La consolación a Livia en la muerte de su hijo Druso...el cadáver de su caudillo sobre el montón...

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LA CONSOLACIÓN A LIVIA EN LA MUERTE DE SU HIJO DRUSO NERÓN

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  • L A C O N S O L A C I Ó N A L I V I AE N L A M U E R T E D E S U

    H I J O D R U S O

    N E R Ó N

    Diego Ruiz

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    Viviste largo tiempo feliz; poco ha te llamabastodavía la madre de los Nerones, y ya sólo te quedala mitad de este nombre. Livia, -ya lees versosfúnebres dedicados a Druso, y ya tienes uno soloque te llama madre; ya tu cariño no se divide entrelos dos, y al oír el nombre de hijo no preguntas:«¿Cuál?» ¿Quién se atreverá a imponer leyes a tudolor ni a enjugar las lágrimas que inundan turostro? ¡Ay de mí!, Cuán fácil es, aunque tu duelonos aflige a todos, pronunciar en el luto de otropalabras fortificantes. Diríase que fuiste alcanzadapor el ímpetu del rayo, para mostrarte superior a susestragos.

    Murió el joven modelo intachable de virtudes ytan ilustre en las armas como bajo la toga, el que

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    recientemente destruyó a los enemigos en losdesfiladeros de los Alpes, siendo caudillo de laguerra en compañía de su hermano; el que redujo alos feroces Suevos, a los indomables Sicambros, lesconstriñó a volver la espalda en la fuga, yproporcionó a los Romanos nuevos triunfos,extendiendo el Imperio sobre nuevas comarcas. Túcomo madre, sin presagiar el golpe que teamenazaba, disponíaste a cumplir los votos hechosa Jove y a la belicosa Palas, a llevar tus ofrendas alGradivo Marte y a todos los dioses que tienenderecho a nuestro piadoso culto. En tu pensamientomaternal se agitaba la ilusión del sagrado triunfo, yacaso ya te desvelaba el carro de marfil; mas enlugar del cortejo triunfal asistes a una pompafúnebre, y Druso reposa en el túmulo en vez desubir al Capitolio. Te lo figurabas de regreso, sentíasel alma llena de alborozo y tus ojos ya le veíanvencedor: «Ya va a llegar- decías-, ya el pueblo meverá transportada de júbilo, ya es hora de llevar alos dioses las ofrendas por mi querido Druso. Co-rreré a su encuentro, las ciudades me llamarándichosa, y estamparé los besos de mi boca en sucuello y sus ojos. Tal se me presentará, así saldrá a

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    recibirme, así juntará sus ósculos a los míos; he aquílo que me contará, y yo le hablaré así la primera.»

    Te forjas engañosas ilusiones, desventurada; re-nuncia a vanas esperanzas, cese el regocijo por lavuelta de tu caro Druso. El alumno predilecto deCésar, el que compartía la mitad de vuestro cariñoha muerto. Arranca los adornos de tu cabellera. ¿Dequé te aprovechan ahora la santidad de tuscostumbres, el proceder intachable de toda la vida, yser amada de tan excelso varón? ¿Qué la modestiainmaculada en medio de la grandeza, que venía a serla última de tus preclaras virtudes? ¿Qué sostener larectitud de tus miras frente a la corrupción del sigloy levantar altiva la cabeza sobre el fango de losvicios, y no haber hecho daño a nadie, cuandopodías hacerlo, ni ser de nadie temida por tusviolencias, ni dejar sentir tú influjo en el campo deMarte o en el foro, ni haber turbado nunca elbienestar de las familias? Cierto que por ofenderestas virtudes aparece más odiosa la injusticia de lafortuna, y patentiza la inconstancia de sus favores;se deja sentir aquí también, y para no perdonar anadie, se enciende en furor y revuelve a su arbitriolo justo con lo injusto. ¡Pues qué!, ¿hubiesedisminuido su poder de no afligir a Livia con tan

