La ciudad de Dios_ Agustín de Hipona

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Misión: recopilación de grandes obras del pensamiento teológico, filosófico y social. [Texto y montaje editado por Rafael Hipólito Ávila Avilez] La Ciudad De Dios San Agustín Nota del editor: Agustín, nació el 13 de noviembre del 354 d.C. en Tagaste, Numidia (actual Souk-Ahras, Argelia). Su padre, Patricio, no era cristiano llamado, entonces, pagano, (más tarde convertido al cristianismo) y su madre, Mónica, era una cristiana muy devota, dedicada a la oración y a ser ejemplo de sus hijos, especialmente del más libertino y rebelde, Agustín; fue canonizada por la Iglesia católica romana. Agustín se educó en las ciudades norteafricanas de Tagaste, Madaura y Cartago, que para la época cuando él vivía pertenecían al dominio romano. Entre sus 15 y 30 años de edad vivió con una mujer cartaginesa cuyo nombre se desconoce, con la que en el año 372 tuvo un hijo llamado Adeodatus, que en latín quiere decir "regalo de Dios". Ya a su edad adulta, Agustín leería "Hortensius", de Cicerón, y se convertiría en un ardiente buscador de la verdad, estudiando varias corrientes filosóficas antes de ingresar a la iglesia católica romana. Durante nueve años de su vida, se adhirió al maniqueísmo (una filosofía dualista de Persia que pensaba la realidad bajo un conflicto entre el bien y el mal), pero el maniqueísmo lo decepcionó y se lanzó al escepticismo. En el 383 fue enviado a Milán como maestro de Retórica y conocería el neoplatonismo y al obispo de la ciudad, San Ambrosio. En Milán asistió a varios de los sermones del obispo Ambrosio, hasta que se sintió lo bastante atraído por el cristianismo, de modo que en la Pascua del año 387 fue bautizado

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Obra de carácter universal y magna exposición teológica filosófica desde la práctica religiosa de uno de los padres de la ICR

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  • 1. Misin: recopilacin de grandes obras del pensamiento teolgico, filosfico y social. [Texto y montaje editado por Rafael Hiplito vila Avilez] La Ciudad De Dios San AgustnNota del editor: Agustn, naci el 13 de noviembre del 354 d.C. en Tagaste,Numidia (actual Souk-Ahras, Argelia). Su padre, Patricio, no era cristianollamado, entonces, pagano, (ms tarde convertido al cristianismo) y su madre,Mnica, era una cristiana muy devota, dedicada a la oracin y a ser ejemplo desus hijos, especialmente del ms libertino y rebelde, Agustn; fue canonizadapor la Iglesia catlica romana. Agustn se educ en las ciudades norteafricanasde Tagaste, Madaura y Cartago, que para la poca cuando l viva pertenecanal dominio romano. Entre sus 15 y 30 aos de edad vivi con una mujercartaginesa cuyo nombre se desconoce, con la que en el ao 372 tuvo un hijollamado Adeodatus, que en latn quiere decir "regalo de Dios". Ya a su edadadulta, Agustn leera "Hortensius", de Cicern, y se convertira en un ardientebuscador de la verdad, estudiando varias corrientes filosficas antes de ingresara la iglesia catlica romana. Durante nueve aos de su vida, se adhiri almaniquesmo (una filosofa dualista de Persia que pensaba la realidad bajo unconflicto entre el bien y el mal), pero el maniquesmo lo decepcion y se lanzal escepticismo.En el 383 fue enviado a Miln como maestro de Retrica y conocera elneoplatonismo y al obispo de la ciudad, San Ambrosio. En Miln asisti avarios de los sermones del obispo Ambrosio, hasta que se sinti lo bastanteatrado por el cristianismo, de modo que en la Pascua del ao 387 fue bautizado

2. La Ciudad de Dios/ AgustnIUSVjunto con su hijo Adeodatus por el mismo Ambrosio. Su madre se reuni con len Italia, ya haba encontrado respuestas a todas sus plegarias.Agustn regres al frica y, tras ser ordenado sacerdote en el 391, fueconsagrado obispo de Hipona (en la actual Annaba, Argelia) en el 395,dignidad que desempeara hasta su muerte a los 76 aos de edad el 28 deagosto del 430 en la misma ciudad africana.Sobre la Ciudad de DiosComo dijo Juan Pablo II en su Carta Apostlica Augustinum Hipponensem:En su gran obra La ciudad de Dios, que es al mismo tiempo apologtica ydogmtica, el problema de la razn y de la fe se convierten en el de fe y cultura.Agustn, que tanto trabaj por promover la cultura cristiana, lo resuelveexponiendo tres argumentos importantes: la fiel exposicin de la doctrinacristiana; la atenta recuperacin de la cultura pagana en todo aquello que tenade recuperable, y que bajo el punto de vista filosfico no era poco; y lademostracin insistente de la presencia en la enseanza cristiana de todoaquello que haba en aquella cultura de verdadero y perennemente til, con laventaja de que se encontraba perfeccionado y sublimado.No en vano se ley mucho La Ciudad de Dios durante la Edad Media, y merececiertamente que se la lea tambin en nuestros tiempos como ejemplo y acicatepara reflexionar mejor en torno a las relaciones entre el cristianismo y lasculturas de los pueblos. Vale la pena citar un texto importante de Agustn: "Laciudad celestial... convoca a ciudadanos de todas las naciones... sin atender adiversidad alguna de costumbres, leyes o institutos, que es con lo que seadquiere o conserva la paz terrena, y sin reformar ni quitar cosa alguna, antesobservndolo y siguindolo exactamente, cuya diversidad, aunque es varia ydistinta en muchas naciones, se endereza a un mismo fin de la paz terrena,cuando no impide y es contra la religin, que nos ensea y ordena adorar a unSolo sumo y verdadero Dios 3. La Ciudad De Dios San AgustnGiovanni Papini dijo de esta obra que es una floresta inmensa. Es unproyecto largamente meditado y pacientemente escrito durante 14 aos(412-426) por san Agustn, durante un perodo histrico de crisis, debido sobretodo a la cada de Roma el ao 410 en manos de los vndalos de Alarico. Sucarcter es polmico: algunos hacan responsable al cristianismo de ladevastacin de Urbe y la cada del Imperio. El motivo que argumentaban erahaber suprimido el culto de los dioses que engrandecieron a Roma. San Agustnla dedica a su amigo Marcelino, hombre de la cosa pblica (tribuno,escribano y juez), quien se senta constantemente desbordado por las crticas alcristianismo y las objeciones de sus pares respecto de las responsabilidades deLos cristianos en la decadencia imperial.San Agustn tiene todava hoy valiosas palabras para decir. La Ciudad de Dioses un magisterio humilde y luminoso de cuya lectura sacarn provechotelogos, filsofos, historiadores, socilogos y cuantos quieran hacerlo.Los 25 tomos de su obra, "La Ciudad de Dios", Agustn los escribe durante lainvasin de los godos al imperio romano, a stos se los puede considerar comouna forma de defenderse ante las acusaciones de los mismos romanos queculpaban al cristianismo de haber afeminado a las ciudades imperiales hastahacerlas totalmente dbiles. Los primeros 10 libros cuentan los procesos queviva el imperio tras la invasin de los brbaros, de los libros 11 al 22 muestranlas ideas de Agustn y en los ltimos libros sus conclusiones finales.(Editor del texto y montaje/Rhaa)3 4. La Ciudad de Dios/ AgustnIUSVINTRODUCCINDel mismo modo que un cuerpo humano minado por la vejez llama a lasenfermedades, as el Imperio Romano, a fines del siglo IV, llamaba a su seno alos Brbaros. Y vinieron, en efecto: y llegaron, no slo como estaban todoshabituados a verlos antao, es decir, como soldados ms o menos encuadrados,sino por tribus enteras, con mujeres y nios, con carromatos, carretas debagajes, caballeras de reserva, animales y rebaos. El trmino exacto paradesignar aquel fenmeno, mucho ms que la palabra espaola invasin, quehace pensar, sobre todo, en la entrada de un ejrcito en un pas, sera el alemnVlkerwanderung, migracin de pueblos. Lo que el universo mediterrneohaba conocido ms de mil aos antes de nuestra Era, cuando los invasoresarios, griegos y latinos, haban asaltado los viejos imperios, volvi areproducirse a partir de fines del siglo IV. Uno de los episodios que mayortrascendencia tuvo y que ms conmocin caus en el seno del Imperio fue elsaqueo de Roma por las tropas de Alarico en el ao 410. Acontecimientoterrible, que deposit un dejo de tristeza aun en los espritus ms firmes, aunqueno fue totalmente inesperado. El propio San Agustn se sinti profundamenteconmovido.Llevaba en el corazn el destino del Imperio, por lo ligado que lo crea aldestino de la Iglesia. Dos aos antes haba sabido con gran consternacin, poruna carta del presbtero Victoriano, cmo los vndalos haban invadido lainfortunada Espaa y cmo haban incendiado sistemticamente todas lasbaslicas y asesinado, casi sin excepcin, a cuantos siervos de Dios pudieroncapturar. Y a comienzos del 409, cuando los visigodos amenazaron por vezprimera la Ciudad eterna, reprenda Agustn a una matrona all residente,porque, habindole escrito tres veces, nada le contaba sobre la situacin deRoma: "Tu ltima carta no me dice nada sobre vuestras tribulaciones. Y querra 5. La Ciudad De DiosSan Agustnsaber qu hay de cierto en un confuso rumor llegado hasta m acerca de unaamenaza a la Ciudad" El temor del obispo de Hipona se convertira endesoladora realidad en menos de dos aos. Roma, la inexpugnable Roma, fueconquistada por Alarico y entregada al saqueo; la Ciudad eterna tuvo queconfesarse mortal. La fecha del 24 de agosto de 410 son en los odos romanoscomo la campana de la agona. Durante cuatro das consecutivos sedesencaden all un frenes de crmenes y de violencias, en una atmsfera depnico. Pocos das despus llegaba al frica la terrible nueva: Roma acababade ser saqueada por los brbaros! La vieja capital, inviolada desde los lejanostiempos de la invasin gala, haba sido forzada por las bandas de un godo ygema todava bajo el peso de sus ultrajes. Y tras la nueva, fueron llegandoalgunos de los que lograron escapar a la catstrofe. Vease desembarcar, enatuendo msero y con la mirada turbada, a aristcratas fugitivos portadores delos ms ilustres apellidos romanos.Se escuchaban sus relatos acerca de los actos de terror en la ciudad, los palaciosincendiados, los jardines de Salustio en llamas, la casa de los ricos, la sangreque manchaba los mrmoles de los foros, los carros de los brbaros atestadosde objetos preciosos robados y maltrechos. Familias enteras haban quedadoaniquiladas, haban sido asesinados senadores, violadas vrgenes consagradas aDios, y la anciana Marcela haba sido abandonada por muerta en su palacio delAyentino, por no haber podido mostrar a los brbaros asaltantes ningnescondrijo de oro y haberles rogado solamente que respetaran el honor de sujoven compaera Principia. Se los oa con horror y se repetan por doquiera susrelatos, mientras ellos, los ltimos romanos, se daban prisa en abandonar laminscula ciudad portuaria y marchaban a Cartago, donde inmediatamenteocupaban otra vez localidades en el teatro, y donde, con la presencia de losfugitivos romanos, la locura y barahnda eran mayores que antes. Pero laimpresin de la cada de Roma no poda borrarse fcilmente. El mundo pareca5 6. La Ciudad de Dios/ Agustn IUSVdecapitado. "Cmo han cado las torres!", lean los ascetas en Jeremas ypensaban en la torre de la muralla aureliana. "Qu solitaria est la ciudad,antes populosa!", pensaban las gentes pas, cuando oan hablar del espantosovaco que siguiera al saqueo, de cmo aullaban los canes en los palaciosdesiertos, de cmo salan los supervivientes, agotados por el hambre, despusde cinco das de forzada abstinencia, de las baslicas, y se daban la mano parasostenerse en pie por las calles cubiertas