La Ciudad Anticristiana - Tomo 1

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EN EL SIGLO XIX,PO R ID . 3?. B E N O IT .D OCTOR KM F IL O S O F A Y T E O L O G A , ANTIGUO D IR E C TO R D S SE M IN A R IO ,

TRADUCIDA

POR D. FRANCISCO DE P. RIBAS Y SERVET, PBRO.PA RTE P R IM E R A .

LOS ERRORES MODERNOS.

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Esta obra es propiedad de los editores, y nadie puede reimpri mirla. Queda hecho el flepsito que marea la ley.

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FO ND O S IE T B S B fV A LV ERD EYTELLEr

D E C L A R A C IO N .

Creo y admito cuanto cree y ensea la Igle sia romana, rechazo cnanto la misma condena, me inclino las opiniones que favorece; en una palabra, me conformo en todo y siempre no slo con sus decisiones, s que tambin con sus indicaciones. Declaro por tanto que someto al juicio y la correccin de la Silla apostlica el presente libro, mi persona y cuanto hubiere podido pudiere decir, escribir hacer. Declaro asimismo que recibir con humildad y gratitud las observaciones que tuvieren bien hacerme mis padres y hermanos los hijos sumisos de la santa Iglesia.San Claudio (Jura), 8 Diciembre de 1883.

^ .F K O B - A - C IO n ^ T E S . l oeyc -

B R E V E DE SU SANTIDAD. Leo PP. XIII. L eon X I I I P a pa .

Dilecte Fili, Salutem et. Apostolicam B e n e d ic tio nem. Quum nihil sil quod malimus, quara ut homines sacris disciplinis inslructi vires conferant ingenii sui ad catholicam veritatem tuendam, par est profeclo ut acceplum habeamus muus duorum voluminum operis inscripti. La Cil antichrtienne au X IX siele, quod Nobis obtulisli officiosis lilteris conjunctum. Intelleximus quidem cum ex titulo quem tua volumina praferunt, tura ex nonnullis quse ex iis delibavimus eo potissimum te animum intendisse, ut fallaces quas dam sententias profligares, quse vulgo in prasens jactari solentad incautos decipiendos cura ingenti reli-

Amado hijo, Salud y Ben dicin apostlica. Siendo nuestro ms vivo deseo que los hombres ver sados en las ciencias sagra das empleen sus fuerzas in telectuales en la defensa de la verdad catlica, es justo que hayamos recibido gus tosos el regalo de los dos tomos de la obra intitulada: La Ciudad anticristiana en el siglo XIX, que nos ofre ciste acompaada detualenta carta. Vimos ciertamente, ya por el ttulo que llevan los dos tomos, ya por algu nos trozos que saboremos, que tu principal intento es combatir ciertas engaosas doctrinas, que actualmente se divulgan y encarecen para seducir los incautos, con grave detrimento de la

gionis morumque pernicie. Quarelaudi quam labor susceptus tuendsc veritatis causa merelur, majus accedit ex temporis opportunitate pretium ac decus. Prudentia autem tua et quod praefers studium noxios errores evertendi, Nos ambigere non sinit,quin id quodanimo proposueras, recte apteque confeceris. Certa itaque fiducia nitimur libros tuos non minus fore leetoribus rerum causas explicndo jucundos, quam solide persuadendo salutares. Iileritas interim pro tuo muere tib gratias habemus, et ccelestis sapientia) dona ad precantes a Patre luminum ut bonum certamen certarepergasfeliciter, Apostolicam Benedictionem quam postulas, Tib peramanter in Domino impertimus.

Religin y buenas cosumbres. Por lo cual la ala banza que merece este trabajo emprendido en defensa de la verdad, aade mayor precio y realce su oportunidad en los presentes tiempos. La prudencia y celo que claramente manifiestas en la extirpacin de perniciosos errores, no nos con sienten dudardequehabrs logrado perfectamente realizar lo que te habas propuesto. As que abrigamos la firme confianza de que tus libros sern no menos gratos los lectores por la filosfica explicacin de las materias, que saludables por la slida persuasin que comunicarn sus nimos, Te damos entre tanto las debidas gracias por tu presente, y mientras pedimos al Padre de las luces te otorgue los dones de la sabidu ra celestial, para que con tines felizmente comba tiendo el buen combate, te damos afectuosamente en el Seor la Bendicin apost lica que nos pides. Datum Roma apud S. PeDado en San redro de tru.ra die X X Aprilis anno Roma, los veinte de Abril MDCCCLXXXMI Pontifica- del ao 4887, de nuestro tus Nostri dcimo. Pontificado el dcimo.

IX

CARTA DE M0N3. M ERM ILLOD, OBISPO DE LAUSA NA Y DE GINEBRA.. Friburgo (Suiza), 28 de Febrero de 1885, fiesta de San Romn.R e v e r e n d o P a d r e : Su trabajo sobre la Ciudad anticristiana en el siglo X IX , empieza con un serio y profundo estudio de los errores modernos. V. seala su origen, y progre sin lgica, y muestra las ruinas donde llevan las al mas, las familias y los pueblos. Con sus estudios pone de manifiesto las empresas contra los derechos y las liberta des de la Iglesia, y seala la Statolatria racionalista co mo medio de destruccin del reinado de nuestro adorable Salvador Jesucristo. V. estaba preparado para ese trabajo con los aos pa sados en Roma, con su enseanza como profesor de Se minario y con esa vida monstica en la que desde las al turas de la soledad, de la oracion y de la teologa, segua con vigilante mirada la gran lucha de nuestro siglo. Fiel las Encclicas de los inmortales y perspicaces Pontfices Pi IX y Len X III, acosa V. con poderoso vigor esta ciu dad anticristiana, esta torre de Babel que tratan de le vantar los impotentes adoradores del hombre. Sus dos tomos, nutridos de hechos y doctrina, pero de doctrina sustanciosa y hechos indiscutibles, sern un manual til para todos cuantos deseen de corazon conocer el mal con temporneo. Por tanto no puedo menos que felicitarle por esa sbia y concienzuda publicacin. Hubiera espresado el deseo de ver puesta de relieve la ciudad de Dios y nuestras esperanzas;pero tengo algu nas razones para creer que su sabio y piadoso Superior, el amable y austero restaurador de los cannigos regula res, dar luz su sbia exposicin de la Iglesia de su cons titucin y de su accin. Tales obras son una prueba de que la celda religiosa contina siendo el foco fecundo de la ciencia sagrada. Reciba V., etc.

X

CARTA. DE S. E . E L CARDEN AL F R A N Z E LIN .

Roma, 12 de Abril de 1885.R e v e r e n d o s t o a i l u s t r e d o c t o r : Recib agradecido el regalo que V. quiso hacerme, de los dos primeros tomos de La Ciudad anticristiana en el siglo X IX . Los ndices, ni ca cosa que he podido examinar hasta aqu, demuestran claramente la erudicin, la ciencia teolgica y filosfica, y el paciente trabajo que han sido necesarios al autor de una obra tan extensa y llena de doctrina. S, no slo es til, sino necesario, los hombres de nuestra poca hallar las materias que forman el objeto de su libro de V. propuestas y tratadas con verdadero sen tido catlico, para que puedan aplicarlas lealmente y con fruto, sin que peligren su fe ni el espritu catlico, los es tudios sagrados y un las ciencias profanas, segn los puntos de contacto que tienen stas con aqullos. Reciba V., pues, las gracias que le envi junto con los votos que hago, ante nuestro divino Redentor, Esposo de la Iglesia, fin de que sobre todas las materias de que V. trata en su obra para la salvacin de las almas, se dig ne El mismo iluminar los entendimientos y encender el amor de las mismas en el corazon de innumerables lec tores. Ojal que el Padre, que es la verdad, los lleve al llijo, que es tambin la verdad, fin de que permanezcan en aquella verdad saludable, cuya guarda y magisterio confi la Iglesia una, santa y catlica! Encomindeme V. en sus oraciones la misericordia del Santsimo Corazon de Jess y la poderosa interce sin de la Virgen Inmaculada, Madre suya. De V., etc.

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CARTA DE S. E . E L CARDENAL HERGENRCETHER, B I BLIOTECARIO D E L VATICANO. Roma, 12 de Abril de 1885.J os c a r d e n a l II er g en r o et h er .

Al Rdo. D. P a b l o B e x o i t , doctor en filosofa y teologa, antiguo director de seminario, cannigo regular de la In maculada Concepcin, salud copiosa en el Seor. Recib con sumo gozo su magnfica obra en dos tomos sobre los Errores modernos. Me fu tanto ms grata cuanto siempre cre ser lo ms til y oportuno para nuestra po ca un trabajo como el de V., en el cual las ciencias filos ficas, teolgicas y cannicas se apoyan en una erudicin muy vasta. Tambin yo quise tomar parte en semejantes trabajos con una obra que intitul: Anti-Jano vengado. Si bien por andar atareado en numerosos importan tes trabajos, no he podido leer enteramente esta obra re comendable por todos conceptos, y slo he podido salu darla desde el umbral, sin embargo he podido apreciar su mrito. Muchas gracias le doy, reverendo Padre, y le de seo el xito ms feliz, fin de que todos aquellos quienes el error no ha sumergido del todo en las tinie blas de la hereja y de la impiedad, puedan volver los buenos principios que sin cesar defendieron los Sumos Pontfices en sus Encclicas, sobre todo el inmortal Pi IX y el sapientsimo Len X III. Dios bendiga los trabajos de V.

CARTA DE S. E . E L CARDENAL PECCI. Roma, 23 de Abril de 1885.

My i l u s t r e S B o n : lie ledo su obra intitulada: Los Erro res modernos, y le contesto, aunque tarde, causa del poeo tiempo que tengo disponible.

XII

He admirado en ella la excelente exposicin de los errores del dia, y su vigorosa refutacin, pero principal mente la claridad con que se desarrollan todas y cada una de las partes. Por tanto, le felicito sinceramente y le agradezco el ha berme proporcionado, con regalarme un ejemplar, una lectura tan amena y erudita. Reciba V., etc.

CARTA DE S. E . E L CARDENAL PAROCCHI, VICARIO DE SU SANTIDAD.

Roma, 9 de Mayo de 1883. M uy seor mo : Me apresuro darle las gracias y felici tarle vivamente por la obra que V. me envi. Aun cuando no he podido leerla toda, ocupado como estoy en los tra bajos de mi ministerio, basta no obstante lo que he visto para decir que la ejecucin de este libro es perfecta y muy til para confundir los errores modernos. Y ya que ha emprendido V. combatir el error capital de la poca, le deseo de corazon numerosos lectores, fin de difundir la verdad y destruir las prevenciones con tra la fe. Entre tanto reciba V. la expresin del aprecio ms pro fundo, con que soy, etc.

CARTA DE S. E . E L CARDENAL HOWARD, OBISPO DE FRA SCA TI.

Frascati, 1 1 de Mayo de 1885.R e v e r e n d s i m o P a d r e : Recib con sumo gusto los dos tomos que V. ha escrito sobre los Errores modernos, fin de proporcionar al clero jven y un los legos de buena fe y buen sentido de nuestros dias como un manual don de se halle expuesto breve y claramente el plan trazado por la Re^lucion y sus manejos contra la Iglesia de Dios.

XIII

Si bien mis muchas ocupaciones no me han permitido consagrar su hermosa obra toda la atencin que se me rece, parceme sin embargo, por lo poco que he podido leerla, que ha alcanzado Y. el noble fin que se propuso, y que la realizacin corresponde al intento. Sin duda bendecir Dios los trabajos y el ilustrado celo de que da Y. pruebas para el mayor aumento de su divi na gloria. Dgnese V., etc.CARTA DE S. E . E L CARDENAL C E L E S IA , ARZOBISPO DE PALERMO.

