La coyuntura del tráfico marítimo de finales del siglo XVIII y su impacto en el mercado...

22
La coyuntura del tráfico marítimo de finales del siglo XVIII y su impacto en el mercado novohispano Armando Alvarado * partir del último tercio del siglo xyrii, la vida del vi- A rreinato de la Nueva Espa- ña conoció un cambio. En el plano económico, el proceso de mercan- tilización y la lógica y dinámica propias de los diversos sectores se vieron aparentemente estimuladas por las políticas que en materia ece iiómica, fiscal y comercial promo- vió la Corona española. Presumi- blemente el crecimiento econóini- co debió reflejarse en el incremen- to del consumo de bienes y pro- IZTAPALAPA 36 ductos. Sin en raciona i- dad y las circunstancias económi- cas de la época modificaron no sólo las tácticas de producción y distribución, sino también los pa- trones de consumo. Hasta hace un par de decenios era un lugar común considerar que el aumento registrado en el periodo de las reformas borbóni- cas en diversos indicadores eco- nómicos (tales como la recauda- ción fiscal y las actividades mi- nera y comercial) era signo sufi- ENERO-IUNIO DE 1995, pp. 123-144 * Profesor investiEador en la Unidad lzlapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana.

description

Descripción de los aspectos comerciales entre Europa y América en el siglo XVIII

Transcript of La coyuntura del tráfico marítimo de finales del siglo XVIII y su impacto en el mercado...

  • La coyuntura del trfico martimo de finales

    del siglo XVIII y su impacto en el mercado novohispano

    Armando Alvarado *

    partir del ltimo tercio del siglo xyrii, la vida del vi- A rreinato de la Nueva Espa-

    a conoci un cambio. En el plano econmico, el proceso de mercan- tilizacin y la lgica y dinmica propias de los diversos sectores se vieron aparentemente estimuladas por las polticas que en materia ece iimica, fiscal y comercial promo- vi la Corona espaola. Presumi- blemente el crecimiento econini- co debi reflejarse en el incremen- to del consumo de bienes y pro-

    IZTAPALAPA 36

    ductos. Sin en raciona i- dad y las circunstancias econmi- cas de la poca modificaron no slo las tcticas de produccin y distribucin, sino tambin los pa- trones de consumo.

    Hasta hace un par de decenios era un lugar comn considerar que el aumento registrado en el periodo de las reformas borbni- cas en diversos indicadores eco- nmicos (tales como la recauda- cin fiscal y las actividades mi- nera y comercial) era signo sufi-

    ENERO-IUNIO DE 1995, pp. 123-144 * Profesor investiEador en la Unidad lzlapalapa de la Universidad Autnoma Metropolitana.

  • 124 Armando Alvurado

    ciente para considerar a esa poca como de auge y esplendor. Esta visin imperante desde f i e s de la Colonia se prolong hasta el antepenltimo decenio de la presente centuria, gracias a los reporbs de las autoridades reales y a los estudios de Humboldt. As, la bjstoiograf colonial mexicana festej por mucho tiempo los cambios y estmulos que las refor- mas borbnieas fomentaron en Nueva Espaia. La historiografa encomiaba el incremento y diversifi- cacin del trfico ultramarino, el aumento en la produccin minera, en el nmero de comerciantes, pero sobre todo en la recaudacin fiscal; en suma, reconoca en la poltica reformista ilustrada el factor que alet el proceso de modernizacin y crecimien- to socioeconmico de la Nueva Espaa de finales de la Colonia, progreso que se vera truncado por el inicio del movimiento de insurgencia, a decir de Lucas Alamn Sin embargo, estudios recientes han permitido ma-

    tizar y poner en una dimensin ms justa la situacin de la economa y la sociedad mexicanas a finales del periodo colonial. Y es que a partir de los aos setenta han comenzado a aparecer resultados de investigacio- nes cuyo objeto de estudio ha sido la reconst~ccin del comportamiento de la produccin, de las relacio- nes de produccin, de las formas de propiedad. co- mercializacin, abasto, urbanizacin, de las fonnas de organizacdn y condiciones de trabajo, etctera.

    Las aportaciones han permitido advertir mejor los alcances y lmites de las reformas borbnicas, pero tambin el diferente grado de desarrollo e integra- cin econmica de las diversas regiones de la Nueva Espaa. Adems, en los estudios se ha puesto espe- Lial acento en la estrategia asumida por los diversos

    2

    actores sociales para enfrentar o paliar las situacio- nes adversas, originadas por fenmenos de carcter coyuntural y estructural. Ahora sabemos ms acerca de la actitud de los diversos grupos econmicos de la Colonia, as como del comportamiento de los distintos sectores y regiones econmicas y, por lo tanto, los factores que acentuaron los desniveles socioeconmi- cos y regionales. Es en ese contexto en el que se ubica el presente trabajo. En paaicular nos interesa destacar el ritmo de los intercambios y el impacto de la coyuntura martima sobre la economa y mercado interno novohispanos de finales de la Colonia.

    Para el estudio se ha tomado como punto de referencia la administracin alcabalatoria de Gum- juato debido a su importancia econmica, social y estratgica. Este espacio poltico-admiitrativo com- prenda la ciudad y real de minas de Guanajuato, las poblaciones de Silao e Irapuato, cinco pueblos, 17 haciendas y 11 ranchos. Pero, sobre todo en esta jurisdiccin el principal y ms grueso comercio con- sista en el beneficio y prosperidad de las minas.

    Adems es preciso sealar que los dam relativos a los intercambios internos corresponden a la informacin generada por el cobro del derecho de aicabaias; grava- men que se exigi por la simple introducoin de bienes y productos en los centros urbanos, de tal manera que las alcabaias gravaban no slo las transacciones de carcter mercantil, sino tambin el mnsumo.

    EL DERECHO DE LAS ALCABALAS

    Una de las principales vas de apropiacin del exce- dente econmico generado en las diversas provincias

  • Coyuniwa del fra$co martimo: siglo XVlli 125

    de Nueva Espaa, y el mecanismo por medio del cual se ejerci un control sobre el flujo de bienes y produc- os en el virreinato, fue el derecho de alcabalas.

    Durante la Colonia y hasta finales del siglo XIX, la alcabala fue un impuesto que grav no slo los actos de intercambio, sino el consumo de bienes y productos en los mbitos rural y urbano. A partir de 1696, a solicitud del Consulado de Comerciantes de la ciudad de Mxico, se exigi el pago de las alca- balas por la simple introduccin de artculos en los centros urbanos; inde endientemente de que fueran o no objeto de venta.

    Establecida en Espaa en 1342 con el fin de aliviar los gastos de la monarqua, la alcabala se mand implantar en los dominios espaoles en ultra- mar hacia la segunda mitad del siglo XVI. En octu- bre de 1574 se estableci que, salvo la poblacin indgena, los clrigos seculares y regulares, lo rnis- mo que la iglesia, los monasterios y conventos de frailes y monja^,^ los pobladores de la Nueva Espa- a estaban obligados al pago de alcabalas de las ventas y trueques que hicieran con bienes y produc- tos novohispanos o extranjeros.

    En tiempos de la Colonia, la administracin del ramo de las alcabalas estuvo en manos de diversas instancias. Desde su establecimiento y hasta los primeros aos del siglo xvn, el ramo estuvo bajo la administracin directa de la Real Hacienda. A partir de esa centuria el ramo fue descentralizado y pas a manos de los cabildos civiles, precisamente en una etapa en que diversas funciones de carcter poltico- administrativo fueron delegadas debido a la incapa- cidad econmica de la Corona espaola para sufra- gar los gastos de administracin.

    f

    6

    En el transcurso del siglo XVII, los distritos alca- balatorios fueron puestos en arrendamiento o enca- bezamiento, sistema que permaneci vigente hasta mediados del siglo XVIII. Una de las principales caractersticas de dicho sistema fue que el monto anual del arrendamiento era prorrateado entre los vecinos y comerciantes de la localidad. El cabildo de la ciudad de Puebla fue el primero en tener en sus manos el cobro de las alcabalas de su distrito. La concesin le fue dada en 1601 por un lapso de once aos, en cada uno de los cuales tena que cubrir a la Real Hacienda la cantidad de 24 mil pesos. Des- pus, los distritos alcabalatorios de Mxico y Zaca- tecas tambin fueron dados en arriendo a los cabil- dos de dichas ciudades en 1602 y 1607, respectiva- mente, por un periodo de 15 aos; los montos anuales del arrendamiento fueron de 77 mil pesos para el caso de Mxico, y de 4 mil pesos para el de Zacatecas .

