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1 LA CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO ESPAÑOL. UN BALANCE DE TRES DÉCADAS CRUCIALES (1929-1958) Julián ESTEBAN-CHAPAPRÍA. Doctor Arquitecto Universidad Politécnica de Valencia ABSTRACT La conservación del patrimonio en España durante los años 1931-1939 adquirió una intensidad sin precedentes, sobre unas bases y unos protagonistas que habían quedado definidos en la década anterior. Si este período, el de la República, supuso la renovación de la restauración monumental, una disciplina joven y por consolidar en las primeras décadas del siglo, el primer tramo de la Dictadura de Franco (1939-1958) fue un retroceso hacia teorías del siglo anterior, que se adecuaban mejor a la ideología tradicionalista del régimen. La restauración científica anterior sería rechazada al igual que la modernidad arquitectónica, prefiriéndose una restauración estética y estilística, dentro de una vuelta a una concepción tradicional y conservadora de la cultura española, que los arquitectos restauradores practicaron por voluntad propia o autocensura. Entre 1926 y 1929 se sentaron las bases de lo que sería en años posteriores la conservación del patrimonio arquitectónico español: estructuras científicas y profesionales, legislación, inventario, abandono de restauraciones por operaciones de conservación… todo quedó planteado en esos años, como consecuencia de la asunción por el Estado del interés público hacia el patrimonio, superando la legislación y las medidas adoptadas durante el reinado de Alfonso XIII (1886-1931). El nuevo modelo de estado social condujo a la aplicación de medidas de conservación que modernizaron los ordenamientos legislativo e institucional del antiguo estado liberal en Europa, sustituyéndolos por otro de naturaleza intervencionista. Uno de los rasgos de esta situación fue el concepto de propiedad y finalidad encomendada a estos bienes, basado en su carácter patrimonial, entendido como herencia común y objeto de disfrute público, perspectiva con la cual los estados se dotaron de instrumentos al servicio de este bien común. En 1926, en España, se aprobó la ley sobre la Conservación del Tesoro Artístico, al mismo tiempo que se creaba la Junta del Tesoro Artístico, formada por miembros del mundo académico y universitario, a la que se le encomendó las más altas funciones de inventario, protección y conservación. En 1929 un decreto legislativo dividió el territorio nacional en seis zonas a cuyo frente se nombraron arquitectos con la misión de conservar su patrimonio. 1 Fueron designados Alejandro Ferrant (1897-1976), Teodoro 1 Los arquitectos conservadores fue una estructura profesional, al modo de los sopraintendenti italianos o los franceses architectes en chef de monuments historiques, creada en España en 1929 para hacerse cargo de la tutela de los monumentos y su conservación de las seis zonas en las que se dividió España, y que perduró con modificaciones hasta aproximadamente 1980.

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LA CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO ESPAÑOL.UN BALANCE DE TRES DÉCADAS CRUCIALES (1929-1958)

Julián ESTEBAN-CHAPAPRÍA. Doctor ArquitectoUniversidad Politécnica de Valencia

ABSTRACT

La conservación del patrimonio en España durante los años 1931-1939 adquirióuna intensidad sin precedentes, sobre unas bases y unos protagonistas quehabían quedado definidos en la década anterior. Si este período, el de laRepública, supuso la renovación de la restauración monumental, una disciplinajoven y por consolidar en las primeras décadas del siglo, el primer tramo de laDictadura de Franco (1939-1958) fue un retroceso hacia teorías del sigloanterior, que se adecuaban mejor a la ideología tradicionalista del régimen. Larestauración científica anterior sería rechazada al igual que la modernidadarquitectónica, prefiriéndose una restauración estética y estilística, dentro deuna vuelta a una concepción tradicional y conservadora de la cultura española,que los arquitectos restauradores practicaron por voluntad propia oautocensura.

Entre 1926 y 1929 se sentaron las bases de lo que sería en años posteriores laconservación del patrimonio arquitectónico español: estructuras científicas yprofesionales, legislación, inventario, abandono de restauraciones por operaciones deconservación… todo quedó planteado en esos años, como consecuencia de la asunciónpor el Estado del interés público hacia el patrimonio, superando la legislación y lasmedidas adoptadas durante el reinado de Alfonso XIII (1886-1931). El nuevo modelode estado social condujo a la aplicación de medidas de conservación que modernizaronlos ordenamientos legislativo e institucional del antiguo estado liberal en Europa,sustituyéndolos por otro de naturaleza intervencionista. Uno de los rasgos de estasituación fue el concepto de propiedad y finalidad encomendada a estos bienes, basadoen su carácter patrimonial, entendido como herencia común y objeto de disfrute público,perspectiva con la cual los estados se dotaron de instrumentos al servicio de este biencomún.

En 1926, en España, se aprobó la ley sobre la Conservación del Tesoro Artístico,al mismo tiempo que se creaba la Junta del Tesoro Artístico, formada por miembros delmundo académico y universitario, a la que se le encomendó las más altas funciones deinventario, protección y conservación. En 1929 un decreto legislativo dividió elterritorio nacional en seis zonas a cuyo frente se nombraron arquitectos con la misión deconservar su patrimonio.1 Fueron designados Alejandro Ferrant (1897-1976), Teodoro 1 Los arquitectos conservadores fue una estructura profesional, al modo de los sopraintendenti italianos olos franceses architectes en chef de monuments historiques, creada en España en 1929 para hacerse cargode la tutela de los monumentos y su conservación de las seis zonas en las que se dividió España, y queperduró con modificaciones hasta aproximadamente 1980.

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Ríos (1887-1969), Jerónimo Martorell (1876-1951), Emilio Moya (1894-1943), PabloGutiérrez (1876-1959) y Leopoldo Torres Balbás (1888-1960), quienes configuraron unsólido grupo que supo entender la filosofía y la práctica de las tareas que se pretendíanabordar, quebrando la dinámica de restauración que se arrastraba desde el sigloanterior.2 Algunos de ellos habían ayudado a definir la moderna conservación, todos lapusieron en práctica dando forma a lo que hasta entonces no había sido más que undeseo de cambio.

