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La construcción como ejercicio profesional en la Nueva España, en los siglos XVI al XVIII, y su relación con la metrópoli Xavier Cortés Rocha El periodo Novohispano va de 1521 a 1821. Al día siguiente de la conquista de México-Tenochtitlan los conquistadores españoles se enfrentaron a una tarea inconmensurable. Dada la extensión del imperio mexica, el imperio tarasco, los pueblos de Oaxaca y el área maya. Había que construir la infraestructura para la evangelización en los pueblos existentes y construir o adaptar otros para el asentamiento de los españoles; había que aprovechar la experiencia cons- tructiva de los pueblos indígenas e ir logrando que las nuevas técnicas y herramientas traídas de ultra- mar fueran siendo aprendidas y adoptadas por car- pinteros, canteros y albañiles locales. Hubo que in- ventar programas arquitectónicos para los programas de evangelización y construir grandes edificios para el culto a cubierto. Oficiales albañiles y canteros lle- garon pronto y empezaron febrilmente su labor, los maestros reconocidos tardaron dos décadas más en llegar. Buena parte de la tarea la acometieron los frailes, a veces con más voluntad que experiencia. Al principio se mezcló la decoración hispánica del pla- teresco con la factura indígena, después se impondría un clasicismo moderado, influido por las imágenes de los tratadistas, Serlio sobre todo, y la austeridad felipense, herreriana. Se trasplantó la estructura de los gremios de los constructores españoles y se establecieron ordenan- zas para albañiles, alarifes y carpinteros, a la manera de las de Sevilla y Toledo, las dos metrópolis con mayor influencia sobre la Nueva España en el primer siglo de dominación. También se estableció el siste- ma de aprendizaje y el escalafón del gremio, así como los exámenes para acreditar a los maestros de la arte, que en el siglo XVIII reclamaron llamarse ar- quitectos. Los sistemas constructivos permanecieron con poca variación a lo largo de los tres siglos, mampos- terías de adobe y de piedra, escasos elementos de re- fuerzo de ladrillo o de cantería y la madera, omnipre- sente en entrepisos y cubiertas, en puertas, ventanas y mobiliario. Las reformas borbónicas, las de Fernando VI y las de Carlos III, habrían de transformar, desde la formación profesional de los artistas, en la Acade- mia de San Carlos, hasta el control del ejercicio de la arquitectura, en el «cómo», pero también en el «qué», imponiendo el Buen Gusto. Nuevos desarro- llos tecnológicos, nuevos instrumentos de medición, materiales nuevos y nuevas formas de emplear ma- teriales existentes como el fierro y el acero estable- cieron distancias respecto a los procedimientos más tradicionales. La Independencia representó una nueva sacudida, pero no una ruptura en el ejercicio profesional, la formación profesional y un grupo consolidado de ar- quitectos continuaron por varias décadas sin cambios importantes, hasta que nuevas influencias, nuevos materiales y sistemas constructivos, surgidos de la industria y nuevos gustos establecieron un cambio en el cómo construir. Libro 1 Congreso.indb 19 Libro 1 Congreso.indb 19 28/09/15 12:52 28/09/15 12:52

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La construcción como ejercicio profesional en la Nueva España, en los siglos XVI al XVIII, y su relación

con la metrópoli

Xavier Cortés Rocha

El periodo Novohispano va de 1521 a 1821. Al día siguiente de la conquista de México-Tenochtitlan los conquistadores españoles se enfrentaron a una tarea inconmensurable. Dada la extensión del imperio mexica, el imperio tarasco, los pueblos de Oaxaca y el área maya. Había que construir la infraestructura para la evangelización en los pueblos existentes y construir o adaptar otros para el asentamiento de los españoles; había que aprovechar la experiencia cons-tructiva de los pueblos indígenas e ir logrando que las nuevas técnicas y herramientas traídas de ultra-mar fueran siendo aprendidas y adoptadas por car-pinteros, canteros y albañiles locales. Hubo que in-ventar programas arquitectónicos para los programas de evangelización y construir grandes edificios para el culto a cubierto. Oficiales albañiles y canteros lle-garon pronto y empezaron febrilmente su labor, los maestros reconocidos tardaron dos décadas más en llegar. Buena parte de la tarea la acometieron los frailes, a veces con más voluntad que experiencia. Al principio se mezcló la decoración hispánica del pla-teresco con la factura indígena, después se impondría un clasicismo moderado, influido por las imágenes de los tratadistas, Serlio sobre todo, y la austeridad felipense, herreriana.

Se trasplantó la estructura de los gremios de los constructores españoles y se establecieron ordenan-zas para albañiles, alarifes y carpinteros, a la manera de las de Sevilla y Toledo, las dos metrópolis con mayor influencia sobre la Nueva España en el primer

siglo de dominación. También se estableció el siste-ma de aprendizaje y el escalafón del gremio, así como los exámenes para acreditar a los maestros de la arte, que en el siglo XVIII reclamaron llamarse ar-quitectos.

Los sistemas constructivos permanecieron con poca variación a lo largo de los tres siglos, mampos-terías de adobe y de piedra, escasos elementos de re-fuerzo de ladrillo o de cantería y la madera, omnipre-sente en entrepisos y cubiertas, en puertas, ventanas y mobiliario.

Las reformas borbónicas, las de Fernando VI y las de Carlos III, habrían de transformar, desde la formación profesional de los artistas, en la Acade-mia de San Carlos, hasta el control del ejercicio de la arquitectura, en el «cómo», pero también en el «qué», imponiendo el Buen Gusto. Nuevos desarro-llos tecnológicos, nuevos instrumentos de medición, materiales nuevos y nuevas formas de emplear ma-teriales existentes como el fierro y el acero estable-cieron distancias respecto a los procedimientos más tradicionales.

La Independencia representó una nueva sacudida, pero no una ruptura en el ejercicio profesional, la formación profesional y un grupo consolidado de ar-quitectos continuaron por varias décadas sin cambios importantes, hasta que nuevas influencias, nuevos materiales y sistemas constructivos, surgidos de la industria y nuevos gustos establecieron un cambio en el cómo construir.

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EL MESTIZAJE TECNOLÓGICO

En los pueblos prehispánicos existía una rica tradición constructiva, utilizada por los maestros indígenas, que se mezcló con el cúmulo de conocimientos constructi-vos hispánicos, a su vez mezcla de varias raíces: y que llegó como parte del bagaje que trajeron después de la conquista los maestros españoles: albañiles, canteros, carpinteros y herreros y que transmitieron a los apren-dices y oficiales en los talleres del oficio.