    Los contratos de arrendamiento se sucedieron en el transcurso de los siglos XVII y xviii, y no estuvie- ron concesionados en forma exclusiva a los cabildos civiles. Otras instancias tales como el Consulado de Mxico (1664/1677, 1695/1754), o pequeos gru- pos de comerciantes de provincia, pudieron tener acceso a los contratos de arrendamiento. Vale la pena apuntar que el tiempo durante el cual el Consu- lado se hizo cargo del cobro de las alcabalas en el distrito de Mxico, ni el virrey ni el visitador gene- ral ni otra autoridad real poda pedir cuentas al gremio de comerciantes de los productos generados por dicho concepto; slo el prior y los cnsules electos del Consulado podan hacerlo a sus antece- sores.

  • 126 Armando Alvurado

    El sistema de encabezamiento fue suprimido en Nueva Espaila en el transcurso de la segunda mitad del siglo XVIII. La medida, como otras de carcter politico-administrativo, obedeca a la decisin de la Corona de reasumir aquellas funciones reales que haban sido delegadas en diversos cuerpos sociales en tiempo de los Hab~burgo.~

    Entre 1754 y 1778, es decir durante el reinado de Carlos 111, la Real Hacienda se hizo cargo de los distritos alcabalatorios que haban permanecido bajo el sistema de encabezamiento. AI mismo tiempo el ramo de las alcabalas fue objeto de una reorganiza- cin: en 1777, por ejemplo, se mand unir los partidos y pueblos menores a las administraciones ms cercanas a ellos. lo Otra medida impulsada fue la de aplicar este derecho sobre todos los individuos y actos de intercambios previstos, aunque en reali- dad el gobierno procur mantener las prcticas de cobro establecidas por el gremio de comerciantes, con el fin de evitar el disgusto de la poblacin y facilitar a los empleados reales la recaudacin de las alcabalas

    Durante la Colonia diversos actos de intercambio estuvieron sujetos al pago de alcabalas. Las transac- ciones efectu;rdas con artculos suministrados por los comercios peninsular (gneros de Europa y Castillaa) e intercolonial (efectos de China y Ultra- marinas), as como una diversidad de bienes y productos mobispanos (artculos considerados como gneros de la Tierra), pagaban por derecho de alcabala un determinado porcentaje.

    Siuitneamente, hubo una gran cantidad de bie- nes y productos de origen novohispano, e incluso extracolomal, que estuvieron sujetos a un arancel

    conocido como la alcabala del viento Tambin estuvieron obligados a pagar este gravamen los no residentes y los individuos no afiliados ai gremio de comerciantes: arrieros, campesinos y artesanos. En general, la alcabala del viento afectaba transac- ciones realizadas con productos perecederos, artesa- nales, manufacturados, etctera, y que, segn ia unidad de medida, no superaban los diez pesos. l 1 En el transcurso de la segunda mitad del siglo

    xVIII, diversos artculos fueron liberados del pa[ 3 de alcabalas. Mediante una poltica de exenciones y tasas preferenciales, el gobierno real procur alen- tar y garantizar el flujo de bienes y productos desti- nados al consumo social y , sobre todo, productivo. En 1757, por ejemplo, fueron exceptuado6 del pago de alcabalas los puestos de la calle, los gremios y oficios mecnicos y las reventas realizadas en la misma localidad. Para favorecer la industria y el consumo de tejidos de seda, algodn y lana (ya sea que fueran puros o mezclados), las autoridades re- ales decidieron liberarlos del pago de alcabalas en 1756, siempre y cuando los artculos fueran vendi- dos en la misma localidad donde eran beneficiados; de otra manera se exiga el pago correspondiente.

    La venta de maz y trigo en grano estuvo exenta del pago de alcabalas. Tambin productos de origen agrcola y manufacturados que satisfacan la deman- da de los mercados peninsular y colonial fueron declarados libres del pago del derecho de alcabalas, tal como sucedi con el lino, el ciamo y el trapo para la fbrica de papel, el veatuario y monturas para el servicio militar e importados de Espafia (1779); las camisas de lienzo (1780) y In harina de trigo (1796)

  • Coyuntura del trfico martim: siglo xviii 127

    Entre 1781 y 1798, los insumos productivos in- troducidos por los propietarios de minas, haciendas

    12 y ranchos fueron liberados del pago de alcabalas. La tasa impositiva de la alcabala vari a lo largo

    de la Colonia: desde su establecimiento en Nueva Espaa y hasta 1631 la cuota fue del 2 % , la cual fue duplicada despus de ese ao y se mantuvo hasta 1635. De 1636 a 1643, los pagos por concepto de alcabalas representaban el 6% del valor aforado de las mercancas, porcentaje que tambin fue aplicado entre 1755 y 1780 y entre 1791 y 1810. Durante algunos periodos la tasa fue del 8 %, tal como suce- di entre 1644 y 1754 y entre 1781 y 1790.13

    Tales porcentajes se aplicaron en la mayor parte de los centros alcabalatorios. Sin embargo, en luga- res alejados y mal abastecidos, pero de importancia econmica y comercial, la tasa impositiva fue rne- nor; incluso hubo receptoras o subreceptoras en que se otorg exencin total del pago de alcabalas, tal como sucedi en Real de Catorce entre 1779 y 1792. En el ltimo cuarto del siglo XVIII, en diver- sas receptoras localizadas Tierra Adentro la al- cabala era el 2 o el 5%. tal como sucedi en los casos de Arizpe, Cieneguilla, Horcacitas, lamos, Sinaloa y Cosal, situadas en la Intendencia de Sonora; Coahuila, Saltillo y Santander, en la Inten- dencia de San Luis Potos; Mazapil-Parras, en la Intendencia de Zacatecas, y Chihuahua en la Inten- dencia de Durango.

    Desde luego que la informacin utilizada tiene una serie de limitantes puesto que, como se ha seiialado, una parte de la poblacin (como los ind- genas, los miembros del clero secular y regular), as como 10s intercambios efectuados con diferentes

    14

    tipos de efectos (entre ellos el maz y trigo en grano) fueron exceptuados de pagar dicho gravamen. No obstante, la sensibilidad de la fuente es tal que nos permite advertir el impacto de diferentes aconteci- mientos histricos sobre la economa y el mercado novohispanos de finales del siglo XVIII.

    Una prueba de ello es el comportamiento de los montos globales de las transacciones realizadas en la administracin alcabalatoria de Guanajuato:

    Cuadro 1. Administraeion de Guanajuato: montos globales, indices de cLecimiento

    y participacion relativa (1778-1809)

    Montas indices de Porcentaje dc globales crecimiento participacibii

    1778-1785 15 908 542 50.9 1786-1793 13 745 121 -13.6 51.8 1794-1801 13 233 266 -03.7 43.8 I X02- I809 14 724 510 11.3 44.0

    *Relativo a iuda la Intendencia de Guanaiuato

    Fuentes: luan Carlos Garavaglia y Juan Carlos Grosso, Las nlca- balm novohispmm (1776-182l). pp. 229-236. idem., De Ve- racruz a Durango: un anlisis regional de la Nueva Espaa borb6nica, en Sipin XIX, ao 11, nm. 4, 1987. p. 43.