de cadveres, mientras chirriaban,camino del sur, por la Va Apia, los carros cargados de oro y plata y de jvenesy muchachas cautivas. Es cierto que Alarico y sus soldados no permanecieronms que tres das en la Ciudad eterna, despus de haberla saqueado a ciencia yconciencia; es cierto que se instituy una fiesta conmemorativa para celebrar elaniversario de su liberacin. Con todo la cada de la capital tuvo una resonanciainmensa y durable por todo el Imperio. Puede resultarnos hoy a nosotros untanto difcil de comprender: contemplada de lejos, la entrada de los brbaros enla Ciudad eterna quiz no nos parezca ms que un incidente banal. Laadministracin del Imperio, y el emperador Honorio mismo, haca varios aosque ya no residan ah. Retirados a Ravena, fortalecidos detrs de una fuertecintura de lagunas, se hallaban a buen recaudo desde el 404, y dispuestos aproseguir, sin sentirse inquietados seriamente, aquellas bajas intrigas queconstituan lo esencial de sus preocupaciones cotidianas. Por lo dems, al cabode pocos aos los mismos contemporneos se dieron cuenta de que nada habacambiado en sus costumbres, de que el Imperio sobreviva a todas lascatstrofes y de que no haba lugar para inquietarse por un desastre tanrpidamente reparado. Pero de momento no fue as.Tremendamente sacudidos en sus nimos paganos y cristianos pusironse poruna vez de acuerdo para plair juntos las calamidades que les afectabanigualmente. Haca largo tiempo que venan, atribuyendo los primeros todas lasdesventuras de Roma al hecho de que los cristianos hubiesen abandonado a sus 7. La Ciudad De Dios San Agustnantiguos dioses. Pero tambin estos empezaron a repetir con otras palabras y endiferente sentido la misma cantinela: "Dnde estn ahora las memoriae de losapstoles?", oa decir el obispo a sus gentes. "De qu le ha valido a Romaposeer a Pedro y a Pablo? Antes estaba en pie la ciudad, ahora ha cado". Losque as murmuraban eran cristianos y no poda replicarles el prelado de Hipona,como a los no cristianos, que un pagano como Radagaiso, que ofrecapuntualmente cada da sacrificios a los dioses, fue vencido, y Alarico, que eracristiano, fue vencedor. Difcilmente poda alegar esto ante cristianosdescontentos. No era Alarico arriano? Y tena que caer la Ciudad eternaprecisamente ahora cuando estaba ceida por una corona de sepulcros demrtires? El viejo pecado bblico de la murmuracin volva a levantar cabezaentre aquellos fieles, presa del abatimiento, y no era permitido al pastorpermanecer callado.Cuando, sbitamente y casi sin lucha, sucumbi la Ciudad, recibi Agustn lasprimeras noticias, en una casa de campo en que, por prescripcin mdica, tenaque descansar un verano enter. Inmediatamente mand una carta a Hipona,exhortando al pueblo y clero cooperar en vez de lamentarse, a acoger y vestira los fugitivos que afluan, y a hacerlo mejor de lo que lo hicieran antes. Y a lasdiversas quejas de los murmuradores les va a salir al paso con argumentosexclusivamente cristianos, que dominan diferentes sermones de los aos 410 y411. La catstrofe de Roma es una intervencin divina. Dios es un mdico quecorta la carne podrida de nuestra civilizacin. Este mundo es un horno en que lapaja arde al fuego; el oro, en cambio, sale purificado y ennoblecido. Es unaprensa que separa el aceite del deshecho sin valor; el desecho es negro y tieneque desaguar por el canal. El canal se pone as ms sucio, pero el aceite salems puro. Los que murmuran son el desecho; el que entra en s y se convierte,es el aceite puro. El da de San Pedro y San Pablo del ao 411, diez mesesdespus del saqueo, Agustn se dej caer, como sin pretenderlo, en el tema del 7 8. La Ciudad de Dios/ Agustn IUSVdestino de la Ciudad y la lamentacin que no enmudeca nunca. Y es surespuesta, que arranca de un pasaje de la Carta de San Pablo a los Romanossobre la relatividad de todo sufrimiento terreno, un soberano ejemplo deimprovisacin en el plpito: "Est escrito que los sufrimientos de este tiempono pueden compararse con la gloria por venir que ha de revelarse en nosotros.Si es as, que nadie de vosotros piense hoy carnalmente. No es este el momento.El mundo ha sido sacudido, el hombre viejo despojado, la carne prensada: dad,por tanto, libre curso al espritu.El cuerpo de Pedro est en Roma, dice la gente, el cuerpo de Pablo est enRoma, el cuerpo de Lorenzo est en Roma, los cuerpos de otros muchosmrtires estn en Roma, y, sin embargo, Roma est en la miseria, Roma estdevastada, Roma est en la desolacin; ha sido pisoteada e incendiada. Dndeestn ahora las memoriae de los apstoles? -Qu dices, hombre? -Lo que hedicho: Cunta calamidad no est pasando Roma! Dnde estn ahora lasmemorias de los apstoles? -All estn, all estn ciertamente, pero no en ti.Ojal estuvieran en ti! Tu, quienquiera que. seas, que as te expresas y tanneciamente juzgas, quienquiera que t seas, ojal estuvieran en ti las memoriasde los apstoles! Ojal te acordaras de ellos! Entonces veras si se les haprometido dicha temporal o eterna. Porque si la memoria del apstol esrealmente viva en ti, oye lo que dice: La ligera carga de la tribulacin temporalnos depara un peso grande sobre toda ponderacin de gloria eterna; porque loque vemos es temporal y lo que no vemos es eterno. En Pedro mismo fuetemporal la carne y no quieres t que sean temporales las piedras de Roma.Pedro reina con el Seor, el cuerpo del apstol Pedro yace en alguna parte, y surecuerdo ha de despertar en ti el amor a lo eterno, para que no sigas pegado a latierra, sino que, con el apstol, pienses en el cielo. Por qu ests, entonces,triste y lloras porque se han derrumbado piedras y maderos, y han muertohombres mortales?... Lo que Cristo guarda, se lo lleva acaso el godo? Es que 9. La Ciudad De Dios San Agustnlas memoriae de los apstoles tenan que haberos preservado para siemprevuestros teatros de locos? Es que muri y fue sepultado Pedro para que jamscaiga de los teatros una piedra?" No, Dios obra con justicia y quita a los niosmalos las golosinas de las manos. Basta ya de pecar y murmurar. Quvergenza que anden los cristianos lamentndose de que Roma ha ardido enpoca cristiana. Roma ha ardido ya tres, veces: bajo los galos, bajo Nern yahora con Alarico. Qu sacamos de irritarnos? Para qu rechinar de dientescontra Dios, porque arde lo que tiene costumbre de arder? Arde la Roma deRmulo, hay algo de extrao en ello? Todo el mundo creado por Dios arderun da. Pero es que la ciudad perece cuando en ella se ofrece el sacrificiocristiano? Y por qu fue arrasada su madre Troya, cuando se ofrecan lossacrificios a los dioses? Lo sucedido ha sucedido porque el mundo tiene quemeditar y, adems, despus de la predicacin del Evangelio, es mucho msculpable que antes. Por lo dems, aun cuando Agustn no crea en la eternidaddel Imperio, le resultaba difcil imaginar un mundo sin l. El fin del uno erapara l el fin del otro. No acertaba a divisar una edad media tras los brbaros.En este sentido su pensamiento era doblemente escatolgico. Pero, segn sucreencia, el Imperio haba sido probado, que no cambiado; y, como esto habasucedido ya incontables veces, Roma tena an la posibilidad de levantarse denuevo. Claro que le preocupaban ms las almas inmortales que los revesesexteriores del destino.Sus amonestaciones, a veces conmovedoras, contra una civilizacin que era lasuya y que en realidad, haba construido algo ms que teatros, le eran inspiradaspor esta superior solicitud. No se dirigan contra la ruina mayesttica de unaRoma agonizante, sino contra los enanos de poca fe y murmuradores que, en eldesierto cristiano del siglo Y, echaban de menos tristemente la opulenta casa dela servidumbre, las ollas y cebollas del paganismo. Entre los paganos, por suparte, era corriente la versin de que la cada de Roma no era ms que un9 10. La Ciudad de Dios/ AgustnIUSVcastigo infligido por los dioses a aquellos que les haban vuelto las espaldas. Locual no era otra cosa que enmarcar el suceso reciente en el marco de unaantigua polmica. Por Tertuliano y otros apologistas sabemos cmo hacanresponsable a la nueva religin de todas las catstrofes: desbordamientos delTiber, sequas, temblores de tierra, peste o hambre. Eran desgracias que, segnellos, no acontecieron cuando se ofrecan sacrificios a los dioses de la ciudad;solo eran imputables a esta religin, enemiga de la repblica. Si hemos de creeral historiador, Zsimo, buen nmero de paganos se habran dirigido al prefectode Roma, poco antes de que se produjese su toma por Alarico, a fin dedemandarle autorizacin para ofrecer de nuevo sacrificios. Y el papa InocencioI se habra avenido a hacer la vista gorda ante esta infraccin a las leyescristianas, con tal de que esos sacrificios fuesen celebrados en privado, sinsolemnidad externa. A lo que habran advertido los peticionarios que lasceremonias exigidas por los dioses no podan ser eficaces para proteger a Romasi no se efectuaban pblicamente en presencia del senado. Naturalmente habrasido imposible satisfacer esta nueva exigencia y el asunto no pas de ah.Mas la ciudad haba sido ocupada y esto haba proporcionado a los paganosexcelentes pretextos para renovar sus lamentaciones, con ms acritud quenunca: "Ha sido en tiempos del cristianismo cuando Roma ha sido devastada,alegaban ellos, cuando el hierro y el fuego han devastado Roma... Mientrasnosotros pudimos ofrecer sacrificios a nuestros dioses, Roma permanecainclume, Roma estaba floreciente. En cambio hoy, cuando han reemplazadovuestros sacrificios a los nuestros, cuando los ofrecis por doquier a vuestroDios, cuando no se nos permite sacrificar a nuestros dioses, he ah lo que hasucedido a Roma". Durante los primeros meses que siguieron al memorablesaqueo, crey Agustn que bastara con responder a todas las objeciones, decualquier parte que viniesen, por medio de su predicacin, tanto ms cuantoque los moradores de la capital se pusieron a reparar las ruinas y a reanudar una 11. La Ciudad De Dios San Agustnexistencia normal, mientras que los fugitivos refugiados en Cartago y en todafrica, seguan escandalizando con su indolencia y mala conducta. Losejemplos que ofrecan los habitantes de Roma y los refugiados no bastaban, sinembargo, para aplacar a los adversarios del cristianismo, que siguieronacusando a la doctrina cristiana: "Se tena buen cuidado de hacer notar a losfieles, escribe el Santo, que su Cristo no les haba socorrido, y este argumentohaba hecho mella en muchos de ellos, ya que nada permita, en la catstrofe,pretender que Dios haba hecho una discriminacin entre los buenos y losmalos. Si nosotros, que somos pecadores, hemos merecido estos males, porqu han sido muertos por el hierro de los brbaros los servidores de Dios yconducidas al cautiverio sus servidoras?Las Escrituras prometen que por diez justos no har perecer Dios la ciudad, esqu no haba en Roma cincuenta justos? Entre tantos fieles, entre tantosreligiosos, entre tantos continentes, entre tantos siervos y siervas de Dios, nose han podido hallar cincuenta justos, ni cuarenta, ni treinta, ni veinte, nidiez?... Muchos han sido llevados cautivos, muchos han sido muertos, muchoshan sufrido diversas torturas. Tantos horrores se nos han contado! Y, a lainversa, entre los que han salvado la vida gracias al asilo cristiano, no pocoseran paganos. Por qu se extiende esa divina misericordia hasta a los impos ya los ingratos?" En el grupo de paganos que ms animosidad mostrabanentonces contra el cristianismo figuraba un rico individuo de Roma llamadoVolusiano. Era hermano de Albina y to de Santa Melania, la joven. Estanotable familia romana ofreca