Las técnicas para cimentar, en tierra firme y en suelos cenagosos, así como la construcción de apo-yos eran ampliamente conocidas y utilizadas en las construcciones prehispánicas. Había toda una varie-

dad de techumbres, desde las de palma hasta las de vigas, tanto rollizas como canteadas; sin embargo no había bóvedas, salvo las de ménsulas en la zona maya y tampoco se usaban arcos si exceptuamos también los de ménsulas, empleados en forma cere-monial. Tampoco se documentaron cubiertas comple-jas de madera, mencionadas sin embargo en las des-cripciones del palacio de Moctezuma, por lo que los principales sistemas constructivos que llegaron de allende el mar fueron arcos, bóvedas y cúpulas, así

Figura 1Arco Maya, Palenque, Chiapas. En Ma. Teresa Guaitoli y Simone Rimbaldi. Lost Cities from the Ancient World. Ed-izioni White Star. Vercelli, 2012. p.259

Figura 2El Tajín, Veracruz. Arqueología Mexicana. Num.60. Febrero 2015. p.67

Figura 3Carpintería de lo blanco. Tzintzuntzan, Michoacán. (Xavier Cortés Rocha 2008)

Figura 4Bóveda del Convento de Santo Domingo, Oaxaca. (Xavier Cortés Rocha 2009)

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como el conjunto de saberes agrupados en lo que se ha denominado carpintería de lo blanco.

También llegaron con los constructores españoles la geometría euclideana, la práctica de la montea, imáge-nes, tratados, estampas y las herramientas de fierro; y también lo hicieron los carros y las máquinas.

LOS TRATADOS DE ARQUITECTURA

Los tratados llegan tempranamente a la Nueva Espa-ña, formando parte de las bibliotecas de las órdenes religiosas y de las catedralicias, figuran entre los li-bros que poseían los maestros de arquitectura, fueron

objeto de interés de los grandes señores y referencia para los humanistas e ilustrados, interesados en la cultura y las artes.

El primer virrey, Don Antonio de Mendoza poseyó y anotó un ejemplar del tratado de Leon Battista Al-berti (Tovar y de Teresa, et. al. 1992. p.19). De la obra de Vitruvio existen varios ejemplares publica-dos en diferentes siglos, incluyendo uno impreso en el siglo XV, y Cervantes de Salazar en sus Diálogos Latinos de 1554, cita a Vitruvio como autoridad. Lle-garon y fueron utilizadas en la Nueva España las más prestigiadas obras, de Serlio, Palladio, Scamozzi, Vignola y de otros reputados tratadistas, obras cuyos ejemplares obran en los repositorios o que son cita-

Figura 5Herramientas de Albañil. En Rafael Coméz. Los constructores de la España Medieval. 2006. Universidad de Sevilla. Sevi-lla, 2006. p.161

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das por arquitectos o cronistas. Sin embargo cabe ha-cer notar que la influencia de los tratados debe verse a través de la lente de la práctica novohispana.

Los arquitectos mexicanos no siguieron servilmente a los tratados ni a los grabados de las obras maestras europeas, sino que las incorporaron a su expresión estilística y or-namental, valiéndose de los recursos que les otorgaron sus búsquedas siempre originales, habiéndose creado no solamente la arquitectura «mexicana» sino que las dife-rentes regiones tuvieron acentos diferentes (Ortíz Mace-do, 1994. p.23).

Entre las obras de mayor solidez para los aspectos geométricos y constructivos y muy usadas en la Nue-va España estuvieron la de Fray Lorenzo de San Ni-colás Arte y Uso de la Arquitectura de mediados del siglo XVII y el tratado del padre Vicente Tosca del XVIII.

Figura 6Vitruvio por Cesariano. En Dora Wiebenson. 1988. Los Tra-tados de Arquitectura. España, Blume

Figura 7Frontispicio de Sebastiano Serlio. I cinque ordini d’archittettura di Serlio, Vignola, Palladio e Scamozzi. Mé-xico. Biblioteca Nacional, UNAM

Figura 8Orden Dórico del Teatro de Marcello. Vignola. I cinque or-dini d’architettura di Serlio, Vignola, Palladio e Scamozzi. Biblioteca Nacional, UNAM

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CONSTRUCTORES DE CONVENTOS Y CONSTRUCTORES DE CATEDRALES

Los conjuntos conventuales

La empresa constructiva más relevante e innovadora del primer medio siglo de dominio español fue el conjunto de conventos, cerca de 300, que levantaron en todo el territorio de la Nueva España las tres órde-nes mendicantes: franciscanos, dominicos y agusti-nos como instrumento para la evangelización. Los conventos se construyeron en los sitios de población indígena en todo el territorio de la Nueva España, con un programa arquitectónico inédito que responde a los requerimientos de la tarea evangelizadora, la que incluía grandes espacios al aire libre, «atrios» o sea grandes patios o explanadas, capillas abiertas y capillas posas, el convento y, después; la iglesia cu-bierta (Kubler, 2012; Meli, 2011).

El templo es el área cubierta más amplia del con-junto, la solución más común es la nave rasa, o sea una planta rectangular alargada, con la puerta al po-niente, en el extremo oriente el presbiterio podía alo-jarse en un espacio cuadrado, poligonal o semicircu-lar; en menor número los hubo de tres naves, planta basilical, con arcadas dividiendo la nave central de las laterales y menos aún son los de planta criptocolateral (Kubler, 2012. p.243) o sea edificios de nave única con capillas laterales construidas entre los estribos, so-lución usada en los conventos urbanos y en Yucatán.

Kubler registró 273 fundaciones mendicantes en el periodo que estudió, pero si se suman Chiapas y Yu-catán Meli estima el número en cerca de 300, y hay que decir que misiones se siguieron construyendo en el norte hasta 1823, dos siglos y medio después del cierre de Kubler.

En la primera época los directores de obra solían ser frailes con conocimientos de construcción, en al-gunos casos se conocen los nombres y a algunos de ellos la historia los ha registrado como arquitectos, tales como fray Juan de Alameda, quien trabajó en Huejotzingo desde época temprana; después de 1550 hubo también arquitectos, tales como Francisco Be-cerra, arquitecto, también en el área poblana y res-ponsable de la catedral de Puebla. En los conventos franciscanos de Michoacán y Guanajuato trabajó fray Juan de San Miguel y en los grandes conventos do-minicos de la primera época ejerció Juan de Barbosa, legendario arquitecto portugués y en el valle de Mé-xico el célebre Claudio de Arciniega realizó la porta-da del convento agustino de Acolman.

Cimentaciones

Las cimentaciones eran simples ampliaciones de los muros que suponían escalonamientos que podían ir desde ¼ de vara, hasta la mitad del ancho del muro, con la profundidad necesaria para encontrar el suelo firme.

Figura 9Patio del exconvento de Cuitzeo, Michoacán. (Xavier Cor-tés Rocha 2009)

Figura 10Portada del exconvento de Cuitzeo, Michoacán. (Xavier Cortés Rocha 2009)

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Apoyos

Los muros podían ser extraordinariamente gruesos, hasta de 20 pies como en algunos casos de Yucatán,1 El espesor debía ser suficiente para evitar el volteo, debido a la altura del muro, del empuje horizontal, o coceo y del empuje debido al sismo, podían ser de adobe, de mampostería de piedra (cal y canto), o de caras de mampostería y relleno mas pobre, también de mampostería, con mortero más pobre de cal o ter-ciado de lodo. Las esquinas y los lienzos de la porta-da de sillares labrados.

