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La CROM Y EL GOBIERNO

La CROM Y EL GOBIERNO

Capítulo VI

La CROM y el poder político

La constitución del Partido Laborista y la candidatura de Obregón. Las relaciones políticas con Calles. La lucha política en el estado de Guanajuato. La situación política en el estado de Jalisco. La situación política en el estado de Yucatán. Los laboristas en el estado de Zacatecas. El socialismo michoacano y la CROM. La lucha política en el estado de Durango. La distribución del poder político en el estado de Puebla. Alianzas políticas en el estado de México. Portes Gil y los cromistas. Alianzas políticas y parlamentarias con agraristas, cooperatistas y liberal burgueses. La lucha política en el periodo del maximato. La rebelión militar y política de los generales Serrano y Gómez. Una campaña con un desenlace trágico. La lucha contra la rebelión de los grupos clericales

La constitución del Partido Laborista y la candidatura de Obregón

El historiador Matute citó una carta que Calles le dirigiera a de la Huerta en la que se refirió a la posible postulación de Bonillas, empleando estos términos: “el ingeniero Bonillas carece de personalidad política, de prestigio en el país y de popularidad para poder aspirar a este puesto y si el gobierno, saliéndose de sus compromisos y sus obligaciones, trata de imponer al ingeniero Bonillas, estoy seguro y lo deploro con toda el alma, de que el país se verá envuelto de nuevo en la guerra civil pues no es posible que pudiera consentirlo esto, estando aún frescos y palpitantes los ideales revolucionarios entre cuyos grandes principios está el de la efectividad del sufragio”.

En efecto, la figura de Bonillas palidecía frente a personalidades como Calles, Obregón y de la Huerta quienes habían tenido una muy destacada participación en la lucha contra la tiranía huertista, que tenía antecedentes sociales en el estado de Sonora que los acreditaban no sólo como militares de gran intuición y capacidad de mando sino también como políticos comprometidos con los intereses de los obreros, los campesinos y los indígenas. De una manera particular descollaba, claro está, Obregón, un hombre sencillo, de campo, pero dotado de una gran sensibilidad social y olfato político, un organizador de multitudes y quien había propiciado, junto a Villa, los golpes más demoledores en contra del ejercito de la usurpación. Desde luego que había otros militares muy acreditados, como Jara, Aguilar, Hill, Alvarado, pero ninguno de ellos tenía los atributos que ostentaba Obregón. En cambio, Bonillas, hombre desde luego muy cercano a Carranza había vivido la mayor parte del tiempo, durante la contienda armada, en el extranjero, especialmente en los Estados Unidos, desempeñando misiones diplomáticas por lo que prácticamente era un desconocido para los políticos de la época. Frente a un conjunto de hombres que habían arriesgado su vida luchando contra la dictadura de Huerta, Bonillas era un político insignificante y por ello su probable postulación causó un profundo malestar e irritación entre el llamado grupo sonorense.

Sobre la candidatura del general González, postulado por la Liga Democrática, Matute afirmó que se comprometió a respetar la Constitución, fortalecer la educación, el municipio libre, la armonía entre el capital y el trabajo y la reorganización del ejército, pero que en general sus propuestas programáticas estaban dirigidas hacia un sector educado de la población por lo que fue calificado de elitista. Concluyó que el citado militar era muy impopular entre los mexicanos por sus conexiones con el ejército y por su supuesta simpatía a los Estados Unidos.

Matute reafirmó que después de Obregón “era el general (González) el que contaba con un mayor número de amigos políticos en la capital, lo cual le daba bastante fuerza. Dentro de la administración pública contaba con numerosos adeptos, particularmente en el centro. “Y citó un estudio de Hermila Galindo quien definió que González tenía un “radicalismo sensato y que constituía una garantía para los legítimos intereses de los terratenientes, de los capitalistas y de los extranjeros laboriosos, y que no establecería una autocracia o esclavitud, bajo la apariencia de un gobierno radical”.

Por su parte, el general Pablo González también era un estratega destacado, un militar pundonoroso y disciplinado, pero tenía antecedentes sociales muy negativos: había participado directamente en la represión en contra de los trabajadores durante la estancia de los constitucionalistas en la ciudad de México, se había caracterizado por su mano dura con los civiles, por su prepotencia, pero lo que era más grave, estaba a favor de los intereses de las clases burguesas pues consideraba que la revolución mexicana debía ser moderada, protegiendo sobre todo a esas minorías. En este sentido era un hombre ideológicamente más cercano a Carranza pero como tenía brillo propio, no de la magnitud del de Obregón, por sus méritos en campaña, era un candidato incómodo que en cierta forma desafiaba a su autoridad. Es decir, se inclinó por Bonillas porque era un hombre opaco, sin ascendiente en las luchas políticas nacionales, el cual se podría manipular, si se lo proponía.

Héctor Aguilar Camín proporcionó algunos datos acerca de Álvaro Obregón Salido. Nació en Huatabampo, uno de los pueblos situados al sur de la ribera del río Mayo el 19 de febrero de 1880 en el seno de una familia de agricultores. Su padre, Don Francisco, murió dejando una pequeña propiedad que era más apta para la ganadería que para la agricultura. Su madre, doña Cenobia, también era dueña de otra pequeña propiedad ubicada en ese municipio. El joven Obregón obtuvo un trabajo en la hacienda los Tres Hermanos, propiedad de sus tíos hacendados que lo aceptaron como mecánico en el molino de la hacienda. La mecánica fue una de las pasiones tempranas de Obregón y no parece casual que en un medio agrícola que probaba incesantemente la innovación y sufría en general las dificultades de una escasa mano de obra, la inventiva y la predilección de un muchacho obviamente dotado lo indujeran a ejercer sus habilidades en ese campo.

Rentó unos terrenos de la hacienda El Naranjo, propiedad de Jesús Valdeirain, y cultivó garbanzo obteniendo importantes dividendos. Después compró un pequeño predio de apenas 150 hectáreas, que bautizó con el nombre humorístico de la Quinta Chilla. Después se hizo de otras 80 hectáreas.

Obregón era un hombre que se había formado en la lucha diaria por la vida, en el trabajo intenso y, según confesó después, él había leído varios números de Regeneración, el periódico de los hermanos Magón que se editaba en los Estados Unidos y se distribuía subrepticiamente en varias ciudades mexicanas; pero la situación de los peones de las haciendas, de los trabajadores sin tierra las conoció con su dramático realismo y en forma directa, lo que lo condujo a entrar el movimiento revolucionario. Empezó siendo un modesto trabajador agrícola en el estado de Sonora, pero en realidad tenía la mentalidad de un propietario, de un empresario en pequeño, que empleaba las técnicas más modernas de la época para hacer producir la tierra, así como las normas más elementales de la administración.

Calles le informó a Morones que prácticamente estaban rotas las relaciones entre el gobierno del estado de Sonora y el gobierno federal calificando al gobierno de Carranza de dictatorial que pretendía anular las conquistas sociales del pueblo, “creo absolutamente necesario que se traslade usted sin pérdida de tiempo a los Estados Unidos y se entreviste con Gompers que juzgó necesario e indispensables intereses a favor de nuestro movimiento a la AFL para recibir de esta gran agrupación cuando menos su apoyo moral a fin de evitar cualquier intervención de parte del gobierno de los Estados Unidos en nuestros asuntos y poder tener autoridad para resolverlos por nosotros mismos. Nadie como usted está capacitado para desarrollar esta gran labor y espero que aún a costa de cualquier sacrificio lo haga inmediatamente”. Le indicó que Rafael Zubarán le entregaría quinientos dólares para sus gastos de viaje y ya estando en los Estados Unidos “yo podré situarle los fondos que necesite”.

Álvaro Obregón

Nogales Sonora, México.

Julio 5, 1919.

Sr. Ezequiel Salcedo

Presente.

Muy apreciable amigo:

“Mucho me satisface saber que después de las conferencias que hemos estado celebrando usted ha quedado plenamente convencido de que mis tendencias en todo lo que respecta a los principios avanzados proclamados por la Revolución, en nada se han menguado y que es mi más firme propósito buscar su defensa”.

Me complace, también que haya usted quedado satisfecho de lo que hemos tratado con respecto a las huelgas, arma principal de los hombres de trabajo que tienen para defender sus intereses.

“Quiero manifestarle que considero que pueden obtenerse grandes provechos a favor de los gremios obreros y a favor del adelanto de nuestro país si se siguen robusteciendo las relaciones de nuestras agrupaciones obreras con las de igual índole de otras naciones”.

“Me es satisfactorio hacerle saber que durante los primero siete años que tuve que trabajar para abastecer mis necesidades, forme parte del gremio obrero y mi nombre figura todavía en los archivos de los distintos talleres donde trabajé en los Estados de Sonora y Sinaloa”.

Me despido, suplicándole llevar un saludo especial a todos sus compañeros

Soy su Afmo., amigo y Atto. S.S.

Á. Obregón.

