LA CRÓNICA PERIODÍSTICA
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LA VERDAD Año 11, N° 510
CRÓNICA Machala 15 de septiembre de 2010
¡Un niño verdaderamente valiente! La solidaridad ejemplar de un niño de 12 años
Por Josefina Rivadeneira
No todos los días vemos
actos de valentía como el
que observamos hoy a
primera hora del día frente
a la escuela Juan León
Mera de la ciudad de
Machala. Y fue un niño el
que nos dio este
maravilloso ejemplo de
solidaridad.
Esta mañana al frente de la
puerta de la escuela, había
una multitud, que no daba
paso a los que deseaban
entrar. Nos preguntabamos
qué había pasado. Había
sucedido un accidente.
Un pequeño de primer año
había escapado de las
manos de su madre. Al
atravesar la calle, había
caído cerca de un autobús
que no se detenía. Un
estudiante de octavo al ver
el incidente, se abalanzó a
recogerlo y lo puso a salvo.
Pero, el muchacho por estar
pendiente del pequeño, no
alcanzó a retirar el pie y la
rueda del autobús le arrolló.
No se sabe si solo está
maltratado o la rueda le
alcanzó a fracturar el pie.
Inmediatamente que el
director fue informado del
suceso, llamó a la
ambulancia y a los pocos
minutos, salieron para el
hospital.
Actos como estos, nos
demuestran que esta nueva
generación tiene conciencia
de esos valores, que adultos
y maestros decimos que se
están perdiendo entre los
niños y jóvenes.
Quizá somos injustos al
hacer generalizaciones que
no corresponden a la
realidad. Ni todos los
jóvenes han perdido los
valores, ni tampoco es
verdad que se están
perdiendo en la sociedad.
En todas las épocas ha
habido indolencia. Y no
podemos afirmar que la
indolencia es una
característica de las nuevas
generaciones. Cuántas
veces los adultos vemos
que están robando a una
persona y nos quedamos
com espectadores, sin hacer
nada. Pero volvamos con el
hecho presenciado esta
mañana. Los adultos y
muchos estudiantes
gritaron al autobús para que
se detuviera. Ante su
impotencia, al único que se
le ocurrió hacer algo, que sí
salvó al niño, fue a un
estudiante de doce años.
Esto nos muestra su
madurez su capacidad de
arriesgar incluso la vida
para salvar a otros.
En múltiples ocasiones,
muchos de nosotros nos
quedamos inmóviles y
paralizados de terrir ante un
hecho como este. Cuántas
veces, ante una desgracia,
pensamos que hubieramos
podido hacer algo y no lo
hicimos.
Que este hecho nos haga
conscientes de que la
solidaridad no es solo una
idea o un principio que
tenemos en nuestra mente,
sino que la solidaridad debe
traducirse en acciones
como la que nos ha
enseñado este niño con su
valentía.
Alberto se recupera de su herida,
junto a sus padres
Para salir de Loja antaño
Antes para llegar a Quito se lo hacía en un mes.
Eran veintiséis jornadas a caballo y otras dos en
diligencia desde Ambato a la capital.
A guayaquil se demoraba seis días pero con un
riesgo mayor porque se tenía que cruzar la zona
conocida como las escaleras de Santa Rosa. El
jinete y el caballo tenían que descender 300
metros por la ladera de un precipio. Si
tropezaba la bestia jinete y bestia morían. A
esta quebrada se la bautizó de las “lágrimas”
porque era lugar donde se despedía a los
parientes que decían salir de tierras lojanas.
Muchas veces la despedida era para siempre…
Luego, pasó el tiempo, as condiciones cambiaron y se demoraba solamente seis días, cinco…Todo
dependía de los trasbordos entre carro, mulas y el ferrocarril y al final tomando un barco. En el tren,
la lentitud de 5 a 8 kilómetros por hora era desesperante.
Para abordar el barco en Puerto Bolívar, que lo llevaría a Guayaquil, había un amontonamiento de
400 personas. El barco sólo tenía dos camarotes. Las primeras dos personas los cogían, las diez
siguientes se instalaban en una hamaca para pasar la noche. El resto se sentaba sobre la maletita,
junto a las cabezas de ganado. Cerca de la medianoche le daban un perol porque el oleaje de
Jambelí era fuerte, se metía agua al barco y había que botarla durante horas. Así se llegaba a
Guayaquil.
Puerto Bolívar 1940
Un viaje a las islas
encantadas
Por corresponsal C. Bravo Rojas
Después de esperar más de una hora en el
aeropuerto de Guayaquil, por fin el avión
despegó. Comenzamos a volar sobre el mar.