    A grandes rasgos, la informacin contenida en el cuadro anterior nos permite advertir el comportamien- to del mercado de consumo de bienes y productos. Sin lugar a dudas, tal comportamiento .refleja no slo la capacidad econmica del mercado, sino tambin la lgica y la dinmica propias de los diferentes sectores

  • 128 Armundo Alvarudo

    econmicos ante fenmenos econmicos y "extrae- conmicos", de carcter coyuntural y estructural.

    LAS REFORMAS MERCANI'ILES Y EL TRFICO 'lKASATI.~NTICO

    Restituir el papel de la Corona e impulsar el poderio del Imperio espaol eran los objetivos principales de las reformas borbnicas. Para sentar las bases del crecimiento y diversificacin econmica se requeria centralizar y fortalecer el poder poltico de la Coro- na, sanear las finanzas reales y, desde luego, minar las bases del poder poltico y econmico de las cor- poraciones coloniales y metropolitanas. Era necesa- rio reformar el aparato poltico-administrativo y las polticas que, en materia fiscal, econmica y comer- cial, regulaban las relaciones de Espaa con sus dominios, as como en estos espacios.

    Por lo que toca a las relaciones iberoamericanas, el proyecto borbnico puso particular empeo en liquidar las trabas que limitaban el crecimiento y la participacin de un mayor nmero de economas regionales en los mercados ubicados a uno y otro lados del Atlntico, sobre todo despus de la expe- riencia del puerto de La Habana durante la ocupa- cin inglesa (1762-1765).

    Para la apertura comercial -en el nivel intraim- perial- fue indispensable aplicar una serie de cam-. bios en ei sistema comercial que por ms de dos siglos (1543-1778) regul las relaciones hispanoa- mericanas. El proyecto culmin con el estableci- miento del rgimen de comercio libre para Espaa y sus dominios en 1778, con el que se suprima el

    sistema de Botas y su feria. Base fundamental de la reestructuracin comer-

    cial fue la modificacin de los gravmenes y dere- chos que pesaban sobre el comercio iberoamerica- no. En parte, el sistema impositivo haba limitado la participacin de diversas economas regionales pe- ninsulares en los mercados coloniales, y por lo tanto la diversificacin del trfico mercantil. As fue que en 1765 se mand suprimir derechos tales como el de palmeo, toneladas, San Telmo, extranjeras, ha- bilitaciones, visitas y reconocimientos de carena, entre otros, para el trfico de Barlovento. Tambin en ese ao se estipul que la reexportacin de mer- cancas extranjeras a Amrica fuera gravada con el 7% y la exportacin de artculos "nacionaies" con el 6%; 13 aos despus, es decir en 1778, el im- puesto a las mercancas peninsulares fue del 3 % . Con respecto a las exportaciones coloniales, en ese mismo ao se redujo la tasa impositiva que pesaba sobre diferentes productos, tal y como se aprecia en el siguiente cuadro:

    Cuadro 2. Carga impasiiivn a diversos produdos novohispm

    antes de 1778 despus de 1778

    Ail 1481s. 32ms.' 1151s. 06ms.' Vainilla 125 IS. O0 ms.* 90 rs. O0 ms. * Purga de Jalapa 47 IS. 14 ms: 32 IS. O0 ms:

    7 rs. 06 ms. * Tabaco en rama 32 IS. 12 ms.* Zarzaparrilla 64 IS. 28 ms:' 28 IS. 21 ms.'

    'Por cada quintal. IS. : reales: ms: maravedies.

    c r w (l778-82). Crisis de deyendencra, p. 33. Fuente: Javier Ortiz de la Tabla, Comercio exlerior de Vero-

  • Coyuntura del irfico martimo: siglo XVIII 129

    Adems de las modificaciones arancelarias, el precio del transporte experiment UM rebaja al esta- blecerse en el Reglamento de 1778 la libre contrata- cin y estimacin del costo del flete entre los parti- culares. En adelante, los derechos se estableceran de acuerdo con la naturaleza y valor de los gneros y no segn su volumen, tal y como suceda con el derecho de palmeo. Un ejemplo de la reduccin en el precio del transporte io ofrecen los llamados caldos (vinos, licores y aceites comestibles), cuyo costo se redujo entre un 75% y un 84%: antes de 1778 el precio del flete era de 12 a 18 pesos por barril; despus de ese ao se pagaban de dos a tres pesos.

    El trfico martimo se multiplic al reducirse la carga impositiva y el costo del transporte. Esto a su vez propici que los gastos correspondientes a la contratacin de seguros y a las comisiones de venta descendieran: los seguros, por ejemplo, bajaron su costo entre un 79 y un 81 % del valor de la carga al redurcirse del 6 u 8 % al 1.25 o 1.5 % ; en cuanto a las comisiones, stas llegaron a ser del 2.5% en Veracruz, cuando en tiempos de flotas oscilaban entre el 3 y el 5 %. En cierta medida, la reduccin en estos gastos favoreci la exportacin de artculos tanto espaoles como coloniales.

    Para estimular la diversificacin de los mercados se habilitaron diversos puertos a uno y otro lado del Atlntico. En Espaa, adems de Cdiz, fueron abiertos al comercio hispanoamericano los puertos de Barcelona, Mlaga y Santander. Su participacin en el mercado novohispano es notoria en cuanto al nmero de navos, as como en el valor y la compo- sicin de sus cargamentos.

    Barcelona. Este puerto ocup el segundo lugar en la participacin regional de la pennsula en el comercio novohispano, cuando menos en el periodo comprendido entre 1785 y 1795. Del total de barcos espaoles (442) que arribaron a Veracruz entre esos aos, el 35 % proceda de Barcelona; el valor de su cargamento fue de 110.5 millones de reales de ve- lln, esto es, el 9.9% del total espaol y ocho veses menor que el correspondiente a Cdiz.

    En cuanto a la composicin del cargamento, des- de Barcelona se exportaban preferentemente artfcu- los peninsulares, mismos que representaban el 95.5 % de los embarques. Este puerto tuvo UM creciente participacin en el mercado novohispano al que suministr artculos de su industria tales como blon- das, angaripolas, bayetones, indianas, medias, pa- uelos, sombreros, paos y otros tejidos de lana y algodn; papel, clavazn, as como productos agr- colas entre los que se destaca el aguardiente. E s pertinente sealar que los barcos catalanes, en su travesa, hacan escala en Valencia donde cargaban damascos, lustrinas, rasos, terciopelos, tafetanes y tejidos de seda valencianas, adems de paos de Bocairente y otros artculos industriales y agrcolas de Levante.6

    Miaga. Nueva Espaa import gneros diversos procedentes de Mlaga por un monto superior a los 48 millones de reales de velln, cantidad que equi- vale al 4.3% del total espaol. En este caso los gneros peninsulares representan el 81 % del monto global y el restante 19% a los extranjeros. .Su co- mercio consisti fundamentalmente en vino, almen- dras, pasas, manufacturas textiles, y otros produc- tos propios o de provincias limtrofes. 17

  • Santander. En el mismo periodo este puert(i aport un 2% del total de las exportaciones ecp;tiio- las, es decir, 22.79 millones de reales de vellii En cuanto a su cargamento se refiere, a los artculos cipaoles correspondi el 52.5% y el 47.5% restan- te a los extranjeros. Su participacin en el mercado novohispano se efectu a travs de 40 barcos, los cuales transportaban productos manufacturados de las fundiciones del norte de la pennsula; clavazn y herramienta de Vizcaya; cerveza, adems de frutos de la agricultura y la ganadera de la comarca (que-

    18 so, embutidos, etctera). Debemos advertir que la habilitacin de estos

    puertos en Espaa tuvo como finalidad romper con el monopolio comercial ejercido por los comercian- tes gaditanos; pero su papel como intermediario entre las economas europeas y peninsular y el mer- cado colonial permaneci vigente. Aun con la aper- tura comercial, el predominio de Cdiz en el comer- c io iberoamericano es, sin lugar a dudas, patente. L

  • Coyuntura del rafico martimo: siglo XVI~I 131

    sombreros procedentes de Madrid, Valladolid, Za- mora, Barcelona, Valencia, Sevilla, La Corua y San Lcar de Barrameda; pintados, hilaturas y teji- dos de algodn de la regin catalana; papel; hierro y acero de Vizcaya; sal y , desde luego, azogue de Almadn.