Ya desde el mes de julio había un acercamiento, entre los dirigentes de la CROM encabezada por Morones y Salcedo con Álvaro Obregón y a ello hace referencia el divisionario sonorense. En una carta Obregón “que mis tendencias con respecto a los principios avanzados de la revolución, no se han menguado y que es mi más firme propósito buscar su defensa. Quiero manifestarles que considero que pueden obtenerse grandes provechos a favor de los gremios obreros y en favor de los adelantos del país, si se siguen robusteciendo las relaciones de nuestras agrupaciones obreras con las de igual índole de otras naciones”. En esas condiciones, la directiva de la central obrera, compuesta por Luis N. Morones, Eduardo Moneda, José F. Gutiérrez, Ezequiel Salcedo, Adalberto Polo, Samuel Yúdico, Juan F. Fonseca, José López Cortés, Fernando Rodarte, Celestino Gasca, Reinaldo Cervantes Torres, Salvador Álvarez, suscribieron, el 6 de agosto de 1919 un documento titulado: Puntos que con el carácter de convenio privado, se presenta al general Álvaro Obregón, candidato de la clase obrera para ocupar la Presidencia de la República”, en el que se señalaba que:

1.- que el Ministerio de Trabajo esté a cargo de una persona identificada con las necesidades morales y materiales de los trabajadores, 2.- que mientras se lleva acabo este nombramiento ocupe una persona con igual identificación en la cartera de Industria, Comercio, Trabajo: 3.- que en la Secretaría de Agricultura y Fomento se coloque a un elemento igualmente apto para ese cargo; 4.- que para efectuar esos nombramientos sea considerada una terna propuesta por el partido que formaran los suscritos; 5.- que las personas que ocupen esos puestos sean removidas sólo por su ineptitud o malevolencia; 6.- que las personas que sean quienes sustituyan se sujeten a los mismos procedimientos anteriores; 7.- que tan pronto sea promulgada la Ley Federal del Trabajo sea promulgada de inmediato; 8.- que se reconozca la personalidad competente del Comité Central de la CROM para tratar con el Poder Ejecutivo todos los asuntos relacionados con las agrupaciones obreras de la República; 9.- que se designe por lo menos un día de la semana para tratar el punto anterior; 10.- que se den facilidades para aplicar los acuerdos de los congresos obreros de Saltillo y de Zacatecas, así como de los que se tomen en los congresos futuros; 11.- que se tomen en cuenta las opiniones de las organizaciones obreras cuando se trate de reformas y procedimientos de carácter general; 12.- que se den facilidades para la propaganda y la organización obrera del país; 13.- que se den facilidades para estrechar las relaciones de pueblo a pueblo.

Obregón dice que algunas de esas cláusulas son lógicas, pero que no está de acuerdo con otras, pero que espera discutirlas en la capital de la República.

Asimismo, el 23 de abril, en Agua Prieta se lanzó un manifiesto en el cual se afirmó que Carranza había burlado de una manera sistemática, el voto popular y cancelado de hecho las garantías individuales por lo que se desconoció su investidura como Titular del Poder Ejecutivo de la Federación, se desconocían las autoridades recientemente electas de los estados de Guanajuato, San Luis Potosí, Querétaro, Nuevo León y Tamaulipas, se nombró como jefe supremo del Ejército Liberal Constitucional al actual gobernador de Sonora, Adolfo de la Huerta, entre otros.

Como dice Hall, Obregón comprendió la necesidad de crear un partido político que sustituyera a la Confederación Revolucionaria y así impulsó la constitución del Partido Liberal Constitucionalista. De esta manera Obregón trataba de identificar su actuación con la ideología del liberalismo. La creación del partido se dio en el marco de los trabajos del Congreso Constituyente de Querétaro y en sus reuniones se discutieron no sólo los asuntos de carácter político sino los problemas económicos y sociales. Se apoyaba al mutualismo y a la cooperación con el movimiento obrero y asistieron elementos radicales como Luis G. Monzón, Herminio Pérez Abreu y Juan de Dios Bojorgez. En realidad, el Partido Liberal Constitucionalista se convirtió en un instrumento de Obregón contra Carranza.

Las relaciones de Morones con el llamado Grupo Sonora se remontaban a la etapa en la que el ejército constitucionalista estuvo en la ciudad de México. Aunque aquél no desempeñaba un papel destacado en la Casa del Obrero Mundial sí conoció y trató tanto a González, pero sobre todo a Obregón durante su actuación para ayudar a los trabajadores de la metrópoli para superar la hambruna que la azotaba. Desde luego, Carranza lo nombró gerente de la Compañía Telefónica y Eléctrica, incautada a sus propietarios como medio para asegurar el suministro del fluido y también para convencer a los trabajadores de que no estallaran más huelgas, en un gesto que podía calificase de amistoso. Durante la etapa de esa crisis de identidad que padeció la COM, Morones se mostró partidario de obrar con mayor pragmatismo en las relaciones que los trabajadores debían entablar con los constitucionalistas y los miembros de otras corrientes burguesas, es decir, demandó que se compartiera con el poder político con ellos.

La crítica que formuló a la dirección de la COM al firmar el pacto con Carranza fue en el sentido de que los dirigentes sindicales no habían sido lo suficientemente capacitados o hábiles para arrancarle más concesiones económicas, sociales y políticas, que habían obrado con un gran idealismo y romanticismo y que ahora se necesitaba actuar, ante la división producida por el afán de Carranza de imponer a Bonillas, con un sentido más práctico. Guiado por esta idea y esta táctica, Morones estableció relaciones con los hombres fuertes del estado de Sonora. Las diferencias que había provocado la inclinación del primer jefe por el diplomático acreditado en Washington prácticamente rompieron las relaciones con el gobierno de esa entidad, cuyos integrantes pasaron del desconocimiento fáctico de Carranza a una oposición armada. Ya desde antes de esos acontecimientos, miembros del equipo de Carranza habían auspiciado un acercamiento entre los dirigentes de la AFL y el grupo de Morones lo que explica la presencia en México, entre otros socialistas, de Murray. Morones tenía ya relaciones con la organización laboral norteamericana, si bien esos vínculos eran exploratorios, pero se requería la solidaridad de la misma para que respaldara las acciones del gobierno de México en contra de una eventual agresión militar contra nuestro país.

Dijo Morones:

“... creíamos en forma ingenua o fantástica que bastaba el triunfo de la revolución de Carranza para que la revolución social comenzara a dejarse sentir. Llegó ese triunfo y lo que recibimos fue una decepción y seguimos creyendo que con un cambio de táctica, con nuevos procedimientos conseguiríamos la transformación social no ya en un plazo tan corto, un poquito más tarde, dábamos más calma y más tregua a nuestros ímpetus y hemos visto que no es posible todavía lograr la forma en que soñábamos lograr esa transformación.”

Carranza despertó grandes esperanzas de redención social entre los obreros que lo apoyaron políticamente, incluso haciendo a un lado los principios anarquistas en que se sustentaban, pero pronto estas expectativas se transformaron en una frustración al mostrar el Primer Jefe sus características de clase, que no estaba dispuesto a afectar los grandes intereses de la burguesía, incluso al grado de ejercer presión contra los trabajadores para que no demandaran sus reivindicaciones. Carranza incumplió los compromisos básicos que había contraído con la Casa del Obrero Mundial pero ello no derivó en ningún choque frontal contra el constitucionalismo sobre todo por la obra conciliadora que llevó a cabo Obregón y por las leyes obreras y agrarias avanzadas que promulgaron varios gobernadores. Después de la represión de 1915, como dice Morones, entre los núcleos de trabajadores, sobre todo de la ciudad de México se había llegado a la convicción de que había sido un error el haber apoyado la causa constitucionalista, pero no se decidieron a romper con esa corriente de una manera total, ni pasar a la oposición abierta porque hacía falta una sólida organización social, más aún ante el vacío dejado por la virtual desintegración de la COM. En cuando el grupo de Morones propuso un cambio de táctica: organizar de una mejor manera a los obreros industriales en sindicatos de resistencia y formar una organización nacional disciplinada, que superara cualitativamente a la COM. A mayor fuerza, concluyó, mayor capacidad de negociación de los trabajadores para obtener mejoras a su situación económica y social.

Por fin Calles renunció al gabinete de Carranza por considerar que se trataba de la administración pública “más corrupta que había existido” habiendo hecho todo lo posible por modificar la actitud del primer jefe, pero que éste, con la terquedad que le caracterizaba, estaba decidido a imponer la candidatura del ingeniero Bonillas y al referirse a la entrada a la lucha para respaldar la candidatura de Obregón por parte del Partido Laborista dijo “hemos adquirido una fuerza inconstratable pues tú ya conoces la tenacidad y la constancia en el trabajo de los líderes obreros. Luis Morones ha estado monumental y acompañará al general Obregón durante toda su gira. El Partido Laborista se ha organizado con gran rapidez en toda la República y para mediados de febrero tendrá su convención en la ciudad de Zacatecas que será de grandísima importancia por los puntos que en ella se van a abordar: unos de carácter público y otros de carácter privado. Me informa Morones que ya se dirigió a Sonora invitando a los trabajadores para que manden sus delegados a la Convención y yo desearía que nuestros trabajadores estuvieran representados en dicha asamblea. Como ya estaré para ese entonces capacitado, iré a Zacatecas y tomaré parte de esa convención pues aunque no tenga ninguna representación, el deseo expreso de todos los líderes obreros es que yo concurra a esa asamblea.” También le informó que se había entrevistado con Carrillo Puerto quien le comentó la hostilidad que había lanzado Carranza en contra del Partido Socialista del Sureste.

Esta carta demostró que desde la perspectiva de la rebelión de Agua Prieta ya existía una relación política muy estrecha con el grupo de Morones lo que indica la importancia estratégica que el grupo Sonora concedía al movimiento obrero en la configuración de las nuevas relaciones de poder, como parte del sustento social del próximo gobierno que se abría paso en forma dificultosa. Si bien el Congreso de Saltillo de mayo de 1918 eludió abordar el complejo asunto de las vinculaciones de los trabajadores con la política burguesa, tampoco condenó esas acciones pero sí se precisó que existiría una posible alianza transitoria con la clase dominante cuando ésta estuviera a favor del cumplimiento de las demandas económicas y sociales del proletariado. En caso de que esto no sucediera, entonces los trabajadores “debían atenerse a sus propias fuerzas” para lograr tales objetivos, sin que ello implicara el derrocamiento de ese tipo de gobierno.

El hecho de que el citado Congreso no hubiese aprobado la conocida consigna de la abstención en materia política, que había estado presente en todos los congresos obreros anteriores, provocó que Morones dedicara una parte considerable de su tiempo a desbrozar el camino de las actividades políticas, es decir, a realizar reuniones y celebrar acuerdos, establecer compromisos o pactos con los miembros del grupo Sonora, que ahora en el terreno de las armas le disputaban el control político a Carranza que derivó en la conformación de un grupo conservador, no obstante la brillantez intelectual de Luis Cabrera. El hecho de que Morones dedicara una parte de sus energías y de su talento a ese tipo de tareas evidentemente inconformó a los miembros de los grupos anarquistas que seguían actuando en las filas de la CROM. Pero Morones prefirió arrostrar las consecuencias de esa conducta, a mantener en el aislamiento a la organización obrera.

