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La construcción de soluciones locales para la justicia ambiental
David Barkin, Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco1
Resumen:
En América Latina hay grupos significativos, organizados en alianzas de comunidades, que están construyendo sus propias estrategias alternativas para impulsar sus propios programas de bienestar social, capacidad de organización autónoma y conservación ambiental. Estas comunidades parten de cinco principios fundamentales, surgidos de cosmovisiones que integran sus herencias culturales y conocimientos adquiridos con sus experiencias más recientes que reflejan sus capacidades de gobernanza y capacitación; estos principios son: Autonomía, Solidaridad, Auto-suficiencia, Diversificación productiva, y Gestión sustentable de recursos regionales. Se formulan como el “buen vivir” en el mundo andina, la comunalidad en Oaxaca o el “mandar obedeciendo” de los zapatistas en Chiapas (México). El resultado es una diversidad de procesos de crecimiento incluyente que supera a los problemas de marginación característica de las sociedades de que son partes, generando nuevas oportunidades para todos sus miembros. Frente a la visión oficial de sectores sociales en retroceso por su incapacidad de gobernarse y atender a sus propias necesidades, las experiencias incorporadas en el presente análisis muestran las posibilidades de forjar sociedades capaces de satisfacer sus propias necesidades directamente o a través de intercambios con otras, integradas en redes comerciales o asociadas en alianzas sociales y políticas. Se demuestra que muchas comunidades y alianzas de comunidades están deliberadamente implementando procesos para afianzar su capacidad de autogestión y de organizar proyectos para garantizar la producción de sus necesidades básicas y la conservación de sus entornos, incluyendo la ampliación y el enriquecimiento de sus infraestructuras sociales y físicas.
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Muchas comunidades en América Latina están empeñadas en forjar sus propias estrategias que
prometen trazar caminos hacia otra organización social, productiva y política, creando
posibilidades para mejores niveles de bienestar y una mayor capacidad de conservación y
rehabilitación de los ecosistemas de que dependen. Para estas comunidades, consientes de la
necesidad de entrar en alianzas con otras para construir las complementariedades requeridas para
su buen funcionamiento, estas estrategias se guían por la profundización de su propia
comprensión del significado de sus cosmovisiones que interrelacionan las tareas cotidianas de
administración, de producción y de organización socio-política con las herencias culturales y las
obligaciones comunitarias, incluyendo las requeridas para cumplir con sus responsabilidades
frente a sus ecosistemas.
La Comunalidad:
Para estos procesos la centralidad del concepto de la “comunalidad” entre los diversos pueblos
con ascendencia de la cultura mesoamericana –como el del “buen vivir” en otras partes de
América Latina2– es la puesta en práctica e innovación constante de una forma de organización
comunitaria. Estas prácticas son derivadas de su alto grado de interculturalidad e interrelación con
algunas instituciones de la colonia española (Chance y Taylor, 1987; Lockhart, 1985; Taylor, 1972).
Intelectuales encarnadas (orgánicos) de la Sierra Norte de Oaxaca han aglutinado esta forma
compleja de organización comunitaria desde la categoría de comunalidad (Martínez Luna, 2003,
2010; Díaz, 2007). La comunalidad representa una contribución epistémica que da cuenta de
procesos de apropiación de la naturaleza de una manera alterna a la ortodoxa visión e
instituciones del proyecto civilizatorio occidental (ver figura 1).
La noción de comunalidad se desarrolla en la década de 1980 por diversos intelectuales con
ascendencia indígena de la Sierra Juárez de Oaxaca. Se trata de pobladores de las comunidades
que tuvieron la oportunidad de acceder a una formación superior en diversas carreras, tales como
antropología, lingüística, derecho y educación. En el contexto de la lucha por la recuperación de
los recursos forestales de la Sierra Juárez, promueven formas de autonomía y de “comunidad”
propia, así como proyectos de reagrupamiento étnico a partir de las agencias auxiliares, los
ayuntamientos y las coordinaciones regionales (CDI, 2006: 19).
Para Regino (CDI, 2007:83), la comunalidad se trata de la “construcción de un futuro deseable”,
mientras para los introductores de esta categoría representa una experiencia diversa y compleja,
pero vivida cotidianamente en estas tierras de la Sierra Juárez de Oaxaca; sobre todo a partir de la
asamblea, de su concepto de autoridad, del trabajo colectivo y de la identidad con la tierra.