Con el siglo XX, tras la Gran Guerra (1914-1918), se superó la visión románticadel patrimonio y llegó la renovación de las estructuras más antiguas que habían servidode referencia, en particular la francesa; y se asimiló profundamente la renovación delpensamiento crítico y artístico surgida a principios del novecientos. A partir de esemomento, la conservación monumental iba a deber más al ámbito político yadministrativo que al mundo de la cultura y de la técnica, cuya incidencia, aunquemanifiesta, se circunscribía al orden interno y conceptual. Era la sociedad quien debía, através de sus órganos políticos, administrativos y de sus organizaciones sociales ociudadanas, responsabilizarse de la conservación patrimonial. La arquitectura, y losarquitectos, habituados a este tipo de relaciones, habrían de situarse como los estrategasde la cuestión, mientras que la universidad y el mundo científico ocuparían un papel desoporte y crítico de no menor trascendencia. Nacía, así, la moderna conservación delpatrimonio, cuya práctica era expresada por Torres Balbás en estos términos: “Cadaviejo edificio presenta un problema diferente y debe ser tratado de distinta manera. Espueril intentar dar reglas generales para la reparación de monumentos que sirvieran ala par para una construcción romana, un templo visigodo, una iglesia románica, unacatedral gótica, un edificio musulmán y un palacio del Renacimiento: lo único útil ysensato es fijar una orientación general, y ésta creemos que debe ser la de máximorespeto a la obra antigua conservando las fases y adiciones posteriores que tenganinterés histórico, arqueológico, artístico o monumental, huyendo lo más posible deañadir nada nuevo y diferenciando siempre lo añadido, para que nunca puedaconfundirse con la obra antigua, al mismo tiempo que se procura atender al ambiente yal aspecto artístico del edificio reparado”. 3

La conservación del patrimonio arquitectónico en España durante los cortosaños que van de 1931 a 1939 adquirió una intensidad sin precedentes, sobre unas basesy unos protagonistas que habían quedado definidos en la década anterior. Se llevó acabo una práctica sistemática de conservación acorde a la realidad del país, un controlde las intervenciones con estructuras consultivas del mayor calado científico, una

2 De entre los arquitectos citados debe destacar la cuantiosa obra publicada por Torres Balbás, que formaun cuerpo teórico capital para la historia y la teoría de la arquitectura española. Respecto del tema que nosocupa destacan de este autor: “Los monumentos históricos y artísticos: destrucción y conservación;legislación y organización de sus servicios e inventarios”, VII Congreso Nacional de Arquitectos,Zaragoza 1919 (reed. Zaragoza: Institución “Fernando el Católico”, 2006); “La restauration desmonuments dans l’Espagne d’aujord’hui”, rev. Mouseion. Vols. 17-18, Paris 1932; “Diario de obras enla Alhambra: 1923-1936”, rev. Cuadernos de la Alhambra, Granada 1965-1969; “Obra dispersa. AlAndalus. Crónica de la España musulmana”, 7 vols. Madrid: Instituto de España, 1981-1983; “Ciudadeshispanomusulmanas”, Madrid 1985.3 TORRES BALBÁS, Leopoldo: “La reparación de los monumentos antiguos en España”. Arquitectura nº163. Madrid, 1933.

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atención a la escena internacional, un perfeccionamiento de la legislación y un saltocualitativo en la tutela monumental con la declaración masiva de 1931.4

El desastre de la guerra civil (1936-1939) necesitó de un esfuerzo y unosplanteamientos inéditos. Pero lo que se transmitió de todo este período por losvencedores, al finalizar el conflicto bélico, fue un discurso absolutamente tergiversadopor el franquismo, sustentado en que la destrucción del patrimonio fue un fenómenoconsustancial a la República, y arrancó desde su misma proclamación; que las pérdidasproducidas en 1931, 1934, 1936 y todo el período de la guerra civil así lo demostraban;y que el único interés que la República manifestó sobre el patrimonio, fue de ordenmaterial y económico, hecho patente en su diáspora y salida del territorio nacional, queno pretendieron protegerlo sino apropiárselo poniéndolo gravemente en peligro.

La República (1931-1939).

Las aportaciones de la República a la historia de la conservación monumental enEspaña fueron claras. En primer lugar, la protección de monumentos de 1931 ejercida através de un decreto por el que fueron declarados 897 monumentos, cuando hasta elmomento tan sólo lo estaban 370; la nueva ley del Tesoro Artístico de 1933 y sureglamento de 1936, marco legislativo que estuvo vigente hasta 1985; la adecuación delas medidas administrativas de los años veinte a una nueva realidad democrática; lasactuaciones tras la revolución de octubre de 1934, que causó en la región de Asturiasinnumerables daños al patrimonio; la acción de choque restauratoria de 1936,consistente en la ejecución de un plan de obras, excavaciones y adquisiciones deedificios, que con considerable presupuesto pretendió abordar la intervención en treintay un monumentos; y, finalmente, las acciones protectoras durante la guerra civil. Y todoello pese a la difícil vida política de la República y la sombra de la crisis económica de1929, ambas determinantes en esos años.