La Cámara Obrera, instituida por Adolfo de la Huerta, intervenía en múltiples actividades como el supervisor de las fincas urbanas. Este organismo fue creado el 10 de octubre de 1916, es decir, antes de que se promulgara la Constitución de 1917. Servía como un cuerpo consultivo, una entidad mediadora entre los obreros y los empresarios a efecto de prevenir huelgas y paros, procurando la redención de la clase trabajadora, la regularización de las relaciones entre el capital y el trabajo y el justo equilibrio entre ellos. El 8 de agosto de 1917 fue derogada dicha Cámara para poner en consonancia a Sonora con las nuevas disposiciones de la Carta de Querétaro, que establecía la creación de las Juntas de Conciliación y Arbitraje en cada entidad federativa, con igual número de representantes de los obreros y de los patrones y uno del gobierno.

Durante la etapa de existencia de dicha Cámara se reglamentaron las condiciones de trabajo de los ferrocarrileros de Nacozari. El presidente de la Cámara, Rodolfo Lima, emitió normas legales en torno al trabajo en las minas y fomentó la organización de asociaciones de obreros. Estaban constituidas por representantes obreros. Estos representantes tenían un sueldo pagado por el gobierno del estado. Cada mes se renovaba su Mesa Directiva.

Según su Reglamento, la Cámara Obrera se instalaba como si fuera un órgano legislativo pues se efectuaban juntas preparatorias, las sesiones eran públicas, privadas y secretas, ordinarias y extraordinarias y los representantes obreros estaban obligados a asistir regularmente a las sesiones. Además, había comisiones de trabajo. Durante las deliberaciones del mes de junio (de 1917) se discutió y aprobó un Reglamento de Trabajo propuesto por De la Huerta, se realizaron visitas de inspección a talleres, centros de trabajo y haciendas, se creó una agencia de colocaciones para los obreros que no tenían trabajo. Sobresalieron las acusaciones contra los propietarios del latifundio minero de Sonora. Designó como su representante permanente a ese mineral a Alfonso Leyva, para recabar los pagos de los afectados. Dijo que en el mineral Los Chispas, los trabajadores carecían de servicio médico. Los empleados de la Compañía de Tranvías de la Ciudad de Hermosillo se quejaron que trabajaban 12 horas diarias. En el caso de varias fábricas de ropa se denunció que se les pagaba a los obreros no con moneda de curso legal sino con boletos, que tenían una jornada de 10 horas y se les pagaba un peso.

La Cámara también intervino para mejorar las condiciones de vida y trabajo de los obreros ferrocarrileros, sobre todo de Nacozari, quienes exigieron una jornada laboral de 8 hrs.; prohibición de establecer rebajas a los salarios y pagos de tiempo extra. También intervino en los casos de los trabajadores agrícolas de la costa de Hermosillo a los que se les pagaba un peso diario. En el caso de la región de Río Chico se denunció que trabajaban de 10 a 12 horas diarias por un salario de cincuenta centavos y que los capitalistas hostigaban a quienes mostraban su disgusto por esta situación.

Promovió la organización de obreros en las minas de San Juan y enviaba representantes a los distintos centros laborales también para atender asuntos o quejas individuales, los cuales después en Hermosillo se tramitaban ante las autoridades correspondientes. La mayor parte de las quejas recabadas se referían a malos tratos, hostigamiento de parte de los patrones, accidentes o indemnizaciones. El primer presidente del organismo fue Margarito Ríos, a partir de enero de 1917. Aunque las sesiones duraban un mes, De la Huerta pidió que se prorrogara hasta el 3 de abril.

Este no es el momento de examinar la validez de las afiliaciones a la CROM, durante la primera etapa de su vida, pero a margen de estas estadísticas se puede afirmar que al nacer esa central obrera, en mayo de 1918, era sin duda la organización mayoritaria de la nación, si bien habían quedado fuera de ellas importantes sectores del proletariado, como los ferrocarrileros. Entonces para el grupo Sonora no escapaba la importancia social y política que tenía, para tratar de suscribir un pacto, celebrar una alianza, pero estaban frescas las experiencias del pacto con Carranza y la resolución negativa que de él se hizo, se decidió, entonces, seguir por otro camino. La CROM, como organización sindical, se colocaba, finalmente al margen de las negociaciones políticas o de cualquier acuerdo de carácter electoral lo que se traducía en un blindaje, en una protección para ella, respecto de los apetitos de poder de los grupos políticos. Los partidos de la burguesía, a su vez, no suscribían ningún compromiso con los trabajadores como tales, como integrantes de una clase social y éstos no respaldaban a ninguno de ellos, situación, que, además, permitía manejar las crisis que llegaran a presentarse.

Se puede decir que Morones asumió una doble personalidad, actuando en escenarios distintos y en tiempos diferentes: era el secretario general del Comité Central de la CROM pero a la vez el principal promotor y líder del nuevo partido. Era, entonces, dirigente sindical y dirigente político, a la vez. Las primeras reuniones se celebraron con un grupo de líderes que eran miembros de la CROM y sólo con ellos se abordaron temas políticos, al margen de los órganos estatutarios de la CROM de modo que esta organización no podía ser acusada de estar participando en tareas que para muchos no eran propias de su naturaleza.

El 28 de diciembre se publicó una nota de que en breve plazo se organizaría el Partido Socialista Obrero Mexicano, con el respaldo de la CROM. En un documento de análisis se asentó que los partidarios de esa agrupación consideraban que los cambios políticos en el país no beneficiaban para nada a los trabajadores ya que estos no participaban en ellos y se inclinaron por la adopción de un sistema político de corte parlamentario, como el imperante en Francia. Entre las propuestas que se estaban discutiendo figuraban la reglamentación de los artículos 3, 27 y 123, la supresión de la educación laica por la educación racionalista, la nacionalización de los recursos naturales y de las fábricas que estaban en manos de extranjeros, la creación del Ministerio del Trabajo y la discusión de la personalidad de Bonilla que representaba a la burocracia y a la burguesía. González a la reacción y la de Obregón, “era un candidato revolucionario”.

En tanto, Obregón contestó una carta de Roque Estrada en donde le interrogaba sobre el problema agrario, insistió en que el fomento a “la pequeña agricultura, que la gran propiedad se fuera destruyendo gradualmente y creándose la pequeña propiedad ya que si se hiciera un fraccionamiento total muchas de esas pequeñas propiedades quedarían abandonadas o aisladas pero que en otros lugares, el principal problema era el de la falta de adecuados sistemas de irrigación”.

Según Basurto, basado en fuentes de la propia CROM, en 1918 tenía 7 mil afiliados, en 1925 eran un millón quinientos mil, existiendo 75 federaciones obreras, 105 sindicatos en el Distrito Federal y 1550 sindicatos obreros y campesinos. Incluso asentó que para el año de 1927 tenía ya 1, 862,87 miembros, siendo la mayoría de ellos trabajadores del campo, después estaban los trabajadores de los transportes, seguidos los textiles y al final los mineros. “1928 marca el apogeo de la CROM al llegar a 2 millones de afiliados, en adelante, debido a los sucesivos conflictos, el número comenzó a descender: 1,800.00 en 1929, 1.500.000 en 1930 y un millón en 1932”. Desde luego este autor impugnó la validez de estas cifras pues en base a otros datos consideró que en el año de 1919 sólo había 54,900 trabajadores sindicalizados de los cuales 32 mil pertenecían a las uniones de ferrocarrileros, que no estaban afiliados a la CROM, otros 8 o 10 mil agrupados en uniones independientes de la CROM, quedando tan sólo para ésta 25 mil.

Las cifras de afiliaciones a la CROM no pueden ser precisas porque en el interior de la central obrero no existía un padrón detallado; si bien se creó una Oficina de Estadística la cual debería recopilar toda la información que al respecto se tenía, su obra no concluyó. Se acordó, asimismo, que en cada sindicato y federación hubiese una oficina con similares funciones, de tal forma que son más fidedignos, por ejemplo, los datos proporcionados por la Cámara del Trabajo de Orizaba que los que publicaba el Comité Central. Aunque el Departamento del Trabajo tenía también una oficina de registro de Asociaciones Sindicales, tampoco existía una estadística completa al respecto. Salvando estas deficiencias se puede entender que el número de sindicatos y federaciones afiliados no correspondía a una realidad objetiva pues muchas organizaciones sólo existían en los documentos oficiales y no funcionaban en la práctica. Tal fue el caso, por ejemplo, de muchas ligas y uniones que para el año de 1918 ya no existían.

Al conocer el citado informe se comprobó que en realidad el Comité Central había hecho una verdadera depuración, la cual permitió tener una radiografía más exacta de la organización obrera, registrándose muchas bajas con respecto de los informes que aprobaban las Convenciones y Consejos, bajas motivadas no sólo por una causa sino por varias de ellas. Por ejemplo, muchos sindicatos y uniones campesinas se afiliaron después al Partido Nacional Agrarista o se transformaron en Comités Particulares Administrativos Agrarios porque los campesinos ya habían sido dotados de tierras, pero naturalmente estos datos no fueron del dominio público porque no convenía a los intereses políticos del Comité Central. Hacia fuera de la central obrera se dijo que si bien se había producido una deserción de algunos sindicatos de sus filas, otros muchos se habían afiliado, por lo que la CROM realizando un balance general, en lugar de ver mermados sus efectivos en realidad los había aumentado.

Por su parte, Jesús Espinosa, al frente de un numeroso grupo de trabajadores ferrocarrileros le expreso a Obregón que haría en todos los ramales y estaciones del sistema una intensa propaganda a favor de su candidatura. Obregón le pidió al líder Espinosa que se pusiera en contacto con los demás simpatizantes de su candidatura para que sus “trabajos guarden la armonía necesaria”. Similar actitud observó Victorio Góngora, del estado de Veracruz quien le hizo notar el surgimiento del Partido Veracruzano del Trabajo, que se propone un importante programa de reformas sociales y que en apoyo a su candidatura los grupos obreros de la región de Orizaba, Río Blanco Nogales y Santa Rosa, se preparan para recibirlo. Ya para el mes de octubre de 1919, los líderes de la CROM se habían acercado a Obregón quien le hizo notar a Morones que “posiblemente mi candidatura no reúne todas las condiciones apetecibles para ustedes, pero sí puedo asegurarles que es la que mayores garantías puede ofrecerles; tengo el derecho de considerarme mucha mejor inteligencia con la clase obrera que cualquier otro de los candidatos que se han iniciado”. Le expresó que deben cooperar con los partidos que lo postulan y que en forma especial deben participar en las elecciones municipales que pronto habrán en la Ciudad de México”.