Díaz (2007) realiza diferentes aproximaciones a la noción de comunalidad. Su primera
aproximación es desde la noción de comunidad. Para empezar distingue entre comunidad
2 La riqueza de la herencia filosófica de los pueblos indoamericanos es documentado en la compilación de
Dussel, et al., (2010).
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occidental con la indígena, posteriormente identificado las características generales de ésta
segunda, identifica a la tierra y el trabajo como carácter de identidad de tal noción. El último salto
analítico los da cuando indica que la comunidad es el aspecto fenoménico, y la comunalidad el
esencial. Para llegar a esta noción dialéctica realiza el siguiente recorrido analítico:
La comunidad indígena es geométrica, por frente al concepto occidental. No se trata de
una definición en abstracto, pero para entenderla señaló los elementos fundamentales
que permiten la construcción de una comunidad concreta. Cualquier comunidad indígena
tiene los siguientes elementos:
Un espacio territorial, demarcado y definido por la posesión.
Una historia común, que circula de boca en boca y de una generación a otra.
Una variante de lengua del pueblo, a partir del cual identificamos nuestro idioma común.
Una organización que define lo político, cultural, social, civil, económico y religioso.
Un sistema comunitario de procuración y administración de la justicia.
Es decir, no se entiende una comunidad indígena solamente como un conjunto de casas con
personas, sino personas con historia, pasada, presente y futura, que no sólo pueden definir
concretamente, físicamente, sino también espiritualmente en relación con la naturaleza toda.
… se puede dar una definición primaria de comunidad como el espacio en el cual las
personas realizan acciones de recreación y de transformación de la naturaleza, en tanto
que la relación primera es la de la Tierra con la gente, a través del trabajo (Díaz, 2007:38-
39).
Una vez abordado este nivel, el de comunidad; entonces arremete al terreno de la comunalidad
como se muestra este texto:
Comunalidad define la inmanencia de la comunidad. En la medida que la comunalidad define otros
conceptos fundamentales para entender la realidad indígena, cumple elementalmente los
requisititos para ser una categoría…
Los elementos que definen la comunalidad:
La tierra, como madre y como territorio.
El consenso en la asamblea para la toma de decisiones
El servicio gratuito, como ejercicio de autoridad.
El trabajo colectivo, como acto de recreación.
Los ritos y ceremonias, como expresión del don comunal (Díaz, 2007:39-40). En complemento a esta categoría, Martínez reafirma el papel del territorio, de la autoridad en las
asambleas, pero también matiza su papel renovador y proceso de apropiación y confrontación de
lo propio con respecto a los ajenos3. La comunalidad
3 Una vertiente conceptual derivada de la propuesta de control cultural de Bonfil (1982; 1987).
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Es el pensamiento y la acción de la vida comunitaria. Es el resultado de la apropiación
social de la tierra y de los códigos de la relación que se deciden por medio de la
comunalicracia… La comunalidad como tal es el pensamiento sustantivo de la educación
regional y extraregional y son acuerdos comunes en un territorio propio. Es suma de
valores de intercambio hacia adentro y al exterior; integra a la individualidad pero es algo
más que la suma de individualidades. Comunalidad es autoridad pero es algo más que
poder en tanto en decisión consensual. Se enfrenta al poder externo en campos diversos
de confrontación: en la educación en la tecnología, en la religión o en la fiesta. Es un
concepto integrador de instancias que alcanzan a reproducir incluso en ámbitos urbanos…
La comunalización es el ejercicio cotidiano de la comunalidad (Martínez, 2003:51)
Hay otros aspectos cotidianos que acercan a la concepción de las relaciones involucradas en la
conformación de la comunalidad, como, por ejemplo, lo representan los dispositivos
organizacionales y culturales que limitan la acumulación de la riqueza individual a costa del trabajo
comunitario. Se destacan, por ejemplo la orientación recursos obtenidos hacia obras de
infraestructura y servicios hacia la comunidad; así como los gastos realizados dentro de los ciclos
rituales y de consumo simbólico.
Existe, por otra parte, un sistema complejo de contrapesos y vigilancia mutua que impide la
acumulación del poder político y su consecuencia en la transformación de una acumulación
económica.
