La Cuestión Femenina - Rasgos Esenciales Para Una Antropología Dual - Angela Ales Bello.

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    a n g e l a a l e s b e l l o

    L a c u e s t i ó n f e m e n i n a

    Rasgos esenciales para una antropología dual

    2 0 0 5

    s p h a e r a / s e i s

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     Serie Sphaera del Instituto de Humanidades Ángel Ayala-CEU

    La cuestión femenina. Rasgos esenciales para una an

    tropología dual

    No está permitida la reproducción total o parcial de estetrabajo, ni su tratamiento informático, ni la transmisiónde ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electró-nico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros méto-dos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares delcopyright.

    Derechos reservados © 2005, por Angela Ales BelloDerechos reservados © 2005, por la traducción, Abelardo

    Lobato, O.P.Derechos reservados © 2005, por Instituto de Humani-dades Ángel Ayala-CEU

    Instituto de Humanidades Ángel Ayala-CEUJulián Romea, 20 – 28003 Madridhttp://www.angelayala.ceu.es

    ISBN: 84-96144-75-5Depósito legal: M-12079-2005Compuesto por Pablo SiegristImpreso en Docutech

    El Instituto de Humanidades Ángel Ayala-CEU es un centrode investigación y docencia, que pretende ser un foco deelaboración y difusión de pensamiento humanístico católi-co, convirtiéndose en un lugar de encuentro intelectualabierto y acogedor.

    La Serie Sphaera divulga las conferencias que se dictan enel seno de las cátedras que mantiene el Instituto deHumanidades Ángel Ayala-CEU: la Cátedra Ángel Herrera

    Oria de Doctrina Social de la Iglesia y la Cátedra SantoTomás de Aquino.

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    a presente publica-ción recoge la

    Lección Magistralimpartida por Dña.Angela Ales Bello, Profesorade Historia de la Filosofía dela Pontificia Universidad Late-ranense (Roma, Italia), el día10 de marzo de 2005 en laUniversidad San Pablo-CEUde Madrid. Dicha LecciónMagistral se enmarca en elseno de la Cátedra SantoTomás de Aquino que man-tiene el Instituto de Humani-dades Ángel Ayala-CEU.

    La Cátedra Santo Tomás deAquino tiene como objetivoesencial la investigación y ladifusión del pensamiento fi-losófico y teológico del DoctorAngélico, sobre todo en susrelaciones con el mundo ac-tual.

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    í n d i c e

    Hacia una antropología dual 7

     

    Génesis de la cuest ión femenina 11 

    La autorref lexión de las mujeres. La

    posic ión de Edi th Stein 19  

    La antropología dual en el Magister io de

    Juan Pab lo I I 27

     

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    h a c i a u n a

    a n t r o p o l o g i a d u a l

    Las mujeres que nos salen al paso se nos pre-sentan en su singularidad; de hecho jamás encon-tramos la mujer o el varón en una dimensión abs-tracta, sino sólo y siempre topamos con una per-sona con sus peculiares características. Este es undato indiscutible de nuestra experiencia; sin em-bargo el mismo lenguaje nos lleva a generalizar, ypor ello a hablar de la mujer, buscando justamen-te el elemento característico presente en todamujer. Este tipo de indagación se considera fun-damental en el ámbito del saber que llamamosfilosofía; pues en verdad no nos basta captar la

    singularidad, sino que siempre tendemos haciauna generalidad, o mejor aún, hacia una universa-lidad, la universalidad de las estructuras que reco-nocemos presentes, en el encuentro de una o másmujeres, pues decimos, al reconocerlas, que sonmujeres. Pero en realidad, ¿qué es lo que “recono-cemos”? Las mujeres nos salen paso con unaestructura física determinada, que ya lleva consigoy nos plantea una paradoja singular: cada una de

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    ellas es única e irrepetible, y a pesar de ello, todasson mujeres.

    Este hecho nos invita a analizar su corporeidad,pues no se nos oculta que la cultura occidental,con la ayuda de la ciencia se ha esforzado porpenetrar hasta lo profundo de la misma corporei-dad, examinándola desde múltiples perspectivas,desde el perfil de la fisiología, de la anatomía y dela genética, poniendo en evidencia las característi-cas del cuerpo femenino, que luego se articulan demodo particular en cada mujer. A partir de esabase, como es notorio, actúa la medicina, tenien-do en cuenta las alteraciones y aplicando la tera-pia. En este punto surgen dos cuestiones, la prime-ra se refiere al hecho de que la mujer efectiva-mente tiene una configuración anatómica particu-lar, pero también muchas de sus característicasson comunes con el otro ser humano que es elvarón porque de hecho se puede hablar en generaldel cuerpo humano en un modo que sobrepasalas especificaciones de lo femenino y lo masculino.

    Esta constatación nos lleva a la cuestión segunda:si no es posible analizar la mujer sin tener en cuen-ta que es un ser humano, será necesario examinarcorrelativamente también el varón. ¿Cómo teorizartodo esto desde un punto de vista más amplio, quepodemos definir como filosófico? Porque el exa-men del singular nos remite a la universalidad delser humano, pero de nuevo estamos obligados adescender hasta la división del masculino y delfemenino, antes de llegar a la singularidad. Enrealidad, como hemos insinuado antes, es posiblerecorrer también el camino inverso, de donde sesigue que ambos caminos son correlativos y circu-lares.