    Las exportaciones gaditanas se complementaban con una gran variedad de productos procedentes de Francia: lanas labradas, rasos, sargas, paos, lence- ra, encajes de oro fino y plata fina, tafetanes, mercera, quincallera, brea y alquitrn. De Inglate- rra: lanas manufacturadas, paos (ordinarios, finos y entrefinos), sargas, sempiternas, anascotes, esta- meas, bayetas, medias de lana y seda; queso, man- teca, bacalao; minerales (estao y plomo) y quinca- llera. De Holanda y Flandes: lencera, especias y quincallera (almaciga, almagra, albayalde, aceite de linaza, alambre, agujas, alfileres, lemas, clava- zn, cuchillos, corchetes, esmalte, vidrios, etcte- ra); anascotes, barracanes, bayetas, brabantes, lani- llas, mantelera, holandillas de algodn, flor de nuez, queso, manteca, cerveza, entre otros. De Ale- mania: lienzos blancos, crudos, estopillas, duelas, creas, lonas, platillas, maderas de pino y roble, carne salada, salmn, alambre y hojalata. De Italia: papel, medias, cintas, listonera, cordoncillos, da- mascos, terciopelos, sedera, colchas, rasos, tafeta- nes, bayetas, arroz, azafrn, brocados, cera, hilos, paos, vidrio. Las reexportaciones se completaban con las maderas y el trigo de Dinamarca; el lino camo de Rusia, y el hierro y el cobre suecos.

    A diferencia de los otros puertos, Cdiz aparece como el principal intermediario entre el resto de las economas europeas y el mercado novohispano, y

    ys

    por lo tanto, como el principal centro de reexporta- cin, ya que los gneros europeos representaron el 52.5% del monto total de sus exportaciones a Nueva Espaa; es decir que desde este puerto se reexport el 90.5% de efectos extranjeros. No obstante, Cdiz es tambin el principal centro de distribucin de los efectos espaoles, pues del monto total de la expor- tacin correspondiente a los gneros de Castilla o espaoles, los embarcados en Cdiz representaban el 66.5 %.

    En la dcada que va de 1785 a 1795, excluido el ao de 1794, las importaciones novohispanas proce- dentes de la metrpoli, estimadas en 1 115.5 millo- nes de reales de velln tuvieron un comportamiento diferente. Si bien es cierto que de esa cantidad un 55.25% correspondi a los gneros espaoles y el resto a las mercancas extranjeras, tambin lo es que durante los tres primeros aos los artculos extranje- ros superaron, en trminos porcentuales, a los de origen espaol. Luego, a partir de 1788 la tendencia dio un giro; desde ese ao, el predominio de las mercancas peninsulares es manifiesta, comporta- miento que parece prolongarse hasta 1820 (salvo los aos de 1814,1815 y 1816).

    Sin embargo, y de manera paradjica, despus de firmada la paz de Amiens (1802), las exportaciones, particularmente las gaditanas, se inclinan en favor de los productos extranjeros, fenmeno que volver a observarse el siguiente ao y en el de 1808; en cada uno de esos aos los efectos extranjeros supe- raron a los espaoles un 16%, un 16.5% y un 25% respectivamente.

    Por lo que a Nueva Espaa se refiere, es preciso sealar que las modificaciones a la poltica fiscal

    20

  • Arniundo Alvarado 11 I ~7 .:.

    fueron limitadas. pues la reduccin de los gravme- lies se aplic bsicamente al trfico martimo y no al comercio interno, sobre el cual pesaban diversos obstculos y trabas, an despus de 1778; tal era el caso del almojarifazgo de entrada y salida (7%), de la alcabala en Veracruz (3%). de alcabala de inter- nacin y reventa (6%), de las guas para las ventas en el interior y de los pagos en las diversas aduanas internas. Segn estimaciones, las mercancas ex- tranjeras en Veracruz eran gravadas en un 36.5 % y las peninsulares y las procedentes de otras colonias en un 27.6, pero una vez en la ciudad de Mxico, por ejemplo, la carga impositiva se incrementaba entre un 3 y un io%, aproximadamente, lo que ocasionaba el aumento de sus precios, y desde luego limitaba su consumo.

    Si bien es cierto que las reformas alentaron la corriente mercantil entre la metrpoli y la Nueva Espaa, en realidad la estructura del comercio de exportacin colonial no se modific, pues mientras que las importaciones de esta ltima, y procedentes de Espaa, s conocieron un aumento y una diversifica- cin. las exportaciones novohispanas estuvieron cons- tituidas bsicamente por el mismo tipo de productos, entre los que sobresalen los metales precioso8.

    En el caso de la Nueva Espaa, la sustitucin del antiguo sistema y, sobre todo, su inclusin definiti- va al Rgimen de Libre Comercio en 1789, fueron algunos de los factores que le permitieron a la colonia incrementar cuantitativamente el comercio no slo con la metrpoli, sino incluso con otros dominios espaoles.

    A partir de entonces, la regularidad e intensidad del trfico ultramarino influy, cada vez ms, no

    21

    22

    s6lo en la lgica y dinmica del sector externo de la economa espaola. sino tambin del sector interna de la economa novohispana. La coyuntura del trfi- co ultramarino ser uno de los factores que deterini- nen las estrategias de los diversos sectores producti- vos para tener acceso o mantener sus vnculos nicr- cantiles con los centros de consumo.

    L A COYUNrURA DEI, 'IRFICO UI~I'RAMARINO

    La apertura comercial y la creciente importacin de artculos provocaron una serie de reclamos eii la Colonia, de manera especial por parte de los grandes comerciantes o almaceneros de la ciudad de Mxico, grupo que vio afectado sus interescs econmicos, centrados en el control de las importaciones y en su redistribuciii a todo el virreinato. Al respecto argu- mentaron que el aumento desmedido del trfico his- panoamericano afectara no slo el giro comercial, sino tambin la actividad productiva de la Nueva Espaa. Los hechos parecieroii confirmar sus temo- res. La creciente participacis de los textiles catala- lies, por ejemplo, repercuti desfavorablemente en diversos centros de produccin textil localizados eii cI Bajo y en Puebla. As, entre 1779 y 1796, los tradicionales centros manufactureros y artesanales tuvieron que afrontar no slo las limitantes de carc- ter interno, sino las que se les impusieron desde el exterior.

    Sin embargo, para las autoridades reales la situa- cin de la Colonia era otra. En el expediente forma- do por el virrey Conde de Revillagigedo, cuyo pre- texto era averiguar la posibIe decadencia del comer-

    -_ ._ -

  • __

    Coyun/nrtr del irfico martimo: siglo XVIII

    ~

    133

    cio y de la economa novohispanos a causa de la implantacin del Libre Comercio, apuntaba:

    I . . . ] empiezo asegurando la primera verdad muy inter- esante, y inuy satisfactoria a Su Majestad y a todos sus buenos servidores, y es la que lejos de haber decadencia, Iiay aumentos muy visibles en el Comercio y felicidad de estos reinos comparados los trece arios del Comercio libre con los ltimos de flotas

    Es cierto que los resultados inmediatos de la poltica mercantilista de los Borbones espaoles fue- ron ci aumento y la diversificacin del comercio iberoamericano, sobre todo peninsular, as como la participacin de un mayor nmero de economas regionales en el mercado imperial. Pero el proyecto de Libre Comercio no logr consolidarse, pues pronto tuvo .que enfrentar, de manera simultnea, dos problemas sustanciales: mantener en forma re- gular el trfico martimo con sus dominios en ultra- mar y enfrentar la creciente amenaza y rivalidad econmica por parte de las principales potencias de Europa occidental.

