La construcción de la historieta como objeto de estudio en la Argentina: comunicación, lenguaje y...

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    La construccin de la historieta como objeto de estudio en la

    Argentina: comunicacin, lenguaje y poltica. 1960-1980

    Laura Vazquez

    Palabras clave: Historieta Intelectuales Comunicacin Historia

    Resumen: El objetivo es dar cuenta de los debates que en la Argentina

    tuvieron a la historieta como objeto de estudio. En este cruce de corrientes

    y disposiciones (que ms de una vez funcionaron de maneracontradictoria) tienen lugar algunas prcticas que desdibujaron las

    fronteras entre arte, poltica y cultura de masas. Las ideas se plasmaron

    en acciones que exhibieron una pujante auto reflexin respecto del

    espacio que los medios de comunicacin ocupaban (o deban ocupar) y,

    tambin, una crtica respecto de cul era la direccin ideolgica dominante

    que adquiran. La narrativa dibujada, en la encrucijada entre la tcnica de

    reproduccin masiva que supone su edicin y el lenguaje artstico o

    artesanal que conforma su elaboracin, ocup un lugar central en dichadiscusin.

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    1.- La conformacin de un campo

    En Argentina, a mediados de la dcada del sesenta y en medio del

    entusiasmo desarrollista, el impacto de la industria cultural es procesado por el

    campo artstico e intelectual de distintas maneras. En este contexto, la

    legitimacin y reivindicacin de los llamados gneros menores es alentada

    desde espacios de experimentacin artstica y desde algunas zonas de

    formacin intelectual. El inters que suscita el medio para poner bajo sospecha

    las jerarquas culturales, encuentra su mayor fuerza de expresin: as tiene

    lugar la incorporacin de la historieta como agenda de intervencin terica.

    Como veremos, la historia de construccin del objeto se entreteje con la

    propia historia de la historieta de tal forma que buscar reconstruir

    simultneamente ambos procesos para analizar ms ampliamente la

    conformacin del campo. Cabe subrayar que la historia terica del medio

    evidencia fraccionamientos en diferentes contextos que de ninguna manera

    pueden concebirse en forma lineal o progresiva, de all que el trabajo siga

    parcialmente un recorrido cronolgico. En efecto, las corrientes y tendencias de

    anlisis de la historieta no avanzan en direccin unvoca y ascendente. Lejos

    de ello, manifiestan contradicciones, acuerdos y discrepancias. Estos enfoques

    pueden delinearse, a grandes rasgos, en tres corrientes de investigacin que

    tuvieron lugar desde la segunda mitad de los sesenta.

    Una de las corrientes que podemos delimitar parte del anlisis ensaystico

    y la crtica literaria, con tcnicas como la recoleccin de datos historiogrficos e

    informativos, caracterstica del llamado periodismo cultural. En otra lnea, se

    observan los estudios inscriptos en una ciencia de los signos procedentes de

    la semiologa y el anlisis del discurso centrados en la investigacin sobre los

    medios masivos y la cultura. Por ltimo, los trabajos de crtica ideolgica

    recurren a categoras tomados de la corriente frankfurtiana, del estructuralismo

    y la semiologa (en articulacin con el marxismo) para denunciar el objeto

    historieta como forma de manipulacin y dominacin cultural.

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    Adems de volver ms complejo el campo comunicacional y ampliar las

    fronteras analticas, en cada una de estas corrientes de investigacin pueden

    reconocerse contribuciones tericas a los interrogantes sobre la cultura popular

    y masiva, los procesos de produccin de sentido, la interaccin texto-sujeto y

    la problemtica de lo local frente a lo global. Asimismo, la incorporacin de la

    historieta como objeto pone en escena la tensin entre la teora del arte y la

    crtica sociocultural al mismo tiempo que actualiza el campo de los llamados

    estudios visuales al problematizar su dimensin esttica.1

    En la primera lnea de estudios, se advierten los trabajos precursores de

    Jorge Rivera y Eduardo Romano editados en distintas colecciones del Centro

    Editor de Amrica Latina y en la revista Crisis. En el mismo sentido, y desde

    una perspectiva ms ligada a la nota de divulgacin se destacan lasinvestigaciones de Alberto Brcoli, Guillermo Saccomanno y Carlos Trillo.2Con

    sus variantes, los artculos permiten leer un cruce disciplinar y de reas de

    conocimiento ligado a las indagaciones sobre la cultura popular y la produccin

    de masas. La colocacin de estos discursos y exploraciones es extra-

    acadmica; la posicin puede rastrearse tanto en las formas de circulacin

    masiva de los textos como en los objetos que se eligen para el anlisis.

    Ms especficamente, en la coleccin Captulo Mundial se incluy un

    nmero especial sobre Literaturas Marginalescon un ensayo de Jorge Rivera yEduardo Romano sobre la historieta y la fotonovela De la historieta a la

    fotonovela (1972).3 Tambin en el mismo ao, otra coleccin del CEAL, La

    Historia Popular, inclua el trabajo de Carlos Trillo y Alberto Brcoli: Las

    historietas (CEAL, N 77, 1972). Por su parte, y paralelamente, la revista

    Transformacionesse dedicaba al tema con un anlisis de Oscar Steimberg: La

    historieta. Poderes y limites (CEAL, N 41, 1972).4 Ms adelante, el Centro

    1 Para una perspectiva sobre el debate acerca de los estudios visuales puedeconsultarse: Richard, 2007.2En la misma lnea de anlisis pero escrito en una etapa posterior, cabe citar: VzquezLucio, 1987.3 La edicin cont con la supervisin de Jaime Rest y la coordinacin de LuisGregorich y constituye un ensayo pionero en el anlisis de la fotonovela en vinculacincon la historieta en tanto montaje de imgenes.4Un ao antes, Oscar Steimberg haba publicado en Los Librosun trabajo sobre elmedio: El lugar de la historieta, Los Libros, N 17, Buenos Aires, 1971.

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    Editor (continuando con su poltica cultural y editorial) publica otro trabajo de

    Jorge Rivera sobre el tema en Captulo: Las literaturas marginales: 1900-1970

    (CEAL, N 109, 1981).

    En relacin a la perspectiva analtica que venimos describiendo, la revista

    Crisis publica varios artculos referidos a la historieta, entre los que podemos

    citar los de Jorge Rivera: La morgue est de fiestaliteratura policial en

    Argentina (escrito en colaboracin con Jorge Lafforgue) (enero de 1976);

    Historia del Humor Grfico Argentino (febrero de 1976) y Los juegos de un

    tmido: Borges en el suplemento de Crtica (mayo-junio de 1976). Finalmente,

    cabe destacarse el artculo de Oscar Steimberg: La cultura de la transposicin

    (septiembre de 1986).5 Siguiendo esta lnea de anlisis y a lo largo de la

    dcada del setenta y ochenta, merecen citarse los ensayos de Juan Sasturainpublicados en distintos diarios (La Opinin, Clarn), publicaciones

    especializadas (Crisis, Feriado Nacional, Super Humor, Humor, Fierro) y

    catlogos-libro de exposiciones en los que la pregunta por la identidad nacional

    y por la alta y la baja cultura se vuelve un tpico permanente. 6

    Esta vertiente de reconocimiento de la historieta nacional da lugar a la

    visibilidad institucional del medio. Fundamentalmente ello se logra a travs de

    las Bienales dedicadas al humor grfico y la historieta que se realizaron

    regularmente en la ciudad de Crdoba en el mbito del Museo Nacional deBellas Artes (1972, 1974, 1976, 1979). En este espacio, tuvo lugar un

    acercamiento productivo entre los autores y los crticos del medio.