    Todo esto nos lleva a considerar el hecho deque no se puede examinar la mujer sin examinar elvarón, y en términos más generales, que si sequiere realizar un análisis exhaustivo del serhumano, y así obtener una antropología válida,esta debe ser una antropología dual. Ahora bien, sies verdad que se pueden indicar algunos elemen-tos universales, como los que distinguen el serhumano del animal o del vegetal, un análisis pro-fundo y necesario de la estructura humana nos

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    conduce a captar la dualidad como elemento im-portante e imprescindible. Se trata de la necesariacopresencia de la universalidad, dualidad y singu-laridad.

    Esta observación nos permite hacer una valo-ración del fenómeno del feminismo, porque, aúnreconociendo la importancia de tal fenómeno, queha caracterizado en particular el s. XX en la culturaoccidental, ahora podemos denunciar la unilatera-lidad de sus posiciones, porque en buena parte hapretendido describir las características autónomasde lo femenino y revindicar los justos derechos delas mujeres, sin haber realizado antes una investi-gación radical sobre lo femenino y lo masculinocomo determinaciones del ser humano. Si es ver-dad que no encontramos al ser humano en sugeneralidad, si no solo singulares, los cuales son asu vez son mujeres o varones, por lo cual nuestraatención debe pasar de la singularidad a la univer-salidad a través de la dualidad.

    Es preciso reconocer a su vez, que este puntode llegada es el resultado maduro de un procesosuscitado justamente por la puesta en marcha delmovimiento feminista; de hecho esta revolucióncultural ha sido la que ha exigido una investigaciónantropológica en profundidad. Por tanto es necesa-rio relacionar la antropología dual con la cuestiónfemenina y examinar brevemente la génesis deesta última para llegar a la posición teórica deEdith Stein, la cual consiente establecer la co-nexión entre ambas cuestiones.

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    g é n e s i s d e l a

    c u e s t i ó n f e m e n i n a

    Un breve recorrido histórico puede ser útil paracomprender el origen de la cuestión femenina ydelinear el camino que las mujeres han recorridoen el descubrimiento de sí mismas.

    Un punto de referencia importante para una re-construcción histórica son los cinco volúmenes dela Historia de las mujeres en Occidente, de Geor-ges Duby y Micelle Perrot, publicado en los añosnoventa. En la Introducción al volumen dedicadoal s. XIX 1, se lee que en este siglo acontece elnacimiento del feminismo, entendido como fenó-meno que va a dar origen a importantes cambiosestructurales, como el trabajo asalariado, la con-quista de los derechos civiles, el derecho a la ins-trucción, y la presencia colectiva de las mujeres enla escena política, como sujetos activos, es decir,

    1  AA.VV., La storia delle donne - L’Ottocento, GenevieveFraisse y Michelle Perrot (coords.), Laterza, Roma-Bari1991.

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    ciudadanas a todos los efectos; todo esto seráobtenido realmente en el siglo siguiente, el s. XX.Pero tanto en el volumen citado como en el prece-dente, dedicado a la edad moderna, falta un análi-sis en profundidad de los motivos que llevan a lasmujeres a exigir, al menos, una parificación efecti-va con los varones, motivos que se van detectando

    en los cambios que acontecen en el plano ético-religioso, y por ello se reflejan en la visión que elser humano tiene de sí mismo.

    No se debe dejar de lado que el Humanismoitaliano a través de algunos pensadores comoMarsilio Ficino y Pico de la Mirandola había abiertola senda a la reflexión sobre la centralidad del serhumano, profundizando desde el punto de vistafilosófico y teológico el mensaje cristiano y consi-derando la dimensión religiosa como fundamental.Bien es verdad que esos pensadores no han tenidoen cuenta la duplicidad varón-mujer, y se han con-tentado con indicaciones fundamentales sobre elser humano. Ha sido importante el planteamiento

    de la cuestión antropológica desde el punto devista de la filosofía, pero la auténtica revolución enla cultura occidental es la que se ha hecho desdeuna perspectiva religiosa.

    Precisamente ha sido en el ambiente de la Re-forma evangélica, en el cual hay que buscar lossignos importantes que conducen a la reivindica-ción del rol público de lo femenino. La relaciónentre la mujeres y la Iglesia se hace mas fuerte,como se subraya en uno de los trabajos de laHistoria de las mujeres

      que afronta el argumento,si bien no da a esta relación la debida centralidadpara la comprensión de la cuestión femenina engeneral. Es como si se tratase de un aspecto mar-

    ginal, cuando lo que se pone de relieve en el ensa-yo indica que nos encontramos en mismo corazónde la génesis de la autoconciencia femenina. “LasIglesias presentaban sobre todo una comunidad decreyentes, en la cual se daba un continuo enlacecon el creador de todo y de todos, de tal modo quetoda la vida llegaba a ser una experiencia esen-cialmente compartida: el alternarse de las esta-

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    ciones, la cosecha buena o mala, nacimiento,enfermedad, educación, matrimonio, muerte”2. Noestando incorporadas del todo en la vida social yen las profesiones, en aquel contexto las mujeresal menos podían cultivar un ideal ético que“...representaba la única prestación no ligada alsexo, en la cual las mujeres podían igualar y aún

    superar a los varones”, teniendo presente la vidadespués de la muerte, bien diversa de la terrena,en la cual se realizaba la paridad de los sexos.