Palermo, 17 de Mayo de 1 8 8 3 .I l u s t u s im oy r e v e r e n d s im o se o r

:

Al

re g resar

mi

d i c e s is b e h a lla d o a q u s u a te n ta y el re g a lo q u e m e h a

Los Errores modernos. Me apresuro darle las ms expresivas gracias, y crea V. que no olvidar su atencin. A la simple lectura de los cuadros sinpticos he podido comprender la im portancia de la obra, y ha de permitirme que me alegre con V. del bien que ha de producir entre el clero joven, como tambin entre los seglares catlicos. Yo me pro pongo igualmente aprovecharme de ella para mi pobre inteligencia. Haga Dios que abunden semejantes trabajos! Crea V. en los sentimientos del ms alto aprecio, etc.c e V . d e s u o b ra en d o s to m o s ,

CARTA DE S. E . E L CARDENAL SA N F ELIC E, ARZO BISPO D E APO LES.

Npoles, 12 de Junio de 1 8 8 5 .R e v e r e n d s i m o s e o r : Recib con sumo gusto el ejem plar que Y. se dign ofrecerme. Es un trabajo ciertamente esmerado. Le quedo vivamente agradecido. V. refuta los Errores modernos de un modo tan magis tral como diestro, y con gran tino los reduce V. todos

la apostasa de Dios, y la completa secularizacin de la sociedad. Prosiga V. tales estudios y publicaciones tan tiles, pa ra las cuales invoco todas las bendiciones de Dios, para que V. alcance el noble fin que se ha propuesto. Reciba, etc.

CARTA D E L CARDEN AL GONZLEZ, ARZOBISPO DE TOLEDO. Toledo, 11 de Octubre de 1885.

Sr. D. P. B e n o t : Oportunamente recib el libro que con el ttulo de Los Errores modernos acaba Y. de dar la es tampa, y me apresuro felicitarle sinceramente por la pu blicacin de un libro que, su asunto cientOco, rene la condicion especial de ser una obra de verdadera propa ganda cristiana. A la exposicin clara, metdica y sobre todo completa de los errores de nuestra poca en el terreno catlico, lo cual parecera ser el objeto de la obra juzgar slo por el ttulo, el libro rene la refutacin igualmente clara, con tundente y lgica de aqullos. Los puntos de ataque y de fensa estn admirablemente escogidos, y si la exposicin razonada de los errores, de su origen y desenvolvimiento, nada dejan que desear, la refutacin de los mismos es no solamente slida, sino la ms propsito para disipar las sombras, dudas y confusiones que invaden las inteligen cias hasta de los buenos, causa del medio ambiente sa turado de racionalismo y de positivismo en que vivimos. En suma: el libro por V. publicado constituye una ver dadera y excelente apologa de la Religin catlica, de la Iglesia nuestra Madre y de la Santa Sede en relacin per fecta con las condiciones de la poca presente. Reciba V., por lo tanto, el testimonio de mi considera cin y las felicitaciones sinceras de su s. q. b. s. m.

XV

CARTA DE MONS. BOURRET, OBISPO DE RODEZ.

Rodez, 13 de Octubre de 188a.R e v e r e n d o P a d r e : Por los diarios catlicos tenia ya no ticia de su sbia obra, y los artculos laudatorios que le consagraron me decia bastantemente cul fuese su mri to. Al recorrerla rpidamente, me convenc de que no eran exagerados tales elogios, y de que su obra de V., lejos de ser una de aquellas que nacen y mueren con las circuns tancias que las produjeron, seria al contrario una obra duradera, no slo til para el clero joven, en quien espe cialmente fij V. la atencin, sino tambin para todos los hombres de buena fe quienes el espritu del error no hubiere cegado por completo. Ha escrito V. una verdadera suma de los errores moder nos; y el atractivo de su obra proviene en gran parle de que, al leerla, siente uno hallarse en este terreno actual donde se traban hoy todos los combates entre la Iglesia y la sociedad anticristiana. Ojal que sus luminosas demostraciones alumbren las mentes desviadas, y vuelvan al verdadero camino muchos de esos pobres extraviados que lo abandonaron, menudo causa de preocupaciones que les imbuyeron en la adolescencia! Estos son los votos que hago en favor de su obra, mien tras le suplico, etc.

CARTA DE S. E . E L CARDENAL CAYEROT, ARZOBISPO DE LYON.

Lyon, 9 de Julio de 1886.R e v e r e n d o P a d r e : Su importante trabajo sobre los Errores modernos no necesita recomendacin, pues ha al canzado ya un xito legtimo y conquistado sufragios tan autorizados como numerosos. Sin embargo, ya que pre

xv r

para V. ahora una nueva edicin, rae complazco en unir me con aquellos venerados colegas mios que lo han apro bado, para enviarle todas mis felicitaciones y la expresin de mi agradecimiento. Cuente V., querido Padre, con mi sincero y afectuoso aprecio en el Seor.CARTA DE S. E . E L CARDENAL ALIMONDA, ARZOBISPO DE T U R IN . TuriD, 13 de Febrero de 1SS7.E g r e g i o y m u y r e v e r e n d o s e o r : Despus de los brillan tes elogios tributados la obra de V. S. M. R .,Los Errores modernos, por sapientsimos Purpurados y Prelados, es de masiado pequea mi pobre alabanza para realzar ms esa obra y la vasta doctrina del autor. Sin embargo, debiendo manifestarle mi sincero agrade cimiento por el ejemplar que tuvo el gusto de regalarme, me complazco tambin en dar favorable testimonio de un libro muy bien compuesto y oportuno en los presentes tiempos, toda vez que por manera precisa, clara y sufi cientemente breve pone al clero joven en estado de poder defender la sagrada doctrina de la Iglesia de los ataques de los enemigos, y que con mucho provecho podr andar en manos de los seglares de buena ley para preservarles de insidiosos asaltos. Me congratulo con V. S. de esa su hermosa empresa, la que auguro gran difusin, como auguro V. S. toda celestial bendicin, para que siga trabajando en la defensa de las verdades catlicas, mientras tengo el honor de ofrecerme de V. S. M. R. afectsimo en Jesucristo.

CARTA D EL CARDENAL M AZZELLA. Roma, 14 de Febrero de 1887,

Le doy las gracias por el envo de su excelente obra, y me regocijo viendo un discpulo delR ev eren d o P a d r e :

Colegio Romano emplear sus talentos en la refulacion de los errores modernos. El ttulo de su libro rae movi desde luego abrirlo, y vi por el ndice que su plan es vasto y bien ordenado. Como no me era posible leer por entero los dos tomos, eleg ciertas cuestiones que me ofrecan particular inte rs. Contrapone V. los derechos de la verdad las preten siones del error, sienta V. los unos y destruye las otras con solidez de razones y franqueza de lenguaje, y se siente pasar por sus pginas de V. el soplo de la conviccin; los testimonios que V. cita en su apoyo, sacados de hombres de irreprochable doctrina, dan nueva autoridad su pa labra. Le felicito sobre todo por haber proclamado animo samente el deber de todo cristiano de someter el entendi miento y el corazon la suprema Cabeza de la Iglesia, y conformarse en todo no slo sus decisiones, s que tam bin sus direcciones. Ruego al Seor bendiga su obra y le haga dar los frutos que su celo se propuso al escribirlo. Reciba V., reverendo Padre, la seguridad de mi alta consideracin. Suyo afectsimo en el Seor.CARTA D EL CARDENAL BA T A G LIN I, ARZOBISPO DE BOLONIA. Bolonia, 27 de Febrero de 1887.V e n e r a d s i m o P a d r e : He tardado algo en dar conocer V. P . M. R. la expresin de mi gratitud por el regalo que con tanta cortesa se complaci en hacerme, porque hubiera querido darme antes la satisfaccin de leer, lo menos en parte, los tomos. Las ocupaciones del ministe rio no me han permitido hasta ahora sino dar ac y acu ll una rpida ojeada varios puntos de que V. trata, y tengo el gusto de decirle que he quedado tan contento, que debo confesarme enteramente persuadido, en cuanto puedo juzgarlo, que lodo su trabajo ha sido perfectamente

XVIII

acertado, que es del todo propsito para dar gran fruto de bien, en medio de tanta necesidad que tiene la actual sociedad de ser desengaada de los errores que la inficio nan y alumbrada con la luz de las verdaderas doctrinas. Ruego al Seor que multiplique sus bendiciones sobre V. P. M. R. y le conceda emplear siempre las fuerzas de sus talentos en el servicio de la causa de nuestra santa Madre Iglesia. Beso sus manos, me encomiendo sus buenas oracio nes, y tengo el gusto de ofrecerme de S. P. M. R. afectsimo en el Seor.

CARTA D E L CARDENAL L A N G N IE U X , ARZOBISPO DE R EIM S.R e v e r e n d o P a d r e : Su obra sobre Los Errores modernos es un admirable comentario de la Encclica lmmortale Dei que debemos la elevada inteligencia de Len X III. Como l, nos ensea V. lo que debe ser la sociedad cristiana, lo que fu en ciertas pocas'privilegiadas, y lo que ha venido ser desde la aparicin del Protestantismo en el si glo X V I. Los errores que nacieron de aquella primera in surreccin del espritu humano contra la Iglesia, sea cual fuere el nombre que lleven, Racionalismo, Naturalismo, Liberalismo puro, etc., V. los desenmascara, los refuta y los hostiga hasta lo sumo, para hacer resaltar su falta de lgica y sus desastrosas consecuencias. En esto ha mere cido V. bien de la Iglesia, y ha prestado sus lectores un sealado servicio poniendo su alcancelosargumentosque fortalecern sus convicciones, y los ayudarn desvane cer de entre los que les rodean errores muy generalmente diseminados. Reciba, pues, las gracias, reverendo Padre, en nombre de todos mis diocesanos que le leyeren, y bendiciones por todo el bien que su obra est llamada hacer en la Santa Iglesia.

DE DI CA T O R I A M EA S H ? B 6 M

Oh Virgen bendita, la Ciudad de Dios os dice: Sois toda hermosa, y no hay mancilla en Yos. Los descen dientes de Adn son por naturaleza hijos de ira; slo Yos, por un privilegio singular, fuisteis preservada del pecado original. La Ciudad anticristiana se indigna y responde: El hombre nace bueno; qu hablar de la inmaculada Concepcin de una sola? Oh Virgen inmaculada, poseeis en propiedad la per feccin original por un beneficio de la gracia, y hace siglo y medio que los enemigos de Dios la atribuyen tudos los hombres como derecho de naturaleza. Do quiera, en efecto, no cesan los sectarios de pregonar la bondad esencial de la naturaleza humana. Los innume rables errores que propalan, encierran suponen casi todos la negacin del pecado original. Vuestra honra, mejor dicho los intereses de Aquel que hizo en Vos cosas grandes, reclaman que el pri

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vilegio de vuestra inmaculada Concepcin brille todos los ojos con el ms vivo resplandor. Es menester que confiesen los hombres vuestra perfeccin original, para que reconozcan su original decaimiento. Pues, el diaen que vuestro privilegio haya triunfado en todas las men tes y corazones, quedarn desvanecidos los errores ac tuales y reducidos la impotencia los sectarios. Tambin, al ver la tormenta desencadenada contraa Iglesia, vuestro gran siervo Pi IX os mostr al mundo brillando con la gloria de vuestra Concepcin inmacu lada. Yos misma, cuando la tempestad iba estallar con su mayor violencia, os aparecisteis personalmente la Iglesia diciendo: Soy yo: Soy la Concepcin inmacu lada; no temis. Al momento la serpiente antigua redobla sus es pantosos silbidos. Porque prev que vuestra Concep cin inmaculada, despus de haberle aplastado en otro tiempo la cabeza, va con su aparicin derrocar el po dero de sus secuaces. La Iglesia, al contrario, acoge con inauditos aplausos la definicin del Pontfice y vues tras propias palabras. En efecto, una seal grande apareci en el cielo. La Estrella de la mar brill sobre las alborotadas olas. O mejor dicho, la Reina del cielo, Aquella que en el transcurso de los siglos ha destruido todas las herejas y sosegado las tempestades todas, baj Ella misma en medio de todos los esplendores de su Concepcin inma culada, al buque que lleva las esperanzas del gnero humano redimido, para alegrar con el espectculo de tan viva luz los pasajeros, disipar la noche del mundo con la irradiacin de sus fulgores, sosegar las olas y guiar Ella misma el buque al puerto. Desde entonces, todos los defensores de la Iglesia se han agrupado bajo la bandera de vuestra Concepcin inmaculada, para vencer con esta seal.