    En efecto, la distancia que separaba a Espaa de sus dominios en Amrica, y por lo tanto el tiempo que tomaba la travesa, haba sido uno de los puntos ms vulnerables en la Carrera de indias. Durante la vigencia del sistema de flotas, por ejemplo, el tiem- po promedio que se ocupaba desde su salida de Cdiz y su arribo a Veracruz oscilaba entre 75 y 80 das (en su travesa a Nueva Espaa, la flota deba detenerse no ms de seis das en Puerto Rico para la aguada).* Pero una vez que dicho sistema fue reemplazado por el sistema de convoyes y el de

    navos de registro el espacio de tiempo debi reducirse de manera considerable dependiendo, des- de luego, del tipo de embarcacin y la renovacin tcnica en las embarcaciones: el bergantn SEI Dolo- roso>, por ejemplo, sali de Barcelona el 15 de junio de 1789, 68 das despus anclaba en Vera- cruz.26 Claro est que el lapso de tiempo en la navegacin poda variar de acuerdo con el derrotero que seguan las embarcaciones y segn las condicio- nes imperantes en ultramar. En particular, en el periodo que va de 1785 a 1795 y durante los blo- queos martimos y los conflictos blicos, es difcil conocer el tiempo que tomaba la travesa por la falta de datos. Adems, estimar su posible duracin tam- bin es difcil, ya que frecuentemente se efectuaban escalas de diversa e incalculable duracin en algn puerto intermedio, adems de los contratiempos y retrasos imprevisibles.

    Hacia el ltimo lustro del siglo XVIII, el comercio e industria espaolas encontraron cada vez mayores dificultades para colocar sus productos, sobre todo a causa de la economa de guerra que caracteriz a ese periodo.

    Las frecuentes interrupciones del trfico entre Espaa y sus dominios, mediante los bloqueos mar- timos repercutieron no slo en el comercio de im- portacin, sino tambin en el mercado novohispano. La interrupcin del trfico hispano-americano a cau- sa de la declaracin de guerra por parte de la corte espaola a la de Londres en 1778, por ejemplo, hizo decaer el monto de las transacciones en la adminis- tracin de Guanajuato, cada que quiz se vio acen- tuada por el proceso de es eculacin que en tales circunstancias se desataba. 2:

  • I34 Armando Alvarado

    Este fenmeno volvi a presentarse en diversos aos comprendidos entre 17% y 1809. Slo que para esa poca los bloqueos y enfrentamientos nava- les fueron ms frecuentes y aparentemente por un tiempo ms prolongad^.'^ Tales acontecimientos ocasionaron finalmente no slo la crisis del comer- cio metropolitano, sino la pwdida de sus mercados coloniales.

    Aunque Espaa procur reservarse para s el control del trfico y comercio ultramarino con sus dominios en ultramar, la crisis del comercio ibero- americano forz a la Corona espaola a autorizar la contratacin de navos extranjeros y la intermedia- cin de casas y firmas comerciales extranjeras para el mantenimiento del comercio iberoamericano. A travs de esas medidas Espaila procur detener, de manera simultnea, el comercio de contrabando y , por lo tanto, la transferencia de buena parte de los recursos coloniales al extranjero.

    Aos despus, tales concesiones resultaron ser ms ventajosas para los tratantes extranjeros. De nueva cuenta, el creciente dficit de las finanzas reales, ocasionado por la poltica imperial y la gue- rra, oblig a la Corona a otorgar UM serie de concesiones especiales, y por lo tanto ventajosas, a casas y firmas extranjeras para trasladar ya no slo los artculos iberoamericanos, sino incluso los re- cursos del erario real a Europa. Las condiciones hicieron viable la participacin directa de los tratan-

    30 tes extranjeros en el trfico y mercado coloniales. Fue en la poca que corre entre 17% y 1809

    cuando buena parte las importaciones coloniales se hicieron mediante el comercio neutral. Y aunque las autoridades impusieron una serie de restricciones a

    dicha prctica, en realidad cada vez les fue ms difcil verificar que se cumplieran debido a la cre- ciente debilidad poltica, econmica y militar de Espaa. En esos aos fue notoria la vulnerabilidad de la economa y el comercio hispanoamericano, particularmente el peninsular. A partir de entonces se not una creciente participacin de mercancas extranjeras en los dominios espaoles en Amrica. Tambin es notoria la adecuacin de las relaciones intercoloniales en esa poca, ya que algunos domi- nios sirvieron de puente entre el comercio extranje- ro y los mercados coloniales.

    Las concesiones otorgadas por el gobierno espa- ol para favorecer la continuidad del trfico trasa- tlntico con sus dominios no se limitaron a firmas y casas comerciales extranjeras, sino que incluy a determinados dominios y puertos hispanoamerica- nos. AI habilitar algunos puertos al comercio ex- tranjero, las resoluciones favorecieron el surgimien- to de nuevos centros y corredores comerciales, lo que propici la agudizacin de pugnas mercantiles en el imperio. Cuba, por ejemplo, se convirti en almacn y centro de distribucin de excedentes eu- ropeos para el mercado de la Nueva Espaa, debido a que se autoriz la reexportacin de gneros ex- tranjeros desde la isla.3'

    La crisis del comercio hispanoamericano favore- ci tambin el rompimiento de vnculos comerciales establecidos al interior del virreinato. A finales del siglo XVIII diversos centros y economas regionales de la Nueva Espaa dejaran de depender de la ciudad de Mxico y el puerto de Veracruz en el abasto de su mercado y en la exportacin de sus productos. La situacin imperante en esa poca alent

  • Coyuntura del trfico martimo: siglo XVIII

    a los comerciantes de Campeche a entablar relacio- nes comerciales con mercaderes extranjeros, de tal manera que dejaron de depender de la ciudad de Mxico, Veracruz, La Habana y la metrpoli en la importacin y exportacin de mercancas. Desde I i i c y i i . el interis de los comerciantes de Campeche IIO par en ese objetivo. stos pronto ampliaron su radio de influencia por el Golfo de Mxico. Su actitud y las circunstancias de la poca permitieron que stos se convirtieran en los intermediarios del comercio de Tabasco e Isla del Carmen con los mercados colonial, metropolitano y extranjero.

    Algo similar ocurri en los puertos de San Blas, Tampico y Sisal, sobre todo una vez que fueron habilitados al comercio de altura y cabotaje. La apertura de estos puertos alent a los comerciantes a expandir sus relaciones no slo con el exterior, sino incluso en los niveles interregional e intercolo- nial?

    As. las concesiones hechas por la Corona espa- ol ;~ I,I :icritud de los comerciantes marcaron el fin

    32

    ~

    135

    del monopolio comercial espaol. Las circunstan- cias y las decisiones asumidas, si bien es cierto que favorecieron a diversas economas regionales, tam- bin ocasionaron, cuando no aceleraron, la ruina de diversos espacios y sectores productivos y, sobre todo, hicieron posible la europeizacin de los mercados hispanoamericanos.

    La incertidumbre ocasionada tanto por la coyun- tura mundial, as como por las decisiones adoptadas por el gobierno espaol, se refleja, sin lugar a dudas, en el comportamiento y la composicin de los intercambios efectuados en el mercado de Gua- najuato.

    LA COMPOSICION DE LOS INTERCAMBIOS

    Los mercados del virreinato generaron una demanda considerable y diversificada de bienes y productos que, de acuerdo con su capacidad econmica, fue posible satisfacer desde diversos centros de produc-

    Figura 1. Composicibn de los intercambios efectuados en la ciudad de Guanajuato

    Wohispan os ..