En principio nadie que llegue a un puesto de poder comunitario tiene porque enriquecerse
pues no se paga un sueldo que lo permita, de tal modo que, para el pueblo, no hay
explicación verosímil que legitime la compra de un nuevo camión o una casa en la ciudad
de Oaxaca. Y en el ethos comunitario no es la acumulación de riqueza económica, sino la
acumulación de prestigio lo que permite el ejercicio del poder (Garibay, 2005:133)
De la comunalidad, entonces, se aglutinan un conjunto de atributos institucionales comunitarios,
tales como a continuación se enumeran:
La democracia participativa o directa, alimentada por el ejercicio cotidiano en la asamblea
ciudadana, comunal y las diversas instancias de vigilancia. Es decir, en gran parte de estas
comunidades se despliega la democracia directa (uso constante de la asamblea para informar
acciones, toma de decisiones y la rendición de cuentas), pero también la representativa. Ello
contribuyó a que en Oaxaca, las reformas en materia electoral permiten incorporar el sistema
de normas consuetudinarias (“usos y costumbres”) para elegir a sus autoridades municipales
(Hernández Díaz, 2007). Debe de destacarse en este punto la relación entre esta democracia
participativa y las acciones vinculadas con el tema ambiental (Mitchell, 2008);
La organización del trabajo comunitario, el cual se desarrolla sin compensación monetaria,
sino ligado a otro tipo de valoraciones como el desarrollo de prestigio local o de compromisos
impuestos desde la comunidad “para seguir perteneciendo a ella”. Se expresa a través de una
diversidad de actividades, entre estas, a las siguientes: en la asamblea para la decisión; el
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cargo para la coordinación; el tequio para la construcción; y la fiesta para el goce (Martínez
Luna, 2003);
La posesión territorial comunitaria. No sólo es factor de cohesión social basada en el bien
común definido cultural e históricamente (como puede la tenencia de la tierra comunal), sino
también es vital por la preservación del espacio vital. Como la base territorial para la
transformación, la expresión de los conocimientos específicos sobre la utilización de los
recursos naturales y como la base material para la autonomía política y productiva;
La cosmovisión. En el que se agrupa y se explora todas aquellas manifestaciones sobre la
percepción cultural de la naturaleza. Por ello su trascendencia en la indagación para
relacionarla con los procesos de apropiación social de la naturaleza.
La comunalidad no es la representación conjunta de los intereses individuales sobre los colectivos
como sucede en la noción de “contrato social” de Hobbes o de Locke. No se entiende como
un convenio [donde] cada quién hacía el contrato para resguardar su interés particular; si
el contrato, la asociación política, no lo resguardaba, me siento con todo el derecho de ir
en contra porque acepté el contrato en función de mi interés egoísta, y si no responde a
él, me rehúso a continuarlo (Villoro, 2003: 48-9).
En el caso de las citadas praxis campesinas se puede entender como un contrato en el que
puesto que lo acepto buscando el bien de todos por medio de la voluntad general, aunque
vaya en contra de mi interés personal, seguiré fiel el contrato… La democracia es, en este
segundo tipo de contrato, una asociación política que a la vez, necesariamente, es ética,
porque es la manera de mantener una entidad pública que garantice la libertad de todos, y
que sea, por lo tanto, garante de autonomía (Villoro, 2003: 49).
Estas características serán fundamentales para enfrentar los procesos de enfrentar las empresas
comerciales y su superación.
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Figura 1. Modelos Alternativos de Proyectos de Modernidad
Fuente: Colaboraciones con Mario Fuente de la Universidad de la Sierra Juárez de Oaxaca, México.
