicalizada— el Sistema de Universidad Abierta, que bus­caba ampliar la matrícula universitaria, era una importación de modelos extranjeros que no alteraba la esencia burguesa de la educación superior, y el sistema de departamentalización, que trataba de modernizar la estructura académica era, según dichos líderes, "una copia fiel del sistema del imperialismo".13 La con­fusión tanto ideológica como de niveles y programas de acción desembocaría en la sobrepolitización, en la fragmentación de la conciencia política y finalmente, en 1972, en una situación de virtual descomposición institucional.

Cabe preguntarse en qué medida esta cultura política de iz-

" Acerca de la importancia de las universidades en el desarrollo de una base de masas de la izquierda, Arnaldo Córdova , L a política de masas y e l f u t u r o de l a i z q u i e r ­d a , E d . E r a , México, 1979.

1 2 C f . U N A M , P a b l o González C a s a n o v a , 6 de mayo de 1 9 7 0 - 7 de d i c i e m b r e de 1 9 7 2 , México, 1983.

1 3 Arturo Martínez Nateras et a l . . C u a t r o ensayos de interpretación d e l m o v i m i e n ­t o e s t u d i a n t i l , Universidad A u t ó n o m a de Sinaloa, Rosales, Culiacán, 1979, pp. 19-20 y 37-38. Los textos citados corresponden a conferencias dictadas a principios de los seten­ta, cuando González Casanova era rector. Para una autocrítica retrospectiva de este tipo de posiciones, véase Germán Álvarez Mendiola, " E l movimiento estudiantil en la UNAM (II): González Casanova y la izquierda universitaria", en F o r o U n i v e r s i t a r i o , 2a. épo­ca, núm. 62, enero de 1986.

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quierda representaba a los académicos de la U N A M . A juzgar por los hechos no los representaba por completo y, subsidiariamen­te, hubo una pérdida de representatividad en ei transcurso de los años setenta. Desde 1975 "el S P A U N A M se debilitó aceleradamen­te [...] a partir de la aplicación de una línea política sectaria y burocrática que renunció desde el principio a defender los dere­chos laborales más elementales del personal académico y que ca­reció de una política académica correcta [por lo que] cosechó de­safiliaciones".14

Así, la fusión del S P A U N A M y del S T E U N A M en el Sindicato de Trabajadores de la U N A M (STUNAM), anunciada a principios de 1977, estuvo determinada por la debilidad y no por la forta­leza del sindicato académico, y tanto la fusión como la poste­rior huelga de junio de 1977 fueron decididas "de manera buro­crática y sin consultar a los trabajadores".15 E l surgimiento del S T U N A M significaba de hecho la asunción de las funciones del claudicante S P A U N A M por parte de una organización no acadé­mica (el STEUNAM) aunque más sólidamente afirmada y con una dirigencia más fogueada. En las negaciones sería fundamental la presencia del P C M , cuyo peso era patente entre los no aca­démicos. 1 6

E l repliegue del S P A U N A M , así visto, es fruto de la falla de un proyecto de izquierda. Pero, a diferencia de los empleados, entre los académicos hubo además una contrapartida conserva­dora de :implia repercusión gremial. En este medio, la idea de comunidad universitaria como algo opuesto a los intereses or­ganizados era muy fuerte y proveía un lazo de unión con las auto­ridades. La pretensión de bilateralidad del S P A U N A M en sus re­laciones con la rectoría fue rechazada por ésta, que invocaba en su apoyo a una vasta gama de pequeñas agrupaciones académi­cas que, pese a su dudosa potencia sindical, vieron con el tiem­po fortalecida su posición.1 7 Hacia 1976 había 43 organizacio-

1 4 Armando Quintero Mart ínez, " E l sindicalismo universitario, situación actual y perspectivas", en S T U N A M , A c t u a l i d a d de l a educación s u p e r i o r en México, Ediciones Foro Universitario, México, 1984, p. 295.

1 5 I b i d . 1 6 C f . Francisco Ort iz Pinchetti, " L o s líderes académicos del S T U N A M hacen el ba­

lance", en Proceso, 18 /VH /77, y Raúl Trejo Delarbre, "Confl ic to nacional y lucha sin­dical: l a huelga del S T U N A M en 1977", en Investigación Económica, núm. 161, julio-

1 7 U n relato detallado de este proceso en J . Woldenberg, o p . c i t .

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nes, de las que unas 39 se hallaban en abierta oposición al S P A U N A M . 1 8 En un principio el conjunto de todos sus socios no había sido capaz de superar al de los afiliados al sindicato de izquierda pero, a partir de 1976, las Asociaciones Autónomas del Personal Académico de la U N A M ( A A P A U N A M ) se hicieron mayoritarias, por lo que triunfaron en el recuento de votos de noviembre de 1980 que determinó la titularidad del contrato co­lectivo de los académicos.

Las A A P A U N A M 1 9 retienen hasta hoy dicha titularidad. Su estilo de acción ha estado marcado por el rechazo a la politiza­ción y al vínculo con los partidos, por la limitación a las deman­das de tipo reivindicativo-laboral y por el apego a la rectoría, de la que han sido una virtual palanca de poder. Cabe también preguntarse por su representatividad. Si nos atenemos a los re­sultados de noviembre de 198020 concluimos que un 32% de los académicos de la U N A M estaban a favor de ellas, contra un 29% a favor del S T U N A M y un 37% de abstenciones. Además, un sec­tor granado del profesorado de carrera que apoya a la rectoría, como se hizo evidente durante la huelga de junio de 1977,21 se alinea también con esta agrupación y no es necesario insistir en la influencia corporativa que tal núcleo tiene sobre el resto del profesorado. De este modo las A A P A U N A M constituyen una fuer­te mayoría relativa. ¿Cuáles son las razones de esta extraña efi­cacia que no se apoya en la solidez organizativa ni en el dina­mismo reivindicativo? Antes de examinarla echemos un vistazo a la situación reciente.

L o s académicos en e l conflicto a c t u a l 2 2

La U N A M vive desde abril de 1986 un nuevo proceso fermental.

1 8 I b i d . , u n , F o r o U n i v e r s i t a r i o , 2a. época, núm. 67, junio de 1986. 1 9 C f . J . Woldenberg, "Esbozo histórico: las Asociaciones Au tónomas del Perso­

nal A c a d é m i c o " , en F o r o U n i v e r s i t a r i o , 2a. época, n ú m . 14, enero de 1982, y Marcos Moshinsky, "Asociaciones del Personal Académico, opción universitaria legí t ima", en Proceso, 26/n/77.

2 0 Sobre un total de 22 500 académicos, 7 316 se manifestaron a favor de las A A P A U N A M y 6 582 del S T U N A M . L a votación se realizó los días 13 y 14 de noviembre de 1980; cf. Excélsior, 15 /XI /80 .