    $703 03 ExIlanJelOS

    $594 35 Extran1eros $385 03

    $906 20 n niles de pesos En mies de pesos

    Fuenres Libros Reales de Acabalas de la Pdministraci6n de Guanajuato: 1781 y 1785

  • 136 Armando Aivarado

    cin y distribucin. En el caso particular de los merca- dos mineros, stos se caracterizaron por atraer hacia ellos un considerable flujo de mercancas constituido por artculos de origen novohi~pano,~~ as como ex- tranjero. 35 Es innegable que los gneros novohispanos constituan la mayor parte del trfico interno.

    A finales del siglo Xviii el comercio interno expe- riment diversas fluctuaciones ocasionadas por di- versos hechos histricos. En esa etapa en que se increment6 la importacin de artculos extranjeros y en la que se gener UM serie de cambios en las relaciones mercantiles en los niveles intracolonial y extracolonial, los mercados de consumo y la econo- ma novohispana en su conjunto habran de resentir los ajustes y, sobre todo, la inestabilidad interna y externa que caracterizara al periodo.

    Es innegable que los mercados eran abastecidos primordialmente por artculos novohispanos, cuya superioridad vari de acuerdo con su capacidad de intercambio. La ciudad de Guanajuato, por ejemplo, se contaba como un8 de los ms importantes de la Nueva Espaa, sobre todo si consideramos que su principal trato, la minera, conoci un periodo de florecimiento en el transcurso de la segunda mitad del siglo XVm. La capacidad econmica del merca- do estimul la importacin de gneros diversos des- de diferentes espacios de la Nueva Espaa. En este caso resulta evidente la superioridad de los efectos novohispanos sobre los extranjeros (vase figura 1)

    El peso de los productos novohispanos en el mercado se explica por el predominio de los efectos del Vienro Esto significa que la mayor parte del

    Figura 2. Montos de los gneros extranjeros intercambiados en Guanajuaio: 1781 y 1785

    wuina $55.52

    Ulllld

    513.3 &ropa Europa $371:73 $538.83

    1781 En niles de pesos

    1785 ti, mes de MSOS

    Fuentes: Libros Reales de Alcabalas de la Pdrninistracion de Guanajuato: 1781 y 1785

  • Coyuntura del frflco martimo: siglo XVIII 137

    suministro destinado a cubrir las necesidades inme- diatas del mercado lo realizaban medianos y peque- tios productores y comerciantes (como los merca- chifles y los buhoneros). A travs de ellos el merca- do contaba con artculos manufacturados, art~SaM- les, pero sobre todo con productos alimenticios, siendo la mayor parte de stos perecederos.

    Detrs de los efectos del Viento se ubican los gneros de la Tierra. En este caso se trata tambin de mercaderas manufacturadas, artesanales y ali- menticias, cuya demanda y precio en el mercado alienta la participacin de centros productores y comerciales alejados del mercado de consumo. Es decir que, a diferencia de los efectos del Viento, se

    @ais de productos capaces de soportar los costos del transporte. Por io que se refiere al mercado de los artculos

    extranjeros debemos advertir lo siguiente: su peso se debe a las mercancas europeas. Tal es la impor- tancia de stas que en Guanajuato, por ejemplo, cuatro quintos y en ocasiones hasta nueve dcimos del valor total correspondiente a los gneros extran- jeros se deben a los tratos efectuados con productos europeos; el resto corresponde al suministro de g- neros de China y ultramarinos, de acuerdo con la figura 2.

    Pero adems de resaltar el peso de cada uno de los gneros en el mercado de Guanajuato, ahora es

    preciso dar cuenta de su comporta- miento en el periodo comprendido entre 1778 y 1810, de manera es- pecial durante los aos de crisis para el trfico hispanoamericano. El fin es destacar tanto el impacto de la coyuntura mundial como la capacidad de respuesta de la eco- noma novohispana.

    Las reformas comerciales pro- movidas por la Corona espaola y la lgica y dinmica propias de la economa novohispana favorecie- ron la conformacin de nuevos

    b w o - centros y corredores. comerciales en el ltimo tercio del siglo XVIII. Las modificaciones paulatinas y la inclusin de Nueva Espaa en el Rgimen de Libre Comercio en 1789 hicieron crecer el volumen

    Gr4iica 1. Tipos de gneros intercambiados en la ciudad de Gunanjunto: 1779-1801

    Miles de pesos

    ~ , o o % ~ , , o o I c b b b b b W C o Y - - r - - Y -

    Cuodro de los Edos. Groles. de las... 1777-1801; Libros Reales de Alcabalas: 1779, 1781, 1785, 1786, 1797, 1798, 1800

  • 138 Armundo Alvarudo

    de las importaciones, gracias al ahorro en fletes, comisiones, seguros, almacenaje, impuestos, etcte- ra. En esa poca el comercio de Nueva Espaa con la metrpoli conoci una etapa d e prosperidad que, a ritmos diferentes, se prolong cuando menos hasta el penltimo lustro del siglo xviii.

    Sin embargo, el comercio hispanoamericano en- frent una doble situacin adversa despus de 1796. Por un lado, la estrechez del mercado ocasionada por la cada del nivel de vida de la pubiacin. Por otro lado, el descenso de las importaciones peninsu- lares originado por la creciente disputa por los mer- cados en ultramar por parte de las principales poten- cias de Europa occidental. En esa poca, la tivali- dad econmica condujo a lo que se ha denominado

    36

  • Coyuntura del trjco martimo: siglo XVIII 139

    espaola a adoptar medidas extraordinarias capaces de contrarrestar las trabas impuestas por los ingleses al trfico hispanoamericano. Tal y como haba ocu- rrido en 1779, la Corona espaola decidi restable- cer la prctica del comercio con neutrales. De esta forma se procur el abastecimiento de los dominios espaoles en ultramar, pero sobre todo se evit la fuga de recursos coloniales al extranjero. en la medida de lo posihle.

    No obstante la estrategia de las autoridades rea- les. los acontecimienros se resintieron de manera diferente en el mercado colonial. Por un lado debe- mos setialar que los conflicros blicos que tuvieron lugar en el ltimo lustro del siglo xvlll y primer decenio de l a siguienre centuria crearon una especie de proteccionismo econmico que estimul, tempo- ralmente. la produccin y distribucin de artculos novohispanos. especialmente de aquellos que, como los textiles, podan cubrir una parte del dficit co- niercia~.

    La capacidad de respuesta de la economa novo- hispana ante tal circunstancia es evidente. Si obser- vamos el comportamiento de los intercambios co- rrespondientes a los gneros europeos y de la Tierra en aos de conflicto Mlico veremos que estos ltimos se incrementaban comiderahlemente. El caso del mer- cado de Guanajuato ilustra mejor este hecho. En esta ciudad. y de acuerdo con los registros alcabalatorios, el valor de los artculos novohispanos intercambiados en 1797 fue nueve veces superior al de los efectos europeos: en camhio. en tiempos de relativa calma para el trfico ultramarino, los primeros superaban I .5 y hasta dos veces a los de procedencia europea. tal y como se puede ver en la figura 3.

  • I30 Armando Aivarado

    Sin embargo, la coyuntura del trfico martimo de aiuitsr por s misma, y de forma

    , aquella pane de Ia produccin interna &atar al mercado Colonial. A W e s

    del siglo XVm, el ntm0 de sectores de la e c o m a do. Tal es el caso de cierta medida, se vio e

    o de contrabando en esa poca, a apertura c0BlBTcjal qup sigrufjc

    ategia que le perrniti6 a la Corona espa- comercio neutral.

    ola mtar con recuI8os econmieo9 las finruizas reales y cubrir la economa metropolbna, favorable a los sectores manufacWero y artssanal novohispanos, cuya produccin se orie.nhba a los principaies centros de consum.