Los estribos o contrafuertes también solían ser de gran masividad. La suma del ancho del muro y el contrafuerte podía tener entre 1/4 y 1/3 del claro. La dimensión necesaria podía hacer aconsejable dejar un hueco en los contrafuertes y convertirlos en arcos bo-tareles. Pueden verse contrafuertes cuya sección fue aumentada al notar insuficiencia. Al ver las plantas en los templos cuya nave está dividida en secciones, con pilastras y arcos perpiaños podemos recordar las soluciones y procedimientos de Rodrigo Gil de Hon-tañón y los posteriores de Fray Lorenzo de San Nico-lás. Desde luego los templos con cubierta de madera atirantada requerían de menores estribos, como pue-de verse en los casos que usaron esos sistemas de te-cho.

Las porterías y los corredores de los claustros re-querían sucesiones de apoyos aislados que sostenían arquerías de cantera o en los casos más modestos dinteles de madera, gualdras con zapatas sobre los

apoyos. Los apoyos pueden ser modestos pilares de ladrillo o de piedra, de sección compuesta, o colum-nas de piedra con secciones clásicas, toscanas las más veces.

Cubiertas

Las cubiertas se resolvieron con techos de madera o con bóvedas, los primeros se usaron extensamente hasta el siglo XVII, aunque muchos fueron sustitui-dos posteriormente por bóvedas. Los techos de ma-dera, en claros cortos podrían ser simples envigados a nivel, el llamado techo franciscano, con canes o ménsulas en los arrastres, tablazón, terrado y enladri-llado para dar cuerpo aislamiento y pendientes, con arcos de liga para troquelar la nave a tramos; en otros casos las vigas se colocaban longitudinalmente entre

Figura 11Contrafuerte del presbiterio de Yanhuitlán. En Roberto Meli. Los Conventos Mexicanos del siglo XVI. p.326

Figura 12Interior de la cubierta de Copainalá. En Roberto Meli. Los Conventos Mexicanos del siglo XVI. p.323

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los arcos. En claros mayores o en plantas basilicales se empleaban las soluciones de la carpintería de lo blanco, par y nudillo y en su caso artesones, que po-dían ser muy ricos.

Bóvedas

Mediando el siglo XVI se comenzaron a construir bóvedas, primero bóvedas corridas de medio cañón, que requerían de menos conocimientos y experien-

cia, pero que producen coceo, o sea empujes hori-zontales importantes; una variante es la división en tramos, con arcos fajones o perpiaños que se apoyan en medias muestras o en pilastras.

La evolución se inclinó hacia los tramos cubiertos con bóvedas vaídas con nervaduras, solución que pri-vaba en las catedrales renacentistas españolas. La bó-veda vaída es una superficie que se genera al hacer secciones verticales en una media esfera que tiene como diámetro la diagonal de un tramo cuadrado. Esa forma permite concentrar la mayor parte de los esfuerzos en cuatro puntos. La forma más sencilla es la de crucería de cinco claves, con ojivos o cruceros en diagonal que concurren en la nave central y terce-letes dividiendo los sectores y generando las otras cuatro claves. Sin embargo las soluciones podían ser mucho mas elaboradas y usar anillos y nervaduras curvas, a la manera de las usadas en Segovia, en As-torga y en Sevilla. A veces solo el presbiterio y el an-te-presbiterio se cubrían con ese tipo de bóvedas pero por lo menos en 15 casos las bóvedas nervadas cubren todo el templo (Meli, 2011. p.151).

Posteriormente las bóvedas de arista y las bóvedas de cañón con lunetos, de más fácil ejecución y buen comportamiento estructural habrían de sustituir total-mente a las bóvedas nervadas, que dejaron de cons-truirse en una generación.

Las catedrales

Las catedrales de México forman parte de la serie de grandes catedrales españolas que se construyeron en los siglos XVI y XVII, en pleno Renacimiento, pero en medio de una tradición constructiva que era una continuación del modo gótico, por la distribución de la planta, el uso de materiales y sistemas constructi-vos y, particularmente, por la solución de las cubier-tas, en una época de florecimiento constructivo y de cambio en la organización de la construcción. Los maestros españoles empezaban a develar los secretos de su oficio en sus manuscritos, destinados a ser co-piados y, en el mejor de los casos, a ser impresos. Los más de esos documentos destinados a los cante-ros, algunos a los albañiles y otros, no menos valio-sos y elaborados, a los carpinteros de lo blanco. En ese ambiente, no sin tropiezos al principio, pero con una vocación de grandeza, surgieron las primeras se-des de México.

Figura 13Bóveda en el convento de San Juan Bautista Yecapixtla. En Alfonso Toussaint. Conventos en Morelos. p.68

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Las catedrales fueron los edificios a los que se dedi-có la mayor atención y esfuerzo. En su fábrica, en su decoración y en su ajuar. Las construidas durante el primer siglo del virreinato fueron proyectadas y dirigi-das por maestros canteros formados en los talleres de la vieja España, en ese florecimiento que tuvieron las catedrales españolas en el siglo XVI en Castilla, Extre-madura y en las distintas regiones de Andalucía. Los sueldos de los maestros eran pagados por la Corona, siendo el rey el patrono de las obras, por lo cual la se-lección de los maestros debería ser hecha por el virrey y confirmada por el rey mismo. Se conserva la planta propuesta para la actual catedral de México, atribuida a Claudio de Arciniega. Los trazos de montea eran práctica común y los maestros contaban con los libros e instrumentos necesarios para apoyar su trabajo.

Las plantas, alzados y sistemas constructivos fueron semejantes a los usados en España; plantas basilicales, casi siempre con capillas laterales, alojadas entre los muros que servían de estribos, proporcionando el con-trarresto necesario para el empuje lateral. Columnas o pilares compuestos de orden clásico, dórico o corintio y danzas de arcos de medio punto dividiendo la nave central y las laterales. Muros de cal y canto con refuer-zos y adornos de sillería. Normalmente techadas con cubiertas de artesón y algunas veces decoradas rica-mente, sin embargo esas cubiertas fueron sustituidas por bóvedas de cantera, salvo en los casos de San Cristobal en Chiapas y en Tlaxcala, la que elevada a

Figura 14Sección longitudinal ilustrada de la Catedral de Oaxaca. Dirección General de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultu-ral, CONACULTA. 2008

Figura 15Portada de la Catedral de Mérida, Yucatán. El Universal, 2012

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catedral conserva un riquísimo artesonado. A la mitad del siglo XVII se cambió el sistema de abovedamien-tos . Las bóvedas de cañón con lunetos sustituyeron a las bóvedas vaídas con nervaduras, usando sillarejos de tezontle, piedra ligera volcánica, por razones de economía y rapidez. En las naves laterales bóvedas de plato con pechinas o de arista y vaídas en las capillas colaterales. Ese sistema constructivo demostró su efi-cacia y durabilidad, siendo usado desde entonces en toda iglesia de cierta importancia.