Todo ello pudo llevarse a cabo por el trabajo de la Junta del Tesoro Artístico y elde los arquitectos conservadores de zona. De la Junta cabe destacar al historiadorManuel Gómez-Moreno5, y del colectivo de los arquitectos conservadores quetrabajaron entre 1929 y 1936 no puede hablarse de un grupo homogéneo depensamiento o de acción, pero sí de la conciencia de su compromiso con la cultura y de

4 ESTEBAN, Julián: La conservación del patrimonio arquitectónico español durante la II República(1931-1939). Barcelona: Fundación Caja de Arquitectos, 2007.5 Manuel Gómez-Moreno Martínez (1870-1970). Se licenció en 1889 en Filosofía y Letras por laUniversidad de Granada. Sus trabajos del Catálogo Monumental de Ávila (1901), Salamanca (1902),Zamora (1903) y León (1906), le convirtieron en un profundo conocedor de la arquitectura española. En1913 obtendría la Cátedra de Arqueología Arábiga de la Universidad de Madrid. Viajero incansable,realizó innumerables viajes por Europa y América. Colaboró en la redacción de la Ley de Excavacionesarqueológicas de 1911 y del Decreto de 1918 sobre el reglamento de las Comisiones de Monumentos. Enmarzo de 1930 aceptó de mala gana el cargo de Director General de Bellas Artes, convirtiéndose en elvaledor y colaborador de los arquitectos conservadores, con alguno de los cuales, como Torres Balbás yFerrant, tenía una estrecha amistad. Su labor de investigación lo convierte en uno de los más eminenteshistoriadores del arte y de la arquitectura de su siglo, sus obras, 245 publicaciones sobre arte, paleografía,lingüística y numismática, ofrecieron excepcionales aportaciones sobre la edad media y el renacimiento.De entre sus contribuciones cabe destacar la identificación del arte mozárabe, “Iglesias mozárabes. Arteespañol de los siglos IX al XI” (1919); el esclarecimiento de las raíces españolas del arte románico, segúnmostró en la monografía de 1934 dedicado a éste; o sus trabajos sobre los orígenes del Renacimiento enCastilla.

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la voluntad de plasmar toda una nueva manera de abordar la conservación monumental,rigurosa, científica, validando documentalmente sus intervenciones, y destilando en sutrabajo el fruto de décadas de avance en la historia de la arquitectura llevada a cabo porpersonas e instituciones que asumieron la responsabilidad de la conservación de losbienes culturales en España6, y que si bien conocían la experiencia de países europeosde mayor tradición en este campo, como Francia e Italia, fueron capaces de adaptarse ala realidad que les circundaba. Todo ello la dotó de una profunda modernidad. El trabajode estos arquitectos fue de gran intensidad en la búsqueda y conocimiento delpatrimonio a su cargo, y de manera complementaria, muy riguroso al llevar adelanteestrictas operaciones de consolidación y conservación, de manera tan radical que esdifícil encontrar el denostado término de restauración en sus escritos.7 En consecuencia,son las pequeñas obras de conservación que realizaron en el amplio territorio a su cargolas que representan tanto un abnegado y anónimo esfuerzo por atender un patrimonioque se reconocía cada vez más extenso, como una declaración de principios respecto alos objetivos prioritarios de la función pública del Estado y la aplicación de recursoscon relación a la tutela del tesoro artístico.

Parece evidente que el período comprendido entre su nombramiento y finales de1931, es decir, el asentamiento del nuevo régimen republicano, fue un tiempo depreparación, en el que no cuajó una efectiva forma de trabajo sobre los monumentos,excepto en aquellos que tenían tareas encomendadas, como es el caso de Torres Balbásen la Alhambra de Granada, Martorell en la provincia de Barcelona o Ríos en Zaragoza.Fue, pues, durante los años que van de 1931 a 1936 donde desarrollaron una febrilactividad llegando a alcanzarse quinientas intervenciones en seis años.

Todos ellos fueron destacados arquitectos restauradores e investigadores. En eltrabajo de Alejandro Ferrant (1897-1976) sobresale el traslado y restauración de laiglesia de San Pedro de la Nave (s. VIII/1930-1932) [Figura 1], amenazada condesaparecer bajo un embalse hidráulico; la reparación de los daños sufridos por elpatrimonio asturiano tras la revolución de octubre de 1934, entre ellos la voladura de laCámara Santa de la Catedral de Oviedo (s.VIII-XV); y todo el conjunto de pequeñasreparaciones en los monumentos de su zona. De Teodoro Ríos (1887-1969) debensubrayarse las reparaciones estructurales en los templos del Pilar (s.XVII/1929-1936) yde San Juan de los Panetes (s.XVI/1932-1933) [Figura 2], de Zaragoza, en las bóvedasde la Catedral de Tudela (s.XII/1933) y en la iglesia de San Vicente de Sonsierra(s.XVI/1933-1934). A partir de 1933 le sustituiría Francisco Iñiguez (1901-1982), quiencontinuó sus trabajos y emprendió otros en el Monasterio de Santo Domingo de Silos(s.XI/1933-1935), el Castillo de Loarre (s.XI/1935) o la Catedral de Jaca (s.XII/1933-1935). Jerónimo Martorell (1876-1951) llevó a cabo intervenciones en el Teatro romanode Sagunto (s.I/1931-1935) [Figura 3], las murallas de Tarragona (s.IIIa.deC./1931-1937) [Figura 4] y el monasterio de Poblet (s.XII/1931-1933), algunas de ellasconsideradas ejemplares en las actitudes conservacionistas por su ausencia derecreación, carácter de mera consolidación y preocupación por el disfrute público.Emilio Moya (1894-1943), junto a importantes obras de conservación, dedicó buenaparte de sus esfuerzos a la rehabilitación de monumentos para museos, como el Colegio

6 Es el caso de instituciones como el Centro de Estudios Históricos y el Institut d’Estudis Catalans, y deintelectuales como el escritor Ramón María del Valle-Inclán o los historiadores Manuel Bartolomé Cossíoy Elías Tormo entre muchos otros.7 ESTEBAN, Julián: La conservación del patrimonio español durante la II República (1931-1939),Barcelona: Fundación Caja de Arquitectos, 2007.