2 1 C f . Luis J . Mol ina Piñeiro y Ar turo Sánchez Vázquez, Descripción de un c o n ­f l i c t o , U N A M , México, 1980.

2 2 Este apartado se basa especialmente en una revisión de la prensa de la ciudad

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En protesta por el diagnóstico y las medidas de reforma acadé­mica propuestas por el rector y aprobadas por el Consejo Uni­versitario, el movimiento estudiantil ha renacido con un ímpetu y una unidad sin igual desde 1968. A fines de enero de 1987 es­talla la primera huelga general de estudiantes en 18 años, pero como ahora el adversario no es el gobierno sino la rectoría, para encontrar una situación comparable deberíamos remontarnos a 1966, cuando otra huelga de alumnos provocó la caída del rec­tor Ignacio Chávez.

Si el debate inmediato posterior a 1968 fue el de función aca­démica vs. función política de la universidad, el actual podría ser caracterizado como de función académica vs. lo que podría­mos llamar función social, puesto que la rectoría y el Consejo Universitario ponen el acento sobre la calidad de la educación y el movimiento estudiantil hace hincapié en la apertura de la institución al ingreso de las capas populares. En medio está la cuestión de la participación en el gobierno de la universidad, o sea, el de las relaciones de poder entre las fuerzas organizadas que la componen.

Esta controversia, que involucra a los académicos, los en­cuentra divididos. Las A A P A U N A M , como es usual, han dado su apoyo categórico al rector y al Consejo Universitario. Destaca­dos académicos de carrera han participado en las discusiones pú­blicas como voceros de la rectoría, mientras otros aparecen como asesores del Consejo Estudiantil Universitario (CEU). Algunos de los últimos promueven la formación de un tercer agrupamiento académico —el Consejo Académico Universitario ( C A U ) — des­vinculado de las organizaciones existentes, enfrentado a las auto­ridades en demanda de una ampliación de la participación en el gobierno de la U N A M . 2 3

E l S T U N A M ha mantenido una adhesión cautelosa al movi­miento; su reticencia a la huelga fue notoria, aunque poco ex­plícita por temor a una ruptura con el C E U . Ello tiene que ver con experiencias pasadas, con unacorporativización creciente del sindicato dentro de la estructura de poder de la U N A M y tam-

de México, durante enero de 1987, que comprende los diarios Excélsior, L a J o r n a d a , unomásuno, y E l U n i v e r s a l , y el semanario Proceso. C f . también Jorge Carpizo, " F o r ­taleza y debilidad de la Universidad Nacional Au tónoma de México" , en Gaceta U N A M ,

17 / IV / 86 . 2 3 C f . Excélsior, 30/ i /87.

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bien con los cambios de una izquierda cada vez más propensa a una estrategia de reformas o, si se quiere, de "guerra de posi-

En el conjunto destaca el débil papel de los académicos.2 5

Aunque han participado, lo han hecho sobre todo como fuerza fragmentada de apoyo a los actores mayores del conflicto, de suerte que, por ejemplo, muchos desplegados de profesores en favor de la rectoría no tienen un sentido gremial sino de comu­nidad, pues los han firmado juntos alumnos y autoridades de los centros de estudio, se han distribuido por el correo de la ins­titución y fueron publicados bajo el sello de ésta. Tal parece que la tradicional partición universitaria en tres órdenes —académi­cos, estudiantes y egresados— ha sido sustituida por otra: alta burocracia, estudiantes y trabajadores no académicos. Y si los académicos, como sector gremial, se vieron centrifugados en los años setenta por la polarización organizativa entre empleados y autoridades, hoy se ven centrifugados por la polarización entre estas últimas y el movimiento estudiantil.

II. Académicos y no académicos

Hemos partido de la base de que para comprender la cultura po­lítica debemos profundizar en el análisis de los actores que la ha­cen un rasgo distintivo de su identidad.

En la decantación de acontecimintos de 1968 a 1977, dos fuer­zas quedaron permanentemente perfiladas en la U N A M . Cuan­do hablamos de permanencia e identidad nos referimos a una función que les es propia, a organizaciones que las hacen reco­nocibles y a comportamientos políticos previsibles, aunque no siempre a ideologías definidas. La primera fuerza es la burocra­cia dirigente, acrecida, especializada y extendida, la cual es, por un lado, factor de continuidad ante las circunstancias de paráli-

2 4 L o que no ha dejado de producir disidencias en el S T U N A M ; cf., por ejemplo, " L a corriente democrát ica del S T U N A M contra el reformismo del P C M " , en Proceso, 3 / I H / 8 0 . Algunas visiones autocrít icas de la trayectoria del sindicato, en S T U N A M , Ac­t u a l i d a d . . . , op. c i t .

2 5 Este análisis es retrospectivo; comprende hasta el levantamiento de la huelga es­tudiantil, en febrero de 1987, y no pretende diagnosticar la evolución futura del C A U o de otras organizaciones académicas.

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sis o de desintegración institucional y, por otro, un obstáculo al funcionamiento más fluido de la misma.26 La segunda es tam­bién un actor burocrático de menor rango jerárquico: el perso­nal no académico, que desde principios de los setenta cristalizó su organización y logró acceder a posiciones estables de poder en el marco de la negociación institucional. No podemos ig­norar, además, que ambas fuerzas participan en alianzas políti­cas externas, pues la élite universitaria es de hecho parte de la élite política nacional y el S T U N A M (como antes el STEUNAM y el S P A U N A M ) ha visto sus posiciones muy mediadas por la in­fluencia de los partidos de izquierda.27

Otros dos actores han tenido en cambio una existencia pe­riódica y fragmentaria. El movimiento estudiantil, con gran des­pliegue de masas cuando logra constituirse, es inexistente durante largos lapsos en que cede lugar a la actividad languideciente de agrupaciones de izquierda o a la incursión oportunista de gru­pos gangsteriles de confusa denominación ideológica,28 por lo que los estudiantes organizados han tenido, históricamente, un peso poco importante en la dirección de la U N A M . En cuanto a los profesores, sin perjuicio de una presencia más marcada, nos encontramos con posiciones dispersas y no clasificables en una tendencia predominante. Trataremos de explicar esta singulari­dad abordándola desde dos puntos de vista: el de la diferencia entre sindicalización académica y no académica, y entre opcio­nes de sindicalización propiamente académicas.

En la primera perspectiva salta a la vista el contraste entre la unidad y coherencia de la organización de los no académicos, por una parte, y la dispersión y el fraccionalismo de los acadé­micos, por otra. Pero, dada su condición asalariada y su depen-

2 6 Cf . Abelardo Villegas, " E l problema académico de la universidad y la burocra­c i a " , en S T U N A M , A c t u a l i d a d . . . , o p . c i t .