En un corto periodo se iniciaron varias: catedrales, las de México, Michoacán, Puebla, Guadalajara, Oaxaca y la Ciudad Real de Chiapas. En siglo XVII se empezaron a construir las del norte al avanzar la frontera en esa dirección. La primera catedral en cu-brirse fue Mérida de Yucatán, cuenta con tres naves desplantadas a la misma altura, o sea iglesia de sa-lón; es una obra mayor del clasicismo mexicano con bóvedas de crucería encasetonadas, y cúpula de me-dia naranja sobre pechinas esféricas, dignas de la me-jor tradición jienense.

Hubo dos casos de abandono de las obras por difi-cultades de construcción: la catedral fallida de Don Vasco de Quiroga en Michoacán, de cinco naves con-céntricas, y la segunda catedral de México que fue abandonada ante las dificultades de su cimentación. Para la catedral de México, la tercera y definitiva, se

desarrollo un sistema de cimentación que permitió superar las dificultades que imponían el suelo y la necesidad de contar con una base que permitiera con-tar con un diafragma para soportar los sismo sin que se separaran unas partes de otras. La cimentación, iniciada en 1562, es una obra maestra que permitió hacer posible la construcción y a la que se debe en buena medida la supervivencia del monumento hasta el día de hoy. Se procedió primero a hincar miles de estacones de madera, de 2,5 a 3 m. de longitud y de 25 cm. de diámetro separados entre si de 42 a 60 cm. El estacado era un sistema utilizado en las construc-ciones prehispánicas para dar firmeza al terreno. So-bre el terreno así reforzado se esparció una capa de carbón vegetal y sobre ella se tendió una capa de mortero, a manera de plantilla, posteriormente se construyó una plataforma o pedraplén, construido de rocas basálticas, tezontle y mortero, cuyo espesor va-ría entre 1,2 y 2 m. (Tamez, 1995. p.43-45) ese pe-draplén sobresale varios metros de los paños del edi-ficio, lo que permite suponer que se hizo todavía con el proyecto de construir la catedral de siete crujías. El sistema para cimentar fue prescrito por los arquitec-tos a los que se pidió opinión antes de proseguir de nueva cuenta los trabajos (Toussaint, 1992. p.28) Cabe sin embargo recordar que se estaba adoptando la tecnología que usaban los mexicas para desplantar sus grandes construcciones en el mismo suelo lacus-tre. Sobre el pedraplén se construyó una retícula de contratrabes de mampostería con sección de 2,5 m de ancho con peralte de 3,5 m [dos estados] y sobre esas contratrabes se desplantaron muros y pilares.

El proyecto tipo está basado en el escalonamiento de las naves y en la construcción de un cinturón de contrarresto, como lo ha llamado López Carmona, formado en los costados por la serie de capillas devo-cionales divididas por gruesos muros que transmiten las cargas inclinadas a la cimentación y en los lados cortos potentes estribos cumplen con la misma fun-ción. El propio López Carmona hizo el análisis gráfi-co para el caso de la catedral de México, si bien el caso crítico es el de Oaxaca por la severidad de los sismos que ahí se presentan.

FRAY ANDRÉS DE SAN MIGUEL

Fray Andrés de San Miguel, arquitecto en toda la ex-tensión de la palabra, merece ser considerado aparte,

Figura 16Bóveda encasetonada de la Catedral de Mérida, Yucatán. (Xavier Cortés Rocha 2010)

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por haber realizado una amplia obra constructiva y escrito su libro en la Nueva España. Andrés de Segu-ra de Alcuña, como se llamó en el mundo nació hacia 1577 en Medina Sidonia; muy jóven se embarcó para la Nueva España e ingresó como hermano lego en la orden de Carmelitas Descalzos en el año de 1600 (Báez Macías, [1577-1652] 2007).

No se conocen las circunstancias de su formación como arquitecto, que dio como resultado un saber sólido y variado, sin embargo cabe recordar que en la región donde nació se desarrolló en los siglos XVI y XVII una escuela notable de estereotomía, en la que participaron Hernán Ruiz, los Vandelvira y Ginés Martínez de Aranda, entre otros, y se ha considerado a fray Andrés de San Miguel como par-te de esa escuela andaluza de cantería por el pareci-do de sus soluciones gráficas en materia de bóvedas con las desarrolladas por esta escuela (Gómez, 1998. p.p. 34 y 44).

Su importante obra, desarrollada a lo largo de mu-chos años, y compilada en un manuscrito, incluye las diferentes variantes de programa que caracterizaban a su orden, colegios, conventos y eremitorios. Fue un experto también en obras hidráulicas; en esa calidad fue llamado por el Virrey en 1631 para opinar sobre las obras del desagüe del Valle de México. Diseñó acueductos, y al final de su vida un puente muy im-portante en Salvatierra.

El contenido del libro es muy variado, ya que con los textos de arquitectura intercala disquisiciones de temas tales como el relato de su naufragio, el infor-me sobre la hidrología y el desagüe de la ciudad de México, en una recopilación poco ortodoxa, sin em-bargo los textos y más aún las figuras son de un enorme valor.

Refiriéndonos solo a la parte arquitectónica, el ma-nuscrito se inicia con la descripción del templo de Salo-món, sigue una sección con definiciones y generalida-

Figura 17Escorzo de una cornisa toscana. Obras de Fray Andrés de San Miguel. Eduardo Báez y Macías. Siglo XXI, México 2007

Figura 18Dibujos de bóvedas. Obras de Fray Andrés de San Miguel. Eduardo Báez y Macías. Siglo XXI, México 2007

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des sobre arquitectura; en ésta y otras secciones se ve la influencia del tratado de Vitruvio de quien recoge tro-zos completos, muchas veces literalmente y cita tam-bién a Alberti con preferencia de otros autores. Otra sección está dedicada a la geometría, siguiendo a Eucli-des, con muchas ilustraciones; otra más, también ilus-trada, se ocupa de la gnomónica y se incluye también un tratado sobre perspectiva, con escorzos de figuras geométricas, de elementos arquitectónicos, de escale-ras, de arcos y de los elementos del orden toscano.

Una de las secciones más valiosas por su originali-dad y riqueza es la que dedica a la carpintería de lo blanco, materia por la cual revela una predilección especial y que ilustra con valiosos dibujos (Báez Ma-cías, [1577-1652] 2007. p.70).