    Las comunidades protestantes más radicaleshabían propuesto en teoría la igualdad entre hom-bre y mujer en la dimensión terrena. Una pruebade esto se da en la Revolución inglesa, en la cuallas ideas democráticas, elaboradas en las sectasreligiosas, están en la base de las reclamacionesde derechos de parte de las mujeres, y—es unanovedad—no de las que pertenecen a las clasesdominantes, sino más bien a las clases inferiores.De este modo ellas realizaban un acto, percibidocomo sorprendente, por ser algo hasta entonces

    inaudito, pues de hecho pedían que fuese suprimi-do el derecho patriarcal, porque tenían la convic-ción que “Dios estaba de su parte, porque Diosestaba siempre dispuesto a atender a las peticio-nes de todos, sin hacer diferencia entre las perso-nas, y por ello el Parlamento tenía que comportar-se del mismo modo...”3.

    Como podemos constatar la justificación últi-ma es de carácter ético-religioso; pues se revindicala coherencia entre los principios enunciados – laigualdad de los seres humanos ante Dios—y laconducta no sólo privada, sino también pública. Tal justificación no es acogida por parte de los varo-nes de las comunidades religiosas dentro de las

    cuales había surgido como su centralidad no hasido tampoco percibida por las autoras de la Histo- 

     

    2 E. Schulte van Kassel, Vergini e madri fra cielo e terra, in Storia delle donne - Dal Rinascimento all’Età moderna,Natalie Davis y Arlette Farge (coords.), Laterza, Roma-Bari1991.

    3 N. Zemon Davis, Donne e politica, ivi , p.216.

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    ria de las mujeres, ya que se ha perdido también lamemoria de la motivación religiosa, que está a labase de las reivindicaciones debido al proceso delaicización, que se verifica en la cultura occidental.La reivindicación de los derechos humanos se haido forjando en un contexto cristiano, que proponía,al menos a nivel teórico, la dignidad de la persona

    humana. Todo esto queda demostrado claramenteen el desarrollo de la Revolución inglesa y ha sidolaicizado en la Revolución francesa, y no hay quedejar en el olvido los orígenes puritanos de la Revo-lución americana.

    Las ideas y las propuestas elaboradas vienen aconfluir en los movimientos del s. XIX, si bien tam-poco en este siglo se ha logrado todo lo que sepedía, y por ello se hacía necesaria la reivindica-ción del derecho. “...dada la situación en la que seencontraban las mujeres en el s. XIX, desde cual-quier punto de vista que se mirase al sujeto—eltrabajo, las costumbres, la educación, la pareja. (...)antes o después se presentaba la cuestión del

    Derecho, un derecho de rehusar o de concertar”4.Esta tensión da origen a la puesta en marcha delos movimientos feministas.

    Recorriendo las etapas representadas en algu-nos momentos emergentes en la historia del femi-nismo europeo, se advierte que los países directa-mente interesados son Inglaterra, Francia, y Ale-mania; el feminismo se alía a su vez con las ideaspolíticas elaboradas en la hora post-revolucionaria,por tanto, en primer lugar a las liberales y despuésa las socialistas. El tema recurrente es el de laigualdad de los sexos, al cual se añade progresi-vamente la superioridad moral de las mujeres. Lalaicización de las instancias de igualdad, cuyo

    origen como hemos dicho, es religioso, no impideque algunos grupos feministas mantengan talcaracterística como los grupos cuáqueros en Ingla-terra y en los Estados Unidos, y también los del“Risveglio” en Suiza y en Holanda. A mediados de

    4  A. L. Mauge, “Nuova Eva e Vecchio Adamo”. Identitàsessuali in crisi in Storia delle donne - L’Ottocento, cit.,p.524.

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    siglo en Alemania los adscritos al ProtestantismoLibre, y al Movimiento Católico Alemán se interro-gan sobre la cuestión femenina. También en losEstados Unidos los movimientos de renovaciónreligiosa, incitan a las mujeres hacia el campopolítico que va unido al antiesclavismo. En realidadtoda Europa se interesa por el fenómeno, si bien

    no en la misma medida. Sólo lo hacen algunaspersonas o pequeños grupos en Italia, en Polonia,en Checoslovaquia.

    Testigo del crecimiento del feminismo es laprensa femenina, la multiplicación de círculos yasociaciones. Tal fenómeno se consolida en elsiglo XX y va unido a los borrascosos eventos polí-ticos y militares, que conducen a las guerras mun-diales, a las revoluciones fascista, nazi y bolchevi-que. Estos últimos fenómenos ponen de manifiestosu negatividad incluso en el campo de la cuestiónfemenina.

