La Conservación en El Perú Antes y Después de La Conquista

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Dedicatoria La sociedad que integramos como el mundo entero, es una sociedad lleno de complejos de incomprensible violencia que nos presenta casos que cada día nos acongoja, nos horroriza, dándonos la lectura que se han perdido la escala de valores humanos; en todo los niveles olvidándonos el principio de vivir y mantener el respeto y la comprensión. Reconocemos en usted señor profesor BLGO EDILBERTO CASTRO GOMEZ su calidad profesional, su gran interés en nuestras personas, de forjar principios solidos de responsabilidad. Su persona es la imagen que influye fortalecer nuestras preocupaciones de ser cada vez mejores; enfrenta la vida con convicción y sacrificio, es en ese sentido nos place el honor de dedicarle este trabajo.

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La Conservación en El Perú Antes y Después de La Conquista

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Dedicatoria

La sociedad que integramos como el mundo entero, es una sociedad lleno de complejos de incomprensible violencia que nos presenta casos que cada día nos acongoja, nos horroriza, dándonos la lectura que se han perdido la escala de valores humanos; en todo los niveles olvidándonos el principio de vivir y mantener el respeto y la comprensión.

Reconocemos en usted señor profesor BLGO EDILBERTO CASTRO GOMEZ su calidad profesional, su gran interés en nuestras personas, de forjar principios solidos de responsabilidad.

Su persona es la imagen que influye fortalecer nuestras preocupaciones de ser cada vez mejores; enfrenta la vida con convicción y sacrificio, es en ese sentido nos place el honor de dedicarle este trabajo.

Presentación

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Le presentamos este trabajo realizado con mucho esfuerzo y dedicación de nuestra parte, ya que esto nos ayudara a tener una información sobre LA CONSERVACION EN EL PERU ANTES Y DESPUES DE LA CONQUISTA las causas consecuencias las perdidas los beneficios etc.

Esperando toda la comprensión posible por parte suya tal vez por los pequeños errores q pueda encontrar en nuestro trabajo. Y esperando que el presente trabajo sea de su total agrado y dándole gracias anticipadamente por su comprensión.

INTRODUCCION

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Las armas españolas eran superiores a los indígenas. La pólvora, sin embargo, tuvo en la conquista de América un papel muy secundario. Mucho más valiosos fueron los perros y, sobre todo, los caballos.

Los españoles usaban armas tanto defensivas como ofensivas. En las armas ofensivas habían cuatro grupos de armas: Las Armas Blancas (El montante, la espada, el bracamarte, el espadín, el puñal y la daga), las Armas de Cuerda (La ballesta de Cranequín o individual y la Ballesta de Armatoste o de tres servidores), Las Armas de Fuego (El Arcabuz y el Cañón), Las Armas Enastadas (la Lanza, la Pica, la Alabaría y la Partesana).

También usaban armas defensivas: La Armadura (El Morrión, La Visera, La Barbera, La Hombrera, La Trabilla, El Peto, La Codera, La Pancera, La Manopla, La Escarcela, La Cara jera, El Quijote o musiera, La Rodillera, La Greba, El Escarpe, El Respaldar, El Brazal, El Guarda flancos, La Cota) y las Armas de Portar (La Rodela y La Adarga)

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LA CONSERVACIÓN EN EL PERÚ ANTES Y DESPUÉS DE

LA CONQUISTA

La conquista del Perú es el acontecimiento que marca un final y un inicio en la Historia del Perú, es la época final de un Perú autónomo independiente y muchas veces mitificado y sobredimensionado donde muchas veces se da la idea errónea de la existencia de un gran Estado bondadoso donde todos eran felices bajo la figura paternal del Inca. Es a la vez la etapa donde aparecen los españoles, los cuales sólo traen la destrucción y la muerte, es a la vez otro concepto llevado al extremo, donde el español es visto como lo peor y que para algunos interesados en el tema declaran que el problema del Perú actual, esa le mezcla malsana del delincuente e ignorante español, con el hombre trabajador Inca.

Sobre la conquista del Perú a tales extremos sólo nubla la situación ocurrida realmente desde 1532, no se debe considerar los hechos históricos como buenos o malos, o llevarlos al extremo es necesario conocer las características reales de todos los autores y cómo se fueron dando los sucesos en medio de la vorágine de las situaciones históricas y políticas.