un espectculo un tanto extrao desde el puntode vista religioso. El padre, Probo, que vemos discurrir en las Saturnales deMacrobio, haba sido el amigo ntimo de Smaco y pontfice de la diosa Vesta.Sus primas Marcela y Asela haban convertido en convento su palacio delAventino, y ms tarde en escuela bblica, bajo la direccin de San Jernimo.Sus dos hijas, Albina y Leta, eran cristianas fervorosas, y el antiguo pontfice 11 12. La Ciudad de Dios/ Agustn IUSVpagano vea a la pequea Paula, consagrada a Dios desde jovencita, saltar sobresus rodillas balbuceando el Aleluya de Cristo. Volusiano, a ejemplo de supadre, permaneca alejado del cristianismo y multiplicaba contra l lasobjeciones. En conversaciones con sus amigos pretenda que "de ningunamanera convienen al Estado la predicacin y la doctrina cristiana, porquepreceptos como no devolver a nadie mal por mal, presentar la otra mejilla aquien te abofetea en la derecha, dejar tambin el manto a quien quiere litigarcontigo para arrebatar la tnica y caminar dos millas con quien te ha contratadopara una, son nefastos para la conducta del Estado, y se oponen al bien de laRepblica.Si el enemigo arrebata una provincia del Imperio, habr que renunciar areconquistarla con las armas? Si han sobrevenido tales desventuras al Estado,es evidente que la culpa la tienen, los emperadores cristianos por observar lareligin de Cristo". El tribuno Marcelino, gran amigo y sostn de Agustn en lalucha, contra el donatismo el mismo que presidiera en junio del 411 la magnaconferencia entre obispos catlicos y los de aquella secta-, est al tanto de talesreproches y se dirige, impresionado, al Santo para ponerle al corriente de lasideas que circulaban en los medios frecuentados por Volusiano, y parapreguntarle qu clase de respuesta habra que dar a esas interrogaciones.Tambin Volusiano haba entrado ya en relacin con Agustn y le escriba, porsu parte, proponindole nuevas objeciones sobre la encarnacin del Hijo deDios, en nombre propio y en el de un grupo de amigos. A entramboscorresponsales dirige el de Hipona sendas misivas extensas y biendocumentadas. En la que enva a Marcelino hace notar que la impugnacin sevuelve contra sus autores.Criticando la mansedumbre y generosidad de Cristo, critican igualmente lospaganos a sus ms grandes escritores: "No escribi Salustio de los grandes 13. La Ciudad De Dios San Agustnhombres que gobernaron y engrandecieron la Repblica, que preferanperdonar las injurias a vengarlas? No alabo Cicern a Csar por no saberolvidar ms que una cosa: las ofensas? "Cuando leen esto en sus autores,aclaman, aplauden... Y he aqu que oyendo la misma enseanza, por mandatode la autoridad divina, acusan a nuestra religin de ser enemiga del Estado".Llegado al final de su carta, se da cuenta el autor de que se ha extendidodemasiado, aunque no tanto como lo reclamara la importancia del asunto.Ruega a Marcelino que recoja otras objeciones, que "yo responder a ellas, conla ayuda de Dios, en nuevas cartas o con libros". Palabras stas ltimas queencierran una especie de promesa y responden fielmente a los deseosexpresados por Marcelino, cuando peda a su amigo de Hipona que, pararesponder cabalmente a Volusiano, escribiera algn libro, que, eran suspalabras, "sera de enorme utilidad en las presentes circunstancias". Y, enefecto, iba a responder a Volusiano y a los paganos todos, no en una cartadirigida a algn individuo en particular, sino en un libro para el pblico deentonces y del porvenir: iba a componer La Ciudad de Dios. Lacorrespondencia entre Agustn de un lado y Volusiano y Marcelino de otro,tuvo lugar en el curso de los primeros meses del 412. Es decir, que habatranscurrido ao y medio desde la toma de Roma por Alarico y que lasdificultades especficas que planteara tan sonado acontecimiento, habanperdido ya mucha de su virulencia.El ao 411 se le haba pasado al obispo de Hipona; parte en los preparativospara la conferencia con los donatistas, parte en poder llevar a la prctica losresultados logrados en el curso de aquella discusin. No pudo encontrar reposopara ocuparse detenidamente de problemas apologticos. Slo al ao siguientepudo estar dispuesto para emprender la redaccin de la obra acariciada. Por loque no hay que tomar en sentido demasiado estricto lo que leemos en lasRetractaciones: "En el entretanto fue destruida Roma por la invasin e mpetu13 14. La Ciudad de Dios/ Agustn IUSVarrollador de los godos, acaudillados por Alarico. Fue aquel un gran desastre.Los adoradores de muchos falsos dioses, a quienes llamamos paganos deordinario, empeados en hacer responsable de dicho desastre a la religincristiana, comenzaron a blasfemar del Dios verdadero con una acritud y unamargor desusado hasta entonces. Por lo que yo, ardiendo en celo por la casa deDios, decid escribir estos libros de la Ciudad de Dios contra sus blasfemias oerrores. La obra me tuvo ocupado algunos aos, porque se me interponan otrosmil asuntos que no poda diferir y cuya solucin me preocupabaprimordialmente."En conjunto, los recuerdos que evoca San Agustn en esta informacin sonexactos, pero incompletos. No nos dice que las primeras objeciones lanzadasdespus del saqueo de Roma partieron de los cristianos mismos. No habla msque de los paganos, lo que le permite justificar el carcter marcadamenteapologtico de su obra. No explica; sobre todo, por qu se ha visto obligado aresponder a dificultades especiales, surgidas a propsito de un pasajeroacontecimiento histrico, con una obra inmensa, que comporta una vista deconjunto sobre la historia del universo desde la creacin de los ngeles, o lahistoria de la humanidad desde la creacin de Adn, y que se desarrolla hastalos ltimos das del mundo. En realidad, es lcito pensar que San Agustnabrigaba desde haca muchos aos el deseo de escribir esta vasta obra sobre laciudad de Dios, o, ms exactamente, sobre las dos ciudades que se reparten hoyda el imperio del mundo. Durante largo tiempo no pudo llevarlo a la prctica.La cada de Roma, los deseos de Marcelino le impulsaron a poner manos a laobra. Pero en su proyecto no se trataba nicamente de descartar algunasdificultades pasajeras; haba que mostrar la conducta de la Providencia en losasuntos de este mundo, y es preciso subrayar el hecho de que, desde lasprimeras palabras de su prefacio a Marcelino, indica con toda precisin la 15. La Ciudad De Dios San Agustnfinalidad que se ha propuesto y hasta los grandes lineamientos del plan quepretende seguir, al paso que no desliza la ms mnima alusin en ese prefacio ala cada deRoma: "He emprendido, a instancias tuyas, carsimo hijo Marcelino, en estaobra que te haba prometido, la defensa, contra aquellos que anteponen susdioses a su Fundador, de la gloriossima Ciudad de Dios considerada, tanto enel actual curso de los tiempos, cuando, viviendo de la fe, realiza superegrinacin en medio de los impos, como en aquella estabilidad deldescanso eterno, que ahora espera por la paciencia, hasta que la justicia seconvierta en juicio, y luego ha de alcanzar por una suprema victoria en una pazperfecta. Grande y ardua empresa. Pero Dios es nuestro ayudador. Por lo cualtambin de la Ciudad terrena, que en su afn de dominar, aunque le estnsujetos los pueblos, est dominada ella por la pasin de la hegemona, sermenester hablar, sin omitir nada de lo que reclama el plan de esta obra ni de loque me permita mi capacidad."Es verdad que los primeros libros de la obra y, sobre todo, los captulos inicialesdel primer libro se destinan a refutar las objeciones particulares provocadas porla toma de Roma. Pero enseguida se da uno cuenta de que esas objecionesapenas interesan ni al autor ni a sus eventuales lectores. Estos casi se hanolvidado ya de las catastrficas jornadas del 410. Han transcurrido dos aosdesde entonces; los refugiados regresaron a la Pennsula, la vieja capitalrenaci de sus cenizas. Agustn persigue un designio ms vasto, precisado ya alfinal del primer libro: "Recuerde la Ciudad de Dios que entre sus mismosenemigos estn ocultos algunos que han de ser conciudadanos, porque nopiense que es infructuoso, mientras an anda entre ellos, que los soporte comoenemigos hasta el da en que llegue a acogerlos como creyentes. Del mismomodo que en el curso de su peregrinacin por el mundo, la Ciudad de Dioscuenta en su seno con hombres unidos a ella por la participacin de los15 16. La Ciudad de Dios/ Agustn IUSVsacramentos, que no compartirn con ella el destino eterno de los santos... Dehecho, las dos ciudades estn mezcladas y entreveradas en este mundo hastaque el ltimo juicio las separe. Quiero, pues, en la medida en que me ayude lagracia divina, exponer lo que estimo deber decir sobre su origen, su progreso yel fin que les espera." Vastsimo es el programa as trazado: largos aosnecesitara el Santo para llevarlo a cabo. * * * Obra de circunstancias, comocasi todas las suyas, La Ciudad de Dios es un gigantesco drama tendrico enveintids libros, sntesis de la historia universal y divina, sin duda la obra msextraordinaria que haya podido suscitar el largo conflicto que, desde el siglo Ial siglo VI, coloc frente a frente al mundo antiguo agonizante con elcristianismo naciente.Obra imperfecta, ciertamente, repleta de digresiones, de episodios, de demoras,de prolongaciones, en la que no todo es del mismo trigo puro. La proyeccin,en el ms all del espacio y del tiempo, de lo que el Santo sabe por haberloexperimentado l mismo, en un presente cargado de su propio pasado y de supropio porvenir, le, llev a consideraciones aventuradas, discutibles ofrancamente errneas. Pero la obra resulta de una excepcional calidad por elplan que la inspira, y de un inmenso alcance por las perspectivas que abri a lahumanidad. En las Retractaciones resume as el autor el plan que ha seguido alescribir el De Civitate Dei: "Los cinco primeros libros refutan la tesis de los quehacen depender la prosperidad terrestre del culto dedicado por los paganos a losfalsos dioses y pretenden que, si surgieron tantos males que nos abaten, esporque ese culto fue proscrito. Los cinco libros siguientes se alzan contra losque aseguran que estas desgracias no han sido ni sern perdonadas jams a losmortales, que unas veces, terribles y otras soportables, se diversifican segn loslugares, los tiempos, las personas, pero que sostienen por otra parte, que elculto de una multitud de dioses con los sacrificios que se les ofrecen, son tilespara la vida futura despus de la muerte. 