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Como ellos, aunque inferior todos, me consagr vuestra inmaculada Concepcin antes de comenzar este escrito sobre la lucha de los tiempos modernos, y ni una lnea he trazado sin implorar antes vuestra bendi cin. He experimentado menudo, oh Yrgen bendita, que sois Yos la Madre de la sabibura y la fuente de la luz. Al invocar vuestro nombre aclarbanse mis du das; y cada vez que mi corazon de hijo acudi vues tro maternal Corazon abrironse y dilatronse los ho rizontes ante mi espritu. Ahora que est ya acabada esta obra, os la ofrezco humilde y amorosamente postrado vuestras plantas. Os la dedico, porque vuestra es; pues toda la luz me vino-de vuestra Concepcin inmaculada. Os la dedico, porque vuestro soy; pues Yos consagrado fui al entrar en la vida, y, despus, para perteneceros del modo ms perfecto posible, me obligu vuestro servicio con la zos ms estrechos. Os la dedico, porque la he escrito para trabajar en la restauracin del reinado de Jesu cristo, sobre todo de su reinado social; y, como Jesu cristo entr por Yos en el mundo, reina por Vos en el mundo. Dignaos aceptar esta ofrenda, oh clementsi ma, oh piadosa, oh dulce Yrgen Mara. Sea de vues tro agrado bendecirla y darle una fecundidad de que es incapaz por s misma. Ojal, con vuestro misericor dioso auxilio, contribuya hacer echar de menos y de sear de nuevo el reinado de Jesucristo! Oh Madre del Yerbo, reinad en nosotros, Yos y vuestro Hijo y el Vicario de vuestro Hijo! Angel invisible, que me asists todas horas, y cuyas santas influencias me consuelan y sostienen en medio de las penas y fatigas del camino, guia, compaero y hermano quien tierna y dulcemente amo, Vos fuisteis mi constante intercesor cerca de nuestra Reina y co mn Madre mientras escrib estas pginas; sed mi m eT . I. 3

XXII

diador para presentrselas ahora, Yos, que teneis la dicha de contemplar su rostro en la luz de la divina esencia. A favor de vuestros ruegos, dgnese Ella mos trar su faz resplandeciente su siervo, y dejar caer una sonrisa en el presente que le ofrece. Fiesta de la inmaculada Concepcin, 8 Diciembre de 1883.

L! CI1D Mfflfflli I EL a G LO III

PRELIMINARES,I. En los actuales momentos las naciones se estre- La lucha acmecen, y los jefes de los pueblos meditan proyec- gfisia yliaRea tos (1) contra la Iglesia de Jesucristo. Inmenso clamo-Y 0 lu cl0 n reo se levanta contra ella en ambos mundos. No que remos ya que reine en nosotros (2); no tenemos otra reina que la opinion pblica manifestada por medio del sufragio universal (3). Y los Caifs y Pilatos del mundo entero forman causa al Enviado de Dios. Hoy da, casi todos los jefes de los Estados, unos por odio, la mayor parte por debilidad y miedo, niegan los derechos de la Iglesia. Y un mu chos parece que le preparan para un porvenir no lejano la persecucin violenta. Ante esta conjuracin universal de reyes y pueblos, la Iglesia siente que se ha dado el poder las po testades del abismo (4); y en ella Jess, como mil ocho(1) P?. H, 1, 2. -

(2) Nolumus hunc regnare super nos. (Luc. xix, 14). (3) Non habemus regem nisi Caesarem. (Joan, xix, 15). (4) Ileecest horayestra et potestas tenebrarumye.|xxn,53).

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diador para presentrselas ahora, Yos, que teneis la dicha de contemplar su rostro en la luz de la divina esencia. A favor de vuestros ruegos, dgnese Ella mos trar su faz resplandeciente su siervo, y dejar caer una sonrisa en el presente que le ofrece. Fiesta de la inmaculada Concepcin, 8 Diciembre de 1883.

Li CI1D M fflfflli I EL SIGLA IIIPRELIMINARES,I. En los actuales momentos las naciones se estre- La lucha acmecen, y los jefes de los pueblos meditan proyec- gfisia yliaRea tos (1) contra la Iglesia de Jesucristo. Inmenso clamo-Y 0 lu cl0 n reo se levanta contra ella en ambos mundos. No que remos ya que reine en nosotros (2); no tenemos otra reina que la opinion pblica manifestada por medio del sufragio universal (3). Y los Caifs y Pilatos del mundo entero forman causa al Enviado de Dios. Hoy da, casi todos los jefes de los Estados, unos por odio, la mayor parte por debilidad y miedo, niegan los derechos de la Iglesia. Y un mu chos parece que le preparan para un porvenir no lejano la persecucin violenta. Ante esta conjuracin universal de reyes y pueblos, la Iglesia siente que se ha dado el poder las po testades del abismo (4); y en ella Jess, como mil ocho(1) P?. H, 1, 2. -

(2) Nolumus hunc regnare super nos. (Luc. xix, 14). (3) Non habemus regem nisi Caesarem. (Joan, xix, 15). (4) Ileecest horayestra et potestas tenebrarumye.|xxn,53).

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cientos aos h, se retira Getseman para derramar ante Dios sus lgrimas y oraciones por un mundo que delira, y se prepara para ser azotado y coronado con espinas, para subir al Calvario cargado con la cruz y derramar su sangre por la redencin de muchos (1).Origen y ex tensin de esta lucha.

1 1 . La lucha actual entre la Iglesia y la Revolucin no es ms que un episodio y una fase de esta gran gue rra que, preparada durante el siglo XYI1I, comenz en 1789 y ha continuado desde entonces con encarni zamiento inaudito en todas las regiones del mundo. Se ha proclamado un derecho nuevo, principios nue vos y un nuevo Evangelio. En nombre de la naturaleza y de la razn, se ha procurado organizar doquiera un estado social del cual quedase excluido Jesucristo; se ha despojado la Iglesia, dispersado las Ordenes re ligiosas, y transformado en seminarios de impiedad las escuelas (2). Esto es un desbordamiento inaudito de las malas doctrinas, y un renacimiento universal de las costumbres paganas. Desde un siglo y medio ac, para servirnos de las palabras de Gregorio XVI, se ha dado el poder las potestades del abismo, para zarandear, como trigo, los hijos de eleccin (3). S, la tierra llora y se muere, sus habitantes la inficionan, porque viola ron las leyes, cambiaron el derecho, y rompieron la alianza sempiterna (4). Esto es el triunfo de la maldad desvergonzada, de la ciencia sin pudor y de la licen(1) Matth. xx, 28 . (2) Urbibus et castellis ingeruntur pro luce tenebra&, pro melle, vel potius in melle, venenum passim mnibus propinatur, transierunt de gente in gentem et de regno ad populum alterura. Novum cuditur populis et gentibus evangelium, nova proponitur fides, fundamentum aliud ponitur prseter id quod positum est. (S.Bern. eont. Abelard, epist. 189 Ap. Labre, x, 1018). (3) Luc. xx, 53. (4) Is. xxiv, 4, 5 .

3 cia sin freno. La santidad de los misterios slo mueve menosprecio; y hombres perversos critican la ma jestad del culto divino, tan poderosa y necesaria, la profanan y escarnecen. Corrmpese la sana doctrina; y se propaga audazmente toda suerte de errores. Ni los sagrados ritos de la Iglesia, ni sus derechos, ni sus ins tituciones, finalmente, ni lo ms inviolable de su disci plina queda salvo de los insultos de las lenguas im pas. Se arrojan con encarnizamiento contra la Silla de San Pedro, sobre la cual sent Cristo los cimientos de su Iglesia; y se trabaja en aflojar y romper ms y ms cada dia los vnculos de la unidad. Atcase la divina autoridad de la Iglesia, arrncanle los derechos, y por razones terrenas la rebajan; y, fuerza de injusticias, la entregan al odio de los pueblos y la reducen ver gonzosa servidumbre. Se quebranta la obediencia de bida los Obispos, y se pisotean sus derechos. Resue nan horriblemente academias y colegios con nuevas y monstruosas opiniones, que no minan la fe en secreto y con rodeos, antes abiertamente y sin contemplaciones le hacen una guerra espantosa infernal. Corrompida la juventud con las lecciones y ejemplos de los maes tros, los desastres de la Religin y la depravacin de costumbres han traspasado todos los lmites. La Religin, nica que hace subsistir los reinos y da la autoridad vigor y fuerza, ha dejado de servir de freno: por esto vemos doquiera la ruina del rden pblico, la destruc cin de la soberana y la cada de toda autoridad legti ma. Este espantoso diluvio de males, es sobre todo el re sultado de la conspiracin de esas sociedades, donde como en inmenso y asqueroso sumidero se ha acumu lado lo ms sacrilego, blasfemo infame que jams abrigaron en su seno las herejas y sectas ms crimina les (1). Tal es la guerra que se desencadena hoy contra(1) Encyc. Mirari vos, 1 5 Aug. 1832,

4 la Iglesia, guerra universal, encarnizada, implacable, la cual los perseguidores han trado la mayor parte de las veces profunda hipocresa, algunas, extremada vio lencia, y siempre, odio satnico.esperanzas.

Temores

III. En qu vendr parar esta gigantesca lucha? los enemigos de la Iglesia, desde Yoltaire hasta los ac tuales corifeos de la impiedad, vienen repitiendo cada paso que la filosofa, que el libre pensamiento, va triunfar de la vieja fe de Europa. A veces llegaron hasta afirmar que, si la Iglesia saliera vencedora de la lucha actual, se resignarian confesar su divinidad y hacerse catlicos. Por otra parte, algunos fieles se ponen temblar. Parceles que el mundo se ve arrastrado como por un tor bellino irresistible hacia una apostasia universal. Con cierta angustia se preguntan si acaso contemplan ya en el dia el preludio de las persecuciones de los ltimos tiempos, y si la tormenta revolucionaria es la crisis pos trera por la que debe pasar la Iglesia antes de llegar su consumacin en la gloria y su descanso eterno en Dios. Y sin embargo, no es difcil entrever, en el seno de esta tempestad, los primeros rayos de un sol esplendo roso, y divisar travs de las sombras del Calvario la cndida alborada de la resurreccin. Desde Jos de Maistre, quien el cardenal Pie llamara un dia el vi dente de Israel, hasta estos admirables Pontfices que en nuestros dias alumbran la Iglesia con el brillo de su doctrina, las voces ms autorizadas no han cesado de repetir que la persecucin revolucionaria no es la pos trera agona del mundo, sino su rejuvenecimiento, y que lejos de ahogar el Evangelio, lo har reinar con ms poderoso imperio. En efecto, sobre esta mar movediza de tantos pueblos

en revolucin, se cierne el Espritu de Dios como en otros dias sobre las aguas de la creacin (1). En el seno del caos engendrado por el espritu de rebelda, se ve como empieza formarse un mundo nuevo. Lo mismo que en el siglo X V I , Dios ha abandonado al espritu de hereja muchas naciones, fin de despertar la fe dor mida de los fieles y el celo languideciente de los pasto res; por esto en los siglos X V III y X IX entrega el mundo las seducciones del racionalismo, para hacer que florezcan de nuevo en el seno de la Iglesia la doc trina y las virtudes de los antiguos dias. Parece, segn los designios de la Providencia, que la tempestad revo lucionaria estalla sobre el grande rbol de la Iglesia (2) slo para hacerle echar races ms profundas en el seno de los pueblos catlicos, y arrojar sus semillas las na ciones sentadas en las tinieblas de la hereja, del cisma y de la infidelidad (3). IV. Sin embargo, no es nuestro objeto en el presenteObjeto de la obra. escrito dejar sentados los motivos de esperanza de los catlicos. Dejando un lado el porvenir, nos dedicarmos considerar el presente, y sin preocuparnos por el resultado de la lucha, tratarmos de discernir su ca rcter. Adems, en vez de abarcar la lucha en su universa lidad, la contemplarmos tan slo en la ciudad perse guidora. No ser, pues, nuestra obra un tratado de las dos Ciudades en el siglo X I I , sino solamente un estudio de la Ciudad anticristiana.(1) Gen. i, 2. (2) Malth. x i i i , 32. (3) Surge, Aquilo, et veni, Auster; peifla hortum meum, et fluant aromata illius. (Cant. iv, 16}.