2 7 Debido a ello en los años setenta tuvo difusión la ¡dea de que la ausencia de re­conocimiento legal y part icipación institucional de la izquierda en el sistema político na­cional era causa principal del radicalismo político en las universidades. Aunque esta afir­mac ión suena simplista porque excluye la especificidad de la problemática unviersitaria, no se pude descartar la influencia de la Reforma Política sobre el proceso interno de las universidades. Los conflictos de la rectoría con el S P A U N A M y el S T U N A M , en 1977, se dieron cuando la reforma estaba siendo elaborada, y el P C M participó en algunas de las negociaciones entre el sindicato y la rectoría que tuvieron lugar en la Secretaría de Gobernac ión . R . Trejo Delarbre, o p . c i t .

2 8 L a relación inversa entre movimiento estudiantil y "porr i smo" ha sido señala­da por G . García C a n t ú , o p . c i t .

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dencia jerárquica, ¿no tendrían ambas categorías puntos de con­tacto? podemos explorar la respuesta en tres direcciones: la relación entre conciencia política "interna" y "externa"; la seg­mentación institucional, y el estatus laboral.

a) ¿Es posible que la conciencia política, entendida como ad­hesión a un proyecto nacional, sea más fuerte entre los emplea­dos no académicos y determine su mayor homogeneidad en la política interna de la universidad? Pero sería sin duda idealista afirmar que la gran masa de afiliados al S T U N A M participa de las mismas creencias y compromisos partidarios del liderazgo. Ideología política, organización gremial y participación de base no son sinónimos, sino elementos autónomos que se apoyan mu­tuamente, de modo que, a grandes rasgos, la conciencia "exter­na" a la universidad sólo puede arraigar en ésta al ser mediada por una conciencia "interna" que pasa por la eficacia de la pra­xis sindical. Recordemos que el sindicato no académico de la U N A M estuvo integrado, en los tempranos años sesenta, al par­tido oficial, por medio de la Confederación Nacional de Orga­nizaciones Populares (CNOP), pero ello no le valió obtener el de­recho al registro sindical y a la contratación colectiva, debido a la oposición de las autoridades universitarias y de la Secretaría del Trabajo.29 Era lógico entonces que el PRI perdiera influen­cia y se abriera paso el P C M , con experiencia de gestión sindical y sin ataduras con el régimen gobernante.

Ateniéndonos a este ejemplo podríamos deducir que el fra­caso del S P A U N A M se debió a que éste se vio envuelto en un pro­ceso de sobrepolitización, confiado en una excesiva valoración de la ideología revolucionaria y de los vínculos políticos exter­nos, en desmedro de la acción reivindicativa interna. Tal diso­ciación habría inducido a la sectarización a la corriente domi­nante (cercana al PCM) y a su alejamiento de los afiliados y de los núcleos de militancia minoritarios. Aunque esta explicación no es completamente falsa, es en parte incorrecta, puesto que el S T U N A M heredó del S P A U N A M un contingente académico no despreciable y es en parte injusta, dado que el S P A U N A M no cejó en la demanda de ciertas reivindicaciones clave, como el regis­tro sindical, la contratación colectiva y la elevación de los sala-

1 A . Pulido Aranda, o p . c i t . , pp. 44 y ss.

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rios. Este esquema nos encerraría simplemente en la conclusión de que los militantes del P C M supieron actuar eficientemente en un caso (el de los no académicos) y no en otro (el de los aca­démicos).

b) La U N A M es una macroorganización segmentada. Com­prende a varias instituciones de gran tamaño, con tareas espe­cializadas y dispersión geográfica. ¿Explicaría ello la heteroge­neidad de las posiciones sindicales académicas? Por sí sola esta hipótesis tampoco es satisfactoria. Las mismas limitaciones ju­garían en contra de los trabajadores no académicos y sin embar­go no les han impedido unificarse. Pero la segmentación institu­cional, sumada a la estratificación laboral de los académicos, desempeña un papel que examinaremos más adelante.

c) La respuesta más aproximada la hallamos en las diferen­cias del estatus laboral. Alrededor de 80% del personal acadé­mico de la U N A M está compuesto por profesores de asignatura y ayudantes,30 con un vínculo institucional en muchos casos muy laxo y con una remuneración promedio que, pese al dete­rioro salarial, se mantiene por encima de la de los empleados ad­ministrativos y de servicios. Detengámonos en la interacción de estos dos elementos: el académico es un trabajador más libre y mejor pagado que el no académico, su destino no está tan atado al cargo que ocupa y aunque sólo circule en el ambiente univer­sitario,31 en México éste es lo suficientemente extenso como para asegurarle una diversificación de relaciones laborales que refuerza ese margen de independencia. La universidad no es una fábrica porque no implica una tarea normada por pautas rígi­das de horario, productividad y control jerárquico. Ello expli­ca, a la vez, la baja participación gremial de muchos acádemi-cos que no cifran sus expectativas personales en el devenir de la institución.

Así se aclaran las diferencias entre sindicalización académi­ca y no académica y, particularmente, el alto abstencionismo re­gistrado entre los académicos. Pero se deja en la sombra un

3 0 Dirección General de Asuntos del Personal Académico ( D G A P A ) , Diagnóstico d e l p e r s o n a l académico de l a U N A M , U N A M , México, 1984, pp. 13 y 14.

3 1 L o que sería un rasgo predominante entre los académicos de la U N A M , según G i l ­berto Guevara Niebla, "Masif icación y profesión académica en la Universidad Nacio­nal A u t ó n o m a de M é x i c o " , en R e v i s t a de l a Educación S u p e r i o r , núm. 58, abril-junio de 1986.

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fenómeno importante: una gran parte del profesorado por asig­natura cubre numerosas horas semanales en la U N A M , se le re­munera a destajo, depende de contratos de trabajo cortos e ines­tables y no se le pagan las horas que emplea en la preparación de las clases, la corrección de trabajos y otras tareas.32 Este tipo de trabajador representa una variante con respecto, por un lado, al personal de carrera y, por otro, al de los profesores de asigna­tura con pocas horas. Con relación al primero tiene un estatus menos protegido y con mayores exigencias; a diferencia de los se­gundos tiene un vínculo más estrecho con la institución y por tanto expectativas personales ligadas a lo que sucede en ella. Sal­vando las distancias, éste es el tipo de académico que más se apro­xima al empleado no académico: aunque goza, como se ha di­cho, de mayor independencia y mejor renumeración, su situación es más inestable y desprotegida.

III. Estatus académicos y tendencias de sindicalización

Los cuadros 1, 2 y 3, al final de este trabajo, resumen informa­ción útil para comprender las posiciones en política interna de los académicos de la U N A M .