17. La Ciudad De DiosSan AgustnEstos diez primeros libros son, por tanto, la refutacin de las opinioneserrneas y hostiles a la religin cristiana. Pero para no exponerme al reprochede haber refutado nicamente las ideas ajenas sin establecer las nuestras,consagramos a esta ltima tarea la segunda parte de la obra, que comprendedoce libros. Por lo dems, incluso en los diez primeros, no hemos dejado deexponer nuestros puntos de vista, all donde era necesario, al igual que en losdoce ltimos hemos tenido que refutar tambin las opiniones adversas. Porconsiguiente, de estos doce libros, los primeros tratan del origen de las dosCiudades, la de Dios y la, del mundo; los cuatro siguientes explican sudesenvolvimiento o su progreso, y los cuatro ltimos los, fines que les sonasignados. El conjunto de estos veintids libros tiene por objeto las dosCiudades. Sin embargo, recibieron su ttulo de la mejor de las dos; por esoprefer titularlos La Ciudad de Dios." En carta dirigida a los monjes Pedro yAbraham, escrita entre 417 y 419, es decir, cuando an faltaba mucho para darremate a la obra, pero cuando ya haba avanzado el trabajo lo suficiente comopara que fuese posible prever la continuacin, el obispo de Hipona da lossiguientes informes sobre las ideas directrices que ha seguido: "He terminadoya diez volmenes bastante extensos. Los cinco primeros refutan a aquellosque defienden como necesario el culto de muchos dioses y no el de uno solo,sumo y verdadero, para alcanzar o retener esta felicidad terrena y temporal. Losotros cinco van contra aquellos que rechazan con hinchazn y orgullo ladoctrina de la salud y creen llegar a la felicidad que se espera despus de estavida, mediante el culto de los demonios y de muchos dioses. En los tres ltimosde estos cinco libros refuto a sus filsofos ms famosos.De los que faltan, a partir del undcimo, sea cual fuere su nmero, ya heterminado tres, y traigo entre manos el cuarto. Contendrn lo que nosotrossostenemos y creemos acerca de la Ciudad de Dios. No sea que parezca que, en 17 18. La Ciudad de Dios/ Agustn IUSVesta obra, slo he querido refutar las opiniones ajenas y no proclamar lasnuestras." La Ciudad de Dios, pues, divdese en dos partes: la una negativa, decarcter polmico contra los paganos (libros I-X), subdividida, a su vez, en dossecciones: los dioses no aseguran a sus adoradores los bienes materiales (IV);menos todava les aseguran la prosperidad espiritual (VI-X); -la otra positiva,que suministra la explicacin cristiana de la historia (libros XI- XXII),subdividida asimismo en tres secciones: origen de la Ciudad de Dios, de lacreacin del mundo al pecado original (XI- XIV); historia de las dos ciudades;que progresan la una contra la otra y, por as decirlo, la una en la otra(XV-XVIII); los fines ltimos de las dos ciudades (XIX-XXII) Y es obvio queSan Agustn se propuso desde un principio tratar en su conjunto la historia delas dos ciudades, desde su origen a su consumacin final; la sola mencin de laCiudad de Dios en la primera lnea de la obra, bastara para confirmarlo.Cuando comenz su trabajo saba ya muy bien el Santo lo que quera hacer yque no se propona tan solo, ni siquiera principalmente, tomar la defensa de lareligin cristiana contra: sus acusadores ms o menos malvolos, sino quequera recordar en su conjunto la maravillosa historia de la Ciudad de Dios.En el ao 412 haca ya mucho tiempo que el autor venia meditando acerca de laoposicin de las dos ciudades; la toma de Roma y el recrudecimiento de laoposicin solamente le empujaron a no retardar ms una obra de cuyocontenido estaba bien compenetrado. No cabe la menor duda de que fue elpropio Agustn quien dividi su obra en veintids libros. En todo momentohabla, indicando la cifra, de los libros que constituyen La Ciudad de Dios, y susdivisiones son exactamente las que nos ha transmitido la tradicin manuscrita.Por lo dems, al obrar as no hizo ms que conformarse a un uso tradicional quecorresponda a exigencias de orden material. Un libro basta para llenar unpapiro de dimensin corriente; cuando se llena el papiro se acaba el libro. Una 19. La Ciudad De DiosSan Agustnobra poco extensa no lleva, pues, ms que un solo libro; una obra importantecuenta con varios. As es comoAgustn declara, al fin de las Retractaciones, que ha compuesto hasta la fechanoventa y tres obras, o sea doscientos treinta y dos libros.El libro es as, por la fuerza de las cosas, la unidad fundamental, y debe leerse,si no de un tirn, al menos como formando un todo cuyas partes soninseparables una de otra. Ms difcil es determinar si fue tambin l quiendividi los libros en captulos. Y ms todava si fue el autor de los ttulos quepreceden a cada uno de los captulos. Lo cierto es que estn muy lejos de serrecientes esos ttulos y su uso se fue imponiendo progresivamente. Vamos a dara continuacin el contenido sumario de la obra, tal como lo resume M.Bendiscioli. Las devastaciones y estragos efectuados por los godos no handaado lo que verdaderamente vale; a lo ms han constituido una pruebasaludable y una advertencia elocuente para los cristianos demasiado apegados alos bienes terrenales (libro I). Los males morales y los males fsicos afligierontambin a la humanidad cuando el culto de los dioses estaba en pleno vigor yaun no exista el cristianismo.La prosperidad y el incremento del Imperio romano no pueden haber sido obrade los dioses venerados por los romanos: basta examinar la mitologa paracomprobar su incoherencia y puerilidad. No son los falsos dioses, sino el Diosnico y verdadero quien distribuye los reinos segn sus designios, que no porestar ocultos para nosotros son menos verdaderos. Es la Providencia divina, noel azar epicreo, ni el hado estoico, quien ha otorgado a Roma su imperio enpremio a sus virtudes, naturales y como indemnizacin por la felicidad eternaque nunca hubiera conseguido. El celebrado celo de los romanos por su patriaterrena ha de ser aviso y ejemplo para los cristianos al aspirar a la patria19 20. La Ciudad de Dios/ AgustnIUSVcelestial (II-V) Esta primera seccin va enderezada contra los qu opinan quese debe adorar a los dioses con miras a alcanzar los bienes materiales, es decir,contra el vulgo. En la segunda seccin de la primera parte -consagrada a lapolmica antipagana pasa a refutar a los que afirman que se debe practicar elculto de los dioses para obtener la felicidad ultraterrena. Estos son filsofos ypor eso la polmica va dirigida principalmente contra ellos; y, sobre todo,contra su tentativa de justificar de algn modo el ncleo de la religin popular.El ms autorizado de estos defensores es Varrn. San Agustn piensa que bastacon refutar las justificaciones de este eminente telogo pagano para dar pordemolida la pretensin pagana de asegurar con el politesmo la felicidadultraterrena (VI-VII). Pero los filsofos no se han limitado a esto; hanintentado, adems, elaborar una teora de los dioses, diversa de la de los poetas,y de las instituciones pblicas. Una "teologa natural" que Agustn reconstruyey pulveriza, siguiendo la trayectoria del pensamiento griego, desde los milesiosa Platn y 195 neoplatnicos (VIII-X).El motivo fundamental de la polmica es: para los presocrticos, laincomprensin de la inmaterialidad de Dios y de su cualidad de Creador; paraPlatn, la ignorancia del hecho de la Redencin y de todo el contenido de laRevelacin cristiana; para los neoplatnicos, la imposibilidad de conciliar sudemonologa con la omnipotencia y la perfeccin divinas. En la segunda parte,el autor pasa de tratar el problema casi exclusivamente de modo polmico ynegativo, a tratarlo; ante todo, de modo expositivo y dogmtico. No bastademostrar la incoherencia y lo infundado del culto politesta; es menesterprobar que, en efecto, toda la verdad se encuentra en el cristianismo, y cmo lsatisface a un mismo tiempo al corazn y a la inteligencia, y es verdaderamenteel camino de liberacin del mal y de la, infelicidad. 21. La Ciudad De Dios San AgustnHe aqu, pues, la descripcin cristiana del mundo, no tanto del fsico como delmoral, basado en la aspiracin a la felicidad. Esta descripcin se desarrolla entres fases. Primero se discute el origen de la sociedad en general, de la "ciudad",principiando por examinar el comienzo absoluto de lo que no es Dios, es decir,la creacin, y aclarando as que con ella ha tenido origen el tiempo, que es elsurco sealado por la mutabilidad de las criaturas; de aqu viene laconsideracin del origen y de las caractersticas de las dos ciudades del culto; lacreacin de los ngeles (Ciudad de Dios) y el origen de la de los malvados, conla rebelin de los ngeles soberbios y sus consecuencias en la vida humana y sudestino (XI), ya que la historia de las dos ciudades entre los hombres tienecomo prembulo necesario la de las dos ciudades ultraterrenas: de los ngelesfelices sujetos a Dios con sumisin y amor y de los demonios desventurados yrebeldes.En la caracterizacin de la ciudad terrena tienen extensa parte tres cuestiones:la del mal, que se explica como una deficiencia de perfeccin y cuya causa seachaca a un desvo de la voluntad respecto al bien supremo, que es Dios, haciael individuo; la cuestin de la muerte en su sentido relativo (separacin delalma del cuerpo: primera muerte) y en su sentido absoluto (muerte del alma:segunda muerte), con su separacin sin remedio de Dios (XII); y la cuestin delpecado original, de su naturaleza (desobediencia y orgullo), de susmanifestaciones (rebelin de la carne, concupiscencia, debilitamiento de lavoluntad), y de sus efectos principales (XIII). Estos efectos pueden advertirseen toda la vida psquica, que se muestra trastornada y perturbada por elpredominio de las pasiones; es significativo a este respecto el sentimiento delpudor (XIV).La segunda fase es la que considera los desarrollos de las dos ciudades: de lacarnal, fundada en el amor de s mismo, y de la espiritual, fundada en el amor21 22. La Ciudad de Dios/ AgustnIUSVde Dios. Cada una posee su propia manera de vivir y de gozar. La ciudadterrena finca su residencia y su felicidad relativa aqu abajo; la ciudad de Diosest sobre la tierra meramente de paso, en espera de la felicidad celeste. Laciudad terrena procede del fratricidio de Can, mientras que la de Dios remontasus comienzos hasta Abel. Cada una contina en la serie de las generacionesque enumera la Biblia desde el Diluvio (XV), pasando por Abraham, Isaac,Jacob, Moiss, los Jueces (XVI), mientras se afirman las grandes monarquasde Babilonia y de Asiria. Y ello con un permanente significado simblico, yaque las vicisitudes de No, de los Patriarcas, de Moiss y de otros personajesbblicos semejantes prefiguran msticamente la ciudad de Dios en superegrinacin. Lo mismo vale para la poca de los profetas, que seala elmomento culminante y la crisis irreparable de Israel, realidad y smbolo almismo tiempo de la ciudad de Dios.Tambin aqu el significado simblico proftico predomina sobre el histrico(XVII). La ciudad terrena se desenvuelve, despus de No y la dispersin de lospueblos, en las grandes monarquas orientales, de las cuales el autor da noticiavalindose de la Crnica de Eusebio de Cesarea, en los reinados helnicos y enla Roma antigua; para esto se sirve prudentemente de Varrn. Aqu quedasubrayado el carcter mixto de la historia humana, la imposibilidad dedistinguir en ella la ciudad terrena de la ciudad celeste, que siguen siendo dosrealidades metafsicas, cuya separacin emprica, sensible, queda reservada aljuicio final de Dios. Esto vale, de modo particular, para los primeros siglos dela era cristiana, en que la Iglesia, la Ciudad de Dios, vive mezclada con laciudad del mundo, hasta el punto de albergar en ella tambin hombres carnales,aunque tal vez deseosos de redencin. De ah las persecuciones, las herejas, losescndalos que, con todo, tienen su funcin beneficiosa sobre la ciudad de Diosmetafsica: sus santos (XVIII). La tercera fase se refiere al resultado final de lasdos ciudades: felicidad eterna para la una, infelicidad tambin eterna para la 23. La Ciudad De DiosSan Agustnotra. Aqu (XIX) se vuelve a tratar extensamente la cuestin de la verdaderanaturaleza de la felicidad y de su carcter necesariamente transcendental,divino. De aqu la confutacin de los estoicos, que presuman arribar a ella porsus propios medios: la vida humana, vista con ojos realistas, es desorden,apasionamiento, violencia. La racionalidad y la paz no son de este mundo, ni esaqu donde las cosas reciben su valoracin definitiva.Esta depende del juicio futuro de Dios (XX). A su luz, el vicio se revelar comotal, aunque aqu abajo se presente con el aspecto fascinador de la virtud y de lafelicidad. Nada seguro se sabe acerca