    Resulta difícil dar unidad a los movimientosfemeninos del s. XX, porque cada grupo se apoyaen una antropología particular, de la que dependela posición política. Las corrientes muy laicizadasse bifurcan entre las que son ampliamente libera-les y las que son socialistas, ambas usan la pala-bra feminismo; los demás movimientos que man-tienen una conexión con la matriz religiosa prefie-ren definirse, al menos hasta hace un decenio,femeninos.

    Lo que se discute es precisamente el tema dela igualdad y la diferencia. Se ha hecho notar quelas reivindicaciones feministas, girando desde elprincipio en torno al tema del derecho, han plan-teado en primer lugar la exigencia de paridad conel mundo masculino. La diferencia en realidad erausada por el predominio masculino como señal dediscriminación; por tanto, en esta primera fase porparte de las mujeres la reivindicación de la igual-dad con frecuencia era llevada al extremo, hasta lainvasión en el plano de la sexualidad, con la consi-guiente teoría de la libertad sexual. Dadas lasresistencias, constatables objetivamente, del mun-do masculino, todo esto sólo podía ser realizadopor medio de la lucha, pues sólo de ese modo se

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    comprende la actitud agresiva y también la sepa-ración y la oposición de los sexos; por otra parte, eltema de la superioridad moral de las mujeres justificaba su aislamiento en grupos alternativos.

    La especulación filosófica masculina—excluidoJacques Maritain—en realidad no ayudaba a resol-ver el problema5. Si Jorge Simmel veía en la posi-ción de fuerza de los varones un claro acto deinjusticia, por otra parte contribuía a afirmar laimportancia de la dimensión sexual como únicolugar de la liberación de la mujer. Por otra parteOrtega y Gasset, declarando la inferioridad consti-tutiva de las mujeres, las incitaba a ser adorno yalimento de la vida de los varones. Max Schelerrecurre a ellas sólo en función del rol social quepueden ejercer en oposición a la instrumentalidadde la edad moderna. Hasta para Sigmund Freud elsexo femenino se define negativamente en rela-ción al masculino pues no tiene autonomía propia;en su escuela hay que llegar a Melania Klein paraconocer que la feminilidad tiene una riqueza para-

    lela a la masculinidad. A fin de cuentas es oportu-no recordar que uno de los primeros escritos acer-ca del perfil de las mujeres, llevado a cabo congran apertura e inteligencia, es el de AbelardoLobato, La pregunta por la mujer , dedicado a Si-mone de Beauvoir, Simone Weil y Edith Stein.

    Estas breves indicaciones nos ayudan a com-prender el por qué una pensadora como Simone deBeauvoir lucha contra la diferencia sexual en nom-bre de la igualdad, hasta afirmar que no se nacemujer, que no se dan diferencias naturales o esen-ciales entre varón y mujer, sino que se llega a sermujer por motivos culturales. En efecto, a menudola diferencia se entiende como fuente de la discri-

    minación, llevada a cabo por los varones para

    5 F. Collin, “La disputa sulla differenza: la differenza fra isessi e il problema delle donne in filosofia”, en  Storiadelle donne - il Novecento, Laterza, Roma-Bari 1992.

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    encerrar a las mujeres en un espacio y en unafunción aparte. Diferencia se entiende como sinó-nimo de discriminación. Para recuperar la adecua-da noción de la diferencia, tendremos que darulteriores pasos en nuestra reflexión.

    Pronto lo veremos.

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    l a a u t o r r e f l e x i ó n

    d e l a s m u j e r e s  

    l a p o s i c i ó n d eE d i t h S t e i n  

    Con Simone de Beauvoir da comienzo la inves-tigación de las mujeres sobre sí mismas, sobre ladimensión femenina, que se desarrolla tanto en elámbito cristiano, evangélico y católico, como en ellaico. A partir de los años Setenta ha entrado encrisis la dirección igualitaria, no precisamenteporque ya no se quiera revindicar la igualdad de losderechos, sino porque en algunos países occidenta-les tales derechos, al menos formalmente, han

    sido reconocidos; en consecuencia se inicia unareflexión sobre lo específico femenino, que no seopone a la igualdad fundamental y a la paridad delos seres humanos, sino que la presupone, justa-mente para poner de relieve la diferencia.

    Que este tema sea exquisitamente cristiano sedemuestra examinando el pensamiento de EdithStein, acerca del cual bien vale la pena detenerse

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    por la maestría de su investigación acerca de loespecífico femenino y masculino.

    En los años treinta Edith Stein define su posi-ción acerca de la condición femenina en una seriede conferencias, reunidas en el volumen que llevapor título  La mujer – su vocación según la natura- leza y la gracia6. Por una parte se trata de dar unarespuesta a los movimientos feministas, que ellaconoce a fondo, y de los cuales aprecia incluso lafunción de ruptura, y por otra parte se trata de unasolicitación dirigida a los movimientos femeninoscatólicos, en especial a las maestras católicas. Enrealidad se basa en su actividad docente paraexaminar el rol y la función privada y pública de lamujer, se interroga sobre el futuro de sus alum-nas, que se preparan para ejercer el magisterio yson las alumnas del Instituto de Santa Maria Mag-dalena de las Dominicas de Speyer donde ellaenseña.