SITUACIÓN DE LOS INCAS ANTES DE LA CONQUISTA:

El Estado Inca, en el curso de 1520 a 1530, confrontaba en su extenso territorio, principalmente, tres grandes problemas.

EL INCA HUAYNA CAPAC NO PUDO MANTENER UN IMPERIO UNIDO, MUCHAS NACIONES ANDINAS EXIGÍAN SU AUTONOMÍA E INDEPENDENCIA

El primero de ellos, su falta de integración política, étnica e ideológica, que hacía de él un gigante con cabeza de oro y pies de barro.

El segundo, la pugna creciente entre los linajes y panacas incas por la hegemonía del poder.

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El tercero, las aspiraciones libertarias de los pueblos conquistados por salir del dominio cusqueño.

Huaina Capac en su largo reinado, no obstante su esfuerzo político por mantener la paz incaica, no pudo evitar la sublevación de varias provincias de la región ecuatorial del Tawantinsuyo que fueron severamente reprimidas.

Estos problemas, con otros secuenciales facilitaron las exploraciones españolas de 1526 a 1528 y posteriormente la invasión misma del Tahuantinsuyo en 1531.

AL MORIR EL INCA HUAYNA CAPAC, SUS DOS HIJOS HUÁSCAR Y ATAHUALPA ENTRARON EN UNA TERRIBLE GUERRA CIVIL, EN LA CUAL VENCIÓ ATAHUALPA.

LAS POSTRIMERIAS DEL GOBIERNO DE HUAYNA CAPAC

Como se sabe por versiones peruanas y españolas, este famoso Inca fue el afortunado heredero del tawantinsuyo, el Estado andino más extenso y poderoso de su tiempo organizado por Pachacutec quizas desde 1450.

LA GUERRA CIVIL ENTRE HUÁSCAR Y ATAHUALPA

La muerte de Huaina Cápac originó una disputa por el incanato entre los dos hermanos Huáscar (Cuzco) y Atahualpa (Quito).La situación de la guerra llegó a su fin cuando Huáscar fue derrotado en la BATALLA DE KOTAPAMPA en Apurímac.

Según la costumbre inca, sólo aquel que tenía el apoyo de las panacas cuzqueñas podía asumir el trono incaico. Huáscar quien había nacido en el cuzco pudo asumir la mascaypacha y así dejó sentado su legitimidad sobre el imperio. Desde el punto de vista de la costumbre inca fue Atahualpa el inca rebelde e ilegal, pero que gracias a su estrategia militar pudo derrotar y luego asesinar al inca legítimo quien fue Huáscar.

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HISTORIA DEL IMPERIO INCA DESPUÉS DE LA CONQUISTA ESPAÑOLA

Tras la muerte de Atahualpa en Cajamarca los indígenas andinos se mantuvieron incomprensiblemente dóciles. Hubo que esperar el atrincheramiento de Manco Cápac para que la historia presenciase la primera revuelta inca. En un principio Manco había sido un importante aliado de Pizarro en la captura de Atahualpa, su medio hermano, luchando en su contra al sumarse al bando de los españoles; fue entonces nombrado emperador de los Incas ante la venia de Pizarro.

Entre 1533 y 1536 asumió tibiamente sus funciones aunque ningún miembro de la nobleza indígena profiriese el respeto que antaño tenían por el soberano. Manco, hijo de Huaina Cápac se vio envuelto en las riñas entre Pizarro y Almagro, y se le acusó de sublevar a los indios. Fue entonces apresado, primero en su palacio y luego en Sacsahuamán. Fue humillado por los guardias, quienes lo escupían y orinaban, y quienes además habían violado a sus mujeres en su presencia. Lleno de odio, planeó su fuga prometiendo oro, con bastante éxito puesto que logró refugiarse en el valle del Yucay.

Allí alzó a los indios, en su mayoría campesinos, y reunió un ejército que fuentes españolas aseguran era de cuarenta mil hombres. Se dirigió al Cuzco con todos ellos, a enfrentar a doscientos españoles; ya los habían visto sobre las laderas de las montañas aproximándose, pero Manco, fiel a las costumbres guerreras de su pueblo, esperó por la luna llena para iniciar el ataque. No dudaron en quemar todas las casas de Cuzco cazando a los españoles, a quienes trataron de acorralar en la plaza central.