Hacia una organización social alternativa de la sociedad y de las regiones
En la actualidad muchas comunidades están inmersas en contiendas sociales de diversa
envergadura por los esfuerzos cada vez más decididas de apropiar a sus recursos naturales y sus
territorios para otro modelo de acumulación en aras de una visión de sociedad integrada
internacionalmente bajo el control del capital globalizado. Las disputas para el control recursos
naturales se ha magnificado en las últimas dos décadas. Las causas son múltiples, entre ellas las
siguientes: a) las medidas de ajuste estructural impulsadas por el estado mexicano en el proceso
de la integración económica internacional; b) el valor del control de los bosques por los
importantes pagos ofrecidos por los programas de pagos por servicios ambientales que muchas
comunidades rechazan por la pérdida de control que implica; c) la alta demanda de productos
forestales maderables y minerales (no petroleros) estratégicos requeridos por la industria (sobre
todo militar, electrónica, automovilística y de salud) de los países del norte; d) el desarrollo
tecnológico para abaratar los costos de extracción; e) las altas tasas de ganancia generadas por los
inversionistas a través de la extracción de los minerales, lo que ha favorecido un clima de
optimismo de encontrar en la minería una de las fuentes de desarrollo económico más
importantes después del petróleo; f) el hecho de que gran parte de los recursos mineros están
ubicados en territorios habitados por pueblos originarios con un alto patrimonio biocultural; y, g)
Versión Europea
(católica)
La Modernidad capitalista
Individualismo liberal
Liberación del Mercado
Propiedad privada
Democracia representativa
Instituciones de la Modernidad Capitalista
Equivalencia Monetaria de la
Naturaleza
Poder como Dominación
Crecimiento económico
como progreso
Versión
Americana(protestante)
Matriz Mesoamericana
Instituciones de la Otra Modernidad
Comunitarismo
Comunalidad
Propiedad comunitaria
Democracia participativa
Poder obediencial
La Tierra como Madre
La Otra Modernidad
Interculturalidad
Estados-Nación
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que el proceso de otorgamiento de concesiones mineras se está realizando sin un proceso
adecuado de consulta y de apego a la normatividad ambiental nacional e internacional.
Así, el caso de las industrias forestal y minera, por su parte, aporta indagaciones de alto interés
epistémico al tema de la significación de la sustentabilidad.4 Puede ser ubicado como uno de los
asuntos paradigmáticos sobre el debate que existe en la sociedad latinoamericana en la
construcción de proyecto de nación con atributos de justicia, equidad, democracia y
sustentabilidad. En la querella del desarrollo forestal o minero se expresa nítidamente la
confrontación de diferentes perspectivas para la significación de la idea de desarrollo, de progreso
y en particular de la sustentabilidad.
En el enfoque ortodoxo se pueden identificar las premisas de una teoría económica que le asigna
al mercado el factor de equilibrio y de organización de la sociedad, y que supone una
conmensurabilidad de los procesos naturales con los económicos. Son la economía ambiental y la
ecología industrial dos de las disciplinas más socorridas en la academia desde las cuales se evalúa y
diseña la pertinencia ambiental de los proyectos. Ambas disciplinas asumen las premisas
económicas citadas. Es en y desde la academia donde la significación del desarrollo sostenible se
ha reproducido, justificada e instrumentada en gran parte de la política pública. Esta simbiosis
entre la teoría económica y las políticas públicas se intensificó desde mediados de la década de los
años ochenta; desde entonces se ha convertido en el eje del desarrollo del país. El impulso de las
industrias que dependen de los recursos naturales no está ajeno a esta orientación. Estas
perspectivas teóricas y políticas presentan diferentes sesgos para analizar el caso de estas
industrias en las sociedades latinoamericanas. Uno de estos sesgos es la falta de comprensión de
otras dimensiones éticas de la sustentabilidad, entre ellas el asunto de la generación de los
conflictos distributivos (económicos y ambientales) y la presencia de otros lenguajes de valoración
de la naturaleza expresadas por las comunidades con una fuerte ascendencia en la cultura
mesoamericana.
En este marco, una característica que potencializa el conflicto de visiones –del papel de los
recursos naturales en el desarrollo– se deriva de que en gran parte de los territorios con potencial
se manifiesta un alto patrimonio biocultural (Boege, 2008); es decir, una sinergia entre el grado de
conservación de los recursos y la diversidad cultural. Se destaca, también, la presencia de
instituciones y cosmovisiones diferentes a la impulsada por la racionalidad de la globalización
económica. Una de estas instituciones es identificada como la comunalidad, la cual se ha
constituido en un instrumento muchas comunidades indoamericanas para propiciar una cohesión
al interior de la comunidad, pero a la vez para cimentar la posibilidad de un dialogo intercultural
sobre las diferentes visiones de desarrollo y de sustentabilidad en la construcción del proyecto de
nación.
De esta forma, los principales actores de esta querella se encuentra en tres sujetos sociales: el
Estado, los inversionistas y las comunidades que habitan los territorios con el potencial minero.
4 El International Institute for the Environment and Development (2002) realizó un ambicioso estudio de la
posibilidad de una gestión sustentable de la minería, con base en un consultoría involucrando 200 trabajos
comisionados y trabajos en 16 países, llegando a la conclusión que los obstáculos son muchos.