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    amargo duelo?; ¿acaso para que su felicidad noexcitara la envidia debía aparecer en la conductamenos virtuosa? Además se trataba de la casa de Cé-sar, que, libre de los estragos de la muerte, debía ele-varse sobre las miserias humanas. Vigilante cuida-doso del Imperio desde la altura del solio sagrado,merecía contemplar seguro los accidentes de losmortales, y que ni los suyos le llorasen, ni llorar aninguno de los suyos, ni padecer lo que padecemosnosotros, hijos del montón. Vímosle desconsoladopor la muerte del hijo de su hermana, y todo elpueblo -sintió aquel duelo como el de Druso. Detrásde ti, Marcelo, descendió Agrippa al sepulcro, y enla misma tumba reposan los dos yernos de César.Apenas se acabó de cerrar la puerta del túmulodonde yacía Agrippa, he aquí que su hermana pagael tributo a la muerte, y en pos de estas tres pérdidasviene la más dolorosa, la cuarta de Druso, quearrancó lágrimas copiosas al gran César.

    Cerrad ya, Parcas, los sepulcros abiertos coninsistente frecuencia; cerradlas; esta familia sufre yamás de lo justo. Druso, mueres, y tu gloria radiantese desvanece al morir; que al menos sea el últimoeste pavoroso golpe, este dolor que puede llenarsiglos enteros y ser el principio de una eterna

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    aflicción. En ti han muerto muchos, pues no erauno solo quien reunía tal suma de prendas, quien seadornaba con tantas virtudes. No hubo mujer tanfecunda como tu madre, que dio en sólo dosalumbramientos tal número de bienes. ¿Dónde estáaquella pareja dechado, de cien virtudes, de perfectaarmonía y amor profundo? Vimos a Neróninconsolable por la muerte de su hermano, pálido ycon los cabellos hirsutos anegarse en llanto, y en surostro desfigurado se marcaban las huellas deldolor. ¡Ay de mí!, ¡cuán honda tristeza se leía en suaspecto! Sin embargo, Nerón, viste a tu hermano enlos instantes postreros, y él también vio correr tuslágrimas; sintió moribundo cómo le oprimías a tupecho y puso en ti las miradas de sus ojosobscurecidos poco a poco por las sombras de lamuerte, sus ojos que pronto iban a cerrar tus manosfraternales; mas su desventurada madre ni le dio losúltimos besos, ni pudo reanimar los helados miem-bros al calor de su seno estremecido, ni recoger ensu boca el último suspiro, ni cubrir los despojos consus cabellos recién cortados. La muerte, Druso, tearrebató estando lejos de ella, ocupado en una gue-rra sangrienta, mientras servías a la patria más que ati mismo.

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    Deshácese en llanto, como a la venida de laprimavera se derrite la blanda nieve con el hálitotemplado de los Céfiros y los rayos del sol; llora porti, lamenta su infortunio, y desolada maldice losaños de su existencia, que le parecen eternos. TalProcne enternecida llora por fin a su hijo Itis en lasopacas selvas de Tracia, y en iguales lamentosprorrumpen los alciones por los marestempestuosos, sin que su débil voz enternezca lasolas. Así llorasteis a Diomedes vosotros los que,transformados de súbito en aves, observasteisvuestros pechos cubiertos de nuevas plumas; asílloró Clímene, así sus hijas todas, cuando el jovenFaetón, herido del rayo, se precipitó con el carro desu padre.

    A veces reprime las lágrimas, les ordenadetenerse cautivas, su entereza les impide asomarsea los ojos; mas al fin se desbordan y resbalan denuevo por su seno y garganta, después de inundarsus pálidas mejillas. Con el descanso cobra fuerzasel llanto y se desborda en torrente impetuoso, sicualquier obstáculo lo detiene un momento. Por fin,cuando las lágrimas se lo permitieron habló asídesolada, entrecortando con los sollozos suspalabras : «Hijo mío, fruto de vida tan efímera, y el

