la comunidad se calló en ese instante para escucharlo, les ...busca de sus amigos peces que estaban...

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A lo lejos se puede ver en el mar una cabeza que se asoma y luego salta fuera del agua jugando y molestando a las demás focas, ella es Natalia, una foca muy juguetona que sobresalía del resto de la manada, quienes se veían más gorditas y nadaban muy lento. Natalia se sentaba todos los días en su misma roca a ver el horizonte, donde las nubes iban cambiando de color a medida que el sol se escondía. El mar estaba tranquilo como de costumbre y reflejaba la inmensa montaña verde que los rodeaba, era un paisaje perfecto que el mundo conocía como Puerto Azul. Poco a poco esa sensación de paz empezaba a desaparecer, pues empezaban a llegar todas las demás focas y el griterío era tremendo, buscaban a sus hijos para darles de comer y acostarlos, comentaban las aventuras que habían tenido en el día y que planes tenían para la mañana siguiente, por lo general no tenían mucho que hacer más que alimentarse. Puerto Azul era un lugar tranquilo, dónde abundaba la comida y hace años no se avistaban tiburones, las focas vivían relajadas y habían despreocupado su entrenamiento para defender a la comunidad de los posibles ataques de estos animales. La mayoría de ellas se dedicaba a comer la gran parte del día y luego dormían siesta, estaban siempre cansadas y les costaba mucho moverse por el sobrepeso que tenían. Natalia era distinta, ella tenía espíritu aventurero y le encantaba salir más allá de su bahía a ver el resto del mundo, hacerse amigos de otros lados. Compartía con los peces atunes, velas, payasos, entre otros, ella era muy sociable.

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Una tarde mientras volvía a Puerto Azul se encontró con Martín, su amigo tortuga que le contaba los chismes del resto del océano. El venía más agitado que de costumbre y se veía un poco angustiado, apenas podía hablar cuando se encuentra con Natalia. Con las palabras entre cortadas le comunicó que se acercaba a su comunidad un grupo de tiburones, que se habían quedado sin comida y planeaban un ataque. Natalia se puso pálida, no lo podía creer, tenía que nadar rápidamente para avisarle al resto de la manada y poder defenderse. Se despidió de Martín y se marchó a toda velocidad.

Natalia llegó al atardecer, entre el griterío de costumbre trató de hacerse un espacio entre las demás focas, lo que era prácticamente imposible. Luego de una par de horas mientras todas se quedaban dormidas, lanzó una roca desde lo más alto hacía el mar y logró despertar a la mayoría. Les contó lo que le había informado Martín, algunos se alarmaron y empezó el griterío y la discusión otra vez, se podían escuchar voces “Natalia está loca, no tiene nada más que hacer que inventar historias” otros decían “Los tiburones no se han visto en años, ¿Por qué vendrían ahora?”.

Natalia desilusionada de su comunidad se fue a su roca a descansar. Al día siguiente no se quiso levantar, estuvo largas horas mirando el mar y el reflejo de la montaña, mientras pensaba.

Un escandaloso bullicio interrumpió su meditación, el jefe de la manada, Andrés el perezoso, venía exhausto, se notaba que hace años no nadaba rápido, su falta de agilidad se apreciaba a lo lejos. Después de recobrar el aliento, Andrés pega un grito en que toda

la comunidad se calló en ese instante para escucharlo, les contó que 10 de ellos mientras estaban comiendo cerca de los arrecifes quedaron rodeados por unos 50 tiburones, que estaban atrapados prácticamente sin salida.

Con mucho pesar les comunicó esto y dijo que él no creía que pudieran hacer algo al respecto. La manada estaba en muy malas condiciones físicas, muchos adultos se encontraban enfermos por el exceso de comida y falta de ejercicio y el equipo de defensa prácticamente estaba disuelto. El creía que lo mejor era que los sobrevivientes se quedaran en las rocas hasta que los tiburones se fueran y que lamentablemente sus otros 10 compañeros no correrían la misma suerte.

Natalia quedó paralizada al escuchar a su líder, no podía creer que dejaría que parte de su manada fuera devorada por estos animales. Sin mucho pensarlo saltó al agua y fue en busca de sus amigos peces que estaban más allá de Puerto Azul, su idea era reclutar a un ejército para distraer a los tiburones y salvar a los suyos.