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de San Gregorio de Valladolid para Museo Nacional de Escultura (s.XV/1932-1935), elHospital de la Santa Cruz de Toledo para Museo Arqueológico (s.XVI/1931-1936) y lasEscuelas Menores de Salamanca para Museo de Pinturas (s.XV/1934-1935). PabloGutiérrez (1876-1959) fue, a petición propia, sustituido pronto por José Rodríguez Cano(1906-1964), quien trabajó en la Mezquita de Córdoba (s.VIII/1930-1936), las ruinas deMedina Azahara (s.X/1932-1936) y en el castillo e iglesia de Almonaster la Real (s.X/1933). Finalmente, Leopoldo Torres Balbás (1888-1960), el más conocido de todosellos por sus escritos e investigaciones, estuvo al frente de la Alhambra de Granada(s.XIII) entre 1923 y 1936, ejecutando un complejo trabajo de recuperación del conjuntonazarí [Figura 5], al que debe añadirse su trabajo en otros monumentos como el Corraldel Carbón (s.XIV/1929-1931) y el Palacio de Daralhorra (s.XV/1930-1931), ambos enGranada y la Alcazaba de Málaga (s.XI/1933-1936).8

Pero todo el innovador proyecto que suponía el trabajo de los arquitectosconservadores, llevado a cabo bajo las directrices políticas y científicas de la Junta delTesoro Artístico, quedaría interrumpido con la sublevación militar de 1936, que tambiénafectó a su trayectoria personal y de grupo.

El período de la guerra civil debe considerarse a todos los efectos el de unasituación extraordinaria: de un lado las destrucciones habidas durante los primerosmeses en las zonas bajo control de la República, al considerar anarquistas y socialistasla sublevación militar fascista como el momento de conseguir el poder y organizar lasociedad siguiendo planteamientos revolucionarios. El asalto a iglesias, conventos ypalacios, considerados como los odiados símbolos de los sublevados, provocóinnumerables pérdidas. Por otro, las acciones bélicas sumadas a los ataques aéreosrealizadas por los militares sublevados (Madrid, Barcelona, Guernica…), completan unpanorama desolador.

Ya no se trataba de llevar a cabo acciones de conservación sino de protección yrecuperación de un patrimonio en peligro, algo que adquiere relevancia visto lo ocurridoen otros países al estallar la guerra mundial. Cuando el gobierno republicano logrócontrolar la situación política, serían los comunistas, más organizados y sensibilizadoscon el patrimonio cultural, quienes se encargarían de crear y dirigir las institucionesresponsables de las acciones prioritarias: proteger y custodiar los monumentos, evacuarobras de arte de las zonas en peligro, recuperar las que se encontraban en poder de lasorganizaciones obreras y políticas, y conseguir el control exclusivo de la defensa delpatrimonio. Para ello se crearon por el Gobierno en abril de 1937 la Junta Central yDelegadas del Tesoro Artístico, donde se integraron aquellos que habían tenidoresponsabilidades en la conservación del patrimonio en años anteriores, como losarquitectos de zona que, en el momento del golpe militar, se encontraban en zonarepublicana. La odisea del traslado de las obras de arte de los Museos del Prado y 8 Con ser muy escasas las referencias bibliográficas sobre estos arquitectos, puede encontrase sobreFerrant: ESTEBAN, Julián y GARCÍA, Pilar: Alejandro Ferrant y la conservación monumental enEspaña (1929-1936). Valladolid: Junta de Castilla y León, 2007. Sobre Moya: ESTEBAN, Julián:“Emilio Moya LLedós, arquitecto conservador de monumentos (1929-1936), en VV.AA.: Roma y latradición de lo nuevo. Diez artistas en el Gianicolo (1923-1927), Madrid: SEACEX, 2003. SobreMartorell: LACUESTA, Raquel: Restauració monumental a Catalunya (segles XIX i XX). Lesaportacions de la Diputació de Barcelona. Barcelona: Diputación de Barcelona, 2000. Sobre TorresBalbás: MUÑOZ, Alfonso: La vida y la obra de Leopoldo Torres Balbás. Sevilla: Junta de Andalucía,Consejería de Cultura, 2005. Sobre Iñiguez: VV.AA.: Acto académico en memoria de Francisco IñiguezAlmech (1901-1982). Pamplona: Universidad de Navarra, 1983.

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Arqueológico Nacional desde Madrid a Valencia, Barcelona y finalmente a Ginebra esun episodio que muestra la grandeza de todos los que se dedicaron a ella en momentosde peligro.9

Del lado franquista se puso en marcha el Servicio Artístico de Vanguardia,formado por técnicos militarizados, encargados del salvamento de edificios y recogida ycustodia de obras de arte en zonas liberadas. A partir de abril de 1938, con la doblefinalidad de regular la situación provocada por la guerra y de avanzar en la organizacióndel nuevo Estado, se puso en marcha el Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico,cuya dirección recayó en el arquitecto Pedro Muguruza (1893-1952), entre cuyosobjetivos estaba desmantelar las instituciones republicanas.

Del lado de los vencedores, una cuestión nació cuando la guerra estabaacabando: la necesidad de constituir una historia oficial que legitimara lo realizado,ocultara lo que no interesaba y tergiversara lo que no debía ser ni ambiguo, es decir, lasdestrucciones y dispersión del patrimonio. El papel de la República debía ser anulado y,en contraste, dar protagonismo a la actuación de los mandos nacionalistas. Y a ello sededicaron desde el Servicio de Defensa del Patrimonio.