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    segundo que di a luz; hijo mío, orgullo de tu afligidamadre, ¿dónde estás? Perdí el segundo de misvástagos; ¿dónde ver ahora al hijo que era el orgullode su madre afligida? Tú hace poco tan grande, ¿yaqué eres? Un féretro, una pira: he aquí los dones quete esperan a tu regreso. ¿Merecías presentarte así alos ojos de tu madre? ¿Merecía yo verte así al volvera la patria? Si no es delito en la esposa de Césarhablar tan atrevidamente, ya dudo de que existan losdioses poderosos. ¿Qué crimen he cometido? ¿Aqué númenes no rendí culto? ¿A cuáles no lograronvencer mis plegarias? Este es el premio de la piedadque me arrojó sobre sus restos exánimes, y la pira ylas llamas los arrebatan de mis brazos. Yo,maldecida, ¿podré asistir a tus exequias y tendré,¡hijo mío!, valor para ungirte con mis manos? ¡Quédesventura!; te contemplo y abrazo por última vez,estrecho tus manos y junto mi boca con la tuya. Hoyque por vez primera te ve tu madre cónsul yvictorioso, ¡en qué estado ofreces tan altos timbresa la vista de la desgraciada! En tus funerales vi porvez primera las fasces abatidas en señal de dolor.¿Quién lo creerá?; el día más triste para una madrefue aquel en que vio a su hijo colmado de altísimoshonores. ¿Qué se hizo mi felicidad? Ya me

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    arrebatan a Druso Nerón, célebre por el nombre desu abuelo materno; ya no puedo llamarle hijo ni yollamarme madre; yo dejé de serlo para Druso en elmomento de expirar. Cuando se me anuncie la llega-da de Nerón victorioso ya no podré preguntar: ¿Esel mayor o el más joven? Toqué en el extremo delinfortunio; no más tengo el derecho de madre sobreun hijo; lo conservo para éste y lo perdí para aquél.Miserable de mí, me estremezco de horror, el esca-lofrío penetra mis huesos, a nada puedo llamar míocon certeza. Éste, mi hijo, me enseña a temer por suhermano; ya tiemblo de todo; antes era más valiente.Ojalá muera yo, Nerón, sobreviviéndome tú, paraque me cierres los ojos y en tu piadosa boca recibasmi postrer aliento. Así los dioses dispusieran que lamano de Druso y la de Tiberio humedeciesen y ce-rrasen mis párpados; pero al menos consiente,Druso, que yazgamos en el mismo sepulcro, y noirás solo a la presencia de tus antiguos abuelos; miscenizas se mezclarán con las tuyas, mis huesos contus huesos: quiera el rápido huso de la Parca traermepronto este día tan deseado.»

    A estas quejas siguen otras, las lágrimas acompa-ñan a las voces, pero voces y lamentos se pierden envano. Costó trabajo remitir el cuerpo del hijo a la

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    madre, que estuvo a punto de no asistir a sus fune-rales, porque todo el ejército había resuelto quemarel cadáver de su caudillo sobre el montón de armasentre las que pereció, y, mal de su grado, el hermanohubo de arrebatar aquel cuerpo digno de veneracióny entregarlo a la patria que lo reclamaba. El fúnebre,cortejo de Druso atraviesa las ciudades romanasque, ¡oh desgracia!, debía atravesar vencedor,después de haber aniquilado las huestes de losRetios. ¡Ay de mí! Su primer viaje ¡qué diferente delactual! Llega como cónsul a la ciudad desolada, perocon las fasces rotas: si así entra vencedor, ¿cómoentraría vencido? Resuenan los sollozos en la tristemansión cuyo alegre dueño ofreciera adornar conlos trofeos conquistados en el campo del valor. Elpueblo gime, y la aflicción se retrata en todas lascaras: que este abatimiento reine en los pueblosenemigos. Los ciudadanos, inquietos, cierran suscasas, estremecen con sus alaridos las calles de laciudad, y por acá y allá, o se lastiman en silencio oprorrumpen en amargos clamores. La justiciaenmudece, las leyes callan sin vigor, y en todo elforo no brilla un solo ropaje de púrpura. Los diosesse ocultan en sus templos, apartan la vista de taninicua muerte y no reclaman que se queme el