Nada se veía más que agua y nubes. Sobre el
agua rizada, se veían pájaros blancos que
parecían como los que hacen los niños en
papel. Mi vecino de asiento me dijo que eran
gaviotas. Luego no vimos más que agua, agua
y nubes, preciosa agua de color verde
azulado. Después de una hora de vuelo,
comenzamos a ver las islas. Finalmente
aterrizamos en el aeropuerto de la Isla Baltra.
Tan pronto llegamos, nos llevaron a una
canoa que nos trasladó a la isla Santa Cruz.
Allí fuimos a un hotel. Dejamos nuestro
equipaje como teníamos tantas ganas de ir a
la playa, nos llevaron por un chaquiñán hasta
una playa que parecía hecha de azúcar.
Frondosos árboles nos daban una refrescante
sombra. Realmente hacía tanto calor, que
encontrar esta sombra, fue un remanso.
Rápidamente nos metimos a nadar. De
pronto, encontramos algunos lobos marinos.
Nadábamos junto a ellos. Daban vueltas
alrededor de nosotros. ¡Qué velocidad!, los
humanos nadamos despacio; ellos, nadan tan
velozmente, que uno los ve pasar y pasar y
nunca los alcanza. Allí pasamos la tarde hasta
cuando comenzó a oscurecer. Entonces
regresamos al hotel. Íbamos felices,
descansados, el agua de mar relaja y da
sueño. Sólo pensábamos en lo que nuestros
sentidos habían experimentado esa tarde: el
horizonte, la tranquilidad, el sonido del mar.
Caímos como piedras, después de la
merienda.
Domingo 05 de diciembre de 2010.
A veces uno se da cuenta que no aprecia las
bellezas que tiene nuestro país. No hemos
aprendido todavía a cuidarlas. Dicen que el
turismo a cambiado mucho el aspecto de las
Islas. ¡Qué lástima que solo hasta ahora se ha
comenzado a pensar en el turismo ecológico!
Al siguiente día, el calor nos despertó muy
temprano. Salimos hasta la orilla del mar para
conocer a los lobos marinos; estos obesos
gigantes se complacían echados como los
humanos para recibir el sol. Sobre las piedras,
grandes iguanas con los colores del arco iris
sobre sus lomos, también se calentaban. Yo
me imaginaba que eran pequeños dinosaurios.
Nerviosas, a veces, volteaban sus cabezas,
para observar si presentábamos peligro.
En otros lugares sobre la tierra desnuda,
piqueros patas azules nos dejaban acercarnos
a dos metros de distancia. A su alrededor,
había como una estrella blanca hecha de
muchas líneas que salían del centro y que se
disparaban como rayos de sol hacia afuera.
En el centro, un bulto de pelos blancos, como
copo de algodón. La cría era enorme con
respecto a los padres. Piaba sin parar. Sus
padres le daban de comer en el pico. Las
patas eran azules fosforescentes, casi
alumbraban. Este color se refleja en sus
barrigas blancas como la luz que refleja un
espejo, pero de color azul.
El guía nos explicó que los padres hacían las
rayas blancas con sus propios excrementos,
para protegerse de las serpientes, que son sus
depredadores. Este estiércol les resulta
hediondo a las serpientes y por eso no se
acercan. Es un medio para defender el nido, o
más bien, su territorio porque estas aves no
fabrican nido.
Luego vimos las fragatas. ¡Qué hermosos
pájaros!, los machos con el buche rojo inflado
como un globo de cumpleaños, volaban y
aterrizaban, pero no bajaban al agua. Solo
estaban a la caza de los peces que traían las
aves pescadoras. Se mezclaban con ellas, y
cuando alguna subía con un pez en el pico,
las fragatas lo robaban en pleno vuelo.
Luego preguntamos al guía por qué no
pescaban ellas y nos dijo que sus patas no
eran palmeadas y por eso no podían
amarizar. Su estrategia de alimentación era
esa: el robo.
Pasamos tres días visitando otras islas, todas
llenas de maravillas. Lo último que visitamos
fue el Parque Charles Darwin, donde
conocimos las tortugas Galápagos. ¡Qué
animales enormes! Las vimos alimentándose,
intentando aparearse, caminando, bebiendo
agua. Verdaderamente parecen de la
prehistoria: arrugadas con sus casas a cuestas,
caminando lento, aunque en realidad, rápido
para su tamaño.
Salimos de las islas otra vez desde el
aeropuerto de Baltra…nuestro viaje había
terminado, dejando muchos sentimientos en
nosotros. Este viaje me ha comprometido con
las bellezas naturales de mi país. Ver tanta
maravilla y también ver cómo los humanos
somos capaces de menoscabar el hábitat de
otros seres, me han dado mucha pena. Creo
que en adelante seré una defensora de nuestra
gran riqueza natural.