Con la ayuda de Martín y sus demás amigos, fue juntando a muchos reclutas, entre ellos; atunes, peces vela y espada, incluso una ballena estaba dispuesta a ayudarlos en la misión.

Natalia comenzó a nadar hasta donde estaban atrapados sus compañeros y llamó la atención de los tiburones, quienes trataron de pillarla, ya que ellos andaban en busca de focas y ella era una presa fácil, no estaba protegida por los arrecifes como las demás.

A lo lejos se puede ver en el mar una cabeza que se asoma y luego salta fuera del agua jugando y molestando a las demás focas, ella es Natalia, una foca muy juguetona que sobresalía del resto de la manada, quienes se veían más gorditas y nadaban muy lento.

Natalia se sentaba todos los días en su misma roca a ver el horizonte, donde las nubes iban cambiando de color a medida que el sol se escondía. El mar estaba tranquilo como de costumbre y reflejaba la inmensa montaña verde que los rodeaba, era un paisaje perfecto que el mundo conocía como Puerto Azul.

Poco a poco esa sensación de paz empezaba a desaparecer, pues empezaban a llegar todas las demás focas y el griterío era tremendo, buscaban a sus hijos para darles de comer y acostarlos, comentaban las aventuras que habían tenido en el día y que planes tenían para la mañana siguiente, por lo general no tenían mucho que hacer más que alimentarse.

Puerto Azul era un lugar tranquilo, dónde abundaba la comida y hace años no se avistaban tiburones, las focas vivían relajadas y habían despreocupado su entrenamiento para defender a la comunidad de los posibles ataques de estos animales. La mayoría de ellas se dedicaba a comer la gran parte del día y luego dormían siesta, estaban siempre cansadas y les costaba mucho moverse por el sobrepeso que tenían.

Natalia era distinta, ella tenía espíritu aventurero y le encantaba salir más allá de su bahía a ver el resto del mundo, hacerse amigos de otros lados. Compartía con los peces atunes, velas, payasos, entre otros, ella era muy sociable.

Luego entraron al plan los demás peces quienes se interpusieron en la persecución enturbiando el agua y disminuyendo la visibilidad para los tiburones, finalmente Natalia se escabulló entre una roca y la ballena los esperaba para lanzarlos fuera del agua con un solo coletazo.

Los 10 compañeros de Natalia, su familia y toda la comunidad celebraban el exitoso rescate, el ambiente era de felicidad y alegría. Muchos no podían creer que encontrarían con vida a sus amigos y todo gracias a la valentía de Natalia.

Al día siguiente Andrés convocó un consejo, debían estar preparados para futuros imprevistos como éste; tenían que mejorar la salud y el estado físico de la comunidad para poder hacer frente a los tiburones. Decidieron nombrar a Natalia como “Jefa de Entrenamientos”, ella sería la encargada de hacerlos nadar lo suficiente todos los días para mantenerlos en forma. Además comerían solo lo que necesario, con el fin de mantener activa a la comunidad.

Años después se podían ver varias cabezas asomadas en el mar de Puerto Azul, muchas focas saltando ágilmente en el agua, los mayores estaban en forma y nadaban rápidamente. Al llegar la noche, no había tanto alboroto, pues con toda la actividad del día estaban exhaustos y ansiaban dormir. La paz y tranquilidad de Puerto Azul era la de siempre, pero su comunidad se veía mucho más alegre y con energías que antes.

Ahora Natalia volvía a sentarse feliz en su roca a ver los atardeceres en el mar de Puerto Azul.

Una tarde mientras volvía a Puerto Azul se encontró con Martín, su amigo tortuga que le contaba los chismes del resto del océano. El venía más agitado que de costumbre y se veía un poco angustiado, apenas podía hablar cuando se encuentra con Natalia. Con las palabras entre cortadas le comunicó que se acercaba a su comunidad un grupo de tiburones, que se habían quedado sin comida y planeaban un ataque. Natalia se puso pálida, no lo podía creer, tenía que nadar rápidamente para avisarle al resto de la manada y poder defenderse. Se despidió de Martín y se marchó a toda velocidad.

Natalia llegó al atardecer, entre el griterío de costumbre trató de hacerse un espacio entre las demás focas, lo que era prácticamente imposible. Luego de una par de horas mientras todas se quedaban dormidas, lanzó una roca desde lo más alto hacía el mar y logró despertar a la mayoría. Les contó lo que le había informado Martín, algunos se alarmaron y empezó el griterío y la discusión otra vez, se podían escuchar voces “Natalia está loca, no tiene nada más que hacer que inventar historias” otros decían “Los tiburones no se han visto en años, ¿Por qué vendrían ahora?”.