Los textos publicados10 por el nuevo estado fascista trataron de establecertesis/antitesis en el tratamiento del patrimonio desde cada uno de los bandos: 1) ladestrucción del patrimonio fue un fenómeno consustancial a la República, y arrancódesde su misma proclamación. Las pérdidas producidas durante las crisis de 1931, 1934y la guerra civil así lo demostraban. Por contra, el nuevo régimen se preocupó de suprotección desde el primer instante del conflicto bélico. 2) El único interés de laRepública fue económico, hecho patente en su diáspora y salida del territorio nacional,con el que no se pretendió protegerlo sino apropiárselo, poniéndolo en peligro. El valorsimbólico para la nación y su consideración como seña de identidad de los valores de laraza fueron exclusivos del bando nacionalista, que incluso en plena guerra llevó a caborestauraciones en distintos monumentos, mientras que los republicanos lo destruían o loponían en peligro. 3) La incapacidad del gobierno republicano para ejercer unaresponsable protección ante las descontroladas acciones de partidos y sindicatos seencontraba en el extremo opuesto de la comunión de intereses entre el ejércitonacionalista y los responsables de patrimonio, y en este sentido, el general Franco eraconsiderado “el propulsor máximo de la cultura patria”. Todas las explicacionescontrarias a esa realidad debían ser consideradas acciones de propaganda queperseguían despertar la simpatía internacional de aquellos que compartían la mismadeplorable razón democrática que la República. 4) Si en zona republicana se ejercióalguna labor de salvaguardia fue debida a la acción de nacionalistas infiltrados en laJunta del Tesoro Artístico, que respondiendo a patrióticos fines, contradijeron lasórdenes del Gobierno de la República poniendo en peligro su vida. Estas acciones erandirigidas por la Comisaría del Patrimonio Artístico. Esta tesis pretendía desacreditar lalabor de muchos implicados en la protección del patrimonio, apropiarse de ella y dejar 9 ARGERICH, Isabel y ARA, Judith (comps): Arte protegido. Memoria de la Junta del Tesoro Artísticodurante la guerra civil, Madrid: Instituto del Patrimonio Histórico Español, 2003.10 IÑIGUEZ, Francisco: “El Arte en España durante la guerra Su destrucción, dispersión y rescate”, enRevista Nacional de Educación, mayo 1941, pp. 29-40. CHAMOSO, Manuel: “El Servicio deRecuperación y Defensa del Patrimonio Artístico Nacional”, en Boletín de la Sociedad Española deExcursiones, 1943, págs. 174-212 y 259-294. MENÉNDEZ-PIDAL, Luis: Asturias. “Destruccioneshabidas en sus monumentos durante el dominio marxista. Proyecto de ficha para Monumentos”, enRevista Nacional de Arquitectura, 1941-42, págs.1-42.

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una sombra de duda sobre las intenciones de todos ellos. Y 5) las destrucciones que elejército nacionalista había provocado durante el conflicto, bien fueron silenciadas ojustificadas como heroicas situaciones, o en el caso de Guernica transferidascínicamente a los republicanos, que la habían destruido en su huída.

Finalizaba una etapa extraordinaria y debía comenzar otra de normalidad. Losesfuerzos que la República en materia de patrimonio, salvo la Ley del Tesoro Artísticode 1933, fueron enterrados en el silencio.

El primer franquismo (1939-1958).

Pero para entender concluido el período de la guerra debían producirse una seriede situaciones que se desarrollarían entre 1939 y 1942. El patrimonio privado, que habíasufrido dispersión durante la contienda, requirió fijar los criterios y el procedimiento dedevolución, consumiendo esfuerzos de la Comisaría. Este organismo estuvo trabajandoen ello hasta marzo de 1959. Los esfuerzos por recuperar el patrimonio que había salidode España culminaron en diversos momentos, la segunda de las dos expediciones deGinebra a Madrid se produciría unos días después de que Alemania invadiera Poloniaen septiembre de 1939, y, en febrero de 1941, fruto de un convenio con Francia volvió aEspaña, entre otro patrimonio, miles de documentos pertenecientes al Archivo deSimancas.11 Con motivo de estos éxitos, se organizaron diversas Exposiciones de ArteRecuperado.12

En marzo de 1940 se organizarían los órganos técnicos que se responsabilizaríandel patrimonio, desactivando las estructuras que subsistían de la etapa bélica, con unaurgencia en recuperar la normalidad que se observaba en otros aspectos de la vidacotidiana. La nueva división zonal no modificó seriamente la inicial de 1929, de hechosuponía reconocer la bondad del sistema de arquitectos de zona, que tan buenosresultados había proporcionado entre 1929 y 1936. Donde sí se encuentran lasprincipales distancias es en la desaparición de los órganos consultivos: el ConsejoNacional de Cultura y la Junta Superior del Tesoro Artístico, cuyas funciones seríanabsorbidas por órganos políticos, es decir, la Dirección General de Bellas Artes y laComisaría de Patrimonio. El papel plural y tutelar de la Junta republicana desaparecióen manos de un control político y técnico.13

El Marqués de Lozoya, director general de Bellas Artes, sintetizó los objetivosdel trabajo por acometer “…Reparar los daños de la guerra es la más urgente tarea delos españoles de este momento; reanudar el trabajo interrumpido e infundir en él lasaltas aspiraciones que están en la médula de la España de Franco. La investigación denuestro arte, valor singularísimo en la cultura hispánica y por la cual nuestra Patria noperdió nunca el rango de primera potencia, era una de las tareas a que con afán y 11 COLORADO, Arturo: El Tesoro Artístico y el fin de la guerra. De Cataluña a Ginebra, en el Catálogode la exposición ARTE PROTEGIDO, págs. 62-96. IPHE, Madrid, 2003.12 La Lonja en Zaragoza, el Palau de la Virreina en Barcelona, el Museo Arqueológico Nacional, elPalacio de Cristal y el Museo del Prado en Madrid, fueron algunos de los edificios donde se realizaron lasmuestras. Al respecto de este período es imprescindible la publicación ALTED, Alicia: Política delnuevo Estado sobre el patrimonio cultural y la educación durante la guerra civil española, Madrid:Ministerio de Cultura, 1984.13 CASAR, José Ignacio y ESTEBAN, Julián (eds.): Bajo el signo de la Victoria. La restauraciónmonumental bajo el primer franquismo (1936-1958). Valencia: Pentagraf, 2008.