    Las conferencias y el texto Problemas de laeducación de la mujer   se extienden en un arco detiempo que va del 1928 al 1932; las primeras sonla prueba de su colaboración con el Movimientoescolar católico, y el Movimiento femenino católi-co; el segundo es el manuscrito de las leccionesque ha dado en el Instituto de Pedagogía Científicade Münster, en el cual había sido invitada a ense-ñar en el semestre de verano de 1932. Estos escri-tos nos remiten a los estudios filosóficos realizadospor la Autora, en particular sobre el tema antropo-lógico.

    Desde su disertación del doctorado sobre El problema de la empatía, Edith Stein había tratadoun argumento, que llegará a ser central en la es-cuela fenomenológica, el de la alteridad, la rela-ción entre la propia subjetividad y la del otro, y elconocimiento del otro, que es preliminar a la tomade posición afectiva y ética. En el desarrollo de esteestudio, había constatado, en relación con la subje-

     

    6 E. Stein, La donna - il suo compito secondo la natura e la grazia, tr. it. de Ornella M. Nobile Ventura, pref. de AngelaAles Bello, Città Nuova, Roma 1987.

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    tividad humana, que la dimensión corpórea era uninstrumento indispensable para la comunicación,como lo era también la dimensión psíquica y ladimensión del espíritu.

    Partiendo del análisis de los actos que caracte-rizan la ser humano, poniendo entre paréntesiscuanto ha enseñado la tradición, sin por ello negarsu valor, la pensadora había analizado aquellosfenómenos, que se presentan como actos específi-cos de la psique y del espíritu7, y había captado laesencia de tales actos, llegando a la conclusión,según la cual el ser humano está constituido por lacorporeidad, la psique y el espíritu. El análisis fe-nomenológico confirmaba cuanto las corrientesfilosóficas clásicas habían enseñado acerca de laestructura del ser humano.

    La lectura de las obras de la antigüedad y delmedioevo, permitían a la fenomenóloga abordar eltema de la esencia, en particular el opúsculo deTomás de Aquino De ente et essentia, y de estemodo ella podía conferir a la misma esencia unaconsistencia metafísica, cosa que no había logradosu maestro Husserl8.

    Teniendo presentes estas breves indicaciones,se pueden comprender mejor algunos puntos cen-trales de su tratado , que puede ser definido comouna antropología “dual”, pues ella sostiene que “...la especie hombre  --La palabra alemana Mensch sería mejor traducirla como ser humano —se arti-cula en dos especies; la especie viril y la especiemujeril, y que la esencia del hombre, a la cual enuno y otro caso, no le puede faltar ningún elemen-to componente, llega a expresarse en dos modos

    7  Cfr . A. Ales Bello, Fenomenologia dell’essere umano -Lineamenti di una fenomenologia al femminile, CittàNuova, Roma 1992.

    8  E. Stein, Essere finito e Essere eterno - Tentativo diun’elevazione al senso dell’essere, tr. it. de LucianaVigone, presentación de A. Ales Bello, Città Nuova, Roma1999, 3°ed.

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    diversos y que sólo la estructura total de la esenciahace evidente la impronta específica”9.

    La diferencia entre masculino y femenino semantiene junto a la unidad específica del serhumano, pues en verdad la mujer y el hombre sonseres humanos y en esto consiste su igualdad, peroson al mismo tiempo diversos, en el sentido que“no sólo el cuerpo está estructurado de mododiverso, no sólo son diferentes algunas funcionesfisiológicas particulares, sino que toda la vida delcuerpo es diversa, la relación del alma con elcuerpo es diferente, y en la misma alma es diversala relación del espíritu con la sensibilidad, comolas relaciones de las potencias espirituales entresí”10.

    Es importante determinar en qué consista taldiferencia; este es un punto central para indagaren qué modo la vida de uno y de la otra se debadesarrollar, y por consiguiente para intervenir des-de un punto de vista pedagógico. Con brevedad yeficiencia, la Stein indica los puntos fundamenta-les de la distinción: “La especie femenina diceunidad, clausura de la entera personalidad corpó-reo-espiritual, desarrollo armónico de las poten-cias; la especie viril dice elevación de las energíasparticulares a sus capacidades más intensas”11.

    Como toda “cosa”—y el término “cosa” ( Sache)se debe tomar en toda su amplitud de “hecho”,“evento”, “realidad”—también el ser humano tieneuna esencia que en el caso específico se articulade dos modos, por lo cual la Autora subraya que sepuede hablar de una esencia de la mujer y de unaesencia del varón. Esto se confirma en el texto queestamos analizando, por el hecho de que si esverdad que en general el ser humano está consti-tuido por el cuerpo, la psique y el espíritu, cada unode estos elementos tiene diversas característicasen los dos sexos y es peculiar su recíproca relación.