de cundo vendr ni cmo sedesarrollar. Desde luego, el juez ser el Cristo glorioso, y la ltima fase de lahistoria humana estar muy agitada por luchas espirituales y acontecimientosfsicos gigantescos; y ciertamente el fin y el juicio representaran unaregeneracin, una palingenesia del mundo. Entonces tendr lugar tambin ladistincin real de las dos ciudades. A la ciudad del mundo tocar una eternidadde dolor, a la vez moral y fsico (XXI); eternidad de pena contra la cual novalen ni las objeciones fsicas derivadas de la pretendida imposibilidad de unfuego que no se consume, ni las morales, que dependen de una presuntadesproporcin entre un pecado temporal y un castigo eterno: la gravedad delcual ser, no obstante, proporcionada en intensidad a la entidad de la culpa.En cambio, a los santos quedar reservada la bienaventuranza eterna (XXII);no slo para las almas en la contemplacin de Dios, sino para los propioscuerpos que resucitarn a una vida real, aunque diversa de la terrena. La formade la resurreccin no est clara; pero, el hecho, a pesar de las objeciones de losplatnicos, es cierto; como es seguro que, aun siendo la Ciudad de Dios enprimer lugar obra de la predestinacin divina, no es indiferente para ella laorientacin del libre albedro humano. La observacin de la vida psquicapodr dar a entender cul ha de ser la bienaventuranza eterna como satisfaccin23 24. La Ciudad de Dios/ Agustn IUSVde las exigencias positivas del hombre. Ella ser, por lo tanto, el gran sbado, lapaz suprema en el reino de Dios. Tal es, en resumen, esta gran obra de laantigedad cristiana, sntesis amplsima que abarca la historia de toda la razahumana y sus destinos, en trminos de tiempo y eternidad, y en la que seplantea decididamente, la cuestin de las relaciones entre el Estado y lasociedad humana en general, segn los principios cristianos.En consecuencia su influjo en el desarrollo del pensamiento europeo tiene unaimportancia incalculable. Osorio y Carlomagno, Gregorio I y Gregorio VII,Santo Toms y Bossuet, todos sin excepcin, la han conceptuado como laexpresin clsica del pensamiento, poltico cristiano y de la actitud cristianafrente a la historia. Y en los tiempos modernos sigue conservando su vigencia.De todos los escritos de los Santos Padres es el nico que el historiador secularno se atreve a desdear de forma definitiva, y el siglo XIX opin que esa obrajustifica que se considere a San Agustn como el fundador de la filosofa de lahistoria. Ciertamente La Ciudad de Dios no es una teora filosfica de lahistoria en el sentido de induccin racional de los hechos histricos. Nodescubre nada nuevo sobre la historia, considerando sta sencillamente como elresultado de una serie de principios universales. Lo que San Agustn nos ofrecees una sntesis de historia universal a la luz de los principios cristianos. Suteora de la historia procede estrictamente de la que tiene sobre la naturalezahumana, que a la vez deriva de su teologa de la creacin y de la gracia.No es teora racional si se considera que se inicia y termina con dogmasrevelados; pero s es racional por la lgica estricta de su procedimiento eimplica una teora definidamente filosfica y racional sobre la naturaleza de lasociedad y de la ley, y la relacin entre la vida social y la tica. San Agustnley en su experiencia propia la verdad universal que en ella estaba contenida.Ley, en el presente que es, el misterioso presentimiento del porvenir que no es 25. La Ciudad De DiosSan Agustntodava, y que, no obstante, como el pasado que no es ya, revive y se perpetaen la imagen presente de la memoria, existe ya, y nos es presente por sus causasy por sus signos precursores, como dice en las Confesiones. La Ciudad de Diosextiende a la humanidad el tiempo que l haba percibido en su interior: estetiempo, ambivalente, que es el del envejecimiento y de la espera, de ladominacin del pecado y de la liberacin del alma, resuelve su dualidad por lamediacin del Verbo encarnado, en el advenimiento de esa plenitud de lostiempos que reunir todas las cosas en Jesucristo. Inmensa esperanza querecorre el universo, que lo sacude, que le hace presente en cada instante el finde su progreso, que le salva de sus calamidades y de sus cadas, puesto quetodas, y el pecado mismo con sus consecuencias, concurren, por caminosmisteriosos, slo de Dios conocidos, al advenimiento del Reino sustrado alenvejecimiento, ya que, en lo eterno, hay coincidencia de lo temporal y de lointemporal, de las existencias y de las esencias, en el seno del Ser quepermanece. La distensin misma de nuestro tiempo en nosotros se encamina aello por la tensio o la intentio del alma, que es una extensio animi ad superiora,que rene en s las cosas pasadas, presentes y futuras. Imagen lejana, porque elacto de sobrepasar el tiempo es don de Dios, pero imagen ejemplar y real, comose ve por la Iglesia, que est en el tiempo aun siendo eterna. Aadamos a estoque se encuentra en La Ciudad de Dios el primer ensayo grandioso y coherentede coordinar la marcha de los acontecimientos y el progreso de la humanidadcon la lucha incesante entre los hombres esclavos del hombre y los hombresque son los servidores de Dios. Desde este punto de vista, la vida de lahumanidad entera se ostenta como un maravilloso poema que se desarrolla a lolargo de los siglos -saeculorum tanquam pulcherrimum cermen (XI, 18)-.Poema del que uno mismo no puede recorrer sus pginas sin sentir un inmensoamor y una intensa admiracin por el modulador inefable que cre el mundocon el tiempo, que regula su orden y sus armonas, poniendo de acuerdo loscontrarios y adaptndolos a los tiempos.25 26. La Ciudad de Dios/ AgustnIUSVEste Dios que ve y quiere y mueve todos los seres inmutablemente, que cretodas las cosas por bondad, tanto las pequeas como las grandes, sealndolastodas, y en primer lugar al alma humana, con la impronta de la Trinidad divina.En esta historia, ni el azar o lo que con este nombre denominamos, ni el destinoo la fortuna representan papel alguno, ni los designios o las pasiones de loshombres son los que disponen; porque todo, en ltimo trmino, est ordenado aDios y entra en sus planes, sin que su presencia constria la libertad del hombrey su libre eleccin. Es decir, que no hay otras causas eficientes que las causasvoluntarias, dependientes todas ellas de la voluntad de Dios; pues no tienenms eficacia que la que Dios les presta. Siempre son, al mismo, tiempo,actuantes y actuadas; nicamente Dios hace y no es hecho. Causa itaque rerum,quae facit non fit, Deus est; aliae vero causae et faciunt et fiunt. Despus de locual, una vez que la causalidad haya terminado su trabajo, Dios descansar, yestaremos nosotros mismos en la paz. Veremos y amaremos, amaremos yalabaremos en el Reino sin fin.As, quiralo o no lo quiera el hombre, tome o no conciencia de ello, se prestepor su concurso o por su resistencia, de todo lo cual Dios extrae igualmentepartido, todo progreso de la humanidad se realiza en el sentido de un aumentode la ciudad celeste a expensas de la ciudad terrena, o, como dir el poetaBaudelaire, de una disminucin de las huellas del pecado original. Nocinsingularmente ms profunda y ms prxima a nosotros, observa con justiciaRudolf Eucken, que la concepcin hegeliana de un devenir inmanente, y, conmucha ms razn, que su contrapartida marxista de un materialismo histrico,que no retiene de los hechos ms que su apariencia externa o una imagenparcial, con frecuencia deformada. En la visin agustiniana, son retenidostodos los elementos, pero colocados en su lugar debido, y reciben su sentido dela conducta invisible de Dios, cuyos eternos designios transcurren en la 27. La Ciudad De Dios San Agustnduracin al igual que la gracia se incorpora a la naturaleza, sin privarle en nadade su espontaneidad, ni al hombre de su libertad, sino, por el contrario,perfeccionndola, de tal suerte que ser plenamente libre para el hombre esobedecer a los designios de Dios. Es La Ciudad de Dios la obra que expresa,mejor que ninguna otra, la polifactica personalidad de San Agustn, a unmismo tiempo exegeta, metafsico, psiclogo y telogo. En ella confluyen,emergiendo de cuando en cuando, los motivos de obras precedentes, que hanformado tanta parte de la vida intelectual y religiosa del Padre africano: elantimaniqueismo y el antiplatonismo del De la verdadera religin y de lasConfesiones; el antidonatismo y el antipelagianismo que nutren las largasdigresiones acerca de los problemas internos de la Iglesia.En ella todo es orgnico. Reanudada y abandonada mil veces, su redaccin selleva a cabo entre el 412 y el 426, y se presenta sobrecargada por las polmicascircunstanciales. Si no es, repetimos, una filosofa de la historia -de la historiaSan Agustn conoca muy poco-, s es una metafsica de la sociedad, es decir,una determinacin de lo permanente en lo mudable de las conductas humanas,de las fuerzas secretas que deciden el diverso comportamiento de individuos ynaciones. Lo que en las Confesiones hiciera para el individuo, reduciendo eldrama de los afectos y de las inquietudes del hombre en particular al dramaDios-Hombre, lo hace San Agustn en el De civitate Dei acentuando loselementos propiamente teolgicos y bblicos.Slo que aqu las pasiones y las ambiciones son las desencadenadas por laprimera voluntad humana, la de Adn, que se ha preferido a Dios. Aqu lagracia redentora libera no slo a Agustn sino a todos los hombres, llamados, ala salvacin de la "masa de los pecadores" en Adn. La lucha entre las dosciudades, que, estriba respectivamente sobre el amor sui y el amor Dei, es elreflejo social de la lucha entre el viejo y el nuevo Adn en cada uno de27 28. La Ciudad de Dios/ AgustnIUSVnosotros. * * * Hemos indicado que el de Hipona emple no menos de catorceaos en la redaccin de la que no pocos consideran su obra maestra, La Ciudadde Dios. Del 412 al 426 trabaj en este grandioso libro, sin descuidar por ellosus habituales tareas episcopales, sin remitir en lo ms mnimo en su caraocupacin de predicar la palabra divina y sin que sufriese mengua su siemprecopiosa correspondencia. Le vemos durante esos aos desplazarse, para noperder la costumbre, en largos y fatigosos viajes. Son los aos de la sperapugna pelagiana y an no han concluido las enojosas disputas con losempecinados donatistas. Y todava le queda tiempo para sostener prolongadasconferencias con el espaol Paulo Orosio, que tan bien asimilara en su Historialas lecciones del maestro, para discutir con Emrito de Cesrea y paraconseguir la retractacin del monje francs Leporio. Y, lo que es msasombroso, para componer otras muchas obras de la ms varia doctrina.Porque, alternando con la composicin de La Ciudad de Dios, brotaron de supluma ms de una veintena de diversos tratados, tales como Sobre el origen delalma, Contra los priscilianistas y los origenistas, Sobre la presencia de Dios, Dela gracia de Cristo y del pecado original, Contra un adversario de la ley y de losprofetas, Contra la mentira, De la fe, de la esperanza y de la caridad, De losmatrimonios adlteros, De las bodas y de la concupiscencia, ContraGaudencio, Cuestiones sobre el Heptateuco, por enumerar algunos.Atenindonos al orden seguido en La Ciudad de Dios, y tomando en cuentaalgunos datos contenidos en la misma, podramos rastrear las etapas de suredaccin sin necesidad apenas de apoyarnos en argumentos extrnsecos.Aquel gran amigo del Santo, el tribuno Marcelino, cuya epstola fue el motivodeterminante para la composicin de esta magna obra a l dedicada, pereciejecutado en septiembre del 413, acusado de