    Las cornmiones del gobierno a casas y compa- as coaierciaks confofin;das t a a ~ pos espaootes como por extcasjeros inauyerOn en la recuperrcin del mercado para los productos extranjeros. En el de GuauaJuato, por eBmip10, las traasocciOnes con mercancas europers reahxedes en 1800 fueron dos veces s u p k e . ~ a las rc&mtdas en 1797. Por su paxte, el mercado para los a d d s novohispanos registr UM contraccin considerable en esos misuios aos, y que en t m i m s relativos fue cerwia al 30%. La industria textil novohispana, pero sobre todo

    la produccin de los obrajes localuados en los cen- tros de produccin t r a d i c i d se vio, sin duda, afectada pur la crecienu: partiwMcibn de artculos

    *Quizuna pnteba es la disminucin en el nmero de telares en extranjeros en el me- 110

    la intendencia de Guanajuato: en 1792, por ejemplo, fueron contabilizados 1 479 telares y diez aos despus slo haoa 933, de tal manera que en esta provincia se registr una reduccin del 37%.38

    Sin embargo, el impulso de diversas economas regionales, el aumento potencial de consumidores y, por io tanto, el surgimiento de nuevos centros y corredores comerciales -como ocurri en el norte y occidente de Nueva Espaa a finales del siglo XVIII- hicieron posible la ampliacin de los vncu- los socioeconmicos en la Nueva Espaa durante esa poca. Desde luego que ello poda significar un crecimiento econmico, sobre todo si consideramos las circunstancias del periodo comprendido entre la primera y segunda dcadas del siglo XIX.

    En cierto modo, estos aos de crisis para el comercio hispanoamericano y los cambios en los hbitos de consumo ampliaron las posibilidades de expansin de la produccin interna. Los sectores productivos volcados al mercado interno debieron readecuar las estrategias tanto en el proceso de produccin como en el de distribucin. Una nueva racionalidad econmica debi imponerse, sobre todo cuando las circunstancias y las decisiones que la Coro- na espafmla adopt en materia de poltica exterior y comercial trastocaron de nueva cuenta no slo el ritmo, sino las posibilidades reales de crecimiento de las diversas economas regionales, especialmente de aquellas que contaban como principal mercado para sus productos a las ciudades y los reales de minas ubicados en el centro de la Nueva Espaiia.

    La coyuntura del trfico martimo registrada en el segundo lustro del siglo XIX orill nuevamente a la Corona espaola a abrir el mercado iberoamericano

  • Coyuniura del irjco martimo: siglo XVIII 141

    tanto a particulares como a diversas firmas de casas comerciales controladas por extranjeros, slo que en esta ocasin las concesiones fueron ms ventajo- sas para estos ltimos.

    La creciente presin econmica ejercida por las principales potencias europeas y, por lo tanto, la economa de guerra desatada en esa poca para tener acceso a los mercados coloniales permiti advertir los lmites de la economa y del proyecto de modernizacin del imperio espaol impulsado por los Borbones; por otro lado, tal circunstancia influ- y en los ritmos de crecimiento y en la racionalidad econmica impuesta en diversos sectores producti- vos, lo que sin duda marc o acentu las diferencias sociales, econmicas y regionales.

    El proceso de modernizacin de la economa y de la sociedad mexicanas de finales de la Colonia resul- t ser una empresa difcil de realizar y, sobre todo, implic un alto costo social y econmico por diver- sas razones. En primer trmino debemos advertir su carcter limitado porque fue impulsado y estuvo sujeto a las necesidades e intereses econmicos de la metrpoli; de ah que privilegiara a la produccin minera y al comercio volcado hacia el exterior. La racionalidad econmica impulsada por la Corona espaola y la asumida por los empresarios colonia- les acentuaron los desequilibrios sociales y econ- micos en la Nueva Espaa. En segundo trmino, a la diferente lgica y dinmica de los sectores pro- ductivos y economas regionales tambin hay que agregar la incertidumbre ocasionada por la coyuntu- ra mundial y las medidas que en tales circunstancias adopt el gobierno espaol; los bloqueos martimos al comercio hispanoamericano impuestos por Ingla-

    terra obligaron a la monarqua a recurrir al comer- cio extranjero (la prctica del comercio neutral). De esa manera se procur mantener abastecidos los mercados coloniales. Si bien es cierto que la coyun- tura martima favoreci temporalmente a la produc- cin interna, sobre todo de textiles, a la larga con- tribuy a la contraccin de esta rama, particular- mente de la produccin obrajera. Sin embargo, la fuina de la produccin textil pudo ser contenida por un hecho: la reduccin de la capacidad econmica del grueso de la poblacin , esto es, el cambio en el patrn de consumo. Las condiciones socioeconmi- cas obligaron a adoptar una nueva estrategia como fue el recurrir al trabajo domstico que, en mayor o menor medida, dependi del capital mercantil, tal como ocurri con la produccin textil. Dicha racio- nalidad econmica hizo posible que sta rama pro- ductiva pudiera subsistir, ya que el comercio de importacin difcilmente poda satisfacer la deman- da del mercado.39

    Finalmente debemos sealar lo siguiente: si bien es cierto que en los confines de los siglos xviii y XIX el mercado interno se complementaba con los pro- ductos de importacin, las condiciones econmicas imperantes en el mbito mundial en esa poca mar- caron la pauta en que la economa y el mercado mexicanos habran de insertarse en el nuevo orden internacional: servir como centro abastecedor de metales preciosos y de materias primas y como mercado de consumo para la produccin europea. 40

  • I41 Armundo Alvarudo

    Nori\b

    I I ~ c a s Alamn, Historia de Mxico desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el ao de 1608 hasra la poca presente, tomo I , Mxico, Instituto Cultural HeknicoIFCK 1985, pp. 86-1 14, 141- 142: Eduardu A r c h Farias, Reformas econmicas del .v;,qlo XVIIJ en Nueva Espaa. Mxico, Secretaria de 1;ducacin Pblica. Col. Sepsetentas ( I 17 y l18), 1975, vol. I, pp. 124-154: vol. 11. pp. 182-209: DavidA. Brading, Minineros y comerciantes en el Mxico borbnico (I 763- 1810). Mexico, Fondo de Cultura Econmica 1975: Enri- que Floriscano e Isabel (31, La poca de las reformas horhhnicas y el crecimiento econ6mico. 1750-1808, en Danicl Cosio Villegas (coord.), ffirsioria general de Mi- xico. vol. l. Mxico, El Colegio de Mxico, 1976, pp. 503-578. Javier Ortiz de la Tabla, Comercio exlerior de Veracruz, l7X-lSZl. Crisis de depenencia. Sevilla. Escuela de Estudios Hispano-Americanos de Sevilla, 1978: Claude Morin. Michoocn en la Nueva Espaa del siglo XVIll. (recimiento y desigualdad en una economa colonial. Mi.xico. Fondo de Cultura Econ6mica, 1979: Alberto Ca- rabirin Region y mercado colonial: las coyunturas de los ohra.jes pohlanos entre los siglos XVI y XVIII. en ffistorias 13. 1986. Mxico. Direccin de Estudios Histricos, INAH. pp. 41-49: .luan Carlos Garavaglia y luan Carlos Grosso, W e Veracruz a Durango: un anlisis regional de la Nueva I:spaa horMnica, en Siglo XlX% ao 11, nm. 4. 1987: avid A. Brading, Haciendas y ranchos del Bajo Len, 1700-1800, Mxico, Editorial Grijalbo, 1988, pp. 57-71, 173-200; Manuel Mio Grijalva, Estructura econmica y crecimiento: la historiografia econmica colonial mexica- inn. en Hisloria Mexicana, vol. 42 (2). 1992. Mxico, El Colegio de Mtxico, pp. 221-260.

    Archivo General de IaNacin (cn adelante AGNj. Adminis- iriicii>n kneral dc Alcabalas.

  • Coyuntura del trfico mariimo: siglo xvm 143

    I Fabin de Fonseca y Carlos de Urrutia, Historia general, vol. 2, pp. 42-49; Robert Sidney Smith, Sale taxes in New Spain, 1575- I770, en Hispanic American Historical Review, 28 (I ) , 1948, Duke University Press, pp. 18 y ss.; Juan Carlos Garavaglia y Juan Carlos Grosso, La diferen- ciacin econmica regional en la Nueva Espaa de finales del periodo colonial, Mxico, indito, 1984, p. 8.