La identificación de la abstención con el profesorado poco vinculado a la institución se confirma comparando los cuadros 1 y 2: más de un 5 0 % de los académicos tiene contratos labora­les por menos de 20 horas semanales. Esta restricción es aún más clara si observamos al grupo docente con contratos de 9 horas semanales o menos: el 3 5 % de todo el personal académico.3 3

La consistencia de la relación entre abstención y carga hora­ria es también evidente por subsistemas académicos. En 1980 los menores índices de abstención se registraron, en las dependen­cias de educación media superior (Escuela Nacional Preparato­ria y Colegio de Ciencias y Humanidades), donde la gran mayo­ría del profesorado permanece en las instalaciones 20 horas o más a la semana. La abstención fue en cambio muy alta en las en camoio muy aiu escuelas y facultades de ciencias y humanidades y en las Escue

3 2 Cf . J . Woldenberg, "Hi s to r i a . . . " , x v i , F o r o U n i v e r s i t a r i o , 2a. época, núm. 30, mayo de 1983.

3 3 D G A P A , op. cit., p. 122.

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las Nacionales de Estudios Profesionales (ENEP), donde la ma­yoría absoluta del personal trabaja menos de 20 horas semana­les. La nota discordante la dan los institutos de investigación científica, con 30% de abstención, pese a que todo su personal tiene contratos por 20 horas semanales o más. Pero si nos con­centramos en las áreas docentes, el siguiente resumen presenta la curva descendente de la abstención en la medida en que aumen­ta la carga horaria:

Académicos con Abstención 20 o más horas

en 1980 semanales

m (%)

Facultades de ciencias 44.5 28.7 ENEP 39.5 43.0 Facultades de humanidades 33.0 35.0 Escuela Nacional Preparatoria 22.4 54.1 Colegio de Ciencias y Humanidades 17.0 75.1

UNAM 37.0 45.7

Fuente: cuadros 1 y 2.

Podemos pues interpretar que la alta abstención de 37% en 1980 no fue un fenómeno vicioso sino natural, dada la debili­dad del vínculo institucional de muchos profesores y que, inver­samente, cuanto más permanece un académico en las instala­ciones y cuanto más depende por tanto su manutención de su salario universitario, más tiende a participar. Debemos ahora tra­tar de descifrar de qué depende su opción por uno u otro sin­dicato.

En el cuadro 2 se clasifica al personal académico de la U N A M

de acuerdo con edad, estudios, antigüedad, horas de trabajo a la semana y categorías laborales.34 Estos indicadores pueden a su vez relacionarse con categorías de mayor valor explicativo:

a) La e d a d tiene cierta vinculación con la c u l t u r a política, cuando se relaciona con una experiencia histórica. Aquellos uni­versitarios que entre 1981 y 1983 tenían 39 años o menos perte-

3 4 Los datos corresponden a 1981-1983. Véase la nota explicativa de los cuadros al f inal del trabajo.

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necen a la generación que vivió el 68, o a las que le siguieron, que han sido influidas políticamente por ésta.

b) La edad, combinada con la antigüedad en el cargo y con la categoría académica, nos da cuenta de otro tipo de c u l t u r a política, la que se relaciona con la mística de la universidad tra­dicional. Sin embargo, adelantándonos a los resultados del aná­lisis, cabe aclarar que este segundo nivel puede disociarse o yux­taponerse al anterior, puesto que ambas culturas implican tanto generaciones políticamente opuestas como opciones políticas en­contradas dentro de una misma generación.

c) Los estudios y la antigüedad en el cargo nos orientan ha­cia otro nivel de análisis, el de la profesionalización de los aca­démicos.

d) La carga h o r a r i a semanal nos revela la intensidad del vínculo l a b o r a l del trabajador y su grado de d e p e n d e n c i a eco­nómica de la universidad. Sabemos que un universitario que no tenga fuentes de ingreso suplementarias requiere un mínimo de 20 horas semanales de trabajo para su manutención. 3 5 Conclui­mos que quienes trabajan en la U N A M este número de horas o más obtienen de ella por lo menos una parte fundamental de su sustento y el de sus familias.

personal. Con estas categorías estamos en condiciones de elaborar dos

perfiles hipotéticos que nos servirán para identificar a los aca­démicos partícipes en una u otra opción sindical.

1) El votante del S T U N A M sería el académico joven y de es­casa o mediana antigüedad (categoría a), poco profesionalizado (categoría c), con alta carga horaria (categoría d) y que se ubica­ría en rangos académicos relativamente bajos e inestables, o sea, con poca participación en el personal de carrera (categoría e). Todo esto lo inclinaría hacia posiciones de izquierda y a una praxis sindical reivindicativa y poco propensa a ser mediatizada por la invocación a la mística de la universidad tradicional.

2) El votante de las A A P A U N A M sería el académico de más

3 5 C f . A l i c i a Bonfi l , "Reflexiones sobre un proyecto educativo en torno a la U n i ­versidad Nacional y el Colegio de Ciencias y Humanidades", en F o r o U n i v e r s i t a r i o , 2a. época, núm. 1, diciembre de 1980.

académica, da atificación del

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edad y antigüedad (categoría b), más profesionalizado (catego­ría c), con carga horaria variable (categoría d) y en rangos aca­démicos elevados, con alta participación en el profesorado de carrera (categoría e). Todo ello lo inclinaría a posiciones políti­cas conservadoras y a una praxis gremial más preocupada por la conservación de la tradición universitaria que por la reivindi­cación sindical propiamente dicha.

Estos dos "tipos ideales" pueden merecer objeciones; pero dejemos que éstas surjan mientras los utilizamos como guía de un análisis que comprenderá cuatro bloques de la U N A M : 1) la enseñanza media superior; 2) las Escuelas Nacionales de Estu­dios Profesionales (ENEP); 3) las escuelas y facultades de huma­nidades y ciencias; 4) los institutos de investigaciones científica y humanística. Los datos para el análisis se tomarán del cuadro 2, excepto en el apartado i i i , donde se introduce una compara­ción entre los cuadros 2 y 3.

i) La enseñanza m e d i a superior se subdivide en la Escuela Na­cional Preparatoria (ENP) y en el Colegio de Ciencias y Huma­nidades (CCH).

a) En el C C H nos encontramos con un tipo de académico me­nor de 40 años (generación de 1968 y las que le siguen); en su mayoría sin licenciatura y con una experiencia de trabajo menor a los doce años (baja o mediana profesionalización);36 con alta carga horaria y compuesto en casi 100% por profesores de asig­natura y ayudantes (ausencia de personal de carrera). Este sec­tor fue reducto del S P A U N A M y en 1980 votó arrolladoramente a favor del S T U N A M .

b) En la E N P nos hallamos en las antípodas: domina un ti­po de académico mayor de 39 años; en su gran mayoría cuenta con título de licenciatura y posgrado y con más de once años de experiencia; con alta carga horaria, aunque casi sin presencia de personal de carrera. En 1980 votó mayoritariamente por las A A P A U N A M .