Como afirmó Ruiz: “ en 1919 convencido de que los vientos políticos eran favorables a los enemigos de Carranza, Morones y sus aliados fundaron el partido Laborista para postular la candidatura de Obregón a cambio de su apoyo a la CROM. Este partido, como lo declaró Moneda, debía a la clase obrera la oportunidad de adquirir poder político, pero esta decisión de colocar en un bando político el movimiento sindical terminó para siempre con su independencia dentro de la política nacional. La victoria de la CROM convirtió al Partido Laborista en un pelele del gobierno...”

En rigor, el grupo de Morones llegó a un acuerdo con Obregón sobre la base de una serie de compromisos o de posiciones que se le otorgarían y que están contenidas en el llamado convenio privado que después fue hecho público. Morones, según lo reveló en sus escritos autobiográficos, habló primero con el general Pablo González de quien al concluir la entrevista dijo que era un hombre de derecha, después se entrevistó con Bonillas pero éste no le aseguró que sería candidato presidencial. Finalmente lo hizo con Obregón y su equipo, por medio de una intercesión de Ezequiel Salcedo y en el se encontraron muchas coincidencias políticas y sociales, que fueron las que finalmente decidieron su postulación.

No fue entonces un acto de entrega o de subordinación pues los límites o modalidades de ese respaldo estaban consignados en ese ya famoso documento. La CROM no apoyó a Obregón sino quien lo hizo fue el Partido Laborista, que era su instrumento político. Fue esta una negociación en la que no participó el Comité Central que, no estaba facultado para ello, sino un grupo que al margen de ese organismo, encabezado por Morones, en donde la mayoría de sus integrantes no eran miembros del Comité Central que, por lo demás, era un organismo muy pequeño. Morones tenía otro equipo de colaboradores y amigos que incluso nunca ocuparon cargos en el Comité Central, lo que demostró la gran cantidad de cuadros de que disponía el movimiento obrero. El Partido Laborista, en estas condiciones, tuvo mayor autonomía respecto de Obregón que el Partido Liberal Constitucionalista y el Cooperatista; fue en la alianza electoral de 1919-1920, el más independiente de los tres organismos que en ella participaron.

En el discurso pronunciado en el Ayuntamiento de Hermosillo, el 24 de septiembre de 1913, Obregón se manifestó a favor de leyes que favorezcan al obrero y al campesino “pero estas serán promulgadas por estos mismos, puesto que ellos serán los que triunfen en esta lucha reivindicadora y social. Las reformas anunciadas y que se irán poniendo en práctica conforme la revolución avance hacia el sur, realizarán un cambio total de todos y abrirá una nueva era para la república”.

Morones recordó que en uno de sus viajes a Europa había conocido las 23 condiciones (en realidad fueron 21) que imponía la Internacional Comunista para que pudieran ingresar a ella los partidos nacionales indicando que ello “constituía un grave error porque era como dictar un ukase a los pueblos de la tierra para que adoptaron distintas obligaciones porque de no hacerlo quedaban fuera de la consideración y del concepto de pueblos libertarios y lo mismo en México que en Nueva York se les hizo comprender que era imposible que con ese programa pudieran captar la simpatía del elemento obrero del resto del mundo, inclusive de México. Les hice comprender que se restaba simpatía, que se restaba solidaridad espiritual al movimiento de transformación que se operaba en Rusia, que había acabado con una dictadura para imponer otra dictadura, aunque fuera la del tipo que en Rusia prevalecía en aquellos días”.

En uno de sus viajes a Europa, posiblemente el primero que realizara, entre otros, objetivos pretendía visitar Rusia pero la legación soviética en Berlín le dio largas para entregarle la visa correspondiente y ello provocó que el líder sindical desistiera de su propósito y regresara a México. Efectivamente, la implantación de las 21 condiciones, famosas en todo el mundo porque implicaban uniformar a todos los partidos comunistas en función de la estructura y naturaleza del Partido Bolchevique, para poder ser considerados como miembros de la Internacional Comunista. Ya desde las sesiones del Congreso Nacional Socialista, Morones se había opuesto a estas condiciones rechazando lo que el considerada una supeditación indebida del partido obrero a la Unión Soviética, mientras la mayoría de los delegados, como se sabe, estaban a favor de aquellas. Esta fue una discrepancia fundamental que nunca fue superada.

Ya para 1919 se había presentado una división política entre el bando constitucionalista y el obregonista. Entre 1917 y 1918, el Partido Socialista de Yucatán se “había transformado rápidamente en una fuerza radical y popular, adoptando un lenguaje y un estilo socialista. La actitud radical del partido, así como el rechazo de Carrillo Puerto a la candidatura de Ignacio Bonillas hicieron que Carranza ordenara al coronel Isaías Zamarripa que liquidara violentamente al partido y de esta manera, el socialismo yucateco se convirtió en uno de los primeros experimentos de aplicación de las ideas socialistas fuera de Europa”. En efecto, dice Savarino, a Carrillo Puerto no le preocupaban las definiciones generales del concepto socialismo, aunque la formación de las Ligas de Resistencia implicaba una afiliación corporativa de los sectores sociales. En 1918 las Ligas tenían 58. 000 afiliados y en 1922 eran 73 mil y para 1923 se inscribieron 80 mil. Este crecimiento se explicaba por las ventajas que ofrecían la adhesión a la Ligas: protección armada, mediación y apoyo en los conflictos obrero patronales, instrucción popular, espacios de socialización, seguridad en una época caracterizada por la violencia rural”.

En el contexto de las campañas de apoyo a Obregón coincidieron los dirigentes de los Partidos Laborista y el Partido Socialista del Sureste, pero no solamente fue una alianza electoral puramente sino una vinculación más profunda y permanente pues ambas organizaciones eran de carácter clasista no sólo por su composición social sino también por su ideología y su programa. Al analizar la situación política imperante, derivada de la pretensión de Carranza de imponer a Bonillas como candidato presidencial, asumieron también la misma actitud, es decir, respaldaron la rebelión de Agua Prieta. Ello ocasionó también que Carrillo se separara del Buró Comunista Latinoamericano y asumiera una actitud independiente con respecto de ese partido, pero también en relación con el Partido Laborista y con Morones.

Para Lombardo, el surgimiento del Partido Laborista se había dado como un pacto circunstancial con el general Obregón, quien había firmado un convenio, pero que éste no se había cumplido, pero que el citado organismo político no había tenido un programa de transformación profunda del régimen burgués, que había que reconocer que a partir de 1921 se había iniciado el reparto de tierras y después se presentó la candidatura de Calles, quien había sido gobernador de Sonora”quien se había distinguido como un revolucionario verdadero, como un individuo identificado de un modo absoluto con la causa del proletariado. Caracterizó a la rebelión de De la Huerta como la reacción de la clase capitalista para enfrentar la candidatura de Calles, pero esa fuerza fue vencida”. La etapa de Calles, la llamó Lombardo, “como de crecimiento febril de la CROM pues aumentó en mucho el número de afiliados, pero se descuidó la educación política de los dirigentes. Tuvimos que ayudar al general Obregón contra la opinión de la masa que era antirreeleccionista y que sólo obligado por las circunstancias de disciplina al partido íbamos a aceptar a medias la candidatura de Obregón por lo que el antes de la llegada al gobierno de Emilio Portes Gil había propuesto la disolución del Partido Laborista para salvar a la CROM de la agresión que se venía encima y que iba a causar la deserción de muchos compañeros.”

Como se desprende fácilmente de la lectura de los documentos básicos del Partido Laborista, este partido aprobó un programa moderado, de carácter económico y social y de ninguna manera se propuso la sustitución del régimen capitalista por un sistema socialista. No hubo ninguna postura radical por lo que fue relativamente fácil llegar al acuerdo de postular a Obregón quien desde luego tampoco se proponía realizar cambios de fondo en la estructura material de la sociedad mexicana. De todas maneras, no se puede negar que Obregón pertenecía a uno de los grupos políticos más avanzados de la Revolución y el que más se identificaba con las demandas más sentidas e inmediatas de los obreros y de los campesinos.

En diciembre de 1919 se efectuó una reunión de dirigentes de la CROM en el Distrito Federal para fundar el Partido Laborista. Ellos llegaron a la conclusión de que había que formar un partido “netamente obrero” para participar en la próxima contienda electoral. Se formó un comité Organizador compuesto por Eduardo Moneda, Francisco Castrejón y Celestino Gasca. Después hizo uso de la palabra este último quien, entre otras cosas, afirmó: “como los trabajadores no han tomado parte activa en la acción política o la han abandonado, fueron segregados y no tomados en cuenta por el gobierno emanado de la revolución para satisfacer sus necesidades que impulsaron a los obreros a tomar las armas. El momento actual, siguió diciendo Gasca, es indudablemente oportuno, para que los trabajadores, ejerciendo colectivamente la acción política que indudablemente corresponde a cada uno de ellos, busquen el mejor candidato, el más popular, el señalado como representante de los intereses revolucionarios, la satisfacción de necesidades del proletariado”. Gasca afirmó que el nuevo partido debe “formarse exclusivamente por obreros, excluyendo a los políticos profesionales, que se ha observado, son los que dividen constantemente a los trabajadores”. Al comentar la respuesta que dieron los candidatos a los laboristas, el general Pablo González, se había concretado a decir que gobernaría de acuerdo con la Constitución, el ingeniero Bonillas les dijo que aún no había decidido su participación en la contienda, en cambio, Obregón hacia aceptado todas las propuestas. Al concluir esta discusión quedó integrado el Partido Laborista y se integró un Comité Organizador provisional, teniendo como presidente a Eduardo Moneda, secretario del exterior, Francisco Castrejón y secretario Tesorero, Celestino Gasca.