atentar contra la seguridad delEstado. Antes de su muerte haban sido concluidos y publicados los tresprimeros libros. El autor mismo nos informa, a punto de terminar el quinto, de 29. La Ciudad De Dios San Agustnque ha editado por separado estos tres libros y la dedicatoria a Marcelinoprecisa la fecha de su aparicin. Nos da cuenta asimismo, del xito alcanzadopor su obra, que, asegura, circula sin cesar de mano en mano. Que esos tresprimeros libros tuvieron una entusiasta acogida nos lo confirma un testimoniode fines del 414; una carta dirigida a San Agustn por el vicario de frica,Macedonio, dndole cuenta de los sentimientos y reflexiones que en l hasuscitado la lectura de las primicias de su obra: "He acabado de leer tus libros,le escribe. Me han entusiasmado hasta el punto de alejar de m todas misrestantes preocupaciones.Muchos son los aspectos que me han sorprendido, de tal suerte que no s quadmirar ms, si la perfeccin del sacerdocio, o las doctrinas filosficas o elpleno conocimiento de la historia o lo agradable de la elocuencia.. Los espritusms neciamente obstinados han tenido que convencerse, a la vista de los siglosfelices cuyo recuerdo evocan, de que peores acontecimientos han tenidolugar... T te has servido del ejemplo ms conmovedor de las recientescalamidades; aunque has fundado slidamente tu argumentacin, yo hubierapreferido, de haber sido posible, que no le hubieras concedido tantaimportancia. Mas cuando aquellos a quienes hay que convencer de necedad hancomenzado a quejarse de aquellos acontecimientos, no hay ms remedio queextraer de los mismos las pruebas de la verdad." Bien significativos son estosltimos prrafos, porque demuestran que, apenas al da siguiente de lainvasin, ya no era del agrado de muchos el recordar con insistencia el saqueode Roma, y que, a la mencin de los recientes sucesos se prefera el relato deantiguas catstrofes: la leccin que proporcionaban, por ser menos hiriente, noera tan desagradable.En su larga respuesta a macedonio no alude Agustn al reproche de sucorresponsal. Se limita a hablarle de la verdadera felicidad y de sus 29 30. La Ciudad de Dios/ Agustn IUSVcondiciones, y no hace alusin alguna a los tres primeros libros de La Ciudadde Dios ms que para recordar que all haba tratado largamente la cuestin delsuicidio. Tal vez el propio obispo habra cado en la cuenta de que era yademasiado tarde para insistir en la ferocidad de las hordas de Alarico. El casoes que los dos libros siguientes, como ya cabe observar, por lo dems, en elsegundo y en el tercero, se elevan a reflexiones ms generales. Su redaccinocupa los ltimos meses del 413 y el ao 414. Est acabada en el 415, como loatestigua una carta dirigida al obispo Evodio a fines de ese mismo ao. Esmenester leer todo el pasaje referente a La Ciudad de Dios, porque nossuministra preciosa informacin, no slo acerca de los libros ya terminados,sino tambin acerca de los que faltan por escribir: "Aad dos nuevos libros alos otros tres de La Ciudad de Dios contra los demoncolas, que son susenemigos.Creo que en estos cinco libros he, discutido bastante contra aquellos que, porrazn de la felicidad de la presente vida, creen que debemos adorar a sus dioses,y se oponen al nombre cristiano por creer que les impedimos su felicidad. Enadelante, segn promet en el primer libro, tengo que hablar contra aquellosque, por razn de la vida que sigue a la muerte, juzgan necesario el culto de susdioses, sin saber que cabalmente por esa vida somos nosotros cristianos." Conrenovado ardor prosigue Agustn su tarea a partir del 415; en el 417 haterminado ya el libro dcimo y, con l, la primera parte de la obra que habaacometido. Es lo que declara abiertamente al final de dicho libro: "Por estarazn, en estos diez libros, aunque menos de lo que esperaba de m la intencinde algunos, con todo, he satisfecho el deseo de otros, con la ayuda del Diosverdadero y del Seor, refutando las contradicciones de los impos, queprefieren sus dioses al Fundador de la Ciudad Santa, sobre la que nospropusimos disertar. 31. La Ciudad De Dios San AgustnDe estos diez libros, los cinco primeros los escrib contra aquellos que juzganque a los dioses se les debe culto por los bienes de esta vida, y los cincoltimos, contra los que piensan que se les debe por la vida que seguir a lamuerte. En adelante, como promet en el libro primero, dir, con la ayuda deDios, lo que crea conveniente decir sobre el origen, sobre el desarrollo y sobrelos fines de las dos ciudades, que, como he dicho tambin, andan en este sigloentreveradas y mezcladas la una con la otra." La fecha est claramente indicadapor Paulo Orosio en el prefacio de su Historia contra los paganos. Esta obra,redactada a instancias del propio Agustn, para servir de complemento a LaCiudad de Dios, est destinada a probar que las invasiones brbaras no han sidouna calamidad excepcional; que las guerras y matanzas son de todos lostiempos, y que los romanos contemporneos no tienen por qu sorprenderse deellas si se sienten ms dbiles que los brbaros.Nos consta que esta obra fue redactada en 417. Acababa de publicarse entoncesla edicin de los diez primeros libros de San Agustn y su luz se difunda por elmundo entero. Aunque al principio del libro undcimo se cree obligado elSanto a repetir una vez ms las ideas fundamentales que se propone desarrollary que ya haba esbozado al final del anterior, eso no nos debe mover a pensarque hubo de transcurrir mucho tiempo entre la composicin de uno y de otro,puesto que del libro duodcimo se hace ya mencin en el De Trinitate, tratadoque no parece ser muy posterior al 417. El libro XIV est citado en el Contra unadversario de la, ley y de los profetas, que data de hacia el 420., Tratase en esteopsculo del pecado original y de la desobediencia del primer hombre, temasstos, dice Agustn, que ha abordado ms ampliamente en otras partes y, sobretodo, en el libro XIV de La Ciudad de Dios. En los libros XV y XVI, se utilizancon frecuencia las Cuestiones sobre el Heptateuco, que parecen haber sidoredactadas despus del 418 y antes del 420.31 32. La Ciudad de Dios/ AgustnIUSVComparando la lista de los lugares paralelos chase de ver bien a las claras laimposibilidad de una relacin inversa, porque un cierto nmero de problemas,apenas esbozados en las Cuestiones, estn resueltos en su obra maestra. Quedaas fijado el trmino a quo de la redaccin de esos dos libros, pero no podemosdecir otro tanto del trmino ad quem. Como el libro, XVIII se inicia con unaespecie de recapitulacin, en la que el autor se cree obligado a resumir lo que yaha expuesto con anterioridad y lo que le queda an por exponer, nos sentimosimpulsados a preguntarnos si no habrn sido publicados juntos los librosXIV-XVII. Como quiera que sea, el libro decimoctavo no ofrece visos de seranterior al 425. Figuran en l algunos datos cronolgicos que seran preciosospara fijar la fecha en que fue compuesto el libro si no fuesen tan imprecisos. Elconjunto de la obra estaba terminado antes de escribir las Retractaciones, esdecir, antes del 427, puesto que en este ltimo escrito pudo estampar SanAgustn: "Esta gran obra de La Ciudad de Dios qued, por fin, concluida enveintids libros." Y adivinase en ese "por fin" como un suspiro de alivio.Despus de haber trabajado durante tanto tiempo, tras incontables trastornos yzozobras, siente el autor la alegra de haber arribado al trmino de la empresaque se haba sealado.Sus ltimas palabras, al concluir el libro XXII, haban sido para expresar lamisma satisfaccin de la obra terminada: "Estoy en que ya he saldado, con laayuda de Dios, la deuda de esta inmensa obra. Que me perdonen los que laencuentren demasiado corta o demasiado larga. Y quienes estn satisfechos conella, agradecidos den gracias no m, sino a Dios conmigo. As sea." No esmenester insistir en que una obra tan considerable, y cuya consumacinexigiera tantos aos, fue editada en varias veces. Gracias a las indicacionessuministradas por el autor mismo podemos seguir de cerca las diversas fases deesa publicacin. 33. La Ciudad De Dios San AgustnLos tres primeros libros, ya lo hemos visto, comenzaron por ser editados apartey dedicados a Marcelino, apenas se acab su redaccin. Una segunda edicinaparecida en 415 contena los cinco primeros. En el 417, hcese referencia, enel prefacio de Orosio a su Historia, a una nueva edicin que no contaba conmenos de diez libros mientras el once estaba ya en preparacin. En el 418 o419, segn toda probabilidad, una carta dirigida a los monjes Pedro y Abrahamproporciona nueva informacin. Despus de haberse referido a los diezprimeros libros que son del dominio pblico y que ellos pueden leer, si es queno lo, han hecho ya, dirigindose al presbtero Firmo, aade Agustn que hadado cima a los tres libros siguientes y que est en proceso de composicin eldecimocuarto. En ste se responde a todas las preguntas planteadas por Pedro yAbraham. De donde verosmilmente se puede concluir que hubo de serpublicado junto con los tres precedentes, si es que no lo fue con los trece en unfuturo muy prximo. No parece que despus de esa publicacin de los catorceprimeros libros haya habido ninguna otra para el conjunto de la obra antes deacabarla toda. A lo sumo se podra preguntar si cada uno de los libros sucesivosfue publicado aisladamente, a medida que se iba componiendo. No tenemosningn vestigio cierto de una tal publicacin, que, por lo dems, pugna un tantocon la costumbre de San Agustn.Una vez que hubo puesto punto final a La Ciudad, de Dios, procedi el autor auna revisin de conjunto de la obra para asegurar su perfecta correccin, yenvi el manuscrito a Firmo, que era una especie de agente literario suyo, sulibrero o su editor en Cartago. El manuscrito dirigido a, Firmo constaba deveintids cuadernos separados, uno por cada libro, y aconsejaba el Santo queno se leyesen en un solo volumen que sera desmesurado, sino en dos o encinco. Por ltimo, tras haber invitado a Firmo a leer atentamente todo sutratado, prosigue Agustn: "Por lo que se refiere a los libros de mi Ciudad de 33 34. La Ciudad de Dios/ AgustnIUSVDios que todava no poseen nuestros hermanos de Cartago, te ruego que se losfacilites a quienes te los pidan, para que saquen copia.No se los des a gran nmero de personas, sino a uno o a dos y que stos a su vezse los den a otros. Por lo que toca a tus amigos personales, sean miembros delpueblo cristiano deseosos de instruirse o sean paganos que pueden, segn tuopinin, ser liberados de sus errores, con la gracia de Dios, por la lectura de miobra, a ti te corresponde decidir como comunicrselos." De manera que elejemplar de La Ciudad de Dios dirigido a Firmo no estaba destinado ms que al, que debera permitir sacar una Copia a todos Ios cristianos que lo deseasen.Hasta los mismos paganos, podan tener acceso a ese ejemplar, bajo laresponsabilidad de Firmo. As se cierra la larga y compleja historia de lacomposicin de esta magna obra. Emprendida con ardor en defensa de la Iglesia, abandonada en variasocasiones, reanudada otras tantas hasta su consumacin definitiva, esa obramaestra de San Agustn no, ces de solicitar su atencin durante quince aos.Fcilmente se comprende, pues, si se tiene presente el gran lapso de tiempo quenecesit el autor para llevarla a cabo, que ha de haber, en ella algunosdesrdenes en su composicin, algunas repeticiones en la distribucin de losmateriales. Defectos que podemos ir descubriendo con solo seguir el planestablecido por el obispo de Hipona. Pero defectos que en ningn momentoalcanzaron a impedir la extraa fascinacin que ejerciera sobre suscontemporneos tan colosal obra, como no impiden que todava en nuestrosdas suscite la admiracin de cuantos reflexivamente laleyeren.CRONOLOGIA 350. Magencio se hace proclamar emperador. Muerte deConstante. 