    9 E. Stein, La donna etc., cit., p. 204.

    10 Ibidem.

    11 Ibidem.

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    Esta peculiaridad resulta confirmada también porel análisis psicológico, al cual Edith Stein dedicagran espacio; a través de ese análisis es posibleno sólo determinar los elementos generales dedistinción entre lo femenino y lo masculino, sinotambién descender a individualizar tipologías, yfinalmente a captar la singularidad en su caracte-

    rística de irrepetible.El análisis llevado a cabo por la autora se des-

    pliega en la búsqueda de los caracteres distinti-vos, que comprenden la esfera del conocimiento,la afectividad y las relaciones intersubjetivas. Lamujer intuye lo concreto, lo viviente y lo personal,posee una sensibilidad particular para conocer elobjeto en su valor específico, hace propia la vidaespiritual del otro, y desea promover hasta lamáxima perfección a la humanidad, con su modopropio de expresarse a través de un amor pronto alservicio, tiende a lograr el desarrollo armónico detodas sus energías. El varón se mueve por el im-pulso hacia el conocer, de apropiarse del objeto

    conocido para poder disfrutarlo y plasmarlo con-forme a sus deseos. Cada una de estas actividadeslo absorbe de tal modo que hace imposible laarmonía y si cultiva una, tiene que dejar las otras,precisamente por esa tendencia a un desplieguepoderoso de algunas energías.

    En esta diferencia se basa Edith Stein para in-dicar el destino tanto de la mujer cuanto del varón;penetra a fondo en la intuición que también hatenido Gertrudis von Le Fort – los escritos de laStein preceden el libro La mujer eterna, publicadoen 1934— acerca de la necesidad de descubrir elsignificado de lo femenino en relación con lo mas-culino, para lograr un equilibrio relacional entre

    ambos.Uno de los textos más interesantes de la Stein,

    contenido en el volumen La mujer   se refiere altema de la Vocación del varón y de la mujer . Ellasostiene que el término Beruf, que en el lenguajecorriente alemán significa profesión, debe serinterpretado desde su etimología, que lo relacionacon la “llamada”. La llamada no es sólo de orden

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    social, es sobre todo de orden religioso. En reali-dad “Quien llama, en definitiva, es Dios mismo”12.

    La llamada como hemos advertido antes, estáya impresa en la naturaleza humana y puede serpuesta en evidencia a través de una reflexión filo-sófica y a través de un atento examen de la histo-ria, pues “Dios mismo es el que habla con las pa-labras del Antiguo y del Nuevo Testamento”.

    Esta última reflexión nos lleva a poner de relie-ve la multiplicidad de métodos de aproximación ala cuestión femenina y masculina, usados por laStein e indicados por ella en los Problemas deeducación femenina. Se trata en particular delmétodo de las ciencias naturales (psicología espe-cial de los elementos), del método de la ciencia delalma (psicología individual especial), del métodofilosófico y del método teológico.

    El interés de la pensadora por múltiples ámbi-tos del saber y su competencia en cada uno deellos se comprueba en sus escritos. Se puede

    recordar su toma de posición en los problemas depsicología y de las ciencias humanas con la inten-ción de examinarlas desde sus raíces filosóficas,de las cuales es peligroso alejarse come se afirmaen Psicología y ciencias del espíritu. Aportaciones para una fundación filosófica13, su conocimientode las doctrinas políticas y de la doctrina del Esta-do como se demuestra en Un ensayo sobre elEstado14  y su descripción esencial de la realidadcomo se expone en  Ser finito y ser eterno15, untexto que puede ser considerado como una especie

    12 Ivi , p. 68.

    13 E. Stein, Psicologia e Scienze dello Spirito - Contributi per una fondazione filosofica, tr. it. de Anna MariaPezzella, Intr. de Angela Ales Bello, Città Nuova, Roma1996.

    14 E. Stein, Una ricerca sullo Stato, tr. it. y pref. de AngelaAles Bello, Città Nuova, Roma 1993.

    15 E. Stein, Essere finito Essere eterno, tr. it. de LucianaVigone, presentación de Angela Ales Bello, Città Nuova,Roma 1999, 4° ed.

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    de Suma, como las escritas por los medievales, enla cual se plantea cuestiones metafísicas y teológi-cas.

    Con este bagaje de conocimientos y de elabo-raciones teóricas, unidas a la experiencia didácticavivida cotidianamente y con una atención extraor-dinaria a los temas sociales y políticos de su tiem-po, la cuestión femenina ha sido examinada porEdith Stein con tal dominio, que representa quizásun caso único en la historia de la reflexión antropo-lógica cristiana sobre la mujer y sobre el varón.

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    a n t r o p o l o g í a d u a le n e l m a g i s t e r i od e j u a n p a b l o I I

    Una piedra miliaria para la fundación antropo-lógica de lo femenino y de lo masculino ha sidopuesta por Juan Pablo II en su Magisterio. Laimportantísima carta apostólica  Mulieris dignita- tem, la Carta a las mujeres, los discursos que hadirigido al Ángelus desde el 1955 a 1996, todosellos son testimonios del interés pastoral en cuan-to se refiere a las mujeres, y además constituyenun punto de referencia vinculante para el mundo

    católico.La atención va dirigida en primer lugar a la mu-

     jer, en cuanto se constata que ella se presenta, enuna dimensión histórica y social, como el sujetomás débil y por lo mismo discriminado. Con talatención puede decirse que se han desatado losnudos y se han allanado las dificultades que habí-an ido emergiendo a lo largo de los siglos, y se ha

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    dado respuesta a los fermentos de la cultura laicay a los movimientos cristianos.