Natalia desilusionada de su comunidad se fue a su roca a descansar. Al día siguiente no se quiso levantar, estuvo largas horas mirando el mar y el reflejo de la montaña, mientras pensaba.

Un escandaloso bullicio interrumpió su meditación, el jefe de la manada, Andrés el perezoso, venía exhausto, se notaba que hace años no nadaba rápido, su falta de agilidad se apreciaba a lo lejos. Después de recobrar el aliento, Andrés pega un grito en que toda

la comunidad se calló en ese instante para escucharlo, les contó que 10 de ellos mientras estaban comiendo cerca de los arrecifes quedaron rodeados por unos 50 tiburones, que estaban atrapados prácticamente sin salida.

Con mucho pesar les comunicó esto y dijo que él no creía que pudieran hacer algo al respecto. La manada estaba en muy malas condiciones físicas, muchos adultos se encontraban enfermos por el exceso de comida y falta de ejercicio y el equipo de defensa prácticamente estaba disuelto. El creía que lo mejor era que los sobrevivientes se quedaran en las rocas hasta que los tiburones se fueran y que lamentablemente sus otros 10 compañeros no correrían la misma suerte.

Natalia quedó paralizada al escuchar a su líder, no podía creer que dejaría que parte de su manada fuera devorada por estos animales. Sin mucho pensarlo saltó al agua y fue en busca de sus amigos peces que estaban más allá de Puerto Azul, su idea era reclutar a un ejército para distraer a los tiburones y salvar a los suyos.

Con la ayuda de Martín y sus demás amigos, fue juntando a muchos reclutas, entre ellos; atunes, peces vela y espada, incluso una ballena estaba dispuesta a ayudarlos en la misión.

Natalia comenzó a nadar hasta donde estaban atrapados sus compañeros y llamó la atención de los tiburones, quienes trataron de pillarla, ya que ellos andaban en busca de focas y ella era una presa fácil, no estaba protegida por los arrecifes como las demás.

A lo lejos se puede ver en el mar una cabeza que se asoma y luego salta fuera del agua jugando y molestando a las demás focas, ella es Natalia, una foca muy juguetona que sobresalía del resto de la manada, quienes se veían más gorditas y nadaban muy lento.

Natalia se sentaba todos los días en su misma roca a ver el horizonte, donde las nubes iban cambiando de color a medida que el sol se escondía. El mar estaba tranquilo como de costumbre y reflejaba la inmensa montaña verde que los rodeaba, era un paisaje perfecto que el mundo conocía como Puerto Azul.

Poco a poco esa sensación de paz empezaba a desaparecer, pues empezaban a llegar todas las demás focas y el griterío era tremendo, buscaban a sus hijos para darles de comer y acostarlos, comentaban las aventuras que habían tenido en el día y que planes tenían para la mañana siguiente, por lo general no tenían mucho que hacer más que alimentarse.

Puerto Azul era un lugar tranquilo, dónde abundaba la comida y hace años no se avistaban tiburones, las focas vivían relajadas y habían despreocupado su entrenamiento para defender a la comunidad de los posibles ataques de estos animales. La mayoría de ellas se dedicaba a comer la gran parte del día y luego dormían siesta, estaban siempre cansadas y les costaba mucho moverse por el sobrepeso que tenían.

Natalia era distinta, ella tenía espíritu aventurero y le encantaba salir más allá de su bahía a ver el resto del mundo, hacerse amigos de otros lados. Compartía con los peces atunes, velas, payasos, entre otros, ella era muy sociable.

Luego entraron al plan los demás peces quienes se interpusieron en la persecución enturbiando el agua y disminuyendo la visibilidad para los tiburones, finalmente Natalia se escabulló entre una roca y la ballena los esperaba para lanzarlos fuera del agua con un solo coletazo.

Los 10 compañeros de Natalia, su familia y toda la comunidad celebraban el exitoso rescate, el ambiente era de felicidad y alegría. Muchos no podían creer que encontrarían con vida a sus amigos y todo gracias a la valentía de Natalia.