35. La Ciudad De DiosSan AgustnLos hunos en Europa Oriental. Mefila traduce la Biblia al gtico. Edad de orode la cultura hind y del snscrito. 351. Lucha de Constancio contra losusurpadores. 352. Constancio, ltimo superviviente entre los hijos deConstantino, reconquista Italia y la Galia al usurpador Magencio. 353. Muertede Magencio. Constancio emperador nico. Constancio favorece al arrianismo.354. Nace Agustn en Tagaste el 13 de noviembre. 355. Los francos, alamanesy sajones invaden la Galia. Juliano es designado csar y enviado a la Galiacontra los alamanes. 356. Victoria de Juliano en Estrasburgo (Argentoratum), yliberacin de las Galias. 358. El patriarca Hillel II fija el calendario hebreo.360. Juliano el apstata se proclama emperador en Pars, rebelndose contraConstancio. 361.Agustn estudiante en Tagaste. 362, Juliano resucita el antiguo paganismo.Lucha religiosa con el cristianismo. 363. En guerra con los persas sasnidas,Juliano el apstata, que haba llegado victorioso hasta Ctesifonte, es derrotadoy muerto. Joviano emperador. Paz desastrosa con los persas. 364. Valentinianoes nombrado emperador, asocindose, para Oriente, con su hermano Valente.Nueva invasin de los. alamanes en la Galia, rechazada por Valentiniano. 365.Usurpacin de Procopio, que es derrotado por Valente. 367.Marcha Agustn a Madaura a estudiar gramtica. Guerra de Valente contra losgodos y de Valentiniano contra los alamanes. 368. Teodosio el Viejo pacifica laBretaa romana. 370. Interrumpe Agustn los estudios durante un ao ypermanece en Tagaste. Fallece su padre Patricio. Los persas conquistanArmenia. 371. Agustn estudiante, en Cartago. Comienza sus relaciones con lamadre de Adeodato. 372. Rebelin en frica del jefe bereber Firmus.Introduccin del budismo en Corea. Nacimiento de Adeodato. 373. 35 36. La Ciudad de Dios/ Agustn IUSVFlorece en China Hui Youan, fundador de una secta budista. Lee Agustn elHortensius de Cicern y se convierte a la filosofa. Se adhiere al maniquesmo.374. Los hunos atraviesan el Volga, siguiendo su avance hacia el Oeste. SanAmbrosio, obispo de Miln. Agustn profesor en Tagaste. 375. Gracianoemperador en Oriente y Valentiniano II coemperador en Occidente. Los hunosaniquilan el reino ostrogodo y empujan a los visigodos hacia el Sur. Sonaceptados los visigodos en el imperio de Oriente. Chaudragupta II, rey en laIndia. 376. Agustn profesor en Cartago. 377. Graciano derrota a los alamanes.378. Sublevacin de los visigodos. Valente es derrotado y muerto por los godosen la batalla de Andrinpolis. 379. Teodosio es asociado al imperio porGraciano. 380. Teodosio abandona a los visigodos la Panonia, y establece a losostrogodos en el sur del Danubio. Restablece el cristianismo como religin delEstado. Historia de Roma de Amiano Marcelino. 381. Concilio ecumnico deConstantinopla; derrota definitiva del arrianismo.Escribe Agustn el De pulchro et apto. 382. Establecimiento de los visigodos enMesia. Comienzan las dudas de Agustn contra el maniquesmo. 383. EnOccidente, usurpacin de Mximo, asesino de Graciano. Conversaciones deAgustn con Fausto. 384. Comienza San Jernimo la traduccin de la Biblia.Relacin sobre el ara de la Victoria de Smaco. Agustn se aparta delmaniquesmo. Profesorado en Roma. Es nombrado profesor en Miln, dondecomienza a or a San Ambrosio. Decide ser catecmeno. 385.Agustn orador oficial. Panegrico de Bauton y de Valentiniano II. Llegada, deMnica. 386. Dinasta de los Wei, en el norte de China. Lucha de SanAmbrosio con la emperatriz Justina. Descubre Agustn la filosofaneoplatnica. Lee las Epstolas de San Pablo. Se convierte y parte a Casiciaco.Escribe los primeros Dilogos. 387. Mximo arrebata Italia a Valentiniano II.Regresa Agustn a Miln, donde recibe el bautismo con Alipio y Adeodato. 37. La Ciudad De DiosSan AgustnMuerte de Mnica en Ostia. Estancia de Agustn en Roma.. 388. Teodosioderrota a Mximo. Valentiniano II bajo la tutela del franco Arbogasto. ParteAgustn a frica. 389. Agustn comienza su vida monstica en Tagaste. Muertede Adeodato. 391. Valerio, obispo de Hipona, ordena sacerdote a Agustn.Funda un segundo monasterio. 392. Arbogasto asesina a Valentiniano II yproclama emperador a Eugenio. Conmocin ante el empuje de los hunos.Los vndalos son rechazados hacia el Oeste, por los alanos que los siguen.Estilicn derrota a los brbaros en el Danubio. Disputa de Agustn con elmaniqueo Fortunato. 393. ltimos juegos olmpicos en Grecia. Snodo deHipona donde Agustn predica sobre la fe y el smbolo. 394. Teodosio,vencedor de Eugenio, en Aquileya, se proclama nico emperador. 395. Muertede Teodosio el Grande. Divisin del Imperio: Arcadio en Oriente y Honorio enOccidente, bajo la regencia de Estilicn. Alarico rey de los visigodos. 396. Losvisigodos en Iliria. Fin de los misterios de Eleusis. Es nombrado Agustnobispo auxiliar de Valerio y lo consagra Megalio, el primado de Numidia. 397.Intrigas en la corte de Arcadio, dominado por su mujer Eudoxia; triunfo delpartido antigermano; renacimiento nacional bizantino. Vida de San Martn deTours de Sulpicio Severo. Asiste Agustn a un concilio de Cartago. MuereValerio y la sucede Agustn como obispo de Hipona. 398. San JuanCrisstomo, patriarca de Constantinopla. San Agustn escribe lasCONFESIONES. Controversia con Fortunio. 399. Los vndalos entran en laGalia. Los hunos llegan al Elba. Yezdegerd I, rey de Persia. Tolerancia delcristianismo. Entrevista de Agustn con Crispn, obispo donatista de Calama.400. Llega Pelagio a Roma. Florecen Macrobio y Kalidasa. 401.Primera tentativa de los visigodos en Italia. Asiste Agustn a un concilio deCartago. Lucha con los donatistas. 402. El emperador Honorio se refugia enRavena, futura residencia imperial. 404. Acude Agustn al concilio de Cartago.37 38. La Ciudad de Dios/ AgustnIUSV405. El ostrogodo Radagaiso en Italia. 406. Estilicn derrota a Radagaiso enFisole. Vndalos, alanos, suevos y burgundios se establecen en Galia. 407.Usurpacin de Constantino III en Bretaa, prontamente evacuada. 408.Teodosio II sucede a Arcadio como emperador de Oriente. Marcha de Alaricosobre Roma. 409. Vndalos, suevos y alanos, entran en Espaa. 410. Conquistay saqueo de Roma por los visigodos de Alarico. Muerte de Alarico. 411.Constantino III restablece la autoridad romana en la Galia. Conferencia enCartago entre catlicos y donatistas. Comienza la polmica pelagiana. 412. Losvisigodos en la Galia meridional. Comienza Agustn LA CIUDAD DE DOS.413. Rebelin de Heraclio en frica, pronta y salvajemente reprimida. Losburgundios se establecen en el Rin. Nuevo amurallamiento de Constantinoplapor Teodosio II. 414. Atalfo, caudillo de los visigodos casa con Gala Placidia,hermanastra del emperador Honorio. Orosio se entrevista con Agustn. 415.En las luchas contra los paganos en Alejandra muere Hiptia. 416. Seestablecen los visigodos en Espaa. Fundacin del reino visigodo de Toulouse.Asiste Agustn al concilio de Milevi contra los pelagianos. 417. Historia contralos paganos de Paulo Orosio. 418. Teodorico I sucede a Walia como rey de losvisigodos. Taulouse se anexa a Aquitania. Disputa de Agustn con Emrito deCesarea donatista. 419. Reino de los suevos en el noroeste de Espaa.Nuevamente Agustn en Cartago. 420. Anglosajones y jutos se instalan enBretaa. Comienza la dinasta de los Sung en China. Varanes V, rey de Persia;persecucin al cristianismo. Consigue Agustn la retractacin de Leporio. 422.Paz entre Bizancio y los persas. 425. Valentiniano III, emperador de Occidente.Regencia de GalaPlacidia y ms tarde de Aecio. Ataque de los hunos a Persia. 426. Termina SanAgustn La Ciudad de Dios y nombra a Heraclio obispo auxiliar. 427. Rebelin,en frica, del conde Bonifacio. 428. Los persas en Armenia. Controversianestoriana. Conferencia de Agustn con el obispo arriano Maximino. 429. Los 39. La Ciudad De Dios San Agustnvndalos pasan al frica durante el reinado de Genserico. Cdigo teodosiano.430. Muere San Agustn el 28 de agosto mientras Genserico sitia Hipona. 431.Concilio ecumnico de Efeso, que condena las doctrinas de Nestorio yPelapio. 432.Rivalidad entre Aecio y Bonifacio. Evangelizacin de Irlanda por San Patricio.437. Atila, rey de los hunos. 439. Conquista de Cartago por los vndalos. 440.Len I papa. Guerras entre Atila y Teodosio II. PROEMIO En esta obra, que vadirigida a ti, y te es debida mediante mi palabra, Marcelino, hijo carsimo,pretendo defender la gloriosa Ciudad de Dios, as la que vive y se sustenta conla fe en el discurso y mudanza de los tiempos, mientras es peregrina entre lospecadores, como la que reside en la estabilidad del eterno descanso, el cualespera con tolerancia hasta que la Divina Justicia tenga a juicio, y ha deconseguirle despus completamente en la victoria final y perpetua paz que hade sobrevenir; pretendo, digo, defenderla contra los que prefieren y danantelacin a sus falsos dioses, respecto del verdadero Dios, Seor y Autor deella. Encargo es verdaderamente grande, arduo y dificultoso; pero elOmnipotente nos auxiliar. Por cuanto estoy suficientemente persuadido delgran esfuerzo que es necesario para dar a entender a los soberbios cunestimable y magnfica es la virtud de la humildad, con la cual todas las cosasterrenas, no precisamente las que usurpamos con la arrogancia y presuncinhumana, sino las que nos dispensa la divina gracia, trascienden y sobrepujan lasms altas cumbres y eminencias de la tierra, que con el transcurso y vicisitud delos tiempos estn ya como presagiando su ruina y total destruccin.El Rey, Fundador y Legislador de la Ciudad de que pretendemos hablar es,pues, Aquel mismo que en la Escritura indic con las seales ms evidentes a,su amado pueblo el genuino sentido de aquel celebrado y divino orculo, cuyasenrgicas expresiones claramente expresan "que Dios se opone a los soberbios,pero que al mismo tiempo concede su gracia a los humildes". Pero este 39 40. La Ciudad de Dios/ AgustnIUSVparticular don, que es propio y peculiar de Dios, tambin le pretende el infladoespritu del hombre soberbio y envanecido, queriendo que entre sus alabanzas yencomios se celebre como un hecho digno del recuerdo de toda la posteridad"que perdona a los humildes y rendidos y sujeta a los soberbios". Y as,tampoco pasaremos en silencio acerca de la Ciudad terrena (que mientras msambiciosamente pretende reinar con despotismo, por ms que las nacionesoprimidas con su insoportable yugo la rindan obediencia y vasallaje, el mismoapetito de dominar viene a reinar sobre ella) nada, de cuanto pide la naturalezade esta obra, y lo que yo penetro con mis luces intelectuales.