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    incienso en sus altares; retraídos a lo más oculto delsantuario, no se atreven a resistir las miradas de losdevotos por miedo a la cólera que han provocado.Un piadoso de la ínfima plebe elevaba al cielo lasmanos por la salud de su hijo, ya dispuesto a lasplegarias, cuando exclama: «¿A qué en mi neciacredulidad dirigir votos inútiles a dioses que noexisten? Livia, la gran Livia, no los conmovió enfavor de Druso, ¿y habré yo de inspirar mássolicitud a Jove poderoso?» Dice, y coléricorenuncia a sus votos antes de proferirlos, fortaleceel ánimo y ahoga las plegarias. La turba se precipitaal paso del cortejo, y con los semblantes regados delágrimas grita que la pérdida del cónsul constituyeuna calamidad pública; los ojos húmedos sedeshacían en llanto, y ni un solo caballero faltó a latriste ceremonia. Allí se apiñan todas las edades,jóvenes y viejos, las matronas de Ausonia y susnueras. La triste efigie del héroe ceñía el laurelvictorioso que había de depositar en los templos; lajuventud noble se disputa el honor de conducir elféretro, y se dispone a cargarlo en sus hombros, ytú, César, pronunciaste el panegírico de tu alumnocon las lágrimas y la voz entrecortada por lossollozos que te arrancaba la aflicción, y contra el

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    designio de los dioses, te deseaste una muerte seme-jante, como si tus hados te permitiesen morir. Masno; has nacido para escalar el cielo, y fulgurante conel rayo, el magnífico palacio de Jove te recibirá hen-chido de satisfacción. Druso alcanzó lo quepretendía, que sus hechos te agradasen, y en tusalabanzas conquistó el más alto premio de sumuerte.

    Las cohortes armadas celebran según costumbresus juegos en torno de la pira; infantes y caballerosrinden honores a su jefe; una y cien veces suenanlos últimos clamores, y las opuestas colinasdevuelven el eco de las voces. El mismo padreTíber estremecióse de espanto en sus rojizas ondas,y levantó en medio, de la corriente su cabeza queanublaba el dolor. Con vigorosa mano descubre elcerúleo rostro, recogiendo sus cabellos entrelazadosde musgos, cañas y ramas de sauce, y desata taltorrente de lágrimas por sus ojos, que apenas elprofundo cauce del río pudo contener las aguas querebasaban las riberas, pretendiendo extinguir consus raudales desbordados las llamas de la pira, yarrebatar el cadáver todavía intacto; detenía lasaguas, y reprimía la impetuosidad de sus corcelespara sumergir la hoguera con toda su corriente; pero

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    del templo vecino, el dios del campo de Marte, conlos ojos preñados de lágrimas, exclamó: «Aunque lacólera conviene a los ríos, no obstante, Tíber, aplacatu furia: ni a ti ni a nadie se concede vencer a1destino. Mi Druso ha perecido en medio de lasarmas y las espadas, luchando por su patria; la causade su muerte se ignora. Le concedí cuanto pude, leenaltecí con la victoria; murió el vencedor depueblos, mas quedan sus conquistas. En época yalejana quise persuadir a Cloto y sus dos hermanas,que con los dedos mueven los husos del humanodestino, que Remo, el hijo de Ilía, y su hermano, elfundador de Roma, se librasen por cualquiera vía delas aguas estancadas de la Estigia, y una de las tresme contestó : «Sólo en parte se colmarán tusaspiraciones; uno de los dos alcanzará lo quepretendes. Éste será por ti inmortal; luego lo seránpor Venus los dos Césares, únicos dioses quereverencia la ciudad de Marte.» Así lo decretaron lasParcas; tú, ¡oh Tíber!, no te opongas en vano, nipretendas apagar las llamas con tu corriente; respetalos últimos honores tributados al cadáver de estejoven, vuelve a tu lecho, y desciendan por él tusraudales.

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    Obedece, sus ondas se dilatan en largo espacio, yvuelve a su morada abierta entre escarpadas rocas. -La llama que se detuvo largo tiempo antes de que-mar aquella cabeza sagrada, erró lenta en torno dellecho fúnebre; pero al fin cobra fuerzas, abrasa laleña y toca en los astros celestes con su cabellera defuego, como en los collados de Oeta resplandeció lahoguera que devoraba los despojos del divino Hér-cules. ¡Ay!, aniquila la belleza de aquel joven, la her-mosura de sus formas, su simpático rostro y suvigor reconocido, y con las manos victoriosas, laboca elocuente y el pecho morada de altísimossentimientos, quedan destruidas las esperanzas demuchos buenos en sus llamas, que penetran hasta enlas entrañas de su mísera madre; pero aún viven lashazañas del caudillo, la gloria de sus difícilesempresas aún permanece; es lo único que escapó ala avidez del devorador elemento. Su nombre pasaráa la historia, los siglos futuros leerán sus hechos, ydarán abundante materia a las artes y a la poesía.Alzarase en los Rostros tu magnífica estatua con sustítulos y honores, y nos acusará, Druso, de habersido los fautores de tu muerte. A ti, bárbaraGermania, no te queda derecha ninguno al perdón,y pronto tu muerte dejará satisfecha nuestra