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mejor provecho se consagraban los eruditos españoles antes de 1936. Interrumpida porlos grandes sucesos de los últimos años, es preciso volver a la continuidad de la obra,con el optimismo y la alegría que prenden en toda la vida española después de laVictoria…”14 Sin embargo, no sería el objetivo de la reconstrucción lo que absorberíalos esfuerzos de su departamento. Para ello estaba la Dirección General de RegionesDevastadas, que llevaría el peso de la “reconstrucción” del país. [Figura 6]

Desde Regiones Devastadas se llevaron a cabo, entre otras y hasta 1950, lasrestauraciones de las catedrales de Oviedo (s.XIV/1943-1969), Lérida (s.XIII/1948-1957), Teruel (s.XIII/1943-1953), Segorbe (s.XIII/1946-1949), Sigüenza (s.XII/1942-1946), de las iglesias del prerrománico asturiano, del Santuario de Nuestra Señora de laCabeza en andujar (s.XIV-XVI/1941-1943), el Monasterio de Sigena (s.XII/1955-1974), el Alcázar de Toledo (s.XVI/1948-1957)… [Figura 7] De este últimomonumento, escenario de durísimas luchas durante la guerra, se dijo “…ha nacido almundo una nueva Acrópolis con otro Partenón, hacia el que vendrán lasmuchedumbres para rendirse humilladas, acatando el imperio de lo sobrehumano…”15,la actitud fue mantenerla como ruina hasta 1948, año a partir del cual comenzó sureconstrucción. Sin los menores prejuicios metodológicos, Regiones Devastadasentendió siempre que su misión no era estrictamente la de reconstruir con exactitud loque antes existía, “…sino que era necesario aplicar a la reconstrucción del sueloespañol el sentido revolucionario del Movimiento Nacional, con la misma intensidad yeficacia con que se produjeron las fuerzas armadas para ganar la guerra…”16 Desdereconstrucciones fieles, como las realizadas en la Cámara Santa (s.IX/1938-1942), laCatedral de Oviedo o la de Sigüenza (s.XII/1942-1946), ampliaciones como en laCatedral de Santander (s.XIV/1942-1953), correcciones y desfiguraciones delpatrimonio, como en el Ayuntamiento de Potes (s.XV/1948), la variedad deformulaciones ejercidas demuestran una falta de rigor metodológico en la que todo eraposible.

La actividad de restauración desde la Comisaría de Patrimonio se inició en 1940de manera titubeante por la falta de proyectos y presupuesto. Pero quizás lo más notablees que sólo unas pocas intervenciones correspondieron a reparaciones de dañoscausados durante la guerra, destacando la actuación en monumentos que el nuevorégimen atendería de manera especial, el Monasterio de El Escorial, la Catedral deSantiago y el Palacio de Carlos V en Granada, ninguno de ellos necesitado deconservación. A pesar de las declaraciones programáticas sobre la reconstrucciónnacional como símbolo del nuevo estado, el papel encomendado a la arquitectura en eseproceso y lo que los monumentos suponían de referentes históricos y arquitectónicos, elEstado no hizo sino un tímido esfuerzo inversor en el campo de la restauración.

Uno de los arquitectos destacados del panorama restaurador de esos años fueLuis Menéndez-Pidal (1896-1975). Más allá de lecturas históricas, lo determinante ensus intervenciones residía en la observación del monumento, apoyado en un rigurosolevantamiento planimétrico, a partir de lo cual se producía la recreación de laarquitectura teñida de matices pintoresquistas, a pesar de su identificación con lasteorías de la restauración crítica. Sus trabajos en las Catedrales de Oviedo y Santiago 14 MARQUÉS DE LOZOYA: Editorial, revista Archivo Español de Arte, nº 1, julio 1940.15 ARRARÁS, Joaquín: “La nueva Acrópolis”, Revista Reconstrucción, 1941, pp.2-8.16 MORENO TORRES, José: “Aspectos de la reconstrucción. El Santuario de Nuestra Señora de laCabeza”, en Revista Nacional de Arquitectura, 1, 1941, pp. 24-30.

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(s.XI/1941-1961) fueron bien diversos. En la primera, consciente de su valor simbólicopara el nuevo régimen por su doble condición de emblema de la reconquista y de losataques de la revolución al patrimonio español, intervino durante años (1938 a 1957)reconstruyendo la Cámara Santa, volada en 1934, [Figura 8] y restañando todos losdaños que la guerra había producido de manera especial en la fachada y torre nueva. Lavoluntad de recuperar los valores y esencias que se le atribuían al monumento no dejólugar a dudas doctrinales y en la Cámara Santa la literalidad reconstructora llegó hastalos tratamientos de envejecimiento de los acabados. A su vez, la Catedral de Santiago,otro símbolo para el franquismo, se caracterizaba por su revestimiento barroco, marcadoen la cabecera y el crucero, de donde arrancaba el coro. Éste fue desmontado, dejandolos órganos, procediéndose a una excavación general en la búsqueda del primitivotemplo románico, alojando sus restos en un subsuelo visitable, y procediendo a unalimpieza de aditamentos en las naves, que configuraron una nueva imagen de laCatedral, más románica y fiel con el Santuario que representaba la Cruzada, y tambiénmás apta para los actos masivos de fieles que para la liturgia canonical.

Es necesario hacer referencia al siempre paradigmático caso de la Alhambra y elGeneralife. En 1937, el arquitecto Prieto-Moreno (1907-1985), nombrado conservadorde estos monumentos musulmanes en sustitución de Torres Balbás, redactó unaMemoria17 que contenía el plan de los futuros trabajos a realizar, reconociendo la etapade Torres Balbás en la que, a su juicio, el monumento había empezado a constituirse enun conjunto orgánico de fortaleza, palacio y jardín. La secuencia de operacionespropuestas tenía por objetivo conseguir la unidad del control del conjunto, realizar lasacciones de conservación y restauración pendientes y proceder a su revitalizaciónmediante la creación de museos, biblioteca, archivo, residencias y espacios adecuadospara conciertos, exposiciones y actos públicos. Así fueron abordados las obrasprecitadas y distintos proyectos para adecuar el Palacio de Carlos V a ResidenciaImperial y Museo (s.XVI/1951-1957), el antiguo Convento de San Francisco a ParadorNacional (s.XIV-XVI/1948) hasta llegar a la inauguración en 1953 del Teatro al airelibre en los Jardines del Generalife, que sería a partir de entonces el escenario de losFestivales Internacionales de Música y Danza. A pesar de sus contradicciones, no puedesino valorarse positivamente, en el panorama de aquellos años, el trabajo de Prieto-Moreno como conservador de la Alhambra, y entenderlo como un personaje lastradopor un vocabulario tradicional e historicista y fascinado por las tendencias paisajistas.