    Precisamente, se trata de un proceso de mutua interpelacin entre el circuito

    profesional, el del coleccionismo y el crtico especializado que dar lugar a

    proyectos y publicaciones diversas situadas a medio camino entre la

    divulgacin y la teora, la crtica y el mercado.

    5Aunque perifricos, tambin enCrisishe podido relevar los siguientes artculos sobreel tema: Acosta, Ral: Inodoro Pereyra: una historia argentina, mayo de 1974 y ZitoLema, Vicente: Breccia y su visin de los mitos de Lovecraft, marzo de 1976.6Varios de estos escritos realizados desde fines de los setenta a la segunda mitad delos ochenta, marcados por su carcter coyuntural y efmero, fueron recopilados mstarde en: El domicilio de la aventura (1995). Ver tambin del mismo autor, su trabajoms reciente basado en entrevistas y ensayos realizados durante la dcada delsetenta y ochenta: Buscados vivos (2004).

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    En esta corriente de anlisis pueden rastrearse regularidades no slo en

    cuanto al objeto de estudio elegido sino tambin, y fundamentalmente, en la

    posicin terica (e intelectual) desde donde el medio se analiza. En la lnea de

    investigacin reseada hay un modo de pensar lo popular y de concebir la

    industria cultural nacional que entronca directamente con la discursividad

    peronista de la poca. Se trata de la eleccin deliberada de textualidades no

    centrales, perifricas al campo legtimo de la institucin literaria, contaminadas

    por el periodismo de masas, la insistencia editorial y la compulsin por la

    publicacin peridica. (Alabarces, 2006: 28)

    En donde se puede rastrear significativamente esta posicin es en el texto

    de Eduardo Romano Apuntes sobre cultura popular y peronismo (1973) y en

    la respuesta de Anbal Ford a una encuesta producida por Jorge Lafforgue en1972 para la revista Latinoamericanasobre el papel de la crtica literaria en el

    contexto poltico de los primeros setentas. El artculo fue reeditado como

    Cultura dominante y cultural popular en Medios de comunicacin y cultura

    popular (1985). En ambos trabajos la cultura nacional y popular es clave en la

    lucha poltica contra el imperialismo y la oligarqua.

    Por otro lado, la matriz terica articula la cuestin de lo popular con la

    problemtica de la cultura de masas, dndole especial importancia al rol de los

    intelectuales mediadores (Romano, 1973) como productores de una supuestaindustria cultural nacional. Ahora bien, aunque los primeros trabajos den

    cuenta de un abordaje intelectual por fuera de los circuitos institucionales

    formales (universidad, fundaciones) la historieta tambin tuvo su repercusin

    en el contexto acadmico.

    Junto a otras literaturas marginales se torna un objeto susceptible de

    anlisis para la currcula universitaria. En el marco de la primavera

    camporista, Eduardo Romano asume como Director Provisorio de la Carrera

    de Letras de la UBA, hasta que Paco Urondo tome su lugar. Es en estecontexto de los primeros aos setenta cuando la historieta como prctica

    cultural y produccin esttica fue incluida en el Programa de la ctedra de

    Literatura Argentina Proyectos polticos culturales (1973) dictado en la

    Facultad de Filosofa y Letras (UBA), a cargo de Eduardo Romano y Jorge

    Rivera. Algunas referencias tericas que auspiciaron la entrada del cmic a la

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    academia fueron los trabajos de Umberto Eco, Apocalpticos e Integrados

    (1965) y las investigaciones de literaturas dibujadas de la Socerlid (1964).

    Obviamente, que la repercusin que haba tenido la Bienal de la Historieta

    en el Di Tella (1968) juega tambin un rol importante en su institucionalizacin.7

    Recuerda Juan Sasturain sobre la experiencia citada:

    Lo que hacamos Rivera y yo, por ejemplo, era rescatar la historietajunto a otros consumos de la cultura popular. Nuestro objetivo eraampliar el objeto de estudio. Decirles a los alumnos que la literaturano es slo el canon, hay otras narrativas. La poesa del veinte no esslo Boedo y Florida porque tambin est Celedonio Flores. Lahistorieta es un gnero marginal en el que tambin hay obrasmaestras. Grandes basuras tambin, igual que en la literatura o enel arte. Pobres pibes, para estudiar estructuras narrativas, les daba

    para analizar La Balada del Mar Salado. La idea era ampliar elespectro. Era otra manera de dar clases y otras inquietudes.8

    Es en este sentido, que la historieta se recorta como objeto sobre un fondo

    de intereses ms amplio: el periodismo, el tango, los guiones de cine, el relato

    policial, el humor grfico, el folletn, la cancin popular, la gauchesca, las

    biografas de figuras populares, los libretos radiales, las literaturas de quiosco.

    De all que podamos sostener que la teora de la historieta surgi como una

    preocupacin particular en el incipiente campo de los estudios culturales en

    clave peronista y populista. (Alabarces, 2006: 35)

    Ms adelante, cabe resaltar el trabajo que realizan Carlos Trillo y

    Guillermo Sacomanno. A partir del nmero quince de Skorpio, los autores

    dirigen la seccin "El Club de la Historieta" (diciembre, 1975), dedicado a la

    crtica del medio.9 Este espacio pionero en el mercado de revistas de

    historietas populares brind a los lectores un lugar para la reflexin y el anlisis

    de obras y profesionales. Tambin cabe destacarse de los mismos autores, la

    7 De hecho, entre otras actividades acadmicas programadas por el Instituto deLiteratura Argentina, en diciembre de 1973 se realiza una amplia y documentadamuestra de la historieta nacional, armada en colaboracin de la Asociacin Argentinade Dibujantes y el Fondo Nacional de las Artes.8Entrevista a Juan Sasturain realizada por la autora en octubre de 2002.9Editado por la misma editorial que publicaba Skorpio,varios de estos ensayos fueroncompilados aos ms tarde en un libro clave en el campo: Historia de la historietaargentina, 1980.

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    seccin La historia de la historieta publicada en la revista Tit-Bits, de la misma

    editorial.El hecho de que estos ensayos hayan sido publicados originalmente

    en revistas de historietas permite advertir ciertos rasgos de intertextualidad, de

    prstamos y cdigos que remiten a un pblico especializado que conoce

    aquello de lo que se est hablando.

    Paralelamente, se desarrolla otra corriente que recoge la impronta de

    Oscar Masotta. Como consecuencia de la realizacin de la Bienal Internacional

    de la Historieta en el Instituto Di Tella (1968), Masotta crea y dirige la revista

    LD (Literatura Dibujada) editada por Summa - Nueva Visin. El primer nmero

    de LDsali a la venta en noviembre del 68, el segundo en diciembre del mismo

    ao y su ltimo nmero en enero del 69. Gran parte de los artculos publicados

    en la revista, fueron compilados un ao ms tarde en: La historieta en el mundomoderno(1970).

    Masotta construye a la historieta como objeto de estudio de inspiracin

    estructuralista y semiolgica. Pero lo hace tras haber reflexionado sobre

    prcticas experimentales y de vanguardia como los happenings y el arte pop.