Desesperados, los españoles, que contaban con caballos y arcabuces, lograron apoderarse de la fortaleza de Sacsahuamán. Allí se atrincheraron y resistieron los embates indígenas. Manco Cápac, que ya sabía que los caballos eran la principal fortaleza de los españoles, se había preparado de antemano armando con boleadoras a sus guerreros; los indígenas llegaron a capturar algunos caballos, y se dice que Manco montó uno de ellos lanza en mano. Pero quizás fue la táctica usada por el Inca rebelde la que causó su derrota; en vez de darles la estocada final a los españoles, sitió la fortaleza.

Lo insólito es que poco a poco los indígenas, que eran más campesinos que guerreros, se fueron retirando a sus campos de origen pues llegaba el tiempo de la siembra y no querían quedar sin cosecha. Entonces Manco cambió de esquema y se refugió en Ollantaytambo, de donde fue desalojado poco tiempo después. Se alejó

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un poco más y se estableció en Vitcos, antigua fortaleza militar en un lugar de difícil acceso. Fue la capital de la disidencia Inca por más de cuarenta años. El reducto estaba tan escondido que no fue redescubierto hasta 1908, cuando un senador norteamericano (Bingham) emprendió su búsqueda, encontrando a su paso las ruinas de Machu Picchu.

Manco Capac hostigó a los españoles durante cuarenta años; restauró la soberanía del Inca, aunque con menos fastuosidad. Desde su reducto estaba enterado del acontecer de los españoles en Cuzco, pues enviaba constantemente fieles espías a investigar o incluso a adquirir armamento, probablemente intercambiado con comerciantes; destruía las cosechas de los propios indios del Cuzco con la esperanza de matar a los españoles de hambre; interceptaba los correos rompiendo los lazos de comunicación de la gente de Pizarro con Lima, que entonces no era más que un pequeño reducto; Pizarro tuvo entonces que fundar Ayacucho, entre las dos ciudades, para no perder la comunicación.

Pero la prolongada rebeldía de Manco Cápac y unos pocos nobles resignados a vivir sin tantos placeres fue infructuosa. Durante esos tiempos, Pizarristas y Almagristas seguían en sus batallas de poder; huyendo en dirección a Victos algunos de los hombres de Almagro, quien había asesinado a Francisco Pizarro, se encontraron con hombres de Manco, que en seguida los condujeron donde el emperador rebelde; Manco los acogió muy bien al saber que eran partidarios de Almagro, planeando desde ya su venganza contra la familia de Pizarro. Los españoles lo encontraron desprevenido y le dieron muerte, aunque ninguno de ellos logró salir con vida de la fortaleza.

Los nobles incas coronaron entonces a su hijo Sayri-Túpac como emperador, de diez años de edad; los españoles trataron por todos los medios de conquistarlo haciéndole ofrecimientos; cuando alcanzó la mayoría de edad accedió; fue recibido por el virrey y la nobleza inca que permanecía en Cuzco, resignada con la presencia de los españoles, y se le permitió vivir en cualquiera de los dos palacios asignados. Fue muerto en 1560, en el valle de Yucay, se supone que envenenado.

Entonces otro hijo de Manco, Titu-Cusi, siendo sacerdote del sol se hizo proclamar Sepa-Inca, cuando en realidad le correspondía tal puesto a su hermano menor Túpac-Amaru, quien fuera recluido en el convento de las vírgenes del sol. Titu-Cusi ofreció menor resistencia que su padre; sus guerreros no se dedicaron más que a robar en las haciendas aledañas y se dice que sus conversaciones con los españoles transcurrieron siempre con sus pedidos de acceder a los mismos derechos que su hermano. No residió en el Cuzco sino en la misma Victos, y a medida que las conversaciones con los españoles se multiplicaban accedió a que un par de españoles entraran en su territorio.

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Los recibió amenazante, desafiando a los españoles que subieran a pelear; pero finalmente resultó una tendencia ambigua de su parte, pues al parecer deseaba la paz en su territorio; a tal punto que se hizo bautizar y aceptó a dos agustinos en su territorio. Poco tiempo después cayó enfermo y le pidieron a uno de los dos curitas que como eran enviados de Dios que lo curasen. El cura accedió pero falló, por lo que recibió torturas y le dieron muerte. No quedaba más que el hermano de Titu-Cusi, ya fallecido, para ascender al trono: Túpac-Amaru, quien fue mandado a buscar de donde las vírgenes del Sol. Como los españoles ya sabían cómo llegar a Vitcos fue prontamente capturado y decapitado en la plaza de Cuzco. Fue el último descendiente del linaje Real.