Esta reunión es preliminar de la Convención de Zacatecas en la cual Morones rindió un informe acerca de su viaje por varios países europeos y de una manera particular sobre sus observaciones sobre el régimen social y político de la Gran Bretaña. Morones habló mucho de las experiencias derivadas de esa gira tratando de ganar adeptos para la conformación de un nuevo partido. En ese momento ya estaba en contacto con algunos hombres del obregonismo, como el general Garza y estaba calibrando la situación política imperante por la pretensión de Carranza de imponer a Bonillas como próximo presidente de México. Las relaciones amistosas con Obregón tenían larga data, desde los tiempos en que sus tropas y las del general Pablo González habían ocupado la ciudad de México.

En el manifiesto aprobado por la primera Convención, en la cual se creó el Partido Laborista, se admitió que el existía “un oleaje político, que hoy como ayer se desata rudamente sobre nuestras cabezas y hay fuerzas poderosas e incontenibles, esas fuerzas son las espirituales, las que nacen y se desarrolla por el menosprecio que moralmente dejan las cosas y los hechos” que en México había un estado de agitación continua, de profunda decepción de los obreros y de los campesinos, por la violación sistemática de los principios que encarnaron la revolución por la que derramaron su sangre en risueñas esmeraldas de los campos y en las arideces inmensas de las ásperas montañas, la revolución que ellos hicieron triunfar con toda su fe y con todo su entusiasmo de hombres sencillos y nobles.”

Se precisó que al participar en política, “no se piense por un solo momento que queremos estacionarnos o contemporizar con los sistemas que siempre hemos atacado, no, por el contrario, nuestro más ardiente deseo es afianzar, hasta lo posible, los principios que siempre hemos pregonar y sostenido contra las amenazas de la fuerza ensoberbecida del estado”. Para ello dijeron que había que participar en política para evitar desacuerdos o imposiciones, que no era conveniente confiar en los políticos de oficio sino que la clase obrera pudiera participar en política con su propia personalidad e identidad.

De plano concluyeron que “nuestra participación en política será para trabajar por la formación de un gobierno sino de tendencias más avanzadas como deseáramos sí, cuando menos, un gobierno que adopte una política transaccional que, reconociendo la autoridad del mayor número, introduzcan reformas que vayan acordes con el avance progresivo que marca la mayor parte de las tendencias innovadoras y además que cumplan con los principios que fueron los de la revolución.

En cuanto al programa, en materia de agricultura se adoptó el aprobado en las convenciones de Saltillo y Zacatecas y además se agregaron las propuestas para crear escuelas-granja e impulsar la producción de alimentos y productos de primera necesidad. En el rubro de la industria, se incluyó también la fundación de escuelas-taller “para impedir la paralización de las negociaciones industriales cuando no haya causa justificada que lo determine y en su oportunidad exigir que sean puestos en manos de los obreros que las puedan hacer producir, reglamentándose su administración y su funcionamiento de acuerdo con las leyes relativas y “mantener el equilibrio industrial vigente en condiciones más ventajosas para los grupos obreros”.

En materia educativa, se inclinaron los laboristas porque la enseñanza no tuviera ninguna influencia especial, por independizar la escuela de la tutela económica de cualquier institución, estableciendo escuelas rurales para disminuir el analfabetismo. En materia de trabajo y previsión social, el nuevo partido se comprometió a velar por el cumplimiento efectivo de las leyes laborales, conservar el derecho al trabajo de los obreros en las ciudades y del campo a su libre asociación.

En el terreno político, se pronunció por garantizar la inviolabilidad del domicilio, concebir al municipio como un poder enteramente independiente, garantizar el voto del pueblo durante los comicios, pelear por la independencia de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, capacitar a la mujer para que pueda ejercer sus derechos, reprimir el vicio de la embriaguez.

Entre las proposiciones aprobadas estuvieron las que formularon Fidel Bonilla, de Orizaba, relativa al la identificación del programa del Partido Laborista con el Partido Veracruzano del Trabajo, la de Isaac León, por la que se aceptó estrechar relaciones con todo los partidos laboristas del mundo, y la de Rafael Ávila, de Fresnillo, quien propuso la creación de escuelas prácticas de minería. También se admitió que los obreros intelectuales formaban la parte de la clase obrera y que por ellos podrían participar en el partido, “no permitir que elementos extraños a nuestra clase asuman la dirección y la representación del partido”. En cuanto a las relaciones con la CROM se otorgó a ésta preeminencia pues la mayor parte de los miembros del nuevo partido lo eran también de la Confederación “pero no ha tomado ni deberá tomar parte en los trabajos del Partido Laborista”.

El proyecto de estatutos, que fuera presentado a la consideración de los delegados por un grupo que encabezó Celestino Gasca, aceptó “las ideas más avanzadas sobre la liberación del hombre y del ciudadano e implantar en el país desde luego las que dentro de esa finalidad puedan sin menoscabo de las mismas surtir su efecto tomando en cuenta el medio ambiente.”

La estructura del partido radicaba en un comité directivo general, en los comités directivos de los Estados, en el comité directivo del Distrito Federal, en los comités directivos electorales, en los comités directivos municipales y en los subcomités del pueblo.

La revolución se encontraba inmersa en una profunda crisis intestina, en la que se enfrentaban grupos y personalidades, pero casi nadie hablaba de la necesidad de cumplir y hacer cumplir con la Constitución de 1917 y en particular sus disposiciones en materia agraria y obrera. El país se encontraba convulsionado; había un estado de intranquilidad política y social; los conflictos, los antagonismos, las dificultades entre los jefes revolucionarios se dirimían y resolvían por medio de las armas. El Partido Liberal Constitucionalista era un agrupamiento típicamente de la burguesía progresista en el que se integraban los militantes y los políticos profesionales que medraban al amparo de las figuras de los grandes caudillos de la revolución. Por su parte, el Partido Cooperatista era una organización de la pequeña burguesía que agrupaba en su seno sobre todo a jóvenes estudiantes y profesionistas que deseaban conquistar rápidamente posiciones de poder.

En el escenario político borrascoso el peso mayor estaba a cargo de las grandes personalidades militares pero en general existía muy poca preocupación por la denominada “cuestión social”, es decir, por los problemas de los obreros y de los campesinos. No se proponían los laboristas instaurar un gobierno obrero, concientes, como estaban, de las limitaciones de su fuerza; no pretendían alcanzar el poder político por sí solos sino compartiéndolo con los liberal constitucionalistas y los cooperatistas y con otros partidos radicales. Se concebía la creación de un gobierno popular, nacional, de tendencias progresistas, que tuviese una honda preocupación por los problemas sociales. La clase obrera participaba en estas condiciones, con esta correlación de fuerzas, no desempeñando un papel protagónico o esencial.

El programa aprobado en materia agraria y obrera fue esencialmente el mismo que el aceptado durante el Congreso de Saltillo y que fuera ratificado en la Convención de la CROM efectuada en la ciudad de Zacatecas. Tampoco aquí existieron planteamientos profundos o fundamentales: se llamaba a impedir la paralización de las organizaciones industriales lo que de ninguna manera implicaba la suspensión de huelgas o su reducción. Esta era una reflexión de orden reformista y conciliadora. Se esperaba que el gobierno hiciera suyas las demandas de los obreros (y de los campesinos ) pero de no ser así las empresas industriales y agrarias pasarían a poder de los propios trabajadores para mantenerlos en forma productiva. No se pretendía romper con el orden industrial vigente, no se transformaban las formas de propiedad individual por formas de propiedad social aunque no se descartaba esa modificación pues el gobierno sólo apoyaba a los obreros en la consecución de cambios parciales, limitados, que se tradujeran en más beneficios por los obreros, sin negar, por supuesto, la existencia de la clase propietaria como tal.

Las propuestas educativas eran sumamente pobres y débiles pues proclamaban un tipo de escuela que funcionaran al margen de las clases sociales, indiferente a las disputas ideológicas y políticas, ajena a la influencia del estado y de otras instituciones lo cual era imposible por utópico, ya que toda orientación escolar o pedagógica estaba influida e impregnada por ese tipo de lucha, en mayor o menor grado. Tampoco se hizo alusión, por ejemplo, a la escuela racionalista, ni siquiera la esterilidad de la escuela laica. Existía una gran preocupación por el analfabetismo en que se debatían la inmensa mayoría de la población trabajadora, sobre todo de los campesinos, pero no se habló de ninguna orientación pedagógica. Para los laboristas, lo principal era el cumplimiento del artículo 123 de la Constitución, su plasmación en la realidad económica y social. Ese precepto legal, sin duda, uno de los más avanzados, de la Carta Magna, era un conjunto de principios todavía inalcanzables pues el país estaba transitando por una guerra civil, por la lucha de las facciones y de los caudillos, por medio de enfrentamientos militares. Pero había desde luego un impedimento de otra naturaleza: esas normas constitucionales no estaban reglamentadas, no había una ley secundaria que las hiciera pasar de lo general a lo específico. En ese vacío, las cuestiones laborales quedaban al arbitrio y la libre interpretación y aplicación de los gobernadores locales.

En materia política, el programa era, asimismo, limitado porque se circunscribía a la lucha por los derechos políticos individuales consignados en la Carta de Querétaro, pero no se propuso la creación de nuevos derechos, sobre todo de los derechos sociales. No se abandonó el esquema del estado liberal clásico, capitalista.