A continuación de lo anterior se presentan una se-rie de dibujos arquitectónicos: retablos y una espada-ña; varias plantas de conventos, entre ellas figura la planta del convento de San Ángel y un convento idealizado con capilla de planta central en el centro de la composición. Siguen ilustraciones sobre trazo de bóvedas y por último se presentan los proyectos de acueductos y máquinas hidráulicas.

LA ORGANIZACIÓN GREMIAL, LAS ORDENANZAS Y LOS EXÁMENES

A partir de 1570 en Puebla y 1599 en México, el ejercicio de la arquitectura estuvo regido por orde-nanzas que, a semejanza de las de Sevilla, Toledo y otras ciudades españolas normaban el ejercicio de la profesión, la organización del gremio, el aprendizaje en taller y el examen como única vía de acceso a la maestría y por tanto a la autonomía profesional.2

Las ordenanzas de albañilería, como eran llamadas, tenían como propósito mantener la calidad de la pro-ducción, regulando la vida del gremio; ésto tenía como propósito proteger a los miembros de la corpo-ración de la práctica que pudieran ejercer operarios no calificados ni sujetos a la disciplina que imponía la corporación y las propias ordenanzas. El gremio esta-ba conformado por el conjunto de maestros aprobados para el ejercicio del arte, u oficio según se le viera, y de ellos dependían oficiales y aprendices. Había figu-ras de autoridad dentro del gremio, como los veedores que tenían a su cargo los exámenes y resolvían asuntos de importancia y, eventualmente, alcaldes. Esta orga-nización no era diferente de la de oficios como carpin-

teros, ensambladores, doradores y otros que no reque-rían de una formación y conocimientos como los que requería un maestro arquitecto, independientemente de cómo se le denominase en los siglos XVI y XVII.3 Las ordenanzas también establecían las sanciones que se impondría en caso de contravención.

EL EXAMEN DE MAESTRÍA

El examen, el protocolo de su realización, los conte-nidos que debían formar parte de el, son parte impor-tante de las ordenanzas (Fernández, 1985. p.287-291; Reyes, 2004). La prueba constaba de una parte teóri-

Figura 19Armadura. Obras de Fray Andrés de San Miguel. Eduardo Báez y Macías. Siglo XXI, México 2007

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ca y otra práctica, en la obra. El examinando debía ser competente, hábil y suficiente en diferentes mate-rias, a saber:

– Compás y regla, lo que implicaba que maneja-ra, de manera práctica, la solución de proble-mas de geometría, sistemas de trazo, sistemas de proporciones o relaciones numéricas ema-nadas de Vitruvio y de Euclides, además de las reglas de aritmética básicas, y conocer el siste-ma de medidas y su aplicación a la construc-ción (Olvera, 2011. p.12).

– Diferentes modos de edificios: civiles, religio-sos, militares e ingenios hidráulicos, así como plantas de ciudades y en que parte se ha de edificar para sanidad de la vida humana. Co-nociendo para ello la geometría y sistemas de proporciones.

– Elementos arquitectónicos: arcos de todo géne-ro, de los cuales se enlistan siete, las diferentes

clases de bóvedas [capillas], según su geome-tría, las escaleras rectas o de caracol, chimeneas y medidas de las portadas y sus proporciones. Tejados y solados de distintos materiales y siste-mas constructivos; así como la cuenta que se tiene que guardar en los hormigones (mezclas y proporciones para las mamposterías)

– Principios de estabilidad estructural: arcos de todo género y saber los estribos que cada uno de ellos demanda. Saber el grueso y sondo (sic) de paredes según lo que han de ser levantadas.

Aprobado el examen se expedía la Carta de Exa-men que facultaba para el ejercicio profesional y que era el documento que un maestro podía exhibir ante cualesquiera autoridades y contratantes en todos los señoríos de su magestad para dar certeza de su capa-cidad y experiencia.

En 1735 los más destacados arquitectos presentaron una propuesta para actualizar las Ordenanzas, uno de

Figura 20Anverso examen Diego de la Sierra. Los siglos de Oro en los Virreinatos de América, 1550-1700. Museo de América. Madrid, 2000. p.285

Figura 21Reverso examen Diego de la Sierra. Los siglos de Oro en los Virreinatos de América, 1550-1700. Museo de América. Madrid, 2000. p.285

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los puntos mas importantes era cambiar la denomina-ción, para llamarse Arte de Arquitectura y tildarse Al-bañilería, otros tenían que ver con los requisitos de in-greso, años de experiencia previa, inclusión de los indios y sobre la asistencia a los exámenes (Reyes y Cabañas, 2004). Un nuevo documento se presentó en 1736, La propuesta fue y vino pero la engorrosa buro-cracia virreinal hizo que nunca fuera aprobada y es así que se llegó al momento de la disolución de los gre-mios con las reformas borbónicas sin que se modifica-ra la Ordenanza (Reyes y Cabañas, 2004).

LOS CONSTRUCTORES DE PALACIOS

Los palacios nobiliarios

Desde el siglo XVI, Hernán Cortés se hace construir dos castillos-palacio en la ciudad de México, sobre las ruinas de los palacios viejo y nuevo de Moctezu-ma y uno más en Cuernavaca, cabecera de su estado-marquesado. La construcción de fortalezas fue repri-mida y son pocos los edif icios del género construidos en el siglo XVI que subsisten, en la se-gunda mitad del siglo XVII empezaron a construirse nuevos palacios, pero es en el siglo XVIII en que al otorgarse numerosos títulos, se construyeron exce-lentes palacios y casas nobiliarias, no solo en la ciu-dad de México sino en todas las capitales provincia-les, hasta en las más remotas del norte. En ocasiones construidxos en un barroco delirante, como algunos ejemplos queretanosy el de Guadalupe de Aguasca-lientes; en otros casos, en un fino estilo neoclásico, como el de Casa Rul en Guanajuato y el de la Canal, en San Miguel de Allende, neoclásico, afrancesado.

Los palacios nobiliarios de la Nueva España tenían un programa propio que estudió Luis Ortiz Macedo, con elementos de aparato, tales como salón del dosel, salón del estrado y oratorio, con las habitaciones de la familia en la planta noble; almacenes, oficinas y acce-sorias en la planta baja, un patio principal al frente con corredores y arcadas con columnas de cantera, por tres o cuatro lados, y elegante escalera. En la parte posterior uno o varios patios de servicio con habitacio-nes de la servidumbre, caballerizas pajares y corral. Podían tener torreón de esquina con mirador en la azo-tea y adorno de almenas sobre el pretil.

Entre los constructores de palacios para la nobleza destacó Francisco Antonio Guerrero y Torres, arqui-

tecto de viejo cuño pero innovador en cuanto a la con-cepción estructural de los patios y las escaleras; fue autor de varios de los ejemplares más sobresalientes.