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    venganza; pronto veré los cuellos de tus reyesamoratados por las cadenas, sus crueles manoscargadas de hierro, sus frentes contraídas deespanto, y lágrimas de despecho resbalar por susrostros feroces. Aquel aliento amenazador yorgulloso por la muerte de Druso se abatirá ensombría cárcel a manos del verdugo. Yo medetendré lleno de júbilo ante el montón afrentosode los cadáveres desnudos arrojados al fango de lascloacas. Que la Aurora cuajada de rocío nos traigapronto en sus fogosos corceles el día que iluminetan grato espectáculo, y con ella los hijos de Leda,astros concordes, cuyo templo se abre en medio delforo.

    ¡En cuán pocos años acabó la carrera delpríncipe, muerto como viejo por los grandesservicios hechos a la patria! ¡Desdichado de mí! NiDruso gozará los galardones de sus empresas, nileerá su nombre grabado en el frontis del templo.Mil veces Nerón, anegado en llanto, dirá con vozapagada: «¿De qué me sirven Cástor y Pólux si yono tengo hermano? Estabas seguro de queregresarías vencedor, de que te veríamos triunfante,y, en efecto, saliste vencedor. Ahora hemos perdidoal cónsul, al caudillo, al victorioso, y la tristeza

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    invade los últimos rincones de la ciudad.» Losinfelices, pero leales compañeros de Druso, lerodean con las caras afligidas y los cabellos en des-orden, y alguno de ellos, tendiendo hacia él sus bra-zos, exclamaba: «¿Por qué partes sin mí y sin quenadie te acompañe?» ¿Qué diré de ti, esposa dignísi-ma de Druso, y nuera igualmente digna de su madreLivia? Pareja feliz e incomparable: el uno, el más esesforzado de nuestros jóvenes; la otra, objeto de laternura de tan intrépido varón. Tú, princesa; tú, hijade César; tú, por Druso equiparada a la esposa delomnipotente Jove; tú desde que se te concedióamarle fuiste para él la primera y la última, y tú erasel descanso delicioso de sus fatigas; tu ausencia learrancó al morir las postreras lamentaciones, y suhelada lengua aún pronunció tu nombre. ¡Infeliz!Sales a recibirle, no como te había prometido alpartir; era tu esposo, y no lo es a su vuelta. Ya nopodrá contarte la destrucción de los Sicambros, nicómo su espada obligó a volver la espalda a losSuevos; no te describirá los ríos, los montes, loslugares de nombres altisonantes ni las cosasadmirables que vio en aquel mundo nuevo. Sólo tedevuelven su cuerpo frío e inanimado; mira el lechofúnebre que le levantan, donde yacerá sin tu

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    compañía. ¿Adónde corres con los cabellosalborotados y puesta en furor? ¿Adónde te despe-ñas, y por qué en tu desesperación te golpeas el ros-tro con los puños? Así pareció Andrómaca cuandosu esposo, atado al carro de Aquiles, espantaba consu sangre a los corceles que lo arrebataban; talEvadne, cuando Capaneo con impavidez ofreció sucabeza al estrago de los rayos fulminantes. ¿Por quéen tu amargura llamas a la muerte, y abrazada a tushijos estrechas las únicas prendas que te ha legadoDruso? ¿Por qué durante el sueño te turban falacesimágenes, creyendo que aún le oprimes contra tuseno, y de súbito extiendes la mano confiada en re-tenerlo y le buscas en la parte del lecho vacío queantes ocupaba? Si esta creencia no es una temeridad,Druso será recibido en los Campos Elíseos entresus ilustres antepasados; su gloria, tan excelsa comola de sus ascendientes maternos, iguala a la de lospaternos, y le llevará, revestido de oro y soberbiocon los ornamentos imperiales, en el carro ebúrneode cuatro corceles, con las sienes ceñidas por ellauro triunfal. Recibirán al joven que les trae lasenseñas de los Germanos, precedido de las fascesque anuncian la autoridad del cónsul; se regocijaránen extremo con el sobrenombre de su familia, que