Al día siguiente Andrés convocó un consejo, debían estar preparados para futuros imprevistos como éste; tenían que mejorar la salud y el estado físico de la comunidad para poder hacer frente a los tiburones. Decidieron nombrar a Natalia como “Jefa de Entrenamientos”, ella sería la encargada de hacerlos nadar lo suficiente todos los días para mantenerlos en forma. Además comerían solo lo que necesario, con el fin de mantener activa a la comunidad.

Años después se podían ver varias cabezas asomadas en el mar de Puerto Azul, muchas focas saltando ágilmente en el agua, los mayores estaban en forma y nadaban rápidamente. Al llegar la noche, no había tanto alboroto, pues con toda la actividad del día estaban exhaustos y ansiaban dormir. La paz y tranquilidad de Puerto Azul era la de siempre, pero su comunidad se veía mucho más alegre y con energías que antes.

Ahora Natalia volvía a sentarse feliz en su roca a ver los atardeceres en el mar de Puerto Azul.

Una tarde mientras volvía a Puerto Azul se encontró con Martín, su amigo tortuga que le contaba los chismes del resto del océano. El venía más agitado que de costumbre y se veía un poco angustiado, apenas podía hablar cuando se encuentra con Natalia. Con las palabras entre cortadas le comunicó que se acercaba a su comunidad un grupo de tiburones, que se habían quedado sin comida y planeaban un ataque. Natalia se puso pálida, no lo podía creer, tenía que nadar rápidamente para avisarle al resto de la manada y poder defenderse. Se despidió de Martín y se marchó a toda velocidad.

Natalia llegó al atardecer, entre el griterío de costumbre trató de hacerse un espacio entre las demás focas, lo que era prácticamente imposible. Luego de una par de horas mientras todas se quedaban dormidas, lanzó una roca desde lo más alto hacía el mar y logró despertar a la mayoría. Les contó lo que le había informado Martín, algunos se alarmaron y empezó el griterío y la discusión otra vez, se podían escuchar voces “Natalia está loca, no tiene nada más que hacer que inventar historias” otros decían “Los tiburones no se han visto en años, ¿Por qué vendrían ahora?”.

Natalia desilusionada de su comunidad se fue a su roca a descansar. Al día siguiente no se quiso levantar, estuvo largas horas mirando el mar y el reflejo de la montaña, mientras pensaba.

Un escandaloso bullicio interrumpió su meditación, el jefe de la manada, Andrés el perezoso, venía exhausto, se notaba que hace años no nadaba rápido, su falta de agilidad se apreciaba a lo lejos. Después de recobrar el aliento, Andrés pega un grito en que toda

la comunidad se calló en ese instante para escucharlo, les contó que 10 de ellos mientras estaban comiendo cerca de los arrecifes quedaron rodeados por unos 50 tiburones, que estaban atrapados prácticamente sin salida.

Con mucho pesar les comunicó esto y dijo que él no creía que pudieran hacer algo al respecto. La manada estaba en muy malas condiciones físicas, muchos adultos se encontraban enfermos por el exceso de comida y falta de ejercicio y el equipo de defensa prácticamente estaba disuelto. El creía que lo mejor era que los sobrevivientes se quedaran en las rocas hasta que los tiburones se fueran y que lamentablemente sus otros 10 compañeros no correrían la misma suerte.

Natalia quedó paralizada al escuchar a su líder, no podía creer que dejaría que parte de su manada fuera devorada por estos animales. Sin mucho pensarlo saltó al agua y fue en busca de sus amigos peces que estaban más allá de Puerto Azul, su idea era reclutar a un ejército para distraer a los tiburones y salvar a los suyos.

Con la ayuda de Martín y sus demás amigos, fue juntando a muchos reclutas, entre ellos; atunes, peces vela y espada, incluso una ballena estaba dispuesta a ayudarlos en la misión.

Natalia comenzó a nadar hasta donde estaban atrapados sus compañeros y llamó la atención de los tiburones, quienes trataron de pillarla, ya que ellos andaban en busca de focas y ella era una presa fácil, no estaba protegida por los arrecifes como las demás.

A lo lejos se puede ver en el mar una cabeza que se asoma y luego salta fuera del agua jugando y molestando a las demás focas, ella es Natalia, una foca muy juguetona que sobresalía del resto de la manada, quienes se veían más gorditas y nadaban muy lento.

Natalia se sentaba todos los días en su misma roca a ver el horizonte, donde las nubes iban cambiando de color a medida que el sol se escondía. El mar estaba tranquilo como de costumbre y reflejaba la inmensa montaña verde que los rodeaba, era un paisaje perfecto que el mundo conocía como Puerto Azul.