    De tal forma que su reflexin analtica sobre la historieta aflorara en esa etapa

    como un resultado lgico o por lo menos coherente, de esos intereses:

    La historieta no haba formado parte, en general, de los objetosredescubiertos por las miradas renovadoras sobre la narrativa y losgneros populares proyectadas antes de los sesenta; slo eraprivilegiada por la tematizacin entonces reciente, en la plstica, delpop y el camp, que recontextualizaban en espacios artsticos lasimgenes de la narrativa impresa para grandes pblicos, lapublicidad y el diseo industrial. Era poco, para reconducir a unpblico no especializado al inters por el relato dibujado, queempezaba en cambio, limitadamente, a ser objeto del entusiasmo delectores especializados, coleccionistas y estudiosos de los nuevosfenmenos mediticos. (Steimberg, 2000: 534)

    De la cita se desprende el nuevo gesto de valoracin, practicado por

    algunos, entre los cuales se encuentra el mismo Steimberg: en lugar de ver a la

    historieta como exponente de una industria adaptativa se la comenz a pensar

    como un espacio propicio para el anlisis sociolgico y la reflexin semitica.

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    La historieta deviene objeto de estudio determinado por cruces y juegos

    intertextuales: palabra e imagen, actualidad y ficcin, literatura y pintura.

    Cabe resaltar un anlisis de Oscar Steimberg publicado en el nmero inicial

    de Lenguajes: Isidoro. De cmo una historieta ensea a su gente a pensar.

    (1973) Es central considerar la referencia que realiza Steimberg, a propsito

    del proceso de identificacin que se funda a partir de los personajes. Este

    sealamiento, subraya la capacidad de los historietistas de generar lazos de

    tipificacin entre los lectores y los personajes.10

    Durante la misma dcada, Steimberg produce una serie de textos

    analticos recopilados ms tarde en un libro crucial en la teora del campo:

    Leyendo Historietas. Estilos y sentidos en un arte menor. (1977) Desde el

    entrecomillado de arte menor en el ttulo de su libro, el autor adelanta unaproblematizacin a dicha categora. Como veremos ms adelante, Steimberg

    continua esta tradicin analtica pero atendiendo las transformaciones en el

    mercado y las variaciones estilsticas producidas en una etapa posterior.

    Desde un abordaje semitico y estructural estos anlisis iniciales fueron

    centrales para bucear en las condiciones de produccin, circulacin y recepcin

    de los mensajes. Los estudios tericos iniciarn un camino de crtica cultural

    que acompaar el proceso de ampliacin del espectro de gneros y estilos

    preexistentes. El interrogante sobre las industrias culturales y la dialcticacultura de masas/cultura popular adquiere en este marco un clima de intenso

    debate. En este panorama, la historieta como lenguaje comenzaba a ser un

    campo de estudios novedoso y susceptible de anlisis ms sistemticos.

    A finales de los sesenta, en Amrica Latina, en el incipiente campo de la

    comunicacin y la cultura, ingresa la teora crtica a travs de distintas claves

    de lectura y pensamiento. De manera paradigmtica, las traducciones

    realizadas por Hctor Murena en la Argentina11, el trabajo del venezolano

    10Subraya Steimberg: De hecho, la industria de la historieta a buscado este procesode identificacin en forma deliberada: las caractersticas de `Superman, ideado ylanzado antes de 1940, fueron establecidas con la colaboracin de investigadoressociales que intentaron prever los mecanismos psicolgicos que pondra en juego lalectura de las nuevas aventuras (Steimberg, 1977: 26)11 Murena traduce Ensayos escogidos de Walter Benjamin, Crtica de la razninstrumentalde Max Horkheimer, Dialctica del Iluminismode Theodor Adorno y MaxHorkheimer y Cultura y Sociedadde Herbert Marcuse.

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    Antonio Pasquali (1972) y los ensayos del grupo de investigadores reunidos en

    torno a Comunicacin y Cultura, producen una reflexin sobre la industria

    cultural latinoamericana de significativa repercusin durante la etapa. Podemos

    reconocer, entonces, una tercera vertiente de anlisis sobre la historieta. Este

    enfoque ligado a una concepcin marxista puede caracterizarse por entender a

    la historieta como un exponente de transnacionalizacin de la cultura.

    Recapitulando, lo que tienen en comn estas corrientes de estudios es la

    preocupacin por la historieta como objeto emergente para el anlisis cientfico.

    Cabe advertir, no obstante, que los contrastes entre las distintas perspectivas y

    posiciones son notables. Segn sea el caso, el foco de atencin est puesto en

    la cultura popular, en el lenguaje, en la dominacin, en el mensaje o en las

    condiciones de produccin.Con todo, esta efervescencia analtica pareciera suspenderse al trmino

    de los setenta. Si durante la primera mitad de la dcada, la crtica en el campo

    se caracteriza por el debate y la polmica productiva, el segundo tramo de la

    dcada se distingue por cierta separacin o dispersin analtica en la que

    las corrientes se repliegan hacia sus respectivas disciplinas, tradiciones y

    circuitos. Se trata de un momento en el que la investigacin sobre la historieta

    perdi el impuso del periodo precedente.12 Gradualmente, dejaba de ser un

    objeto cautivador de la mirada intelectual, posiblemente, por el derrotero que elmismo campo de la historieta atraviesa.

    Si bien la dcada del ochenta es una etapa crucial para el debate sobre

    los medios y la cultura en la Argentina, la produccin ensaystica y analtica se

    confina hacia las revistas de historietas y humor grfico (Humor, Puertitas,

    Fierro) en donde prevalece un enfoque de divulgacin y opinin del medio. La

    atencin est puesta en la reivindicacin de la cultura popular y las identidades

    locales, la marginalidad del lenguaje leda en clave de resistencia cultural y

    poltica, la popularidad y alternatividad de la historieta, la revalorizacin de lavida cotidiana o la subjetividad de los consumidores. El circuito de produccin,

    12De manera perifrica y fragmentaria se recortan algunos artculos publicados a partirde la dcada del noventa en revistas como La Maga, El Planeta Urbano, Veintids,Pgina 30el diario Pgina 12y suplementos del diario La Naciny Clarn.No obstanteal tratarse de reseas bibliogrficas, entrevistas, homenajes y necrolgicas carecen dela impronta analtica y terica de los trabajos reseados con anterioridad.

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    circulacin y recepcin de estos textos no debe ser soslayado. Muchos de los

    trabajos recopilados ms tarde en libros, catlogos y antologas conllevan los

    efectos de sentido del periodismo cultural y pueden agruparse en un tipo

    particular de produccin ideolgica.

    En efecto, mientras se publican textos en las zonas del periodismo cultural

    y masivo, la produccin analtica de los referentes del campo (Rivera, Romano,

    Steimberg) se desplaza hacia la publicacin en revistas especializadas,

    antologas temticas y libros de autor. Cabe resaltar los artculos de Eduardo

    Romano (Breve examen de la historieta, Insercin de Juan Mondiola en la

    poca inicial de Rico Tipo) y Jorge Rivera (Para una cronologa de la

    historieta, Historia del Humor Grfico Argentino publicados en Medios de

    comunicacin y cultura popular, 1985.13

    Estos ensayos retoman, con levesmodificaciones, los ya aparecidos en Crisisy en las colecciones del CEAL.