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    por sí solo bastó a vencer y domar al enemigo, yapenas creerán que en tan pocos años hayarealizado tantas conquistas, pues sus magnánimoshechos requieren plazo más largo. Alcanzará porsus timbres la inmortalidad, y esta consideracióndebería, ¡oh la más excelente de las madres!, atenuartu inmenso dolor. Mujer digna de llamarte madre yesposa de aquellos príncipes que nos trajo la edadde oro: oye lo que conviene a la madre de Druso yNerón; oye por qué debes abandonar el lecho demadrugada. No son iguales las obligaciones delvulgo y las de las personas ilustres, y tu casa las tienemuy sagradas. La fortuna, Livia, te puso en lo alto yte obliga a sostener el puesto de honor: acepta estacarga. Atraes las miradas y la atención de todos;todos observamos tus hechos, Y ninguna voz quesale de labios del príncipe queda oculta. Resiste confortaleza, sobreponte a tus amargos dolores, y encuanto puedas, ahógalos con tu inflexibleconstancia. Te pediremos ejemplo más raro devirtud que el rebelarte con la entereza, de unaprincesa romana. Nadie escapa a la ley del destino;el ávido barquero nos aguarda a todos, y apenas subarca puede contener la turba de los asaltantes; allícorremos todos y nos precipitamos al mismo fin. La

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    obscura muerte somete a todos a su dominio, y seatreve al cielo, a la tierra y al mar, cuya tripledestrucción está vaticinada. Anda, pues, y en mediode la ruina universal que amenaza, pon los ojos en tisola y en la pérdida que has experimentado. Ciertoque Druso fue el más heroico de los jóvenes, laesperanza del pueblo y la gloria suprema de lafamilia en que nació; mas era mortal, y tú mismaquedaste intranquila cuando marchó a pelear en unaguerra encarnizada. Se nos da la vida para gozarla,se nos presta sin interés y sin plazo fijo derestitución. Por todas partes la fortuna dispone a suantojo del tiempo; ella arrebata a los mancebos, ellasostiene a los viejos. Por donde se despeña, correfuriosa; sus rayos abrasan el orbe universal, y comociega precipita triunfantes sus arrestados corceles.Teme irritar con tus lamentos a esta divinidad; temeprovocar el resentimiento de esta reina poderosa. Sien una sola ocasión extremó contigo sus rigores, enotras muchas te ha favorecido como buena amiga. Site concedió nacer de alta alcurnia y dilatarte en dosgenerosos vástagos y enlazar tu suerte al sumo Jove;si César vuelve siempre a tu lado después de susconquistas, y su ánimo invencible es siempreventuroso en la guerra; si los Nerones han

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    satisfecho tus votos y esperanzas maternales, y poruno y otro caudillo fue tantas veces deshecho elenemigo, y el Rhin, los valles Alpinos y el Itargo,ennegrecido con la sangre que infesta sus raudales,testifican su valor, como el impetuoso Danubio y elApulo de Dacia, en los últimos confines del orbe,cuya ruta más breve es la del Ponto Euxino; y elArmenio en fuga y el Dálmata por fin suplicante, ylos Panonios dispersos en las cumbres de susmontañas, y el Germano hasta ayer desconocido deRoma, considera cuántos beneficios debes a lafortuna por este único golpe. Además, Druso hamuerto lejos de ti; no hubieses podido sobrellevar elaspecto de sus ojos moribundos; así el dolor pene-tró más blandamente en tu ánimo abatido, pues hu-biste de conocerlo sólo por los oídos. En losgrandes peligros, el miedo nos anticipa milcongojas, y tú vivías con ansiedad por los muchosque le amenazaban. El dolor no penetrórepentinamente en tu corazón, sino paso a paso porla vía que tus temores le abrieron. Júpiter dio antesseñales funestas de su hado cruento, cuando sumano vibró el rayo y destruyó tres templos en unanoche siniestra: el de Juno, la belicosa Minerva y elpalacio sagrado de César. Díjose asimismo que los