6

Divisin la obra.

e

Y . En todas las pocas la Ciudad del mundo ha opuesto la Iglesia errores y ejrcitos: lo mismo sucede en los tiempos modernos. La Ciudad anticristiana tiene una doctrina que opone al Evangelio de Jesucristo: es la doctrina que el Conci lio del Vaticano apellid racionalismo naturalismo, jun to con todos los errores que con l se relacionan. En se gundo lugar, la Ciudad anticristiana tiene una jerarqua que contrapone al sacerdocio catlico, un cuerpo de hombres militantes que predican el racionalismo y por l pelean: son las Sociedades secretas, comprendidas bajo la denominacin comn de Masonera. E l estudio de la Ciudad anticristiana en el siglo X IX abrazar, pues, dos partes. En la primera pasaremos re vista al conjunto de los Errores modernos; y en la se gunda procuraremos desenmascarar las Sociedades se cretas, sea la Masonera. En ambas, sobre todo en la primera, nos apoyaremos constantemente en las Encclicas pontificias y en los de* cretos del Concilio del Vaticano.

Fin do la obra.

YI. El fin que nos proponemos es trabajar, segn lo permitan nuestras dbiles fuerzas, en dar conocer este misterio de iniquidad (1) que se desarrolla ac tualmente en el mundo, para cooperar de esta suerte la restauracin del reinado de Jesucristo. Pues con el grande Apstol diremos: Es m e n e s t e r q c e r e i > e C r i s to ( 2 ) .

Es menester que los reyes, volviendo ser sus lugar tenientes, lleven su espada en el mundo; y que, abju rando el papel de Pilatos de Nern, vuelvan hacer el(1) II Thess. ii, 7. (2) Oporfcet autem flium regnare. ( l Cor. xv, 25).

' 7 de Carlomagno y San Lus. s menester que los pue blos aclamen el reinado de Cristo y vuelvan ser cris tianos socialmente: Aduniatregnum tuum! Oh Jess, Rey de los reyes y Seor de los seores (1), dignaos revelaros vuestros perseguidores, como en otro tiempo Saulo en el camino de Damasco! hay tantas almas generosas que, si os conocieran, pelearan por Vos contra la Revolucin, y que, por ignorancia, pelean por la revolucin contra Yos! Mostraos estas almas engaadas como el nico Salvador de los indivi duos y de las sociedades; y haced que, de enemigos de vuestro reinado social, se conviertan en sus apstoles y defensores. Bastante tiempo h que blasfeman los pue blos vuestro imperio; bastante tiempo hque desconfan de vuestra iglesia, y la persiguen los reyes: ensead los prncipes que serviros es reinar, y los pueblos que teneros por rey es ser libres. En otro tiempo contem plaron nuestros padres Europa constituida en repblica cristiana. Ojal las futuras generaciones vean pronto al mundo entero postrado vuestros pis, y sumisas vuestro Vicario las conciencias todas! porque Yos, Seor, pertenece el imperio- espiritual sobre toda tri bu, toda nacin y toda lengua (2).(1) I Tiro, vi, Ib.(2) I Par. xxix, 11; Apoc. v, 9.

LOS ERRORES MODERNOS.

1. De dos clases son los errores que contra la doc trina catlica surgen en todas pocas. Unos niegan to tal parcialmente el dogma revelado: son los errores extremos radicales. Los otros son un ensayo de conci liacin entre la doctrina catlica y estos errores radica les: podramos llamarlos semierrores errores atenuados. Tales fueron el arrianismo y el semiarrianismo, el pelagianismo y el semipelagianismo, el eutiquianismo y el monotelismo, el protestantismo y el jansenismo. Doy dia la Iglesia ve atacada su doctrina por ambas clases de errores. 2. Los errores de la primera rechazan todo el conjun to del smbolo catlico. Son los errores llamados racio nalismo, naturalismo y liberalismo puro. En estos trmi nos habla de ellos el Concilio del Vaticano: Los tiempos modernos han visto nacer y propagarse lo lejos por el mundo, con espantosos progresos, esta doctrina del racionalismo naturalismo, que, oponindose en todo la religin cristiana como institucin sobrenatural, trabaja con sumo empeo en arrojar Cristo, nuestro nico Seor y Salvador, del espritu humano, y de la

10 vida y costumbres de los pueblos, para reemplazarle con el mero reinado que llaman de la razn de la na turaleza (>). Los errores de la segunda clase, sin rechazar en ab soluto la doctrina catlica, la alteran y tratan de aco modarla al espritu del siglo: En medio de la univer sal difusin de esta impiedad, esto es, del racionalis mo, dice el Concilio del Vaticano, sucedi desgracia damente que un muchos hijos .de la catlica Iglesia anduviesen errantes fuera del camino de la piedad ver dadera, y que menguando en ellos poco poco las ver dades, el catlico sentido quedase debilitado (2). Desgnanse menudo tales errores con el nombre de ca tolicismo liberal. Para evitar malas inteligencias, prefe rimos llamarlos semiracionalismo, seminaturalismo y sem iliberalismo. 3. E l racionalismo es el contraevangelio, antievange lio propuesto al mundo bajo las denominaciones de principios del 89, derechos del hombre, espritu moderno, ideas modernas, religin del porvenir, etc. El semiracio nalismo ni es el Evangelio ni el conlraewngelio, sino una mezcla informe de uno y otro. Trataremos, pues: 1 0del racionalismo antievangelio moderno; 2. del semiracionalismo semiliberalismo, es decir, de esta muchedumbre de errores mitigados que,(1) Tum nata est et late nimis per orbem vagata illa rationalismi seu naturalismi doctrina, qua^religioni ehristianae utpote supernaturaii instituto per omnia adversaos, suramo studio molilur ut Christo, qui solus Dominus et Salvator ncster est, mentibus humanis, vita etmoribus populorum excluso, mere quod vocant rationis vel natura; regnum stabiliatur. (De fide cath. Procem.). (2) Ilac porro impietate circumquaque grassante, infeliciter contigit ut plures etiam e catholicse Ecclesiae filiis via verte pietatis aberrarent, in iisque diminutis paulatina veritatibus, sensus catholicus attenuaretur. (Ibid.J.

11 bajo la influencia del racionalismo, han nacido en el seno de las sociedades catlicas. 4. En la primera parte seremos muy breves en la re futacin del error; menudo no haremos siquiera ms que exponerlo, contentndonos con oponerle la doctrina catlica; pues la simple enunciacin del racionalismo y su confrontacion con la fe de la Iglesia es bastante re futarlo. En la segunda parte daremos alguna vez mayor am plitud la refutacin del error, sin salimos empero de ios lmites de un tratado elemental. En efecto, me nudo es necesario probar gran nmero de catlicos se ducidos que estas nuevas doctrinas, so pretexto de con ciliar el Evangelio con el espritu moderno, conculcan los derechos de Jesucristo y contradicen con frecuencia el buen sentido.

LIBRO PRIMERO.EL RACIONALISMO Y NATURALISMO.

o. Los Concilios empiezan siempre por anatematizar .ei racio n ael error dominante de la poca: as en el siglo IV, los errorprfiicPadres de Nicea se ocupan desde luego en condenar el n u eslra arrianismo, y, en el XVI, los de Trento, en condenar el protestantismo. Pues bien, en el siglo X IX , los obispos reunidos en el Vaticano, inauguran sus trabajos con la condenacin del racionalismo: en efecto, contra este error van dirigidos los primeros anatemas del clebre Concilio. De este solo hecho podemos ya inferir que el error capital de nuestra poca es el racionalismo. 6. Qu es el racionalismo naturalismo? cules Enunciado son sus teoras especulativas y sus aplicaciones prcticas n e s.a s cu estl0 respecto del orden sobrenatural y en el orden natural? cul es su origen? cules han sido las principales fa ses de su desenvolvimiento? bajo qu formas y con qu nombres se ha ido presentando sucesivamente? qu trmino tiende llevar al gnero humano? Tales son las principales cuestiones que se ofrecen nuestro estudio. 7. Creemos deber prevenir al lector que por lo comn observro nos abstendremos de nombrar los contrarios y expo- n es

U N W f R S M W l i H V i l v * r 8 y

ner los errores citando los autores. La mayor parte f de las veces tenemos en frente, n algunos particulares, i sino legiones; pues el racionalismo bajo todas las for- * mas lo ha invadido todo, academias y escuelas, prensa, \ tribuna y foro. Ha inficionado letrados ignorantes, ) las clases altas y al pueblo bajo. Por esto nos fuera j imposible nombrar algunos racionalistas, sin pasar por alto gran nmero de otros no menos peligrosos; y al citar ciertos corifeos parecera quizs que slo nos fijamos en errores particulares. Preferimos, pues, citar raras veces nombres propios, y exponer los errores con las frmulas que ms menudo omos repetir. 8. Haremos notar tambin que lo que decimos del racionalismo est lejos de convenir todos los raciona listas. Hay, en efecto, buen nmero de racionalistas, so bre todo entre los que se ha convenido en llamar espi ritualistas, que no sacan las consecuencias de sus prin cipios, y que, sin reconocer el divino origen de la Religin catlica, la toleran de hecho, y se muestran un llenos de sincero respeto sus dogmas, institucio nes y ministros. Muchos en estos ltimos tiempos han llegado hasta salir la defensa de la Iglesia, de sus es cuelas y de sus Ordenes religiosas contra los persegui dores. Hacemos profesion de apreciar cuanto fuere deco roso, y ser profundamente agradecidos todos los de fensores de la Iglesia, cualesquiera que fueren. No ! escribimos, pues, contra estos racionalistas decentes, ni aun contra los racionalistas, sino coatra el racionalismo. No atacamos las personas; combatimos las doctrinas. No es nuestra intencin referir lo que pensaron, lo que piensan tales cuales racionalistas ms menos conse cuentes consigo mismos, sino exponer el sistema racio nalista en sus principios y consecuencias.

DIVISION PRIMERA.

NATURALEZA DEL RACIONALISMO (1).

S U B D IV IS IO N P R IM E R A . El ra c io n a lis m o n a tu ra lis m oc o nre la c i n al o r d e ns o b re n a tu ra l.

SECCION PRIMERA.

PARTE TERICA.

T T U L O I.

ERRO R FUNDAM ENTAL.

C A P T U L O I.