La conquista española se afianzó desde entonces con pasos crueles; entre 1561 y 1794 la población indígena de Perú y Bolivia se redujo de una estimación de 1.500.000 hombres a poco más de 600.000 y aunque no se le puede echar la culpa únicamente a las matanzas o a la esclavitud en las minas y curtiembres, pues la mayoría murió por las enfermedades introducidas por el contacto entre continentes, los españoles fueron sin duda muy crueles. Los relatos que nos llegan no solamente provienen de nobles defensores de los indígenas como Bartolomé de las Casas sino también de numerosos testimonios de colonos e incluso de soldados. La corona española exigió la evangelización de los indios pero también estableció leyes en su defensa, que sin embargo no fueron obedecidas.

La viruela, o incluso simples gripes fueron letales para la población nativa que no tenía la sangre inmunizada contra las enfermedades europeas. Las guerras civiles entre los propios españoles y la lucha contra Manco Cápac también ocasionaron grandes bajas, así como el colapso agrícola que siguió a la conquista, haciendo perecer de hambre a gran cantidad de indios. Se estima que en los treinta años posteriores a la conquista más de la mitad de las familias del imperio Inca murieron.

El dominio de los españoles se estableció por el sistema de encomiendas, en el que a un hombre que se había distinguido para la corona española se le asignaba una porción de territorio americano con algunos villorios que cuidar y administrar, teniendo derecho a exigirles tributo, o en caso de falta de aquellos, utilizar la prestación de servicios de los indios bajo su dominio. Para evitar los abusos y la corrupción, la corona envió también corregidores, encargados de supervigilar la administración de las encomiendas.

A la larga fue peor; los indígenas, además de pagar tributos a los encomenderos, debieron también tributar para los corregidores, y con el tiempo también, a los sacerdotes. Los indios peruanos no murieron en guerras pues su rebeldía fue escasa y poco duradera, murieron como dijimos, principalmente por enfermedades pero también por explotación excesiva. Los trabajos en las minas de plata de Potosí o de

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mercurio en Huancavelica extenuaron hasta la muerte a numerosos indígenas; se estima que más de un séptimo de la población de lo que hoy es Perú trabajó en aquellas dos minas.

La conquista también rompió con el orden social y territorial del imperio. El virrey Francisco de Toledo reordenó la distribución humana del territorio; muchos ayllus desaparecieron y otros poco crecieron en tamaño; con ello desapareció la cohesión existente entre los ayllus: “quedaron olvidados los dioses tutelares y los antepasados, abolidos los títulos de propiedad, y privadas de su potestad las antiguas autoridades indígenas”, quedando la gran mayoría de los indígenas agrupados en “aglomeraciones artificiales”.

Los españoles se aprovecharon también de algunas costumbres incaicas como aquella de la mita, servicio personal que los runas debían al inca. Los mitayos nunca imaginaron que los nuevos señores no respetarían como antaño las reglas de trabajo y retribución. “Cuando les llegaba el turno de subir a la mina, permanecían en ella cinco días y cinco noches seguidas agrupados en equipos de tres hombres, dos de los cuales comían y dormían mientras el otro excavaba y transportaba el mineral...de cada hombre se exigía que entregara veinticinco sacos de cincuenta kilogramos de mineral en doce horas...como no podían satisfacer estas cuotas, pagaban por su cuenta a algunos ayudantes con merma de sus magros salarios...la compra de bujías incumbía a los obreros...en su mayor parte, los indios, inevitablemente endeudados, se convertían de hecho en esclavos y quedaban atados a la mina”.

La mita de la mina no fue la única prestación; en poco tiempo nació también la mita de las curtiembres, que ofreció peores condiciones de trabajo que las minas, a tal punto que muchos preferían trabajar en las minas; las curtiembres recibían “delincuentes” como mano de obra, y también niños, para no tener que pagarles el salario completo; trabajaban más horas que las reglamentarias, estaban mal alimentados y permanentemente aterrorizados por los guardias de los obrajes. El servicio de correo también fue degenerado; los habitantes de los caminos estaban obligados a dar alojamiento y comida a los españoles, quienes no hacían más que “ultrajarlos” durante su estadía.