En suma, si exceptuamos a la categoría del personal de ca­rrera (que casi no existe en la enseñanza media superior de la U N A M ) en estas dos instituciones el profesorado se ajusta nota­blemente a los perfiles diseñados.

ii) ¿Qué sucede en las ENEP? El profesorado pertenece tam-

3 6 Recuérdese que el CCH abrió sus puertas en 1971.

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bién allí, por su edad, a la generación del 68 o a las que vinieron después y carece casi de antigüedad mayor a los 11 años. 3 7 Pero, a diferencia del personal del C C H , tiene en su mayoría estudios de licenciatura y posgrado y concurre menos de 20 horas sema­nales a la institución. Existe una diferenciación notoria en el seno de este personal, pues mientras en el C C H un 96% se compone con profesores de asignatura y un 3.4% con ayudantes, en las E N E P hay una masa "proletaria" de 30.6% de ayudantes con­tra 61.8% de profesores de asignatura. No es ilógico hipotetizar que fue la primera la que dio el triunfo al S T U N A M en 1980, mientras que los segundos —más desligados de la universidad por su baja carga horaria— produjeron la elevada abstención de 39.5 por ciento.

En suma, también aquí funcionan con variantes los perfiles, aunque ellos se encuentran con problemas, como veremos, al lle­gar a las escuelas, facultades e institutos.

iii) Según el organigrama de la U N A M , 3 8 las escuelas y f a ­c u l t a d e s del área humanística, se distinguen de las del área cien­tífica.

a) En las escuelas y f a c u l t a d e s humanísticas, la mayoría del personal es de menos de 40 años; cuenta con licenciatura o pos­grado, aunque antigüedad menor a los 12 años; su carga hora­ria es de menos de 20 horas semanales, y su nivel de carrera es el más elevado de la U N A M (22.5%, incluyendo a los técnicos académicos) si exceptuamos a los institutos de investigación. En 1980 votó por el S T U N A M .

b) En las escuelas y f a c u l t a d e s científicas se verifican rasgos en principios similares para la mayoría del personal: edad de 39 años o menos; estudios de licenciatura o posgrado; antigüedad menor a los 12 años; carga horaria menor a las 20 horas sema­nales. Pero, sin perjuicio de estas similitudes, existen ciertos ses­gos: p r i m e r o , el personal de 40 años y más tiene aquí una mayor incidencia (46.5% en el área científica, contra 37.1% en la hu­manística); segundo, el personal carente de licenciatura es mu­cho menor (7.3% en ciencias, contra 21.5% en humanidades); t e r c e r o , el personal con 20 horas semanales o más es menor

3 7 Las E N E P comenzaron a funcionar en la primera mitad de los años setenta. 3 8 Cf . D G A P A , Estadísticas d e l p e r s o n a l académico de l a U N A M ( j u l i o de 1 9 8 4 ) ,

U N A M , 1984, pp. 227 y ss.

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(28.7% contra 35.0%, en las áreas respectivas); c u a r t o , hay más ayudantes (30.8% en ciencias y 17.4% en humanidades); q u i n ­t o , el personal de carrera —sumados los técnicos académicos— es menor (8.7% en comparación con 22.5% en el área humanís­tica). En 1980 estos centros votaron por las A A P A U N A M .

¿Qué pasa aquí? El esquema explicativo se tambalea. Según los perfiles definidos, el área humanística, con alto porcentaje de personal de carrera y pocos ayudantes, debería inclinarse por las A A P A U N A M , pero da su voto al S T U N A M . El área científica estaría escindida, pero debería preferir al S T U N A M , puesto que los ayudantes son más y los profesores de carrera relativamente menos. Pero sucede lo contrario.

Ahora bien, en estos casos vale la pena hacer una corrección. Sabemos que, por un lado, la Facultad de Ciencias fue en 1980 un bastión del S T U N A M y que, por otro lado, las facultades de Contaduría y Administración y de Derecho fueron en la misma fecha reducto de las A A P A U N A M . 3 9 La división entre humanida­des y ciencias no es menos equívoca en esta ocasión que de cos­tumbre. En el cuadro 3 hemos tomado en cuenta esta información de modo de reconstruir, por centros de estudio, los dos bloques de predominio sindical:

—Estuvieron a favor de las A A P A U N A M : la Escuela Nacio­nal de Artes Plásticas y la de Enfermería y Obstetricia; las fa­cultades de Arquitectura, Contaduría y Administración, Dere­cho, Ingeniería, Medicina, Odontología, Química, y Veterinaria y Zootecnia.

—Estuvieron a favor del S T U N A M : las escuelas de Música y de Trabajo Social; las facultades de Ciencias, Ciencias Políticas y Sociales, Economía, Filosofía y Letras, y Psicología.

En esta distribución, los centros controlados por el STUNAM mantienen ciertas características comunes con aquellos en que dominan las A A P A U N A M : mayoría absoluta del personal con 39 años o menos; proporciones semejantes de antigüedad; mayoría absoluta del personal con menos de 20 horas semanales de tra­bajo y proporción de ayudantes relativamente aproximada.

Pero existen también sesgos significativos, en términos pro­porcionales: p r i m e r o , los centros que responden al S T U N A M

3 9 C f . Unión, ó rgano del S T U N A M , n ú m . 49, 28/x i /80 , con la información desa­gregada del recuento de votos académicos de 1980.

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tienen aún más personal menor de 40 años que aquellos de las A A P A U N A M (69.7% contra 53 .4%); segundo, tienen más perso­nal con baja calificación, lo que se comprueba sumando a los ayudantes con los técnicos académicos auxiliares (31.4% y 24 .6%) ; t e r c e r o , tienen más personal con 20 y más horas de tra­bajo semanal (31.6% y 24 .8%) ; c u a r t o , tienen menos profeso­res de asignatura (47 .1% y 64 .4%) ; q u i n t o , tienen el doble de personal de carrera, docente, de investigación y técnico (20.7% contra 10.1 por ciento).