Qu es el racionalismo. 9. Empecemos por definir el racionalismo. I. E l racionalismo es el sistema de doctrina que admite la razn com o nica fuente de verdad, con exclusin de la re velacin y la fe. En otros trminos: es e l sistema que(1) Nos preguntmos si debamos indicar todas las divisio nes y subdivisiones de nuestra obra, si era al contrario preferible pasar muchas por alto. Con indicarlas todas tema mos cansar los lectores que gustan de una exposicin orato ria; pasndolas por alto temamos disgustar aquellos que net

DeGnieioB.

. i. 4

16 admite como nico objeto de conocimiento las verdades evidentes por s mismas demostrables por la expe riencia y el raciocinio, con exclusin de las verdades propuestas por la revelacin y aceptadas por la fe (1). ii. Explica- 10. Dios, principio y fin de todas las cosas, dice el i.0 Doctrina Concilio del Vaticano, puede ser conocido con certeza con ambos rd e - ^ uz natural de la razn humana, por m edio de las co m kntos n O C ~sas creac^ as>Pues svs invisibles perfecciones, desde la crea cin del m undo, las percibe el entendimiento por la contem placin de las cosas criadas (2). Sin embargo, plugo a su sabidura y bondad recelarse l m ism o al gnero humano y revelarle los eternos decretos de su voluntad por otra via, que es la ma sobrenatural, conforme dice el Apstol (3): Dios, despus de haber hablado en otro tiem po nuestros padres m uchas veces y de m uchas maneras por medio de los Profetas, en estos ltimos tiem pos y en nuestros dias nos

cesitan tener el plan general constantemente presente en la memoria. Despus de haber titubeado mucho, nos resolvimos indicar las divisiones y subdivisiones en una serie de titules antepuestos los captulos, siguiendo al propio tiempo ei hilo del discurso poco menos que si tales ttulos-no existieran, ha ciendo que el prinqipio de ua nuevo captulo fuese continua cin del preeedente, de suerte que la indicacin de las divisio nes y subdivisiones no interrumpiera la marcha de la exposi cin. As creemos haber complacido aquellos lectores que gustan de procedimientos didcticos, y dpjamos los dems en libertad de omitir, si les pluguiere y sin inconveniente alguno, hasta la misma lectura de las diviones de la obra. (1) Desde ahora haremos notar que la palabra racionalismo significa menudo por derivacin la totalidad de los racionalis tas. Las ms de las veces la emplearemos en el sentido de siste ma de doctrina: pero tambin otras veces en el de partido racio nalista. El contexto indicar siempre suficientemente nuestro pensamiento. La misma observacin es aplicable las palabras naturalismo, revolucin, etc. (2) Rom. i, 20.(3) Heb. i , l - 2.

ha hablado por m edio de su Hijo (1). Asimismo, como el mismo Concilio recuerda, la Iglesia catlica siempre crey y cree que hay dos rdenes de conocimiento, distintos no slo por su principio, si que tambin por su objeto: ver daderamente por el principio, puesto que en el uno conoce m os mediante la razn natural, y en el otro por la fe divi na, y tambin por el objeto, porque adems de las verda des que puede alcanzar la razn natural, se nos proponen para creer misterios ocultos en Dios, que slo podem os co nocer si nos fueren divinamente revelados (2). 11. Pues bien, los racionalistas, mientras admiten el 2.0 Tesis y , , , . . . r . , formulas dlos primer orden de conocimiento, hacen protesion de re- racionalistas, chazar el segundo. Para ellos, la facultad natural de la razn es el nico medio de conocer; las verdades natura les de la razn son el nico objeto del humano conoci miento: rechazan la fe y niegan las verdades reveladas. Segn algunos es imposible y, como dicen todos, no conviene que la revelacin ensee al hom bre lo que debe creer hacer (3). Muchos serian los que llegaran hasta(1) Eadem saccla Mater Ecclesiatenet et docet Deum, rerum omnium principium etfinem, naturalihumaose rationis lumine rebus creatis certo cognosci posse: invisibilia enim ipsius, creatura mundi, per ea qase facta sunt intellecta conspiciuntur; attamen piacuisse ejus sspienlise et bonitati alia, eaque supernaturali via, se ipsum ac seterna voluntatis suse decreta humano generi revelare, dicente Apostolo: Multifariam multisque modus olim Deus loqueos patribus in Prophetis, Dovissirae diebus isis loctus est nobis in Filio. (De fide cath. cap. iv). () Hoc quoque perpetuus Ecelesise catholicse consensus tenuit et tenet duplicem esse ordinem cognitionis, non solum priocipjo, sed objecto etiam distinctum: principio quidem, quia in altero naturali ratione, in altero fide divina cognoscimus; objecto autem, quia praeter ea, ad quse naturalis ratio pertingere potest, credeoda nobis proponuntur mysteria d Deo abscondita. quae nisi revelata divinilus, innoteseere non possunt.

(Ibid.).(3) Si quis dixcrit fieri non posse aut non expedire, ut per

admitir la revelacin, si fueran su objeto las verdades preceptos naturales; pero como se extiende misterios y preceptos positivos, la rechazan. Hay algunos que declaran estar prontos creer si Dios les habla inme diatamente, pero rechazan toda palabra divina que les sea comunicada por medio de otro. Al fin y al cabo, todos, por esta aquella razn, pre tenden que el hom bre no puede ser levantado divinamente un conocimiento que sobrepuje al conocimiento natural, sino que puede y debe por s mismo, mediante un continuo progreso, llegar la posesion de toda verdad (1). Porque la razn humana e s el nico juez de lo verdadero y de lo falso, del bien y del mal; es la ley para s misma, y basta con sus fuerzas naturales para promover el bien en hom bres y naciones (2). 12. Desde luego, como sin cesar lo repiten, la reve lacin de Moiss, la revelacin de los Profetas, la reve lacin de Jesucristo sobre todo, son fruto de alucina ciones, producto de la imaginacin popular, de las invenciones de la impostura. El Gnesis, el Evan gelio, todos los libros inspirados, son colecciones de leyendas. La fe es una credulidad ciega, unapreo cupacin irracional, el efecto de la ignorancia, del fanatismo, la abdicacin y el suicidio de la razn. Los dogmas revelados son fbulas, mentiras y absur-

revelationem divinam homo de Deo cultuque ei exhibendo edoceatur, acalhema sit. (Conc. Vat. De fide caih. cap. n, can. 2). (1) Si quis dixerit hominem ad cognitionem et perfectionem qusenaluralem superet divinitus evehi con posse, sed ex seipso ad omnis tndem veri et boni possessionem jugi profecfu pertingere posse et debere, snathema sit. (Ibid. can. 3). (2) Humana ratio... unicus est veri et falsi, boni et mali arbiter, sibi ips'i est lex, et uaturalibus suis viribus ad hominum ac populorum bocum curandum sufiicit. (Syll. prop. 8).

19 dos. En resumen, la fe y la revelacin se hallan en oposicion con la razn humana (1). Si omos ste, la fe es una creencia fantica, una persuacion de lo absurdo y de lo imposible. La fe es solamente la certidumbre de la realidad, del valor ab soluto, de la verdad del hombre subjetivo, en oposicion con los lmites, es decir, con las leyes de la razn y la naturaleza (2). No tiene otro fin que unas cosas que se hallan en contradiccin con las leyes del mundo, unas cosas que manifiestan el poder infinito de las aspiracio nes del hombre (3). El hombre desea ser inmortal, luego por la fe es inmortal; desea que haya un sr bastante poderoso para hacer cuanto es imposible la razn y la naturaleza, luego este sr existe. Si omos aqul, la fe es una creencia en las hipte sis. Hay, dicen, junto al dominio de la ciencia, el do minio de la hiptesis: el sabio hace constar las verda des del primer dominio, y en cuanto al segundo domi nio, se limita ciertas conjeturas que mira y propone como inciertas; el fiel, poco contento con las solas ver dades de la ciencia, y necesitando alimento para su es pritu presa de una fiebre que le devora, se lanza ms all del dominio de la ciencia, multiplica las conjetu ras, y las mira y propone como verdades ciertas: esto es la fe. Gurdense sus artculos de fe los telogos, y su ciencia los sabios; ambos partidos avanzan por dos caminos opuestos. La fe tiene sus races en la disposi cin del alma hacia aquello que es inaccesible ala cien cia. Es evidente que la ciencia de dia en da gana te rreno la fe: pero siempre le queda bastante esta ltima. Las investigaciones del hombre tropiezan do(1) Christi fides humana refragatur rationi. {Syll. prop. 6. (2) Feuerbach, Esencia del Cristianismo. (3) Ibid.

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quiera con lmites que no es posible franquear, tras los cuales puede comenzar la fe (1). Es decir, si admito una verdad demostrada, hago un acto de sabio; si creo en una hiptesis, hago un acto de iel. Dicen todos en coro: Si, creo en la revelacin, pero en la revelacin permanente del hombre s mismo y por s mismo; en la revelacin racional que no es ms que la ciencia y la conciencia contempornea; en la re velacin parcial y relativa siempre, que se obra me diante la adquisicin de nuevas verdades, y an mejor, por la eliminacin de antiguos errores, especialmente de las verdades de la revelacin catlica (2). Y concluyen todos: No seguimos otra regla e tras creencias que la de la razn; nuestra conciencia libre es el nico juez, as de nuestros pensamientos co mo de nuestros actos, as de nuestros derechos como de nuestros deberes (3). observaron*5 ' Afirmaciones extraas que no cesan de contrisap o io g ticas. tamos los odos! Puede el hombre comunicar sus se1 ^ Observa * 1 coesjeisira- mejantes los secretos del corazon; y Dios no puede id0b u en sen _ revelar al hombre los misterios de su divina vida y los decretos de su voluntad! es conveniente que en el ho gar domstico el padre ensee al hijo; y no conviene que el Padre que est en los cielos venga conversar en la tierra con su hijo!Se nos tendra por insensatos si negramos los hechos de Csar, Carlomagno y Juana de Arco, por ms que slo los refieran un corto nmero de historiadores; y daremos pruebas de ser altamente razonables si nos negamos admitir la misin de Moi ss y los hechos y palabras de Jesucristo, de que nos vienen dando fe una nube de testigos (i)!(1) Behner, Fuerza y materia. (2) Clemencia Royer, Prefacio la traduccin de Darwin.(3) (4) Jbid. Heb. xii, 1 .