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    astros huyeron del firmamento, y el lucero de lamañana se negó a su giro acostumbrado, porquenadie le distinguió en todo el orbe y brilló el día sinque aquél le precediera. Esta desapariciónamenazaba destruir la tierra y sepultar en las aguasde Estigia el honor del Imperio. Mas tú, que eres elúnico consuelo de tu afligida madre, así ella te veatocar en la última vejez, y así a tus largos años junteslos de tu hermano, y tu anciana madre viva con suhijo también viejo. Mis ruegos serán oídos. Eldestino, por excusar lo pasado, después de lapérdida de Druso te proporcionará motivos desatisfacción, y sin embargo no osas contrarrestar tuinmenso dolor, y descorazonada rehusas prolongarla vida negándote los alimentos. Apenas te queda-ban ya pocas horas, cuando César vino a prestarte elauxilio que rechazabas; te suplicó, unió a las súplicasel mandato, y sólo entonces consiguió que un pocode agua refrescase tu boca sedienta. El segundo hijono acude con menos solicitud a salvar a su madre, ytambién suplica tiernamente y la exige que viva.

    Todos reconocieron la abnegación del esposo ydel hijo; Livia, a tu esposo e hijo debes la vida. Re-prime ya las lágrimas, que no han de volver el alien-to al que una vez Carón acogió en su barca cargada

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    de sombras. Todos sus hermanos y hermanas, supadre, su esposa, su tierno Astianacte y su viejaabuela lloraron a Héctor; no obstante, su cadáverrecuperado se entregó a la pira y su sombra novolvió a repasar las aguas de la Estigia. Lo mismoaconteció a Tetis; su hijo, el devastador Aquiles,sólo oprimió los campos de Ilión con las cenizas desus huesos. Panope, la hermana de Tetis, se mesópor él la cerúlea cabellera y acreció las ondas delpiélago con los raudales de su llanto. Las cien diosassus compañeras, la avanzada esposa del vastoOcéano, el padre del mismo Océano, y Tetis sobretodos; pero ni Tetis ni todos juntos pudieronrevocar los crueles decretos del ávido Platón. A quéaducir antiguos ejemplos: Octavia lloró a Marcelo, yCésar a éste y aquélla públicamente; pero la muerteno se deja vencer, es inevitable, y no hay manocapaz de reanudar el hilo de la existencia que se hacortado. Si el mismo Druso se dejase oír desde lamargen del nebuloso Averno, te diría con enérgicasvoces: «¿Por qué cuentas mis años? Yo me adelantéa la edad; los hechos hacen al viejo, y éstos debescontar: son los que prolongan mi vida y no losestériles años. Quede para mis enemigos una largasenectud; tales consejos recibí de mis antepasados

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    los abuelos Nerones, que aniquilaron la pujanza deCartago; tal enseñanza me inculcó la familia del granCésar, que por ti es la mía, y tal madre, debió ser elfin de mi carrera. Tampoco el honor dejó depremiar mis servicios, aunque éstos me satisfacenmás: madre mía, los timbres gloriosos ilustran minombre. Fui cónsul, llevé el sobrenombre deGermánico como vencedor de un mundo des-conocido, y en él perdí la vida sirviendo a la patria.Ceñí las sienes victoriosas con el laurel de Apolo; yomismo asistí a la pompa de mi funeral, vi el con-curso de los guerreros conocidos, las ofrendas delos reyes y las ciudades todas con sus títulosrespectivos, y con qué solicitud condujo mi féretroaquella juventud tan valerosa como fiel. Por último,merecí alabanzas de la boca augusta de César y leobligué a prorrumpir en llanto. ¿Quién ha decompadecerme? Reprime las lágrimas, te lo suplicoyo que las ocasiono.»