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Cada sujeto social manifiesta sus concepciones de proyecto de nación, y con ello de desarrollo
sustentable. Los dos primeros sujetos coinciden que el proyecto de nación solo es posible se basa
en la incorporación competitiva de los proceso de integración económica internacional, de ahí que
la noción de desarrollo sostenible está vinculada con la necesidad de un crecimiento económico
sostenible, en el que ubican el papel de la extracción de recursos naturales.
Pero esta disputa no solo se debate en el terreno de la lucha cotidiana de las visiones entre estos
sujetos sociales, sino también desde la esfera del discurso desde la cual se reproduce la política
pública (económica, ambiental, educativa). La postura de muchos estados enfatiza la evaluación
de un análisis de costo-beneficio, la importancia del desarrollo tecnológico como estrategia para
disminuir los problemas ambientales y la conmensurabilidad entre el capital socialmente fabricado
y el “capital” natural. Todo ello desde los cimientos de la teoría económica que identifica al
mercado como el factor de equilibrio y regulador de la sociedad.
Por eso, las comunidades comprenden la necesidad de una re-significación de la sustentabilidad
desde otras perspectivas que favorezcan una mayor responsabilidad ambiental y social frente a la
visión ortodoxa. Los temas de los lenguajes de valoración de la naturaleza, los conflictos
distributivos (ambientales y económicos) y la interculturalidad son vertientes éticas que
contribuyen a analizar el debate desde una perspectiva más integral a la ofrecida por la visión
ortodoxa. En los territorios con pueblos con ascendencia en varias de las culturas indoamericanas,
entonces, la dimensión de la justicia ambiental, de la interculturalidad y de la sustentabilidad
adquiere matices especiales que son necesarios explicitar e incorporar dentro del debate del
proyecto de nación.
Estas disputas desempeñan un rol importante. Los habitantes de las comunidades participantes no
comparten la visión homogénea de desarrollo impulsada por el estado mexicano y las empresas
con relación al tema de la industria minera. Su valoración incorpora dimensiones culturales
alternas a la valoración ortodoxa; primero con la revaloración del recurso agua (cantidad y
calidad), y luego en valoraciones de tipo cultural (el paisaje, lo sagrado). Un aspecto sociocultural
que se evidencia es la fuerte asociación entre el territorio y la comunidad. El territorio, por su
parte, se muestra y reivindica como la base de identidad cultural y de sustento de vida; la
comunalidad es un instrumento político-cultural para un diálogo intercultural.
Las enseñanzas de estas luchas comunitarias son en diversos niveles. Desde una perspectiva
epistémica muestra a la categoría de comunalidad como una institución fundamental para
impulsar lenguajes de valoración de la naturaleza alternos a la visión de la economía global. Pero
por otro lado es política: muestra que en la medida el Estado interviene de manera autoritaria o
violenta genera disenso social; pero al mismo tiempo puede ser catalizador de respuestas
organizadas de los grupos sociales (como la comunalidad) que logran identificar que han sido
excluidos como ciudadanos en la construcción del proyecto de nación.
Estas praxis campesinas expresadas en la comunalidad no son estáticas. Requieren
cotidianamente la construcción de espacios autonómicos; espacios que son frágiles y demandan
su constante reconfiguración en función a las señales de las instituciones de la racionalidad
económica de corte neoliberal: el Estado y el mercado. Su configuración implica, al mismo tiempo,
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el enfrentamiento de diversas luchas políticas no solo al exterior, sino al interior de las mismas
comunidades. Estas luchas se están dando actualmente en muchas regiones del continente y en
diversos ámbitos de la sociedad rural (local, regional, estatal).
El proyecto es una esfuerzo para crear canales para la entender el contenido de las otras voces
tratando de lograr incluirse en la estructuración de nuevos escenarios socioambientales y de
justicia ambiental en el proyecto de nación; voces para un diálogo de saberes (Leff, 2004, 2006) y
diálogo intercultural (Zemelman y Quintanar, 2007). Así, frente a la concepción única de
modernidad o posmodernidad desde el modelo de la globalización económica, el trabajo se
inscribe en la posibilidad de una trans-modernidad e interculturalidad (Dussel, 2006), o de una
modernidad alternativa (Toledo, 2000).