    Ahora bien, la dcada del ochenta a grandes rasgos, se trata de un

    momento importante en la normalizacin de la actividad acadmica y de las

    instituciones cientficas del pas. La creacin de Carreras de Ciencias de la

    Comunicacin en distintas universidades, la academizacin y reconocimiento

    de las investigaciones del campo. Paralelamente, y a pesar del florecimiento de

    distintas reas y objetos ligados a las zonas de la comunicacin masiva y la

    industria cultural, los estudios sobre la historieta parecieran opacarsemostrando seales de debilitamiento general del campo de estudios.

    El giro es sintomtico: se trata de un momento de institucionalizacin y

    prosperidad de la comunicacin social como campo de estudios. Varios de los

    intelectuales citados ms arriba y que haban inaugurado a la historieta como

    objeto, se incorporan o reincorporan a las aulas y desde ese lugar dan

    continuidad a las perspectivas crticas pero cambiando los marcos

    conceptuales, redefiniendo la dimensin terica del problema y atendiendo a

    los nuevos escenarios globales de la comunicacin y la cultura.

    13A partir de la dcada del noventa, se destaca el trabajo de Jorge Rivera (1992). Porsu parte, Oscar Steimberg, produce artculos significativos abocados al anlisis de lahistorieta de aventuras y al humor grfico. Ver: Steimberg, 2000. Ms recientemente,cabe citar el trabajo de Eduardo Romano (2004).

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    2. Comunicacin, cultura y lenguaje:

    El momento de constitucin/institucionalizacin del campo de la

    comunicacin y la cultura en la Argentina se presenta en articulacin a la

    consolidacin y expansin de la industria cultural y la comunicacin masiva. En

    este sentido, la conformacin de un rea de estudios dedicada al anlisis de la

    cultura de masas en las dcadas del sesenta y setenta fue clave para que se

    constituya un espacio de reflexin sobre la historieta. Por supuesto que este

    espacio fue atravesado por distintas tendencias y corrientes que, aunque

    heterogneas entre s, entablaron debates y se cruzaron permanentemente.

    Las distintas maneras de conceptuar las prcticas de lectura de historietas

    y el modo de produccin de las mismas son herederas, en gran medida, de losesquemas y perspectivas desarrollados durante esos aos. En otras palabras:

    se puede establecer una correlacin entre el anlisis de la historieta como

    medio y las corrientes de la comunicacin y la cultura del periodo. Veamos

    sucintamente cules son esas lneas de estudios.

    Al comenzar la dcada del setenta pueden delinearse, algo

    esquemticamente, tres corrientes, a su vez agrupadas en tres revistas

    distintas: Lenguajes,Comunicacin y Culturay Crisis.Las corrientes presentes

    en cada una de estas revistas tuvieron a la historieta en su agenda de anlisis:qu lugar ocup la historieta como medio y cul fue la toma de posicin en

    cada una de estas publicaciones?

    Lenguajes, Revista de Lingstica y Semiologa fue publicada por la

    Asociacin Argentina de Semitica14 y su Comit Editorial estuvo conformado

    por Juan Carlos Indart, Oscar Steimberg, Oscar Traversa y Eliseo Vern. El

    primer nmero se public en abril de 1974; los restantes tres nmeros en

    diciembre de 1974, abril de 1976 y mayo de 1980. La intermitencia en la

    edicin da cuenta de los rasgos intrnsecos del campo de estudios duranteesos aos y del escenario poltico y social del pas.

    14 En 1969 se conforma la Asociacin Internacional de Semitica y en 1970 laAsociacin Argentina de Semitica, la segunda a nivel mundial tras la creacin de laentidad italiana. Cabe destacar que en 1974 tiene lugar el Primer CongresoInternacional de Semitica en Miln al que concurre una delegacin argentina.

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    Cabe destacar que en el ltimo nmero, la editorial ya no era Nueva Visin

    sino Tierra Balda (Buenos Aires) y la bajada del ttulo de la revista se haba

    reemplazado por Revista Argentina de Semitica. Lenguajes tena como

    objeto de estudios el campo de la produccin social de la significacin. A lo

    largo de sus intermitentes entregas, los lenguajes sociales y especialmente

    las comunicaciones masivas constituyeron sus principales puntos de anclaje.

    La agenda de investigacin de los discursos sociales comprenda distintos

    objetos del campo de la comunicacin y la cultura: las transposiciones, el

    humor, la historieta, el cuerpo, el relato televisivo, el cine, la publicidad, la

    prensa grfica, el psicoanlisis. De all que la publicacin ponga el acento en la

    instalacin y en la consolidacin de la semitica como disciplina acadmica. El

    foco de atencin est puesto en el mensaje por sobre el emisor o receptor.La crtica a la concepcin de la historieta y del humor tiene que ver con el

    inters general del grupo de estudios: la preocupacin por los textos ficcionales

    y mediticos. De all que no slo la historieta, sino narrativas como el cine y la

    telenovela funcionaran como objetos de investigacin privilegiados para dar

    cuenta de los modos de significacin y funcionamiento de los discursos. La

    impronta de estudios inaugurada por Masotta puede reconocerse en el

    horizonte de anlisis de la publicacin. Es su perspectiva ligada a una nueva

    concepcin de la relacin entre el pblico y las historietas la que gua lostrabajos en torno al tema. De manera representativa, los artculos de Oscar

    Steimberg se inscriben en esta lnea de anlisis.

    Cabe advertir que en Lenguajes el debate gir en torno a una crtica

    general hacia los denominados cuatro reduccionismos: el contenidismo, el

    esteticismo, el economicismo y el tecnologicismo. En abril de 1974 su primer

    editorial planteaba: No hay estrategia poltica socialista sin una teora del

    modo de produccin capitalista en su instancia econmica. No la habr en el

    rea de la cultura sin una teora del modo de produccin de las significaciones.Una de las polmicas que se producen entre Lenguajes y Comunicacin y

    Culturagira, justamente, alrededor de este problema.

    Hctor Schmucler, en su artculo La investigacin sobre comunicacin

    masiva (1975) argumenta que, desde Lenguajes, se sostiene una falsa

    oposicin entre ciencia e ideologa y acusa a sus miembros de salvaguardar su

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    individualidad cientfica, mantenindose al margen de las contingencias

    histricas y polticas. El debate da cuenta de distintas posiciones intelectuales y

    de modos distintos de analizar los procesos del periodo. Ciertamente y como

    seala Jorge Rivera la querella que asumen ambas publicaciones manifiesta un

    clima de movilizacin de ideas: No es arbitrario que Lenguajes, se subtitule,

    muy tcnicamente, revista de lingstica y semiologa, en tanto que

    Comunicacin y Cultura adopta el subttulo de la comunicacin masiva en el

    proceso poltico latinoamericano. (Rivera, 1987: 44)

    Comunicacin y Cultura (cuya bajada de ttulo era la comunicacin

    masiva en el proceso poltico latinoamericano) se edit por primera vez en

    Santiago de Chile en 1973 al calor del gobierno de la Unidad Popular (1970-

    1973). Sin embargo, slo el primer nmero alcanz a editarse ya que, una vezinstalada la dictadura debi trasladarse a un nuevo escenario debido a la

    persecucin poltica de sus redactores. De all que en Argentina salieron los

    siguientes tres nmeros, pero la toma del poder por los militares en 1976,

    oblig a un nuevo desplazamiento. En palabras de Hctor Schmucler el devenir

    de la revista estuvo marcada por los golpes de Estado (en Lenarduzzi, 1998:

    148) y esa impronta marc fuertemente no slo la perspectiva sino tambin los

    rasgos de su produccin intelectual.

