La controversia de las investiduras

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La controversia de las Investiduras INVESTITURSTREIT

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El terminus technicus para el gran conflicto entre los papas y los reyes alemanes Enrique IV y Enrique V, durante el período 1075-1122. La prohibición de la investidura era solamente la ocasión, pero lo que de verdad se ventilaba, al menos en los momentos más álgidos del conflicto, era cual de los dos poderes, el papal o el imperial iba a dominar en la cristiandad.

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El poderoso y ardiente Gregorio VII buscaba con todas sus fuerzas realizar el Reino de Dios en la tierra bajo la guía papal. Como sucesor de los Apóstoles de Cristo reclamó la suprema autoridad tanto en los asuntos espirituales como seculares.

 Reclamó para el papado la supremacía sobre el emperador, reyes y príncipes.

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Enrique III , padre del joven rey, había sometido completamente al papado, situación a la que Gregorio quería dar la vuelta aplastando el poder imperial y poniendo en su lugar al papado. La larga y encarnizada lucha fue inevitable.

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En el sínodo romano de la cuaresma de 1075 Gregorio “le retiró al rey el derecho de disponer de los obispados en el futuro y retiró a todos los laicos la investidura de las iglesias”, para asegurarse la necesaria influencia en el nombramiento de obispos, para evitar las pretensiones laicas de administración de propiedades de la iglesia y quebrar la oposición del clero.

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Investidura significaba entonces que al morir un obispo o un abad, el rey estaba acostumbrado a elegir al sucesor y a concederle el anillo y báculos con estas palabras: Accipe ecclesiam (recibe esta iglesia). Enrique III solía considerar la validez eclesiástica del candidato;

Enrique IV , por otra parte, declaró en 1073: “Hemos vendido las iglesias”. Desde Otón el Grande (936-72) los obispos habían sido príncipes del imperio, se habían asegurado muchos privilegios y se habían convertido en señores feudales de grandes dominios del territorio imperial.

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El control de estas grandes unidades de poder económico y militar era para el rey una cuestión de importancia capital porque afectaba a los fundamentos y hasta a la misma existencia de la autoridad imperial y en esos tiempos aun no se distinguía bien la concesión del oficio de obispo y la concesión de las cosas temporales.

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Enrique continuó nombrando obispos en Alemania e Italia, ignorando la prohibición de Gregorio, y también el intento de éste para mitigarla. A finales de diciembre de 1075 Gregorio le dio un ultimátum: se requería al rey que observara el decreto papal, basado en las leyes y enseñanzas de los Padres; de lo contrario en el próximo Sínodo cuaresmal sería no sólo “excomulgado hasta dar la satisfacción apropiada, sino también privado de su reino sin esperanza de recuperarlo”.

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Si el papa había expresado sus pensamientos de una forma excesivamente libre, el rey se manifestó su enfado aún más airadamente.

En la Dieta de Worms ( enero 1706) Gregorio fue depuesto por 26 obispos, tras calumniarle atrozmente, basándose en que su elección había sido irregular y por consiguiente nunca había sido papa. Así pues, Enrique dirigió una carta a “ Hildebrando, que ya no es papa sino un falso monje”: “ Yo, Enrique, rey por la gracia de Dios, con todos mis obispos, te digo a ti:” Desciende, desciende, tú siempre maldito”.

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En el siguiente sínodo cuaresmal en Roma (1076) Gregorio juzgó a Enrique y en una oración a Pedro, príncipe de los Apóstoles, declaró :” Yo le depongo del gobierno de todo el reino de Alemania e Italia, libero a todos los cristianos de su juramento de fidelidad, y prohíbo que sea obedecido como rey...y le ato con los grilletes del anatema”. 

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Sus enemigos domésticos, los Sajones y los príncipes laicos del imperio, aceptaron la causa del papa mientras que sus obispos se separaban de en sus alianza y su gente le abandonaba. En esa época se era aún profundamente consciente de que no podía haber iglesia cristiana sin comunión con Roma. Los que apoyaban al rey iban disminuyendo.

En octubre una dieta de los príncipes en Tribur obligó a Enrique a pedir perdón humildemente al papa, a prometer obediencia y reparación en el futuro y abandonar el gobierno puesto que estaba excomulgado. Además decretaron que si en un año y un día no se quitaba la excomunión, Enrique perdería su corona.

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Y finalmente resolvieron que el papa debía ser invitado a visitar Alemania en primavera para solucionar los conflictos entre el rey y los príncipes. Regocijado por su triunfo, Gregorio se puso en marcha inmediatamente hacia el norte.

Para asombro general Enrique propuso presentarse ante el papa como penitente para obtener su perdón.

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Cruzó el monte Cenis en pleno invierno y llegó al castillo de Canossa, a donde Gregorio se había retirado al saber que el rey se acercaba. Enrique se quedó tres días a la entrada de la fortaleza, descalzo y vestido de penitente.

Admitido por fin a la presencia papal juró reconocer la mediación y decisión papal en la lucha con los príncipes y fue entonces liberado de la excomunión (enero 1077).

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Los defensores alemanes del papa ignoraron la reconciliación y en marzo de 1077 procedieron a elegir un nuevo rey, Rodolfo de Rheinfelden. Esta fue la señal para la guerra civil, durante la cual Gregorio intentó actuar como árbitro entre los reyes rivales y como jefe supremo que concede la coronación.

Enrique demandó que el papa excomulgase a su rival porque de lo contrario pondría un antipapa. Gregorio respondió excomulgando y deponiendo a Enrique por segunda vez, en el Sínodo cuaresmal de 1080

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El efecto de esta segunda excomunión no tuvo el mismo resultado. Durante los años precedentes el rey había reunido un fuerte partido y los obispos preferían depender del rey más que del papa; más aun, se creía que la segunda excomunión no estaba justificada.