El colofón al período que estamos estudiando, se produjo en 1958, en el marcodel Centenario de la muerte del emperador Carlos V, con la organización por laDirección General de Bellas Artes de una exposición de carácter retrospectivo tituladaVeinte Años de restauración monumental, que tenía el valor emblemático de producirsecon la intención de crear un antes y un después.18 [Figura 9] A través de ellacomprendemos como los arquitectos que trabajaron en la restauración monumentalvieron el patrimonio con un entremezclarse de miradas: la de la guerra y la reparaciónde los daños que había causado; la proveniente todavía del romanticismo decimonónico,no abolido del todo; la del racionalismo histórico de los intelectuales del primer terciodel siglo; la del servicio público que suponía la tutela patrimonial inaugurada en 1929;la de las ensoñaciones imperiales del nuevo régimen; la de una total ausencia de medios 17 PRIETO-MORENO, Francisco: “La conservación de la Alhambra”, Revista Nacional de Arquitectura,nº 3 (1941), 49-62.18 Veinte años de restauración monumental: Catálogo de la Exposición, 1ª edición, Madrid 1958.Reedición: Madrid: Ministerio de Fomento, 2001.

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económicos, técnicos y constructivos para restaurar. En definitiva, la mirada de a quientoda la situación desbordaba y no tenía método donde resguardarse. Por eso, laexposición de 1958 se planteó tanto como un canto de afirmación por su trabajo comode elevación de los mejores deseos para una nueva etapa que la economía iba a permitirtras el Plan de estabilización de 1959, la etapa del desarrollismo tecnocrático yaperturismo político.

Conclusión.

Alfonso Muñoz, en su estudio La conservación del patrimonio arquitectónicoespañol (Madrid, 1989), habla de “una auténtica ruptura del proceso anterior, con unavuelta atrás hacia posturas más tradicionalistas, olvidando las propuestas másmodernizadoras establecidas durante los años treinta”.19 A favor de la reconstruccióndel espíritu nacional, el régimen de Franco cambió el panorama de la restauración demonumentos en España, supeditando el rico patrimonio de la nación a unos interesesespurios. Y si la República había supuesto en España la renovación de la restauraciónmonumental, una disciplina todavía joven y por consolidar en las primeras décadas delsiglo XX, renovando su metodología y criterios, la Dictadura de Franco supuso unevidente retroceso hacia teorías propias del siglo anterior, que se adecuaban mejor a laideología tradicionalista del régimen. La restauración científica vinculada a laRepública, sería rechazada al igual que la modernidad arquitectónica, prefiriéndose unarestauración estética y estilística, auspiciada dentro de una operación general de vuelta auna concepción tradicional y conservadora de la cultura española, que todos losarquitectos de zona practicaron por voluntad propia o por autocensura. [Figura 10]

Es posible mantener todavía la tesis de Muñoz sobre la ruptura del proceso de laconservación del patrimonio en España tras la guerra civil. Sin embargo, debeentenderse esta ruptura en un arco temporal amplio, el que ocupa este período deestudio y no el de la guerra y la inmediata posguerra, y, también, llenar suplanteamiento de matizaciones, la primera de las cuales sería la de que los primerosinteresados en hablar de una ruptura fueron los responsables del nuevo régimen,negando la “contaminación” de una herencia cultural anterior.

De la triple ruptura que plantea este autor, la primera, la del procesoorganizativo previamente existente, parece no haberse producido más que en lo queatañe a la sustitución de la Junta del Tesoro Artístico, que como órgano colegiadovelaba por la aplicación de los criterios e intervenciones a realizar, por una jerarquíapersonal de Comisario y el reconocimiento del papel de las Comisiones de Monumentosque la República había querido sustituir paulatinamente por obsoletas. En lo demás, elsistema de arquitectos conservadores y su funcionamiento, fue seguido e inclusoperfeccionado con los nombramientos de arquitectos auxiliares y una oportunaremodelación de zonas.

La segunda ruptura, la sustitución de técnicos y profesionales dedicados a larestauración, cabe comprenderla parcial, ya que de los seis arquitectos conservadores dezona de la etapa anterior, sólo dos fueron apartados, Torres Balbás y Martorell,seguramente los de mayor experiencia y solidez teórica, y Moya murió prematuramente,

19 MUÑOZ, Alfonso: La conservación del patrimonio arquitectónico español. Madrid, 1989.

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continuando Iñiguez, Ferrant, Rodríguez Cano y Hernández, mientras que Menéndez-Pidal, dedicado a la restauración desde hacía años, no es posible considerarlo “nuevo”.Por tanto, sólo puede considerarse como sustitutiva la incorporación de Prieto-Moreno,Lorente y Arenillas, más los arquitectos auxiliares, lo que en su conjunto viene adesequilibrar la nómina de los “nuevos” respecto a los que continuaban. Pero deberecordarse que la figura de los arquitectos auxiliares era una cuestión planteada en elReglamento de la Ley del Tesoro Artístico, de 1936, y éstos u otros habrían sidoincorporados a las tareas de conservación si hubiera habido tiempo para ello.

Respecto de la última de las rupturas, la de los principios teóricos deconservación retornando a los anteriores de carácter restaurador, cabe interrogarse haciadonde habría evolucionado la República en esta materia, ya que de la vía de laspequeñas obras de conservación practicada durante cinco años, se planteó un giro con laLey de 1936 para la ejecución de un Plan de obras, que pretendía abordar laintervención en treinta y un monumentos. Lo que no había de presuponer unamodificación de los principios de conservación, pero sí la resolución de problemas máscomplejos que los surgidos hasta entonces, y en los que habrían surgido aspectos“restauratorios”. La ruptura habría de producirse más bien en la pérdida de un controlcientífico, e incluso social, por parte de las instancias consultivas, la desconexión con elproceso internacional y los debates surgidos en la posguerra europea, y en la terribleescasez de medios en la que se desarrolló el período 1939-1958.