Así, dada la característica pluricultural de las sociedades donde hay una fuerte presencia de
culturas indoamericanas, la resignificación de la sustentabilidad desde otras perspectivas éticas se
convierte en una tarea no solo de importancia teórico-metodológica, sino epistémica y política en
la construcción de sociedades más incluyentes, democráticas y justas: todos estos como atributos
inherentes a la sustentabilidad. Los campos emergentes de la economía ecológica y la ecología
política reconocen estas valoraciones, de ahí la sinergia y los retos epistémicos que se abren entre
estos campos emergentes y la praxis de estas comunidades.
Los numerosos ejemplos citados en la literatura involucran comunidades que están en diversos
tipos de conflictos para defender sus patrimonios. Pero estos conflictos reflejan una actividad más
amplia encaminada hacia la construcción de estrategias alternativas para su avance, fincadas en
las cosmovisiones que mantienen y fortalecen. Nuestra labor es acompañar a miembros de las
comunidades participantes para explicar sus propias visiones de la construcción de estas
alternativas.
La construcción de alternativas
Hablar de la construcción de alternativas es entrar en los detalles operativos del funcionamiento
de una sociedad incluyente. Esto implica buscar mecanismos para combinar la solidaridad social
con responsabilidades ambientales. Resulta evidente de la experiencia ganada que las sociedades
que puedan avanzar en esta dirección empiezan terminando con la necesidad de enfrentar los
interminables debates de la comunidad internacional de cómo superar la pobreza y la
marginalidad, ya que su punto de partida es el compromiso colectivo de asegurar un nivel
adecuado –socialmente determinado– de satisfactores materiales, servicios colectivos como
educación y asistencia médica y actividades culturales y organizativas que garantizan la
continuidad de la sociedad y la salud de sus ecosistemas. En nuestros intercambios con estos
grupos resulta evidente que hay un conjunto de principios fundamentales que deben cumplir sus
programas; los hemos sintetizado en cinco conceptos medulares:
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a) La autonomía implica la capacidad de autogestión de las comunidades, pero no solo al interior
de una comunidad, sino a nivel de alianzas de comunidades. Porque la idea de trabajar a una
escala de una sola comunidad es una escala demasiada pequeña;
b) El segundo principio se deriva del primero: la solidaridad social como elemento esencial en la
organización empresarial y el control por parte de todos los participantes con base en la
democracia directa, es decir la participación de todos los involucrados en la toma de decisiones,
en la repartición de responsabilidades y la distribución de beneficios, así como en la rendición de
cuentas e incluso la revocación del mandato de los dirigentes sino se cumplen los objetivos
sociales;
c) El tercer principio es promover en la medida en que sea posible la autosuficiencia, no sólo de la
alimentación sino de todas aquellas facetas de la vida social que sea posible para los participantes;
d) Para complementar la producción propia, es fundamental el cuarto elemento, la diversificación
productiva. Como hemos visto en múltiples experiencias de desarrollo comunitario, limitarse a la
autosuficiencia es trazar un camino al empobrecimiento, ya que restringe a los participantes a
acceder solamente los productos tradicionales que provienen de sus propios recursos, sin
posibilidades de adquirir los que contribuirían a diversificar su sistema productivo y tener acceso a
las enormes oportunidades generadas por bienes y servicios disponibles en otras partes. La
diversificación productiva es un mecanismo para promover y profundizar el intercambio entre
comunidades de una misma región y con otras que participan en el mercado externo;
e) Finalmente, por supuesto, la gestión sustentable de los recursos regionales es fundamental
para que los esfuerzos sean compatibles con el mantenimiento de la calidad del entorno y
garantizar la posibilidad de seguir ampliando la estrategia sin amenazar sus propias condiciones
naturales. Aquí, la palabra regional es central, porque implica salir de los ámbitos políticos para
entrar en la necesidad de una colaboración entre comunidades, entre grupos sociales, rompiendo
definiciones de antaño; en muchos casos, la región podría definirse como una cuenca hidrográfica
– una unidad 'natural' – que obliga a la colaboración entre "los de abajo" con "los de arriba", una
colaboración que en sí obligaría romper barreras tradicionales, entre grupos históricamente
apartados.