Poco a poco esa sensación de paz empezaba a desaparecer, pues empezaban a llegar todas las demás focas y el griterío era tremendo, buscaban a sus hijos para darles de comer y acostarlos, comentaban las aventuras que habían tenido en el día y que planes tenían para la mañana siguiente, por lo general no tenían mucho que hacer más que alimentarse.

Puerto Azul era un lugar tranquilo, dónde abundaba la comida y hace años no se avistaban tiburones, las focas vivían relajadas y habían despreocupado su entrenamiento para defender a la comunidad de los posibles ataques de estos animales. La mayoría de ellas se dedicaba a comer la gran parte del día y luego dormían siesta, estaban siempre cansadas y les costaba mucho moverse por el sobrepeso que tenían.

Natalia era distinta, ella tenía espíritu aventurero y le encantaba salir más allá de su bahía a ver el resto del mundo, hacerse amigos de otros lados. Compartía con los peces atunes, velas, payasos, entre otros, ella era muy sociable.

Luego entraron al plan los demás peces quienes se interpusieron en la persecución enturbiando el agua y disminuyendo la visibilidad para los tiburones, finalmente Natalia se escabulló entre una roca y la ballena los esperaba para lanzarlos fuera del agua con un solo coletazo.

Los 10 compañeros de Natalia, su familia y toda la comunidad celebraban el exitoso rescate, el ambiente era de felicidad y alegría. Muchos no podían creer que encontrarían con vida a sus amigos y todo gracias a la valentía de Natalia.

Al día siguiente Andrés convocó un consejo, debían estar preparados para futuros imprevistos como éste; tenían que mejorar la salud y el estado físico de la comunidad para poder hacer frente a los tiburones. Decidieron nombrar a Natalia como “Jefa de Entrenamientos”, ella sería la encargada de hacerlos nadar lo suficiente todos los días para mantenerlos en forma. Además comerían solo lo que necesario, con el fin de mantener activa a la comunidad.

Años después se podían ver varias cabezas asomadas en el mar de Puerto Azul, muchas focas saltando ágilmente en el agua, los mayores estaban en forma y nadaban rápidamente. Al llegar la noche, no había tanto alboroto, pues con toda la actividad del día estaban exhaustos y ansiaban dormir. La paz y tranquilidad de Puerto Azul era la de siempre, pero su comunidad se veía mucho más alegre y con energías que antes.

Ahora Natalia volvía a sentarse feliz en su roca a ver los atardeceres en el mar de Puerto Azul.

Una tarde mientras volvía a Puerto Azul se encontró con Martín, su amigo tortuga que le contaba los chismes del resto del océano. El venía más agitado que de costumbre y se veía un poco angustiado, apenas podía hablar cuando se encuentra con Natalia. Con las palabras entre cortadas le comunicó que se acercaba a su comunidad un grupo de tiburones, que se habían quedado sin comida y planeaban un ataque. Natalia se puso pálida, no lo podía creer, tenía que nadar rápidamente para avisarle al resto de la manada y poder defenderse. Se despidió de Martín y se marchó a toda velocidad.

Natalia llegó al atardecer, entre el griterío de costumbre trató de hacerse un espacio entre las demás focas, lo que era prácticamente imposible. Luego de una par de horas mientras todas se quedaban dormidas, lanzó una roca desde lo más alto hacía el mar y logró despertar a la mayoría. Les contó lo que le había informado Martín, algunos se alarmaron y empezó el griterío y la discusión otra vez, se podían escuchar voces “Natalia está loca, no tiene nada más que hacer que inventar historias” otros decían “Los tiburones no se han visto en años, ¿Por qué vendrían ahora?”.

Natalia desilusionada de su comunidad se fue a su roca a descansar. Al día siguiente no se quiso levantar, estuvo largas horas mirando el mar y el reflejo de la montaña, mientras pensaba.

Un escandaloso bullicio interrumpió su meditación, el jefe de la manada, Andrés el perezoso, venía exhausto, se notaba que hace años no nadaba rápido, su falta de agilidad se apreciaba a lo lejos. Después de recobrar el aliento, Andrés pega un grito en que toda

la comunidad se calló en ese instante para escucharlo, les contó que 10 de ellos mientras estaban comiendo cerca de los arrecifes quedaron rodeados por unos 50 tiburones, que estaban atrapados prácticamente sin salida.