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Así cuando en octubre de 1080 su rival al trono murió en una batalla Enrique volvió sus pensamientos a la capital papal. Asaltó Roma cuatro veces de1081 a 1084. En 1083 capturó la “ ciudad leonina” y en 1084 tras un intento fallido de llagar a un compromiso, tomó toda la ciudad. Un Sínodo celebrado en marzo de 1084 confirmó la deposición de Gregorio y la elección de Guibert que ahora se llamó Clemente III. Enrique fue coronado emperador por este antipapa.

Gregorio perdió la confianza de los Romanos y se vio obligado a retirarse hacia el sur con sus aliados normandos. Había sufrido una derrota completa y murió en Salerno ( 25 de mayo 1085).

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En 1081 fue elegido un nuevo rival a la corona, el insignificante conde Herman de Salm, que murió en 1088. La mayoría de los obispos se mantuvieron con el rey y fueron excomulgados; el partido de Gregorio sólo dominaba en Sajonia.

Muchas diócesis tenían dos ocupantes. Ambos partidos llamaban a sus oponentes perjuros y traidores y ambas partes utilizaron todas las armas que pudieron.

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 En 1086, Victor III, que era de carácter más suave, sucedió a Gregorio. No tenía deseos de competir por la suprema autoridad y volvió a la postura de que toda la contienda era una cuestión de administración eclesiástica. 

Murió en 1087 y la lucha entró en un nuevo período con Ubano II(1088-99). Compartía totalmente las ideas de Gregorio, pero se esforzó en reconciliarse con el rey y su partido y facilitar su vuelta al los puntos de vista del partido eclesiástico.

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El nuevo movimiento de las cruzadas arrastró a muchos en ayuda del papa. En 1094 y 1095 Urbano renovó la excomunión a Enrique y a Guibert y sus seguidores.

 A Urbano le sucedió Pascual II (1099-1118), quien exigió la renuncia al derecho de investidura que Enrique aún reclamaba obstinadamente. En 1102 Pascual renovó el anatema contra el emperador.

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Muere Enrique IV en 1106 y es sucedido por Enrique V, un verdadero heredero de la política de su padre. Frío, calculador y ambicioso, el nuevo monarca no tenía intención de retirar las pretensiones reales en este asunto. 

Como Enrique había puesto su corazón en la coronación imperial, esta decisión precipitó la lucha final. En 1111 el rey marchó sobre Roma con un gran ejército. Deseando evitar otro conflicto, Pascual intentó una solución radical de este asunto: el clero alemán, decidió, debía devolver al emperador todos los territorios y privilegios y mantenerse con diezmos y limosnas; bajo estas circunstancias la monarquía que estaba solamente interesada en el señorío de esos dominios podría fácilmente dejar de investir a los clérigos.

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Cuando el rey renunció a sus exigencias sobre la investidura, el papa promulgó , el doce de febrero en S. Pedro, la devolución a la Corona de todas las bienes temporales y se levantó tal tormenta de oposición entre los príncipes alemanes que hubo de reconocer la inutilidad de su intento de solución.

El rey entonces reclamó que se reinstaurara el derecho de investidura y que se le coronara como emperador; al negarse el papa, lo secuestró a traición junto con trece cardenales y se lo llevó fuera de la enfurecida ciudad. Para recuperar su libertad Pascual fue obligado a ceder a las demandas de Enrique, tras dos meses de prisión. Concedió al rey una investidura incondicional como privilegio imperial, le coronó como emperador, y prometió bajo juramento no excomulgarle por lo que había sucedido.

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Los miembros mas ardientes del partido gregoriano rechazaron al papa “hereje” y le obligaron a retractarse paso por paso de la posición a la que había sido forzado. El Sínodo Laterano de 1112 renovó los decretos de Gregorio y Urbano contra la investidura. Pascual no quería retirar su promesa directamente, pero el concilio de Viena declaró que el privilegium imperial ( privilegio y ley privada por derivación) era un pravilegiun (ley viciada) y por consiguiente nula y además excomulgó al emperador.

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Tras la muerte de Pascual (1118) ni siquiera su tolerante sucesor Gelasio II (1118-19)pudo evitar que las cosas se complicaran más.

En 1119 Guido de Viena, Calisto II(1119-24), sucedió a Gelasio. Ya había excomulgado al emperador en 1112, por lo que la reconciliación parecía mas lejana que nunca. Pero Calixto consideraba que la paz de la iglesia era de suma importancia y cuando el emperador, que había mejorado sus relaciones con los príncipes germanos, mostró deseos de paz, comenzaron las negociaciones.

Se arregló la paz entre los legados del papa, el emperador y los príncipes el 23 de septiembre de 1122. Esta paz es conocida generalmente como Concordato de Worms o "Pactum Calixtinum".

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En el documento de la paz Enrique cede “a Dios y sus santos Apóstoles Pedro y Pablo y a la Santa Iglesia Católica todas la investiduras con anillo y báculo, y permite en todas la iglesias de su reino e imperio, elecciones eclesiásticas y consagración libre”. Por otra parte, el papa concede “a su amado hijo Enrique, por la gracia de Dios emperador romano, que la elección de obispos y abades en el imperio germano mientras pertenezcan al reino de Alemania, tendrán lugar en su presencia, sin simonía o empleo de fuerza. Si surgiera alguna discordia entre las partes, el emperador, después de oír el veredicto de los metropolitanos y otros obispos de la provincia dará su aprobación y apoyo a la parte mejor. El candidato elegido recibirá de él las regalías (regalia) con el cetro, y desempeñará todas la obligaciones debidas por tal recepción.