Evidentemente, cuando Pizarro conquistó los territorios andinos tuvo también la misión de evangelizar a los indios. En una primera instancia todo parecía indicar que los indios estaban completamente conversos al cristianismo; como la idea de un Dios todopoderoso no les resultaba para nada extraña, la nobleza inca se sometió dócilmente, se dejó bautizar y asistió a las misas. Pero a principios del s. XVII los españoles se fueron dando cuenta que sobre todo el pueblo continuaba siendo igual de pagano, que seguía practicando sus danzas y cantos que adoraba con cierto disimulo a las huacas y que Inti seguía siendo su verdadero Dios.

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La iglesia, que no tardó mucho en asentarse en los Andes, combatió entonces enérgicamente todo intento de idolatría, frecuentemente con la crueldad que la caracterizaba desde hacía ya un tiempo en España. Envió visitadores con notarios y ayudantes a muchas comunidades con el fin de abolir la idolatría, conseguir confesiones y castigar por medio de sus jueces eclesiásticos a todos los herejes. Las “visitas” se prolongaron hasta entrado el s. XVIII sin conseguir a su pesar resultados exitosos; bajaron los brazos derrotados al darse cuenta que los indios seguían venerando a sus propios ídolos, aunque a hurtadillas.

Se sabe que la iglesia católica fue igual de cruel que los corregidores, y que dio numerosas muestras de racismo; a pesar de la ordenanza papal, nunca aceptó un cura indio en sus iglesias, ni a todo aquel que tuviera sangre indígena recorriendo su cuerpo. Sin dar instrucción religiosa a los indios, si les exigió per contra, su prestación de servicios. Los pecados eran expiados con un número fijo de azotes: 300 por bailar o cantar “a la manera antigua”, 50 por concubinato, 24 por eludir la confesión o la misa.

Finalmente, el historiador señala que el saldo no fue completamente negativo; mal que mal, hubo intercambio cultural: vegetales europeos conocieron suelos americanos y viceversa, se introdujo la moneda como bien universal de intercambio y surgieron diversos oficios que en Europa eran hace mucho tiempo conocidos: talleres de orfebrería, de muebles, de vidrio o de telas al estilo Europeo acogieron a numerosos runas.

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CAUSAS Y CONSECUENCIAS DE LA CONQUISTA

ESPAÑOLA EN EL PERU

La consigna de los españoles, para iniciar la conquista del Perú fue obtener prestigio, riquezas, “Evangelizar”, a los aborígenes peruanos, es decir convertirlos en cristianos.

CAUSAS 

1. La superioridad de los armamentos. Los españoles contaban con caballos, armas de fuego y armaduras de metal. Los aborígenes en cambio, luchaban con lanzas, arcos, flechas y escudos de madera.

2. Habilidad para aprovechar las rivalidades entre los aborígenes. Los españoles se aliaron con grupos opositores que deseaban terminar con la dominación de los Incas y de los aztecas.

3. Los aborígenes, creyeron que los españoles eran enviados por los dioses; esto debilitó su resistencia ante la agresión externa. Para los aborígenes, la conquista significó una catástrofe, Los españoles mataron a muchos pobladores que se resistieron, destruyendo sus templos y palacios para posteriormente imponerles nuevas costumbres y la religión cristiana

4. Trajeron enfermedades, como la gripe y la viruela, que diezmaron a la población indígena americana la viruela, que diezmaron a la población indígena americana

CONSECUENCIAS

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1. Se interrumpió para siempre el devenir histórico de grandes civilizaciones e importantes culturas.

2. En el orden político administrativo aparecieron nuevas instituciones de dominio colonial como: mitas, obrajes, corregimientos, etc. Se transgredieron las leyes indígenas y tuvieron que someterse a circunstancias y leyes impuestas por la autoridad de la corona española

3. Fue trastornada su estructura social, los españoles abusaron de las mujeres indígenas alterando su organización familiar aparecieron nuevos grupos raciales como mestizos, zambos, y mulatos se introdujo a América un nuevo tipo de raza africana los esclavos negros

4. En lo económico se sobre explotó el trabajo indígena para obtener grandes excedentes de riquezas que beneficio a los europeas del viejo continente. Se diversificaron productos autóctonos como patatas, maíz, tabaco, quinua, tomate, Los europeos trajeron trigo, cebada, arroz, caña de azúcar, café y varios tipos de ganado.