Los tres primeros elementos coinciden con los perfiles pro­puestos, pero los dos últimos los contradicen. Con ellos llega­mos a dos comprobaciones capitales. En primer lugar, el perso­nal de carrera no responde a una orientación política única, sino que se halla dividido, como lo confirma la observación directa, que lo muestra tanto en las manifestaciones de apoyo a la recto­ría como en las experiencias opuestas de sindicalización de iz­quierda, llámense éstas Consejo Sindical, S P A U N A M , S T U N A M O C A U . 4 0

En segundo lugar, la gran importancia del profesorado de asignatura en las escuelas y facultades en que predominan las A A P A U N A M , sugiere que esta categoría expresa un voto conser­vador, probablemente porque en dichos centros se compone, en gran medida, con profesionistas que ejercen sólo secundariamente como docentes y están vinculados al mercado de trabajo extrau¬niversitario. E l ejemplo más evidente es el de los médicos de los hospitales.41

Esta inferencia nos conduce a una tercera comprobación aún más importante. A l revisar la lista de las escuelas y facultades próximas a una u otra agrupación gremial, queda claro que la verdadera oposición ya no es entre las áreas humanística y cien­tífica s i n o , f u n d a m e n t a l m e n t e , e n t r e l o s c e n t r o s de e s t u d i o más v i n c u l a d o s a l m e r c a d o de trabajo de las p r o f e s i o n e s liberales y a q u e l l o s más l i g a d o s a l m e r c a d o de t r a b a j o que f o r m a la p r o p i a u n i v e r s i d a d . Para los primeros, la institución es un a l m a m a t e r ; para los segundos, un patrón. De ahí se derivan distintos con­ceptos de agremiación académica.

4 0 Sobre las tres primeras organizaciones, cf. J . Woldenberg, H i s t o r i a . . . , o p . c i t . , y A . Trejo Delarbre, o p . c i t .

4 1 C f . el voto por hospitales en el cuadro 1.

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iv) Los institutos de investigación también se dividen en las áreas humanística y científica. Tanto en antigüedad como en estudios realizalizados, carga horaria, y en la mayoría de las ca­tegorías académicas, existe un marcado paralelismo. Sólo en dos aspectos hay diferencias notables: p r i m e r o , el personal de 39 años o menos tiene más peso en la investigación científica que en la humanística (65.1% contra 52.0%); segundo, los técnicos aca­démicos en investigación científica son dos veces más que en hu­manísticas (41.5% contra 20.4 por ciento).

No tenemos datos desagregados confiables sobre los resul­tados de 1980 en los institutos de investigación humanística.4 2

En cuanto a sus contrapartes científicas, se verificó un empate entre ambos sindicatos. La inclinación a favor del S T U N A M que lo produjo puede atribuirse a los técnicos académicos. Por lo ge­neral éstos son más jóvenes y menos profesionalizados que los investigadores de carrera; además, aunque la movilidad ascen­dente es muy fuerte en esta área, no es seguro que ésta alcance a los técnicos en la misma medida que a los investigadores.43

Varias c o n c l u s i o n e s podemos extraer del examen de estos cuatro bloques:

a) el personal académico está cruzado por una gama de va­riables mucho más compleja y diversificada que la del personal administrativo;

b) en consecuencia, las posiciones sindicales aglutinan cate­gorías heterogéneas de personal;

c) aunque ciertas categorías académicas son más fácilmente adscribibles que otras a determinadas posiciones gremiales, tam­bién existen en su seno escisiones políticas, como se comprueba con el personal de carrera;

d) si bien, al parecer, el profesorado de asignatura con poca carga horaria se abstuvo de votar en 1980, una parte sí lo hizo, motivado por el enfrentamiento político y no por la intensidad del vínculo laboral;

e) el factor edad, traducido como cultura política generacio­nal, se confirma como una de las variables de análisis más con­sistentes: en todos los subsistemas en que triunfó el S T U N A M

4 2 Cf . la nota explicativa de los cuadros al final de este trabajo. 4 3 Mariclaire Acosta Urquidi y Yolanda Alvarado Enriquez, " E l subsistema de in­

vestigación científ ico", en D G A P A , Diagnóstico..., o p . c i t . pp. 329 y ss.

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(CCH, E N E P y escuelas y facultades humanísticas) el bloque ju­venil de 39 años y menos rebasa al promedio del mismo grupo en el total de la U N A M ; sucedió lo contrario en los subsistemas en que triunfaron las A A P A U N A M (ENP y escuelas y facultades científicas);

f) otra variable fundamental es la que relaciona a los cen­tros en que predomina una u otra organización gremial con dis­tintos segmentos del mercado de trabajo.

IV. Valores en conflicto

Durante décadas de desarrollo acelerado se produjo en México una segmentación tanto del mercado de trabajo profesional como de la enseñanza superior misma. La demanda de profesionales se amplió al ritmo de la economía, pero de ninguna manera en igual proporción que los egresados de la educación superior. Éstos aumentaron por exigencia del mercado, pero también por otras variables no controlables sólo económicamente: expansión de­mográfica, cambios en la estructura social y en las expectativas de las familias, apertura del sistema escolar y tensiones políticas.

Como resultado se produjo una masificación de la universi­dad que generó nuevas presiones sobre el mercado de trabajo de las profesiones liberales y también demanda de académicos para atender a la matrícula. Ambos elementos incidieron en la expan­sión de los mercados protegidos del empleo público y muy espe­cialmente del empleo universitario.

La U N A M es el ejemplo típico. De 1950 a 1970 su personal académico se duplicó cada diez años; de 1970 a 1980 este incre­mento adquirió un ritmo de vértigo, llegando a un 300%. En nú­meros absolutos en 1970-1980 hubo un crecimiento neto de 20 000 nuevos académicos.4 4

Gran parte de este personal estaba poco preparado, como lo demuestran las cifras sobre estudios realizados y antigüedad (cuadro 2), y era apenas suficiente para atender una matrícula explosiva. Los programas de formación de profesores fueron in­suficientes para paliar tales defectos y, además, las reformas en :sp la U N A M y otras universidades determinaron que los niveles más

4 4 G . Guevara Niebla, o p . c i t .

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elevados de docencia e investigación se divorciaran progresiva­mente de la enseñanza masiva, por lo que se segmentó y deterio­ró el necesario proceso de comunicación y aprendizaje entre ca­tegorías académicas y entre éstas y los estudiantes.45

Subrayamos lo anterior porque es importante para entender un fenómeno con repercusiones políticas internas: el malestar es­tudiantil tiene cierto parentesco con el malestar académico. Junto con la hipertrofia de la estructura de atención docente y la caída en la calidad de la educación, se dio un vasto proceso de estrati­ficación y diferenciación de los académicos, con tensiones entre e intracategorías, surgimiento de nuevas opciones políticas y reac­ciones de quienes se apegaban a la tradición universitaria. Estos conflictos habrían de estar muy mediados por la relación con el mercado de trabajo y con las autoridades universitarias. Ya he­mos apuntado lo que tiene que ver con el primer factor. Respecto al segundo, baste añadir que un sector del personal de carrera, agrupado bajo la bandera de la defensa de la función académica, formó un cordón protector en torno a la rectoría, alimentando la relación de colaboración entre ésta y las A A P A U N A M . Este la­zo de retroalimentación se ve reforzado por el hecho de que, en tanto que la burocracia dirigente no está totalmente especializa­da, recluta integrantes entre los académicos y cuenta con el me­dio académico como ámbito de retiro permanente o transitorio de funcionarios que interrumpen su carrera administrativa.