Con mucho pesar les comunicó esto y dijo que él no creía que pudieran hacer algo al respecto. La manada estaba en muy malas condiciones físicas, muchos adultos se encontraban enfermos por el exceso de comida y falta de ejercicio y el equipo de defensa prácticamente estaba disuelto. El creía que lo mejor era que los sobrevivientes se quedaran en las rocas hasta que los tiburones se fueran y que lamentablemente sus otros 10 compañeros no correrían la misma suerte.

Natalia quedó paralizada al escuchar a su líder, no podía creer que dejaría que parte de su manada fuera devorada por estos animales. Sin mucho pensarlo saltó al agua y fue en busca de sus amigos peces que estaban más allá de Puerto Azul, su idea era reclutar a un ejército para distraer a los tiburones y salvar a los suyos.

Con la ayuda de Martín y sus demás amigos, fue juntando a muchos reclutas, entre ellos; atunes, peces vela y espada, incluso una ballena estaba dispuesta a ayudarlos en la misión.

Natalia comenzó a nadar hasta donde estaban atrapados sus compañeros y llamó la atención de los tiburones, quienes trataron de pillarla, ya que ellos andaban en busca de focas y ella era una presa fácil, no estaba protegida por los arrecifes como las demás.

A lo lejos se puede ver en el mar una cabeza que se asoma y luego salta fuera del agua jugando y molestando a las demás focas, ella es Natalia, una foca muy juguetona que sobresalía del resto de la manada, quienes se veían más gorditas y nadaban muy lento.

Natalia se sentaba todos los días en su misma roca a ver el horizonte, donde las nubes iban cambiando de color a medida que el sol se escondía. El mar estaba tranquilo como de costumbre y reflejaba la inmensa montaña verde que los rodeaba, era un paisaje perfecto que el mundo conocía como Puerto Azul.

Poco a poco esa sensación de paz empezaba a desaparecer, pues empezaban a llegar todas las demás focas y el griterío era tremendo, buscaban a sus hijos para darles de comer y acostarlos, comentaban las aventuras que habían tenido en el día y que planes tenían para la mañana siguiente, por lo general no tenían mucho que hacer más que alimentarse.

Puerto Azul era un lugar tranquilo, dónde abundaba la comida y hace años no se avistaban tiburones, las focas vivían relajadas y habían despreocupado su entrenamiento para defender a la comunidad de los posibles ataques de estos animales. La mayoría de ellas se dedicaba a comer la gran parte del día y luego dormían siesta, estaban siempre cansadas y les costaba mucho moverse por el sobrepeso que tenían.

Natalia era distinta, ella tenía espíritu aventurero y le encantaba salir más allá de su bahía a ver el resto del mundo, hacerse amigos de otros lados. Compartía con los peces atunes, velas, payasos, entre otros, ella era muy sociable.

Luego entraron al plan los demás peces quienes se interpusieron en la persecución enturbiando el agua y disminuyendo la visibilidad para los tiburones, finalmente Natalia se escabulló entre una roca y la ballena los esperaba para lanzarlos fuera del agua con un solo coletazo.

Los 10 compañeros de Natalia, su familia y toda la comunidad celebraban el exitoso rescate, el ambiente era de felicidad y alegría. Muchos no podían creer que encontrarían con vida a sus amigos y todo gracias a la valentía de Natalia.

Al día siguiente Andrés convocó un consejo, debían estar preparados para futuros imprevistos como éste; tenían que mejorar la salud y el estado físico de la comunidad para poder hacer frente a los tiburones. Decidieron nombrar a Natalia como “Jefa de Entrenamientos”, ella sería la encargada de hacerlos nadar lo suficiente todos los días para mantenerlos en forma. Además comerían solo lo que necesario, con el fin de mantener activa a la comunidad.

Años después se podían ver varias cabezas asomadas en el mar de Puerto Azul, muchas focas saltando ágilmente en el agua, los mayores estaban en forma y nadaban rápidamente. Al llegar la noche, no había tanto alboroto, pues con toda la actividad del día estaban exhaustos y ansiaban dormir. La paz y tranquilidad de Puerto Azul era la de siempre, pero su comunidad se veía mucho más alegre y con energías que antes.

Ahora Natalia volvía a sentarse feliz en su roca a ver los atardeceres en el mar de Puerto Azul.