    Dirigida por Hctor Schmucler, Armand Mattelart y Hugo Assman, entre1973 y 1985, la publicacin se concentr en sus artculos en un conjunto de

    temas o constelaciones problemticas: el imperialismo, la dominacin, la

    ideologa, la comunicacin masiva, las tecnologas y la propiedad de los

    medios. En la editorial de lanzamiento, en julio de 1973, Comunicacin y

    Cultura se posicionaba como rgano de vinculacin y de expresin de las

    diversas experiencias que se estn gestando en los pases latinoamericanos,

    en el campo de la comunicacin masiva. Inmediatamente, se adverta que no

    se trataba de asumir cualquier experiencia sino darle prioridad poltica aaquellas prcticas que favorecen a los procesos de liberacin total de

    nuestras sociedades dependientes. (Cy C,julio de 1973)

    De all que para Comunicacin y Culturaprofundizar analticamente en las

    condiciones histricas de circulacin de los mensajes, es tener en cuenta la

    experiencia socio-cultural de los receptores. El anlisis de la recepcin y el

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    encuentro entre el mensaje y el receptor es clave para instrumentar los medios

    en funcin de un proyecto poltico general: No se trata de modificar los

    mensajes solamente para provocar actuaciones determinadas; es fundamental

    modificar las condiciones en que esos mensajes van a ser receptados.

    (Schmucler, 1975)

    En el marco de esta corriente y de manera representativa, la crtica de

    historietas gir alrededor de un libro polmico: Para leer al Pato Donald, escrito

    por Ariel Dorfman y Armand Mattelart y publicado por primera vez en Chile, en

    1972. Cabe advertir que cuando este libro fue editado haca poco ms de un

    ao que la Unidad Popular (1970-1973) haba asumido el gobierno. Concebido

    como un manual de descolonizacin, el trabajo deconstruye la ideologa

    imperialista subyacente en las relaciones entre los personajes, comparandoestas representaciones con las propias condiciones de trabajo de los

    empleados de la compaa Walt Disney.

    Si las historietas de la lnea Disney son universalmente recibidas como

    entretenimiento por encima de las contradicciones sociales, Dorfman y

    Mattelart ponen de manifiesto que el mundo de disneylandia encubre el

    mensaje propagandstico del imperialismo y el mtico American Way of Life.

    Desde esta perspectiva, las historietas son entendidas como instrumentos de la

    clase dominante y el anlisis de la especificidad del medio queda desplazadoen pos de la poltica.

    En otros trminos: no caba ver en las historietas otra cosa que no sea

    imperialismo cultural y rentabilizacin de la produccin. En este sentido, en el

    prlogo al libro Para leer al Pato Donald, Schmucler lo define como un

    instrumento de denuncia de la colonizacin cultural latinoamericana y un

    diagnstico que devela los mecanismos especficos por los que la ideologa

    burguesa se reproduce:

    la apuesta por el socialismo es definitiva y para conquistarlo es preciso

    cortar una a una las siete cabezas de un dragn que sabe regenerarlas

    en formas insospechadas. Es estimulante saber, con todo, que se trata

    de un dragn de papel. (Schmucler, 1994: 8)

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    El dragn de papel al que alude Schmucler en la cita, ejemplifica de

    manera reveladora un postulado que jerarquiza sus objetos de estudios y los

    pondera segn lo requiera la empresa ideolgica. Para Comunicacin y

    Cultura, la historieta, ante todo, reproduce la ideologa dominante produciendo

    la desmovilizacin fsica y la neutralizacin de la imaginacin. El diagnstico

    del medio parte de una concepcin ortodoxa de los medios de produccin: la

    cultura de masas es identificada como cultura burguesa:

    Uno poda tener, digamos, prensa amiga, en esta disyuntiva amigo-enemigo. La televisin, ms que la prensa, era el capitalismo, laburguesa. Pero adems es la penetracin norteamericana, son lasseries norteamericanas, la denuncia de las series, los enlatadosaparecen en ese momento; al margen de la verdad que decamos

    porque efectivamente era eso, la televisin era producto de lacultura norteamericana, difundida por ellos. (Schmucler, 1997: 156)

    Enmarcada en la problemtica de la americanizacin cultural la

    investigacin de Dorfman y Mattelart descuida o relega por lo menos, dos

    cuestiones centrales en los anlisis de la comunicacin de masas. Por un lado,

    se desatiende la complejidad de los procesos culturales que requieren tanto de

    un anlisis ideolgico como de un enfoque que tenga en cuenta los aspectos

    estticos y tcnicos de la produccin cultural. Por el otro, no se distinguen en la

    crtica de las historietas de Disney modos diferenciales de consumo y

    apropiacin por parte de los lectores.

    Los productos se presentan como diferenciados/diversos pero se revelan

    como iguales ya que los medios tcnicos tambin tienden a una creciente

    uniformidad y estandarizacin. Dos conceptos resultan caros para describir la

    forma de produccin de la industria cultural y sus efectos: la manipulacin y la

    alienacin. Este sistema de lectura est presente a lo largo del anlisis de

    Dorfman y Mattelart y funciona como uno de los paradigmas claves para

    producir nueva empiria sobre un mismo fenmeno.

    La industria de Walt Disney ya haba sido abordada de manera crtica por

    Adorno y Horkheimer. 15 De all que analizan la produccin de dibujos

    15No es mi intencin ampliar el debate o desarrollar las diferencias de posiciones entrelos miembros de la Escuela de Frankfurt. Slo nos interesa sealar que mientras que

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    animados como una variante homologable a las formas de entretenimiento que

    provee la historieta.

    Qu hace que una historieta no sea igual que una novela de aventuras? El

    anlisis cultural de los textos historietsticos exige una perspectiva sobre la

    especificidad del medio. Mediado por un lenguaje con semanticidad y sintaxis

    muy especfica (como todo lenguaje) el abordaje de historietas como medio de

    masas no admite una lectura ingenua. La historieta construye imaginarios y los

    proyecta. Dicho en otros trminos: la historieta no refleja nada (aunque ponga

    en escena una ideologa determinada) y en muchos casos el desvo respecto

    de la historia es lo que verdaderamente cuenta.

    Por ltimo, es importante destacar el papel que tuvo la revista Crisis (1973-

    1976) en la construccin de la historieta como objeto en la lnea nacional ypopular a la que nos referimos anteriormente. Fundada por Federico Vogelius y

    bajo la direccin de Eduardo Galeano la publicacin constituy una herramienta

    en un campo de accin ideolgico-discursivo.16 Su primer nmero sali a la

    venta en mayo de 1973 hasta su clausura por el golpe de Estado de 1976.

    Segn el Instituto Verificador de Circulaciones, la revista vendi, en marzo de

    1974, 17.468 ejemplares; creci hasta un tope de 24.637 en julio, y mantuvo un

    promedio de 22 mil ejemplares hasta su cierre, tras cuarenta nmeros de

    publicacin, en agosto 1976.La corriente nacional puede reconocerse en el trazado de sus

    discusiones y agendas y tiene como centro de abordaje la pregunta por lo

    popular. Los trabajos de Jorge Rivera, Eduardo Romano y Anbal Ford dan

    cuenta de una matriz que conecta lo popular y lo masivo en funcin de

    cuestiones poltico-sociales ms amplias. Ms que basarse en un ser nacional

    esencialista lo popular aparece en ntima relacin con la conciencia nacional.