Bibliografía

WIKIPEDIA. LA CONQUISTA

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HTTP://ES.WIKIPEDIA.ORG/WIKI/LA CONQUISTA%C3%B3N

LA CONQUISTA DE AMÉRICA REALIDAD NACIONAL

LA CONQUISTA CAUSAS CONCECUENCIAS

ADEUDIMA-LA CONQUISTA DEL PERÚHTTP://WWW.ADEUDIMA.COM/?PAGE_ID=367

Conclusion

La tentación es grande, de establecer una suerte de palmarés de los conquistadores a partir de comparaciones de sus cualidades y/o de sus supuestos defectos, de sus «hazañas» americanas, de la importancia de su conquista ya sea la época en la que tuvo lugar, ya sea en función de su futuro. Algunos libros han intentado hacerlo, pero

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se trata de una empresa evidentemente destinada al fracaso y que no tiene sentido en una perspectiva verdaderamente histórica.

Es mejor regresar a la trayectoria de Francisco Pizarro, al retrato que se puede adivinar de él, no a través de las crónicas, casi siempre sesgadas, de sus turiferarios o de sus despreciadores del siglo xvi que le prestan tal o cual intención, sino en la filigrana de los comportamientos que fueron efectivamente los suyos en momentos claves de su vida aventurera.

Hablar de Pizarro, es hacer la historia de una voluntad inquebrantable, a la que nada detuvo nunca, ni las largas y oscuras décadas de los inicios, ni los fracasos rotundos y reiterados durante años, ni los prestamistas de Panamá, siempre al acecho de las repercusiones de sus inversiones y que se impacientaban, ni las tensiones crecientes en el seno de su pequeño ejército y de su entorno más inmediato, ni la resistencia india cuando intentó organizarse una vez que los conquistadores pusieron el pie en el Perú.

Otra dimensión parece marcar profundamente esta existencia con un sello muy particular: la economía de palabras, incluso el silencio. En Pizarro, éste parece despojar a la voluntad de los efectos a veces inoportunos, o de los afeites de la elocuencia. Ese silencio la hace destacar más en lo que tenía de más sencillo, la tensión y el esfuerzo. Analfabeto, Pizarro no nos ha dejado nada escrito, fuera de algunos documentos de naturaleza estrictamente jurídica debidos en realidad a sus notarios. Todos los contemporáneos han recalcado este carácter y no han relatado sino en escasas ocasiones, todas excepcionales, unas tomas de palabra decisivas probando que Pizarro, en esos casos, sabía encontrar las palabras justas para tocar en lo más profundo a su auditorio, es decir a los hombres que habían ligado su destino con el suyo. Cuando hubo discusiones entre los jefes, fueron a puerta cerrada, por ende sin testigos, y lo que se relata de ellas, nos damos cuenta, es más suputación que información real y confiable. En realidad, las crónicas son a menudo más locuaces sobre lo que dijeron los allegados del gobernador que sobre sus propias palabras.

La imagen de Francisco Pizarro no sale de ellas ni más borrosa, ni engrandecida, ni rodeada de misterio. Se diría que está como grabada

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con una punta más seca, sin duda, en el contorno, en todo caso desprovista de sentimientos, quizás contradictorios en algunos momentos, los que, sin embargo, debieron darle ánimo a lo largo de esos años. Pizarro fue un hombre de acción, el jefe de una jauría cuyo comportamiento tenía que servir de ejemplo y llevar tras él al resto de su hueste. A menudo colocado en las condiciones más extremas, el conquistador del Perú aparece antes que nada como el hombre de su tiempo y de su proyecto.

No duda en matar, y en hacer matar, pero sin disfrutar del placer sádico que se ve transparentar en los excesos de algunos de sus colegas comprometidos como él en la América de la época. Poderosamente atraído por la riqueza que durante tanto tiempo le había huido, siempre con el afán de conseguir para él y sus hermanos la mejor parte, no manifestó la rapacidad ilimitada de algunos de sus semejantes a quienes los espejismos del oro hicieron literalmente perder la cabeza. Consciente muy pronto de los problemas de rivalidades que dividían a su entorno y hacían correr el riesgo de minar su cohesión, parece que siempre buscó si bien no minimizarlas, por lo menos calmarlas, dar tiempo al tiempo. Convencido de la necesaria alianza con algunas facciones indias y con sus elites, supo mostrarse en la práctica más que en el cálculo, un político más fino de lo que se ha dicho a veces.