Figura 22Litografía de la Casa de los condes de San Mateo de Valpa-raíso, Ciudad de México. En Edificaciones del Banco Na-cional de México. Seis virreinales y una contemporánea. Banamex. México, 1988

Figura 23Casas nobles de Querétaro. (Xavier Cortés Rocha 2007)

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Los sistemas constructivos poco variaron durante los tres siglos, gruesos muros de cal, desplantados sobre cimientos del mismo material, que van dismi-nuyendo de sección a cada nivel; cuando se disponía de tezontle, piedra volcánica porosa, ésta se terciaba con el basalto, para restar peso sin disminuir estabili-dad. En pisos y techos el sistema era viguería, ador-nada y pintada, sobre ménsulas para disminuir el cla-ro, éstas descansando en soleras corridas de madera. Sobre las vigas cama de tabla o tejamanil y sobre esto relleno de tierra y solado de barro; las azoteas cubiertas con enladrillado, con pendientes para des-aguar y canales de piedra, con sus chiflones de plo-mo. Los refuerzos y adornos de los muros son de cantera, en esquinas, jambas, cerramientos y la base de los balcones. La decoración fue variando, de muy sobria en el siglo XVII, hasta delirante en algunos casos a mediados del XVIII, para finalizar en los ejemplos elegantes y serenos del neoclásico. El por-tón fue siempre un elemento a resaltar.

Los palacios asiento de instituciones

Otros palacios son los vinculados al gobierno o con instituciones, tales como el Palacio Real, asiento del gobierno virreinal, construido sobre el palacio nuevo de Hernán Cortés y éste a su vez sobre las Casas Nuevas de Moctezuma, cuyo conjunto ocupa un te-

rreno de cuatro hectareas, las Cajas Reales y Casas de Moneda, en distintas ciudades, La Real Fábrica de Tabacos, los colegios y, rematando el periodo, el Pa-lacio de Minería, asiento del Real Seminario de Mi-nas y obra con la que cierra la época virreinal, obra de Manuel Tolsá.

LA ARCHITECTURA MECHANICA

Existe un manuscrito de autor anónimo, de la segun-da mitad del siglo XVIII que su autor denominó Ar-

Figura 24Casa de los Condes de San Mateo de Valparaíso. Ciudad de México. Edificaciones del Banco Nacional de México. Seis virreinales y una contemporánea. Banamex. México, 1988

Figura 25Frontispicio del manuscrito original. Architectura Mechani-ca. Archivo General de la Nación

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chitectura Mechanica conforme la práctica de esta Ciudad de México.4 Aquí analizaremos este docu-mento, desde el enfoque que nos brinda la historia de la construcción. Desafortunadamente no se conser-van las ilustraciones, pero el texto es muy rico, con una clara orientación didáctica. Para los efectos de este trabajo los contenidos se han organizado por te-mas y no aparecen en la secuencia del documento original, ya que el propio documento no tiene un or-den predeterminado.

Los libros

Recomienda los libros que debe poseer y utilizar el arquitecto. Del vasto acervo bibliográfico existente en la Nueva España de entonces, se relacionan tres li-bros, como aquellos más adecuados para el ejercicio de la arquitectura.

El primero que cita es el Compendio Mathematico del doctor Tomás Vicente Tosca, de la Congregación del Oratorio de Valencia, publicado en Valencia en 1712 y después en Madrid (Tosca, 1727), de uso muy extendido. En la parte dedicada a la Arquitectura Ci-vil incluye los cinco órdenes clásicos y todo lo que

tiene que ver con montea y cortes de cantería, arcos y bóvedas con sus estribos así como escaleras (Wie-benson, 1988. p.110).

El segundo libro citado es el Arte y Uso de la Ar-quitectura de Fray Lorenzo de San Nicolás, construc-tor agustino del siglo XVII, de amplísima experien-cia y texto muy amplio, también muy difundido.5 De ese libro George Kubler dice que «es el mejor tratado de instrucción arquitectónica escrito jamás» (Wie-benson, 1988. p.100). Obra de la mayor importancia por su accesibilidad y sentido práctico (Shuentz, [1787] 1987. p.102).

Del tercero, a cuyo autor se refiere como Uvolfio dice:

por lo que escribió de Architectura es tan especial que no ay mas que desear en la materia: Excrivio de argamasas y de otras practicas, que no se hallan en otro Author. (Shuentz, [1787] 1987. p.102).

Se trata de la sección dedicada a la arquitectura ci-vil en el Elementa Mathasea Universae, de Christian Wolff, o Christiano Wolfii, que es un compendio ma-temático que agrupa muchas materias, como los de Tosca y Bails (Bails, [1775]). La obra está escrita en latín en forma argumentativa. Conoció numerosas ediciones, en distintas partes de Europa.6 La sección

Figura 26Del orden corintio (figuras 34-36) y del Orden compuesto. En Vicente Tosca [1727] 2008, Compendio Matemático. Madrid. Editorial Maxtor

Figura 27Arcos y Cantería. En Vicente Tosca [1727] 2008, Compen-dio Matemático. Madrid. Editorial Maxtor

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de arquitectura civil, consta de cien páginas seguidas de escasas ilustraciones, no muy cuidadas.

Menciona también entre el primero y el segundo, a titulo complementario, la Astronomía Universal de Serrano que «aunque no sirve a la Architectura trae a lo ultimo un tratado de geometria espaciosa (sic) mui esencial a el Architecto».

Los instrumentos de trabajo

Enumera a detalle los instrumentos requeridos para medir, dibujar y realizar trabajos de albañilería:

– De dibujo y geometría para trabajo en gabine-te,

Papel de marca y pergamino, Un estuche con todas sus piezas. La Pantrometra, Un buen abejón y Un redox de péndola y campana.

– De topografía, Un abujón7 para los suelos y que sirva de Re-

lox de Sol. Cordeles. Vara de medir marcada por el fiel de esta ciu-

dad la qual debe ir dividida.8

Mesa a tres pies portátil. Muestra9 muy fiel para las diligencias de cam-

po. – Herramientas de albañilería, Un abujón para los suelos y que sirva de Relox

de Sol.

Figura 28Arco de medio punto. 1989. Arte y Uso de Arquitectura. Fray Lorenzo de San Nicolás. Valencia. Artes Gráficas Soler

Figura 29Fortaleza o torre. 1989. Arte y Uso de Arquitectura. Fray Lorenzo de San Nicolás. Valencia. Artes Gráficas Soler

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Cordeles. Vara de medir marcada por el fiel de esta ciu-

dad la qual debe ir dividida.10

Mesa a tres pies portátil. Muestra muy fiel para las diligencias de cam-

po. – Un juego de mapas 1. El mapa de las Aquas de Don Carlos de Si-

güenza. 2. El mapa de los precios: «Planta Ichonografi-

ca para que pueda hacer las tasaciones».11 3. «El mapa de prespectiva de la misma Ciudad». 4. «El Mapa de las Cañerías…para que sepa

dar razón…a el ramo de aguas». 5. El mapa de todo el territorio de la Nueva Es-

paña, de Villa Señor, con «lugares, Villas y Ciudades… para la inteligencia del Reyno»12.