Las actividades específicas en que estamos involucrados incluyen proyectos, algunos de los cuales
pueden sonar raros, tales como la producción de carne de puerco "light" (baja en grasas y en
colesterol); huevos enriquecidos con Omega-3 (que son más saludables para los consumidores);
artesanías con base en insumos propios, como la seda que se produce en las propias
comunidades, de hilos generados por gusanos de seda criados por los comuneros, cuyo alimento,
las hojas de morera proviene de árboles reproducidos y plantados por ellos mismos en sus propios
terrenos, ahora con un apoyo de programas gubernamentales. También se está promoviendo la
instalación de sistemas domésticos para la calefacción solar del agua y construcción de plantas
locales dentro de las comunidades, de tratamiento de aguas residuales para generar nuevas
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fuentes de agua para producción de traspatio y comunitaria. Otros grupos están creando
empresas para ofrecer servicios de ecoturismo, de alimentos orgánicos, de comidas tradicionales y
de aguas embotelladas. En otro plano, varias comunidades forestales están trabajando con
sistemas comunitarios para el aprovechamiento sustentable y certificado de sus recursos naturales
y para la participación en los mercados internacionales de venta de servicios ambientales,
actividad que no deja de ser controversial (Barkin, 2012).5
Para nosotros, investigadores, el reto que tenemos es desarrollar estrategias para acercarnos a las
comunidades, para cuando vayamos a colaborar con una comunidad a proponerles a sus
integrantes algún proyecto, debemos preguntarnos qué garantía les podemos ofrecer de que
nuestras propuestas no les van a hacer más mal que bien (Barkin, 2012). No hay situación más
clara que evidencia las dificultades de una interacción constructiva entre la academia y las
comunidades que la experiencia de los zapatistas desde su levantamiento en 1994; sin embargo,
son claros sus propios avances y la evidente consolidación de su capacidad de gobernanza con la
consecuente elevación en la calidad de su vida, a pesar de todos los obstáculos que siguen
enfrentando (Baronnet, et al., 2011). Quisiéramos mencionar que hay muchos otras experiencias
de las cuales podemos aprender. Es aleccionador, por ejemplo, explorar las iniciativas actuales,
evaluarlas y aprender de ellas; en el propio Distrito Federal hay experiencias extraordinariamente
interesantes, tal es el caso de los 32 parques comunitarios y servicios de esparcimiento y en el
Valle de México otros tantos. Hay que decir que no todas las experiencias en estos parques han
sido exitosas, sin embargo, algunas son verdaderamente buenas, como la del parque Ejidal San
Nicolás Totolapan, donde 2300 hectáreas de bosque han sido rescatadas y puestas al servicio de
los visitantes por un grupo de campesinos, los que agregan a sus actividades cotidianas, la de
ecoguías. También están las notables experiencias de algunos de los chinamperos de Xochimilco,
empeñados en rescatar al ajolote (Ambystoma mexicanum), tan apreciado como amenazado en su
supervivencia como especie (Barkin 2012).
La clave del éxito en estas comunidades es su capacidad de asegurar la reproducción continua de
la vida social y productiva mientras que afianzan la salud de sus entornos naturales. Para este
proceso lo que nuevo es una capacidad de garantizar no solamente la generación de excedentes
que permitirían aumentar sus posibilidades de atender las necesidades básicas de la comunidad y
mejorar sus infraestructuras. Lo realmente importante del enfoque presentado aquí es el
reconocimiento de la importancia de estos excedentes y de la capacidad de la comunidad de
organizarse para controlarlos y distribuirlos para seguir fortaleciendo las diversas dimensiones del
programa colectivo (Barkin, et al., 2011).
5 Las distintas formas de programas internacionales para el pago de servicios ambientales ha generado
intensos debates en muchas comunidades y con las administraciones nacionales, las ONGs que los están
administrando, ya que se están advirtiendo que en muchos casos implican una pérdida de control de los
recursos naturales incluidos en los programas. El problema ha intensificado a raíz de la extensión de los
programas para incluir REDD (reducción de emisiones por deforestación y degradación) además de los
programas originales surgidos del acuerdo de Kyoto de 1992 (McAfee, 2012; Schmink, et al, 2011; Van Dam,
2011).