    Adorno y Horkheimer critican toda produccin de la industria cultural (el jazz, el cine,los dibujos animados, las tiras cmicas) Walter Benjamin destaca que la existencia delRatn Mickey es el ensueo de los hombres histricos al proveer una existencia llenade prodigios que no slo superan los prodigios tcnicos sino que se ren de ellos.(Benjamin, 1973: 172)16En el staff editorial aparecan los periodistas Julio Huasi, Eduardo Baliari, Roger Pl,Mario Szichmann, Orlando Barone, y los ilustradores uruguayos Hermenegildo Sbat yKalondi, aunque durante su primera poca la estructura de la redaccin sufritransformaciones. En octubre de 1973 Juan Gelman ingres como secretario deredaccin y en diciembre lo hizo Anbal Ford.

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    De lo que se trataba, era de articular conciencia nacional y conciencia de

    clase en pos de un proyecto de liberacin, resistencia y autonoma.

    La inscripcin de la comunicacin masiva en la poltica y la cultura es una

    de las apuestas fuertes de esta matriz de pensamiento. La publicacin otorg

    un lugar importante a distintos gneros (la entrevista, la historia de vida) a partir

    de la idea de recuperar las voces de la cultura popular. Sin secciones fijas y

    sin editoriales, Crisis permite rastrear un itinerario de produccin homogneo

    basado en acuerdos implcitos. Las culturas populares y las prcticas de

    liberacin nacional fueron puestas en un plano simtrico. La creciente

    tematizacin de la recepcin tuvo un papel destacado en esta posicin de

    anlisis. La comunicacin artesanal y los usos desviados de los medios

    fueron vistos como tcticas frente al sistema dominante o modalidades deintervencin subalternas para sortear las estratagemas de la hegemona.

    Este grupo de intelectuales reflexiona sobre la cultura popular y la industria

    cultural presentndolas en su emergencia histrica y se las teoriza como

    portadoras de una cultura popular-nacional que las lites, tanto como la

    izquierda, habran pasado por alto (Sarlo, 2001: 135). De esta forma, la

    gauchesca, el folletn, el melodrama, el cine nacional, el tango o la historieta, se

    convierten en objetos de interpretacin que incluso cuando simulan responder

    a las leyes del mercado estaran dando cuenta del pueblo y ese pueblo, a suvez hablara -para quien sepa escucharlo- de la Nacin, de la relacin entre

    sectores populares y lites, en fin: del peronismo. (Sarlo, 2001: 136)

    En el mismo sentido, la dialctica (y no la mera oposicin)

    nacional/transnacional tiene un lugar importante en el anlisis de los objetos.

    De lo que se trata es de un modo de pensar la historia cultural nacional ligada

    indefectiblemente a los productos de la cultura masiva. Ello supona abordar el

    tema de la cultura popular a partir de conceptos como identidad nacional y

    cultura nacional. En esta mirada se encuentra el reconocimiento de lastcticas populares para trastocar a su propio favor lo que ofrece el mercado:

    Autores de historietas, redactores de libretos radiales, deradionovelas, tiras humorsticas, canciones, guiones de cine,asumen la responsabilidad social de su tarea con una claraconciencia de su profesionalidad y de que estn produciendo para

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    un mercado, para una industria que, como la metalrgica, textil,automotor, etc., inicia su despegue definitivo la industria cultural. Side algo se enorgullecen, cuando se los interroga al respecto, es devender productos sanos y entretenidos; no necesitan, para valorarsu trabajo, disimular el hecho de que sea comercializable como les

    ocurre a los ambiguos productores de la alta costura. (Romano,1973: 44)

    A partir de la dcada del ochenta, las investigaciones pusieron de

    manifiesto la importancia de las historietas en la formacin de la cultura

    nacional. La especificidad del medio y los fenmenos de la mediatizacin

    comenzaron a ser un eje central de reflexin en la siguiente etapa. La

    nacionalizacin de la historieta (que apelaba al sintagma industria nacional)

    junto a la necesidad de inventar una edad de oro nacional y popular,

    convergen con un problema ms amplio en el que las ideas adquiran su

    virulencia en el marco de un entramado entre cultura, poltica y mercado.

    Frente al avance de la cultura transnacional (en lo que se refiere a la

    centralizacin y homogeneizacin de los mensajes) es importante considerar

    cmo fue pensada la cuestin de la identidad y la autonoma cultural. Estas

    cuestiones tuvieron una trascendencia particular en el enfoque nacional y

    popular. Como veremos a continuacin, dos problemas centralizaron los

    anlisis en la Argentina: la polmica en torno a la legitimacin de la historieta y

    el debate en torno a la marginalidad del medio.

    3.- Lo alto y lo bajo: literaturas marginales

    A lo largo de su historia la historieta se relacion con la literatura y otras

    manifestaciones de la denominada alta cultura. Su permanente bsqueda delegitimacin puede rastrearse en distintos momentos del campo y es

    constitutiva del mismo. Estas bsquedas se inscriben en un marco ms amplio

    de indagacin de los discursos sociales a partir del ltimo tramo de la dcada

    del sesenta. Sin embargo, la construccin de la historieta en tanto objeto de

    estudio conlleva una operacin abiertamente contradictoria. Ya la expresin

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    utilizada por Oscar Masotta para designar al medio (Literatura Dibujada) no

    da cuenta de una articulacin dialctica entre su dimensin verbal y visual sino

    que, por contrario, nombra el espacio de una tensin conflictiva y compleja.

    Cabe aqu una consideracin: mientras que en un primer acercamiento

    Masotta entiende a la historieta como un arte de la imagen (y esta impresin

    se ve en el modo de exhibicin de las vietas/cuadro en la Bienal) poco tiempo

    despus denomina a su revista LD resaltando esta vez la dimensin literaria o

    narrativa del medio en lugar de sus rasgos pictricos o artsticos:

    aparentemente cercana a la pintura (), es su pariente lejana (LD, N 1).

    Partamos entonces del problema sobre su indeterminacin. Si la historieta

    ha sido incluida en una matriz de baja literatura, es sugerente analizar las

    distinciones estticas de estas narrativas y preguntarse porqu la historieta hasido posicionada junto a las narraciones peridicas. La pregunta es: si no es

    literatura (a secas)... por qu ha de ser literatura marginal? La idea es

    recurrente y aparece ligada a la preocupacin por la legitimacin.