En los primeros años, a quienes dirigieron la protección del patrimoniocorrespondió señalar, estudiar y restaurar los elementos que suponían lasrepresentaciones simbólicas de la Religión, la Cultura y el Partido Nacional, herederadel soñado Imperio. En este sentido debe entenderse la atención que fue prestada, entreotras, a los monasterios de Guadalupe, Yuste, el Parral y el Escorial. Pero al finalizar lasegunda guerra mundial, se produjo una pérdida del vigor reformista del falangismo,que se tradujo, entre otras cosas, en la variación de la sustancia ideológica conferida a laarquitectura y los monumentos, con lo que lentamente fue desactivándose sutrascendencia evolucionando hacia una atención más cotidiana de la conservaciónmonumental. En la década de los cincuenta las variaciones fueron menores, y lostrabajos de restauración se prodigaron en revistas de arquitectura, de historia o decarácter político.

Debe destacarse, como una inflexión del proceso, la incorporación al grupo dearquitectos conservadores de Fernando Chueca (1911-2004) a partir de 1952, el mismoaño que realizó un largo viaje de estudios a Nueva York, y que por entonces contaba yacon una trayectoria investigadora y docente en historia de la arquitectura, desarrolladaaprovechando su depuración profesional. Chueca, discípulo de Torres Balbás viene asuponer la siguiente generación a la de Torres Balbás, Moya, Martorell y Ferrant,estableciendo la negada continuidad cultural. Su participación en el Manifiesto de laAlhambra, en la Exposición de 1958 y en numerosas restauraciones, le proporcionaríaen las décadas siguientes una importante trayectoria como historiador y restaurador,pesando negativamente sobre la segunda actividad sus conocimientos de la primera.

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Fig. 1.- Iglesia de San Pedro de la Nave (Zamora), siglo VIII, en su nuevo emplazamiento. Afectada porla construcción de un embalse hidráulico fue desmontada y trasladada de su emplazamiento original porel arquitecto Alejandro Ferrant (1897-1976) entre 1930 y 1932, lo que implicó un cuidadoso proceso deestudio y depuración de las transformaciones que había sufrido a lo largo de su historia.

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Fig. 2.- Iglesia de San Juan de los Panetes (Zaragoza), siglo XVI. Proyecto del arquitecto Teodoro Ríos(1887-1969), fechado en noviembre de 1932, para apear y estabilizar la torre campanario, afectada deserios desequilibrios a causa de la falta de resistencia del suelo, en el que se recurría a técnicasconstructivas con nuevos materiales.

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Fig. 3.- Teatro romano de Sagunto (Valencia), siglo I. Entre 1931 y 1935 el arquitecto Jerónimo Martorell(1876-1951) realizó importantes trabajos de consolidación de las ruinas del teatro diferenciandoclaramente su intervención, no reposición de sillares y ligero retiro de los planos reconstruidos. En una delas estancias situada en el sector este, emplazó la escultura de un toro ibérico confiriendo a las ruinas delcarácter de un museo al aire libre.

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Fig. 4.- Murallas de Tarragona, siglo III a.dC. Proyecto de paseo arqueológico junto a la torre del Paborderealizado por Jerónimo Martorell (1876-1951) y que fue ejecutado entre 1932 y 1933. Hasta 1937Martorell se encargó de la conservación del recinto amurallado llevando a cabo diversas obras deconservación.

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Fig. 5.- Templete oriental del patio de los Leones de la Alhambra de Granada, siglo XIV. El arquitectoTorres Balbás (1888-1960) restauró este volumen saliente en 1935, eliminando el cupulín realizado en1859 y sustituyéndolo por una cubierta a cuatro aguas más acorde con la arquitectura nazarí.

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Fig. 6.- Fotomontaje del general Franco ante las ruinas del pueblo de Belchite, donde se desarrollaronintensos combates durante la guerra civil, prometiendo la reedificación de “una ciudad hermosa y ampliacomo homenaje a su heroísmo sin par”. Publicado en el nº 1 (1940) de la revista Reconstrucción.

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Fig. 7.- Alcázar de Toledo, siglo XVI. Estado en el que quedó el patio del edificio, destinado a Academiamilitar, tras el asedio al que fue sometido por las milicias republicanas para romper la defensa de losmilitares rebeldes y que se convirtió en símbolo del franquismo. A pesar de la voluntad inicial demantener el estado de ruina fue reconstruido entre 1948 y 1957.

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Fig. 8.- Cámara Santa de la Catedral de Oviedo, siglo IX. A la izquierda en el que quedó tras la voladurasufrida en las revueltas populares de 1934, y a la derecha tras la reconstrucción fiel que fue realizada porel arquitecto Menéndez-Pidal (1896-1975) entre 1938 y 1942.

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Fig. 9.- Ruinas de Medina Az-Zahara (Córdoba), siglo X. Reconstrucción del gran salón del palaciofundado por Abderramán III realizada por el arquitecto Félix Hernández (1889-1975) a partir de 1951,incorporando los restos hallados en las excavaciones arqueológicas. La fotografía corresponde a laexposición “Veinte años de restauración monumental” celebrada en Madrid en 1958.

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Fig. 10.- Palacio de la Generalitat, Valencia, siglo XVI. Vista aérea del palacio en el que puede apreciarsela torre situada más a la derecha, que fue construida totalmente nueva “en estilo” como ampliación deledificio entre 1945 y 1952 por el arquitecto Luis Albert (1902-1968).

Procedencia de las ilustraciones:

- Figs. 1, 2, 3, 4 y 5. Publicadas en ESTEBAN, Julián: La conservación del patrimonio español durantela II República (1931-1939), Barcelona: Fundación Caja de Arquitectos, 2007.- Fig. 6. Publicada en el nº 1 (1940) de la revista Reconstrucción.- Figs. 7, 8 y 10, Publicadas en: CASAR, José Ignacio y ESTEBAN, Julián (eds.): Bajo el signo de laVictoria. La restauración monumental bajo el primer franquismo (1936-1958). Valencia: Pentagraf,2008.- Fig. 9. Publicada en: Veinte años de restauración monumental: Catálogo de la Exposición, 1ª edición,Madrid 1958. Reedición: Madrid: Ministerio de Fomento, 2001.