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En el plano nacional:
En las condiciones actuales de América Latina, las iniciativas de la sociedad civil son
particularmente importantes. Mediante sus acciones, están diseñando nuevas estrategias para
promover el bienestar social y la conservación ecosistémica. En el proceso, los propios actores
están generando alternativas que no se limitan a la esfera productiva, ya que su implementación
requiere de actos de gestión que les lleva a asumir responsabilidades de gestión ambiental y
gobernanza; estas acciones resultan particularmente significativas, ya que históricamente las
instancias "oficiales" no las han cumplido de una manera adecuada, sobre todo cuando se trata de
beneficiar a grupos sociales de menores ingresos o a organizaciones locales y regionales que han
adquirido capacidades para actuar efectivamente. Pero, en el proceso de generar y consolidar
estos espacios políticos alternativos no podrán sobrevivir si no incluyen también espacios
territoriales donde sus actividades productivas, sociales, culturales y ambientales dejen una fuerte
herencia que contribuya a elevar los niveles de bienestar de los participantes.
Por eso, es fundamental insistir en las actividades de la sociedad civil no se limitan a lo que se está
concibiendo como la Economía Solidaria, una visión que se limita a grupos pequeños y asilados
que se abocan a procesos de pequeña escala de producción y a circuitos restringidos de
intercambio. No debería verse simplemente como otro modo de realizar la producción y la
comercialización de los mismos productos, que contribuya a crear nuevas oportunidades para los
que han estado excluidos del modelo globalizado. Tampoco se trata de otra forma de exaltar la
"economía popular" como la economía de los pobres, que valientemente están mostrando su
extraordinaria creatividad en establecer micro-emprendimientos que contribuyen a su capacidad
de sobrevivencia en niveles un poco arriba del nivel de subsistencia. No es simplemente otra
forma de apropiación social de la naturaleza y de comercializarla sino, más bien, constituye un
nuevo modelo de satisfacer las necesidades básicas de la población y de organizar las formas
colectivas para asegurar la inclusión de todos los sectores sociales en los nuevos compromisos
asumidos por los impulsores de la economía social y solidaria (Barkin y Rosas, 2006). Como lo
expresó Nicolás Georgescu-Röegen (1995), considerado como el padre de la economía ecológica
moderna, superar nuestras crisis actuales "…no será posible sin una profunda reestructuración y
una reorientación radical [de la economía]".6 En este sentido, cobra relevancia realizar procesos de
apropiación social de la naturaleza desde una economía neguentrópica, desde un equilibrio
dinámico (Schrödinger, 1944; Leff, 2010). La implicación de esta aportación es que la sobrevivencia
de la humanidad depende no tanto del "desarrollo sustentable", el "estado estacionario" o del
"crecimiento cero" sino de una dramática transformación en los patrones del metabolismo social
para llegar a un modelo diferente de sociedad.
6 La cita es del autor en la introducción de los editores, p. 6. Una de sus aportaciones fundamentales a la
teoría económica es la centralidad de la segunda ley de la termodinámica, señalando la incapacidad de seguir aumentando la generación de desechos generando crecientes índices entrópicos, recursos desperdiciados que generan diversas formas de contaminación no recuperables para la sociedad y no asimilables por los ecosistemas.
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Esta agenda de principios y actividades dejaría de ser relevante en un plano nacional si nos
limitáramos únicamente a sólo aquellas comunidades comprometidas con forjar soluciones para
ellas mismas y para ofrecer aportaciones propias a aminorar los peores estragos ambientales de
modelo nacional de economía y sociedad que tenemos. Las contradicciones fundamentales
evidentes en la sociedad mexicana, generadas por las profundas crisis económicas y ambientales
que se agudizan con el paso del tiempo, han motivado a millones de mexicanos – quizás un 15% de
la población nacional – a dedicarse a construir otras sociedades dentro de la sociedad nacional,
implementando los principios enunciados en lo que hemos planteado hasta ahora. La sugerencia
enunciada al principio de esta intervención – la posibilidad de ofrecer una estrategia alternativa
que terminaría con la manifiesta incapacidad actual para asegurar la satisfacción de las
necesidades básicas en las comunidades, en todos los hogares mexicanos – y con ello terminar con
el desempleo – debe ser el punto de arranque de cualquier iniciativa para implementar una
política de economía social y solidaria.
Para finalizar: lo fundamental es asegurar a las comunidades con quienes colaboremos, que
nuestros esfuerzos conjuntos para reforzar la construcción de alternativas contribuirán a crear y
reforzar a la comunidad, a reorganizar las prioridades y los sistemas de producción. Es en este
proceso que podríamos construir puentes que nos comuniquen, basados en la confianza mutua. Es
imprescindible que estemos seguros de que en el proceso de tratar de colaborar para mejorar
nuestras sociedades, tomemos caminos que nos unan, y no que nos dividan.
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