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Afirmis que el catlico abdica su razn danda cr dito la revelacin: por ventara el nio, al aprender una nueva ciencia (1), abdica la que posee? acaso el cabeza de familia no puede adquirir una nueva herencia (2), sin renunciar antes su primer patrimonio? pierde la vida el enfermo, porque cobra nuevas fuer zas? 11 En el fondo, toda la discusin con el racionalismo se reduce estos trminos: Ha hablado Dios? El cat lico responde: Tan cierto es qu,e Dios ha hablado, co mo lo es que brilla el sol en toda su plenitud al medio dia (3). Para que el homenaje de nuestra fe fuese conforme jJ: Prime,r , , ^ ... , , ,r nmtodo parala razn, dice el Concilio del Vaticano, qm so Dios ana- ap o lo g tica. dir los interiores auxilios del Espritu Santo las pruebas exteriores de su revelacin, saber, los hechos divinos, y en primer lugar los milagros y las profecas, que, mani festando claramente la omnipotencia infinita sabidura de Dios, son ciertkimas seTiales de la divina revelacin, aco modadas la inteligencia de todos. Por lo cual Moiss y los Profetas, y sobre todo Jesucristo Seor nuestro, hicie ron m uchos y patentsimos milagros y profecas: y de los Apstoles leem os (4): Partieron y predicaron doquiera, cooperando el Seor y confirmando su predicacin con los milagros que la seguan. Y en otro lugar est escrito (o): Tenem os enseanzas profticas seguras, las cuales ha cis bien en atender, com o una luz que brilla en un lugar oscuro (6).(1) Et erunt omncs doeibiles Dei. (Joann. vi, 45).(2) (3) (4) (5) Rom. vni, 17. Ps. x v iii , 4-7. Alare, xvi, 20. II Pet. i, 19.

i,j-

(6) t nihilominas fidei nostr obsequium rationi consentaneum esset, voluit Deus cum iuternis Spiritus Saucti auxiliis

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Con estas palabras, el Concilio indica un primer ca mino la apologtica cristiana: subir hasta los orgenes de la revelacin, y probar la realidad de este hecho con las seales divinas que la acompaaron. Copiemos rpidamente los principales rasgos de esta demostracin. .1 . origen d i- 14. a. Dios habl Moiss: Moiss habl al pueblo en vino de la re. , . velacin m o- nombre de Dios. shic3 . pueg jag pa|a| )ras [)os Moiss y las palabras de Moiss al pueblo fueron acompaadas de seales divinas las ms evidentes. Recordemos la visin de la zarza ardiente; la vara trocada en serpiente, que vuelve otra vez su sr de vara; y la mano.repentinamente atacada de lepra, y re pentinamente curada. Recordemos las diez plagas que azotan Faran y todo su pueblo para obligarlos dejar partir los opri midos judos; el paso del mar Rojo por entre las aguas separadas con la vara de Moiss, que formaban una m u ralla derecha izquierda; el ejrcito egipcio engu llido por las aguas, que un nuevo golpe de vara vuel ven su posicion natural; la peregrinacin de cuarenta aos en el desierto acompaada de innumerable mul-

externa jungi revelationis suae argumenta, facta scilicet divina, atque impricnis miracula et proplietias, quae cum Dei omnipotentiam et infinitam scientiam luculenter commonstrent, divir.se revelationis signa sunt certissima et omnium intelligentiae accommodata. Quare tum Moyses et Prophetee, tum ipse mxime Christus Dominus, multa et manifestissima miracula et prophetias ediderunt; et de Apostolis legimus : lili autem profecti predicaverunt ubique, Domino cooperante et sermonem con firmante sequentibus signis. Et rursum scriptum est: Habmus firmiorem propketicum sermonem, cui ene facitis attendeutes, quasi lucernae lucenti in caliginoso loco. (De fide calh. cap. in).

23 litud de hechos divinos; las marchas y paradas regula das por una columna de fuego y de nubes que tan pronto avanza como retrocede; el man que cae del cielo cada dia para afimentar ms de un milln, quizs tres millones de criaturas humanas; las aguas que salen de la pea para dar de beber un pueblo amotinado que se muere de sed; aquella gran voz que desde el Snai, en medio de relmpagos y rayos, se hace oirde las mu chedumbres, y promulga uno uno los mandamientos que sern por siempre la base de toda institucin reli giosa social duradera; aquella misma voz que desde el seno d e4 nublado habla menudo Moiss, karon tambin y todo el pueblo; aquella organizacin reli giosa, civil y militar, precisa en sus detalles, admira ble en su conjunto, dictada por una voz celestial; aque llas fiestas, aquellos sacrificios, aquella multitud de ce remonias que anuncian un futuro orden de cosas; luego, cuando ya ha terminado la educacin de aquel gran pueblo, el paso del Jordn en medio de las aguas que se separan ante el arca; la cada de las murallas de Jeric al cabo de siete dias de procesiones religiosas y al sonido de las trompetas; la conquista de la tierra pro metida por una serie de victorias acompaadas de pro digios, uno de los cuales, la detencin del sol la voz del jefe del ejrcito de Dios, no ha tenido jams seme jante; y finalmente, la divisin del pas segn las pro fecas y las rdenes de Moiss. Son ciertos estos hechos? evidentemente, como que estn consignados en monumentos escritos, contempo rneos de los hechos mismos, y presentados cual libros religiosos y sagrados por todo un pueblo que ha vivido y vive todava de su recuerdo. Cierto que hemos odo algunos modernos pretender que aquellos hechos eran demasiado inverosmiles para ser verdaderos, y probar cmo explicarlos manera de fbulas. Mas la verdad,

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la vida y las victorias de Juana de Arco son una f bula, las diez plagas de Egipto, el paso del mar Rojo y del Jordn, la divina promulgacin de la ley en el Snai, son hechos histricos: no descansan stos en tra diciones menos universales, menos constantes, menos indudables que aqullos. Son divinos estos hechos? nadie lo duda. Concluyo: La revelacin de Moiss tiene por autor Dios. 2. O rig end i- 14. b. Desde el momentoque se reconoce la verdad de relacin pri. la misin divina de Moiss, hay que admitir la existenm itiva. ca ja receiacion primitiva; pues si Moiss es el testi go autntico de Dios, los libros de Moiss son verdi cos; por tanto los hechos narrados en el Pentateuco son ciertos. Consiguientemente, esfuerza admitir como verdadero lo que la sagrada Escritura refiere acerca del estado de inocencia y gracia del primer hombre, de su desdicha da cada, de la promesa del Redentor hecha raz dla cada, de los sacrificios primitivos que conservaban y transmitan solemnemente el recuerdo de la cada y la esperanza de la reparacin, y del trato familiar de los Patriarcas, especialmente de Abrahan, Isaac y Jacob, con el Eterno. 3O rig end i- lo. a. Dios habl los Profetas, y los Profetas hablavd od ela p ro , , . fecia d e las ron en nom bre de Dios. fechas5"os ^ues palabra de Dios los Profetas, y la palabra Profetas. e ios Profetas al pueblo, fu acompaada de seales divinas que atestiguaban su divino origen. En efecto, los Profetas probaron su misin con pro fecas relativas acontecimientos prximos y cuya rea lizacin vieron los contemporneos. La mayor parte, quizs todos, probaron su misin con milagros. La sagrada Escritura refiere un gran n mero de milagros hechos por los Profetas obrados en

25 su favor; tales son los relatados en las vidas de Elias, Eliseo, Isaas, Daniel, etc. No hay que poner en duda, que paso por alto muchos otros hechos del mismo g nero. Finalmente, los Profetas todos confirmaron su misin con una extraordinaria santidad de vida. San Juan, que no hizo milagros, atrajo hcia s las muchedumbres, tanto con el poder de su palabra cuanto con el rigor de su penitencia. Por lo dems, la sobrenatural manera como era ilu minado el Profeta (1), las visiones con que era favoreci do y de las cuales no permitan dudar nadie su profun da inteligencia y la santidad de su vida (2), los efectos extraordinarios que veces producan en el mismo (3), eran otras tantas seales del divino origen de las pro fecas. Notemos que las comunicaciones sobrenaturales de Dios eran diarias y clarsimas en la vida del pueblo ju do, y tambin en la de los santos personajes de la ley. El mismo Dios elige y seala por sobrenatural manera los libertadores que envi su oprimido pueblo (4). No toma David ninguna resolucin importante (o), no(1) Ex ore suo loquebatur quasi legens ad me omnes sermo nes istos. (Jer. xxxvi, 18). (2) Quid tu vides Jerema? Et dixi: Virgam vigilantem ego video. (Ibtd. i, 41}.Quid tu vides? Et dixi: Ollam succensam ego video, (bid. 13).Et facta estsuper eum ibi manus Domini, et vidi... (Ezech. i, 8, 4).Et vidi, et cecidi in faciem meam, et audivi vocem loqusntis. flbid. n, 1). (3) Corrui cun audirem; conturbatus sum cumviderem; emarcuit cor meum, tenebrse stupefecerunt me. (Is. xxi, 3, 4). Ego autem reiictus solus vidi visionem grandem hanc; non remansit in me fortitudo, sed et species mea immutata est in me, et emarcui, nec habui quidquam virium. (Dan. x, 8). (4) Jud. i, 2; ni, 9.15; vi, 34, etc. (5) Num ascendam in unam de civitatibus Juda?... Aseende. ( I I Reg. ii, 1). Si tradent me viri Ceilffi?... Tradent. (I Reg. xxiu, 11-12; etc.).

vino de la re, velacin hecha CIISO-

26 se empea en guerra alguna, y ni siquiera da una ba talla (1), sin haber antes consultado al Seor. Sal mis mo no obr de otra manera, y la sagrada Escritura re fiere que no se fu la pitonisa de Endor sino porque el Seor se haba negado responderle, ya fuera en sueos inmediatamente, ya por medio de sus Pontfices y Profetas (2). Jehov era el rey de la nacin y el ge neral de sus ejrcitos; se comunicaba con su pueblo y le daba rdenes como un general y un rey. Notemos tambin que las comunicaciones sobrenatu rales, sobre todo las que se hacan los Profetas, se probaban las unas por las otras; pues los Profetas anti guos recibian testimonio de los nuevos, de manera que los milagros de stos eran otras tantas pruebas de la divina misin de aqullos; y las profecas antiguas eran preparacin de las nuevas, de suerte que siendo stas explicaciones ms precisas y circunstanciadas de aqu llas, manifestaban tener el mismo origen divino. El conjunto de las comunicaciones divinas formaba as en el seno del pueblo judo, un todo indivisible, de origen evidentemente divino, que se impona con autoridad indiscutible. Debermos, pues, maravillarnos de que los mismos gentiles admitieran fcilmente el origen di vino de las profecas judaicas? 4 .O igen d i- lo. b. Pero sobre lodo es divina la revelacin de Jesupues j)Q g ^(fqU e hablaba por medio de los Profetas, h aqu que est presente en medio de nosotros (3).(1) Persequar latruuculos bos et comprehendam eos, annoii?... Persequere. (I Reg. xxx, 8. Si aseendatn ad Phiiisthiim?... Ascende. ( I I Reg. v, 19). Si ascendam contra Philisthseos?... Non ascendas. (Ibid. 23, etc.). (2) Deus recessit me, et exaudir me noluit, eque in manu prophetarum, eque per somnia. (I Reg. xxvni, 15). (8 Is. l u , 6.

p o r Jesucristo.

27 Ea efecto, Jesucristo es el Verbo de Dios hecho carne, lleno de gracia y de verdad (1), venido de su Padre este mundo para contar lo que vi en su Padre (2). Las pruebas de la misin y naturaleza divinas de Je sucristo, son, por decirlo as, innumerables, llagamos mencin de las principales. En primer lugar, Jesucristo prueba su misin divina sa a ad*u e d b e a i v su divina naturaleza dando cumplimiento en su per- cum plim ento J l i o de las profecas sona a todas las protecias. e n ia p e rso n a na serie de profecas que comienzan luego despusd e Jesucr,st0de la cada original, y se suceden de siglo en siglo, anuncian la venida de un Libertador que ha de devolver los hombres la vida eterna perdida en el Edn. Pondr, dice Dios mismo al seductor que acaba de precipitar al hombre en el pecado y en la muerte, pon dr enemistades entre t y la mujer, entre su linaje y el tuyo, y Ella misma te aplastar la cabeza (3). No auuncia que este bendito fruto de la Virgen nacer de Sem (4); Abrahan oye que saldr de l por Isaac (5); Jacob predice que Jud, esto es, el esperado de las naciones, ser alabado sobre todos sus hermanos, que lavar su tnica y su manto en sangre de uvas, se dor mir como len, despertar vencedor, y que atar la vid la burra y el pollino (6); David oye- que ser hijo suyo y que su trono ser como el sol delante de Dios(7); Isaas declara que nacer de una Virgen (8); Ageo y Malaquas anuncian que el Dominador esperado, el An(i) Joan,. i, 14. (2) Ibid. viii, 38. (3 1 Gen. III, lo. (4) Ibid. U , 26, 27. (5) Ibiii. xxii, 18. (6) Ibid. XLIX, 8-11. (7) Ps. lxixviii, 36-38. (8) Is. vil, 14.