Es importante la aceptación que se hizo de los intelectuales sobre su posible o eventual ingreso o participación en la filas del partido, con lo que se superó uno de los resabios anarquistas que sólo consideraban dignos de pertenecer a un organismo de esa naturaleza a los obreros industriales, como los únicos trabajadores que eran verdaderamente revolucionarios. En cambio, los intelectuales, así, denominados en términos generales, eran vistos con escepticismo y hasta con desprecio y con rechazo. De esta manera se abrió la posibilidad de que esos trabajadores, como asalariados que también eran, se sumaran a la lucha de sus hermanos de clase, los obreros y de los campesinos, lo que sin duda enriqueció al Partido Laborista y al sistema político en su conjunto, aunque también muchos intelectuales se sumaron a los grupos conservadores o contrarrevolucionarios. Se pensaba que la presencia de los obreros en las filas del Partido permitiría la limpieza de sus procedimientos, la justicia, la honestidad, en todas sus luchas, sobre todo si se excluía de sus filas a los llamados políticos profesionales. Estuvo muy claro que la CROM mantendría una actitud de preeminencia con respecto del Partido, es decir, que éste era un instrumento político electoral subordinado a la central obrera aunque ésta no participaba como tal, es decir, como organización dentro del Partido. Entonces se aprobó que la afiliación a esa agrupación fuera de carácter individual.

Dijo Rivera Castro: “en el programa del Partido Laborista no había ningún compromiso político para trazar un camino y una actividad constante y crítica al lado de los trabajadores; menos aún, una línea política para intentar transformar radicalmente a la sociedad y el mejoramiento del nivel de vida de las masas populares”. Criticó el método de afiliación, de financiamiento de las actividades del partido, la realización de sus asambleas “en donde se respiraba un ambiente de violencia y de gangsterismo, no buscaba elevar la conciencia política de los trabajadores” señalando que la participación de éstos era obligatoria y en beneficio de los líderes del partido.

Efectivamente, el Partido no se propuso la transformación radical de la sociedad mexicana, por lo menos en el plano declarativo, pero sí tuvo como propósito esencial el mejoramiento constante del nivel de vida de las masas populares. Nunca hubo un acuerdo en ninguna convención o asamblea de la CROM que obligara a que los miembros de los sindicatos y de las federaciones se afiliaran obligatoriamente al Partido, ni tampoco hubo la aplicación de métodos coactivos para lograr ese objetivo. El hecho de que la mayoría de los trabajadores fueran miembros del partido producía, por sí mismo, una presión política lo suficientemente fuerte sobre la minoría que no lo estaba. Es más, en varias ocasiones, sobre todo durante la etapa del maximato, muchos obreros de la CROM participaron en partidos distintos y antagónicos al Laborista, sobre todo en el Antirreleccionista y en el PNR, pero en estos casos también se trataba de minorías políticas. Los sistemas de control se basaban en una cierta disciplina, que en algunas regiones, como en Veracruz muy rígida pero en otros muy laxa.

Es indudable que el PLM constituyó en la época una agrupación que poseía una gran capacidad de movilización en el territorio nacional, una actividad política permanente y una centralización con la que podría contar para profundizar las alianzas políticas con diversos grupos regionales y apoyar el proyecto de modernización económica y política. Sin embargo, algunos dirigentes laboristas ambiciosos desarrollaron actitudes corruptas permanentemente sin impulsar los procedimientos para lograr los objetivos pretendidos, por ejemplo, las amenazas, los chantajes, las intimidaciones y el asesinato, haciendo suya la versión de que esos líderes fueron los autores intelectuales del asesinato del senador Field Jurado, naturalmente sin aportar ninguna elemento a favor de ello.

Se presentaron formas de corrupción, como las denunciadas por Lombardo Toledano en el año de 1932 entre los seguidores del ayuntamiento de la ciudad de México pero muchas de esas denuncias provenían de los partidos cooperatistas sin presentar, naturalmente, ningún elemento comprobatorio. En el caso del asesinato del senador Field Jurado se vinculó a Morones porque había pronunciado un discurso de tono violento o amenazante. Compareció ante las autoridades jurisdiccionales y aunque Obregón estaba demasiado molesto por ese atentado, no se encontraron evidencias concretas que fundamentaran alguna responsabilidad de carácter penal. La participación del coronel José Preve en ese atentado -un hombre muy cercano a Morones- tampoco fue verificado por las autoridades judiciales por lo que todo quedó ubicado en el plano de la sospecha y de la presunción, y desde luego, también, de los ataques políticos. Por lo puesto, también los laboristas criticaron a los cooperatistas, a sus principales líderes, de haberse enriquecido al amparo de la figura de Obregón y lo mismo afirmaron de los dirigentes del Partido Liberal Constitucionalista que recibían muchos favores y concesiones de parte del divisionario sonorense. Sin duda, Obregón otorgó recursos, ya sea en forma directa o indirecta, a todos ellos, en distintas proporciones.

Durante la primera convención del Partido Laborista, efectuada del 1 al 5 de junio de 1919 en la ciudad de Zacatecas se sentaron las bases ideológicas de su funcionamiento posterior indicando, en primer término, que el partido no nacía para mantener una posición antagónica con otras organizaciones que tuviesen propósitos comunes. Asistieron delegados de Aguascalientes, Michoacán, Jalisco, Guanajuato, Querétaro, Hidalgo, Tlaxcala, Veracruz, Puebla, Distrito Federal y desde luego, Zacatecas. Entre los delegados debemos mencionar a Celestino Castro, José I. Medina, Jesús Carrillo, Maclovio Pacheco, Juan N Albarrán, Luis Morones, Ezequiel Salcedo, Fernando Rodarte, Nicolás Cano, Jacinto Huitrón, Ignacio Salazar, Pedro Castillo. Acordaron participar en política “no para estacionarse o contemporizar con los sistemas que hemos atacado: no, muy por el contrario, nuestro más grande deseo, nuestro más vehemente deseo es afianzar hasta lo posible los principios reivindicatorios que siempre hemos pregonado y sostenido contra todas las amenazas de las fuerzas encabezadas por el estado.

Consideraron los laboristas que era necesario participar en política ante la confusión y el desorden existente y ante la división que se pudiera generar entre los grupos revolucionarios. Esa actuación debía ser sobre la base de los “sublimes ideales” de la clase obrera, pero alejando siempre a los políticos de oficio que siempre actúan con propósitos mezquinos. Esa participación política “será para trabajar por la formación de un gobierno, si no de tendencias más avanzadas, como muchos deseamos, sí por lo menos un gobierno que adopte una política transaccional que, reconociendo la autoridad del mayor número, introduzca reformas que vayan de acuerdo con el avance progresivo que marque la mejor suma de tendencias innovadoras y además que cumpla con los principios que fueron la vida de la revolución.

Una de las resoluciones más importantes fue la ratificación de la candidatura presidencial de Álvaro Obregón. Se había indicado con anterioridad que si bien el Partido Laborista no tenía nada en común con partidos dirigidos por políticos profesionales, podía tener, no obstante, “puntos de contacto” con ellos.

Es necesario precisar que la mayoría de los delegados eran miembros de la CROM o que habían participado en el Congreso de Saltillo pero muchas de las figuras más conocidas no ocupaban cargos de dirección en el Comité Central, con la única y notable excepción de Morones quien era secretario general de esa organización. Aquí puede observarse que el grupo de Morones era en realidad muy numeroso y que ya a estas alturas se había implementado una división del trabajo: por un lado, estaban los cuadros que se dedicaban a las tareas sindicales y por el otro, los que desempeñaban actividades político electorales. De los asistentes destacaron por su lealtad a Morones a Ezequiel Salcedo y a Fernando Rodarte y los que tenían una postura antagónica con él, como Nicolás Cano y Jacinto Huitrón, sobre todo este último. Cano era un socialista que pronto derivó hacia las filas del Partido Socialista Mexicano y por lo tanto también era partidario de la constitución de un partido proletario, mientras, como sabemos, Huitrón rechazó en forma tajante esa posibilidad. La formación del Partido Laborista introducía una serie de innovaciones en el sistema de partidos y llevaba a la defensa de los intereses de la clase obrera a los órganos representativos del pueblo. Se presentaba sobre todo como una alternativa frente al Partido Liberal Constitucionalista y como un aliado circunstancial del Cooperatista.

En la publicación de los documentos básicos del Partido Laborista se estableció la necesidad de luchar por el mantenimiento del equilibrio en la producción industrial a efecto de que los trabajadores tengan las condiciones más ventajosas posibles. En materia educativa, se consignó la obligación de formar a los educandos en las aspiraciones sociales de la humanidad. En el capítulo del trabajo y previsión social se asumió la tarea de velar por el cumplimiento de todas las disposiciones que están contenidas en el artículo 123. En el ámbito político, se garantizó la inviolabilidad del domicilio, el fortalecimiento del municipio como entidad autónoma, que los integrantes del gobierno federal fueran electos mediante procedimientos más adecuados y honorables y por la independencia de los poderes legislativo y judicial.

En lo que se refiere a los estatutos, el partido se comprometió a influir cerca del gobierno, por lo que respecta a la política internacional, elevar a cargos de responsabilidad a trabajadores competentes, a políticos e intelectuales de reconocida honradez. Evitar que los miembros del partido que ocupen cargos públicos acepten el cohecho y cambien por intereses mezquinos la política a que se han comprometido. Hacer uso de la fuerza del partido para protestar siempre, por medios lícitos, contra las autoridades cuando no cumplan con las leyes. Apoyar por todos los medios a los gobiernos que resulten electos en el terreno democrático.

En el rubro de las resoluciones generales se acordó que para ingresar al partido se requirió que los solicitantes trabajadores demostraran que tenían por lo menos tres años participado en las luchas de la clase obrera y se advirtió que no se admitiría que elementos ajenos a esa clase ocuparan cargos de dirección en el propio partido. En cuanto a la relación con la CROM se dijo que ésta, como tal, no formará parte de los trabajos del partido, entendiéndose entonces que la afiliación al Partido Laborista sería individual y que en todo momento se luchará por el cumplimiento de su programa en el terreno político.

El Partido Laborista fue constituido en el mes de diciembre de 1919 con el objeto de que los trabajadores actuaran en política precisándose que en el periodo de nuevo años había habido desacuerdos y divisiones entre los elementos revolucionarios y que era urgente concentrar ahora toda la fuerza a favor de un solo hombre, el que mejor convenga a los intereses nacionales y ante la necesidad de ya no confiar en los políticos de oficio que han sido ajenos a los intereses del proletariado. “El propósito del nuevo partido era el de formar un nuevo tipo de gobierno si bien no tan avanzado como deseáramos, por lo menos de carácter transaccional que reconozca los derechos de la mayoría de los ciudadanos e introduzca reformas que vayan por la senda de la renovación y con una clara tendencia social”.