Sin perjuicio de las limitaciones de las A A P A U N A M , vemos ahora la diversificada implantación de sus bases de apoyo: la alta burocracia, algunos segmentos del personal de carrera y el pro­fesorado por horas relacionado con el ejercicio de las profesio¬nes liberales. También las Umitaciones del S P A U N A M (y luego del STUNAM) actuarían en su favor.

Desde el punto de vista reivindicativo, el S P A U N A M fue, so­bre todo, un instrumento de lucha del profesorado de reciente ingreso y baja calificación, sometido a elevadas exigencias de tra­bajo y desprovisto de los derechos y garantías del personal de carrera. El radicalismo del sindicato se acomodaba bien con la precariedad laboral y la educación política de este sector, nutri­do en gran medida por la generación juvenil que había vivido

4 5 Cf. Gonzalo Várela Perito, L a política e d u c a t i v a y l a s u n i v e r s i d a d e s m e x i c a n a s , 1 9 7 0 - 1 9 7 6 , F L A C S O (en prensa).

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la experiencia de 1968. E l C C H fue, por ello, uno de los pilares del S P A U N A M . 4 6 Se entiende así la proximidad al S T E U N A M . Además de la identidad cultural de izquierda, el profesorado ma-sificado tiene, como hemos sugerido, algunas características que lo aproximan al empleado administrativo más que al profesio­nal independiente o al académico de carrera.

Sin embargo, este sector, con su peculiar visión política, por importante que fuera no podía representar a la complejidad de las categorías insertas en la U N A M . Su innegable activismo sin­dical tuvo un alcance limitado, al hacer hincapié en los aspectos económico-laborales o de política nacional, descuidando la ela­boración, en términos de la izquierda, de otras consignas de am­plia repercusión gremial.

En particular, la disociación entre función académica y fun­ción laboral sería un bumerang que se revertiría contra el sindica­to. En efecto, si bien el S P A U N A M nunca negó la importancia de la cuestión académica —así como la rectoría nunca rechazó el derecho de sus subordinados a reivindicar mejores condicio­nes de trabajo— es indudable que una y otra pusieron énfasis distintos.

En la U N A M existe, sin embargo, una fuerte tradición inte­lectual, celosa de la calidad y la independencia de las profesio­nes y de la función académica. Si algo explica, en la primera mi­tad del siglo, la diferencia entre el progresismo del movimiento universitario latinoamericano y el conservadurismo de la Univer­sidad Nacional, no es la herencia porfirista sino que el primero afirmaba, por lo común, la autonomía de las capas profesiona­les medias frente a las oligarquías tradicionales y la segunda afir­maba, en cambio, la autonomía de esas mismas capas frente al Estado corporativo nacido de la revolución.4 7 Pasado el estado

4 6 J . Woldenberg, H i s t o r i a . . . , x v i , c i t . Sobre la historia del CCH, cf. Jorge Barto-lucci Incico y Roberto A . Rodríguez G . , E l C o l e g i o de C i e n c i a s y H u m a n i d a d e s . U n a e x p e r i e n c i a de innovación u n i v e r s i t a r i a , ANUIES, México, 1983.

4 7 Algunos hombres de la revolución tenían conciencia de ello: " 'Momento ' , dijo Luis Cabrera [...] 'Ustedes quieren dar la au tonomía a la Universidad, ésta se convertirá en trinchera de la reacción, enemiga de la Revolución mexicana. [...] la autonomía no se puede justificar sino cuando es refugio de las ideas avanzadas en contra de un régi­men social que debe desaparecer'." A lo que añade Lombardo Toledano, que es quien relata el episodio: "es necesario meditar en esta institución ¡de la au tonomía! que desde cierto punto de vista es un poco pa radó j i ca . " C f . Vicente Lombardo Toledano, " L a educación universitaria en Méx ico" , en V . Lombardo Toledano, D e l a cátedra y e l p o r -

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de gracia de 1968, aquéllas vieron en el S P A U N A M al emisario de una avanzada corporativa de nuevo tipo, destinada a some­ter a la universidad al control de los partidos de izquierda, de su ideología y de su programa.

Por otro lado, la parcelación de la actividad académica se­gregó a la mayoría de los jóvenes —estudiantes o profesores— del formativo contacto con una disciplina de trabajo y una his­toria de realizaciones intelectuales de las cuales la U N A M puede estar legítimamente orgullosa. Ajenos al sentido de pertenencia que emana de tal experiencia, la ideología sólo les mostró el as­pecto conservador y excluyente de esta realidad. Pero al apostar a la polarización no se estaban enfrentando solamente a una pe­queña oligarquía docente. La masificación de la universidad ha­bía engrosado igualmente las filas de sus adversarios. Muchos de éstos tenían una dependencia laboral muy débil de la institu­ción, lo que les quitaba interés en construir una verdadera orga­nización sindical; pero contaban a su favor con los recursos y la capacidad de maniobra de una rectoría ahora en óptimas re­laciones con el gobierno.

Súmese al todo que la izquierda no fue el Leviatán que la derecha temía. E l S P A U N A M no logró retener a su base inicial, ni armonizar a las distintas tendencias militantes que llegaron a incorporársele. Minado por luchas intestinas perdió a gran parte de sus afiliados48 en el mismo momento en que la iniciativa re­tornaba a los conservadores, movilizados con el aliento de la di­rigencia universitaria.

V. Conclusión Recapitulemos y sistematicemos lo ya expuesto:

1) Si nos atenemos al recuento de noviembre de 1980, el per¬v e n i r , Universidad A u t ó n o m a de Puebla, Puebla, 1984, pp. 70-71. L o que ni Cabrera

ni Lombardo podían prever o aceptar es que la universidad fuera trinchera de oposi­

c ión, pero de la izquierda. 4 8 U n índice de las discrepancias en la izquierda es la distancia entre afiliación y

voto. A diferencia de las A A P A U N A M , que acreditaron antes del recuento de 1980 cerca de 7 000 afiliados (una suma casi igual a la de sus votantes), el S T U N A M , heredero del S P A U N A M , no logró comprobar más de 3 000. Quienes votaron por él, hasta superar los 6 000, lo hicieron no tanto por el S T U N A M , como por una concepción, en términos ge­nerales, del sindicalismo universitario de izquierda. Los datos sobre afiliación están to­mados de Miguel Ángel Granados Chapa, " U N A M : claroscuro del recuento", en u n o -másuno, 16/xi/80.

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sonal académico de la U N A M está políticamente dividido en tres bloques de una magnitud similar: izquierda (STUNAM y otras ten­dencias), centro-derecha ( A A P A U N A M ) , y abstención.