    Así piensa Druso, si en la sombra aún vive elpensamiento; no esperes menos alteza de tanmagnánimo joven; te queda, y ojalá sea por largotiempo, un hijo que vale por muchos, el primerfruto de tus entrañas, que deseo viva para ti sano ysalvo. Tienes un esposo protector de los

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    ciudadanos, y mientras aliente, conviene, Livia, queno sumas tu familia en hondo duelo.

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    NOTAS A «LA CONSOLACION DE LIVIA»

    Verso 3. Drusum.- Druso, hermano delemperador Tiberio, y, como éste, hijo de TiberioNerón y de Livia, peleó con éxito en la guerrasostenida contra los Galos, Grisones y Germanos, yse cubrió de tanta gloria en su expedición al Rhin,que su ejército le dio el título de imperator, y se ledecretaron los honores triunfales; pero cuando sedisponía a nuevas empresas murió inesperadamentede una caída de caballo, a la edad de treinta años.

    V. 23. Giadivunque. - Marte Gradivo, esto es, quediscurre por las filas de los combatientesincitándolos a la pelea.

    V. 67. Agrippam... Marcelle. - M. Claudio Marcelo,hijo de Cayo y Octavia, fue adoptado por Augusto,quien le casó con su hija Julia, y hasta pensó eninstituirle sucesor; pero su temprana muerte, quellenó de consternación a la familia imperial, hizoimposible la realización de tal pensamiento. A estepríncipe se refieren las palabras de Virgilio en ellibro sexto de La Eneida cuando dice: Tu Marcelluseris. Marco Vipsanio Agripa, condiscípulo deAugusto y uno de sus leales amigos, como lo

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    acreditó en las guerras civiles que dieron el golpe degracia a la república expirante, ganó con sus dotesmilitares la victoria de Accio, y Augusto lerecompensó dándole, a la muerte de Marcelo, enmatrimonio a su hija Julia, de la que hubo cincohijos: dos hembras y tres varones.

    V. 106. Daulias ales. - Procne, la infeliz esposa delinhumano Terco, que transformada en golondrinallora en las selvas, con tardío arrepentimiento, losefectos de su atroz venganza, que le arrastró a servirlos miembros del fruto de sus entrañas en unbanquete a su mismo padre, en castigo del incestocometido con Filomela.

    V. 110. Oenidem. -También se metamorfosearonen árboles los compañeros de Diomedes, elcampeón impetuoso, que tuvo el arrojo derevolverse contra los mismos dioses favorables a lacausa de Troya.

    V. 141. Fasces... eversos. - En las marchas triunfalesalzábanse las fasces ceñidas de laurel; en las pompasfúnebres, y como señal de luto, se abatían hacia elsuelo lo mismo que las armas, costumbreperpetuada a través de los siglos.

    V. 175 . Rhaetorum. -Antigua provincia romanaconquistada por Tiberio y Druso Nerón, que

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    corresponde a los pueblos Grisones y la mayorparte del Tirol; hallábase situada entre la Helvecia, elNórico y la Galia Cisalpina.

    V. 239. Cloto. - La primera de las Parcas, quehilaba el estambre del humano destino.

    V. 245. Caesar... uterque. -Julio César y OctavioAugusto, a quienes Venus prometió la inmortalidad,que ya gozaba Rómulo, reverenciado como un diospor la fundación de la Ciudad Eterna.

    V. 311. Sicambros. -Pueblos establecidos sobre elRhin y sometidos por Tiberio.

    V. 312. Suevos. - Los Suevos comprendían buennúmero de tribus germánicas inclinadas a laemigración. Andando los tiempos invadieronEspaña y se establecieron por fin en Galicia.

    V. 321. Evadne. - La esposa de Capaneo se arrojóa las llamas que devoraban el cuerpo de su marido,blanco, del enojo de Júpiter por su arroganteimpiedad.

    V. 362. Casuram - Alude a los versos de Lucrecioen que vaticina el aniquilamiento de tierras, cielos ymares.

    V. 496. Itargus. - Acaso el Veses que mencionaFloro con motivo de la expedición de Druso.

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    V. 498. Apulus. -Pueblo de Dacia, declaradoprovincia romana bajo el nombre de Julia Alba.

    V- 500. Panonili. - La Panonia, vasto territoriocomprendido entre el Danubio y el Save.