En el programa del naciente partido se hicieron suyos los acuerdos adoptados en las convenciones de la CROM de Saltillo y Zacatecas pugnando por el reparto de tierras como base para el bienestar del campesino, la total abolición de los latifundios, el libre aprovechamiento de las aguas y de los ríos, procurar la implantación de escuelas-granjas experimentales, asegurar que la producción agrícola pueda abastecer el consumo nacional de alimentos, evitar la dependencia industrial de México respecto de otros países, impedir la paralización de las negociaciones industriales, permitir que los obreros se organicen por cada rama de producción a fin de que las puedan explotar en forma conjunta; la enseñanza no deberá supeditarse a ninguna influencia ideológica especial, conservar incólume el derecho de asociación para los trabajadores, garantizar la inviolabilidad del domicilio social de las agrupaciones obreras, asegurar que los funcionarios públicos se ajusten a los procedimientos más adecuados y honorables, velar por la independencia de los poderes de la Unión, capacitar a la mujer para que pueda ejercer sus derechos, evitar que los obreros puedan ingresar a las agrupaciones políticas ajenas a sus intereses de clase.

El 18 de noviembre, el Secretario de Industria y Comercio, Calles, llegó a Orizaba con el objeto de solucionar la huelga y de inmediato recibió visita de grupos obreros. No concedió ninguna entrevista a la prensa pues de inmediato se avocó a hablar con los representantes de las partes en pugna. Calles después declaró que “aunque los industriales lo niegan, tratan de destruir a los sindicatos, se ve claramente que todos los pasos se encaminan a este fin y que de ello ha hecho punto de amor propio. Esta es la verdad de la situación que ha sido muy alterada por la prensa de México cuyas informaciones parecen inspiradas, exclusivamente, por los industriales. Los industriales se opusieron a la tarea mediadora de Calles diciendo que su presencia en Veracruz vulneraba la soberanía de esa entidad y que el conflicto debía ventilarse en la Junta de Conciliación y Arbitraje. Calles contestó que se estaba preparando una huelga general y que si no había estallado ésta se debía a gestiones que él había realizado para que se cumpliera con todos los requisitos de ley. Durante las reuniones habidas los industriales se negaron a aceptar los contratos colectivos de trabajo. Calles, visiblemente molesto dijo que si se accediera a anular los contratos colectivos se retrocedería “un siglo” en las relaciones obrero – patronales y se violaría la Constitución. La CROM insistió en que se dejaran las cosas como estaban antes del estallido de la huelga, admitir a 20 trabajadores para que fueran contratados individualmente en la fábrica de Cocolapan, para llenar las vacantes se debería recurrir a la forma de contrato colectivo, que el asunto lo resolviera la Junta Central de Conciliación y Arbitraje y que los representantes de los obreros se integren a ella. Esta propuesta era en gran medida coincidente con la de los industriales. Pero éstos se negaron a aceptar esta idea exigiendo la contratación individual de los obreros sin ninguna limitación, lo que provocó que José Guadalupe Escobedo declarara que en esas condiciones estallaría la huelga general.

Por su parte, el Gran Partido Socialista Regional de Zacatecas, presidido por José I. Medina, apoyó la candidatura de Obregón enarbolando el siguiente programa: Solucionar el problema nacional agrario, mediante la creación de la pequeña propiedad agrícola, reglamentación del artículo 123 de la Constitución, intensificación de la educación primaria, combate al analfabetismo y creación de escuelas rurales, defensa del municipio libre, exclusión absoluta de los ministros de los cultos en los asuntos públicos, responsabilidad civil y penal para los funcionarios, considerar a la minería como principal riqueza natural del estado y actividad de interés público para “arrancarla de las manos indolentes” que la detentan, mantenimiento del principio de la no reelección.

El Consejo Directivo de la Unión de Mecánicos Mexicanos, con sede en Aguascalientes, apoyó la proyectada huelga de Orizaba exigiéndole a Carranza que hiciera esfuerzos para concluir ese conflicto. También se efectuó una multitudinaria manifestación en esa ciudad de apoyo a los obreros veracruzanos. Carranza contestó “que el gobierno intervendrá para solucionar la huelga en la inteligencia de que si los capitalistas no aceptan la mediación del gobierno, éste confiscará y administrará las fábricas de una manera temporal. Finalmente el 30 de noviembre se anunció oficialmente la solución del conflicto. Se acordó que los obreros e industriales de Orizaba reanudarían sus trabajos en las mismas condiciones en que estaban hasta el 21 de octubre, se concedió el plazo de un mes para que reanudaran sus labores y en caso de que no se presentaran los industriales podrían sustituirlos por otros obreros, que el conflicto sería resulto por la Junta de Conciliación y Arbitraje. Por la Cámara del Trabajo, suscribieron el acuerdo Eulalio Martínez y Antonio Méndez. Por el Comité Central, Fernando Rodarte. Al efectuar un balance del resultado final de la huelga, el Comité Central asentó “que finalmente los contratos individuales no se habían compuesto como lo deseaban los capitalistas, hasta en tanto los tribunales del país no dictaran la sentencia final”

El 2 de diciembre la comisión de Cultura de la Casa de Obrero Mundial organizó una conferencia dictada por Agustín Aragón con el título “El Conflicto entre la Ciencia Positiva y la Teología”. Según la crónica que hizo Salazar Aragón dijo que la naturaleza estaba sujeta a leyes “tanto en las plantas como en los animales mientras que en los individuos, en la sociedad funcionan como leyes la justicia y el bien” y después desarrolló el concepto solidaridad que, dijo, era inherente también al hombre. Aragón era director de la Revista Positiva. La Unión de empleados de Restaurantes de la ciudad de México realizó una colecta de fondos para ayudar a los trabajadores de la IWW que estaban siendo reprimidos en los Estados Unidos. El 2 de diciembre disertó en la Casa del Obrero Mundial, Luis Sánchez Pontón.

Morones asistió en Washington a la Conferencia Internacional del Trabajo, convocada por el Consejo de la Paz de Versalles pero que al llegar a la Conferencia no fue aceptado como delegado efectivo sino sólo como delegado fraternal y los temas que se habían discutido fueron: la jornada máxima de ocho horas, el trabajo nocturno, el trabajo de las mujeres y los niños, se había integrado un comité Permanente, encargado de seguir el cumplimiento de los acuerdos adoptados. Morones se entrevistó también con el secretario general de la Federación del Trabajo de Francia y con el presidente del Partido Laborista de la Gran Bretaña.

El Comité Central envió un memorial al Bloque Parlamentario Socialista para que constituyera una Comisión Reguladora del Comercio, la que se encargaría de reglamentar el alza de los precios de los artículos de primera necesidad y después demandó la reglamentación del artículo 123 de la Constitución recordándoles a los legisladores que hacía 8 meses que habían formulado una petición de esa naturaleza y que no había habido ninguna respuesta. La CROM realizó un mitin frente al Hemiciclo a Juárez, pero también efectuó manifestaciones por las principales calles de la ciudad. En pequeños actos hablaron Manlio Fabio Altamirano y Antonio Díaz Soto y Gama. En tanto, la Federación Comunista del Proletariado hizo otra reunión y en ella atacó a los líderes de la CROM.

La formación del Partido Laborista, no se hizo sobre la base de las federaciones adheridas a la CROM, afirmó Treviño, sino de elementos dirigentes que en lo individual crearon los comités del partido y colaboraban en las convenciones locales o estatales, pero que una vez que algún “compañero ocupaba un cargo de regidor” debía disciplinarse a la federación municipal y no al comité del partido, había absoluta independencia en cuanto a las cuestiones electorales o políticas, pero disciplina absoluta de los miembros del partido, inclusive los directivos a la organización sindical.”

El 5 de enero de 1920 la convención del Partido Laborista, reunida en la ciudad de México, postuló la candidatura presidencial de Álvaro Obregón. Juan Gutiérrez, al intervenir en la asamblea hizo alusión a la existencia de políticos profesionales que sólo actuaban con afán de lucro, que dichos políticos quedarían excluidos del nuevo partido el que estaría integrado exclusivamente por obreros y campesinos y por individuos identificados con los intereses de las clases laborantes.

El domingo 1 de febrero se formalizó dicha postulación durante un mitin efectuado en la ciudad capital en el que Celestino Gasca repudió la conducta de los potentados que extorsionan al pueblo y de los gobernantes que hacen caso omiso de las aspiraciones de los trabajadores. Después Luis L. León, se refirió a que la unión que existía entre el movimiento obrero y el campesino era el factor más importante que pudo haber surgido en las filas del obregonismo. Esta unificación de los obreros seguramente será de una gran trascendencia en los tiempos actuales. Después habló Luis N. Morones quien hizo alusión a los “falsos obregonistas”, o sea, aquellos políticos que a última hora lo habían apoyado y denunció que elementos exteriores trataban de dividir al movimiento obrero. A continuación describió que los representantes del Partido Laborista se habían entrevistado con los tres aspirantes a la Presidencia de la República. Que Pablo González no los había dejado satisfechos, pues además habían recordado la agresión que había lanzado en contra de la Casa del Obrero Mundial, después dijo que Bonillas le había dicho en Washington que no estaba segura su posición y que sólo accedería a ella si González y Obregón se retiraban de la contienda y que al hablar con Obregón, éste los había convencido, en virtud de coincidir con su programa económico y social.

A continuación, Obregón pronunció un discurso en el que afirmó que los elementos de oposición a la revolución estaban incrustados en las esferas oficiales y que el sostenía principios políticos revolucionarios que eran los mismos que los del constitucionalismo.