Más realista que moderado, cuando las circunstancias parecían exigirlo, Francisco Pizarro, aparentemente sin estados de ánimo, ha sido tajante, es decir ha matado o hecho matar, ya que sin aquello su objetivo no podía ser alcanzado. Desde este punto de vista, sus largos años americanos, desde los inicios en La Española, en el Darién y en el Istmo, hasta sus últimas campañas peruanas, están marcados por interminables séquitos de muertos, sobre todo indios. Cierta tradición ha exaltado su gesta, su epopeya, la grandeza de su empresa. ¿La imagen resiste ante estos continuos mares de sangre que fueron su costo durante el nacimiento trágico de la nueva América? ¿Qué conquista, en la historia del mundo se ha ahorrado crímenes y tragedias? Ésta no escapa de la regla.

La decisión de la Municipalidad de Lima, de retirar la estatua ecuestre de Pizarro de un ángulo de la plaza mayor de la capital peruana no está exenta de oportunismo e incluso, tal vez, de un poco de demagogia como escribió el novelista Mario Vargas Llosa durante los debates suscitados por esta decisión. Sin embargo, es cierto que

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Pizarro simboliza para el Perú, y más allá para los Andes en su conjunto, un nacimiento doloroso, el inicio de una historia desgarrada y trágica entre vencedores seguros de su fuerza, de estar en su derecho sin límites, y vencidos reducidos al silencio, a una servidumbre sin piedad con todas las hipotecas que semejante desequilibrio iba a hacer pesar durante siglos sobre el futuro. A título de comparación, no se puede imaginar el centro histórico de México decorado con la estatua de Hernán Cortés.

En cuatro décadas, la biografía de Francisco Pizarro se confunde con la de la Conquista del Nuevo Mundo de que es representativa en muchos puntos casi emblemática por sus diferentes fases, sus caracteres, sus fracasos, su tropismo, el brillo de su éxito, la tragedia de su final. La imagen del jefe, del Capitán, casi perfecta en el caso de Francisco Pizarro no debe hacer olvidar el segundo plano que la sostiene. Si la Conquista nació a veces de la intuición, hasta del instinto particularmente político de un jefe, fue también y sobre todo el resultado de una dinámica, de un proceso de formación de una soldadesca iniciado en el siglo xii en Europa y que se inscribió en la continuidad secular del fenómeno de los bandos de guerra, para retomar felices expresiones de Ruggiero Romano. Francisco Pizarro no existe sin sus lugartenientes, sin sus hombres, sin sus hermanos, sin el complejo tejido de intereses y de vínculos diversos que los unía a todos en una misma empresa, pero que también podía hacerlos desgarrarse, luego matarse, como vulgares delincuentes a la hora del reparto. Desde el día en que dejó Panamá por el mítico Perú, la trayectoria de Pizarro está marcada, o puntuada, por estas tensiones, con el paso del tiempo cada vez más cruciales, y que hacia el final se embalaron, en los dos campos, hasta armar el brazo de los asesinos.

Queda una última observación. La historia de Pizarro, de la fratría de los Pizarro, es también reveladora de un punto esencial de la joven historia americana y de los sobresaltos de su futuro: la actuación de la Corona. Ésta, prudente al comienzo, siempre bien decidida a sacar el máximo beneficio de sus conquistadores a quienes no prodigaba más que hermosas palabras pero a quienes fijaba por adelantado la naturaleza y sobre todo los límites de la retribución. Ahí estaban los gérmenes de tensiones y de conflictos futuros. Cada uno a su manera y según los momentos, Francisco, Hernando y Gonzalo Pizarro han ilustrado las facetas posibles de esta relación entre la Corona y los conquistadores. Si fue ejemplar en el caso del primero de los nombrados, las desviaciones de Gonzalo empujado por los

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encomenderos terminaron conduciendo a la tragedia que conocemos. En cuanto a Hernando, pagó muy caro el precio de la memoria larga de la Corona, de su rencor y de su voluntad de que la aristocracia militar nacida de la Conquista sepa que su tiempo había terminado y se abría el de los funcionarios coloniales.

Igual que en las manchas de sangre de la Conquista, había allí un legado que no sería fácil olvidar y que iba a pesar largo tiempo sobre la sociedad colonial.