    Cualquier lectura o historia de los fenmenos de constituyen nuestracultura nacional ha de partir del cuestionamiento de las categorasque segmentan la produccin en obras mayores y menores segnlos canales utilizados para su difusin ha de haber una sola plstica,una sola literatura. () en el debate por esclarecer las races y laslneas determinantes en nuestra cultura nacional y popular, estascuestiones tienen vigencia primordial. (Sasturain, 1980b)

    Desde esta perspectiva, la figura del margen es funcional para producir

    tcticas intersticiales de subversin al interior de los sistemas dominantes. La

    marginalidad deviene as en una postura enunciativa en la que la historieta

    como fenmeno analizable requiere (o es permeable) a una serie de premisas:

    1) El encuadre dentro del campo mayor de las llamadasLITERATURAS MARGINALES, con las que comparte un similardestino de ambigedad artstica y orfandad crtica 2) la delimitacindel fenmeno dentro de los caracteres propios de nuestraCULTURA ARGENTINA. Por lo tanto, una categora abarcadora literaturas marginales- y una analtica historieta argentina-. ()Residuos, recortes: lo que sobra de las categoras reconocidas yestablecidas. El concepto lo dice: literaturas marginales. Ladenominacin indica la situacin tangencial, de pertenencia, no

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    pertenencia con relacin a un ncleo definido, la literatura.(Sasturain, 1979)

    Como vimos, la historieta a partir de un determinado momento histrico

    cristaliza bajo la forma de una negociacin constante entre la produccinmasiva y el trabajo artesanal. El medio negoci constantemente su lugar en un

    mapa en el que las rutinas de produccin serializada se cruzaron con discursos

    de la vanguardia, el arte y los medios. La historieta es un consumo cultural de

    carcter paradigmtico ya que, tanto en el nivel de su registro como en el de su

    circulacin social, evidencia cruces y mestizajes que la componen y

    constituyen:

    Invadir, ser invadido son funciones que cotidianamente lepertenecen. Es poco, se sabe, decir de este gnero que esliteratura dibujada.Tambin es pintura escrita, dibujo en cuadrcula,impreso manualizado. Si quiero, es el reino del magma, de lamezcla inestable de ndices y contrastes previa (pero resistente) a laconstitucin de un universo simblico. (Steimberg, 1979)

    Sometida a una fuerte divisin del trabajo (coloristas, entintadores,

    fondistas, rotuladores, etctera), la produccin masiva de historietas exige

    fundados conocimientos y an complejos tecnicismos. Su posicin en la

    liminalidad ha sido interpretada bajo el estigma de la marginalidad y la

    indeterminacin, sin embargo, posee un modo de representacin propia. Su

    riqueza se expresa en la multiplicidad de sus elementos y en la variedad de los

    recursos (plsticos, narrativos, diseo) a partir de los cuales esa enunciacin

    se revela:

    La historieta recurri, tal vez con cierto nfasis ingenuo y culposo, alarsenal de la literatura clsica y seria. Editores, dibujantes y

    guionistas creyeron ver en esta estrategia culturalista una suerte dedefensa del gnero al que bajo estas prestigiantes luces se podapresentar como una suerte de posible herramienta para la difusin ydivulgacin de grandes valores literarios consagrados. Se intentabaproponer a la historieta como un camino hacia la lectura, cuando ellamisma (con sus miserias y sus esplendores) era una forma delectura () Ni ms sofisticada ni ms brutal; en todo caso:especfica. (Rivera, 1986)

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    Su opcin por la adaptacin de los modelos literarios recorri un camino

    de sometimiento y resignacin. En efecto, las relaciones entre literatura e

    historieta componen una historia larga y aburrida; y recorrida, adems, desde

    el lado de la historieta, por una casi uniforme secuencia de humillaciones

    (Steimberg, 1977: 147) En este sentido, la falta de legitimidad de la historieta

    como objeto de estudio no deja de tener cierta relacin con la falta de

    legitimidad en el campo de la produccin literaria de las novelas populares:

    Muchos novelistas se hicieron guionistas para ganar unos pesos ysus resultados fueron psimos, porque se notaba en ellos unasubestimacin. Hay tambin quienes se ponen a hacer guionesporque se sienten escritores fracasados. Y no sirve ni una cosa ni laotra. Ser guionista de historietas es algo en s mismo. () Hay

    mucha gente, amplios sectores de trabajadores y personas decondicin humilde que por razones culturales, econmicas ysociales- slo lee historietas y esa es una responsabilidad muygrande para quien escribe guiones. No se puede hacer dao a esagente pensando que, despus de todo, la historieta es algo menor.(Oesterheld, 1974)

    Es decir, lo que reproduce en ltima instancia es el principio de

    incompatibilidad entre el arte y el dinero o entre la produccin desinteresada y

    la produccin comercial. Inmersa en el negocio del periodismo y la industria de

    edicin peridica se constituy como un gnero menor frente a otras formas

    narrativas. En algunos casos, la tensin permanente entre el arte, el oficio y el

    mercado se resuelve por la va de la reivindicacin de una supuesta

    marginalidad representativa de lo nacional y popular:

    En el mundo lase Europa corre la moda del novelo arte y elexperimentalismo, la historieta ertica o intelectual refinada para unpblico no masivo. Mientras, el lector habitual sigue consumiendotontera. Aqu, la escisin es slo cuestin de tiempo: no tardar en

    llegar la revista sofisticada para un pblico que la compre sinvergenza de leer historietas. () Dos tareas, entonces:RECUPERAR LA LEGALIDAD DE UN ESPACIO PROPIO a partirde un planteo no eurocntrico, que supere las limitaciones de lamera vanguardia o la fantasa de que lo ideal es convertirse en unade las ARTES a travs de la negacin de las races; ENCUADRARESE ADEMN DE IDENTIDAD JUNTO AL DESTINO DE LOSDEMS SECTORES DE LA MARGINALIDAD, comunes residuos enel reparto de la gran torta cultural. (Sasturain, 1979)

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    De esta manera, la historieta es ubicada en el campo de los mensajes no

    reconocidos como literarios pero que poseen un componente lingstico: desde

    las formas orales de la cultura popular y folklrica, a los gneros como el guin

    teatral, el gnero chico criollo, el policial, la cancin popular, la ciencia ficcin,

    la literatura infantil, la crnica periodstica, la ficcin rosa o romntica, el

    folletn, etctera. Al mismo tiempo, se sita a la historieta entre aquellas

    producciones que combinan imagen y texto: cine, televisin, fotonovela. En

    todos los casos, se revela como la forma marginal que mejor nos define en

    nuestras posibilidades de crear un medio de expresin propio. (Sasturain,

    1979)

    Asimismo, la descripcin de la historieta como literatura dibujada tambinest ligada al origen y formacin de algunos de sus promotores en el campo.

    En otros trminos, el hecho que Eduardo Romano, Juan Sasturain y Jorge

    Rivera sean egresados de la carrera de Letras no resulta un dato menor. Como

    se mencion al comienzo del artculo, entiendo que la introduccin de la

    historieta en el mbito de la Carrera de Letras marca durante la breve gestin

    de Eduardo Romano un derrotero significativo en este aspecto.

    La concepcin de la historieta como produccin marginal recorre las

    distintas perspectivas del campo. Saccomanno y Trillo sostienen, que pese ala inestabilidad del orden institucional y las adversas condiciones del mercado,

    la actividad de los historietistas, por ser intrnsecamente marginal, subsiste a

    los cambios estructurales del sistema. (Saccomanno y Trillo, 1980) Avalando

    esta tesis, Juan Sasturain pone en relacin las formas marginales de la

    historieta y la constitucin de la identidad nacional para afirmar el papel clave

    que las expresiones marginales tienen en el devenir histrico cultural de una

    Nacin:

    El campo de la marginalidad la produccin fuera de las formas ycircuitos de consumo habituales- ha sido el proveedor de lasexpresiones ms acabadas de la cultura nacional y popular de losargentinos () Toda esta produccin ha sido sistemticamenteignorada o minusvalorada en su momento para luego ser aceptadacon salvedades por la cultura oficial que suele intentar apropiarse deella. (Sasturain, 1980a: 186)