El nombramiento de Celestino Gasca como gobernador del Distrito Federal, fue acordado por Calles en junio de 1920, a raíz de la rebelión delahuertista. En materia hacendaria había una partida de 300 mil pesos por concepto de “gasto secretos”, misma que fue suprimida y el gobierno federal subsidiaba al de la ciudad de México con 4 millones de pesos anuales, pero Gasca ya no aceptó esa transferencia y se propuso sostener al gobierno de la capital con base en sus propios recursos. Emitió un decreto eximiendo del pago de impuestos a la construcción de la vivienda, habiendo un importante auge constructivo por este motivo, por lo que tuvieron empleo unos 180 mil obreros. En materia agraria, se crearon dos comisiones inspectoras ejidales, una para enseñar sistemas administrativos y la otra para difundir el cultivo intensivo de la tierra. Se emitieron procedimientos para solucionar más ágilmente las diferencias entre el capital y el trabajo. Se creó la Escuela Científica de Policía, se dotaron de equipos modernos a estos elementos, realizándose, además, exámenes psicopatológicos a los miembros de ese cuerpo, ya que en un alto porcentaje tenían pésimos antecedentes. Se estableció un nuevo régimen penitenciario, creándose talleres y pequeñas industrias para rehabilitar a los internos.

Calles le dijo a Morones que la fuerte presión que ejercía el gobierno federal sobre el estado de Sonora podía desencadenar una nueva guerra civil. “Queremos demostrar de hoy para siempre que la época en que imperaban los gobiernos dictatoriales debe desaparecer y en lo sucesivo sólo imperar la voluntad popular. Si como dije antes, el gobierno del centro no retrocede en los pasos que ha dado en contra de Sonora y cuando el camarada Moneda llegue ese capital sin duda alguna ya se habrán roto las hostilidades en esta entidad. Creo absolutamente necesario se traslade usted sin pérdida de tiempo a los Estados Unidos y se entreviste con Gompers pues juzgo necesario e indispensable interesar a favor de nuestro movimiento a la AFL para recibir de esa gran agrupación cuando menos su apoyo moral a fin de evitar cualquier intervención de parte del gobierno de los Estados Unidos en nuestros asuntos y podamos tener entera libertad para resolverlos nosotros mismos. Nadie como usted está capacitado para desarrollar esta gran labor y espero que aun a costa de cualquier sacrificio lo haga inmediatamente. “Le indicó a Morones que se dirigiera al licenciado Rafael Zubarán Capmany para que le proporcionara la cantidad de 500 dólares para sus gastos de viaje y pidió que se informara de la situación del conflicto existente entre el gobierno de Sonora y el de Carranza, a todas las organizaciones obreras del país.

Samuel O. Yúdico, secretario general de la CROM solicitó al general Obregón proporcionara órdenes de pasaje con descuento para todos los delegados de esa central obrera que asistirían a la Convención de Guadalajara y aquel contestó en términos positivos esa demanda. El 7 de agosto se giró una orden de pago por mil pesos a Morones para llevar a cabo una misión que se le confirió en los Estados Unidos. En su calidad de Jefe del Departamento de Establecimientos Fabriles se le asignó una gratificación mensual de 500 pesos. Durante su estancia en Nueva York, el cónsul general de México en esa ciudad le hizo entrega a Morones de dos mil dólares para gastos diversos.

Más tarde, ese mismo funcionario, por órdenes directas de Calles, le hizo entrega de otros 5 mil dólares para “gastos de una comisión que ha tenido a bien conferirle al suscrito”.

Los vínculos de carácter económico se dieron de inmediato entre Obregón y Calles y Morones a quien le financiaron varios de sus viajes a Europa y a los Estados Unidos. Algunos de ellos fueron motivados por los propios intereses políticos de los caudillos que estaban interesados en acrecentar sus relaciones con el movimiento obrero norteamericano, pero otros obedecieron a las necesidades de expansión del poderío político de Morones. En general, las actividades político electorales y muchas de las sindicales fueron respaldadas desde el punto de vista económico con fondos de Obregón o del grupo obregonista, como se puede comprobar fácilmente por la documentación respectiva. A Obregón le interesaba el apoyar a Morones por el respaldo de masas que le prodigaba a él durante su campaña, para tener de cerca de miles de trabajadores, teniendo la experiencia de la época de Carranza en que la táctica de la represión en realidad debilitó la base social del gobierno. En cambio, Morones deseaba el apoyo de Obregón porque él era el más visionario , el que tenía una mayor sensibilidad social con el cual podían hacerse compromisos de carácter programático y también conseguirse posiciones en la administración pública, cosa que ni Bonillas ni González podían asegurar.

El 25 de noviembre de 1922 el presidente Obregón envió a todas las legaciones de México en Europa un comunicado por medio del cual les solicitó le otorgaran a Morones toda clase de facilidades ya que se encontraba en ese continente para discutir temas relativos al trabajo, pero también se le había asignado la tarea de que efectuara estudios relativos al desarrollo de la industria. Se le habían entregado 5 mil dólares para el cumplimiento de dicha tarea. El 17 de septiembre de 1925 se le asignó a Morones un tren especial con aprovisionamiento para quince personas para viajar de Ciudad Juárez, a la ciudad de México. En una relación de pases anuales para ser utilizados en todo el sistema de ferrocarriles, ordenados por Calles en forma directa al gerente de esa empresa, aparecieron los nombres de los dirigentes Eduardo Moneda, Juan. B. Fonseca, Reinaldo Cervantes Torres, Ricardo Treviño. Juan Lozano, José López Cortés y Celestino Gasca, todos ellos dirigentes de la CROM.

Sobre la fundación del Partido Laborista, afirmó González Casanova, que aquí las novedades fueron que los líderes obreros ya no intentaron un juego político sin alianzas, como el fracasado intento del Partido Socialista Obrero de 1917 y la de enfrentar las propuestas carrancistas en el campo mismo de los partidos políticos. “Los núcleos obreros no eran como los campesinos susceptibles de ser directamente acaudillados por los militares. Sus líderes exigían ser reconocidos como intermediarios naturales capaces de manejar su propia área de influencia con la lógica soberana heredada de los antiguos artesanos y que correspondía a una lógica más amplia, de gremio de feudos, familiar a los caudillos revolucionarios. A esta exigencia practicable los líderes obreros añadieron una cierta aspiración de extender su coto a toda la clase trabajadora, incluidos los campesinos. Tendieron así a mezclar, en forma ilusoria, las categorías del caudillismo y de la clase, lo cual presenta desde el principio resistencia y obstáculos imposibles de vencer.”

La experiencia del Partido Socialista Obrero en el año de 1917 demostró que la clase obrera, por sí sola, no podía conquistar puestos públicos en el Congreso de la Unión ni mucho menos influir en la orientación del gobierno el cual quedaba, así, exclusivamente, en manos de los partidos y grupos burgueses. Esa táctica sólo conducía al aislamiento y a la marginación o a la anulación de su fuerza política. Ahora se invertían los términos pues los trabajadores participaban en una alianza, en una coalición, con los campesinos y grupos no proletarios, lo que implicaba realizar una serie de concesiones o de asumir un conjunto de compromisos y de riesgos, como sucedió posteriormente.

Al afirmar en la convención de Zacatecas, que el Partido Laborista sería un partido de clase, constituido para ayudar en el terreno político a la solución de los problemas sociales planteados por la CROM, al rechazar en su seno a los políticos profesionales y la no supeditación a un partido que no fuera el de la misma clase obrera “la ruptura con el apoliticismo anarquista fue terminante. Los fundadores del partido sintieron la necesidad de argumentar en todos los órdenes precisamente contra los anarquistas. Mientras, seguían sin un punto de referencia” concluyó González Casanova. Así sintetizó las principales orientaciones del partido: en materia industrial se basó en las tesis del nacionalismo económico, en materia laboral hace suyas las demandas por las que luchaba la CROM y que estaban consignadas en la Constitución, en materia política defendió los objetivos de la democracia clásica. “La función del PLM constituye un significativo avance en el movimiento obrero. Éste no se limita a plantear demandas puramente económicas.

A fuerza de críticas de los errores y las desviaciones de los dirigentes del Partido Laborista, algunos historiadores no valoran justamente lo que González Casanova consideró como positivo: el abandono de la estéril táctica de la abstención para optar por el de la participación, lo que sin duda significó un progreso muy importante para los trabajadores y la nación en su conjunto. La política no era así sólo una actividad reservada a los políticos burgueses, a sus partidos, a los cuales tendía a beneficiar por entero y se abrieron las puertas para que los trabajadores lo hicieran, tratando de defender sus intereses.

Ariete comparó las convenciones de los partidos Laborista y Cooperatista encontrando en la primera un gran entusiasmo e interés por aprender el trabajo político en el marco de los lineamientos de la CROM. En cambio, la otra convención no tuvo ni la tercera parte de los delegados, que tuvo la laborista. En la convención Cooperatista, se dijo, hubo más bien candidatos a diputados por varios distritos electorales, en cambio en la laborista había genuinos representantes del proletariado. Mientras los laboristas luchaban por la reglamentación del artículo 123 de la Constitución, por la creación de cooperativas, por el reparto de los latifundios, los cooperatistas de dedicaron a analizar las actividades electorales. “ Debemos probarles con hechos, a los cooperatistas, que están equivocados y que sabemos poner coto a sus ambiciones para que vuelvan a hacer lo de antes, los unos holgazanes de la alta sociedad y los otros profesionistas corrompidos en su periodos de legislación.

Mientras el Partido Laborista era tanto por su orientación como por su composición social un partido de la clase obrera, el Partido Cooperatista era tanto por su programa como también por el origen social de la mayoría de sus cuadros dirigentes, un partido de la clase media. Por lo tanto, mientras los laboristas tenían una sólida disciplina interna y una homogeneidad mayor, el Cooperatista, como lo dijo Prieto Laurens en sus Memorias, estuvo siempre inmerso en una serie de crisis graves.

El 4 de enero de 1920 se efectuó una importante reunión para impulsar los trabajos del Partido Laborista. Fue propiamente una reunión de balance pues muchos de los delegados que asistieron del interior del país para promover esa organización, informaron del desarrollo de sus actividades, Reynaldo Cervantes Torres y Salvador Álvarez recorrieron los Estados de Guanajuato, Querétaro, Michoacán, Hidalgo y México en donde fundaron centros laboristas. Por el Suroeste del país viajaron Samuel Yúdico y José López Cortés con iguales finalidades. En la Asamblea destacaron los trabajos efectuados en los estados de Puebla, Tlaxcala, y Zacatecas