    El tema de la “reciprocidad” entre varón y mu- jer es el tema dominante y es el que conduce auna revisión antropológica definitiva. El punto dereferencia de tal revisión es el mensaje evangéli-co, que siempre ha estado bajo las miradas detodos, aunque no siempre ha sido recibido ade-cuadamente. El reconocimiento de este hecho esuna de las novedades desconcertantes de la tomade posición de Juan Pablo II16.

    En un breve texto dedicado a las mujeres Cru-  zando el umbral de la esperanza el Papa parte deuna constatación social y de otra personal. Enprimer lugar el feminismo es “una reacción a lafalta del respeto debido a toda mujer”17, un valiosotestimonio de la Iglesia católica demuestra que lamujer ha sido respetada y que no podía ser de otromodo, dado el fuerte impulso hacia el culto maria-no. En segundo lugar, la atención por lo femeninono está ligada solamente al deber de su Magiste-rio. El Papa afirma que “todo cuando he escritosobre el tema en la Mulieris dignitatem, lo llevabaconmigo desde que era muy joven, en cierto senti-do desde la infancia. Quizá influyó en mi tambiénel clima de la época en la cual fui educado, carac-terizado por un gran respeto y consideración antela mujer, de modo especial para la mujer-madre”18.

    A propósito del primer punto el Papa se refierea una tradición que hemos visto siempre presenteen la Iglesia cristiana hasta la Reforma, que luegoha pasado a la Iglesia católica, según la cual lamujer en cuanto virgen y madre era objeto deveneración especial. Quizá era el estado matrimo-nial el que no se valoraba del mismo modo y poresta razón fue exaltado por las corrientes evangéli-

     

    16 L. Accattoli, Quando il Papa chiede perdono. Tutti i meaculpa di giovanni Paolo II, Mondadori, Milano 1997.

    17  Giovanni Paolo II, Varcare le soglie della speranza,Mondadori, Milano 1994, p. 237.

    18 Ibidem. 

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    cas en oposición al catolicismo. Tales aconteci-mientos conducen a una ulterior reflexión a propó-sito del nacimiento del feminismo en los paísesprotestantes, en los cuales falta el culto mariano.Se puede adelantar la hipótesis que el venir amenos de este culto haya sido la causa del empeo-ramiento de la consideración de la mujer en el

    ámbito eclesial y social. Es verdad que no se pue-de sostener que la condición femenina fuese lamejor en los países católicos a causa del respetopor María, pero quizá las mujeres se sentían prote-gidas por esta referencia, tan importante desde elpunto de vista de la relación religión-feminilidad yaunque solo fuese de un modo formal tambiénsatisfechas. Todo esto nos lleva a abrir un capítulosobre feminilidad y religión, que he tratado en otrolugar19, ya que en los textos de Juan Pablo II tieneun desarrollo extraordinario.

    No es posible proceder a un análisis puntualde la Mulieris dignitatem, pero me parece oportunoindicar algunos aspectos, incluida la función que

    en la teología feminista se describe como lecturade la Biblia al femenino. En concreto alcanzan ungran significado dos puntos del Antiguo estamento,uno es el comentario del libro del Génesis relativoa la doble versión de la creación del varón y de lamujer, y el otro es el antropomorfismo del lenguajebíblico.

    Desde Edith Stein a Jacques Maritain y a lasteólogas feministas los dos textos relativos a lacreación de los seres humanos (Gn. 1,28 y 2 18-25) han sido objeto de apasionadas discusiones,sobre todo en el intento de establecer o no entreambos una cierta coherencia. El Papa dirime lacuestión acentuando que de ambos textos se de-

    duce que “ambos son seres humanos, en igualgrado el varón que la mujer, siendo ambos creadosa imagen de Dios”20; aún en el segundo relato, a

    19 Cfr . A. Ales Bello,  Sul femminile. Scritti di antropologiae religione, Michele D’Ambra (coord.), Città Aperta, Troina(EN), 2004.

    20 Mulieris dignitatem, § 6, Maternità-Verginità.

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    pesar de usar un lenguaje “menos preciso, (...) esdecir, más descriptivo y metafórico: más próximoal lenguaje de los mitos conocidos por entonces”,se hace presente la idea que “la mujer es un otro“yo” en la común humanidad” Con esto quedaestablecido de modo inequívoco, que ambos tienenla propia dignidad y que han sido creados en rela-

    ción recíproca. De ese modo se ha dado un funda-mento a los tres momentos que han caracterizadoel itinerario del pensamiento femenino: la igual-dad, la complementariedad y la reciprocidad; yahemos visto que todo esto puede quedar convali-dado desde el punto de vista de la antropologíafilosófica.

    El segundo punto importante está en conexióncon el antropomorfismo del lenguaje bíblico. Laacusación de una escritura y una lectura de laBiblia según el lenguaje masculino se remonta alos primeros movimientos feministas del siglo XIXen los Estados Unidos, como ya indicamos21. LaCarta apostólica dirime también esta cuestión

    subrayando los límites del lenguaje antropomórfi-co; Dios no es propiamente ni Padre, ni Madre, apesar de que en la Biblia se encuentran expre-siones que atribuyen a Dios sentimientos paternosy maternos; lo que se trata de indicar es “el miste-rio del eterno “engendrar” (....) este “engendrar” ensí mismo no posee cualidades “masculinas” o“femeninas”. Es de naturaleza totalmente divi-na”22.