(Francisco Montes de Oca)LIBRO PRIMEROLA DEVASTACIN DE ROMA NO FUE CASTIGO DE LOS DIOSESDEBIDO AL CRISTIANISMOCAPITULO PRIMERODe los enemigos del nombre cristiano, y de cmo stos fueron perdonados porlos brbaros, por reverencia de Cristo, despus de haber sido vencidos en elsaqueo y destruccin de la ciudad Hijos de esta misma ciudad son los enemigoscontra quienes hemos de defender la Ciudad de Dios, no obstante que muchos,abjurando sus errores, vienen a ser buenos ciudadanos; pero la mayor parte lamanifiestan un odio inexorable y eficaz, mostrndose tan ingratos ydesconocidos a los evidentes beneficios del Redentor, que en la actualidad nopodran mover contra ella sus maldicientes lenguas si cuando huan el cuello dela segur vengadora de su contrario no hallaran la vida, con que tanto seensoberbecen, en sus sagrados templos. Por ventura, no persiguen el nombre 41. La Ciudad De Dios San Agustnde Cristo los mismos romanos a quienes por respeto y reverencia a este granDios, perdonaron la vida los brbaros?.Testigos son de esta verdad las capillas de los mrtires y las baslicas de losApstoles, que en la devastacin de Roma acogieron dentro de s a los queprecipitadamente, y temerosos de perder sus vidas, en la fuga ponan susesperanzas, en cuyo nmero se comprendieron no slo los gentiles, sinotambin los cristianos. Hasta estos lugares sagrados vena ejecutando su furorel enemigo, pero all mismo se amortiguaba o apagaba el furor del encarnizadoasesino, y, al fin, a estos sagrados lugares conducan los piadosos enemigos alos que, hallados fuera de los santos asilos, hablan perdonado las vidas, paraque no cayesen en las manos de los que no usaban ejercitar semejante piedad,por lo que es muy digno de notar que una nacin tan feroz, que en todas partesse manifestaba cruel y sanguinaria, haciendo crueles estragos, luego que seaproxim a los templos y capillas, donde la estaba prohibida su profanacin, ascomo el ejercer las violencias que en otras partes la fuera permitido por derechode la guerra, refrenaba del todo el mpetu furioso de su espada desprendindoseigualmente del afecto de codicia que la posea de hacer una gran presa enciudad tan rica y abastecida.De esta manera libertaron su, vidas muchos que al presente infaman ymurmuran de los tiempos cristianos, imputando a Cristo los trabajos ypenalidades que Roma padeci, v, no atribuyendo a este gran Dios el beneficioincomparable que consiguieron por respeto a su santo nombre de conservarleslas vidas; antes por el contrario, cada uno, respectivamente, haca depender estefeliz suceso de la influencia benfica del hado, o de su buena suerte, cuando, silo reflexionasen con madurez, deberan atribuir Ias molestias y penalidades quesufrieron por la mano vengadora de sus enemigos a los inescrutables arcanos ysabias disposiciones de la Providencia divina, que acostumbra a corregir y 41 42. La Ciudad de Dios/ Agustn IUSVaniquilar con los funestos efectos que presagia una guerra cruel los vicios y lascorrompidas costumbres de los hombres, y siempre que los buenos hacen unavida loable e incorregible suele, a veces, ejercitar su paciencia con semejantestribulaciones, para proporcionarles la aureola de su mrito; y cuando ya tieneprobada su conformidad, dispone transferir los trabajos a otro lugar, odetenerlos todava en esta vida para otros designios que nuestra limitadatrascendencia no puede penetrar. Deberan, por la misma causa, estos vanosimpugnadores atribuir a los tiempos en que floreca el dogma catlico laparticular gracia de haberles hecho merced de sus vidas los brbaros, contra elestilo observado en la guerra, sin otro respeto que por indicar su sumisin yreverencia a Jesucristo, concedindoles este singular favor en cualquier lugarque los hallaban, y con especialidad a los que se acogan al sagrado de lostemplos dedicados al augusto nombre de nuestro Dios (los que eran sumamenteespaciosos y capaces de una multitud numerosa), para que de este modo semanifestasen superabundantemente los rasgos de su misericordia y piedad.De esta constante doctrina podran aprovecharse para tributar las msreverentes gracias a Dios, acudiendo verdaderamente y sin ficcin al seguro desu santo nombre, con el fin de librarse por este medio de las perpetuas penas ytormentos del fuego eterno, as como de su presente destruccin; porquemuchos de estos que veis que con tanta libertad y desacato hacen escarnio delos siervos de Jesucristo no hubieran huido de su ruina y muerte si no fingiesenque eran catlicos; y ahora su desagradecimiento, soberbia y sacrlegademencia, con daado corazn se opone a aquel santo nombre, que en el tiempode sus infortunios le sirvi de antemural, irritando de este modo la divina,justicia y, dando motivo a que su ingratitud sea castigada con aquel abismo demales y dolores que estn preparados perpetuamente a los malos, pues suconfesin, creencia y gratitud fue no de corazn, sino con la boca, por poderdisfrutar ms tiempo de las felicidades momentneas y caducas de esta vida. 43. La Ciudad De Dios San AgustnCAPITULO IIQue jams ha habido guerra en que los vencedores perdonasen a los vencidospor respeto y amor a los dioses de stos Y supuesto que estn escritas en losanales del mundo y en los fastos de los antiguos tantas guerras acaecidas antesy despus de la fundacin y restablecimiento de Roma y su Imperio, lean ymanifiesten estos insensatos un solo pasaje, una sola lnea, donde se diga quelos gentiles hayan tomado alguna ciudad en que los vencedores perdonasen alos que se haban acogido (como lugar de refugio) a los templos de sus dioses.Pongan patente un solo lugar donde se refiera que en alguna ocasin mand uncapitn brbaro, entrando por asalto y a fuerza de armas en una plaza, que nomolestasen ni hiciesen mal a todos aquellos que se hallasen en tal o tal templo.Por ventura, no vio Eneas a Pramo violando con su sangre las aras que lmismo haba consagrado? Diomedes y Ulises, degollando las guardias delalczar y torre del homenaje, no arrebataron el sagrado Paladin, atrevindosea profanar con sus sangrientas manos las virginales vendas, de la diosa?Aunque no es positivo que de resultas de tan trgico suceso comenzaron aamainar y desfallecer las esperanzas de los griegos; pues en seguida vencierony destruyeron a Troya a sangre y fuego, degollando a Pramo que se habaguarecido bajo la religiosidad de los altares. Sera a vista de este acaecimientouna proposicin quimrica el sostener que Troya se perdi porque perdi aMinerva; porque qu diremos que perdi primero la misma Minerva para queella se perdiese? Fueron por ventura sus guardas? Y esto seguramente es loms cierto, pues, degollados, luego la pudieron robar, ya que la defensa de loshombres no dependa de la imagen, antes ms bien, la de sta dependa de la deaquellos. Y estas naciones ilusas, cmo adoraban y daban culto (precisamentepara que los defendiese a ellos y a su patria) a aquella deidad que no pudoguardar a sus mismos centinelas? 43 44. La Ciudad de Dios/ AgustnIUSVCAPITULO IIICun imprudentes fueron los romanos en creer que los dioses Penates, que nopudieron guardar a Troya, les haban de aprovechar a ellos Y ved aqudemostrado a qu especie de dioses encomendaron los romanos laconservacin de su ciudad: oh error sobremanera lastimoso! Enjanse connosotros porque referimos la intil proteccin que les prestan sus dioses, y nose irritan de sus escritores (autores de tantas patraas), que, para entenderlos ycomprenderlos, aprontaron su dinero, teniendo a aquellos que se los lean pormuy dignos de ser honrados con salario pblico y otros honores. Digo, pues,que en Virgilio, donde estudian los nios, se hallan todas estas ficciones, yleyendo un poeta tan famoso como sabio, en los primeros aos de la pubertad,no se les puede olvidar tan fcilmente, segn la sentencia de Horacio, "que elolor que una vez se pega a una vasija nueva le dura despus para siempre".Introduce pues, Virgilio a Juno, enojada y contraria de los troyanos, que dice aEolo, rey de los vientos, procurando irritarle contra ellos: "Una gente enemigama va navegando por el mar Tirreno, y lleva consigo a Italia Troya y sus diosesvencidos"; y es posible que unos hombres prudentes y circunspectosencomendasen la guarda de su ciudad de Roma a estos dioses vencidos, slocon el objeto de que ella jams fuese entrada de sus enemigos? Pero a estaobjecin terminante contestarn alegando que expresiones tan enrgicas ycolricas las dijo Juno como mujer airada y resentida, no sabiendo lo queraciocinaba.Sin embargo, oigamos al mismo Eneas,, a quien frecuentemente llama piadoso,y atendamos con reflexin a su sentimiento: "Ved aqu a Panto, sacerdote delAlczar, y de Febo, abrazado l mismo con los vencidos dioses, y con unpequeo nieto suyo de la mano que, corriendo despavorido, se acerca hacia mipuerta." No dice que los mismos dioses (a quienes no duda llamar vencidos) se 45. La Ciudad De DiosSan Agustnlos encomendaron a su defensa, sino que no encarg la suya a estas deidades,pues le dice Hctor "en tus manos encomienda Troya su religin y susdomsticos dioses." Si Virgilio, pues, a estos falsos dioses los confiesavencidos y ultrajados, y asegura que su conservacin fue encargada a unhombre para que lo librase de la muerte huyendo con ellos, no es locuraimaginar que se obr prudentemente cuando a Roma se dieron semejantespatronos, y que, si no los perdiera esta nclita ciudad, no podra ser tomada nidestruida?Ms claro: reverenciar y dar culto a unos dioses humillados, abatidos yvencidos, a quienes tienen por sus tutelares, qu otra cosa es que tener, nobuenos dioses, sino malos demonios? Acaso no ser ms cordura creer, no queRoma jams experimentara este estrago, si ellos no se perdieran primero, sinoque mucho antes se hubieran perdido, si Roma, con todo su poder, no loshubiera guardado? Porque, quin habr que, si quiere reflexionar un instante,no advierta que fue presuncin ilusoria el persuadirse que no pudo ser tomadaRoma bajo el amparo de unos defensores vencidos, y que al fin sufri su ruinaporque perdi los dioses que la custodiaban, pudiendo ser mejor la causa deeste desastre el haber querido tener patronos que se haban de perder, y podanser humillados fcilmente, sin que fuesen capaces de evitarlo? Y cuando lospoetas escriban tales patraas de sus dioses, no fue antojo que les vino dementir, sino que a hombres sensatos, estando en su cabal juicio, les hizo fuerzala verdad para decirla y confesarla sinceramente. Pero de esta materiatrataremos copiosamente y con ms oportunidad en otro lugar. Ahoranicamente declarar, del mejor modo que me sea posible, cuanto hablaempezado a decir sobre los ingratos moradores de la saqueada Roma.Estos, blasfemando y profiriendo execrables expresiones, imputan a Jesucristolas calamidades que ellos justamente padecen por la perversidad de su vida y 45 46. La Ciudad de Dios/ Agustn IUSVsus detestables crmenes, y al mismo tiempo no advierten que se les perdona lavida por reverencia a nuestro Redentor, llegando su desvergenza a impugnarel santo nombre de este gran Dios con las mismas palabras con que falsa ycautelosamente usurparon tan glorioso dictado para librar su vida, o, por mejordecir, aquellas lenguas que de miedo refrenaron en los lugares consagrados a sudivinidad, para poder estar all seguros, y adonde por respeto a l lo estuvieronde sus enemigos; desde all, libres de la persecucin, las sacaron alevemente,para disparar contra l malignas imprecaciones y maldiciones escandalosas.CAPITULO IVCmo el asilo de Juno, lugar privilegiado que haba en Troya para losdelincuentes, no libr a ninguno de la furia de los griegos, y cmo los templosde los Apstoles ampararon del furor de los brbaros todos los que se acogierona ellos La misma Troya, como dije, madre del pueblo romano, en los lugaresconsagrados a sus dioses no pudo amparar a los suyos ni librarlos del fuego ycuchillo de los griegos, siendo as que era nacin que adoraba unos mismosdioses; por el contrario, "pusieron en el asilo y templo de Juno a Phenix, y albravo Ulises para guarda del botn; Aqu depositaban las preciosas alhajas deTroya, que conducan de todas partes, las que extraan de los templos queincendiaron, las mesas de los dioses, los tazones de oro macizo y las ropas querobaban; alrededor estaban los nios y sus medrosas madres, en unaprolongada fila, observando el rigor del saq