28 gel del Testamento llenar el segundo templo con su gloria (1); Daniel que el Santo de los Santos ser ungi do, y le darn muerte pasadas las setenta semanas de aos (2), despus de haberse sucedido cuatro imperios ea los dias de la cuarta (3), es decir, en. tiempo de la dominacin romana. Les suscitar de entre sus her manos, dice el Seor Moiss, un Profeta como t (i). Ser la luz de los gentiles (o), dice Isaas; David le lla ma su Seor, y dice que ser sacerdote eterno segn el orden de Melquisedec (6). Llmale Isaas el Admira ble, el Fuerte, Dios, el Padre del siglo venidero (7); Jeremas le llama Jehov nnestro Justo (8). Los Pro fetas todos hablan de la Pasin y muerte del Mesas; Jeremas le figura en su persona; y hasta con sus me nores detalles la describen Isaas y David (9). Estos y muchos otros Profetas anuncian la resurreccin del Re dentor; y todos hablan de la conversin de los gentiles y de su reinado sempiterno. Acabamos de mentar algunas profecas. Pero seria preciso referir otras cien y mil, pues los sagrados Li bros hablan constantemente del Mesas venidero, un cuando hablan del pueblo judio, que era figura de Je ss, y de los personajes judos, que tambin eran figu ras del Salvador. Fuera menester mencionar la disposi cin del templo, el rden de los sacrificios, las mil y mil ceremonias de la religin mosaica, pues toda la ley es(1) .Agg. ii, 8; Mal. m, 1.

(2) Dan. x, 24, 26.(3) (4) Dan. vir. Deut. xviu, 18.

(5 Is. xui, 6. (6) Ps. cix, 1, .(7) I?, ix, 6. (8) Jer. xxm, 6; xxxin, 16.

(9) Ps. xxi, passim; I?, tu. 14; l u .

29 taba llena de Jesucristo (l);- y Jesucristo es el fin de la ley (2), dice san Pablo. Todo les pasaba en figura los judos (3), aade el misado Apstol. Pues todas estas profecas se cumplieron en la per sona de Jess de Nazaret, hijo de Abrahan, hijo de Da vid, hijo de Mara. Luego Jess, el hijo de Mara, es el Profeta, el Pon tfice y el Pev prometido y esperado durante cuatro mil aos, el Mesas vaticinado por los Profetas, es el enviado de Dios, es Dios. Luego la revelacin de Jesucristo es divina. Qu se puede objetar este razonamiento? Se pre tender que estas profecas no son anteriores los su cesos? Ah est el pueblo judo, atestiguando contra s mismo y en favor de los cristianos, que son anteriores Jesucristo. Habr quien sostenga que la conformidad entre las profecas y los sucesos es efecto de la casuali dad? Empero, la casualidad, si es que exista, es slo un accidente de corta duracin y fortuito, responde Lacordaire; su definicin excluye la idea de sucesin: no hay casualidad que dure dos mil aos y, despus de estos dos mil aos, mil ochocientos ms. 16. a. En segundo lugar, Jesucristo prob su misin b. P ru e b a sacada de los y naturaleza divinas con muchos y sorprendentes mi milagros de Je sucristo. lagros. Jesucristo convierte el agua en vino en Can de Ga lilea; manda al mar y los vientos, y le obedecen los vientos y la mar; camina sobre las aguas y concede Pedro la facultad de caminar sobre ellas como El; por dos veces alimenta millares de personas en el desierto con unos panes y unos pocos p'eces. Cura un paraltico,(!) Gravida Chrislo. (8. Aug.). ( i ) Rom. x, . (3) I Cor. x, 11.

30 despus de haberle perdonado los pecados delante de los judos, que se escandalizan; devuelve las fuerzas un enfermo qne hace treinta y ocho aos no puede an dar; endereza una mujer que hace diez y ocho que anda encorvada; libra de una muerte inminente al hijo de un centurin y al de otro gran personaje; y un ciego de nacimiento le restituye la vista. Cuntanos San Mateo que un dia, hallndose junto al mar de Galilea, numerosas muchedumbres se le acercaron llevando consigo mudos, ciegos, cojos, dbiles y otros muchsi mos enfermos, que pusieron los pis de Jess, quien los cur todos, de suerte que las turbas se admiraron al ver cmo hablaban los mudos, andaban los cojos, y vean los ciegos, y glorificaban al Dios de Israel (1). Estas palabras, dice Santo Toms, descubren nuestra vista como m inmenso ocano de milagros. Jess resu cita la hija de Jairo; devuelve la viuda de Naim el hijo que llevaban enterrar; y ante una inmensa mu chedumbre manda salir del sepulcro Lzaro que se hallaba en l cuatro dias habia. A l morir, se rasga de arriba abajo el velo del templo, tiembla la tierra, las peas se parten, y gran nmero de santos personajes, muertos mucho tiempo habia, salen de sus tumbas para ir anunciar Jerusalen que la redencin estaba ya cumplida. Finalmente, Jesucristo pone un', sello divino todos sus milagros, cuando al tercer dia despus de muerto se resucita s mismo, como lo habia profe tizado. En una palabra, Jesucristo es taumaturgo, y el tau maturgo ms grande de todos. Debemos sacar esta conclusin: Jesucristo es, pues, el enviado de Dios, luego es Dios y el Ilijo de Dios, ya que as lo.afirm.(1) M$th. xv. 30, 31.

' f. * . V r

31 Luego la revelacin de Jesucristo tiene un origen di vino. Acerca de lo dicho, qu parte del argumento puede atacarse? La de la realidad de los milagros de Jesu cristo? Sin embargo no los negaron los judos, ni los niegan hoy tampoco, pues el Talmud los menciona; sin embargo no los negaron Celso, Porfirio, ni Juliano el Apstata; sin embargo forman la parte principal de la narracin en los relatos evanglicos, que os presenta como autnticos el pueblo ms leal y numeroso que ha ya habido jams, un pueblo tan grande que se apellida universal catlico; empero si Jesucristo no hubiese obrado milagros, la conversin del mundo la doctrina de este judo crucificado seria, como hace notar San Agustn, el mayor de los milagros. Luego, si los mila gros de Jesucristo son autnticos, Jesucristo es el testigo de Dios, habla en nombre de Dios, es Dios. Esta con clusin se nos impone necesariamente. 16. b. Mas Jesucristo, que es taumaturgo, es tam- c. Prueba , . , , sacada de las bien profeta. profecas que No tenia necesidad de que le dieran testimonio de k'z o Jesu cristo . los hombres, dice San Juan, pues sabia El lo que habia en cada uno (1). Y en efecto, cuando Felipe le acom paa Natanael, Jess dice de ste: H aqu un ver dadero israelita, en quien no hay fingimiento (2); y como Natanael revela su sorpresa al oir semejante len guaje, Jess contina: Antes que Felipe te llamara, Yo te vi cuando estabas debajo de la higuera (3); y esta revelacin de un hecho ntimo, Natanael reconoce el Mesas y le dice: Vos sois el Hijo de Dios, sois el Monarca de Israel (4). Jess descubre la Samaritana(i )

Joan. i, 25.Ib id . i, 4 7 . Ib id . 4 8 . Ib id . 4 9. T. I 5

(2)(3)

(4)

todo lo que ha hecho (1 ), como lo atestigua la misma sus conciudadanos. A menudo adivina los pensamientos secretos de los que hablan con El, en especial de sus enemigos. Encaminndose Jerusalen anuncia los Apstoles que ser entregado los gentiles, maltratado, azotado y crucificado (2); predice la traicin, de Judas, la triple negacin de San Pedro y la huida de los disc pulos; indica San Pedro la clase de muerte con que deber glorificar Dios (8 ). Declara los Apstoles que recibirn la efusin del Espritu Santo algunos dias despus de su Ascensin. Describe de antemano hasta con los menores detalles la ruina de Jerusalen, la des truccin del templo y la dispersin del pueblo judo (4 ). Afirma que las puertas del infierno no prevalecern contra la Iglesia (5), que no faltar jams la fe de Pedro (6 ), y que se quedar con los suyos hasta el fin de los siglos (7 ). Jesucristo hizo estas profecas antes de los sucesos: cumplidas quedan la mayor parte; las dems estn en via de realizarse.sacada a

sucristo y deios caracteres u persona,

doctrina de J e -

Luego Jesucristo vino y habl en nombre de Dios. 1 6 / C / Acaso la doctrina de Jesucristo considerada en SI misma, no Darppf1 riiv 'n a '?.ivrrt [ e a u n . d

es cosa notable que una doctrina que nos manda renunciar todas las pasiones, haya convertido mu chedumbres de hombres de toda clase, edad y talento? Parcemeque slo la verdad es dado sojuzgar con semejante dominio las inteligencias.(1) Joan, iv, 29,39. (2) Matth. xx, 19.

(3) Joan, xxx, 18-19 . (4) Matth. xxia, 38; xxiv, 2 ; Marc. xm, 2 ; Lac. xix. 43, 44 ; xxi, 6 ; xxiii, 28-30. >*>*> (5) Matth. xvi, 18.(6) Luc.xx ii,

32.20,

(7) Matth. xxviiij

33 No es cosa notable que una doctrina que ha en contrado tantos contradictores, no se le haya podido achacar el error ms insignificante? Sin embargo, esta doctrina tiene soluciones sobre Dios, sobre el alma hu mana, sobre la vida presente y la futura; ms todava, encierra afirmaciones misteriosas que su autor declara inaccesibles toda inteligencia. Si esta doctrina, toda llena de misterios, est, sin embargo, en perfecta ar mona con el orden de las verdades accesibles la hu mana razn, no es as porque es verdadera? Slo la verdad se aviene siempre y en todo con la verdad. Leed el Evangelio y os sentiris impresionado; una uncin que no encierra ningn otro libro os conmover hondamente: libro que tal impresin causa puede me nos de ser la verdad misma? Impos declarados, liber tinos envejecidos en la corrupcin, han confesado la faz de todo el mundo que nijpgun hombre habl jams como Jess, y que ningn libro es comparable con el Evangelio. Si ios pecadores, cuya inteligencia se halla ofuscada por los vapores caliginosos de la impiedad y el libertinaje, se sienten movidos por la sencillez y subli midad de este libro, qu no hallarn en l los hombres de limpio corazoa, cuya ciara mirada est habituada contemplar Dios en la oracion? Con qu celestiales transportes embriag la palabra de Jess Santo Toms, San Buenaventura, San Ber nardo, San Francisco de Sales y San Alfonso de Ligorio? Qu deslumbradoras claridades hallaron en estas in genuas narraciones, en estas sentencias y palabras tan sencillas, San Francisco de Asis, Santa Teresa de Jess y San Benito Labre? Quisiramos que nuestros contra rios pudiesen ver de cerca un Santo: se llenaran de admiracin al contemplar la abundancia de luces, las suaves y apacibles emociones que al corazon puro y al alma sencilla comunica la palabra de Jesucristo; y

34 creemos que brotara expontneamente de sus labios esta conclusin: El Evangelio es verdadero. S, por cierto; un libro que derrama en los espritus claridades tan luminosas inunda los corazones con oleadas de inefable uncin, que transforma las almas ms vulgares, y las levanta hasta una altura tan sorprendente de con ceptos y hasta las abnegaciones de un herosmo perse verante, es un libro de origen humano? A un incrdulo podran parecerle exageradas nuestras palabras; pero parecern muy plidas cuantos por experiencia conocieren las divinas profundidades del Evangelio, que hubieren siquiera tratado con cristia nos embebidos en la lectura y meditacin de este Libro incomparable. Lo que acabamos de decir de la doctrina de Jesu cristo, conviene la persona del Salvador: la persona de Jesucristo se nos presenta con caracteres enteramente divinos. Citaremos ms tard algunos elogios tributados al Salvador por los racionalistas; muchos de los cuales ha blaron de l con tal admiracin y respeto, que rayan en entusiasmo. Luego, si hombres prevenidos y distrados hallaron en l algo ms que humano, qu piensan y sienten de l aquellos que, desde los primeros albores de la razn, se volvieron hcia este Sol de justicia, y durante su vida entera no cesaron de contemplar este cielo de los cielos extendido por Dios sobre nuestras cabezas? San Pablo, primer ermitao, permanece en contemplacin cerca de cien aos; San Antonio, el pa dre de los cenobitas, durante ochenta aos; y en nues tros dias hay en el claustro almas sublimes que han pa sado veinte, cuarenta y ms aos quizs en incesantes, luminosas y fervientes meditaciones. Preguntad, ahora, los antiguos y modernos contemplativos, cul sea el objeto que cautiva su espritu, arrebata su corazon y lo