    La situación de tensión que existe entre el va-rón y la mujer es una consecuencia del pecado;éste no se le puede atribuir solo a la mujer, segúnuna lectura superficial, porque implica la respon-sabilidad de entrambos. En cambio, del pecado

    cometido deriva la subordinación de la mujer enrelación con el varón y el consiguiente desequilibriointroducido por la elección negativa. No obstante

    21  Cfr . Elisabeth Cady Stanton, The revising Commitee.The Woman’s Bible, European Publishing Company, New York, 1985.

    22 Mulieris dignitatem, § 8, Più grande è la carità.

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    para el cristiano se abre la gran esperanza de laRedención, es posible la restauración del ordenprimitivo, y de hecho ya ha sido restaurado porCristo mediante su enseñanza y sus actividades.

    En el bellísimo par. 12 de la Mulieris dignita- tem, “se maravillaban de que estuviese dialogan-do con una mujer”, Juan Pablo II saca a la luztodas las potencialidades presentes en el obrar deCristo, no siempre vistas por sus contemporáneos,ni siquiera por los que le seguían, y se podría decirque no lo han sido hasta nuestros días. Cristo “seha hecho ante sus contemporáneos promotor de laauténtica dignidad de la mujer y de la vocacióncorrespondiente a esta dignidad. A veces estoprovocaba estupor, sorpresa, a veces hasta ellímite del escándalo: “Se maravillaban de queestuviese dialogando con una mujer” (Jn 4,27). ElPontífice hace resaltar la respuesta valiente quehan dado las mujeres a este comportamiento deCristo, hasta desafiar a las autoridades permane-ciendo junto a la cruz, mientras los Apóstoles, a

    excepción de Juan, se fueron alejando o lo nega-ron. A ellas se le ha confiado ser testigos de laResurrección en un contexto social, en el cual eltestimonio de las mujeres no tenía algún valor.Finalmente también a ellas se les ha confiado laprofecía . “Profetizar" significa expresar con lapalabra y con la vida “las obras grandes de Dios”(He 2, 11) conservando la verdad y la originalidadde cada persona, sea mujer o sea varón” (par.16)

    El concepto de persona, que ha sido introduci-do aquí, nos permite apreciar una reflexión filosó-fica que partiendo de una visión directa del serhumano y de un análisis esencial de sus caracterís-ticas, pone en evidencia no sólo la dimensión de la

    corporeidad, sino también la de la psique y la delespíritu. Si la Revelación es el último término dereferencia para la certeza de la verdad es tambiénverdad que el ser humano es capaz de darse cuen-ta del significado de las cosas que lo rodean y de símismo, de descubrir sus potencialidades, aúncaptando los límites de su conocer y de su obrar;según las indicaciones de Santo Tomás el serhumano se presenta como causa segunda, pues deotro modo , ¿cómo podría tomar por la mano su

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    propio destino y cómo podría contribuir al desarro-llo de la creación?- Del mensaje de Juan Pablo IIemerge una indicación indispensable aún para unainvestigación filosófica acerca del ser humano ensu unidad y dualidad. Como hemos dicho él insisteen el tema de la unidad de los dos; en efecto ¿quénos dice nuestra experiencia?. Que el otro es un

    otro “yo”; pero todo yo está caracterizado por unaconnotación masculina o femenina, lo cual tienemucha importancia para la comprensión de susingularidad personal. Ciertamente no es indiferen-te ser varón o ser mujer; y si lo es bajo el perfil dela común humanidad, no lo es respecto a las capa-cidades, potencialidades, actitudes, que caracteri-zan lo masculino y lo femenino y el modo en quese articulan en cada uno la masculinidad y la femi-nildad.

    En su convincente análisis antropológico, yaexpuesto antes, Edith Stein nos conduce precisa-mente a aceptar la “unidad de los dos”, para usarla expresión de la Encíclica, sin hacer prevalecer el

    uno sobre el otro, mas bien dando a cada uno suautonomía personal; solo en ésta puede fundarsela relación recíproca que va más allá del motivo dela complementariedad, que está presente en “laayuda recíproca” de la cual habla el texto delGénesis (2,20).

    Si la maternidad es el elemento que caracteri-za con vigor lo femenino, la femenilidad del alma,de la que habla la Stein, ayuda a la comprensióndel valor de la vida consagrada, o en general deuna vida que no se expresa sólo a través de lamaternidad biológica. Esto tiene una confirmaciónen las páginas de la Encíclica dedicadas a la rela-ción maternidad-virginidad.

    El valor filosófico, además del teológico, delmensaje de Juan Pablo II nos permite acoger lasintuiciones de mayor alcance del pensamientofemenino y feminista sobre la mujer integrándolasen el análisis radical del ser humano que haceimprescindible a estas alturas la elaboración deuna antropología dual.