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    Desde otra perspectiva, Oscar Steimberg subrayar que a la condicin de

    marginalidad caracterstica de la produccin historietstica cabe agregar su

    condicin de ser un lenguaje con una particular complejidad con una historia

    estilstica de actualizacin y ruptura constante y de comparativa sencillez y

    accesibilidad. (Steimberg, 1977) Anlisis ms actuales refrendarn este

    concepto: Jorge Rivera (1992) y Carlos Scolari (1999) apelan al carcter

    marginal y paracultural del lenguaje historietstico a partir del anlisis de los

    denominados fanzines o movimientos subte. Es en este sentido que cabe

    preguntarse si esta definicin no encierra en s misma una pretensin de

    legitimidad o si se trata de una tctica de oposicin a los parmetros que

    impone una cultura con mayscula.Esta cuestin ha desvelado a los historietistas como a actores que circulan

    por fuera del campo. Figuras, stas ltimas, de la literatura, las artes y la

    academia. Tras los argumentos, aparece la sombra inquietante, de la identidad

    nacional, la cultura argentina y lo popular. Sin embargo, qu imaginarios

    locales y qu subjetividades movilizaron esas historias? Dnde buscar lo

    argentino en las tiras grficas y las series? En la nacionalidad de sus

    autores? En la temtica de los relatos? En sus pblicos? De qu estamos

    hablando cuando hablamos de historieta nacional? Como destaca OscarSteimberg:

    El eventual retorno del material exportado, editado aos ms tardecon el respaldo de su xito en las metrpolis, funcionar luego comomovilizador y como sntoma, en el interior de un contexto siempre enparte azaroso y siempre en parte dependiente del dinamismocultural exterior. (Steimberg, 1977: 13)

    En efecto, los guionistas y dibujantes argentinos adems de producir para

    el mercado interno de revistas, histricamente han trabajado para mercados

    transnacionales. El hecho de que sus obras circulen por el mundo, no implica

    necesariamente que la historieta argentina pierda su identidad como se

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    sostiene en algunos discursos.17 Cabe notar que esta preocupacin, cobra

    impulso en la dcada del setenta y desde all en ms es una constante en el

    campo. Justamente, la idea de un tiempo pasado y mejor de la historieta est

    ms relacionada con la ausencia de polticas de edicin local que con una

    supuesta extranjerizacin de las series y revistas.

    Ahora bien, el problema del estatuto esttico de la historieta, y el lugar de

    esa esttica en el conjunto de los problemas derivados de la comunicacin

    masiva, es un planteo que (retomando una preocupacin ya formulada por

    Umberto Eco) se plantea tempranamente Oscar Masotta: La historieta es un

    medio inteligente y esttico al nivel mismo del contacto. (Masotta: 1971: 213)

    En el mismo sentido, Oscar Steimberg destaca la importancia que reviste su

    anlisis esttico y discursivo as como el carcter activo que supone larecepcin del medio, problematizando de este modo el campo de los efectos

    sociales:

    Leer historietas constituye, en comparacin con el acto decontemplar un programa de televisin, una tarea particularmenteactiva, con componentes que se originan en intereses de tipo noslo psicolgico e ideolgico sino tambin literario y esttico: leerhistorietas es reconocer constantemente estilos, trucos narrativos,escrituras que recubren el relato de un modo ms bsico y continuo

    que en las presentaciones de televisin. () los retrocesos de lahistorieta, que nunca fueron absolutos, pueden deberse tambin alas limitaciones que le impone el carcter rabiosamente comercialde su produccin. (Steimberg: 1977: 38-39)

    De estas proposiciones derivan preguntas claves: las historietas y, en

    general, todo tipo de narrativa industrial narran siempre la misma historia?

    Ms an: puede ser considerada como un objeto para el anlisis esttico? En

    este sentido, adems de su interpretacin sociolgica, la historieta es un objeto

    que requiere ser interpelado desde otras dimensiones. Pero entonces: en qu17La posicin de Juan Sasturain representa este discurso: el peligro de la artisticidad,la tentacin de la vanguardia, la prdida de una tradicin de cultura popular que hizo lagrandeza y el sentido comn de la creacin. En cambio, la reivindicacin de suindividualidad genrica -el noveno arte que nos propone Europa- puede tambinasumir la marginalidad con todas sus consecuencias, sin nostalgias culturosas, yrecuperar un espacio propio a partir de un planteo que vigorice la comunicacinmasiva como valor mximo de una autntica cultura nacional y popular. (Sasturain,1980: 188-189)

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    sentido puede dar cuenta de su especificidad respecto de otros discursos y

    gneros? Lejos de una esencia de lo esttico (como repliegue sobre s mismo

    del lenguaje) o de un anlisis de tipo inmanentista es necesario producir una

    crtica visual y narrativa de la historieta para dar cuenta de sus modos de

    representacin y de esta forma comprender de mejor manera sus condiciones

    de produccin y recepcin.

    La historieta no debe ser analizarla como un texto literario o como un

    gnero menor al borde de su institucin.No cabe aplicarle los cdigos de la

    crtica literaria porque posee sus propios cdigos de representacin. Para

    decirlo de otro modo: si la historieta puede ser concebida como literatura

    dibujada, la literatura podra definirse como historieta sin dibujos. Partiendo

    de las condiciones de su produccin seriada, parece condenada a la iteracin,a la repeticin cclica de los mismos elementos. Sin embargo, importan menos

    las reglas tcnicas y profesionales que lo que con ellas hace cada dibujante o

    guionista. Resulta significativo dar cuenta de sus contratos de lectura, del

    campo de produccin y circulacin en el que se insertan y de sus pblicos

    especficos.

    La historieta como cualquier otro lenguaje es susceptible de encarnar una

    infinidad de contradicciones. Inmersa en la industria cultural, nos permite

    pensar en el valor diferencial de ciertas producciones masivas. Sus pasajescon otras artes y gneros no la alteraron en su especificidad, sino que le

    permitieron hallar e implantar su diferencia respecto de otros medios: construir

    una narrativa secuencial de dibujos y palabras que evidencia la brutal (y

    extraordinaria) porosidad de los lenguajes.

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    Nota Biogrfica de la autora:

    Laura Vazquez es Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos

    Aires y Profesora en Historia de los Medios en la Carrera de Comunicacin

    Social (UBA). Actualmente es becaria postdoctoral del CONICET y miembro del

    programa postdoctoral en la Facultad de Ciencias Sociales, UBA. En el Instituto

    Gino Germani coordina el seminario anual Medios, Historia y Sociedad. Es

    Directora del Proyecto Historiografa de la historieta: hacia un programa de

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    transformacin de las artes visuales (Facultad de Sociales, UBA) y becaria en

    el proyecto UBACyT: Medios y sociedad: problemas de historiografa y

    archivo. Asimismo se desempea como profesora de postgrado en distintos

    mbitos acadmicos. Ha sido invitada como expositora en congresos

    nacionales e internacionales; adems de haber organizado coloquios y

    congresos en el rea. Ha publicado en numerosas revistas cientficas sus

    artculos sobre historieta y humor grfico. Es autora del libro El oficio de las

    vietas. La industria de la historieta argentina, Paids, 2010. Actualmente

    escribe una biografa sobre Copi de prxima publicacin por el sello editorial

    del Fondo de Cultura Econmica. Asimismo, dirige y coordina el Primer

    Congreso Internacional de la Historieta (Biblioteca Nacional, Buenos Aires, 23

    al 25 de septiembre de 2010). Paralelamente a su actividad crtica, publicanovelas grficas como guionista y escribe ficcin en su sitio personal:

    http://lauravazquezhutnik.blogspot.com