35 embalsama con embriagadores aromas; y contestarn todos: Lo que hemos visto, lo que ver queremos, es Jess, amor eterno de nuestros corazones, Dios bendito por siglos de siglos. Este es Aquel quien contemplan sin jams cansarse. Admiran la longura, la amplitud la sublimidad, la profundidad del misterio de Cristo con aquellos ojos iluminados de que habla San Pablo; se prendan de l con un amor que al mundo le parece in sensato; trabajan en imitar sus obras, en reformar su espritu, su voluntad y hasta su cuerpo segn el mo delo de la gran visin, de la zarza ardiente que vieron como Moiss en el desierto y el retiro del ta bernculo tres veces santo que les fu mostrado en la montaa,de la perfeccin, id, pues, decir esas grandes almas, baadas todas en la luz divina, perfu madas con las aromas del Esposo de las Vrgenes, id decirles que ese Jess que han visto, que han amado, y quien se han entregado, que ese Jess quien poseen, no es Dios. Oh Jess! daos conocer los que os niegan, como os conocen vuestros fieles y vuestros santos; apareceos estos Saulos perseguido res, y transformados en otros Pablos, su vez os dirn: Qu queris que haga? irn vuestra Iglesia, y de blasfemos (1 ) trocados en creyentes, os adorarn amoro samente, y quizs se convertirn en apstoles vuestros. 17. b. Los Apstoles llevaron todos los pueblos dee. Prueba sacada de las la tierra la revelacin de Jesucristo; y fueron los testi sealesdivinas que acompa gos del Redentor en Jerusalen, en Judea y Samara y aron la pre dicacin apos hasta los confines de la tierra (2 ). tlica. El origen divino del Evangelio se hallaba sobreabundantemente probado con las divinas seales que haban(!) ITinc. i, 1 3 . (2 ) Eritis mihi testes in Jerusalem et in ornai Judffia et Sa mara et usque ad ultimum terree. (Act. i, 8).

36 acompaado el testimonio de Jesucristo. No obstante, quiso Dios que el testimonio de los Apstoles fuese, co mo el de Jesucristo, confirmado con milagros, de suerte que la propagacin del Evangelio por los Apstoles, no menos que su promulgacin por Jesucristo, sirviese pa ra dejar sentado su divino origen. As, pues, luego que el Espritu Santo ha bajado ellos ea figura de lenguas de fuego, van predicar el Evangelio con tal ardor de celo y firmeza de convicciou que acreditan haberse obrado en ellos una transforma cin milagrosa. El primer sermn de San Pedro con vierte tres mil judos; el segundo, cinco mil. Al principio parece que los Apstoles obran mayores prcdigios que su Maestro. Encarcelados por instigacin de los prncipes de los sacerdotes, los predicadores del Evangelio son puestos en libertad por un Angel. Con slo invocar el nombre de Jesucristo, cura Pedro un cojo de nacimiento conocido de todos los habitantes de Jerusalen; en Lida devuelve el movimiento al paral tico Eneas, y en Jope resucita la viuda Tabita. Colo caban los enfermos en las plazas pblicas, refiere el historiador sagrado, y los ponan en camas y parihue las, para que al pasar Pedro ios cubriese con su som bra, y as quedaran curados de sus enfermedades. Acu dan en tropel Jerusalen, y dlas vecinas poblaciones traan enfermos y endemoniados, lodos los cuales cura ban (1). San Pablo es convertido camino de Damasco por Jesucristo mismo, que se le aparece y le pregunta: Saulo, Saulo, por qu me persigues? Recibe inme diatamente por revelacin el Evangelio de Jesucristo, y se cambia en aquel hombre tan admirable por su sa ber, su omnipotente palabra y sus milagros. Con una sola palabia ciega en Pafos un mago que se opona(1) Act. v, 15,16.

37 al Evangelio; libra en Filipo una joven poseda de un espritu de adivinacin; cura en Sstro un cojo de na cimiento, y en Troade resucita un jven. Los mila gros que hace en Efeso son tan pasmosos, que basta los enfermos para curar, ponerlos en contacto con los pauelos y otras ropas de su uso. Concluyamos. Los Apstoles hicieron numerosos y brillantes milagros para probar que eran los enviados de Dios. Luego, son los testigos de Dios. Luego la revelacin de Jesucristo es divina. Negis . los milagros de los Apstoles? Es imposible; de otra suerte debeis negar los hechos histricos ms incontes tables. Pretendeis que permiti Dios los Apstoles hacer milagros en favor de una grande impostura? N, seria absurdo. Confesad, pues, que los Apstoles predi caron la verdad al mundo. 18. a. Resumamos esta breve demostracin del or- f. Resum en gen divino de la revelacin. 5 cnciusion. E l origen divino de la revelacin hecha Moiss se prueba con seales divinas, de las que un pueblo en tero es objeto y testigo la vez. El origen divino de la revelacin primitiva, el origen divino de la revelacin hecha los Profetas se apoya en pruebas irrefragables. El origen divino de la revelacin hecha al mundo por Jesucristo lo prueban un conjunto de seales divinas, cuya fuerza y extensin son incomparables. Luego la revelacin primitiva, la ley, la profeca y el Evangelio reconocen Dios por autor. Nos hemos ceido comentar sumariamente el texto del Concilio del Vaticano, que citmos arriba, y nos complacemos en presentar de nuevo la vista del lec tor: Para que el homenaje de nuestra fe fuese conforme razn, dice el Concilio del Vaticano, quiso Dios aa

dir los interiores auxilios del Espritu, Santo las pruebas

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exteriores de su revelacin, saber, os hechos divinos, yen primer lugar los milagros y las profecas, que, manifes tando claramente la omnipotencia infinita sabidura de Dios, son ciertsimas seales de la divina revelacin, acom o dadas la inteligencia de todos. Por lo cual Moiss, los Profetas, y sobre todo Jesucristo Seor nuestro, hicieron m uchos y patentsimos milagros y profecas; y de los Aps toles leem os (1 ): Partieron y predicaron doquiera, coope rando el Seor y confirmando su predicacin con los mila gros que la seguan. Y en otro lugar est escrito (2): Tenem os enseanzas proflicas seguras, las cuales ha cis bien en atender, com o una luz que brilla en un lugar oscuro (3).> n ra ?jeada Hemos tomado ana una las diversas revela ciones hechas por Dios los hombres, pasando revista las pruebas principales de cada una de ellas. Pero si abarcamos el conjunto de estas revelaciones y las com paramos, ya sea unas con otras, ya sea unas y otras con los acontecimientos generales de la historia de los pue blos, esta ojeada general constituye una prueba ms evidente an, si posible fuere. Dios promete un Mesas libertador luego despus de la cada original. Complcese en hacerse aguardar y desear largo tiempo por el gnero humano; pues, por ley ordinaria de su providencia, otorga sus grandes fa vores los deseos continuos y fervorosos. Reitera su ofrecimiento de generacin en generacin, imprime sus principales rasgos en todos los grandes personajes de la humanidad. Luego, cuando la vida humana se ha acortado, y la idolatra se difunde por doquiera, escoge Dios una na(1 ) Marc. xvi, 20 . (2 ) 11 Petr. i, 19 (3) Conc. Yat. De fide cath. cap. m

39 eion para guardar especialmente la creencia en el Me sas; y es el mismo pueblo del cual el Mesas debe na cer. La nacin escogida viene preparada en sus patriar cas, Abrahan, Isaac y Jacob; recibe del mismo Dios su forma por Moiss; desde las alturas del Snai dale Dios instituciones, ritos y culto que en sus pormenores y conjunto se refieren al Mesas venidero, y, siendo fi gura de sus misterios, deben perpetuar de generacin en generacin la fe y la esperanza en ellos. Gobierna sa pueblo por medio de jueces que l mismo elige, y cuya vida deja entrever de antemano los principales rasgos del gran Juez de vivos y muertos. Pone luego al frente de este pueblo una magnfica dinasta de reyes, ascendientes y figuras del Rey fu turo de Israel. Suscita una muchedumbre de Profetas, todos los cuales vislumbran en lontananza al travs de los siglos Aquel que es el deseado de las naciones, y pintan detalladamente su advenimiento, su progreso y su consumacin, las circunstancias de su venida, sus milagros, sus ignominias y sus glorias. Cesan las profecas: bajan del trono los descendien tes de David, antepasados del Mesas; pero la creencia de los judos en el prximo advenimiento del gran Rey de Israel, se hace ms universal y ms firme. Partici pan de ella todos los gentiles: Suetonio, Tcito y Cice rn atestiguan que en todas partes se aguardaba la lle gada de unos conquistadores salidos de Judea. Virgilio canta el nuevo siglo que va comenzar; los chinos en van una embajada Occidente para informarse del Santo ( 1 ). Al mismo tiempo la sucesin de los cuatro imperios ha reunido todos los pueblos en una vasta sociedad(1) SehmiM. La redencin anunciada por las tradiciones, Chi na, G .

40 que habla una misma lengua, se rige por unas mismas instituciones, y obedece unos mismos jefes; todas las partes de este vasto imperio se enlazan con rpidas y diarias comunicaciones; abiertos estn los caminos del universo mundo; y la buena nueva podr ser llevada la vez todas las naciones. Aparece de repente un hombre incomparable; de clara que es El el Libertador prometido y esperado, el Mesas; todas las profecas se hallan realizadas en su persona. Hace tantos y tantos milagros como jams jus to alguno los hiciera. Su palabra conmueve las muche dumbres, de tal suerte que sus mismos enemigos con fiesan que jams ningn hombre habl como El. Parece la santidad misma: manso y humilde, permite y quiere que le adoren; sencillo y familiar con los pecadores, reprende con firmeza la hipocresa y el orgullo de los fariseos. Sube al Calvario, y, conforme lo habian predicho los Profetas, como El mismo lo habia declarado, muere en cruz entre dos criminales, mientras los Apstoles, que por tres aos le acompaaron y se formaron en su es cuela, andan huidos y dispersos. Mas, la vuelta de algunos dias, sus Apstoles son revestidos de la Virtud de arriba, y son llevados por el divino Espritu por todos los caminos de! mundo; predican la buena nueva todas las naciones; afir man que el crucificado galileo es el Mesas por espacio de cuatro mil aos esperado; que muri, pero resucit luego; y que vive en Dios hasta que llegue el dia en que vuelva, para juzgar los vivos y los muertos. Los judos escudrian las Escrituras para ver si en l se cumplieron las profecas, y muchos se convierten; los gentiles sobre todo creeu en la buena nueva; y ju dos y gentiles convertidos forman un pueblo nuevo, el pueblo de todo el universo, la Iglesia catlica, que de

41 Jesucristo y por Jesucristo vive. Los judos que, extra viados por su esperanza en un Mesas que habia de dar les el imperio temporal de la tierra, se niegan con vertirse al Evangelio, son dispersados por todos los pases, y muestran desde entonces todos los pueblos los Libros sagrados