2) Las dos principales agrupaciones exclusivamente acadé­micas (SPAUNAM y STUNAM) demostraron escasa eficacia sindi­cal, una por sobrepolitización e incomprensión de la compleji­dad universitaria y la otra por su identificación con las autoridades de la U N A M .

3) El caso de las A A P A U N A M —que hasta donde sabemos si­gue siendo la agrupación mayoritaria— es ilustrativo, sin per­juicio de cierta evolución, de algunas actitudes y opiniones con­tradictorias con la práctica de la sindicalización: a) la persistencia de la idea de comunidad universitaria como antagónica con la idea de intereses organizados; b) el rechazo de la concepción de organización homogénea y disciplinada en beneficio de otra más laxa y asociativa, que llevan inscrita en su propio nombre; c) un estado de alerta, frente a toda eventualidad de control sindical o partidario de la universidad, que es más fuerte que las preocu­paciones de protección laboral que se encuentran en el origen de cualquier sindicato, independientemente de su adscripción po­lítica.

4) Las anteriores oposiciones y limitaciones han determina­do la debilidad y la centrifugación de las dos tendencias acadé­micas mayoritarias, de modo que una sobrevive absorbida den­tro de un sindicato en el que predominan los trabajadores administrativos y la otra en simbiosis con las altas autoridades universitarias.

Nota explicativa de los cuadros

C u a d r o 1

E n los datos del recuento de votos de 1980, desagregados por subsistemas, existen cier­tas imprecisiones imposibles de salvar, dado que algunas urnas reunieron el sufragio de integrantes de diversos subsistemas de la U N A M . A S Í , los votos de la Escuela Nacional de Arquitectura están confundidos con los de la Coordinación del C C H ; los votos de la Facultad de Química, con los del Centro de Estudios de Lenguas Extranjeras ( C E L E ) ;

los de la Escuela de Trabajo Social, con los del Centro de Investigación y Servicios Edu­cativos (CISE) y con los de la Coordinación del Sistema de Universidad Abierta, etc. E n general ello no acarrea graves problemas, puesto que se reúnen centros de gran impor­tancia con otros de escaso personal, por lo que optamos por sumar el total al subsistema al que pertenece la facultad o escuela de mayor incidencia en el padrón de la urna res­pectiva. E l único inconveniente mayor se presenta en el caso de la facultad de Ciencias Polít icas, que votó en la misma urna que la Torre de Humanidades n . Siguiendo el mis-

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402 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS V I : 17, 1988

mo criterio de superioridad numérica, hemos imputado este total al subsistema de es­cuelas y facultades del área humaníst ica, ai que pertenece Ciencias Políticas, sin que por ello podamos impedir que se distorsionen los resultados de los institutos de investiga­ción humaníst ica. Éstos se agrupan en Torre de Humanidades i y u. Como sólo posee­mos los votos desagregados de la Torre i , no pudimos llegar a conclusiones válidas acerca de las tendencias gremiales de los académicos de este sector.

C u a d r o 2:

a) Sólo se presentan c i f r a s p o r c e n t u a l e s . b) L a f u e n t e es el Diagnóstico de la Dirección General del Personal Académico

( D G A P A ) , elaborado a partir del Censo d e l P e r s o n a l Académico, publicado por la mis­ma D G A P A en 1984, con base en un relevamiento de información realizado entre 1981 y 1983, que ,abarcó un t o t a l de 23 2 3 8 personas. E l censo tiene dos inconvenientes: no cuenta con una fecha única de referencia y no incluye a la Facultad de Ciencias, lo que nos obligó al cambio de fuente en el cuadro 3, como se explica más adelante.

c) E l c o r t e p o r e d a d pretende discriminar a los universitarios que pertenecen a la generación de 1968 y las que le siguen, de los que pertenecen a generaciones de edad mayor y experiencia política distinta. Como en la fuente la información por edad se ofrece por grupos quinquenales, para el corte elegimos como tope la edad de 39 años , o sea la de quienes en 1968 tenían entre 24 y 26 años como máximo (tomando como referencia la fecha de relevamiento censal de 1981-1983).

d) E l c o r t e p o r contratación h o r a r i a distingue a los que trabajan hasta 19 horas semanales en la U N A M , de los que lo hacen por 20 horas o más . Suponemos que los se­gundos tienen una permanencia y una dependencia económica de la institución bastante significativas.

e) E n los rubros sobre estudios, ant igüedad y horas contratadas, los montos que faltan para llegar a 100% se deben a información no e s p e c i f i c a d a , que hemos excluido del cuadro.

f) E n el recuento de 1980 se añade información sobre la p r e f e r e n c i a de v o t o s i n d i ­c a l . E n los casos en que la abstención superó al voto por las A A P A U N A M o el S T U N A M ,

ello es indicado antes de la mención a la agrupació n sindical mayoritaria.

C u a d r o 3

a) Se presentan c i f r a s a b s o l u t a s y r e l a t i v a s . b) L a información se construye a partir de una agregación de datos por escuelas

y facultades. Dado que el Diagnóstico no aporta datos sobre la Facultad de Ciencias, nos vimos obligados a cambiar de f u e n t e , recurriendo a las Estadísticas d e l p e r s o n a l a c a ­démico de l a U N A M ( D G A P A , México, julio de 1984), que comprenden una población de 3 0 6 7 6 i n d i v i d u o s . 4 9 Aunque salva la omisión, esta fuente presenta, como contraparte, otras limitaciones:

1. Los datos corresponden a julio de 1984, lo que implica cierto desequilibrio res­pecto a la fecha del recuento sindical (1980), si en ese cuatrienio no hubo un cambio de estructuras académicas susceptible de desvirtuar el análisis.

4 9 Utilizamos la clasificación intermedia de dependencias; Cf . Rodolfo Corona Váz­quez, "Las diferentes cantidades del personal académico" , en D G A P A , Diagnóstico..., pp. 453 y ss.

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2. N o existe información sobre estudios realizados por los académicos. c) Los montos faltantes para completar el 100% en los ítems de antigüedad y carga

horaria, se deben a información no e s p e c i f i c a d a que se excluyó del cuadro. d) E n el ítem de categorías l a b o r a l e s , probablemente debido a errores de registro,

la suma de los subtotales arroja un resultado levemente diferente del total de la fuente. E l rubro personal de carrera incluye las siguientes categorías: profesor titulado o aso­ciado de tiempo completo o medio tiempo; profesor de carrera ordinario a contrato; profesor de carrera no ordinario, e investigador titular o asociado de tiempo completo o medio tiempo. A efecto de afinar el análisis se ha disociado a los técnicos académicos en dos categorías: la de los técnicos que llamamos de carrera (titulares y asociados de tiempo completo y medio tiempo) y la de los técnicos auxiliares. Suponemos que los úl­timos se aproximan, por su posición, a los ayudantes de profesor antes que al personal de carrera.

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