    12 lnsumos tales como mai l ganado en pie, aperos, utensilios y herramientas. Cfr. FabindeFonsecay Carlosde Urrutia, Historia general, vol. 2, pp. 61-63, 72; Joaqun Maniau, Compendio de la Historia de la Real Hacien& de Nueva Espaa, Mxico, Secretaria de Industria y Comercio, 1914, p. 19; Manuel Dublin y Jos Marla Lozano, Legis- lacin o coleccin completa de las disposiciones legis- lativas expedidas des& la independencia de la Repbli- ca, Mexico, Imprenta de Comercio a cargo de Dubln y Lozano, hijos, 1876, vol. 1, pp. 71 yss.; DavidA. Brading, Mineros v comerciantes. o. 199.

    l6 Javier Ortiz de la Tabla, Comercio exterior de Veracruz,

    l7 Del valor total de las expataciones, 21 millones de reales de velln fueron embarcados en 43 navios que partieron directa- mente de Mhpa; el resto se hizo en barcos que zarparon de Barcelona pero que hicieron escala en MUa@ Cfi. Javier Ortiz de la Tabla, Comercio exterior. pp. 52-54. Ibidem. pp. 54-55.

    l9 Ibidem, pp. 48-51; Antonio Garcia Baquero, Comercio colonial y guerras revolucionarias. La decadencia eco- nmica de C&du a rau de la emancipacin americana, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos de Sevi- lla, 1972, pp. 59-61.

    2o Javier Ortizde IaTabla, Comercioexterior, pp, 45, 47-51; Antonio Garcia aquero, Comercio colonial y guerras revolucionarias, pp. 59-60.

    pp. 45, 51-52.

    21 Javier Ortiz de la Tabla, Comercio exterior, pp. 31-33. 22 Eduardo Arcila Faras, Reformas econmicas, vol. I, pp.

    l 3 Fabin d Fonseca y Caiios de Urrutia, Historia gene- 124- 139. ral, vol, 2, pp, 12-15; compendio, pp, 23 John Tutino, Guerra, comercio colonial y textiles mexi- 18 y ss.; Jess Silva Herzog, Documentos relativos al canos: El Bajo, 1585-1810, en Historias 11, 1985, M- arrendamiento del impuesto o renta de alcabalas de xico, Direccin de Estudios Histricos, INAH, pp. 35-45;

    Alberto Carabarln Regin y mercado colonial: las coyun- la ciudad de Mxico y distritos circundantes, Mxico, turas de los obrajes poblanos entre los siglos XVI y XVN, Secretarla de Hacienda y Crdito Pblico, 1945, vol. IV,

    p. IV; Rodolfo Pastor, La alcabala cama fuente para la en Historias, 13, 1986, Mxico, Direccin de Estudios Histricos, INAH, pp. 41-49. historia econmica y social de la Nueva Espaa, en

    24 Enrique Florescano y FernandoCastillo (comps.), Connc- Historia Mexicana, vol. 27 ( I ) , 1977, Mxico, El versia sobre la libertad de comercio en Nueva Espaa, Colegio de Mxico, pp. 2-5; Claude Morin, Michoacn,

    110 1776-1818, Mxico , Instituto Mexicano de Comercio Ex- p. x - 7 .

    4 Juan Carlos Garavaglia y luan Carlos Grosso, La diferen- ciacin, pp. 6 y ss.

    I s AON, Archivo Histrico de Hacienda Alcabalas, noticia de su establecimiento en Nueva Espaa con otras im- frucciones exclusivas. leeaio 117: Fabin de Fonseca v

    terior, 1975, tomo 11, p. 14. 25 Cfr Francisco Morales Padrn, lntroduccin, en Ama-

    rio de Estudios Americanos, vol XXV, 1968, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, p. 6. ; Valentin Vzquez de Prada, Las ruta comerciales entre . I.

    Carlos de Urrutia, Historio general, vol. 2, pp. 5 y ss.; Manuel Dublhn y los6 Marla Lozano, Legislacin mexi- cana o coleccin completa de las disposiciones legisla- tivas expedidas desde la independencia de la Repblica, vol. I , Mxico, Imprenta del Comercio a cargo de Dubln y Lozano, hijos, 1876, p. 71 y ss.

    Espaa y Amrica en el siglo XVIIT, Anuario de Estudios Americanos, vol. XXV, 1968, pp, 203, 239-240.

    2b Valentin Vzquez Prada, Las rutas comerciales, loc. cit., pp. 227-237.

    27 Geoffrey Walker, Politico espaola y comercio colonial, I70GI789, Barcelona, Editorial Ariel, 1979, pp. 24-25, 142.

  • 144 Armando Alvurudo

    ?* Alejandro de Hwnboldl, Ensayo poltico sobre el reino de la ,Vuevo Espaa, Mxico, Editorial Porra (Coi. Sepan Cuantos nm. 39). 1966, p. 508; Claude Morin, Michou- chin, pp. 194 y ss. Pierre Vilar, Crecimiento y desarrollo. Economiu E historia. Reflexiones sobre el caso espaol, Barcelona, Editorial Ariel, 1976, pp. 168-171. Con relacin a las transformaciones que tuvieron lugar en Catalriia y los efectos negativos de las guerras vase Antonio Molinar Prada, El impacto de la guerra de independencia en la economa catalana, en Siglo XIX3 ao 11, nm. 4, 1987, Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad Autnoma de Nuevo Len, pp. 184-187.

    30 Jose I. Rubio Ma, Movimiento maritimo entre VeracruL y Campeche, en Bdefn del Archivo General de lo ,Nocin. vols. 24 (4) y 25 ( I y 2), 1954, Mxico, Archivo General de la Nacin; Guadalupe Jimnez Codinach, La Gran Bretaa y la independencia de h4dxic0, 180-182I, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1991, pp. IYI-216.

    31 Segn el memorial del Consulado de La Habana de julio 28 de 1798. AGN, Archivo Histrico de Hacienda, Consulado de Mxico, Buques Havaneros.

    32 Ibidem: Jos I. Rubio Ma, Movimiento martimo, loc cif ; Javier Ortiz de la Tabla, Comercio exteriar, pp. 123-131.

    Ai Mxico, Secretaria de Hacienda y Crdito Pblico, Uirec-

    cin de Estudios Financieros, Comercio extranjero por e / puerto de San BIas en los onr 1812 a 1817, Mxico. Archivo Histrico de Hacienda Coleccin de documentos publicados bajo la direccidn de Jess Silva Herzog, vol. 11. 1944, pp. 1-8, 71-96.

    34 Nos referimos especificamente a los gneros de la lierra y a los efectos del Viento.

    35 Comprenden los gneros de Europa y Castilla, y los de China y U/trammiMs (de Asia e HispanoamLrica).

    36 Enrique Florescano y Fernando Castillo (wmps.), Conlro- versia, tomo 11, pp. 11-58: 235-237.

    37 Eduardo Arcila Farias, Reformas econdmicas, vol. I , pp. 144-149; John Tutino, Guerra comercio colonial y texti- les mexicanos, lac cit., pp. 35-45; Alberto Carabarn, Regin y mercado colonial, lac cit.. pp. 41-49.

    38 Claude Morin, Michoacn, pp. 121-126; John Tutino, Guerra, comercio colonial y textiles mexicanos, loc.

    39 Vase Jorge Gonziez Angulo y Roberto Sandoval Zarauz Los trabajadores industriales de Nueva Es@% 1750- 1810, en La clase obrera en la hisforia de Mxico: de la Colonia ai imperio, vol. I , Mxico, Siglo XXI/IIS- UNAM, 1980, pp. 173-238.

    40 Juan Carlos Garavaglia, Mercado inferno y economa

    Cil., pp. 35-45.

    colonial, Mxco, Editorial Grijalbo, 1983, p. 19.