Otros temas que se tratan en el documento son:

– Proporciones y dimensiones para los distintos tipos de habitaciones de una casa importante.

– Elementos arquitectónicos: Da normas para al-gunos elementos arquitectónicos.

– Materiales: Describe los materiales usados en la construcción de la capital novohispana y sus propiedades.

– Sistemas constructivos. Enumera y analiza di-ferentes sistemas constructivos, desde cimenta-ciones hasta tejados.

– Pesos y medidas: Relaciona los pesos y medi-das con los materiales y elementos usuales de construcción, unos semejantes a los usados en España y otros al uso local.

– Léxico y definiciones: Intenta explicar y aún corregir voces en uso de los constructores, en ocasiones incurriendo en falta.

– Acceso a la profesión: Describe el examen que debía aprobarse para ser aprobado como maes-tro en el arte de la arquitectura y poder «mon-tar taller».

– El gremio: Explica la organización gremial, los grados y autoridades en la corporación gre-mial.

– Maestrías mayores: Hce una relación los di-versos cargos que conferían al ocupante la condición de «maestro mayor» y sus atribucio-nes, la flor y nata de la profesión.

Figura 30Primera sección de Arquitectura Civil. En Christian Wolff. [1740-1741] Elementa matheseos universae. Genevae: Apud Henricum Albertum Gosse & socios

Figura 31Plano Ichnográfico de la Ciudad de México. 1794. Ignacio Castera. Biblioteca Digital Mundial, 2015

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Es por todo esto un documento importantísimo por la forma en que retrata la práctica de la construcción en la ciudad de México en la segunda mitad del siglo XVIII, vista por uno de sus protagonistas.

LOS INGENIEROS MILITARES

Los ingenieros militares fueron una corporación a la que mucho se debió en el cambio de rumbo y el gus-to en las construcciones, durante la segunda parte del siglo XVIII. Aunque hubo presencia de importantes ingenieros militares en la Nueva España desde el si-glo XVI: Antonelli en San Juan de Ulua, Adrian Boot y Jaime Frank en el XVII en el valle y la ciudad de México; fue sin embargo en el siglo XVIII cuando un número importante de ingenieros militares parti-ciparon, no solamente en obras ligadas con las tareas

militares, tales como la cartografía y las fortificacio-nes, sino en la construcción y reconstrucción de obras de arquitectura. En 1671 se había fundado la Academia Real y Militar de Bruselas, la cual con los cambios geopolíticos fue refundada en 1716 como Real Academia Militar de Matemáticas de Barcelona, ahí se formaría la casi totalidad de los ingenieros que pasaron a América a partir de entonces. La arquitec-tura civil, junto con la militar formaba parte de los estudios en el tercer año y en ese mismo ciclo se aprendían los órdenes clásicos, estereotomía de arcos y bóvedas y el comportamiento mecánico de los ele-mentos constructivos, décadas antes de que funciona-ran los cursos regulares de arquitectura en las acade-mias de artes (Capel, 1988. p.130).

También se daba gran importancia a:

«…el modo de delinear con limpieza, y de aplicar los co-lores, según práctica, para la demostración de sus partes, su distribución y decoración… haciendo a este fin sus respectivos planos, perfiles y elevaciones…» (Moncada, 1993).

La sólida formación que recibían los ingenieros militares, con bases científicas de construcción y con las herramientas para realizar de manera correcta

Figura 32Frontón en acceso al Fuerte de San Diego. Acapulco. (Xa-vier Cortés Rocha 2008)

Figura 33Vista aérea del fuerte de San Diego, Acapulco. En José Or-tiz Lanz. 1993. Arquitectura Militar en México. México. Secretaría de Defensa

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obras de arquitectura les permitió hacer sombra y aún desplazar a los arquitectos en cargos y enco-miendas de obras muy importantes, por etapas hubo ingenieros al frente de las obras de la Casa de Mone-da, del Real Palacio y, por un breve periodo, de la ca-tedral de México.

Díez Navarro dirigió las obras de la casa de Mone-da y fue maestro mayor de la catedral de México, Miguel Constanzó destacó en todos los órdenes: par-ticipó en campañas de reconocimiento, cartografía, relaciones geográficas, proyecto de obras de cons-trucción de obras de carácter civil y militar, director de obras de saneamiento, profesor y censor de la Academia de San Carlos y Agustín Mascaró, por mencionar solo a un tercero, destacó también por su participación en obras de arquitectura en la misma época.

ORTIZ DE CASTRO Y EL CAMBIO TECNOLÓGICO Y ARTÍSTICO

Joseph Damián Ortiz de Castro nació en Coatepec, Veracruz, en 1750. Fue formado profesionalmente como arquitecto según la antigua tradición del gre-mio, debido al tiempo de su nacimiento y de su in-greso a la profesión, anteriores a la fundación de la Academia de San Carlos y adquirió amplios conoci-mientos artísticos y tecnológicos a lo largo de su ca-rrera. A partir de 1772 trabajó con el ingeniero mili-tar Miguel Constanzó en las obras de la casa de Moneda y en la fábrica de pólvora de Santa Fe y se declaró discípulo al menos de otros tres arquitectos (Tovar de Teresa, 1995. p.109).

En 1781 obtuvo el cargo de maestro mayor de la Nobilísima Ciudad. Después lo sería de las obras de la catedral. En 1788 solicitó ser admitido como Aca-démico de Mérito de la Academia, presentando para ello el proyecto para la transformación de la catedral de Tulancingo, antiguo convento franciscano, proyec-to que fue juzgado «de adecuadas proporciones y jui-ciosa composición» (Fernández, 1968. Doc. 264), a causa de lo cual fue admitido en la corporación (Moncada, 1993. p.275).

Desde 1782, en que iniciaron los cursos en la que sería la Academia de San Carlos de la Nueva España, Ortiz se incorporó como profesor adjunto del inge-niero Constanzó en la cátedra de geometría y arqui-tectura, en la que se hacía cargo de demostrar las lec-

ciones de geometría y donde seguiría hasta su muerte, acaecida en Tacubaya, villa en las afueras de la ciudad de México el 6 de mayo de 1793, a dos años de haber terminado la obra de las torres de la catedral y a los cuarenta y dos y medio de edad.

Ortiz de Castro hizo gala de su competencia profe-sional de varias maneras en el proyecto de las torres de la catedral, la primera es su dominio de la geome-tría, particularmente en el diseño de los remates. La segunda su dominio de la estereotomía, que le permi-tió solucionar las piezas necesarias para formar las superficies de doble curvatura. Su conocimiento de la mecánica, que le permitió diseñar los refuerzos ne-cesarios para mantener unidas las partes superiores de los remates, y éstas con las esferas y las cruces, que permanecieron en su lugar durante más de dos-cientos años sin ser intervenidas. Mostró su dominio en el conocimiento del trabajo propio de cada mate-rial, la cantera trabajando a compresión, los tímpanos y vigas de madera trabajando a tracción y a flexión y, finalmente el fierro, en los tensores internos, en el zunchado de los pilares externos y en la suspensión de la campana mayor que trabaja a tracción.

Figura 34Remate de las torres de Catedral. En Xavier Cortés Rocha (coord.) 2008. José Damián Ortíz de Castro. Maestro Ma-yor de la Catedral de México, 1787-1793. p. 4

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Fue un innovador en materia de construcción, al promover el uso de materiales nuevos, como el fierro y el yeso, pero además, como Brunelleschi, montó un taller en las alturas y diseñó máquinas para apoyar las maniobras; se conserva como ejemplo el dibujo del carro que inventó para transportar pesos pesados (Toussaint, 1992. p.65). Para el izado de los materia-les primero y de las campanas y las esculturas de re-mate después, la campana Santa María de Guadalu-pe, tenía 280 quintales de peso, unas 13 toneladas, armó una máquina compuesta por 27 garruchas que permitió realizar la maniobra con aplomo y seguri-dad (Toussaint, 1992. P.336). El mecanismo era mo-vido gracias a la marcha de hombres en el interior de grandes ruedas. Con orgullo afirmó: «las torres se fabricaron sin que uno solo sacrificara su vida».

EL IMPERIO DE LA ACADEMIA

El Siglo de las Luces, en Francia, y la Ilustración en España, promovieron la vuelta al Ideal Clásico; y en España y sus posesiones, la restauración de la arqui-tectura greco-romana. En España es hasta bien entra-do el siglo XVIII, y bien establecida la dinastía Bor-bónica, que se sintieron necesarias las academias de arte y de arquitectura.

Las tres funciones de las academias fueron, para los arquitectos:

1. Proporcionar una formación profesional de ca-lidad, controlada por una ferrea dirección su-pervisada por el estado con un currículum bien establecido, profesores probados y los instru-mentos necesarios, modelos vaciados de los mejores ejemplos clásicos, libros, estampas, etc.

2. Evaluación de aspirantes a ingresar en la profe-sión, a la nueva condición de Académicos.

3. Control y supervisión de proyectos y obras de arquitectura construidas por la Corona: edifi-cios públicos y de importancia, así como los edificios religiosos, catedrales, iglesias impor-tantes y edificios de las congregaciones reli-giosas.

En 1783 se expidió la Real Cédula de fundación para la Academia de las Tres Nobles Artes de San Carlos de la Nueva España, creada a semejanza de la

de San Fernando de Madrid y precedida por el esta-blecimiento de un «Estudio Público de Artes».

La Academia surgió a instancias del Presidente y del Director de Grabado de la Casa de Moneda, quie-nes convencieron al virrey y a las autoridades espa-ñolas de la conveniencia de su instauración para in-crementar la calidad de la producción nacional. La Academia encarnaba la modernidad, la imitación de una naturaleza, idealizada y filtrada por los artistas. Se estableció pronto una Junta Superior para contro-lar la arquitectura oficial y las obras religiosas, que entre otras cosas, habría de «poner coto a la deformi-dad de los edificios debidos a los antiguos maestros de arquitectura».

Vinieron de España directores bien escogidos para cada una de las secciones y eso hizo que se produjeran obras notables en cada uno de los ramos, bajo la ferrea dirección de Gerónimo Antonio Gil. Durante el periodo virreinal destacaron Antonio González Velasquez en arquitectura, Jimeno y Pla-nes en pintura y Manuel Tolsá en escultura y luego en arquitectura. Tolsá realizó la mayor obra de es-cultura del virreinato, la estatua de Carlos IV, cono-cida como «El Caballito» y varios de los edificios más importantes, el Palacio de Minería, dos pala-cios nobiliarios y las obras de conclusión de la Ca-tedral de México.

La Academia significó el fin del dominio que so-bre el oficio y la profesión de la arquitectura ejercie-ron los gremios, supervisados por los Cabildos, du-rante dos siglos.

Tras la Independencia sobrevivió ahora como Aca-demia Nacional (brevemente Imperial) de Bellas Ar-

Figura 35Plaza Mayor de la C. de México con la estatua ecuestre de Carlos IV. Litografía. Murguía. 1883. Plazas Mayores de México. Fundación Bancomer. p.202

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tes, con dificultades, si bien durante varias décadas disfrutó del subsidio de la Lotería Nacional. Poste-riormente se transformó en Escuela de Bellas Artes. En 1910 fueron incorporados a la Universidad Na-cional los estudios de arquitectura, y tras la separa-ción de los estudios de pintura y escultura nació la Escuela Nacional de Arquitectura que subsiste ahora como Facultad, con sus raices en la institución funda-da por Carlos III.13

NOTAS

1. El pie castellano y el mexicano, medían cerca de 28 centímetros, 1/3 de vara de Burgos y del patrón del Ca-bildo de México.

2. Se han establecido las semejanzas y posible filiación de las ordenanzas de la ciudad de México con las hispa-lenses, ver María del Carmen Olvera Franco, «Los sis-

temas constructivos en las Ordenanzas de Albañiles de la Ciudad de México de 1599».

3. En las ordenanzas se habla de albañiles y alarifes, de-nominaciones arcaicas para designar a los responsables de las construcciones, excepcionalmente se hablaba de algún arquitecto. En la Nueva España se les llamaba maestros de obra o maestros canteros y alarife tenía otra connotación. A partir del siglo XVIII se reivindica el título de arquitecto.

4. El documento fue publicado por la Universidad de Ari-zona, con traducción y notas de Mardith K.Shuetz.

5. La primera parte se publicó en Madrid en 1633 y la se-gunda en 1665.

6. En la Biblioteca Nacional de México existen 9 ejem-plares de 7 ediciones, provenientes de los acervos de los antiguos conventos y de la Catedral de México. En Morelia hay otro ejemplar en la biblioteca anexa al an-tiguo colegio jesuita. Los años de edición van de 1732 a 1763 y los lugares son Verona, Ginebra y Lausana. Cuatro de ellos corresponden a un Compendium de me-nos volúmenes.

7. Especie de brújula.8. El fiel era el funcionario del cabildo encargado de veri-

ficar los instrumentos para medir, pesas y medidas. Nota del autor.

9. Reloj de faltriquera (bolsillo).10. El fiel era el funcionario del cabildo encargado de veri-

ficar los instrumentos para medir, pesas y medidas. Nota del autor.

11. Las tasaciones, o avalúos, eran parte muy importante del ejercicio profesional de un arquitecto examinado.

12. Don José Antonio de Villaseñor y Sánchez.13. Conferencia magistral para el I Congreso Internacional

Hispano Americano de Historia de la Construcción Se-govia, 13-17 de octubre de 2015 por el Profesor eméri-to de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Na-cional Autónoma de México Xavier Cortés Rocha.

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